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VIAJERO - SIN REDISEÑO 24 - Villa María, domingo 9 de junio de 2013

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Destinos / Francia / Grenoble

Bienvenidos a los Alpes

Cerquita de la frontera con Suiza e Italia, esta acogedora ciudad resulta una base ideal para recorrer la cadena montañosa más importante de Europa. Elegancia arquitectónica, imponentes visuales naturales y mucha cultura francesa Escribe:

Pepo Garay Especial para EL DIARIO Allá, los Alpes hacen de plato fuerte, con sus paisajes paradisíacos, sus caminatas en verano y sus centros de esquí en invierno. Pero aquí está Grenoble, quien asegura que la antesala del encuentro con los cielos de Europa tiene peso propio. Sus argumentos son un exquisito plano de refinada arquitectura, postales montañosas en el horizonte cercano y mucha cultura francesa para repartir. En el sureste del país galo, cerquita de Suiza e Italia, esta ciudad del tamaño de Río Cuarto hace méritos para ganar espacio en el tour por el Viejo Continente.

Montaña y estilo francés

Con el Chartreuse al norte, el Vercorse al sureste y los Alpes italianos al este, Grenoble se alza dominando un impresionante valle. En el corazón del Delfinado, el verde de la campiña es apenas interrumpido por las tradicionales construcciones rurales y urbanas, la roca virgen del techo de los cerros y el blanco eterno de los picos que saludan desde lejos. Ese, nada más y nada menos, es el contexto que engalana a este municipio de larga tradición universitaria. Adentro, la ciudad resplandece. Lo hace a partir de un conglomerado de edificios de estilo francés que no deja de encantar al viajero. Estructuras muy Siglo XIX, la

mayoría de cinco plantas, que ocupan grandes extensiones de la cuadra, con tejados y balcones art-deco como ornamento indispensable. La composición es gestáltica, un todo sólo entendible a partir de la suma de sus partes, donde no hay protagonistas estelares. Aunque si de nombrar se trata, subrayamos la majestuosa Prefectura, la Catedral de Notre Dame, la Colegiata de Saint- André (erigida en 1228), y el Hotel de Lesdiguiéres (1650). Detrás del mismo, el Teleférico conecta al casco histórico con la Bastilla, ubicada en plena montaña (260 metros de desnivel). Se trata de un fuerte con murallas construido a principios en el Siglo XVI. Cómplice del cuadro es el Río Isére, sus cinco puentes céntricos y las casonas de la otra orilla.

Parques y espacios públicos

En medio del paseo, paradas obligadas resultan algunos de los muchos parques y espacios públicos de la localidad. En tal sentido, destaca la Plaza Víctor Hugo (punto neurálgico si los hay), el Jardín de Ville, el Parc Paul Mistral y la apacible Plaza de Verdun. En cualquiera de ellos, es común encontrarse con los elegantes paisanos realizando dos de sus actividades favoritas: comer y charlar. Como buenos franceses, el cotorreo sobre el impoluto césped se pasa con variedad de quesos, baguette y vino tinto. Si-

nónimo de la buena vida, un juego que en este país se practica como en pocos lugares del mundo. En Grenoble, una sorprendente cantidad de restaurantes, brasseries y cafés, respaldan la tendencia.

Algunas maravillas circundantes

El mundo alpino se abre al visitante en los alrededores. El inventario sería infinito, por lo que nos limitamos a nombrar un par de lugares, como el macizo de Chartreuse y su monasterio, o el poblado de Vizille. El primero se hizo famoso por ser hogar de los Monjes Cartujos, quienes fabrican de manera artesanal el célebre licor de hierbas Chartreuse. El segundo, acumula miradas gracias al castillo que acoge, así como por haber sido sede, en 1788, de la reunión que algunos consideran el preludio de la Revolución Francesa. Ambos sitios, decirlo es casi una obviedad, descansan sobre espectaculares paisajes montañosos. Algo más alejado, el Parque Nacional Descrins potencia el espíritu regional con más circuitos de treking y portentos naturales para ofrecer. Lo mismo hace Chamonix (dos horas al noreste), pueblo que tiene de vecino al Mont Blanc (4.800 metros de altura sobre el nivel del mar), el pico más alto de Europa. A la ida o a la vuelta de aquella maravilla, está Grenoble. El, a su manera, también es los Alpes.

