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TURISMO

SÁBADO 7 DE SETIEMBRE DE 2013

RECORRIENDO NUESTRO PAÍS

La Quiaca se viste de colores Al límite con Bolivia se alza este pueblito del norte de Jujuy habitado por coyas, etnia heredera de los habitantes originarios. Esta localidad, preparada con todos los servicios necesarios para la comodidad del visitante, recibe durante todo el año la afluencia de turistas de las más diversas procedencias. Integrante destacado del imponente Circuito de la Puna, La Quiaca presenta un admirable paisaje puneño perfeccionado con infraestructura turística e increíbles excursiones que permiten conocer hasta el último rincón y maravillarse con sus bellezas naturales y culturales. Enmarcado por cerros y constituido por suelos áridos, este poblado seduce a los visitantes atrayéndolos hacia un fuerte encuentro con la cultura milenaria que sigue vigente entre sus límites. Separada del vecino país por el río La Quiaca, se encuentra dentro del departamento de Yavi delimitada al norte por la localidad de Villazón (Bolivia), al oeste por Ojo de Agua, al este limita con Sansana y sobre el sur con la localidad de La Florida. Se trata de una de las ciudades más altas del mundo y por ello hay que Paisajes norteños típicos.

Camino a La Quiaca.

señalar que el circuito turístico se debe realizar de manera pausada y tranquila. Presenta temperaturas con gran amplitud térmica. El recorrido por el pueblito generalmente comienza en la parte oeste, donde se encuentran los edificios históricos y los espacios abiertos más emblemáticos. Todo city tour se inicia en la Plaza 11 de Septiembre, también conocida como Plaza Independencia, que posee gran vegetación y luce en su centro una fuente de piedra granito que fue donada por la colectividad española que habita aquí. Frente a ella se

alza la Iglesia del Perpetuo Socorro, destacable por su arquitectura de piedra canteada. Otro edificio para visitar es el de la Gendarmería Nacional perteneciente al escuadrón nº 21, toda su arquitectura está realizada con piedra canteada. Sobre la Av. España se encuentra el Centro de Alto Rendimiento, que cuenta con una cancha de césped natural y una pileta climatizada cubierta. Otro atractivo urbano es el Ferrocarril General Belgrano, con el estilo de la arquitectura ferroviaria inglesa, este predio conserva los edificios y galpones que cumplieron su función de estación desde 1907, con la llegada del primer tren, hasta 1993, con la llegada del último vagón con pasajeros. En el lugar existe una pasarela peatonal que puede aprovecharse como mirador de la ciudad, logrando una apasionante vista panorámica. Ya en la zona este de la ciudad, se hallan los paisajes más coloridos y repletos de productos artesanales. El Mercado Central es un lugar de encuentro que no debe dejar de visitarse. Allí llegan los pobladores rurales a burro cargados con sus mercaderías y productos. Existe una variada oferta de riquísimas comidas tradicionales y autóctonas, y bebidas típicas de la región del altiplano. El Museo Etnográfico Mosojñian es otra de las grandes opciones para conocer a la hora de aprender sobre la historia precolombina que involucra toda la región. Piezas cerámicas y líticas pertenecientes a estas culturas componen la colección. Hacia el norte se ubica el Puente

Internacional Horacio Guzmán, que comunica La Quiaca con Bolivia. Desde allí se puede realizar un lindo paseo por la localidad de Villazón. La Quiaca es guía también en actividades naturales como montañismo y otros deportes de riesgo, así como en apacibles avistajes de flora y fauna en la Laguna de los Pozuelos, declarada Monumento Natural en la década del ´80 con el fin de proteger su ecosistema. El parque consiste en la laguna misma, y en él muchos representantes de la vida vegetal y animal han sufrido Postal del centro de La Quiaca.

El Puente Internacional Horacio Guzmán, que comunica La Quiaca con Bolivia.

adaptaciones particulares sólo ubicables en La Puna. La rica avifauna acuática incluye unas 44 especies, y sus integrantes más llamativos son los flamencos. Recorridos por senderos enigmáticos; safaris fotográficos; cabalgatas y trekking por los accidentes geográficos más reconocidos de la región; son otras de las opciones al aire libre que esta localidad jujeña presenta a sus visitantes. Imperdible es la visita al Cerro Los Siete (Continúa en pág. 3)


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Laguna de los Pozuelos.

