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Ella y él
ELLA Y ÉL Prof. Alberto Enrique Viana Reyes
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Ella y él
Dedicado a mi esposa, que tanto me ha ayudado a cumplir el sueño de escribir y a mis cuatro hijos
ISBN 978-9974-98-870-5 -5-
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Ella y él
ÍNDICE CAPÍTULO
PÁGINA
Prólogo
9
Capítulo I
11
Capítulo II
19
Capitulo III
33
Capítulo IV
43
Capítulo V
71
Capítulo VI
95
Capítulo VII
117
Capitulo VIII
123
Capítulo IX
143
Capítulo X
149
Capítulo XI
161
Capítulo XII
177
Capítulo XIII
193
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Ella y él
PROLOGO
José Pedro estaba sentado dentro de su Land Cruiser Prado que había estacionado a la entrada de su campo. Eran las 5 de la tarde. Se puso a mirar el campo en una tarde de primavera espléndida de cielo azul y sol radiante. Se puso a pensar todo lo que había sucedido, en los últimos años, hasta llegar a este momento. Los recuerdos se le venían en verdaderos torbellinos y trató de ordenarlos. Muchos de ellos eran muy gratos y otros, sin serlo tanto, lo emocionaban. José Pedro era un muchacho de 25 años. Alto, 1.80m, delgado, cabello castaño claro y ojos azules. Tenía buen físico aunque eso nunca le importó. Su padre era un rico hacendado y tenía una cabaña que se dedicaba a la cría de Aberdeen Angus en departamento de Florida La Angus (Aberdeen Angus) es una raza bovina, productora de carne, autóctona de Escocia. Florida es un departamento situado en el centro del país. La capital departamental es la ciudad homónima, situada a 98 Km. de Montevideo. La madre de José Pedro era médico especialista en cirugía estética. Poseía una clínica a tales efectos. En Montevideo, vivían en un distinguido barrio de la ciudad, Carrasco, en una casa rodeada de grandes jardines, con piscina. La casa, en dos plantas, tenía 4 dormitorios en suite en la planta alta con una sala de estar. En la planta baja, dos livings, un enorme comedor, un escritorio, una sala de juegos, un baño social, cocina, ante cocina y departamento de servicio.
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Estaba lujosamente amueblada con muebles de estilo, sillones de cuero, etc. Al fondo, tiene una barbacoa totalmente equipada y una gran piscina. La casa disponía, además, garaje para 4 autos. Carrasco, es un barrio jardín ubicado al este de la ciudad de Montevideo y sobre la costanera. Allí están las residencias de las familias más adineradas. Cuando José Pedro cumplió 18 años su padre le regaló un VW Gol, usado y le dijo - El auto es para que puedas ir a facultad, solamente. No lo uses para farras. Para eso tomate taxi que es más seguro. Sucedía que José Pedro había ingresado en la Facultad de Agronomía, que quedaba en el otro extremo de Montevideo. Las palabras de su padre no le asombraron ni le molestaron él. Estaba muy acostumbrado a movilizarse en ómnibus y hasta disfrutaba de hacerlo.
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CAPITULO I
Fue tres años más tarde que su amigo más cercano, Sebastián lo invitó a una fiesta de fin de curso del Colegio de su hermana Pía. Cuando estaban el ella, José Pedro distinguió a una chica de estatura mediana, pelo rubio, largo y lacio, ojos color miel y piel blanca. Si bien se notaba que era muy joven, tenía un físico muy bien formado. Estaba vestida con solera muy sencilla, con falda sobre la rodilla y sandalias de taco alto. José Pedro le preguntó a Sebastián - ¿Quién es esa belleza? - Es una de las amigas de mi hermana María Pía. ¿Querés que te la presente? - No, dejá, voy a quedar como un bobo Ya Sebastián no lo había escuchado porque había ido en busca de su hermana La chica a la que José Pedro se refería, se dio vuelta, lo miró y bajó la mirada. “Metí la pata mirándola tan fijamente. Se dio cuenta. Ahora me saca volando”, pensó él. -
Al rato llegó Sebastián con su hermana de arrastro. Hola Pía, dijo José Pedro dándole un beso, perdoname pero la idea de ir a buscarte fue de tu hermano. ¿Cómo estás, José Pedro?, no, está bien. ¿Quién decías?, dijo ella Esa chica rubia que ahora está de espalda, dijo Sebastián Ah, es Sonia. Es divina. Una de mis mejores amigas. ¿Querés que te la presente? Y…si, dijo José Pedro con algo de vergüenza María Pía fue hasta donde estaba la chica y la trajo y le
dijo -
Sonia, él es José Pedro, uno de los mejores amigos de Sebastián, mi hermano. - 11 -
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Hola, encantada de conocerte, dijo ella con una sonrisa que casi mata a José Pedro y le dio un beso Bueno, dijo María Pía, a mi hermano lo conocés Si, ¿cómo estás? Bien, los dejo que me llaman mis admiradoras, dijo Sebastián haciéndole una guiñada a José Pedro
Después de un pequeño silencio medio incómodo entre los dos, José Pedro se animó a decir - ¿Terminaste el secundario? - Si, por suerte, no veía la hora de dedicarme a estudiar lo que me gusta, le contestó ella - ¿Si? ¿Y qué es? - Abogacía - Ah, si - Si, mis padres, los dos, son abogados y tienen un estudio. He estado en él y veo que la profesión es apasionante - Yo pienso que toda profesión es apasionante si a uno le gusta, dijo José Pedro - Es cierto, ¿tú estudiás algo? - Si, estoy en Facultad de Agronomía - ¿Te gusta el campo? - Mirá, en casa tenía pocas opciones. Mi padre tiene campos y mi madre es médico. Nunca se me hubiera ocurrido seguir Medicina, así que opté por el campo. - Qué bien, ¿te parece si vamos a tomar algo y encontramos donde sentarnos? - Si, como no. Mirá, buscá donde sentarnos que voy a buscar que tomar. ¿Qué querés tú? - Un refresco - Dale José Pedro fue hasta la barra y pidió dos refrescos. Volvió y se puso a buscarla. La música era ensordecedora. No veía donde estaba Sonia. De pronto miró hacia afuera de la enorme carpa donde se realizaba la fiesta y ella, sentada sobre un tronco, le hizo señas con la mano. - 12 -
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No te veía por ningún lado Es que adentro ni se puede conversar, le dijo ella Cierto. ¿Qué hacés ahora que entrás de vacaciones? En enero nos vamos con mi familia a Punta del Este, pero ahora en diciembre estoy aquí en Montevideo. Y tú, ¿qué hacés? Tengo que dar unos exámenes, pero como salvé los parciales, no son demasiado difíciles.
Ya era avanzada la madrugada y comenzaron a poner música lenta. Ella preguntó - ¿Te gusta bailar? - Si, pero soy bastante tronco, le dijo él -
Ella se rió y dijo Vamos, probemos que hay de cierto en eso que eres tronco.
José Pedro no lo podía creer. Estaba bailando con una chica preciosa pero, además, muy simpática y, sobre todo, muy dulce. Ella puso la mejilla contra la de él. José Pedro trataba de no distraerse y seguir el ritmo y vio que las demás chicas lo miraban como bicho raro. En cierto momento, ella pasó los dos brazos por detrás de su cuello y él la tomó por la cintura. Cuando terminó la música se separaron lentamente y ella le dijo, sonriendo - Nada de tronco, bailás muy bien - Gracias. Allí vinieron varias de sus amigas con el pretexto de saludarla porque se iban. José Pedro escuchó que le decían - Sonia, ¿de dónde sacaste ese bombón? - Es un amigo de Pía, les dijo ella sin darle mucha importancia -
Cuando volvió, Sonia dijo Tengo que irme porque me lleva Sebastián. ¿Te puedo llamar?, preguntó José Pedro con un hilo de voz que lo hizo sentir estúpido Si, lógico, anotá el número del celular y llamame, no me dejes con las ganas, dijo ella riendo. - 13 -
Se dieron un beso en la mejilla y José Pedro se quedó mirando como se iba. Ella se dio vuelta, como dándose cuenta que él la miraba, y lo saludó con la mano. Al día siguiente, José pedro se levantó tarde. Se fue a la cocina a preparase el mate. En la cocina estaba Filomena, la cocinera. - Buen día Filo, dijo él al entrar - Buen día m’hijo, ¿querés que te prepare el mate? - No, gracias, lo hago yo. ¿Tenés agua caliente? - Si, en la caldera grande. Una vez que preparó el mate, se fue al jardín donde estaba su madre tomando sol. Inés Larzábal era una mujer muy bonita, con un cuerpo fantástico a pesar de sus 48 años. - Hola mamá - Hola chiquito, viniste de madrugada, ¿no? - Si, Sebastián me invito a la fiesta de fin de curso del colegio de su hermana. - Y, ¿estuvo buena? - La verdad es que me divertí. Además conocí una chica, dijo orgulloso - ¿No me digas que te ennoviaste? - No, mamá, solo la conocí. - Vení, contame, dijo la madre incorporándose - Está mamá, no seas pesada, es una chica más - ¿Y es linda? - Preciosa, se le escapó a José Pedro - Pero debe ser menor que tú. - Si y eso que tiene, ¿tú no eres menor que papá? - ¿Y cuando la vas a ver de nuevo? - No se para que te cuento. Quizás hoy, si ella me da bolilla. Me voy, dijo José Pedro y le dio un beso a su madre - No faltes al almuerzo, le gritó la madre José Pedro salió a la calle y tomó su celular. Estaba en duda si llamar o no a Sonia. Tenía miedo que hubiera sido una ilusión de su parte. Se decidió y se dijo “que pase lo que Dios quiera.” - Hola, ¿Sonia?, José Pedro, dijo con voz media aflautada por los nervios. - 14 -
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Ah, ya creía que me habías olvidado. ¿Cuánto hace que te levantaste? Cómo me iba a olvidar, dijo José Pedro tomando más confianza, si me levante hace un rato y salí a caminar y tomar mate. Ay, qué rico, me podría pasar uno, dijo Sonia riéndose ¿Qué vas a hacer esta tarde?, preguntó José Pedro con algo de miedo Nada. ¿Qué tenías pensado?, le respondió ella ¿Te gustaría ir a tomar un helado? Si, me encanta. ¿Dónde nos encontramos? ¿Te parece frente al club de tenis? Dale, a las 5 estoy ahí, le contestó ella Bueno, nos vemos, un beso Otro para ti, le respondió Sonia José Pedro volvió para su casa. Cuando entró estaban sus
padres. - Hola, viejo, ¿Cuándo llegaste? - Anoche pero se ve que el señorito andaba de parranda - Dale, viejo, y tú, ¿no salías de joda? - ¡José Pedro!, no me gusta que le hables así a tu padre - Está bien, Inés, che, me dijo tu madre que andás en amoríos. - ¿Amoríos?, ¡que viejo estás papá!, ya no se usa esa palabra, además son inventos de mamá. - Ah, si, dijo la madre, ¿y esa cara de bobo no lo dice todo? ¿Hablaste con ella? - ¿Qué cara?, y si hablé y vamos a tomar un helado esta tarde - Bueno, andá a lavarte las manos que vamos a almorzar. En la tarde, antes de las 5, José Pedro estaba parado frente al club de tenis. Se había vestido con un pantalón de gabardina de verano color beige, una remera Lacoste y mocasines marrones. Se puso a mirar para todos lados porque tenía miedo de no reconocer a Sonia. La había visto solo la noche anterior y con poca luz.
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Mientras buscaba, vio a una preciosa rubia con el cabello atado, vestida con una solera de verano, estampada, ajustada al cuerpo y sandalias chatas. La cara sin nada de maquillaje la hacía más niña aún. A José Pedro casi se le para el corazón cuando ella lo saludó con la mano desde la otra vereda. Él cruzó y la saludó dándole un beso en la mejilla. - Hola, Sonia, ¿cómo estás? - Bien, ¡qué puntual eres!, me gusta eso - Es que me parece de mala educación hacer esperar a las personas. -
Mientras conversaban iban caminando hacia la heladería. ¿Cómo te sienta disfrutar de vacaciones?, le preguntó José Pedro Hoy de mañana me parecía mentira no tener que ir al colegio y tú, ¿estudiaste algo hoy? Ahora de tarde estuve haciendo algo pero, como andaba algo distraído, dejé para mañana
Sonia se sonrió creyendo entender que la distracción de él era debida a ella. - ¿De qué querés el helado?, preguntó José Pedro - De frutilla José Pedro compró uno de frutilla para ella y otro de crema para él. - ¿Vamos caminando hasta la rambla?, dijo él - Esperá, vamos a comer el helado aquí porque yo siempre me ensucio la manos y no soporto las manos pegajosas -
Él se rió No, es cierto, yo tampoco las aguanto. ¡Qué lindo es verte reír! ¿Si?, dijo él poniéndose colorado.
Ella siguió comiendo el helado como queriendo disimular lo que había dicho antes
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Cuando terminaron, se enjuagaron las manos en el dispositivo que existía a esos efectos y, luego siguieron caminando hasta la rambla. Iban caminando en silencio y José Pedro la miraba de reojo. Más de una vez estuvo tentado de tomarle la mano, pero no se animó. Al llegar a la rambla, se sentaron -
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¿Sabés?, dijo ella, mañana tengo que ir con mamá a Punta del Este. ¿Si?, ¿y cuando volvés? Pienso que el lunes. Mamá se vuelve mañana mismo ¿Te tenés que quedar allá?, preguntó José Pedro algo decepcionado Si. Yo tengo un hermano, mayor que yo, que es Ingeniero y trabaja allá. Está casado y tienen un nene. Mamá quiere que vaya a controlar porque van, a casa, el jardinero, el hombre de la piscina y ni mi hermano ni mi cuñada se pueden hacer cargo todo el día de estar en la casa, así que me quedo yo. Después me quedo en casa de mi hermano. Ah, dijo él con cara circunstancia ¿Me vas a extrañar?, preguntó ella con una sonrisa pícara Y, si. Conozco a alguien tan linda como tú y al día siguiente se va. Ella se rió y le dio un beso en la mejilla Podemos hablarnos por teléfono o mandarnos mensajes, dijo ella Si, es cierto, dijo él que no había reaccionado. ¿Te parece si volvemos? Está fresco ahora Si, claro. Te acompaño hasta tu casa. Ay, gracias porque ya está atardeciendo
Se fueron caminando hacia la casa de ella. Varias veces se rozaron sus manos. José Pedro tuvo la sensación de que le corría electricidad por la espalda, pero se mantuvo como si no pasara nada. - Bueno, llegamos. Aquí es mi casa. ¿No querés entrar? - No gracias, lo hago cuando vuelvas, si me querés ver otra vez, dijo él - Lógico. Te llamo, ¿Si? - 17 -
- Espero Se dieron un beso en la mejilla y él esperó que entrara en la casa. Ella lo saludó con la mano y cerró la puerta. José Pedro dio la vuelta y se fue para su casa. “No ando con suerte. Justo que encuentro una chica que me enloquece. ¿Será esto estar enamorado?”, pensó Punta del Este es una ciudad peninsular situada en el extremo meridional de Uruguay, siendo uno de los balnearios más importantes de Sudamérica.
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CAPITULO II
El hobby de José Pedro era coleccionar cosas antiguas. Era así que, en la sala de juegos de la casa, tenía una colección de autos de juguete antiguos. Algunos de ellos los compró casi desechos, pero él los reparó. música.
Ahora estaba abocado a la colección de discos viejos de La Feria de Tristán Narvaja es una tradicional feria callejera que tiene lugar todos los domingos en Montevideo. . Muchos extranjeros llegan hasta esta feria en busca de objetos raros. Para los montevideanos suele ser un paseo dominical. El domingo se levantó y se aprontó para ir a la feria de Tristán Narvaja. En la búsqueda de discos antiguos, había encontrado, hacía varias semanas, un puesto que tenía libros y discos antiguos. Ese puesto estaba atendido por una chica muy bonita. Pelo muy negro, ojos verdes, una sonrisa muy linda y un cuerpo que, escondido en ropa muy humilde, se veía espectacular. Las primeras veces que fue al puesto, solo se limitó a ver si había algo y nada más. Un domingo, lluvioso, había muy poca gente en la feria, José Pedro llegó hasta el puesto y allí estaba ella. - Hola, le dijo él - Hola, ¿cómo estás?, he visto que vienes todos los domingos y, a veces te llevas algo. - Si, me gusta coleccionar libros y discos antiguos. - Aquí hay muchos porque a mi tío le gustaba juntar esto. - ¿Cómo te llamás?, se aventuró a preguntar José Pedro - Silvia y tú - José - 19 -
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¿Hacés algo además de estar en este puesto, los domingos?, preguntó José Pedro más animado Si, estudio magisterio. Quiero ser maestra.
Como había gente para atender José Pedro no quiso entretenerla y se fue, no sin antes saludarla - Chau, Silvia - Chau, te veo el domingo, le contestó ella con una sonrisa. José Pedro, para ir a la feria, desde que conoció a Silvia, buscaba vestirse con ropa que no fuera llamativa. Unos jeans viejos, una remera de algodón y unos zapatos deportivos, sanos pero viejos. Llevaba puesto un reloj de plástico y el celular, en el bolsillo, lo ponía en vibrador. Cargaba con una mochila vieja y así se iba. Cuando bajaba la escalera para salir, se encontró con su madre - José Pedro, ¿podés decirme dónde vas con esa facha? - A la feria, vieja. No se puede ir muy bien vestido si no, no podés regatear - Pero, no me gusta que andes vestido como si un tuviera que ponerte. José Pedro le dio un beso a su madre y salió sin contestarle La razón por la que José Pedro se vestía de esa manera era porque, cuando conoció a Silvia, notó que ella era de condición muy humilde y que, si quería entablar una amistad con ella, no podía figurar como lo que era. “Es una chica demasiado bonita. No quiero que piense que, porque mis padres tienen dinero, voy a querer algo con ella”, pensaba. Uno de los tantos domingos en que José Pedro fue a la feria, ella le contó de su vida. - Mira, ¿sabes?, yo nací en el Departamento de Rocha, al este del país, en el medio del campo. Mi madre me había abandonó siendo muy pequeña - ¿Y cómo te criaste?, preguntó José Pedro - Me criaron mis abuelos que trabajaban en un establecimiento arrocero. La escuela la hice en una Escuela Rural que había a 5 Km. de donde yo vivía. - Y tenías que hacer esa distancia todos los días - 20 -
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Si, no había problema, ya estaba acostumbrada Cuando terminé la escuela, viajaba, todos los días hasta la ciudad de Castillos para concurrir al Liceo. Como quería superarme, estudié con mucho sacrificio hasta que logré terminar el ciclo secundario. ¿Qué hiciste entonces? En ese entonces fallecieron mis abuelos. Anduve un tiempo sin saber que hacer, y me comuniqué con una tía que vivía en Montevideo. Me dijo que me viniera a vivir con ella. Así fue que conseguí este puesto en la feria y me puse a estudiar magisterio. Entre semana atiendo a unos niños en una casa en Carrasco donde me pagan muy bien
Rocha es un departamento al este del Uruguay, sobre la frontera con Brasil y costas sobre el Océano Atlántico. Castillos es una ciudad del departamento de Rocha. Como lo hacía todos los domingos, José Pedro se tomó el ómnibus para ir a la feria. Para poder encontrar la mayoría de los puestos funcionando, la hora ideal de llegar es entre las 11 y las 11:30 de la mañana. Cuando llegó al puesto en el que estaba Silvia, había mucha gente, sobre todo extranjeros que venían en busca de antigüedades. José Pedro recordó que ya había comenzado la temporada de Cruceros, por lo que supuso que eran turistas que venían en ellos. Para no molestar a Silvia, saco el termo y el mate de la mochila, se recostó contra un árbol y se puso a mirarla a ella. “Es realmente bonita y siempre con una sonrisa atiende a todo el mundo. ¿Qué te pasa José Pedro? ¿También hay amor aquí? No hay que ser así”, pensó, pero, de cualquier manera la siguió observando. puesto
Cuando se fueron la mayoría de los clientes, se acercó al - 21 -
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Hola, Silvia José, ¿por qué no te acercaste antes?, me podías haber ayudado, le contestó ella sonriendo José Pedro, muy cortado, le dijo No se me ocurrió, pensé que si me acercaba te iba a molestar ¿Tú molestar?, el mejor cliente que tengo, dijo ella riendo, y en castigo, dame un mate, hace horas que no tomo nada José Pedro le cebó un mate y le preguntó ¿Querés que vaya a comprarte algo de comer? ¿Serías capaz? ¿No me compras dos empanadas de jamón y queso? ¿Dónde? Allí en puesto de la esquina, toma el dinero. No, dejá, pago yo
Poco después volvió con las empanadas y además, con un refresco. - ¿No me vas a dejar pagar?, preguntó ella con una sonrisa - Es una invitación. La conversación se cortó porque aparecieron otros clientes. Luego de un rato, cuando se fueron los clientes, ella le dijo, - Mira lo que te conseguí y le mostró un disco de vinilo de Louis Armstrong. ¿Lo tienes? - No, dijo José Pedro, pero debe ser caro. - No mucho, $300, pero me lo pagas cuando cobres. Además lo puedes pagar en dos veces. - No, te doy $100 ahora y el resto el domingo que viene - ¿Puedes así? - Si, no te preocupes, hago alguna changuita y tengo ese dinero. - ¿Y qué haces de changas?, preguntó ella - De todo. Jardines, electricidad, como te dije, de todo “José Pedro te estás metiendo en un lío. ¡Entre que la chica trabaja en Carrasco y tú mintiendo sobre changuitas!”, pensó - ¿No tienes trabajo fijo?, le preguntó ella
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No, en realidad no puedo porque los horarios de la facultad son muy variados. Lo mismo me pasa a mí, por eso cuido niños, me queda tiempo para estudiar. ¿En qué barrio vivís, Silvia? En el Cerro, y tú En Carrasco Norte, mintió José Pedro, Silvia, qué hacés después que termina la feria. Mira, tengo que ordenar todo y cargarlo en la camioneta de mi tío. ¿Por qué lo preguntas? Porque me gustaría invitarte a caminar y conversar o ir a algún lado Ay, José, no te ofendas, pero termino tan cansada que solo quiero ir a casa. Pero mira, los viernes yo salgo del Instituto a las 5 de la tarde. ¿No podremos encontrarnos ese día? Si, dijo José Pedro entusiasmado, ¿puedo ir a buscarte al Instituto? ¿Harías eso? Lógico, son las cosas que uno hace por una chica, dijo riendo Bueno, déjame darte un beso ya que somos amigos
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Ella le dio un beso en la mejilla y le dijo Te espero el viernes Allí estaré
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Cuando volvía en el ómnibus para su casa, José Pedro se puso a pensar: “no quiero ser malo con esta chica. Es tan dulce y parece tan indefensa. Además está Sonia. ¿Me la estoy jugando de vivo? No, son solo amigas.” Al llegar a su casa se acordó que, mientras hablaba con Silvia, había sentido vibrar el celular en su bolsillo. Luego de dejar el mate y el termo en la cocina, subió a su dormitorio y, mientras se desvestía, miró el celular. Tenía una llamada perdida. Era de Sonia. La llamó - Hola Sonia, ¿cómo te ha ido? - Ah, creí que me habías olvidado. Te llamé y no contestaste. - Estaba en la piscina. ¿Has hecho algo? - A ver, aclarame eso. En la piscina solo o con alguna chica, dijo ella riéndose - 23 -
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¿Celosa? ¿Por qué habría de estarlo? Porque preguntaste como si me estuvieras controlando.
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Ella se rió pero no le contestó nada. José Pedro le dijo Más tarde te llamo porque tengo que ir a almorzar. OK, un beso Beso
Después de almorzar fue a acomodar el disco que había comprado. Lo estuvo mirando. No quiso ponerlo en la bandeja porque su padre dormía la siesta. Se sentó en uno de los sillones y se quedó mirándolo. Para José Pedro es como si estuviera mirando una foto de Silvia. Recordó que le había prometido a Sonia, llamarla. Tomó su celular y la llamó - ¡José Pedro!, dijo ella entusiasmada, ¡qué lástima que no estés aquí! - ¿Por qué? - Estoy en la playa y está divina. ¿Y tú que hacés? - Nada, descansando porque hace calor. En un rato me voy a la piscina - Bueno, te dejo porque me llaman mis amigas. Un beso. Te debo una llamada - Un beso, dijo él antes de cortar. Se fue a su dormitorio, se cambió y se fue a la piscina. Era una tarde de calor. Casi enseguida salió su madre a tomar sol. - ¿Y, has tenido novedades?, le preguntó ella - Me llamó Sonia hace un rato - Mirá, así que ella está entusiasmada, ¿y tú? - Es solo una amiga - En mi época nos hubiéramos muerto antes de llamar a un chico que nos gustaba - Es fue hace mil años - ¡No seas atrevido!, dijo la madre riéndose y tirándose a la piscina para agarrarlo. José Pedro salió de la piscina y le dijo a su madre - 24 -
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Estás viejita para alcanzarme
En es momento apareció el padre y le dijo - Para mi es una chiquilina - Gracias Manuel, este nene no hace más que decirme vieja Todos se rieron y siguieron en la piscina hasta el atardecer Cuando ya era de noche, José Pedro se había cambiado y se sentó en un sillón en uno de los living. Se puso a pensar tanto en Sonia como en Silvia. Ambas eran preciosas. Tenían características similares. Muy dulces y muy alegres. Llegó un momento en que estaba tan confundido, que no sabía en cual de las dos estaba pensando. -
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Entonces se dio cuenta que su padre estaba a su lado José Pedro, ¿dónde andás?, le dijo Manuel, hace rato que te pregunto si querés tomar un whisky y ni pelota Perdoná viejo, estaba pensando en la prueba de mañana en la facultad Mirá nene, la mirada tuya tenía polleras, así que no me vengas con cuentos. Bueno, ¿querés o no? Si, lógico que quiero. El padre vino con dos vasos de whisky y le preguntó ¿Te puedo ayudar en algo? No sé, te cuento. Conozco a dos chicas. Son muy parecidas; simpáticas, alegres, muy dulces y, además, preciosas. No les he dicho nada. Solo hemos conversado, pero no sé qué hacer. Nada ¿Cómo nada? Claro, dejá que pase el tiempo. Las cosas se deciden solas. Si te apurás, lo más probable es que te equivoques ¡Después dicen que las mujeres somos chusmas!, dijo Inés riendo al entrar en el living. Estamos hablando de negocios, dijo Manuel A ver, quiero estar enterada Mamá, ¡qué pesada!, dijo José Pedro Nada de pesada. Decime
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Yo, te acordás, conocí a una chica en una fiesta. Resulta que también hay otra. Le contaba a papá que ambas se parecen, son lindas, dulces, amables y no se que hacer ¿Y qué te dijo papá? Que no haga nada. Que deje que las cosas pasen solas Es lo mismo que te iba a decir yo. ¿Vamos a cenar?
Después de cenar, José Pedro estuvo dando vueltas como perdido. Se sentó en el jardín a oscuras y siguió pensando en como se desarrollarían las dos relaciones de ahora en adelante. El lunes, cuando estaba estudiando, recibió una llamada. Miró su celular. Era Sonia. - Hola, ya estoy en Montevideo. ¿Qué estás haciendo? - Hola, ¡ya estás aquí!, estoy estudiando. - Perdoname, no quiero molestarte. - No, no me molestás, al contrario. - Lo que pasa que le dije a mamá que me venía temprano porque tenía algo que hacer. - Ah, ¿y qué tenés que hacer? - Verte a ti, ¿qué hacés de tarde? - Nada, ¿por? - Podríamos vernos, ¿te gustaría? - Si, lógico - Bueno, te espero donde los otros días a las 5, ¿podés? - Si, nos vemos. Un beso - Otro más grande para ti. José Pedro esa conversación lo había dejado sumamente excitado y se puso a pensar: “¡cuidate! Es menor de edad. No vayas a hacer un disparate que tu padre te mata.” Aquella tarde, José Pedro estuvo en el lugar de la cita. Ella apareció vestida con unos pantalones muy justos y una remera que dejaban ver las formas de aquella niña mujer. Calzaba, además, unas sandalias chatas. Aquella visión lo hizo pensar más. Realmente Sonia era una chica muy bonita y muy llamativa.
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Cuando lo vio a José Pedro, llegó hasta él, se colgó de su cuello y le dio un beso en la mejilla. Él sintió todo el contacto de su cuerpo por lo que la tomó de la cintura, como queriendo prolongar ese contacto, pero fue fugaz. - Decime que hiciste hasta ahora, dijo ella riendo, seguro que estabas con otra chica - No, ¿por qué decís eso?, estando tú no tiene por qué haber otra chica. - Qué, ¿es una declaración? - No, dijo él con cara seria, no soy un picaflor. - Perdoname, lo dije en broma - ¿Qué te gusta hacer? - Caminamos y nos sentamos en algún lugar a charlar, ¿te parece? - Si, está bien Sin que le diera tiempo a reaccionar, ella le tomó la mano a José Pedro. A él lo ponía muy nervioso la cercanía de ella. Era una tentación y él tenía que reprimirse. Se sentaron en la rambla y conversaron de lo que habían hecho el fin de semana. - La verdad es que lo único que hice el fin de semana fue estudiar, dijo José Pedro - Pero, ¿no saliste para nada? - No, mintió él, cuando se está en período de exámenes hay que reducir las salidas. - ¡Qué aplicado que eres!, yo conozco otros chicos que, cuando están preparando exámenes, los sábado y domingos, cancelan todo el estudio para salir. - ¿Sabés que pasa?, dijo José Pedro, que salís y después, al día siguiente estás tan cansado que no te dan ganas y, al final perdés dos días. Y decime, ¿con quien fuiste a la playa? - Con unas amigas que tengo allá. No sabés, el agua estaba divina y eso que yo no soy muy amiga de bañarme en la playa. - Se nota que tomaste mucho sol, ¿no? - ¿Viste?, ¿no estoy más linda?, dijo ella riendo - No precisás estar más linda, dijo José Pedro con una sonrisa Luego de un rato, ella dijo - 27 -
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¿Te parece si regresamos? Si, te acompaño hasta tu casa Bárbaro.
Ella le volvió a tomar la mano y puso su cuerpo bien cerca de José Pedro. Él podía sentir el calor y el perfume de aquella encantadora chiquilina. Cuando llegaron a su casa, ella se empinó en sus pies y le dio un beso en la boca. José Pedro estuvo a punto de abrazarla. Pero se contuvo - Nos vemos mañana, preguntó ella - Tengo un examen en la mañana, pero puede ser de tarde. - Si, lógico. Si está como hoy, ¿te gustaría ir a la playa? - Bueno, te llamo - OK, hasta mañana y suerte, le dijo ella con una sonrisa pícara. Al llegar a su casa, José Pedro se fue al escritorio para repasar la asignatura que tenía que rendir. El recuerdo de Sonia lo distraía constantemente. Después de cenar, decidió irse a acostar. Al día siguiente, al llegar a su casa eran las 2 de la tarde. Guardó el auto y fue a la cocina. Allí estaba Filomena que ya le tenía preparado el almuerzo. - Gracias, Filo, no se que haría sin ti, le dijo riendo -
Inés lo escuchó y vino hasta la cocina Por lo menos podrías saludar a tu madre No sabía que estabas aquí ¿Cómo te fue? Bien, pero fue más complicado de lo que pensaba. Te felicito, dijo ella y le dio un beso, y contame algo de tus chicas Nada que contar, ayer estuve con Sonia y creo que dentro de un rato vamos a ir a la playa. Estonces va todo muy bien. No se, mamá, es muy chiquilina. Es preciosa pero, no sé Lo único que te pido José Pedro es que andes con cuidado. ¡Mamá!, ¿qué creés que soy? - 28 -
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Luego de almorzar, llamó a Sonia Hola, dijo ella, estaba esperando tu llamada Recién llego ¿Cómo te fue? Bien, aprobé ¡Qué suerte! Cuando nos veamos, te doy un premio ¿Qué vas a hacer? ¿Vamos a la playa? Bueno, ¿dónde nos encontramos? Mamá me lleva hasta frente al hotel. Después, ¿me acompañás hasta casa? Si, lógico. Te parece en media hora Si, un beso Beso
A las 3 de la tarde, José Pedro estaba en la rambla, frente al hotel. La vio venir a ella, cruzando la calle. Tenía puesta una solera muy liviana y sandalias. Traía con ella un pequeño bolso. A José Pedro se le agitó el corazón. Esa era la sensación que le causaba aquella chica. Bajaron a la playa. Él se quitó la remera y ella la solera dejando al descubierto un pequeñísimo bikini que hacía lucir aún más su cuerpo. - José Pedro, dijo ella, ¿no me pasás el bronceador? - Si, dijo él y comenzó a pasárselo notando que le temblaban las manos. Era la primera vez que tocaba un cuerpo como aquel. Cuando hubo terminado, ella le dijo - ¿Querés que te lo pase a ti? - Bueno, dijo José Pedro con voz media atragantada Ella comenzó a pasárselo por la espalda y para pasarlo por el pecho, apoyó todo su cuerpo contra la espalda de él. A José pedro le dieron ganas de darse vuelta y abrazarla, pero se reprimió.
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Estuvieron largo rato en la playa. Ella se fue hasta el agua a refrescarse. José Pedro se la quedó mirando. Era como ver un ángel con cuerpo de mujer. Cuando volvió, le dijo a José Pedro - ¿No te vas a bañar? - Si, voy ahora. - Te acompaño, porque no me gusta ir sola al agua, me da miedo - Pero si sabés nadar. - Si pero preciso tener a alguien que me salve, dijo ella riendo Al entrar al mar. Ella se abrazó de José Pedro. Se sumergieron y, cuando salieron a la superficie, ella se volvió a abrazar. Él sentía todo aquél cuerpito de niña mujer contra el suyo, lo que lo excitaba demasiado. Cuando salieron, ella estaba temblando de frío. José Pedro tomó una toalla y la abrazó para darle calor. Ella le respondió con un beso. -
Más tarde, ella le dijo Está refrescando, ¿qué te parece si nos vamos? Si, vamos
Se vistieron y salieron, caminado, rumbo a la casa de Sonia. Ella iba tomada de la mano de José Pedro y bien pegadita a él. -
Cuando llegaron, ella le dijo ¿Pasás un ratito?, así tomamos algo fresco Bueno, le dijo él queriendo alargar el estar con aquella belleza
Entraron al living y ella se sacó la solera. Fue a buscar dos refrescos y le dijo a José Pedro - Sentate nomás Ni bien él se sentó, ella se quitó la parte superior del bikini, dejando a la vista dos pequeños y bien formados senos. Luego se tiró sobre José Pedro y le dijo - Quiero saber como es estar con un hombre. Nunca probé. José Pedro, sin saber qué hacer, le dijo - ¡Sonia, tu mamá! - No está, estamos solos. ¿No me vas a abrazar? - 30 -
Ella y él
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Eres menor, dijo él, no podemos. Por favor no me pongas en un compromiso. ¿Y quién se va a enterar si no decimos nada? No, Sonia, dijo él. Le dio un beso y salió a la calle disparando a aquella tentación.
Cuando José pedro llegó a su casa estaba muy agitado. No sabía qué había pasado. Le costaba ordenar sus pensamientos. “¿Hice bien o quedé como un idiota?”, pensó Esa tarde estuvo muy preocupado de cómo iba a seguir la relación con aquella chica de la que él pensaba se estaba enamorando El miércoles pasó todo el día estudiando ya que, esa tarde tenía que rendir otro examen. Le llamó la atención que Sonia no lo llamara. Él tampoco la iba a llamar. Había quedado mal por un lado y con vergüenza por otro. Mal porque no le había gustado la actitud de ella y avergonzado por haber quedado como un cobarde. Volvió a su casa de tarde cuando ya anochecía. En ese momento pensó “¿dónde será que trabaja Silvia? ¡Qué desastre si me ve en el auto! Tengo que estar preparado. Ya se me ocurrirá alguna mentira más y quedaré cada vez más enredado.” -
Se cambió y salió al jardín. Un rato más tarde llegó Inés ¿Qué hacés tan pensativo?, le preguntó
José Pedro no sabía si contarle o no a su madre lo que le había sucedido. Decidió que iba a dejar pasar, tal como se lo decía su padre. Le preocupaba mucho que ella no lo hubiera llamado, pero él tampoco se decidía a llamarla. Pensaba que, si él la llamaba, era porque estaba interesado por tener sexo con ella y, en realidad, si bien no le era una idea a desechar, él sentía que estaba enamorado. - Nada mamá. Salvé el examen y pensaba que dentro de poco me recibo - ¡No sabés qué feliz nos hacés a tu padre y a mí!, le dijo dándole un beso, vení vamos a tomar mate. - ¿Has tenido noticias de papá? - 31 -
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Si, recién habló conmigo. En realidad estoy pensando que tu padre quiere que recibas pronto para que lo ayudes. Creo que anda medio cansado. Hoy me dijo que no veía la hora de estar en casa. ¿Y tus amores? No hay amores, mamá, son solo amigas Está bien, no me cuentes, pero no me digas que no estás enamorado
Estuvieron conversando del futuro, después que él se recibiera y se pusiera a trabajar en el campo. Inés volvió a insistir con la existencia de las chicas de las que José Pedro estaba enamorado y él le contestó - Dale, vamos a cenar y no hablemos más Inés se rió y se fueron a cenar Cuando José Pedro se acostó, tenía la sensación de tener a Sonia pegada a su cuerpo y a Silvia mirándolo. Un rato más tarde se durmió.
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Ella y él
CAPITULO III
En sus recuerdos, mientras miraba el campo, aquello le parecía imposible haberlo vivido. Recordaba que siempre vivía con el corazón agitado. Le costaba concentrarse en su estudio. No se le habían borrado, a pesar del tiempo, las caras de las dos chicas a pesar de que, hoy, confundía sus rasgos. Recordó que, al día siguiente, se despertó a las 9 de la mañana. Se bañó, se vistió y fue a desayunar. Después, tomó su celular y llamó a Sonia. “Qué sea lo que Dios quiera. No aguanto más sin hablar con ella”, pensó - ¡José Pedro! ¡Qué alegría! Creí que estabas enojado conmigo - No, no estoy enojado, lo que pasa es que tuve examen. Además, ¿por qué habría de estar enojado contigo?, dijo él como olvidando lo pasado el martes. - Porque me porté mal contigo. - No, no te portaste mal, te dejaste llevar por un impulso - Si, pero me di cuenta que eres más hombre que nadie. Cualquier otro se hubiera aprovechado. Eres divino - ¿Qué querés hacer?, dijo José Pedro desviando la conversación. - ¿Querés ir a almorzar a un Shopping? - Bueno, ¿cómo nos encontramos? - A las 12:30 en la plaza de comidas, ¿si? - Dale allí te veo - Un beso, lindo - Un beso Cada vez que hablaba con Sonia, a José Pedro le parecía que ella era la chica de la que estaba enamorado pero, tan pronto cortaba la comunicación, aparecía Silvia en su mente. A las 12:30 estaba en la plaza de comidas del Shopping. Ella lo vio y vino, con paso apurado y se colgó de su cuello y le dio un beso en la boca. José Pedro que, realmente, sentía algo por ella la abrazó y le respondió el beso. Ella, sombrada, le dijo - 33 -
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Me besaste. ¿No podía?, dijo él riendo Si, pero me gustó mucho, ¿no querés repetirlo? No, ahora, lo muy repetido pierde el gusto, dijo José Pedro con una sonrisa
Luego de almorzar, se fueron a caminar por el Shopping. Se encontraron con compañeras de estudio de ella que la miraban asombradas al verla abrazada de José Pedro. Entre ellas encontraron a la hermana de Sebastián, María Pía, que era quien los había presentado. - ¡No lo puedo creer, ustedes siguen juntos!, exclamó - ¿Viste?, dijo Sonia, lo pesqué y ahora no se me escapa - ¿Cómo te trata esta mujer, José Pedro? - Muy bien, no puedo quejarme - Cuidalo Sonia, dijo María Pía, no se encuentran hombres como él todos los días - ¿Y tú cómo lo sabés, atrevida?, dijo Sonia riendo - Dale, nena, es amigo de mi hermano - ¿Seguimos, Sonia?, dijo José Pedro Saludaron y siguieron caminando. Luego se fueron de vuelta a la casa de Sonia. Se despidieron con un beso muy cariñoso y se quedaron abrazados por un instante. - José Pedro nunca te olvides de mi, dijo Sonia - ¿Por qué decís eso? - Porque eres único y tengo miedo que me olvides - Quedate tranquila. Me olvidaba de decirte. Mañana tengo un examen que me va a llevar todo el día. - ¿No nos vamos a ver?, dijo ella poniendo cara de tristeza. - No, pero podemos vernos el sábado. Llamame, ¿Si? - Si, te llamo. Te doy otro beso pero para la suerte, dijo ella dándole otro beso apasionado. Al llegar a su casa se sentía extraño. No sabía si la situación con Sonia era amor o sexo. Aquella niña mujer era extraordinariamente sensual y él sentía que, cada vez que tenía el cuerpo de ella entre los brazos, lo excitaba. Pero, por otro lado, cuando se alejaba de ella, la extrañaba.
