El guardian de la caleta ( cuentos neo policiales)
Reinaldo Ca単izares
LA MISION Claudio Cabello había sido uno de los mejores expedientes de su curso en la Escuela militar.
Por eso, entre otras cosas, lo habían elegido para cumplir una importante misión solidaria en un país del África sudoccidental. A liberarlos de “El corazón de las tinieblas”, pensó Claudio, que era un joven culto y sensible y que tenía a Joseph Conrad entre sus escritores favoritos. “Me gusta mucho Conrad”, respondió cuando le fue informado tan alto honor y al parecer nadie entendió, pues un murmullo desconcertante impidió que el explicara que la frase que lo salvaba todo en el mundo era:”Ver el lado bueno”, tomada precisamente de uno de los libros del gran fabulista.
Casi dos lustros después, Claudio pensaba que la culpa de todo era de la Alianza Antiprogresista Africana: " De no existir ellos yo habría regresado a mi casa a los veintidós meses reglamentarios y no a los ocho años ", pensaba.
_ Ver el lado bueno, ver el lado bueno..... _ murmuró
Se sentía rendido y la cabeza le latía con un dolor sordo y continuo a lo que contribuía más el ruido de las gomas del carro sobre la carretera.
_ Todo se me aparece como la pesadilla de una fábrica que se detiene y nunca más vuelve a arrancar.....Una y otra vez.
_ ¿Cuánto estuvo afuera ?_ le preguntó el chofer con una sonrisa desdeñosa y a la vez compasiva.
_ Ocho años y medio _ respondió Claudio, sacando el pecho, orgulloso_ ahora solo me falta reanudar los estudios para tener mi título universitario y con el tiempo ser jefe de una importante industria.
El chofer lo miró con la boca abierta presa de una compasión sin límites
_ ¡Já! ¡Casi diez años y no ganaron la guerra!
_ ¿Quién dijo? Si la ganamos.
_ Ellos perdieron, pero ustedes no ganaron. A ver dígame ¿qué cosa importante sacó en esos ocho años?
Claudio se sentía incómodo. No se explicaba como un sinvergüenza como aquel estuviera en libertad y hasta manejando un taxi.
_ Hay que ver el lado bueno de las cosas _ dijo, conteniéndose_ Yo hice lo que debía y ahora regreso a mi casa sano y salvo, hasta con regalos para mi familia.
_ ¿Usted habla de regalos, de salvar el pellejo o de ganar guerras? Esto aquí ha cambiado mucho de un tiempo a esta parte.
_ ¡Aquí nada puede haber cambiado! _ripostó Claudio, con los puños listos para en cualquier momento romperle la cara al taxista, de seguro un solapado soplón de la Alianza en el país.
_ Ya estamos cerca_ dijo el chofer al detenerse frente a un semáforo.
Suspendida en el aire nocturno, Claudio divisó contra las luces del aparato la figura borrosa de un hombre que empujaba un carrito con el rótulo: “Vendedor de títulos universitarios”.
Cerró los ojos, pellizcándose el antebrazo. Parpadeó varias veces antes de abrirlos nuevamente. Un chiquillo flaco y descalzo corría hacia el carro y sin previo aviso metió la mano por la ventanilla.
_ Ya estoy aquí, he regresado_ dijo Claudio tratando en vano de estrechar aquella mano.
_ ¡Hijo de puta! _ gritó el muchacho al ver que el carro iba a continuar.
_ Párate ahí _ le dijo al chofer, porque había visto en los ojos del niño algo que le recordaba a todos los niños que había visto en el África, igualmente desamparados y descalzos.
_ Debió darle el dinero_ le explicó el chofer
_ ¿Por qué tengo yo que darle dinero?
_ ¿Claro que tiene que dárselo, acaso no estuvo afuera?
_ ¿Por Dios, de que hablas?
_ Dios no existe.
Claudio cerró los ojos otra vez y no quiso abrirlos hasta un rato después cuando el chofer le dijo:
_ Llegamos.
En el chalet de dos pisos, con cortinillas en las ventanas, no reconoció su vieja casa. Dirigió la vista a los lados; solo veía gente apurada.
_ Ver el lado bueno, ver el lado bueno....
Se puso a dar paseos por la calle, buscando algún lugar conocido que pudiera ubicarlo.
_ Ven acá_ lo llamó el irrespetuoso chofer que había empezado a tutearlo y sin que nadie lo mandara estaba dando aldabonazos en la puerta de la villa.
Cuál no sería su sorpresa al ver salir de aquella casa a su hermana Mary, vestida con una blusita transparente y una ajustadísima licra, que le trajo a la memoria a una putica de Káchita, en el África, de la que el tuvo la desgracia de enamorarse.
_ ¿¡Tú en un turi!?_ le preguntó Mary, brillándole la alegría en los ojos.
Claudio estuvo a punto de dar un salto al ver que detrás de Mary se encontraba un tipejo gordo y bajito, que por momentos se le confundía con aquel largo y flaco dueño del piso en que vivían las putas en Káchita, y al que tenían que darle el treinta por ciento de todo el dinero que sacaban.
A pesar de los contratiempos pasados y de la fea caraza del gordo espiando todos sus movimientos, a Claudio le brotaba del cuerpo un vaho de felicidad, recién comprendía que la casa era precisamente el lugar de un hombre como el, que no podía consagrar definitivamente su vida al servicio de las armas, corriendo el peligro de perderla.
_ Lleva las maletas al cuarto_ le dijo Mary con un amplio ademán dictatorial y a Claudio le pareció que murmuraba: "¿este pensará que soy su criada?”
En la cama, con los ojos entornados, se puso a imaginar las radiantes perspectivas que se le ofrecerían una vez que graduado fuera nombrado jefe de alguna fábrica, en franca zona de paz.
Se quedó dormido. Soñó que se había armado un jaleo en la sala entre su hermana y el gordo acerca de un italiano que vendría y sobre el. Cuando despertó había una conversación en la sala entre su hermana y el gordo acerca de un italiano que vendría y sobre el
Acudió allá presuroso, sin poder ocultar el dolor y el resentimiento que le producía todo aquello.
_ Yo soy quien vino y tú no me atiendes_ le dijo a Mary.
_ Te digo que tu hermano nos va a traer problemas con Paolo_ el gordo lo ignoraba por completo.
_ ¡Nosotros no estamos en guerra con Italia!_ protestó Claudio con espíritu de rebelión.
_ El cabrón es capaz de jodernos el negocio con este y con todos los demás.
_ No puede ser_ dijo Mary, alejándose varios pasos.
Un silencio fatídico siguió a sus palabras.
_ ¿Lo has oído alguna vez negarlo antes de que yo lo acusara ?_ preguntó el gordo.
_ ¡Explícame!_ se le encaró Mary a Claudio.
_ ¿Explicarte que cosa? Lo único que falta es que este tipo trate de echarme de mi propia casa.
_ Lo primero que voy a hacer_ dijo el gordo_ es echarlo de su propia casa. También me gustaría sacar de aquí a su mujer y a sus dos hijos, pero desgraciadamente no los tiene.
_ No tengo esposa ni hijos_ un quejido lastimero de Claudio.
_ ¿Dónde irá a vivir el infeliz?_ desaprobó Mary con aire melancólico.
_ ¿Cómo que dónde? ¿Acaso tú estás de acuerdo con el?
_ Pobre Clau_ Mary se mordió los labios_ y todo será peor si no puede llevarse siquiera sus maletas.
_ ¡Que se largue a la calle sin llevarse siquiera sus maletas! _ dijo el gordo.
_ Mary...._ gimoteó Claudio
Mary expresó con un guiño su congoja, volviéndole conmovida la espalda a su hermano.
En la calle una aparente quietud envolvía a un Claudio cabello soñoliento, fascinado aún por la buena suerte de encontrarse aún con vida después de aquella peligrosa encerrona. “Todo el jelengue del chofer, el muchacho, Mary y el gordo me huele a cuento africano ", se dijo.
Según se acercaba al centro de la ciudad las calles se poblaban de gentes vestidas con estrafalarios ropajes. Lo que más le deprimía el ánimo era la idea cada vez más cierta de que todo no fuera más que una de las taimadas jugarretas de la Alianza Antiprogresista. Los imaginaba ocultos en las esquinas, espiándolo. Se maldijo a sí misma por su credulidad y deseó tener a mano un disfraz.
