Temas 19-07-2020

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ENTREVISTA | Págs.6-7

Ahí vive mi amigo Gustavo… CRÓNICA | Págs.8-9

Era dorada del “comic book”

Del 19 al 25 de julio de 2020

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Un año sin

Adriana Págs.2-3-4 y 5


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Domingo 19 de julio de 2020

Adriana Bórquez Adriazola (1936 - 2019)

La escritura testimonial de una mujer adelantada Bernardo González Koppmann

Mañana se cumple un año del fallecimiento de Adriana Bórquez, escritora recordada por su lucha por los Derechos Humanos, exiliada y detenida en la Colonia Dignidad.

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a vida de Adriana Bórquez Adriazola es una de las biografías más apasionantes que hemos tenido el placer de conocer en Talca, en sus casi tres siglos de existencia. Y no exagero. Por tal motivo -y al cumplirse este 20 de julio un año de su lamentable partida- Helena Ediciones ha querido recordarla en su real dimensión con una serie de actividades, entre ellas este sencillo perfil a modo de homenaje. Dadas las infinitas actividades que desempeñó en su rol de madre, abuela, profesora, militante, vecina, luchadora social, amante y escritora sería inoficioso intentar abarcar su itinerario en unas cuantas cuartillas. Sin embargo, es dable -a través de sus libros- rastrear el deambular por todos aquellos lugares donde dejó una impronta indeleble.

Los primeros días de febrero de 1976 Adriana Bórquez parte al exilio. Regresa la primavera de 1985.

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Director: Hernán Espinoza Jara Editor de Reportajes: Rodrigo Contreras Vergara Diseño y Diagramación: Diario El Centro Corrección de Textos: Diario El Centro Preprensa e Impresión: EL CENTRO S.A.

DE LA INFANCIA Y JUVENTUD De su infancia y juventud tenemos escasa información en su literatura; sin embargo, ella es suficiente como para hacernos una idea acabada acerca de la difícil convivencia familiar que va decantando, en la medida que la adolescente Adriana va madurando y haciéndose una opinión propia. Así, en “Colonia Dignidad: la vivimos, la conocimos”, texto escrito en Oxford UK en 1981, y recién publicado como libro virtual por Ediciones Inubicalistas en el 2018, nos relata: “Nací en Osorno, en 1936, en una familia de clase media acomodada, de provincia. Fui educada en colegios privados y desde que me asomé a la adolescencia, viví el conflicto entre mis propias inquietudes sociales y el medio que me rodeaba. En el año 1954 ingresé al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, en Santiago, a la asignatura de Francés. Unos años más tarde corté definitivamente las relaciones con la familia y su grupo social, al no poder

temas de domingo

conciliar mi creciente conciencia humanista con la mentalidad y los intereses de esa clase.” (p. 119). A buen entendedor, pocas palabras. Ese adagio se aplica aquí perfectamente. Al revisar “Historias de mujeres”, conjunto de relatos autoeditados el año 2002, en Talca, encontramos en el cuento “Triángulo” una descripción de lo que pudo haber sido la rutina del trabajo social y político de Adriana en sus apasionantes años de universitaria; apunta la autora: “Logramos muchos sueños que parecían irrealizables: alfabetización por un cerro, construcción de la sede comunitaria en otro; comedor solidario para los niños, talleres artesanales para los jóvenes, curso de capacitación para los trabajadores, especialización de obreros, educación política en el Barrio Chino; trabajos voluntarios en unas islitas de Chiloé, y una lista de nunca acabar.” (p. 75) Años de idealismos y de generosa entrega a todas las causas nobles de la Historia. DE ADULTA JOVEN De la siguiente etapa de su vida contamos con referencias muy aisladas, tomadas casi entre líneas; no logramos recabar información explícita al respecto. Sabemos sí que ejerce como pedagoga en Osorno, en Valparaíso y de pronto, en 1968, la encontramos trabajando feliz -como nunca en su vida, según propia confesiónen la jornada nocturna del Liceo de Hombres de Talca. Entretanto, ha tenido un fracaso matrimonial y rápidamente, entre los 20 y los 30 años, aproximadamente, ha sido madre de cinco hijos: Lichi, Nana, Fidel, Isolda y Selva, la conchito. En “Historias de mujeres”, no obstante, encontramos un hermoso relato llamado “Flores de porcelana”, que nos da ciertas luces respecto a este periodo. En el leemos cómo

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Adriana siempre creó vínculos fraternos. En la imagen, junto su pequeño vecino, Miguel Bernal Bernal.

Eugenia, en su rol de eterna sumisa, se desliga ya mayor del marido y aprende a sobrellevar una vida tranquila luego de separada y jubilada; esta encantadora mujer en su retiro, mientras elabora flores de porcelana, recuerda -desdoblando su personalidad- a una lejana Alicia (alter ego de Adriana), que podría ser perfectamente la misma Eugenia cuando era joven e intentaba ser rebelde y no se atrevió a independizarse. Ahora, afable y elegante, se recrimina los años perdidos por no haber reaccionado antes. Es el típico dualismo -muy humano por lo demás- ángel y bestia, dos actitudes frente a un mismo hecho, la sumisión o la emancipación. El relato explora a su vez la opción que toma Alicia, romper esquemas y emigrar a Europa, donde -en ese mismo instante- está y no está, apoyada a una ventana contemplando la campiña. En el fondo, entonces, ambas mujeres son las dos caras de una misma moneda, de una misma persona, donde ambas identidades se fusionan frente al desafío de ser felices. Es un texto riquísimo que da para un largo análisis. Volviendo a lo que nos convoca este artículo podemos, a partir de la lectura de “Flores de porcelana”, extrapolar el cuento hacia el estilo inusual que emplea Adriana para conseguir su libertad interior. Ella fue en los hechos quien zafó audazmente del patriarcado consuetudinario en Osorno; ella, rara avis para los tabúes de su época y de su clase; ella, “la rebelde, la que no soportó el yugo de un matrimonio fracasado, la que buscó sin tapujos la felicidad, la que no temió a la pobreza, ni a la crítica social. La que aprendió a crecer más allá de sí misma y darse a una causa -la causa de la justicia y la libertad- al punto de ofrendarse por su ideal.” (p. 14). Sin duda, estamos en presencia de una

Adriana Bórquez con Isolda, su hija y Nicolás y Lirit, sus nietos.

