Colegio San Antonio Bellavista - Callao
Historia, Geografía y Economía 3 LECTURA 1
FUENTE: Spielvogel, Jackson. Historia Universal. Civilización de Occidente: Tomo 2. México DF: Cengage Learning Editores, pp. 561-565. Decreto legislativo 822: Artículo 43º.- Respecto de las obras ya divulgadas lícitamente, es permitida sin autorización del autor: a) La reproducción por medios reprográficos, para la enseñanza o la realización de exámenes en instituciones educativas, siempre que no haya fines de lucro y en la medida justificada por el objetivo perseguido, de artículos o de breves extractos de obras lícitamente publicadas, a condición de que tal utilización se haga conforme a los usos honrados y que la misma no sea objeto de venta u otra transacción a título oneroso, ni tenga directa o indirectamente fines de lucro.
El orden social del siglo XVIII
Jackson Spielvogel El modelo de organización social de Europa, establecido originariamente en la edad media, continuó hasta entrado el siglo XVIII. El status social todavía no estaba principalmente determinado la riqueza o por la situación económica sino por la división dentro de los "órdenes" o "estados" tradicionales determinados la herencia. Esta división de la sociedad con sanción divina en los órdenes tradicionales era apoyada por la enseñanza cristiana que enfatizaba la necesidad de cumplir con las responsabilidades de los Estados de cada quien. Aunque los intelectuales de la ilustración las atacaron, estas distinciones tradicionales no desaparecieron fácilmente. En el código legal prusiano de 1794 el matrimonio de los varones nobles con mujeres de clase media estaba prohibido sin la dispensa previa del gobierno. Sin embargo, aun sin la regulación del gobierno, grupos de diferentes clases sociales permanecieron fácilmente distinguibles en cualquier parte de Europa debido a los atuendos distintivos y tradicionales que usaban. No obstante, algunas fuerzas de cambio estaban en acción dentro de esta sociedad tradicional. Las ideas de la ilustración progresaban a medida que los reformadores argumentaban que la idea de un orden social inalterable basado en el privilegio era hostil al progreso de la sociedad. Sin embargo, no fue sino hasta los levantamientos revolucionarios liderados por las nuevas burguesías, a finales del siglo XVIII, que el antiguo orden finalmente comenzó a desmoronarse.
1. Los campesinos Debido a que la sociedad en el siglo XVIII seguía siendo en su mayoría rural, el campesinado constituía el grupo social más grande, representando 85% de la población en Europa. Sin embargo, había grandes diferencias entre los campesinos de un área a otra. La distinción más importante, al menos en lo legal, era entre el campesino libre y el siervo. Los campesinos en Gran Bretaña, el norte de Italia, los Países Bajos, España, la mayor parte de Francia, y algunas áreas del occidente de Alemania eran legalmente libres, aunque no estaban exentos de agobios. Algunos campesinos libres en Andalucía, España, en el sur de Italia, Sicilia y Portugal vivían en una pobreza más desesperada que muchos de los siervos en Rusia y Alemania oriental. En Francia 40% de los campesinos libres poseía poca o nada de tierra en 1789. Los pequeños campesinos que eran propietarios o granjeros arrendatarios en Europa Occidental no estaban exentos de los servicios obligatorios. La mayoría debía entregar diezmos, con frecuencia un tercio de sus cultivos. Aunque los diezmos estaban destinados a los sacerdotes de las parroquias, en Francia sólo 10% de ellos los recibía. En la mayoría de los casos los diezmos terminaban en manos de los poblados y de los terratenientes aristocráticos. Más aún, los campesinos podían deber una serie de cuotas y derechos. Los aristócratas locales reclamaban para sí derechos de caza en las tierras de los campesinos y tenían monopolios sobre los molinos de harina, los hornos comunitarios y las prensas de vino y aceite que necesitaban los campesinos. Los derechos de caza, las cuotas, otros derechos y diezmos eran todos ellos motivo de un profundo resentimiento. Europa Oriental continuaba siendo dominada por grandes terrenos que pertenecían a poderosos señores y eran trabajados por los siervos. La servidumbre había llegado tarde al este, siendo impuesta en gran medida durante los siglos XVI y XVII. Los campesinos en Alemania oriental estaban atados a las propiedades de su amo, tenían que hacer labores en sus tierras y no podían casarse o mudarse sin permiso, ni sin el pago de un impuesto. Para el siglo XVlll, los terratenientes poseían jurisdicción legal excluyente, lo que les daba el control sobre la administración de la justicia. Sólo en el imperio de los Habsburgo había intentado un gobernante mejorar la situación de los campesinos mediante una serie de reformas. A excepción del clero y de una pequeña clase comerciante, la Rusia del siglo XVIII, a diferencia del -2-
resto de Europa, seguía siendo predominantemente una sociedad de terratenientes y siervos. Los campesinos rusos no estaban atados a las tierras sino con el terrateniente y por lo mismo existía una situación cercana a la esclavitud. 1.1.