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Ella y él
El viernes se levantó con la novelería de que iba a buscar a Silvia. Casi no pudo comer por la ansiedad que sentía. Como hacía calor, se vistió con jeans, remera de algodón y calzado deportivo. El celular lo puso en el bolsillo, solo con vibrador. Tomó el ómnibus y, unos minutos antes de las 5 estaba en la puerta del Instituto. Entonces vio salir a Silvia, rodeada de unas cuantas chicas. Ella lo vio enseguida. Se despidió de las chicas y vino hacia él. - Hola, dijo ella dándole un beso en la mejilla - ¿Cómo estás? ¿Quiénes eran las chicas que estaban contigo? - Compañeras. Estaban como locas porque les dije que me venías a buscar. - ¿Por qué? - Ah, no sabes cómo son las mujeres. Ven un hombre atractivo y se quieren tirar arriba. - ¿Yo soy atractivo?, dijo José Pedro - Bueno, eso parece, dijo ella poniéndose colorada - ¿Te parece ir al cine?, preguntó él para desviar la conversación. - Sería precioso, pero es muy caro. - No te preocupes, hoy cobré algo que me debían Tomaron un ómnibus y fueron a un cine en un Shopping. José Pedro rezaba porque no lo vieran amigas de Sonia. “Me estoy jugando todo, pero vale la pena”, pensó. Sacó las entradas y luego de esperar unos minutos entraron. José Pedro casi no vio la película porque se pasó, casi todo el tiempo, mirando a Silvia. Notó que, en cierto momento, ella se emocionó por un pasaje del film, y se le cayeron unas lágrimas. Él sacó del bolsillo un paquete de pañuelos descartables y se lo dio. Ella lo miró alo asombrada, lo tomó y se secó las lágrimas. Varias veces él estuvo tentado en tomarle la mano, pero volvió a recordar las palabras de su padre. Cuando salieron del cine, José Pedro la invitó a comer un helado. Ella le dijo - 35 -
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José, no puedes estar gastando a lo loco. Mira, los pañuelitos que me diste, son caros. No, no comemos helados. Vamos a caminar y charlamos.
Él casi la toma de los hombros y le da un beso. Aquella criatura le parecía adorable. Se fueron caminando y charlando de sus proyectos futuros. Ella lo dejó asombrado cuando le dijo - Cuando me reciba me voy a ejercer en una escuela rural. - ¿Y no es una vida muy sacrificada?, le preguntó él - No, recuerda que yo me eduqué en una y siento que tengo que devolver lo que la escuela me dio, dijo Silvia. - La verdad, te admiro. Yo se lo que es el campo, pero ir a una escuela rural, dijo José Pedro. plaza. -
En ese momento se habían sentado en un banco en una ¿Y cuánto te queda para recibirte?, preguntó él Este año y ya soy maestra, dijo ella orgullosa Lo decís con mucho orgullo. Si, es que lo siento así verdaderamente. José, se hace tarde y tengo que volver. Te acompaño ¿Hasta el Cerro?, estás loco. No, en serio No, solo acompáñame hasta el ómnibus.
José Pedro la acompañó a tomar el ómnibus. Cuando vino el transporte, ella le dio un beso en la mejilla y le dijo - ¿Te espero el domingo? - Si, lógico. De los recuerdos menos gratos que tenía José Pedro, eran las vueltas a su casa “con las manos vacías”, como lo catalogaba él. Aquella indecisión entre Sonia y Silvia lo estaba matando.
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Ella y él
Aquella noche, después de haber ido al cine con Silvia recordaba que, al llegar a su casa, miró su celular y vio que tenía un mensaje de Sonia: “mañana temprano te llamo” Le vino a la memoria que ese mensaje le había alegrado algo, pero había vuelto a sus dudas con respecto a esas dos mujeres. Siguiendo con sus pensamientos, recordó que el sábado, se levantó temprano. Desayunó con sus padres y luego fue a probar el disco que había comprado el domingo pasado. Su padre lo escuchó y vino a la sala. - ¿De donde sacaste esa reliquia?, le preguntó - De la feria - Te debe haber salido una fortuna. - No, viejo, increíblemente solo $300. - Qué bueno. Dejalo que quiero escuchar y dame el sobre que quiero ver que temas tiene. Mientras estaban escuchando, sonó el teléfono de José Pedro. Él se fue de la sala y atendió. Era Sonia - Buen día. ¿Qué estás haciendo? - Hola Sonia. Nada, escuchando música - Bueno, prepará el mate y nos encontramos frente al hotel en media hora - Si, dijo él algo asombrado. -
Volvió a la sala en la que estaba su padre y le dijo Tengo que dejarte, viejo. El deber me llama Son preciosos esos deberes con polleras, ¿no? ¡Que no me escuche tu madre! Cuidá el disco. Si, nene, ¿quién te creés que soy?
Llegó a la rambla y se sentó en el muro frente al hotel a esperar a Sonia. En eso vio que se estacionaba una BMW X3, blanca. De ella bajaron Sonia y una señora muy parecida a Sonia, tan bonita como ella, pero mayor.
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Él se levantó a alcanzarlas. Sonia tenía puesto un short muy pequeño, una remera sin mangas y sandalias. La señora, unos pantalones blancos sueltos, una remera también blanca y sandalias de taco alto. - José Pedro, dijo Sonia dándole un beso, ella es mi mamá, María Isabel, que quería conocerte - Hola, dijo él algo cortado, encantado señora. - Tú eres hijo de Inés Larzábal. No digas nada pero fui paciente de ella, dijo riendo. Me encanta conocerte después de todo lo que ha hablado de ti esta loca. - ¡Mami!, dijo Sonia sonrojándose - ¿Tú la acompañás de vuelta a casa? - Si, por favor, quédese tranquila -
La señora se subió al auto y se fue. ¿Qué fue lo que dijiste de mi?, dijo José Pedro mirando a aquella chiquilina con cuerpo de mujer Nada, son cosas de mamá. Cada vez que te llamaba o atendía una llamada tuya, quería saber con quien hablaba, quien eras y dónde te había conocido. Bueno, ahora contame como te fue en el examen
José Pedro se acordaba que había tenido que hacer un esfuerzo para acordarse lo que le había dicho antes a ese respecto. - Bien, por suerte, fue bastante fácil. - Dame un mate o ¿te los vas a tomar todos? - No, tomá Ella se había sentado en el muro pegada a él. José Pedro sentía, a través de su pantalón, el calor de las piernas de ella. La miró apreciando la belleza de aquel cuerpo de niña. Realmente la belleza de ella unida a la alegría y dulzura de ella lo dejaban sin aliento. Aunque estuvieron largo rato conversando, en ningún momento José Pedro dejó entrever todo lo que aquella chica le producía. El recuerdo de la sensación de tener a Sonia cerca lo emocionó. En cierto modo, era un recuerdo placentero y doloroso. José - 38 -
Ella y él
Pedro se bajó de su Land Cruiser Prado para apreciar como, a lo lejos, en el horizonte, se estaba formando una tormenta y pensó “quizás esa sea la tormenta que tenía en mi cabeza cuando recuerdo todo lo pasado.” En ese momento le vino a la memoria lo que había pasado esa mañana, mientras tomaban mate en la rambla. Él estaba tan emocionado con ella que no sabía si eso era amor o, simplemente, una emoción. De cualquier manera, le tomó una mano. Ella dejó que se la tomara y lo miró. - Me gustaría decirte algo, pero no te asustes, le dijo - Si, yo también quiero decirte algo. Por eso te dije de venir acá. - ¿Querés hablar tú primero?, dijo José Pedro sin soltarle la mano - No, hablá tú - Realmente no sé como definirlo. No sé si es amor, pero siento algo muy profundo por ti. Ya se que eres menor, que tenés mucho por conocer, pero si no te lo decía me iba a morir. - José Pedro, dijo ella, a mí también me pasa algo muy lindo contigo. Tampoco yo se si esto es amor. Es la primera vez que me pasa con un chico. Los dos se quedaron mirando a los ojos. Ella, como llevada por un impulso, le dio un beso en la boca a él. Para José Pedro fue como si lo hubiera besado un ángel, y la abrazó pero recordando que quería tratarla con enorme respeto. - José Pedro, yo te quiero, creo que estoy enamorada de ti, pero tengo un problema - ¿Cuál?, dijo él extrañado En ese momento José Pedro pensó en la minoría de edad de ella, en la diferencia de sus edades y en otro montón de cosas, pero nunca se le ocurrió en pensar en lo que ella le dijo - Mis padres quieren que vaya a vivir tres años con mi tía en Inglaterra. Es por eso que no quiero ilusionarme ni ilusionarte. Es probable que, cuando vuelva, esto que sentimos haya desaparecido. de agua fría.
José Pedro recordaba que le había caído como un balde
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Cualquiera de las otras explicaciones las hubiera podido rebatir, pero esta era imposible. Se había quedado callado, sin saber qué decir. También le había sorprendido la madurez de ella para expresarse, lo que ahondaba más ese sentimiento de admiración que sentía. - Te quedaste callado y muy serio, dijo Sonia - Si, no me esperaba esto. ¿Sabes? Es muy duro separarse de quien uno comenzó a amar. - No me lo digas así, dijo ella con lágrimas en los ojos, la culpable fui yo, Tendría que habértelo dicho cuando nos conocimos, pero fue tal mi entusiasmo contigo que no me animaba. - No, no tenés culpa de nada. Solo una desilusión. ¿Y cuándo te vas? - La semana que viene - ¿Vamos para tu casa?, le dijo él - Si, pero prometeme que no te vas a quedar enojado conmigo - No, ¿cómo podría enojarme contigo?, solo estoy triste. -
Ella se abrazó de él mientras iban caminando. Te voy a extrañar, José Pedro, dijo ella Yo también Cuando llegaron a la casa de Sonia, él le dio un beso en la
frente. -
Dale mis saludos a tu mamá Si, dijo ella llorando. No llores chiquita. ¿Qué van a decir en tu casa? Mamá ya sabe de esto y me retó por no habértelo dicho antes Adiós, dijo él y se fue.
José Pedro recordaba que al llegar a su casa no podía ocultar su tristeza. Su madre le preguntó - ¿Qué pasó, mi amor? ¿Qué es esa cara? - Mamá, dijo abrazándola, te acordás la chica que conocí en el baile - Si, me habías dicho que te gustaba mucho - Si. Hoy me dijo que se va a vivir a Londres por tres años. - A ver, dijo Inés sentándose en un sillón junto a él, ¿tú le dijiste lo que sentías por ella? - Si, y fue en ese momento que me dijo que no quería ilusionarme porque la semana que viene se va. - 40 -
Ella y él
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¿Por qué no te lo dijo antes?, preguntó la mamá Estaba muy afligida por no habérmelo dicho antes, pero ya pasó. Voy a cambiarme y me voy a la piscina.
Ese era uno de los recuerdos que se habían vuelto imborrables para él. Nunca, hasta ese momento, había tenido una desilusión amorosa tan grande. Mirando, desde su camioneta como avanzaba la tormenta, recordó que se refugió en la idea de amar a Silvia, de no perder otra ilusión en su vida Enseguida vino a su memoria que el domingo fue a la feria. Allí la encontró a Silvia. Ella, como siempre, lo recibió con una sonrisa maravillosa. José Pedro no tenía idea de cómo poder llegar a decirle lo que sentía por ella. No había querido hacerlo la vez que fueron al cine, por no estropear una amistad y, ahora, sentía la imperiosa necesidad de saber que pensaba ella con respecto a él Viendo que estaba el dueño del puesto y que había poca gente, José Pedro le dijo - Te invito a comer un chorizo al pan - Espera, le dijo ella, que le digo a mi tío. Poco después estaban los dos comiendo frente al carrito de los chorizos. Cuando ya habían comido, José Pedro le dijo - Esperá un poquito que quiero decirte algo - ¿Si?, dime, dijo ella - ¿Qué me contestás si te digo que estoy enamorado de ti? José Pedro recordaba aquella mirada, tan profunda, con aquellos ojos tan bonitos cuando le respondió - José, te estimo mucho. Tú eres el tipo de hombre con el que toda mujer sueña, pero ya estoy por recibirme e irme a trabajar a una escuela rural. No sería posible que nosotros llegáramos a nada y nos haríamos más daño si comenzáramos algo en serio que luego no podríamos seguir. - Silvia, sea como sea, yo te voy a seguir amando. - 41 -
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Ay, José, no digas eso, la vida da muchas vueltas. Quien sabe de quien te enamorarás después.
Ella lo miró a los ojos, le tomó las manos y le dio un beso y se fue al puesto. José Pedro se quedó parado quieto un rato, como hinoptizado, como si todo el mundo se le hubiera venido abajo.
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Ella y él
CAPITULO IV
Ese sería un recuerdo imposible de olvidar para él. El repaso del tiempo que siguió a la doble desilusión, tenía algunos pasajes que, parecían muy lejanos. Recordó que poco después de aquella doble desilusión, se recibió de Ingeniero Agrónomo. Con ese motivo sus padres le regalaron una Hilux doble cabina y Manuel le dijo - Bueno, supongo que ahora eres un hombre responsable, así podés andar en la camioneta. José Pedro abrazó a sus padres y les dio un beso. Para festejar el haberse recibido, hubo una fiesta que hicieron todos los compañeros de estudio y sus amigos Fue en esa fiesta que había conocido a Gabriela, una chica de la misma edad de José Pedro. Gabriela era bajita, delgada, pelo y ojos castaños. A pesar que medía menos de 1.60 m, era muy bonita y tenía un cuerpo que llamaba la atención. En la fiesta estaba vestida con una falda muy ajustada, una blusa escotada y calzaba unas sandalias muy altas. Ya había pasado un tiempo de sus dos desilusiones amorosas y, ahora, con más edad se animaba a abordar a una mujer. Se acercó a Gabriela, en un momento que ella estaba sola y le dijo - ¿Te dejaron sola? - Ay, ¿viste?, no se puede confiar en las amigas, le contestó ella - Yo soy José Pedro Larzábal, uno de los que nos recibimos - Ah, felicitaciones. Mi nombre es Gabriela Lazar - No te había visto antes en ninguna reunión, le dijo José Pedro - No, es cierto, no salgo muy seguido. Aquí me trajeron unas amigas porque sus novios también se recibieron. - 43 -
Mientras estaban conversando, comenzaron a pasar música lenta. Ella le preguntó - ¿Te gusta bailar? - Si, pero no soy muy experto. Salieron a bailar. Cuando estaban bailando, José Pedro se acordó del baile con Sonia, a la que, en realidad no había podido apartar de su cabeza. Pero la sensualidad de Gabriela era aún mayor. Era una mujer más madura y sabía abrazarlo de manera tal que él sintiera que ella estaba allí. - Ahora que te recibiste, ¿qué vas a hacer?, le preguntó Gabriela - En principio, pero no definitivo, voy a ayudar a mi viejo en el campo. - Qué bien, Cuando necesite un veterinario, ya sabés, estoy a la orden, dijo riendo - Ah, no lo sabía. - Si me costó mucho lidiar con los hombres. Es una carrera machista, pero, por fin, llegué - ¿Y estás ejerciendo? - No, todavía. Mi familia es de humanos y no quieren que los revise, dijo riendo a carcajadas. - ¿Vivís con tus padres?, preguntó José Pedro - Por ahora si, pero en este momento estoy sola porque ellos están en Europa - ¿Por ahora?, ¿significa que te vas a vivir con alguien o sola? - ¿Alguna propuesta?, dijo ella riendo - No, solo preguntaba, dijo José Pedro poniéndose colorado - ¡Te pusiste colorado!, nunca había visto eso en un hombre. - No, te habrá parecido - No tengas vergüenza de eso. Es el rasgo de una persona sincera José Pedro recordó que Gabriela había sido como un punto y aparte en lo que le habían dejado Sonia y de Silvia. No creía estar enamorado, pero aquella chica despertaba una especie de tranquilidad que él deseaba. Cuando ya terminaba la fiesta y era de madrugada, José Pedro le preguntó - ¿Tenés con quien irte? - 44 -
Ella y él
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Contigo, le contestó ella con una sonrisa. Ah, muy bien. Vamos entonces. Por donde vivís. En Pocitos, ¿te queda bien? Claro, no te hagas problema. Cuando ellos iban camino a la casa de Gabriela, ella le
dijo
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¿Tenés novia o algo así? No, no tengo, pero, ¿qué es algo así? Es que con los hombres una nunca sabe. ¿Podríamos vernos otra vez?, dijo ella, no creas que me estoy tirando un lance, pero se pasa muy bien contigo. Si, dame tu celular y te llamo. Anotá el mío
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Unos minutos después, ella le dijo Es aquí en ese edificio.
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Antes de bajarse le dio un beso en la mejilla a José Pedro. ¿Te llamo? OK
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José Pedro esperó a que ella entrara al edificio y se puso en marcha. Recordando a Gabriela, le vino a la memoria que, al día siguiente de la fiesta, se levantó tarde y se sorprendió pensando en ella. Aquella mujer lo había cautivado. Se dijo: “fue un embalaje del momento. Es una mujer, mujer, con una personalidad única. ¿Será que así se encuentra al amor?” -
Decidió llamarlo al padre que estaba en la cabaña. Hola, viejo, ¿me precisás? Me vendría muy bien que vinieras porque quiero ver lo de las praderas artificiales. Listo, Ya salgo para allí Cuidate, no hagas locuras
Salió hacia la cabaña en su Hilux. Como la cabaña queda a 140 Km. de Montevideo, en una hora y poco estaba allá. Al bajarse, vino su padre con otras personas. - 45 -
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José Pedro, los señores son del Ministerio y vinieron a ver las praderas que habíamos plantado
Después de saludar a los dos hombres que estaban con su padre, José Pedro dijo - Vamos caminando porque una de ella está aquí cerca en el primer potrero. - Si, lógico. Ya les estuve hablando sobre la posibilidad de extenderlo - Es que esto, dijo José Pedro, lo estamos haciendo como prueba. Un rato más tarde, cuando la gente del Ministerio se hubo marchado, José Pedro le dijo a su padre - Viejo, vamos a comer, estoy muerto de hambre. - Si, cierto, yo tampoco comí. Luego de almorzar, se fueron, con Manuel a recorrer el campo a caballo. Estuvieron viendo los diferentes animales. Manuel quería que José Pedro se acostumbrara a estar con ellos y ver cuando se encontraban bien. Cuando eran las 8 de la noche, José Pedro y Manuel, emprendieron el retorno a Montevideo, llegando después de la 21:30. Inés, que ya estaba en la casa, le alegró mucho que padre e hijo vinieran juntos de trabajar. - ¡Qué suerte que los esperé así cenamos juntos! Luego de cenar, Manuel dijo que tenía que volver mañana a la cabaña, por lo que ya se iba a acostar. José Pedro recordaba que esa noche se quedó hasta tarde en el living escuchando música. Pensaba en qué iba a consistir su vida de ahora en adelante. Cuando eran las dos de la mañana, se fue a acostar, pero no le fue fácil dormirse. Era viernes. El haberse dormido tan tarde hizo que se levantara a las 11 de la mañana y, como siempre, fue a la cocina a prepararse un mate. En la cocina estaba Filomena - 46 -
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M’hijo, ¿vas a venir a comer?, porque tu padre está en el campo y tu madre me avisó que no venía a almorzar. ¿Qué tenés de rico que te haya sobrado, Filo? Qué, ¿ahora comés sobras?, dijo la empleada riendo. No es para que no te pongas a cocinar. Bueno, después fijate en la heladera. Hay un pastel de carne Está, con eso alcanza. Me voy al jardín a tomar mate
Salió al jardín y, mientras tomaba mate, sonó su celular. Miró. Era Gabriela. “¿Se estará cumpliendo lo que pensaba? - Hola - José Pedro, no quise llamarte antes porque pensé que estarías durmiendo. - Estuviste en lo cierto - ¿Qué haces ahora? - Estoy en el jardín de casa tomando mate. - ¿Te gustaría ir a pasear a algún lado? - Si. ¿Se te ocurre donde? - Mirá, yo se que para un hombre no es muy atractivo, pero podríamos ir a caminar por un Shopping y luego ir al cine, si elegimos algo que nos guste. - No, está bárbaro. Decime donde nos encontramos, o no, mejor, te paso a buscar por tu casa. - ¿Querés venir a buscarme? - Lógico, ¿por qué no? - Bueno, te espero a las 18, ¿Está bien? - Si, fenómeno - Un beso - Otro para ti. Luego de comer, José Pedro se bañó se afeito y se vistió con un pantalón sport, una remera de marca y mocasines. Aunque no quisiera admitirlo, estaba algo nervioso. Aquella chica era realmente muy atractiva, física e intelectualmente. A las 6 de la tarde, José Pedro estaba tocando timbre en el edificio de Gabriela. Ella le contestó: - Ya bajo - 47 -
Unos minutos después, apareció con unos pantalones blancos de hilo, una blusa beige y una pequeña cartera. Calzaba unas sandalias de taco alto. - Hola, José Pedro, ¡qué lindo verte otra vez!, dijo dándole un beso en la mejilla - Hola, dijo él sorprendido por la espontaneidad de ella. - ¿Viste?, con estos tacos alcanzo a darte un beso. - Pero tú no eres tan baja, dijo él - Si, pero a tu lado quedo como una enanita - Bueno, pero como eres linda no se nota, dijo él - ¿Soy linda para ti? - Si - Te volviste a poner colorado, dijo ella riendo - Bueno, ¿vamos?, dijo él queriendo pasar por alto aquella situación. memoria.
El recuerdo de aquella salida lo tenía bien registrado en su Recorrieron el Shopping tomados de la mano. Fue un acto espontáneo de parte de ella. Se detuvieron a mirar vidrieras, la mayor cantidad con ropa y accesorios para mujeres. Ella le dijo - Ay, soy una egoísta, solo me paro a mirar cosas de mujeres. - No, está bien. Quedamos en caminar juntos, ¿no? - No puedo creer que seas un hombre que acepta esto. - Mirá, con una buena compañía, uno se siente siempre bien. - Gracias, le dijo ella dándole un beso en la mejilla. - ¿Te parece si vemos lo que dan en los cines? - OK Estuvieron un rato mirando, pero ninguna de las películas los convenció, por lo que decidieron ir a tomar algo a algún Pub. Se sentaron y estuvieron conversando sobre lo que habían hecho en su época de estudiantes. Ella le dijo - Mis padres son los dos abogados. No te imaginás la lucha que tuve para seguir la carrera de veterinaria. Ellos sostenían, y aún sostienen, que es una carrera para hombres.
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No, yo no creo eso, dijo José Pedro, creo que todas las carreras universitarias son para todos. Andá a convencerlos a ellos. Además, cuando se fueron de viaje me dijeron: “no aceptes ningún trabajo que no sea en un buen lugar” ¿Y por qué esa advertencia? Papá tiene amigos que tienen caballos de carrera y se que alguno de ellos le dijo que yo fuera a trabajar a un Stud. ¿Te imaginás?, papá puso el grito en el cielo y empezó: “ese ambiente no es para una mujer, etc.” Yo lo quise convencer, porque quiero trabajar, diciéndole que hay jocketas, pero no hubo caso. Ay, te estoy aburriendo con mi charla. Mirá que soy muy charlatana. Parame cuando hablo mucho. Contame de tu trabajo. No, en serio, me gusta oírte hablar. Eres muy graciosa. ¡Ah, no!, resulta que soy una payaso, dijo Gabriela riendo No, no es eso. Bueno. Te cuento. Ahora, como ya te dije, estoy trabajado con mi padre que tiene una cabaña de cría de Aberdeen. Pero, en realidad, lo que quiero es independizarme y tener mi campo. Es medio ambicioso demás, pero quizás algún día lo consiga. ¿Y te irías a vivir al campo?, preguntó Gabriela Lógico. Eso es lo que quiero Ella le tomó la mano y le dijo Lo vas a conseguir y dentro de muy poco ¿Qué? ¿Eres adivina? No, es que veo en ti una persona que sabe lo que quiere y que es capaz de sacrificarse por eso que quiere. ¿Sabés?, nunca me lo había dicho. Espero que sea cierto ¿Qué te parece si nos vamos? Es tarde ya Si, no hay problema, lo que pasa es que la charla estaba tan linda que se me pasó el tiempo. Lo que tenemos que hacer, dijo ella sonriendo, es seguirla. Claro
Cuando llegaron al apartamento de Gabriela, ella le dio un beso en la mejilla y le dijo - En cualquier momento te llamo - Bárbaro, no te pierdas. - 49 -
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No, pero si querés, podes llamarme tú también.
En el momento que José Pedro llegó a su casa, llegaban sus padres que habían ido a una reunión. - ¿Anduviste de farra?, le preguntó Manuel - No, salí a caminar al Shopping - ¿Solo? Porque ese exquisito perfume no es tuyo, le preguntó Inés - No, no te puedo mentir porque siempre me descubrís. - ¿La conocemos? - No, mamá y no te pongas pesada. Es una amiga. No es mi novia. - No tenés porque contestarle así a tu madre, dijo Manuel - No, cierto, perdón, pero estoy cansado. Me voy a dormir Les dio un beso a los padres y se fue a su dormitorio. Recordaba que esa noche le costó mucho dormirse porque tenía presente la imagen de Gabriela. Realmente era una chica encantadora. Era muy fácil enamorarse de ella. El sábado, sin tener mucho que hacer, como había amanecido un día fantástico, decidió quedarse en la casa y disfrutar de la piscina. Más tarde también aparecieron Inés y Manuel, por lo que se pusieron a conversar de diferentes situaciones. - ¿Sabés quién me llamó?, dijo Inés a José Pedro - No, ¿quién? - La madre de Sonia - ¿Quería otro tratamiento de chapa y pintura? - No seas malo. Hay algo de eso, pero me llamó la atención que preguntó por ti - ¿Por mí? ¿Y qué te dijo? - Me dijo que Sonia te mandó muchos mails y tú no le contestaste. - Si, es cierto - Y, si se puede saber. ¿por qué no le contestaste? - Mirá mamá, es muy simple. Ella es una nenita caprichosa que me quiso enganchar. No te voy a contar como, pero me resultó algo complicado. Por eso mismo, no quiero saber nada de ella. - Me dejás helada. Contame qué te hizo - Inés, dijo Manuel, José Pedro se está comportando como un caballero, no lo obligues. - Tenés, razón papá. Perdoname José Pedro - 50 -
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Lo que pasó ni siquiera se si me animaría a contárselos porque me da vergüenza ajena. ¿Les parece si nos tomamos algo y después almorzamos?, dijo Manuel
Todos estuvieron de acuerdo. Se fueron a cambiar, tomaron unos whiskys y luego almorzaron. Como hacía mucho calor, José Pedro se fue a su dormitorio, encendió el aire acondicionado y se puso a leer. Luego de un rato sonó su celular. Miro: era Gabriela - Hola - ¿Estabas durmiendo? - No, estoy acostado leyendo - ¡Qué bien! - Y tú, ¿qué estás haciendo? - Nada, aquí sola sin tener con quien conversar, lo cual es fatal para mí, dijo riendo - ¿Y tus amigas? - Mirá, no me hables. Habían quedado en venir a almorzar. No vinieron, me dejaron clavada con la comida y sola. - ¿Tomás mate, Gabriela? - ¿Y esa pregunta?, si tomo, pero ¿por qué? - Bueno, te invito a ir a tomar mate a la rambla - Ay, fantástico, así tengo a quien aturdir con mi charla, dijo ella riendo. - A las 5 de la tarde paso por ti - Te espero José Pedro recordaba que todas esas salidas con Gabriela las hacía con gusto y se ocurría cualquier pretexto para estar un rato con ella. Se vistió con una bermudas beige, una remera blanca, calzando mocasines y, a las 5 de la tarde fue a buscarla al edificio donde ella vivía. Cuando vio la camioneta, ella corrió hacia ella. Vestía un short corto de jeans y una remera. Realmente era muy linda
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Se subió a la camioneta y se fueron hacia la rambla. Estacionaron y se sentaron en el muro. - ¿Te gusta venir acá o podemos ir a otro lado?, le dijo José Pedro - No, estoy muy bien. No es por elogiarte, pero me encanta conversar contigo, aunque, en realidad, la que hablo soy yo. - Está bien, me gusta escucharte. Contame, ¿qué pasó con tus amigas? - Me dijeron que venían a hacerme compañía. Preparé el almuerzo, dicho sea de paso me quedó riquísimo, y no aparecieron. - ¿Y no te llamó alguna? - No. Lo que pasa es todas tienen novio y, seguro, que no las dejaron a “las nenas”. Pero, mejor, porque ahora estoy contigo. Mientras charlaban y tomaban mate, José Pedro vio que tres mujeres venían caminando por la rambla. Como Gabriela estaba de espalda a ellas, no las veía. Cuando llegaron al lado de ellos, se detuvieron - ¡Gabriela!, te fuimos a buscar a tu casa. ¡Con razón no estabas allá! - ¡Locas!, dijo Gabriela poniéndose de pie, me dejaron plantada. - Lo que pasa es que Maggie no vino y nos quedamos esperándola. Pero ya vemos que no tenés problema en quedarte sola. - ¡Por suerte!, José Pedro, te presento a las locas de mis amigas: Rina, Ana y Manu. José Pedro, que se había puesto de pie, le dio un beso a cada una. Una de ellas le preguntó - La Peque, ¿es tu novia? - ¿Estás loca?, ¿cómo le vas a preguntar eso?, es solo un muy buen amigo Las demás se rieron, mientras José Pedro se puso colorado y se quedó callado. ellas -
Las chicas se despidieron y se fueron conversando entre Perdónalas, dijo Gabriela, son unas locas No, está bien, pero, ¿te dicen Peque?, dijo él
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Ella y él
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Si, ¿por qué será?, pero no me gusta. Es un sobrenombre que tengo desde la escuela. Tú llamame Gabriela. Gabriela, se está poniendo muy fresco. Sería bueno volver ¿no? Si, vamos
José Pedro recordaba que ella caminaba delante de él que la quedó mirando. Tenía un cuerpo espléndido. Ella se dio vuelta, lo miró, le estiró la mano y, con la mayor naturalidad, haciendo como que no se había dado cuenta que él la miraba y le dijo - ¿Venís? - Si, vamos y le tomó la mano - José Pedro, no es por reírme, pero es la segunda vez que te ruborizás. Me encanta - Te habrá parecido, dijo él Tomados de la mano fueron hasta la camioneta. Cuando llegaron a la puerta del edificio donde ella vivía, José Pedro la acompañó hasta la puerta y ella preguntó - ¿Me llamás? - Gabriela, mañana tengo que irme con el viejo a una exposición y después me quedo en la cabaña hasta el jueves, por lo menos - ¿Y con quién converso?, dijo ella riendo - Podemos hablar por teléfono - Si, lo decía en broma. El trabajo hay que respetarlo Ella le dio un beso en la mejilla y entró en el edificio. Se acordaba que esa semana le pareció interminable. Varias veces se preguntó si estaría enamorado de aquella mujer que le había cambiado la vida. Si bien hablaron varias veces por teléfono, él se acordaba que sentía la necesidad de verla, de ver su sonrisa, su mirada de niña pícara. El jueves, le mandó un mensaje de texto: “mañana de mañana estoy en casa”. Ella le contestó: “al fin. Te estoy esperando”.
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El jueves, José Pedro y su padre llegaron tarde a Montevideo. Inés los estaba esperando porque Filomena ya se había ido a dormir. - ¿Cómo les fue? - Muy bien, dijo Manuel, colocamos el gran campeón en un precio excepcional - Si, pero yo vengo reventado, dijo José Pedro. - Bueno, comé y andá a dormir. - La verdad es que trabajó más que yo, dijo Manuel dándole un beso - Gracias, viejo El viernes, José Pedro aprovechó para quedarse en la cama hasta más tarde. Luego, se bañó, se afeitó y se vistió. Bajó a la cocina - Filo, buen día, tenés agua caliente - Buen, día. ¿Te fue bien? Si ahí en la caldera grande - Nos fue muy bien, gracias Se preparó el mate y se fue al jardín. Se sentó en uno de los sillones de jardín, a la sombra. Cuando estaba tomando mate, sonó su celular. Miró: Gabriela - Hola - ¿Estás durmiendo todavía? - No, ¿por? - Por tu voz. Además pensaba que me ibas a llamar. - Recién me levanto y estoy en el jardín de casa tomando mate - ¿No querés ir a Punta del Este? - ¿Cuándo? - Y, nos vamos ahora y volvemos el domingo. - A ver explicame algo. ¿Con quién vamos y donde nos alojamos? - Nos alojamos en el departamento que tienen mis padres. Está todo amueblado, pronto para ir y vivir allá. Además tiene piscina. - Está muy bien y ¿quién va con nosotros? - Y………. - Decime, Gabriela, ¿algunos amigos? - No, tú y yo solos, dijo casi susurrando. José Pedro se quedó mudo por un instante - 54 -
Ella y él
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José Pedro, ¿estás ahí? Si. Me sorprendiste mujer. Vamos, no hay problema. Pero tú no tenés problemas de ir sola con un hombre. No ninguno Bueno, dijo él, pongo algunas cosas en el bolso y voy a buscarte OK, te espero.
Fue hasta la cocina y le avisó a Filomena que se iba a Punta del Este. Le pidió que se lo dijera a su madre, que él la llamaba de noche. Un rato más tarde estaba en la puerta del edificio donde vivía Gabriela. Ella salió vestida con jeans, una remera blanca de manga larga y calzado deportivo. José Pedro recordó que fue recién cuando la volvió a ver que se dio cuenta que ella le movía algo en sus sentimientos. Aquella figura tan perfecta hacía que su estatura pasaba desapercibida. El viaje hasta de Punta del Este fue muy ameno. Gabriela era una chica muy divertida y muy ocurrente. Con sus ocurrencias lo hacía reír a José Pedro - ¡Qué lindo es verte reír!, dijo ella haciéndole acordar a Sonia - ¿Por qué decís eso? - Porque parecés siempre tan serio y, sin embargo, cuando te reís, eres divino - Bueno, no tanto. - Si, en serio. Me parece mentira que, si no me mentiste, no tengas novia, dijo ella mientras recostaba su cabeza sobre el hombro de José Pedro. - No, en serio no tengo - Es raro, ¿no? - No veo por qué. ¿Es obligatorio tener novia? - ¿Nunca te enamoraste? - Ah, eso es otra cosa - ¿Cómo, otra cosa?, dijo, bueno, es algo largo de contar - ¿Te parece si me lo contás después?, porque ahora estamos llegando. - Si, decime a donde vamos. - 55 -
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Es allí en ese edificio sobre la costanera Ella le indicó uno de los edificios más lujosos sobre la
costanera. - Girá hacia atrás y entrá la camioneta en el garaje José Pedro hizo lo que ella le indicaba y entraron en el garaje del edificio. Bajaron de la camioneta y cargaron los bolsos hasta el ascensor. Ella marcó el piso 10 y allá fueron. Cuando llegaron, José Pedro quedó asombrado por la amplitud del departamento y sus muebles. Eran de un lujo excepcional. -
Ella le dijo. Vení te muestro los dormitorios Cada uno de los 5 dormitorios tenía su baño en suite.
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Todos con unas vistas excepcionales hacia la costa. Ay, José Pedro, tengo hambre. ¿Te parece si pedimos algo de comer? Si, como tú quieras, dijo él algo asombrado por todo el entorno.
José Pedro se quedó mirando hacia el mar. Pensaba “hoy, cuando me levanté, lo menos que pensaba era estar en Punta del Este, con una chica preciosa, que me gusta mucho y en este departamento. Es lo que estoy aprendiendo: no se puede proyectar nada. Fue como dijo el viejo: todo sale solo.” Un rato más tarde, llegó Gabriela con dos cazuelas de paella y le dijo - ¿En qué pensabas? - Aunque no lo creas, en parte, en ti. - ¿Ya empezaste a extrañarme?, dijo ella riendo - No tanto. Lo que sucede es que hoy de mañana lo menos que pensaba es estar aquí contigo - ¿Estás arrepentido? - No, al contrario - Bueno, vamos a comer. Espero que te guste mi elección. - 56 -
Ella y él
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Si, bárbaro Haceme un favor. Andá a la heladera y sacá una botella de champaña, la que más te guste.
José Pedro recordó que, cuando entró a la cocina, había dos enormes heladeras. Abrió una de ellas y era un freezer. Al abrir la otra, vio un montón de botellas de champaña. Como él no conocía nada de bebidas, cerró los ojos y tomó una. Al acordarse de eso se le escapó una risa. -
¿Te gusta este?, le preguntó a Gabriela Ah, se ve que tenés muy buen paladar, un Dom Perignon Si, claro
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Ella trajo dos copas finísimas de cristal de plomo y le dijo, Abrí la botella. Vamos a brindar
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Después de abrirla, José Pedro le preguntó ¿Por qué brindamos? Por nosotros dos, ¿por quien más?, dijo Gabriela riendo.
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Una vez que almorzaron, Gabriela le dijo, Vení, vamos a sentarnos a mirar el mar y me contás de tus amores
Se sentaron en un maravilloso sillón de 4 cuerpos de cuero blanco desde donde se apreciaba la magnífica vista de la bahía de Maldonado y la isla Gorriti -
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Bueno ahora contame lo tus amores que me interesa, dijo Gabriela ¿Y por qué te interesa? Porque no puede ser que un hombre como tú, camine solo por la vida, a no ser que me mientas y seas un picaflor, dijo ella riéndose. No, no soy un picaflor, quizás si lo fuera, me habría ido mejor
Gabriela se había sentado junto a él. José Pedro podía percibir un riquísimo perfume. - 57 -
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Bueno, no es difícil. Hace un tiempo conocí a una chica, amiga de un amigo. Era chica, tendría 17 años. Es muy bonita y muy dulce. Me entusiasmé mucho con ella y, parecía que ella también sentía algo por mí, pero, como ves siempre hay un pero, cuando le dije lo que podía sentir por ella, me contestó que la semana siguiente se iba a vivir a Inglaterra por 3 años. ¿Y esperó a tú le dijeras algo para decírtelo? Si, se disculpó, y se puso a llorar, pero la cosa es que me dejó con las ganas. ¡Pobre José Pedro!, dijo ella con una sonrisa, esa nena no te servía. Seguro que te embalaste porque era linda. Si, creo que sí. En realidad ya la había borrado. Pero, decime, ¿por qué te estoy contando esto? Dale, seguí que, seguro, hay más. Bueno, si, dijo José Pedro Por la cara ya veo que lo que sigue es más en serio, dijo Gabriela riendo. En realidad, si. Me enamoré de una chica muy linda que trabaja en un puesto de la feria de Tristán Narvaja. ¿Y cómo fuiste hasta ahí? Yo colecciono cosas viejas y di con un puesto que vende discos y libros viejos. Ella lo atiende. No sabés, es amorosa. Lo que sucede es que es de condición muy humilde y me mandé la gran metida de pata de hacerle creer que yo también era de una familia muy humilde. Pero te pasaste de bobo, perdoname, si te gustaba tanto, ¿por qué lo hiciste? Hasta hoy me lo pregunto. Bueno, salimos una vez y ella me cuidaba los gastos. Estudiaba magisterio y se recibió. Está y ¿entonces? Cuando le dije que podía estar enamorado de ella, me dijo que se iba a una escuela rural y que lo nuestro no podía ser por eso. Me dio un beso y me dejó parado.
