EDICIÓN


SÁBADO 08 de marzo de 2025 Año 20 7127
SÁBADO 23 de marzo de 2024 Año 19 • No. 6833• Pachuca de Soto, Hidalgo México • $5.00 PESOS • SÍGUENOS EN: @diaplazajuarez • Diario Plaza Juárez • www.plazajuarez.mx •
Conmemoramos el Día Internacional de la Mujer con 13 invitadas especiales
Mientras esta edición era realizada, los gobernadores, gobernadoras y Presidenta de la República daban órdenes para proteger edificios gubernamentales y monumentos históricos de la iconoclasia que se realiza durante las marchas del 8M.
Los nombres de víctimas de violencia de género y de sus agresores, así como las consignas y exigencias que se impregnan en los muros por donde transcurren los contingentes, hacen rabiar a una sociedad indiferente, hombres y mujeres que, escudados detrás de una pantalla, exigen al gobierno “detenga a esas salvajes”, “que vayan a rayar a sus casas, a ver si eso les gusta”, “pobre de nuestro Reloj Monumental, ¡alguien que lo proteja!”, entre otras frases más que en vísperas del 8M inundan las redes sociales.
Y como el feminismo existe más allá del 8 de marzo (contrario a lo que muchas personas piensan), en esta edición invitamos a escritoras, activistas, psicólogas, comunicadoras, politólogas, contadoras, docentes y abogadas a plasmar la lucha que, desde sus trincheras, han realizado para exigir justicia por las mujeres que nos arrebataron y recordarle a nuestros gobernantes que los feminicidios no son “hechos aislados”, y que sin necesidad de vestir de morado colgando el título de servidora pública, recordamos a Estrella, Rosaura, Trinidad, Bárbara, Yesenia, Daniela, Guadalupe, Mariana, Lilia, Beatriz, Lorena y a todas aquellas que aún no han sido reconocidas.
Adalberto Peralta Sánchez EX DIRECTOR Y FUNDADOR
L.P. Javier E. Peralta Sánchez PRESIDENTE DEL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN Y DIRECTOR GENERAL
Martín Peralta Sánchez SUBDIRECTOR EDITORIAL
Vianey Tolentino Sánchez COORDINADORA DE DISEÑO • Oscar Raúl Pérez Cabrera JEFE DE INFORMACIÓN • Ángel Martín Trigueros González COORDINADOR DE EDICIÓN • Luis Antonio Monroy COORDINADOR DE DEPORTES • Ana Luisa Vega Hernández COORDINADORA DE MUNICIPIOS • Rubén Mendoza Bermúdez COORDINADOR DE BARANDILLA • Tania Peralta Zamora • COORDINADORA DE SHOW Y CULTURA • Néstor Ramírez Castro JEFE DE PRODUCCIÓN •
PLAZA JUÁREZ. “La Historia de Cada Día”, publicación diaria 08 de marzo de 2025. Año 20 Número 7127 • Editor Responsable Sr. Martín Peralta Sánchez • Número de Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derecho de Autor 04-2021-110417520700-101 • Número de Certificado de Licitud de Contenido Número 11644 • Número de Certificado de Licitud de Título Número 14071. Otorgado por la comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación • Publicado y Distribuido por Comunicación Colectiva de Hidalgo S.A. de CV. *Domicilio de la Publicación: Calle Diamante 400 Fraccionamiento Colosio I. Pachuca, Hidalgo CP 42088 Teléfono 71 702 80
Distribución Juan Francisco González Paredes • Impreso por Comunicación colectiva de Hidalgo S.A. de C.V., calle Diamante 400 Fraccionamiento Colosio I. Pachuca, Hidalgo 42088* Precio $5.00 • Circulación Certificada por Brumat Media, S.A. de C.V. (Institución Certificadora BRUMAT MEDIA). Registrado en el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas (CCPRI) de la Secretaría de Gobernación, con Número de Expediente: CCPRI/3/ TC/08/17961. • Servicio informativo y de fotografía; Agencia Española de Noticias EFE. Dirección de Internet: www.plazajuarez.mx • Prohibida su reproducción parcial o total.
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LA RULETA: Luto y Rabia: Las heridas que no sanan en la memoria Hidalguense
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LA RULETA: Cada trinchera luce distinta / Se vale estar cansada del 8M
Feminicidio en México: entre secuelas físicas y lentitud judicial
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LA RULETA: Plegaria a Ludmila
LA RULETA: ¿Qué es ser mujer en México hoy en día?
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LA RUETA: Perdón / Corazón taciturno
LA RULETA: Nos encontramos / ¡Ya van a empezar esas mujeres!
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RELATOS DE VIDA: Una esperanza
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LA RULETA: Las maestras educan, pero no deciden: el techo de cristal en la docencia
LA RULETA: Tengo miedo
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LA RULETA: De la casa a la escuela: el doble reto de las mujeres docentes
El 8 de marzo, Día internacional de la Mujer, no es un día para celebrar, mucho menos para felicitar, el 8M es un grito, un grito que trasciende en el tiempo y el espacio, desgarrador, lleno de dolor, de rabia, de miedo, un grito que hace eco y recorre las calles de todo el estado de Hidalgo, un grito que se alza en nombre de todas aquellas mujeres que han sido silenciadas.
En enero de este año, el cuerpo de Estrella Joselin, quien tenía tan solo 15 años, fue encontrado en un terreno baldío, lapidado y abandonado cobardemente, como si la vida de esta joven no tuviera valor alguno, Estrella salió de casa para ir a estudiar a la preparatoria, como cualquier adolescente que se prepara para su futuro, con una mochila llena de sueños y un repertorio de posibles futuros profesionales para ella, Estrella nunca más regresó a casa, su familia la buscó sin descanso, de manera desesperada, rogándole al cielo que la vida de su hija no se encontrara bajo peligro, angustia que solo una madre o un padre pueden sentir cuando su hija desaparece sin dejar rastro, pero Estrella ya no estaba, a Estrella nos la arrebataron.
Hace poco más de un año, María Trinidad Reyes Islas de 76 años, cuyos conocidos la llamaban cariñosamente “Doña Trini”, fue brutal y cobardemente asesinada en su propio hogar en Zacualtipán, una mujer que había recorrido ya una vida entera, que conocía los amaneceres de la sierra hidalguense, cuya piel seguramente estaba llena de arrugas que toda una vida de trabajo, amor y experiencias han dejado, una vida llena de aprendizajes que fue cortada de tajo, como si tantos años de vida no valieran en lo absoluto. ¿Qué culpa tenía ella? ¿Qué deuda tenía con la sociedad para que fuese asesinada de la manera más cruel e inhumana posible? Muchas preguntas y absolutamente ninguna respuesta, porque no hay justificación posible para la magnitud de esos actos.
A estas historias se le suma la de Rosaura, una joven madre que fue asesinada junto con miembros de su familia en el municipio de Mineral de La Reforma, a manos de su ex pareja, un servidor público que, aunque tenía ya denuncias previas en su contra, nunca fue detenido ni sancionado por las autoridades correspondientes, quizá por ser hombre, quizá por estar dentro de los organismos de servidores públicos del estado, no se sabe, sin embargo, este caso refleja el círculo de impunidad en el que operan los agresores en el estado de Hidalgo y en México en general, protegidos por un sistema opresor y corrompido que minimiza las denuncias de mujeres hasta que ya es tarde, demasiado tarde.
Entre Estrella, Rosaura y Doña Trini hay décadas de diferencia, distintos contextos, distintos orígenes, distintos factores, sin embargo, todas compar-
MÓNICA AINA
TORRES VITE
COMUNICADORA Y ESCRITORA AMATEUR CON INTERÉS EN TEMAS SOCIALES Y LA CULTURA CANNÁBICA EN MÉXICO. APASIONADA POR EL CINE, LA MÚSICA Y LAS ARTES COMO FORMAS DE EXPRESIÓN HUMANA, ENCUENTRA EN ELLAS UNA VÍA PARA REFLEXIONAR SOBRE LA EXISTENCIA Y EL COMPORTAMIENTO SOCIAL. SU TRABAJO BUSCA GENERAR DIÁLOGOS CRÍTICOS Y ACCESIBLES SOBRE LA REALIDAD CONTEMPORÁNEA, COMBINANDO CREATIVIDAD, ANÁLISIS Y EXPERIENCIA PROPIA EN CADA PROYECTO.
tieron el mismo trágico destino: ser víctimas de un sistema que perpetúa la violencia en contra de las mujeres. Aquí no importa si eres joven, si eres adulto mayor, si estudias o trabajas, si decides salir de fiesta o decides quedarte en casa, el peligro está todo el tiempo al acecho, y cuando finalmente nos toca, la misma sociedad se encarga de juzgarnos, de revictimizarnos: “¿Porqué estaba ahí?”, “Seguramente andaba en malos pasos”, “¿Y su familia, dónde estaba?”
