Temas 28-06-2020

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Del 28 de junio al 4 de julio de 2020

Las primeras

fotos Págs. 2-3-4-5

CRÓNICA | Págs. 6-7

Érase una vez el punk rock ENTREVISTA | Págs. 8-9

Historias de asesinos despiadados

Orígenes de la fotografía en el Maule


2 Historia

Domingo 28 de junio de 2020

Foto de Pedro Lira Orrego, hijo del pintor. En la imagen Augusto Orrego L. con su familia en Constitución. 1895.

Fotografía Losada de Talca, preparando la cámara. 1906.

Pedro María del Campo, vecino de Linares, de M. A. Latorre, en 1883. Se advierte la recia vestimenta y aspecto del personaje.

Orígenes de la fotografía en el Maule Jaime González Colville. Academia Chilena de la Historia

El daguerrotipo, el primer sistema para captar imágenes (inventado por el francés Louis-Jacques-Mandé Daguerre y donde la imagen se lograba en una plancha bañada en una aleación que capturaba la figura), llegó a Chile alrededor de 1840. Pronto se crearon estudios en varios lugares de la capital. Diez años más tarde irrumpe la fotografía en papel, la que fue ganando vigencia entre las clases más acomodadas, por cuanto el retratarse fue un elemento exclusivo y de alto precio. Ello unido a que cada vez se exigía menos exposición (en un principio eran necesarios varios minutos de inmovilidad ante el lente) hizo que, rápidamente, la fotografía se extendiera a lo largo de Chile desde la mitad del siglo XIX aproximadamente. En el Maule despertó interés de inmediato y los nombres de retratistas y fotógrafos se irán sumando con los años, en un episodio muy poco investigado. La fotografía fue un sello de aristocracia y nivel en la sociedad de Chile y del Maule. Los esposos, las familias, inclusos los muertos, quedaron guardados en imágenes. En los veranos, doña Isidora Goyenechea y los patricios de Talca, llevaban a los fotógrafos a Constitución, con sus equipos y cartones para inmortalizar esos momentos. La fotografía tuvo mucho de afán de eternidad, de permanencia en el tiempo, de retener lo que partía.

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Director: Hernán Espinoza Jara Editor de Reportajes: Rodrigo Contreras Vergara Diseño y Diagramación: Diario El Centro Corrección de Textos: Diario El Centro Preprensa e Impresión: EL CENTRO S.A.

temas de domingo

Cámara de cajón y acuarela, en el libro de Hernán Rodriguez.

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Historia

Fotógrafos con máquina de cajón, probablemente en Fiestas Patrias, Linares o Talca, Circa, 1930.

Díaz y Spencer, “Huasos de la zona central”, Talca 1881.

Fotografía Band y Benner. Local de votación de Constitución. 1896.

Isidora Goyenechea de Cousiño y amigas en Constitución. 1863.

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a primera referencia de la fotografía (daguerrotipo) en el Maule data de 1840 cuando Luis Compte navegó desde Valparaíso hasta Talcahuano tomando vistas de la costa. Debió pasar por Constitución, pero a su regreso la nave naufragó en Valparaíso y se perdieron máquinas y material recogido. En 1857 Manuel Tristán Fuenzalida ofrece sus servicios como daguerrotista al periódico El Curicano de Curicó, pero no hay referencias de ese trabajo. En 1865, la Guía Comercial de Curicó registra la actividad del fotógrafo Víctor Cancino, cerca de la plaza. El primer antecedente de un fotógrafo establecido en Talca es del 14 de febrero de 1874. Ese año Jerman Leyton llevó su arte a Linares lo que es anunciado por el periódico La Idea, informando la presencia en la villa del artista fotógrafo, quien efectúa una exposición de sus trabajos con el título de Retratos Fotográficos, en la casa de Milagros Novoa de Novoa, situada en la Plaza de Armas, costado oriente. Nicolás Fuentes era fotógrafo de Talca en 1877. Tenía su estudio en

calle Dos Oriente, números 77 y 79. Visitó Linares donde realizó retratos de familia, de los que no hay registros. Juan de la C. Palomino, establecido en Talca en 1880, se especializó en retratos, logrando notable calidad en sus trabajos, con adelantos técnicos como el fotomontaje y la doble imagen del retratado. Se estableció en la Uno Sur, cerca de la plaza. El afán (o la vanidad) por inmortalizarse en un papel creció con inusitada rapidez: las niñas casaderas, las familias, los matrimonios (el hombre sentado, la señora de pie con una mano en el hombro del marido), las casas, paisajes, etc. se captaron con “voracidad” de artistas. El colmo era el retrato de la hija en alguna revista de Santiago o de las que, con efímera vida, surgían en provincia. En 1897 visitó Linares el fotógrafo de Talca Andrés Calderón, quien además tenía estudio en Curicó y Talca. Estuvo durante enero de 1897 en el Hotel Central y dejó en sus imágenes el sello donde ubicaba su negocio en calle Uno Poniente esquina encontrada con el diario La Actualidad de la Plaza de Armas de Talca.

Fotógrafo no identificado. La Intendencia de Talca, al poco tiempo de ser inaugurada. Calle Uno Norte.

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4 Historia

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Fotografía de Chamorro. Selección de Talca que enfrentó a la de Uruguay en 1919, perdiendo por dos a cero. Revista Siluetas.