La aldea. Las aldeas locales en las que residían seguían siendo los centros de vida social
de los campesinos. La aldea, especialmente en Europa Occidental, mantenía el orden público; proveía alivio al pobre, una iglesia local y a veces un profesor; recolectaba impuestos para el gobierno central; daba mantenimiento a caminos y puentes; y establecía procedimientos comunes para la siembra, el arado y la cosecha de cultivos. Pero los pueblos con frecuencia eran dominados por los campesinos más adinerados y se mostraban muy renuentes a las innovaciones, tales como las nuevas prácticas agrícolas. 1.2.
La dieta de los campesinos. La dieta de los campesinos en el siglo XVIII no había
cambiado mucho desde la edad media. El pan negro, hecho de trigo toscamente molido y harina de centeno, seguía siendo el alimento básico. Era muy nutritivo y tenía un alto contenido en vitaminas, minerales e incluso proteínas, ya que no se le extraían el salvado y el germen. Los campesinos bebían agua, vino y cerveza y comían sopas y purés hechos de granos y vegetales. Los nuevos alimentos del siglo XVIII, papas y maíz americano, añadieron elementos importantes a la dieta de los campesinos. Por supuesto, cuando las cosechas eran malas, el hambre y la escasez se convertían en su destino, haciéndolos aún más susceptibles a los estragos de las enfermedades. 2. La nobleza Los nobles, quienes constituyeron sólo de 2 a 3% de la población europea, desempeñaban un papel dominante en la sociedad. Nacer noble garantizaba automáticamente un lugar en la cima del orden social, con todos los privilegios y derechos especiales que esto conlleva. Los privilegios legales de la nobleza incluían los juicios llevados a cabo por sus iguales, inmunidad ante castigos severos y exención de muchas formas de impuestos. Especialmente en Europa Central y Oriental, los derechos que ejercían los terratenientes sobre sus siervos eran abrumadores. En Polonia la nobleza poseía el derecho sobre la vida o la muerte de sus siervos.
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En muchos países los nobles eran conscientes de su particular estilo de vida, lo cual los separaba del resto de la sociedad. Sin embargo, esto no significaba que no estuvieran dispuestos a flexibilizar estas convenciones de tal estilo de vida si podían sacar algún beneficio rentable de ello. Por ejemplo, por convención, se esperaba que los nobles vivieran de los productos de sus propiedades. Pero aunque los nobles siempre decían que el comercio estaba por debajo de su dignidad, muchos no se oponían a hacer un esfuerzo en el área mercantil. Gran parte de ellos estaban ansiosos por obtener ganancias de las industrias basadas en la explotación de las materias primas encontradas en sus propiedades; como resultado, muchos de ellos estaban involucrados en la minería, la metalurgia y la fabricación de vidrio. Su dieta también los separaba del resto de la sociedad. Los aristócratas consumían enormes cantidades de carne y pescado acompañado de quesos, nueces y una gran variedad de confituras. También desempeñaban importantes funciones en los asuntos militares y del gobierno. Desde los tiempos medievales los aristócratas terratenientes habían servido al ejército como oficiales militares. Si bien los monarcas veían imposible excluir a la gente común de los cargos del funcionariado, la tradición sostenía que los nobles eran los más aptos y naturales para es cargos. Además, la nobleza del siglo XVIII tuvo un importante papel en la maquinaria administrativa del Estado. En algunos Países como Prusia, la burocracia entera reflejaba los valores aristocráticos. Además, en la mayor parte de Europa, los nobles terratenientes controlaban en gran medida el gobierno local en sus distritos. La nobleza o clase terrateniente no era un grupo social homogéneo. Los terratenientes en Inglaterra rentaban sus tierras a aparceros, mientras que los de Europa Oriental usaban los servicios de mano de obra de sus siervos. Los nobles en Rusia y Prusia servían al Estado, pero en España e Italia tenían pocas funciones oficiales. Las diferencias en riqueza, educación y poder político también llevaron a crear diferencias entre los países. La brecha entre ricos y pobres podía ser enorme. A medida que el siglo avanzaba los nobles a veces se hundían entre las filas de las privilegiadas de la población. Se ha estimado que el número de nobles europeos disminuyó un tercio entre 1750 y 1815. A pesar de que los nobles se aferraban a su condición privilegiada y luchaban por mantener a los otros fuera, casi en todas partes una persona con dinero tenía la posibilidad de entrar en las -4-
filas de la nobleza. Los derechos de nobleza estaban ligados con frecuencia a ciertas tierras. Así, la compra de tierras podía hacerlos nobles; la obtención de cargos gubernamentales muchas veces también infería la condición de nobleza. 2.1.