Como si hacer preguntas para encontrar la causa de la violencia fuera una excusa para permitirla, para dejarla pasar, para no hacer nada al respecto.
El Gobierno de Hidalgo reporta una disminución en la incidencia delictiva contra las mujeres, sin embargo, los feminicidios y las desapariciones siguen sucediendo, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, tan solo en el año 2023, se registraron más de 20 casos de feminicidio en el estado, y cientos de denuncias por violencia de género siguen sin resolverse, la brecha entre los datos oficiales y la realidad que vivimos como mujeres en el estado, es abismal. Además de violencia física, la revictimización es constante, cuando las mujeres denuncian, se enfrentan a un sistema que las somete a un escrutinio injusto, son cuestionadas por la vestimenta, por sus relaciones, por sus decisiones. En medios de comunicación y redes sociales es común leer comentarios similares a: “¿Por qué no se fue antes?, “Seguramente provocó al agresor”, “Ella se lo estaba buscando”, en lugar de encontrar espíritu por hacer justicia, las víctimas y sus familias encuentran rechazo, culpa e indiferencia ante la situación. El 8M es el recordatorio de que ya estamos hartas, hartas de tener que llenar las calles con los nombres de las hermanas que nos han arrebatado, hartas de pedir justicia y recibir indiferencia, hartas de caminar con miedo, de vivir con miedo, el día de hoy, Hidalgo llora, llora por Estrella, llora por Rosaura, llora por Doña Trini, llora por todas aquellas que ya no volvieron, y todas esas lágrimas nos están ahogando, ya no queremos vivir llorando, queremos justicia, queremos que ya no haya más nombres que gritar en las marchas, queremos que ya no haya más fotos de desaparecidas en las noticias, queremos que ya no haya más cruces rosas en los altares, queremos que familias ya no se encuentren destrozadas a causa de estos actos violentos.
Que este 8M no sea solo un día más de luchas y discursos como cada año, que este 8M sea un día para hacer memoria, pero también para incitar a la acción, que sepan que estamos cansadas, que hemos llegado a nuestro límite y que estamos decididas a tomar acción por ello, porque el miedo no puede ser la única herencia que le dejemos a nuestras hijas, sobrinas, hermanas y amigas.
-Aquí te espero- dijo, tratando de guardar en su memoria la vestimenta y cada rasgo distintivo de su hija.
Mil recuerdos comenzaron a surgir como flores en primavera: el momento de su nacimiento, su primer día en el kinder, la vez que le enseñó a preparar su postre favorito, la felicidad que sintió cuando quedó en la universidad… Entonces la angustia golpeó su pecho, el temor de que todo quedara en eso, recuerdos de una flor que fue arrancada del jardín que ella tantos días cuidó.
El corazón le latía con fuerza, las ganas de llamarle, de correr y sostenerla entre sus brazos. “Ella sabe cuidarse”, repetía una y otra vez en su cabeza. Pero el sexto sentido apareció, le pellizcaba los nervios y nublaba sus pensamientos… ¿Esperar? ¡¿Esperar qué?! ¿Que dos hombres le pidan fotos de su hija? ¿Que las personas le pregunten por las calles por qué la dejó salir sola? ¿Que su rostro y señas particulares queden impresas
¿De qué nos van a perdonar?
¿De no haber callado cuando el sistema nos quiso pequeñas, sumisas y silenciosas?
¿De haber resistido la violencia que nos imponen todos los días?
¿De haber alzado la voz contra el desprecio histórico del Estado, sin importar nuestra raza, clase o condición?
¿De negarnos a que nuestros cuerpos sean territorio de control, abuso y explotación?
¿De haber luchado contra estructuras que nos despojan de nuestra autonomía, cuando todo nos ha sido negado?
¿De no aceptar los roles impuestos por una sociedad que nos reduce a accesorios, a propiedades, a soporte invisible del sistema?
¿De tomar las riendas de nuestra lucha, aun cuando nos dijeron que no podíamos, que no éramos capaces?
¿De ser más fuertes que las barreras, más vivas que quienes intentaron silenciarnos?
¿De ser mujeres en un país que nos niega el derecho a existir plenamente, sin miedo, sin condena, sin muerte?
¿Quién debe pedir perdón y quién puede otorgarlo?
¿Los que han disfrutado del privilegio intacto mientras nosotras tragamos mentiras y pagamos con nuestras vidas el precio de sus decisiones?
¿Los que nos han dicho que “todo está bien” mientras nos desaparecen, nos violan, nos matan y nos despojan de nuestros derechos más básicos?
¿Los que nos acusan de ser “excesivas” cuando pedimos justicia, igualdad y respeto?
¿Nuestros muertos, nuestras hermanas caídas, las que la violencia, la misoginia y el desdén del Estado arrebataron?
¿Quién responderá por las que no volvieron a casa, por las que se quedaron sin voz porque nadie les creyó?
¿Quién puede pedir perdón por el cuerpo de una mujer convertido en campo de batalla de un sistema que decide por nosotras, sin preguntarnos siquiera?
ILSE RODRÍGUEZ CASTAÑEDA
LICENCIADA EN COMUNICACIÓN, EDITORA EN EL DIARIO PLAZA JUÁREZ Y ENCARGADA DE COMUNICACIÓN EN RHESIDENT ORG. PACHUQUEÑA, AMANTE DE LA FOTOGRAFÍA DOCUMENTAL, FIEL CREYENTE DE QUE LAS NUBES CUENTAN HISTORIAS
en hojas que nadie verá? ¿Que un día le pidan reconocer ese pequeño cuerpo sin vida tendido sobre una cama fría? ¿ESPERAR ESO?
Salió corriendo de su hogar, apenas dos horas habían pasado, calles vacías, motores apagados, locales cerrados… Nadie, ni un hombro donde apoyarse, ni una voz que le dijera que la había visto.
Los tintes cálidos del cielo se tornaron oscuros, sin vida ni esperanza. Una llamada rompe el silencio que impera en el ambiente, con las manos empapadas en sudor y la voz temblorosa, atendió...
A ratos huele su ropa, hojea los libros que reposan sobre el mueble, acomoda una y otra vez su recámara, cada tanto compra las flores favoritas de su hija, las “siempre vivas”, deseando que fuera ella, su risa y su voz, quienes dieran color a esa habitación.
DULCE AZUCENA CAMPOS ZAVALA
LOCUTORA Y CREADORA DE CONTENIDO DIGITAL. ENTRE 2018 Y 2022, IMPULSÓ LA AGENDA DE GÉNERO DESDE LA SECRETARÍA DE MUJERES DE MÁS POR HIDALGO. ACTIVISTA Y LUCHADORA SOCIAL. PACHUQUEÑA DE NACIMIENTO, CON RAÍCES HUASTECAS Y SERRANAS. DISIDENTE POLÍTICA Y RELIGIOSA. ESCRITORA POR PASIÓN, FEMINISTA POR DEUDA, DE IZQUIERDA POR CONVICCIÓN, TRABAJADORA POR NECESIDAD, MADRE POR ELECCIÓN, ESTUDIANTE DE DERECHO CON EL CORAZÓN AÚN EN LA CIENCIA POLÍTICA.
¿El gobierno que sigue sin garantizar nuestra seguridad?
¿El Congreso, con sus discursos vacíos y promesas bordadas en pañuelos morados?
¿La policía, que nos criminaliza por salir a la calle?
¿El feminismo que olvida la conciencia de clase?
¿El sistema judicial, que cierra los ojos ante el violentador?
¿Los poderosos, que nunca han luchado por la justicia social, la equidad de género, una vida digna para todas?