El ingeniero francés Máximo Dorlhiac Merlet (Burdeos, Francia 1858-Santiago 1923) llegó a Chile para construir el ramal de Parral a Cauquenes inaugurado el 1 de mayo de 1894. Aficionado a la fotografía, plasmó imágenes de sus obras y de la zona de lo que lamentablemente se ha recogido sólo una parte. La Fotografía Holandesa, fundada en 1894 en Talca por Esteban Nass, en calle Uno Oriente, al costado de la Plaza de Armas, se dedi-

có a retratos de estudio, incursionando en Linares, donde la falta de clientes lo desanimó a continuar. El fotógrafo David Honorato, instalado en Concepción en 1863, debió visitar Linares por cuanto dejó un retrato del párroco de la Villa Mateo del Alcázar, más tarde diputado por esta zona. M. A. Latorre se instaló en Talca hacia 1900, en calle Comercio, Uno Sur de hoy. Sus trabajos fueron premiados en la Exposición Industrial de Talca en 1905. Retrató

a vecinos de Linares, siendo muy notable el de don Pedro María del Campo de 1883. CORRESPONSAL DEL NATIONAL GEOGRAPHYC SOCIETY Olvidado, pero digno de un mejor recuerdo es el talquino Esteban Alarcón Cáceres (Talca 1894- Santiago 1947). Junto con José Bohr y Antonio Radonic está entre los pioneros del cine chileno. Organizó un excelente y bien dotado la-

boratorio, llegando a ser agente de la firma Kodak. Tomó miles de imágenes de paisajes y lugares, fue designado miembro y corresponsal de National Geographyc Society. Además, hizo notables filmaciones a lo largo del país. Parte de su inmensa obra está en el Archivo Fotográfico de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile. Bajo el aviso de Fotografía Artística, en noviembre de 1914, José del C. Vásquez anunció la instalación de su estudio en calle O’Higgins

Fotografía de Esteban Nass, de 1894, con estudio en calle Uno Oriente, lado de la Plaza de Talca.

Fotografía de máquina de cajón con telón de San Sebastián, zona central, lugar no identificado. 1940.

Fotografía Central de Talca, hombre no identificado. 1898.


Historia

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Sello del fotógrafo talquino Juan C Palominos, de 1865.

Juan de la C Palomino 1865 Talca.

número 532 de Linares, lado norte de la Iglesia Matriz. Cuatro años más tarde -1918- Domingo Sepúlveda, quien se presenta como fotógrafo, informa mediante la prensa la apertura del local Fotografía Chile en Chacabuco, lado sur de Independencia en Linares. Ofrece efectuar trabajos a domicilio, además de informar que sus imágenes se exhiben en las vidrieras de los almacenes de Valenzuela Hermanos. Sin embargo, debido al éxito de su labor, Sepúlveda decidió crear un Club de Retratos al Bromuro, la mencionada entidad debía tener un mínimo de ciento veinte socios, pagando dos pesos semanales, durante cuarenta semanas, para optar a una fotografía tamaño natural con marco ovalado o cuadrado, de acuerdo a un sorteo. La Fotografía Maturana llegó a

Linares a fines de 1918, tal vez atraído por el éxito de Sepúlveda, ya citado. Vitelino Maturana O, era un experto retratista y fotógrafo, cuya capacidad era reconocida en las prestigiosas revistas capitalinas Zig-Zag y Sucesos, de las cuales fue durante años el único corresponsal de esta zona. En los meses del verano se instalaba en Constitución, donde hizo numerosos retratos para las revistas de Santiago. En su primer aviso promocional, anunció la instalación en un nuevo y magnifico local, ubicado frente al Banco de Talca, lado poniente del Telégrafo Comercial, entre Chacabuco y Lautaro. Destaca que atenderá con todo esmero su especialidad en retratos al iluminado y al de sepia. Precisa que puede tomar vistas en días nublados o de lluvia e incluso de noche. Durante el terremoto del 1 de di-

Sello del estudio fotográfico La Holandesa, de Talca. 1890.

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Fotografía Werth y Cía, de calle Uno Sur, entre Uno y Dos Oriente. 1902.

ciembre de 1928, Vitelino Maturana captó valiosas imágenes de la tragedia, reproducidas en Zig-Zag, como de igual forma tuvo el valor de fotografiar su propia casa destruida, con su familia entre los escombros, reproducida en La Estrella del 20 de enero de 1928. Su hijo Enrique Maturana González dejó un valioso registro de la historia de Linares durante el siglo XX, actualmente conservado por la Biblioteca Municipal de Linares.

Fuentes: Hernán Rodríguez Villegas: Historia de la Fotografía: 1900-1950. Revista “Fotografía Chilena”, cinco números publicado en 1911, digitalizados en nuestro fondo documental.

Sello de la Fotografía Central, en Plaza de Armas, en 1880.

Sello del Estudio Fotografía Moderna, de Pedro J. Munizaga, de 1877, Talca.

Luis Candia y su hija, fotografía del estudio de García y Arcaya de Talca. 1890.

Logo del fotógrafo de Cauquenes Fco. Luis Rayo, de 1873, con estudio en Santiago y su ciudad natal.