mujer bastante adelantada. LA MILITANTE Y EL GOLPE Hurgando en sus memorias -todos los libros de Adriana son inalterablemente testimoniales- nos percatamos que desde muy joven ingresa al Partido Comunista. Trabajó ardorosamente por el triunfo de la Unidad Popular desde el frente que le correspondía, el sector Educación, donde va a ejercer cargos gremiales con la ilusión de cambios estructurales para las clases más desposeídas del campo y la ciudad. En “Un exilio” (Ediciones Inubicalistas, 2015) describe esos días del gobierno de Allende, llenos de transformaciones y utopías al alcance de la mano. “Chile eran los sueños, los ideales que se abren en la flor de la vida; eran las largas noches de discusiones tras la huella del Ché, el encantamiento de la promesa de Fidel; era la acogida a los refugiados de la tiranía brasileña; los trabajos voluntarios con los alumnos, la alfabetización en las poblaciones marginales, los meses recorriendo los caminos de la reforma agraria; el panamericanismo de Bolívar, la Escuela Santa María, Recabarren por los senderos áridos del desierto, los comunistas escondidos por mi padre durante la traición de González Videla. Chile era mi lenta e inquebrantable marcha por la conciencia de ser mujer, protagonista de la edificación de una morada diferente para el hombre, donde todos se cobijaran hermanados”. (p. 233) Pero, como adujera Neruda, “una mañana todo estaba ardiendo”. Fue entonces, en esos días de brutal represión, inmediatamente después de perpetrado el golpe de estado cívico-militar, cuando Adriana asume un compromiso señero. Luego de percatarse con pavor de la imposibilidad de defender al régimen socia-

“Creo que de algo sirvió mi peregrinaje: aprendí que pasó el tiempo en que la realidad irremediable dolía; hoy puedo cultivar lo imposible con la alegría de quien cuida un tesoro que no le pertenecerá nunca, pero cuya belleza hechiza el alma”.

lista ganado limpiamente en las urnas, se sumerge en las catacumbas de los sectores populares y empieza a trabajar como enlace, correo, ayudista, tratando de llevar consuelo a las víctimas y a sus familiares como una verdadera samaritana. Al ver sus fuerzas materiales y humanas sobrepasadas, pide apoyo y se integra a trabajar junto a Pro Paz -Comité de Cooperación para la Paz en Chile- servicio ecuménico creado el 9 de octubre de 1973, por las iglesias chilenas, para brindar amparo a las personas en dificultades. Sin embargo, los bárbaros la identifican y es desvinculada de su labor de profesora y detenida la noche del 23 de abril de 1975, siendo apartada por muchos años de parte de su familia, de su trabajo y de su pueblo. Todas estas vivencias post golpe -hasta la noche de su captura- son recopiladas por Adriana en “Resistencia”, libro muy esclarecedor autoeditado el año 2000, en Talca. DETENIDA EN COLONIA DIGNIDAD Y EN LA VENDA SEXI Luego de su detención el 23 de abril de 1975, Adriana Bórquez permane-

ce 24 días en las mazmorras de Colonia Dignidad sufriendo todo tipo de escarnios y vejaciones. Esta espantosa experiencia la cuenta en “Colonia Dignidad: la vivimos, la conocimos”, documento mencionado anteriormente. La tortura pretendía básicamente que delatara a sus compañeros de partido y a personeros de la Iglesia Católica. Ella sufrió enormes apremios, pero ningún nombre salió de su boca. A mediados de junio del mismo año la trasladan al centro de tortura la Venda Sexi, en Santiago. El hecho más significativo en este encierro fue su amistad con Bill (Guillermo Roberto Beausire Alonso), cuñado de Andrés Pascal Allende, con quien se prometen mutuamente difundir sus respectivos cautiverios cuando estuvieran en libertad. Este compromiso marcaría a fuego el devenir humanitario de Adriana, hasta sus últimos días. Bill en la actualidad es uno de los detenidos desaparecidos de la macabra dictadura de Pinochet. Los terroríficos días de salvaje sadismo que padece en esta prisión son relatados en su libro “La casa de al lado”, publicado póstumamente por Ediciones Inubicalistas y presentado en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago de Chile, en diciembre de 2019. Cuando trascurrían tres meses exactos de su captura, Adriana es liberada -el 23 de julio de 1975- cuando ya muy pocas personas creían que podría sobrevivir en las condiciones de represión extremas que se vivían en el país por esos días. Fue una jugada maestra de la prisionera para salvar su vida. Sucede que ella prometió cooperar con las fuerzas represoras, transformándose en colaboradora de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), pero, una vez afuera, pasa abruptamente a la clan-


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destinidad con ayuda de sacerdotes y monjas, especialmente de la congregación de Mariknoll, apoyados por la recientemente creada Vicaría de la Solidaridad -obra benemérita del cardenal Raúl Silva Henríquezquienes van a ocultar a la prófuga en alrededor de catorce conventos, capillas y casas de ejercicios durante los seis meses siguientes, cuando se desata en contra de ella y de sus pequeñas hijas una feroz persecución, hasta el mismísimo día que abandona el país y viaja al exilio, en febrero de 1976, con destino a Inglaterra. Adriana Bórquez dejaría estampada su eterna gratitud a la Iglesia Católica por haberle salvado la vida y la de sus niñas en un bello libro de lucha y esperanza, titulado “Puertas en la oscuridad” (Editorial Inubicalistas, Valparaíso, 2017). En el prólogo, la autora acota: “Aunque yo no profeso fe religiosa alguna, me inclino con respeto y gratitud ante los hacedores del bien… Esta vía crucis de espanto pude andarla sólo porque, en ese momento de la Historia, se manifestó una Iglesia que retornó a sus orígenes junto a los pobres y perseguidos de la Tierra.” (p. 6) Otro tiempo, otra época, otros paradigmas.

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UCM

El año 2012 Adriana recibe el Premio a la Defensa de los DDHH en el Maule.

EXILIO Los primeros días de febrero de 1976 Adriana y dos de sus hijas, Lichi y Selva, llegan a Inglaterra amparadas

por agrupaciones sociales, religiosas y políticas defensoras de los Derechos Humanos, tanto europeas como latinoamericanas, iniciándose un largo exilio que duraría hasta septiembre de 1985. Pronto se le agregaría también su hija Nana en Oxford UK. Tras nueve años de múltiples experiencias, regresaría a Chile movida más por añoranzas de su tierra que por razones de orden práctico. Allá quedan sus padres ancianos, las tres hijas que la acompañaron en su fuga y los respetivos nietos y nietas que empiezan a echar raíces, además de una infinidad de amistades que fue cultivando en el destierro; acá se reencuentra con Isolda y Fidel, los dos retoños que habían permanecido en el país durante su éxodo, y, por añadidura, con una vida entera todavía por delante. Adriana Bórquez en los primeros años después de su retorno escribió un hermoso y contundente testimonio, conocido como “Un exilio” (Editorial Koore, Talca, 1998), texto que fuera reimpreso por Ediciones Inubicalistas, el 2015. Referente a esta generosa editorial de Valparaíso -dicho sea de paso- queremos agradecer francamente el servicio que desplegaron en el rescate y puesta en valor de la obra de Adriana. Bien; sigamos. En esta segunda versión revisada y corregida la protagonista nos va a narrar, ahora en primera persona, todas las vicisitudes vividas en su ostracismo, con pelos y señales. Desfilan por las páginas escenas familiares, afectivas y sociales, y por lo recabado sacamos por conclusión que -amén de la pericia descriptiva de la autora, donde despliega notable talento literario- es en Europa donde ella desarrolla su enorme capacidad intelectual, obteniendo Magister en Sociología de la Educación por la Universidad de Oxford UK, en 1978.