¿Los medios de comunicación, que prefieren estereotiparnos en vez de amplificar nuestra voz?
¿Los intelectuales, que eligen el silencio mientras nuestras vidas están en peligro?
¿El Estado, que aún no reconoce su deuda histórica con nosotras?
¿Quién debe pedir perdón?
Los que nos han negado la posibilidad de ser libres, iguales, dueñas de nuestras decisiones.
¿Quién tiene que pedirle perdón a Rosaura?
¿Y quién puede otorgarlo?
Ser feminista no es nada fácil. Aunque para algunas personas pareciera que tu trabajo último en la vida bajo la consigna del feminismo es quejarte de todo (todo el tiempo), la verdad es que estar activamente en el movimiento es un trabajo agotador emocionalmente. No solo es estar constantemente pendiente de las cifras más actualizadas de mujeres asesinadas en México o compartir diariamente fichas de mujeres desaparecidas con la esperanza minúscula de que ese “retweet” o “repost” ayude a localizarlas con vida, sino que, cuando decides asumirte como feminista, todo en tu vida cambia. Ves todos tus días con unas “gafas violetas” puestas y ya nada vuelve a ser lo mismo. Ahora, te das cuenta de todo.
Te das cuenta de que no es normal que te silben en la calle cada que traes leggins porque fuiste a hacer ejercicio, o que está mal que hagan comentarios sobre tu forma de vestir, tu peso o tu imagen. Todo aquello que parecía una acción o un chiste “inocente”, ahora lo ves como lo que realmente es: violencia. De repente, ya todo te parece irritante o fuera de lugar, porque lo está. Todas y todos crecimos en entornos patriarcales y machistas que, aunque no se replicaran en nuestros hogares, tuvimos que enfrentarnos a ellos en nuestra vida escolar o social.
Entonces, tienes una lucha por varios frentes; se vuelve abrumador ver las cifras devastadoras de mujeres violentadas en los noticieros y en las redes sociales y, encima,
A escasos días del 8M, llegaron tantos pensamientos: un poco de reflexión, algo de nostalgia, pero los más recurrentes fueron los comparativos: conmigo misma, con quienes me rodean, con personas que veía en la calle.
Hay días abrumadores, pero la fecha del 8 de marzo siempre se siente un poco más pesada. Hace seis años fue la primera vez que asistí a una marcha feminista. Estaba en una ciudad desconocida y con personas a las que apenas conocía desde hacía dos meses. Sin embargo, entre la multitud de mujeres sentía un apapacho al corazón, a las heridas.
Cinco años atrás inició la pandemia. Poco antes fui a la marcha con algunas amigas y, a partir de ahí, nació una colectiva que se convirtió en un hogar para muchas de nosotras. Por distintos motivos y circunstancias de la vida, en esa colectiva ya no estamos quienes la fundamos; sin embargo, sé que muchas de sus integrantes siguen en la lucha. Uno de los pensamientos que más me rondó esta semana fue: “¿Qué estoy haciendo para seguir en el feminismo?”. Entonces llegaron a mí todos los recuerdos de conferencias, ponencias, textos, videos… Todo lo que hice en torno a este movimiento. Actualmente, ya no lo realizo como antes y, aunque no me guste aceptarlo, me lo reprocho.
PAULINA MONTIEL GALLARDO
POLITÓLOGA POR LA UNAM Y ECONOMISTA POR EL ITAM. FEMINISTA DE TIEMPO COMPLETO Y APASIONADA POR LA POLÍTICA, LOS DERECHOS HUMANOS Y LA CIENCIA DE DATOS
tienes que aguantar todos esos micromachismos cotidianos porque ya te cansaste de pelear una y otra vez, contra el sistema patriarcal. Este proceso de aguantar se repite todos los días… y de repente llega marzo. La pregunta “¿vas a ir a marchar?” se repite constantemente entre los grupos de amigas y colectivas y, ante la negativa, está el juicio.
“¿Cómo no vas a ir a marchar, si es un deber de todas las feministas?” si como yo, estás agotada de esta creencia, déjame decirte una cosa: no le debemos nada a nadie. Estamos agotadas, y se vale estar cansada del 8M. Se vale estar cansada de mirar con las “gafas violetas” todo el tiempo y se vale querer descansar frente a la agobiante violencia contra las mujeres que parece no tener fin. Se vale estar “siempre harta” como escribió Cristina Rivera Garza en El Invencible Verano de Liliana.
No le debemos ser “buenas”, ni “correctas”, ni “perfectas” feministas a nadie. Somos humanas y hacemos lo que podemos con las herramientas que tenemos, y a veces ya no damos para más. Y no se va a caer el mundo por eso. Si queremos seguir luchando, tenemos que cuidarnos y arroparnos el corazón primero.
Si vas a marchar este sábado 8 de marzo, recuerda llevar ropa cómoda e hidratarte adecuadamente. Si no vas, no te sientas culpable: nuestra pelea contra el patriarcado es todo el año y no pasa nada si decides ser una “mala feminista” y quedarte en tu casa. La lucha la construimos todas juntas, marchemos o no.
ANA CECILIA TORRES ZAMORA
CONTADORA, AMANTE DE LAS LETRAS Y EL PODER EXPRESAR SUS PENSAMIENTOS MEDIANTE LA NARRATIVA. EN SU ADOLESCENCIA ENCONTRÓ EN LA ESCRITURA UNA FORMA DE EXPLORAR EL ALMA HUMANA Y SUS COMPLEJIDADES. SE DEDICA A LAS FINANZAS PERO EN SU TIEMPO LIBRE SE SIENTE LA AUTORA DE DIFERENTES HISTORIAS
Hablando con mi mayor confidente, le contaba sobre esta crisis: de edad, de los estereotipos físicos, del activismo, de lo económico… Y las quejas seguían. Esta persona me conoce mejor que nadie y, como siempre, supo darme las palabras precisas: “Cuidarte también es feminismo”. Gracias por este recordatorio.
Así como me lo dijeron, se los digo a ustedes: compartir publicaciones, leer del tema, escuchar podcasts o ver videos es feminismo, y eres parte de la lucha. Pero también lo es descansar, escuchar a tu cuerpo, consentirte, agradecer, amarte, sentirte. No siempre tendremos la cabeza o la energía para ir a una marcha (créanme, emocionalmente es agotador, aunque también reconfortante), y está bien no siempre estar bien. Si hoy tu lucha es en casa, tomando té; si es frente al contingente; si es amando a cada mujer de tu familia y de tu círculo, toda lucha es válida. Recuerda: el feminismo se vive a diario, contigo, con quienes te rodean, y no solo en una fecha.
A ti, que lees esto y sientes que hoy todo es demasiado, te abrazo. Siéntate, escúchate y date un descanso. Mañana puedes continuar donde estabas.
Muchos hablamos del cambio que queremos hacer y de que el mundo lo note. A veces, creo que es mejor intentar cambiar tu propio mundo, y quien lo reconozca será la persona más importante que lo habita: tú mismo.
El 8 de marzo las mujeres marchan porque el mundo ha hecho del silencio su cárcel, porque las ha borrado de las historias, las ha sepultado bajo un manto de números rojos. Y, sin embargo, ellas hacen que la tierra tiemble bajo sus pasos, que los cielos se tiñan de morado, como si fueran ellas las que danzan con el viento, los árboles, la vida misma.
Nos dicen que solo ese día se alzan, pero es un error pensar que solo ese día tienen algo que decir. Lo dicen todos los días, en sus gestos, en los ojos que llevan la rabia y la ternura al mismo tiempo, en sus palabras que resuenan por todo un país que las elude. Las mujeres son las que sostienen el mundo en su espalda, las que cargan con el peso del dolor, pero también las que no se quiebran. Marchan porque, aunque los años hayan pasado y el tiempo no haya hecho más que ser cruel, ellas siguen siendo la esperanza que muchos no se atreven a buscar.