6 Crónica

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Érase una vez el punk rock en Talca

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uizás el paso de Los Prisioneros por la “ciudad del trueno” ese 4 de junio 1986 gatilló el espíritu subversivo en esos preadolescentes que corearon sus canciones en el Gimnasio Municipal de un Talca aún en dictadura. Quizás fueron esos mismos jóvenes los que en septiembre de 1992 viajaron de una ciudad provinciana, tan cercana a la ruralidad, al único recital de The Ramones en Chile. Al ritmo del “Hey! ho! let´s go!”, una delegación piducana, armada con sus bototos militares desacralizados, los mismos que fueron usados para reprimir, ahora giran en un pogo inmenso en el Estadio Nacional. La tradición oral, urbana y callejera emplaza la fundación del punk en nuestra ciudad el año 1992 con “Los Plebeyos”, banda de corta vida que tras algunas tocatas y unos meses se disolvió, lo que dio paso a que sus integrantes conformaran otras agrupaciones, por ejemplo, Los Asociales, Burlense o Bala Perdida. Los Asociales, trío de punk rápido y sucio formado en el mismo 92, editó algunos demos autogestionados y logró relacionarse con grupos capitalinos como Los Miserables y Fiskales Ad-Hok, con quienes compartieron escenario en diciembre de 1993 en la plaza de Renca. Incluso, el sello Alerce los tenía contemplados para grabar, lo cual no se concretó. Por esos años tocaban en los patios y gimnasios de liceos, sedes vecinales y en algunos bares underground, como el Hombligo, ubicado en 11 oriente 1550. Más adelante, este local cambió de locación a la calle Tres Sur, entre 10 y 11 Oriente, con el nombre de Fin Ombligo Jazz, que albergó grandes jornadas de explosiones sónicas que llevaban a la catarsis a sus espectadores. Una suerte de CBGB criollo, donde

Hugo Villar Urrutia. Escritor.

Unos visionarios, quizás, estos locos punks provincianos, hace casi 30 años, comenzaron a anunciar el futuro, con instrumentos precarios y amplificadores pasados de moda, sin el virtuosismo ni los amplificadores Marshall del metal, pero sí con conciencia social. los acoples de las guitarras y el ruido infernal destrozaron masas encefálicas y robaron la inocencia a muchos jóvenes inadaptados, por más de 25 años. Las tocatas, por lo general, mezclaban bandas de diversos estilos, como el metal, punk, hard rock, rock latino y el naciente grunge. Algunos grupos de la década de los noventa, que vale la pena recordar, son Los Plebeyos, Los Asociales, Bala Perdida, Resistencia, Burlense, Los Rebeldes, La Pocilga, Asuranceturix Noise, ADN, Causa Perdida, Katapulpo, Charros Jackson, Smegma, Callecoto, Caldo ‘e Caeza y Simbiosis, muchos de ellos, con canciones propias o, incluso, con la grabación de algún casete autogestionado. Con letras contestatarias, abordaban temas como la dictadura, el repudio al fascismo, la reivindicación de los pueblos originarios y la denuncia; otros de corte existencialista, nihilista y suicida, pasando por otros temas ligados al desamor o situaciones cotidianas. Muchas de estas agrupaciones surgieron bajo la influencia del punk ibérico de Ilegales, La Polla Records, Eskorbuto o Kortatu. Posteriormente, en la segunda mitad de los noventa, se empieza a notar el influjo argentino, de bandas como 2 Minutos, Flema, Fun People, Todos Tus Muertos y Ataque 77, sumado al sello de grupos chilenos, incluso aque-

Ensayo de la banda Causa Perdida, 1999.

llos nacidos en los ochenta, como Pinochet Boys y Ocho Bolas, Los Miserables, Fiskales Ad- Hok, KK Urbana o BBS Paranoicos La lírica punk local de los 90, tal como el punk en general, traslucía una alegría que nunca llegó. Los Asociales cantaban en el teatro del Liceo A-8 en un acto oficial en 1993, frente a sus autoridades: “Hey, hey, hey, me apesta tu religión/Hey, hey, hey, me apesta tu bandera/Hey, hey, hey, me apesta tu líder/Hey, hey, hey me apesta tu sistema”. El experimento de democracia se comienza a desvanecer y la denuncia noventera de un Chile hipócrita se hace sentir. Bala Perdida (1995) y su ska combativo refleja el ambiente de esos años en la canción “Revuelta Lacandona”: “Aún hay quienes creen en la dignidad humana y lucharán para que ésta acabe con la fría matanza”. El reciente fin (formal) de la dictadura y la necesidad de destacar a los héroes que lucharon contra la represión se refleja, por ejemplo, en este tema de La Pocilga (1996): “Dejando la cagá, pasó por Concepción/el Chuma con sus yuntas hacían molotov, dirigente sindical/el Chuma socialista, salía a la calle, le peleaba a los fascistas”. Frente a esa actitud de denuncia propia del punk destaca la canción “Las manos de José”, de Katapulpo (1998), que narra la historia de un

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cura pedófilo: “Subiendo el masaje, llegando al infierno/Siento ya tus manos, las manos de José/ Se miran a los ojos y sonríen diciendo /Somos humanos, que Dios nos perdone”. La lucha contra el capitalismo también es parte de los discursos punks locales. Entre una batería rápida, una caja acelerada y el ocaso de 1999 se escucha la canción “Violencia” de Causa Perdida: “Hay tanta violencia en este planeta, que ya es imposible vivir en libertad/odio en las mentes. Y en el corazón/mucha intolerancia y poca razón /Falta de sentimiento, justicia e igualdad, en un mundo violento donde manda el capital, lleno de sobornos, mentira y corrupción”, realidad vigente con mucha fuerza en este incierto siglo XXI. Unos visionarios, quizás, estos locos punks provincianos, hace casi 30 años, comenzaron a anunciar el futuro, con instrumentos precarios y amplificadores pasados de moda, sin el virtuosismo ni los amplificadores Marshall del metal, pero sí con conciencia social. Como toda tribu urbana o contracultura también tuvo episodios de violencia y rivalidades, sectorizándose territorialmente, muy en sintonía con el punk argentino y su relación con las barras de fútbol, o emulando las peñas españolas; también responde a la división misma de la post dictadura chilena. Por estos tiempos convulsivos del siglo XXI el punk sigue vivo en las calles con bandas como Palta Mayo, Katapulpo, Los Jotes, 21 Gramos, Duros Tiempos, Patanlopshyko, Proyecto Mayhem, Fanfa-Rón, Simbiosis, Minorswing, por mencionar a algunas. Cabe destacar su activa participación en expresiones artísticas en el contexto del estallido social, con presentaciones en la Plaza de la Resistencia y en la calle Dos Sur, en medio de las marchas.

