La historia de Junín, en el Camino al Bicentenario
>Con motivo de su nuevo aniversario, Democracia edita este especial con la historia de nuestra ciudad, que en poco más de cuatro años arriba a sus 200 años.
Democracia presenta a sus lectores la colección "Junín: Camino al Bicentenario”, que reúne a los principales acontecimientos históricos de nuestra ciudad, desde su fundación el 27 de diciembre de 1827 hasta la fecha. De esa manera, se busca acerca la historia de nuestra localidad a los lectores ante el relevante acontecimiento que significará arribar al 200° aniversario de la fundación de Junín.
Así, la publicación propone un recorrido visual en cuatro entregas por los hechos más relevantes de la historia local, que acompañarán en forma gratuita las ediciones de Democracia de los sábados 7, 14, 21 y 28 de octubre.
El especial comienza con el Fuerte Federación y hace un recorrido pormenorizado de los principales acontecimientos políticos, sociales y culturales de Junín. Desde la fundación del Teatro Italiano hasta las elecciones a intendente; desde los principales acontecimientos deportivos hasta las referencias a los edificios más emblemáticos.
Toda la información está ilustrada con una cuidada selec-
ción fotográfica y una línea de tiempo en el pie de cada página, que hace el recorrido histórico mucho más ameno.
La colección estuvo dirigida por el editor del diario, Leandro Lebensohn, mientras que los textos y la selección fue realizada por Germán Ramos, quien se encuentra a cargo de la sección Historia de Junín que aparece todos los domingos en Democracia desde hace más de doce años.
Especial gratuito
En línea con las anteriores colecciones de Democracia, el especial “Junín: Camino al Bicentenario” circulará en forma gratuita durante cuatro sábados consecutivos a partir del 7 de octubre y hasta el sábado 28.
El trabajo se edita en el marco de las conmemoraciones con motivo al 92° aniversario del diario Democracia, fundado el 17 de octubre de 1931 por el ideólogo radical Moisés Lebensohn. Siguiendo la tradición impuesta desde sus orígenes, este trabajo aproxima a los lectores al conocimiento de sus raíces
locales de una manera ágil y amena.
Si bien Democracia ha lanzado un importante número de libros de compra opcional, la decisión es mantener la gratuidad de los especiales vinculados a Junín como una manera de facilitar el acceso a la rica cultura e historia local, manteniendo el precio habitual de tapa.
Recordemos que este año Democracia ya editó un especial de colección, “Moisés Lebensohn: Doctrina y Conducta”, que circuló gratuitamente con el diario del 11 de junio. Otros especiales de colección que circularon con gran éxito fueron "Historia de Junín" en 2011, "Calles de Junín", en 2016; "Junín desde el aire" y "Joyas del archivo fotográfico de Democracia", ambos en 2017; "Junín en grandes fotos del siglo XX", en 2018; “Junín en el recuerdo”, en 2019; “100 años/100 notas”; “Biografías de Juninenses, en 2020; “Junín de la A a la Z”, en 2021; y “91 años de historia" y “Eusebio Marcilla, el Caballero del Camino”, en 2022; todos los cuales ya forman parte de las bibliotecas de numerosos hogares juninenses.<
Del Fuerte a la Capital del Noroeste
Ciento noventa y seis años de historia
La historia está dada por fechas y documentos, personajes, heroísmos y felonías. Lo otro, el dilatado y difícil desarrollo de las posibilidades del hombre, se va gestando en niveles imprecisables, en planos que escapan a la indagación severa y serena del historiador. El periodismo, como testigo y testimonio de lo que va aconteciendo -y, en su medida, de lo que aconteció-, es ajeno a las formas y a los métodos de la historia. Para él, podría afirmarse un poco irrespetuosamente, la historia es un pretexto. Necesita aprehender la vida. Le interesan la gesta y la anécdota para bucear en ellas -intuición más
que razón, emoción más que cerebro- lo significativamente humano, lo que cobra trascendencia porque fue o es capaz de trascender el límite de lo más o menos fehaciente y de proyectarse como agua subterránea generadora de vida -también, por qué no, de afloraciones de muerte- en el subsuelo de lo humano.
Reflejar periodísticamente los primeros ciento noventa y sies años de Junín no significa consignar una minuciosa -y por ende tediosa- cronología de lo sucedido. Implica -la responsabilidad es mayor, ardua la tarea- asumir, sí, fechas y nombres, obras y acontecimientos. Pero tomarlos como
signos y señales de una realidad que vivimos hoy en dimensión de desarrollo adulto y afianzado. De una realidad que, a la par de todo lo nuestro, de lo más vivencialmente nuestro, no es diáfana y transparente, sino con frecuencia opaca y turbia, cuando no enturbiada por los intereses y las pasiones que, por momentos, dan color y calidez a la existencia.
Esperamos lograrlo. El balance -estamos seguros- resultará positivo. Junín -fuerte y escuela, ciudad y chacra, taller y fe, estancia y universidad, industria y turismo, comercio y cultura- se lo merece. <
El valle del Carpincho
Un nombre que data del Virreinato
La laguna del Carpincho es una referencia ineludible de la topografía lugareña. Lo es, además y en especial, para los amantes de la pesca de Junín y de una amplia zona bonaerense. Como lo son, por razones de turismo o de deportes -o por ambas simultáneamente- las lagunas de Gómez y Mar Chiquita.
Lo que tal vez muchos ignoran es que al menos dos de esos nombres vienen de una tradición doblemente secular, por lo que resulta, más que difícil, casi imposible, detectar los orígenes de tales denominaciones.
Documentos y testimonios exhumados por los estudiosos de la historia de Junín muestran que el Carpincho -y el Cerrito Colorado- aparecen ya como posibles asentamientos para la proyectada erección de una nueva línea de fronteras, de un informe oficial ordenado por Pedro Antonio de Cevallos, primer virrey del Río de la Plata. En esa misma época, hace prácticamente doscientos años, en instrucción suscripta por el virrey el 9 de diciembre de 1777, se dispuso que el teniente Diego de Salas envíe “partidas de guerrilla hacia el Cerrito Colorado, Carpincho, Mar Chiquita...”, para oponerse a los malones de indios que habían arreciado en la región.
Corresponde señalar que
>Plano de la frontera de Buenos Aires confeccionado en 1779 por orden del Virrey Vértiz. Con el norte hacia la parte inferior del mapa, se ve claramente el río Salado desde su desembocadura en la Bahía de Samborombón, a la izquierda, hasta la Laguna El Carpincho, a la derecha.
Diego de Salas estaba destacado en el Salto, uno de los emplazamientos de la primitiva línea de fronteras, iniciada en 1752 con los fortines de Magdalena, Luján y Arrecifes. Digamos también que en el último decenio de ese siglo, más precisamente en 1792, el panorama estaba dado, en la materia, por la existencia de los fuertes de Ranchos, Chascomús, Monte, Luján, Salto y Rojas, y de los fortines de Lobos, Navarro, Areco,
>Laguna del Potroso
Otro habría sido el asentamiento de Junín, de haberse cumplido las previsiones del gobierno de Rivadavia. Lo que sería el Fuerte de la Federación (en documentos de la época se habla de la Guardia del Potroso) tendría que haber sido emplazado en proximidades del actual cruce de la Ruta Provincial Nº 65 con el ramal ferroviario ChacabucoGermania, a corta distancia de Baigorrita.
Allí se encontraba la laguna del Potroso, hoy desaparecida. En su extremo sudoeste estuvo el Fortín Maza, donde, al decir de Luis Sciutto Ferretto tuvo decidida actuación contra los indios ranqueles, en la década de
Mercedes y Melincué. Ya en esa época, en un plano elaborado por disposición del virrey Marqués de Loreto, nuestra región aparece determinada como “el valle del Carpincho”. La región fue visitada, además, en el último lustro del siglo XVIII, por el naturalista Félix de Azara, quien hizo el reconocimiento expreso del Cerrito Colorado.
Pasaría más de un cuarto de siglo para que, instalados
1860, el mayor Manuel López, luego distinguido municipal cuyo nombre lleva una de las calles que circundan a nuestra plaza 25 de Mayo. Según el autor antedicho, a comienzos del siglo pasado la laguna había desaparecido, a tal punto que en la sequía de 1910 se recogió en su lecho la única cosecha de maíz obtenida ese año en la región, la que proveyó de semilla a numerosos agricultores para la siembra de la temporada siguiente. En las inundaciones de 1912-1915 la laguna resurgió, con aguas profundas que la convirtieron en centro de atracción para la natación y la caza deportiva. <
los ya criollos en el gobierno, proclamada la independencia y en marcha la organización de la República, Bernardino Rivadavia retomara el problema de la línea de fronteras, para “poner en completa seguridad nuestra campaña, contra las
incursiones y depredaciones de los bárbaros” (decreto del 27 de setiembre de 1826) y para que naciera así el Fuerte de la Federación.
En cuanto al nombre de la Laguna de Gómez, su origen sería bastante posterior a los hechos
>Cerrito Colorado
En otro lugar de esta página hablamos del reconocimiento del “Valle del Carpincho” realizado en el último quinquenio del siglo XVIII por Félix de Azara. El célebre naturalista afirma textualmente en su diario que “el Cerrito Colorado tiene en su cumbre manantiales de agua dulce, así como en el pie o en el valle hay otros manantiales donde crece la verdolaga, la lengua de vaca y la viznaga”.
Por otra parte, ya en 1777, un proyecto de avanzada de fronteras sometido a la consideración de una junta de guerra por el virrey Pedro Antonio de Cevallos había derivado en un amplio informe de don Manuel de Pinazo, presidente de dicha junta. En el documento, este último funcionario se pronunciaba por la zona del Carpincho, donde -afirmaba- “hay abundante agua, y en caso de faltar ésta por algún accidente de grande seca, se puede proveer de los manantiales del
reseñados. Según lo consigna don Luis Sciutto Ferretto en su libro “Junín en la historia y hombres que lo impulsaron”, la denominación habría derivado del apellido del empresario de tropas de carretas Santos Gómez, quien, aproximadamente a mediados del siglo XIX acampó durante mucho tiempo sobre las márgenes de la laguna sobre todo a la altura del lugar donde actualmente se encuentra el Balneario Municipal. Según el mismo autor, a comienzos del siglo pasado dicho accidente geográfico era conocido también como “la laguna del Rayo”. La explicación es ésta: al sur de su espejo de aguas, a unos quinientos metros de la costa, habría existido un puesto habitado por una familia de apellido López; la casa estaba rodeada por corpulentos paraísos, algunos de los cuales fueron tronchados, durante una fuerte tormenta, por descargas atmosféricas; la impresión provocada por el fenómeno en pobladores de la zona habría dado origen a ese nombre, sin duda en vigencia muy circunscripta y efímera.<
Cerrito Colorado, que están inmediatos. En cuanto a leña sucede lo mismo que en los terrenos antecedentes”.
De allí que, desechada presumiblemente por razones de defensa y de comunicaciones la zona próxima a la Laguna del Potroso, se eligiera la del Cerrito Colorado para instalar el Fuerte de la Federación.
El Cerrito Colorado, cuyo nombre habría derivado del color de sus tierras -de tanta utilidad en la preparación de moldes de fundición, y desaparecido precisamente por la extracción de esas arenas para fines industriales, además del intenso laboreo agrícola a que desde la última parte del siglo XIX viene siendo sometida la pampa húmeda-, levantaba su cumbre a unos 2.800 metros de nuestra plaza 25 de Mayo, en sitio prácticamente equidistante de los lados del ángulo que forman la Ruta Nacional Nº 7 y de la Ruta Provincial Nº 65. <
Fuerte Federación
El origen de Junín
El 27 de septiembre de 1826 el presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Bernardino Rivadavia, dispuso el establecimiento de una frontera interior apoyada en tres fuertes principales: Blanca Grande (Olavarría), Cruz de Guerra (25 de Mayo) y Potroso (Junín). La laguna del Potroso estaba a 2 kilómetros al este de donde actualmente se encuentra Baigorrita. De ella hoy sólo queda una depresión en el terreno. El 16 de agosto del mismo año, el gobernador Manuel Dorrego designó Comandante General de Fronteras a Juan Manuel de Rosas. Éste ordenó al Coronel Rauch que partiera desde Salto para establecer el fuerte del Potroso, pero Rauch pidió licencia por enfermedad. Así fue como la misión quedó bajo la responsabilidad del Teniente Coronel Bernardino Escribano. Un relevamiento previo había determinado que era más conveniente ubicar el fuerte en el Cerrito Colorado. No obstante, el trazado quedó en
manos del ingeniero Teodoro Schuster, quien recomendó levantarlo 2 km al noreste de ese lugar, en la margen izquierda del río Salado, El día de Navidad de 1827 Escribano partió desde Salto hacia el sitio establecido. El jueves 27 de diciembre de 1827 llegó a lo que hoy es la plaza 25 de Mayo, acampó allí e informó a Rosas que había cumplido con la misión, fechando la carta en “Fuerte de la Federación”. Esta fecha fue declarada como fundación de la ciudad de Junín por la ordenanza Nº 888 del 2 de septiembre de 1961, ratificada por el decreto Nº 12.841 de la Provincia de Buenos Aires del 4 de diciembre del mismo año. El fuerte era un pentágono rodeado y protegido por un foso. Medía más de un kilómetro de largo y 400 metros en su parte más ancha. Estaba dividido por otro foso en dos partes bien definidas: el Gran Potrero al norte, y el Cuadro de la Guardia al sur, comunicados por un puente levadi-
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del Potroso, el Cerrito Colorado y el sitio donde se construyó el fuerte.
zo. Una calle principal corría por el interior de la guardia; hoy es la calle XX de Septiembre, uno de los vestigios que han quedado de aquella época. La Plaza de Armas o de la Guardia se encontraba exactamente donde hoy se ubica la plaza 25 de Mayo.
La entrada al fuerte estaba aproximadamente en la actual calle XX de Septiembre entre Roque Vázquez y Canavesio, cerca de donde hoy se encuentra la plaza 9 de Julio. El otro extremo del fuerte llegaba hasta donde hoy se ubica la plaza Alem.<
José Bernardino Buenaventura Escribano Rodríguez nació el 20 de mayo de 1790 en Buenos Aires. Era hijo, nieto y hermano de militares. En 1806, con sólo 16 años, se incorporó como aspirante en la Escuela de Náutica, luego de cursar estudios en el Colegio de San Carlos. Durante las Invasiones Inglesas participó en la defensa y reconquista de Buenos Aires.
En 1810 se incorporó como cadete al Regimiento Húsares del Rey; un año después integró el Cuerpo de Caballería de la Patria a las órdenes de Balcarce, y fue alférez de uno de los escuadrones del Cuerpo de Húsares de Pueyrredón en 1812.
En 1813 fue nombrado alférez del Segundo Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo. Al año siguiente entró triunfalmente en la ciudad de Montevideo a las órdenes del coronel Alvear. A propuesta del General San Martín, fue ascendido a teniente segundo del Tercer Escuadrón de Granaderos a Caballo. En 1816 Escribano fue promovido a ayudante mayor de Granaderos a Caballo, siendo designado componente de la Plana Mayor del Regimiento. Participó en el Cruce de los Andes, en 1817, integrando el Tercer Escuadrón de Granaderos. Tuvo una destacada actuación en la batalla de Chacabuco y fue ascendido a capitán de la Primera Compañía del Cuarto Escuadrón. En 1818 Escribano acompañó a San Martín en su entrada triunfal a Santiago de Chile, y al año siguiente se casó con Juana García y Segura, con quien tendría a su hija Juana.
Escribano participó de la campaña del sur de Chile, a las órdenes de Juan Gregorio de Las Heras, oportunidad en la que estableció una gran amistad con Bernardo O’Higgins. En 1826, siendo teniente coronel del Regimiento Dragones de la Libertad, venció al último bastión realista en la isla de Chiloé. Cumplida esta misión fue autorizado para retornar a Buenos Aires en compañía de su familia.