Posteriormente, trabaja en Korogwe y Moshi aplicando sus conocimientos en un proyecto educacional de Tanzania, en los años 1979 y 1980. En el intertanto, Adriana Bórquez no descansa ni un segundo al momento de denunciar la barbarie en Chile; su lucha humanitaria abarca desde la participación como testigo en el juicio de Bonn, en 1977, apoyando las acusaciones de Amnesty Internacional contra Colonia Dignidad, pasando por conferencias, mítines, marchas, huelgas de hambres, publicaciones, actos culturales y un sinfín de actividades de resistencia en Europa contra la dictadura más cruenta de la historia de Chile. Pero, sin duda, es al regreso de África cuando funda su proyecto más regalón y emblemático, como una forma de cumplir con la promesa que hiciera a Bill en las mazmorras de la Venda Sexi; con apoyo de monjes y religiosas británicas crea la organización Centro de Documentación e Investigación sobre Detenidos Desaparecidos en América Latina “Búsqueda”, en las dependencias de un vetusto e imponente monasterio, en Oxford UK. Durante años, Adriana y su equipo de colaboradores van a rastrear los valiosos antecedentes de aquellos prisioneros políticos que nunca más se volvieron a ver, tanto en Latinoamérica como en el resto del mundo; además, sus archivos clasificaron minuciosamente nombres precisos y reveladores de captores, torturadores y encubridores para ser contrarrestados en los tribunales que así lo demandaran. Un documento imprescindible para reescribir la historia de los pueblos de América morena es, sin duda, este legajo de memorias que ha heredado, junto a otros escritos, nuestra vecina al Museo de la Memoria y Derechos Humanos para la dicha y júbilo de la inmensa humanidad.


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Es posible -a través de sus libros- “rastrear el deambular (de Adriana Bórquez) por todos aquellos lugares donde dejó una impronta indeleble”.

DE VUELTA EN CASA Cuando regresa a Chile en la primavera de 1985, se integra al trabajo de la Comisión de Derechos Humanos en Valparaíso, Santiago y Talca, siempre en el área de investigación y documentación, apoyada por sus ángeles protectores de la Iglesia popular. Pero, según sus propias palabras, el país y la Iglesia habían cambiado. Entre las tareas que desempeña por esos días podríamos destacar su labor en Cenpros (Centro de Promoción Social) y Codepu (Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo) en el puerto principal. Pronto, muy pronto, se radica nuevamente en la ciudad del Piduco, en la misma población y en la misma calle de antaño, a sólo metros de la casa donde fuera detenida en 1973, retomando su apacible y profunda existencia de soñadora empedernida, luchadora social, escritora y poeta. En un revelador párrafo, que trascribo de su relato “Norma y Ana”, del sorprendente libro ya citado “Historia de mujeres”, Ana (alter ego de Adriana; tropo muy utilizado por la autora, tal vez herencia de la vida clandestina) nos deja ver su estado de ánimo al momento del retorno y detalles de su nueva vivienda en Talca, “minúscula cabaña frente al río”, desde donde ya no se movería nunca más. Dice, refiriéndose a Ana, en tercera persona: “Llegó con el corazón abierto, buscando raíces, reencontrando paisajes, persiguiendo sueños, con su reserva, su serenidad, su vida sobria, su tristeza latente, sus alegrías y su capacidad de compartir lo que poseía. La casa de Ana (Adriana, insisto) bullía repleta de chucherías, libros y fotos que contaban de infinitas tierras lejanas, lenguas distintas, costumbres ajenas; de recuerdos, de ausencias; de un mundo y de una existencia quebrada en dos alternativas implacables: el aquí y el allá, el antes y el ahora, la vida y la muerte.” (p. 86 y 87) Prosa entraña-

ble, humana y honesta que al leerla atentamente estremece y cuestiona in profundis nuestras falsas y frívolas seguridades. Desde esta humilde morada -hogar, jardín, taller, estudio, nidito de amor y fortaleza- que literalmente emergería de sus manos a partir de 1990, cuando se reinstala en el lugar, viajará esporádicamente a distintos lugares del país, como Puerto Edén, por ejemplo, de cuya mágica experiencia obtendrá el precioso material poético y antropológico que verterá en una crónica sorprendente, captando bellas impresiones de los últimos vestigios de una etnia tan indómita como su carácter, “Kawéskar” (Editorial Guanaye, Talca, 2009) De ésta, su última aventura, nos regala la siguiente conclusión: “Creo que de algo sirvió mi peregrinaje: aprendí que pasó el tiempo en que la realidad irremediable dolía; hoy puedo cultivar lo imposible con la alegría de quien cuida un tesoro que no le pertenecerá nunca, pero cuya belleza hechiza el alma”. (p. 97) Pero, nunca transigió en su afán inquieto de sacar a recrear el alma, y ocasionalmente se trasladará por breves temporadas rumbo a Pelluhue para pintar escenas de la eternidad del mar, o intentará una imposible visita a las campiñas de Europa, donde dejó sembrada tanta semilla de amor. Así se reinserta -tan pulcra y perspicaz, tan culta y avisada- en su antiguo medio social, de antes del diluvio, ceñida por silvestre geografía y cambiantes arquetipos ideológicos, acariciando de tarde en tarde una herida esencial que nunca dejó de perfumar sus remembranzas; de esos afanes va a nacer un breve e intenso “Poemario”, impreso artesanalmente en Centro Cultural Kuraf Werken, de Talca, el año 2011. DESENLACE Hoy, cuando se cumple el primer

aniversario de la transfiguración de Adriana en polvo de estrellas, su alma sigue meciéndose como un ciprés, como una nube o como una sombra junto al viejo y amado río Claro, amparada por el cerro de La Virgen y rodeada de flores y pájaros, esperando algún día ver trasformado su espacio encantado -“la casita de tablas que miraba al valle del río”en una coqueta editorial, en una inquieta librería o, ¿por qué no?, en un místico café literario para los vecinos del sector La Florida de Talca, algo así como un refugio o un puerto fluvial llamado Poesía, donde al fin descanse en paz su pluma inquieta. Por el momento, Helena Ediciones se ha instalado en sus dependencias acogiendo, acompañando y difundiendo nuevas palabras, páginas y libros que andan muy pizpiretas relatando leyendas y misterios por todos los rincones de la casa. Desde un retrato, Adriana observa y sonríe complacida a sus astutas inquilinas. ¿Qué les parece si nos despedimos con esta pequeña confesión de Adriana? Escuchen, por favor: “Aún es temprano, me queda tiempo para detenerme a escuchar el concierto de trinos, gorjeos y graznidos que alborotan por las orillas del río. Distingo la voz de la loica, un chincol, una perdiz, el coro de pidenes, los gritos destemplados de los triles, la algarabía de patos silvestres; pareciera que una bandada de choroyes se acerca desde el norte. El canto cristalino de una diuca junto a la ventana termina de sacudirme de la modorra. Esta vez abro bien ambos ojos. Echo el plumón hacia los pies y me levanto. Descorro las cortinas y me maravillo frente al paisaje de mil verdes, pardos y ocres que destellan entre tanta agua, tierra y cielo. El sol brilla sobre el mundo y alumbra mi vida”. Como para quedar mudos, ¿verdad? Este último texto fue tomado, queridos amigos, del relato “Mis hermosas pequeñas cosas”, incluido

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Adriana Bórquez nació en Osorno, en 1936, en una familia de clase media acomodada.

