TodoTurismo 14-09

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TURISMO

SÁBADO 14 DE SETIEMBRE DE 2013

RECORRIENDO NUESTRO PAÍS

Un escape a Carhué La que supo ser meca del turismo termal en la lejana línea de fortines del oeste de Buenos Aires, mantiene su propuesta de combinar relax terapéutico con una muy tranquila vida urbana. Su arquitectura monumental y las ruinas de la villa que sepultó la gran crecida del 85, son sus hitos. La ciudad de Carhué aparece en el oeste de la provincia de Buenos Aires privilegiada por su cercanía al Lago Epecuén, reconocido mundialmente por las propiedades curativas de sus aguas hipermarinas. El verde es el color de la sanación, dicen los sabios cromáticos, y las aguas termales de esta ciudad tranquila, comparables a las del Mar Muerto por su concentración salina, resultan incomparables a la hora del uso terapéutico y los tratamientos estéticos. Son recomendadas para tratar enfermedades como artritis, artrosis, psoriasis, afecciones del aparato respiratorio, digestivo, locomotor. Uno de los mejores lugares para disfrutarlas es el Hotel Spa Termal Carhué, donde además del baño ritual en la pileta (el cuerpo flota sin esfuerzo y hay que prestar atención para no pasarse de los 30 minutos de rigor, una placentera experiencia) ofrecen una amplísima variedad de masajes e hidrataciones a base de distintos elementos como las algas, el fango, el caviar o la caña de bambú. Los baños termales y los tratamientos con barros y fango del lago se han convertido en un ícono de Carhué, cuyo clima templado hace que du-

rante el invierno las temperaturas promedien los 10º C mientras que en el verano ascienden a los 25º C. En invierno, los centros termales y spa calientan el agua del lago para que las piletas de los hoteles siempre cuenten con temperaturas mayores a los 30º C, algo muy valorado por los turistas. La estadía en la ciudad puede continuarse con una visita al Museo Histórico Regional, cuyas salas albergan algo que rara vez se ve: un distintivo masón de puro cuño que perteneció al fundador Levalle. El otro hito carhuense son los edificios construidos por el legendario arquitecto Francisco Salamone, que dejó su marca en la zona: el Matadero, hoy inactivo, clavado como un cuchillo de punta roma a orillas del lago, y el Palacio Municipal, que visto desde la plaza Levalle (considerada por muchos como una de las mejores plazas de la provincia de Buenos Aires) sugiere la inequívoca silueta de un periscopio y según los expertos conjuga rasgos de art decó, futurismo italiano y funcionalismo inspirado en la Bauhaus. Pero los lugareños, que inexorablemente se autodefinen como "fanáticos de Carhué", insis-

El Palacio Municipal, inaugurado en el año 1938, es obra del arquitecto Francisco Salamone. Su estilo es Art-Decó con reminiscencias de futurismo. Es sede del Gobierno Municipal de Adolfo Alsina y sus rasgos originales se conservan casi en su totalidad.

Iglesia de Carhué.

ten en que nadie puede irse de aquí sin haber visitado las ruinas de la Villa de Epecuén, barrida por las aguas del lago en noviembre de 1985. Hoy por hoy, luego de haber pasado años literalmente sumergidas bajo el agua (sólo se podían visitar en lancha), lo que queda de la villa puede recorrerse caminando por las antiguas calles, entre paredes desmoronadas y escaleras interrumpidas que ofician como improvisados miradores desde donde contemplar el lago y la extensión arrasada, dinteles de madera todavía firmes en su lugar, troncos de tamariscos blancos de tan resecos en prolijas hileras, rejas,

botellas, lavabos manchados de verdín, hierros retorcidos, algún mueble. Además, desde este rinconcito

bonaerense saludable se puede realizar un vuelo de bautismo a bajos (Continúa en pág. 3)

Hotel Spa Termal Carhué.

Avenidas arboladas de la ciudad.


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Lago Epecuén.