Ruta alternativa

Música y viajes, un solo corazón Escribe: El Peregrino Impertinente Imagínese un mundo sin música. Qué bajón. Ahora imagínese un mundo sin Tinelli ¿Se equilibra el asunto, no? Pero volvamos al primer caso hipotético: yo la verdad es que no puedo imaginarme cómo sería la vida sin música. Para mí es un elemento tan importante en la realidad diaria como comer, beber o lapidar a cascotazos al testigo de Jehová que viene a tocarte el timbre a las tres de la tarde. Son las melodías, las notas, los cantares, algunas de las principales responsables de alegrarnos el quehacer cotidiano. Las que nos alimentan el espíritu, las que hacen bailar al corazón. Imposible suplantar semejante proveedor de energía. Todavía más importante es el rol que juega la música al momento de viajar. Cada periplo o travesía viene acompañado por canciones. Las que escuchamos en la radio, el CD o el MP3, mezcladas con los paisajes que vinimos a buscar, o simplemente con las vivencias más simples

adquiridas fuera de casa. Automáticamente, el cerebro asocia las imágenes captadas con los sonidos de un piano, una guitarra o una voz (siempre y cuando no sea del interior), y los tatúa en la memoria. Música y recuerdos se hacen indivisibles. Ahora, cada vez que oigamos el tema que nos remonta a aquel viaje inolvidable, habrán ganas locas de volver. Y de cortarse las venas con una regla, al darnos cuenta de que lo más cercano que tenemos de tal anhelo, es un imán de "Yo estuve en..." pegado en la heladera. Y puestos a hacer restrospectivas, vamos más allá: ¿quién no se acuerda de las canciones que escuchaba durante su viaje de egresados? ¿O en la luna de miel? ¿O en su primera aventura de mochilero? Incluso, el hombre memorioso tendrá fresca en la cabeza las estrofas que, de niño, sonaban en el auto durante las vacaciones de familia: "Conociéndote, mi vida halló una razón, y yo aprendí a ver el sol, que nació, cuando te víghhhh". Sonamos, otra vez el maldito pasacasete se tragó la cinta.


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El encuentro de la vaca y el viajero

DESTINOS / Córdoba / Túneles de Taninga

Joyas no del todo conocidas ■ Por Pepo Garay

Especial para EL DIARIO

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Conoces los Túneles de Taninga?”, dice uno. “Sí, son esos que están para el lado de Traslasierra, no?”, le responde el otro. “¿Sí, pero fuiste?”, insiste el primero. “Ah, no, la verdad es que siempre he escuchado hablar, pero nunca anduve por ahí ¿Están buenos, che?”. Diálogos como este pueden resultar bastante comunes cuando de sierras se habla. Y es que los Túneles de Taninga son considerados un emblema del turismo de Córdoba. Sin embargo, no son muchos los que, de hecho, los han visitado. La paradoja, en todo caso, se resuelve yendo. Antes hará falta decir que estas construcciones no sólo llaman la atención por sus cualidades arquitectónicas, sino también por los impresionantes paisajes montañosos que se les sientan al lado. Entre la Pampa de Pocho y la Quebrada de la Mermela, en los límites occidentales de la provincia, el lugar llama a romper el hechizo y ser descubierto.

La magia del entorno

Los Túneles fueron construidos a principios de la década del 30, en un intento por mejorar la

Aunque célebres, estos emblemas del patrimonio provincial no han sido visitados por la mayoría de los cordobeses. Los majestuosos paisajes que los rodean, con la Pampa de Pocho y la Quebrada de la Mermela de protagonistas. comunicación vial entre Córdoba y La Rioja. La obra representó todo una proeza para la época por las dificultades que supuso. Basta con imaginar el entorno en aquellos tiempos: completamente aislado de la urbanidad, salvaje, plagado de obstáculos naturales para los obreros que pusieron el cuerpo. Poco ha cambiado en la zona desde entonces. Un inmenso descampado de pasto, cerros y roca, apenas mechado por los baqueanos, sus casitas y anima-

les. Los caminos son de tierra y ripio, pero lo suficientemente firmes y confiables para ser transitados por un coche promedio. A la vera de las huellas, unos pocos, poquitos paisanos, aguardan la llegada del puñado de visitantes diarios. “Buenas tardes, jefecito. Me quedan unos pancitos caseros que hizo mi señora, están buenísimos. ¿Quiere uno?”, dice con ritmo bien local un viejo, la humilde morada y el gallinero a la espalda. Por hambre, compasión, o las dos cosas, la venta se hace. Tras un par de giros, subiditas y bajadas, vistas a los volcanes de Pocho y exóticas palmeras caranday, la Quebrada de la Mermela aparece en todo su esplendor. La imagen, adquirida desde un balcón natural, es sencillamente fabulosa. Infinito parece el horizonte, con los llanos de La Rioja desplegán-

dose en el abajo cual alfombra. Si hay suerte, también se puede avistar algún cóndor en vuelo. Apenas más adelante, surgen ellos, los famosos túneles. En total son cinco, repartidos en 10 kilómetros donde predominan las postales a cielo abierto. El conglomerado todo es disfrutable al máximo. La única mancha: la enorme cantidad de pintadas del tipo “Fulanito estuvo acá”, perpetradas por los tontos de siempre, los que de respeto por el patrimonio y la naturaleza nada entienden. Ya en el final, el viajero puede continuar la ruta para conocer el Parque y Reserva Natural Chancaní o incluso volviendo, la cascada del Velo de la Novia o el Río de la Mermela. Alternativas a la mano para coronar la gratificante experiencia.