Mercado Central.

Llamas en el predio de la Laguna de los Pozuelos.

Iglesia del Perpetuo Socorro

(Viene de pág. 2) Hermanos, un sistema montañoso, rico en mármol, ónix y piedras calcáreas, que involucra una zona preservada donde las formaciones rocosas presentan creativos petroglifos de figuras humanas, llamas, espirales. Este sistema, que corta de norte a sur el camino que une La Quiaca con Yavi, ostenta siete crestas las cuales siguen una línea suroeste-noroeste, coincidiendo el extremo norte con la localidad de Yavi y el extremo sur con el caserío de Barrios. Los cerros aparentan abanicos pétreos de gran hermosura motivando a su contemplación y recorrido. Al pie del último cerro, en una depresión natural de su extensa planicie, durante la época estival se almacena el agua formando la reconocida Laguna Colorada. Es destacable la conservación de la cultura de las antiguas civilizaciones precolombinas que han dejado su legado entre los cerros que enmarcan esta área. Es justamente aquí donde el turismo étnico y cultu-

ral encuentra su ideal. Desde las vestimentas de los lugareños, las costumbres y artesanías, hasta el estilo de vida propio de la localidad, todo en La Quiaca constituye un atractivo cultural que el visitante podrá observar, conocer y hasta vivenciar durante su estadía. Sus tradicionales y atractivas fiestas en adoración a la Pachamama, la madre tierra, le han merecido el reconocimiento internacional, constituyendo la razón perfecta para dirigirse hacia el norte en una fecha precisa y alargar la estadía en indescriptibles recorridos. Entre estas celebraciones también sobresale la "Fiesta de las Ollas" o "Manka Fiesta" que se desarrolla cada octubre, donde abundan las comidas típicas, la música y el baile, y donde el trueque se convierte en un modo de relación intercultural. La tranquilidad es otra de las características de esta ciudad del noroeste argentino, por eso en ella el turismo de relax se desarrolla sin altibajos. En cualquier época del año, a través de sus calles y senderos, admirando sus paisajes y sus

construcciones de adobe revocado. Esta pequeña localidad norteña es una opción imperdible para el turista que se encuentra siempre en la búsqueda de algo diferente.

Un poco de historia Antiguo territorio de omaguacas, puede decirse que La Quiaca comenzó a constituirse definitivamente como población a principios del siglo XX con la llegada del ferrocarril. Su creación se legalizaría en 1907, y se concretaría en 1909. En ese entonces, la naciente localidad estaba constituida por 38 manzanas y 25 rastrojos, y ya existían varias casas de comercio que impulsaban transacciones entre Argentina y la vecina Bolivia. Existen varias versiones sobre el origen del nombre de la localidad, la más conocida establece que "quiaca" significa "piedra cortante". Hoy, el pueblo se comunica con la capital de la provincia, San Salvador de Jujuy, por medio de una línea de ómnibus que transita la ruta nacional Nº 9.

Cerro Los Siete Hermanos.

Artesanías típicas expuestas durante la "Fiesta de las Ollas" o "Manka Fiesta".

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CRÓNICAS DESDE SUDAMÉRICA

TIERRAS JALQ’A

Por Natalia Bainotti Si algo me está gustando mucho de Bolivia, es esa presencia constante y diaria, esa impronta y tradiciones indígenas que se ven en todo. Y no es que sólo quedaron las costumbres, sino que la gente, las comunidades originarias, los grupos étnicos, todavía existen. Hay pueblos por diferentes partes del país que, aunque sean pocos, todavía conservan su forma de vivir, su idioma, sus orígenes. A 35 km de Sucre empieza un recorrido durante el cual uno puede recorrer la Cordillera de los Frailes, lugar donde viven los Jalq’a, y donde se pueden encontrar pinturas rupestres, huellas de dinosaurios, un camino prehispánico y paisajes únicos. Temprano en la mañana salimos

para Chataquila, donde se inicia el recorrido. Allí hay una capilla de piedra, construida en honor a la Virgen de Chataquila, la cual está pintada en piedra y dispuesta en un altar, con hojas de coca de ofrenda y más abajo, candelabros para velitas. La gente en Bolivia es muy religiosa, y las ofrendas a sus vírgenes y a la Pachamama muchas veces se confunden y se unen en una sola devoción. A un costado de la capilla está el Camino del Inca, 4.129 metros de camino de piedras que unen Chataquila con Chaunaca. Apenas nos paramos sobre las piedras para empezar el camino, ante nosotros se abrió todo el paisaje. Montañas que subían y bajaban, colores del verde al morado, un pico nevado a lo lejos. La Cordillera de los Frailes, parte de la Cordillera Central, diviDiseños jalq’a, con sus típicos colores rojo y negro.