Si después de todo lo que hemos conversado, el pradito ubicado frente a su domicilio, su íntimo refugio, se pasara a llamar “Plaza Adriana Bórquez Adriazola” vendría a ser un acto, más que protocolar, justo y necesario para ir agradeciendo en parte la refulgente presencia -vida y obra- de esta mujer adelantada.

en el libro “Historias de mujeres”. (p. 89) Conversando con Isolda, la muchacha del violín rebelde, mientras preparábamos este artículo nos confidencia maravillosas minucias de la vida cotidiana de su madre: “Era una agradecida de tener a sus nietos e hijos cerca, de escuchar y ver la lluvia, de oler la tierra mojada, escuchar los pajaritos, ver un atardecer, vibrar cuando podía ver el mar, saborear un pedacito de chocolate, hacer mermeladas para el invierno y repartirlas, emocionarse con la música clásica, con el jazz, el reggae, Edith Piaff, Charles Aznavour y los colores de la naturaleza que intentaba imitar con sus lápices pastel o acuarelas”. Un verdadero retrato hablado. Ahora, si después de todo lo que hemos conversado, el pradito ubicado frente a su domicilio, su íntimo refugio, se pasara a llamar “Plaza Adriana Bórquez Adriazola” vendría a ser un acto, más que protocolar, justo y necesario para ir agradeciendo en parte la refulgente presencia -vida y obra- de esta mujer adelantada que dejó palpitando el universo entre nosotros. Así sea.


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Ahí vive mi amigo Gustavo… anclado a sus recuerdos

“Aquí las voces resuenan como un sueño perdido”. Así definía Gustavo Frías su especial vínculo con Las Cruces.

Mario Rodríguez Órdenes

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e cumplen cuatro años de la muerte del escritor, director teatral y guionista Gustavo Frías Reyes (Los Andes, 1939 – Las Cruces, 2016). Seguramente, una de las figuras relevantes de la cultura chilena reciente. Lo mostró en sus escritos y en las imágenes donde llegó a la cumbre. Temas conversó con Luis Merino Zamorano, artista visual y cercano amigo de Frías. Luis, la mirada de Gustavo Frías es una de las más lúcidas de la cultura chilena. Escritor, guionista, lector, ¿qué es lo que lo define más? “Gustavo fue un hombre de su tiempo, un revolucionario en lo externo, pero especialmente en lo interno, donde se sentía más cómodo. Como artista, la literatura fue su trabajo, le toco vivir en un tiempo donde la imagen fue cada vez más importante y de ahí que agregó a su trabajo de escritor el de guionista, pero siempre desde lo literario, su guion más conocido “Julio comienza en Julio” fue primero una novela. Es reconocido como uno de los más grandes guionistas chilenos. Su aguda mirada se basaba en reconocer que la cultura de masas, no permitía ver a las minorías. En su literatura, la mujer y la mirada indígena fueron el centro de su trabajo, especialmente de la trilogía ‘Tres nombres para Catalina’. (La primera de la saga, Catrala, fue distinguida como la mejor novela del año 2002, según el Consejo Nacional del Libro)”. ¿En qué circunstancias lo conoce? “Lo comencé a visitar allá por el año 2004, aunque sabía de su existencia, como residente de Las Cruces y escritor muchos años antes. Lo veía caminando por el pueblo, por la playa, varías veces lo saludé en la micro a San Antonio. Yo era un avezado conocedor de su obra, había leído ‘El Mundo de Maxó’, ‘Julio Comienza en Julio’ y ‘Pasaje al Centro de la Tierra’, visto las películas ‘Julio comienza en Julio’, ‘Caluga o Menta’, ‘Amnesia’ y ‘Sussi’ y era fanático de la serie de televisión ‘Y si fuera cierto’. Me acerqué un día, en una actividad cultural, a pedir que me firmara el libro ‘El mundo de Maxó’ y en esa oportunidad me invi-

La mirada cultural sobre Chile de Gustavo Frías muestra el Chile profundo. “Creía que el ser humano podía cambiar el rumbo, si cambiaba su mirada violenta sobre los otros”, precisa Luis Merino, su amigo y colaborador. tó a visitarlo a su casa. Nuestra conexión fue instantánea, nunca más lo dejé de visitar al menos una vez por semana”. En la década de los 70 decide radicarse en Las Cruces. ¿Acaso el hastío de la vida citadina lo llevó a tomar esa decisión? “Fueron varios los factores de su llegada a Las Cruces, entre otras alejarse de la vida de la ciudad, pero especialmente el encontrar un lugar donde desarrollar su creatividad literaria. Acá encontró el tiempo y el lugar para encontrarse a sí mismo y desde ahí construir una obra literaria. Todo su trabajo como escritor y guionista lo escribió en Las Cruces”. ¿Considera que el Chile tras el golpe militar de 1973 lo llevó buscar otro rumbo en su vida? “Recordaba esa época como muy violenta. Estaba dotado de un espíritu no violento, creía que el ser humano podía cambiar el rumbo, si cambiaba su mirada violenta sobre los otros. Pero eran tiempos violentos, la matanza y especialmente la tortura a la que fueron sometidos miles de chilenos lo descolocó, en un mundo que él creía que podía mejorar con mayores dosis de arte. Los años encontraron en el olvido la forma, lo que para Gustavo fue la peor forma, el creía en la justicia, lamentablemente nunca la vio llegar”. ¿Qué fuerza telúrica lo atrajo de Las Cruces? “’El mar atrajo mi sangre’, es el nombre de un documental que dirigió su hijo Gonzalo Frías y su hijo Ignacio fue el productor. Así definía su llegada a Las Cruces y agregaba: ‘Aquí las voces resuenan como un sueño perdido, entre las rocas, las olas, las arenas y a veces parecen tan fuertes que dominan el rumor incesante de la Naturaleza’”. En Las Cruces, Frías afianzó amistad con Nicanor Parra. ¿Fue

testigo de esos encuentros? “Gustavo y don Nicanor eran amigos mucho antes de su encuentro en Las Cruces, don Nica llegó en los 80, Gustavo en los 70. Acá se visitaban de tanto en tanto. Para Gustavo, Nicanor Parra era un genio, un ser excepcional. Cuando don Nicanor supo de la muerte de Gustavo dijo: ‘No se supo cuidar’, esa fueron sus palabras”. Fue guionista de uno de los mejores filmes del cine chileno, “Julio comienza en Julio”. ¿Qué significó para él este logro? “Gustavo se sentía orgulloso de su novela y de lo bien que había quedado el guión que trabajó junto a su amigo Silvio Caiozzi, en Las Cruces. Recordemos que la filmación de ‘Julio comienza en Julio’, se realizó en julio de 1976 y se estrena en 1979. Fue filmada en formato 16 mm y en blanco y negro, siendo traspasada posteriormente a 35 mm y a formato sepia lo que le da hasta hoy un carácter muy particular a la historia. La película no sólo obtiene un éxito de público y crítica, también se hace merecedor del Colón de Oro a la mejor película del Festival de Cine de Huelva y fue exhibida en el Festival de Cannes. En 1999 ‘Julio Comienza en Julio’ es elegida como la mejor película chilena del siglo XX, según la votación popular organizada por la Ilustre Municipalidad de Santiago”. CHILE PROFUNDO Gustavo Frías ausculta lo que somos los chilenos en la saga sobre la Quintrala. ¿Qué es lo que buscaba? “A Gustavo le preguntaban a veces por qué era tan mala la Quintrala, a lo que él respondía que su Quintrala era buena, ya que no era la Quintrala televisiva. Esta es la historia de una mujer en el Santiago de Nueva Extremadura, de la conquista, inquisición incluida (…) Una mestiza colorina que decide desarrollar su lado indígena por sobre el europeo.