El estilo de vida aristocrático: la casa de campo. Un aristócrata que sobrevivió a la
Revolución francesa comentó que "nadie que no hubiera vivido antes de la Revolución" podía conocer la verdadera dulzura de vivir. Desde luego, no hablaba por los campesinos cuyo trabajo mantenía al sistema sino por los aristócratas terratenientes. Para ellos, el siglo XVIII fue el siglo final de "dulzura” antes de que la revolución industrial y la sociedad burguesa disminuyeran su privilegiado estilo de vida. En muchos sentidos, la corte de Luis XIV había creado un modelo para los otros monarcas europeos, quienes construían palacios e-impulsaban el desarrollo de una sociedad cortesana como un centro de cultura. Al igual que en Versalles, estas cortes eran pobladas por miembros de la aristocracia cuyos ingresos de las rentas o por ocupar cargos en el gobierno les permitían participar en tal estilo de vida. Esta sociedad cortesana, ya fuera en Francia, España o Alemania, manifestaba características comunes: la participación en intrigas por obtener el favor del rey o príncipe, caminatas por refinados jardines y duelos para mantener el “honor" propio. Sin embargo, la mayoría de los terratenientes aristócratas permanecía en sus propiedades de provincia y no participaba en la sociedad cortesana; sus grandes mansiones seguían dando fe de su dominio sobre la campiña circundante. Esto fue verdad especialmente en Inglaterra, donde la corte de los reyes hannoverianos (Jorges I-III, de 1714 a 1820) causó poco impacto en el comportamiento de las sociedades de clase alta. Los aristócratas terratenientes de Inglaterra invirtieron mucho tiempo, energía y dinero en sus propiedades rurales, otorgándole a las casas de campo inglesas un lugar importante en la vida social. Un observador estadounidense señaló: "Difícilmente las personas que tengan una alta posición en los círculos de su sociedad vive en Londres. Tienen casas en Londres, en las que se quedan mientras el Parlamento se encuentra en sesión, y hacen visitas ocasionales en otras temporadas; pero sus hogares están en el campo" 1. Aunque existía gran variedad de casas de campo, en el siglo XVIII muchas se construían en un estilo georgiano (nombrado así por los reyes hannoverianos). Este estilo fue muy influenciado
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por la serenidad clásica y la suavidad del arquitecto veneciano del siglo XVI Andrea Palladio, quien se había especializado en el diseño de villas campestres. La casa de campo georgiana combinaba la elegancia con la domesticidad y su interior se caracterizaba con frecuencia por poseer la comodidad de un hogar que combinaba el encanto visual con la utilidad. La casa de campo también satisfacía un nuevo deseo de mayor privacidad que se reflejaba en la creciente separación entre los pisos inferiores y los superiores. Los primeros eran destinados a las actividades públicas: comidas, entretenimiento y esparcimiento... Un recibidor central proporcionaba el sitio para los recibimientos y despedidas ceremoniales de los invitados en ocasiones protocolarias. Desde el recibidor, los invitados podían proceder hacia una serie de habitaciones comunes escaleras abajo. El más grande era el salón de dibujo (las casas más grandes tenían dos), el cual contenía instrumentos musicales y era usado para bailes o juegos de cartas, un pasatiempo favorito. Las otras habitaciones comunes incluían un comedor formal, otra usada como desayunador informal, una biblioteca, un estudio, una galería, una sala de billar y un conservatorio. La entrada también tenía una gran escalera que conducía hacia las habitaciones superiores, las cuales consistían en recámaras para los esposos y esposas, y para los hijos e