Manma Mía

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Título: ¡Manma mía! Autor: ALBERTO GONZALEZ RIVERO Género: Literatura Testimonial.

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¡Manma mía!

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Para Odalys, por supuesto y para mis hijos por todas las razones. Mis agradecimientos a Reinaldo Cañizares, Amador Hernández y Alberto Rodríguez Copa.

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María Rosa de las Nieves García quiso triunfar en la vida. Tal vez descubrió su talento cuando al cumplir los quince años de edad se miró en un espejo de cuerpo completo. Desde entonces ambicionó conquistar el mundo. Es hija predilecta de Ochún y ella lo sabe.

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Un tipo de mi pueblo, dedicado al negocio de sexo me alistó en su grupo de muchachas que servíamos para el bisne en grande: vendernos al primero con plata que nos pasara por el lado, y que estuviera dispuesto a pagar bien. Algo nos tocaba en la repartición del billete. A veces eran más de uno los clientes: un gerente, un chofer particular o un vendedor de carne de puerco y hasta su cubanito llegado de Miami. Me fui convirtiendo en buena jineta. Terminaba las jornadas oliendo a meao tropical. Cierto, valía la pena: una cerveza fría por aquí, una buena cena por allá, que en época de crisis era una bendición. Acepté el reto de que a papayazo limpio pondría el mundo a mis pies. Para los poetas, yo era una de sus mariposas nocturnas que revoleteaban en sus versos y para los de prevención social, una ovejita descarriada del barrio. Un día Charli, que había sido mi novio en la época de adolescente y que fue mi ideal de macho, pues era el clásico matador de mujeres en zona franca; me buscó para proponerme una escapada hasta La Habana. Estaba pensando en un negocio que nos daría plata contante y sonante. Era un bicho, por eso me halagaba mientras reparaba en mi cuerpo una y otra vez. - Ni caída del cielo, muchacha, con ese cuerpazo nos metemos a la capital con capitolio y todo en un bolsillo, que en buen cubano significa fula más fula igual a montones de fulas.Dólares loquísima – me repetía en su afán de contagiarme con su entusiasmo. Lo pensé mucho, no es fácil para una guajira cambiar de ambiente de un día para otro. No es lo mismo templarse un gordo de tu pueblo, forrado de plata, que lanzarse a esos grandes ruedos. Pero la posibilidad de transformar mi look y de mejorar mi situación económica, ayudó en la decisión que al fin debía tomar. _Allí hay muchachas luchándose la vida, que no te sirven ni para papel sanitario_ me aseguró el camaján, con un brillo de esperanza en los ojos que desconcertaba a la más pinta de la paloma. 5


Con una amiga de Santa Clara, llegué - vía turitaxi - al “Paraíso Cubano”. Abrir bien los ojos y no franquear la entrada al túnel de la gloria, que llevaba - por obra divina - entre las patas me dispuse entonces. Octavio fue un gallego de buen porte que me encontré por cuenta propia. Cuando Charli se enteró, en Yara volvió a temblar la tierra. Fue la primera paliza de otras tantas que tuve que sufrir. De aquel ideal de hombre irresistible solo quedaban algunas siluetas. El gaito era un poco raro en sus templaderas, en el éxtasis del placer me pedía que le metiera el dedo en el culo y luego me lo lamía como si fuera un gato. Recuerdo que me dijo: - Ese tipo que te acompaña me cae gordo, es posesivo y tiene cara de hijo de puta. Estoy contigo solo por placer, ni sueñes que te voy a sacar una visa. Estoy viejo para papelazos. Tú me gustas, eres un fenómeno, pero, joder, tú me echas un polvo y me derrumbas. Cuando Charli se refería a las bolliduras del harén, hablaba de las bateadoras de largo alcance, a las mesosopranos del grupo. Yo era la Omar Linares de su novena. A veces una se pasaba de la norma porque se templaba a unos viejitos a los que la pinga no les alcanzaba ni para comenzar. Sin embargo, tuve que poner el extra para enfrentarme a la fogosidad y a la imaginación de un checo, que primero se endrogaba. Casi pierdo el clítoris. Supe que el eslavo era masajista en un lujoso hotel de Praga y tenía bastante oficio. Me pagó bien y me confesó que estaba empatado con una cincuentona que es una bárbara en la cama. A mí el extranjero me rompió las expectativas y Charli se preocupó por mi bajo rendimiento ese día. Recibí una nueva paliza mientras me gritaba: ¡Puta! - Te voy a perseguir – me advirtió - Conmigo lo prometido es deuda.