Yo siempre lo considere mi mejor amigo, mi mentor, mi gran maestro”, dice Luis Merino sobre su estrecha relación con Gustavo Frías.

La saga muestra el carácter chileno, ¿porque somos como somos? La Quintrala es la primera feminista de Chile. La primera que se da cuenta del gran respeto que los indígenas tenían por la tierra y la cáfila de maleantes y forajidos que se habían, a punta de espada y cruz, hecho dueños de esta tierra sin tomar en cuenta la maravillosa cultura que habían desarrollado durante siglos nuestros pueblos originarios. De eso habla Gustavo Frías, de los orígenes de la raza chilena, de lo que somos, pero especialmente de lo que podríamos llegar a ser y aun podríamos ser, si al igual que la Catalina reconocemos nuestra sangre indígena. Creo que es la primera econovela chilena”. Un trabajo que debe haberle significado una gran investigación. ¿Qué sabe de ese trabajo, participó en él? “Claro. Fue un gran trabajo de Investigación, pero especialmente de introspección, sobre el aporte de las mujeres al desarrollo de la humanidad y la visión de los pueblos originarios, tan distinta al de los conquistadores europeos. Cuando comencé a visitar a Gustavo ya había escrito ‘Catrala’ y la ‘Doña de Campo Frío’ y la secuela ‘El Inqui-

sidor’. Estaba escribiendo ‘La Quintrala’, tercera y última parte de la trilogía ‘Tres nombres para Catalina’. En los últimos años me había solicitado leer las tres novelas e ir revisando los manuscritos de ‘La Quintrala’ para no repetirse, aunque después decidió poner un escrito donde Catalina reconocía que con los años había perdido la memoria y tendía a repetir algo que ya había contado, recordemos que, en esta saga, la Quintrala no muere, ya que es ella quién cuenta su propia historia. A la muerte de Gustavo, aunque había escrito la última parte entera, llevaba revisada la mitad, quedando la última parte aun sin revisar”. PARAISO EN LAS CRUCES ¿Cómo eran sus hábitos de escritor, lector y conversador? “Gustavo, como escritor, se levantaba muy temprano antes que amaneciera, encendía la salamandra, se sentaba en un sillón, en la mesa de centro mantenía el computador, donde escribía, mirando un televisor siempre encendido, a veces sin audio. Era un lector voraz, leía de todo, todos los días, podía leer un libro en un día, él decía que ya leía

en diagonal. Su hábito preferido era ver películas, documentales, recitales de música desde clásica pasando por folclórica fusión hasta clásica, opera, jazz y progresiva. Le gustaba ver el Canal 2 de San Antonio que da noticias locales. Era un gran conversador de temas tan diversos como el arte en todas sus expresiones, escultura, pintura, música, teatro, danza y literatura, el tema espiritual era uno de sus favoritos, especialmente, la oriental y la de los pueblos originarios”. Cuando lo visitaba, ¿cómo eran esos encuentros? “Yo escribí estas sentidas palabras cuando falleció: ‘Calle de la rosa, casa de la Araucaria, Barrio Quirinal, Las Cruces del Tabo. Ahí vive mi amigo Gustavo Frías en una casa llena de hiedras y humo. Anclado a sus recuerdos. Flotando como un niño en sus sueños. A veces en las tardes lo acompaño y seguimos juntos los últimos cinco centímetros de sol’. Así era nuestra amistad, tardes enteras conversando, donde siempre la risa cruzaba nuestras conversaciones, mirando documentales, películas o escuchando a algún mú-

sico, cada cierto tiempo nos tomábamos unas maltas con huevo, que yo preparaba en una coctelera que era de mi familia y de la que se hizo dueño, diciendo que la dejara en su casa, para que siempre estuviera a mano para que yo le preparara, en sus palabras ‘la mejor malta con huevo que he tomado’”. ¿Cómo fueron sus últimos años? “Llenos de proyectos, muy volcado a la comunidad, donde fue un gran gestor de la cultura local, terminando su ‘Quintrala’ y un libro documental sobre Las Cruces que tituló ‘Las Cruces, aquí solo despierta el que ha soñado’ y al menos tres guiones cinematográficos. Estaba cansado, había y vivía una intensa vida, no bajaba los brazos, seguía siendo el Jim Morrison chileno, como le decía yo, el ‘Rey Lagarto’ de Las Cruces. Acá todos lo respetaban y querían mucho. A su muerte la municipalidad compró una casa y creó ahí la Casa de la Cultura Gustavo Frías en su honor”. Entiendo que cuando muere estaba terminando la saga acerca de la Quintrala. ¿Cuál fue su rol

de secretario? “Yo siempre lo considere mi mejor amigo, mi mentor, mi gran maestro que me enseñó a escribir literatura. Fui una especie de secretario cuyo rol consistía en ir imprimiendo lo que escribía, ya que prefería revisar y corregir en los textos impresos. Lo que nos hizo estrechar aún más nuestra amistad y a mí me dio la oportunidad de conocer en profundidad su literatura”. Luis, en una frase de uno de los libros de la saga sobre la Quintrala, Gustavo escribe: “El paraíso queda en el centro del infierno”. ¿Cuál cree que para Gustavo Frías fue el paraíso? “Esa es aún una frase inédita que aparece en ‘La Quintrala’, que aún no ha sido publicada. Esa frase resume su vida: él vivió siempre en el paraíso deslindado con el infierno. En los últimos años, sin duda, Las Cruces fue ese paraíso, rodeado de amigos y la gente del pueblo que lo apreciaba mucho, sus hijos, nietos y nueras, que nunca lo dejaron de visitar, al igual que su último gran amor, Vivianne Dougnac. Ha muerto un hombre, ha nacido una leyenda”.


8 Crónica

Domingo 19 de julio de 2020

Una mirada al pasado

Era dorada del “comic book” en Chile Jorge Valderrama Gutiérrez

Hoy, cuando la Pandemia mundial sigue provocando estragos y temor, las personas que sobrepasan los 60 años podrían evocar una época que se caracterizó por la gran cantidad de revistas, diarios, comic, álbumes y muy poca televisión, así como por aquellos films de la bella época hollywoodense…

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ompendiar coloquialmente algunas revistas, historietas y comic chilenos es un poco pasearse por la historia y por el que se ha denominado “noveno arte”. Si bien es cierto los kioscos en las ciudades de la Región del Maule continúan exhibiendo parte de ese firmamento de “monitos”, hace 10 y hasta 14 lustros atrás esos puestos de diarios y revistas rebozaron de títulos y géneros, de colores y formas, de portadas y sugestiones, como nunca antes.

