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editorial opinión

Estadio convertido en escombrera

En el colmo del abuso, la empresa china encargada de construir la carretera Huánuco-La Unión ha utilizado de manera abusiva y engañando a la población el campo de fútbol de Pucuchinche. Que es el único escenario deportivo que tienen los jóvenes y niños para la práctica del deporte. Según la denuncia de las autoridades y pobladores, la zona ha sido convertida en una escombrera, depositando allí todos los materiales que extraen de los cerros. Esto es inaceptable. ¿Dónde están las autoridades de la provincia de Ambo? La Defensoría, la Fiscalía y la Federación Deportiva de Fútbol de Huánuco también deben intervenir en este asunto. Como es de público conocimiento, la localidad de Pucuchinche siempre ha participado del campeonato interdistrital. Sin embargo, ahora, no cuentan con un escenario deportivo ni un campo de fútbol para que niños, jóvenes y adultos puedan practicar el deporte. Hacemos un llamado a las autoridades competentes y a la misma empresa CR20 a actuar de manera responsable y cumplir con sus compromisos asumidos con esa población.

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Realmente es inaceptable que hayan tomado el campo deportivo de Pucuchinche como un depósito de desechos de construcción. De ser cierto, sería realmente un abuso. Las autoridades deben notificar de inmediato a esta empresa para que limpie el estadio y retire los desechos y escombros que han depositado allí durante la construcción de la carretera.

¿Acaso no presentaron un estudio en el que se incluyera un permiso o un lugar específico para depositar los escombros? Pareciera que están a un paso de arrojar los escombros a las viviendas de los pobladores, lo cual constituye un abuso inadmisible.

Invocamos a todas las autoridades de Huánuco, no solo a las deportivas, sino también al gobierno regional, para que intervengan en este asunto y exijan la limpieza inmediata del escenario deportivo.

Los jóvenes necesitan espacios adecuados para mantener una mente sana en un cuerpo sano a través del deporte, pero ¿Cómo lograrlo si el campo de fútbol se ha convertido en una escombrera?

Si de algo estamos seguros, es que los responsables de la empresa china, que han venido a construir esta carretera, no actuarían de la misma manera en su propio país, porque serían gravemente sancionados. Este tipo de situaciones solo ocurren en Huánuco y no se debe de permitir que se aprovechen de la nobleza del pueblo huanuqueño.

Es fundamental tomar medidas para revertir esta situación y garantizar el acceso a instalaciones deportivas adecuadas para la comunidad.

Las Pampas Ii

JACOBO

Ramirez Mayz

… me levanto y Bilma Salazar, así con “B”, conversa con sus hijos en el pequeño holl que da a la calle, y Juana Portal está friendo picarones en una pequeña ramadita. Juan Pardavé observa las flores moradas que adornan su jardín. Un árbol de saúco con frutos morados adorna la casa de Nado y, al frente, Elena Cabrera persigue a sus gallinas para hacer un caldo con sabor pampino. Me encuentro con Humberto, está con su motosierra para ir a derribar algún árbol viejo que sabe guardar historias de amor. Y Shisha, su hermano, corta alfalfa para sus cuyes.

Rebequita está sentada en la vereda, recordando a Genaro, su esposo. Leydi, desde su balcón, observa a los transeúntes y doña Rusmilda, flores en manos, sale caminando, como antaño, hacia la ermita. Toco la puerta de madera y Juanito Alvarado me recibe. Sentados debajo de un guayabo viejo, me cuenta historias que escuchamos junto a doña Consuelo, su esposa, y Juanita, su hija, quien hace jabones naturales que nos dejan la piel como potito de bebé.

Racuchi, sus gemelas y Tita conversan en su tienda. Su perro me mueve la cola, alguien tenía que hacerlo en medio de la calle principal. Llego al cauce antiguo del huayco, me detengo y observo casas nuevas y, al fondo, me imagino a Tony chacchando, junto a la losa deportiva, donde chiuchis pampinos se rompen las canillas todos los días y donde hace algún tiempo perdí un diente jugando creyéndome Chumpitás.

Sigo mi ruta y saludo a doña Blanca, quien me responde con la amabilidad de siempre. Siento el olor del arroz con pato que sale de la casa de doña Tuca, y su hermana Lily, con pico en mano, limpia la sequia que pasa por su casa. El olor a pan recién horneado, que está preparando su hija, hace que me detenga y compre unos cuantos para mi cena. Llego a la otra calle, donde la escuela que recientemente cumplió un año más de creación, y oigo los gritos de los niños. Prendo otro cigarrillo y me siento sobre una pequeña piedra, y Carlos de la Mata entra a mi recuerdo. Su pequeña tienda, donde doña María y su hija Soledad atendían, y donde acudía a comprar en mis tiempos de seminarista. Las plantas de plátanos, que alguna vez Pancho Nano me obsequió, hacen que lo recuerde cuando paso por la puerta de su casa.

Paloma, Oswaldo junto a sus hijos César y Arturo, cuyos trabajos de tallado en madera adornan gran parte de las iglesias, capillas y casas particulares, están tomando una cerveza para refrescarse. Camino lento y oigo la voz aguda de Consuelo cantando la ranchera cuyas letras dicen: De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera… y Jesús Viviano abre su puerta para vender sus ricos picarones con café de huerta.

Recorro por la vereda de la escuela de inicial y llego a la curva que sube a Gachirón. Parado, recuerdo a doña Alica de la Mata con sus hijos Elmer, Óscar, Ricardo, Armado y Hugo, más conocido como Chichilique, quien a cada fiesta a la que iba terminaba peleando, y, si no había con quién, lo hacía con su sombra.

Otro día subiré por esa calle. Ahora me voy donde doña Delfina, quien me invita ese aguardiente que Goyo destila en Tomayquichua. Shiuri pasa con su camioneta gritando mi nombre a todo dar. El cielo está anublado, apresuro los pasos hasta la casa de Hilario y Luchita. Me reciben como si fuera su hijo, me cuentan sus historias, y veo en sus rostros que los años no están pasando por gusto. Al frente, doña Maca atiende a unos clientes. Entre todos sus hijos, recuerdo a Enrique, más conocido como Toro, y lo único que hago es doblar la cabeza porque su generosidad es enorme. Unas gotas caen y, para no mojarme, me meto a la casa de Mary Cueva, me paro junto a su capillita donde una cruz antigua me hace pensar en las fiestas que están por llegar.

Me persigno, prendo el último cigarrillo y contemplo las gotas de lluvia que van cayendo. Mañana iré a comer donde Chicho, de pasadita visitaré a Jorge y, sentado en el recreo de las hijas de Víctor Custodio, tomaré una cerveza recordando la gran amistad de todos los pobladores de este maravilloso pueblo.

Las Pampas, 30 de marzo de 2023.

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