Vio o imaginaba ver entre aquella gente la boca de fusiles y ametralladoras que le apuntaban. Tuvo la sensación muy clara o creyó que tenía la sensación muy clara de haber visto armas como aquellas en algún lugar. La impresión de un encuentro anterior persistía en su memoria como algo con lo que se había encontrado ya, aún con la certeza de que estaba sucediendo por primera vez. También era posible que lo que pensaba que había pasado no había pasado y que en ese
momento estuviera pensando que en una ocasión había pensado haber visto la boca de fusiles y ametralladoras apuntándolo. “Los de la Alianza dejaron que nos desgastáramos años combatiéndolos, mientras ellos daban la vuelta y tomaban esta ciudad a traición....", pensó.
Las cosas ocurridas en las últimas horas pasaban por su mente a velocidad increíble, de aquellas alucinaciones ya no sabía distinguir cuales eran aterradoras y cuáles no.
_ ¡Agua.....! Necesito agua... _ dijo, dando pasos vacilantes hasta que no pudo ir más lejos.
Cayó en la acera golpeándose la cabeza.
Lo despertó un ruido. Transcurrieron varios minutos antes de descubrir que era su propia respiración. Nadie lo había socorrido. La gente se apartaba de el, dejando por medio un repulsivo espacio. _ Ver el lado bueno, ver el lado bueno….
Comenzó a caminar volteándose continuamente en busca de rostros sarcásticos, crispados en muecas horribles, pero sólo veía miradas indiferentes. “Los he despistado", se dijo, "todavía tengo tiempo antes que algún chiva de el pitazo y se aliste la Brigada de Búsqueda y Captura de Enemigos de la Alianza"
_Agua......
Había un portero sentado a la entrada de un bar. o restauran o lo que fuera debajo de un cartel lumínico "Dancing Light”.
Claudio estaba demasiado cansado y triste para sentir alivio.
_ Turismo _ fue la respuesta del hombre.
_ ¿Eres revolucionario ?_ le preguntó Claudio, bajando la voz hasta convertirla en un murmullo.
_ Claro que sí_ respondió el hombre sin titubear.
_ Yo también_ dijo, tapándose la boca con las dos manos_ dame un poco de agua.
_ Oiga, ya le dije que vaya a otro lugar, que aquí esto no es así por la libre.
Claudio estaba atónito. Para colmo le pareció ver dentro del lugar a lindas muchachas nativas moviéndose entre los turistas internacionales.
_ ¿Quién iba a imaginar siquiera que los de la Alianza nos engañarían? ¡No puedes culparme de nada, todavía estoy jugándome el pellejo, tengo más derecho que esa partida a tomarme un vaso de agua! _ vociferó avanzando hacia el hombre.
_ Voy a llamar a la Seguridad _ amenazó el portero poniéndose de pie.
“Mira el lado bueno", se advirtió, comprendiendo lo que sucedería: su captura por Seguridad de la Alianza, la cárcel y después, el infortunado momento de su asesinato.
_ Ya no quiero agua_ dijo, tragando saliva.
_ ¡Váyase de aquí! _ dijo el portero_ ¡Oye! _ gritó, estupefacto_ Tú eres Claudio Cabello ¿no me recuerdas? Estuvimos juntos en la misión allá, en Káchita, en el África.
_ Sí_ Claudio casi salta de alegría, pero luego detuvo el entusiasmo_ ¿Qué haces aquí?
_ ¿Cómo que qué hago aquí? Este es mi trabajo.
Claudio escuchaba aquella explicación tan poco plausible, escrutando temeroso y suspicaz la cara de su ex compañero, que le miraba con detenimiento la ropa estrujada y los ojos hundidos y ojerosos.
_ Los de la Alianza Antiprogresista nos la hicieron buena. Ellos fueron los que montaron el tinglado del chofer, el muchacho y el chivo gordinflón que engañó a mi hermana, también ese astuto plan de robar mis maletas y no dudo que lo que me dijiste del turismo sea idea suya. A mi sí que no puedes engañarme....
_ Cálmate amigo. Estás aquí junto a los tuyos; en este lugar no existe ninguna Alianza Antiprogresista ¿entiendes?
_ No me digas. ¿Entonces explícame el por qué de ese sueño fijo que tengo de que un tipo que empuja un carrito quiere venderme un título universitario…?
Claudio arrugó la boca. Había estado a punto de confesarle de sus otros sueños.
_ Ese chivo gordinflón y mi hermana me botaron sin dejarme siquiera sacar las maletas.
_ Ya me imagino eso...
_ ¿Podré regresar otra vez a la casa y al final tener mi título?
_ Claro que regresarás a tu casa. A las diez cuando yo salga de aquí resolveremos todo.
_ ¡Lo sabía...!_ exclamó Claudio.
Comenzó a retroceder con una mano dentro de la camisa para atemorizar a aquel despreciable espía.
_ Creías que me habías engañado so hijo de puta y que ibas a ganarte una medalla cuando se hiciera pública mi captura dentro de mi propia madriguera_ prosiguió vehemente.
_ No, no, oye...
Demasiado tarde. Claudio desapareció en la noche con una rapidez tal que el portero empezó a dudar que alguien hubiera estado allí alguna vez, conversando con él.
No desapareció para las personas que se le cruzaban_ sin darle ninguna importancia_ ni para los que lo vieron más tarde untándose cara y brazos de lodo y entre los que se encontraba por suerte el, que se felicitó por ello y después llegó a la conclusión de que la estratagema conque el gordo lo había despojado de las armas blancas, guardadas en una de sus maletas, era una desgracia que anulaba la buena suerte de no haberse perdido para sí y entonces quedaba en el mismo sitio.
Se mordió los labios, confuso. Hasta la frase milagrosa que lo salvaba todo había huido de su mente.
Conocía solo una manera de combatir a los antiprogresistas, pero para ello tenía que recuperar su arsenal en una acción suicida, como aquella en que su escuadra pasó a cuchillo a toda la base Omega de la Fuerza Aérea de la Alianza; aunque esta nueva misión era mucho más peligrosa, porque no tenía consigo ni siquiera una simple navaja, pero sí la seguridad de que el gordo estaba peligrosamente armado, contaba con el apoyo de un italiano llamado Paolo y Mary seguía de su parte. “Esta vez la sorpresa va a ser para ellos y sufrirán muchísimas bajas antes que los desaloje", se dijo.
Terminó de camuflarse pero con tanta gente y tantos espías burlescos por las calles, llegar al objetivo le llevó varias horas; las rodillas y los codos le sangraban y las ropas eran ya harapos.
Dentro de la casa se escuchaban voces y risas.
Cerró los ojos, contrajo los brazos y flexionó las piernas, concentrándose para derribar la puerta....
EL GUARDIAN DE LA CALETA Las personas desaparecidas siempre han ejercido una extraña fascinación sobre mí. Lo más llamativo es que esa actitud hace susceptibles a los que me rodean. Pudiera parecer cómico observar a una muchacha parada horas enteras frente a los avisos; pero la verdad es que lejos de ser risible resulta mas bien un poco triste. Cuando una mira un rato las caras estas pierden su actitud impropia y los rasgos se tornan casi enigmáticos; las líneas de la boca forman perspectivas de caminos iluminados por nombres agrupados en un orden inquietante. Más de una vez he descubierto una mirada burlesca, lo que me induce a pensar que en realidad esas personas no quieren ser encontradas. El éxito de la búsqueda o lo que la gente común considera resultados satisfactorios, a mi se me antojan como casos aislados sobre aquellos que pierden la voluntad, el valor que los obliga a la no aceptación del regreso, muerta la apetencia de iniciativa y la fuerza para la lucha. Mi habitación es fresca y clara, con ventanas abiertas a la calle y celosías en media luna que refractan la luz en los siete colores originales y lo lanzan dentro. Hay también un tocadiscos antiguo con un porta discos de madera barnizada. Me gusta escuchar la música suave, con su leve aroma a pasado y el aroma de carne de mujer joven ( Rita Montaner ) o la voz que se traslada yendo y viniendo a largos intervalos ( el Bola, claro ) invadiendo la escena tranquila y coloquial, como una de esas pinturas que adornan las paredes de un " Hurón azul "
El cuarto es parte de la Residencia estudiantil, menos los fantasmas que lo habitan: locuaces, ofendidos, alegres, desconcertados y de los nombres. Algunas cosas del cuarto son como nombres vacíos llenos de ecos sonoros, espectros del pasado, muertos prematuros o que no han vivido nunca, hombres ilustres, criminales o lo que sean. En razón inversa a las voces que se desvanecen existe un espejo grande, contradictorio e inquietante; entre la dureza de su superficie y la fragilidad de una yo que se contempla de cuerpo entero antes de ir a la Universidad y después del regreso. Tal vez haya algo más _ la rebeldía por las cirscuntancias o el futuro idéntico que nos queda, la vejez frustrada, la pasividad definitiva y postrera. Sé que estudio en la Universidad el quinto año de la carrera de Egiptología y que soy muy buena alumna. Sé de las aulas con sus paredes revestidas de madera y de las puertas talladas. De los cuadros al óleo y aguafuerte y que en los ratos libres alrededor de las mesitas del salón de estar de la Residencia los alumnos juegan partidas de cartas y dominó. Retazos de música vuelan en el aire y un perfume sube desde los jardines de los edificios mezclándose con el aroma del ron y del tabaco. Nada recuerdo de los anteriores cuatro años pasados aquí, ni de mis padres o donde vivía antes, pero a nadie parece importarle (entonces a mi tampoco me importa) Se presiente algo en la piel, en la punta de los dedos, en los ojos de los jugadores que se me antojan personajes de una novela de Ezequiel Vieta. Hasta las mesas, los edificios y los árboles parecen descritos por Vieta.