COMO LLEGAR Para visitar los Túneles de Taninga, conviene dirigirse a Villa Cura Brochero (justo al lado de Mina Clavero) y desde allí recorrer unos 40 kilómetros en dirección noroeste (20 de ellos por la asfaltada ruta provincial 15) hasta Pocho. Desde este poblado hay que continuar hacia Las Palmas (10 kilómetros) y embalando por la ruta provincial 28 con rumbo oeste, desandar otros 20 kilómetros.

■ Por el Peregrino Impertinente La vaca tiene cuatro patas y vive en el campo. Eso no es ninguna novedad, a no ser que uno tenga tres años o le haya dado un cabezazo al termotanque olvidando todo lo que aprendió desde el jardín de infantes en adelante. Lo que tampoco resulta una novedad es que este animalito resulta un fiel compañero del viajero, al encontrarse ambos de forma asidua por las rutas del mundo. En fin, pocas noticias le traemos señora. Aunque con lo feo que está todo, capaz que le hacemos un favor. Decíamos que vaca y viajero son camaradas del camino. En las carreteras de los cinco continentes hay reunión (a no ser que doña Soja haya echado a patadones a los cuadrúpedos), generando mística en torno al abrazo. Ventanilla o alambrado de por medio, se ven. Uno lo hace envuelto en una tormenta de reflexiones intestinas, propias del viaje, sorteando dilemas filosóficos sobre la vida, la naturaleza y la levedad del ser, que lo dejan tiritando de emoción. La otra, lo hace básicamente siendo vaca. Como sea, ahí están los dos, conectados. En la cúspide de la fraternidad, el viajero da rienda suelta a su fibra íntima y se declara: “Oh, vaca, tú que alfalfa comes y das leche a borbotones, gracias por iluminar mi camino y acompañarme en este sueño divino. Hoy, por tí, soy un hombre feliz. Te amo, hermana mía”. La vaca lo mira y dice: “Muuuuu”, aunque para sus adentros piensa “pobre flaco, la cara que tiene. Es más fiero que pegarle a mi abuela con un palo”. Bueno, queda claro que el díalogo entre ambos todavía no está del todo aceitado. Pero la conexión espiritual, créame, es un relojito.


VIAJERO - SIN REDISEÑO Villa María, domingo 9 de junio de 2013 -

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Propuestas / Estancia Jesuítica Santa Catalina

La más grande de las cinco

Dónde: cercanías de Ascochinga. Cuándo: de martes a domingo de 10 a 13 y de 14 a 18 horas (cerrado durante julio). Cómo: informes al (0351) 4348260/64

Está la Estancia La Candelaria, la de Jesús María, la de Caroya, la de Alta Gracia... pero ninguna tiene tanto para ver como la de Santa Catalina. El más grande de los cinco emprendimientos rurales levantados por la Compañía de Jesús, que son Patrimonio de la Humanidad junto a la Manzana Jesuítica de Córdoba, es una verdadera joya de la arquitectura, la cultura y la historia de nuestra provincia. Nacida en el año 1622, está ubicada 210 kilómetros al norte de Villa María. Para llegar a sus dominios hay que pasar por Córdoba Capital y en dirección a Ascochinga, desviar por un camino de tierra que nos conduce directamente a destino. Es entonces cuando el viajero contempla la fachada de la iglesia y del complejo todo, las rejas protegiendo el tesoro. Campiña que rodea, silencio y redención. El cuadro es más que apropiado para nutrirse con la mística donada por los jesuitas.

Visita guiada

La visita guiada comienza por el templo. Una construcción de blancura impoluta, con dos torres de cruces y campanarios que le otorgan a la obra buena parte del estilo barroco colonial que la caracteriza. El interior está marcado por una nave en forma de cruz latina y un altar sin rasgos de ostentación, aunque con mucho de hechizo. La fórmula se repite en muros, pinturas y ornamentos, y en la cúpula con ventanas que cierra la visual. Continuando con el paseo, aparecen en los alrededores de la iglesia espacios como el cementerio, el área residencial, tres patios y el huerto. Un poco más separados están los diferentes espacios de producción, rincones que ayer fueran el verdadero motor de la estancia. En tal sentido, destacan el noviciado, los talleres y depósitos, el obraje y las rancherías donde residían los esclavos, quienes además de albañilería realizaban trabajos de carpintería, herrería y labores agrícola-ganaderas. También son esencia de la estancia los restos de hornos y del tajamar, acequias y molinos, que juntos conformaban un sistema hidráulico absolutamente revolucionario para la época.