Piensan en las que ya no están, en las que nunca regresaron a casa, en las que nunca vieron justicia. Sus nombres no se olvidan. Y cada paso que dan es un acto de amor por todas las que no pudieron caminar con ellas. No es un grito vacío, es el eco de todas las mujeres silenciadas por la historia. Es un rugido, una promesa: este mundo no puede
Hoy nos encontramos: en las calles, en las plazas, en cada rincón de la República Mexicana, marchando con la fuerza de quienes ya no tienen miedo de alzar la voz. Nos encontramos, como siempre, pero ahora más unidas que nunca, con la certeza de que la organización entre amigas es la única respuesta frente a la indolencia de un gobierno que sigue negando su responsabilidad ante la violencia que nos envuelve. Nos encontramos, no porque nos sobrecoja la desesperanza, sino porque la solidaridad es nuestro grito de resistencia.
Las marchas, que recorren desde las grandes ciudades hasta los pueblos más alejados, son el reflejo de una crisis profunda. Una crisis que no es solo de seguridad, sino de justicia, de empatía, de derechos humanos. En cada una de esas movilizaciones, nos encontramos las mujeres, las jóvenes, las madres, las hermanas, las amigas, dispuestas a enfrentarnos a un sistema que, lejos de protegernos, nos señala como culpables. Nos encontramos porque el gobierno prefiere hablar de “hechos aislados” o señalar que “no falla el Estado”, cuando la realidad, la que vivimos a diario, nos grita que el Estado falla de manera sistemática.
Nos encontramos porque la impunidad es un manto que cubre las miles de vidas arrancadas, las desapariciones, las agresiones que quedan impunes. Nos encontramos porque los discursos oficiales nos responsabilizan de nuestra propia seguridad, nos dicen que “cuidemos cómo nos vestimos”, pero no nos ofrecen ni la protección ni los
MARIANA
PERALTA ZAMORA
LICENCIADA EN CIENCIA POLÍTICA Y ADMINISTRACIÓN PÚBLICA POR LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE HIDALGO. APASIONADA POR EL ANÁLISIS POLÍTICO Y LOS TEMAS DE DESIGUALDAD ESTRUCTURAL, SU TRABAJO SE ENFOCA EN MEJORAR LAS CONDICIONES DE VIDA DE LAS PERSONAS Y CONTRIBUIR A LA CONSTRUCCIÓN DE SOCIEDADES MÁS JUSTAS E IGUALITARIAS.
seguir siendo el mismo. Ellas se levantan, no porque se les haya pedido, sino porque se les ha negado todo lo que alguna vez les perteneció.
El 8M no es solo una marcha, no es solo un reclamo. Es la memoria de quienes fueron olvidadas, el testimonio de todas las batallas libradas y de las que aún esperan por ser libradas. Cada palabra escrita, cada paliacate verde, cada pancarta, cada paso de una mujer que se niega a ceder, se convierte en una marca indeleble sobre la historia que ni el viento podrá borrar.
Nos miran, pero ya no nos ven igual. Nos miran con miedo, no porque seamos una amenaza, sino porque saben que detrás de nosotras, las cicatrices siguen sangrando. La fuerza de todas las que cayeron, pero se levantaron una y otra vez. La fuerza de las que nunca dejaron de caminar.
La primavera ya llegó, pero no como la esperaban. Ha llegado a sus pies, con las manos levantadas, con los ojos mirando lo que la realidad dibuja y desdibuja. Y sí, aunque los árboles sigan siendo los mismos y el concreto siga inmóvil, las mujeres ya no callan. Al contrario, ahora, en el silencio, siguen gritando.
Y aquellos que aún no saben o no quieren escuchar, se quedan sordos ante su grito.
BLANCA
VARGAS MARTÍNEZ
POLITÓLOGA, SUBDIRECTORA DE EQUIDAD DE GÉNERO Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA DEL IEEH. COLUMNISTA INVITADA DEL DIARIO PLAZA JUÁREZ, FEMINISTA
recursos necesarios para vivir sin miedo. Nos encontramos porque, ante la inacción de quienes deberían velar por nosotras, decidimos organizarnos. Nos encontramos porque, en la falta de respuestas del gobierno, en el abandono del Estado, hemos encontrado en la solidaridad entre amigas, la fuerza para exigir lo que por derecho nos corresponde: justicia, respeto, y la garantía de una vida libre de violencia.
Cada paso que damos juntas en esas marchas es un acto de rebeldía contra la indiferencia del poder. Nos encontramos porque sabemos que, si no nos cuidamos entre nosotras, nadie más lo hará. Nos encontramos porque las que marchamos hoy hemos sido las que, por años, hemos sufrido en carne propia la negligencia de un gobierno que no escucha, que niega la violencia estructural que nos afecta, que prefiere vernos calladas y desprotegidas. Nos encontramos porque hemos decidido tomar las riendas de nuestra propia seguridad, porque la organización entre amigas ha sido el refugio frente a un Estado que no cumple.
Hoy, nos encontramos para recordarle al gobierno que su responsabilidad no se puede seguir eludiendo con excusas y discursos vacíos. Nos encontramos porque, si no es por nosotras, nadie más lo hará. Nos encontramos para exigir que la violencia deje de ser un hecho cotidiano, que la impunidad termine, y que la justicia sea más que una promesa vacía. Nos encontramos porque la unión entre amigas es nuestra respuesta ante un sistema que ha fallado, y porque no dejaremos de luchar hasta que se haga justicia.
AGENCIA EFE I
Las secuelas físicas y psicológicas son una parte de lo que enfrentan las mujeres sobrevivientes de intentos de feminicidio en México, donde cada día son asesinadas diez de ellas, quienes critican también un sistema judicial lento, que las revictimiza y que no siempre castiga a sus agresores, según testimonios de afectadas y organizaciones defensoras de las mujeres recogidos por EFE.
Es el caso de Noemí Antón quien narró cómo su pareja, un paramédico del ayuntamiento de Zapopan, en Jalisco, la atacó cerca de su casa, la hirió en el cuello y en la espalda con una navaja.
Durante la agresión llamó a los servicios policiales de emergencia mediante el ‘Pulso de vida’, un mecanismo de protección que la Fiscalía de Jalisco ofrece a víctimas de violencia. Al no recibir respuesta, simuló no respirar para hacerle creer a su pareja que estaba muerta, y él huyó.
El ataque se produjo tras años de violencia psicológica, emocional y física que Noemí vivió con el agresor, a quien interpuso cuatro demandas por agresiones que tras un acuerdo parecían haber llegado a su fin.
“Él se comprometía a ya no seguir con las agresiones, yo ya había denunciado anteriormente, pero pues no lo cumplió, meses después del convenio fue cuando me atacó”, explicó Noemí.
Las amenazas siguieron por mensajes de texto: una vez le envió flores diciendo que eran las mismas que llevaría a su funeral y en otra ocasión amenazó con llevarse a su hijo y devolverlo en cachitos. Después, fue detenido.
Desde hace dos años, y ayudada por abogados públicos, Noemí lucha porque su expareja no salga de la cárcel dado que, aunque existen pruebas para culparlo por intento de feminicidio, los jueces insisten en reclasificar el ataque como lesiones.
“Por la carpeta de intento de feminicidio, no (está preso) (...) Está recluido, pero por otra carpeta diversa contra mí también (por agresiones)”, dijo.
De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública
en México, 10 mujeres, niñas y adolescentes son asesinadas cada día.
En 2023, dicha instancia registró a 3 mil 439 mujeres víctimas de feminicidios y homicidios dolosos.
LARGA RECUPERACIÓN
Ante estos obstáculos judiciales, Ángeles González, especialista acompañante de mujeres en albergues de resguardo en Jalisco, señaló a EFE que quienes llegan a pedir ayuda no supieron identificar antes la violencia por falta de información o no sabían a quién acudir.
González consideró que la reforma judicial es una oportunidad para que las y los jueces tengan perspectiva de género y que los casos de violencia feminicida transcurran de manera más justa y rápida.
“Es uno de los poderes que le faltaba transversalizar la perspectiva de género, si ya la tenemos en la Constitución y si ya está en los lineamientos de política pública, van a tener que hacerlo”, concluyó.
Algo similar le ocurrió en 2023 a Sandra García, atacada por su exesposo tras violar una orden de restricción, y quien intentó ahorcarla, la golpeó hasta dejarla inconsciente y la hirió con un cuchillo en múltiples ocasiones frente a sus dos hijos.
Sandra explicó que estuvo en coma 46 días y fue sometida a varias cirugías, con las que busca recuperar la movilidad del cuerpo, así como el habla.