El joven alto que me sonríe ladeando la cabeza y las manos apoyadas sobre el esquinero se llama Oscar y es mi novio. Jadea, haciendo volar las fichas con maravillosa ligereza. _ No gano una _ dice _ ven y párate detrás de mí para que me des suerte. Esa es una de las formas que emplea para decirme que nos vemos más tarde, exactamente a las nueve de la noche. No me gustan esas reuniones, pero son necesarias; un lugar repleto de humo, voces, rostros disueltos por la luz y una marea sonora y compacta. El caos.
El lugar está lleno de gentes que hablan en voz baja. Todos jóvenes, vestidos de cualquier forma, abundan las camisetas y los pantalones cortos que dejan al desnudo las piernas, abundan los cabellos sueltos sobre la espalda. Los Moderados están detrás, un poco más alejados, los Radicales estamos en semicírculo agrupados alrededor de Oscar; este levanta la mano y las voces callan. Nos mantenemos inmóviles con el rostro vuelto hacia él. Está pálido, pero cuando comienza a hablar su voz suena precisa. Habla con el acento popular del barrio Condado, mezclado con el español refinado de la escuela de Vivaldi. _Ha llegado el momento _ dice Le responde una explosión de júbilo. Levantan los brazos y los dejan caer de golpe. Yo también levanto mis brazos. _¡Silencio!_ dice Oscar, con un gesto. Aquel gesto autoritario, aquella cabeza echada atrás, el cabello oscuro y revuelto, todo me hace recordar a Maximiliano Robespierre.
_No puede existir una Revolución sin un programa_ prosigue, extendiendo su mano hacia mí. Yo me acerco a el, entregándole una carpeta cifrada con letras doradas. Oscar comienza a leer y poco a poco su voz sube de tono, se hace más y más alta, turbando la claridad de la habitación: “Todo les está permitido a los que actúan en nombre de la república. Para los revolucionarios no existe otro peligro que el de quedar rezagados respecto a las leyes de ella. Quien se excede en cumplirlas, quien aparentemente pasa del límite, aún puede decirse que no ha llegado al fin ideal. Mientras quede sobre la tierra un solo desgraciado, debe proseguir el avance de la libertad”. Gritos, saltos, aplausos. Una orgía. Me recuerda a la escena de la procesión de la película "La Momia". Solo faltan las antorchas y algún inocente para ser destrozado. Oscar continúa, durante una hora casi expone sus postulados, es un plagio. Se escucha el sonido de una trompeta y nuevos gritos. Solo Oscar está en pié, sosteniendo aún la carpeta. Nos hemos quedado solos, los cinco : Oscar presidente, Elvys vice, Frank ministro de las Fuerzas Armadas, Elvys de Relaciones Exteriores, Roberto de Seguridad Nacional y yo algo así como Primera Secretaria, vocera del movimiento que se está gestando y crece Planificamos. A través de la ventana abierta veo el cielo alumbrado por las primeras luces del alba. Cierro los ojos y vuelvo a verlo lamido a los lados por el reflejo de los incendios. Un confuso clamor, como de gente que huyese perseguida por las calles y frases gritadas con voces terribles y roncas.
_¿Que hora es? _ pregunta Elvys Ninguno imagina esta ciudad presa de las llamas ni los golpes secos de los disparos, ninguno imagina las nubes de humo planeando sobre los barrios bajos a lo largo de las orillas del río, ni las miles de personas fusiladas a cañonazos. Por todas partes el trágico clamor poblando las calles y las casas con disparos, lamentos y las risas de los vencedores. _¡Que importa la hora!_ dice Oscar con un relámpago de triunfo en los ojos. _Esos son los mismos postulados de la Instrucción de Lyón de 1793_ le digo, sin poder evitarlo. Se hace un silencio histérico, cargado de amenazas. ¡Cállate!_ grita Oscar En este momento también el tiene los ojos desesperados. Salimos a la calle y nos disgregamos, Oscar sigue junto a mi, su respiración un zumbido altísimo. _Me hiciste quedar como un tonto _ dice al fin _Esto no es un juego _¿Y quién lo dijo? _Somos un puñado de muchachos locos, y tú te verás obligado a cumplir lo que prometes. Habrá tantos muertos que ni siquiera te lo imaginas. _Son héroes y no importa lo que uno diga, al final solo cuenta la victoria. _Héroes y víctimas al mismo tiempo Oscar tiene la frente pálida, empapada de sudor _¿Realmente no estás con nosotros?_ me agarra el brazo y sus uñas me hieren, a través del dolor siento el temblor de su mano.
_Una República asentada sobre las bayonetas se derrumba a la primera derrota_ exclamo liberándome de la presión. _¿Quién habla de derrotas? No es Oscar; es un hombre pálido, consumido por la ambición y las pasiones. _Te prometo que cuando esto acabe vamos a cumplir todos nuestros sueños. Una nueva mentira. Hay muy pocos ejemplos en la Historia de renuncias voluntarias; quien disfrutó el placer de dominar no renuncia. Tiene razón, no es juego, es una pasión contenida; ser juez y destino de millones de personas. Nada será bastante. _Para ya _ le ruego. Ahora sonríe. Viento y ola, deleite e inquietud. No va a parar; después del primer éxito solo lo atraerán los grandes papeles de la escena mundial y el destino de países enteros. El hombre y las ideas no significan nada. Un Napoleón Bonaparte o un Adolfo Hitler en ciernes. Está liquidado.
Aquí estamos de nuevo _víctimas sensibles en furiosa resolución_ en la Caleta. _En vano _ dice Elvis _Lo peor es darnos cuenta que al final todo ha sido por gusto _ dice Frank _Visita otro país, planta un árbol y ten un hijo, entonces habrás vivido_ digo. _No sé si plantó un bosque o tiene diez hijos regados por ahí , pero lo que hizo se llama infamia _ dice Elvis _Como se oye _ afirma Roberto _No comprendo _ digo _ Oscar siempre detestó a los traidores, le repugnaban
_Se ve que a tí si que no te repugnaba ni un poquito su pene _ dice Elvis. _Puedo recordar cosas peores _ digo Hace frío, gotas de agua chocan contra mi piel, quizás Oscar ahora se hunda suavemente, imagino burbujas que salen por su boca. _ Para Oscar el dinero no tenía ningún valor. El es un escritor y una buena persona, no un ladrón. _ Ah, no ¿Y por qué coño nos traicionó y se llevó los fondos de la Organización?_ otra vez Elvis. Frank, Elvis y Roberto. ¿ Que importan sus nombres? Ríen, un ataque casi animal de risa. Mis piernas tiemblan tanto que apenas puedo sostenerme, un dolor lento, como una herida. Elvys y Flank avanzan hacia mí... _ ¿Quieres decirnos que tanto sabías de esta mierda? El sonido del viento que gira y levanta hojas de papel y las lanza de un lado a otro. _¡ Déjenla tranquila ! _ grita Roberto _ no ven lo asustada que está. _ Esta puta no le teme a nada _ dice Frank. _Claustrofobia _ digo casi en un susurro. Un suspiro, una llamada, un murmullo ... " Soy el Ayer , conozco el mañana " Ayer es Osiris , y mañana es Ra , en el día en que destruirá los enemigos del Neb _er _tcher , y que establecerá como príncipe y gobernador a su hijo Horus o como dicen otros , en el día en que conmemoramos el festival del
encuentro del difunto Osiris con su padre Ra , cuando hubo la batalla de los dioses en que Osiris , señor de Amentet , fue el adalid
El silencio, la quietud y otra vez me parece que no soy quien soy, como si las voces anteriores hubiesen producido una especie de palabras sin nombre, la aceptación de lo oculto que no puede ser explicado. El eco de todo lo irremediablemente perdido y estéril repetido uno y varias veces sin ilación ni sucesión cronológica: Un amigo egipcio me ha regalado un cuadro de la pirámide roja de Bubastis y un rollo de papiro escrito en jeroglíficos, signos hieráticos y caracteres demóticos y que según el perteneció a la Cuarta Recensión , específicamente de la Dinastía XXI y que le fue vendido por una esclava asiria , ladrona de tumbas egipcias famosa en toda Menfis.