José Pedro recordaba esa charla con Gabriela palabra, a pesar del tiempo trascurrido. Aquella chica, hasta hacía unos días, desconocida, le había servido para poner sus ideas en orden. Fue ahí cuando se dio cuenta que Sonia había sido solo un capricho y que Silvia, la mujer a quien él pensaba que amaba, lo podía ser también porque, la - 58 -
Ella y él
aparición de esa mujer excepcional, Gabriela, le había hecho dudar de todo esos amores anteriores. Gabriela se había puesto con las piernas arrolladas sobre el sillón, junto a José Pedro y lo miraba. Él, en un impulso que hasta el día de hoy no se explica, le acarició la cara y le dijo - Eres una mujer increíble. Escuchando las bobadas de mis amores con otras mujeres. -
Ella le tomó la mano y se la besó. No he hecho nada que el corazón no me indique, ni quiero hacer nada que tú no quieras. Vení, vamos a descansar así de noche podemos salir a dar una vuelta. Te voy a indicar tu dormitorio.
Gabriela lo llevó hasta un dormitorio que daba hacia el mar. Tenía una cama de dos plazas, King size, televisor LCD de 32”, vestidor y baño en suite - Poné tus cosas aquí, acostate y dormí tranquilo - ¿Y tú qué vas a hacer? - Lo mismo, así podemos disfrutar de una noche en Punta. - Gracias, Gabriela - No me agradezcas nada. Después te lo cobro, dijo ella riendo Cuando José Pedro se despertó eran las 8:30 de la noche. Se quedó un rato tratando de escuchar si había algún movimiento. Como no oyó nada, se levantó, se afeitó, se dio un baño y se vistió con un pantalón sport, una remera Lacoste haciendo juego y mocasines sport. Después de vestirse, abrió la puerta y vio que había luz en el living. Fue caminando hasta allí y encontró a Gabriela que vestía una breve bata de seda y que leía una revista. Él, llevado por el impulso de la ternura que le inspiraba esa chica, fue por detrás y le dio un beso en la nuca. Ella se dio vuelta, sorprendida y, sonrojándose le dijo - Buenas noches señor, ¿durmió bien? - Fantásticamente, pero ¿por qué no me despertaste? - Fui hasta tu dormitorio, entré y te vi tan dormido que dio pena despertarte. - Yo ya me vestí, pero veo que tú no - 59 -
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¿Quién dijo que no estoy vestida?, dio ella riendo y retirando algo su bata de los hombros. Para salir, digo, dijo José Pedro riendo ¡Te voy a prohibir reír! ¿Por qué? Porque si seguís riendo te voy a comer y no salimos nada. No seas exagerada. Andá a vestirte y vamos a dar una vuelta. OK
dormitorio
Ella se levantó, le acarició la cabeza a él y se fue hacia un Un rato más tarde salió ella vestida con una solera ajustada con finos breteles, una chalina haciendo juego con el vestido y sandalias de tacos muy altos - ¡Qué elegancia y qué belleza!, dijo José Pedro - Gracias, muy amable de tu parte. Fijate, ahora estoy casi de tu estatura. - Bueno, decime, ¿cuál es el programa que tenés pensado? - Se me ocurrió, pero tú decidís, primero dar una vuelta para ver cómo está la Punta, después ir a cenar a algún lugar tranquilo, ir un ratito al casino y después ir a bailar a algún lugar romántico. - Ah, programa completo. Bueno vamos Salieron rumbo a la avenida Gorlero. Dejaron la Hilux estacionada y se bajaron a caminar Siendo una fantástica noche de calor, decidieron bajar hasta la calle 20. La calle 20 de Punta del Este, también conocida como la “Fashion Road” o la “Rodeo Drive del Este”, se encuentra en el balneario top de Uruguay, rodeada de hermosos paisajes. Mientras caminaban por las calles mirando vidrieras, Gabriela iba tomada del brazo de José Pedro y él notó que ella miraba a toda la gente como luciendo la pareja que llevaba. -
Estuvieron un rato caminando. ¿No estás cansada, Gabriela?, le preguntó José Pedro - 60 -
Ella y él
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No, caminando contigo es un placer.
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Él le tomó la mano y le dio un beso en ella ¿Por qué hiciste eso? Porque eres una maravilla de persona Mirá que también puedo ser muy mala, dijo ella riendo No lo creo No me pruebes
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Después de caminar otro rato, Gabriela dijo ¿Te parece si vamos a comer algo? Bueno, como quieras. ¿Te gustaría carne? Si, lo que a ti te guste
Caminaron hasta la rambla costanera del Punta del Este, frente al puerto de yates, donde se agrupan varios restaurantes muy finos con especialidades internacionales. Después de cenar, volvieron caminando hasta donde habían estacionado la Hilux. Cuando subieron, Gabriela dijo - Ay, José Pedro, ¿te enojás si me descalzo? - No, mujer, ¿cómo me voy a enojar? - Es que caminamos mucho y estas sandalias, son preciosas, pero no para caminar mucho. Me hice la viva para quedar más alta y ahora lo estoy pagando. - Te pregunté si estabas cansada, pero ¿qué es eso de querer ser más alta? - Y si, mirate tú. - No tiene nada que ver. La belleza no tiene que ver con la altura. -
Gabriela lo miró con los ojos muy grandes ¿Soy linda para ti?, acaso Si, eres una chica muy bonita, muy mujer por tu manera de pensar. Bueno, no sigas que me lo voy a creer. ¿Dónde querés ir ahora?, preguntó él Vamos al casino ¿Te gusta jugar? - 61 -
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Me encanta ver las caras de las personas cuando pierden fortunas. ¡Qué mala! ¿Y cómo vas a hacer con los zapatos? ¿No me dejarán entrar descalza?, dijo riendo No creo, pero podés intentarlo, dijo él riendo ¡Ya te dije que no te rías!
Unos minutos después entraron al casino. Estuvieron un rato recorriendo las mesas. Gabriela compró unas fichas para jugar en la maquinitas y las perdió todas. José Pedro la miraba y sonreía Los recuerdos de ese fin de semana habían quedado muy grabados en su memoria. Gabriela es una mujer que difícilmente se pueda olvidar. José Pedro pensaba, ahora, si realmente había existido su amor por Silvia. ¿No estaba, acaso, enamorándose de Gabriela? Luego de estar un rato en el casino, se fueron a un lugar donde podían tomar algo, charlar y bailar. Estuvieron un rato charlando de lo que habían visto en las vidrieras, en la cantidad de gente que ya había en Punta del Este a pesar de no haber comenzado la temporada. En cierto momento, comenzó a sonar música lenta. Gabriela le dijo a José Pedro - ¿Vamos a bailar? - ¿Estás dispuesta a recibir pisotones como cuando te conocí?, le contestó el riendo - Te dije que no te rieras o ¿querés que haga un papelón aquí? Estuvieron bailando un rato, muy juntos, sin que ninguno de los dos dijera nada. Ella puso su mejilla junto a la de José Pedro. En un momento, él dio vuelta su cabeza y le dio un beso en la mejilla. Ella retiró su cara y le respondió con un beso muy suave en la boca. Luego siguieron bailando hasta que, unos minutos más tarde Gabriela le dijo, susurrándole al oído - ¿Nos vamos? Estoy cansada José Pedro, sin decir nada la tomó de la cintura y se dirigieron hacia la puerta. Ella lo miró y puso su cabeza sobre el hombro de él. Caminaron hasta la camioneta, José Pedro le abrió la puerta, ella - 62 -
Ella y él
subió y luego se subió él. Cuando José Pedro puso en marcha el vehículo, Gabriela le preguntó - ¿Qué te pasa que estás tan serio? - Nada, tesoro, es que no quiero hacer nada que pueda herirte. - Pero no has hecho nada malo. - Si, pero te miro, te tengo cerca y hay impulsos que quiero frenar. Ella lo miró y no le contestó. Cuando llegaron al departamento, Gabriela se descalzó y dijo. - Esperame un ratito que me voy a cambiar, José Pedro se sentó en uno de los sillones. Al rato volvió ella con un camisón corto de seda sostenido por dos finos breteles que dejaban sus hombros al aire. Sentándose pegadita a él, le dijo - ¿Qué es eso que me dijiste cuando veníamos para aquí? - Mirá. Gabriela, dijo él, tú eres una mujer maravillosa, muy madura. Me has aguantado todos mis lloriqueos y no quiero hacer nada que te ilusione. No quiero que por una bobada mía se estropee esta amistad. - Ya lo sé y tú serías incapaz de cometer una bobada. Te conozco. - Pero hay algo que me intriga, dijo José Pedro, yo te he contado mis historietas y no sé nada de ti. - Mirá lo mío es penoso. Hace tres años me casé con un hombre mucho mayor que yo, a pesar de que mis padres no querían. Al principio todo fue de maravilla. Viajamos y me tenía como una reina pero, después, comenzó a llegar a casa totalmente borracho y me pegaba. Yo quería justificar su actitud porque le iba mal en sus negocios, hasta que un día me pegó tanto que fui a parar al hospital. Obviamente me divorcié y hasta el día que te conocí, no había salido de casa a ninguna reunión. No quería saber de nada con ningún hombre y, no sé por qué, tú me devolviste la confianza y mirá, ahora estoy aquí sola contigo. José Pedro, que quedó muy impresionado con su relato, notó que caían lágrimas por sus mejillas. Él tomó su pañuelo y se las secó. Ella le tomó la mano, levantó la cabeza y lo besó apasionadamente.
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Él no pudo resistir más la atracción física que le ejercía aquella mujer y se entregó, con pasión a besarla. Ella lo tomó de la mano y lo llevó al dormitorio que ella estaba ocupando y lo siguió besando. Lentamente lo fue desvistiendo, ella dejó caer su camisón dejando que se viera unos pechos maravillosos que él besó apasionadamente, terminando, después, entregándose uno al otro con todo el deseo. Luego de toda la pasión se quedaron los dos abrazados. Ninguno dijo palabra y, cuando ya amanecía, se quedaron dormidos José Pedro recordaba esa noche como una experiencia única. Le era difícil pensar como había tenido relaciones con Gabriela sin creer estar verdaderamente enamorado de ella. Cuando José Pedro se despertó, miró El reloj y vio que eran las 11:30 de la mañana. Se acordó que había prometido llamar a su madre. Buscó su celular que estaba en el pantalón y la llamó - ¿Mamá? - Hijo desagradecido, ¿por donde andás? Seguro que con alguna loca, dijo riendo - No, estoy en Punta del Este con unos amigos - Bueno, cuidate. ¿Puedo llamarte o te pesco in-fraganti?, dijo Inés mientras se reía. - Está, mamá. Cualquier cosa me llamás. Vuelvo mañana. Cuando cortó la comunicación miró hacia la puerta del dormitorio. Allí estaba parada Gabriela con otro pijama corto. - ¿Qué eso de que estoy con unos amigos? ¿Con quién hablabas? - Era con mi madre. Lo que pasa es que si le digo que estoy con una mujer, ya me ve casado y quiere conocer a su nuera. Además sueña con tener nietos. -
Ella saltó a su lado, lo abrazó y le dio un beso. Ni me acordaba de cómo es estar con un hombre. Gracias José Pedro, me hiciste sentir como una mujer de veras. Gabriela, tú eres maravillosa y mereces mucho más que esto. Silencio, lo cortó ella, ¿sabés?, ahora quiero disfrutar estar contigo. Vestite, ponete un short de baño y vamos a la piscina. - 64 -
Ella y él
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OK
Estuvieron un rato en la piscina jugando. Cuando volvieron al departamento, Gabriela dijo - Mientras te cambiás, pido algo de comer, ¿te parece o querés ir a almorzar afuera? - No, está bien, pedí algo liviano - ¿Te alcanza conmigo?, dijo ella riendo - Me prohibiste reír, así que no te contesto José Pedro se cambió y se puso un short, una remera y se quedó descalzo. Ella apareció con un short muy pequeño y un top que hacía juego con el short. Gabriela pidió dos porciones de ensalada Chef. La comieron acompañada de un vino blanco bien frío. Cuando ya habían comido y ordenado entre los dos las cosas en la cocina, se sentaron junto en el living a mirar el mar. De pronto, Gabriela preguntó - José Pedro, puedo decirte algo sin que te enojes. - Si, por favor, sabés que no me enojo tan fácilmente. - Te quiero - Ay, chiquita, te dije que no quería apurar nuestros sentimientos. Yo te estimo… Ella lo cortó diciendo - Ya se que la que está fuera de lugar soy yo, pero no podía aguantar. No me respondas nada. No quiero que nuestra amistad se rompa. José Pedro la tomó de la mano y así se quedaron un rato. Luego Gabriela dijo - Me voy a acostar un rato, ¿tú? - Si, puede ser Ella le dio un beso y se fue. Extrañado de cómo estaban grabados cada momento de ese fin de semana, José Pedro seguía mirando el campo y veía los relámpagos sobre el horizonte. - 65 -
Recordó que se quedó sentado en el living. No quiso acostarse y se quedó mirando el mar, queriendo ordenar sus pensamientos. Cuando ya había anochecido, apareció Gabriela vestida con una bata corta de seda, pantuflas y el pelo envuelto en una toalla. -
¿Qué hiciste todo este tiempo?, le preguntó a José Pedro Nada, solo mirar el mar y cómo se ponía el sol. Si hubiera sabido que te quedabas aquí, no te habría dejado solo. No, en serio Gabriela, me vino muy bien pensar en todo. ¿Hubo algún pedacito para mi?, ya sé, no me contestes, soy una cargosa No, está bien, si lo hubo. ¿Cómo no habrías de estar tú que me has ayudado a ordenar mis pensamientos? Me quedo más tranquila, dijo ella riendo ¿Vamos a salir? No tengo muchas ganas, pero si tú querés, salimos No, me gusta estar aquí y en buena compañía, dijo José Pedro sonriendo Gracias, dijo ella sentándose pegadita a él.
José Pedro le pasó el brazo por encima de los hombros y así se quedaron un rato. - José Pedro, dijo ella, tengo hambre, ¿qué podemos comer? - ¿No tenés nada aquí para cocina? - Si, ¿te animás a comer algo que yo haga? - Eres una gran amiga, no me vas a envenenar, ¿no? - No, esperá que miro que hay. Ella se fue a la cocina y José Pedro fue detrás de ella. Cuando ella se pudo en puntas de pie para mirar lo que había en la alacena, él la tomó de la cintura y la levantó. Cuando la bajó, se le cayó la toalla que tenía en la cabeza, se dio vuelta y lo besó. - Si seguís así, no vamos a poder comer, dijo Gabriela - Perdoname era tentador - ¿Ves?, ¿Cómo querés que no te diga que te quiero? - Bueno, ¿encontraste algo?, dijo él desviando la conversación. - Si, y si sigo bien las instrucciones del paquete, me va a quedar muy rico. - 66 -
Ella y él
Después de cenar se sentaron a mirar televisión. Él se acomodó en un sillón y Gabriela se sentó a su lado apoyando la cabeza en su hombro. Un rato más tarde ella se quedó dormida y su cabeza se fue deslizando hasta quedar en la falda de José Pedro. Él al mirarla y se preguntó, ¿no será que estoy enamorado de ella? Como tenía miedo que se enfriara, la alzó en sus brazos y la llevó a la cama. En ese momento, ella se despertó, le dio un beso a José Pedro y le dijo - Ah, te tengo que hacer un pedido, dijo ella - Decime - ¿Me dejás dormir a tu lado? Me porto bien. No hago nada. Lo que pasa es que me da miedo dormir sola en este departamento tan grande. - ¿Y quien te dice que, teniéndote a mi lado, yo me voy a portar bien?, dijo él riéndose. - Bueno, ese va a ser tu problema. Ahora vamos a dormir Después de acostarse, ella se durmió enseguida, pero José Pedro se quedó pensando. ¿Puede la vida de una persona cambiar tanto en unos días? ¿Qué poder tiene esta chiquita que me ha enamorado sin yo darme cuenta? Gabriela se despertó ¿Te pasa algo?, le preguntó No, nada, seguí durmiendo No me engañes. ¿Qué te preocupa? Nada, nada. Ya me voy a dormir. Me parece que te hacen falta mimos Gabriela, dijiste que te ibas a portar bien ¿Cuándo dije eso?, dijo ella sonriendo, estoy despierta, ¿querés conversar? - No, linda, mejor tratamos de dormir. Ella se abrazó a él y le dijo - Yo te cuido. Dormí tranquilo. -
Despertaron temprano. José Pedro extrañaba el mate. Ella preparó el desayuno y lo tomaron en la cama. - 67 -
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¿Qué te gustaría hacer?, preguntó Gabriela No se. ¿Vamos a caminar? Ah, ¡qué lindo!
Un rato más tarde estaban caminado por las calles del precioso barrio jardín que constituye Cantegril Siempre fue el lugar más tranquilo de Punta del Este. El barrio Cantegril con sus imponentes y costosas mansiones, sus enormes jardines, sus piscinas gigantes y sus calles casi siempre sin tránsito. Luego de una larga caminata que hicieron tomados de la mano y casi sin conversar, Gabriela dijo. - ¿Te animás a ir a la playa? Está tan lindo - Si, vamos Llegaron al departamento, se cambiaron y cruzaron a la playa. Allí estuvieron rato divirtiéndose en el agua y, luego, tomando sol. -
A las 12:30, volvieron al apartamento. ¿Qué querés comer?, dijo Gabriela No te enojes, pero, en realidad no tengo hambre. Con el desayuno que preparaste quedé lleno Es cierto. ¿Te parece si volvemos a Montevideo? Te digo así no tomamos el tráfico más pesado Si, bárbaro. Lo que tú digas
Cuando emprendieron el viaje de retorno, ella iba con su cabeza apoyada en el hombro de José Pedro. Al llegar al edificio donde ella vivía, antes de bajarse, dijo - José Pedro, nunca voy a olvidar este fin de semana. Fue maravilloso - Yo tampoco, dijo él - ¿En serio? - Si, es muy lindo estar a tu lado Ella le dio un beso y se bajó. De los vagos recuerdos que José Pedro tenía, le había quedado el que, cuando llegó a su casa, sus padres estaban en el jardín. - 68 -
Ella y él
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Su madre le dijo ¿Qué pasó? ¿Te soltaron temprano? No mamá, no quería llegar tarde sabiendo que mañana tengo que acompañar a papá. ¿Cómo andás viejo? Bien. Mañana me acompañás, ¿no? Si, lógico Vamos en tu camioneta porque la mía la dejé allá y me vine en avión No hay problema. ¿A qué hora querés salir? A las 5 de la mañana. Tomamos unos mates y vamos. Después desayunamos allá.
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Ella y él
CAPITULO V
El lunes, a las 5:30 de la mañana se encontraban en viaje hacia la cabaña de cría de Aberdeen. Cuando llegaron, una hora y media más tarde, salió el capataz a recibirlos. - Buen día, Don Manuel, José Pedro. Don Manuel, anoche lo iba a llamar pero como era tarde y sabía que usted venía, no quise molestarlo. - ¿Qué pasó Fernández? - Anoche me llamó el veterinario y me dijo que no iba a poder venir más. - Pero, ¡la puta!, ¿qué le pasó a este? - A mi me parece que le han ofrecido otro negocio. - Bueno, vamos a ver como lo solucionamos. ¿Se te ocurre algo, José Pedro? - Si, creo que tengo la solución, pero tendrías que estar mañana de tarde en Montevideo para entrevistar a la persona, es una mujer. - Si sirve, no hay problema Estuvieron trabajando, viendo el ganado y José Pedro viendo las parcelas en las que se podía sembrar praderas artificiales. -
A las 11, José Pedro tomó su celular y llamó a Gabriela. Hola, amor, ¡qué sorpresa más linda!, dijo ella. Necesito pedirte algo ¿Casamiento?, ya estoy lista, dijo ella riendo No, te juro es en serio. ¿Tus padres volvieron? No, hasta la semana que viene o la otra no vuelven. Pero. ¿qué es este interrogatorio? Buen, pensá, dijo José Pedro, ¿me invitás a cenar esta noche en tu casa? ¿Cómo?, si, pero no entiendo nada Bueno, prepará algo para comer que a las 21 estoy ahí. Yo llevo vino y un helado José Pedro, es muy temprano para que estés tomado, dijo ella riendo. No, es en serio, es algo muy importante - 71 -
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Bueno, te espero Un beso Beso José Pedro volvió donde estaba su padre. Viejo, creo que ya está pero me tenés que hacer un favor. A ver, ¿de que se trata? Esta noche me voy a ver con quien te dije y me vuelvo para la cabaña. Tú no le digas a mamá. Mañana te vas para estar en casa a las 5 de la tarde y yo te llevo a la veterinaria. Bueno, pero cuidate Gracias viejo
José Pedro recordó que se sentía como un niño haciendo una travesura y se rió. Pasó por un supermercado, compró el helado y el vino y se fue al departamento de Gabriela. Al llegar tocó timbre y oyó la voz de ella por el intercomunicador, - Pasá Cuando llegó al piso, Gabriela lo esperaba en la puerta del departamento. - ¿Me podés explicar qué es esta locura que te vino?, dijo ella que estaba vestida con una solera estampada, con breteles y sandalias de taco alto - ¿Me vas a recibir rezongando?, le contestó él - No, dijo Gabriela y se le colgó del cuello y le dio un beso apasionado. José Pedro quedó tan sorprendido que casi tira las cosas que traía. - Pasá, sentate y, antes de comer me vas a explicar todo José Pedro le dio el vino y el helado y se sentó en un sillón del living. Miró que estaba amueblado con lujo y con muy buen gusto. Tenía una magnífica vista hacia el mar. manos y le dijo
Ella volvió y se sentó junto a él. Le tomó la cara entre las - 72 -
Ella y él
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No se por qué, pero tenés cara de pícaro. Dame un beso, dijo él riéndose Con esa risa que tenés prohibida, te voy a comer a besos, dijo ella abrazándolo y besándolo. Bueno, ahora vamos a hablar en serio, dijo José Pedro No me gusta tu cara. Gabriela, ¿Cómo te sentís para ser la veterinaria de una cabaña? Ay, esperá que me recupere. ¿Qué estás diciendo? Papá necesita urgente un veterinario para la cabaña. Si, pero me gustaría hablar con tu padre. Bueno mañana, a las 5 de la tarde vamos a casa y hablás con él. José Pedro, ¿cómo no querés que te quiera?, eres el hombre más divino que existe. ¿Qué hiciste rico de cenar?, preguntó José Pedro. Vení, sentate a la mesa.
José Pedro se sentó en un comedor para 6 personas cuya mesa estaba tendida con cubiertos de plata. Gabriela trajo la entrada, una copa de jamón con palmitos y salsa golf. Luego trajo un plato de merluza a la crema y como postre, el helado que trajo José Pedro. - Gabriela, eres una experta cocinera, dijo él - ¿Qué creías? ¿Qué no sabía cocinar? - No, no digo eso, pero me asombraste. - Bueno, ahora andá a sentarte en el living mientras preparo un café - ¿No querés que te ayude? - No, pongo todo en el lavavajillas y listo. Mientras levantaban la mesa, en un momento, se chocaron en la puerta de la cocina. Ella traía unos cubiertos en la mano. Se quedaron frente a frente y se miraron a los ojos. Ninguno de los dos dijo ni una palabra. Ella soltó lo que tenía en la mano y él la abrazó. Se fundieron en un beso apasionado. - Gabriela, dame tiempo. No mucho - Si, mi amor, yo siempre estaré esperando por ti. Se despidieron, acordando que, al día siguiente a las 5 la venía a buscar para ir a conversar son Manuel. - 73 -
José Pedro recordaba que en aquel momento pensó “soy un cobarde, ¿Por qué no me animo a decirle que la amo, que me enloquece?” Se volvió a la cabaña cuando ya era medianoche. A las 5 de la tarde del martes, José Pedro estuvo en la casa de Gabriela. Tocó timbre y escuchó - Ya bajo. Unos minutos más tarde apareció ella vestida de jeans y remera, con unas botitas chatas. Le dio un beso a José Pedro y le dijo - Ay, estoy tan nerviosa. Nunca me había surgido una posibilidad así - Bueno, para que están los amigos, dijo él sonriendo. - ¡José Pedro!, ¡Estás sonriendo! ¡Cómo me gusta verte feliz! - Si, ¿viste?, verte a ti me pone así. - Bueno, vamos, así enfrento al patrón - Mi padre no es un ogro, en mucho más bueno que yo. - ¿Y qué digo? ¿De donde nos conocemos? - Compañeros comunes de facultad, pero no te hagas problemas, al viejo le interesa que seas eficiente. Al llegar a la casa de José Pedro, Gabriela estaba temblando y, entonces, él le dio un beso en la boca. Ella se lo quedó mirando - Fue un calmante, dijo él riendo - ¡No te rías! José Pedro recordaba que su padre quedó encantado con ella. Como profesional era una maravilla y con un carácter firme y amable. Llegaron a un acuerdo para que Gabriela viajara tres veces por semana a la cabaña y que estuviera dispuesta por si surgía algún inconveniente. -
Cuando terminaron la entrevista, Manuel le dijo Bueno, como vas a ser miembro del equipo, dejame que te presente a mi señora. Si, señor - 74 -
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Ay, no nada de señor, Manuel para ti Gracias
La llevó al jardín donde Inés y José Pedro se encontraban al borde de la piscina tomando mate. - Mamá, dijo Manuel, te presento a la doctora Gabriela Lazar, la nueva veterinaria de la cabaña. -
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Inés se paró y le dio un beso. Bienvenida a la empresa. Vas a ver que te vas a sentir como en tu casa Gracias señora, dijo Gabriela que todavía no cabía en su asombro Nada de señora, soy Inés para ti. Decime, este veterano te ofreció un buen sueldo, porque es medio amarrete, dijo Inés riendo. Mucho más de lo que yo pensaba. Además ya le dije que tiene una camioneta para su uso, dijo Manuel Esperá, esperá, capaz que gana más que yo, dijo José Pedro riéndose. Callate tú que gastás más de lo que podrías ganar, dijo Manuel siguiendo la broma. Bueno, Gabriela, hasta que el viejo te de la camioneta, te llevo yo. ¿Vamos?
Gabriela se despidió de todos y salieron. Cuando se subieron a la camioneta de José Pedro, Gabriela le dijo muy seria. - Llegá hasta la rambla y pará - ¿Por? - Porque te lo pido, por favor Extrañado, José Pedro hizo lo que ella le dijo. Cuando detuvo la camioneta, ella lo abrazó y le dio un beso tan apasionado que él no sabía qué hacer y terminó abrazándola fuertemente. - ¿Qué fue eso, Gabriela? - Nunca esperé encontrar un hombre como tú. No te lo puedo decir, pero lo mismo lo digo: te amo, José Pedro. - ¿Qué hago contigo, chiquita? No sé. - No tenés que hacer nada. Solo recordarme como ahora. - 75 -
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Cuando José Pedro volvió a su casa, la madre lo llamó Vení acá sinvergüenza. ¿De donde sacaste esa maravillosa mujer? Es amiga de unos amigos José Pedro, no me podés mentir a mí. Era la chica que estaba contigo en Punta del Este. Nunca te puedo mentir. ¿cómo te diste cuenta? Por cómo te miraba ella. Pero no pasa nada con ella, es una gran amiga ¡Qué lástima!, ya te veía casado Mamá, no infles, dijo José Pedro yéndose.
José Pedro recordaba que, a partir de ese entonces, se había puesto a trabajar con su padre en la cabaña. Había logrado ampliar la siembra de praderas artificiales con nuevas técnicas. Cada vez que se encontraba con Gabriela en la cabaña, era una fiesta para ella. José Pedro se sentía cautivado por ella a tal punto que se iban borrando sus recuerdos de Silvia. Ella con su espontaneidad le borraba todo recuerdo - José Pedro, no sabés cómo te extraño. Ya se que no tengo que decírtelo, pero es así. - Gabriela, le contestaba José Pedro, ya sabés que cada vez estoy más cerca tuyo - Si, ya se, pero no te puedo sacar de mi cabeza. Te amo A su vez Manuel le había contado que Gabriela era excepcional - No sabés, le había dicho, cómo disfruta cuando puede hacer nacer un ternero en un parto complicado. Se pone feliz como una chiquilina. Una vez, volviendo de la cabaña, cuando ya estaba en la ruta, que vio, por el espejo retrovisor que un auto le hacía seña con las luces. Miró más detenidamente y se dio cuenta que era la BMWX3 de la madre de Sonia. Se detuvo y ella se detuvo atrás.
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Se bajaron ambos y ella lo abrazó efusivamente. José Pedro quedó sorprendido, pero le respondió el saludo - José Pedro, ¿cómo estás?, hace tanto tiempo. - Si, la verdad, expresó José Pedro, no sabiendo que decir frente a la efusividad de ella. - ¡Qué macana se mandó la nena contigo! Lo que pasa es que las chiquilinas de hoy en día no saben apreciar a un hombre de verdad - Bueno, dijo él, ya pasó - Decime, ¿qué tenés que hacer esta noche? - Nada en especial - Bueno, te espero a cenar en casa. A las 21, ¿está bien? - Si, no hay problema Los dos se subieron en sus respectivos autos y reiniciaron la marcha. José Pedro se quedó pensando “¿Qué se trae entre manos esta mujer? Hace tiempo que no la veo y me invita a cenar. ¡Qué raro!” A las 9 de la noche, José Pedro tocó timbre en la casa de la madre de Sonia. Ella salió a atenderlo. Tenía puesto un vestido de jersey muy ajustado, con un gran escote y la falda por encima de las rodillas. Calzaba unas sandalias de taco alto y el pelo lo tenía recogido. Realmente era una belleza con su piel dorada por el sol que hacía resaltar sus ojos claros. - ¿Qué vas tomar, José Pedro?, preguntó ella - Lo que tomes tú - Bueno, tomamos un vino muy rico Ella trajo dos copas y una botella de vino importado. Las sirvió y dijo - Vamos a brindar por el encuentro -
José Pedro levanto la copa y brindó con ella Te miro y entiendo la locura que tenía Sonia contigo. ¿Por?, preguntó él queriendo aparecer inocente Porque eres un hombre apetecible y más para una mujer como yo que hace más de un año que no tiene nada.
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Al decir esto ella se acercó más a él, quedando pegada. Comenzó a acariciarle la cabeza y en un movimiento se le abrió el escote dejando ver unos pechos muy jóvenes. José Pedro casi se ríe en ese momento cuando pensó: “¡qué bien trabaja mamá!” Ella lo siguió acariciando pero ya no solo la cabeza y él comenzó a excitarse. De pronto ella se paró y se quitó el vestido quedando completamente desnuda. Lo hizo para a él, lo desnudó y, sobre el mismo sillón lo hizo tener sexo, de una manera casi violenta. Cuando hubo terminado, ella tomó su vestido y se fue hacia el interior de la casa. José Pedro se vistió tan rápido como pudo y salió casi corriendo. Recordando ese episodio con la madre de Sonia, le vino a la mente su “primera vez”, a los 14 años. Fue en el vestuario del Colegio. Habían tenido gimnasia y él siempre demoraba más que los demás compañeros, porque le gustaba bañarse tranquilo. Una tarde, cuando en el vestuario ya no había nadie, el salía despacio caminando y oyó una voz femenina que venía del vestuario de las mujeres - José Pedro, ¿Eres tú? - Si, contestó él - ¿No me hacés un favor? Entrá y desenredame el pelo del collar que hace rato que estoy tratando y no puedo. Entrá que no hay nadie José Pedro entró con miedo. Si lo encontraban allí lo expulsarían del colegio además de la paliza de su padre. Cuando dio vuelta alrededor de una fila de armarios, vio a una de las profesoras de gimnasia, sentada a horcajadas en un banco de espalda a él. Era una chica de uno 21 años, rubia llenita, muy llamativa. José Pedro se dio cuenta que ella estaba desnuda, por lo que se acercó muy despacio. Cuando fue a ver el collar, ella se dio vuelta, lo tiró al piso, lo desnudó y tuvo sexo durante un largo rato. Ella gemía con voz tan alta que José Pedro tenía miedo que la oyeran. Cuando terminó, le dijo
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Vestite y andate enseguida. De esto nada a nadie o te hago expulsar.
Revolviendo en el pasado José Pedro recordó que fue en ese entonces, cuando estaba trabajando con su padre en la cabaña, que Manuel le dijo - José Pedro, necesitaríamos tener un campo de pastoreo. ¿Te harías cargo de él? - Lógico, viejo, qué más quiero que tener un campo. ¿Y por donde tendría que ser? - Mirá, investigá. Me dijeron que se venden unos campos cerca de Minas de Corrales. Son buenos campos para pastoreo. José Pedro recordó que lo primero que hizo fue llamar a Gabriela -
Gabriela, el viejo me ofreció comprar campo para mi Lamento no tenerte aquí en casa, si no ¡te mato a besos! Es lo que tú te merecés porque eres un hombre bueno.
El campo que decía Manuel se encontraba en las Sierras de Arecua a 40Km de Minas de Corrales, en el departamento de Rivera. Minas de Corrales es una villa, ubicada en el departamento de Rivera. -
Luego de haber localizado los campos, se lo dijo al padre Viejo, encontré los campos en Rivera. ¿Te parece? ¿Quién los vende? Azar y hermanos Es buena gente. Podemos ir a verlos. Aprontate que vamos en helicóptero.
Al día siguiente fueron a ver los campos. Los recorrieron y vieron que servían para sus propósitos Tenía algunas mejoras, pero la casa estaba totalmente destruida. No existían galpones o los que había, no servían. Entonces, José Pedro le dio a su padre - Si me das una mano, podemos hacer de esto, un establecimiento modelo. - Si, José Pedro, contá con todo lo que quieras. Este va a ser tuyo, así que dale para adelante - 79 -
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Gracias papá, le dijo dándole un abrazo y un beso
Manuel quedó algo sorprendido por la efusividad de su hijo. Pero sabía que él lo había preparado para esto - Vas a ser tú el que se lo diga a tu madre, dijo Manuel, porque va a poner el grito en el cielo al saber que te venís tan lejos - Mamá va a entender. Además, le voy a construir una casa que, para ella, va a ser un descanso venir acá José Pedro recordaba que, después de comprar el campo, comenzó por la construcción de la casa. Él se había propuesto tener una casa con todas las comodidades. Cuatro dormitorios en suite, los baños totalmente equipados, un living muy espacioso, un comedor de grandes dimensiones, un escritorio. También hizo construir las casas para el personal, con todas las comodidades. Renovó todos los galpones. Luego encaró la tarea de tomar personal de confianza. Hizo traer la electricidad hasta la estancia. pequeños.
Se construyó una pista de aterrizaje para aviones Toda esa época de la construcción de la estancia fue de gran sacrificio. Parte de ese tiempo estuvo viviendo en carpa, con lo más elemental. Después se consiguió un trailer que hacía, a su vez, de escritorio para los arquitectos y para donde dormir. Hubo gran cantidad de dificultades, pero el espíritu y las ganas de José Pedro, supieron superarlas. Más de una vez, su madre le dijo - José Pedro, no es necesario que te sacrifiques tanto. Solo con tener el campo para pastoreo, es suficiente -
Él le había contestado Mamá, quiero que sea un establecimiento modelo. Además quiero que tenga todas las comodidades necesarias para que tú y papá puedan venir a descansar.
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Su gran apoyo fue siempre Gabriela que, cada vez que conversaban y cuando él sentía que las cosas no se daban como él quería, le decía - José Pedro, es con lo que soñaste toda la vida. A pesar que pierdo yo porque te tengo muy lejos, tenés que seguir adelante. Acordate que te quiero mucho porque eres un hombre que siempre lleva adelante sus proyectos. En el campo había una escuela rural. El edificio estaba prácticamente en ruinas y, por algo que aún hoy no se explica comenzó con el mejoramiento de la escuela. Reacondicionó el edificio de la misma, hizo instalar electricidad, hizo colocar paneles solares, todo conseguido con trámites burocráticos que, muchas veces, le costaron un disgusto a José Pedro. Pero contó con la colaboración de amigos que trabajan en la Administración de Educación. La tormenta que José Pedro había divisado sobre el horizonte, ya se encontraba sobre él. Se subió a su Land Cruiser Prado y entró en sus campos para llegar al casco de la estancia. Ni bien llegó se largó a llover copiosamente. - Patroncito, ¿qué va a comer?, preguntó Estebania la cocinera y casera de la estancia - Prepará un mate y traeme galletas -
Fue entonces que vio a Efraín No fuiste a llevar a la maestra a Minas de Corrales No, fui hasta la escuela y me dijo que no se sentía bien y que prefería quedarse. ¿Y qué tiene? Me parece que estaba con fiebre. No podemos dejarla sola y menos con esta tormenta. Lucía ponete un capote y unas botas que vamos a buscar a la maestra.
Lucía era una chica que se había criado en el campo. Morocha de pelo muy negro y ojos grandes, con 18 años de edad. Acostumbrada a las tareas del campo, se había afincado, luego de terminar la escuela, en unas casas cerca de Minar de Corrales. U - 81 -
Un día Estebania le dijo de su existencia a José Pedro y de que podía ser de gran ayuda para ella. Se subieron a Land Cruiser Prado y fueron hasta la escuela. Seguía lloviendo con gran intensidad. - Lucía, vamos a bajar y tú la llamás - ¡Señorita! ¡Eliana!, gritó Lucía, soy Lucía de la estancia Un rato después salió Eliana, la maestra envuelta en una frazada. Estaba muy pálida. - Señorita, dijo José Pedro, no puede quedarse aquí sola si está enferma, además con esta tormenta. En el momento que ella le iba a contestar, se desmayó. José Pedro alcanzó a sujetarla. La alzó entre los brazos y la llevó a la camioneta. - Lucía, mirá si podes tomar alguna ropa y cerrá con llave -
Unos minutos después, salió Lucía con una valija. Te mojaste mucho, le dijo José Pedro, cuando lleguemos andá enseguida a cambiarte. Usted también está empapado, Patroncito
Cuando llegaron a la casa de la estancia, estaban Efraín y Estebania en la puerta. José Pedro estacionó la camioneta bien cerca y alzó a la maestra, que ya estaba conciente, pero no decía nada. - ¿A qué cuarto la llevo Estebania?, preguntó José Pedro - Al primero, patroncito, ya lo preparé. - Decile a Lucía que se vaya a cambiar, está empapada y tú ayudale a la señorita. - Si, quédese tranquilo - Yo voy a ver si me puedo comunicar con mamá José Pedro se fue hasta el radio trasmisor. No tenía mucha seguridad de poderse comunicar por la tormenta, pero lo mismo, lo intentó. - Inés, José Pedro te llama, cambio Solo escuchó estática por unos momentos y luego - Aquí estoy, ¿te pasó algo?, cambio - 82 -
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No, mamá, la maestra de la escuela está con fiebre muy alta. Decime qué hacer, cambio Prestá atención, ¿me escuchás?, cambio Fuerte y claro, cambio Quítale la ropa y ponela en un ambiente fresco, ponele paños húmedos con agua fría, dale un antifebril que tenés en el botiquín, ¿copiaste?, cambio. Si, ya estamos haciendo eso, ¿algo más?, cambio Tratá de que tome mucho líquido frío, cambio OK, gracias mamá, cambio Llamame si sigue, cambio OK, cambio y fuera
José Pedro fue hasta la habitación donde estaba Eliana. Estebania y Lucía le habían cambiado la ropa y le había puesto un camisón corto muy liviano. Había encendido el aire acondicionado y le estaban poniendo paños fríos. José Pedro fue hasta el botiquín y trajo un antipirético. Luego se quedó junto a ella y le dijo a Estebania. - Yo la voy a estar cuidando hasta que le baje la fiebre. Si, en una o dos horas no le baja, la llevamos a Minas de Corrales. Tú andá a acostarte que, después yo te llamo. - Pero usted tiene que ir mañana temprano para el norte. - Si, no te preocupes, cuando esté mejor te llamo y te quedás tú con ella Eran ya las dos de la mañana, cuando José Pedro notó que la fiebre había bajado. Apagó el aire acondicionado y arropó bien a Eliana. Se quedó un rato más mirándola “¿Por qué me tienen que pasar estas cosas con chicas lindas? Pobrecita, parecía tan indefensa.” -
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Luego, despertó a Estebania y le dijo. No creo que sea necesario que estés con ella. La fiebre bajó y, con el remedio que tomó, va a dormir hasta tarde. Cuando se despierte dale algo liviano de comer y líquido. Yo me voy a acostar un rato. Si me necesitás, despertame. Si, vaya tranquilo, patroncito, ya hizo mucho por esa muchacha.