Tenía dos años divorciada de su exesposo quien había intentado reanudar la relación en varias ocasiones, aunque no cumplía con la pensión alimenticia y mantenía el hostigamiento contra ella.
A la par de la rehabilitación física y psicológica, tuvo que sobrellevar un proceso judicial en el que su agresor intentó ser juzgado sólo por intento de lesiones.
“Fueron muchos meses de estar preparándome mentalmente porque estuve como una semana con él en la misma sala, pues sí fue muy estresante, pero afortunadamente ya estoy del otro lado. Tiene una sentencia de casi 40 años, entonces puedo pensar que podemos estar bien”, aseveró.
Gritó lo más fuerte que le daban sus fuerzas, pateó aún más fuerte para tratar de lastimar a su victimario que le apretaba el cuello con el afán de dejarla sin aliento, mientras la violaba sin parar, hasta quedar exhausto y pensando que la había matado, pues dejó de pelear.
El hombre, después de la agresión a la joven mujer, huyó tranquilamente seguro que nadie había visto el ultraje, y aunque descubrieran el cuerpo, no lograrían señalarlo porque portaba guantes cuando la estranguló.
Con lo que no contaba el hombre, es que la joven mujer solo se había desmayado y pocos minutos después de que se alejó el victimario del lugar, ella recobró el conocimiento, para caminar en busca de ayuda para acudir a un hospital y denunciar la violacion y el intento de homicidio.
Pese a la poca luz en el lugar de la tragedia, la chica supo describir a quien abusó de ella e intentó matarla, en pocos días el retrato estaba colocado en diversos
ANA LUISA VEGA
lugares públicos y gran concurrencia, y en algunas semanas más, a través de una llamada proporcionaron información sobre el paradero del sospechoso.
Las autoridades realizaron la investigación y en una semana más, por medio de una orden, llegaron al lugar y detuvieron al agresor, sin que se opusiera y sin mencionar palabra alguna.
Los trámites legales transcurrían en forma, aunque con lentitud, no obstante la chica confiaba en que el hombre sería condenado por el ataque; pero no pasó así, finalmente sólo le fue impuesta una multa y lo dejaron en libertad.
Ahora la joven marcha en las calles de la ciudad, exigiendo justicia por la agresión que sufrió y en apoyo a todas las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia; llora, pinta, rompe y grita “ni una más”, con un poco de esperanza de que logrará ver tras las rejas a su victimario.
A lo largo de la historia de la humanidad, existen grandes mujeres influyentes en distintos ámbitos, como el científico, de investigación, y de promoción cultural que, con una importante lucha para cuestionar los estereotipos de género, lograron superar obstáculos reclamando el lugar que les corresponde para inspirar a otras mujeres.
Ludmila Holkova Oborna poseedora de una gran pasión por la cultura mexicana, forma parte de esta lista, su partida inconmensurable hace remembrar las destacadas contribuciones como científica, investigadora y promotora cultural realizadas en nuestro país.
Nació en República Checa en 1933, fue una destacada profesional en el ámbito de la química y la educación, se graduó en 1958 en la Universidad Tecnológica de Praga y trabajó durante siete años en investigación química en un complejo industrial de su país natal. En 1965, se trasladó a México, donde desarrolló una extensa carrera en educación, principalmente en la Secretaría de Educación Pública y la Dirección General de Educación Tecnológica Industrial, impartiendo clases de química y ocupando varios puestos administrativos.
Fue promotora de la obra de Fray Bernardino de Sahagún, que culminó con la inscripción de su acervo en la Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en octubre de 2015. Además, es una de las fundadoras de la Asociación Civil “Fundación Cultural Fray Bernardino de Sahagún”, de la cual fue presidenta entre 2000 y 2004.
Holkova publicó investigaciones científicas en su país, así como numerosas traducciones y obras literarias en español y checo de las que destacan “Comenio Ángel de la Paz”, “Cuentos, Mitos y Leyendas del México Antiguo”, “Mitos y cuentos de la selva Lacandona” y “Poesías de Nezahualcóyotl”. Contó con el patrocinio del Ministerio de la Cultura de la República Checa; y “Visión de los Vencidos: Relaciones Indígenas de la Conquista” del Dr. Miguel León Portilla, en 2013
Sus escritos incluyen textos inéditos sobre química y cultura mexicana, denominadas “Química analítica cualitativa”, “Química analítica cuantitativa”, “A través de México”, “Hidalgo, una tierra sin igual”, “Entre luces y sombras”.
Publicaciones en revistas México Desconocido “Tepeapulco, legados escondidos”, “Ven América” y “Destiempos: Coyote y cocodrilo”. Fue reconocida con múltiples medallas por su labor educativa y cultural, en 2019 recibió el grado de Doctora Honoris Causa de la Universidad la Salle
PATRICIA
GONZÁLEZ LÓPEZ
EDUCADORA Y SERVIDORA PÚBLICA CON UNA TRAYECTORIA DESTACADA EN LA PROMOCIÓN DE LA IGUALDAD DE GÉNERO Y LA EDUCACIÓN. CON UNA SÓLIDA FORMACIÓN EN PERSPECTIVA DE GÉNERO Y MÚLTIPLES
CERTIFICACIONES, HA IMPULSADO INICIATIVAS CLAVE COMO LA CREACIÓN DE LA COMISIÓN DE IGUALDAD DE GÉNERO MUNICIPAL Y EL SISTEMA MUNICIPAL PARA LA IGUALDAD Y LA ERRADICACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES. SU LABOR HA SIDO RECONOCIDA A NIVEL NACIONAL E INTERNACIONAL, PARTICIPANDO EN FOROS DE LA CEPAL Y COLABORANDO EN ESTÁNDARES DE COMPETENCIAS PARA INSTANCIAS MUNICIPALES DE MUJERES. A TRAVÉS DE SUS COLUMNAS EN EL DIARIO PLAZA JUÁREZ, CONTINÚA SU COMPROMISO CON LA JUSTICIA SOCIAL Y EL EMPODERAMIENTO FEMENINO..
en Pachuca. Su contribución al campo educativo y cultural en México es significativa y reconocida ampliamente. Se otorgó la más alta Condecoración con la Orden Mexicana del Águila Azteca, en grado de Insignia a Ludmila Holkova Oborna, científica y pedagoga de la República Checa, en reconocimiento a su labor en la enseñanza de las ciencias y la promoción de la cultura mexicana en Europa. Desde su llegada a México en 1965 colaboró en la promoción de la obra de Fray Bernardino de Sahagún y fue presidenta de la “Fundación Cultural Fray Bernardino de Sahagún”. La entrega de la condecoración se realizó el 17 de abril de 2018 en la Ciudad de México. El acuerdo fue firmado por el presidente Enrique Peña Nieto y el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso.
PLEGARIA A LUDMILA
Hoy, en este Día Internacional de la Mujer, elevamos nuestras voces y nuestros corazones en honor a ti, mujer, faro de luz y conocimiento, promotora incansable de la cultura mexicana más allá de nuestras fronteras.
Te celebramos, no solo por los años que has vivido, sino por las huellas profundas que has dejado en cada rincón donde tus ideas y tu pasión han germinado. Tu vida fue un testimonio de la perseverancia y la fuerza que define a las mujeres que, como tú, han roto barreras y han abierto caminos en el campo de la ciencia y la investigación.
Fuiste un puente entre culturas, una embajadora de nuestra rica herencia, y a través de tu labor, llevaste el alma de México a otros lares, mostrando al mundo la belleza de nuestras tradiciones, la riqueza de nuestro lenguaje y la profundidad de nuestro arte. Fuiste una voz poderosa que ha inspirado a nuevas generaciones a explorar, a cuestionar y a crear.
Hoy, escribimos, recordando cada esfuerzo que has ofrecido a la humanidad. Agradecemos tu dedicación a la ciencia y a la cultura, y por haber sido un faro que ilumina el camino para muchas, muchas mujeres que buscan su lugar en el mundo.
Que tu legado perdure y que tu historia siga inspirando a quienes vienen detrás, que siempre les alumbre la llama de la curiosidad y el amor por el conocimiento. Que cada día, más mujeres encuentren en ti un ejemplo a seguir, y que continúes siendo un símbolo de fortaleza, sabiduría y amor por nuestras raíces.