_ Este papiro
_ dijo el _ fue robado precisamente el mes de Hátor cuando casi todos habían huido de las crecidas del Nilo y de un terremoto en Bubastis . La pirámide hace parecer insignificante a los templos de Tebas , a la mismísima pirámide de Kéops y es mucho más misteriosa que los subterráneos de la Esfinge ; no tengo que decirte que el escrito estaba dentro de ella , en el sepulcro del rey Tetis. No le respondí. No aguardaba respuestas; era una aceptación de lo oculto que no debía ser desmentido. El dio forma en el aire a aquello que yo hubiese podido haber negado _ en el mes de Hator las aguas del Nilo llegan a la mitad de su caudal habitual y no es hasta el mes de Paofi cuando crecen hasta su máximo nivel _ En Bubastis no existe ni ha existido pirámide alguna. Además, siglos hay que la esclavitud ha desaparecido de Egipto, al igual que la antigua Menfis _ y el
cuerpo momificado de Tetis fue sepultado en la Gran Pirámide de Guisa, en el 2500 A.N.E, nada mas alejado de la XXI dinastía Fue por aquello que desde hacía tanto veía nacer y tomar forma bajo mi piel; primero distante, después cada vez más cercano y íntimo, como soñado, creciendo de alguna parte y ahogando el despropósito hasta caer en esta imagen que se compone_ descompone sobre el camino que tomo todos los días para ir a la Universidad. El desasosiego acariciando interminables silencios, combinación perfecta entre el dolor y la rebeldía. Escucho una voz que llama. Tal vez lo primero que descubro es el espacio , después las palabras y solo al final detrás del espacio y de las palabras a Oscar. Me mira y sonríe . Es la misma risa que conozco, solo que hay algo en ella que no está bien _ no debería estar aquí a no se que distancia de la Caleta donde estuvimos hace un instante y donde no se por qué no nos encontramos nunca más. _ ¿Cómo has estado? _ me pregunta _ ¡ Me estoy volviendo loca ! _
Hace tanto tiempo ... casi cinco años Hace muy poco que lo he visto , cuando un olor a muerto subía desde la
profunda herida que la Caleta marcaba en la costa, junto a aquel odio, aquel furor que nos roía y nos abrazaba . Extiende una mano para acariciarme. No siento nada. Toda fuego y sufrimiento
Se mira en mis lágrimas, me miro en las suyas que caen y van formando una historia. Mi historia Hay sombras alrededor de sus ojos, sus palabras tienen un sentido distinto, un significado que macula el paisaje. _ A veces decimos inventar el pasado. _ ¿Donde estuviste? _ le pregunto. _
Huyendo de todo
_
Cuando me abandonaste creí morir , ellos te atacaban , hasta yo misma
pensé que te odiaba Siento desvanecerse la cólera , la angustia y la tristeza de este momento tan esperado y a la vez tan temido. _¿ Donde estuviste ? _ En Tierra Santa; Witman dijo que donde quiera que existiese el dolor era Tierra Santa. _ No fue Witman ¿como pudiste olvidarlo? _ Hace tanto tiempo.... Ni siquiera importa el tiempo, por que el tiempo no importa. _Lo sé _ digo sonriendo con aquella sonrisa de despecho que teníamos los cuatro en la caleta , cuando lo maldecíamos por haberse marchado y contemplábamos el mar que tenia una aspecto miserable _ No importa el tiempo por que el tiempo no importa _ dice _ pero por favor no me pidas que recuerde de quien es la frase. Es de Amentet. Mas susurros ......
Es Amentet , es decir , la creación de los almas de los dioses , siendo jefe Osiris en Set _ Amentet , o , como dicen otros , es Amentet que me dio Ra ; cuando llega un dios se levanta y combate con el.
Inquietante, incomprensible. El odio Bajo la luz de la luna todo parece igual , sin aliento. Una niebla blanca y transparente vela la planicie de la caleta y allá lejos en el horizonte muévanse por momentos los ojos verdes del mar y un velo gris de ceniza que oscurece sus párpados _¡No! _digo _ ¡ otra vez no ! Elvis, Frank y Roberto se miran con los ojos llenos de doloroso estupor _¿ Tienes claustrofobia ? _ dice Elvys _ Maldito hijo de puta, se llevó todo el dinero_ agrega Frank. _ ¿ Y tú Roberto ? _ le pregunto _ ¿No dirás nada? Mi corazón se acelera. Nuestras miradas la de animales furiosos, pero al final somos humanos. Lo que el tiene que decir como un disco, colmillos y bigote. _ Es un hijo de puta sentimental_ Roberto me mira de un modo extraño, su mente es incapaz de ordenar otro lenguaje_ no aguantará mucho allá fuera sin su madre y sin tí... y entonces.... _ Entonces cuando regrese....._ Frank hace un gesto con el dedo sobre su cuello. La presencia de algo vigilante, observándonos tras una pantalla transparente. Todas mis emociones exaltadas, pero aún nos queda la curiosidad ¿Cual podría ser la idea de la liberación para cinco jóvenes precursores de un movimiento de justicia social? La de Oscar ya está clara, un error geométrico de perspectiva; la
nuestra tal vez un medio para el delito: robarle tiempo a la vida, a la desdicha y al olvido. Extiendo la mano y toco algo; un rostro extratemporal. No es la Caleta, no su marcha como la de un viejo barco que se desliza en una quimera azul. _ ¿Cómo has estado ?_ las palabras de Oscar una canción repetida en un lapso definitivo. Después sonríe en una señal convenida y de valor simbólico. Suavísimo, un roce apenas en abandonado tierno beso y yo siento como toda dentro comienza a destilar otra vez la vieja tristeza. _ Para ya _ le imploro. Jamás tuvo nadie sensación tan inmensa de abandono. _ Fue miedo_ dice_ los traicioné y huí _ Nunca le temiste a nada. Apenas la conciencia de los días acumulados en mi soledad después de su marcha, escondite de un sueño desamparado y enloquecido semejante al suyo. _ Le temo a las novelas imperfectas_ y agrega_ lo que uno cree que puede ser y al final no es. Te hacen lucir ridículo. _ No me gustan las novelas, la vida no es una historia inventada, la vida es otra cosa. Las rechazo; agazapadas como inmensos pájaros, las hojas encrespadas y abiertas rodeándonos con un halo amenazante y suave a la vez, casi amistoso. _ ¿Cómo puedes decir eso? _ hay un resplandor extraño en su mirada. Ahora soy yo quien tiene que responderle, y lo hago aunque me parece que pudo haber sido el mismo o ambos a la vez y la voz que por azar se escucha es solo un
pensamiento o el visible murmullo del aliento de Oscar, convertido en el fulgor de un relámpago. _ ¿Por qué lo hiciste? _ le pregunto. Y entonces como a la luz de otro relámpago, como si viese parpadear ante mis ojos ciertas imágenes gastadas de nuestras vidas, como una ráfaga o un sentimiento de renuncia, su respuesta. _ No quiero hablar de ello. El viento nos trae un olor de incienso, es el olor de las celdas, el olor miserable de la muerte. _ Estuve en la cárcel_ digo. _ ¿Te torturaron? Recorro mentalmente el camino que se enrosca alrededor mío pero no encuentro los límites. _ No lo recuerdo, pero los odio tanto... _ Tenías que haber respondido que si_ dice Extrañas imágenes me llegan, voces despiadadas e implacables y Oscar retrocede espantado. _ Yo también los odio _ afirma. _ ¡Ni siquiera sé por qué¡_ me aferro a su brazo. Es la esencia del recuerdo, la simiente que a través de los años no se ha enseñado a si misma el don de la muerte sino del sueño. _ Tuve que mudarme por la persecución _ digo al rato. Sonríe. Quizás piense que es todo y aún no sepa que no hay todo, sin fin.