Eran las 11:30 de la mañana. La tormenta ya había pasado. Eliana se despertó algo sobresaltada tratando de ubicarse donde - 83 -
estaba. Estaba en un dormitorio con cama de dos plazas, lujosamente amueblado, con un baño tan lujoso como nunca ella había visto. La habitación tenía, además de televisor LCD con señal satelital. Se estiró en la cama. Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien. La habitación estaba en una suave semipenumbra por lo que encendió la luz y pulsó un botón. Unos minuto más tarde golpearon la puerta del dormitorio. - Adelante, dijo Eliana -
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Apareció una chica y le preguntó ¿Qué necesita, señorita?, yo soy Lucía Algo avergonzada, Eliana le contestó Quería saber algo de lo que me pasó Estebania me mandó para que le avisara que su ropa está en el vestidor. Me dijo, además, que si usted quiere, puede ir al living así ella le muestra la casa y le explica que fue lo que pasó. Muchas gracias, Lucía. Ya me visto.
Eliana fue al vestidor que estaba junto al dormitorio y encontró su ropa. Fue al baño, se dio una ducha y, luego, se vistió. Se hizo un moño con su cabello. Cuando hubo terminado, salió de la habitación. Se encontró con un corredor totalmente alfombrado, igual que la habitación. Oyó voces en un extremo del corredor y se dirigió hacia allí. Mientras caminaba lentamente, vio los demás dormitorios, todos de igual lujo que el que ella había ocupado. Cuando llegó al extremos del corredor, se encontró son un enorme living, lujosamente amueblado con sillones de cuero. Al lado del living se encuentra el comedor con una larga mesa de estilo con doce sillas y un aparador. Todo con grandes ventanales hacia un porche en el exterior. Enseguida que ella llegó al living, apareció Lucía con una bandeja en la que traía el una jarra de jugo y un bol con bizcochitos recién hechos. - Esto le manda Estebania, dijo Lucía, ella ya viene - Gracias
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Un momento más tarde apareció Estebania. Era una mujer que aparentaba más años de los que tenía. Bajita, gruesa y siempre muy activa. Siempre usaba su cabello entrecano con un moño. - Siéntese, señorita, y coma que debe estar muerta de hambre. El patroncito me dijo que tomara mucho líquido, por eso le traje el jugo de naranja Eliana se sentó y tomó uno de aquellos deliciosos biscochos. Recién allí se dio cuenta que tenía mucha hambre. - Estebania, ¿qué me pasó? No me acuerdo de nada, preguntó Eliana. - Mire, el patroncito la fue a buscar a la escuela y la encontró con mucha fiebre. La trajo para aquí. Después llamó por radio a la madre, que es doctora y le preguntó qué hacer. Él le dio un medicamento y le estuvo poniendo paños helados como hasta las tres de la mañana - ¿Él me cuidó? - Si, como si fuera su hermana. Cuando se le fue la fiebre, me llamó para que yo estuviera atenta - Y ahora, ¿él está? - No. El patroncito salió muy temprano con Efráin y otros peones hacia el puesto del norte. Parece que le han querido robar ganado y fue a controlar. - Algo que me llama la atención. ¿Por qué le dice patroncito?, le preguntó la maestra - Porque es un muchacho muy joven. Debe ser de su edad, más o menos Pero no se imagina, señorita que hombre es, sin despreciar a nadie. Siempre atento, nunca está de mal humor y se preocupa de todos nosotros como si fuéramos de la familia. Además, el trabajo en el campo lo hace a la par de los peones. Para él, no hay diferencia. - ¿Y de dónde es? - Es de Montevideo. Su padre tiene campos en el sur, en el departamento de Florida. Dicen que es un hombre muy rico. Como ya le dije, su mamá es doctora. Nosotros los conocemos a los dos. Vienen seguido porque el patroncito es hijo único y nunca sale de aquí. Solo va hasta Minas de Corrales cuando hay asunto de plata. También ellos son una maravilla de persona. Si Dios quiere, ya va a tener oportunidad de conocerlos. - 85 -
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¿Y usted sabe por qué él se vino a vivir aquí? Porque siendo gente de tanto dinero, no lo entiendo. Buscando un campo para recría de ganado fino, él encontró este que estaba en venta y se decidió a hacer todo lo que ve. Como es muy joven, creo que lo que quiso es salir adelante con su propio esfuerzo Es admirable, porque siendo gente de mucho dinero, podía haberse quedado en el sur a disfrutar, dijo Eliana. Voy a ver en qué está la comida, dijo Estebania. Si quiere puede recorrer la casa o el jardín y, si no, mirar la televisión. El patroncito se pasa horas mirándola. Vaya, Estebania, yo me arreglo sola.
La maestra salió al jardín. Como la casa estaba en la parte alta de una colina, desde allí se veía, a lo lejos, la escuela. Eliana se sonrió y se dijo: “no es por ser vanidosa, pero no debe haber una escuela como la mía en todo el país. Y todo gracias a un hombre que no conozco.” Más tarde entró y se pudo a recorrer la casa. Llegó a una habitación que se veía era el escritorio. Estuvo mirando los muebles y admirando el lujo y el gusto con que estaba puesto. Lo que le llamó la atención es que vio solo fotos de lo que le pareció eran los padres del “patroncito”, pero ninguna de él. Unos minutos después, Estebania la encontró - Señorita, ¿le sirvo el almuerzo en el comedor? - No, Estebania, por favor. Yo sola en ese lujo. No estoy acostumbrada. - Bueno, entonces come con nosotros en la cocina, igual que el patroncito. - ¿Él come con ustedes en la cocina? - Si está solo si. Ahora cuando hay visitas, hace servir en el comedor, por eso no sé si le va a gustar que usted coma con nosotros. - Pero él no está, así que no se va a enterar, se rió Eliana. -
Cuando terminaron de almorzar, hacía mucho calor. Creo que me voy a recostar un ratito, dijo Eliana Si, lógico, usted tiene que descansar. Hace mucho calor. ¿Quiere que haga encender el aire acondicionado?, le dijo Estebania ¿Cómo? ¿Tiene aire acondicionado? - 86 -
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Si. No le dije que el patroncito hizo poner todo como para vivir para siempre aquí No Estebania, no lo encienda. Capaz que me da frío.
La maestra se fue al dormitorio. Estaba todo arreglado. La cama abierta. Ella se quitó la ropa y se quedó solo en ropa interior. Se metió en la cama pensando: “¡Qué falta me hacía un descanso!, pero nunca lo pensé en este lujo. Es como si me hubiera sacado un premio” Al rato se durmió A las 5 de la tarde, Eliana se despertó. Se quedó un rato en la cama pensando en cuanto sacrificio había pasado ella y que bien se estaba así como ahora. Fue al vestidor y allí estaba su valija con su ropa. Aprovechó a darse otra ducha y ponerse una solera y unas sandalias. Se ató el cabello. Al salir de la habitación, fue para la cocina. Allí estaban Estebania y Lucía. Un rato después se puso a tomar mate en el porche de la casa. Estaba atardeciendo y Eliana tenía, la secreta esperanza, que su patroncito apareciera. Apareció Estebania con un teléfono en la mano. - Señorita, teléfono para usted - ¿Para mí? - Si, es el patroncito - Hola, dijo ella. - Señorita, ¿cómo se siente? - Muy bien. Realmente no se como agradecerle todo lo que hizo por mí - No tiene nada que agradecer. Retome fuerzas que el lunes tiene otra vez a sus gurises. Todo lo que necesite se lo pide a Estebania. - Gracias, no sé cómo voy a pagarle. - No se preocupe, algún día saldaremos las cuentas, dijo él riendo. En caso que se sienta mal o tenga algún problema, véngase para la casa. No puede estar sola si está enferma. Cuando vuelva para allí, le voy a hacer poner un teléfono para que nos llame si necesita algo. Bueno, siga descansando. - Gracias (Guri es una palabra muy común en el interior del Uruguay. Es sinónimo de muchacho. En el plural, gurises, indica tanto a varones como a chicas). - 87 -
Estebania se había quedado al lado de la maestra. Cuando esta le devolvió el aparato, le dijo - ¡Qué voz, por Dios!, una es capaz de enamorarse solo de la voz. Además es muy simpático. Que raro que no quiera que lo conozcan - Usted dice de la voz. Si lo conoce personalmente, se muere, dijo Estebania riéndose. - ¿Pero no es raro que no quiera conocer a la gente? - Como le dije, señorita, el patroncito no es persona de andar haciendo sociabilidad. Le gusta mucho estar solo. Según me contó la mamá, hay una chica, Montevideo, que lo quiere mucho, pero él no se decide, - Ahora si, después de haber hablado con él, me voy a proponer conocerlo Estebania se fue para adentro de la casa riéndose. Eliana se quedó un rato más sentada y luego entró porque estaba refrescando. Fue al living y encendió el televisor. Le parecía mentira mirar televisión en el medio del campo. Estuvo un rato buscando qué mirar y luego su mente se fue desviando hacia la visión que se había creado del patroncito: “¿Cómo será? Según dijo Estebania es muy atractivo. ¿Será alto, bajito? ¿Cuál será el color de sus ojos? Tiene una voz encantadora. ¿Cómo sería mi vida si me casara un hombre tan rico? Bueno, Eliana, ya comenzaste a decir bobadas, pero, ¿por qué no? Se puede soñar también.” Mientras estaba sumida en esos pensamientos, llegó Estebania que se la quedó mirando - ¿Es idea mía o la señorita estaba mentalmente en otro lado? - Ay, si. Se me fue la cabeza. - ¿No habrá sido con el patroncito, no? - No, Estebania, pensaba en lo que tenía que hacer el lunes, dijo sonrojándose. - Esa carita no dice lo mismo - Bueno, una tiene su corazón, ¿no? - Créame que la entiendo señorita. Otra cosa, el patroncito dijo que se va a quedar en el puesto del norte porque mañana llega un destacamento del ejército que se va instalar allá. - ¿Del ejército? - 88 -
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Si. Por el robo de ganado. Los cuatreros cruzan la frontera, de noche, y roban ganado y el que tenemos aquí en el campo, es muy valioso porque es ganado de cría. Estebania le contó a la maestra La pasada semana, se incautó una importante cantidad de carne indocumentada y no apta para el consumo, en un Hipermercado, (BIG), integrante de una cadena que está presente en todo Río Grande del Sur. Este hecho fue denunciado por la Brigada Militar, encargada del procedimiento. Lo que se quiere saber, es la procedencia del ganado, porque sí se ha detectado, que es ganado que pasa desde Uruguay a Brasil. ¡Qué difícil debe ser trabajar así!, ¿no? ¿Ve?, en eso, el patroncito no le hace asco al trabajo. Estebania, no lo siga elogiando que voy a creer que es una especie de ángel. Es que lo es, señorita, lo es. ¿Le parece si vamos a cenar? Si
Luego de cenar, Eliana se fue al living, se acomodó en uno de aquellos magníficos sillones y se puso a mirar una película en la televisión. Cuando ya estaba cansada, se fue hacia el dormitorio. Ya tenía todo ordenado. Se desvistió y, buscó entre sus cosas un pijama. Se lo puso y se acostó. Un rato más tarde se quedó dormida. Mientras tanto, en el puesto norte de la estancia, José Pedro estaba sentado en el porche, tomando mate. El puestero había ido a cuidar el asado que estaba preparando y la señora del puestero le estaba dando de comer a los hijos. “¿Qué me pasa con Gabriela? ¿Por qué no le digo lo que siento? ¿A qué le tengo miedo? Cuando la tengo lejos, quisiera tenerla conmigo y abrazarla y, cuando llega el momento, me achico. Soy un estúpido. ¡Cobarde!” La llegada del puestero con una tabla con un pedazo de carne y galleta, lo sacó de sus pensamientos. - 89 -
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Dice la patrona que ya tiene pronto su dormitorio, dijo el puestero Gracias, Elías. Recuerde que Efraín y los muchachos quedaron acampados junto al alambrado. Ellos tiene radio así que tenemos que estar atentos por si llaman. Mañana llega una brigada de la Guardia Fronteriza, así que podremos estar más tranquilos. ¿Pudieron saber si se llevaron algún animal?, preguntó Elías No, por el recuento que hicimos en el potrero, parece que no, dijo José Pedro mientras comía, pero todos los terneros que tenemos aquí, mañana vamos a llevarlos para el potrero del casco. Si llego a perder alguno de esos terneros, mi padre me mata, dijo riendo.
La casa del puestero la había mandado hacer José Pedro. Era muy cómoda. Tenía 3 dormitorios, un living comedor, dos baños y una cocina amplia. La electricidad estaba suministrada por paneles solares y molino de viento. El agua se extraía de un pozo a gran profundidad lo que aseguraba su potabilidad. De mañana temprano José Pedro se levantó cuando recién estaba amaneciendo. Elías ya tenía el mate pronto y se comieron unos pedazos de carne de cordero hechos a la plancha en la cocina a leña. Después montaron en sendos caballos y se fueron hacia el alambrado donde estaban acampando los demás. Todos tomaban mate y se habían hecho un asado a las brazas. Estuvieron conversando. José Pedro se dio cuenta que ya habían reparado el alambrado, entonces le dio orden a dos de los peones que, cuando terminaran de comer, arrearan los terneros guachos (Dicho de una cría de un animal que ha perdido la madre) hacia el potrero del sur, que queda cerca del casco de la estancia. Un rato más tarde, cuando el sol estaba alto, llegaron un oficial y cuatro soldados a caballo. Lo saludaron a José Pedro que le estuvo explicando la situación. El oficial le dijo que no se preocupara porque iban a instalar un puesto de vigilancia a unos pocos kilómetros de
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distancia e iban a poner patrullas nocturnas. Una vez que se pusieron de acuerdo, los peones junto con Efraín, salieron arriando 65 terneros. José Pedro, se fue a recorrer el campo para ver las praderas artificiales que se habían plantado, junto con Elías. Esa mañana, Eliana se levantó muy contenta. No sabía por qué, pero estaba feliz. “Seguramente porque siento que tengo un ángel protector. No lo conozco pero ya lo quiero. Es mi ángel de la guarda. Estando él, nunca me va a pasar nada”, pensó Se fue hasta la cocina y desayunó. Le avisó a Estebania que iba a caminar un rato por el campo. Estebania le dijo - Por favor, señorita, no se aleje mucho, mire que el patroncito me pidió, especialmente, que la cuidara mucho. - No, quédese tranquila voy a estar por aquí. Solo que quiero caminar. Caminó un rato alrededor de la casa, miró las tres camionetas que estaban estacionadas. Vio que, a pesar que ella no entiende mucho de autos, que todos eran muy nuevos. En uno de los galpones había dos tractores y equipos para agricultura. Después de un rato de caminar se sentó en el césped en el frente de la casa. Se acostó, tomando el sol y se puso a pensar en la voz del patroncito, como le llamaban todos, sobre todo cuando le dijo: “No se preocupe, algún día saldaremos las cuentas” y, sobre todo, de su risa. Un rato después sintió el ladrido de perros y se levantó a mirar. Vio una tropa que venía con cuatro hombres a caballo. Ella miró pensando que quizás podría venir el patroncito. Solo distinguió a Efraín y pensó que él se había quedado atrás. Se quedó mirando, esperando que apareciera el patroncito, pero no sucedió. Algo decepcionada, Eliana entró a la casa. Le comentó a Estebania - Vino una tropa desde el norte. Reconocí a Efraín pero el patroncito no apareció. - 91 -
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Si, es difícil que venga. Dijo que tenía que revisar las praderas artificiales que sembró, porque él es Ingeniero Agrónomo, ¿sabía? No. Pero ese hombre es completo y sigue soltero, sonrió Eliana ¿Almorzamos?, preguntó Estebania Si, pero después de almorzar, me voy a la escuela. Tengo que preparar el material para los niños que empiezan mañana. Está bien señorita, pero espere que venga Efraín así la lleva hasta la escuela. ¿Le parece? Si, así dijo el patroncito y si usted cree en él, debe hacer caso, dijo la casera sonriendo
Al terminar de almorzar Eliana fue al dormitorio que había ocupado, recogió todas sus cosas en la valija y se quedó sentada en al cama. “Quizás no vuelva más a dormir en esta casa pero me llevo un recuerdo imborrable.” Unos minutos después golpearon en la puerta del dormitorio. Era Lucía - Señorita, vengo a ayudarla con sus cosas. Efraín ya está pronto - Deja, Lucía, yo puedo. - Bueno, entre las dos Efraín la llevó en la Hilux hasta la escuela. Cuando él bajo las cosas, le dijo - Señorita, el patrón me dio este teléfono para usted. Con este botón, ¿ve?, usted puede comunicarse conmigo, con Estebania o con el patrón. Uste lo pulsa y solo tiene que decir su nombre que, enseguida, alguno de nosotros le contestamos. - Ah, muchas gracias. Ese hombre, que no conozco, siempre preocupado por mí. - Él es así, vio. Una cosa, no se olvide de ponerlo en carga cuando bajen estas rayitas. - No, ya se, Efraín, gracias - Que descanse señorita, dijo Efraín subiéndose a la camioneta y marchándose. - 92 -
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Eliana se dijo: “bueno aquí estoy frente a mi realidad otra vez, pero me siento diferente, como si estuviera más cerca de hallar algo. No sé qué es, pero algo. Nunca había pensado, cuando estudiaba que iba a encontrarme en esta situación. Un “mesías” desconocido que se preocupa por todo lo mío.” Al atardecer, José Pedro llegó al casco de la estancia. Se bajó del caballo que se lo entregó a Justino. Luego entró por la cocina - Patroncito, dijo Estebania, ¡qué cara de cansado! - Si, estoy cansado. Preparame un mate. Me pego un baño, me cambio y vuelvo José Pedro fue hacia su habitación. Después de darse un baño y cambiarse de ropa, volvió a su escritorio. Estebania le alcanzó el mate y le dijo - ¿Novedades? - No, gracias a Dios. No pasó nada pero no hay que descuidarse. Estuvo un rato viendo un montón de papeles y acomodando los pagos que había que hacer mañana. Cuando estaba en eso, le sonó el celular. Le extrañó porque rara vez había alcance después de una tormenta. Lo tomó. Era su padre - Viejo, ¿qué hacés? - Nada. Te llamo para avisarte que el martes vamos con tu madre - Sabés que no tenés que avisar. Es una alegría que vengan. - Ya sé, pero te aviso porque llevamos visitas. - ¿Visitas? - Si, Sonia y un amigo gringo que se trajo. - Pero la… - Si, ya sé y se lo dije a tu madre, pero insistió tanto que quería verte. Sabés cómo es tu madre. - Bueno, gracias viejo y no te preocupes. ¿En que vienen? - En mi camioneta - Viejo, entra por Manuel Díaz. El camino está bastante bueno y así les mostrás un poco de campo a la “visitas” - Un beso - Un beso y otro para mamá Enseguida llamó a Estebania
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Mirá, el martes vienen los viejos pero además vienen con una pareja joven. Anotame todo lo que necesites que mañana voy hasta Minas de Corrales y, si es necesario, me corro hasta Rivera. ¿Apronto dos dormitorios? Si, si hay que aprontar otro, yo te aviso.
“¿Por qué se le habrá ocurrido venir a Sonia? Y acompañada. Por suerte lo de ella ya fue. No siento nada. La verdad que su venida me parece una chiquilinada de su parte”, pensó José Pedro. Terminó lo que estaba haciendo y fue para la cocina a cenar algo. Luego de comer, volvió al escritorio y dejó todo pronto para el día siguiente. Se fue a su dormitorio, se desvistió y se acostó. Le costó mucho dormirse, a pesar de lo cansado que estaba. En ese momento sonó su celular - Mal amigo, si no te llamo yo, no me llamás, pero te sigo amando, dijo Gabriela riendo - Chiquita, ¿qué hacés llamando a esta hora? - Nada, quería hablar contigo o ¿ya te olvidaste de mí? Sabés que si no hablo, reviento. - No, ¿cómo me voy a olvidar? Cada vez te recuerdo más - José Pedro, tengo unas ganas que me muero de verte y abrazarte, no me ilusiones - ¡Gabriela!, un día te vas a llevar una sorpresa y no vas a saber qué decir - ¿Cierto?, Decímelo ahora, no seas malo - No, no son cosas que se hablan por teléfono - Si, ya se, pero las ganas de besarte todo no se me van así como así, dijo riendo. Un beso y cuidate, ah, ¿alguna novia nueva? - Gabriela, sabés que no podría - Porque me tenés a mi, ¿no? Mis padres me dijeron que quieren conocerte. Dicen que no pueden creer que exista alguien que me aguante. - Tú sabés que no te aguanto, sino que paso muy bien contigo. - Porque, seguro que me amás, dijo ella riendo - Bueno, un beso - Te quiero, beso
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CAPITULO VI
El lunes comenzaron a llegar los niños a la escuela. Ya, bien temprano, habían llegado Iris, la cocinera de la escuela y Anita que se encarga de la limpieza. Las dos, junto con Eliana habían arreglado todo para los alumnos. Iris es la esposa de uno de los peones de la estancia Las dos Niñas y Anita es su hija. El día trascurrió normalmente y, como era su costumbre, Eliana se concentró en atender a sus “palomitas”, como ella les llamaba. La tarea de una maestra en una escuela rural es sacrificada. Ella debe atender a todos niños en edad escolar, por lo que es común tener alumnos en edades que van desde jardinera hasta 6° grado. Eso requiere multiplicarse para atenderlos a todos y lograr el máximo de aprovechamiento. Los niños están en la escuela desde las 10 de la mañana hasta las 15 horas, almorzando en la misma. Todos los niños de la escuela que atiende Eliana, provienen estancias que quedan en las cercanías, aunque algunos deben hacer trayectos más o menos largos. Los mayorcitos, a veces, vienen a caballo, trayendo, además a algún hermanito o vecinito menor. José Pedro se encargó que a todos ellos que no le faltara su túnica blanca, su moña azul, útiles, etc. Mientras Eliana estaba atendiendo a sus niños, vio pasar la Land Cruiser de la estancia. No pudo ver quien la conducía, pero ella estaba segura que era el dueño de Las Dos Niñas. “Otra vez me lo perdí. Quizás cuando vuelva, aunque puede entrar por el otro camino”, se quedó pensando hasta que uno de los más chiquitos le tiró de la túnica y la sacó de sus pensamientos.
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Esa tarde, después que los niños se fueron, las tres acomodaron todo para tener todo listo para el día siguiente. - Eliana, dijo Iris, no te preocupes por la leche que yo la traigo de la estancia - Pero, Iris, tenemos un rubro para eso así que podemos comprarla - Pero esa fue la orden del patrón de Las Dos Niñas - Ay, ese hombre, parece una sombra mía. Siempre está en lo que tengo que hacer. - ¿Lo conocés, Eliana? - No, ¿y tú? - Solo lo he visto de lejos. Es un hombre alto, de pelo castaño, muy elegante. Dicen que tiene los ojos muy azules, pero no sé. - Bueno, dijo Iris, nos vamos. Hasta mañana - Hasta mañana chiquilinas. Como hacía calor, Eliana se puso a corregir los cuadernos bajo el alero de la escuela que daba hacia el casco de la estancia, porque allí había sombra. Un rato más tarde vio que llegaba la Land Cruiser. Se decidió y se fue hacia el casco de la estancia. José Pedro, mientras tanto, había tenido que ir hasta Rivera para poder cobrar un cheque. Aprovechó, además para comprar algunas cosas más para agasajar a las visitas. Cuando estaba en el escritorio, entró Estebania -
Patroncito, la maestra de la escuela quiere hablar con usted Hacela pasar al living, Estebania, yo ya voy
José Pedro salió. Eliana estaba parada en el living. José Pedro la miró y vio que se trataba de una mujer bonita. Ella cuando lo vio, quedó impactada. Nunca había pensado que “el patroncito” como todos le llamaban, fuera un muchacho tan joven y tan apuesto. José Pedro se dio cuenta de la impresión que había causado y le dijo - Por favor, señorita, tome asiento - Gracias, señor - 96 -
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Ay, por favor, nada de señor. José Pedro y tú, ¿como te llamás? Eliana Bueno, decime Nada, José Pedro, es que no se como agradecerte todo lo que haces por mi y por la escuela. Mirá, lo de la escuela, lo hago por los niños. Ellos merecen tener lo mejor si se quieren superar y por ti, no hice nada especial. ¿Cómo no? Todo lo has hecho cuando me cuidaste porque tenía fiebre. Mi estadía aquí en la estancia. Son cosas que no las hace cualquier persona. Bueno, no te quito más tiempo. Muchísimas gracias por todo Eliana le dio un beso en la mejilla y se fue
Ya había anochecido. Eliana se fue a comer algo y luego a acostarse. Su primer día de trabajo luego de lo pasado el viernes había sido muy pesado. A pesar que su dormitorio era muy lindo, se quedó pensando en el dormitorio que había pasado las dos noches anteriores. Ella nunca, en su vida, había dormido en un lugar tan lujoso. Amaneció un día espléndido. En la estancia Las Dos Niñas, se había movilizado todo el personal de la casa para recibir a las visitas. José Pedro, mientras tomaba mate, se había puesto a ordenar y catalogar todo el movimiento de ganado para entregárselo a su padre. Tenía pensado, además, mostrarle como habían progresado las praderas artificiales que habían sembrado, Además, tenía que buscar buenos argumentos para convencerlo de comprar una fracción de un campo lindero, para sembrar trigo A las diez de la mañana mientras recibía a sus alumnos Eliana vio que entraba a la estancia una camioneta gris. Supuso que eran los padres del “patroncito”. Se quedó mirando. - 97 -
En el casco de la estancia, al oír la Volvo XC90 de su padre, José Pedro salió a recibirlos. La madre, lo abrazó y lo besó - José Pedro, no sabés cómo te extraño. Cuando papá dijo de venir, casi me muero de alegría. Gabriela te manda un gran beso, agregó en voz baja. - Mamá, ¡siempre tan exagerada! Su padre también lo abrazó. Detrás de ellos quedaron Sonia y un muchacho muy rubio, de piel muy blanca. - José Pedro, dijo Sonia dándole un abrazo, ¡qué alegría verte después de tantos años! Te presento a Steve Brian, un buen amigo. Habla y entiende muy bien el español. -
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José Pedro le dio la mano Bueno, pasen, esta es su casa. Lucía, por favor, bajá el equipaje de los señores Si, patroncito ¿Patroncito?, ¿así te llaman?, dijo Sonia riéndose Y, si, porque el patrón es Don Manuel, dijo José Pedro con una sonrisa No me metas en líos que yo acá no tengo nada que ver, y dirigiéndose a Sonia y su amigo, esto lo hizo él solo y le ha sacado, a fuerza de trabajo y dedicación, muy buenos dividendos Bueno, papá, no exageres. Sonia, Steve, deben estar cansados. Lucía les va indicar las habitaciones. Ustedes elijan y quedan en libertad de hacer lo que quieran. Si necesitan algo, Lucía les va a indicar el botón para llamar para que ella los atiende.
Sonia estaba transformada en una hermosa mujer. Para sus 20 o 21 años, según calculaba José Pedro, lucía con un desarrollo espectacular. Estaba, además, vestida con jeans bien ajustados y una remera también ajustadas que resaltaban más sus formas. Más tarde, mientras José Pedro y sus padres conversaban en el escritorio, aparecieron Sonia y su amigo. - ¿Interrumpimos?, dijo ella - 98 -
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No, por favor, dijo José Pedro, pero vamos al living que vamos a estar más cómodos.
Todos fueron al living y se sentaron en aquellos magníficos sillones de cuero. - ¡Qué casa tenés aquí!, dijo Sonia, creo que ni en Punta del Este hay este lujo. - Si, viste, dijo Inés, yo disfruto cuando vengo aquí. Es un lugar magnífico de descanso. Sonia se había cambiado y, ahora, lucía un short más bien diminuto, una musculosa casi traslúcida que dejaba ver que no tenía nada debajo y unas pequeñas botitas chatas. José Pedro notó que ella lo miraba con insistencia, como queriendo decirle algo, pero no le dio importancia. - José Pedro, dijo Sonia, ¿por qué se te dio por venir aquí, tan lejos? - Son campos muy buenos para pastoreo, bueno para ti que no entendés mucho de esto, para la cría de ganado. Yo aquí estoy criando ganado Hereford mientras que el viejo cría Aberdeen. - ¿Y te gusta esta vida tan lejos de la civilización?, dijo ella riendo - ¿Alejado?, fijate que hasta hay aire acondicionado en todas las habitaciones - Si, pero no es lo mismo, ¿verdad Inés? - Pero decí, ¿cómo encontraste a mis padres?, dijo José Pedro - Resulta, como tú sabés, que mami fue paciente de tu madre, dijo Sonia. La llamé y le pregunté que era de tu vida porque hace tiempo que no contestas mis mails y, fue allí cuando me dijo que hoy venían para acá y me colé. - Steve, dijo Manuel, ¿querés conocer algo del campo? - Si, dijo Sonia, vamos Steve Ellos salieron con Manuel y José Pedro se quedó a solas con la madre en el living - Vieja, ¿para qué la trajiste?, dijo él - ¿Y que querés que hiciera?, insistió en quería verte. - ¿Pero no diste cuenta que vino a provocarme? Mirá como estaba vestida. Casi desnuda. Además vino a restregarme al gringo. - Sinceramente, decime José Pedro, ¿no sentis nada por ella ahora? - 99 -
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No, mamá. Y con Gabriela, ¿que hay? ¿Con Gabriela? La quiero, pero no quiero fracasar. ¿Por? Y porque Gabriela me importa, no quiero perderla, creo que la amo y no sé qué hacer. No la pierdas. Decile lo que sentís.
Justo en ese momento, sonó el teléfono de la estancia. Vino Lucía y le dijo - Patroncito, es para usted - ¿Dijo quien era? - No, no quiso, pero insistió en hablar con usted - Hola - ¿Habla el Ingeniero Larzabal?, dijo una voz femenina - Si, ¿Quién habla? - Yo, bobo, dijo Gabriela riendo - Chiquita. ¿Qué hacés llamando por este teléfono? - Lo encontré en la agenda de la cabaña y me dije: voy a ver como está mi amor - ¡Gabriela!, te dije que te vas a llevar una sorpresa Ah, ¿a qué no sabés quién está aquí? - Si ya se que están tus viejos, por eso llamé, porque tengo que hacerle una consulta a Manuel. - Si, pero con ellos vino Sonia, ¿te acordás?, la chica que te conté que se fue a Inglaterra. - ¿Y qué hace esa puta ahí? Decile que no hay más lugar, que primero estoy yo en la lista de espera, dijo Gabriela riéndose a carcajadas - No te preocupes, vino con su pareja: un gringo - Bueno, cuidadito tú, eh. Dame con tu padre - Papá, teléfono, Gabriela, le dijo a Manuel que entraba con las visitas en ese momento - Atiendo desde el escritorio. Sonia y Steve estaban en el living cuando José Pedro llamó a su padre - ¿Quién es Gabriela?, preguntó Sonia - 100 -
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La veterinaria de la cabaña de papá, le contestó José Pedro en forma seca. Gabriela viene mañana en avión, dijo Manuel saliendo del escritorio
A José Pedro se le iluminó la cara, lo que no pasó desapercibido para Inés Al rato todos se sentaron a almorzar en el comedor. Después de terminar de almorzar, José Pedro les dijo a Sonia y Steve - A esta hora hace mucho calor. Les sugiero, por experiencia que se acuesten a descansar o, si quieren, pueden quedar mirando televisión. - OK, dijo Sonia Mientras ellos e Inés se fueron a los dormitorios, José Pedro aprovechó a tener una charla con su padre. - Viejo, se vende una fracción del campo lindero. Es un buen campo para hacer agricultura y tengo ganas de prenderle cartucho. - ¿Y tenés con qué? - Y si. Con lo que he vendido me alcanza. Son 1.500 hectáreas - ¡A la mierda!, dijo Manuel - Pero me las venden en buen precio porque soy al único que le sirve porque no hay por donde entrar. Además no quiero dar una servidumbre a un extraño Dado que es un derecho que surge, sobre todo, en el ámbito rural, entre diferentes fincas, la más característica y extendida es la servidumbre de paso o derecho de paso, que obliga al predio sirviente a permitir el tránsito de personas o cosas por su propiedad, generalmente para acceder a otras fincas (predio dominante). -
Y, seguro, precisás una ayudita. Bueno, ¿si el patrón me quiere ayudar?, es bienvenido, dijo riendo Está bien. Avisame y te mando el giro Ya hoy voy a señarlo, dijo José Pedro muy contento. - 101 -
Ya en la tarde, cuando el calor había aflojado, José Pedro invitó a Sonia, Steve y a su padre a recorrer el campo a caballo. Hacía un rato que habían salido cuando Inés, que estaba leyendo en el porche de la casa, vio que se acercaba caminando, una mujer. Era Eliana que venía desde la escuela. Inés se paró - Buenas tardes, dijo Eliana - Buenas tardes, le contestó Inés. ¿Qué necesitabas? - Mire señora, yo soy la maestra de la escuela y venía a pedirle al patrón si no me puede hacer un favor. - Mirá, yo soy la madre del patrón, como tú lo llamás. Decime que necesitás. - Hay dos chicos que tienen que vacunarse porque cuando vinieron a vacunar a todos, ellos faltaron. Entonces habría que llevarlos a Minas de Corrales, mañana a las 10 de la mañana. - No creo que haya problema - Sucede que yo no puedo ir porque me tengo que quedar con los otros chicos, por lo que venía a pedir si podría ir Lucía con ellos. - Mirá, vamos a hacerlo más fácil. Yo soy médico así que entiendo algo de esto. Le digo a mi esposo y vamos con los chicos. - Ay, señora, ¿haría eso? - Si, lógico y no me digas señora, soy Inés para ti. Decime ¿cuántos niños tenés en la escuela? - 25, ¿por qué? - Una sorpresa - Muchas gracias, Inés, dijo Eliana, le dio un beso y se fue. Cuando José Pedro y sus invitados llegaron, Inés, dirigiéndose a su esposo, le dijo - Manuel, mañana tenemos trabajo - ¿Si? - Si, tenemos que llevar a Minas de Corrales a vacunarse a unos chicos de la escuela. - ¿Y quién te dijo?, preguntó José Pedro - Eliana, la maestra. Quería pedírtelo a ti pero le dije que no estabas y que yo le resolvía el problema.
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Ah, José Pedro, justamente, ¿mañana habrá quien nos lleve hasta Rivera? Steve quiere conocer y, además, aprovechamos los Free Shops, dijo Sonia Si, no hay problema van con Efraín. El único problema es que él tiene que regresar. No, no hay problema. Nos quedamos en Rivera hasta el jueves y nos volvemos en avión a Montevideo. Bueno, muy bien. Steve, vamos a cambiarnos, dijo Sonia
Durante la cena estuvieron hablando del paseo que habían hecho. Steve estaba asombrado que toda esa extensión de campo fuera propiedad de una sola persona y que solo se dedicaran a criar vacas. José Pedro, a pesar de solo pensar en lo que le había dicho la madre, con mucha paciencia, le estuvo explicando cuales eran los propósitos de la cría de ese ganado. Le explicó además del campo que tenía su padre en el sur. Al terminar de cenar, Sonia y Steve saludaron y se fueron a su dormitorio. Inés se quedó mirando televisión, mientras José Pedro y su padre hablaban de negocios. Estuvieron acordando el ganado que Manuel le iba a mandar en las semanas siguientes para engordar, aprovechando que las praderas artificiales estaban tan bien. También José Pedro insistió con el campo a comprar para la siembra de cereales. -
Un rato más tarde Inés dijo Manuel, acordate que tenemos que llevar a los niños Si, es cierto. Vamos a acostarnos.
José Pedro también se fue a su dormitorio, se bañó y se acostó. Una rato más tarde ya estaba dormido. En cierto momento le pareció que golpeaba la puerta de su dormitorio. Miró la hora y eran las 2 de la mañana. Se quedó atento y volvieron a golpear muy despacito.
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Él se levantó, encendió la luz y fue a abrir. Era Sonia que se metió rápidamente en el cuarto. Ella estaba vestida con una musculosa que le quedaba grande, sin nada abajo y una minúscula tanga. - Sonia, ¿qué hacés? - Bobo, no te diste cuenta que vine hasta este horrible lugar solo a buscarte, le contestó ella mientras se sentaba en la cama. - ¿Con guardaespaldas? - Ah, ¿ese?, lo mando a la mierda cuando quiera José Pedro la observó detenidamente. Aquella niña que él conocía tenía ahora las caderas más anchas, un busto que se hacía ver y su cara seguía tan bonita como siempre. - ¿Qué te quedás mirando ahí?, dijo ella, vení a mi lado. José Pedro se acercó y se sentó en la cama al lado de Sonia. Ella se quitó la musculosa y comenzó a besarlo. José Pedro sintió que aquella mujer lo estaba excitando, por lo que se desnudó, la desnudó a ella y le hizo sentir todas las ganas de sexo que tenía reprimidas. Ella gemía y se aferraba a él con todas sus fuerzas. - Así quiero sentirte, mi amor, gemía ella -
Cuando los dos terminaron exhaustos, ella le dijo José Pedro, hicimos el amor como tendríamos que haberlo hecho hace unos años
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Él, sin decir nada, se quedó mirándola ¿No me vas a decir nada? ¿No sentiste nada? ¿Sabés que, Sonia?, sentí la misma satisfacción que cuando uno satisface una necesidad fisiológica. Te has vuelto, para mí, una mujer cualquiera.