hijas. Estas habitaciones no sólo se utilizaban para dormir, sino también para realizar actividades privadas tales como juegos para los niños, la costura, y la redacción y la lectura de las esposas. "Subir" literalmente significaba abandonar la compañía de los otros en las habitaciones de abajo y estar a solas en la privacidad de las habitaciones de cada quien. Este deseo de privacidad del siglo XVIII también significaba mantener a los sirvientes a distancia. Éstos ahora se alojaban en su propia ala de habitaciones y sus patrones les avisaban del deseo de ayuda mediante un nuevo invento: largos cordones atados a campanas que sonaban en las habitaciones de los sirvientes. Aunque la disposición de la casa georgiana del siglo XVIII originalmente reflejaba los intereses masculinos, la influencia de las mujeres se hacía cada vez más evidente hacia la segunda mitad de la centuria. Ya en el siglo XVII se había hecho costumbre que los sexos se separaran después de la cena; mientas los hombres se ocupaban de su brandy y sus puros en el comedor, las mujeres saldrían a una "sala de retiro" para tener sus propias conversaciones. En el transcurso del siglo XVIII, el cuarto de dibujo se convirtió en un salón más grande y más femenino con 1
Citado en Witold Rybczynski, Home: A short story of an idea. Nueva York, 1986, p. 105.
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confortables muebles agrupados casualmente frente a la chimenea para crear una atmósfera acogedora. Los terratenientes aristocráticos, especialmente en Gran Bretaña, también buscaron la manera de expandir los espacios abiertos hacia los alrededores de sus casas de campo para separarse de las clases bajas de los pueblos y eliminar de su vista las granjas. Con frecuencia, estos espacios abiertos eran delimitados con bardas para crear parques (como los llamaban en Inglaterra) y así brindarles aun mayor privacidad. A veces aldeas enteras eran destruidas para crear un solo parque, causando el lamento de un poeta inglés sobre este costo social: El hombre rico y el orgullo se apropia del espacio que muchos hombres pobres le suministraron; espacio para su lago, los ampliados límites de su parque, espacio para sus caballos, sabuesos y equipaje.2
Junto con la sensación de privacidad, los parques les brindaban a los terratenientes la posibilidad de remodelar sus propiedades conforme a sus necesidades de esparcimiento. 2.2.
El estilo de vida aristocrático: el grand tour. Una característica de la alta cultura de la
ilustración era su naturaleza cosmopolita, fortalecida por la educación en los clásicos latinos y el uso del francés como lengua internacional. El viaje era otra manifestación de la sofisticación y el interés de la ilustración en nuevas ‘vistas'. Un aspecto importante de los viajes del siglo XVIII era el grand tour, por el cual los hijos de los aristócratas terminaban su educación haciendo un viaje por todas las ciudades principales de Europa. La aristocracia inglesa en particular consideraba el grand tour como parte crucial de su educación. La tía abuela de Thomas Coke le escribió una vez terminada la escuela: "Señor, tengo entendido que ha salido de Eaton y probablemente tenga menciones de ir a una de esas escuelas de vicio, las universidades. Sin embargo, si usted escoge viajar yo le daré 500 libras [alrededor de 12,500 dólares] al año". 3 Coke no era ningún tonto y se fue al grand tour, junto con muchos otros. En sólo uno de los años de gran actividad, hubo 40,000 ingleses viajando por Europa.
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Citado en Jonathan Dewald, The European nobility, 1400-1800. Cambridge, 1996, pp. 91-92. Citado en Peter Gray, Age of enlightenment. Nueva York, 1966, p. 86.