El tiempo me llega comprimido en forma de ondas. Más que andar es como si atravesáramos el aire o algo doloroso, Oscar no conoce el lugar pero me guía. _ Se está destruyendo _ susurra No le hablo por que el lenguaje está
equivocado. La Avenida se ha ido
hundiendo y sin embargo la acera rota, los viejos decrépitos, las casas miserables y las mujeres con las piernas torcidas y los dientes cariados me devuelven la nostalgia de un ensueño o una mentira piadosa. _ No puedes pensar así _ me dice _¿Y cómo? Es la perturbadora, cercana imagen de nosotros cuatro en la caleta maldiciendo a Oscar. En mi bolso tengo la pistola; este debe ser el momento en que la saque y lo mate. Todo lo que debió y no pudo ser. _ Aquí es _ digo Entramos y no puedo reconocer la vieja escalera de hierro, la salita, los cuadros _ ni siquiera el de la pirámide de Bubastis _ ni aquel oculto mal que parece conformar ya mi personalidad y que después de haber visto de nuevo a Oscar y haberlo tocado se hace más patente que nunca _ ¡ ¿ Que me está pasando? ! Me aprieto a él, a la visión extraviada en su retina _ ¡Calla! _ dice, con voz apremiante _ no podría permitir que te sucediera nada malo _ ¿Acaso cuando te marchaste te importé algo? Me agarra por los hombros extendiendo los brazos, mi cuerpo vencido en su sombra, deshaciéndose poco a poco en la ternura
_ Nunca me fui ¿entiendes? Nunca te abandoné. _¿Entonces....? _ ¡Calla por Dios! Escucho un ruido que se acerca; me abrazo a Oscar aterrorizada del sonido largo y vibrante como de papel roto que hace temblar la casa y que se convierte al final en un sollozo. Por la ventana abierta casi tocamos la calle, pero en el lugar donde debía estar ahora hay un abismo blanco y opaco, con matices violeta. _ ¿Dónde está todo?_ le pregunto. No contesta y a la claridad de las lámparas_ el temblor, la casa, nosotros mismos_ tenemos horrible color propio de las cosas que han llegado al límite del sufrimiento. _ ¡No más! Pero no es a mí a quien le habla y no sé por qué comprendo que a pesar de no encontrarle sentido alguno, esa es una posibilidad rota. Lejano, atento, antiguo......
« Es Osiris o como otros dicen es su cadáver, o , como dicen otros, es su inmundicia. Lo que es y lo que será son su cadáver; o como otros dicen, son eternidad y perennidad. Eternidad es el día y perennidad la noche.
_¿Cuando te marchas? _ me pregunta _ Tal vez mañana _digo.
Papeles exhumados del fondo de antiguas tumbas, manuscritos sin firmas, hombres y mujeres convertidos en huesos y combinaciones químicas secretas, retazos de piel envueltos en gasa… _ Va a ser una oportunidad increíble _ dice _ la única forma de aclarar todas tus dudas históricas. El viaje como una casualidad o causalidad ilógica sin saber yo misma el por qué..... _ Es tu sueño _ agrega. Un sueño, lo indicado, lugar perfecto para mi Tesis de Grado o descubrimiento en que sé desde un principio lo que tengo que no descubrir. _ Me siento celoso de tu amigo egipcio. _ No quiero ir, no quiero ir.... _ gimo Me besa, le aparto el pelo de la cara y también lo beso, un cabello revuelto y surcado de ondas, el rostro que ahora no reconozco, no por que no haya dejado de verlo ni por inesperado en aquel momento y lugar , con esa débil jadeante exhibición de los dientes que apenas puede llamarse sonrisa _No me marcharé _ digo, clamando a aquel desenfreno de todos los terrores; el quizás solo abra los ojos en entregada rendición pasiva. _ Tienes que hacerlo _ dice _¡ No puedo ni recordar mi nombre !_ grito La neblina penetra bajo el cansancio y nos aísla de las tinieblas y de la reanudación del viejo fuego y sin embargo en un momento desaparecen el, cama y luz y estamos otra vez los cuatros en la Caleta años atrás y ya todo es nada y la
nada un ritmo lento en el cual todo está dicho; instante idéntico después de cinco años fuera del tiempo. Acercándose.......
« Se llama Devorador , durante millones de años y vive en el Aaat que es lo que en An_rut_f se halla , cabe la cámara " Sheniu ". Se desplomará el hombre impuro en ella entre los cuchillos; o, como otros dicen su nombre es " Mates " ; vigilante de la puerta de Amentet , o como dicen otros , llámase " Beba " , el que custodia la Caleta de Amentet ; o como otros dicen se apellida "Heri_sep_f " »
El diálogo mudo grabado sobre la nueva visión que se me destina; suaves murmullos y exposiciones ininteligibles. Presiento mi viaje al África, las marchas agotadoras de la expedición, luego las excavaciones. Un corredor, cuerpos momificados y trágicos. La pared que se derrumba imposible de atravesar, sepulcro cerrado por siempre. Yo, joven inocente que avanza allá sin inquirir nada, sin preguntar el por qué. Laberinto perdido en el polvo apisonado del Egipto Antiguo _¡ Voy a ser enterrada viva ! _ clamo. Sus palabras sin razón, como un instinto. _ ¡Calla, por favor!
Cinco, cuatro, dos otra vez. El silencio como exaltación al suyo, a la congoja que estallará de golpe _ en caso que pueda estallar _ con un rumor de papel escrito que se borra o se rompe. _ Tengo tanto de que hablarte… _ dice Me habla. Dolor, angustia inesperada retenida por su rostro inesperado también en el golpe de un libro que se cierra. _ Eso es mentira, no puede ser......_ balbuceo _ Ojalá lo fuera _ dice con esa actitud tan suya quien sabe de donde copiada. Mi vida, mi vida, pienso y sigo repitiéndome lo que es el eco después de la esencia del conocimiento más simple, reducida a la transformación de la realidad en sueño. _ Ya no importa _ digo, demasiado rápido y confuso para ser siquiera un pensamiento. No dice más, algo sin importancia por que solo yo lo escucho _ entonces nadie lo escucha _ y estamos en ningún lugar, en un punto del espacio no sé cuantos años detrás o delante; mezcla imperfecta, combinación disuelta, tenue. _ Era mi obra maestra _ dice_ la oportunidad de convertirme en alguien _Me marcho. El cree que no me puedo ir, que permaneceré aquí aguardando, a menos que él decida otra cosa. _ Al principio eras insignificante _ prosigue _ pero nunca hiciste lo que yo quería y así lo destruiste todo.
En la dulzura de su voz se presiente una sombra de rencor, el mismo que se advierte en los movimientos de la gente que anda por las calles y en el fulgor del agua suspendida sobre este día sin aurora ni ocaso. Yo no era nada, apenas asomé un instante en la narración, una palabra casi, pero Oscar se enamoró. Mi rostro apenas dibujado en un revuelo de hojas, lápiz levantado, un brazo estrujando el papel....... y nada más. _ ¿Qué título tiene esta historia? _ le pregunto. _ "El guardián de la Caleta de Amentet" _ Al menos dime cómo te llamas realmente. _ Luis Enrique. _¿Y a mí cómo me pusiste ? _ Yaqueline. _ Frank , Roberto , Elvis , Yaquelíne, Oscar o Luis Enrique........ que más dá. _ No escribas esto, por favor _ le pido _ Te lo prometo El irreal contacto con la carne ideada antes de mi nacimiento. _ Los años que estuvimos separados fueron solo dos días; no puede resistir más tiempo y tuve que ponerme a escribir para verte. Las otras mujeres nunca significaron nada. _ ¿Y nosotros alguna vez lo fuimos? Recorro con el pensamiento la borrosa escritura que no parece inscrita en cuartillas, proyectada sobre ellas y fijada un instante antes que lo mirásemos como algo que podría desvanecerse en cualquier momento.