Un poco de historia

La Compañía de Jesús llegó a nuestro país en el año 1585 y en 1608 creó en Córdoba un noviciado con el que se instruía y entrenaba

a los misioneros para difundir el cristianismo en la región. Para 1610 ya había fundado el Colegio Máximo, embrión de la Universidad Nacional de Córdoba. En 1622, los jesuitas compran las tierras donde actualmente se asienta Santa Catalina, y comienzan a construir sus distintos espacios. Se calcula que la terminación de la obra, o lo más elemental de ella, demandó unos 100 años. Muy pronto, la estancia se convirtió en un centro de producción agropecuaria de gran importancia, sostenido fundamentalmente por miles de cabezas de ganados bovino y ovino. Aunque también destacó por las labores desarrolladas en sus molinos y en sus talleres de carpintería, herrería y de textiles. Hoy, la Estancia Santa Catalina pertenece a los descendientes de Don Francisco Antonio Díaz, quien la compró en 1774. La orden había sido expulsada de Córdoba y de toda Latinoamérica en 1767.

Cómo llegar Esta estancia se halla en un paraje rural a unos 20 kilómetros al noroeste de la ciudad de Jesús María, a 70 kilómetros de la ciudad de Córdoba y por ruta nacional 9 hasta Jesús María y luego por camino provincial secundario (13 kilómetros de camino desde la ruta que une Jesús María con Ascochinga).


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DONDE San Marcos Sierras y alrededores

CUANDO Próximo domingo

COMO Informes al (0351) 155742693

INSCRIPCIONES

AGENDA / San Marcos Adventure

Corriendo por las sierras

os colores del otoño tiñen las sierras de melancolía y seducción y cualquier excusa es buena para disfrutarlos antes de que se los coma el invierno. A tales fines, el San Marcos Adventure se presenta como la oportunidad ideal. Una carrera de montaña que tendrá a la localidad de aires bohemios como epicentro y que se desarrollará el próximo domingo desde las 10 de la mañana. En su primera edición el evento combinará deporte con los bellísimos paisajes de Punilla. Allá, en los fondos del Valle, a 280 kilómetros de Villa María, corredores, turistas y un híbrido de ambos se juntan para sacarle el jugo a la ocasión.

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Pormenores de la jornada

Si el clima regional no abandona su sana costumbre, habrá sol radiante para iluminar la competencia. La misma estará dividida en dos circuitos: uno de

10 kilómetros y otro, mucho más exigente, de 21. Al mismo tiempo, los participantes estarán divididos en dos categorías principales: mujeres y hombres, las cuales se subdividirán a su vez según la edad: de 18 a 29, de 30 a 45 y de 46 años en adelante. También los niños tendrán su lugar, con una carrera de un kilómetro de extensión. Todos parten desde la plaza Cacique Tulián, alma y corazón de San Marcos Sierras. Bares, iglesia, cerro La Cruz, callecitas de tierra y el ambiente hippie que tan bien caracteriza al municipio, marcarán el contexto antes del pistoletazo de salida. Visitantes curioseando entre los lugareños, esos que están acostumbrados a que aquí siempre hay algo o alguien nuevo por conocer. Después, el pelotón despunta por las orillas del Río San Marcos, en el rincón también conocido como Quebrada. Paso por el vado y por dos emblemas históricos del pueblo: los morte-

ros dejados por los comechingones y el Molino que fuera construido por los jesuitas. Tras ello, los pasos van con rumbo oeste para besar las adyacencias del cerro Alfa, célebre por sus supuestas propiedades energéticas. En la plenitud de la naturaleza, más cerca de San Marcos que de Charbonier o Capilla del Monte, el terreno serrano se convierte en juez de la capacidad física de los deportistas. Para el turista, en cambio, el suelo y sus frutos siguen siendo ese regalo que le alegra la escapada. Ya surcada buena parte del desafío, los corredores continúan en compañía de los tenues cerros, de los espinillos, los quebrachos, los algarrobos y arriban al área urbana. Otra vez plaza a la vista y final con premiación. Así culminará esta nueva propuesta que, según los organizadores, busca fomentar la actividad sana, el cuidado físico y espiritual y el respeto por el medio ambiente.

Quienes estén interesados en participar de la carrera pueden inscribirse durante la semana llamando al (0351) 155742693 o a través de la página web www.condoraventura.co m.ar. El costo de la inscripción incluye remera oficial de la competencia, agua mineral, frutas y barras de cereales, control de tiempos, medallas y trofeos, regalos de los sponsors y seguro.


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