La Amistad

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La amistad El corredor era vetusto y de paredes verde olvido, los pisos de cemento percudido, y el tráfago humano que circulaba allí, mísero y abatido. Las mujeres que caminaban en el Hospital Hipólito Unanue, daban la impresión que iban a romper a llorar en cualquier momento; la mayoría de ellas, eran de provincia, pobres y zarrapastrosas, feas en comparación con el fenotipo de mujer alegre y el ama de casa que anunciaba la publicidad del Detergente Ace en la televisión. Yo caminaba de pabellón en pabellón buscando médicos para entregarles algunos antibióticos y vitamínicos, sorteando muertos de hambre y desgraciados, y en cada paso, me acompañaba la idea fija que se me iba a trepar el vacilón... de Koch, más conocido como: la tuberculosis!. Cuando entraba a esos hangares repletos de muerte, apenado, observaba las miradas vacías y sin esperanzas, de los pacientes en las camas: agónicos, sostenidos sobre huesos y tan transparentes que no pasaban desapercibidos en las sábanas por la suciedad de las mismas. La fragancia del interior del Hospital Hipólito Unanue, era perfume de miseria, invención de los científicos peruanos de la desgracia: la casta política despreciable. En una cama cercana a la ventana sucia del final del pabellón, encontré una mañana a un muchacho que una vez trabajó en la empresa de mi padre como encargado de la limpieza. Lo reconocí por casualidad, pues cada vez que cruzaba un pabellón, trataba de no mirar esos rostros que desaparecerían del mundo. Hallarlo allí tendido y respirando con dificultad me produjo una inmensa sensación de desasosiego, y es que cuando me cruzaba con él en la empresa de mi padre, mientras el pobre limpiaba y barría con ahínco, jamás me percaté de su delgadez y fragilidad, y con la justa presté atención a sus saludos los cuales seguramente respondí distraído; nadie, nadie en una cuidad fría y cruel advierte lo advertible. – Hola - me dijo debilitado y postrado en la cama. - Albino Isidro, puta compadre!, estás recontra tela, qué pasó?- exclamé sorprendido. Me agarró el bicho señor, ya estaba medio enfermo desde que trabajaba para su papá; y me fui poniendo mal, y mal y mal, hasta que empecé a escupir sangre y ni me mantenía en pie.- Estás con tuberculosis no?.- Era la formulación de una pregunta estúpida en un hospital de tuberculosos, es mi especialidad hasta hoy, hacer preguntas estúpidas. Sí pues joven, estoy con la TB .- Carajo, y parece que le das a la PBC.- dije buscando distensión.- En fin... fuera de bromas, dime, necesitas algo?- Los ojos de Albino Isidro se convirtieron en los 1


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