Banda Los Plebeyos presentándose en el Hombligo en 1992. Los Asociales presentándose en el Bar Revólver en 1994.

Carátula del casete de Bala Perdida. 1995.

Microguión de una bala perdida Escena 1. Toma 3. Plano general: Travelling en cámara lenta (inicios del movimiento, los personajes están armados con instrumentos y el ímpetu de la juventud). Una mesa sucia del bar Hombligo es testigo de un ruidoso y desaliñado sonido, mientras en el escenario, Los Plebeyos escupen municiones de palabras, cargadas de rabia y punk rock. Un televisor encendido a un costado de la barra reproduce Taxi Driver, en los ojos de un joven Taticho. Es un sábado de 1992 y Talca no sabe que en sus entrañas está naciendo el hijo bastardo de una ciudad oscura. Escena 2. Toma 5. Cámara en mano, entre el público alocado. Manuel y Sandra bailan en el patio del Liceo A-8, mientras Los Asociales suenan a todo volumen. Ella piensa en que el tiempo no la cambie, él mueve su cabello mientras la luz del sol dibuja unas sombras en la cancha de básquetbol. “Algo está ocurriendo aquí”, piensa Sandra y luego corea, gritando: “Todo el mundo vive sufriendo/ Todo el mundo vive peleando/ La sociedad ya está acusando”. Escena 3. Toma 4. Plano secuencia con el protagonista, hasta que efectúa los disparos. Colgó el teléfono y salió de la parte posterior del bar, pasó por la barra donde estaba su padre atendiendo a los clientes, no lo miró, sólo se aseguró de que la pistola estuviera en su bolsillo. Con los ojos nublados, se abrió paso entre las mesas y en una de ellas pudo distinguir a unos chicos de mohicanos y pelos pintados. Lo miraron con hostilidad, pero no les prestó importancia; iba decidido. Al salir a la calle Tres Sur, pudo notar que había llovido; una muchedumbre pululaba afuera del Fin Ombligo Jazz, los travestis bulliciosos se hacían notar en la esquina de la 10 Oriente, apoyados en la pared de La Flor de Talca. En un rápido movimiento, saca el arma y con las manos sudadas dispara varias veces al cielo, esperando matar a Dios. Los parroquianos del bar se tiran al piso, entre ellos los Fiskales Ad-Hok, que en unos minutos más tocan en el bar del frente. Asustados se meten bajo la mesa mientras afirman con fuerza y fe sus vasos de vino blanco.


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César Biernay:

“Muchos homicidios problemas de dinero o Mario Rodríguez Órdenes

“Francis Fukuyama afirma en su obra que aún no se descubre en el ADN humano el gen de la maldad. Sea como fuere, creo que en los liceos se debería enseñar, junto a matemáticas y lenguaje, educación financiera e inteligencia emocional”.

Una joven de 22 años fue asesinada con certeros cortes de cortapluma en la madrugada del 24 de enero de 1968, en el Hotel Princesa de Santiago. Se trataba de Marta Matamala Montecinos. El crimen conmovió al país.

César Biernay fue funcionario de la PDI y se desempeñó como bibliotecario en la Escuela de Investigaciones Policiales.

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a muerte siempre está al acecho. Con sagacidad de sabueso, César Biernay Arriagada (Santiago, 1976) en “Macabros. Historias de asesinos despiadados que intentaron el crimen perfecto” (Catalonia, 2020), reconstruye siete casos policiales que causaron conmoción en la sociedad chilena. Entre ellos el caso del Hotel Princesa, 1968; el caso Yuraszeck, 2004 y el caso de los hermanos Rojo, 2008. César, ¿cómo surge la escritura de Macabros? “Desde muy joven fui aficionado a la lectura de novelas policiales. Sentía profunda atracción por las aventuras de Sherlock Holmes, de Maigret y del Padre Brown. Por gracia del destino tuve la maravillosa oportunidad de ingresar a la PDI y desempeñarme como bibliotecario en la Escuela de Investigaciones Policiales, donde conocí a detectives reales que cautivaron mi interés. Desde ese día cambié la lectura de cuentos novelados por el estudio de casos reales, evidenciando que la realidad supera a la ficción. Entre tantos casos emblemáticos que merecen ser documentados y contados, nace esta obra para quienes gustan del género negro”. Precisa que hay pocas obras que triangulen el crimen desde la mirada de la víctima, el homicida y el detective. Para su investigación, ¿qué tan decisivo fue acceder a los archivos de la PDI? “Una fuente de permanente de consulta para mi investigación la cons-

tituye la Colección Histórica de Homicidios de la PDI. Esta desclasifica cien casos emblemáticos, desde la denuncia hasta el informe policial. Sin embargo, los relatos que contiene esta primera entrega de ‘Macabros’, portan otros aderezos que fueron rescatados desde la prensa nacional, de documentos judiciales y de entrevistas a perspicaces investigadores que trabajaron estos sitios del suceso”. Ha reflexionado, ¿por qué nos convertimos en homicidas? “La respuesta a esa pregunta es un debate de larga data; mientras para algunos criminólogos la causa estaría dada por factores sociales, para otros estaría vinculado con aspectos antropomórficos; Francis Fukuyama afirma en su obra que aún no se descubre en el ADN humano el gen de la maldad. Sea como fuere, creo que en los liceos se debería enseñar, junto a matemáticas y lenguaje, educación financiera e inteligencia emocional. Muchos ho-

