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Condorito, más que una lectura
¡Todo un récord, 74 años de vida!, el 06 de agosto de 1949 se publicó la primera caricatura de Condorito en la revista Okey, desde entonces ha sido compañía de varias generaciones de lectores que partieron como principiantes, encantado desde niños(as) por sus facetas. Este “Pajarraco” como le llaman, con miles de andanzas y divertidas aventuras, ha encarnado un sinfín de personajes, profesiones y oficios. Nacido de la privilegiada mano creativa de René Ríos Boettiger, Pepo, que con sus breves relatos y sencillas imágenes, que sin saber leer, roba risas bulliciosas, sobre todo con el esperado e inolvidable Plop¡ que da termino a una situación poco afortunada.
Reflauta, como cobra importancia para la infancia:
• Fomento a la lectura: Condorito, con su ingenio y picardía hasta el día de hoy fascina a niños(as) que se conectan con el personaje y su gracia. Se sienten atraídos por sus alucinantes relatos, es una opción del gusto de muchos, sus imágenes y color tan particular, la redacción reducida, la cantidad de personajes en cada chiste ayudan a deducir con facilidad la trama.
• Sentido del humor: Cuán importante es cultivar a temprana
Me fui a la playa con poco, y volví con mucho.
Dra. Sandra Castro Berna, académica de la Escuela de Educación Parvularia de la Universidad Católica del Maule en Curicó. edad la alegría, diversión, buen humor, ya que afectan en la relación con otros y con el entorno. El buen humor beneficia el desarrollo social y mental de los niños(as). Hay que promover los momentos de relajo, bajar los niveles de estrés, fomentar la positividad ante dificultades y cultivar el sentirse bien.
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• Relaciones afectivas: se debe destinar tiempo para momentos de cercanía y complicidad, compartir intereses, gozar y divertirse en compañía. Sin duda la lectura de la revista invita a la proximidad física y a generar vínculos con la familia.
• Patrimonio cultural: Condorito no solo es un personaje, es parte trascendental de la historia de nuestro país, un icono de la chilenidad y su idiosincrasia versión jocosa.
Amanda
No necesitaba más que ropa de muda, las pantuflas, mi guatero y el notebook para continuar los capítulos de este libro. El maletero lleno de leña y un pequeño bolso con mis cosas personales. Me fui a cara lavada, sin maquillaje, libre de esa rutina que cada día abandono más.
Es bueno poder recuperar la confianza e independencia que me da el conducir sin miedo a un episodio de pánico en carretera: sensación de no estar presente, de vulnerabilidad.
Disfruto del camino sin apuro por llegar. Los aromos ya en flor adornan las calles entre Pelluhue y Curanipé. Es mitad de Junio, aun no es época y se ha llenado de amarillo.
La casa familiar me recibe con ese olor sosegado y calentito a madera concentrada por el encierro, así como huelen los libros viejos. Afuera las hortensias frondosas, tupidas de flores del tamaño de una coliflor, enmarcan la entrada de pálidos colores.
Abro las cortinas y todo se llena de luz. El aire es cálido y el mar está tan quieto. El lugar propicio para escribir, pero como perderme este momento de contemplación: Una gaviota se baña en el charco que se forma entre las rocas, nubes negras se ven en el horizonte y centenares de aves en vuelo bajo migran hacia el norte. Sus alas casi tocan el agua o quizás sea el reflejo de ellas al atardecer.
Es lunes 19 de Junio del 2023, mi primera noche. La luna alumbra entre nubes proyectando su haz hacia un escenario solitario y tranquilo.
Preparo mi cama, me acuesto mirando la oscura inmensidad confiando mi sueño al arrullo del oleaje.
Martes 20: Despierto contenta, saludando al mar, a las golondrinas que revolotean junto al ventanal y anidan en el techo de la casa. Desayuno unas tostadas con huevo revuelto y me quedo en pijama toda la mañana.
Me siento ligera, vacía de preocupaciones, he apartado los pensamientos que me saquen de aquí. Sin televisión, sin música. Que bien se siente estar alejada de lo cotidiano, de las noticias y la actualidad. Así como están las cosas prefiero vivir en la ignorancia.
Dejo encendido el notebook y salgo a buscar ramitas secas para encandilar el fuego de la estufa que no demora en calentar la casa, corto dos varas de hortensias para hacer un gran florero y me alejo para apreciarlo de lejos, como lo hago cuando pinto, para luego volver a acomodar las flores.