En 1827 el presidente Bernardino Rivadavia lo nombró teniente coronel del Regimiento Quinto de Caballería de Línea, con asiento en Salto. Fue entonces cuando recibió la orden de movilizarse 80 kilómetros hacia el sudoeste para fundar un fuerte en las proximidades del Cerrito Colorado. El 27 de diciembre de 1827, Escribano fundó el Fuerte Federación, origen de la ciudad de Junín. Tenía entonces 37 años de edad, y quedó como comandante del puesto de avanzada.
En 1828 apoyó la revolución unitaria que derrocó al gobernador Manuel Dorrego, arrestándolo y poniéndolo a disposición del general Lavalle, quien fusilaría a Dorrego y ascendería a Escribano al grado de coronel.
Por su adhesión a los unitarios y su cercanía a Lavalle, Escribano fue destituido del ejército el 2 de septiembre de 1829 y emigró a Chile con su familia. Murió a los 44 años de edad, el 10 de octubre de 1834 en Santiago de Chile, donde descansan sus restos.<
>Curiosidades
- Bernardino Escribano era hijo de Pedro Nicolás Escribano, militar que fundó la ciudad de Chascomús en 1779.
- En Junín hay una calle que lleva su nombre, atravesando los barrios El Picaflor, Pueblo Nuevo, Belgrano y San Cayetano. Corre a un lado de la calle Dorrego, a quien fusilaron luego de ser capturado por Escribano.<
La ubicación del Fuerte
Las lagunas del Morote
Un trabajo poco difundido aporta datos, si no fundamentales, sí esclarecedores de algunos detalles conectados con la fundación del Fuerte de la Federación. Lo realizó el Departamento de Historia del Colegio Nacional de Junín, bajo la dirección del profesor Domingo Meccia, de recordada actuación en la enseñanza media de nuestra ciudad.
Leemos allí que el 26 de noviembre de 1827, Manuel Dorrego le hizo saber a Juan Manuel de Rosas que había recibido información en el sentido de que la aguada del Potroso era mala y no permanente, y de que el lugar a propósito para la erección del nuevo fuerte era “el de las lagunas del Morote”. El tema reapareció en el oficio que el Ministerio de Guerra y Marina le cursó a Rosas el 30 de noviembre del mismo año, para darle cuenta de que por enfermedad de Federico Rauch se había designado al teniente coronel Bernardino Escribano para la fundación. El citado documento consignaba que el ministerio le había encargado a Escribano que levantara el fuerte en las lagunas del Morote, siempre que dicho paraje resultara adecuado, e inconveniente el elegido en primer término, esto es, el de la laguna del Potroso.
Producido el informe de
la comisión que integraron Acha, Ulloa y Acevedo, el 7 de diciembre de 1827 el ministro de Guerra y Marina, Juan Ramón Balcarce, le transmitiría a Rosas la orden de que el nuevo fuerte sea levantado en el Cerrito Colorado. Habían desaparecido, como puede apreciarse, las incertidumbres derivadas po-
>De Waterloo a las Pampas
Oficial del ejército de Napoleón hasta la derrota de éste en Waterloo, Federico Rauch se incorporó al Ejército Argentino, en el que prestó servicios relevantes en especial en la lucha contra los pobladores originarios.
Nació en Weinheim, Gran Ducado de Baden, (actualmente en el Estado de Baden-Wurtemberg, Alemania) en 1790, con el nombre Friedrich Rauch. Llegó a la Argentina el 23 de marzo de 1819, siendo asignado a las campañas punitivas que el gobierno de Martín Rodríguez organizó contra los aborígenes pampeanos.
A dos años de su arribo a estas latitudes, se encontraba destacado en la frontera norte, más precisamente en Salto Argentino. Tuvo actuación descollante en 1822, participando luego de la acción del general Martín Rodríguez contra los
>Del historial castrense del Fuerte de la Federación
El comandante Bernardino Escribano llegó a esta región para fundar el Fuerte de la Federación, al frente de efectivos del Regimiento Nº 5 de Caballería de Línea con asiento en el Salto.
A casi cuatro años de la fundación -el 17 de noviembre de 1831- arribó al fuerte el Batallón de Libertos, cuyo jefe, el coronel Pedro Ramos, asumió la comandancia de la guarnición.
Un mes después, los efectivos locales estaban integrados por doscientos setenta soldados del Escuadrón de Línea y de dos compañías de milicias. Hasta ese momento, las fuerzas habían sido más numerosas a raíz de las noticias que habían circulado sobre inminentes invasiones indias.
siblemente de informaciones indirectas y trasuntadas en el oficio antes mencionado. Y el nuevo reducto comenzaría a perfilarse como posibilidad inmediata en su actual emplazamiento.
Un último aporte del trabajo realizado por el equipo que dirigió el profesor Meccia: en 1827 el gobierno
Se abrió un paréntesis en la materia hasta el 12 de febrero de 1835, en que se incorporaron a la guarnición dos piquetes de infantería: uno, de Veteranos Patricios; otro, de Defensores, también veteranos. Cuarenta días después llegaba a la Federación la segunda compañía de milicias del Regimiento 2 de Campaña. En el mismo año, fue destinado a la fuerza local el Batallón de Artillería Buenos Aires, del Departamento del Norte de la línea de fronteras, que a partir de ese momento tomó el nombre de Piquete de Artilleros del Fuerte Federación.
central asignó en esta zona dos concesiones de enfiteusis: una al Coronel Rauch y la otra a Dorrego. El Fuerte de la Federación quedó dentro
En ese momento integraban además la guarnición el escuadrón de línea del Regimiento 4 de Campaña, y los antedichos piquetes de Infantería Patricios de Buenos Aires y Defensores. Más tarde, estos dos piquetes se refundirían con el llamado Batallón de Restauradores, dando origen a la Compañía de Dragones. Aún adelantándonos a la cronología y porque el tema se presta para ello, agreguemos que en carta del 2 de mayo de 1846, el comandante en jefe del Departamento del Norte le expresaría al general Lucio V. Mansilla que siendo el Fuerte de la Federación “la llave del Departamento” resultaba necesario un incremento de sus fuerzas. Mansilla dispondría el envío de ciento cincuenta hombres que estaban bajo las órdenes del mayor Julián Berdún en el cantón Las Toscas, pero poniendo al frente de esos efectivos a otro oficial, ya que el mayor Berdún tenía rango militar superior al del comandante del fuerte, capitán José Seguí. Acotemos, por último, que en 1871 el comando de la frontera norte estaba en Junín y que algunos años más tarde, siendo su titular el coronel Conrado Villegas, el asiento de dicha jefatura fue trasladado -por avance de la línea de frontera- al Fuerte General Levalle (hoy General Pinto), para pasar en 1876 a Trenque Lauquen.<
de la concesión otorgada al mártir de Navarro. Como es sabido, la enfiteusis implica, en términos muy generales, la concesión de un fundo a
perpetuidad o por largo tiempo, con cargo de mejorarlo mediante construcciones o plantaciones y de pagar un canon anual.<
pueblos que consideraban como “salvajes”. Por su actuación valiente en distintos combates, fue ascendido a teniente coronel en el año 1824, en que inició la segunda campaña al desierto bajo el mando del General Rodríguez y como jefe del Cuerpo de Húsares de Buenos Aires. Secundó a Juan Manuel de Rosas y hasta fue premiado por los estancieros de la zona por su extrema dureza y "efectividad" en la matanza de los habitantes originarios de la Pampa. En los partes de guerra de Rauch se pueden leer frases como "hoy hemos ahorrado balas, degollamos a veintisiete ranqueles".
En 1826 los indios invadieron la costa del Salado y Rauch los persiguió hasta Laguna Brava, continuando en acción hasta enero de 1827. Aliado a los tehuelches, combatió
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a los pampas. Venció así, en sendos encuentros, a los caciques chilenos Uñol y Cañopán, y a Ancafilú, Nequelequé y Patruaca. Según testimonios de la época, los habitantes originarios le cobran odio mortal y juraron a eliminarlo. Poco más de dos años después lograrían su propósito. Luego de su actuación en los momentos previos a la fundación del Federación y de su gestión posterior al frente del fuerte, Rauch se unió a las fuerzas del general Levalle, ordenándosele que combatiera a las fuerzas federales de Miranda, apoyadas por los indios. En el combate de Las Vizcacheras, producido el 28 de marzo de 1829, el caballo de Rauch fue boleado. Grupos de indios lo acorralaron y terminaron degollando al ex oficial del ejército de Napoleón.
13 mar. 1837
El fuerte tiene 755 habitantes: 508 civiles y 247 militares (136 soldados, 100 carabineros y 11 artilleros)
La batalla de Junín
En 1824 los realistas aún se mantenían firmes en el Alto Perú, pero sus fuerzas estaban dispersas en la región. Por su parte, el ejército independentista estaba liderado por Simón Bolívar, quien en junio de ese año se dirigía hacia la sierra central del Perú para tratar de aislar a las fuerzas realistas del general José de Canterac.
El 6 de agosto Bolívar alcanzó a Canterac en una llanura a orillas del lago Junín, y ordenó a 900 jinetes de su caballería intentar detener a los realistas mientras la infantería los alcanzaba. Como respuesta, Canterac ordenó a su caballería atacar inmediatamente. En un terreno pantanoso, el combate inicialmente favoreció a los realistas, que comenzaron a entonar el himno de la victoria. Bolívar ordenó la retirada total, pero la batalla tendría un giro inesperado. En ese momento, dos escuadrones independentistas al mando del teniente coronel Isidoro Suárez, se lanzaron sobre los españoles, provocándoles numerosas bajas y obligándolos a retirarse.
Así fue como gracias al arrojo de Suárez, el Ejército Unido obtuvo una importante victoria, clave para la independencia hispanoamericana. En reconocimiento a la brillante acción, el general Bolívar cambió el nombre al regimiento “Húsares del Perú” por el de “Húsares de Junín”, que actualmente es la guardia montada del Presidente de la República del Perú.
Posteriormente Suárez participó en la Guerra del Brasil y luego prestó servicio en la línea de frontera contra los pueblos originarios. Identificado en el bando unitario, combatió fuertemente a las montoneras federales. En parti -
23 abr. 1838
>El Monumento a la Batalla de Junín
Al conmemorarse el primer centenario de la Batalla de Junín, en 1924, en el gobierno peruano dispuso la construcción de un obelisco. Diseñado por el arquitecto alemán Edmond Moeller, es una estructura de hierro revestida de cemento con una altura de 36 metros. En el interior de su base se encuentra un museo. En lo alto de la columna hay una esfera radiante con la inscripción "Junín". <
>Etimología de la palabra “Junín”
cular, logró contener una sublevación en el Fuerte Federación. En homenaje a su labor en la defensa del fuerte, y dada su decisiva acción en la batalla de Junín, el gobierno dispuso cambiar el nombre "Federación" por "Junín", el 13 de febrero de 1829. Con la llegada al poder de Juan Manuel de Rosas, líder federal, el 9 de junio de 1830 se anula el decreto de cambio de nombre y se restituye la denominación original “Fuerte Federación”, que permanecería hasta la caída de Rosas en 1852. <
16 nov. 1838
1838
La etimología es la especialidad lingüística que estudia el origen de las palabras, la razón de su existencia, de su significación y de su forma. Existen varias opiniones sobre el significado de “Junín”. La más aceptada es que proviene de una palabra fonéticamente similar del idioma runa-shimi que hablan los pueblos quechuas, que significa “llanura”. En algunas fuentes se citan las palabras "junish", "sunin" o “suni”, pero hay que tener en cuenta que en la fonética quechua la H y la S son parecidas a la J del castellano. El profesor peruano Patrón Contreras Vera afirma que “suni” es el nombre de una región del Perú situada a una altitud de 4.000 metros sobre el nivel del mar, mientras que “sunin” indica un lugar en particular dentro de esa región, por ejemplo una meseta o llanura. Para el médico y arqueólogo peruano Julio César Tello (1880-1947), “suni” es la puna fría. Efectivamente, la localidad peruana de Junín se encuentra en la llanura conocida como Pampa de Junín, junto al lago del mismo nombre, a más de
4.000 metros de altitud. En su “Monografía eclesiástica de la diócesis de Huánuco y Junín”, el obispo Francisco Rubén Berroa (1876-1958) afirma que “Junín” proviene del vocablo “surin” que significa “extenso”. En efecto, esa región peruana posee una extensa llanura.
Por su parte, el historiador y geógrafo peruano Mariano Felipe Paz-Soldán (1821-1886) sostenía que “Junín”·derivaba de la voz aymará “huni” o “unís”, que significa “pasto”.<
El origen del nombre de nuestra ciudad
Abandono, destrucción y renacer de esperanzas
Los pueblos originarios no se iban a conformar con la llegada del invasor que pretendía “civilizar” las Pampas. Ni en un comienzo, ni por largo tiempo. Ese hecho, la falta de medios, la naturaleza inhóspita, las largas distancias, luchas políticas que distraían fuerzas y desviaban preocupaciones, y mil otras circunstancias harían que los años pioneros fueran también años difíciles, arduos, escabrosos.
A poco menos de dos años de su fundación -primeros días de octubre de 1829- el Fuerte de la Federación estaba en gran parte destruido. Malones indios habían atacado a fuerzas reducidas en número y debilitadas, por lo antedicho, en su capacidad combativa, y habían destruido un sector de ranchos en el flanco derecho y parte de los cuarteles. Así lo anota Jorge H. Howden en su “JunínFundación y Gobierno - 18271852”.
Pero no aconteció solamente eso. A algo más de treinta días del establecimiento del fuerte, las obras de los cuarteles habían estado paralizadas por falta de materiales. Eso ocurría en los primeros días de febrero de 1828. Provistos los materiales y suministrada poco a poco la mano de obra idónea requerida para la tarea, la demandada activación de los trabajos hizo que por agosto del mismo año, el gobierno central agregue a los treinta y dos prisioneros de la guerra con el Brasil llegados con Escribano, primeramente otros doce, y después ocho más.