micidios germinan por problemas de dinero o viscerales impulsos”. ¿Qué rasgos reúnen los casos seleccionados? “En ‘Macabros’ los relatos reúnen tres ingredientes propios de un thriller. Primero la intriga, el misterio, el acertijo, en casos policiales con pistas escasas y la prensa apostada fuera de la escena del crimen en espera de información; luego el instinto policial, la sagacidad y perspicacia de viejos maestros de la investigación criminal, que a partir de las evidencias del presente pueden reconstruir el pasado de los hechos; y finalmente los entresijos de la mente criminal, plasmados en espeluznantes modus operandi y sus letales medios para matar”. Es efectivo que los ciudadanos comunes transitamos diariamente con cientos de personas sin reconocer en otros al criminal en potencia. El detective lo intuye.

¿Es algo que se aprende? “Ciertamente, no es algo que se enseñe en una sala de clases, en un laboratorio de peritajes o en un polígono de tiro. Se aprende con el trabajo diario y bajo el alero de astutos tutores policiales, condicionado por la habilidad de cada investigador policial en el cual despunta y madura ese instinto policial”. EL CASO DEL HOTEL PRINCESA A fines de la década del sesenta, la acalorada noche santiaguina convivía con el hampa, con el ladronzuelo de las plazas mal iluminadas, los cuenteros y los traficantes de opio. De día se convivía con el lanza, el monrero que ofrecía apuestas de caballos fuera del hipódromo. Y adornando la esquina se encontraba la “patinadora”, apelativo con que se denominaba a las prostitutas. La noche era intensa… “El trasnoche capitalino ofrecía una variada oferta de boites, restaurantes y bailables. En ellos departían artistas, escritores y librepensadores, en cuya escena las mariposas nocturnas adornaban las aceras de las principales avenidas”. ¿Quién era Marta Matamala Montecinos? “Fue una reconocida ‘patinadora de calle Estado, a las afueras del restaurant “Il Bosco”, conocida en el medio por su particular belleza. De cutis blanco, pelo castaño claro y corte regular, destacaba entre sus pares por su hermosura y por sus fieles clientes. Con apenas 16 años viajó a Santiago en 1961. Trabajó como empleada doméstica en la casa de un matrimonio


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germinan por viscerales impulsos” Aprovechó la salida de una pareja para cruzar la puerta de salida y caminar presuroso hacia la calle San Francisco donde en unos escombros botó la cortapluma”.

“Macabros” reco nstruye siete ca sos policiales que causar on conmoción en la sociedad chilena.

extranjero, pero solo duró un año. Luego siguió el camino de la prostitución, apropiándose de una de las arterias más concurridas de la bohemia santiaguina. Su pareja, Benjamín Romero, alias ‘El Conde’, fue su proxeneta. La relación afectiva entre ambos se mantuvo por largo tiempo, de cuya unión nació (…) su única hija”. ¿Es efectivo que el cronista Oreste Plath la vio la misma noche de la tragedia? “Es efectivo que la vio en varias noches previas a la tragedia, por las transitadas calles del casco histórico metropolitano y entre la humareda de los bares”. Ese aciago 24 de enero de 1968, tras conocer a su victimario se dirigen al Hotel Princesa, en pleno centro de Santiago. ¿Qué sucede ahí? “El homicida cancela el precio de la habitación número 2 y entró a ella junto a Marta. En su interior le propina en el cuello dos cortes mortales con su cortapluma automática, falleciendo en el acto. Luego dejó correr el agua de la ducha y esperó el momento preciso para escapar.

CONMOCIÓN EN CHILE ¿Por qué cree que el caso causó tanto impacto en Chile? “Por la crudeza del homicidio, por la maldad de la fechoría y por la dilatada búsqueda del victimario. Este caso policial sembró el pánico en la opinión pública, nadie se animaba a salir de noche y hasta los propios malandras del hampa criolla se dieron a la tarea de apoyar a la policía en la búsqueda del criminal. Los primeros retratos hablados daban cuenta de un hombre de baja estatura con marcados rasgos indígenas. La prensa acopió el nombre de “El enano maldito”, y por antonomasia el término se asoció con pequeños traviesos y sórdidos personajes de la farándula de la época”.

¿Hacia dónde se orientó la investigación policial? “En la antesala de este macabro homicidio, el criminal debió haber interactuado en alguno de los sucuchos de la bohemia urbana. Por ello se tomó declaración a cada uno de los garzones, coperos y serenos de los principales bares y restaurantes del centro capitalino. Primero se focalizó la investigación en un radio limitado del centro de la ciudad, pero ante la escasez de resultados, el empadronamiento se amplió, abarcando los locales nocturnos de Huérfanos, Compañía y Merced, desde Bandera hasta Santa Lucía y desde Mapocho hasta la Alameda. Fue una tarea maratónica, puerta a puerta, persona a persona, pero ‘El enano maldito’ no aparecía”. Recién el año 1971 aparece el supuesto autor de la muerte de Marta, Moisés Muñoz Moreno. “Efectivamente. Tres años después del mediático crimen, un delincuente, Moisés Muñoz Moreno, se entrega a la justicia atribuyéndose el homicidio de Marta. Sus rasgos se asemejaban al retrato hablado y su relato era coincidente con el parte policial.