Ella se levantó, se puso su ropa, lo enfrentó, le dio una soberbia cachetada en la cara y se fue. Él quedó tomándose la cara, pero por dentro se sentía feliz. Sonia le había hecho que no sentía nada por ella y que su disyuntiva estaba en decidirse por su amor por Gabriela José Pedro se levantó temprano, se preparo un mate y junto con Justino se fueron, a caballo, hacia el puesto del norte. José - 104 -
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Pedro no quería ver a aquella mujer que tanto daño le había hecho en su momento y que, ahora, quería manejarlo a su gusto. Cuando Inés, Manuel, Sonia y Steve se juntaron en el comedor para desayunar, Sonia preguntó - ¿Y José Pedro? - Salió temprano hacia el potrero del norte, dijo Manuel - Ay, qué lástima, no vamos a poder despedirnos de él. - No te preocupes, dijo Inés, yo le hago llegar los saludos de ustedes. Cualquier cosa, cuando estés en Montevideo, lo llamás. - Si es cierto, dijo ella con gesto resignado. Un rato después, Sonia y Steve se despidieron de Inés y Manuel y se fueron, en la camioneta con Efraín, hacia Rivera. Más tarde, Inés y Manuel se acercaron a la escuela para buscar a los niños que tenían que ir a Minas de Corrales a vacunarse. Eliana los recibió con una sonrisa y agradeciéndoles lo que estaban haciendo por aquellos chiquitos. Inés y Manuel se fueron hacia Minas de Corrales. Los chicos que iban con ellos, se veían muy serios y con algo de miedo. Inés les hablaba intentado que perdieran el miedo, pero no tuvo mucho éxito. Al llegar al hospital de Minas de Corrales, bajaron y fueron al Centro de Vacunación. Allí ya estaban informados y los atendieron enseguida aunque estaban algo sorprendidos de ver bajar a los niños de aquél vehículo tan lujoso. A las 11:30 de la mañana ya habían vuelto a la escuela. Inés traía caramelos y juegos para todos los niños. Eliana le dijo - Señora Inés, además del favor que nos hizo, les trajo caramelos a los niños. - Es una bobada y, además es muy lindo verles las caritas - 105 -
Cuando llegaron a la estancia, José Pedro ya había vuelto. Manuel lo llamó - Decile a Justino que esté atento. Dentro de un rato llega Gabriela en avión. - No me dijiste nada a qué hora venía. Creí que ya había llegado, ¿viene por algo? - Si, viene a revisar los terneros y, además, trae las vacunas y 30 embriones para implantar en las vacas que tenés en el potrero del sur - Vamos a tener trabajo. - Si, ya lo creo. Además preparate, porque Gabriela te hace trabajar aunque no quieras, dijo Manuel riendo En ese momento, vio que Justino salía corriendo hacia la pista de aterrizaje y tiraba dos bombas de humo que indicaban la dirección del viento. Un instante después se oyó el motor del Cessna 182. José Pedro se fue hacia la pista. Atrás de él se fue Manuel Cuando el avión se estacionó, José Pedro vio que Gabriela bajaba. Lo emocionó ver a aquella mujercita, a quien estaba seguro de amar, y corrió a abrazarla, la alzó en sus brazos y la besó, sin importarle que los demás lo estuvieran mirando - José Pedro, tanto tiempo, pero ¿dónde diablos te viniste a meter?, dijo ella riendo - Es un campo como cualquier otro. No me lo critiques - No, pero Ramírez me decía que si la pista no estuviera registrada, ni el diablo la encuentra. José Pedro tomó de la cintura a Gabriela y se fueron caminando hacia el casco de la estancia. Ella estaba vestida con jeans, remera, botas cortas y traía puesta una campera liviana. Atrás de José Pedro y Gabriela, venían Manuel y Ramírez, el piloto. Mientras tanto, el personal de la estancia, bajó las cosas que traía en el avión. Cuando llegaron donde estaba Inés, las dos mujeres se abrazaron. - ¿Cómo te fue en el viaje?, preguntó Inés - 106 -
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Muy bien, pero me parecía que íbamos a para Estados Unidos. Es loco tu hijo, mirá a donde se vino, dijo con aquella risa tan propia de ella. Si, pero vas a ver qué lindo es todo aquí.
Manuel y el piloto los habían alcanzado. Inés lo saludó y en ese momento, Ramírez dijo - Don Manuel, hoy me avisaron que el otro está pronto - ¡Qué bien! - ¿Qué otro?, preguntó José Pedro - Es una sorpresa, así que no preguntes, dijo Gabriela. - ¿Tú sabés qué es? - Si, pero el patrón me dijo que no abriera la boca. El tanque de los embriones hay que enchufarlo. - Si, Justino ya sabe, pero entrá vamos a conocer la casa. Usted también Ramírez. - Te agradezco, José Pedro, ya me voy. No quiero que me agarre la noche. - Ramírez, deje el avión en Carrasco, nomás, dijo Manuel - Bueno, me despido de todos. José Pedro y Gabriela entraron en la casa. A Inés la sorprendía que su hijo siempre la tuviera tomada, a Gabriela, de la cintura o de la mano y pensó “Este es el amor que mi hijo necesita. Una mujer así.” -
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¡Dejame que me recupere!, exclamó Gabriela, tenés una casa de lujo en el medio del campo. ¿Viste lo que te decía?, dijo Inés, es fantástico. Mirá, Gabriela, ella es Estebania, la señora que manda acá dentro y ella es Lucía, la que aguanta a su patrón cuando este está de mal humor. Estebania y Lucía, Gabriela, perdón, la doctora Gabriela Lazar, es la veterinaria de los campos de papá y nos vino a dar una mano Las dos se adelantaron y le dieron un beso No le hagan caso a este payaso. Soy Gabriela, simplemente y quiero que me llamen así, nada de señorita ni doctora.
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En serio, Gabriela, todo lo que necesites aquí en la casa, recurrís a ellas. Bueno, vamos a conocer el resto de la casa.
Estuvieron recorriendo el living, el comedor, el escritorio y los dormitorios. Gabriela no cabía en si del asombro del lujo y el confort de aquella casa. - Gabriela, dijo José Pedro, Lucía puso tus cosas en este dormitorio. Si querés podemos cambiarlo. -
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Ella le hizo una guiñada y, en voz muy bajita le preguntó ¿Y cuál es el tuyo? No me provoques, se rió él No podés reirte delante de mí, ya lo sabés Inés que venía detrás de ellos, le preguntó ¿Por qué le prohibís reirse? Porque queda demasiado lindo, dijo Gabriela ruborizándose ¿Viste?, es cierto, desde chiquito tuvo una risa encantadora Bueno, mamá, ya está. Gabriela, acomodate en tu habitación y después vení para el living a tomar unos mates y comer algo OK
Un rato más tarde, estaban todos reunidos en el jardín al frente de la casa. Gabriela seguía impresionada por el lujo y las comodidades de la casa. - Manuel, dijo Gabriela, tenemos que coordinar el implante de los embriones - Ah no, chiquita, aquí yo vengo a descansar. Hablá con el patrón. - Perdón, es cierto que es él el que paga, dijo ella riendo - ¿Yo?, no pago nada, si esos terneros cuando nazcan se van para el sur. - Bueno, en serio, vení José Pedro así hablamos de eso y de la revisación de los terneros. - Bueno. Gabriela iba caminando tomada del brazo de José Pedro. Cuando ya estaban lejos de la casa, se sentaron y le dijo - Tengo que contarte algo, pero no me animo - A ver. No me gusta tu cara. ¿Qué pasó? - 108 -
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He recibido varios mensajes en el celular amenazándome y, lo que es peor para mi, amenazándote a ti Pero, no entiendo nada. ¿Por qué habrían de amenazarte a ti? Mirá, ¿querés leer alguno? Si Gabriela sacó su teléfono y le mostró. Uno de los
mensajes decía “No sigas viendo a ese nene bien porque te va a ir mal” - ¿Y hay otros?, preguntó José Pedro. - Si, mirá este otro -
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“Si seguís con ese marica, lo matamos y quedás libre” ¿Sabés quien puede mandar estos mensajes?, preguntó José Pedro Pienso que puede ser mi ex, pero no puedo asegurarlo. ¿Hiciste la denuncia? No me animé porque tengo miedo que te hagan daño a ti. Pero tus padres son abogados. Podrías haberlo consultado con ellos Los mensajes me llegaron cuando venía para el aeropuerto, así que tú eres el primero en saberlo Gabriela, esto es grave. Yo estoy muy lejos. Tenés que hacer la denuncia. ¿Por qué no lo hablamos con papá?, él tiene abogados muy buenos. Ay no, José Pedro. Me da vergüenza estar mezclada en un lío de este tipo, además mis padres son abogados, los dos ¿Hasta cuando te quedás?, le preguntó él Y, mañana podré hacer los implantes y después revisaré los terneros nuevos, así que pienso que me iré pasado mañana. No No, ¿qué? Que no te vas A ver. Explicame como es eso Tú eres mi amiga del alma y tengo que poder ayudarte. Ahora no puedo moverme de aquí, pero en unos días voy a Montevideo y me encargo de todo. No me podés dejar así, con la incertidumbre de lo que te pueda pasar Pero José Pedro, tengo trabajo en la cabaña de tu papá - 109 -
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¡Que se aguante unos días!
Regresaron a la casa tomados de la mano. A la única que le llamó la atención fue a Inés que estaba pendiente de lo que podría pasar. - ¿Planificaron el trabajo?, preguntó Manuel - Si, papá. ¿No sabés si Efraín está? - Si recién andaba ahí - Vení Gabriela que te voy a presentar al capataz. - Efraín, ella es la veterinaria que mañana va a trabajar con las vacas. - Mucho gusto, señorita - Gabriela a secas, le dijo ella sonriendo - Gabriela, si querés ir a cambiarte o algo, yo organizo con Efraín como traemos los animales. - Bueno, dijo ella Cuando Gabriela fue hacia su dormitorio, detrás de ella fue Inés - Gabriela, ¿qué pasó? Los vi con cara muy seria a los dos. ¿Pasó algo entre ustedes? - No, Inés, no ha pasado nada. - Mirá Gabriela, no podés mentirme, contame. ¿José Pedro te hizo algo? -
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Gabriela se abrazó de Inés y se puso a sollozar Chiquilina, no me pongas nerviosa. Contame que pasa. Hoy, antes de salir de Montevideo, me empezaron a llegar mensajes a mi celular mensajes con amenazas Pero, ¿quién te los manda? Hay algo que tú no sabés. No se si José Pedro te lo ha contado. Yo estuve casada con un hombre bastante mayor que yo. Todo iba de maravilla al principio hasta que él comenzó a beber. Llegaba a casa borracho y me pegaba. Al final me divorcié. Creo que es él el que manda los mensajes, pero no tengo como probarlo. ¿Se lo contaste a José Pedro? Si, porque además las amenazas son también contra él. ¿Cómo? - 110 -
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Y, si. Piensan que es mi novio. Y, ¿no hiciste la denuncia? No, porque como te dije, fue hace un rato ¿Y que te dijo él? Me pidió que me quedara unos días más para así él puede ir a acompañarme y hacer la denuncia para que investiguen. Tengo que hablarlo con tu esposo. Gabriela, José Pedro te ama, aunque no te lo haya dicho, y no va a permitir que te pase nada. En ese momento oyeron la voz de José Pedro Mujeres, ¿qué hace las dos juntas? Inés abrió la puerta del dormitorio y le dijo, Gabriela me estaba mostrando cosas de mujeres, así que no te metas No les creo nada, pero, vamos a tomar algo y a cenar
Gabriela estaba preciosa con un pantalón sport holgado, una blusa que tenía el escote abierto y unas sandalias altas de plataforma. Tenía el pelo recogido y se había maquillado levemente. José Pedro se la quedó mirando e Inés le preguntó riendo - ¿Nunca viste una chica bonita? - Está mamá, pasa que hacía mucho tiempo que no la veía. Manuel se encargó de servirles bebidas a todos, estando instalados en el living. Estuvieron charlando de lo que había que hacer al día siguiente. Gabriela dijo - José Pedro, algo que no sabés. Mis padres están encantados con mi trabajo. Claro están muy intrigados de cómo conseguí en una cabaña tan importante, pero me negué a decirles como lo había conseguido. - ¿Y por qué no se los dijiste? - Porque quiero que crean que fue por mi sola - Y si fue así. Yo no hice nada. - Manuel, tu hijo es muy modesto - No, dijo Manuel, tiene la suerte de tener amigas fantásticas.
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Luego de cenar, Inés y Manuel dijeron que se iban a acostar porque estaban cansados. Gabriela dijo lo mismo, pero José Pedro le dijo - ¿Podemos charlar un momento? - Si, como no - Gabriela, tenemos que resolver ese problema. No creas que tengo miedo, pero temo que te pase algo a ti. - No, José Pedro, a mi no va a pasar nada, quiero que tú te cuides. Ambos se fueron a sus respectivos dormitorios. Al día siguiente José Pedro se levantó muy temprano. Se vistió y se fue para la cocina. Cuando llegó allí, Gabriela ya estaba instalada tomando mate con Estebania - Vago, ¿a qué hora te levantás? ¿Y tú decís que eres hombre campo?, dijo Gabriela riendo - Ah, Estebania, esta mujer está más loca de lo que yo pensaba, dijo dándole un beso, si recién amanece - Bueno, tomate un buen desayuno que no sé a que hora volvemos a comer. - Si, doctora - Le estaba contando a Estebania como llegué a la cabaña de tu padre y, ¿sabés lo que me preguntó? ¿Por qué no se casa con el patroncito? -
Estebania se reía de las ocurrencias de Gabriela Estebania, dijo José Pedro, yo creía que me querías más. ¿Sabés lo que debe ser aguantar a esta mujer todo el día? No se, patroncito, pero Gabriela en linda, ¿no? ¡Qué gracia me da que te llamen patroncito?
Entre bromas y risas terminaron de desayunar. Salieron hacia el potrero del casco. Efraín ya tenía todo pronto. Ya había arriado las vacas para el potrero más cercano y Justino trajo el tanque de los embriones y el uniforme para Gabriela. La transferencia de embriones multiplica en forma acelerada la descendencia de las mejores vacas y toros con características zootécnicas de importancia económica. Siendo probada la superioridad - 112 -
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productiva de cierto tipo de animales, resulta interesante aprovechar las ventajas de esta técnica para mantener un hato con estas características. Luego de una larga jornada de trabajo, todos estaban muy cansados. José Pedro había quedado muy impresionado por la manera tan profesional de trabajar de Gabriela. Se entendía muy bien con Efraín en el manejo de los animales. Hasta el propio Efraín, quedó maravillado de aquella mujercita que, cuando encaraba el trabajo, parecía más grande. -
Ya estaba atardeciendo José Pedro me voy a dar un baño y a cambiarme, dijo Gabriela Si, yo también. Gabriela, casi no comiste nada. ¿Te preparo algo? Un buen whisky y un salchichón ahumado Lucía, ya escuchaste a la doctora, por favor, ¿podés prepararlo, por favor? Si patroncito.
Ya se había hecho la noche cuando apareció Gabriela vestida con jeans, remera holgada y calzado deportivo. Se había dejado el pelo suelto. Cuando llegó al living en el que estaban Inés, Manuel y José Pedro, este se levantó y fue a darle un beso con el vaso de whisky en la mano. - Bobo, ¿me hiciste caso?, si yo casi no tomo - Pero hoy te lo merecés. Has trabajado como una leona. Te digo más, los muchachos están haciendo un asado con cuero para agasajarte. - Pero, ¿por qué? - Justino dijo que, a partir de haberte visto, le va a tener más respeto a las mujeres Manuel e Inés se reían. Estaban encantados con aquella mujercita. - Te ves muy cansada, Gabriela, dijo Inés - Si, estoy cansada, pero es lo que me gusta hacer y además lo hago para la gente que quiero, dijo mirándolo a José Pedro - Realmente, eres increíble, dijo Manuel, cuando José Pedro te trajo a casa, no estaba tan convencido, pero ahora no te dejo ir ni muerto. - 113 -
Llegó Lucía a avisarles que la cena estaba pronta. Habían preparado toda una mesa afuera y estaba todo el personal. Cuando Gabriela apareció, todos aplaudieron y ella se sintió tan avergonzada que se tomó muy fuerte del brazo de José Pedro. - La gente te valora, chiquita, ellos saben cuando una persona es buena. - Gracias, fue lo único que atinó a decir ella. La reunión se prolongó hasta las 12 de la noche. A esa hora, Gabriela estaba visiblemente cansada y, como Inés y Manuel se habían ido a acostar, José Pedro se despidió de todos, agradeciéndoles en nombre de Gabriela y se la llevó. - ¡Qué gente maravillosa!, dijo Gabriela - No, tesoro, la maravillosa eres tú - ¿Me dijiste tesoro?, dijo ella con una sonrisa pícara. - Si, porque lo eres. Una mujer maravillosa - Ay, José Pedro, tengo una mala noticia que darte. - ¿Qué pasa? - Mañana viene Ramírez a buscarme en el avión - ¿Por qué? - Hay problemas con unos animales en la cabaña - La pu… - Si, ya se. No se qué hacer - Nada, tenés que ir. Es tu trabajo, pero cuidate y llamame. Llegaron hasta los dormitorios. Se despidieron con un beso y ella le dijo - ¿Querés que te espere?, y cerró la puerta de su dormitorio. José Pedro entró en su dormitorio y se quedó pensando: “¿amo a esta mujer? Es tan franca, y tantas veces la necesito. ¿Es amor?” Un rato después, se fue al dormitorio de Gabriela. Cuando él entró, ella estaba sentada en la cama con un camisón corto. - Te estaba esperando, le dijo con voz cautivante - Gabriela, mi amor, no se si debería hacer algo - ¡José Pedro, me llamaste mi amor! - Es que yo te quiero, pero no solamente como mujer, sino como ese ser que me hace falta. - 114 -
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No hables más y vení a mi lado. Yo te dije una vez que nunca iba a hacer nada que tú no quisieras ni te iba a pedir que hicieras algo que no querías.
José Pedro sentó, en la cama, junto a ella. Gabriela le pasó el brazo por la cintura y él le dijo - ¡Qué bien me siento a tu lado! - Yo también, mi amor. Tú sabés que te amo. Dejate amar y vas a aprender a amar. Él la abrazó y comenzaron a besarse apasionadamente. Poco a poco, con gran dulzura ella fue empujándolo hasta quedar acostados y, juntos, llegaron al éxtasis del amor. dijo
Un rato más tarde, José Pedro se fue a levantar y ella le - Esta noche es mía. No te vayas Así fue que la madrugada los tomó haciendo el amor.
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CAPITULO VII
Ya era la mañana del viernes. José Pedro se escabulló hacia su habitación, se bañó y se vistió. Se fue hacia la cocina. Se sentía a la vez feliz y triste. Feliz, porque estar al lado de Gabriela lo ponía así y triste porque aquella mañana ella tenia que irse. Unos minutos después apareció Gabriela, ya vestida para viajar, con sus jeans, blusa y botitas chatas. En el comedor estaban desayunando Inés y Manuel junto a José Pedro. -
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Inés le preguntó Pudiste dormir bien. Anoche estabas muy cansada Si, y no necesité tomar nada, dijo sonriendo y mirando a José Pedro Ay, me alegro, porque ahora llegás allá y tenés que ponerte a trabajar Si, pero no importa, me llevo un precioso recuerdo de aquí ¿Si?, ¿te ha gustado estar aquí? La verdad es que me vendría a vivir para siempre, dijo mirando a José Pedro que estaba petrificado sabiendo que su madre tiene un sexto sentido. ¿Y me dejarías a mi?, dijo Manuel riendo No, Manuel, de vez en cuando iría, le contestó.
Al rato llegó el Cessna 182. Los cuatro se acercaron a él. Inés la abrazó a Gabriela y Manuel dijo - Mañana estamos en Montevideo, así que si hay algún problema lo hablamos El último en despedirse fue José Pedro que la abrazó y le dijo -
¡No te pierdas!, y cuidate ¿Estás loco?, y quedate tranquilo, le respondió ella riendo
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Se quedaron mirando como despegaba el avión y vieron la cara de Gabriela con una sonrisa y saludándolos con la mano. -
Los tres volvieron a la casa. José Pedro dijo Voy a ir hasta el puesto del norte Esperá, antes de irte quiero hablar contigo, le dijo Inés Manuel se fue a hablar con Efraín, así que estaban los dos
solos. - José Pedro, dijo Inés, ¿qué sucede con Gabriela? - No se qué decirte, mamá. Me parece que estoy enamorado de ella, pero ahora hay un problema más grave. - Si, ya me lo contó. ¿Por qué no lo hablás con papá? - Ella no quiso. Dice que le da vergüenza porque es un problema de ella - José Pedro, esa chica está más que enamorada de ti. No podés dejar que se defienda sola. Tenés que ir y encarar ese problema - Tenés razón mamá, esta noche la voy a llamar y me voy a Montevideo. Además le voy a llevar la sorpresa - ¿Qué sorpresa? - Le voy a proponer que se case conmigo. - Así te quiero, mi amor. Siempre fuiste un hombre de enfrentar las cosas. No quiero que ahora te achiques. - Está mamá, pero no lo comentes con nadie. Ahora voy a ver el ganado en el norte. Vuelvo a almorzar. - Cuidate Él se guardó muy bien de comentarle que sabía de las amenazas en su contra e Inés no quiso mencionarlas para no ponerlo nervioso José Pedro montó su caballo y salió, con Justino, rumbo al potrero del norte. Iban a tranco lento conversando sobre todo lo que había trabajado el día anterior. De pronto, se oyó un tiro de escopeta y el caballo de José Pedro se asustó, se encabritó tirando a José Pedro que venía distraído por la conversación.
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Al caer, José Pedro pegó la cabeza contra el suelo, torciéndose el cuello y quedó sin conocimiento con una herida en la pierna que le sangraba. Justino, se bajó de su caballo y le habló a José Pedro - Patroncito, me oye. Como José Pedro no le respondía, no se animó a moverlo. Se monto en su caballo y salió al galope rumbo al casco de la estancia. Cuando llegó, unos minutos después, entró gritando - ¡Patrón, patrón, el patroncito se cayó y está herido y desmayado en el piso! - Inés, andá con Efrain en la camioneta. Y voy a llamar al comando Llorando, después de tomar el botiquín de primero auxilios, Inés se subió a la camioneta que manejaba Efraín, Unos minuto más tarde estaba arrodillada junto a su hijo. - ¡No lo vayan a mover!, les dijo Inés a Efraín y los demás peones que se habían juntado donde José Pedro estaba caído. Voy a intentar reanimarlo para poder tener una guía y saber como se siente. Al mismo tiempo le aplicó un torniquete en la pierna herida para detener la hemorragia. Cuando estaba en esas maniobras, escuchó el ruido del helicóptero de la Fuerza Aérea, que está destacado para la lucha contra el contrabando en la frontera. El aparato aterrizó en el frente de la casa y el médico y dos asistentes aparecieron, corriendo, con una camilla especial. - Doctora, dijo el médico de la Fuerza Aérea, déjelo en nuestras manos - Gracias, pero, por Dios, sálvenlo. El médico revisó a José Pedro. Le pidió a uno de los asistentes que le alcanzara suero y le dio instrucciones para que se lo aplicara. Una vez que lo hicieron, el médico dijo - Está estabilizado. Parece haber tenido una lesión grave. Vamos a trasladarlo al Hospital de Tacuarembó. Manuel ya había llegado y estaba junto a su mujer - 119 -
Mientras llevaban a José Pedro en una camilla especial hacia el helicóptero - Doctor, dijo Manuel, ¿mi señora puede viajar con ustedes? - Si, no hay problema. Es un viaje corto. Por favor les pido a los dos, la mayor calma. Nosotros ya estamos avisando el tipo de accidentado que llevamos. - Andá tú mamá. Yo me voy con Justino en la camioneta - Por favor cuidate, dijo Inés y el dio un beso. Tacuarembó.
Un instante después, el aparato despegaba rumbo a Manuel le dio instrucciones a Efraín para que se hiciera cargo. - Mirá Efraín, no sabemos cuan grave será la lesión de José Pedro así que, si alguien llama, no des ninguna noticia todavía. Cuando yo llegue a Tacuarembó, te llamo. Me llevo a Justino por si necesito hacer alguna diligencia. Después o vengo yo o te aviso que viene en ómnibus para que lo vayas a buscar a Manuel Díaz - Vaya tranquilo, patrón y que Dios proteja al patroncito Al llegar el helicóptero a Tacuarembó, trasladaron a José Pedro en ambulancia hasta el hospital. Inmediatamente lo ingresaron en sala de urgencia. El médico de guardia dio órdenes para que se le hicieran todos los controles para conocer la gravedad de las lesiones. De allí se lo llevaron a la sala de Cuidados Intensivos. -
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Un rato más tarde llegó Manuel. No se sabe nada, papá, estoy deshecha Calmate Inés, José Pedro es un muchacho fuerte, se va a recuperar. Ya mandé a Justino, que vino conmigo, a que tome una habitación para nosotros en un hotel. Está bien, pero yo no me voy a mover de aquí hasta que no vea a José Pedro despierto y hablando. Está bien mujer. Nos vamos a quedar aquí. Un rato más tarde, llegó Justino al hospital. Patrón, ya tiene una habitación en el Hotel Tacuarembó. Y aquí tiene las llaves de su coche. Gracias Justino. ¿Averiguaste de los ómnibus? - 120 -
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Si, señor, tengo un dentro de una hora. Bueno, tomá dinero y llamalo a Efraín que te vaya a buscar. ¿No necesita más nada, patrón? No, andá tranquilo. Yo después los llamo.
Inés y Manuel se quedaron abrazados en una sala junto al CTI. Más tarde salió el neurólogo del hospital. El doctor Matías Ferre había sido compañero de estudio de Inés. - Matías, ¡qué suerte que estás tú!, dijo Inés abrazándolo. Te presento a mi esposo, Manuel. Decime la verdad, ¿cómo está José Pedro? - Mirá, a ti no te puedo andar con vueltas. La cosa puede ser grave. En este momento vamos a efectuarle resonancia, con el propósito de saber si existe un hematoma subdural. Yo estimo que no, pero vamos a asegurarnos. La herida ya la intervenimos y pudimos extraer la bala. Por suerte no afectó ninguna arteria. - ¿Y cuando tenés los resultados?, preguntó Inés - Va a demorar la confirmación si existe o no el hematoma. Ahora, lamentablemente, no es lo único. Parece tener una lesión en la columna. No sabemos la gravedad, pero ya lo vamos a estudiar. Bueno, eso de cualquier manera es algo que va a llevar tiempo. Dentro de un rato, vuelvo con las novedades, dijo el neurólogo - Gracias, Matías, dijo Inés Cuando ya era medianoche, salió otra vez el doctor Ferre. Inés y Manuel se levantaron de donde estaban sentados abrazados. - Bueno, Inés, Manuel, tengo buena noticias. No existe hematíe subdural, que se deba al golpe que presenta en la cabeza. - ¿Y los demás valores?, preguntó Inés. - En general se mantienen dentro de lo aceptable, En este momento lo tenemos en un coma inducido, por los dolores. Hay algo más que debemos aclarar. Sacamos una bala de la pierna. ¿Se pudo haber herido él mismo? - No, dijo Manuel, no llevaba ningún arma - Bueno, entonces vamos a tener que dar parte a la policía. Puede tratarse de un accidente o de un atentado. - Está bien, dijo Inés, ¿querés que nosotros hagamos la denuncia? - No te preocupes. Conozco al Jefe de Policía y le voy a pedir la mayor discreción. - 121 -
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Gracias, MatĂas, dijo ella. MĂĄs tarde, cuando tenga datos mĂĄs concretos me comunico con ustedes
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CAPITULO VIII
Las horas que siguieron fueron angustiosas para los padres de José Pedro. Sabían y eran conscientes de que la situación era de alto riesgo. - Papá, dijo Inés, ¿qué vamos a hacer si perdemos a José Pedro? - No pienses así, mi amor, lo vamos a recuperar. Ahora tenemos que confiar en los médicos y pedirle a Dios que los ayude - Pero parece mentira. Hace unas horas estaba feliz porque José Pedro me dijo que hoy le iba a proponer casamiento a Gabriela. - ¿No me digas? - Si, estaba tan contento que no quería que se lo dijera a nadie. Es más, pensaba llamarla y decirle que lo esperara en Montevideo que él iba para allá. Y, ahora, esto, no puede ser, dijo Inés llorando. - Todo va a salir bien, querida. Es mejor que estemos lo más tranquilos posible. Ya sabemos que esto va a ser muy largo y tenemos que tener las fuerzas necesarias para afrontarlo. Ya eran las 8 de la mañana cuando se les acercó el doctor Ferre. Los dos miraron con cara angustiada. - Bueno, creemos que hemos salido de lo más peligroso. Ahora tenemos que esperar. - Ay, Matías, dijo Inés, ¿podemos tener esperanzas? - Inés, tú lo sabés como médico. Tenemos que esperar, por lo menos 48 horas para saber como reacciona el paciente. - Ahora me tengo que ocupar de ustedes, dijo el médico. Tú sabés Inés que estos procesos son largos. Por favor, los quiero a los dos, descansados. Nada pueden hacer aquí, así que vayan, comen algo y duermen. ¿Tienen donde ir aquí en Tacuarembó? - Si, ya tomé una habitación en el hotel. - Bueno, llevate a esta mujer. Que coma y que descanse. Esta tarde, la gente de Investigaciones de la policía va a ir a hablar con ustedes Inés lo miró con mala cara, pero Manuel la tomó por la cintura y se la llevó. - 123 -
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Vamos mujer. Todo queda cerca aquí así que si hay alguna novedad, volvemos enseguida. Si, vamos, no se si podré dormir, pero tenemos que comer algo y descansar.
Al llegar al hotel, se fueron al comedor. Desayunaron y luego se fueron a la habitación. Ambos se dieron una ducha para tratar de aflojar las tensiones. Luego se acostaron. Ambos sabían que le iba a ser muy difícil conciliar el sueño, pero era necesario descansar después de la noche que habían pasado y por lo que vendría. A la una de la tarde se despertó Manuel y no quiso despertar a Inés que parecía dormir plácidamente. Estuvo un rato pensando en lo que estaba pasando. Ni en el más remoto de los casos podía haber pensado que su hijo podía tener un accidente de ese tipo. -
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Mientras estaba pensando, Inés se despertó. ¿Qué hora es, papá? Una y quince ¿Qué vamos a hacer? Mirá, voy a llamar a Efraín. Mientras tanto vestite así vamos a almorzar. Bueno Él tomó el celular Efraín, Manuel te habla Patrón, ¿qué novedad tiene? Mirá todavía nada. Tenemos esperanzas, pero los médicos no nos han adelantado nada. ¿Llamó alguien? No señor, aquí está todo tranquilo, pero estamos pendiente de lo que pase con el patroncito. Nosotros, ni bien sepamos algo, se lo hacemos saber. Efraín, hay unas reses que José Pedro había apartado que hay que mandarlas para el sur. Si señor, quédese tranquilo. El patroncito ya había contratado el camión así que, supongo, esta tarde estamos cargando. Bueno, gracias Efraín. Cualquier problema me llamás - 124 -
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Si señor. Salude a la señora de nuestra parte y hágale saber que estamos orando por la salud del patroncito Gracias, muchas gracias
Cuando Manuel cortó la comunicación, Inés vio que tenía los ojos llenos de lágrimas. Le llamó mucho la atención porque sabía que su esposo es un hombre duro - ¿Qué pasó, papá? - Nada, me hizo emocionar Efraín. Me dijo que todos están orando por la salud de José Pedro. - ¡Qué gente y cómo lo quieren! Fueron a almorzar. Sabían que les tocaba un día muy difícil. Las noticias podrían no ser buenas o, en el mejor de los casos, no tener ninguna noticia. Una vez que terminaron de almorzar, les avisaron que el Inspector González y el Inspector Sena de Investigaciones de la Policía de Tacuarembó querían verlos. Ellos fueron hasta el lobby y allí se presentaron. El Inspector González les dijo que el gerente del hotel les había cedido un escritorio para que estuvieran cómodos. Una vez allí, el Inspector González les dijo - Señores, ustedes saben que este tipo de incidentes los tenemos que investigar. - Si, por favor, dijo Manuel - Por eso les vamos a hacer algunas preguntas. - Estamos de acuerdo. - De acuerdo a la información que tenemos, su hijo no portaba ningún arma - Es cierto - La bala que se encontró corresponde a un arma de caza. Piensa que pueda haber gente cazando en su campo. - Mire, dijo Manuel, lo encuentro muy poco probable. En el campo que, en realidad es de nuestro hijo, se cría ganado, por lo que, por razones de seguridad, nunca se permite cazar. - Si, eso presumía, pero tenía que asegurarme. Piensa que haya gente que quiera hacerle daño a su hijo. - 125 -
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No, no lo creo. José Pedro, nuestro hijo, ha ayudado a toda la gente de esa zona Si, esa es otras de las cosas que sabemos, por lo que más nos ha llamado la atención todo este incidente. ¿Puedo decir algo?, dijo Inés que había permanecido callada Si, señora, como no La novia de nuestro hijo, estuvo ayer en el establecimiento. Ella es la veterinaria que atiende a los animales del campo de mi esposo y aquí en Rivera. Ella me contó que había recibido amenazas dirigidas a nuestro hijo, vía mensajes de texto
Manuel la miró con cara asombrada, pero no quiso intervenir - Señora, la novia de su hijo, le comentó de donde podían provenir esas amenazas. - No, me dijo que no tenía idea quien se podría ensañar con José Pedro - ¿Y podemos ubicarla a ella? - Mire, quiero hacerle un pedido muy importante. Preferiría que esperáramos a que José Pedro, si Dios quiere se mejore. Ella no sabe nada sobre este accidente y se entera por medio de ustedes le puede dar algo. - Bueno, ante su pedido, nosotros vamos a comenzar nuestras investigaciones conjuntamente con Rivera. Pero le pido que, en cuanto se pueda, queremos tener una conversación con esa señora. Una pregunta más: ¿alguien acompañaba a su hijo cuando sucedió el incidente? - Si, dijo Manuel, el segundo capataz del establecimiento, Justino Ojeda. - Tendríamos que hablar con él para saber más de cerca como sucedieron los hechos. - Bueno, ahora llamo a la estancia y digo que se venga. Preferiría que lo entrevistaran aquí. - Si, no hay problema. En cuanto llegue nos avisa y venimos. - Gracias, dijo Manuel -
Los policías saludaron y se fueron No me contaste nada de lo de Gabriela, dijo Manuel
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Ella no quería que te enteraras porque es un tema bastante delicado. Resulta que ella estuvo casada con un hombre mayor, pero se tuvo que divorciar porque él le pegaba. Ella estima que las amenazas provienen de esa persona. Pobre Gabriela. Yo podría llamar a Rodolfo para que se comunique con ella y la ayude. No ahora, papá. Vamos a esperar la evolución de José Pedro, además los padres de Gabriela son abogados. Supongo que ella debe haber hablar con ellos Bueno. Voy a llamar a Efraín Manuel tomó el celular y llamó Efraín, Manuel te habla. Mirá, venite, en cuanto puedas con Justino…si la policía estuvo con nosotros y quiere hablar con él porque fue el único testigo…si, tranquilo, no pasa nada, solo quieren tener más datos…venite hasta el hotel y cuando llegues me llamás al celular…bien, te espero.
Después de la entrevista con la Policía, salieron en la Volvo XC90 rumbo al hospital. Al llegar la nurse del CTI, los saludó y les dijo que en un rato venía el médico de guardia. Los dos se quedaron sentados. Quien los veía, no podía decir que eran aquellas personas con el ánimo siempre alegre, enfrentando las dificultades. Hoy estaban totalmente apocados. -
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Un rato más tarde vino el médico de guardia. Señores, ustedes hablaron esta mañana con el neurólogo. Bien, la situación sigue sin cambios. Está en coma inducido para evitar los dolores. No les podemos anticipar nada. Seguimos esperando la evolución del paciente. Gracias doctor, dijo Manuel
Inés se aferró al brazo de Manuel y se puso a llorar en forma silenciosa De pronto dijo - Papá, ¿no me llevás a la Iglesia? Quiero estar un rato allá - Si, vamos Inés permaneció largo rato en la Iglesia y, al salir, parecía estar más tranquila - 127 -
En ese momento llamó Efraín avisando que ya estaban en el hotel. Manuel le dijo que lo esperaran que ya iba para allí. Al llegar al hotel, Manuel llamó al Inspector González y acordaron en encontrarse en el hotel. Inés y Manuel volvieron al hotel y allí estaban Efraín y Justino. Los dos saludaron y Manuel les dijo - Ahora viene el Inspector González. Lo único que quiere es tener una versión más cercana del incidente - Está bien, don Manuel, dijo Justino, no se preocupe. Unos minutos más tarde, llegó el Inspector González y se sentaron en el escritorio donde habían estado antes, Justino, Manuel y el Inspector. - Señor Ojeda, dijo el Inspector, quiero que me relate como sucedió el incidente. - Mire, íbamos a caballo, despacio, el Ingeniero y yo. Tranquilos porque teníamos que ver la plantación de la pradera. De pronto, escuché un estampido. Enseguida me di cuenta que era el ruido de un disparo de escopeta. Al mismo tiempo vi que el caballo que montaba el Ingeniero se encabritó y él cayó al piso quedando inconciente. Quise reanimarlo pero vi que perdía sangre así que volví a las casas y avisé lo que había pasado - Si, ya el señor y la señora Larzábal nos contaros el resto. ¿Tiene idea de qué dirección vino el tiro? - Vea, no es seguro porque usted sabe que en el campo los ruidos se deforman mucho, pero me pareció que venía de nuestra derecha, pero le repito, puede ser que no. - ¿Cree que fue hecho de lejos? - Estimo que si. Es una parte del campo muy abierta, excepto la arboleda que está al costado del camino, pero está como a 500 m de donde cabalgábamos. - Bueno, le agradezco su colaboración. El Inspector saludó y se fue. Cuando salieron del escritorio, Efraín estaba conversando con Inés sobre la salud de José Pedro. - ¿Y?, dijo Inés
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Ya está, le contestó Manuel, pueden volver a la estancia. Por favor les pido la mayor discreción. Tenemos que descubrir al canalla que hizo esto. Si, don Manuel, dijo Efraín, quédese tranquilo y llámeme si precisa algo. Efraín y Justino saludaron y se fueron.
Inés y Manuel volvieron al hospital y se quedaron sentados frente a la puerta del CTI. El tiempo pasaba lentamente. A las 6 de la tarde salió una nurse y le dijo. - ¿Quieren verlo? Entren despacio. Él no puede verlos pero, el doctor Ferre me dijo que los hiciera pasar. - Manuel, dijo Inés, te podés impresionar. ¿Querés que vaya yo sola que estoy más acostumbrada? - ¡Es el hijo de los dos!, le respondió él Entraron al CTI. Cuando se pararon frente a la cama donde estaba José Pedro, Inés no pudo aguantar el llanto. Él estaba todo conectado a los aparatos de control, estaba con la cabeza totalmente rapada y tenía vendada parte de ella. Tenía enyesado un brazo y vendada una pierna. Estaba muy pálido. -
Manuel abrazó a Inés y le dijo Vamos mamá. Ya viste a José Pedro. Vamos. Si, por favor, pedile a Dios que lo salve. ¡Es tan lindo mi hijo!