En 1830 -reseña Howden en la obra citada- el fuerte estaba “casi totalmente abandonado”. Un año después, Blas Mancebo, estanciero de Arroyo Dulce, ofreció sus servicios y encaró, por orden del gobierno, la construcción de galpones y obras afines, como lo haría poco después con el primer templo, la casa del cura y la primera escuela. Y a fines de ese mismo 1831, Mancebo le hizo saber a Juan Manuel de Rosas que muchos
>Altibajos demográficos
Las alternativas que se desprenden de lo consignado precedentemente habrían de manifestarse también en el movimiento de la población. A fines del año 1837 había aquí 247 militares, entre jefes, oficiales y tropa, y 508 civiles, incluidos los familiares de los miembros de la guarnición y otros pobladores. De estos últimos, que en total sumaban 130, quedaban dos meses después apenas 28 personas. Cinco años más tarde, entre pobladores comunes y familiares de jefes, oficiales y tropa, se llegaría a un total de 450. Las conclusiones son obvias. La situación se agravaría tras el derrocamiento de Rosas y la subsiguiente agudización del problema con los pueblos originarios. Repetidos malones arrasarían aldeas y pueblos en los límites con el desierto, obligando a los pobladores a abandonar masivamente estos lugares y a buscar asilo y protección en la zona
vecinos habían comenzado a llegar al fuerte, en busca de protección y con el propósito de radicarse. Encarada de este modo la reactivación, en 1832 habría de iniciarse el trazado del pueblo. Ese mismo año -el dato anecdótico puede tener alguna significación- había en el Federación dos pulperías, que dado el carácter de esos establecimientos abastecían
9 oct. 1841
interior. En 1854, en el ámbito del Federación había, por otra parte, sólo tres establecimientos de campo: los de Eulogio Payán, del comandante José Seguí y de Juan Villafagne. Además, para esa época no había aquí ni escuela, ni médico, ni sacerdote, y los soldados carecían de las armas necesarias y de una alimentación adecuada. En sus “Apuntes para la Historia de Junín”, René Pérez afirma que el estoicismo de los pobladores causaba admiración en aguerridos militares de la época. Para diciembre de 1855 no sólo no había cura, sino que ni se contaba con iglesia, y dos años después, la inseguridad era tal -sostiene R. Pérez- que la mayoría de los hacendados se retiró de Junín con sus haciendas hacia el interior de la provincia. Hasta los propios integrantes de la Municipalidad huyeron de tanta precariedad y angustia.<
a los pobladores de los víveres elementales, amén del infaltable tabaco y del inevitable alcohol. Esas pulperías, génesis pintoresca aunque auténtica, del comercio lugareño, eran de propiedad de una mujer portuguesa, suegra del teniente coronel Juan Esteban Rodríguez, el mismo al que en la sublevación de parte de la tropa producida en 1833 le saquearon la casa
>Autoridad y gobierno
Hasta agosto de 1853 el comandante militar del Fortín de la Federación ejercía la autoridad castrense y la civil y de seguridad. El 31 de ese mes fueron separadas las dos segundas de la primera y se nombra juez de paz al capitán José Eufrasio Ruiz, a quien se le asignó también la función de comisario. Las primeras elecciones municipales se realizaron el 11 de marzo de 1855, oportunidad en la cual fue elegido Santos Gómez, cuyo nombre ha sido vinculado con el de la Laguna de Gómez. A la sazón, Santos Gómez, hacendado, tenía 38 años de edad. Las contingencias políticas hicieron que en 1859 sea suspendida la elección de jueces de paz de campaña, los que volvieron a ser nombrados por las autoridades centrales. En 1860 -momento inicial de lo que podría entenderse como una nueva etapa para el desarrollo de Junín- estaba al frente del Juzgado de paz don Pedro J. Aparicio.<
cada uno de los cuatro vientos principales de modo que el éjido forme un cuadrado de ocho leguas de lado”. Se buscaba de ese modo facilitar el reparto de tierras entre los pobladores que concurrieran a establecerse bajo la protección del fuerte.
trense -también primer sacerdote asignado a la zona-, presbítero Carlos Torres, databa su correspondencia en el “Fuerte San Ignacio de la Federación”.
y le hicieron desaparecer toda su papelería, incluida su foja de servicios, y de un pariente del entonces comandante del fuerte, coronel Pedro Ramos, llegado aquí, como ya dijimos, al frente del Batallón de Libertos.
El proceso, aunque muy lento, seguiría en marcha. Un decreto del 9 de junio de 1832, le adjudicaba al fuerte un éjido de cuatro leguas “a
1841 1842
Al año siguiente -mes de marzo- estaban terminados los edificios destinados a templo, casa del cura y escuela, los que con el tiempo irían deteriorándose hasta su destrucción o serían destinados posiblemente a otros fines, como había de acontecer con el edificio escolar, casi treinta años después.
Acotemos que el templo, inaugurado recién a fines de 1834, sería puesto desde un comienzo bajo la advocación de San Ignacio de Loyola y que el primer capellán cas-
1843
A pesar de las disposiciones y hechos que acabamos de reseñar, para enero de 1855, había aquí sólo seis casas de ladrillo con techo de paja y dos con el llamado en ese entonces “techo de azotea”. Cabe presumir que el resto del más que pequeño pueblo estaba constituido por elementales ranchos de adobe. Otro dato vinculado con el tema y con la época: la traza del pueblo sería aprobada recién por decreto del 4 de julio de 1857. En ese mismo mes, más precisamente el día 6, Junín es citado por primera vez como partido de la provincia de Buenos Aires.<
Éxodo repetido de estoicos pobladoresFestejos en el fuerte por la muerte de Lavalle 15 dic. 1842 Fallece José Corvalán 16 ene. 1842 Solemne funeral por Encarnación Ezcurra, esposa de Rosas, fallecida en 1838 José Seguí Comandantes del Fuerte Federación >Junín es hoy la ciudad más importante del noroeste bonaerense, pero hace 190 años el fuerte que fue su origen, estuvo a punto de desaparecer.
Un poeta le canta al Salado
Una avanzada junto al río que llega de lejos
El Río Salado figura ya en mapas muy antiguos. Fue referencia en el virreinato para el avance de la línea de fronteras. Lo fue, con mayor razón, para los gobernantes criollos acuciados por el “problema del indio”. Y resultó motivo de opiniones distintas -¿de un lado o a otro de su cauce?- para el emplazamiento del “fuerte de El Potroso”.
Enrique Guillaume -poeta y periodista- no nació en Junín. Vivió aquí. Aquí creó. Y, como lo reconoce en su libro “De la vida simple”, editado precisamente en nuestra ciudad, Junín fue el pueblo natal de una renovación suya “en espíritu y en vocación”. Aquí es-
cribió también este luminoso
“Romance del Río Salado”: Han nacido caracolas, para cantarte, mi río; caracolas musicales como la risa de un niño.
Llegas de lejos, tejiendo la trova del peregrino, con madrigales de hierba y coplas de rubio trigo. Eres doncel veinteañero aunque tengas muchos siglos; tus calzas, de trébol verde, y tu gorguera, de lino.
Llevas capa flexible que sabe del flanco herido: acero de luna y cielo y de lucero perdido. Y vaina de pez de plata y de prado florecido, y collares de diamante sobre tu cuello ceñidos.
>Poeta de la vida simple
Enrique Guillaume nació en Córdoba el 1 de diciembre de 1907. Allí cursó sus estudios primarios y secundarios, trasladándose luego a Pergamino. En 1931 se casó con Magdalena Menéndez, con quien tuvo dos hijas: Sara y Nora. Entregado a la poesía, en 1940 publicó “Soledades”, su primer libro. Luego vendrían “Vida Sosegada”, en 1941, y “La Sandalia y el Mirto”, en 1943. En 1947 emigró a Junín, donde se radicó definitivamente. En 1952 publicó “De la Vida Simple”, su cuarto libro. Sus obras recibieron elogios de los críticos y personalidades del mundo literario. El 18 de junio de 1941, Tirso Lorenzo se refirió a “Vida Sosegada” diciendo que “el mejor y más justo homenaje que se puede hacer a esta colección de poesías es reconocer que realiza su exteriorización de belleza y finalidad emotiva con los resortes líricos más sencillos, sin forzar la cuerda retórica y en acentos vertidos
Se
>Enrique Guillaume.
con admirable serenidad y llaneza. Es poesía que corre como agua mansa y deja en el alma vivas sensaciones de ternura y conformidad. No intenta deslumbres imaginativos, y gana el corazón con las artes más nobles y exquisitas de la expresión.” Guillaume también trabajó como periodista en varios medios. Falleció en Junín el 14 de mayo de 1956, a los 48 años de edad.<
El verso juega en tus aguas como si fuera un chiquillo y teje rondas celestes con libélulas y grillos.
Y buscando el horizonte en la llanura perdido, se me escurren de la mano flor, estrella, hierba y río.<
>El “Paso Vargas”
Como río de llanura que es, el Salado se ve sometido a crecidas periódicas, que ahondan su profundidad y aceleran el ritmo de marcha de sus aguas. Desde tiempos inmemorables la erosión habría dejado una capa de tosca, en un punto emplazado entre la actual Ruta Nacional Nº 7 y el Puente Macucho. Los indios -se afirma- conocían esa circunstancia y aprovechaban el “paso de piedra” para vadear el Salado. Ya en 1796 Félix de Azara descubrió una concurrida rastrillada que cruzaba el río por dicho punto. De él se valieron también soldados y pobladores iniciales para llegar al Federación y para retornar a la margen derecha del curso de agua. Lo utilizaron asimismo muy intensamente los colonos de la región, en sus viajes y acarreo de mercaderías y productos de la tierra. Llamado con el tiempo “Paso Vargas” -allí residió el legendario Pablo Vargas-, fue cerrado al uso público al alambrarse en 1903 el predio respectivo. Recordemos, a título de ilustración, que el primer puente construido en la región fue levantado recién en 1882 sobre un arroyo afluente de la laguna del Carpincho, en el viejo camino de Junín a Salto y a Chivilcoy.<
>La otra cara del río
El poeta le canta al río desde la intimidad de su emoción. El geógrafo, el estudioso de la naturaleza como hecho y como posibilidad de crecimiento humano, cumple su cometido mirándolo en su realidad y en sus perspectivas.
"¿Qué es Buenos Aires…? Un país en una provincia", publicación oficial del gobierno bonaerense, describe así a nuestro Salado:
"El Salado es el principal colector de las aguas de la provincia. Nace en las lagunas de Mar Chiquita y Gómez y del Carpincho, en Junín y su cauce es muy variable. Numerosos arroyos y cañadas le sirven de afluentes; sobre su margen izquierda: los Peludos, Chivilcoy, las Saladas, de las Garzas, y el desagüe de la faja lacustre de Vidal, Chascomús, Manantiales, Chis-Chis y La Tablilla. Por la margen derecha: Saladillo, Vallimanca, Las Flores y Camarones; y tributarios diversos canalizados por acción del hombre, donde a su vez desembocan arroyos nacidos en las sierras, como los de Tandileofú, Tapalquén, Azul, de los Huesos, Chapaleufú, El Perdido y Chelforó".
Recordemos, a pesar de los transcripto, que ya desde el siglo XIX se viene afirmando que el Río Salado se origina en el derrame de la laguna del Chañar, en territorio santafesino y que es continuación del Río Quinto.<
2 may. 1846
El general Lucio Mansilla es informado por sus superiores que siendo el Fuerte Federación "la llave del Departamento", resultaba necesario incrementar sus fuerzas incorporando 150 hombres
La salud pública en el Fuerte
Viruela, escarlatina, cólera
Poco es lo que puede relatarse en materia de salud pública, en el primer medio siglo de existencia del Fuerte de la Federación. Bien conocemos el lento proceso habido en ese terreno aquí y en todo los ámbitos del mundo.
Recién en 1880 habrá de comenzar el desarrollo de la actividad médico-profesional, con un sucederse de nombres que irán siendo jalonados por los de los doctores Daveere,
Cellotti, Carbonell, Pombo, Juan B. Justo, Luis Paulero, el "Doctor Inglés" (Mihangel Ap Iwan) y Francisco N. Cabrera, entre otros.
Hasta ese entonces los médicos integraban la dotación del fuerte y en 1878 actuó el último médico contratado por el gobierno para asistir a la guarnición y a los pobladores, aunque seguirán existiendo los médicos del municipio y de la policía. El primer facultativo des-
>Conducta reprobable
En marzo de 1835, cuando Juan Manuel de Rosas era designado gobernador de la provincia de Buenos Aires y se lo investía con la suma del poder público, el coronel Mariano García ocupaba la comandancia del fuerte. Servidor incondicional del Restaurador, García acató al pie de la letra las órdenes contra militares y civiles sospechosos de pertenecer al unitarismo. No contento con ello, por iniciativa propia delató a reales o presuntos enemigos del gobierno. Y en alguna carta hasta se declaraba "súbdito" de Rosas.
A finales de aquel año, Mariano García se enfermó. Lo reemplazó el teniente coronel José Corvalán, quien se encontró con una situación evidentemente irregular: el almacén de provisiones y materiales estaba desabastecido, en la estancia de García había postes de ñandubay pertenecientes al Estado, los soldados de la Compañía de Dragones estaban "enteramente desnudos"; la tropa de caballería se encontraba desprovista, en su mayoría, de bozales, maneas, boleadoras, chifles, etc.;
y por imprevisión, la falta de comodidades hacía que numerosos cueros vacunos estuviesen apilados a la intemperie.
Además, Mariano García era dueño de una pulpería que funcionaba sin pagar la patente de rigor, y hacía trabajar como capataz de su estancia a un carabinero del fuerte.
Juan Manuel de Rosas ordenaría la instrucción de un sumario para analizar la conducta del ex comandante del fuerte. Sin embargo, poco tiempo después Mariano García moría y se paralizaban las actuaciones.<
tinado aquí fue el Dr. Juan Betancourt o Betancour, designado en 1828. Hubo un nombramiento previo, el del Dr. Pantaleón Benítez, que fue cancelado a poco de haberse producido.
De epidemias registradas aquí en ese primer medio siglo, hay constancias fehacientes, aunque muy escuetas, de dos. En septiembre de 1836 se abatió sobre el Federación el flagelo de la viruela,
el de la escalofriante "viruela negra" de tiempos idos. El mal adquirió proporciones de alarma.
El comandante Corvalán informó a la superioridad que "no hay médico, ni tampoco remedios para poder curar a los enfermos". Días después se le anticipó el envío "a la mayor brevedad" de un profesional con medicinas y con vacunas para la tropa y la población. Tiempo después,
>Una quinta en el “desierto”
Había transcurrido poco más de un lustro de la fundación del Fuerte de la Federación. Los momentos eran difíciles. La desolación se cernía frecuentemente -o casi de continuo- sobre el “bastión civilizador”. Se trabajaba, sin embargo. Así lo parece demostrar un informe elevado al gobierno el 4 de febrero de 1833 por el vecino Juan Garay, beneficiado con tierras en el éjido del fuerte.
En la nota, el laborioso poblador daba cuenta de que en la extensión recibida había sembrado maíz “morocho” y un poco “del blanco y misionero”. Pero no quedaba ahí la cosa. Garay, sin duda más quintero que chacarero, según las denominaciones y los usos actuales -o ambas cosas a la vez-, cultivaba además en su predio sandías, melones, “mates” grandes y chicos, porotos, batatas, habas, arvejas, ajíes, tomates, perejil, cebolla, lechuga y rábanos. Fruticultor también, forestador y amigo de las flores, había colocado asimismo veinte mil plantas de durazneros, parras, higueras, membrillos, sauces, paraísos, álamos, acacias, cañas y rosales.
Casi “desierto” aún, la pampa húmeda comenzaba a rendir en posibilidades, respondiendo de ese modo al esfuerzo pionero del trabajo.<
el Dr. José María Cuenca, enviado a raíz de la epidemia de viruela, enfermaría gravemente de "vómito de sangre" -así lo consigna un parte-, desconociéndose su suerte posterior.
En marzo de 1837 se registró una epidemia de escarlatina, que atacó "con alguna fuerza" a integrantes de la guarnición y a familiares, ignorándose también la evolución y consecuencias del mal.
Una epidemia de la época que al parecer no afectó mayormente a Junín, motivó medidas especiales de la corporación municipal. Ante el "cólera morbus" que a fines de 1867 venía haciendo estragos en poblaciones de la región, la Comuna dispuso el 7 de enero de 1868 que en plazo perentorio -dentro del término de tres días- los vecinos procedan a dejar sus
>Actitud valiosa
casas "en perfecto estado de aseo" para lo que el carro de policía saldría a prestar servicios por la mañana y por la tarde.
La medida incluye, bajo la pena de multas de cincuenta a doscientos pesos, la obligatoriedad, por parte de los vecinos, de barrer el frente de sus domicilios los días martes, jueves y sábados, antes de las ocho de la mañana, de cortar los yuyos existentes en las veredas y de blanquear, en el término de ocho días, las habitaciones interiores. Una última mención en la materia, referida en este caso a la actividad farmacéutica. En 1868 había en Junín un boticario, el único en toda la frontera norte. Ésta cubría un frente de treinta leguas, con cuatro pequeños fortines dependientes: los de Chiquiloy, Médano de Acha, Chañar y Estaqueadero.<
En julio de 1832, los componentes del Batallón de Libertos, adscrito al Federación desde ocho meses antes, se abocaron al cultivo de una quinta para distraer ocios y proveer una mejor alimentación de la tropa.