Su confesión bastó para tramitar la condena y devolver a la ciudadanía la anhelada paz social. En esos años la confesión era un medio de prueba. Lo que los diarios no publicaron fue que Moisés Muñoz Moreno padecía el trastorno de psicosis de Korsakoff, lo que habría motivado la confesión del homicidio que nunca cometió”. ¿Qué pruebas fueron concluyentes para determinar que Jorge González fue el autor del crimen de Marta? “Su confesión portaba antecedentes no divulgados en la prensa, además de ruedas de presos ante testigos del hecho que lo sindicaron como el repudiable criminal”.

¿Qué pasó con el primer inculpado, Moisés Muñoz Moreno? “Ambos cumplieron condena en la Penitenciaría de Santiago. El enano verdadero por su crimen comprobado, y el enano falso por condenas asociadas a otras violaciones”. ¿Qué condena tuvo Jorge González Agüero? “No alcanzó a cumplir tres años en prisión, quedando en libertad en 1980. Muere en 1986”. La pieza donde ocurrió el brutal homicidio fue remodelada y hoy ofrece un bar y una sala de estar a los pasajeros del hotel, que cambió su nombre a Hotel Vegas”.


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“La Huerta” es una localidad que se encuentra situada en una terraza de la ribera norte del río Mataquito.

La Huerta de Mataquito:

De fronteras, vueltas y el cacique Briso Alejandro Morales Yamal, Mg. Cs. Sociales Aplicadas. Raúl Sánchez Andaur, Dr. Historia

Entre los muchos antecedentes históricos de este lugar, destaca el de la saga de los Briso, una familia de abundante descendencia, pero de la que, sin embargo, se desconoce el lugar donde están sepultados.

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l poblado denominado actualmente como “La Huerta de Mataquito” o simplemente “La Huerta” es una localidad que tiene aproximadamente mil habitantes, y se encuentra situada en una terraza de la ribera norte del río Mataquito, a los pies del cordón montañoso de la Cordillera de la Costa, perteneciente al secano interior de la zona. Fue un antiguo caserío indígena que se conoció como “Gonza”, frontera del dominio incásico y español, y escenario de la “Batalla de Mataquito” durante la Guerra de Arauco. El cambio de nombre se produjo a partir del siglo XVII, en la colonización española del valle, en referencia a la curva que presenta el río Mataquito en su curso al oeste. Así “Gonza” cambia a la “Güerta” significando la vuelta que hace el

río Mataquito en ese lugar. Administrativamente pertenece a la comuna de Hualañé, en donde forma el Distrito La Huerta, que incluye a pequeñas localidades vecinas como Orilla de Navarro, Orilla de Valdés, Remolino y Parronal. Se ubica 40 km al oeste de la ciudad de Curicó, por la Ruta J-60; y 54 km al noroeste de Talca, por la Ruta K-40. PRESENCIA INDÍ GENA Hace 10.000 años atrás, esta zona presentaba población paleolítica dispersa, caracterizada por ser recolectores y cazadores hábiles, permanentes navegadores de río y por lo tanto pescadores fluviales, que con el tiempo se transformaron en agricultores y ganaderos; transitando entre la costa y el valle; y asentados en donde las

condiciones geográficas le favorecían (que les daba abrigo, seguridad y alimentación). En la época precolombina, el río formado por la unión de los ríos Teno y Lontué era conocido como “Güelengüelevano” y el plano aluvial del codo del cauce era habitado por el pueblo de indios llamado “Gonza”. Durante el siglo XV, con el mandato del inca Huaina Capac, el imperio incaico amplió sus dominios por el sur hasta el río que llamaron “Mataquetha” o “Mat’qto”, estableciendo su influencia en los habitantes de la zona (de hecho se cree que los incas venían del norte y no pudieron atravesar el río en la zona de Peralillo y tuvieron que bordearlo hacia la costa para poder atravesarlo quizás a la altura de Quelmén y/o Lora llegando al lado sur del río entre la

zona de Docamavida y Calpún)​. A la llegada de los españoles, el río Mataquito constituyó la frontera de la resistencia mapuche, desde donde asolaban las poblaciones fundadas por los conquistadores en Chile central. El dominio español en la comarca del Mataquito se expresó en la entrega de tierras y encomiendas de indios en favor de militares por sus servicios a la corona. Los indígenas conservaron su organización y se convirtieron al catolicismo. La población nativa del Mataquito – que ya era numerosa en 1580, que contabilizaba sólo en la zona de Gonza 140 indígenas tributarios- sufrió una rápida despoblación debida en gran parte a las expoliaciones y al rigor de los hacendados vecinos que los expulsó de la zona. Como expresión de estos


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Hacia 1630 había población indígena que se localizaban a la orilla del río Mataquito.

