La fiesta de los indecisos Por Agustín Llamas Mendoza1
Hoy domingo por la mañana, antes del segundo debate, parecería que el ánimo social, algunos medios de comunicación, algunos actores políticos y hasta algunos empresarios concluyeron ya que el triunfo del candidato López Obrador es un hecho o es inevitable, olvidando que el escenario ante el que nos encontramos es casi inédito. Se trata, en realidad, de una especie de segunda vuelta virtual con voto táctico, aunque algunos medios y casas encuestadoras se empeñan en tratarla como una elección de indecisos, presentando una visión irreal de las preferencias electorales y sobre todo de las tendencias.
Es lógico que, a pocas semanas de las elecciones, los candidatos tomen un comportamiento más “presidencial”; vestimenta pulcra y definida, maquillaje, peinado, lenguaje corporal, gesticulaciones y tono de voz, e incluso dándose el lujo de adelantar decretos por voz propia o de cercanos. Igualmente se han dejado influenciar por los números que arrojan algunas encuestas que han distribuido indecisos de manera inadecuada y han provocado el abultamiento de las diferencias entre los candidatos de cara al 1 de julio. Esto confunde a no pocos observadores, que dejándose llevar por sus preferencias personales, quedan ciegos ante lo obvio: esta elección en realidad es una segunda vuelta con voto táctico. Me explico. En términos generales las encuestas dignas de 1
Profesor y Director del Centro de Investigación en Empresa y Sociedad, CIES, del IPADE. En colaboración del maestro e investigador Juan Sarmiento. 1
considerarse, ubican los números de preferencia electoral al cierre de abril en un 38% para AMLO, 27% Anaya, 15% Meade, un máximo de 6% el resto y un 14% de indecisos (más/menos un punto en sentido indistinto para los dos punteros). El partido actualmente en el poder no tiene posibilidad de mantenerse en la presidencia, lo mismo que el candidato gobernador con licencia menor preferencia no tiene esperanza de ganar. Los electores que no votarán por López Obrador, desearían que su candidato preferido ganara, sin embargo eventualmente serán cada vez más conscientes de que eso no sucederá. Y por ello, de pronto la elección presenta únicamente dos posibilidades: voto por el segundo lugar que pudiera ganar o voto por el que ya sé que no va a ganar. Claro que algunos electores ya estaban comprometidos con uno de ambos desde el principio. 19% para Anaya y 21% con López Obrador en junio del 2017. Este es un caso típico de voto táctico (conocido como voto útil) con incentivos muy similares a los que hemos visto en diversas elecciones alrededor del mundo, siendo la más reciente aquella en la que los electores se volcaron por Macron, para evitar la amenaza autoritaria de Le Pen. Dado que estamos en un escenario de segunda vuelta con voto útil, entonces la metodología de pronóstico de preferencias electorales está equivocada, porque no considera la migración del voto táctico. Los analistas están interpretando equivocadamente las encuestas, tratando esta elección como si fuese una elección de indecisos, y aun así, calculan mal. El ciudadano que emite un voto táctico busca evitar un mal, y para lograrlo cede el voto del candidato de su preferencia, para sumar votos por un candidato no preferido pero aceptable y con potencial para triunfar, evitando así el triunfo de aquél que considere inaceptable. ¿Cómo se analiza una elección de voto táctico? Combinando el voto indeciso con el voto cedido y el voto comprometido. Es un proceso de en el cual aquél que ha afianzado sus números con mayor seguridad el primer lugar, en este caso AMLO– se encuentra en mayor riesgo de perder. 2
1.
El voto indeciso: Es incorrecto distribuir el 14% de los indecisos de forma proporcional a las preferencias actuales entre todos los candidatos. En esta elección la enorme mayoría de los indecisos ya no sumarán votos para AMLO, Meade o al otro candidato. Los indecisos votarán por aquél que perciban tiene más posibilidades de derrotar al primer lugar, léase a AMLO.
2.
Los votos cedidos (los llamados switchers): Los ciudadanos en este supuesto abandonarán a su candidato de preferencia, con tal de detener a AMLO. No es un porcentaje tan alto como el de indecisos, pero bien puede ser considerable.
3.