Pero no es Oscar quien habla, sino la historia misma y recuerdo una a una todas las escenas de mi vida sin principio; aparece así como un reflejo que obliga a la fatalidad más sencilla y más espantosa. _ Apareciste _ dice él y todo cambió Todo cambió y entonces supo que estaba perdido en su propia batalla y vino el escape y el regreso _ un error y otro y otro _ la necesidad de jugar el último triunfo con el éxito pleno y la naturalidad de quien sabe desecha su mejor creación. _ Yo te amo _ dice _ con toda mi alma. Con un cariño que no conocen los libros, ese dar lo que nunca se tuvo, partícula minúscula del Universo. _ Y por ese amor empezaste a atormentarme con las oraciones del Libro de los Muertos. Por el creaste a ese amigo que ni conozco que me regaló el papiro y la foto de la pirámide inclinada de Bubastis e ideaste mis estudios de Egiptología, las dudas y la expedición a Guisa ¿Acaso es también por ese amor que yo seré enterrada viva? _ Necesitaba ir preparando a los lectores para lo que iba a pasarte y a la vez que te interesaras por Egipto y no te opusieses al viaje _ todo el tiene el color de las hojas marchitas _ tu amigo egipcio iba a ser al final un agente del gobierno pagado para asesinarte. Yo no dejaría que murieses, te salvabas en el último momento, tú y la novela; siempre lo pensaba de una forma y tu lo hacías de otra. Además ya ni para eso tengo cabeza. Una aventura sin cabeza de la que solo queda su miedo a las novelas imperfectas. _ Detén todo ahora mismo _ le digo_ para esta cosa torpe y discordante
Es demasiado tarde, y estoy tan cansada… Nos miramos. No como debieran hacerlo padre y creación, sino como pudieran hacerlo dos contradicciones abstractas. _ Aguarda _ dice el ¡por el amor de Dios, aguarda! ¿Qué es lo que espera? Tal vez que me aferre a su idea y a este último dolor, no al tiempo lento y igual, sino a una época transformada en algo que no sucederá jamás. Cierro los ojos_ me libero de la luz_ para disfrutar este último y absurdo mito de la huida, solo para nosotros dos en un lugar inventado, con un dolor que se aleja inventado también. Su brazo se aferra desesperadamente al mío. _ No existe el por siempre _ le aclaro o aquel otro él llamado Oscar, pero no hay nombres para designar la soledad y el silencio. ¿Es que alguna vez fuimos algo?, me pregunto y siento oprimirse la memoria de mi congoja. No es ni el espantajo del escritor de una novela histórica, épica e imperfecta, narrada en primera persona sobre una revolución intrascendente, con unos personajes incomplejos, construidos en torno suyo como secreciones de su mente. No es siquiera alguien con un nombre verdadero dentro de su propia novela. Ni mi amante o la nostalgia de un sentimiento. _ No eres siquiera alguien _le digo, yéndome de este modo dulce, ligero e instantáneo.
LOS CABALLOS NO MERECEN EL CIELO
“Al menos si no amaneciera ", se dijo Luisi por enésima vez. Abajo las hojas de los árboles no se movían, ningún viento las agitaba, como a él. No había ruidos y el silencio era insoportable, pero para Luisi era mejor no dormir que tomar pastillas. “Yo no soy Caballo Blanco ", murmuró. Miró a los lados. Todo eso lo había caminado con Vilma, su esposa, un día tras otro; una fotografía gastada que conocía con los ojos cerrados, pues mientras le acariciaba los senos y la rosa tibia estaba consciente de que algo muy adentro se retorcía de soledad. Estaba cansado. “Una ducha debe aliviarme ", pensó. Gotas frías como las palabras del mariconcito; la cara que puso cuando lo obligó a bajarse del tractor. Debió ver algo en Luisi, no sé si fue el miedo a la miseria o el desprecio a los demás. Tenía la boca amarga, la cabeza pesada. Vilma asomó dentro del baño. _ ¿Por qué bañándote a estas horas? _ Hace calor _ ¿Calor a las tres de la mañana? “¿Cómo puedo hablar con ella así de cualquier cosa; la hora, el baño, el frío.... ", pensó. _ Contéstame _ dijo ella. _ Estaba pensando.
_ ¿En qué? ¿En lo que me estuviste haciendo? _ No te he hecho nada, dormía, tengo calor y me di una ducha. _ ¿Estás seguro? “¿Cómo voy a estarlo? ", se dijo Luisi. “¡Que sed! ", pensó, " necesito algo fresco ". Pero no; besos y apretones para demostrarle a Vilma que no escapó en la noche; después se movió rápido, suave para dejar bien claro que tenía calor y por eso se dio la ducha. _ ¿Qué hablas? _ preguntó Vilma. _ No he abierto la boca. Mejor así. Probable lo interpretase mal y además haría bien en interpretar mal las voces; no quería que oyese a toda esa gente que no lo dejaba, de pronto se detenían, miraban a los lados y después volvían a arrancar, hablando siempre lo mismo: lo que soñaron ser y la mierda que eran. “Que llegue ", se dijo Luisi: la idea de la liberación, la muerte o como se llamara. Porque para él, el gran problema era que no podía vaciarse rápido en Vilma, así como toda esa gente de su cabeza creía que sus problemas eran los Grandes Problemas y lo que pasaba era que a nadie le importaba un carajo lo que les sucedía. _ ¡ Ay, Dios ! _ dijo Vilma. Las personas de su tiempo todavía creían y temían. Luisi tenía aparte de Dios, la Virgen y todos los Santos una cantidad grandísima de seres a quienes tenerles miedo _ el güije, el babujal, pide sangre, el loco, la madre de agua _ sus padres los llamaban según la maldad que él estuviese haciendo. Su hijo Raulín estaba libre, solo tenía a su madre, la maestra, a él..... ¿a él? Para colmo ya nada era
igual con su hijo, no después de aquel encuentro en el terraplén. A veces lo miraba con cariño, a veces con rabia. Parecía otro. "Caballo Blanco” Entonces hizo conciencia de que estaban hablando a través de su boca. Algo estaba muriendo, también lo que tenía dentro de Vilma; a ella se le llenaron los ojos de lágrimas. Le dio lástima y un poco de miedo. Si, un poco de eso le dio aquel día o un calambre o dolor o mal presentimiento cuando el muy yegua en el tractor le dijo: " Usted parece diferente”. _ Sabes que el niño no quiere llevar merienda a la escuela _ dijo Vilma al rato, secándose los ojos. _ No me digas. _ Parece que comentaron algo, que los otros padres no tienen lo que nosotros o vaya usted a saber. _ ¡ Que problema ! _ Debes resolver eso. _ ¿ Qué voy a hacer ? _ No sé, quizás si hablaras con la maestra.... Vilma, el niño, la escuela la maestra, la escuela, el niño, Vilma, el niño.... " ¿ Qué estaba haciendo ? " Ah sí, se demostraba que todo estaba bien, que era un triunfador y que su vida era solo rutina.... “menos anteayer ", se dijo. Ese día él venía de la granjita de Lorenzo con un viaje de cangres de yucas y en el camino se encontró al tipo o lo que fuera. Al principio lo confundió, más por la pintura, pero cuando se sentó en el tractor vio que tenía el pecho plano y la cara afeitada. "¿Usted es de aquí ?", le preguntó.
"Así mismo es" “No me lo pareció". "¿Por qué?" “Luce diferente, no como los hombres que he visto en Dos Amigos". Tuvo la certeza de estar indefenso y por eso se abrazó a Vilma y la besó, sin hipocresías. _ ¿Vas a desquitarte? _ preguntó ella _ No soy tu trapo ni plato de segunda mesa. _ No es eso. "No lo fue aquel día", pensó, pero cuando le dijo que era diferente se puso nervioso. Además no resistía la rozadera en el muslo. Dejó de respirar y el tractor como hoja en remolino. Por suerte el ave no habló más y entonces cuando iban llegando a casa de Tinajón sin Cuello apagó el motor. "Bájate aquí mismo, le dijo. "¡Qué te tires!" Debían ser casi las cuatro de la mañana. _ ¡Dios mío! _ repitió Vilma. ¿ Pero Luisi a quién iba a llamar ? Al menos si fuera como antes. Desde niño creía en El. Por las noches se arrodillaba en la oscuridad a rogarle para que su padre dejara la bebida y que los Reyes Magos le trajeran buenos juguetes; pero en la mañana al meter la mano debajo de la cama Melchor, Gaspar y Baltasar no le habían dejado nada, solo el tibor de orina y el vómito apestoso de su padre. “¡Al fin! ", se alegró. Se bajó de la cama. _ ¿Qué haces ahora? _ preguntó Vilma.