Históricas y varias otras. Antes de la década citada, la mayoría de las historietas y comic provenía de Estados Unidos vía México, donde se traducían y distribuían al resto de los países de América (Tarzán, Superman, Roy Rogers, Titanes Planetarios, Waytt Earp, La Pequeña Lulú y 100 más), historietas que fueron faros en medio de la noche para los/as abuelos/as y bisabuelos/as, en una época en que la TV, o bien no existía, o estaba en estado incipiente.

LOS PRIMEROS DEL SIGLO XX No obstante, ese universo de comic -verdadero tesoro de papel- tiene una data muy antigua en el país. Si se remonta a comienzos del siglo XX -en la anterior centuria también existieron, pero en menor cantidad y menos masivamente- se tiene que el 1 de enero de 1908 apareció el primer número de la Revista Corre y Vuela -antepasado de las historietas y comic-, y poco después se editó El Peneca, revista que puso énfasis en educar de manera entretenida al mundo infantil de entonces. La última de las mencionada -de la que se han escrito decenas de artículos y hasta libros- se publicó durante más de medio siglo, hasta 1960, cuando salió el último número: el 2.705. Aquellas revistas que pendían de una cuerda o alambre fino, sujetadas con prendedores de madera, a veces protegidas por una funda de plástico, parecían invitar a consultar sus páginas y hojas de guarda. Fueron una especie de biblioteca “a la carta”: cada quien seleccionaba y compraba la de su particular interés. Algunos de sus títulos quedaron adheridos en las memorias de niños y jóvenes de antaño (e incluso de otros menos jóvenes que ya no están). Allende el tiempo están Don Fausto, Ecran, Teleguía, Mi Vida, El Musiquero, Condorito, Ritmo, Okey, más todos aquellos rótulos que remitían a la época de la conquista del oeste americano, como El Jinete Justiciero (derivada de Revista Okey en 1965), Far West y El jinete Fantasma. Recuerdos desordenados, por cierto. Repentinos, porque en rigor la era dorada del comic chileno correspondería a las décadas de 1950-1970, cuando surgieron numerosas historietas y comic, muchos de ellos “made in Chile”. Fue el caso de -además de las mencionadas- El Intocable -con las peripecias del personaje principal Mizomba-, Jungla -aventuras de Mawa, la Sacerdotisa de la Silla del Diablo-, Hazañas

CIENCIA FICCIÓN Y DISNEY El género ciencia ficción también fue cultivado de manera sobresaliente en Chile, con la primera revista Rocket, editada en febrero de 1965 -creada, animada y dirigida por Themo Lobos-; a la que le seguiría después Robot (marzo de 1966); y El Capitán Júpiter, un superhéroe que emulaba al Superman gringo. En este breve arqueo de reminiscencias gráficas, no deben quedar al margen todas aquellas que ostentaron el sello del genial Walt Disney, que se comenzó a editar en Chile en 1962: Disneylandia, Fantasías, Tesoros de Walt Disney, Aventuras de Walt Disney, Zorro, Colección Tesoros Disney y varias más. De las mencionadas, Tesoros de Walt Disney publicaba gráficamente películas y series de televisión: Mary Poppins, David Crocket, Spin y Marty, 20.000 Leguas de Viaje Submarino (Julio Verne), La Isla del Tesoro, Robin Hood, Los Hijos del Capitán Grant, Secuestrado (Robert Louis Stevenson), en el País de los Hombrecitos, y otras infantiles (Pinocho, La Bella Durmiente, Blanca Nieves, Dumbo, etc.). Finalmente, William Hanna y Joseph Barbera, la célebre Industria Productora Hanna-Barbera fundada en 1957 por los directores de la Metro-Goldwin-Mayer, creó una pléyade aparte: Los Picapiedras, Los supersónicos, Oso Yogui, Don Gato y su Pandilla, El Correcaminos y el Coyote, Hucleberry, Pierre Novayuna, etc. PIN UP Y SÁTIRA Pero no todo fue sacro en ese entonces, porque de la mano o camufladas entre las “inocentonas revistas”, estaban esas otras… las Pin Up, o picarescas, que hicieron más estivales las noches de invierno y más placenteras aquéllas. ¿Algunos títulos? Sin respetar un orden cronológico se mencionan Pobre Diablo (1946), El Pingüino -hoy los jóvenes se burlarían de la “sensualidad” que expre-

saba en sus páginas-, Can Can, Risas, Pepe Antártico, Viejo Verde y Cosquillas (aparecida en 1970 tenía el eslogan: “La revista de las chiquillas lindas, las tallas buenas y los chistes sexapeludos”). Finalmente, también los políticos -ayer como hoy- fueron fuente inagotable de sarcasmo y mordacidad a través de las páginas de diversas revistas: Monos y Monadas, La Chiva, Topaze (fundada en 1931, fue la más célebre y longeva de todas), Verdejo (1932), La Familia y otras. Creativas y audaces publicaciones elaboradas por guionistas y dibujantes nacionales inolvidables. Quienes vivenciaron los inicios de la televisión en Chile, no olvidarán algunos programas de aquel tiempo que ya parece lejano, como Martini al Instante (noticiero de Canal 13 en 1968); o series como Perdidos en el Espacio, Los Invasores, Bonanza, Juani en Sociedad, Los Tres Chiflados, Agente de CIPOL, Sábados Alegres -así se llamó en sus inicios sábados gigantes- con Don Francisco, ¿Cuánto sabe usted?, etc. Hoy, con la humanidad entera sumergida en una Pandemia, subyuga ver a los más ancianos temerosos en sus casas, solitarios, tristones, intentando capturar algo del calenturiento sol invernal, porque las series y películas que exhiben los canales oscilan entre el terror y la extrema violencia… y entre esos una sumatoria de programas baladíes. Quizás podrían considerar tejer, con madejas de remembranzas, parte de aquel escenario de álbumes, comic e historietas que un día los iluminó. Simples recuerdos que evidencian que el gusto por la lectura, en aquel entonces, estaba también exquisitamente adobado con tintes de colores, formas, dibujos, trazos… e imaginación.

Hoy, con la humanidad entera sumergida en una Pandemia, subyuga ver a los más ancianos temerosos en sus casas, solitarios, tristones, intentando capturar algo del calenturiento sol invernal, porque las series y películas que exhiben los canales oscilan entre el terror y la extrema violencia…


Domingo 19 de julio de 2020

Crónica

Comic del Oeste Norteamericano de los años 50 y 60 del siglo pasado, y que fueron exitosas películas y series de televisión: Bat Masterson de 1961 (actor Gene Barry); Waytt Earp de 1962 (encarnado por el actor Hugh O’Brian); y Maverick de 1961 (protagonizada por James Garner y Jack Kelly) de 1960.

