Escrito en el Cuerpo. Ricardo Arispe, con Prólogo de @pochogarces

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Sobre lo profano, lo escondido, lo prohibido y el placer (palabras para prologar un libro de fotografías sobre el cuerpo escrito)

la piel, esa verdadera piel, es –tal vez– lo más secreto, escondido y protegido que tiene nuestro cuerpo. La cubrimos casi toda, la ocultamos. Develarla, para algunas culturas, es parte de lo prohibido, también de lo celestial, de las fantasías. La piel esconde una historia, un secreto, pues oculta en ella lo que nuestros pensamientos no callan. Mostrar una parte de la espalda y los pechos es un manifiesto del placer, es tantear lo profano y caminar de cara al viento despertando otras pieles. El placer que recibimos haciendo uso de nuestra piel es –de seguro– el más hermoso, divino y peligroso, como esos besos malditos que se anidaron aquí en mi cuerpo y un día echaste a volar para que fecundaran otras pieles, otras bocas, otros cuerpos buscando un sorbo de tu sabor. Las letras, estas pequeñas criaturas burlescas con formas de animales prehistóricos, tienen vida propia, significados que los hombres le adosamos y que terminamos por creer salvarán nuestras vidas o las de otros. Son símbolos, por sí solas son signos inmensos o vagos y etéreos. Cuando se van juntando, toman significados esenciales y puros. Se convierten en palabras y van simplificando lo que dicen. Éstas en frases, luego en párrafos, cuartillas, páginas enteras. La historia nos muestra la manera en que fuimos dibujando las letras para hacerlas más legibles, elegantes, irreverentes, religiosas o satánicas. Por eso la caligrafía ha sido una practica artística y especializada, al mismo tiempo mística y escondida. Los calígrafos son magos y si escriben en el cuerpo, sobre la piel, se hacen inmortales. Yo he dibujado serifas en esa misma piel que ha sido profanada, descubierta y que ahora es símbolo de obsesión, de pasión, de libertad. Abrirse a ser fotografiado mostrando lo que escondes, convertir tu espalda en un papiro y dejarse imprimir el significado de las mariposas voladoras, o que sea el sudor quien haga esa caligrafía invisible, es un acto intimo, privado, a ratos oculto que da mucho placer. Yo he fotografiado esa piel, con mi ojos, he destapado la bendición de su cuerpo y he escrito mi biblia sobre ella, como un pobre Romeo tatuando a su Julieta. Porfirio Garcés Marchand





























































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