Salieron del CTI y se quedaron los muy abrazados. En eso salió el doctor Ferre. - Matías, ¿tenés alguna novedad? - Mirá Inés, lo único que te puedo decir es que, hasta el momento, no ha habido complicaciones, lo que, como tú sabés, es bastante - Gracias Matías Los dos se quedaron mirando hacia la puerta del CTI, como si quisieran enviarle fuerzas a José Pedro. Las horas pasaba lentamente. A las 9 de la noche decidieron volver al hotel. La espera podía hacerse menos larga si podían descansar. Entonces Manuel dijo - ¿Vamos a comer algo Inés? Esta noche va a ser larga - Si, querido. - 129 -
Al salir del piso del CTI, le pidieron a la nurse que los llamara, no importaba a qué hora, en caso de que hubiera algún cambio. Se fueron al restaurante del hotel. El mozo que los atendió estaba enterado de lo que les pasaba y con mucha discreción, les preguntó - ¿Noticias? - Esperamos mejores, le contestó Manuel La espera los estaba agotando a los dos. Además de no tener quien los acompañara, las noticias sobre el estado de salud de José Pedro eran pocas y dadas con cuentagotas. Inés y Manuel cenaron en el hotel y luego se fueron a su habitación. Estuvieron largo rato en silencio. La situación de José Pedro los tenía muy preocupados. - Manuel, dijo Inés, no quería hablar de esto ahora, pero tengo que decirlo. - ¿Qué es?, preguntó Manuel - Ahora tengo esperanza de que José Pedro se recupere pero tengo miedo de las consecuencias que tengan las lesiones que tuvo - Mirá querida, no podemos angustiarnos ahora. Hagamos todo lo que podamos para que él salga de esto. Si hay consecuencias posteriores, las iremos salvando después. Lo único que pido es que no nos vayamos a enfermar ni tú ni yo. José Pedro nos va necesitar. Inés se incorporó y le dio un beso muy largo a Manuel Manuel, hace años que no nos decimos nada, pero te amo como el primer día que nos conocimos - Yo también, mi amor. Abrazados se durmieron. -
El domingo se despertaron a las 6 de la mañana. Manuel, después de afeitarse, bañarse y vestirse, se fue en busca de agua caliente para el mate, mientra Inés se bañaba y se vestía. Una vez que estuvieron prontos, a las 7 de la mañana, salieron rumbo al hospital. - 130 -
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Cuando iban llegando a la antesala del CTI, vieron a alguien que estaba sentado, hecho un ovillo, en el banco frente a la puerta de la sala. En principio pensaron que sería familiar de algún otro paciente que estaba esperando, como ellos, alguna novedad. Al estar más cerca, la persona saltó de donde estaba sentada y, corriendo se abrazó de Inés. Era Gabriela. - ¡Gabriela!, ¿qué hacés acá?, dijo Inés -
Gabriela, entre sollozos, apenas le pudo responder Salí a medianoche de Montevideo y llegué a las 5 de la mañana. Calmate, ¿por qué te viniste? Llamé a José Pedro a la estancia y me dijeron que no estaba. Su celular no respondía. Llamé a tu casa y no respondía nadie. Quise llamar al celular de Manuel y no me daba nada. Entonces volví llamar a la estancia de José Pedro y Estebania, pobre, no pudo aguantar, se puso a llorar y me dijo “el patroncito está internado grave en Tacuarembó. Tuvo un accidente”. Cuando corté, creí que me desmayaba. No dudé ni un minuto y me vine en el primer ómnibus que salía para acá. Papá me quería traer, pero le dije que me venía en ómnibus porque era más seguro y podía estar antes. Manuel le pasó el brazo por encima de los hombros y le
dijo -
Calmate, Gabriela, ahora lo que tenemos que tener es fe. Lo que pasa es que me siento culpable y no podía aguantar que José Pedro hubiera tenido un accidente por mi culpa. Pero, ¿por qué vas a ser culpable?, preguntó Inés Porque estoy segura que fue por lo que te conté y, además porque él me pidió que me quedara unos días. Bueno, tranquila. Vamos a ver como se recupera. Ayer estuvimos hablando con la Policía. ¿La Policía?, dijo Gabriela abriendo los ojos muy grandes Si, porque, aparentemente no fue un accidente. Tenía una herida de bala.
Gabriela tenía los ojos rojos e inflamados de llorar. Se notaba agotada y en un estado de nervios muy grande y después de lo que le dijo Inés se puso a llorar más intensamente. - 131 -
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Gabriela, vamos a esperar para ver que nos dicen los médicos ahora de mañana y, después, te venís con nosotros al hotel así comés algo y te conseguimos una habitación, dijo Manuel. Manuel, no quiero salir de acá. Quiero quedarme junto a él Gabriela, yo pensaba lo mismo, dijo Inés, pero hasta que no salga del CTI, no podemos hacer nada.
A las 10 de la mañana salió del CTI el doctor Ferre. Inés se paró enseguida y le preguntó - Matías, ¿alguna novedad? - No aún. Solamente les puedo decir lo mismo que ayer. No se han producido complicaciones lo que, en mi concepto, es esperanzador. Pero no nos adelantemos. Sabemos que en 24 horas vamos a tener los resultados más concretos. No olviden que todavía existe el traumatismo vertical y, quizás, tengamos que intervenir quirúrgicamente. Cuando el médico se fue Gabriela se puso a llorar desconsoladamente. Inés le tomó la mano y dijo - Desahogate mi amor. Eso te va a hacer bien. - Es que yo lo amo. No importa lo que pase, yo estoy para cuidarlo toda la vida, dijo entre llanto y llanto. - Bueno, dijo Manuel, vamos hasta el hotel y comemos algo porque, seguramente, una vez que lo saquen de CTI, vamos a tener que estar más con él. ¿Le contaste a tus padres tu problema? - Si, mis padres son abogados e iban a hacer la denuncia contra el desgraciado que hizo esto. - No es hora de reproches, pero, ¿por qué no me lo contaste? - Manuel, como son ustedes conmigo, me daba vergüenza traer una cosa tan fea de mi pasado. - Bueno, está bien. Ahora calmate. Estás con nosotros. Cuando llegaron al hotel, Manuel pidió una habitación para Gabriela. - Gabriela, tenés la habitación. ¿No querés ir a cambiarte y refrescarte? - Ay, si gracias Manuel - Te acompaño, dijo Inés - 132 -
Ella y él
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Manuel se sentó en el comedor y le dijo al mozo que trajera para los tres. En ese momento se acercó el Gerente del hotel - Señor Larzábal, ya estamos enterados por lo que están pasando. Usted ordene que todo lo que esté a nuestro alcance lo haremos. El personal ya está instruido - Muchísimas gracias. Cuando llegaron a la habitación de Gabriela, ella se sentó en la cama. Se sentía realmente agotada. Inés la miró y la abrazó. Parecía una niña que ha perdido algo muy valioso. - Gabriela, le dijo Inés, todos estamos muy preocupados, pero lo mejor que podemos hacer es tomar las cosas de la manera más calmada que podamos. Tú podés imaginarte como estamos Manuel y yo, pero estamos haciendo el mayor esfuerzo posible. - Tenés razón, Inés. Si José Pedro me viera así, seguro que me rezongaría, dijo Gabriela esbozando una sonrisa. Luego tomó ropa de su mochila y se fue al baño. Al rato salió después de haberse dado una ducha y cambiarse. Lucía mucho mejor a pesar de su angustia - Ahora eres la Gabriela que quiero para mi hijo - Ay Inés, tú siempre ilusionándome. - No, nada de ilusiones. Te cuento que en la última charla que tuve con él, me dijo que iba a viajar a Montevideo para ayudarte con este asunto y que, además, tenía una sorpresa para ti - ¿Una sorpresa? - Te iba a pedir que te casaras con él -
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Gabriela la abrazó a Inés y le dio un beso Bueno, ahora que tenés la primicia, vamos a acompañar a Manuel Luego de desayunar, Inés le dijo a Gabriela. No protestes, ahora vas a tu habitación, te acostás y descansás. Has estado toda una noche sin dormir y te necesitamos con fuerza. Lo que viene después nos va a llevar mucho de atención y de estar acompañando a José Pedro. No se como agradecerle a los dos por todo lo que hacen por mí Mi amor, dijo Inés, eres como de la familia. Estás aquí porque así te consideramos. Si tenemos algo que decirte, te llamamos y Manuel te viene a buscar. Pero quedate tranquila que, de acuerdo - 133 -
a lo que dijo el doctor, no vamos a tener novedades hasta mañana. Gabriela les dio un beso a los dos y se fue para su habitación. Tomó el celular y llamó a su madre - Mamá,…si estoy bien, ya estuve con Inés y Manuel…no, sigue en el CTI…fue un disparo que le hicieron…si, la policía ya está al tanto, decile a papá…un beso. Ahora me voy a acostar un rato…si, en un hotel, Manuel me reservó una habitación. Un beso y otro para papá. Se desvistió, tomó un camisón cerrado y largo. “Los cortos son para estar con José Pedro”, pensó con una sonrisa. Se acostó y contrariamente a lo que creía, se durmió enseguida. Inés y Manuel volvieron al Hospital. Sabían que no podían hacer nada pero parecía que la espera se hacía menos prolongada estando cerca de su hijo. Se sentaron en el mismo lugar de siempre. Aquello se había vuelto tan habitual que ni siquiera hablaban entre ellos. Sabían que solo cabía esperar. Mientras tanto, a las 5 de la tarde, Gabriela se despertó. Había tenido sueños muy pesados, pesadillas en las que veía a José Pedro que la llamaba. Una vez que se despejó, llamó a Manuel - Manuel, Gabriela, hubo alguna novedad - No, querida, aquí estamos con Inés pero no tenemos nada. - ¿Podrás venir a buscarme? Quiero estar un rato más cerca de José Pedro. - Si, lógico, salgo para allí Inés le preguntó que había pasado y Manuel le explicó que Gabriela quería venir al Hospital. Un rato más tarde, Gabriela ya estaba en el hospital. Pasó un tiempo en que ninguno de los tres dijo nada. Todos estaban pensando en la recuperación de José Pedro - Manuel, dijo Inés, ¿no sería mejor irnos ahora para poder estar mañana temprano? - Creo que sí. ¿Qué decís, Gabriela? - 134 -
Ella y él
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Si está bien, pero si no les molesta, me gustaría pasar por la Iglesia - Lógico, dijo Inés - Gabriela, seguramente mañana la Policía quiera interrogarte. Yo le mencioné lo de las amenazas, pero no dije nada de donde podían provenir. - No, está bien. Quiero que lo agarren lo más pronto posible Al llegar a la Iglesia, se bajaron los tres y se quedaron un rato en silencio. -
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Los tres se fueron al restaurante del hotel. Inés dijo, Hoy vamos a tener que acostarnos temprano porque mañana puede ser un gran día Tú, como médico, ¿qué opinas?, preguntó Gabriela. Mirá, es muy difícil opinar porque, antes que médico soy mamá, pero tengo fundadas esperanzas que, si no ha habido ningún contratiempo hasta ahora, todo puede salir bien. Ay, Dios te oiga, Inés. No aguanto más sin verlo, sin abrazarlo. Creo que para tratarlo como tú querés, vas a tener que esperar, dijo Manuel sonriendo Si, es cierto, pero solo verlo otra vez me alcanza, dijo Gabriela
Una vez que cenaron, acordaron levantarse temprano porque, para poder tener noticias sobre José Pedro. Gabriela fue a su habitación, se arrodilló al lado de la cama y se puso a rezar. En ese momento pensó: “no rezaba desde cuando me hospitalizaron por la paliza que me dio aquel desgraciado. Ahora estoy rezando por el hombre más bueno y mejor que he conocido, por el que me trata como una diosa.” Cuando terminó de rezar, tenía los ojos llenos de lágrimas pero no le importó, se cambió y se acostó Ya era lunes. Gabriela se levantó a las 5:30 de la mañana. Se dio un baño y se arregló. Tenía esperanzas que hoy pudiera ver a José Pedro. Al mismo tiempo se levantaron Inés y Manuel. Cuando Gabriela bajó al lobby del hotel, ya estaba Manuel tomando mate. La convidó y le dijo - En un ratito baja Inés y nos vamos al hospital. - Si, es temprano - 135 -
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En ese momento bajó Inés. La abrazó a Gabriela y dijo ¿Cómo te sentís? No se por qué, pero estoy mucho más tranquila Enseguida salieron en la Volvo XC90 hacia el hospital.
Los tres subieron a la antesala del CTI. No había ningún movimiento, por lo que se sentaron a esperar. Como todos los días anteriores el tiempo parecía que no pasaba. La espera parecía ser, cada vez, más larga. La ansiedad de saber algo sobre el estado de José Pedro, los tenía muy angustiados a los tres. A las 10 de la mañana apareció el neurólogo, el doctor Ferre. Los tres se levantaron - Bueno, parece que lo más grave pasó, dijo el médico - Ay, gracias Matías - No, no me des las gracias a mí, tenés que dárselas a tu hijo que tiene una salud de hierro. - Y, ¿cómo está? - Miren, anoche se le hicieron algunas pruebas y respondió muy bien. Recién está despertando del coma inducido. Es posible que exista un cierto grado de amnesia ya sea por el mismo traumatismo o por la anestesia. - ¿Y podemos verlo?, preguntó ansiosa Inés - Si, voy a autorizar que lo vean para verificar la importancia de la amnesia. Si los reconoce a ustedes, va a ser muy bueno, pero si no los reconoce, no se asusten, está recién saliendo de una anestesia muy prolongada. Eso si, les pido, por favor, de no hacerlo hablar y eviten llorar. - No quedate tranquilo Matías, queremos lo mejor para él. - Lo mejor sería que entraran ustedes dos primero. Perdón por la pregunta, pero la señorita es… - Es la novia de José Pedro, se adelantó a decir Inés, la doctora Lazar. - Perdóneme doctora. ¿Se anima usted a entrar sola? - Si, dijo Gabriela muy emocionada. - Bueno, solo un minuto. No quiero que se canse.
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Ella y él
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Inés y Miguel entraron juntos, tomados fuertemente de la mano. José Pedro tenía mejor color. Tenía un brazo enyesado. La cabeza y la pierna vendadas. Abrió los ojos y los miró y quiso decir algo. Con un gesto, Manuel le dijo que no hablara. Le dieron un beso en la frente y se retiraron. -
Cuando salieron los esperaba Gabriela muy nerviosa ¿Cómo está?, preguntó Mucho mejor que cuando vino, pero todavía impresiona. ¿Querés entrar? Lógico
Gabriela entró y cuando vio a José Pedro, no pudo retener una lágrima. Se acercó. Él abrió los ojos y esbozó una sonrisa. Ella le puso un dedo sobre la boca y él se lo besó. Gabriela le tomó la mano y, luego de un instante se retiró. Cuando Gabriela salió, se abrazó de Inés y se puso a llorar. - Me miró y quiso hablarme. Yo le puse un dedo en la boca en señal de que se callara, y me dio un beso en el dedo, dijo - Bueno, eso quiere decir que está mejorando. - Si, le he rogado tanto a Dios. -
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Volvió el doctor Ferre y les preguntó ¿Cómo fue?, me interesa mucho la reacción de él. Mirá, a nosotros nos quiso hablar y Manuel le hizo señas que no hablara y a Gabriela que le puso un dedo en los labios para que no hablara, se lo besó. Es muy buena noticia. Eso significa que, si hay algún rastro de amnesia, puede ser de los últimos momentos antes del accidente. Matías, ¿y qué hay del traumatismo cervical? Mirá, por el momento no ha demostrado síntomas de ninguna lesión. De cualquier manera lo mantenemos con un cuello ortopédico para ver si se puede evitar la intervención quirúrgica. Perdoname que sea pesada, Matías, pero tiene para mucho en CTI. - 137 -
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No, no tenés que disculparte. Mirá si todo sigue como hasta hoy, sería muy posible que mañana lo pasemos a cuidados intermedios. Tenés que tener en cuenta que está con sondas, por lo que ese proceso lleva algo de tiempo. Bueno, ahora los dejo y arriba ese ánimo. Ya estamos cerca del final Cuando el doctor se fue, llamó Efraín. ¿Y, don Manuel?, ¿alguna novedad? Si, Efraín, pudimos verlo. Se está recuperando, pero es algo que va a llevar tiempo. Pero parece que lo más grave, pasó ¡Cuánto me alegro! La gente aquí en el campo se va a quedar loca de contenta. Muchas gracias por todo, Efraín y transmitirle nuestro agradecimiento al resto de la gente. Si, señor. Por favor, cualquier cosa que necesite me llama. Venir de la estancia hasta allí no lleva más de una hora.
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Al rato salió el médico de guardia del CTI y dijo ¿Ustedes hablaron con el doctor Ferre? Si, nos dijo que la evolución iba mejor, dijo Inés Si, es cierto. Ahora el Ingeniero está totalmente despierto. Nos gustaría que entrara alguno de ustedes para verificar el estado de su posible amnesia ¿Y quién puede ser, doctor? No sé, ustedes decidan
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Los tres se miraron e Inés dijo Gabriela, entrá tú No, Inés, no me animo porque me voy a poner a llorar. Lo que pasa es que yo también, le contestó Inés Bueno, entro yo, dijo Manuel.
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Manuel entró al CTI y se paró al frente de la cama en que estaba José Pedro. Este lo miró y, con apenas un hilo de vos, le dijo - Viejo… ¿mandaron los…terneros…para el sur? - Si, hijo, quedate tranquilo, dijo Manuel El médico, que estaba al lado de Manuel, le hizo señas que era suficiente y salieron los dos - 138 -
Ella y él
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Bueno, dijo el médico con una sonrisa, la verdad es que está mejor de lo que yo esperaba ¿Por qué? ¿Qué pasó?, preguntaron Inés y Gabriela Porque le preguntó al papá si había enviado los terneros al sur. Significa que ha recobrado la memoria de lo anterior al accidente. Les explico, lo más probable que recuerde todo, menos el accidente en sí y lo sucedido unos segundos antes. Gracias, doctor, dijo Inés y el médico se fue. ¿Cómo lo encontraste, Manuel?, preguntó Cecilia Mucho mejor. Si no fuera por los vendajes, es como lo vemos siempre, le contestó Manuel Ay, ustedes me van a decir que soy loca, pero ¡cómo me arrepiento de no haber entrado yo!, dijo Gabriela
Tanto Inés como Manuel se rieron de la ocurrencia de Gabriela. - Vamos a almorzar, porque entre vueltas y vueltas, ni siquiera desayunamos, dijo Manuel. - Si, vamos. De cualquier manera, por ahora no podemos hacer nada, dijo Inés - Si, además creo que estamos más tranquilos. Una vez en el hotel, le avisaron a Gabriela que esa tarde venía el Inspector González y quería conversar con ella. Después de almorzar se quedaron los tres esperando la llegada del Inspector. Al rato, cuando llegó, les dijo - Si no les importa, quisiera tener una entrevista con la señora a solas. - No, no hay problemas, dijo Manuel El policía se dirigió a un escritorio junto con Gabriela y Manuel e Inés se quedaron en el lobby, esperando. - Señora Lazar, tenemos entendido, por lo que nos dijo la doctora Larzábal, que usted recibió amenazas. - Si, es cierto. Esas amenazas las recibí en mi teléfono celular ¿Quiere ver alguna? - Si no hay inconveniente. Mire que no está obligada a mostrarlas. - Lo se muy bien Inspector porque mis padres son abogados - 139 -
Gabriela tomó su celular y se lo mostró al Policía - ¿Usted sabe de quien provienen esas amenazas? - Mire, yo sospecho que sean de mi ex marido, pero no se lo puedo asegurar. Mi padre hizo la denuncia en Montevideo, pero no han podido determinar de qué celular han sido enviadas. - Pero, por lo que veo, las amenazas están más bien dirigidas al Ingeniero Larzábal. - Es cierto y, según lo que me dijo su madre, él iba a viajar a Montevideo para hacer la denuncia. - Bueno, por ahora es suficiente y perdónenos las molestias, pero antes nos podría decir el nombre de su anterior esposo - Si, es Aníbal Manre - Nuevamente, disculpe las molestias - No, por favor, no tienen que pedir perdón. Lo que más queremos es saber quien nos amenazó y quién le disparó a José Pedro. El policía se despidió y Gabriela fue hacia el lobby donde la esperaban Inés y Manuel Después que Gabriela les contó lo que había hablado con los policías, los tres decidieron ir a acostarse para descansar. Inés y Manuel, en su habitación se pusieron a conversar sobre el futuro de José Pedro - Manuel, ni bien José Pedro pueda trasladarse, yo quiero que se vaya a Montevideo y que haga su convalecencia en casa - Si, a mi me gustaría también, pero tú sabés cómo es tu hijo. Él va a querer saber qué sucede en Las Dos Niñas, le respondió Manuel - Pero es que no va a poder estar en el campo. No tiene asistencia, está lejos de todo. Fijate lo que nos costó poder traerlo hasta aquí - Ya se mujer, pero es un tema que tenemos que tratarlo con mucha delicadeza. Te digo más, en algún momento, pensé poner en venta Las Dos Niñas, pero luego desistí, porque pensé que podía ser peor. - No se, Manuel, pero tengo miedo que se niegue a ir a Montevideo
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Eso no, mi amor, basta con que tú se lo digas a Matías. Que él de la orden que tiene que hacer la convalecencia en Montevideo. Luego veremos cómo arreglamos lo de los campos.
Mientras tanto, Gabriela, en su habitación del hotel, se bañó y se vistió con un camisón largo de algodón. Tomó el celular y, como lo había hecho la noche anterior, llamó a sus padres - Mamá, estoy bien…Hoy estuve hablando con la policía…creo que no tienen ninguna pista pero hay que esperar…si, les dije que ustedes habían hecho la denuncia….Parece que mañana lo pasan a cuidados intermedios…si, aunque estoy muy nerviosa, estoy feliz de poder verlo…no mami, quedate tranquila, aquí estoy con Inés y Manuel que me tratan como si fuera su hija…dale un beso a papá y mañana los vuelvo a llamar…un beso Luego de cortar la comunicación, se arrodilló al lado de su cama y se puso a rezar. Luego se acostó. Antes de dormirse se puso a pensar en como se iba a administrar Las Dos Niñas. Era evidente que José Pedro necesitaría un período de convalecencia. “No quiero hablar de esto con Inés y Manuel porque van a pensar que soy una interesada. ¿Irán a vender Las dos Niñas? Si sucediera eso, José Pedro se muere. Después de todo el sacrificio que ha hecho. Y yo, ¿qué hago? No me puedo hacer cargo de la estancia porque quiero estar al lado de él.” Pensando en todo esto, se quedó dormida.
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CAPITULO IX
Los tres se despertaron muy temprano. Gabriela se quedó un rato en la cama, Sabía que hasta después de desayunar no iban a salir para el hospital. Seguía pensando en como se iba a desarrollar la vida de ella junto a José Pedro, cuando él fuera dado de alta. ¿Se casarían? ¿Podía ser cierto lo que había dicho Inés? “Podría llegar a ser la mujer más feliz del mundo”, pensó. Un rato después, se levantó, se bañó y se arregló. Quería estar bien por, si acaso, José Pedro la veía hoy. Mientras tanto, Manuel había ido a buscar agua para el mate y volvió a la habitación. Mientras Inés se bañaba y se vestía, conversaron sobre lo que habían hablado la noche anterior. - Creo que lo mejor es que el tema del campo no lo toquemos, por ahora, dijo Manuel - Tenés razón. De cualquier manera tú vas a tener que hacerte cargo de algo de Las Dos Niñas. Es una inversión muy grande que José Pedro hizo y no se puede dejar. - Si, ya se, pero no creo que podamos hacer nada ahora. - No, es cierto -
Luego bajaron al comedor donde ya estaba Gabriela ¿Cómo te sentís hoy, Gabriela?, le preguntó Inés Bien, tranquila. Anoche hablé con mamá que estaba muy preocupada. Gabriela, yo no te he dicho nada, dijo Manuel, pero ¿no necesitás nada? Gracias, Manuel. Si necesitara te lo pido. Por favor, tenés que hacerlo. Qué no me vaya a enterar que andás necesitando dinero y no me dijiste. No, quedate tranquilo
Después de desayunar, Inés le pidió a Manuel que la llevara hasta la Iglesia.
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Salieron de la Iglesia y fueron al Hospital. Subieron hasta la antesala del CTI. Allí se sentaron los tres en un banco y se quedaron esperando, como había sucedido todos estos días. Cuando ya era mediodía, vino el médico de guardia del CTI -
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Bueno, los veo de mejor ánimo. Les explico, como recién anoche le desconectamos las sondas, queremos que se quede hasta mañana en el CTI. Tenemos la ventaja de estarlo monitoreando constantemente con electroencefalogramas y electrocardiogramas. Pero, ¿hay alguna otra razón para retenerlo?, dijo Inés, si es así preferiríamos que nos lo dijera. No doctora, créame que lo hacemos con el solo propósito de cuidado. Mire, dentro de un rato viene el doctor Ferre y se lo va a confirmar. Doctor, no es que desconfiemos de lo que usted dice, pero uno siempre está a la defensiva, en estos casos, dijo Manuel Los entiendo perfectamente. Después que el doctor Ferre venga, seguramente él los va a autorizar a ver al paciente. Gracias, doctor
Los tres y, fundamentalmente, Gabriela, quedaron algo decepcionados. No veían la hora de poder estar al lado de José Pedro. -
¿Qué hacemos?, preguntó Manuel Y yo digo de esperar al doctor Ferre y después nos iremos al hotel otra vez Está bien
Así volvieron los tres otra vez a sentarse en el banco frente a la puerta del CTI. -
Un rato más tarde salió del CTI el doctor Ferre ¿Cómo les va? Ya hablaron con el doctor Pinto. Si, dijo Inés, nos dijo que va a quedar hasta mañana. Decime la verdad, Matías, ¿pasó algo no previsto? No, Inés, quedate tranquila. Pasa que queremos que, cuando salga no tenga ningún tipo de contratiempo. Justo quería hablar con ustedes dos cosas. Sentémonos. - 144 -
Ella y él
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Inés y Gabriela se sentaron junto al médico, mientras que Manuel se quedó parado escuchando. - Cuando pasemos a José Pedro a Intermedio va a ser necesario que siempre esté alguno de ustedes con él. Tú sabés, Inés, que ese tipo de contención es lo que hace que el paciente mejore más rápidamente. Para que la tarea no sea tan pesada, ya designé una nurse para la noche. De cualquier manera está todo el personal. Lo otro es que tenemos que ir pensando en la convalecencia. No se que han pensado ustedes, pero lo mejor es que la hiciera en Montevideo y no en el campo. Allá va a tener asistencia y control. - Bueno, Matías, con respecto a estar con él, no hay problema. Vamos a estar nosotras y Manuel que, cuando comience a mejorar tendrá que viajar. Respecto a lo que decís de la convalecencia, ya lo habíamos pensado. Lo vamos a trasladar en avión a Montevideo y va a estar en casa - Perfecto, aclarados esos puntos, ¿quieren pasar a verlo?, dijo el médico sonriente - Lógico, nos morimos por verlo, dijo Gabriela - Tú no te preocupes, la nurse es vieja y fea, le dijo el médico riendo a Gabriela Primero entraron Inés y Manuel. Cuando José Pedro los vio, se incorporó algo y los dos le dieron un beso. - Mamá,…papá, fue lo único que dijo y se quedó mirándolos - Tranquilo, mi amor, nosotros estamos contigo - Ya se,… ya me lo… dijeron las enfermeras. - Bueno, nos vamos, alguien más quiere verte dijo
Al salir, Gabriela temblaba de nervios Ay chiquita, tranquilizate. Ahora podemos decir que está bien Si, ya se Gabriela entró y se paró al lado de la cama. Él la miró y le
- Te… amo,… chiquita,… ¿lo sabías? - Yo también, mi amor. Quedate tranquilo que estoy a tu lado Le dio un beso a José Pedro en la mano y se retiró. Cuando salió, no pudo contener el llanto. - 145 -
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Ay, perdónenme, no puedo con mi espíritu llorón. ¿Saben que me dijo? ¡Que me ama! ¿Viste que yo te lo había dicho?, dijo Inés Si, si, no saben lo feliz que estoy. Pobre José Pedro, ¿por qué tuvo que pasarle esto? Todo por mi culpa. Bueno, vamos a tranquilizarnos que nos falta un montón, dijo Manuel, vamos al hotel, almorzamos y descansamos un rato. Está haciendo mucho calor y no podemos enfermarnos ahora Tenés razón, mi amor, le dijo Inés, vamos.
Almorzaron tranquilos. Aparentemente el final de la espera estaba cerca, a pesar que sabían que lo que se venía era difícil, pero se trataba de una recuperación y no de un riesgo de vida de José Pedro. Durante el almuerzo, estuvieron conversando sobre la convalecencia. - Gabriela, dijo Inés, Manuel y yo pensamos que lo mejor es que José Pedro se quede en casa, durante su convalecencia. - Si, no hay duda, dijo Gabriela, es lo mejor. Yo puedo ir a verlo cada vez que me necesite. - ¿Qué estás diciendo, muchacha?, dijo Manuel - ¿Por qué? ¿Qué dije de malo?, dijo Gabriela con cara de preocupación, lo mismo voy a estar, a la orden, en la cabaña - No, mujer, a partir que José Pedro vaya a Montevideo, tú te venís a vivir a casa con él. Seguro que va a ser la mejor manera para que él se recupere. Gabriela la miró a Inés que se sonreía. Se paró y lo abrazó a Manuel - Ustedes son unas personas maravillosas. Con razón José Pedro es tan divino - Bueno, algo más, dijo Manuel - Si, todo lo que quieras - Vamos a tener que dividirnos el trabajo. Con respecto a los campos, tanto en Florida como en Rivera, yo me puedo encargar. Lo único que vas a tener que hacer tú es controlar la parte sanitaria de los animales, pero para eso, ya pensé tomar a dos veterinarios que estén a tu orden. - 146 -
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Gabriela, dijo Inés, tenés que pensar que saliendo todo bien, como esperamos, pasás a ser la propietaria de Las Dos Niñas y, tú sabés que allí hay una gran inversión. Ay, Inés, no me pongas nerviosa. ¿Podré yo con toda esa responsabilidad? Bueno, estoy segura, que eso es lo que quiere José Pedro. ¿Les puedo pedir algo? Si, por favor No sigan porque me va a hacer llorar Pero no es para eso, es que te queremos por lo que tú eres. Al terminar de almorzar, Manuel dijo Hace mucho calor. Voy a hacer unas llamadas y luego me acuesto un rato. ¿Ustedes? Yo también, dijo Gabriela, ¿y tú Inés? Voy a acompañar a este veterano y voy a llamar a la Clínica, dijo riendo
Gabriela se quedó en la habitación pensando en como iba a ser su vida de ahora en adelante. No se quería hacer muchas ilusiones, porque lo que le habían pintado Inés y, sobre todo Manuel, le parecía mentira. Poder compartir la vida con el hombre que amaba le era un sueño casi imposible. Se recostó sin desvestirse y se durmió. Cuando se despertó, estaba ya oscuro. Llamó a la habitación de Inés y Manuel y no le contestaba nadie. Entonces llamó la celular de Manuel - Hola, Manuel, ¿dónde están? - En el lobby del hotel ¿Te pasó algo? - No, me asusté porque ya estaba oscuro. Me quedé dormida. - No te preocupes. Cuando bajes, nos damos una vuelta por el Hospital. - Si, ya bajo -
Gabriela se cambió rápidamente, se peinó y bajó. Ay, perdónenme, me quedé dormida y ,sin darme cuenta, se pasó la hora No importa, dijo Inés, o si importa que hayas podido dormir. Gracias. ¿Vamos hasta el hospital? - 147 -
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Si, dijo Manuel
Cuando llegaron hasta la puerta del CTI, esperaron a que saliera un médico o una nurse. Estuvieron un rato hasta que salió una nurse. - ¿Puedo preguntarle algo?, le dijo Inés - Dígame señora - El paciente José Pedro Larzábal, ¿cómo está? - Mire señora, en realidad no estoy autorizada a dar información sobre los pacientes, pero creo que a él lo van a pasar mañana a intermedios. Pero espere que llamo al médico de guardia. -
Unos minutos más tarde salió un médico joven ¿Usted es la doctora Larzábal?, le preguntó a Inés Si, doctor Bueno, mañana tiene a su hijo en la sala de intermedios y, si no me equivoco, en un par de días, lo tendrá en su casa. Gracias, doctor
Gabriela dio un salto de alegría y se abrazó de los dos. - Voy a llamar a mis padres, dijo Inés y Manuel la miraban maravillados del espíritu de aquella mujer, más después de lo que les había contado -
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Papá, dijo Gabriela, qué suerte que hablo contigo…si, estoy muy bien…mañana lo pasan a cuidados intermedios y suponen que en dos días estará en la casa…si, no te imaginás…no, no necesito nada, Manuel se encarga de todo…bueno…un beso a mami que ya se que está escuchando…No te preocupes, cuando le den el alta a José Pedro, vamos para Montevideo y allí podremos seguir…mañana los llamo. Cuando cortó la comunicación, le dijo a Manuel Papá dice que no sabe cómo agradecerte Gabriela, sabés que tú nos estás ayudando a nosotros. No hay nada que agradecer.
Volvieron al hotel. Los tres estaban muy emocionados sabiendo que al día siguiente José Pedro iba a estar junto a ellos - 148 -
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CAPITULO X
El miércoles, Gabriela se levantó muy temprano, se bañó y se vistió. Lamentó no tener más ropa, ya que se puso jeans, una remera, botas cortas y tomó una campera liviana. Por precaución, tomó un bolso de cuero y dentro puso unas sandalias chatas, “para quedarme toda la noche cuidando a José Pedro”, se dijo sonriendo. Luego de eso bajó al comedor. Quedó asombrada que ya estaban Inés y Manuel - Creí que solo yo era la ansiosa, dijo sonriendo - Ah, ¿qué creías?, dijo Inés, nosotros estamos que ya quisiéramos estar allá - Bueno, dijo Manuel, se tranquilizan. Saben que José Pedro necesita tranquilidad y protección. - Si, viejo, dijo Inés, pero nuestra ansiedad no la arreglás con palabra y, además no te hagas el fuerte que fuiste el primero en levantarte. Manuel se rió, aseverando lo que dijo Inés Una vez que terminaron de desayunar, se fueron al hospital. Como todos estos días pasados, se sentaron en el banco frente a la puerta del CTI y, como todos los días, el tiempo comenzó a pasar lentamente. Los tres estaban en silencio, no querían que se rompiera la ilusión de verlo a José Pedro. Era casi mediodía, cuando salió uno de los médicos de guardia del CTI -
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Señores, muy buenas noticias. Esta tarde a eso de las 5 pasamos al Ingeniero a sala de cuidados intermedios. Ahí va a precisar de todo el cariño de ustedes. ¡Doctor!, ¿Qué alegría!, dijo Inés y le dio un beso Bueno, pero les sugiero que vayan a almorzar así pueden estar a esa hora aquí. Una cosa más. El Ingeniero preguntó por, a ver si me acuerdo, sus padres, sus vacas e hizo especial hincapié en que si, Gabriela está aquí, que quería verla otra vez. - 149 -
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Soy, yo doctor, dijo Gabriela, quédese tranquilo que no me separo más de él.
Con la alegría que les había transmitido el médico, se fueron para el hotel a almorzar -
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Después que almorzaron, Inés le dijo a Gabriela Ahora, no protestes. Te vas a acostar y a dormir. Esta noche te dejo que quedes tú a cuidar a José Pedro. Cuando lo vayan a llevar a la sala, Manuel te viene a buscar. ¿Me vas a dejar con él esta noche?, dijo Gabriela. Sí, creo que va a querer estar más contigo que con nosotros. Va a ser una noche dura. No te preocupes Inés, yo lo cuidaré más que a mí misma
Mientras tanto, a las 5 de la tarde pasaron a José Pedro a la sala de Cuidados Intermedios. Cuando los enfermeros terminaron de arreglarlo, entraron Inés y Manuel - José Pedro, hijo, ¡que alegría poder darte un beso!, dijo Inés - Mamá, papá, ¡los quiero mucho! No tengo idea de qué pasó, dijo José Pedro con la vos muy baja. - Bueno, José Pedro, ya vendrán las explicaciones, dijo Manuel, ahora tenés que quedarte tranquilo para mejorarte. - Diganme… ¿yo soñé o…Gabriela…estuvo conmigo? - No, no soñaste. Gabriela está durmiendo en el hotel. Ahora va papá a buscarla. Descansá y tratá de no hablar, dijo Inés Gabriela, de pronto, escuchó el timbre del teléfono de la habitación. Medio dormida, atendió - ¿Gabriela?, Manuel. Estoy en la recepción. No te apures. Ponete linda para ver a José Pedro. - ¡Manuel! ¿Ya lo pasaron a la sala? - Si y, ¿sabés?, lo primero que hizo fue preguntar por ti Gabriela se vistió, tomó el bolso que ya tenía preparado desde la mañana y bajó. Lo primero que hizo fue a abrazar a Manuel. - Vamos rápido Manuel, me muero de ganas de verlo. ¿Cómo está? - Está bien, le cuesta hablar pero, según el médico, es por el efecto de la anestesia - 150 -
Ella y él
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No quiero hablar, solo quiero tenerlo de la mano, le contestó Gabriela
Cuando arribaron al hospital, Gabriela estaba tan nerviosa que se tomó del brazo de Manuel. Llegaron hasta la sala donde estaba José Pedro. Cuando él la vio, se incorporó y ella se acercó y le dijo - José Pedro, aquí estoy como siempre, ¿viste? - Mi amor, no te vayas más. Quedate siempre conmigo - No hables, José Pedro. Yo siempre voy a estar a tu lado Gabriela se tomó de la mano de José Pedro, mientras Inés y Manuel salieron de la sala. - ¡Qué suerte ha tenido José Pedro con Gabriela!, dijo Inés - Realmente, es increíble. Inés, voy a llamar a Ramírez para que mañana, a primera hora esté en el aeropuerto de Tacuarembó. Voy a aprovechar a ir hasta Las Dos Niñas y luego hasta Florida. Pretendo que podamos volver de tarde. - Si, Manuel, pero cuidate. Gabriela, dejó su bolso, se quitó la campera y se sentó al lado de José Pedro. - No trates de mirarme porque no te conviene girar la cabeza, yo estoy aquí. José Pedro le hizo señas que quería mirarla. Ella se levantó y se puso de frente a él - Quiero que des un beso, dio él con una sonrisa Gabriela se acercó y le dio un beso en la boca. En ese momento entró Inés y dijo - ¿Ya empezaron tan temprano? -
Gabriela se puso colorada y José Pedro se rió Mujer, no te pongas colorada, ya sabemos que eres el amor de mi hijo Mamá, no la apures, quien sabe si me quiere, dijo él hablando suavemente y con pausa. Ya vas a ver. No te la vas a sacar así nomás de encima, dijo Inés riendo. - 151 -
Un rato más tarde entraron las enfermeras a efectuarle controles. Gabriela e Inés se quedaron fuera de la sala. - Gabriela, dijo Manuel, mañana viene Ramírez a buscarme. Voy a ir hasta Las Dos Niñas y después a la cabaña. Qué puedo hacer. - Mirá, en Las Dos Niñas, decirle a Efraín que controle a las vacas que injertamos. Si hubiera habido problemas, seguro que ya nos habría avisado. Preguntale, además si hay algún animal con problemas. Si es así, quizás yo pueda hacer un vuelo hasta allá. En la cabaña, ya sabés, hay que controlar las preñadas. De acuerdo a mis cálculos no deben estar por parir, pero nunca se sabe. - ¿Querés que te haga traer el avión hasta aquí? - Creo que tenemos que pensarlo, dijo Gabriela, ¿cómo vamos a trasladar a José Pedro? - En avión, dijo Inés, eso fue lo que indicó el médico - Entonces si, hacelo traer. Que lo traiga Fernández y que no se olvide de dejarme toda la documentación, contestó Gabriela, ¿y qué vas a hacer con tu auto? - No hay problema. Lo mando en camión. Ah, mañana me voy en taxi al aeropuerto así que ustedes se quedan con el auto, por cualquier cosa. Cuando las enfermeras salieron, entraron los tres. José Pedro preguntó - ¿Qué… estaban… confabulando? - Usted no tiene que estar en nada más que mejorarse, le dijo Gabriela dándole un beso - Te quiero, mi amor, pero… tenés que contarme... que me pasó, le contestó él - José Pedro, dijo Inés, eso puede esperar. No te apures. - Gabriela, andá a comer algo así después nosotros nos vamos, dijo Inés -
Cuando Gabriela se fue, José Pedro dijo Mamá, papá, no dejen que… Gabriela se vaya. Quiero que… siempre esté conmigo. Quedate tranquilo, amor, ella no se va a ir.