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Cementerio en ruinas de la Villa de Epecuén.

Ruinas de la Villa de Epecuén.

(Viene de pág. 2) costos con los pilotos más experimentados del aeroclub local o bien hacer un safari fotográfico con los cientos de aves que se observan en las lagunas cercanas, entre los que el flamenco rosado se lleva todos los aplausos. También es posible realizar cabalgatas, trekking o caminatas a lo largo del arroyo Pigüe o por la misma costa del lago Epecuén, que durante las últimas horas del día brinda a los ojos del visitante atardeceres únicos. La salinidad de las aguas y la intensidad del sol son los responsables. Estos espejos de agua son ideales para la pesca deportiva por su rica fauna marina. Las playas del Lago Epecuén no dejan de ser especiales para pasar un día en familia y disfrutar de las propiedades del agua y el fango de esta famosa salina húmeda. Además, cada año la ciudad es escenario de los reconocidos festivales Epecuén Rock y El País canta en Carhué, ambos engalanados por espectáculos de artistas naciona-

les, estrellas de la música en sus diversos estilos. Deportivamente, Carhué adquiere notoriedad ante la realización del gran Triatlón Olímpico, cuya competencia incluye 1.5Km de natación, 40Km. de ciclismo y 10Km. de atletismo, en diversas categorías y con importantes premios para los primeros cinco puestos.

Un poco de historia La historia de Carhué es la de todos los pueblos que crecieron, contra viento y polvareda, en la antigua e inestable frontera entre indios y huincas, aquella de los malones y las cautivas, de las avanzadas a puro fuego y galope en la inmensidad de la pampa indómita. Fundado por Nicolás Levalle en 1877 a orillas del lago Epecuén, en la línea de fortines de adobe y totora erigidos sobre los márgenes de la fallida Zanja de Alsina, Carhué hace honor a su nombre araucano, recuperado en 1949, que significa "lugar verde".

Playas y balnearios a orillas del Lago Epecuén.

El antiguo Matadero, otra de las obras del arquitecto Francisco Salamone.

Datos útiles

Avistaje de flamencos, una postal típica de Carhué.

¿Cómo llegar?: ubicada a 520 kilómetros de la Capital Federal, se puede llegar por la ruta nacional 205 y por la provincial 65, y desde los centros urbanos más importantes del país parten ómnibus hacia esta bella y coqueta ciudad. ¿Dónde dormir?: hoteles cuatro estrellas, centros de spa, cabañas y casas de alquiler temporario ofrecen al visitante todo lo necesario para alojarse y prolongar la estadía en la ciudad, al igual que diversos restaurantes de cocina internacional que de a

poco comienzan a abrir sus puertas a un público cada vez más selecto. Recomendamos el Hotel Carhué Spa Termal (www.hotelcarhue.com.ar) ¿Qué comprar?: existen en la ciudad comercios especializados donde pueden adquirirse productos elaborados en base a fango y agua del Lago Epecuén, aptos para tratamientos de salud y belleza. Entre ellos se destacan los jabones, cremas de limpieza y nutrición, lociones y máscaras termales


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CRÓNICAS DESDE SUDAMÉRICA

La otra cara Por Natalia Bainotti Si de algunos lados me habían prevenido por el frío, acá la adver-

tencia iba hacia lo más temido siempre por todos: la inseguridad. Cada vez que contaba que me estaba yendo a Santa Cruz, me advertían:

"cuida tu cámara", "vas a tener cuidado con tu celular", "no vayas a dejar sin atención tus cosas". Siempre escucho los consejos de la gente, pero sin dejar que se transformen en un miedo que me impidan disfrutar el lugar. Santa Cruz es la ciudad más grande de Bolivia (incluso que La Paz) con casi tres millones de habitantes, y el nivel de producción más alto del país. El sector agropecuario y agroindustrial es el motor de la economía, y en los últimos años el de servicios e hidrocarburos se le sumaron. Como me dijeron varias veces acá, "tirás algo y crece". Así de fértil son las tierras. Así de productiva es la zona. Santa Cruz triplicó su población en los últimos 50 años gracias a la Reforma Agraria, y la ciudad creció a un ritmo vertiginoso. Ni bien uno llega a la ciudad, se perciben los contrastes con el resto del país. Me bajé del bus a las siete de la mañana y el calor ya era evidente. Se predecía un día agobiante, de esos que hasta en la sombra cuesta estar. Ese día, pensé que por error había llegado al Caribe. Y encima, cuando empiezo a hablar con la gente, el acento me sonaba raro. Diferente a lo que me había acostumbrado en el resto del país. Como caribeño. A una mujer hasta llegué a preguntarle si era de Bolivia. "Soy más camba que la yuca", me responde, haciendo referencia a lo propia que es del lugar. Y no sólo es el clima y el acento

de su gente, las diferencias se notan en sus rasgos, en cómo -las chicas especialmente- se producen, y en algo un poco más profundo: la forma de ser. Para mi sorpresa, los cambas (como se llama a la gente de esta zona del país) son mucho más extrovertidos y habladores que en otras partes, la gente entra en confianza más rápido y no tienen vergüenza en empezar una conversación. Es raro, pero estos días en Santa Cruz, por momentos me olvido que estoy en Bolivia. Cuando ando por la ciudad, por esas avenidas anchas, largas y luminosas, con autos modernos pasando, viendo las casas bien cuidadas y bonitas, a veces juego a pensar dónde podría estar. Pero cuando miro más en detalle, y

veo a la señora vendiendo jugo con su carrito en la vereda, o un negocio con su nombre y ofertas pintados en el frente (en vez de usar carteles), o un puesto de empanadas en la puerta de un local, o las casas de uno y otro color, vuelvo a la realidad. En Santa Cruz siento que estoy y que no estoy en Bolivia. Siento que juntaron dos realidades diferentes en un solo lugar. Que es un mundo diferente a lo más conocido del país. Pero también siento que es la parte de Bolivia donde más cómoda me siento, donde más amigos puedo hacer. Parece que no por nada uno de los significados que le atribuyen a la palabra "camba", es amigo. Si algo no falta por estos lados, es gente dispuesta a conversar.


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CRÓNICAS DESDE SUDAMÉRICA

Ciudades mercado Por Natalia Bainotti Me encantan. Son tan naturales, tan auténticos. Tan llenos de colores, de aroma a fruta y queso y comida, de personas trabajando, de gente comprando. Tan llenos de vida. Muchas veces parecen desordenados, sucios, desorganizados, pero ese también es su encanto particular: tienen una belleza en su ritmo antes que en su aspecto. Son más lindos por lo que se vive en ellos que por lo que se percibe en un rápido vistazo. En Bolivia hay muy pocos supermercados, pero lo que no falta en ninguna ciudad son sus mercados. No uno, sino varios. En el centro, en

las afueras, en las veredas, en grandes edificios. Mercados que abren de lunes a lunes, siguiendo las horas del sol. Cada vez que voy a un mercado siento que entro a un mundo aparte, con sus propias reglas, orden y belleza. Un mundo donde la gente llega a trabajar antes de que amanezca, hay platos de fideos y carne circulando a las 9am, venteros como le dicen acá a los vendedores- dormidos en sus puestos a la hora de la siesta, gente almorzando uno al lado del otro en mesas comunitarias, puestos que sólo abren para la hora del té, mujeres manteniendo la limpieza de sus locales después de cada "turno" y comida a toda hora. Un ciclo que empieza y termi-

Puesto de-todo-un-poco, en el Mercado Central en Tarija.