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Me empujaba delante de todo el mundo, me asediaba y pedía explicaciones en detalles hasta del momento de la templeta. Luego venían las correcciones de estilo en la cama, lo que demostraba su imaginario sin límites. Los adecuaba a la nacionalidad del singante y al sexo.Cuando la jornada no dejaba buen saldo monetario,el sultán recomendaba acudir al lesbianismo a cara destemplada. Mantenerse requiere de entradas generosas en este negocio. La nevera no puede estar huérfana. Si el cliente es de Cienfuegos y tiene billete entra al play como lo haría un americano o un argentino. Sonia tenía el diccionario Español – Inglés. La curiosidad me rompió el coco: - Amiga, está bien que aprendas varios idiomas, pero tu intención que yo sepa, no es convertirte en políglota. - ¡Políglota!, qué carajo es eso…. -me preguntó. - Chica, es el que sabe varios idiomas- le dije. - ¡Qué coño políglota ni políglota, María Rosa! Lo mío es volver loco al tipo. Charli se moría de risa y la muchacha habló de una discípula que se graduó de prestidigitadora en una habitación del Habana Libre. Le comentó a un ucraniano de sus entrenamientos en los Urales de Corralillo con un experto de la zona. El preparador le había enseñado, con el peine primero y con la verga después, como meterse la tranca hasta la garganta. Fue una buena clase teórico- práctica. Incluyó ejercicios de respiración y de adaptación al tamaño del rabo que se fuera a mamar. El peine se doblaba en la medida que entraba por la laringe, como un acordeón. Por suerte, el bolito no era tan pingú y pudo atravesar el maremoto sin mayores contratiempos, aunque recibió una chupada a la entrada de la puerta de Alcalá que la verga naufragó antes de hacer agua. 7


- ¿Qué cojones te crees? Aquí la lucha por la independencia no existe, te entro a tranca, ¿quien te mandó a singar con este tipo sin permiso? Cuando a Charli se le soltaba el perro jíbaro, se me hacía un nudo en la garganta. Cogió a Lidia por el cuello y la arrastró delante del extranjero. Este de seguro pensó que todavía no se había borrado la época de las cavernas en Cuba. _ ¡Si te soltó la pasta, suelta lo mío! ¡No te hagas la majasa! - le gritó - ¡Dame el dinero, cojones, por qué si no, ni en tu casa te van a conocer! La ley es la ley. Traté que el jefe soltara la muchacha, pero una vez más comprendí que no entraría en razones. Ya no era el hombre que quería para mí, aunque me muriera con los _!No

deseos te

de

templármelo. metas

También

rata

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cogí

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parte

en

alcantarilla!_

me

la

bronca. ladró.

La amiga botaba sangre por la boca. Quiso buscarse unos dólares de más sin pensar que ya el culo no le pertenecía. La mímica es muy importante en la comunicación entre nosotras. Teresa cogió un empacho con el pene de un palestino que le dejó el bollo echando humo. Ahora, por si las moscas, mucha gestualidad, comprobando el tamaño, aunque algunas erecciones son imprevisibles. El aviso consiste en poner una mano separada de la otra, en posición vertical, como si las actrices estuvieran tallando un búcaro, puro teatro para tratar de impedir una ingestión de ese tipo. La mirada de tigre se impone en este grito de lo tomas o lo dejas. Marilin era la matrona de la comitiva. En sus mejores tiempos se mandaba a tres o cuatro extranjeros de una sentada en Los Caneyes de Santa Clara. Era la etapa en que esta mulata daba bollo al duro y sin guante.

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La parte folklórica era la más compleja del espectáculo. Tras cogerse a un bailarín y a un tumbador, tuvo que dar por terminada la sesión: los prietos amenazaban con desfondarla con gruesos calibres. La maestra no era tan interesada. Le gustaban los jovencitos y a veces la cosa era con entrada y salida gratis. La madrugada en el cabaret la dejaba hecha tierra y a las siete de la mañana ya estaba como nueva. Entonces iba en busca de la nueva víctima. La bolluísima, le dicen con el respeto merecido. Ella misma ha confesado que, en esta carrera de la vida, cualquiera se puede enamorar, pero es casi prohibido que te lo puedas tomar a pecho. Charli la respetaba porque ella no era fácil de digerir como un bocadito de jamón. Conocía a algunos tipos influyentes en el negocio y se comentaba de su gozadera con un oficial de DTI( Departamento técnico de investigación), aunque nunca dudamos de su fidelidad. Ella sabía que en ese ambiente la delación se paga carísima. Un día decidí desaparecer de la vida de Charli. Me oculté, me escapé. Se volvió loco buscándome por cada rincón de La Habana, hasta que comprendió que me le había vuelto humo. Pepe fue mi tabla de salvación. El napolitano me propuso irnos para Italia después que se volvió loco encima de mí en una habitación del Hotel Capri. Una buena papaya es el mejor puente para conseguir el boleto hacia Europa. Después de todo, tuve que llevar mi culo a otro continente para salir de mi aterrille y el de mi familia; es decir, exporté mi gran tesoro. Fue tremendo la primera vez que entré al Aeropuerto Internacional de La Habana. Lágrimas, besos y el sonsonete de mi hermano recordándome los zapatos me acompañaron durante el vuelo hacia un mundo donde soñar estaría permitido. Soñar en qué musarañas, me pregunto, si en mi pueblo salgo con amigos, tomo lo que me da la 9