La iniciativa había partido del jefe del Departamento del Norte de fronteras, coronel Pacheco, quien había previsto además que la quinta "podría servir de plantel para árboles y semillas" destinados a los pobladores. <
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Su valioso aporte a la libertad de expresión es fundamental en los tiempos actuales. A lo largo de su extensa trayectoria, han sabido cumplir con la tarea fundamental de informarnos y entretenernos. Celebro que este nuevo aniversario sea la continuación de un largo recorrido, en el que sigan aportando su huella en el periodismo.
!Felices 92 años!
Hechos y anécdotas en la historia del Fuerte
Fusilados y azotados
>El primer baqueano
Tal como se desprende de una nota oficial del comandante Bernardino Escribano, el primer baqueano de esta región habría sido Manuel Balmaceda, cabo de su regimiento. Según el fundador, Balmaceda hacía salidas diarias al campo, siendo sus servicios fundamentales, pues tenía “conocimientos muy prácticos” de estas regiones.
Al respecto resulta ilustrativo recordar algunos de los párrafos que Sarmiento le dedica en su “Facundo” a esa figura clave de la pampa argentina:
>Al margen de la crónica
Como toda la frontera del entonces llamado “desierto”, estos pagos fueron escenario de duros encuentros con la naturaleza, de sangrientos combates con indios, de justicieras luchas con gauchos alzados, con desertores o con caudillos levantados contra la autoridad.
Lo fueron también de rigores derivados de una vida ruda, áspera, inflexible. Como lo eran las sanciones, los castigos, las represiones.
Quienes recorremos hoy diversas latitudes de la ciudad y su contorno, no podemos saber con certeza si lo que en la actualidad es un paseo, un jardín, una escuela, llegó a presenciar la pena del azote lacerante, de la estaqueada ávida de sombra y de agua, o del fusilamiento, por delitos que en nuestros días merecían tipos muy distintos de sanción. La falta de clarificación sobre el emplazamiento del mojón fundacional y, por ende, de la plaza del fuerte o de la plaza pública -sitios habituales de castigos ejemplarizadoreslo impide.
Recordemos simplemente, entonces, algunos de los hechos de esa índole cuya memoria ha llegado a nuestros días:
En octubre de 1835, un piquete del Escuadrón de Línea Nº 1, que se dirigía a Federación, se sublevó. La respuesta de Rosas fue terminante: que cuatro de los rebeldes fuesen ajusticiados en la plaza del fuerte, en presencia de los restantes, a los que se les recargó el servicio en cinco años. En el primer mes murió por fusilamiento en la
plaza pública el sargento primero de la Compañía de Dragones del fuerte José María Figueroa.
El ajusticiamiento siguiente respondería a un doble delito: deserción y robo. Cuatro soldados detenidos tras haber desertado del escuadrón de línea -lo que ocurrió en Los Patos-, llevándose vestuario, montura, armamento y municiones, recibieron esta pena: dos de ellos fueron fusilados, y a cada uno de los restantes se les aplicaron trescientos azotes y tres años de recargo.
Los indios hostiles tampoco podían escapar de la regla. Dos de ellos, aprehendidos cerca de Las Palmitas, fueron condenados “a la horqueta” durante veinticuatro horas. Cumplida esa pena, un soldado habituado, por así decirlo, a la matanza de indios, los degolló. La deserción, agravada por el robo de dos caballos patrios y de once de “oreja entera”, estos últimos de propiedad de oficiales del escuadrón, motivó en diciembre de 1836 el fusilamiento, en la plaza pública, de tres integrantes de la tropa. En ese mismo mes, un robo en los almacenes del fuerte hizo que el autor principal del delito fuera sancionado con trescientos azotes y seis años de recargo, advirtiéndosele que de reincidir se lo fusilaría; sus cómplices recibieron cincuenta azotes cada uno, y tres mujeres implicadas en el hecho, veinte azotes cada una. El cabecilla del grupo -un tal José María Silva- reincidió y, de acuerdo con lo que se le había anticipado, murió tiempo después por fusilamiento.<
El baqueano -expresa- “encuentra una sendita que hace cruz con el camino que lleva; él sabe a qué aguada remota conduce; si encuentra mil, y esto sucede en un espacio de cien leguas, él las conoce todas... El sabe el vado oculto que tiene un río más arriba o más abajo del paso ordinario... conoce en las ciénagas extensas un sendero por donde pueden ser atravesadas sin inconveniente...
“...si se encuentra en la pampa y la oscuridad es impenetrable, entonces arranca pastos de varios puntos, huele la raíz y la tierra, las masca, y después de repetir este procedimiento varias veces, se cerciora de la proximidad de algún lago o arroyo salado o de agua dulce, y sale en su busca para orientarse fijamente. El general Rosas, dicen, conoce por el gusto el pasto de cada estancia del sur de Buenos Aires”.
Según Sarmiento, el baqueano “anuncia también la proximidad del enemigo... por medio del movimiento de los avestruces, de los gamos y guanacos que huyen en cierta dirección” y hasta es capaz de determinar, a distancia y por el espesor de la polvareda que levantan, el número de las fuerzas que se aproximan.<
El manido título es seductor para el oficio periodístico. Lo es por comodidad. A veces, por subjetividad. Esto último, cuando el comentario, vedado por la estructura de la crónica, puede surgir de la anécdota marginal y sabrosa. Lo primero, porque el desarrollo de los acontecimientos -o del relato- no permite la introducción de la anécdota o de la curiosidad. Creemos que éste es el caso. Por comodidad, y hasta para distracción. Y, por tales, dos breves referencias: Los azarosos días iniciales del Fuerte de la Federación no lo fueron sólo para los soldados y familiares. Los presos brasileños llegados con Escribano deben haber padecido gravemente la situación. Son de presumir, también, intensos deseos de poner término a una situación desgraciada y de intentar el retorno a la patria. En agosto de 1828, fugan seis brasileños, sobre cuya suerte posterior no existen referencias. Sí las hay sobre los 37 que quedaban en octubre del mismo año, en que fueron puestos en libertad por disposición gubernamental. Treinta de ellos optaron por regresar al Brasil; los restantes se radicaron en Buenos Aires. Y ésta es de indios. O referida a ellos. La crítica situación imperante en 1853 hizo que el gobierno implantara -ya desde entonces- un severo plan de economías. Los primeros en sufrir el impacto fueron los indios “amigos” del Fuerte de la Federación. Estos venían recibiendo por mes noventa reses vacunas, cuyo valor era de setenta pesos -ah, los pesos fuertes- cada una. A partir de fines del año mencionado, se les comenzaron a suministrar yeguas, desde luego que para consumo. Para el gobierno, una economía de 1350 pesos mensuales; para la indiada, el galopante cambio de dieta.<
>Un periodista
Allá por 1854 comenzó a ser reemplazado, en algunos documentos, el nombre de Federación por el de Junín, con lo que retomó vigencia, al menos de hecho, el derogado, aunque al parecer no olvidado, decreto del almirante Guillermo Brown.
A pesar de ello, un despacho periodístico de la época -el primero del que tenemos conocimiento fechado aquíutiliza aún el nombre primitivo.
Ocurrió el 26 de abril del año mencionado, con motivo de la visita del gobernador de la provincia Pastor Obligado, quien venía realizando una gira por el territorio de su jurisdicción.
El despacho del corresponsal -suponemos que viajero- del diario “La Tribuna”, dice así:
“Fuerte Federación, abril 26. Hablar de este pueblo es afligente. Figúrese usted una población semisalvaje, viviendo con otra completamente bárbara. ¡Qué cuadro tan lúgubre nos presenta el hombre civilizado! Oprime el corazón ver la degradación llevada al último extremo”. Al margen del respeto -y hasta la emoción- con que brindamos este documento, el tono del despacho nos hace recordar unos versos de alguien que hasta hizo vida semisalvaje y bárbara:
De los males que sufrimos hablan mucho los puebleros, pero hacen como los teros para esconder sus niditos: en un lao pegan los gritos y en otro ponen los güevos.
José Hernández - “Martín Fierro”.<La Pampa en guerra
De malones y tolderías
Numerosos malones debieron soportar el Fuerte Federación y posteriormente el ya formado pueblo de Junín. Hasta pasada la década de 1860, en que vientos de progreso aventarían ruinas y darían vida a iniciativas promovidas y movidas por hombres como pedro Aparicio, Eulogio Payán, Roque Vázquez, el maestro y luego autoridad municipal Telésforo Chávez, Manuel Sampayo, Santos Gómez y otros. Ya en los primeros meses se produjeron ataques y depredaciones. La laguna del Potroso sufrió una fuerte invasión en noviembre de 1835, mientras el comandante Mariano García se encontraba en Melincué. Anoticiado, se puso en marcha al frente de sus soldados, enterándose luego de que los “invasores” no eran muchos y estaban siendo perseguidos por Santiago Yanquelén. En efecto, el cacique amigo había tomado la iniciativa y, reuniendo a doscientos cincuenta indios, había salido en persecución del malón. En tres días había logrado rescatar a los cuatro cautivos y los 800 yeguarizos que habían alzado en la zona. Los jefes del malón eran los caciques Cariniquel, Payné y Guñupuel, que quedaron detenidos.
Como retribución, Yanquelén se reencontraría 7 meses después con su caballada, por gestión de efectivos del fuerte. Indios enemigos habían dejado a pie a su tribu en un atrevido golpe. Una partida encabezada por el teniente Manuel Pérez les siguió el rastro por más de veinte leguas (unos 100 kilómetros). En forma coincidente, el comandante Ramón Maza regresaba al fuerte, tropezando con los perseguidos. Entró en combate, los derrotó y recuperó la caballada de Yanquelén.
No siempre el triunfo fa -
vorecería a los soldados del fuerte. Caído Rosas, el “problema indio” cobra perfiles trágicos. El 9 de septiembre de 1854, por la mañana, grupos de indios se lanzan contra el Fuerte Federación. El mal estado de la caballada dificulta su posterior persecución. El malón se alzó con 626 yeguarizos.
Nueve días antes, una partida de soldados en recorrida de inspección había sido sorprendida por un centenar de indios. Ante la desproporción de fuerzas, el jefe de la partida ordenó el retiro. La noticia llegó al fuerte a las 4 de la tarde del día siguiente. El lugar del ataque se encontraba a unas doce leguas del fuerte (unos 60 kilómetros), pero cuando los efectivos llegaron allí -eran ya las once de la noche- los agresores habían huido con vacunos y caballos.
Y a comienzos de ese mismo 1854, un ataque al campo de Eulogio Payán y una invasión posterior al establecimiento de Santos Gómez -ubicado a 15 kilómetros al oeste del fuerte- habían creado gran desaliento y el éxodo de nuevos pobladores que al abandonar el partido se retiraban con sus haciendas y demás pertenencias.
Por último, en noviembre de 1855 se produjo una nueva invasión en los alrededores de la Laguna de Gómez. Para perseguir al centenar de intrusos, el comandante Ruiz dejó en el fuerte a setenta y dos soldados y llevó consigo a cuarenta y ocho hombres de tropa y a veinte indios, encabezados éstos por el capitanejo Mariano Yanquelén, descendiente de Santiago Yanquelén. La esforzada partida debió recorrer infructuosamente una distancia de cuarenta y cinco leguas (230 kilómetros), pues la habilidad
del indio y su conocimiento de la pampa permitieron la fuga.
Más de mil indios -intentos finales de un desierto que se resistía al avance del hombre blanco- asolaron en los primeros días de mayo de 1871 la zona de General Lavalle. El coronel Martiniano Charras, comandante de la frontera norte, inició la marcha hacia Médano del Acha con el Regimiento Nº 3 y con ciento cincuenta guardias nacionales. En Acha recibió la noticia de que los indios habían sido derrotados en la laguna La Picasa. Sin embargo, Charras sufriría en su patrimonio las consecuencias de la invasión, pues a pesar de la derrota habían logrado llevarse cien animales de su propiedad, además de trescientos vacunos del gobierno.
El 29 de julio de 1871, unos ciento cuarenta indios invadieron la frontera. El comandante Medina se propuso atacarlos, a pesar de que entre los sesenta y cuatro guardias nacionales de que disponían, veintinueve eran jóvenes que ni siquiera sabían formar en línea ni tomar eficazmente una carabina. Como prevé una suerte adversa, envió a Junín a un chasqui que, sorprendido por los indios, se extravió.
Charras recibió igualmente la noticia de la situación crítica que vive Medina. Partió con noventa hombres del 3 de Caballería de Línea, se reunió con la fuerza de Medina, marchó toda la noche y hasta el mediodía siguiente, pero todo resultó en vano. Los indios habían escapado llevándose cautivos a una mujer y dos niños.
Poco menos de dos meses después, la indiada volvería, esta vez en dirección al Cantón Morote. En la ocasión el éxito favorecería al perseguidor, sargento
>¿El último malón?
En materia histórica -o de crónica, si se prefiere- no hay palabras definitivas. Hablar de un último malón supone haber extremado posibilidades de indagación, difíciles para el historiador, inalcanzables para el periodista. De ahí el interrogante. Supongamos, sin embargo. Y fundamentalmente, relatemos. El 1 de diciembre de 1876, el coronel Ataliva Roca partió al frente de su tropa con dirección al establecimiento “Coffú”, a 50 kilómetros de Junín, para trasladarse luego a Chiquiló, 20 kilómetros más adelante. Iniciada la marcha, un crecido grupo de indios atacó su flanco derecho. Pudo llegar a la estancia “Cougling”, donde fue informado de que grupos indígenas estaban invadiendo establecimientos ubicados a la retaguardia de sus fuerzas. Roca inició de inmediato un trayecto de 50 kilómetros hacia el fuerte Rivadavia, disponiendo al mismo tiempo el envío de un chasque al comandante Manuel
Francisco López, quien no sólo rescató a una mujer cautiva y a sus dos hijos, sino que capturó los numerosos vacunos y yeguarizas que habían sido arreados.
El año 1874 presenciaría en Pichi-Huerto un
Sanabria, en el Fuerte Lavalle. Sanabria se encontró con su subalterno, le asignó el flanco derecho al sargento mayor Manuel Cuesta, y el izquierdo a Ataliva Roca y a sus guardias nacionales de Junín. La rastrillada los fue guiando en la búsqueda de los indios, cuando alrededor de las diez de la noche se desató una fuerte lluvia y los rastros desaparecieron. El baqueano Juan Massa reencontró el rastro, mientras jefes, oficiales y la tropa aguantaban el chubasco pie en tierra y con los caballos a la rienda. La marcha se reanudó hasta que las tropas encontraron a los indios, que habían acampado. En forma sorpresiva y violenta, Roca y sus guardias junineros atacaron a la indiada, que respondía al famoso cacique Pincén, apresado poco después por las tropas del coronel Villegas. Cayeron en la refriega cuarenta indios, y fueron rescatados seis mil yeguarizos, robados en su mayor parte en Junín y el resto en Bragado.<
encuentro entre indios y la escolta de la comisión del sargento mayor Jose Orellano. Tras recia lucha, once indios quedaron muertos y Orellano resultó herido. Tres días más tarde, efectivos encabezados
por el comandante Antonio Timote alcanzaron a los atacantes y los derrotaron categóricamente. Orellano moriría jornadas después y sería sepultado en el cementerio de Junín. <
Aventuras y desventuras
No todas fueron ocurrencias de José Hernández
El poeta tiene su mundo. El poeta ve al mundo a través del cristal de su subjetividad, de sus sentimientos, de sus emociones, hasta de sus pasiones.
Más aún si como poeta, como tal poeta, manifiesta paladinamente una actitud comprometida frente a su obra: "Pero yo canto opinando, que es mi modo de cantar". Así era José Hernández.
En su infancia, en su adolescencia y en su juventud primera vivió el campo argentino en Sierra de los Padres y en Camarones. Ya a los dieciocho años fue combatiente en el Rincón de San Gregorio. Actuó luego como soldado en los campos del Tala.