Voto comprometido (llamado voto duro). AMLO no sumaría más votos comprometidos a los que tiene, de manera que incluso AMLO podría perder algunos votos de quienes, por cualquier razón de campaña, deciden cambiar su voto por alguno de los otros candidatos, principalmente el contrincante directo.
Aproximadamente el 54% de los votos de Macron se debieron al voto táctico, los ciudadanos en su mayoría temían más a las políticas autoritarias propuestas por Le Pen, que al progresismo de Macron. Mismo caso podría suceder en México. Un candidato es temido por sus propuestas y tono autoritario, en tanto que el otro, según algunos, es cuestionable por diversas razones, excepto por el autoritarismo o por las propuestas anticuadas del primero. Tres ejercicios con supuestos generales y supuestos específicos. Como todo análisis de este tipo, adelanto afirmando que puede ser muy discutible, pero como dice Trejo Delarbre, las encuestas y sus interpretaciones son diagnósticos y no pronósticos. La pretensión es generar mayor y mejor reflexión y no obedecer a ciegas a las posturas mediáticas o de las redes en las tendencias que nos quieren vender a los ciudadanos. Al final veremos que tiene mucho sentido la principal conclusión a partir de la supuesta afirmación coloquial de que electoralmente “este arroz ya se coció”. Supuestos generales son que el primer lugar ya no recibe más votos de la canasta de indecisos, que la información que proviene de las encuestas es confiable y que el abstencionismo se afecta por igual a cualquier escenario. Igualmente para este ejercicio no consideraré el 3
voto de los switchers que podrían reasignarse para, me parece evidente, para el candidato que se perciba ganador hacia el final de la contienda. • Metodología para la migración del voto indeciso: El ejercicio pretende medir la migración del voto de los indecisos en tres escenarios posibles: • 80% de los indecisos vota por el segundo lugar • 60% de los indecisos vota por el segundo lugar • 40% de los indecisos vota por el segundo lugar • En los tres casos el porcentaje restante de los indecisos se distribuye entre el primer y el tercer lugar: 80% al primero y 20% al tercero • Con afán de ser más estrictos con nosotros mismos y con el análisis lo forzaremos de la siguiente manera: del 20% restante le otorgaremos el 80% al primer lugar (AMLO), y 20% de ese 20% restante al tercer lugar. • En este ejercicio obviamente ya no se considera a M. Zavala y los porcentajes que las encuestas decían que traía de preferencia electoral se han sumando a indecisos, y luego se ha hecho el reparto estipulado. Ahora apliquemos los criterios anteriores a cinco encuestas diferentes de cinco casas encuestadores para los tres escenarios que hemos planteado y veamos qué sucede.
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Migraciรณn del voto indeciso (Proporciรณn 80%-20%)
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Migraciรณn del voto indeciso (Proporciรณn 60%-40%)
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Migraciรณn del voto indeciso (Proporciรณn 40%-60%)
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Como es evidente entre más se invierte la proporción 80-20 más favorece al primer lugar. También habría que destacar los resultados que se quedan en la franja “empate técnico”: rango que va 0 a 5 puntos porcentuales y que pudiera coincidir con el margen de error respectivo de la encuesta en cuestión, y que opera en los dos sentidos para los que “empatan”; pude favorecerlo o perjudicarlo. Pero realmente la conclusión valiosa de este ejercicio podría ser que las encuestas que arrojan números donde ya han distribuido a los indecisos no nos están dando información precisa, y segundo, y más importante aún, es que hoy por hoy no está definido para ningún candidato el triunfo (“este arroz no se ha cocido”); por supuesto que en el análisis de las probabilidades, no así en el de las posibilidades, donde todo, evidentemente todo, puede ser posible. Igualmente habría que apuntar que este breve análisis, considera un supuesto esencial –ceteris paribus-: Que todo continúe en el mismo sentido. No me refiero a escándalos y acusaciones, que ambos candidatos han mostrado su inmunidad a tales eventualidades. Quiero decir, si cualquiera de los candidatos de pronto muestra una veta totalmente contraria a lo que ha presentado, podría significar su propia pérdida de electores fuertes. No hay ninguna señal de que AMLO se transforme de un día para otro en una persona profundamente versada en políticas públicas y gestión de presupuesto, del mismo modo que no hay motivos para suponer que Anaya se transformaría en un individuo partidario de la reducción de libertades y/o enemigo de la empresa y el empleo.
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