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Viajar no era fácil en el siglo XVIII. Cruzar el Canal de la Mancha podía ser difícil en un mar picado y podía llevar desde tres hasta 12 horas. El viaje desde Francia a Italia podía hacerse por mar, donde el viajero se encontraba con el peligro de los piratas o por tierra en silla de manos sobre los Alpes, donde los angostos pasajes hacían del trayecto un viaje de terror. Los hostales, especialmente en Alemania, se poblaban de ladrones y estaban permanentemente llenos de chinches. A los ingleses, en particular se les conocía por gastar grandes sumas de dinero durante sus viajes; como describió un observador, "los franceses generalmente viajan para ahorrar dinero, de tal forma que a veces dejan los lugares donde pasaron la noche peor de lo que los encontraron. Los ingleses, por otro lado, vienen con mucho dinero, abundante equipaje y criados para servirles. Ellos despilfarran su dinero casi como los señores".4 Puesto que el propósito del viaje era educativo, los jóvenes ingleses en particular iban acompañados por un tutor que se aseguraba de que sus encargados pasaran el tiempo viendo colecciones de museo de historia natural y antigüedades. Sin embargo, los tutores no podían evitar que los jóvenes fueran tras el vino, las mujeres y el canto. Después de cruzar el Canal, los visitantes ingleses iban a París a un curso intensivo de cómo actuar de forma sofisticada. Después también iban a Italia, donde su destino favorito era Florencia, Venecia y Roma. En Florencia los estudiosos y ambiciosos apreciaban el arte en la Galería degli Uffizi. Los no tan ambiciosos seguían una rutina menos vigorosa; según el poeta Thomas Gray, "se levantan a las 12 en punto, desayunan hasta las tres, meriendan hasta las cinco, duermen hasta las seis, beben licores refrescantes hasta las ocho, y se van al puente hasta las 10, cenan hasta las dos y así se van a dormir de nuevo hasta las 12". Roma era otro "gran objetivo de nuestra peregrinación", donde los viajeros visitaban los sitios "modernos", tales como San Pedro y sobre todo las ruinas antiguas. Para una generación formada con base en una educación clásica, los recuerdos de las ruinas y los grabados de Piranesi mostrando las ruinas clásicas eran compras obligadas. Después del redescubrimiento accidental de los pueblos romanos Herculano y Pompeya se convirtieron en populares atracciones turísticas del siglo XVIII.
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Citado en Paul Hazard, The european mind, 1680-1715. Cleveland, Ohio, 1963, pp.6-7.
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3. Los habitantes de pueblos y ciudades La población urbana de Europa Occidental seguía siendo una minoría que se distinguía del total de la población, excepto en la República Holandesa, Gran Bretaña y algunas partes de Italia. A fines del siglo XVIII, alrededor de un sexto de la población francesa vivía en pueblos de 2,000 personas o más. La ciudad más grande de Europa era Londres, con un millón de habitantes, mientras que París contaba entre 550,000 y 600,000. En total, Europa tenía por lo menos 20 ciudades en 12 países con más de 100,000 habitantes, incluyendo Nápoles, Lisboa, Moscú, San Petersburgo, Viena, Amsterdam, Berlín, Roma y Madrid. Aunque los moradores urbanos sobrepasaban ampliamente en número a los habitantes rurales, los pueblos jugaban un importante papel en la cultura occidental. Los contrastes entre una ciudad grande —con su educación, su cultura y su consumo material— y los campos circundantes, a menudo agobiados por la pobreza, eran impresionantes, como se evidencia en este relato de viajeros británicos a San Petersburgo, Rusia, en 1714: El campo alrededor de San Petersburgo tiene una vista tan vasta, salvaje y desierta como cualquiera de las Indias; no necesitas ir a más de 200 pasos fuera del pueblo para encontrarte en un bosque silvestre de abetos, y es tan bajo, pantanoso y pastoso este campo que se pensaría que Dios al crear el resto del mundo para el uso de la humanidad, creó este lugar para retiro inaccesible de todo tipo de bestias salvajes.5 Los campesinos con frecuencia se resentían ante la prosperidad de las ciudades y la explotación de los campos en beneficio de intereses urbanos. Palermo, en Sicilia, utilizó un tercio de la producción de alimentos de la isla mientras que pagaba sólo un décimo de los impuestos. Las ciudades vivían ajenas a los intereses del campo, y no se interesaban en comprar los productos de los campesinos, sino en adquirir sus beneficios y sus tierras por medio de los diezmos, rentas e impuestos. Muchas ciudades en Europa Occidental y aun en Europa Central tenían una larga tradición de oligarquías patricias que continuaban controlando sus comunidades mediante el dominio de los concejos de aldeas y ciudades. A pesar de su dominio, los patricios constituían sólo una 5
Igor Vinogradoff, “Russian missions to London, 1711-1789” y demás extractos de ”The cottrell papers”, Oxford Slavonic papers, New Series. 1982, 15:76.
