el legado del pabellon

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Casa y Más • El Comercio miércoles 18 de enero del 2012

ARQUITECTO

DIEGO FRANCO COTO

Arquitectura y ciudad

ENVÍO DESDE

Madrid, España

cuatro jóvenes arquitectos peruanos viajaron para especializarse a cuatro importantes ciudades europeas. desde allí nos envían sus impresiones cada semana FOTOS: JOANNE SCHNEIDER

TEMPLO. El Pabellón de Barcelona oculta el camino detrás e invita a recorrerlo subiendo la plataforma. En 1986 se reconstruyó en homenaje al centenario del nacimiento de Mies van der Rohe.

LA HISTORIA DE UN ÍCONO MODERNO

El legado del pabellón Frases como “menos es más” o “Dios está en los detalles” son las introducciones obligadas al hablar de Miës van der Rohe. Junto con Le Corbusier, son los dos extremos que engloban la arquitectura del movimiento moderno: la exuberancia y la plástica de los volúmenes bajo la luz por el lado de este último; y la serenidad y la técnica de las transparencias y reflejos por parte del primero. Y si bien las frases sirven para resumir la arquitectura que toda su vida se empeñó en hacer, ocultan

Miës van der Rohe y la construcción de una imagen la complejidad que se esconde detrás. Si su arquitectura es tan sintética como su personalidad, es porque en realidad esta es la primera de sus construcciones. EL PERSONAJE

Ludwig Mies nació en Alemania en 1886. Pero en 1920, luego de una decepción profesional, borra toda huella de su pasado: se separa de su familia y cambia de nombre. Toma el apellido de soltera de su madre: Rohe, y le agrega la deno-

minación ‘van der’, fonética similar al ‘von’ de la aristocracia alemana. También añade la diéresis sobre la ‘e’ a Mies, adjetivo negativo en el idioma alemán. Es así como luego de su reinvención comienza a frecuentar los círculos dadaístas y neoplasticistas, vanguardias artísticas de la época. Sus propuestas se vuelven manifiestos radicales en los que proponía la tecnología industrial como expresión necesaria para la arquitectura de su tiempo.

UN PALACIO DE REFLEJOS

Más conocido como el Pabellón de Barcelona, se trata de uno de los pabellones de Alemania para la Exposición Universal de Barcelona en 1929. Hoy es considerado uno de los íconos de la arquitectura moderna, pero comprender un edificio sin programa no ha sido una tarea sencilla. Su único fin práctico era ser el marco para la inauguración oficial presidida por el rey de España. Para el día

del evento fue expresamente diseñada la hoy popular silla Barcelona, a la que Miës bautizó como el trono del siglo XX. A unos meses de la inauguración, las autoridades alemanas solicitaron a Miës un pabellón representativo nacional, al enterarse de que Francia e Inglaterra tendrían los suyos. Era el período entre las dos guerras mundiales y para el fragmentado y otrora Imperio Alemán el pabellón fue un vehículo para

transmitir una nueva imagen de transparencia y claridad al mundo. Pero las diferencias se dieron desde el primer momento, cuando Mies insistió en modificar la ubicación que estaba prevista para el pabellón. Esta probó ser la decisión de diseño más importante, pues cambió su emplazamiento central: en vez de estar con el resto de pabellones monumentales, se ubicó en los límites de la exhibición, como lugar de paso obligado. Una vez que estratégicamente había asegurado una


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gran afluencia, el espacio vanguardista no pasó desapercibido. Las crónicas de la época relatan el asombro y desconcierto que produjo el tránsito continúo entre transparencias y reflejos, alrededor de planos de mármoles y vidrio, columnas de acero y espejos de agua, todos desfasados asimétricamente. “Hay que persuadir a Miës para que un día se deshaga de esos molestos postecitos metálicos tan peligrosos y que interfieren en sus encantadores diseños”, acotaba el maestro norteamericano Frank Lloyd Wright después de su visita. Apenas un año después de que surgiera el encargo, la exposición llegó a su fin y el pabellón fue desmantelado.

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SALÓN DEL TRONO. Las sillas Barcelona destacan la riqueza material del espacio, donde se separa la estructura de los tabiques.

IMÁGENES CONSTRUIDAS

LABERINTO

El mito que rodea al pabellón fue cuidadosamente construido, contrariamente a lo que sucedió con el edificio. Por limitaciones técnicas, económicas y de tiempo, las columnas no resistían el peso del techo y los muros tuvieron que compensar esta limitación. Muchas decisiones se tomaron en obra y las versiones de planos que se conservan no muestran el proyecto definitivo. Sabiendo esto, Miës controló celosamente cada una de las imágenes que se publicaron. Una docena de fotografías tomadas expresamente fueron posteriormente alteradas y retocadas, eliminando unos elementos y enfatizando otros. Que los negativos originales se perdieran hizo que este juego de fotografías canónicas –durante 50 años fue lo único que se conoció del proyecto– pasara a la categoría de original.

Exterior e

DE PLANOS. interior se funden en la fluidez de la composición.

Después de esta ausencia y con motivo del centenario del nacimiento de Miës, el pabellón se (re) construyó en el mismo lugar y fue inaugurado en 1986. Esta vez, sería permanente, por lo que se usaron soluciones constructivas y procesos distintos. El debate respecto a la pertinencia de su (re)construcción lo puso nuevamente en el centro de la atención.

NUEVAS REFLEXIONES

La reencarnación del Pabellón de Barcelona se ha convertido en el último capítulo de una saga que continúa, haciendo posible hoy experimentar físicamente este manifiesto hecho espacio. Con más de 80 años, las ideas detrás de este mantienen su vigencia suscitando las más diversas interpretaciones. Una de las más sugerentes nos plantea el pabellón

como un escenario que representa el proyecto moderno para una Alemania nueva. La continuidad entre trabajo y cultura permitiría al proletariado industrial habitar “casas como templos para el arte”. Sin embargo, la llegada al poder del régimen nazi en 1933 truncaría esta visión idílica. Mies, ajeno a la política, intentó congraciarse con el nuevo orden. Pero el militarismo era

más afín a una arquitectura monumental y tradicionalista, lo que lo obligó a emigrar finalmente en 1937. Fue recibido en Estados Unidos y al poco tiempo lo nombraron jefe del Departamento de Arquitectura en el Illinois Institute of Technology. Además de ser profesor, diseñó el plan maestro y muchos de sus edificios emblemáticos influenciaron en generaciones de

arquitectos estadounidenses de la Escuela de Chicago. Paradójicamente, esta derivó al Estilo Internacional, que con sus rascacielos de acero y vidrio se convirtió en la imagen más pura del capitalismo. El pabellón visto bajo otras luces devuelve permanentes reflexiones. Miës, como muchos otros maestros de la arquitectura, sigue siendo estudiado y debatido, imitado y malinterpretado. Esta obra nos recuerda, entre otras cosas, que una arquitectura de piel y huesos no tiene por qué ser menos, ni que lo moderno es sinónimo del color blanco. Pero sobre todo que “la arquitectura empieza cuando se ponen juntos dos ladrillos, cuidadosamente”: Mies, siempre preciso, nos dejó el detalle al final de la frase. DIEGO FRANCO COTO ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA, MADRID (DIEGO@ NOMENA-ARQUITECTOS.COM)


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