Diario Primicia Huancayo 28/10/14

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Cristo de Pachacamilla hoy sale en su tercer recorrido












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EL 28 DE OCTUBRE DE 1746 SE PRODUJO EL TERREMOTO Y MAREMOTO MÁS TRÁGICO

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Huancayo, Martes 28 de Octubre de 2014

El día en que Lima y Calla

Pese a no conocerse el número exacto de víctimas, sobrepasó los 10 mil muertos. La tragedia repercutió a varias provincias incluido Huancayo.

E

l terremoto y maremoto de Lima y Callao ocurrió el 28 de octubre de 1746 en la costa central del Perú, cuando gobernaba el Perú el virrey José Antonio Manso de Velasco. Es considerado el mayor terremoto ocurrido en Lima hasta la fecha, y el segundo en la historia del Perú después del Terremoto de Arica de 1868. ANTECEDENTES Según testimonios de la época, la catástrofe que se avecinaba fue perceptible en varias oportunidades, pues los marinos veintitrés días antes del terremoto notaban exhalaciones ígneas que parecían envolver al Callao. Manuel Romero, entonces alcaide de la cárcel de la Isla San Lorenzo, contaba que se veía como si el puerto se deshiciera en pavesa y se sentían ruidos bajo tierra, como el mugido de centenares de bueyes unas veces y otras como disparos de artillería. EL TERREMOTO Sucedió el 28 de octubre de 1746, a las 10:30 de la noche cuando los habitantes fueron sorprendidos por las violentas sacudidas de la tierra que les obligó salir de sus casas y buscar los lugares descampados. Por desdicha no todos pudieron hacerlo y aun aquellos que ganaron la calle vinieron a sucumbir al derrumbarse los muros adyacentes. La confusión y el espanto cundieron por toda la ciudad e hizo que fuese mayor el desconcierto la circunstancia de la hora, aun cuando la oscuridad no

era tanta por la iluminación de la luna. La duración del sismo, según las relaciones del tiempo, fue de tres a cuatro minutos, tiempo más que suficiente para una destrucción total de la ciudad. Lima tenía 60,000 habitantes y contaba con 3,000 casas, repartida en 150 manzanas. Cayeron las partes altas de templos, conventos, mansiones y diversas construcciones; culminado el sismo nubes de polvo ocultaron la visión de la población. No es posible dar otras indicaciones del fenómeno porque no las traen las noticias de la época, salvo lo que dice el Marqués de Obando sobre la dirección del movimiento: que su mayor ímpetu parecía venir del noroeste. Según las descripciones que nos han llegado debió ser de magnitud 9.0 Mw en la escala de momento. La noche fue verdaderamente angustiante, aun sin saberse todavía en Lima la desgracia del vecino puerto del Callao, que fue arrasado por un maremoto. Muchos, para no quedar sepultados entre las ruinas, así como para hallar amparo en la compañía de los demás, se refugiaron en la Plaza Mayor y otros se retiraron al fondo de sus huertas, de modo que en las casas que aún permanecían en pie o entre los escombros de otras reinaba un gran silencio, como lo advierte en su relación el autor antes citado. En medio de tan grande confusión y sucedién-

dose las subsiguientes réplicas, aunque ya no con tanta violencia, no se hizo posible acudir al auxilio de los heridos y de los que gemían sepultados bajo las ruinas. Algunos fueron extraídos de entre los escombros después de haber pasado uno y aun dos días sepultados. Pocos pudieron conservar en aquellos instantes bastante serenidad de ánimo para acudir al socorro de los demás. La procesión del Señor de los Milagros se realizó por primera vez después del devastador terremoto de 1687, cuando el muro otra vez se mantuvo en pie. Se hizo una réplica en lienzo que salió en procesión desde el humilde barrio de Pachacamilla -hoy distrito del Rímac- hasta la pluricultural Plaza Mayor y las principales calles de la ciudad, y los Barrios Altos. Se declara como fiesta oficial después del terremoto de octubre de 1746. UN AMANECER DE ESPANTO Amaneció el día 29

de octubre y los ojos de los sobrevivientes contemplaron con espanto la ruina de la ciudad. De las tres mil casas que componían las ciento cincuenta islas o manzanas que se encerraban dentro de las murallas de Lima, apenas veinticinco se mantuvieron incólumes. Las calles se veían obstruidas por los escombros y el interior

de los edificios ofrecía un aspecto desolador. Las torres de la Catedral se desplomaron y cayeron sobre las bóvedas destruyéndolas. Otro tanto sufrieron las torres de las iglesias de San Agustín, La Merced y San Pablo de la Compañía. Prácticamente todas las iglesias, conventos, monasterios, capillas y hospitales, sufrieron más o me-

nos iguales destrozos. El arco magnífico que estaba a la entrada del Puente de Piedra, coronado por la estatua ecuestre del rey Felipe V (cuya muerte, acaecida el 9 de julio de ese año, se ignoraba todavía en el Perú), se vino al suelo, quedando la escultura desgajada en el suelo y entorpeciendo el paso. En el Palacio virreinal, no quedó