de los Departamentos de Chuquisaca (donde está Sucre) y Potosí, y es el hogar de los Jalq’a, este pueblo de más de 20.000 personas de habla quechua que viven en comunidades, y se dedican al cultivo de papa, trigo y cebada, y a la cría de ovejas y cabras. Hacer el Camino del Inca significa andar un sendero construido por culturas prehispánicas, pasar por donde ellos transportaban carga con sus llamas, y poder ver esos mismos paisajes que los veían a ellos moverse. Genera un cierto cosquilleo poder apreciar lo que ha sido el hombre capaz de construir por la necesidad de avanzar, de moverse, de comercializar. Cómo, aún sin tecnología, la gente se las ingeniaba para sacar provecho de la naturaleza y usarla a su favor para sortear obstáculos y satisfacer sus necesidades. Aunque partes del sendero estén reconstruidas, genera un cosquilleo poder pisar esas mismas piedras colocadas cientos de años atrás. En las casi tres horas de caminata hasta Chaunaca, se pueden ver plantas de altura como la paja brava, quewiñas (un árbol cuyo tronco rojo se descascara en láminas) y arbusto de fénix (que pareciera que está mitad quemado, pero si uno le va sacando las hojas, por dentro está todo verde), además de poder apreciar desde lejos el Cráter de Maragua. Cuando llegamos a donde nos esperaba la camioneta, seguimos camino hasta Maragua, pasando cruzando comunidades, cultivos en

El Camino del Inca serpentea a través de la montaña por más de 4 km, uniendo dos comunidades.

terraza, algún chico corriendo, y locales arriando sus vacas. Marawa, como se escribe en quechua, en el pueblito que queda en "cráter". Y lo digo así porque, en realidad no es un cráter, sino que es una formación dada por el movimiento sínclinal de las placas tectónicas o sea que las capas del terreno se plegaron en forma de U, creando una depresión en el suelo. Nunca había visto tierra verde y violeta de esa forma. "Es por los minerales", me dice Ramiro, el guía. Un paisaje único, laderas chorreando en semicírculos concéntricos, verdes, rodeando un centro púrpura, donde estaba el pueblito, con sus casitas y árboles. Paramos a almorzar y después caminamos hasta la Garganta del Diablo, una formación rocosa que parecen dientes gigantes y entramos a la "boca", desde donde se puede ver un chorro de agua (y que en verano, época de lluvia, debe ser mucho más vistoso). De ahí, volvimos al pueblito a buscar una casa donde estén tejiendo. Después de buscar en qué casa Maragua, desde lejos. Los colores púrpura de la tierra están dados por minerales.

estaban tejiendo, llegamos donde Dionisia, quien nos hizo pasar a su patio. La actividad tradicional de la cultura Jalq’a es el tejido, característico por ser en rojo y negro, con personas, animales y el supay (un dios mezcla del diablo cristiano y del dios subterráneo). Una de las cosas que más me llamó la atención, es la confusión que genera mirarlos: a veces cuesta ver dónde empieza y termina una figura, cuál está dentro de cuál, dónde hay algo o si sólo es el fondo, lo cual es una de las características de sus tejidos, que ellos aclaran deben ser desordenados (aunque si uno mira bien, son increíblemente detallistas y simétricos). Un tejido de 50x20cm cuesta 90 U$S, y a ellas les toma dos meses de trabajo. Dos meses sentada en el piso frente al telar, tejiendo con todo detalle, cuidando hilo por hilo, línea por línea. Un trabajo que para ellos es sólo un hobby. Visitamos la escuela y la iglesia, y emprendimos la vuelta pasando por otros pueblitos de la misma comunidad como Irupampa y Quila Quila. Yusulpayki, Jalq’a.