hechos, el Cacique Briso acusaba ante las autoridades judiciales a Jacinto Garcés, hacendado de La Huerta, de invadir la propiedad indígena y perjudicarles sus sembradíos. Las autoridades judiciales de la época resolvieron en favor de los indígenas​, sin embargo, la zona terminó cediendo ante la ocupación española, constituyéndose las grandes propiedades que actualmente conocemos. Cerca de Peralillo –que ya era una Estancia importante- se levantó un lavadero de oro en Quilpoco, a cargo del Corregidor Juan Garcés Donoso en 1746. Esta propiedad -de la estancia de Peralillo- se extendió desde el lindero del pueblo indígena de La Huerta hasta Hualañé. Y en la vecina estancia Remolinos hubo también –al lado de un molino de agua- una pequeña capilla católica que cristianizaba a los indígenas de la zona (cerca del cerro de Maica). Estas Estancias tenían antiguas casonas (habitación del estanciero) con corrales y bodegas, viviendas de los trabajadores y molinos. En esta zona se presentan caciques, territorios con cierta organización indígena, que ejercen la caza y la pesca y la incipiente agricultura, y aún son los más pobres de la cuenca del Mataquito. En los pueblos de indios esta gente es recibida sin obstáculos, se les da el nombre de “inquilinos” y a veces superan el número de la población autóctona. Así en una matrícula de 1789 en la Huerta se identificaban 59 inquilinos agregados y 16 indios. Toda esta gente, unida a los indios de la zona, constituye una población – o agrupamiento- de importancia local, que hace la vida común y mantiene vinculaciones de diversa especie. Para conformar los poblados, los dispersos naturales o habitantes nativos –que vivían en torno al río y algunas lagunas- fueron reagrupados en rancheríos compactos para conformar las futuras aldeas y villorrios. Siempre hubo 2 elementos externos que aceleraron la instalación de los pueblos “de indios”: el primer elemento externo, fue la instalación de una parroquia, casi siempre al medio de la población de indios –la casa del párroco y la iglesia- edificada en un pequeño plano en la falda de la loma, en el lugar que ocupa la casona parroquial. Y el otro elemento

externo, es que el Corregidor ordenó en 1777 que los indios se avecindaran y se instalaran alrededor de la Parroquia hasta constituir una pequeña aldea o villorrio. Así las rucas y tolderías indígenas empiezan a colocarse en las lomas y en las quebradas próximas a la iglesia. Lo curioso, es que también se empiezan a avecindar los mestizos, blancos y mulatos, incluso españoles comerciantes que levantan y construyen casonas de cierta importancia, todo empujado por las bondades de vivir aglomerados buscando terminar con el desamparo, atropellos y asaltos de los bandoleros e indios libres; como los del Cacique Briso en la zona de la Huerta y el Mataquito. René León Echaíz, en una crónica citada, establece que “los indios son flojos y viciosos, y viven en la miseria y en relajamiento…Hay gente que se acerca a vivir con los indios de los pueblos, está formada por indios sueltos, de distintos lugares; por mestizos descendientes, por mulatos y negros libres; por españoles de baja categoría social, por desertores, por hombres perseguidos por la justicia, por esclavos que han huido de la justicia, etc.”. Según un informe del diputado Hermenegildo Céspedes en 1789, la Huerta se caracteriza por “ser un pueblo situado a orillas del río Mataquito por la parte norte, cuya corriente corre al rumbo de sudueste por término de 24 cuadras que es el largo de dicho pueblo. El reducto de su asiento es una corta vega que corre a orillas de dicho río que encerrará en cincuenta cuadras cúbicas, que es el único terreno donde los naturales de este pueblo siembran legumbres y granos para su mantención...”. EL CACICAZGO LOCAL Antes de Gonza ya existía el asentamiento indígena de Mataquito (Peralillo) a orillas del río local y que no tenía ningún cacique que lo gobernara pero que se relacionaba con los habitantes de Gonza. Hacia 1630 en las inmediaciones de Gonza, existía una numerosa cantidad de rukas y toldos pertenecientes a la población indígena local que se localizaban a la orilla del río Mataquito y los caciques que gobernaban eran de nombre Briso y de ellos dependían rancheríos subalternos

como Mataquito y Orillas de Navarros. “En una matrícula que se hizo en 1695 figuraban los siguientes indígenas: Nicolas Briso, cacique de 80 años, Pedro Millanamu, Antonio Goaicoca, Cristobal Cayuguante, Juan Sanchuiri”, según cita de R. León Echaíz. El cacique Domingo Briso (hijo del anciano cacique Nicolás), tuvo una enorme descendencia en la zona del pueblo de indios de Gonza, que contrajo matrimonio con una española –y que en 1771 ya tenía 5 hijos- en donde ejerció su poder indígena durante más de 50 años y que su hermano Fernando Briso asoló las tierras de esta parte de la zona del Mataquito; transformándose en bandolero y bandido al querer resistirse frente al sometimiento de los españoles de los herederos de los conquistadores y encomenderos del área. El mismo R. León Echaíz expone: “Ya conocen la fama siniestra de Fernando Briso, hermano del cacique del pueblo indígena de la Huerta, se ha convertido en el terror de toda la zona de Mataquito. Al frente de una banda de desalmados recorre caminos y montañas, asalta estancias, arrea con piños de animales. Nada que sea de valor escapa a su avidez; y si alguien se opone a sus designios, sabe también ser implacable sanguinario”. Al revisar los archivos parroquiales que están en la Iglesia San Policarpo de la Huerta –que datan de 1828 y que refieren a la iglesia y curato de Peralillo-, es posible apreciar la abundante y extensa descendencia de la Familia Briso de raíz indígena; llamando profundamente la atención que no existe coincidencia alguna con el único fallecido instalado en el cementerio actual de La Huerta ni los enterrados en el actual cementerio de Villa Prat en términos de su abundante rama familiar (área de influencia ejercida por los Briso); por lo tanto surgen unas preguntas intrigantes: ¿Dónde están sepultados los demás descendientes de esta familia indígena? ¿Hubo un enterratorio indígena en la zona y dónde estará localizado? Quizás la gran descendencia de los Briso obedece a la endogamia practicada durante 200 años en la zona, situación muy común que era socialmente aceptada entre las comunidades indígenas. Hoy los Briso (o Brisso) se distribuyen