Frutas listas para comer, afuera del Mercado Los Pozos, en Santa Cruz. En Cotoca, la señora Betty ordenando su local antes de irse a almorzar.

na cada día. Y cada mercado, así como cada ciudad, tiene su particularidad. La primera vez que entré al Mercado Central de Tarija sentí que estaba en Santiago de Chile, al ver los pequeños locales con productos bolivianos y peruanos, con sus paredes abarrotadas desde el piso al techo con mercancía. En Oruro, una tierra donde la Pachamama se vive bien a flor de piel, muchos pasillos estaban atestados de sahumerios, fetos de llama disecados, velas y otras cuestiones usadas como ofrenda a la Madre Tierra. El Mercado Central de Sucre, por su parte, tiene un detalle que me encanta: un patio central luminoso, rodeado de puestos de jugos y frutas que está siempre lleno de locales y turistas; nadie puede resistirse a un jugo fresco como el de tumbo (una fruta parecida al maracuyá) o a una ensalada de frutas recién hecha con yogur y cereales. Y así como cada mercado tiene su particularidad, cada uno también tiene el potencial de esconder decenas de historias. Alguna vez en Tupiza, compartí mesa con la dueña del puesto y otras mujeres en el almuerzo, mientras me contaban las últimas noticias del día. En Santa Cruz, en un mercado pequeño del centro, me senté a comer masaco de plátano -un bocadillo típico de la región- y la señora me terminó invitando a compartir su almuerzo. En Cotoca, un pueblito cercano a Santa Cruz, mientras probaba arepas un martes antes del mediodía, charlaba con la dueña del puesto, una mujer mayor que me contaba que su sueño era conocer Argentina, Mar del Plata especialmente.

Cada mercado encierra un mundo nuevo, y al ver uno, no puedo evitar las ganas de entrar. No sé si será porque en Argentina no existen lugares así, o porque sé -o no sé, mejor dicho- lo que me puede depa-

rar una recorrida por sus pasillos angostos, o porque son una vía rápida para conocer las costumbres de un lugar. Lo que sí sé, es que entrar a un mercado, significa que algo va a pasar. Sólo hay que estar atento.


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Postal aérea de Dubrovnik. Rodeada por murallas, al pie de la montaña de San Sergio, Dubrovnik fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1994.

RINCONES DE CROACIA

Dubrovnik, una joya en el Adriático

Esta ciudad croata se convirtió en un destino turístico que cautiva por sus paisajes y su vida cultural. Medieval y costera un remanso de ensueño que lo trasladará a otra época. Croacia se está convirtiendo en un destino muy requerido por los turistas de todas partes del mundo. El encanto de sus ciudades, la amabilidad de la gente y los paradisíacos espacios naturales son algunas de las razones del éxito. Dubrovnik es una pequeña ciudad costera, ubicada en la región de Dalmacia a orillas del Mar Adriático, que cautiva a todo aquel que la visita por su casco histórico, sus rosedales y sus calles que parecen salidas de un cuento medieval. Se la conoce como "la perla del Adriático" o "la Atenas dálmata", ya que sus antiguos habitantes la distinguían como única, en una región llena de tanta barbarie, donde proliferaron grandes exponentes de la humani-

dad de las artes y ciencias. Se encuentra situada a 495 kilómetros de la capital de Croacia, Zagreb, y casi desaparece durante la guerra contra Serbia. Fue bombardeada en 1991, cayeron más de 2.000 bombas durante un día, por ello la mayoría de sus edificios y viviendas son nuevos, ya que miles de casas fueron destruidas. Un gran atractivo son sus playas con aguas turquesas y la antigua muralla blanca que incluye cinco fortalezas y 16 torres que bordean la ciudad vieja, pero eso no es lo único que ofrece, sino que tiene un casco histórico perfectamente conservado. Las murallas de 25 metros de altura, que recorren unos 2 kilómetros, datan del siglo X, aunque