Ejerció el periodismo en años de polémicas enconadas, de agudos enfrentamientos escritos o verbales, de luchas políticas que más de una vez concluyeron en el campo de batalla. Esto es, en circunstancias en las que más que nunca había que tomar partido, si es que alguna vez corresponde no hacerlo, si es que puede
haber en la historia épocas neutras e incoloras.
Y él tomó partido combatiendo en Cepeda, en Pavón y en Cañada de Gómez, brindando su brazo armado al hermano oriental y militando entre los heroicos defensores de Paysandú, plegándose al levantamiento de Ricardo López Jordán y acompañándolo hasta la derrota definitiva en Ñaembé tras haber participado en los hechos de armas de Sauce, Concepción, Santa Rosa y otros, apoyando con la pluma a Adolfo Alsina, siendo diputado y senador en la Legislatura de nuestra provincia.
Tuvo la experiencia del agro y la milicia, de la tribuna, la cátedra y la función pública. Y fue poeta.
Su obra máxima alterna lo lírico con lo épico. Lo primero, como expresión de un sentimiento enraizado en el temblor del hombre frente a las cosas y en medio de los hombres. Lo segundo, que no evoca grandes acciones jalonadoras de historia, pero que reedita hechos aparentemente pequeños,
Fuerzas reducidas en número, armamento insuficiente por comprensibles razones de disponibilidad de fondos en una empresa que abarcaba decenas de leguas, municiones que escaseaban por la misma razón, todo hacía que el soldado, el "milico" en romance gauchesco, debiera suplir la falta de elementos con coraje, audacia, picardía. El "Martín Fierro" es testimonio de los ardides a los que debió recurrir el soldado de frontera para "salvar el pellejo" y fundamentalmente para continuar una acción de la que posiblemente no era conciente, contra la que muchas veces se rebelaba, pero cuyas consecuencias a todos nos estén beneficiando de un modo u otro. No sólo faltaban a veces las armas personales. A casi dos meses de la fundación, el Federación disponía de piezas de artillería que no eran utilizables por la falta de explanadas o de cuñas. Daban entonces las armas pa' defender los cantones,
por momentos hasta sórdidos, que como en el caso de la gesta fortinera hacen historia.
Habrá en su "Martín Fie -
que eran lanzas y latones con ataduras de tiento... las de juego no las cuento porque no había municiones.
Cuántas veces, un maneador tendido, las peligrosas "bolas" -las boleadoras, las mentamos ahora-, de las que "las tres marías" eran de una eficacia increíble, salvaron la vida del soldado... Dios le perdone al salvaje las ganas que me tenía. Desaté las tres marías y lo engatusé a cabriolas. Pucha! si no traigo bolas me achura el indio ese día. Las "bolas" voltean al indio. El "milico" salta del caballo. Lo demás, será cuestión de fuerza, habilidad, destreza y... suerte. Ahí nomás me tiré al suelo y lo pisé en las paletas; empezó a hacer morisquetas y a mezquinar la garganta... pero yo hice la obra santa de hacerlo estirar la jeta.<
10 oct. 1856
Fallecimiento de José María Flores
rro" tintas recargadas. Su gaucho -"esa clase desheredada de nuestro país", como le dice en una carta a José Zoilo Miguens- tendrá perfiles de idealización romántica. Traslucirá su obra hechos ni tan universales ni tan constantes. Pero hay en ella personajes y en espe-
>La caballada
cial situaciones que parecen como calcadas de la historia del Fuerte de la Federación.< Sigue en pág. 18
Como era de prever, ya desde los momentos iniciales de la existencia del fuerte, más aún, por esa razón de presencia primera, la hostilidad de la naturaleza fue agresiva. El 4 de enero de 1828, apenas a ocho días de la fundación, el comandante Bernardino Escribano le escribe a Juan Manuel de Rosas que la "abundancia de sabandijas" ha inutilizado la caballada. En comunicación posterior -26 de mayo del mismo año-, el comandante Federico Rauch, que se había reintegrado a su cargo, informa a la superioridad que la caballada se encuentra muy atravesada que no hay caballos para ensillar ni siquiera para el servicio de baqueanos.
Ah, si partía el corazón ver tantos males, canejo! Los perseguíamos de lejos
sin poder ni galopiar. Y qué íbamos a alcanzar en unos bichocos viejos!
Al problema de la caballada se uniría, en algún momento, el de la falta de elementos para la ensillada.
Tras la invasión india del 12 de agosto de 1828 a la zona del Carpincho, Rauch informaría que por la carencia de monturas sus soldados habían tenido que combatir "montados en pelo". Sus superiores, molestos por la comunicación, le hicieron cargos sobre la acción cumplida por él en el rechazo del malón, por lo que el comandante pidió la formación de un consejo de guerra para que juzgara su conducta. Vistos los méritos del coronel Rauch, aquellos desecharon el pedido y se dieron por satisfechos.<
20 oct. 1856
Se establecen los Departamentos Judiciales de la Campaña, estando Junín en el del centro
1856 1857
18 jul. 1858
Se establece por decreto la línea de frontera que pasa por Junín
1858
Aventuras y desventuras
>Los contingentes
Documentos de la época dan testimonio de los procedimientos peculiares utilizados en las levas para proveer de hombres a las guarniciones de frontera. Y de los motivos de inclusión de los contingentes que iban a parar a fuertes, fortines y cantones. Durante la epidemia de viruela del año 1836, llegaron al Federación, para ser incorporados a Escuadrón de Carabineros del Regimiento Nº 4, seis detenidos. Tres de ellos, por haber robado vacunos o yeguarizos; otro, por habérselo encontrado con una yunta de bueyes robados; el quinto, por haber dejado fugar a dos presos siendo miliciano y estando de centinela; el restante, por ser "perjudicial" al pueblo de Baradero. Después me contó un amigo que el juez le había dicho al cura: "Que yo era un cabeza dura y que era un mozo perdido, que me echaran del partido, que no tenía compostura". Tal vez por ese consejo y sin que más causa
hubiera, ni que otro motivo diera, me agarraron redepente y en el primer contingente me echaron a la frontera. No podemos saber si ése
>El cruce de la frontera
El soldado del fortín soporta mil penurias.
había sido el caso del vecino de Baradero. Pero la tipificación de "perjudicial" abre cauce, obviamente, a lo imaginativo. La tentación se ha cumplido.<
L as familias "se hallan medio desnudas"; muchas no tienen ni "un triste rancho" y se vuelven a la frontera vieja, donde "no falta quien de compasión les dé abrigo, en algún rancho, y un pedazo de carne". Lo dice Rauch en carta del mes de marzo de 1828 al brigadier Juan Rondeau. La respuesta será negativa, porque el gobierno no está "obligado a dar casa para las familias" de los soldados. En el mismo mes, el comandante del fuerte informa que, acercándose el invierno, sus soldados no han sido provistos de ponchos. Y recién el 4 de junio se les anuncia el envío de ponchos cordobeses. La situación volverá a reeditarse al menos
22 sep. 1859
1859
-según constancias documentales- en agosto de 1835, en que el poco vestuario de las tropas "apenas basta a cubrir sus carnes", y en noviembre de 1836, en que los soldados están nuevamente casi desnudos. Yo no tenía ni camisa ni cosa que se parezca; mis trapos solo pa' yesca me podían servir al fin... No hay plaga como el fortín para que el hombre padezca. La fuga de las familias implica en muchos casos la deserción de los hombres, pues -como manifiesta Rauch- "es impracticable el contener hombres en un lugar donde no existen mujeres". <
No tolera, en cambio, el desarraigo de la familia ni eventuales injusticias. Habrá quienes huyen por cobardía. Pero los hay también quienes disimulan su falta de valor mediante recursos formales. Como Francisco Campaña, a cargo accidental de la comisaría del Federación quien el 28 de noviembre de 1828 pide su relevo por estar viviendo "en medio del peligro y expuesto a perder mi existencia". En la etapa fundacional, las deserciones son continuas. El regimiento, que estando todavía en el Salto, a mediados de 1827, tenía 500 plazas, las ve descender en marzo siguiente a 330, por deserciones y las inevitables bajas. Agreguemos que de esos 330 sólo hay disponibles, para la acción contra los indios, unos 200 soldados.
1860
En el '36 continuaban las deserciones, motivadas -dice René Pérez- no por falta de valor, sino por los rigores de la vida de frontera, muchas veces insoportables. Y pronto, sin ser sentidos, por la frontera cruzaron. Y cuando la habían pasao, una madrugada clara le dijo Cruz que mirara las últimas poblaciones; y a Fierro dos lagrimones le rodaron por la cara. El desertor se va con las pampas. Pero lo hace el que se siente objeto de la injusticia. No el otro, el que, por cobarde, no se le anima a la inseguridad de la toldería. Pero el primero abandona la "civilización" con pena, con dolor, con "lagrimones"...<
1861
Parlamento con los indios
Santiago Yanquelén o el precio de una traición
Allá por fines del 1834, el gobernador de Santa Fe, Estanislao López, estaba que se salía de la vaina, estaba “furioso de desesperado”, diría Rosas en una correspondencia. Una partida de entre cincuenta y cien indios, al parecer bonaerenses, había maloneado por territorio santafesino. Tras pasar por Melincué, había llegado a Cruz Alta, robando allí unos quinientos yeguarizos. De regreso a su toldería, la banda volvió a pasar por Melincué donde se alzó con veinte vacunos. La intrusión motivó el envío de baqueanos, los que, siguiendo la rastrillada, comprobaron que llegaba hasta los toldos del indio “amigo” Santiago Yanquelén, en inmediaciones del Fuerte de la Federación.
La furia y la desesperación de López buscaban un desahogo: ir a atacar a la indiada ladrona en su propio reducto. Se contuvo por respeto a Rosas, quien al responder al gobernador y caudillo amigo le manifestó que no podía creer que lo indios de Yanquelén hubiesen hecho eso. No obstante, propuso realizar un parlamento con el cacique, cuya tribu en esa época estaba formada por mil ciento cincuenta y nueve personas.
El 14 de marzo de 1835 llegó al Fuerte Federación la comisión designada por Rosas para representar al gobierno en el parlamento. La integraban los mayores Manuel Baldebenito y Pablo Costas, y el capitán Ramón Coyuepán, quienes al día siguiente se trasladaron a la toldería de Yanquelén. Éste los aguardó a distancia de su campamento, acompañado por dos capitanejos que representaban a los caciques Catriel y Cachul.
Los temas -en parte reproches de Rosas al cacique- incluían no sólo la eventual participación de la tribu en la incursión santafesina, sino también la devolución de los cautivos que tenía Yanquelén en sus toldos, la presunta comunicación de los indios de su grupo con salvajes enemigos y el hecho de que aquél salía
de la jurisdicción del fuerte sin permiso de la autoridad lo que hacía presumir que habría encabezado el ataque a tierra de López.
Formalizado el parlamento, el capitán Cayuepán leyó la comunicación de Rosas con interrogantes, cargos y advertencias, mientras el mayor Baldebenito oficiaba de lenguaraz.
Yanquelén negó los cargos, admitiendo empero que algunos de sus indios pertenecían a tribus enemigas del gobierno. Al mismo tiempo, prometió fidelidad a Rosas, se comprometió a devolver los cautivos y pidió que durante algunos días le dejasen a cuatro mujeres blancas para que enseñaran a coser a sus indias. Rosas habría de negarse a esta petición, porque quería darle corte definitivo al asunto. En cuanto a los cautivos, para el 24 de abril siguiente estaban devueltos.
Otro tema incluido en el par-
3 dic. 1862 Fallecimiento de Juan
lamento fue el de la voluntad de algunas cautivas de casarse con aborígenes de esa tribu. Rosas habría de requerir el envío de las parejas, pues él se ocuparía de la formalización de los casamientos, siempre que las cautivas manifestasen su voluntad de hacerlo y que sus “pretendientes” abrazaran la fe cristiana.
Dos años después, en octubre de 1837, Santiago Yanquelén le pidió al comandante Corvalán que le ordenara hacer un zanjeado en la zona de la Mar Chiquita en la que tenía asentados sus toldos. Cinco soldados del fuerte trabajaron desde fines de ese mes hasta diciembre en la realización de la obra. Esta tenía la forma de un trapecio irregular de dos cuadras de lado, una y media de base y tres de boca; su profundidad era de dos varas y media, aproximadamente 2 metros.
El zanjeado -protección y
Hace trotiadas tremendas dende el fondo del desierto; ansí llega medio muerto de hambre, de sé y de fatiga; pero el indio es una hormiga que día y noche está despierto.
José Hernández - “Martín Fierro”>La sede de la tribu
defensa- sería de algún modo la tumba de Yanquelén. Los hechos se produjeron el 23 de abril de 1838, cuando la toldería de aquél fue arrasada por indios enemigos, entre los que se contaba el cacique blanco José Baigorria. Los invasores huyeron llevándose a cuatro indios de Yanquelén. El comandante Corvalán salió a perseguirlos, dirigiéndose a Cabeza de Vaca, a seis leguas del fuerte. Previamente se detuvo en la toldería amiga y convino con el cacique la forma de ataque. Santiago Yanquelén habría de traicionarlo, refugiándose en el zanjeado, en lugar de encaminar a sus indios hacia el rumbo acordado.
A Corvalán, privado del apoyo indígena, las cosas le fueron mal. Los enemigos eran muchos: más de quinientos. Tras algunas escaramuzas y advertido de la inferioridad de sus fuerzas, debió retirarse dejan-
La tribu de Santiago Yanquelén -Llanquelén, más correctamente- fue asentada junto al Fuerte de la Federación por Juan Manuel de Rosas, para proveerlo de un “antemural construido por indios amigos”. Así lo afirma Meinrado Hux, quien agrega que aquél “decidió traer una tribu sumisa que diese lugar a comercio, proporcionara peones para las estancias y comunicara las novedades del desierto”.
La tribu estaba asentada -según el mismo autor- “en un reducto fortificado recostado sobre la laguna El Morote, próxima a Estación Saforcada y al puente Morote en el camino a Leandro N. Alem”. Anteriormente, los Yanquelenes habían estado protegiendo al poblado de Tapalquén (hoy localidad de Tapalqué), después de haber estado asentados entre Sierra de la Ventana y el Tandil.<
do muertos en el campo de lucha a un cabo y ocho soldados, y llevándose heridos a diecisiete miembros de su tropa.
Pero la infidelidad de Yanquelén tendría su castigo. Los invasores retornaron, lo atacaron en su propio refugio y le dieron muerte. Sus seguidores se rindieron incondicionalmente, logrando refugiarse en el Fuerte Federación un caciquillo
15 mar. 1864
y tres indias. Los atacantes -indios chilenos encabezados por los caciques Quintucurá, Carmelián y Galún- siguieron su periplo de destrucción y robo por el ámbito del partido de Rojas y llegaron hasta Arroyo Dulce. Es probable que después la rastrillada los haya visto retornar a sus toldos por leguas de polvareda.<
De heroísmos y guapezas
Los guardias nacionales de Junín
Menciones y recomendaciones por el comportamiento valeroso de la Guardia Nacional de Junín, son frecuentes en partes militares e informes oficiales. Ya en mayo de 1846 -gobernaba Rosas, el fuerte seguía siendo “de la Federación”- el general Lucio V. Mansilla hablaba de la “benemérita antigua guarnición” local.
Más adelante, a raíz de la invasión india a la zona de la Laguna de Gómez registrada el 26 de noviembre de 1855, el comandante Ruiz, en nota dirigida al jefe de la frontera, coronel Eustaquio Frías, afirmaba que “en 15 años que tengo de milicia no he visto una tropa más entusiasmada y decidida que la que tengo el honor de mandar, siendo iguales en esto nuestros soldados de línea, Guardias Nacionales e indios amigos”. Entusiasmo y decisión seguían supliendo la precariedad de medios, pues en la misma carta Ruiz manifestaba: “Si no se me duplica cuando menos el número de caballos no podré jamás quitar los robos que hagan los indios y escarmentarlos como merecen”.