Revistas Chilenas. Género infantil: ejemplar El Peneca de 1945; Género deportivo: Barrabases de 1958; y género Pin Up: El Pingüino de 1958.

Portadas de revistas chilenas misceláneas. Don Fausto de 1946; Okey de 1956; y Mi vida de 1958.

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10 Comentario

Domingo 19 de julio de 2020

Un jovencito llamado Chile Franco Caballero Vásquez. Profesor, programa PACE de la UCM.

Hoy, como buena nación adolescente, debemos reconocernos como somos, perdonarnos, aceptarnos y, por fin, identificarnos. Este año cumpliremos 210 años. Esto es lo que somos. Si nos reconocemos seremos los campeones que siempre queremos ser.

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i queremos construir un país más inclusivo, más igualitario, y más justo, debemos comenzar nuestro proceso de autorreflexión, y observar la historia. Observar el camino que hemos recorrido como nación para llegar hasta aquí. De esta forma podremos comprendernos, y saber quiénes somos. Criticamos y nos angustiamos con quienes gobiernan el país, pero ellos son solo el producto. El problema real somos nosotros. Las personas. Tenemos que mirarnos como cuerpo social. Esa es la lectura que puede hacernos cambiar y crecer como nación. El gobierno y su funcionamiento es la práctica inmediata, la cual se mejora con el trabajo que cada uno realiza. Pero si el disgusto político existe, no debemos dejar pasar esta oportunidad de conocernos como pueblo chileno, y hacer conciencia del adolescente que somos. La profundidad de la conciencia colectiva aplicada a los fenómenos de los últimos dos años puede profundizarse en la responsabilidad de las culpas. Primero están las fuerzas policiales, pero ¿quiénes están tras ellos? Los gobiernos. Entonces los gobiernos son los culpables, pero ¿quiénes están detrás de los gobiernos? Las sociedades. Ley del espejo. Recae en nosotros. Hagámonos responsables de nuestros asuntos. Invito a observarnos como responsables, pues una vez identificado esto, colectivamente, nos podremos transformar y crear los cambios. La lectura es hacia nosotros mismos, como pueblo chileno. Veámonos y analicemos las causas de haber elegido como representantes a los empresarios que tantos valores nos han quitado. Puede que su aporte haya permitido avances impensados, pero gracias. Ahora ya es tiempo de volver a los valores esenciales. Ya es tiempo de crear y dejar de copiar modelos extranjeros, típico ejercicio del valor plutocrático. Ya es tiempo de crear, y dejar de apreciar el consumo por sobre la originalidad. Ya es tiempo de crear, de ser lo que somos, y no una copia permanente de los modelos exitosos de otros países. Hoy,

como buena nación adolescente, debemos reconocernos como somos, perdonarnos, aceptarnos y, por fin, identificarnos. Este año cumpliremos 210 años. Esto es lo que somos. Si nos reconocemos seremos los campeones que siempre queremos ser. Tenemos que pensarnos a nosotros mismos, vernos cómo somos, cómo hemos actuado a lo largo de nuestra historia y saber conocernos bien, porque esa es la única forma de construir una sociedad sólida y democrática. Necesitamos del olfato necesario para comprender los nortes que distinguen un crecimiento social y comunitario, donde podamos volver nuevamente a los principios políticos que distan del simple ejercicio de gobernar para todos y todas las chilenas. Así de simple es la democracia. Por eso el problema no está en las figuras de pantalla, el problema está en nosotros: los televidentes, los lectores, los que estamos en este lado de la vereda. Las figuras son nuestro espejo, ellos representan lo que nosotros somos, y si no nos damos cuenta de eso, seguiremos eligiendo a uno y a otro, esperando que alguno cumpla con el epitafio de nuestra anterior vida: “la alegría ya viene”. Así mismo como la selección chilena, otro de nuestros espejos: un DT allá y acá,

Si continuamos creyendo que la productividad y los esquemas de mercado son los que nos harán progresar, entendamos de una vez que con ese algoritmo seguiremos y seguiremos fracasando, porque se daña una estructura fundamental. Se daña la estructura de los valores.

siempre extranjero, como si el director técnico fuese la salvación, sin jamás invertir en las escuelas formativas; o sin nunca aceptarnos como somos y darles la opción a nuestros propios directores técnicos, a aquellos que realmente tienen el hambre y el deseo de ganar. Buscar un DT internacional es no aceptar nuestra esencia futbolística. Siempre esperamos que la salvación sea un hombre o una mujer. No pensamos en el proceso como salvación. Los procesos son las intenciones pedagógicas más importantes, pues allí radican los aprendizajes. Pero como decía Francisco Encina, siempre queremos ser jefes al tiro, campeones al tiro. No nos gustan los procesos, las etapas formativas. Somos ansiosos, queremos todo de inmediato. Basta del vicio de la individualidad, aspiremos a los procesos, donde radican los valores por consideración de lo colectivo. Por eso, si continuamos creyendo que la productividad y los esquemas de mercado son los que nos harán progresar, entendamos de una vez que con ese algoritmo seguiremos y seguiremos fracasando, porque se daña una estructura fundamental. Se daña la estructura de los valores. En una sociedad sin valores no crece nadie, se crece a ciegas y al tun tún. Tal como lo hemos hecho cuando dejamos entrar a los empresarios a la política. Los valores sociales, los valores cristianos, los valores laicos o cualquiera de los valores manifestados desde la condición humana, son los que militan en la construcción del proceso, y eso es lo que otorga civilización a un pueblo, pues crea cultura. Sin cultura vamos dando tumbos, aunque seamos el país más rico de Sudamérica. Estamos enceguecidos por la idea de ser un país que progresa, pero sin el reconocimiento cultural solo somos un holograma. Somos una fachada, una imagen. Un cuerpo grande y peludo viendo monitos. Aprovechemos la pandemia y empecemos a sacarnos las espinillas y afeitar la barba.


Cultura

Domingo 19 de julio de 2020

Bob Dylan: sesenta años de carrera Manuel Noriega/EFE

EFE/Domenech Castelló

Tras seis décadas de carrera, Bob Dylan es considerado una de las más grandes figuras de la música. Esta es una breve historia del hombre tras el mito, sus poemas y los acordes.

E

n pleno confinamiento por la pandemia de Covid-19, Bob Dylan sorprendió a sus fans y al mundo de la música con el lanzamiento de nuevas canciones a las que han seguido la publicación de “Rough and rowdy ways”, su 39º álbum de estudio. Con 79 años y más de seis décadas de carrera a sus espaldas es considerado uno de los grandes iconos de la música. Sus letras y melodías han acompañado a diferentes generaciones y agota entradas allí donde va.

EFE/Eduardo Abad

ROBERT ALLEN ZIMMERMAN Bob Dylan nació con un nombre menos sonoro. En Duluth, Minnesota, el 24 de mayo de 1941, unos meses antes de que Japón atacase Peral Harbor y marcase la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial, vino al mundo Robert Allen Zimmerman. Dylan creció en una ciudad minera llamada Hibbing, en el estado de Minnesota. Allí su padre era socio de una tienda de muebles y electrodomésticos que llevaba su apellido. Con apenas 14 años, el joven Zimmerman se hizo con su primera guitarra e influenciado por la música de Little Richard, Elvis Presley o Johny

El músico Bob Dylan durante el concierto ofrecido en el Festival Internacional de Benicássim, en Castellón en 2012.