El propósito de este viaje es para escribir, tener tiempo para mí, sin embargo no logro concentrarme en el objetivo. ¡Hay tanto que ver! Desde la terraza diviso tres toninas nadando en la costa, no había vuelto a verlas desde el verano del 2010.
Abro el notebook, reviso, borro y reescribo. Años atrás solo me inspiraba tener el lápiz en la mano y una hoja en blanco para que este pareciera escribir solo.
Mañana bajaré a la playa, hoy solo divagaré entre siesta y lectura.
Miércoles 21: Pareciera que la pesca ha estado buena estos días. Veo pescadores en sus botes recorriendo la costa desde temprano. Me apoyo en la baranda de la terraza con una taza de café y saludo el día. Una familia hace picnic en las rocas y solo pienso en que no dejen todo tirado.
Bajo con una bolsa para recorrer la playa y recoger la basura abandonada y los plásticos escupidos por el mar.
Una niña corre hacia mí para ofrecer su ayuda y detrás de ella viene un lanudo blanco patitas cortas. Mientras vamos buscando y recogiendo papeles y cuanta cosa encontramos, (más ella que yo) me cuenta que vive en Cauquenes, que le teme al mar porque esconde monstruos en sus profundidades. Se llama Amanda; de tez morena, pelo castaño oscuro y unos ojos expresivos, curiosos y alegres.
Me conecto a su inocencia, a su carisma. Con el palo de escoba que traigo dibujamos en la arena un arco iris con nubes, una casa con chimenea y un sonriente sol.
Amanda tiene nueve años. Es inquieta, graciosa y espontánea. Yo era tímida e insegura a esa edad. No tengo nietos pero jugamos, conversamos y nos hacemos compañía como si lo fuera, como si tuviera su misma edad. Una niñita sana, sin la obsesión de un celular en sus manos. Una vez llena la bolsa me muestra su cuaderno de dibujo pintado de bella infancia, saludo a sus padres y abuela para luego despedirme sin antes felicitarlos por la maravillosa mujercita que han criado. Regreso a la casa encantada del encuentro. Una vez arriba me vuelvo a mirar hacia la playa, ella levanta su brazo y le devuelvo el saludo. Me siento a almorzar con energía renovada, al borde de la emoción. Quiero escribirle unas palabras antes que se vaya y hacerle algún regalo significativo. Busco con la mirada; en la esquina del living, sobre una de las repisas del librero hay una cerámica en forma de pescado.
Escribo: “Amanda gracias por tu tiempo, por ayudarme a limpiar la playa. Eres una persona muy valiosa, no lo olvides nunca. Cuando te sientas triste y sola, mírate al espejo y di: “yo valgo”, “yo merezco”, “yo puedo” Hay luz dentro de ti para alumbrar tu camino y el de otros. No permitas que se apague. Hubiera querido que alguien me dijera esto cuando tuve tu edad. Cuando prendas una vela dentro de este pescado, recuérdame, que yo siempre te recordaré”. De pronto escucho golpear la puerta y al abrirla no hay nadie. Me asomo a la terraza y ella va bajando. La llamo para que vuelva. ¡Te dejé algo en la puerta! Me dice.
¡No vi nada, pero sube, yo también tengo algo para ti! Llega corriendo y me indica el suelo. Detrás de la puerta un trozo de papel de su cuaderno con un corazón dibujado, sobre este, una flor amarilla de las que salen en la maleza y una piedra laja que cabe en mi mano. Ah pintado la casa en ella, vista desde la playa: de techo negro y ventanas blancas, sobre una roca con pasto y la espuma de las olas. Estoy con la emoción contenida. Le pido permiso para abrazarla, por regalarme este tesoro y le entrego el mío.
Fui al pueblo después de almuerzo y cuando estuve de vuelta, aún estaban ahí. Comenzaba a chispear. Se guareció con su mamá bajo un roquerío mientras la abuela y su papá pescaban.
La tarde acaba, comienza a oscurecer y la familia sube a su auto y se va. Me sonríen, alzan el brazo y ya no están. Me he quedado con este día, con la piedra pintada, con el recuerdo de un encuentro casual de la niña que fui y Amanda.
Me vine con poco, y me voy con mucho.