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Si estás leyendo estas líneas, es muy probable que seas una madre o un padre que suele llegar a casa con “la batería” bajo mínimos después de una agotadora jornada de trabajo. Abres la puerta como puedes, haciendo un escorzo para que nada de lo que llevas en las manos termine en el suelo, mientras haces un repaso de las tareas que aún quedan por delante… y ahí están tus hijos, con una sonrisa de esas que despejan cualquier tormenta de verano y una energía que siempre te hace sospechar que tal vez sean seres de otro planeta. Sueltas tus cosas en la primera silla que encuentras libre, eliges uno de esos diminutos coches de colores que se empeñan en hacer que casi te mates en el pasillo cada mañana, y te dispones a convertirte en el “segundo” mejor piloto de carreras sobre alfombra de la historia...
Nada nos hace más felices que saber que siempre encuentras un momento para olvidarte de todo y compartir estos maravillosos momentos de juego.