" ¿ Qué diablos iba a hacer con esa pudrición, con ese desespero ? " _ Fui a tomar agua _ contestó. _ Tomando agua y hablando solo. _ ¿Qué dices? No estoy loco. _ Estás muy extraño desde hace unos días. No me mires así _ Te miro como siempre. _ No es como siempre. _ Voy a ver al niño _ continuó él. Su hijo dormía abrazado al soldadito chino con la ametralladora. ¿ Qué dirían sus amigos si supieran que con once años tenía miedo dormir solo ? Luisi tendría poco más que eso y ya se la rifaba en la calle llevando de un lado a otro paquetes " calientes ", vendiendo pastillas, consumados de campanas y apuntando alguna que otra lista de bolita. No llegaba a dieciséis cuando su primo Isidro, el de Ciego de Ávila, lo invitó a la placa. " Te voy a enseñar a ganarte el baro fácil ", le dijo. Vestidos los dos aquella noche que ni para qué; se colaron donde estaba la discomóvil. Allí la laguna estaba suelta. Isidro empezó a pintarle a un pato durito, con unas sortijas en los dedos. El se dio cuenta y vino hacia ellos meneándose más que una zaranda y con un cigarro en la mano: " ¿ Me dan candela ? ", dijo, y entonces Isidro : " Candela no tenemos, loca, pero si buscas otra cosa mi primo aquí presente, te puede dar la tranca más grande que hayas visto en tu vida ". Ya eran las seis de la mañana. fue otra vez al cuarto de Raulín y lo despertó suavecito. Lo despertó suave y no como su padre aquella madrugada que casi tumba la puerta y a él si lo tumbó de un manotazo. “Caballo Blanco, sobugarrón, te dicen
Caballo Blanco... ", gritaba dándole patadas en el pecho, en la cabeza, donde quiso. Después se agachó en el suelo a vomitar porque como siempre estaba borracho. “Ya no tengo hijo coño, eres bagazo....". El viejo lo pateó duro y él tuvo que aguantar callado lo de Caballo Blanco, aunque como siempre andaba desencaminado, porque Isidro y él hacía mucho tiempo que no pinchaban a ningún pájaro; ya no les hacía falta. Tenían la casa preparada como casa de citas y lo de ellos era solo cobrar. Caro, eso si, porque ¿en que otro lugar los alados y las lesbianas podían compartir, tener relaciones y todo lo demás y sentir que los trataban con respeto? Caballo por lo de él con los maricones y Blanco por el color de la piel. El caso fue que cuando Isidro llegó ya Luisi tenía las cosas recogidas. “¿A dónde vas? ", le preguntó. “A Oriente", y cogió para Villa Clara. Allí en " Dos Amigos " nadie lo conocía realmente, tenía una familia, un apartamento en el pueblo, un buen trabajo y hasta un tractor particular; ya no era Caballo Blanco. _ ¡YA NO SOY CABALLO BLANCO! _ gritó _ Papi ¿qué tú dices? _ preguntó el niño. _ Nada, que un día vamos a pasear a caballo. Apúrate. Vilma entró corriendo al cuarto. _ ¿ Qué es esa gritería del caballo blanco ? _ Estábamos jugando _ respondió él. Los viejos, Luisi chiquito, Isidro, Caballo Blanco, él otra vez, los gansos que no le dejaban tranquila la cabeza, Vilma, Raulín, el otro ganso del terraplén.... Se apretó la cabeza con las manos.
“¡¿Qué es esto mi madre?! ", pensó. Cuando retiró las manos Vilma y Raulín estaban abrazados, los dos pares de ojos fijos en él. Montones de veces lo había visto en otras caras, el miedo... _ Ya estoy mejor _ afirmó Y era que de toda aquella confusión quedaban solo los tres, era como si por dentro algo se rompiera y de esa rotura estaban surgiendo ellos, aprisa.... aprisa. _ Vilma _ la llamó. Tenía que entenderlo porque para algo era su mujer. Quería decirle que lo que tenían no era de ellos; la casa, lo de dentro, nada. Todo lo ganó Caballo Blanco con su rabo; pero él también tenía que entender su desconfianza, ella se preguntaría: ¿ Por qué ese tal Caballo Blanco le daría tantas cosas ? ¿ Qué le iba a responder ? El alma se le vino abajo, iba a explicarle que el pasado acabó y que iban a empezar de nuevo, desde cero, como quien dice, pero antes de abrir la boca le surgió la duda de si tenía derecho a hacerlos pasar hambre y necesidades, sin siquiera un techo donde guarecerse; aunque si se pusiera a tiro algún negocito.... pero si se torcía otra vez ¿qué base tenía lo que iba a hacer? “¡Ay! ", se apretó otra vez la cabeza. _ Vilma _ dijo al fin, acercándose _ yo no soy Caballo Blanco. Ella le pasó la mano por la cara, él le acarició el pelo largo y ondulado. _ Oye _ repitió _ es que yo no soy Caballo Blanco. _ Claro, claro, tú no eres Caballo Blanco.
_ Atiende para acá _ dijo, animado porque ya las cosas habían empezado a salir_ no podemos quedarnos en este lugar ni con la casa. Nos vamos de aquí adonde nadie nos conozca. _ ¿Qué estás pensando, vender lo nuestro? _ No. No quiero ese dinero. Ahora mismo cogemos carretera los tres. Vilma caminó hacia atrás, Luisi se quedó con los brazos en alto. _ Tú no estás bien de la cabeza _ dijo Vilma. El dejó caer los brazos. _ Eran locuras mías, muchacha. Y ahora apúrense que les va a coger tarde. Cuando escuchó cerrarse la puerta de la sala se acercó a la ventana y la abrió. Allá abajo aparte de Vilma y Raulín nada se movía, había tanta paz y él estaba tan cansado.... tan cansado. _ Yo no soy Caballo Blanco _ dijo, inclinándose cada vez más sobre el marco de la ventana. Y cerró los ojos como si con eso pudiera apagar las luces del día.
Cuento policiaco
Cierro los ojos y me veo chiquito, viviendo todavía en Granadillo Viejo; mis hermanos, mis padres y los abuelos con una vejez tan cansada y tranquila que ni siquiera el tiempo rejuvenece. También había un baúl en el cuarto – donde todo era permitido – y un espejo grande, decíamos las palabras mágicas frente a él y a l otro día dentro del baúl aparecían juguetes. El muro de las imágenes se evapora envuelto en humo. -
Hay que apurarse – digo.
«Los tres mosqueperros»: Viruta, Varón, mi hermano y el Guajiro que es el marido de mi sobrina Gudelita. Ellos se me han adelantado pero aún no los distingo. El camino se adentra en el monte y ambos lados los matorrales y las hierbas empiezan a cambiar. Esto es Granadillo Viejo. Ayer estaban abundantes aquí, pienso agachándome. Hemos andado kilómetros y lo único visto son rastros de los animales en la tierra, nada. ¡Mala suerte!, como diría el capitán Galán en su lucha contra los malvados de las Galaxias. Ni él mismo conoce la forma de detener a los marcianos. Cuando parece que ha acabado con ellos, al otro día vuelven con nuevas tretas. Todavía se fastidia la javita, pienso. Yo vivo en una casita detrás de la de los viejos – difuntos ya – y trabajo de auxiliar de producción en el Molino de piedras de José. Los domingos me voy
de casa o a pescar y es entonces que nos satisfacemos de verdad y mi mujer, que es obrera de la cooperativa de Cuquín, se permite conversar un rato con las vecinas. A mí esos diálogos no me hacen falta, lo mío son los muñequitos: en el televisor, los libros o cualquier periódico cómico. A cada rato tiro una mano con Miguelito el chino, en el maíz o los frijoles, a treinta pesos el día y el almuerzo. «Nadie en este país gana eso», dice él, pero con todo nunca salgo del subdesarrollo ¿Quién entiende? De los que vamos yo soy el que más conocimiento tiene del monte y me entretengo sacando unos cangrejos de la cueva, mis dedos prendidos a los suyos, movimiento que no conducen a ningún lugar sino a una larga, dolorosa espera. El caso es que al rato ya no veo a los otros. -
¡Eh, Varón! Pero en vano, solo me responde el chirrido de las esperanzas y el piar de los
pájaros. Allá ellos que son los que vana a virar vacíos. De vez en cuando me detengo y escucho. Tomo de nuevo el rumbo. Nada. Ya el sol va de mediodía abajo y lo que tengo en el saco son diez o doce cangrejos y unos huevos de yaguasa. Lo que me queda es regresar abriendo camino, pero cuando más apurado se está menos se avanza; me enredo con los bejucos y el marabú y al final tengo que valerme del cuchillo. -
¡Eh, Varón, Viruta!