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pequeña minoría de la población urbana. Justo debajo de los patricios estaba una capa superior de las clases medias: los funcionarios no nobles, financieros y banqueros, mercaderes, arrendatarios ricos que vivían de sus inversiones, y profesionistas importantes, incluyendo abogados. Otro gran grupo urbano era el de la pequeña burguesía o clase media baja, compuesta por maestros artesanos, tenderos y pequeños comerciantes. Por debajo de éstos estaban los obreros o clases trabajadoras. Gran parte de la industria urbana se seguía haciendo en pequeños talleres apremiados por maestros, trabajadores calificados y aprendices. Los aprendices que adquirían las habilidades adecuadas se convertían en trabajadores calificados antes de entrar en la categoría de maestros; sin embargo, de forma creciente en el siglo XVIII, los gremios se fueron convirtiendo en cerradas oligarquías de los oficios a medida que la pertenencia a las mismas se limitaba sólo a los parientes de los maestros. Muchos artesanos capacitados se veían frecuentemente forzados a convertirse en trabajadores mal pagados. Las comunidades urbanas también tenían grandes grupos de trabajadores no capacitados que desempeñaban las labores de los sirvientes, doncellas y cocineros con salarios lastimosamente bajos. Pese a finalizar los estragos de la peste, las ciudades del XVIII aún experimentaban altos índices de mortalidad, especialmente entre los niños, debido a las condiciones de vida insalubres al agua contaminada y a la escasez e insuficiencia de instalaciones de drenaje. Un observador comparó la pestilencia de Hamburgo con el de una cloaca abierta que podía olerse a kilómetros a la redonda. La sobrepoblación también exacerbaba los problemas urbanos a medida que las ciudades continuaban creciendo d a un flujo de inmigrantes rurales. Pero las ciudades no resultaron ser un paraíso para ellos, puesto que siendo trabajadores no capacitados encontraron pocas oportunidades de empleo. El resultado fue un serio problema de pobreza en el siglo XVIII. 3.1.
El problema de la pobreza. La pobreza era un problema altamente visible, tanto en
pueblos como en ciudades durante el siglo XVIII. En Venecia los limosneros con licencia constituían 3 a 5% de la población, y los limosneros sin licencia habían llegado a sumar entre 13 y 15%. Los limosneros Bolonia se estimaba en 25% de la población; en Maguncia las cifras indicaban que 30% de la gente eran mendigos o prostitutas. La prostitución era a menudo una alternativa para la mendicidad. En Francia y Gran Bretaña: hacia fines del siglo se estimaba que -10-
10% de la gente dependía de la caridad o mendigaba su alimento. Durante tiempos anteriores en Europa se había considerado a los pobres como niños bendecidos por Dios; asistirlos era un deber cristiano. Un cambio de actitud, iniciado a fines del siglo XVI, se volvió aún más evidente en el siglo XVIII. La caridad dirigida a los pobres mendigos, se decía, simplemente fomentaba su ociosidad y los llevaba al vicio y al crimen. Un funcionario francés comentó: “La mendicidad es el aprendizaje del crimen; que comienza por inspirar amor por la ociosidad, la cual siempre será el mayor mal político y moral. En este estado, el limosnero ya no resiste por mucho la tentación de robar".6 Aunque las instituciones de caridad privadas, como la orden religiosa de San Vicente de Paul las Hermanas de la Caridad, habían sido fundadas para ayudar a estas personas, terminaron siendo rápidamente abrumadas por el creciente número de indigentes en el siglo XVIII. Si bien algunos funcionarios "iluminados" argumentaban que el Estado debía involucrarse en el problema, los sentimientos mezclados impedían una acción concertada. Desde el siglo XVI la vagancia y la mendicidad eran consideradas delitos. En el siglo XVIII las autoridades francesas intentaron acorralar a los vagabundos y limosneros y los encarcelaban por 18 meses como un ejercicio demostrativo de su fuerza disuasiva. Sin embargo este esfuerzo logró poco puesto que el problema básico era socioeconómico. Estas personas eran "castigadas" porque no tenían trabajo. En la década de 1770 los franceses trataron de poner en marcha proyectos de obra pública, tales como la construcción de caminos, para darle trabajo a la gente, pero no había fondos suficientes para lograr los resultados que se buscaban. El problema de la pobreza permaneció como otra mancha seria en la calidad de vida del siglo XVIII.
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Citado en Jeffrey Kaplow, The names of kings: The parisian laboringpoor in the eighteent century. Nueva York, 1972, p. 134
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