En 1868, en las postrimerías de la guerra de la Triple Alianza con el Paraguay, aunque la resistencia de Francisco Solano López se habría de prolongar hasta 1870; terminaba la presidencia de Mitre y se avecinaba -asumiría en octubre- la de Sarmiento; los acuerdos y desacuerdos políticos, fórmulas y combinaciones electorales estában a la orden del día. La Guardia Nacional se venía destacando en su participación en la tarea de “mantener la paz interior”. Lo reconoce el mensaje del ministro de Guerra al Congreso Nacional: “Si alguna recomendación especial debiera hacerse, ella sería sin duda de los Guardias Nacionales de Buenos Aires, que desde la Frontera Norte de esta Provincia de Junín hasta la Falda de la Cordillera y en los llanos de La Rioja han contribuido con el poder de sus armas, su disciplina y su moral a la serie de vic-
torias que han libertado a las provincias del interior del yugo de los rebeldes y traidores”.
En octubre de 1871 se trabajaba en la preparación de la nueva línea de frontera. En la confección de los planos respectivos operaba el ingeniero Juan C. Getz, al que brindó acompañamiento y apoyo militar Martiniano Charras.
A mediados de ese mes, ambos emprendieron viaje hacia Ancaló Grande. El día 20 escucharon tres cañonazos disparados desde el fortín de Chiquilofó: era el aviso de que un malón asolaba una extensión de seis leguas al sudoeste de Junín. Los invasores habían comenzado a actuar en horas de la noche. Charras los dejó hacer. A las dos de la tarde, cuando emprendían el regreso a las tolderías con el producto de su rapiña, los atacó imprevistamente. La sorpresa desbarató el plan de escape de la indiada, que abandonó todo lo robado y fue perseguida durante siete leguas. La tropa rescató mil quinientos yeguarizos y los vacunos robados en las estancias de Ydoyaga, general Emilio Mitre y Tomás Saavedra.
El parte de Charras pone de relieve “la decisión y el patriotismo de la Guardia Nacional de Junín, que al primer anuncio de la invasión se reunió a sus jefes y siguió en la persecución tenaz a los indios hasta encon-
>Las luchas políticas
Como tropa de frontera, la guarnición del fuerte dedicó atención preferentemente a la lucha contra el indio. Como fuerza armada, debió salir en algunas oportunidades en defensa de la autoridad constituida. Nos hemos ocupado ya, por ejemplo, de la intervención de Isidoro Suárez contra el caudillo Molina, en el mismo Federación y la región aledaña, con la imposición subsiguiente del nombre de Junín al fuerte. Nuestros hombres debieron acudir a lugares más distantes para cometidos similares. Como en octubre de 1855, al producirse la invasión del general José María Flores a la provincia de Buenos Aires. La guarnición de Junín estuvo presente en el campo de batalla en el
trarse con mi columna”.
En forma casi simultánea hubo otra invasión de unos setecientos indios. Aquí no sólo se produjo el rescate de entre ocho mil y diez mil vacunos y de dos mil ochocientos yeguarizos, sino que fue abatido el cacique Amanguar, jefe del malón, y fueron aprehendidos, entre otros, el cacique José Baigorrita y un cuñado de Calfucurá.
“Todos los caballos tomados a los indios han sido dados a la Guardia Nacional de Junín como botín de guerra y en re-
que se registró la derrota categórica de Flores. Tres meses después, los indios “amigos” de Junín se sublevarían y huirían al desierto, aduciendo que estaban hartos de una guerra que tan sólo les ocasionaba perjuicios. La sublevación -se presumehabía sido fomentada por adictos a Flores, a pesar de la derrota antedicha. Hasta Mendoza llegó la actuación de la Guardia Nacional de Junín. En noviembre de 1866 estalló en esa provincia una revolución contra los gobiernos nacional y local. Estaba aquí el ministro de Guerra y Marina, que dispuso que la guarnición local se incorpore a las fuerzas gubernamentales que irían a reprimir el levantamiento. En tierra mendocina, los guardias nacionales de Junín tendrían un desempeño calificado como “notable”.<
compensa de su buena comportación (sic) en el combate y durante la marcha en la que han servido de exploradores y baqueanos, siendo ellos los únicos que han combatido; pues los infantes componían la reserva que no tuve necesidad de hacer combatir, tal fue la irresistible carga de estos valientes”.
Lo dice otro valiente, el coronel Francisco Borges, en informe a sus superiores, a raíz de una acción habida el 18 de julio de 1872. Más de cuarenta indios habían querido entrar
en Junín. Borges, avisado por Anastasio Cuitiño, mayordomo de la estancia de Emilio Mitres y teniente de la Guardia Nacional, les opuso ochenta soldados, la mitad a su mando, el resto bajo la jefatura inmediata de Ataliva Roca, asignado al 2 de Línea. Los atacantes fueron alcanzados en la laguna El Mono y rescatado el botín.
Un detalle doloroso y sangriento: los salvajes habían secuestrado en esta zona a cuatro peones, a los que fueron dando muerte durante su huída, dejándolos en el ca-
>Lucio V. Mansilla....y sombras de junineros de los campos de batalla galopan en la memoria siguiendo la rastrillada.
...¡cómo el clarín juninero les dispersó la yeguada y cómo recuperaron la cautiva que llevaban!
(G. Luzuriaga Agote - “Un romance para Vargas”)
mino, totalmente desnudos y atravesados con lanzas, a tres leguas de distancia un cadáver de otro.
A raíz de esta acción, vecinos de Junín, Chacabuco, Rojas y otras poblaciones de la frontera norte costearon por suscripción popular y le regalaron a Francisco Borges una magnífica espada, como reconocimiento y gratitud por el celo que venía desplegando en pro de la seguridad de la frontera.<
Saluda
Seccional Junín
Francia 182 - (236) 4425218
al Diario Democracia por su 92º aniversario
Feliz aniversario
Un cordial saludo al Diario Democracia en la celebración de sus 92 años de historia. Mi reconocimiento a su equipo de trabajo por el compromiso permanente en el ejercicio del periodismo, cumpliendo la indispensable tarea de informar a la sociedad y dar lugar a todas las voces.
¡Feliz aniversario!
¡Felices 92 años!
Reconocimiento en la mención y en el anonimato
Anónimos o notorios, olvidados o perpetuada su memoria en la mención cotidiana del nombre de una calle, de un paseo, de un establecimiento, desdibujados sus perfiles o reflejados -reconstruidos, a veces- en el cuadro, el busto, el monumento, los valientes merecen el reconocimiento de la posteridad. Todos ellos. Sin menguas ni excepciones.
Es muy humano, sin embargo, que algunos resuenen en el eco del recuerdo. Una acción sobresaliente, un hecho fortuito, el hallazgo de un documento, también preferencias y postergaciones, generan la situación. Mencionar a unos -los menos- no implica olvidar a los demás. Más aún, la cita de los primeros conlleva el reconocimiento a los segundos.
Tal es el sentido de esta columna. Unos pocos nombres, a raíz de cuatro situaciones.
Con el correr del tiempo José María Jardón sería juez de paz de Junín. En 1858 era comandante. El 13 de junio de ese año se registró una importante invasión de indios en el paraje Chiquilofó. Al día siguiente, seiscientos hombres, entre ellos efectivos de Junín, se pusieron en marcha a las órdenes del jefe accidental de la frontera norte, Eustaquio Frías. El malón les llevaba una ventaja de seis leguas. A pesar de eso, los hombres de Frías los alcanzaron, los vencieron, rescataron siete cautivas y recuperaron algunos millares de yeguarizos. Héroes de la jornada: el mencionado Jardón, el alférez Pedro Salgado y el sargento del escuadrón de Junín Fermín Sánchez. Cuatro días después del hecho relatado, se reunían en Rojas, presididos por el jefe de la frontera norte general Emilio Mitre, el coronel Eustaquio Frías y el teniente coronel Manuel Sa -
nabria. Constituidos en jurado, decidieron a quiénes se otorgarían ascensos por su participación en acciones del desierto. Resultaron promovidos: a teniente coronel, el comandante José Eufrasio Ruiz; a sargento mayor, Ezequiel López; y a teniente segundo, Francisco Calderón y Martín Rocha.
El 26 de marzo de 1860 se produjo una nueva invasión de indios. Toda la guarnición de Junín inició la persecución. Marcharon además el juez de paz, cuarenta vecinos y componentes de la tribu de Mariano Yanquelén. Ciento cincuenta kilómetros de camino tuvieron su premio: en Ancaló Chico los indios fueron alcanzados y se rescató parte de lo robado.
Por esta acción, fueron objeto de mención especial y de la consiguiente recomendación el coronel Plácido López, el comandante de la Guardia Nacional Roque Vázquez y Eulogio Payán.
La zona norte de la provincia fue invadida el 9 de agosto de 1874 por un grupo indio. A raíz de la revolución encabezada por Bartolomé Mitre, Borges no estaba en Junín. Asumió el mando el teniente Emiliano Sáenz, quien salió al campo con cincuenta soldados del segundo escuadrón y componentes de la Guardia Nacional.
Al llegar a Estaqueadero, el coronel Conrado Villegas -”El Tigre del Desierto”- le hizo saber a Sáenz que la invasión no tenía la importancia que se le había asignado en un primer momento. El sargento mayor Benito Moritán recibió la orden de perseguir a los indios. Pero en la estancia “La avanzada” terminó su cometido, pues el capitán de la Guardia Nacional Pablo Vargas le comunicó que con treinta y dos guardias junineros había derrotado a los indios en jurisdicción de La Calera. <
>Pablo Vargas
Pablo Vargas -”gaucho sableador y lancero”, lo llama Luis Sciutto Ferrettoha merecido el recuerdo de las mentas y el poema. He aquí un encuentro de habilidad y destreza, según lo reconstruye Guillermo Luzuriaga Agote en “Un romance para Vargas”
Lo sorprendieron de tarde, quince indios de merodeada, cuando iba entrando a Junín.
¡Qué torneo de la pampa!
¡Qué destreza de atropellos y qué hábil la disparada!
¡En aquel zaino de pujas, tan ligero, que volaba! Unos pocos pobladores, porque no lo aprisionaran, a los cielos ofrecían.
Se aligeró de la lanza.
-¡Más fácil para bolearlo... (casi lloró una muchacha)!
>Conrado Villegas.
Y cuando el indio certero las bolas tiró a las patas, en un maneador tendido por la astucia, las ataja. Y en el zaino de la historia les fue tomando distancia. ¡Escaparse a quince indios! ¡Qué gauchada! ¡Qué gauchada!
En Cerrito Colorado hizo noche Pablo Vargas.<
Mas de héroes y de indios maloneros
Límites
Hacia la configuración del Partido de Junín
El Fuerte Junín fue declarado pueblo por un decreto emitido por el gobernador Saavedra el 8 de abril de 1865. En los considerandos de la medida se decía que Junín fue “un puesto de avanzada de la civilización”, que supo contrarrestar las “tropelías de la barbarie”. Leemos también allí que el flamante pueblo pasará a la historia con la aureola de sus hazañas y de su sangre derramada en beneficio de una civilización que avanzaba sobre el desierto desolado y sombrío.
Para esa época, Junín tenía, incluidas chacras y estancias, una población de 1929 habitantes. En cuanto al “pueblito” -lo dice un informe oficial de ese mismo año de 1865- era un puesto militar conformado por treinta y tres casas, algunos ranchos, una escuela con noventa niños y un cuartel, y sus habitantes sumaban ochocientas ochenta y seis personas.
Aún adelantándonos al curso de los acontecimientos, agreguemos que Junín se convertiría en ciudad por una ley de la Legislatura bonaerense, del 28 de diciembre de 1905.
Junín había sido incluido en el Departamento Judicial del Centro por ley dictada el 24 de octubre de 1856. Se estima, por otra parte, que un edicto sobre cuestiones edilicias dictado el 15 de mayo de 1861 por el juez de paz Eulogio Payán configuró el primer paso dado hacia el establecimiento de un gobierno comunal. Un decreto del 24 de febrero de 1865 establecería los límites territoriales del partido, ampliados posteriormente por ley del 10 de agosto de 1877.
Hasta la década de 1860 el actual Partido de Lincoln perteneció en gran parte a jurisdicción territorial de Junín. Con el avance de la línea de fronteras a puntos
16 feb. 1871
>De carnavales y vizcacheras
Espigando de aquí y de allá ordenanzas y otras disposiciones de la corporación municipal del Junín de antaño podemos reconstruir usos y costumbres, evocar modalidades y llegar a la perogrullesca conclusión de que en numerosos aspectos de lo humano “no hay nada nuevo bajo el sol”.
Muchachos duros y violentos, los de antes. El carnaval, que con el tiempo -tiempos ya idos- se transformaría en liza de requiebros y piropos, en un colorido entrelazarse de serpentinas, en fragantes lluvias de flores, tenía algunas costumbres un poco recias. Como por ejemplo arrojar agua contenida en cáscaras de huevos prolijamente vaciados de su contenido gallináceo -suponemos que los de ñandú no se usarían- y rellenos, como diría un cronista de la época, con el líquido elemento. Pero parece que a algunos se les iba la mano en el juego. El 14 de febrero de 1868 el municipio prohibió, bajo multa de doscientos pesos, arrojar “huevos podridos y otras sustancias dañinas”.
oficial una “subvención”, mensual también, de dos mil pesos.
Ya la Asamblea de 1813 había decretado terminantemente la abolición de los castigos corporales y por consiguiente la destrucción de los elementos de tortura. Es indudable, sin embargo, que la dura vida de la frontera demoró la vigencia de esas “refinadas” medidas humanizadoras. Recordemos, si no, la desventura de Martín Fierro tras su escaramuza con el “gringo” centinela”:
“De las manos y las patas me ataron cuatro cinchones. Les aguanté los tirones sin que ni un ¡ay! se me oyera y al gringo la noche entera lo harté con mis maldiciones”.
En Junín el cepo fue destruido en 1881. Su eliminación puede ser también un símbolo de una etapa histórica que estaba llegando a su fin.
emplazados al sur del río Salado se fue produciendo la creación de nuevos partidos los que, mientras no tuviesen autoridades propias, fueron adscriptos a municipios colindantes, para gestiones administrativas y de policía. Con esos propósitos a Lincoln se lo adscribió a Bragado, del que había recibido una mínima extensión de tierra. La medida originó reclamaciones de las autoridades juninenses, en virtud de que numerosos hacendados tenían sus campos y estancias más cerca de Junín que del Bragado, lo que obviamente les acarreaba molestias y entorpecimientos en trámites de tipo oficial. Algo similar acontecía -en este caso las afectadas eran las autoridades locales- en materia de búsqueda de delincuentes y de reclutamiento de hombres para la
Guardia Nacional. Según lo refiere Andrés R. Allende en su “Historia del pueblo y del Partido de Lincoln en el siglo XIX”, el hecho originó algún conflicto, hasta que el 28 de abril de 1866, el novel Partido de Lincoln fue adscripto momentáneamente y para las finalidades antedichas al de Junín.
Aunque esto signifique adelantarnos en algunos años a los hechos y situaciones a los que venimos refiriéndonos, una razón de unidad nos induce a consignar finalmente que el territorio del Partido de Junín sufriría una nueva merma al ser creado el 6 de septiembre de 1889 el Partido de General Arenales. Hasta esa misma fecha, por ejemplo, las tierras sobre las que se ha venido desplegando la vecino localidad de Ascensión pertenecieron al distrito juninense. <
El afán del juego -y del lucro fácil- viene de antiguo en el hombre. Leyes y reglamentos han ido restringiendo el panorama ante abusos y “ventajerías”. Hasta que el Estado asumió, en algunos aspectos, el monopolio, en otros una actitud de celoso controlador de esas actividades.
