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El dilema del cerebro Netflix: ¿Cuál elijo?
Que levante la mano pero no el que no lloró un amor, sino quien nunca haya pasado por el dilema de tener que elegir qué película o serie ver. Y peor si, como yo, está suscrito (como buen amante del cine) a Netflix, Hbo Max, Amazon y Star, sumado a los atrapantes videos de Youtube: ¡Un dilema para cualquier cerebro! Y es porque, aunque no lo crean, el tener muchas opciones puede paralizarnos. Lo demostró una psicóloga de la Universidad de Columbia mucho antes de estos “cruciales dilemas” de cada fin de semana aparecieran, más exactamente hace un cuarto de siglo ya. El experimento de la Dra. Sheena Inyegar, investigadora de la mencionada universidad, consistía en observar qué grupo de consumidores compraba más tarros de mermelada en un supermercado, si aquellos a los que les ofrecían más variedad de sabores (24) o a los que menos (6). Y ya me van a disculpar el spoiler, pero les anticipo: efectivamente, demasiada oferta paralizaba la compra. El 60% de los clientes que participó en aquel experimento de las mermeladas, convertido ya en un clásico de la psicología, se paró frente al expositor más variado, el que ofrecía 24 sabores. De lo que se dedujo que cuanta más variedad hay, más se llama la atención del consumidor (solo el 40% se paró ante el stand que tenía solo seis tipos). Lo paradójico fue que un 30% de quienes estaban frente a la oferta más limitada sí que se decidió por comprar alguna, mientras que solo un 3% de quienes contemplaban las dos docenas optaron por comprar mermelada.
Lo razonable sería que cuanta más elección mejor, pero en realidad (y esto lo conoce muy bien la gente que trabaja en marketing y en ciencias económicas) nos encontramos ante la llamada (por este mismo experimento) “para- doja de la mermelada” es que cuantas más opciones hay, más gente se acerca a probar pero menos gente compra. Ante tantas opciones se puede crear una presión al consumidor que bloquea su decisión. Hay una sobrecarga de la elección. Si 24 tarros de mermelada paralizaban a los clientes de aquel súper experimental, qué no harán con nuestros cerebros los miles de shows (digo bien, miles) que abarrotan el mando virtual de la pantalla conectada. ¿Nos estamos suscribiendo a contenidos por encima de nuestras posibilidades? ¿Resulta esta saturación contraproducente para el negocio de las plataformas televisivas? Lo primero puede ser, lo segundo no parece. Lejos de preocuparse por la saturación, la oferta de contenidos televisivos no deja de aumentar. Y es que la “paradoja de la mermelada” funciona perfectamente en los sistemas de televisión “on demand”.
Elegir es renunciar y cuando tienes muchas cosas para elegir estás renunciando a mucho, por eso es complicado decidirse. A diferencia de lo que pasaba con los tarros del súper, para las plataformas de contenidos en general no es un problema que el consumidor se angustie ante tanta oferta y pruebe el producto pero cada vez le cueste más decidirse por uno. En el caso de las series, hay dos momentos decisivos: una cosa es probar y otro comprar, pero en el streaming el momento de probar es el de suscribirte al servicio. Ahí tienen que darte la sensación de ofrecer de todo, para que te suscribas. Te crean la necesidad de suscribirte a todo, pero a la hora de la verdad mucha gente se pasa más tiempo navegando por el menú que viendo algo (lo sé porque me pasa a mí). Elegir es renunciar y cuando tienes muchas cosas para elegir estás renunciando a mucho, por eso es complicado decidirse. Ese estrés es el que bloquea, porque mucha gente prefiere no tomar una decisión a tener la sensación de haberse equivocado. Pero como nos gusta probar, para entonces ya estamos suscritos. Y es que, en realidad, lo que mueve al consumidor a suscribirse no es solo la variedad, es el con-