Ray, formó parte de diferentes bandas de rock and roll mientras estudiaba en el instituto. Con 18 años ingresó en la Universidad de Minnesota. Dylan alternaba sus obligaciones estudiantiles, que no siempre cumplía, con sus actuaciones en bares y cafeterías. El compositor y cantante, en honor al poeta Dylan Thomas, tomó su nombre como apelativo artístico. Los estudios parecían no estar entre las prioridades del joven Dylan que, en 1961, abandonó la universidad y se trasladó a Nueva York. Quería conocer su ídolo, el músico Woody Guthrie, que estaba ingresado en un hospital de Nueva Jersey. Allí, adonde llegó prácticamente con lo puesto, siguió tocando en locales y

Bob Dylan interpreta el tema “All along the watch Tower” en la Expo 92 de Sevilla en el año 1991.

creando una pequeña comunidad de seguidores. En sus noches actuando en bares de Nueva York entró en contacto con la generación de poetas “Beat”, que marcó su afán literario. Sus canciones en armonía entre la protesta y la poesía dieron un nuevo aire al folk norteamericano. Entre el público de una de sus actuaciones estaba el cazatalentos John Hammond, quien lo descubrió y le ofreció firmar con Columbia Records. Un año después, salió al mercado su primer disco, que se llamó como él. Poco más de medio siglo después, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de literatura, galardón que nunca antes se había entregado a un músico, por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”. El Nobel se sumaba a otros premios importantes que ya le habían sido concedidos, entre ellos el Pulitzer. El autor de himnos como “Blowing in the wind”, “Mr. Tamburine man”, “Like a Rolling Stone”, “Masters of War” o “The times they are changing”, entre otros reconocidos y alabados títulos, parece huir de la fama y de la leyenda de culto construida a

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su alrededor. En cuanto a su vida personal, Dylan es un gran defensor de su privacidad. Una de sus primeras relaciones conocidas fue la que mantuvo con Susan Rotolo a principios de los sesenta. Con ella aparecía de la mano en la carátula de “The Freehweelin’ Bob Dylan”, el segundo álbum de estudio. Según la revista Rolling Stone, Rotolo fue la musa de temas como “Boots of Spanish Leather” y “Don’t think twice, it’s all right”, y un factor fundamental en el despertar político de Dylan. La relación acabó en 1963, según contó ella, porque no podía lidiar más con todo lo que suponía vivir con Dylan, incluyendo los rumores que apuntaban a que él mantenía un romance con Joan Baez. Dylan y Baez, de hecho, fueron pareja durante un tiempo, hasta 1965. Ese mismo año, en noviembre, él se casó con Sara Lownds, una amiga de su representante, con la que tuvo cuatro hijos, más uno que aportaba ella de una relación anterior. Una docena de años después, en 1977, se divorciaron. En 1986, Dylan volvió a contraer matrimonio con una de sus coristas, Carolyn Dennis, con la que tuvo otra hija. Ambos mantuvieron su relación y el fruto de ella en secreto durante años. CURIOSIDADES Según el sitio de la cadena pública canadiense, entre Zimmerman y Dylan, el intérprete utilizó otros nombres artísticos. Por ejemplo, mientras tocó el piano para Bobby Vee, antes de que su carrera despegara, se hizo llamar Elston Gunn. También respondió a los nombres de Blind Boy Grunt, Robert Milwood Thomas o Boo Wilbury. Hace años que las entradas se agotan allí donde Dylan se sube al escenario con su guitarra colgada. Pero cuando decidió cambiar los instrumentos acústicos por los eléctricos en el Newport Folk Festival, en 1965, una parte del público no se lo tomó muy bien y el intérprete fue abucheado. En mayo de 1963 Dylan había cerrado una actuación en el famoso programa televisivo “The Ed Sullivan Show”. El cantante y compositor iba a interpretar “Talkin’ John Birch Paranoid Blues”, una canción profundamente política, que tanto el productor como el presentador habían aprobado. Sin embargo, durante el ensayo, el mismo día de la emisión, un ejecutivo de la cadena pidió que cambiase el repertorio. Dylan abandonó el plató y su actuación nunca se produjo. En cantautor se convirtió al cristianismo en 1979 y, según la revista Rolling Stone, su transición hacia esta fe fue tan intensa, que citaba el evangelio cada noche desde el escenario.


12 Cine

Domingo 19 de julio de 2020

La decisión de Ahmed David Lizana Barros

Los hermanos belgas, con su característica estética documental, presentan la cinta “El joven Ahmed”, que narra una fracción de vida de un preadolescente que está en un complejo proceso de radicalización de su religión.

C

omo ya es habitual en el cine de los Dardenne, no hay flasback de historias previas de los personajes, todo comienza con este joven en su escuela que huye rápidamente de clases porque debe acudir donde su imán (líder religioso), que lo requiere a su servicio. No se despide de su profesora, ni siquiera la toca porque eso genera impureza según sus creencias y sale raudo. Esta entrada nos sumerge rápidamente en las situaciones cotidianas de este joven que le generan mucho conflicto, como que su madre beba alcohol y que su hermana tenga novio. Las rechaza a ambas a través de su nueva mirada que le brinda el islam más radicalizado. Punto de vista que pronto desatará alguna decisión extrema que podría marcar su vida por siempre. Esta es la antesala de la nueva cinta de los afamados cineastas belgas Jean Pierre y Luc Dardenne, que entregan una nueva apuesta sin dejar de lado sus temáticas urbanas, de mundo asalariado, o la importancia del núcleo familiar, siempre dentro de su estética documental que los hace habituales en muchos festivales del cine europeo. Quizás este sea uno de sus films más arriesgados, al tratarse de la radi-

calización de un dogma y, sabemos de sobra, lo que ha ocurrido en diferentes latitudes cuando se practica la intolerancia y el fundamentalismo que ha hecho sufrir a muchos pueblos. Los realizadores europeos dedicaron su nueva película al tema de la radicalización de los yihadistas en Europa, pero no lo hacen para realizar una crítica al islam, sino que lo utiliza como hilo conductor para hablarnos de lo dañino que puede resultar ese camino, sobre todo cuando se suma un sentimiento de culpa o les mueve la urgencia de sobrevivir o de reparar una fisura en el tejido social. Esta cinta de los Dardenne, que pueden ver utilizando buscadores clásicos de internet, declara un sentimiento de no juzgar a sus personajes, nos muestra a un Ahmed que siente que la sociedad lo traiciona, que está atrapado entre sus deseos a sus 13 años y lo que lo obliga su dogma, una batalla interna digna de ver en su desenlace. El film obtuvo la Palma de Oro en el festival de Cannes, como mejor director, en el 2019 y varias nominaciones en distintos festivales del cine europeo, lo que nos demuestra que es un cine maduro, transversal y que genera una importante discusión.


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