Con gratitud y admiración, hoy te rendimos homenaje.
¡Gracias por ser un pilar de inspiración y un modelo a seguir!
Mi nombre es Lesly Castillo, y la educación ha sido parte de mi vida desde antes de nacer. Mi madre, docente de primaria con 28 años de servicio, me llevó con ella al aula desde que estaba en su vientre, y desde entonces, la escuela se convirtió en mi segundo hogar. Acompañarla a clases, observarla enseñar, calificar exámenes o leer cuentos a sus alumnos eran algunas de las actividades que más disfrutaba. Yo era esa niña que, en casa, sentaba a sus peluches para explicarles los temas que aprendía, convencida de que educar era la mejor manera de cambiar el mundo.
A lo largo de mi trayectoria, he sido testigo del compromiso, la entrega y la pasión de quienes dedican su vida a la enseñanza. He compartido espacios con maestras que, además de educar, cuidan, contienen y sostienen a sus estudiantes. Mujeres que asumen múltiples responsabilidades dentro y fuera del aula, muchas veces sin el reconocimiento que merecen. Desde mi experiencia, la educación ha estado marcada, en su mayoría, por mujeres. En cada escuela que he pisado, en cada formación que he dado, la presencia femenina ha sido evidente.
Pero, ¿cómo es vivir la educación desde esta realidad? ¿Qué significa crecer y trabajar en un ámbito donde las mujeres son mayoría, pero muchas veces su labor se da por sentada? A través de estas reflexiones, quiero compartir mi experiencia y la de tantas docentes con las que he caminado, para entender los desafíos, las contradicciones y las posibilidades de un sistema educativo que necesita ser más equitativo.
Históricamente, la imagen que tenemos de una escuela está fuertemente vinculada con una figura femenina. Basta con visitar cualquier centro educativo para notar la presencia mayoritaria de mujeres. A lo largo del tiempo, las mujeres han desempeñado un papel fundamental en la enseñanza, particularmente en la educación básica. En México, casi el 70% del cuerpo docente en este nivel está conformado por mujeres. Sin embargo, aunque son mayoría en las aulas, su representación en los espacios de toma de decisiones sigue siendo limitada.
Las maestras han sido pieza clave en la educación de generaciones enteras, no solo transmitiendo conocimientos, sino también desempeñando un rol afectivo y de contención emocional para sus estudiantes. Sin embargo, a pesar de su importancia, el papel de las mujeres en la docencia suele ser invisibilizado. Socialmente, aún se percibe como una vocación más que como una profesión, lo que muchas veces se traduce en salarios bajos, falta de reconocimiento y una carga de trabajo emocional no remunerada.
A pesar de que la docencia en educación básica es predominantemente femenina, la realidad es muy diferente en los espacios de toma de decisiones. En cargos de dirección y supervisión, los hombres siguen teniendo mayor presencia. Por ejemplo, en la educación primaria en México, el 61.2% de los supervisores escolares son hombres, y en secundaria esta cifra asciende al 70.6%. Esto deja en evidencia una brecha de género que se mantiene en el sector educativo: las mujeres enseñan, pero los hombres dirigen.
Esta contradicción nos lleva a cuestionar: ¿por qué si las mujeres son mayoría en el magisterio, no tienen la misma representación en los niveles de liderazgo? ¿Cómo influyen los estereotipos de género en la percepción de la autoridad dentro del ámbito educativo?
El acceso a cargos directivos no es equitativo y sigue existiendo una tendencia a favorecer a los hombres en la toma de decisiones. Esta desigualdad estructural impide que muchas mujeres con años de experiencia y preparación académica puedan ascender a posiciones de mayor impacto en la educación. No se trata solo de que haya menos mujeres en puestos directivos, sino de que, incluso cuando las hay, su autoridad y capacidad para la toma de decisiones es constantemente cuestionada.
Este fenómeno responde a estereotipos de género arraigados en la sociedad: se sigue asociando el liderazgo con características tradicionalmente masculinas, como la firme-
JESSICA LESLY CASTILLO ALCALÁ
EDUCÓLOGA, APASIONADA DEFENSORA DE LA EDUCACIÓN, CON UN PROFUNDO INTERÉS EN LAS TEORÍAS DE LA LIBERACIÓN EDUCATIVA Y LA DISCAPACIDAD. CON UNA PERSPECTIVA INCLUSIVA, BUSCA PROMOVER EL RESPETO Y LA TRANSFORMACIÓN EDUCATIVA
za y la autoridad, mientras que se percibe a las mujeres como figuras de apoyo más que como tomadoras de decisiones. Así, muchas maestras que han trabajado por años en el aula y han construido una trayectoria sólida se encuentran con la barrera de que su experiencia no es valorada en la misma medida que la de sus colegas varones.
Alguna vez leí la frase: “La docencia es la única profesión que crea más profesiones”, y entendí la enorme importancia y el valor de la educación. Sin embargo, este reconocimiento no se refleja en la valorización de la figura docente. Es inevitable preguntarse si esta falta de respeto y reconocimiento hacia el magisterio tiene relación con el hecho de que es una profesión mayoritariamente femenina.
En otros sectores profesionales ocurre un fenómeno similar: las áreas donde las mujeres son mayoría tienden a estar menos valoradas en términos de reconocimiento social, salarios y posibilidades de ascenso. Por ejemplo, en el sector salud, las enfermeras son mayoría, mientras que los médicos suelen ocupar los cargos de dirección. En el ámbito académico, muchas mujeres se desempeñan como docentes, pero los hombres dominan los espacios de investigación y rectoría.
Es por esto que la desigualdad en los puestos de liderazgo dentro del sector educativo no es solo un problema interno del magisterio, sino parte de un patrón más amplio de discriminación de género en el ámbito laboral. Romper estos techos de cristal implica no solo abrir espacios para que más mujeres accedan a puestos de toma de decisiones, sino también transformar la forma en que se valora su labor en todos los niveles educativos. Las mujeres en la educación no solo cumplen con la enseñanza de conocimientos, sino que también deben desempeñar múltiples roles: ser guías emocionales, mediadoras en conflictos escolares, apoyo en situaciones de violencia familiar, y en muchos casos, un refugio seguro para sus estudiantes. La interacción con una diversidad de familias y contextos complejos conlleva una carga emocional significativa. Las maestras suelen ser el primer contacto de los niños con el mundo fuera del hogar y, a menudo, son quienes detectan casos de maltrato, abuso o abandono.
A pesar de esta gran responsabilidad, pocas veces se reconoce el impacto que esto tiene en su bienestar. Se espera que las docentes sean sensibles y empáticas con sus alumnos, pero al mismo tiempo firmes y resolutivas frente a los padres de familia. Se les exige gestionar con diplomacia situaciones conflictivas y mantener siempre una actitud de entrega y servicio.
Esta dualidad de expectativas también se extiende a su vida personal. En muchos casos, la figura docente, particularmente la mujer, sigue siendo vista desde una perspectiva moralista: se espera que su comportamiento dentro y fuera del aula sea intachable, que proyecte una imagen de rectitud absoluta y que su vida personal sea acorde con estos valore que la sociedad espera. Las maestras enfrentan juicios sociales cuando su vida privada no se ajusta a la imagen de “pureza” y sacrificio que se les ha impuesto. Un ejemplo claro es la crítica que pueden recibir si son madres solteras, si expresan opiniones que desafían normas tradicionales o incluso si ejercen su derecho a disfrutar de su tiempo libre sin ser cuestionadas.
Esta realidad no es coincidencia. La educación, al igual que otras profesiones con alta presencia femenina, ha sido históricamente vista más como un servicio o una vocación, por la labor de cuidados que implica, que como una disciplina que requiere formación, especialización y una justa retribución económica. Si la mayoría del magisterio estuviera compuesto por hombres, ¿sería diferente la percepción de la docencia? ¿Sería más respetada, mejor pagada y con mayores oportunidades de crecimiento?
“Yo aprendí a leer y escribir de la mano de mujeres que, con paciencia y dedicación, me abrieron las puertas del conocimiento”
A mi alrededor hay tantas vidas tan distintas y, sin embargo, muchas comparten los mismos sueños, pero también las mismas dificultades y miedos.