en Huaquén, Villa Prat, La Huerta, Hualmapu y Curepto (entre ellos quizás el último descendiente José Rivero Briso, fallecido en 2012 en Quebrada de Reyes y sepultado en Curepto). ROL EVANGELIZADOR La tercera parroquia (después de Vichuquén y Lora) de la zona de influencia del río Mataquito, fue la de Gonza o La Güerta. Estas tierras estaban ubicadas –como ya se citó- en el Fundo Remolinos (de propiedad de Juan Garcés). Dicen los indios “que hubo una capilla en el pueblo, pero al presente no hay y sólo han señalado el lugar donde estaba, en las tierras que actualmente goza Jacinto Garcés”. Hay que establecer que la primera iglesia en la zona de la Huerta; es la de alto de Caone –que data de 1770- y la de Peralillo –que data de 1788-, que recién aparece en 1824 aproximadamente como una pequeña parroquia, que venía a evangelizar a la población nativa; y que se hoy se reconoce como la gran “Iglesia de San Policarpo” de La Huerta –que concentraba la mayor cantidad de población del valle del Mataquito y que en 1824 se expresaba en la construcción de una nueva iglesia en la zona- y que en 1864 pasó a ser parroquial en lugar de la de Peralillo, reemplazándola por esta de Huerta del Mataquito. Definitivamente en 1864 se trasladan los tolderíos de indios de Peralillo a La Huerta de Mataquito. Y además para el funcionamiento de las iglesias y parroquias los indígenas debían pagar tributo para mantener al cura doctrinero de la localidad y así asumir los roles de evangelización y pacificación de la zona. Entre las primeras doctrinas existentes estaba la de Peteroa, que incorporaba los pueblos de Peteroa, Gualemo, Mataquito, Gonza y Paniagüe Hoy la Iglesia de San Policarpo de la Huerta es una enorme construcción de adobes de estilo románico y que cuenta con amplios corredores al costado sur y que contiene 3 naves de acceso al templo; y que fue recién reconstruido por encargo pecuniario de un residente local y que podría ser postulado a la declaratoria de Monumento Nacional para su preservación futura.


12 Cine

Domingo 28 de junio de 2020

Una guerra racista David Lizana Barros

“Cinco sangres”, el último trabajo del director Spike Lee, conversa mucho con la contingencia racial vivida en la actualidad. Utiliza la guerra de Vietnam y sus consecuencias para criticar el orden blanco impuesto en su país.

E

l cine del director Spike Lee se caracteriza por criticar el racismo, la xenofobia, la desigualdad y denunciar el descontento social, desde que hizo su estreno con la cinta “Haz lo correcto”. Crítica que cobra mucha fuerza en la actualidad con la muerte de George Floyd a manos de un policía, y el consabido aumento explosivo de un sistema que discrimina sistemáticamente en muchas latitudes del mundo. Netflix, la plataforma de cine en pandemia, exhibe su último trabajo, “Cinco Sangres”, una cinta que está a muy buen nivel gracias al grupo de actores que personifican a ex soldados de Vietnam. La trama gira alrededor de cuatro veteranos de guerra de raza negra (Delroy Lindo, Clarke Peters, Isiah Whitlock Jr. y Norm Lewis) que se reúnen en dicho país décadas después con la excusa de recuperar el cuerpo del que fuera compañero y líder (Chadwick Boseman), pero lo que les mueve también es la promesa de un tesoro escondido y algún grado de redención de

uno de sus controvertidos compañeros de armas. El desarrollo del film me recordó a muchas cintas bélicas como “Apocalypse Now” de Francis Ford Coppola, “El tesoro Sierra Madre” de John Huston o “Nacido para Matar” de Stanley Kubrick. Sin duda alguna, Lee lo hace desde un renovado punto de vista, el de las victimas ignoradas de aquel holocausto y sus heridas que no han podido sanar hasta hoy en una guerra que no era suya. El realizador nos sitúa en tiempo presente donde los amigos se reúnen para ir a la aventura de los recuerdos. En la guerra se mantenían unidos en una selva enviados en varias misiones. Se sentían discriminados, considerando que su raza en ese entonces representaba el 10% de la población, pero en Vietnam, de toda la tropa, representaban el 30%, unos verdaderos “carne de cañón”. Siempre Lee va tras pequeños grupos que viven en constantemente tensión, usando la comedia, mezclando lo documental y lo dramático para no perder el foco del mensaje.

Se siente el resentimiento de los personajes, un mea culpa de las condiciones raciales y sociales a lo largo del film. Un cine social y militante que esta vez usa como telón de fondo la vuelta a Vietnam de un grupo de hombres que se sintió utilizado. Tal vez cuando el actor Delroy Lindo, que está notable, mira a la cámara desafiante, resume el alma de la cinta. Un un gran momento en donde Delroy dice: “no me volverán a engañar, ustedes me hicieron malo, este maldito lugar, el maldito Ejército quemó la tierra, el agua y contaminaron mi alma también, pero no moriré, óyeme, no me vas a asesinar, el gobierno de Estados Unidos no me

matará, yo elegiré cuándo y cómo voy a morir, ¿entendido?”. Es un film que conversa muy bien con la contingencia. Y no sería raro, viviendo un año de agitaciones raciales y sociales por todo el mundo, que la cinta y sus actores sean llamados a obtener varios premios. Spike Lee es un gran cineasta contemporáneo, que critica a quienes nos dirigen, al sistema y a los falsos profetas que presentan un camino violento para resolver las cosas. En dos horas y media hay que estar atentos a los mensajes entrelíneas que evidencian un descontento contenido que se expresa hoy con mucha fuerza.


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