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editorial opinión

A rescatar las tradiciones

La fiesta del Carnaval de Huánuco es una de las expresiones culturales más importantes de nuestro legado cultural, que se ha tergiversado y hasta se ha perdido con el tiempo. Como ya lo hemos dicho, las tradiciones e identidades son fundamentales para el desarrollo y la cohesión de una región. Estas tradiciones y costumbres son una expresión de la historia, la cultura y las raíces de un lugar y, al preservarlas y promoverlas, se fomenta el orgullo y la identidad local.

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Sobre todo, las tradiciones culturales son un importante factor turístico y pueden contribuir al desarrollo económico de una región.

Tengamos en cuenta que los turistas buscan experiencias auténticas y únicas, y la Fiesta de los Negritos de Huánuco, como el Carnaval de Huánuco, ofrecen precisamente estas vivencias que el turista cultural esta interesado en conocer y participar activamente.

Sin embargo, no solo es importante promover las tradiciones e identidades culturales para el turismo, sino también para fomentar la educación y la comprensión intercultural. Las tradiciones y costumbres de una región son una forma valiosa de aprender sobre la historia, la cultura y las costumbres de un lugar, y al comprenderlas, se pueden construir relaciones más fuertes y solidarias entre las diferentes comunidades de una región.

Por ello es importante que se considere, como política educativa regional, el enseñar nuestro legado cultural en las escuelas.

Saludamos la iniciativa de la actual gestión provincial de Huánuco, de rescatar nuestras costumbres de antaño y que perdure en las nuevas generaciones.

La comuna huanuqueña ha programado este 2 de febrero el inicio de los carnavales en Huánuco y se tiene una diferente y nutrida programación, que va desde charlas culturales, la elección de Miss Carnaval y hasta el gran corso.

Los organizadores de este carnaval están pidiendo la participación y dedicación cariñosa de las juntas vecinales, anteriormente, conocido como barrios, a participar decididamente a engalanar esta fiesta. De hecho, estas acciones ayudarían a cuidar nuestra costumbre, con cariño a Huánuco.

Definitivamente, es una gran oportunidad para que los barrios y sus juntas vecinales, inscriban a sus candidatas y también trabajen de la mano para organizar y preparar sus propios escenarios alegóricos para participar en este divertido proyecto. Rescatemos esa hermosa fiesta tradicional y hagamos de Huánuco un punto turístico incomparable a nivel nacional e internacional.

Dita Y El Gordito

Crónicas de una Apóstata

Ramirez Mayz JACOBO

Dita es alto, de contextura gruesa y cuando habla pareciera que te está gritando. Según sus propias palabras, atrapó doncellas en el río Huallaga en los tiempos que era pescador, pero ahora solo pesca borracheras, y eso de vez en cuando. Antes se dedicaba también a la caza de venados. Con escopeta en mano, se iba a los cerros más lejanos junto a sus amigos y, después de horas de estar aguaitando por entre los arbustos a esos animalitos del cerro, disparaba con puntería de mano de chibolo de 17 años. Algunas veces acertaba y regresaba triunfante; otras veces solo cazaba cansancio, el cual le llevaba a apagar su amargura con buenas botellas de cerveza.

En noches de silencio, y contemplando el cielo estrellado de esta ciudad de los caballeros, se sienta en su mecedora, saca su bolsa de coca y la mastica hoja por hoja, pensando quizá en sus aventuras o, como diría Vallejo, en algún pan que en la puerta del horno se le quemó. Chaccha y prende uno y otro cigarrillo, pidiendo a los apus matar su nostalgia y su melancolía. La vida le ha golpeado y le ha hecho disfrutar mucho. Sabe miles de cosas y es más servicial que dama de compañía.

El Gordito es mi compadre y, por esa afinidad familiar, solo les puedo decir que cuando bebe es capaz de secar el río Huallaga e Higueras juntos. Sabe de todo, a él le puedes pedir que te arregle una cocina, un retrete, una cama, un foco, una puerta, un libro, un carro, etc. Incluso es capaz de peinarle con raya al medio al pelado Abraham. Lo único que no puede arreglar es a su hermano, quien verdaderamente ya no tiene repuesto. Cuando baila, lo hace como trompo sangaracho, fuma a escondidas, sabiendo que le hace daño por un mal que le aqueja.

Al Gordito y a Dita, cuando les pones el yugo a sus cabezas, son capaces de barbechar los terrenos más áridos para después entregarte los frutos más inesperados.

No hace mucho, estos dos amigos de jornadas laborales intensas estuvieron de sed, y la única manera de saciarla fue con unas cervecitas. Se fueron a uno de los tantos huecos que conocen, y, saliendo de ahí, decidieron continuarla en la casa de uno de ellos. Como son “warmi mandanam” o “warmishos”, invitaron a sus esposas, quienes también son buenas amigas, a beber con ellos. Dita sacó un whisky de 12 años, prendió su cigarro y le dijo al Gordito que abriera la botella. Él le dijo que ya había sido abierta y consumido por lo menos dos vasos; el hijo de Dita, al darse cuenta de que fue detectado shucapeando, como diciendo yo no fui, salió de la sala y se perdió en el laberinto de la casa. Ellos continuaron, se sirvieron el trago y pensaron que deberían combinarlo con algo para que no fuese tan fuerte. Lo único que encontraron fueron naranjas y, ni cortos ni perezosos, entreveraron al whisky con la fruta. Shucos tenían que ser, decían sus esposas en medio de risas, porque ellas prefirieron tomar cervezas.

Hace poco me encontré con los dos, nos saludamos cordialmente, y me contaron sus anécdotas. Me dijeron que no se las cuente a nadie, bajo pena de un castigo. Y como yo no tengo pelos en ninguna parte de mi cuerpo, acá se los dejo para deleite e imaginación de ustedes.

Las Pampas, 19 de enero de 2023.

P.D. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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