Pienso en aquella mujer que lucha incansablemente, que sigue estudiando a sus 44 años, divorciada con dos hijos y que no encuentra oportunidades por más que se esfuerza, que paga más de transporte y comida que el sueldo que le ofrecen por vivir en una zona alejada de las fuentes de trabajo. Pienso en otra que no pudo terminar sus estudios porque le falló el anticonceptivo y que tuvo décadas de carencias y tuvo que empeñar sus cosas, de depender de un esposo con carrera trunca también, que cuando conseguía sacar algo en el taxi, éste se le descomponía o lo asaltaban y con el que decidió seguir a su lado a pesar de engaños y malos tratos, pues “por los hijos”.
Y luego está la niña abusada por su abuelo, la otra niña abusada por su padrastro, la otra que fue juguete sexual de su vecinito de 12 cuando ella tenía 4 años. Todo transcurriendo mientras sus madres trabajaban y no podían cuidarlas. Y claro, sin olvidar el acoso “normalito” que absolutamente todas hemos recibido en transporte público, fiestas, escuelas, trabajos, etc.
Por otro lado, están también las mujeres “privilegiadas”, todas esas mujeres que o trabajan o se dedican al hogar y a los hijos (o sea que trabajan igual o más) y que tienen sus propios retos, como que los papás ni se enteran de los hijos o de las tareas domésticas y de toda la logística que implica tener un hogar funcional. Las que trabajan teniendo que sacrificar parte del cuidado de sus hijos, y las que no trabajan, algunas sufriendo violencia económica porque tienen que pedir gasto y el esposo les fiscaliza cada peso, sin mencionar el agotamiento mental que implica estar todo el día en casa. Bueno, hasta las que no tienen hijos sufren de estigmatización, porque no las bajan de solteronas, cuando, por cierto, son las que la pasan mejor.
Finalmente, están, o más bien, ya no están, aquellas que no conocí personalmente, las que fueron asesinadas a manos de esposos, novios, amigos, vecinos, extraños. Esas que ya no pueden contar sus historias.
En todas ellas, la violencia sexual, psicológica y económica está latente por el simple hecho de haber nacido mujer.
Hay tanto que cambiar, que habría que empezar por visibilizar todo lo que vivimos como mujeres. ¿Qué los hombres tienen sus propias luchas? Sí, pero las razones son muy diversas, y no se generan solo por ser hombres.
¿Y después de visibilizar qué? Pues ¡imaginar! Porque para crear un cambio, primero tenemos que pensar, desear y visualizar que sí es posible.
Particularmente, vengo de una generación de mujeres con vidas difíciles, pero fuertes y valientes, como seguramente lo son la mayoría en este país, y que gracias a ellas, soy privilegiada, solo que a diferencia de muchas de mis amigas privilegiadas también
EVELYN DEL SOCORRO MARTÍNEZ TRIGUEROS
ABOGADA ESPECIALISTA EN CONTRATOS, ME GUSTA LA GEOPOLÍTICA, SOY MAMÁ DE UNA NIÑA DE 9 AÑOS Y TENGO 18 AÑOS DE CASADA CON UN HOMBRE MARAVILLOSO. EL EJERCICIO ME MANTIENE CUERDA. ME GUSTA LA GENTE CON CONCIENCIA DE CLASE.
a las que les cuesta ver otra realidad, mi origen me hace ver más claro, mi origen es mi abuela paterna que fue sirvienta mientras dejaba encerrado a mi apá de 1 año en un cuartucho; de mi otra abuela que vendía tamales y gelatinas para sacar adelante a sus 9 hijos y todavía recibía otros más; de mi madre, maestra toda su vida, que se iba a los mítines para exigir justicia social. Gracias a todas ellas, tengo una carrera, una maestría y una casa propia, pero sé que soy una excepción porque las oportunidades en un país invadido, saqueado e influenciado por agentes externos, no permiten que haya movilidad social. Aquí, si naces en la miseria, lo más probable es que sigas así, y eso, es lo que debe cambiar. Las condiciones materiales determinan en gran medida las oportunidades a las que podemos acceder. Un niño con hambre no aprende aunque tenga educación, la violencia se incrementa ante la falta de recursos, la vulnerabilidad de las niñas ante el abuso disminuye con acceso a guarderías o si las mujeres DECIDEN y pueden quedarse a cuidar a sus hijos. Hay tanto que puede hacerse. Termino compartiendo la importancia que tienen los hombres en esta lucha por la equidad con dos ejemplos; mi papá nunca conoció a su padre y fue criado por su abuela y en internados, pero hizo lo mejor que su sensibilidad pudo y nos trató a mis dos hermanas y a mí, como a personas completas y valiosas, nos impulsó a soñar alto, jamás nos levantó una mano, nos peinaba, alimentaba y llevaba a la escuela, y a pesar de haberse separado de mi madre, jamás dejó de estar presente, en tareas, paseos, fiestas familiares, y aportaba todo lo que podía, lo que junto con la labor de mi madre, nos permitió acceder a oportunidades que ellos no tuvieron. Gracias a él en gran medida, a su ejemplo y forma de tratarnos, me aseguré de que quien elegí como esposo, me diera ese trato respetuoso. Hoy en día mi esposo se ocupa del lunch de nuestra pequeña, le hace desayuno y cena, la prepara para dormir, le cuenta cuentos, está en el chat de mamás, no se pierde un solo partido de basket, va a las fiestas infantiles, lava trastes, le entra a todo y en general hacemos equipo. Los dos trabajamos en transnacionales aunque yo desde casa y él va 3 veces por semana a su oficina. Los ingresos y egresos aunque vienen de los dos lados y no en la misma proporción, van para lo mismo, nuestro hogar. Él valora la pausa que hice en mi carrera laboral porque es lo que nuestra hija necesitaba en ese momento, trata de compensarlo y reconoce que en gran parte por mí, él ha llegado a donde está.
Sé que somos privilegiados y una excepción a la regla, pero esa mentalidad de equidad, reconocimiento y respeto, no cuesta, y es lo que necesitan más personas en el mundo.
Sueño con un mundo en el que mi hija pueda sentirse segura, respetada, libre y valorada; en donde pueda decidir qué ser, si tiene hijos o no, o si se casa o no, de acuerdo a lo que ella sepa que la hará feliz; en donde los hombres que acompañen su camino, amigos, novios, esposo, compañeros de trabajos, etc., vean el tesoro que es ella, la cuiden, la protejan y la traten como una igual.
Por años crecí entre comparaciones, burlas e insultos. Esos ecos aún habitan mi mente y la invaden sin permiso. Como aquellas creencias absurdas que nos enseñaron desde siempre. Mi abuela solía decirme: “Si te zumban los oídos, es porque alguien habla mal de ti”. Y yo, ingenua, creyendo que era el centro de todos los chismes, cuando la realidad era mucho más simple: mi presión arterial había subido. Como ahora, que mi corazón late con fuerza al dejar salir todo esto.
Aún tengo en la mente lo “correcto”. Las enseñanzas de mi profesor de cuento, de quienes me han dicho cómo “debe ser” la escritura. Pero hoy, solo seré. Dejaré que todo fluya.
Porque el miedo, al igual que esas creencias absurdas, me ha acompañado siempre. Ha tenido su función. No dudo que en algún momento me salvó de algo peor. Y así como tú, ni yo ni tú somos las únicas que lo hemos sentido.
Este sábado 8 de marzo, veremos un mar de mujeres marchando. Mujeres haciendo visible la lucha. ¿Cuántas abogadas, ginecólogas, médicas, psicólogas, educadoras, amigas, hermanas, madres estarán ahí?
A veces imagino un mundo de caramelo, donde la vida sea mejor y donde cada una de ellas no solo visualice la lucha, sino que haga crecer la sororidad.
Uno no puede cambiar el mundo solo, pero sí puede generar un contagio más sano. Y justo ahí vuelve el miedo. ¿Y si lo que escribo no es correcto? ¿Y si alguien cancela este texto? ¿Y si no es suficiente?
Inhalo. Exhalo. Mis pulmones se llenan de aire.
Uno, dos, tres.