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CRÓNICAS DESDE SUDAMÉRICA

VIDA DE PUEBLO

Por Natalia Bainotti Algo que vengo notando en estos meses en Bolivia es que cada vez que llego a una ciudad y pregunto qué hay para hacer o ver, la mayoría de las veces, la respuesta es algo así como «en la ciudad está esto y esto, y no mucho más, después está todo en los alrededores». Siempre pasa lo mismo, y Sucre no fue la excepción. Aunque hasta ahora es la ciudad donde encontré más cosas para ver (hasta visitar el cementerio resulta interesante, y de por sí, la ciudad es de las más lindas –sino la más bonita- por lo que sólo caminar y recorrerla ya es un muy buen plan) y para hacer (hay planes cul-

Caminando por las calles de Tarabuco.

turales y sociales todas las noches, desde películas a beneficio, ciclos de cine en centros de idioma, shows de música gratis los fines de semana, y bares que ofrecen clases de baile gratis), también sigue la misma regla que las otras ciudades en Bolivia: recorrer los alrededores. A menos de 30 minutos en bus, está Yotala, un pueblito al que vale la pena ir una tarde a recorrerlo. Sus calles empedradas, sus casas de adobe, las puertas de las casas abiertas, casi ningún auto y guirnaldas colgadas cruzando la calle, dan esa sensación de un lugar donde la gente vive tranquila, pero siempre tiene algo para celebrar. O eso pareció las dos veces que fui. La primera

Los gente reunida alrededor del campo, a la expectativa, esperando que empiece la corrida de toros.

vez, un jueves cuando ya había caído el sol, en una placita había gente mayor (porque además es el tipo de pueblos donde pareciera que sólo queda gente grande) esperando que empezase algo, mientras pasaban cumbia y un señor animaba. Era el Día de San Roque, el patrono de los perros por estos lados. La vez siguiente que fui, el domingo de la siguiente semana, era uno de los varios días que estaban con actividades por ser la fiesta del pueblo. La actividad de ese día, gran corrida de toros. Y por supuesto, todo lo que eso genera alrededor: puestos de hamburguesas, helados, jugos, caña de azúcar; carpas donde vendían cerveza y unas cuatro botellas

se acumulaban en cada mesa con hombres; juegos de suerte para los nenes y no tan nenes. Y en la plaza y los alrededores, la gente que se aburría de que la corrida de toros sea sólo un toro parado y un torero que apenas el toro lo corría, saltaba sobre las vallas, iba a dar una vuelta y ver qué había por ahí. Obviamente, más comida. Tarabuco, a 65 km de Sucre, es famoso por sus mercados artesanales de cada domingo. Aunque cualquier día de la semana está vacío, el domingo se llena de turistas, ya que es un tour clásico desde la ciudad. En el mercado se pueden encontrar suéters, charangos, ponchos, coca pounches y tejidos con

diseños geométricos y zooformos. Tarabuco también es muy concurrido durante Pujllay, el tercer domingo de marzo, cuando conmemoran la victoria en la batalla de Jumbate, en la cual la gente de Tarabuco, en manos de una mujer, venció a las tropas españolas luchando por su independencia. Así, durante la celebración, se baila en homenaje a los caídos, con cruces y un pucará o altar gigante. Eso me gusta de Bolivia. Llegar a una ciudad por tres días, puede significar quedarse tres semanas, y el plan de sólo conocer la ciudad, se transforma en salidas de uno –o varios- días a conocer todo lo que espera un poco más allá.

Ponchos, telas, suéteres y más, se pueden encontrar en los puestos en el mercado de cada domingo en Tarabuco.