Luego de comer algo, Gabriela volvió al hospital y fue directamente a la sala donde está José Pedro. - 152 -
Ella y él
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Bueno, vayan ustedes, yo me quedo a cuidar a mi nene, dijo con una sonrisa Cualquier cosa nos llamás, dijo Manuel
En ese momento, cuando ya se iban Inés y Manuel, entró una mujer rubia, alta de unos 40 años, muy bonita y les dijo - ¿Ustedes son familiares del Ingeniero Larzábal? - Si, dijo Inés, yo soy la madre, el señor es el padre y la señora es la esposa del Ingeniero - Ah, mucho gusto. Mi nombre en Amelia y me envió el doctor Ferre - Ay, si, dijo Inés. La señora del Ingeniero también se va a quedar esta noche. Usted entiende. - Si, perfecto. ¿Cómo te llamás? - Gabriela, dijo con cara de pocos amigos - Perfecto Gabriela, nos vamos a entender. -
Gabriela salió a despedirse de Inés y Manuel y dijo Tu amigo, el doctor Ferre es un mentiroso. Mirá la mujerona que me manda. ¿Qué hago yo, chiquita como soy? Gabriela, no te pongas así. Tú eres la esposa, le dijo Inés con una sonrisa Ay, si gracias por haberme casado sin que yo me diera cuenta, dijo Gabriela riendo
Cuando entró a la sala, la nurse le estaba acomodando las almohadas a José Pedro. Él miró a Gabriela y se rió
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Ella no se animó a decir nada. La nurse le dijo Señora, como usted va a estar aquí, yo voy a estar aquí al lado en enfermería. Si necesita algo o está cansada, me llama que vengo enseguida Si, gracias
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Cuando la nurse se fue, Gabriela le dijo a José Pedro Primero, no te rías y segundo, cuidadito con mirarla No amor, solo miraba tu cara de enojo. Bueno, ahora ya cenaste así que a dormir. Dame tu mano
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Gabriela le tomó la mano y apoyó su cabeza sobre ella. La noche se desarrollo tranquila, excepto que a las 4 de la mañana, entraron las enfermeras para controlar a José Pedro. Gabriela se había mantenido despierta mirándolo como dormía. Salió de la sala y se fue a tomar un café. Allí la alcanzó Amelia y le dijo - Señora, no es necesario que usted esté al lado de su esposo. Estamos todos nosotros para cuidarlo. - Le agradezco su interés, dijo Gabriela, pero hay razones mucho más importantes que hace que me tenga que quedar a su lado. La nurse la miró con cara extrañada, pero no dijo nada. Una vez que las enfermeras se fueron, Gabriela entró. José Pedro estaba despierto. - Mi amor, ¿qué haces aquí? - Cuidando que ninguna de estas mujeres te lleve, dijo ella con una sonrisa Eso lo hizo reír a él. - José Pedro, tenés prohibido reírte. Si lo hacés me van a echar del hospital. - Está bien. ¿Vamos a seguir durmiendo? - Si, ¿Estás cómodo? - Si, pero mejor estaría si estuvieras acostada conmigo. - Ya va a llegar y te vas a arrepentir Se tomaron de la mano y se quedaron en silencio. Al rato Gabriela notó que él estaba dormido A las 6:30 de la mañana, entraron las enfermeras y un enfermero hombre. - Buen día, saludaron todos - Buen día, dijo Gabriela que, a esa altura estaba algo dormida - Señora, si nos disculpa, vamos a hacer que se levante su esposo - ¿Y a levantarlo?, dijo Gabriela asombrada - Si, que vaya al baño y yo lo voy a ayudar a que se de una ducha. - ¡Qué suerte!, un beso amor Gabriela le dio un beso y salió. Aprovechó a acomodarse la ropa e ir al baño. - 154 -
Ella y él
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Demoraron un buen rato. Mientras tanto llegó Inés. Gabriela, ¿qué haces afuera? Lo hicieron levantar a José Pedro y se está bañando. No te puedo creer, ¿ya? Si, a mí me pareció muy pronto, pero ¿Cómo estás tú? ¿Muy cansada? No, él pasó la noche muy tranquilo. ¿Se fue Manuel? Si, ya había salido para el aeropuerto porque Ramírez le avisó que ya venía en vuelo. Pobre Manuel, que viaje. No te preocupes, a él le encanta andar para arriba y para abajo, más ahora que sabe que José Pedro se está recuperando. El enfermero salió de la sala y les dijo Bueno, ahí tienen al paciente como nuevo. Pasen nomás Gracias Cuando entraron lo encontraron a José Pedro sentado en
el sillón. - Mi amor, ¿qué hacés ahí?, dijo Gabriela - Me mandaron que tenía que estar levantado un rato y que tenía que caminar. -
Las dos le dieron un beso. ¡Qué lindo que estás!, dijo Inés ¿Y el viejo?, preguntó José Pedro Se fue al campo. Debe venir esta tarde ¿Fue en avión? Si, pero no tenés que preocuparte de nada. Ahora Gabriela te va a dar el desayuno y, después, vamos a caminar un poco. ¡No saben como extraño tomar mate!
Después que José Pedro tomó el desayuno, se levantó y entre Gabriela e Inés lo ayudaron a caminar. - Yo puedo solo, protestó él - ¿Y quien te hace los mimos si no somos nosotras?, dijo Gabriela - A ver, no puedo abrazarlas a las dos por el yeso, pero denme un abrazo ustedes - 155 -
Primero fue Inés que le dio un abrazo muy emocionado y después, Gabriela lo abrazó como si nunca lo hubiera hecho, besándolo con pasión. - Otro abrazo de esos y me matás, dijo José Pedro riéndose - No te rías malo, que no puedo hacer nada Inés los miraba emocionada de verlos. - Bueno, ahora caminamos bastante, dijo Inés. Vamos para acostarte. No podés cansarte tanto. - Estoy bien, mamá - Si, pero vamos. Además Gabriela se tiene que ir a descansar. - No importa, Inés, dijo Gabriela - Si, acordate que mañana quizás tengamos que viajar, le dijo haciéndole una guiñada. - Bueno, me voy - Tomá las llaves del auto y no te preocupes por venir temprano. - Un beso, amor, dijo Gabriela Le dio un beso a José Pedro y se fue al hotel. Desayunó y se acostó. Se durmió enseguida. -
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En el hospital, llegó el doctor Ferre Hola Agustín, dijo Inés Hola, ¿más tranquila? Si, obviamente ¿Cómo está mi paciente?, le preguntó a José Pedro Me siento bien doctor, algo débil cuando fui a caminar Eso es lógico por el tiempo que estuviste quieto. ¿Dolores? No, ninguno ¡Qué bueno! Con este panorama, mañana te vas para casa ¿Si? Si, sin duda. Evidentemente te espera un período de convalecencia y de controles que te harán en Montevideo. Agustín, una pregunta, dijo Inés, ¿puede viajar en avión? Si, es lo mejor ¿Tendrá que ser un avión ambulancia o el Cessna de Manuel, alcanza? No, él puede movilizarse, así que puede ir en el Cessna. Mirá en realidad yo dije avión porque el viaje en auto es cansador en el estado de él, pero podría hacerlo sin ningún peligro. Gracias Agustín por todo lo que has hecho, dijo Inés - 156 -
Ella y él
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Ya se lo vamos a cobrar al niño con un asado en la estancia. No te imaginás lo que es la estancia de él. Fijate que yo vengo a descansar allí Ya sé. Ya me contaron, por eso lo dije. Bueno los veo mañana a primera hora. Hasta mañana Cuando él médico se fue, José Pedro le preguntó a Inés Mamá, en el Cessna no cabemos todos y no quiero que papá haga el camino en el auto y, menos que Gabriela vaya después. Quedate tranquilo. Creo que tu padre contrató otro avión. ¿Sabés que me gustaría hacer si salimos temprano y el tiempo está bueno?, dijo José Pedro Si, ya sé. Pasar por Las Dos Niñas. Vamos a ver como te sentís mañana.
Un rato más tarde le trajeron el almuerzo a José Pedro. Inés lo ayudó a acomodarse para comer. Le ofrecieron traerle algo a ella, pero les dijo que ella iba a almorzar más tarde. Gabriela se despertó y miró la hora. Eran las 13:30. Había dormido más de 4 horas. Se levantó, se dio un baño, se maquilló y se vistió. Enseguida se fue al hospital. Cuando llegó a la sala en que estaba José Pedro, él estaba levantado. Cuando la vio, abrió los brazos en señal de abrazarla. Ella lo abrazó, con suavidad, hasta con miedo. Levantó la cabeza y le dio un beso muy suave pero apasionado. - ¡Qué linda eres!, le dijo él - ¿Me tengo que ir?, preguntó Inés - No seas boba mamá, protestó él - No, dejala que se vaya, dijo Gabriela. Ella se va a quedar esta noche, así que es mejor que vaya a comer y a descansar. Quizás en un rato llegue tu padre. - ¿Y esta noche qué vas a hacer tú? - Me voy de farra, dijo Gabriela riendo - José Pedro, tenemos que alternarnos si no, es imposible
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José Pedro salió a caminar por los corredores del brazo de Gabriela. - Estuvo el médico, dijo José Pedro - ¿Y qué dijo? - Que seguro me pueda ir mañana. Mamá le preguntó si puedo ir en el avión de papá y le dijo que si. Lo que me preocupa es que no cabemos todos. El Cessna solo tiene 4 plazas. - Seguro que Manuel lo va a solucionar - Mamá dijo que el viejo contrataría otro avión, porque le dije que no quiero que haga el viaje solo en auto y quiero que tú vengas conmigo. - Quedate tranquilo, mi amor, ya te dije que no me voy a separar más de tu lado Cuando ya era las 7 de la tarde, le trajeron la cena a José Pedro. Él cenó sentado en la cama. - Me muero por un asado, dijo - Me parece que vas a tener que esperar, dijo Gabriela riendo. -
Mientras estaba cenando, llegaron Inés y Manuel Pero, ¡qué bien te veo!, dijo Manuel Viejo, ¿cómo te fue? Muy bien, todo está fenomenal. Ahora después voy a hablar con tu mujer, para arreglar algunas cositas. ¿Con quien?, dijo José Pedro con cara de sorpresa Con Gabriela, ¿con quien va a ser? A ver, Gabriela, aclarame algo ¿nos casamos nosotros? Podría ser, dijo ella sonriendo, ¿te arrepentís? No, amor, es que me sacaron toda la ilusión de pedirte que te casaras conmigo Ay, José Pedro, ¿lo decís en serio? Si, claro Me parece que se me aflojaron las piernas, dejame sentarme ¿Qué pasó? No entiendo nada dijo él Lo que pasa que lo que dijo papá fue en broma, dijo Inés, y ahora se lo pediste en serio. ¡Viejo!, me jodiste la fiesta. No tengo ni anillo, dijo José Pedro. ¿No es este?, dijo Inés Si, ¿de dónde lo sacaste? - 158 -
Ella y él
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Del bolsillo de tu pantalón. Lo tenías allí. Ya te vamos a contar por qué. Vení, Gabriela, dijo José Pedro
Ella se acercó temblando y con los ojos llenos de lágrimas. José Pedro le tomó la mano y le dijo - ¿Querés casarte conmigo? - Si, mi amor Él le puso el anillo en el dedo y ella lo abrazó con todo el cariño que tenía guardado. -
Eran las 9 de la noche y entonces Manuel dijo Gabriela, vamos que mañana tenemos que hacer. Si, dijo Gabriela que seguía mirando a José Pedro. No se te va a ir, dijo Inés riendo, yo te lo cuido Ya se, pero quiero estar siempre a su lado. Ya lo vas a estar. Ahora andá, cená y descansá
Gabriela y Manuel se fueron al hotel. Fueron al restaurante a cenar. - ¿Vino el otro avión?, preguntó Gabriela. - Si, lo trajo Fernández y se fue con Ramírez - ¿Y Ramírez no tiene que estar aquí, mañana? - Si, lógico, pero no había más remedio porque Fernández tenía otro vuelo. - ¿Te dejó toda la documentación? - Si, fue lo primero que le dije. Me contestó que no se iba a olvidar porque no quiere que te enojes. Dice que eres muy brava. Gabriela se rió. - Manuel, José Pedro quiere pasar por Las Dos Niñas. ¿No sabés las predicciones meteorológicas para mañana? - Le pregunté a Ramírez y me dijo que iba a ser un día fantástico. - ¡Qué suerte!, porque está que se muere por ir a la estancia. Va a ser difícil mantenerlo en Montevideo - Ya lo creo, pero va a ser una de tus principales tareas, convencerlo que, para volver tiene que estar más que bien. - Voy a usar todas las armas que tengo, dijo Gabriela riendo.
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Bueno, dijo Manuel, ¿te parece si vamos a dormir?, mañana tos toca un día agitado. Ya arreglé el envío del auto así que, a primera hora, tenemos dos taxis aquí en el hotel. Bárbaro. Si no me desperté, llamame. No te preocupes. Hasta mañana
Gabriela se fue a su habitación con toda la ilusión de poder viajar con José Pedro, de tenerlo a su lado, después de haber pasado tanto. Aprovechó a llamar a sus padres. - Mamá, mañana volvemos a Montevideo,…si, con José Pedro, Inés y Manuel,…no sabés, tengo un montón de cosas para contarte…apenas llegue voy para allí…aquí no hubo ninguna novedad…bueno lo hablamos en cuanto lleguemos. Un beso y otro para papá.
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Ella y él
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CAPITULO XI
A las 6:30 de la mañana ya estaba Gabriela en el lobby del hotel, con su bolso pronto. Unos minutos más tarde bajó Manuel con las cosas de él y de Inés. - Recién hablé con Inés, dijo Manuel, José Pedro pasó muy bien y ya está vestido para irse. - ¿Ya? - Si, porque anoche, después que nos vinimos al hotel, el médico le dio el alta de hospital. - Bueno, entonces vamos. Los dos autos que Manuel había contratado, ya estaban en la puerta del hotel. Cargaron los bolsos, se subieron cada uno en uno de los coches y se fueron al hospital. Allí los esperaban José Pedro e Inés, muy ansiosos. - Hola amor, saludó Gabriela a José Pedro. Este la abrazó y le dio un beso apasionado. - Bueno, dijo Inés, ¿nos vamos? - Si, dijo Manuel, los coches están en la puerta Gabriela tomó el brazo a José Pedro para ayudarlo. Él se dejó tomar sin protestar. Una vez que estuvieron acomodados en los coches, se fueron hacia el aeropuerto. Al llegar al aeropuerto estaban estacionados dos Cessna 182. José Pedro le dijo a Gabriela - Mirá que suerte, el viejo consiguió alquilar otro avión, ¿sabés quien es el piloto? - Ni, idea dijo ella. Se bajaron de los autos y, enseguida vino Ramírez a saludar a José Pedro - ¡Qué suerte verte así!, - Gracias. Ramírez. Dígame, ¿quién pilotea el otro avión? - 161 -
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Ahora tu viejo te lo dice.
José Pedro se quedó medio extrañado por el hermetismo de Ramírez, pero vio que se acercaban sus padres. Mientras, no percibió que Gabriela y Ramírez se habían ido hasta el centro de control. - ¿Cómo te sentís?, le preguntó Inés - Bien mamá, pero hay lago que no entiendo y, dirigiéndose al padre le preguntó - Viejo, ¿quién pilotea el otro avión?, además, ahora que me doy cuenta, ¿dónde fue Gabriela? - Fue a conocer al otro piloto que va con ustedes, dijo Manuel muy serio, bueno, andá subiendo a este que es el más nuevo. Yo te ayudo por el brazo y a ponerte en cinturón y los auriculares. José Pedro se subió y estuvo mirando que se trataba de un avión recuperado totalmente a nuevo, con sistemas sofisticados de navegación. Estaba distraído mirando todo el instrumental, cuando oyó que abrían la puerta del piloto. Vio a Gabriela y pensó que ella se iba a sentar en el asiento de atrás. Ella lo miró sonriente y le dijo - Este es tu piloto a partir de hoy. - ¿Tú? - Si, no te asustes, hace un buen tiempo que vuelo - Pero nunca me dijiste nada. - Era una sorpresa que quería darte, pero nunca esperé que fuera en estas circunstancias. Este avión es un regalo de tu padre para ti para que no estés tan alejado. Se le ocurrió regalártelo cuando supo que yo era piloto. - Me dejás helado - ¿Tenés miedo? - No, pero… - Hay que pagar por el piloto. El precio es un beso Él la besó, pero seguía asombrado Mientras conversaban, había escuchado la comunicación de Ramírez con la torre de control y vieron que ya se iban - Bueno, dijo ella, allá vamos - Tenemos que esperar a que salga Ramírez, le dijo a José Pedro que la miraba entre asombrado y maravillado. Unos minutos más tarde - 162 -
Ella y él
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Bueno, aquí vamos nosotros, dijo ella riendo Luego que hubieron levantado vuelo, José Pedro estaba
más distendido - Amor, ¿te da miedo que yo pilotee? - No, no es eso. Es que nunca me imaginé. - ¿Sabés hacia donde vamos? - Ni idea - Hacia Las Dos Niñas - ¿Te puedo abrazar?, dijo él - Si José Pedro le pasó la mano por la cabeza, mirándola con mucho cariño. -
Después de unos minutos de vuelo, Gabriela dijo Ya estamos, voy a hacer un vuelo bajo mientras desciende el otro avión. Dejame ver mi campo. ¡Cómo lo extraño!, dijo él
En Las Dos Niñas se había armado gran revuelo, porque sabían que a José Pedro le habían dado el alta, pero lo que menos se imaginaban es que él venía en otro avión. Inés, Manuel y Ramírez se bajaron del avión y Justino les dijo -
Hay otro avión dando vueltas. Parece que quiere bajar. Capaz que tiene algún problema
Todos se quedaron mirando como Gabriela maniobraba hasta poner, suavemente, el Cessna en la pista. Luego carreteó hasta acercarse a donde estaban ellos. Fue, entonces que Justino salió a los gritos para la casa - ¡El patroncito, viene el patroncito con la señorita Gabriela! El personal se acercó a la pista. Ramírez y Gabriela ayudaron a José Pedro a bajarse. Todos querían abrazarlo. Estebania le dio un beso, mientras Lucía le pidió permiso para darle un beso. En el medio de tanta algarabía, Manuel dijo - Bueno, vamos a estar un rato nada más. Solo vinimos a agradecerles todo lo que ustedes ha hecho - 163 -
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No le dije, patroncito, dijo Estebania, que tiene que casarse con Gabriela. Fíjese hasta los aviones maneja Ya lo creo, dijo José Pedro que no cabía de emoción
De atrás de todos, salió Efraín, termo y mate en la mano. Le dio un abrazo a José Pedro y lo convidó con un mate. - No se si debo, dijo José Pedro, pero no puedo despreciarlo Inés no quiso que José Pedro se cansara, por lo que no fueron hasta la casa. Después de un rato, dijo - Bueno, tenemos que irnos. Nos espera un viaje largo. Todos se despidieron y se subieron a los aviones, emprendiendo viaje hacia Montevideo. Dos horas y treinta más tarde ambos aviones aterrizaron en el Aeropuerto Internacional de Carrasco. Enseguida Inés y Manuel vinieron a ayudar a José Pedro. Gabriela les dijo - Viene muy cansado y creo que, aunque no me lo dijo se mareó en algún momento. - No, chiquita, no, dijo José Pedro - Papá, dijo Inés, es mejor que la ambulancia se acerque. Unos minutos después, lo subieron a José Pedro a una camilla en una ambulancia. Inés y Gabriela subieron con él, mientras Manuel se fue en el Mercedes que se había hecho traer al aeropuerto. La ambulancia llevó a José Pedro hasta el Hospital BR, donde lo dejaron al la sala de urgencia. -
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Una vez que le hicieron los controles, el médico les dijo Pueden ir tranquilos. No ha sufrido ninguna descompensación. Lo que le pasó fue, seguramente por el viaje. ¡Qué suerte!, dijo Gabriela, yo venía medio asustada a tal punto que estuve por aterrizar en Santa Bernardina, pero él me dijo que no. ¿Puedo hablar yo?, dijo José Pedro Si, mi amor, dijo Inés Lo que me pasa es que estoy cansado. Bueno, vamos a casa mientras Gabriela va a ver a sus padres - 164 -
Ella y él
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¿Me vas a dejar solo?, dijo él sonriendo No sea mimoso, mis padres tienen derecho a saber que sigo siendo su hija Bueno, pero no te tardes.
Gabriela salió del hospital y se tomó un taxi para ir a su casa, mientras José Pedro, Inés y Manuel fueron a la suya. -
Cuando Gabriela llegó, estaban el padre y la madre ¡Papá, mamá!, que alegría verlos Ay, Gaby, dijo la madre, que días de angustia hemos pasado Bueno, mami, ya pasó. Ahora sentémonos porque tengo mucho para contar.
El padre de Gabriela, Elbio Lazar, abogado, era un hombre de unos 55 años, bajo, de pelo canoso. La madre, Ángela, era una mujer también baja, de unos años menos que el esposo, muy elegante. - Gabriela, empezá desde el principio, dijo la madre - Llegué a Tacuarembó el domingo de madrugada. Me fui al hospital, pero no había nadie. Como a las 7 llegaron Inés y Manuel que no podía creer que yo estuviera allá. Después, imagínense, fue todo espera mientras José Pedro estaba en el CTI. Por suerte el médico que lo atendió fue compañero de Inés y, creo, eso hizo que tuviéramos más información. Ahora que lo cuento, parece que fue un rato que pasamos allá, pero fueron horas. Por suerte, todo salió bien y hoy José Pedro está aquí en su casa. Allá me interrogó la policía. Ya lo habían hecho con Inés y con Manuel. También interrogaron a uno de los capataces de la estancia que estaba con él cuando lo atacaron. - Ay, hija, que difícil debe haber sido, ¿no?, dijo el padre - Si, papá, fue muy difícil, pero creo que todo tiene su recompensa. - ¿Si? ¿Cuál?, dijo la madre - Miren, dijo Gabriela mostrando el anillo - ¿Y eso?, dijo la mamá de Gabriela - José Pedro me pidió que me casara con él. - ¡Mi amor!, dijo la mamá mientras los dos la abrazaban. - Si, estoy muy contenta, pero ahora viene otra cosa. - ¿Qué pasa?, dijo el padre con el ceño fruncido - 165 -
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Manuel me pidió que, mientras José Pedro esté aquí convaleciente, me vaya a vivir a la casa de ellos, para ayudarlos. ¿Solo para ayudarlos?, preguntó la madre riendo Está, mamá, no tiene por que ser para otra cosa. Dale, pícara, ese chico te tiene loca desde hace tiempo. Está bien, dijo Elbio, pero supongo que alguna vez nos vas a presentar a nuestro yerno y a nuestros consuegros. Lógico. Ahora voy a preparar lo que necesito y me voy. No se enojan, ¿no? No amor. ¿Te ayudo?, dijo Ángela Si, mami. Papá contame en qué está la investigación. Mirá, no se ha podido avanzar nada. Es todo muy raro. El Inspector Arce de Delitos Complejos, al que yo conozco mucho me dijo que era un caso difícil. De cualquier manera estaba esperando que le llegaran los informes desde Tacuarembó. Más o menos lo mismo me dijeron allá. Yo les dije que podía haber sido Aníbal, pero hasta yo misma lo dudo.
Un rato más tarde cuando Gabriela ya había arreglado todas sus cosas, su padre de le dijo - ¿Te llevo, Gaby? - No, papá, no quiero caerles de sorpresa con ustedes, ¿me entendés? - Si, está bien Gabriela les dio un beso a los padres y tomó un taxi para ir a casa de José Pedro Al llegar pensó: “no se por qué pero estoy nerviosa. Es como si entrara en un mundo diferente y no tiene que ser así, tanto José Pedro como Inés y Manuel, siempre han sido tan buenos conmigo. ¡Soy una boba!” -
Tocó timbre y salió Filomena a atenderla ¿Tú eres Gabriela, no?, le preguntó Si, contestó Gabriela asombrada Dame tu valija y te llevo a atender a ese mimoso que trajeron de afuera, dijo riendo.
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Ella y él
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Gabriela, sin saber que decir, la siguió a Filomena. Subiendo a la planta alta, se oían voces. Llegaron a un dormitorio donde estaba José Pedro acostado e Inés sentada en un espléndido sillón - Llegaste, dijo riendo Inés, me vas a sacar este pesado de encima - Hola, dijo Gabriela dándole un beso a Inés, ¿qué pasó? - Se le había metido en la cabeza que ibas a venir mañana. - Mi amor, ¿cómo podías pensar eso?, dijo Gabriela acercándose para darle un beso. José Pedro la tomó con el brazo sano y la tiró encima de él y le dio un beso. - ¡José Pedro, tu mamá!, dijo ella levantándose - ¿Qué? ¿Se va a asustar?, le respondió él riendo - Ay, no te rías, que ni a tu mamá respeto. Inés los miraba riendo - Viniste justo porque estaba por contarle a José Pedro como fue que tuvo el accidente, dijo Inés - Si, mamá, pero vamos afuera y decile a Filo que prepare un mate. Gabriela lo ayudó a levantarse. - Despacito, le dijo ella, ¿te sentís bien? - Si, no te preocupes, ahora estás tú, le contestó él. Salieron al jardín. Gabriela estaba asombrada de la comodidad de la casa y se daba cuenta del por qué José Pedro tenía la casa tan buena en la estancia. -
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Se sentaron en unos sillones al costado de la piscina. No se imaginan lo que extrañaba esto. Tomar mate tranquilo Bueno, ahora tenés que estar cómodo y tranquilo para recuperarte, dijo Gabriela Te cuento, dijo Inés. Cuando Gabriela salió, en avión, para Florida, tú te ibas a ir con Justino, a caballo, para el norte. Si, de eso me acuerdo. Estuve conversando contigo acerca de que estaba buscando una mujer buena para casarme y no la había encontrado, dijo José Pedro riendo. No seas malo, no te rías. Además, creía que ya habías encontrado esa mujer, dijo Gabriela. ¿Si?, le contestó él No te pego porque estás mal. Mejor, te doy un beso en la frente y te dejo con ganas. - 167 -
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No se comporten como niños, protestó Inés. ¿Me dejan seguir contando? Si, perdón, dijo Gabriela Cuando ibas a caballo con Justino, según dijo él, sintió el ruido de un disparo de escopeta y tu caballo se asustó y te tiró. Parece que, como ibas distraído, caíste mal y quedaste inconsciente, con una herida que sangraba en tu pierna. ¡Qué notable!, no me acuerdo de nada de eso. Fue lo que dijo el médico. Se produce una amnesia temporal, dijo Inés. A partir de allí fue una locura. Tu padre consiguió que un helicóptero de la patrulla fronteriza viniera para llevarte a Tacuarembó. En el hospital encontré que el neurólogo, Matías Ferre, fue compañero mío pero, de cualquier manera fueron horas de mucha angustia. Imaginate yo, dijo Gabriela, cuando me enteré viaje la madrugada del domingo sin saber como estabas Bueno, chiquita, ahora me tenés acá, dijo José Pedro Gracias a Dios
Mientras conversaban, salió Filomena al jardín a avisarles que había visitas - ¿Quiénes son?, preguntó Inés - La señorita Sonia Valle y su mamá - ¡Esa puta!, que vaya a la mierda, saltó Gabriela, dejando asombrada a Inés. - Gabriela, le dijo José Pedro, no tenés que ser así. - Si, pero ella te hizo mucho daño. - Ya se, pero vas a ver como la curamos, le contestó él. Mamá, no te asombres por lo que diga. Filo, hacelas pasar. Sonia tenía puesto un vestido muy ajustado a su cuerpo, con falda por encima de las rodillas y sandalias de taco alto; su madre con pantalones y remera muy ajustados y sandalias. José Pedro se levantó a saludarlas - José Pedro, dijo Sonia dándole un beso, nos enteramos de tu accidente - ¿Cómo estás ahora?, le dijo María Isabel
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Ella y él
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Por suerte, mucho mejor. Permítanme que les presente: mi madre, tú María Isabel ya la conocías y mi esposa, la doctora Gabriela Lazar.
Las dos mujeres quedaron impactadas frente a la palabra esposa, mientras Gabriela las saludó muy cortésmente - No sabía que te habías casado, dijo Sonia - Si, lo que sucede es que fue poco antes del accidente, pero ya estamos bien y, dentro de poco nos vamos a vivir al campo, contestó él - Bueno, dijo María Isabel, no queremos molestar. Ya saben: cualquier cosa que necesiten, estamos a las órdenes - Yo las acompaño, dijo Inés Cuando Inés volvió, Gabriela se estaba riendo de la ocurrencia de José Pedro - ¿Cómo se te ocurrió eso?, dijo Inés - ¿Tú viste en el tren que venían las dos?, dijo él - ¿Te parece? - Ay, Inés, perdoname, pero no sabía cual de las dos se le iba a tirar primero, dijo Gabriela, además lo que dijo es cierto, ¿no? - Si, tesoro, nadie más que tú para ocupar ese lugar, dijo Inés - Bueno, señorito, dijo Gabriela, a la cama. Yo le ayudo con el almuerzo. Se fueron los dos al dormitorio de José Pedro. Cuando llegaron allí, quedaron sorprendidos. Todas las cosas de Gabriela estaban ordenadas, junto a las de José Pedro. - ¿Qué invasión es esta?, dijo riendo José Pedro - Algo que impuso Manuel y, como te reíste, te voy a dar tu merecido, dijo Gabriela abrazándolo y besándolo apasionadamente. - Gabriela, mi amor, no te separes nunca de mi - Ni loca. ¿Te ayudo a cambiarte? - No, solo ayudame a sacarme la camisa por el yeso. - Bueno, mientras te acostás, me voy a dar una ducha y a cambiarme - ¿Puedo ayudarte?, preguntó él con una sonrisa - Por ahora no, tenés que curarte bien. - 169 -
Más tarde Filomena trajo el almuerzo para los dos. Después de almorzar, Gabriela le dijo a José Pedro - Ahora tratá de dormir. Sabés que tenés que descansar. - ¿Y tú que vas a hacer? - Voy a hablar con tu papi y con Las Dos Niñas para saber si hay novedades. No te preocupes. Gabriela le dio un beso y se fue a la planta baja Esa tarde, mientras Manuel y Gabriela estaban reunidos viendo como iban distribuirse el trabajo, vino Filomena a avisarles que estaba el Inspector Arce de la Policía para conversar con ellos. - Ah, Manuel, el Inspector es amigo de papá. Me lo dijo hoy. Lo debe haber mandado él - Hacelo pasar, Filomena Al entrar el Inspector Arce, Manuel se adelantó a presentarse - Soy Manuel Larzábal, el padre de José Pedro, víctima de este incidente - Inspector Arce, mucho gusto, le dijo el Inspector - La señora es la doctora Lazar - Encantado. ¿Usted es la hija del doctor Lazar? - Si, supongo que papá ya le habló del caso. - Si, efectivamente. Además hoy recibimos los informes desde Tacuarembó. Hay varios indicios. La bala que extrajeron de la pierna del Ingeniero es de un rifle de caza, por lo que se estima que el disparo debe haber sido hecho a larga distancia. En la inspección ocular que se hizo en las cercanías de donde sucedió el incidente, se encontró, en un camino vecinal, entre unos árboles, restos de un campamento. Se hallaron, además varios casquillos de bala, pero, extrañamente, sin huellas digitales, es decir que quien los manipuló, tuvo la precaución de hacerlo con guantes. Sabemos de las preguntas que le hicieron en Tacuarembó, doctora, pero me gustaría hacer alguna más. Quizás sean repetidas y usted sabrá disculpar. - Si, por favor - ¿Quiere que los deje solos?, preguntó Manuel - No, señor, no es necesario. Dígame doctora, usted recibió amenazas a través de su teléfono, ¿podría verlas? Ya sabe que no está obligada - 170 -
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No, está bien. Permítame, dijo Gabriela que tomó su celular y se lo mostró. Después de estas amenazas, ¿no recibió más? No, solo son estas dos. Usted dijo, en Tacuarembó, que el autor de estos mensajes podría ser Aníbal Manre Si, me lo supuse. Fue lo único que se me ocurrió porque no creo que José Pedro tenga enemigos de esa índole. ¿Saben?, todo esto es muy extraño y me temo que todavía estamos lejos de la solución. Les explico. Estuvimos averiguando sobre el señor Manre y resulta que él hace dos años que está fuera del país. Ya se que no es razón para descartarlo, pero es más difícil. Los mensajes fueron hechos de uno o más celulares que no están registrados. Si se hubieran hecho desde el exterior, podríamos haberlos rastreado. ¿Usted cree que puede ser una persona de nuestro entorno?, preguntó Manuel Es evidente que es alguien que los conoce y que sabe que el Ingeniero vive en el campo en Rivera. La policía de Tacuarembó, junto con la de Rivera, investigaron a todo el personal de la estancia y no hay nada que decir de ellos. Es cierto, es gente de mucha confianza, dijo Manuel Perdón por mi falta de atención. ¿Cómo está el Ingeniero? Se está recuperando bien. En este momento está descansando, dijo Gabriela, ¿usted quería hablar con él? La verdad es que me interesaría, pero no ahora, déjelo descansar. Le preguntaba porque tendríamos que consultarlo con el médico. Él recibió un golpe muy fuerte y puede estar en estado de shock, todavía. Ustedes me avisan cuando pueda hablar con él. Una cosa más. Este asunto no está resuelto. No es difícil que aparezcan otros mensajes y hasta que pueda haber otro atentado. Ay, Inspector, no me asuste, dijo Gabriela No, no es para asustarse, pero hay que estar prevenidos. En caso que suceda algo, les dejo el número de mi celular. Su papá, doctora, también lo tiene. Por favor, no duden en llamarme. Gracias, Inspector, dijo Manuel, lo acompaño
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Manuel volvió al escritorio donde había quedado Gabriela. - Realmente me quedé muy preocupada, Manuel, ¿es posible que suceda algo más? - Oíste lo que dijo el Inspector, debemos estar prevenidos. - Pero no se como En ese momento apareció José Pedro caminando con dificultad ayudado por un bastón. - ¡José Pedro!, ¿qué haces acá?, dijo Gabriela, ¿cómo bajaste solo la escalera? - Vine a ver por qué mi mujer no me está cuidando, dijo riendo, no, no bajé solo, me ayudó Filomena. ¿Y mamá donde está? - Tu madre fue a la Clínica porque la llamaron, le contestó Manuel. - Y ustedes, ¿qué estaban tramando? - Vení, vamos para el living así comés algo, tomamos unos mates y te contamos, dijo Manuel. Gabriela tomó a José Pedro de la cintura y él le dio un beso en la cabeza. Ella lo miró maravillada. Manuel había ido a pedirle a Filomena que preparar el mate y trajera algo de comer. Cuando ya estaban instalados en el living tomando mate, Manuel comenzó - Hace un rato estuvo el Inspector Arce de la Policía - ¿Si? ¿Se sabe algo? - No, dijo Gabriela, el Inspector es conocido de papá y nos estuvo contando lo que se sabe hasta ahora. Tú sabés que yo había pensado en mi ex como el autor de las amenazas, pero parece poco probable. - ¿Por? - Porque, según lo que investigaron, hace dos años que no está en el país. - ¿Y quien puede ser? Además, aparentemente no solo amenaza, aunque lo mío puede haber sido un accidente. - José Pedro, lo tuyo no fue un accidente, dijo Manuel, hay indicios de gente que estaba acampada en el camino lindero a la estancia. - ¡Qué raro es todo esto!, nunca me había pasado. Lo más raro es que las amenazas vengan al celular de Gabriela. - Yo te metí en este lío, dijo ella con lágrimas en los ojos. - 172 -
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No, mi amor, no te culpes. Cualquier idiota puede haber tomado tu celular para vengarse de mí. Es que no sé como tienen el número de mi celular, dijo Gabriela. Es cierto, dijo Manuel, ¿Quiénes lo tienen, además de nosotros? Mis padres y nadie más. Es más, cuanto pensé en mi ex, no entendía como podía haber llegado a mi número, porque después que me separé, lo cambié. Cuando ya se hacía la noche, llegó Inés. Mamá, dijo José Pedro, te estaba extrañando ¡Qué lindo mi hijo!, pero ahora tenés quien te cuide. Lo que pasa es que hoy lo dejé durmiendo, dijo Gabriela, y cuando se despertó yo estaba con Manuel acá abajo y el señor se enojó No me enojé, amor, ¿como podría enojarme con la persona que más quiero?, dijo José Pedro abrazándola. Bueno, creo que es hora de acostarte, dijo Inés. Andá que Gabriela te ayude y luego cenás.
Gabriela lo tomó de la cintura, le dio un beso y se fueron al dormitorio. Mientras tanto Manuel le contó a Inés lo que habían hablado con el Inspector de la Policía -
José Pedro y Gabriela llegaron al dormitorio. Él dijo Estoy que me muero por darme un baño. Bueno, esperá que lo llamo a tu padre para que te ayude No, puedo yo solo ¿Estás loco? Ayudame tú, entonces No te hagas el loco, esperá.
Gabriela bajó y le explicó a Manuel y a Inés. Los tres subieron y Manuel, con mucha paciencia, lo ayudó a José Pedro a darse un baño. Aprovechó y también lo afeitó. Cuando salió del baño, las dos mujeres le dijeron que estaba muy lindo. Mientras Manuel e Inés bajaban, Gabriela ayudó a José Pedro a acostarse. Él la abrazó y la atrajo quedándose abrazados. Unos minutos más tarde - José Pedro, estoy muy preocupada por lo que pasó - Mi amor, tranquila. Ya vamos a poder salir de esto - 173 -
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Es que no se sabe nada. Bueno, dejá que esa cabecita piense solo en mi. Por ahora estamos aquí en casa, así que nos puede pasar nada
Filomena les subió la cena. Después de cenar, como ya era tarde, Gabriela bajó las bandejas y dijo - Ahora vuelvo, amor y te ayudo Cuando Gabriela subió, José Pedro ya se había acostado y la miraba sonriendo - Ah, bandido, te acostaste sin mi ayuda - Si, y no sabés lo mejor. Fui al baño y me lavé los dientes - Eres un inconsciente. Mirá si te caías. - Te esperaba que me levantaras, dijo riendo, y ahora venía a costarte a mi lado. - Primero, no te rías, además, ¿no te parece atrevido de mi parte acostarme contigo aquí en tu casa? - ¿Qué estás diciendo?, dijo José Pedro con cara extrañada - Si, ya se, pero por tus padres - Vení y no seas boba. No esperes que te vaya a buscar. - Bueno, voy a cambiarme. Gabriela se acostó al lado de José Pedro y él dijo - Esta noche sí que voy a dormir bien - Yo también En ese instante, golpearon la puerta del dormitorio - ¿Se puede?, dijo Inés Gabriela se tapó la cabeza - Entrá mamá - Quería darles las buenas noches ¿Qué le pasa a Gabriela? - Dice que le da vergüenza - A ver, dijo Inés sentándose al lado de Gabriela, tú eres la mujer de mi hijo. Nada de lo que hagas con él debe darte vergüenza, al contrario, tanto Manuel como yo estamos orgullosos de tenerte en la familia. - Gracias Inés, dijo Gabriela abrazándola - Nada de gracias y, ahora a dormir. Cuando Inés se fue, Gabriela preguntó - 174 -
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- ¿Puedo abrazarte despacito? - Si, eso quiero Un rato después los dos estaban durmiendo
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CAPITULO XII
El sábado, Gabriela se levantó a las 8 de la mañana y dejó que José Pedro siguiera durmiendo. Se dio un baño, se vistió y bajó. En la antecocina, Inés estaba tomando mate mientras Filomena preparaba el desayuno. - Buen día Gabriela, ¿cómo durmieron? - Muy bien. José Pedro durmió toda la noche. Yo, nerviosa, me desperté varias veces y siempre estaba durmiendo. Pobre, de cualquier manera se nota que el yeso le molesta. Ahora voy a subir a ayudarlo. - Bueno, mirá vamos y le llevamos el mate, dijo Inés Cuando llegaron al dormitorio, José Pedro ya estaba despierto. - Te fuiste sin mi permiso, le dijo a Gabriela riendo. - Ya te estás riendo y mirá que ahora no me importa que esté Inés - No me amenaces, hacelo - Vamos, se comportan como si fueran niños, dijo Inés, vamos a tomar unos mates así te levantás a desayunar. -
uego de un rato, Inés y Gabriela lo ayudaron a levantarse. Bueno, ahora vas a bajar a desayunar, le dijo Gabriela ¿Cuándo me van a sacar el yeso? Vas a tener que esperar. El lunes vamos al médico y veremos como andás, dijo Inés.