Parece que responden muy lejos. Me detengo… silencio. Con unos tajos más acabo de liberarme de la bejuquera. Mi ropa es un ripio y tengo el cuerpo lleno
de arañazos, una navaja de verraco me ha cortado la mano, pero no siento el dolor porque tengo la sangre caliente. Para colmo llega el cansancio y al quitarme el sudor de encima de los ojos puedo ver que ya he cruzado y recruzado por el mismo lugar. Ando perdido. Todo por la dichosa javita que ni siquiera es para mí o por el jueguito, me lamento. Busco asiento en una lometa de tierra. Al poco rato quiero levantarme, pero las piernas se me enredan, huyen. No sé el tiempo que estuve ausente, mas al despertar tengo la impresión de que han pasado días, semanas. La conciencia primero de la dureza del suelo, después la ardentía del sol en el pecho y en la espalda. Estoy casi muerto. Sí, porque veo una sombra deslizarse a mi orilla. Desde el cielo una tiñosa me mira. -
¡Soy el abominable hombre de las nieves! - grito para asustarla.
Me levanto retardando el instante final, me obligo a pensar que voy a morir cuando yo quiera y que los otros darán conmigo, aunque en el fondo sé que cuando un hombre se pierde a sí mismo, cualquier forma de esperanza es la mentira que le permite soportarse un poco más, siempre un poco más… A mí alrededor, en el borde de la tarde sin tocarla están los sonidos; es difícil distinguirlos, una especie de llanto del que de cuando en cuando se desprende una nota que lo mismo puede ser de risa que de dolor ¡Solavaya, los perros jíbaros! El miedo me sube a la cabeza y todo lo que es mal presentimiento viene a la mente.
La memoria y sus nombres apenas se distinguen, perdidos en el azul de esta tarde dibujada por el mismo que coloreó el monte, las veredas, el estero… todo en una intimidad que se confunde con presencias amenazadoras e invencibles. Empiezan a agruparse los mosquitos. Arranco un gajo y ramalazos van y ramalazos vienen. Intento refrescar los pensamientos y entre tanto meto la mano en el bolsillo para sacar un tabaco. Pero, ¿cómo? Ni tabaco ni fósforos ¿Y el saco con los cangrejos? Todo se ha extraviado, mientras anduve dando tumbos y rompiendo malezas. Junto con la noche se me viene encima el abatimiento ¿Y ahora qué? Ya ni diez ramajos dan abasto y por eso camino me meto dentro de un lagunato, dejando afuera de la nariz para arriba. Mi mujer debe estar muriéndose de angustia porque ya Varón y los otros de seguro llevaron la noticia. Pero ¿quién más va a preocuparse? Estos son mis pensamientos cuando algo da un coletazo en medio del agua. -
¿Qué fue eso?
Me acuerdo de El elefantito y el cocodrilo y de la Madre de agua que algunos han visto por estos rumbos, por eso salgo a lo seco como un desenfrenado. Así cuando la luna se levanta yo no sé si estoy lleno de ronchas o soy una sola grandísima; agarro unas hojas de pelo de burro y me las meto en la boca. La vista se aclara y vuelvo sentir la barriga pegada a la espalda. Me acuesto boca abajo. Los cangrejos eran el completo de la java que es para Félix, el jefe de maquinaria del molino. Este es un tipo chévere, yo me decía, porque a cada
rato alguno de los trabajadores le traía una javita y también por lo de la carretilla. Ahora ya no siento los huesos apretados contra mí mismo, más bien un mareo suave ¿Estaré engordando? Vueltas y vueltas, ese algo dentro y fuera, aunque en todo alrededor no se ve un alma. Tengo el lugar completo para mí, nadie me vigila ni estoy obligado a nada, ni siquiera empujo la carretilla de los escombros ni paso la escoba. Se acabó la agonía por el dinero y la casa. -
¡Soy el Rey Rojo!
Grito y me golpeo el pecho como hacía Mafuca, el gorila. ¡Soy el Rey!, le advierto a los mosquitos que de seguro no han visto a Alicia en el país de las maravillas, y sus picadas son como caricias. Los demás ya lo saben. Agradable sentarse en el límite de la oscuridad y la luz a contemplar los árboles llenos de hojas, que se transformarán en cenizas de mis viajes de la casita al molino, o lo que es igual desde la muerte hasta la propia muerte. Según camina la noche las sombras van formando siluetas enemigas, enredados en ellas me persiguen fantasmas, se acurrucan pedazos de algo que se burla de mí: ¡ladrón, basura, guataca! Pedazos de algo, me doy ánimos, ni siquiera bestias. Las bestias son enteras y violentas, pero estos son retazos, inofensivos payasos inútiles.
¡Ladrón, basura, guataca!, repiten y es que yo sé o creo saber que los lugares y las gentes se alegran o sufren, pero al final serán siempre los mismos, eternos, semejantes, procurando en vano lo que fue y que ya no es. No, no soy un ladrón ni un guataca coño. Soy un hombre y no aguanto más. Uno empieza a sacar en la carretilla dos o tres bloques debajo de los escombros, al otro día un macito de cabillas jorobadas, luego coges más valor y sale un saco del polvo gris; al final nada más va una cápita de desperdicios y debajo el volcán. Félix miraba y miraba sin abrir la boca. Quería explicarle que lo hacía por necesidad, que con ciento cuarenta pesos no se puede y mucho menos con una casa cayéndoseme arriba; pero no lo hice porque tiene tremendo carácter y si venía a ver me espantaba una sanción por la cabeza, cuando mejor saliera. ¡Tienes miedo, tienes miedo!, susurran desde los árboles. Pero no fue por eso que me aconsejé con el Fabre, que es camaján viejo en la maquinaria y se las sabe todas. -
Tienes que entrar en el juego – me dijo.
-
¿Qué juego?
-
El de las javitas, negro, o ¿tú eres comemierda?
No aguanto más y mil veces lo he dicho, pero hoy no aguanto más de verdad y no es que esté desesperado sino esa cosa que se siente en el estómago, en el pecho y después en la cabeza. ¡Tienes miedo, tienes miedo!, repiten.
Destellos blancos hechos de iluminaciones, risas naciendo del tiempo y el desafío, pero también del desprecio y hasta del adiós. Me cubro los oídos con las manos tratando de olvidar un pasado próximo por uno más antiguo. ¡Soy un hombre y no le tengo miedo a nada! Grito así por engaño. Le tengo pánico a la muerte, no tanto a esta que tengo casi encima y que es solo el soplo de una brasa que se apaga; sino a la grande, la cuenta de todas las chiquitas y que me ha obligado durante años a empujar una vagoneta de suciedades, a robar bloques y sacos de cementos, a arrastrarme como una lombriz detrás de Miguelito el chino, a regalar una java a cada rato. El sol me sorprende garabateando palabras en las que nunca había pensado con la punta de un palo en el suelo. Es bueno remover el olor a tierra, a plantío. Por eso no escucho las voces que me llaman hasta que están muy cerca. Aprieto en mi mano el palo afilado. -
¡Constante! ¡Constante! – una y otra vez.
Son muchos. Después todo el monte es silencio, solo el chillido de una lechuza y la añoranza y el recuerdo de mi gente. ¿Será posible que todos esos se hayan preocupado por mi suerte? Sonrío hacia los árboles. -
Me buscan, no soy tan basura.
Oigo risas. Las ideas se perdieron, sin formas, pero pegadas, apretadas a mí y ahora irrumpen desde lo profundo de los tiempos, entre susurros apagados por el retorno de los recuerdos.
No hay regreso, me digo. Mis padres, los abuelos, el baúl… todo evaporado, fundido en gelatina oscura de sentimientos. -
¡Constante! ¡Constante! – más cerca.
Imagino de qué se ríen. Encuentro muy rara esas voces. Ya lo reconozco, ja, es un truco. Marcianos conquistando la tierra, ellos penetran tu mente y forman los cuerpos y las voces de tus seres queridos; los vi hacerlo en Las aventuras de Matías Pérez, de la revista Pionero. Me oculto entre los matojos esperándolos. Nubes blancas y transparentes que se tiñen de naranja y siguen sobre el fondo de otras grandes y moradas. -
¡CONSTANTE…!
Deben existir cien mil formas de librarse de uno, pero ellos escogen la más dolorosa. Ya están a tiro. -
¡No quiero morir! – grito y me levanto con la lanza en alto.
Mi hermano Varón es el primero…