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ao estuvieron a punto de desaparecer CONSECUENCIAS VÍCTIMAS Y DAÑOS MATERIALES

un lugar habitable y el Virrey hubo de acomodarse en una barraca de tablas y lona, pero no estaba en mejores condiciones el Santísimo Sacramento que del Sagrario fue conducido a una ramada que se improvisó en la Plaza mayor. El edificio del Tribunal del Santo Oficio quedó igualmente en ruinas. DESAPARECE EL PUERTO DEL CALLAO BAJO EL MAR Desde las primeras horas del día comenzaron a circular voces sobre la destrucción del Callao y el virrey envió a aquel puerto a algunos soldados de a caballo, a fin de cerciorarse del hecho. Estos trajeron la confirmación del desastre y a poco ya toda la ciudad lo sabía, pues a ella llegaron también unos cuantos sobrevivientes de la embestida del mar. Lo que contaron dichos sobrevivientes fue algo horrendo, con ribetes apocalípticos. Media hora después del terremoto se había entumecido el mar y elevado a enorme altura, y con horrible estruendo se había precipitado por dos veces sobre la tierra, que la inundó y barrió todo lo que encontró a su paso. Del antiguo puerto sólo quedaron unos cuantos restos de la muralla y el arranque de las paredes de algunos edificios. El Marqués de Obando, Jefe de la Escuadra y General de la Mar del Sur, dice que los cuatro mayores navíos que había en el puerto, soltando las anclas fueron lanzados por encima del presidio y vinieron a varar el uno dentro de la plaza, el otro, cargado de trigo, a escasa distancia del anterior y los otros dos hacia el sudeste, como a distancia de un tiro de cañón de los baluartes. El número de los que

mite antiguo. Esto significa que hubo una subsidencia cosismica, es decir, toda la zona del Callao se hundió después del terremoto.

perecieron en el puerto se calcula en unos cuatro a cinco mil, prácticamente toda la población; sólo se salvaron 200 personas. En un lienzo de muralla lograron salvarse un religioso y unas treinta personas. Otros, en su mayoría pescadores o marineros, acogidos a las tablas y maderos que sobrenadaban fueron arrojados más tarde a las playas o bien a la isla de San Lorenzo. El mar se retiró, pero no volvió a su lí-

IMPACTO EN EL RESTO DE PROVINCIAS La destrucción causada por el sismo se extendió a varios kilómetros a la redonda. Fueron afectadas Cañete, Chancay, y Huaura, hasta 24 leguas al NNO. del Callao; y sufrieron también los valles de Barranca y Pativilca. En Lucanas reventó un volcán de agua caliente inundando toda la quebrada. Intensidades máximas se evaluaron en el denominado norte chico, con XI en Huacho y X en Chancay; luego el área de Lima y Callao donde varió de IX a X en la zona de Canta y Matucana también se evaluó intensidades de IX, en Cañete VIII, reportes de Trujillo con una intensidad de VI, Cerro de Pasco, Santa y Huaraz VIVII, Huamanga y Huancayo VI, Arequipa y Cuzco V. Fue sentido en Moyobamba, Cajamarca, Chachapoyas, Tumbes, Puno y Tacna.

La catedral de Lima después del terremoto de 1746. Pintura anónima de la época. El reporte oficial mencionó más de 10,000 muertos en Lima, Callao y villas adyacentes. En Lima las víctimas no debieron pasar de 2.000, habiendo diversidad en los datos al respecto, lo que se explica por no haberse dado a todos los cadáveres sepultura: muchos quedaron insepultos entre las ruinas y sólo con el tiempo fueron paulatinamente descubriéndose. De todos modos una cifra crecida teniendo en cuenta la población total, de unos 60.000 habitantes. Otras víctimas inevitables fueron los animales domésticos. Se calcula en 3.000 las mulas y caballos que murieron aplastados por los derrumbes. En el Callao, según el Marqués de Obando, era horrendo el espectáculo de los despojos humanos descubiertos y en las posturas más violentas que se puedan imaginar. Así por el calor propio de la estación como por andar revueltos con las horruras del mar y no ser fácil enterrarlos en el terreno que ocupaban, por ser de cascajo o piedra zahorra e inundarse fácilmente, la fetidez era intolerable. En cuanto a las edificaciones, en Lima sufrió una destrucción total, excepto 25 casas de las 3.000 que conformaban la ciudad; pero Emilio Pérez-Mallaina ha hecho ver que esta información sobre las edificaciones fue exagerada por varios motivos, sobre todo para reducir el interés de los censos de los inmuebles propiedad de la Iglesia Católica.



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