fueron restauradas en el siglo XVII. Podemos acceder a ellas por la entrada que se encuentra justo al lado de la puerta Pile, al principio de la calle Placa, también llamada "Stradun" (que significa en lengua veneciana "gran calle"). Ésta es la arteria principal dentro de la ciudad amurallada que la divide en la parte norte y la parte sur. Está hecha totalmente de piedras y a lo largo de sus 300 metros nos encontramos con restaurantes, bares y galerías de arte que permiten conocer la cultura croata. Esta calle conduce a la plaza Luza, el punto céntrico del barrio más antiguo donde está la Torre del Reloj, que gracias a sus 31 metros de altura se ve desde que se cruza la muralla. La torre fue

construida en 1444 y la campana del reloj la construyó Ivan Krstitelj en 1506. A pesar de las bombas todavía sigue sonando cada hora. Dentro de la ciudad amurallada se pueden admirar otras de las joyas arquitectónicas que dejó la aristocracia que gobernó la zona desde el siglo XIV. Está el Palacio Sponza que despliega sus columnas talladas en piedra y alberga el archivo histórico; diversos edificios barrocos, y la iglesia de San Blas, diseñada por el arquitecto Gropelli en el siglo XVIII. Otro de los puntos importantes de Dubrovnik es el Palacio de los Rectores, que fue la sede del gobierno y la imponente Catedral que fue reconstruida en 1713 luego de derrumbarse totalmente por un terre-

La calle Placa, también llamada "Stradun", la arteria principal dentro de la ciudad amurallada.

Callecitas pintorescas de la ciudad medieval.

moto. En su interior puede admirarse una pintura de la Asunción del Vergine, de Tiziano y un relicario en oro y plata de San Biagio. Por otro lado, el barrio denominado "de Ploce", alberga numerosos edificios icónicos. Tras el largo paseo, nada como descansar en uno de los cafés Buza que se encuentran detrás de la muralla. Estas terrazas, situadas encima de acantilados, son un lugar ideal para observar los atardeceres de la forma más relajada. Si se quiere tener una vista panorámica de la ciudad hay que visitar el Fuerte de Revelin, desde el que se despegaba el funicular por el que se (Continúa en pág. 7)


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Edificios del casco antiguo.

La exótica isla de Lokrum, a sólo 700 metros del viejo puerto de Dubrovnik.

(Viene de pág. 6) accedía al cercano Monte Sergio, y en el que aún se encuentra el Fuerte Imperial. En esa misma área está el Museo local de Arte Moderno, que alberga obras de numerosos artistas croatas contemporáneos. Al oeste de la ciudad y sobre una roca de 37 metros de altura en un acantilado frente al mar, se encuentra la Fortaleza de Lovrijenac, que simboliza la libertad de Dubrovnik, porque desde ahí se protegía la puerta occidental de Pile. En la actualidad se utiliza como escenario del Festival de Verano de Dubrovnik, una fiesta cultural que se realiza durante los meses de julio y agosto. Las playas de la ciudad son bellísimas, pero muchos turistas también aprovechan y realizan una excursión en barco hacia la cercana isla de Lokrum. Aquí encontrará un parque nacional con playas paradisíacas, un jardín botánico con variedades de plantas locales, un museo de historia natural en un antiguo palacio y las ruinas de un antiquísimo monasterio benedictino que fue destruido por un terremoto en 1667. Las islas Elafiti son otra barrera natural que embellece la parte oeste de Dubrovnik, y las tres pueden visitarse el mismo día en una excursión. Otras salidas que podemos hacer por mar es a la ciudad vecina Cavtat, con un bello puerto y paseo marítimo; y, algo más alejada, la isla de Korcula, muy popular dado que, dicen, la familia de Marco Polo procedía de allí. Para los amantes de la naturaleza, al sur de la ciudad está el valle de Konavle, donde se pueden realizar actividades como pesca, ecoturismo, deportes ecuestres, y asistir a un típico mercado local donde ver productos autóctonos, trajes típicos y comidas artesanales. Dubrovnik ofrece historia antigua e historia reciente en sus calles y edificios, mientras que aquellos que disfrutan de aire libre tienen mucho por recorrer. Sin duda esta ciudad croata se convertirá en uno de los destinos europeos no convencionales más visitados.

