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GRAND ET IMMORTEL MARIO VARGAS LLOSA

Arlindo

Luciano Guillermo

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Soy lector incondicional de Vargas Llosa incondicional, jamás su monaguillo ni borrego. Aún recuerdo mi lectura de Los cachorros (Pichulita Cuéllar, el perro Judas) en el colegio y La ciudad y los perros (El Poeta y el Jaguar) en la universidad. Odiado por unos, amado por otros; yo lo admiro con obsesiva terquedad. Muchos lo critican solo por sus opiniones políticas (muy polémicas y condenables) sin leer sus novelas, ensayos o artículos periodísticos. ¿Cuántos hemos leídos La orgía perpetua, La tentación de lo imposible o El paraíso en la otra esquina donde son personajes Flora Tristán y el pintor Paul Gauguin? Premio Nobel de Literatura, Premio Cervantes, Premio Príncipe de Asturias y ahora su incorporación a la Academia Francesa, a pesar de las protestas de algunos escritores franceses. ¿Hay algún peruano con gigantescos méritos como los que exhibe Vargas Llosa? Mario como César Vallejo convirtieron a París en un destino cultural y literario. Allí escribieron La ciudad y los perros, Poemas humanos y España, aparte de mí este cáliz. Habla francés, pero nunca escribió un libro en francés. La cultura, la literatura y los escritores franceses siempre han estado presente en las lecturas, referencias y la creación literaria de Vargas Llosa. Admira la pasión literaria de Gustavo Flaubert y exalta la modernidad de Madame Bovary y el descubrimiento que hizo de su lectura del narrador anónimo o invisible. Precisamente este detalle técnico le reprocha, fundadamente, al novelista español Benito Pérez Galdós, en el libro La mirada quieta (de Pérez Galdós) [2022]. Dice: “Quizás el más sorprendente inesperado defecto que debe imputársele (a Pérez Galdós) es no haber aprovechado la lección de Flaubert sobre la función de narrador en una novela”. (Pág. 212). La orgía perpetua Flaubert y Madame Bovary es un ensayo donde aflora directamente el elogio de la pasión y trabajo exclusivo de Flaubert a la creación novelística y la escritura perfecta y afinación rigurosa de la novela Madame Bovary.

La experiencia estética y lectora definirían para siempre la vocación literaria y el ejercicio de la creación de sus ficciones novelísticas. Se hizo un escritor profesional, dedicado únicamente a escribir literatura, ensayos y periodismo. En La orgía perpetua, MVLl explica: “En el verano de 1959 (ya estaba casado con Julia Urquidi) llegué a París con poco dinero y la promesa de una beca. Una de las primeras cosas que hice fue comprar, en una librearía del barrio latino, un ejemplar de Madame Bovary (…). Comencé a leerlo esa misma tarde, en un cuartito del hotel Wetter (…). Ahí comienza de verdad mi historia. Desde las primeras líneas el poder de persuasión del libro operó sobre mí de manera fulminante, como un hechizo poderosísimo”. (Seix Barral, 1989. Pág. 17). Mario había escrito solo La huida del inca (1952) y el volumen de cuentos Los jefes (1959). La ciudad y los perros y La casa verde estaban el proyecto.

“Discurso de ingreso a la Academia Francesa” (Págs.

247-278) de Mario Vargas Llosa, de 87 años, está incluido en el libro Un bárbaro en París. En 31 folios, escritos con sencillez y gratitud, reconoce la poderosa influencia que ejerció en él, ora novelista, ora ensayista, ora pensador público y defensor de la libertad, la literatura francesa. A diferencia del discurso del Premio Nobel y del Premio Cervantes, en el de la Academia Francesa se centra principalmente en loar, con sincera gratitud, la cultura, literatura y escritores franceses. Encabeza Gustavo Flaubert, luego viene Víctor Hugo, Jean Paul Sartre, Albert Camus, Georges Bataille, Honorato de Balzac, Jean-Francois Revel. Según Marie-Madeleine Gladieu, en el artículo de investigación titulado Arthur Rimbaud, un trastexto de Mario Vargas Llosa, César Moro, poeta peruano que vivió en París, publicó su poemario La tortuga ecuestre en francés y fue profesor en el Colegio Militar Leoncio Prado, le encargó a Mario la traducción del francés al castellano de la novela breve Un corazón debajo de la sotana de Arthur Rimbaud; eso sucedió’ en 1959. El discurso de Mario en la Academias Francesa fue en francés, lengua muy familiar y hablada por él. Llegó a París cuando tenía 23 años; cuatro años más tarde publica su primera novela La ciudad y los perros. En su alocución solo alude dos temas políticos de relevancia; la prepotencia beligerante de Vladimir en Ucrania y la condena, una vez más, de los regímenes totalitarios que amenazan la libertad; habla poco de asuntos personales y biográficos. Ya no se le vio lloriquea por Patricia Llosa como en el 2010.

El sillón 18, que ocupa hoy Mario Vargas Llosa, le correspondía de Michel Serres que falleció el 1 de junio de 2019. Mario estará en ese escaño hasta que muera, solo así se elegirá al siguiente ocupante. Dice de él: “Michel Serres era un profesor riguroso, que enseñó Filosofía en la Sorbona y en los Estados Unidos, en la Universidad de Stanford, reverenciado por los elogios de sus alumnos.

La “consagración suprema” y reconocimiento del trabajo literario y la trayectoria intelectual de Mario, el Sartrecillo Valiente, es la incorporación a la Academia Francesa, sin haber escrito un solo libro en francés, pero si hablar francés con fluidez y serenidad como un ciudadano francés nativo. Mario Vargas Llosa es un novelista universal, ahora con la Academia Francesa un inmortal, un ensayista agudo y argumental, un intelectual polémico y lúcido, coherente, que defiende con hechos y opinión el liberalismo a capa y espada; es su derecho, nadie puede impedírselo. A Vargas Llosas se le cuestiona (a veces con más hígado que con razón cerebral) sus posiciones y decisiones políticas. Dice Mario: “Sin Flaubert no hubiera sido nunca el escritor que soy, ni hubiera escrito lo que he escrito, ni como lo he hecho. Flaubert, al que he leído y releído una y otra vez, con infinita gratitud, es el responsable de que ustedes me reciban hoy aquí, por lo que les estoy, claro está, muy reconocido”. De Sartre reconoce: “Sartre fue particularmente importante en mi descubrimiento de la literatura moderna, y comencé a descubrir la importancia que tiene la forma en la ficción (…) … sobre lo que debería ser un escritor y lo que debería ser la literatura”. (Mario Vargas Llosa. La realidad de un escritor. Edit. Triacastela, 2020. Pág. 79). Mario Vargas Llosa es un escritor inmortal; yo, simplemente un lector que disfruta de la poesía, las canciones de Joaquín Sabina, los nocturnos de Chopin, ver miles de veces El Padrino, escribir para no publicar libros, mientras dure mi residencia en la Tierra; no me preocupa qué vendrá después; solo vivir el presente como recomienda el Dalai Lam.

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