El 11 de enero de 1871 los municipales de Junín informaron que harían cumplir una reciente disposición del “Superior Gobierno” que vedaba totalmente la circulación de rifas y loterías.
Parece ser que en 1874 las fiestas del 25 de Mayo y del 9 de Julio tuvieron especial lucimiento. Y que los fuegos artificiales no fueron ajenos al brillo de las celebraciones. La jornada del 25 ya habría anticipado lo que acontecería en la recordación de la Independencia Argentina, pues el 4 de julio los municipales tuvieron una atención especial con Ernesto Boero. Éste, ayudante del Batallón 2 de Línea, había preparado el aparato pirotécnico, sin pretender ni aceptar remuneración alguna. Ante el gesto, los ediles resolvieron invertir tres mil pesos en un “presente” para el señor Boero. Suponemos que el regalo habrá sido importante si tenemos en cuenta que en esa misma época se le fija a un agente municipal una retribución mensual de mil seiscientos sesenta pesos, y al médico
La cueva de la vizcacha resulta peligrosa para quien galopa nuestros campos. Basta con que el caballo introduzca allí una de sus patas, para que el jinete se vea sometido a un revolcón peligroso, superado sólo por la habilidad y la baquía. De vizcacheras en centro urbano poco podemos hablar hoy. Han sido reemplazadas, a lo sumo, por baches y otros accidentes de la topografía del asfalto. Pero para el Junín de 1879 aquéllas constituían un problema, no para el tránsito, sino para la higiene de la población. El 7 de mayo de ese año la Municipalidad fijó un plazo para que los “poseedores de terrenos” procedan a tapar las vizcacheras existentes en sus solares. No se trataba de un consejo: los infractores serían castigados con quinientos pesos de multa.
Para que esta sección no quede en lo puramente anecdótico o secundario, dos últimas preocupaciones municipales: El 10 de septiembre de 1874, el presidente de la Municipalidad don Antonio Timote puso de relieve, en sesión del cuerpo administrativo, la conveniencia de que las calles más centrales del pueblo sean dotadas de nombre y que se coloquen las tablillas correspondientes.
Y en 1875, la corporación comunal resolvió gestionar el tendido de una línea telegráfica desde el pueblo de Rojas, interesando para ello al coronel Conrado Villegas. Seis años después, la Legislatura bonaerense autorizaría al Poder Ejecutivo a construir la línea telegráfica JunínLincoln. Pero esto es otra historia... <
Surgimiento del pueblo
Nuevas perspectivas para un poblado que renace
En 1860 comenzó a suceder en Junín algo distinto. O terminó y empezó a dar sus frutos un proceso que se fue gestando en el dolor del desierto inhóspito, del malón, del fortín retaceado en el disfrute de derechos y agobiado por las incomodidades y las obligaciones.
Siete años antes la autoridad civil había sido separada de la militar, aunque le tocó a un hombre de armas, José Eufrasio Ruiz, ejercer la función de primer juez de paz, en designación hecha por el comandante general de armas General Manuel Hornos y ratificada por el gobernador Pastor Obligado.
Ruiz, que tiempo después habría de reunir en su persona la máxima función civil con la militar, fue un hombre preocupado por el progreso. A dos semanas de su designación, gestionó ante el Ministerio de Gobierno la construcción de la escuela y la iglesia, y el envío de cura, médico y armamentos.
El año 1861 encontraría como juez de paz y comisario a Eulogio Payán, quien cumplió tareas después de que Pedro José Aparicio abriera una instancia de autoridades locales, tras casi un lustro en que resultó imposible integrar el municipio, ya que los vecinos calificados habían emigrado a otros lugares por la inseguridad en que se vivía.
Telésforo Chávez, llegado como maestro en 1861, sería designado juez de paz al año siguiente de su arribo. Dio atención preferencial al adelanto en la construcción
del edificio de la escuela, promovió otras obras y logró el arribo de numerosos hacendados desde otros lugares de la provincia. Para esa época -el dato puede ser significativo- en el ámbito del Fuerte Junín el número de cabezas de ganado era del orden de los cuarenta mil a los cincuenta mil animales. En la década de 1830 Federación había tenido escuela, templo y hasta trabajos de trazado del pueblo. Malones, destrucción, abandono, harían que a partir de 1860 hubiera que comenzar de nuevo. Siguiendo el camino abierto por Teodoro Schuster, que llegara en 1827 con el comandante Escribano para estructurar el fuerte, otros técnicos retomarían después la tarea. Nuestros campos vieron así en 1863 a Teodoro Differt ocupado en la mensura de extensiones ubicadas al sur del fuerte. Y en 1865 llegarían los agrimensores Justiniano Lynch y José María Muñiz para trazar definitivamente el plano urbano y de gran parte de la zona rural. Un año antes, el día 14 de noviembre, una disposición legislativa había autorizado la venta de tierras y hasta fijado los precios pertinentes. El año 1867 constituirá, por último, un momento digno de mención en la reactivación de Junín, por algunos hechos y disposiciones. Los primeros, pocos en número, tienen su significado. Las segundas, algunas de ellas al menos, vistas desde la perspectiva actual, pueden
motivar sonrisas, trasuntan indudablemente un afán reglamentarista, pero hablan de un claro propósito de encauzar al pueblo por rumbos distintos y pone coto a abusos y situaciones molestas para el vecindario.
Entre los hechos digamos que el 30 de enero se estableció el alumbrado público con faroles alimentados a querosén, con una tarifa de quince pesos para los negocios y de diez pesos para los frentes de las casas de familia; que en marzo fue suscripto un contrato para una línea de diligencias o mensajerías entre Junín y la estación ferroviaria de Chivilcoy, con escala en Guardia Nacional (hoy Chacabuco), con un total de siete postas y con el compromiso de seis viajes “redondos” mensuales; que en mayo se firmó el contrato para la construcción del cementerio; que también se prepararon los trabajos relativos al nuevo edificio municipal; y que el 31 de agosto del mismo año el presidente de la comuna propuso, con la aceptación de los demás miembros de la corporación, la instalación de árboles en la plaza pública, a la que -agrega la iniciativa- se la rodeará de postes y cadenas, suponemos que para evitar los destrozos por parte de animales sueltos o por cuestiones ornamentales. Con respecto al servicio de diligencias, el juez de paz de Junín fue autorizado a obtener excepción de deberes militares a los individuos que, perteneciendo a
la Guardia Nacional activa, quisieran integrar el servicio de esa línea de galeras.
En materia de disposiciones, el 9 de enero se prohibió la venta de bebidas en el mostrador, debiendo los parroquianos tomar asiento para la consumición respectiva; el día 11 les quedó vedado a los jinetes galopar en un radio de dos cuadras alrededor de la plaza pública; el día 15, los comerciantes fueron obligados a aceptar prendas en empeño de parte de soldados únicamente en el caso de que éstos presenten certificado del capitán de su compañía en el sentido de que dichas prendas les corresponden; y el día 17 -también de enero de 1867- quedó prohibido el uso del cuchillo, por notarse que “con frecuencia” resultaba perjudicial y que originaba “desgracias”. En todos los casos, las violaciones implicaban multa y, en el último, hasta un día de trabajo público. Ni los perros escaparon a la inquietud de nuestros municipales, que el 12 de abril del mismo año establecieron que los canes deberían llevar collar, previéndose que los perros que no circulen con ese adminículo serían sacrificados. Como nota curiosa agreguemos que seis años antes una medida comunal había establecido que todos los hombres encontrados portando cuchillo o incursos en faltas leves, para salir de la prisión que les hubiere correspondido deberían previamente matar diez perros.<
Era el grito poderoso del progreso, dado al viento, el solemne llamamiento al combate más glorioso.
Era, en medio del reposo de la pampa ayer dormida, la visión ennoblecida del trabajo, antes no honrado; la promesa del arado que abre cauces a la vida.
Justicia lenta
Un pobre paisano
El 13 de abril de 1872 Junín volvió a vivir momentos de zozobra. Chasquis y viajeros habían traído la noticia de malones inminentes. La consigna es una sola: “que los guardias se reúnan en lo de Pablo Vargas”. Allá fueron todos menos Miguel Guernica. No sabemos por qué, el guardia nacional juninense desacató la orden que, junto al aspudo molino de Narbondo, le transmitió el alférez Mamerto Mansilla. Guernica trató de huir. Pero lo alcanzó, en su fuga, el rigor del comandante Ataliva Roca, el “Toro Bayo” de la indiada rebelde. Guernica resultó herido por el propio comandante.
Luis A. Mohr, juez de paz y “liberal de trocha ancha” -como tal gráficamente lo caracteriza Oscar R. Melli- tomó cartas en el asunto. Pero lo hizo con estudiada demora. Recién el 24 de enero de 1873 elevó un compacto sumario de diecinueve fojas al Superior Tribunal de Justicia. Temía el juez de paz que el documento fuese “destruido o alterado”.
En los tribunales del Departamento del Centro el expediente permaneció paralizado desde el 17 de febrero de ese año hasta marzo de 1875.
Esta “sugestiva demora” de algo más de dos años suscitó la atención del agente fiscal, cuya celosa preocupación de poco sirvió, ya que aunque fue reactivado el procedimiento judicial, llegó el año 1876 y la causa no se resolvía. Las precauciones adoptadas por Luis A. Mohr habían respondido sin duda a conocimientos de hombres y manejos de la justicia “influida”. Hasta el propio gobernador Mariano Acosta había mediado para detener la marcha del proceso.
Pero Miguel Guernica no se dejó amilanar por influencias e intermediaciones. En enero de 1876 hizo una presentación que llenó cinco fojas del expediente. En prosa por momentos indignada e irónica -como la califica Melli-, “el
>Héroes del Perú
Nuestros “lanceros juninenses” se remontan, en nombre y bravura, a un antecedente ilustre en la historia de la emancipación americana. El coronel Isidoro Suárez tuvo -lo sabemos- notable y decidida actuación en la batalla peruana de Junín. En su calidad de veterano del Ejército Libertador de José de San Martín, comandó allí el escuadrón de caballería del país hermano. Llegado un momento, el combate se desordenó, transformándose en un repetido escenario de duelos individuales entre criollos y españoles. Desde la retaguardia, los hombres dirigidos por Suárez atacaron entonces al ejército realista, acuchillando “horrorosamente” -según se ha dicho- al enemigo.
Para él son los calabozos, para él las duras prisiones; en su boca no hay razones aunque la razón le sobre; que son campanas de palo las razones de los pobres.
(José Hernández - “Martín Fierro”)
modesto guardia nacional de Junín enjuicia a la justicia de su tiempo”, expresando textualmente: “Pero sin duda un olvido del actuario o una negligencia casual... Era natural, Señor Juez. El herido era un joven paisano, sin fortuna y sin otros medios de subsistencia que su trabajo, mientras que el heridor era un hombre de fortuna e influyente, que a su vez era rodeado de otras influencias políticas y sociales más poderosas, y sobre todo eficaces. Si en este intervalo el Comandante Roca se ha
hecho elegir Diputado a la Legislatura Provincial, esto en nada coarta la acción de V.S. Mientras el delincuente esté preso y llene con las formas que la ley impone, no es posible seguir este juicio, a menos que se establezca como regla primaria que la igualdad ante la ley es una simple quimera, escrita en el Constitución para solaz de los literatos y tema de los comentadores de ese libro fundamental”.
Como era de prever, la causa sufriría la muerte de una parálisis definitiva y total.<
Allí quedó echada la suerte del combate. Advertida de la maniobra, la vanguardia americana acometió a los españoles, que, encerrados, sufrieron una derrota total. En el mismo campo de batalla, Simón Bolívar, jefe supremo del Ejército Libertador, bautizó al
cuerpo comandado por el argentino Suárez con el nombre de “Húsares de Junín” o “Lanceros de Junín”. Tal había sido la valentía de ese grupo, que de los cuarenta y dos soldados criollos muertos en el combate, la mitad pertenecía a sus filas... <
El Padre Meinrado Hux, del monasterio benedictino de Los Toldos, es un estudioso indagador de la historia de esta región, en especial de la indígena. Conoce muy bien los avatares vividos por los Llanquelenes, los seguidores de Pincén, los indios amigos del cacique Coliqueo. Por eso y porque sin duda su vocación monástica le permite adentrarse en escondidas dimensiones del alma humana, pone de relieve, sí, el sentido civilizador de la conquista del desierto, pero patentiza también -en prosa vehemente, aunque siempre objetiva- las injusticias que conlleva el avance del recién llegado sobre el poblador autóctono. Al referirse en colaboración especial para la revista “Historia de Junín” (número 45 de agosto de 1972) a un encuentro de armas entre los indios del cacique Felipe Coyllá y la escolta de una misión que en 1874 estudiaba el tendido del llamado entonces Ferrocarril Trasandino (luego Ferrocarril Pacífico y Ferrocarril General San Martín) expresa que los indios “estaban ardiendo de venganza” para decir
luego:
“¿No les han robado sus campos, palmo a palmo, especialmente en 1869, con el adelanto de la frontera del Norte de Buenos Aires desde Junín hasta el Ancalú (hoy General Pinto)?”.
“¿No han corrido a Pincén, una vez tras otra, robando y aprisionando como lo han hecho Wisovsky y Arredondo últimamente con los ranqueles (1871)?
Con dolor recordaban las felonías perpetradas con los indios amigos del Chipitruz y Manuel Grande (1871). Pincén, para salvar a los familiares presos en Martín García, aceptó un tratado de paz (marzo 1873). ¿Y por qué volvieron a apresar a sus comisiones enviadas al jefe militar de Junín? Hasta a los indios de Coliqueo, más comprometidos con el Gobierno, agredieron y humillaron las tropas de Lagos y Borges, poblando con nuevos prisioneros la isla Martín García y las unidades de la Marina (1873/1874).
¡A todos los indios los tenían apretados y los consideraban nada más que una plaga! ¡Que tratado de paz! Regía la ley de la guerra...”. <
La obra de Estrugamou
En 1833 estaba terminado el primer edificio escolar en el Fuerte Federación, en el cual probablemente el presbítero Carlos Torres, cura de Salto, enseñaba a los niños lectura, escritura y matemática.
El 5 de diciembre de 1860 se dispuso la instalación de una escuela pública. El 12 de febrero de 1861 llegó a Junín Telésforo Chávez, designado primer maestro oficial. Domingo Faustino Sarmiento envió 50 bancos dobles con sus asientos y un escritorio para el maestro. En abril el Departamento de Escuelas envió más muebles, libros y útiles para la nueva escuela.
Pero en 1862 surgió la necesidad de instalar la coman-
dancia militar en el edificio escolar, por lo que el proyecto educativo se vio interrumpido.
En 1865 la Municipalidad alquiló un local en la actual calle Belgrano, reabriendo la escuela. No obstante, el establecimiento educativo fue cambiando de lugar en varias oportunidades. En marzo de 1866 se firmó el contrato para la construcción de un edificio escolar que estaría terminado en 1869.
En octubre de 1875 la legislatura autorizó al Poder Ejecutivo a invertir hasta 300 mil pesos en la construcción de un edificio público para las escuelas de ambos sexos.
En 1884 la escuela ya contaba con una construcción
de mejor calidad, conseguida por ley de la provincia de Buenos Aires patrocinada por Ataliva Roca.
Ese edificio fue demolido para levantar uno nuevo donado por el estanciero local Alejandro Estrugamou. El proyecto fue realizado por el arquitecto Luis B. Rocca y la construcción estuvo a cargo de la empresa de los hermanos Ferrari, de Buenos Aires. El costo fue de 250.000 pesos. Está ubicada en el mismo solar donde se encontraba la primitiva escuela del Fuerte Federación.