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RINCONES DEL MUNDO

El pueblo de las brujas Visitamos el peculiar poblado de Zugarramurdi, en donde los atractivos naturales y culturales del lugar, entre los que sobresale el misterioso Museo de las Brujas, hacen que este rinconcito español sea visitado por miles de turistas todos los años y que se van con la sensación de haber aprendido algo más sobre un pasado nefasto para la historia universal. Zugarramurdi es un precioso pueblo perteneciente a la Comunidad Foral de Navarra, con una maravillosa arquitectura medieval del tipo vasco-francés, un detalle que no resulta extraño debido a su ubicación. El pueblo en cuestión se encuentra a poquísimos kilómetros de la frontera con Francia. Hoy es un lugar apacible y tranquilo, donde es fácil perderse por sus calles o disfrutar de la naturaleza que rodea a toda esta zona del norte de España, en la región de los Pirineos. Entre las peculiaridades que podemos encontrar aquí, se destaca el Museo de las Brujas, un lugar extravagante que debe su existencia a los trágicos sucesos ocurridos en la localidad durante el siglo XVII. En la actualidad, los acogedores habitantes del pueblo muestran su particular historia a través de las visitas guiadas a las cuevas y a este tenebroso museo, inaugurado en julio de 2007. Éste se ubica en un antiguo caserío de tres plantas remodelado a nuevo, que se utilizó durante décadas como hospital. En el acceso se encuentra la tienda, boletería, baños y auditorio. En este último lugar comienza la visita, con la proyección de un documental sobre "la cacería de brujas" a lo largo de la historia: desde la realizada por la Inquisición, pasando por el nazismo y comunismo, y ter-

minando por las discriminaciones del mundo actual. Luego se accede al primer piso donde se encuentran las muestras permanentes de la institución. Una ruta señalizada en el piso nos hace de guía y nos lleva por las cuidadas exposiciones. El color negro de los tubos con los nombres y edades de los juzgados y sus condenas en el tribunal de Logroño, sumando a la cabeza del macho cabrío con que nos recibe la sala, brinda el aspecto lúgubre y tenebroso que se quiere lograr y se consigue en el museo. Allí mismo también hay un audiovisual de pocos minutos que el visitante lo enciende en el idioma que desee (euskera, castellano, francés e inglés), y que explica sobre la historia del poblado y su vinculación a la brujería. Continuando el circuito didáctico, se instruye al visitante sobre la inquisición, con una exposición de documentos y elementos que la testimonian, entre ellos los de tortura. La siguiente planta presenta espacios recreados de principios del siglo XVII como un caserío vasco, elementos de mitología y costumbres vascas. Todo está armónicamente diseñado, con una iluminación acorde a la temática, y una explicación perfectamente estudiada. Este edificio es además de centro de interpretación de la brujería, oficina de turismo y promo-

Plaza principal de Zugarramurdi, en primer plano la Iglesia de la Asunción.

ción cultural y ecológica en la zona.

Las fascinantes Cuevas de Zugarramurdi Es necesario reconocer que no es sólo el museo el que lleva a los visitantes al pueblo, sino el sitio natural de las cuevas, la historia y la leyenda que las mismas encierran Panorámica de Zugarramurdi.

Las callecitas del pueblo de las brujas tienen un toque mágico. Alrededores del pequeño pueblo.

Museo de las Brujas.

son el principal atractivo. A esto hay que sumarle el paisaje natural en que se encuentran. A unos 400 metros del pueblo se hallan las famosas Cuevas de los Aquelarres, un complejo kárstico superficial, que forman un túnel natural de unos 120 metros de largo, y es atravesado por el arroyo Olabidea, también conocido como "Infernuko Erreka"

que se traduce: el arroyo del infierno. La altura del mismo oscila entre los diez y doce metros en su parte principal, pero posee cavidades de distintos tamaños a los costados del mismo. Puede decirse que está formado por dos plantas: la de abajo es el túnel mencionado, y la se(Continúa en pág. 7)


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Cuevas de Zugarramurdi.

Fiestas populares que se celebran dentro de las cuevas.

(Viene de pág. 6)

Leyendas de brujas

gunda, subiendo la cuesta del monte, se llega al sector llamado "el macho cabrío" donde se abre en dos galerías. En 1935 se encontraron allí testimonios de cerámica prehistórica y láminas de pedernal, correspondientes al período magdaliense (15.000 a 10.000 años a.C.). Todo el conjunto posee caminos y escaleras con señalización orientativa para la visita, y una iluminación de tonalidad amarilla que permite ver con claridad las cavidades por donde adentrarse, y le otorgan una interesante estética al lugar. Por los alrededores del predio se observa una vegetación cuidada, caseríos privados, animales de granja y elementos de labranza de los agricultores de la zona. A las cuevas se accede por una entrada en donde se provee al visitante de información del sitio y un plano orientativo para la visita. El recorrido es de aproximadamente dos kilómetros.