Bajaron los tres. Filomena lo saludó. Se pusieron los tres a tomar el desayuno. - Papá, ¿dónde está?, preguntó José Pedro - Se fue a la cabaña temprano, pero dijo que volvía esta tarde, dijo Inés. - ¿Tuvieron noticias de Las Dos Niñas? - Ahora, en cuanto terminemos de desayunar, voy a llamar a Efraín, dijo Gabriela - ¿No me dejás que hable yo?, preguntó él como con miedo - 177 -
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Si, lógico, pero acordate que no podés preocuparte por nada. No, lo tengo claro. Si hay algún problema te lo paso a ti. Una vez que terminaron de desayunar, Inés les dijo Yo voy a salir. Quiero pasar por la Clínica y voy a hacer algunas compras. Gabriela, ¿precisás algo? No, Inés, gracias Bueno, cuando esté en el Shopping te llamo por cualquier cosa.
Gabriela y José Pedro se fueron para el escritorio. Él tomó el teléfono de la casa y llamó a Las Dos Niñas. - Estebania, José Pedro te habla…si, estoy mucho mejor…gracias, muchas gracias… ¿está Efraín por ahí?...dame con él…un beso…si, pronto. ¿Efraín?...si bastante mejor. Contame si hay novedades. Tengo a mi lado a Gabriela y quiere saber que pasó con las vacas…está bárbaro… ¿alguna otra cosa?...si, decime… ¿pero es seguro?...bueno, gracias, voy a llamar a la policía aquí para ver que saben…si, en cuanto sepa algo te llamo…saludos para todos…gracias.
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Después de cortar, Gabriela le preguntó, ansiosa ¿Qué pasó? Parece que encontraron la posible arma con que me atacaron ¿Dónde? ¿Cómo? No se, es más, él tenía solo ese dato. Tenemos que confirmarlo aquí en Montevideo. Vamos a llamar al Inspector Arce, dijo Gabriela Si, pero te apresures mi amor, puede ser solo un rumor. Lo llamo yo, ¿está? Bueno, hacelo, dijo José Pedro dándole un beso
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Gabriela tomó su celular y llamó al Inspector Arce. Inspector, ¿puede ser que haya novedades Si, doctora. ¿Cómo está el Ingeniero? Mucho mejor. Bueno, confírmeme si puedo entrevistarlo y me llama. Gracias ¿Qué te dijo?, preguntó José Pedro No quiso adelantarme nada y, además, quiere hablar contigo.
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Y bueno, que venga No, mi amor, vamos a esperar a Inés y decidimos. Tú no estás del todo bien - ¿Puedo decirte algo Gabriela? - Si, ¿qué? - Te amo Ella se lo quedó mirando un instante y luego lo abrazó y lo besó apasionadamente. -
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Sonó el celular de Gabriela Inés, ¿qué pasa? Te dije que te iba a llamar, ¿dónde está esa cabecita? Ya sabés donde, dijo Gabriela riendo ¿Precisás algo? No, Inés, acá estamos con tu hijo que habló a Las Dos Niñas y ya se cree que está curado. ¡Qué no se haga el loco! Ya salgo para ahí, beso Beso Inés, que preguntaba si precisábamos algo Gabriela, ¿vamos al jardín? Quiero tenerte muy cerca de mí así me siento que estoy vivo. ¿Y eso? Es que en todo esto me puse a pensar cuando te conocí y me di cuenta que tú cambiaste mi vida. Mi amor, fuiste tú que cambiaste la mía. No veo la hora de poder andar libremente contigo.
Fueron al jardín y se sentaron en los sillones y se quedaron abrazados sin decir nada.
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Cuando hacía rato que estaban en el jardín, apareció Inés. Están para sacarles una foto, dijo riendo Si, pero sin el yeso así puedo abrazarla toda, le contestó José Pedro Inés vení que tenemos que contarte algo, dijo Gabriela. Ya vengo, dijo Inés
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Unos minutos más tarde se sentó con ellos en el jardín Bueno, cuéntenme, ¿qué pasó?
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Llamamos a Las Dos Niñas, dijo José Pedro, y hablé con Efraín. Me dijo que creía que habían encontrado el arma con que me dispararon. - ¿Qué hicieron ustedes? - Yo llamé al Inspector Arce y, sin mencionarle eso, le pregunté si tenía noticias. Me dijo que sí pero que, además, quería charlar con José Pedro. Yo le dije que lo llamara en cuento pudiera entrevistarlo. - Mamá, dijo José Pedro, a no ser por el yeso, me encuentro bien. Si una charla con el policía puede aclarar algo, vamos a hacerla enseguida. - Esperá, José Pedro, vamos a esperar que venga tu padre y lo decimos los cuatro, ¿te parece Gabriela? - Si, está bien - ¿Vamos a almorzar?, dijo Inés, Filomena ya tiene todo pronto ¿Querés comer en el comedor o en el cuarto? - No, ya puedo comer aquí, lo único que voy a tener que conseguir a alguien que me quiera y me ayude, dijo José Pedro riendo. - Si seguís riéndote, no vas a almorzar, dijo Gabriela, además. ¿precisás más mujeres que nosotras? - ¡Son como dos niños!, dijo Inés - ¡Es que es divina cuando se enoja!, dijo él Gabriela lo abrazó y lo besó -
Después de almorzar, Gabriela ayudó a José Pedro a acostarse, a pesar de que él protestó. - Nada de protestar, dijo Gabriela, tenés que descansar. Mirá, yo también me voy a acostar porque hace mucho calor - Ah, bueno, entonces puedo portarme mal, dijo él. - Con juicio, como dos nenes bien educados. Gabriela fue al baño, se cambió y se puso un camisón corto con breteles - ¿Estando tú así, querés que me porte bien? - No seas malo, José Pedro, hace mucho calor. - Bueno, vení y acostate a mi lado
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Mientra él le acariciaba la cabeza, ella se quedó dormida. José Pedro se acomodó rezongando por su yeso y, luego de un rato, también se durmió. Gabriela oyó que golpeaban en la puerta del dormitorio. Se levantó y fue a abrir. Era Inés - Digan vagos, ¿hasta que hora van a dormir? - Ay, Inés, ni me di cuenta, ¿qué hora es? - Las 6 de la tarde. Manuel ya está tomando mate en el jardín. Está precioso. - Vamos a despertar a José Pedro, dijo Inés Las dos le dieron un beso y él se despertó mirándolas Estaba soñando con angelitos y vienen dos, dijo riendo Vamos, dijo Inés riendo, tu padre quiere hablar contigo. Gabriela ya está pronta. - Ayudame con esta porquería del yeso Inés lo ayudó - ¿Y cómo estás de la pierna?, le preguntó Gabriela. - No siento nada. Estoy deseando que me saquen todo para así hago algo que tengo pendiente aquí y después me voy para Las Dos Niñas - ¿Y qué tenés pendiente aquí?, pregunto Gabriela con cara de asombro - Casarme ¡boba! -
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Ella lo abrazó de tal manera que casi caen al piso los dos. Me parece que no voy a poder dejarlos solos, dijo Inés, son dos niños ¿Pero viste que lindo que es?, dijo Gabriela
Más tarde estaban en el jardín junto con Manuel. Después de darle un beso, José Pedro dijo - Viejo, hoy hablamos con Las dos Niñas y Efraín me dijo que habían encontrado el arma con que me atacaron. - Si, mamá me contó. Me dijo, además, que Gabriela hablo con el Inspector - Me insistió con que quiere hablar con José Pedro, dijo Gabriela.
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Miren, dijo Manuel, recién le comentaba a Inés que lo mejor sería que José Pedro viera primero al médico. Eso va a ser el lunes, así que podemos esperar. - Pero papá, ¿no será que necesitan que les diga algo que pueda ayudar? - ¿Se te ocurre algo? - No, la verdad que no. Por más que pienso, no se me ocurre quien quiera hacernos daño a Gabriela y a mí. Después que se deshecho la posibilidad de que fuera su ex, no se me ocurre nada más. - Por eso mismo, vamos a esperar. Bueno, otra cosa. Mañana, Gabriela, te necesitaría en la cabaña. Hay unas vacas que están por parir. Supongo que va a ser esta noche, así que me gustaría que estuvieras allá mañana en la mañana. - ¡Eres malo, viejo!, mañana es domingo, dijo José Pedro. - Las vacas no tienen almanaque, dijo Manuel riendo, además se va conmigo y prometo volver enseguida. - Tú sabés que conmigo no hay problema, dijo Gabriela - No, ya se, es este mimoso que no quiere dejar que vayas. - Aprovechate ahora que, después, cuando me la lleve a Las Dos Niñas como MI esposa, la vas a ver poco, dijo José Pedro riendo - ¿Viste papá?, dijo Inés, están como dos niños que descubrieron el amor en este momento. - No digas nada, Inés, nosotros éramos iguales, dijo Manuel abrazando a Inés, acordate como se enojaba tu madre. - Ah, ¿con que esas tenemos?¿viste Gabriela?, podemos hacer cualquier cosa, dijo José Pedro - No te hagas el loco que estás enfermito, le contestó Gabriela, Manuel, Inés, ¿les parece si llamo a mis padres y les digo que vengan - Me parece muy bien, dijo Manuel Gabriela tomó su celular y llamó - Mamá, si ya se…dice Manuel que se vengan a cenar con nosotros… ¿por qué?...no seas boba, vénganse con papá que aquí está precioso…, si los esperamos. - Mamá no quería porque dice que venían a molestar, dijo Gabriela -
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Un rato más tarde llegaron los padres de Gabriela. Ella fue a recibirlos. Luego de las presentaciones, Inés los hizo pasar al jardín. Ángela le dijo a José Pedro. - Al fin conocemos al hombre que le movió el piso a Gaby. - Bueno, dijo él riendo, no se quien a quien. - No saben lo encantados que estamos Elbio y yo de que Gabriela lo haya conocido. Le cambió la vida completamente. - Bueno mamá, no le des tanta importancia que se va a creer importante, dijo Gabriela riendo. José Pedro se abrazó de Gabriela Ya había anochecido y, para sorpresa de José Pedro, Manuel se puso a hacer un asado en la barbacoa. - Al fin estoy volviendo a la normalidad, dijo José Pedro - Si, pero despacito. Quiero que te cuides mucho, dijo Gabriela. Estaban los dos parados y ella lo tenía de la cintura. De pronto, él se dio vuelta y le dio un beso muy prolongado y ella se le colgó del cuello. - Perdón, dijo Gabriela poniéndose colorada, fue él que empezó. - No te dije papá, están como dos niños. Luego de cenar se quedaron de sobremesa conversando de diferentes cosas. No estuvo ausente, en la conversación, lo que le había sucedido a José Pedro, pero Manuel no quiso que se hablara demasiado sobre el tema, lo que fue compartido por Ángela y Elbio. Cuando eran las 10 de la noche y los padres de Gabriela ya se habían ido, Manuel dijo - Gabriela, mañana quiero salir temprano para así volvemos temprano. - Si es cierto, además este joven ha estado mucho tiempo levantado. Vamos amor que te ayudo. Manuel, ¿a qué hora querés salir? - A eso de las 6 de la mañana, ¿te parece? - Si, no hay problema - Gabriela, no te preocupes de ayudar a levantarse a José Pedro porque yo voy a eso de las 8 y lo ayudo. - Gracias Inés. Justo estaba pensando en eso - 183 -
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Yo puedo solo, dijo José Pedro No seas terco, dijo Inés, con un solo brazo no podés vestirte. ¿Querés que te ayude a bañarte ahora?, le preguntó Manuel ¿No te embroma?, porque cuando me baño quedo más cómodo No, vamos
Al rato subieron Inés y Gabriela. José Pedro ya estaba acostado. Inés le dio un beso y le dijo - Mañana quedate tranquilo aunque Gabriela se vaya temprano. Yo vengo más tarde - Hasta mañana, mamá Inés saludó a Gabriela con un beso y le deseó buena tarea. Una vez que se fue, Gabriela dijo - Bueno, me voy a dar un baño yo también - Pero, hubieras dicho y nos bañábamos juntos. - No te hagas el loco que ahora voy yo a la cama - Te espero José Pedro se quedó mirando televisión mientras Gabriela se bañaba. Después, apareció ella con el pelo recogido y vestida con un camisón cerrado pero corto. - ¿Y eso?, no deja ver nada, protestó él Ella se metió en la cama y le dijo al oído. - Ya falta poco para que estés bien. Te amo. José Pedro la abrazó, poniéndose muy cerca de ella y así se durmieron. A las 5:30 de la mañana, Gabriela se levantó muy despacito para no despertar a José Pedro. Fue al baño, se vistió con jeans, una remera y botas chatas. Tomó luego una campera liviana. Cuando iba a salir de la habitación - No te vayas sin darme un beso, dijo José Pedro con voz de dormido. - Dormite, amor, es muy temprano Gabriela le dio un beso y él le dijo - Cuidate, acordate que te estoy esperando - Te amo. Dormite
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Gabriela bajó y, en la antecocina ya estaba Manuel tomando mate. - ¿Querés desayunar?, le preguntó a Gabriela. - Bueno, pero liviano. Cualquier cosa como algo después en la cabaña. A las 7:30 de la mañana ya estaba en la cabaña. Gabriela fue enseguida a hablar con la gente que estaba encargada de las vacas que estaban pariendo. En realidad no había habido ningún problema y, los terneros que ya habían nacido, se encontraban bien. Recorriendo los establos se pasó gran parte de la mañana. De pronto oyó que tenía un mensaje en el celular. Enseguida pensó que era de José Pedro. Tomó el celular, el mensaje era de un número desconocido. No quiso leerlo. Buscó a Manuel y, cuando lo encontró, le dijo - Acabo de recibir un mensaje de un celular que no conozco. Ay, Manuel, no me animo a abrirlo. - Abrilo y lo leemos los dos. Gabriela lo abrió y lo leyó: “La primera bala fue de advertencia. Si no te apartás de JP la próxima va a tu cabeza” -
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Después de leerlo, Gabriela entró en un ataque de llanto. Manuel, dijo entre sollozos, nos van a terminar matando a todos, tenemos que hacer algo. No podemos seguir así. Calmate, Gabriela. Vámonos para Montevideo y hablamos con la policía. Tengo mucho miedo. Vamos, no nos va a pasar nada Mientras tanto, en su casa, José Pedro le comentó a Inés Mamá, no estoy tranquilo. No me preguntes por que, pero hasta que este problema no se resuelva, temo por Gabriela. Y, por ti también. Mirá lo que te pasó Si, pero la que está más amenazada es ella. Además, ¿por qué los mensajes van siempre a su celular? Es toco muy raro. - 185 -
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Tranquilizate, José Pedro, mañana hablaremos con la policía y, quizás, ya tengan una pista firme.
Cuando Manuel y Gabriela venían en la carretera rumbo a Montevideo, Manuel observó, por los espejos, que una Toyota Hilux, verde oscura, se les venía acercando a gran velocidad. En un principio pensó: “Estos locos capaza de matarte por venir a esa velocidad” Cuando la Toyota es tuvo detrás de ellos, aminoró la marcha y, de pronto se adelantó haciendo una maniobra tratando de encerrar a la Volvo. Manuel reaccionó rápidamente, aceleró, pero terminó rozando a la Toyota que se salió del camino y paró. Gabriela gritó - ¡Qué pasó!, ¡Manuel esos hombres estaban armados! - Tranquila, dijo Manuel tratando de mantener la calma, ya quedaron atrás. Manuel aceleró más la marcha, llegando, finalmente a la casa. Cuando José Pedro e Inés escucharon la camioneta, salieron al jardín. José Pedro se dio cuenta que la camioneta tenía una abolladura a lo largo del costado izquierdo. -
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Gabriela se bajó llorando y se abrazó a José Pedro ¿Qué pasó?, por favor, no llores, estás conmigo Papá, ¿tuvieron un accidente? No, mamá, dijo Manuel inusualmente nervioso, Gabriela recibió otra amenaza y, entonces decidimos venirnos. Cuando ya estábamos en la carretera, una camioneta quiso encerrarnos, yo maniobré para evitarlo, pero me pegó. La camioneta quedó parada. Yo vi que venían dos hombre armados, dijo Gabriela que no paraba de llorar. Bueno, amor, ahora vamos a llamar al Inspector Arce. Si, si, no aguanto más esto. Me quieren separar de ti. No quiero, no quiero, sollozaba Gabriela. Vení, le dijo Inés, vamos a tomar agua y te doy algún calmante. Te va a hacer daño estar así.. Si, pero que vengan José Pedro y Manuel para adentro también
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Cuando ya estaban en el living, Manuel tomó el celular y llamó al Inspector Arce - Inspector, Manuel Larzabal, le habla. Acabamos de tener un incidente y me gustaría que usted o a quien designe, vengan a hablar con nosotros. - Si, señor. En una media hora estamos en su casa. - Gracias. - Ya viene, dijo Manuel después de cortar la comunicación - Papá, tomá esto. No podés ponerte nervioso, le dijo Inés. Media hora más tarde, estaban los Inspectores Arce y Manta de la Policía. Luego de saludar y presentarles a José Pedro, Manuel les relató lo que había sucedido un rato antes. Gabriela les mostró el mensaje que había recibido. - Señor Larzábal, dijo el Inspector Arce, ¿tiene su auto aquí? - Si, está en el jardín - ¿Pudieron ver que tipo de camioneta era? - Si, una Hilux verde oscuro. Lo se porque mi hijo tiene una igual. - ¿Pudieron ver la matrícula? - Yo la vi, porque Manuel, manejando no pudo. Era una matrícula de alquiler, dijo Gabriela. - Bueno, Manta llamá a Técnica para que revisen si hay rastros de pintura en el auto del señor Larzábal. Mientras vamos a conversar con el Ingeniero. El Inspector Manta se apartó para hacer la llamada. Manuel le preguntó al Inspector Arce - ¿Quiere hablar a solas con José Pedro? - No, no es necesario ya que todos están amenazados, de alguna manera En todo ese tiempo, Gabriela no se había apartado de José Pedro, quien la acariciaba y le besaba la cabeza. - Ingeniero, recibimos el informe, desde Rivera, que encontraron el arma con que lo atacaron a usted. Es extraño, porque la encontraron tirada en un zanjón que hay pasando su campo. - ¿Y se pudo determinar algo?, preguntó José Pedro
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No, directamente y es por eso que queríamos hablar con usted. Dígame, Ingeniero, últimamente ¿tuvo visitas de gente que no frecuenta su estancia? Si, estuvieron la señorita Valle y un amigo ¿Usted la conoce desde hace tiempo a la señorita Valle? ¿Quiere hablarnos sin que esté la doctora presente? No, no es necesario, ella conoce más mi vida que yo mismo. Mire a la señorita Valle la conocía hace años en una fiesta. Me la presentaron unos amigos comunes. Yo alterné con ella en un par de oportunidades hasta que ella se fue para Inglaterra, según me dijo. Y el amigo que la acompañó a su establecimiento, ¿se acuerda del nombre? No, para nada, se que era extranjero, pero la verdad es que no me acuerdo del nombre ¿Podría describirlo? Mire, por lo que me acuerdo, era un hombre delgado, alto rubio y lo que más impresionaba, era su piel, muy blanca. Perdóneme Inspector, Sonia Valle y su amigo, ¿tienen algo que ver en esto? Por ahora, no le puedo adelantar nada, pero podría ser la punta de la madeja. Ah, ahí vino la gente de Técnica. Permítame que voy a hablar con ellos
Cuando el Inspector se fue, Gabriela, que se había mantenido muy callada, estalló - ¡Lo único que faltaba!, que fuera esa puta de mierda que nos quiere arruinar la vida. - Calmate, Gabriela, ya vamos a estar cerca de la solución. - Voy a llamar a papá. Tiene que saber lo que está pasando - Si, mi amor, pero tené calma. -
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Gabriela tomó su celular y llamó a su padre Papá,… si estoy bien…hoy me mandaron otra amenaza y, además quisieron atropellarnos en la ruta…no, no pasó nada porque Manuel maniobró muy bien…si, llamó al Inspector Arce…si, está aquí…, bueno le digo. Un beso papá…si José Pedro está conmigo y no va a dejar que me pase nada. Papá dice que va a llamar al Inspector
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Los Inspectores de la policía volvieron del jardín donde estaban con el personal de Policía Técnica. - Doctora, dijo el Inspector Arce dirigiéndose a Gabriela, su padre acaba de hablar conmigo. Vamos a poner una discreta vigilancia en la casa. - ¿Pero es tan grave?, preguntó Inés - Señora, estamos frente a algo que, según presumimos, puede ser grave. No es para asustarse porque, de tratarse de lo que hemos averiguada hasta ahora, sería cuestión de horas que podamos atrapar a quien está haciendo todo esto. - ¿Podríamos saber algo?, dijo José Pedro. - Mire, en realidad, por ahora son solo presunciones. Vamos a hablar con el juez y esté tranquilo que, los primeros en enterarse serán ustedes. - Está muy bien lo que usted dice Inspector, dijo Manuel, pero tenemos una vida activa, tenemos que atender nuestro trabajo y no podemos seguir así. - Mire señor Larzábal, esto, quizás, pueda resolverse esta tarde o, a más tardar, mañana, por eso les pido algo de paciencia. Bueno, ahora nosotros nos despedimos y nos mantenemos en contacto. -
Una vez que los policías se fueron, Manuel dijo Mamá, vamos a comer algo porque Gabriela está sin probar nada No tengo ganas de comer nada, dijo Gabriela que seguía abrazada de José Pedro. Mi amor, le dijo él, vamos a comer algo y después nos acostamos a descansar un rato.
Después de haber comido, Gabriela y José Pedro se fueron al dormitorio. Gabriela tomó su celular y llamó a su padre. - Papá, ¿hablaste con el Inspector?... ¿Si?..., perdoname, pero ¿estás seguro?, te digo porque nos dijo que faltaba poco…ay, papá, te quiero mucho…si es como tú decís enseguida que se sepa vamos con José Pedro por ahí…si, estoy más tranquila…no, no me separo de él…un beso a mamá. - Dice papá que el Inspector le dijo que ya tenían resuelto el caso - ¿Y por qué no nos dijo? - Porque quiere tener a toda la gente detenida. Vamos a avisarles a tus papis. - 189 -
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Gabriela bajó corriendo la escalera llamándolos Inés, Manuel ¿Qué pasó?, entraron del jardín los dos. Atrás de ella venía despacio José Pedro Hablé con papá y me contó que el Inspector Arce le dijo que ya estaba todo resuelto No nos dijo nada, ¿por qué?, preguntó Inés Porque quiere meter preso a todos antes. Ay, ¡José Pedro!, te dejé solo bajar la escalera. Si, ya me abandonaste, dijo él con cara de tristeza. Ella corrió a abrazarlo, mientras Manuel le preguntó Perdoname Gabriela, ¿pero tu papá está seguro? Si quédense tranquilos que si papá lo dijo es así. Acuérdense que es abogado y nunca dice nada sin estar seguro. No quiso decirme más nada.
Los cuatro se fueron al jardín y se sentaron alrededor de la piscina. Todos estaban muy ansiosos esperando lo que podía decir la policía. Para distender dicha tensión, José Pedro dijo - Mañana tenemos que ir la médico - Si, es cierto, dijo Gabriela, Vamos a ver como te encuentra. - Y, bien, yo me siento muy bien. Si no fuera por el yeso, estaría pronto. - No te apures José Pedro, dijo Inés, vamos a esperar lo que dicen los médicos - Manuel, dijo Gabriela, hoy con todo lo que nos pasó me olvidé de preguntarte ¿Hablaste a Las Dos Niñas? - Si, me dijo Efraín que está todo bien. Ayer hubo una tormenta muy grande, pero no les pasó nada a los animales. - No hablen de Las Dos Niñas, dijo José Pedro sonriendo, me muero por estar allá. Además que ahora no voy a estar solo. - Nunca más, le contestó Gabriela -
Ya atardecía y, estando todos en el jardín, Manuel dijo Hoy la señora va a cocinar. ¿Quién yo?, dijo Inés No eres la única señora. - 190 -
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Bueno, te tocó Gabriela, dijo José Pedro riendo Primero no te rías si querés que mañana te den el alta y, segundo, ayudame, le contesto Gabriela Los dos se fueron a la cocina e Inés dijo Manuel, que malo eres. ¿por qué le hiciste eso a Gabriela?, hoy pasó un día tan malo. Por eso mismo, mi amor, quiero que se saque de la cabeza todo lo que tiene. No sabés, ella se culpa de todo lo que ha pasado y yo estoy seguro que ella no tiene nada que ver.
Gabriela preparó una carne al strogonoff, acompañado de arroz. Cuando todos se sentaron a cenar, la felicitaron por la comida - Por suerte en Las Dos Niñas cocina Estebania, dijo José Pedro, si no voy a terminar hecho una pelota. - Pobre Estebania, si ella cocina muy rico, dijo Gabriela - Si, pero no con el ingrediente de poder besar a la cocinera, le contesto José Pedro riendo. - Sabés que tenés prohibido reírte. - Te he escuchado decir eso varias veces eso, ¿por qué lo decís?, dijo Manuel - Ah, no sabés, le respondió Inés, es porque dice que José Pedro, cuando se ríe queda demasiado lindo. - Nos sigan que se pone colorada, dijo José Pedro Después de la cena, se quedaron de sobremesa. Tan Inés como Manuel, estaban más tranquilos al ver que Gabriela se había tranquilizado. Un rato más tarde se fueron a acostar. Cuando Gabriela y José Pedro llegaron a su habitación, él dijo -
Tengo ganas de darme una ducha Bueno, dijo Gabriela, voy a llamar a tu papá para que te ayude. No, no quiero. Quiero que me ayudes tú. No seas malo, me estás provocando Vení mi amor, dijo él abrazándola.
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Lentamente se fueron desnudando los dos y se metieron bajo la lluvia de la ducha. Estuvieron un rato besándose y terminaron haciendo el amor, mojados, sobre la cama. Se quedaron abrazados un rato largo - Mi amor, cómo te necesito, dijo Gabriela - No más que yo. Me parecía que nunca más te iba a tener Ella le dio un beso y se levantó envuelta en una sábana y sonriendo le dijo - Mojamos todo, vamos a tener que cambiar las sábanas - Si, y lo que es peor, se mojó el yeso - Ay, José Pedro, no me di cuenta. Eres un loco. Esperá que traigo el secador de pelo. Mientras ella trataba de secar el yeso del brazo de José Pedro - Soy loco pero te gusto, dijo él - Bueno, ya está, que si seguimos armando escándalo van a venir hasta los vecinos. - Dejame abrazarte ahora que no tenés nada debajo de la sábana - No, ahora no. ¡Estás como loco! - Por ti Un rato después, los dos se pusieron los pijamas, cambiaron las sábanas y se acostaron. Se abrazaron y se quedaron dormidos.
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CAPITULO XIII
El lunes, Gabriela y José Pedro se levantaron temprano. Llevaron las sábanas mojadas al lavadero y, luego, fueron a la cocina y, Gabriela, preparó el mate. Había amanecido un día muy lindo, por lo que se fueron al jardín. Un rato más tarde, apareció Inés. - Buen día. ¿Durmieron bien?, les dijo - Buen día, mamá, si, bárbaro, le contestó José Pedro. - ¿Tú también, Gabriela? - Si, buen día. ¿por? - Porque me pareció oír muchos movimientos y conversaciones, dijo con una sonrisa. Gabriela se puso colorada y mirándolo con cara enojada a José Pedro y le dijo, - No, no pasó nada. - Mejor, mejor, dijo Inés riendo. -
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Al rato llegó Manuel Me acaba de llamar el Inspector Arce. A eso de las 10 de la mañana está aquí. Los llamó a tus padres para que también vinieran. ¿Te dijo que pasó?, preguntó José Pedro No, pero me dijo que estuviéramos tranquilos.
En ese momento llegaron los padres de Gabriela. Saludaron a todos y se reunieron en el living. Inés les trajo café para todos excepto para José Pedro y Gabriela que seguían tomando mate Poco después de las 10 de la mañana llegaron los Inspectores de Arce y Manta de la policía. Una vez que saludaron, el Inspector Arce tomó la palabra. - Lo primero que tengo que decirles es que, todas las personas involucradas en este asunto, fueron procesadas con prisión. - 193 -
Solamente queda una persona, que no está en el país, y que estamos haciendo los trámites para encontrarla. Todos expresaron un gran alivio con el anuncio del Inspector. Gabriela se abrazó de José Pedro y le dio un beso - ¿Puede explicarnos que fue lo que sucedió?, dijo Manuel. - Si, lógicamente. Es un suceso bastante complicado por lo que voy a ir por partes. Una persona llamada, Ramiro Valle, fue, en su momento, protagonista de una gran estafa en nuestro país, acompañado con contrabando de armas y tráfico de estupefacientes. Cuando teníamos todas las pruebas para atraparlo, huyó con la ayuda de otros elementos de una organización internacional de traficantes de armas. Nunca más pudimos, a través de INTERPOL dar con él, a tal punto que no sabemos si está vivo. Ese hombre utilizaba como testaferro en sus transacciones a María Isabel Ponte, que se hacía pasar por su mujer, tanto que tuvieron una hija, que él reconoció, Sonia Valle. - No lo puedo creer, dijo José Pedro, Sonia estaba entre la gente de más alta sociedad. - Si, es cierto. Su posición económica, mientras Valle vivía aquí, era muy buena. La misma mujer, Ponte, frecuentó su Clínica, doctora Larzábal. - Si, es cierto, dijo Inés - Bueno, resulta que cuando Valle huyó, toda esa posición económica se vino al suelo y quedaron, madre e hija, sin un sustento económico. Pero María Isabel Ponte tenía contactos con narcotraficantes que le exigieron, para poder seguir en el “negocio”, que obtuviera alguien con sólida posición económica que se juntara con ella y, es aquí, Ingeniero, que entra usted en la mira de estas mujeres. - Pero esto parece de una novela, dijo el padre de Gabriela, ¿cómo pensaban conseguir ese apoyo? - Muy sencillo, doctor, planearon que Sonia Valle sedujera al Ingeniero de tal manera que ella quedara embarazada y, como sabían que se trataba de gente con principios, lo iban a obligar a casarse con ella. -
La cara de Gabriela era de asombro y, a su vez de enojo Si la tengo aquí, le retuerzo el pescuezo, dijo - 194 -
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Justamente doctora, es usted la que les deshizo el plan. Ellas nunca esperaron que usted apareciera en las relaciones del Ingeniero Larzábal. Ellas le hacían un seguimiento muy estrecho a toda la vida del Ingeniero, por lo que estaban enteradas de todo lo que él hacía. Fue, entonces que les ocurrieron dos formas de lograr su objetivo. Una de ellas estuvo planificada por Steve Brian, amigo de Sonia Valle y que consistía en raptar al Ingeniero. Eso lo iban a lograr hiriéndolo y luego llevándoselo. Al parecer, ese plan les falló por la rápida asistencia de ustedes y porque nunca previeron que pudiera tomar parte el ejército en el rescate. Pero casi lo matan, dijo Inés Si, es cierto y eso fue la otra falla, a tal punto que, cuando las mujeres se enteraron, lo mandaron matar, por lo que el individuo se perdió en Brasil, donde pensamos que, realmente lo mataron. La otra forma, era lograr, de cualquier manera, que usted doctora Lazar se separara del Ingeniero. Creemos, pero esta es una presunción, que estaban dispuesta hasta matarla
Gabriela se estremeció y se aferró fuerte al brazo de José Pedro - Es casi una locura lo que nos está contando, dijo el doctor Lazar. ¿Cómo lograron desentrañar todo esto? - Fue, ayer, cuando trataron de atacar el auto del señor Larzábal. Las que iba en la camioneta eran las dos mujeres que, además, iban armadas. La maniobra que hizo el señor Larzábal desbarató el intento y, un auto nuestro que los seguía, logró la detención de ambas. - Hay algunas preguntas que quisiera hacerle, dijo José Pedro - Si, por favor, es la mejor manera que puedan conocer todo lo sucedido. - ¿Cómo consiguieron el número del celular de la doctora Lazar? - Bueno, aunque usted no lo crea, fue por dos fuentes y debido a un descuido suyo. Aparentemente usted tenía anotado ese número en una agenda en su establecimiento. Sonia Valle lo vio y lo anotó - ¿Por qué tenías anotado mi celular en la agenda?, preguntó Gabriela - Por si Efraín tenía que llamarte. Me pareció que era la manera más fácil, se justificó José Pedro - 195 -
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Pero, continuó el Inspector, hubo otra informante. ¿Otra?, dijo Manuel Si una tal Eliana Silva, maestra de la escuela que está en el campo del Ingeniero ¿Ella también estaba metida en el lío?, dijo José Pedro Si, Ingeniero, en estos casos se mueve una gran cantidad de dinero y no les importa pagar cualquier cantidad si se obtiene buena información. Perdóneme Inspector, dijo el padre de Gabriela, pero usted habló de una persona más que no pudieron detener. Si y es la que más nos asombró. Ingeniero, ¿usted conoció a una Silvia González? Si, pero hace tiempo. Bueno, ella a través de Eliana Silva, era el nexo con Sonia Valle y María Isabel Ponte. No lo puedo creer. Realmente tenemos que felicitar a la acción de la policía. Ha sido una actuación relevante, dijo Manuel. Gracias, pero, en realidad, a estas dos personas las veníamos siguiendo hace tiempo. Lo que no podíamos tener idea era de cómo iban a actuar. Bueno, ustedes sabrán disculpar, pero el trabajo nos llama. Una cosa señor Larzábal, van a venir del taller Volvo a retirar su vehículo para repararlo. Lo hicimos aparecer como un accidente carretero. No era necesario que se molestara, pero, muchas gracias.
Una vez que se fueron los policías, todos se quedaron comentando. El padre de Gabriela dijo - Yo tenía una sospecha de esta señora. Me acordaba de las andanzas de su pareja pero, sinceramente, nunca pensé en esto y, puedo decirles que he atendido casos complicados. - ¿Pero viste papá?, dijo Gabriela riendo, ¿qué atractivo es mi futuro esposo? - Ay, Gabriela, no bromees, dijo su madre, podría haber sido muy grave. Además pensá en José Pedro todo lo que tuvo que pasar. - No te preocupes Ángela, me llevo un premio precioso, le dijo José pedro - ¿Ya la tuteas a mamá?, preguntó Gabriela - No seas así Gaby. La que se lleva un tesoro es ella. - Bueno, mamá, no lo elogies más que se me va a agrandar. - 196 -
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La verdad es que todavía no salgo de mi asombro, dijo Manuel Ni yo, dijo Inés que hasta ese momento había estado callada Nosotros nos vamos, dijo el doctor Lazar, esperamos que, en cuanto José Pedro esté mejor, vengan por casa. Es la primera salida que vamos a hacer, dijo José Pedro Después que los padres de Gabriela se fueron, Inés dijo José Pedro, vamos a ver al médico. Acabo de llamar y están esperando. Bueno, ya podemos irnos.
Cuando eran las 2 de la tarde volvieron del médico José Pedro, Gabriela e Inés. José Pedro venía muy contento porque le había sacado el yeso del brazo y lo habían encontrado tan bien que le habían dado el alta. - Hoy tenemos que festejar doble, dijo Manuel. Volvemos a nuestra vida de siempre - Si, pero me voy a poner triste, dijo Gabriela - ¿Por qué?, le preguntó Inés - Porque al no tener que cuidar a José Pedro, no tengo pretexto para quedarme acá. - No seas antigua, Gabriela, dijo Inés, ¿no eres acaso su mujer? - Además, dijo José Pedro, ¿pensabas que te iba a dejar ir? - Vamos a comer algo liviano ahora y luego hacemos un asado, dijo Manuel. Luego de almorzar se fueron a sus dormitorios. Gabriela estaba seria. José Pedro lo notó - ¿Qué te pasa? - Nada, me he quedado pensando. Si tantas mujeres han estado detrás de ti, ¿por qué me elegiste a mí? - Mi amor, porque hay un millón de cosas que me va a llevar toda la vida explicártelo. Pero la más importante es que te quiero, le contestó abrazándola. - José Pedro, si alguna vez me dejás de querer, ¿me lo vas a decir? - Gabriela, no pienses en eso. Nunca te voy a dejar de querer Ella lo abrazó y lo besó - Te amo, José Pedro.
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DOS SEMANAS MÁS TARDE Gabriela y José Pedro llegaron a Las Dos Niñas en avión. Junto con ellos iban Inés y Manuel. Todo el personal de la estancia los recibió con gran alegría y organizaron una gran fiesta. Estebania dijo - Ahora tenemos patroncito y patroncita - No, dijo Gabriela, siguen teniendo patroncito y yo sigo siendo Gabriela - Pero ahora usted es la señora de la casa - No embromes Estebania, sigo siendo igual que siempre, dijo Gabriela riendo UN AÑO DESPUÉS Ya había pasado un año de todos los acontecimientos. El trabajo en Las Dos Niñas había sido complicado. Un invierno muy lluvioso y frío requirió de constante cuidado de los animales. Lo que habían programado de viajar a Montevideo cada 15 días, no siempre se pudo y, lo que fue más difícil, fue el trabajo de Gabriela, atendiendo los dos establecimientos. Muchas veces al no poder usar el avión, debió viajar en ómnibus o en camioneta Una tarde, estaban tomando mate Gabriela y José Pedro en el porche de la casa. José Pedro dijo - Mi amor, tengo algo que decirte, pero no quiero que te enojes -
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Ella lo miró con cara de preocupación No, no asustes, es una decisión que tenemos que tomar los dos Bueno, pero no me preocupes Papá me sugirió que tú y yo nos hiciéramos cargo de la cabaña. Tú sabés que él no anda muy bien de salud y se le está haciendo pesado el trabajo. Si, es cierto, en el último viaje que hice lo vi muy desmejorado. - 198 -
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Eso es lo que quiero consultarte. ¿Qué hacemos? Ay, José Pedro, para eso tendríamos que ir a vivir allá, y ¿qué hacemos con esto? Lo vendemos y ese dinero podemos invertirlo en mejorar toda la cabaña Pero todo tu sacrificio. ¿Estás diciendo que abandonarías todo esto? ¿Sabés que pasa? El único recuerdo maravilloso que tengo de aquí, son los momentos que he vivido contigo. Lo demás, han sido amarguras que no quiero recordarlas más. Además tú estás haciendo un sacrificio muy grande y, cada vez que te vas, te extraño y quedo muy nervioso por que te pase algo. Mi amor, dijo Gabriela abrazándolo, ¿por qué nunca me dijiste eso? No quería que sintieras que no quería que trabajaras. Al contrario, quiero que sigas con tu profesión pero de una manera más tranquila, más razonable. Tú sabés que siempre te lo dije. Donde tú vayas voy yo. Siempre me vas a tener a tu lado.
Luego resuelta la venta de Las Dos Niñas, se instalaron en la cabaña. Tanto los padres de Gabriela como los de José Pedro, están encantados. Ahora los fines de semana, Gabriela y José Pedro viajaban a Montevideo. José Pedro sugirió de comprarse una casa para ellos pero Gabriela se opuso - Hasta que tus padres nos echen, estaremos viviendo con ellos, más ahora que van a ser abuelos - ¿Cómo?, no me dijiste nada - ¿No te diste cuenta que está cambiando mi cuerpo? - No, solo noté que cada día estás más linda, dijo abrazándola y besándola como el primer día
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