La inauguración oficial se realizó el 6 de abril de 1915 y fue un gran acontecimiento para la época. Contó con la presencia del Director Gene-
>Las primeras religiosas
ral de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, el intendente Benito De Miguel y el presidente del Consejo Escolar, Pedro Herce. La directora de la escuela era la Sra. Fernández de Iribarren, y la madrina de la ceremonia fue la docente Elisa C. de Schultz. Por la noche se sirvió un banquete en el hotel Durisch, en honor a Estrugamou. En ese momento la escuela contaba con 14 aulas con 25 bancos cada una, salones para la dirección, secretaría y biblioteca, y baños completos. El salón de actos se agregó posteriormente. La escuela se llamó “Catalina Larrart de Estrugamou”, en memoria de la madre del donante. A este establecimiento co-
Al derrotar y capturar Conrado Villegas al cacique Pincén en noviembre de 1878, los indios rendidos fueron trasladados a Junín. Mientras Pincén era llevado a Buenos Aires, sus doscientos veintisiete caciques menores, indios de lanza y familias recibieron “alojamiento” -fueron “amontonados”, dice Meinrado Hux- en el cuartel local.
El párroco Manuel Seijas se interesó por la suerte de los cautivos, cuya situación era afligente, a punto tal que una epidemia de viruela provocaba una muerte por día. El sacerdote se dirigió al arzobispo monseñor Aneiro y le pidió el envío de algunas religiosas. El 15 de agosto llegó a Junín un grupo de hermanas de la congregación de Hijas de Nuestra Señora del Huerto, que de inmediato comenzaron a actuar en el lazareto indio, emplazado a una legua de la parroquia. “Se cambió todo muy pronto -dice el autor mencionado- y amainó la peste”.<
menzó a asistir Eva Duarte en 1930, completando allí su educación primaria en 1934, a los 15 años de edad. El edificio es de estilo ecléctico. Se advierte el uso de vo-
lúmenes sólidos y simétricos, una altura monumental y un importante portal de acceso. Fue declarado de interés municipal por ordenanza 3436 del 18 de octubre de 1995.<
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La llegada del ferrocarril
El progreso sobre rieles
En 1884 llegaba a Junín la primera locomotora del Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, hoy Ferrocarril General San Martín. Cuatrocientos treinta y tres días antes se había desvanecido, como ya lo documentamos, el sueño de Sarmiento. El sueño -o ilusión senil- del sanjuanino se había fundado en medida importante en el progreso que traerían a la región las vías férreas que en ese 1884 comenzaban a montarse ya sobre terraplenes que interponían una mínima barrera en el horizonte de la pampa llana y dilatada.
No en vano en la reunión y en la gestación del acta del 21 de septiembre de este último año había tenido intervención el Dr. Juan Vadillo, de la Universidad de Chile, representante de Juan Clark, empresario del F.C. Buenos Aires al Pacífico. Y en ese mismo tiempo un puente ferroviario alzaba ya su mole sobre el espejo de nuestras lagunas.
Desde 1874, el Sr. Juan E. Clark tenía una concesión para dos ferrocarriles: uno, entre Buenos Aires y San Juan, con puntos intermedios en Rojas o Junín, Villa Mercedes, San Luis, La Paz y Mendoza; otro, entre las ciudades de Mendoza y San Juan. Diversas razones demoraban la concreción del proyecto del Sr. Clark, por lo que en 1882 se constituyó en Londres la compañía Buenos Aires al Pacífico, para comprarle a aquél el derecho a explotar una parte de la concesión: la que iba de Mercedes (provincia de Buenos Aires) a Villa Mercedes (provincia de San Luis). En la ciudad bonaerense de Mercedes, el servicio empalmaría con el Ferrocarril Oeste (hoy Domingo Faustino Sarmiento), que llegaba a la Capital Federal y a diversos puntos de la provincia. Recién en 1886 la empresa del B.A.P. (difundida y popular sigla
El grabado tiene sin duda su simbolismo. La carreta es el “ahora”, el ahora del Junín de 1880... Las paralelas de hierro que se unen a la perspectiva de la distancia, el “mañana”, la visión indefinida del progreso que comienza a abrirse camino.
del Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico) encararía el tendido de la línea desde Mercedes hasta la Capital de la República. Ya en 1872 se había estudiado el tendido de una línea férrea entre Junín y El
25 nov. 1883
Fundación de la Sociedad Española de Socorros Mútuos
Planchón. El grupo técnico estaba presidido por el ingeniero Huergo. Le brindó protección militar una comisión comandada por el coronel Jorge Vicente Reyes y compuesta por treinta y cinco hombres. Documen -
tos de la época señalaban que el grupo militar encabezado por el coronel Reyes terminó su cometido precisamente en Villa Mercedes. Tres años después, el ingeniero Luis A. Huergo y los agrimensores que lo secun -
13 may. 1884
Llegada de la primera locomotora del FCBAP
daban en tareas vinculadas con el proyectado Ferrocarril Trasandino vivirían una peripecia con los indios. El 9 de mayo de 1874 comenzaron a ser hostigados, en Pichi Huentru, por treinta indios encabezados por el cacique Felipe Coyllá. El grupo militar que escoltaba a los técnicos -dos oficiales y cincuenta soldados dirigidos por el teniente coronel Ferreyra- se apercibió de que los indios tenían el propósito de robarles la caballada para quitarles posibilidades operativas. Al trabarse el combate, los disparos de las armas de fuego espantaron a los caballos que rompieron el cerco hecho de antemano y fueron capturados por los indios. En acción temeraria, el sargento mayor José Orellano pretendió rescatar la caballada, pero fue herido gravemente y, como lo decimos en otra página, morirá días después en Junín.
Con respecto a Felipe Coyllá digamos que el 9 de agosto del mismo año pre -
tendió robar la caballada de la estancia “Estaqueadero”, próxima a Junín. Le salieron al paso los “junineros” de Pablo Vargas, que lo hirieron y lo capturaron. Coyllá y otro indio, de nombre Manqueo, fueron fusilados posteriormente en el Fuerte Junín.
El ramal del F.C.P. entre Mercedes y Chacabuco fue habilitado en marzo de 1885. En febrero de 1886 se hizo lo mismo con el tramo Chacabuco-Orellanos, que incluía la estación de Junín. En octubre siguiente sucedería con Orellanos (hoy Diego de Alvear)-Villa Mercedes, donde el F.C. Pacífico empalmaba con el Ferrocarril Andino, a San Luis, Maipú, Mendoza y San Juan, construido tiempo antes. En 1888 prolongará su línea hasta la estación terminal de Palermo, recibiendo mucho después la autorización necesaria para construir obras independientes de acceso a Retiro, cuyas instalaciones fueron inauguradas el 7 de julio de 1912. <
21 sep. 1884
Visita de Domingo Faustino Sarmiento a Junín y la
Primera locomotora
Supongamos -supongamos, al menos- que el dibujante tuvo también otro motivo de inspiración, fundado éste en un hecho real: el primer ferrocarril del mundo fue la línea inglesa Stockton a Darlington. Inaugurada en 1825 merced al esfuerzo creador de George Stephenson, el padre de la locomotora, desembocó en un fracaso técnico y económico. La vía había sido tendida para vehículos con tracción animal, sin mayor preocupación por desniveles que los caballos superaban con esfuerzo y lentitud. Pero esos mismos desniveles exigían de la resoplante locomotora esfuerzos mecánicos excesivos para una técnica primeriza y, consiguientemente, consumos antieconómicos de carbón. La empresa se frustró. La viabilidad técnica y económica del ferrocarril quedaría demostrada, en esa latitud europea, cinco años después, al tenderse un carril adecuadamente nivelado entre Liverpool y Manchester. Los norteamericanos, empero, ya les habían ganado de mano a los ingleses: desde 1827 tenían su primera línea ferroviaria...< 1883 1884
1885
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Una Empresa en Crecimiento.
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Teléfonos: (236) 4443026 (fax) 4445713
Nextel: (236) 154480477 - 554*3942
Email: refineriajunin@redpower.com.ar
Domingo Faustino Sarmiento en Junin
Cuando Mar Chiquita fue Mar Sarmiento
Domingo Faustino Sarmiento visitó Junín en 1884, cuando se inauguró la línea ferroviaria hasta nuestra ciudad. Llegó acompañado por una comitiva integrada por su médico personal, el Dr. Madero, el contratista ferroviario Juan Clark y varias personas más, entre ellas el ingeniero Carlos Maschuri, quien luego sería ministro de obras públicas de la Nación.
Sus actividades en Junín incluyeron visitas a la laguna Mar Chiquita y a la estancia La Escondida.
>Curiosidades
En su homenaje se realizó una velada en la municipalidad, que en aquella época se encontraba donde actualmente se levanta la iglesia San Ignacio. El ilustre visitante también fue agasajado con un banquete en el hotel Valente, que se encontraba en la esquina de Mitre y San Martín (hoy Lebensohn), frente a la plaza 25 de Mayo. El postre, bañado en caramelo, tenía la forma de una locomotora a vapor con algunos vagones. El 21 de septiembre de
D urante su visita a Junín en 1884, el ex presidente Domingo Sarmiento entregó medallas a los mejores alumnos de entonces. Las mismas llevaban la inscripción “Premio a la Aplicación”. La actual plaza Delio Destéfani, ubicada entre las calles Muñiz, Colón y Lavalle, originalmente se llamaba Sarmiento. La denominación se asignó el 20 de octubre de 1928. Al año siguiente se dispuso que tome el nombre “Fortunato Tassara” y se denominó "Domingo F. Sarmiento" a la plaza principal del barrio Belgrano.<
>Rendición de Mitre en Junín
En el marco de la revolución de 1874, Bartolomé Mitre había reunido 4.500 hombres para sus fuerzas rebeldes y se encontraba cerca de Chivilcoy. Por su parte, el entonces teniente coronel José Inocencio Arias lideraba el ejército del gobierno y se había parapetado con 900 hombres en la estancia La Verde, en las cercanías de Nueve de Julio.
Arias compensaba su desventaja numérica con una fuerte posición defensiva y una mejor capacidad de fuego de su infantería. Mitre calculó que la diferencia numérica era suficiente para asegurarle la victoria, especialmente por su caballería, y el 26 de noviembre de 1874 ordenó el ataque. Pero luego de cuatro horas de lucha había perdido más de mil hombres. Derrotado, Mitre se dirigió a Junín donde llegó el 1 de diciembre. Se hospedó en la casa de su amigo Narbondo, ubicada donde luego se levantaría el Colegio Industrial. Arias lo persiguió hasta
1884, en la laguna Mar Chiquita, Sarmiento y un grupo de funcionarios y vecinos firmaron un acta donde bautizaron como “Mar Sarmiento” a dicho espejo de agua. También crearon el “Puerto Muñiz” y dejaron constancia de las características medicinales de las aguas de la laguna. La jornada terminó con una tradicional ternera con cuero.
Según lo expresado por Sarmiento en algunas cartas posteriores a su visita a Junín, el ex presidente habría quedado encantado
con nuestra ciudad y con intenciones de establecer un emprendimiento lechero y un balneario. El 21 de noviembre de 1884 Sarmiento le envió una carta a Javier Muñiz, diciéndole que “en lugar de venir del Chaco, en un mes vendría de la Mar Chiquita Chester y mantequilla Junín”. También le comentó que “tan bien marchaban las cosas que a una palabra mía don Manuel Guerrico aseguró 100 vacas lecheras, que me hizo avisar que estaban a mis órdenes”.
En una carta al gobernador D’Amico, Sarmiento le expresó que “la vista del lago llamado Mar Chiquita, en el centro de la provincia que con tan pocos depósitos permanentes de agua cuenta, me ha inspirado el propósito de adaptar aquel a estación balnearia y veraniega para millares de familias que buscan en el extranjero goces higiénicos que le niega su país. Acaso se podrían añadir las lagunas de Gómez, con leguas de extensión, y dedicarlas a la cría de peces”.
Sarmiento no se equivocó en su pronóstico, y hoy Junín es el principal centro turístico lacustre de la provincia. <
>El recuerdo de Sarmiento en Junín
Calle Sarmiento: Nace en Arias al 350 y recorre 25 cuadras a través de los barrios El Picaflor, Pueblo Nuevo, Belgrano y San Cayetano.
Plaza Sarmiento: Principal espacio verde del barrio Belgrano, recibió esa denominación el 1 de septiembre de 1929, cuando aún era una simple manzana vacía.
nuestra ciudad y lo forzó a capitular. La batalla de La Verde significó el fin de la revolución de 1874 y de la carrera política de Mitre. Arias fue ascendido a coronel, y llegaría a ser general y gobernador de la provincia de Buenos Aires.<
Monumento a Sarmiento: Inaugurado el 11 de septiembre de 1944 en la plaza homónima, es obra del escultor juninense Ángel María de Rosa.
Club Atlético Sarmiento: Nacido en 1911, sus fundadores quisieron homenajear al maestro de América imponiendo su nombre a la institución.
Escuela 18: Ubicada en la calle Siria frente a la plaza Sarmiento, lleva el nombre del prócer.<
Evocación y homenaje
El viejo molino
Desde las orillas del Paraná llegó a Junín. Estaba aquí en 1868. Sus máquinas se encuentran ahora en el Museo Histórico Nacional de Luján.
El 2 de noviembre de 1868 murió Julio Labrue. En su testamento consta que dejaba “un molino de viento en un área de terreno de cuatro
cuadras, con sus máquinas y aparatos”, al que los indios del pago de Junín llevaban a moler sus trigos, pagando la molienda con cerdas y cueros.
Domingo Narbondo compró el molino a la viuda de Labrue, Jenara Carrasco Dávila. Lo trasladó en 1887 a Chacabuco, donde habría de
adquirirlo Ángel Aragón, cuyos hijos lo donaron al museo lujanense.
Hasta hace algunas décadas, la derruida y trunca torre del viejo molino era símbolo y nombre -”solitario atalaya”, lo llama José A. Ginzode uno de los barrios más antiguos de Junín. Así lo ilustra la nota gráfica.<
Ahí está todavía, olvidado y enhiesto, con el aguante y el silencio de un antiguo criollo, domador y resero, curtido por los soles, por fríos y por vientos, que va arriando sombra hacia lo eterno por caminos sin huellas y sin luceros. Ahí está todavía, despojo, reliquia, espectro, de un pasado que ha muerto.
En época heroica, sus ojos ya ciegos contemplaron el trajín del Junín fortinero, los greñudos milicos y cicatrices remiendos de mellados latones y facón caronero, las chinas fieles, los gringos, los gallegos, estirarse las calles polvorientas del pueblo y llenarse sus huecos; estallar el alerta de los malones en días sin miedo y noches sin sueño. Pasar como trombas en sus parejeros los boleadores de Vargas, los pampas de Coliqueo; abrirse una escuela y allí un oscuro maestro. No sólo con fusiles se conquistó el Desierto, lidiar bravía gente con pasos de alfabeto y prontos de taleros;
alejarse las lentas carretas repletas de plumas y cueros, partir las galeras de pintorescos apodos; aparecer con estrépito entre notas de Himnos y agitar de sombreros, “El heraldo rugiente del mago Progreso” llegar los hombres de Mitre, vencidos, dispersos, y Borges muriéndose. Y desde lejos las anchas espaldas del loco Sarmiento. El vio todo eso.
Ahora, bastión fronterizo que añora entreveros, solitario atalaya que apunta hacia el cielo desde el bullicio de un patio fondero, es apenas reconstruida curiosidad de museo. De día palomas, de noche recuerdos, sus aspas ausentes siguen moliendo la invisible harina del tiempo.<
José A. GinzoNuestro saludo al Diario Democracia por este aporte tan genuino y tan auténtico en defensa de la Libertad de Prensa. Gracias por estos 92 años de información. ¡FELICIDADES!