Al lugar donde se encuentran las Cuevas de Zugarramurdi, se lo llamó "akelarre", que en euskera (lengua vasca) significa "Prado del Cabrón", en alusión al prado que está al lado de una de las pequeñas cuevas donde supuestamente las brujas del pueblo celebraban sus encuentros orgiásticos con el diablo en las noches de luna llena. Esta palabra fue tomada por el castellano para designar a las "reuniones de brujas". Cuenta la leyenda que en este prado pastaba un "gran cabrón negro" (macho cabrío negro), el cual decían que se transformaba en humano para unirse a las brujas. O sea, que según la leyenda, este macho cabrío era el mismísimo diablo. De ahí que Zugarramurdi reciba el sobrenombre de La Catedral del Diablo. Según la historia, antes de la Navidad de 1608 una joven, María de Ximildegui, regresó al pueblo luego de haber pasado un tiempo

en una localidad francesa. Contó que allí se convertía en bruja y volaba con la ayuda del diablo para asistir a los aquelarres, cosa que también hacía en Zugarramurdi antes de marcharse. A su relato, agregó nombres de algunos habitantes del pueblo que participaban de esos encuentros. Este hecho supersticioso fue el disparador para que corrieran muchas versiones de los sucesos entre la población, por lo cual inmediatamente se involucró la Iglesia. La histeria colectiva llevó a peleas entre los vecinos y a la persecución y segregación hacia los nombrados por Ximilgegui. Algunos, bajo amenazas, terminaron admitiendo su condición de brujos. Así esta sociedad pacata, delatora y envidiosa, procesó a 53 mujeres del pueblo y condenó a 11 de ellas a morir en la hoguera, acusadas de brujería por el tribunal de la Inquisición de Logroño en el Auto de fe realizado en noviembre de 1610. Del total de procesadas, 21 fueron absueltas y al resto se le impuso

penas tales como pérdida de bienes, cárcel perpetua, prisión limitada. Hasta hoy en día, el pueblo cuenta con casas de aquellos tiempos, algunas de ellas pertenecieron a los

supuestos y supuestas brujas, hace 400 años. Aún hoy, se pueden ver las diez cruces que colocó la Iglesia en las calles para proteger al pueblo del demonio, buscarlas es otra de las atracciones de la zona.

Exposición del Museo de las Brujas. El arroyo Olabidea, también conocido como "Infernuko Erreka" que se traduce: el arroyo del infierno.

Más información: * Esta localidad perteneció al Monasterio de San Salvador de Urdax y en 1667 obtuvo el rango de villa exenta. El municipio está formado por el propio Zugarramurdi y los barrios de Azcar, Echartea, Madaria y Olarur. * El pueblo tiene apenas 250 habitantes. * El complicado nombre hace referencia según los propios vecinos a "olmos, avellanos y laureles", vegetación característica del lugar. * Otros sitios de interés para visitar en Zugarramurdi son: la Iglesia de la Asunción, del siglo XVIII, construida entre 1781 y 1784, y parcialmente destruida por las tropas francesas en 1793 y reconstruida durante el siglo XIX, tiene cinco altares pertenecientes a una misma época y estilo.; y la Ermita de Nuestra Señora del Rosario. * Las fiestas patronales se celebran en honor de la Ascensión de la Virgen del 14 al 18 de agosto. * En las Cuevas se celebra, en el solsticio de verano, una fiesta de culto al fuego y en las fiestas de agosto una "bacanal" gastronómica de carneros asados o "zikiro-jate". * Este mes se estrenará la película Las brujas de Zugarramurdi del director vasco, Álex de la Iglesia. Está basada en el acto de fe que efectuó la Inquisición Española en este pueblo navarro.


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CURIOSIDADES DEL MUNDO

El recóndito Valle de Nubra Nubra es un valle aislado, un lugar alejado de cualquier ruta de viajes y accesible por un camino que supone el mayor paso en altura del planeta, congelado la mayor parte del año, incluso en verano. Un escondite perdido en la India lleno de paz. Se dice que el Valle de Nubra es uno de los últimos tesoros de nuestro planeta, donde sus habitantes viven en un aislamiento total durante casi todo el año en el corazón del gran Himalaya. Es un amplio espacio desértico amurallado por la cordillera del Karakórum, y modelado por el río Shyok que sustenta gran parte de la vida, incluyendo a las culturas milenarias que la habitan. Está localizado al norte de la India, a unos 150 kilómetros al norte de Leh, la ciudad capital de la región de Ladakh, la «tierra de los pasos elevados» llamada a menudo como el «Pequeño Tíbet» por su aspecto y cultura autóctona. En su extensión, se suceden desiertos rocosos, increíbles zonas de dunas y entornos con pastizales donde pastan camellos bactrianos. Curiosamente, a pesar de su aspecto árido y hasta inhóspito, su nombre original «Ldumra» hace referen-