La Torre del Reloj y el Palacio Sponza.

La Fortaleza de Lovrijenac.

Playas turquesas. Postal del puerto.

Vista desde las alturas de las murallas de Dubrovnik.

Iglesia de San Blas.


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CURIOSIDADES DEL MUNDO

La isla donde comienzan los días Se llama Isla Caroline y su particularidad radica en que es la primera porción de tierra del planeta en saludar al nuevo día. Un rincón del Pacífico muy exótico. La Isla Caroline es parte de las Islas de la Línea del sur en el océano Pacífico central. Éste es un archipiélago de doce islas ubicado en el huso horario correspondiente a las islas de Hawaii, que también se lo conoce como Espóradas Ecuatoriales por encontrarse a ambos lados de la línea del Ecuador. Mientras que la mayoría de las islas pertenecen a la República de Kiribati (un país insular formado por 33 atolones desparramados por una extensión de océano seis veces superior a la superficie española, con tres zonas horarias), tres de ellas son posesiones de Estados Unidos. Con sólo 100.000 habitantes, Kiribati posee una única capital, Tarawa del Sur, una serie de islotes conectados por varios pasajes dentro del archipiélago de Tarawa. La isla más habitada del archipiélago es la Kiritimati, y por supuesto, la más oriental del planeta es la isla Caroline. Esta última es apenas un pequeño atolón deshabitado, o mejor dicho habitado por una de las mayores poblaciones de cangrejos de cocoteros del mundo y aves marinas, especialmente la golondrina de mar de hollín. Otros animales nativos son la almeja Tridacna, que es abundante en la laguna central, los cangrejos ermitaños y varias especies de lagartos. Todas estas especies son las primeras en ver el sol cada nuevo día y cada nuevo año. La isla es conocida por su rol en la celebra-

ción de la llegada del nuevo milenio, ya que debido a que se sitúa justo al oeste de la línea internacional de cambio de fecha constituye uno de los primeros territorios en donde comienza cualquier día y por ende también fue uno de los primeros lugares en donde empezó el día 1 de enero de 2000; debido a esto el atolón fue recientemente bautizado como Isla del Milenio. Si siente curiosidad por este país recomendamos que lo visite cuanto antes ya que es, por desgracia, el primer candidato a desaparecer de la faz de la Tierra debido principalmente a la subida en el nivel de las aguas del Pacífico. Desde hace unos años, los científicos han comenzado a sugerir que este archipiélago quedará sumergido sobre el mar cerca del 2070, debido al aumento de nivel de las aguas causado por el calentamiento global. En los últimos años ya han desaparecido dos de los atolones del archipiélago, y ante estos acontecimientos, las autoridades solicitaron durante el verano del 2008 a Australia y Nueva Zelanda que aceptaran a la población del archipiélago en sus territorios, advirtiendo de que quizás ya era demasiado tarde para salvar a Kiribati.

La Isla Caroline está considerada como una de las pocas islas tropicales del planeta "casi vírgenes".

Playas paradisíacas de la República de Kiribati.

Un poco de historia Hay evidencias en la isla de Isla de Kiritimati.

asentamientos polinesios, pero estaba inhabitado al llegar los europeos. Primero fue Pedro Fernández de Quirós en 1606, quien pescó en sus costas peces de colores y la llamó "Isla del Pescado". En 1795 la redescubre el inglés Willian Broughton y le puso el nombre de la hija del primer Lord del Almirantado. Históricamente también se la ha conocido con los nombres de Thornton, Hirst, Clark e Independence. En 1868 fue reclamada por el Reino Unido; y desde su independencia en 1979, forma parte de la República de Kiribati. La isla Caroline ha permanecido relativamente sin cambios por parte del

hombre y es considerada una de las islas tropicales más primitivas del mundo, a pesar de la explotación de Niños de la isla de Kiritimati.

guano, la cosecha de copra y la presencia humana durante los siglos XIX y XX.


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