Mi miedo es otra creencia absurda. Porque estoy rodeada de mujeres valientes, empáticas, amorosas. Entonces, ¿por qué lo siento? Quizá porque he pasado la vida tratando de hacerlo todo bien, con la ilusión de que así nada malo me pasará. Pero hoy comprendo que este miedo no lo creó un género, sino una sociedad que, mientras dice no encasillar, etiqueta y encierra a todo.
Valiente es quien deja que las palabras fluyan.
Quien expone un texto sin título y sin forma, simplemente para demostrar que la libertad empieza desde el ser.
Hoy marcharé por primera vez. Porque, a diferencia de otros años, hoy no hay urgencias que me detengan. Hoy me sumo. Hoy gritaré. Porque todavía falta mucho. Porque la suma no está en el volumen del grito, sino en la acción que lo sostiene.
VOY TRASCENDIENDO
La Asociación Civil Voy Trascendiendo otorga diversos servicios en materia psicológica, acércate a nosotros, contamos con una gran diversidad de especialistas. Síguenos y ponte en contacto en Facebook “Voy Trascendiendo”.
CELESTE VÁZQUEZ RESÉNDIZ
MAESTRA EN PSICOTERAPIA HUMANISTA, LICENCIADA EN PSICOLOGÍA ORGANIZACIONAL Y ESPECIALISTA EN PSICOTERAPIA EXISTENCIAL CON MÁS DE 15 AÑOS DE EXPERIENCIA, CELESTE ES DIRECTORA DE LA ASOCIACIÓN CIVIL “VOY TRASCENDIENDO” Y FUNDADORA DEL “GRUPO PSICOTERAPÉUTICO DE MUJERES”, ADEMÁS ES CAPACITADORA CERTIFICADA Y CONFERENCISTA.
CELESTE SE DISTINGUE POR SU COMPROMISO CON EL APRENDIZAJE PARA ENSEÑAR, SU LABOR HUMANITARIA Y SU VISIÓN DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL. SU FILOSOFÍA DE VIDA: “SOLO BASTA UNO PARA HACER LA DIFERENCIA”.
TRASCENDER ES IR MÁS ALLÁ DE TUS LÍMITES
¿Te has preguntado qué es ser mujer? Ese es precisamente el problema: muchas veces no nos cuestionamos a nosotras mismas. Simplemente vivimos como “nos tocó”, como aprendimos, como vimos…
Ser mujer hoy es ir más allá de los límites que han trascendido por generaciones. Es el momento de cambiar, recodificar, reclasificar o, como diría mi buen Celedonio Castañeda, reaprender. No podemos borrar la historia, pero sí volver a escribirla.
Trascender es ir más allá de tus límites. Ahora bien, cuando preguntamos qué es ser mujer, lo primero que nos viene a la mente es “límites”. Los primeros fueron los “no puedes”, “no eres capaz”, “no lo vas a lograr”. Aprendimos el “no” de la manera incorrecta, repitiéndolo hasta que se incrustó en nuestra piel como una lanza en un animal cazado, matando nuestro verdadero ser.
Pero esa…. ¡no eres tú!
Y así, fuimos más allá. Aprendimos a hacer que el “no” naciera desde nuestras entrañas, que se elevara hasta los cielos y resonara con fuerza: ¡No! Fue entonces cuando nuestro primer grito se escuchó más allá de nosotras mismas. ¡No más!
Nuestra voz trascendió miedos colectivos, gritos desesperados, lágrimas y dolor. Y así llegamos más lejos de lo que nos enseñaron.
Nos dijeron que ser mujer tenía una sola línea: bonita, rosada, delicada. Pero no para todas. Porque ser mujer también se tiñó de morado y verde cuando la sangre coagulada marcaba nuestros cuerpos, cuando las manos se alzaban con violencia. Fuimos más allá de esos límites y transformamos esos colores en símbolos de lucha, en señales de que ya estamos más allá.
Ser mujer fue, por mucho tiempo, un conjunto de normas, códigos y contradicciones. Nos hicieron creer que éramos enemigas, pero hoy nos hemos vuelto más que amigas: nos reconocemos solidarias. Fuimos más allá.
Ser mujer es ser quien elegimos ser, con el color, el olor, el sabor o la vestimenta que queramos. Con la libertad y la responsabilidad de trascender. De ir más allá de lo que nos enseñaron. Porque ese es nuestro objetivo: crear un mundo donde seamos libres de ser.
“No sé” es la frase más común en una sesión. La usamos cuando no queremos enfrentar la realidad.
Cuando recibí esta invitación, me llené de entusiasmo. Las ideas brotaban como una fuente en el desierto. Pero con el paso de las horas, cada una era opacada por otra nueva o por cualquier distracción. Hasta que lo entendí: no quería escribir. Hace meses dejé de hacerlo. Algo había pasado y no lograba descubrir qué.
Hoy estoy aquí, sentada en mi habitación, con el humo del incienso buscando inspiración. No es inspiración para escribir, sino para entender en qué momento dejé de hacerlo. Y entonces llegó la respuesta…
ENID CARRILLO MOEDANO
JEFA EDITORA DEL COLEGIO DEL ESTADO DE HIDALGO. PROFESORA DE LA UNIVERSIDAD LA SALLE DE PACHUCA. INVESTIGA TEMAS SOBRE CIUDAD, MUJERES Y CUIDADOS. .
La historia de las mujeres es la historia de la división sexual del trabajo. Desde tiempos remotos, las mujeres nos hemos dedicado a labores socialmente reconocidas como “femeninas”, actividades relacionadas con el hecho materno, el cuidado de los otros y el auxilio al trabajo profesional de los hombres. Así, las mujeres llegamos a la vida laboral en respuesta a las crisis socioeconómicas que heredamos de las guerras mundiales, con ello, las responsabilidades y la carga de trabajo se duplicaron: pasamos de ser las responsables del cuidado, alimentación y educación de nuestras familias, a hacernos cargo, también, de jornadas laborales extenuantes que nos arrebataron tiempo, disfrute y salud.
El trabajo docente se sostiene en la premisa de que, en los orígenes del sistema educativo, la docencia se asignó a las mujeres como una extensión del trabajo de cuidado dentro de la institución familiar. Esto tiene implicaciones serias en la forma en que hoy, las docentes del mundo, enfrentan la tarea de educar de manera profesional en un sistema laboral que exige la presencia física, la escucha activa y el cumplimiento de cargas administrativas que escapan a la naturaleza del trabajo docente.
Según Silvia Federici, el capitalismo ha transformado nuestros cuerpos en máquinas de trabajo, por lo tanto, la explotación y la carga laboral atraviesa nuestro bienestar y condiciones de salud. A esto, se agregan los trabajos reproductivos para la sostenibilidad y dignidad de la vida humana que, en su mayoría, son realizados por mujeres.
Así, una mujer que enseña, en cualquier nivel educativo en nuestro país, enfrenta los retos de la movilidad urbana, de la alimentación en la familia, del cuidado de una madre enferma, de un hijo pequeño, de un esposo que trabaja; las mujeres tenemos una carga mental al pensar en la ropa por lavar, los pendientes de la casa, la junta del trabajo, el sistema de calificaciones que cierra en dos días, en el alumno que nos contesta mal en la clase de español.
Actualmente las mujeres docentes experimentamos una crisis de labores debido a las tensiones detonadas por el esfuerzo mental y emocional que requiere cuidar al entorno familiar, tensiones conocidas como carga mental. Ya en la década de 1960, Susan Walzer estudiaba en Thinking about the Baby: Gender and Divisions of Infant Care los impactos de que las mujeres fuéramos las responsables de las tareas domésticas y de las labores profesionales.
Enseñar es cuidar: Noddings sostiene que las relaciones subjetivas en un aula son relaciones de cuidado en las que las docentes dotan de elementos de seguridad, apoyo y protección que dan una base socioemocional a los estudiantes en al acto de aprender, lo que, en cualquier etapa formativa, tiene un impacto en el autoconcepto y autoestima. Si el acto de enseñar exige cuidar, en contextos laborales contemporáneos, más que un ideal educativo, esto representa una doble responsabilidad por parte de las mujeres que cuidan y trabajan. Frente a esto, quedan algunas preguntas sobre quiénes cuidan de nosotras y si el sistema educativo en México es capaz de cuidar a las que enseñan.