cia a un "valle de las flores", aunque se trata de un extraño desierto en altura, donde las precipitaciones son escasas, al igual que la vegetación que sólo brota junto a los cauces de los ríos. Durante los meses más cálidos, está cubierto de rosas de colores y hermosos arbustos de lavanda. El valle tiene unas temperaturas muy agradables durante el verano, pero el termómetro puede bajar hasta los -40 ºC en invierno. El Valle de Nubra está apenas salpicados por algunos pueblos, donde sus habitantes se vuelcan a la agricultura. En las acotadas zonas fértiles, cultivan manzanas, cereales y frutos propios de la región, como las bayas naranjas que obtienen del tsestalulu. En su mayoría pertenecen a la etnia de los ladakhis, de religión budista, aunque también hay otras minorías étnicas como los suníes. La población habla ladakhi o balti, así como varios

El Río Shyok, rodeado de vegetación.

dialectos, y además muchos entienden y hablan hindi e inglés, debido al turismo. Algunos de los pueblos más interesantes para visitar son: Sumur, Diskit, Hundar y Panamik. En Sumur hay un Gompa budista (es como una mezcla de una fortificación, un monasterio o convento, y una universidad), mientras que Panamik se destaca por sus aguas termales. En Diskit, a orillas del río Shyok, hay un monasterio o Gompa muy activo y ubicado en un lugar destacado. Hundar fue la capital del antiguo reino de Nubra en el siglo XVII, aquí se encuentra el monasterio Chamba. Esta villa tiene una belleza paisajística propia donde es posible ver a los camellos bactrianos. En todos ellos, nos encontraremos rodeados de dunas, montañas y picos nevados, pero sobretodo, envueltos en un silencio y tranquilidad difícil de encontrar. Acceder al Valle de Nubra no es tarea fácil, ya que existe un único camino para llegar: a través de una carretera en altura, la más alta ruta transitable del mundo. Pero además, existen restricciones de acceso en ciertas áreas para los no residentes, sobre todo porque se trata de una zona fronteriza. Desde Leh, la antigua capital del reino de Ladakh, parte la ruta a Nubra en lo que hoy es la provincia de Jammu y Cachemira, un pasaje duro que hasta en verano está cubierto por una capa de hielo. La forma usual de

El Valle de Nubra posee desiertos rocosos que a veces parecen postales de otro planeta.

acceso al valle es dirigirse a Khardung La desde Leh, donde primero se atraviesa el valle del Shyok. Para ingresar al valle del Nubra se debe cruzar el río Shyok mediante un pequeño puente y pasar un puesto de control militar. Es necesario te-

ner un pase para la «Línea interna» para que permita el acceso a esta región. La estadía permitida es de sólo siete días, y es recomendable reservar con tiempo las casas de huéspedes, sobre todo en verano cuando aumenta la demanda.

El Gompa o Monasterio de Diskit, ubicado a orillas del río Shyok.

Un poco de historia El valle de Nubra tiene un pasado romántico debido a que la famosa Ruta de la Seda serpenteaba a lo largo de este lugar. Desde las provincias chinas de Xinjiang a través de los pasos del Karakorum y Daulat Beg, los viajeros, comerciantes y animales se trasladaban arriba y abajo por este valle para alcanzar Leh antes de comenzar otra larga jornada hasta Asia Central vía Skardu y Gilgit. Incluso hoy en día pueden verse las tumbas de los comerciantes Yarkandi de antaño en una pequeña población a orillas del Nubra, dando testimonio de su pasado. En años recientes hay en la zona mucha presencia militar debido a que las fronteras con Pakistán y China están muy cercanas, y las relaciones de India con estos dos países no son muy cordiales.

Los camellos bactrianos trasladan a los viajeros por el desierto.


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