gana: cerveza, ron, chispaetren - una bebida casera que sabe a rayo encendido y con la cual se coge tremendo peo. Los jodedores dicen que es el whisky preferido de los borrachos consagrados, por su bajo costo. Nápoles, la ciudad que se construyó a unos kilómetros de la vieja Partenope, la menor de las tres sirenas que intentaron conquistar con su canto a Odiseo, me daba la bienvenida al Mediterráneo. Nápoles, si encantadora, pero me la paso extrañando y me parece ver a los tipos que se le salen los ojos imaginando que están mordiendo mi maletero, guaoooo… qué rico, mami, pero aguanto la lloradera porque si me pongo demasiado romanticona no me llevo euros para derretirlo en Cuba. Los napolitanos - ¡qué tipos! - se meten con todas las mujeres, te dicen horrores. Se derriten con solo verte arrollando por la urbe. Allá en Cuba, no solo los tipos me desnudan con la vista cuando me ven cruzar por el Puente El Cañón, sino que se meten por debajo de este, disparan a mansalva y se la sacuden en mi honor. _ ¡Yo te cogiera y te mamara de arriba abajo! Oye, ¡qué tetas! ¡qué culo! Primero te asustas con tanto desparpajo, luego los retas en silencio. Los italianos también se vienen al verme, pero los lujuriosos de mi comarca se la echan magistralmente a cualquiera en el cine, en el mismo muslo o en el vestido. Son los rascabuchadores cinematográficos. ¡Sufre! Ellos me vacilan, son descarados, de sangre caliente, amistosos, divertidos; pero sí eres africana, cubana o dominicana, ni te miran. Vaya, el racismo, sabes... Al duro y sin guante. Así es la vida acá, me dijo Misladis en el mismo momento de conocernos. Vivimos casi puerta con puerta en Acherra. Coincidimos en que te la tienes que ganar bien ganada, como en Cuba, pero con la diferencia de que aquí hay de todo, se lucha pero se vive. Te tiran a mierda, es cierto, pero disfrutamos de las cosas riquísimas que se crean en este paraíso europeo. Se dice que la mafia hace de las suyas en el puerto napolitano, por ahí entran hasta tibores de oro de la época de Luis XV. Bacinilla, 10


bah, esa palabra es cosa de poetas que ven de otro color el mojón lírico. Los chinos son unos verdaderos magos en el negocio y no venden a sus parientes por falta de tiempo. Sí, en mi tierra hay un puerto también, con unos barquitos pendejeros a flote, pero hay traficantes que se le escaparon a Mandrake, lo mismo te venden un paquetico de langosta a precio de caviar, que una sarta de pargos traídos desde el Océano Indico. Por cuenta de Misladis conocí a Rubí, el tipo más sincero que he visto en mi vida: humano, carismático, abierto hasta donde le sale de su reverenda bragueta. El negro es de Santiago de Cuba, calentón como sus coterráneos. Rubí me ha tomado mucho cariño y noto que me mira las nalgas con mucha insistencia, se relame como si se estuviera comiendo un pastel de riccotta. La croqueta de pescado que me comía en el merendero principal de Gibara, la que se me pegaba en el cielo de la boca, era una tragicomedia ante aquel alarde de sabrosura, de labios embarrados de merengue, de miel, de almendras… -Uyuyuy, mami- me dice- con esas alas de pavorreal me gano el Nobel de Física. Y se le ve detrás de mí, bailando un son lujurioso, moviendo su culo famélico, dando cintura como si se estuviera destapando la olla en Santiago. -Dame culo, María Rosa, dame culo… me pide el bailarín. Y las carcajadas se oyen en el Nápoles que tampoco oculta los bugarrones que recorren las plazas, los mercados, los museos. Se les puede ver restregando el pene en las viejas columnas, como apuntalando un candelabro.”Como los caballeros templarios en el Medioevo, buscando quizás el código de Da Vinci”, replica Pepe. Esta especie nunca ha estado en veda en ningún sitio del universo.

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El drama que viven algunas cubanas no es precisamente un ideal, tal vez como los relatos de las novelitas rosa de Corín Tellado. Pepe y yo tenemos una vida moderna, tan moderna que vivimos vidas paralelas. Nada de celos ni de persecución. El tiene mujer y un hijo, pero yo le gusto un mundo y no puede vivir si no me huele hasta la punta del ombligo. Esa es la suerte que me ha tocado correr con los hombres. Me persiguen. El tiene un olfato tremendo- parece un faldero detrás de lo que ustedes saben- y me suelta los euros para mantenerme e ir a Cuba a ver a mi familia y vacilar sabroso. Pepe tiene buenos negocios y eso me permite llevar un tren de vida bastante bueno. Cuando me conoció él sabía que yo no era fácil, de modo que cuando yo voy caminando por ahí me pongo conquistadora, me tomo unas cervezas, bailo, me muevo rico y lo demás ustedes se lo pueden imaginar. Cada vez que lo cojo en la cama lo convierto en un churro y me lleva adonde yo le pida. Llegamos a la Discoteca Caraibe, de las tantas que tienen rentadas los latinos en esta ciudad. Vi bailando a una cubana que lo hacía de forma espléndida. Se movía que paque’, caballo. Y era muy aplaudida .Ella fue contratada por otra compatriota que también dejó su huella espectacular en este lugar. No pocos la recuerdan, incluso hasta en los días en que saltaba a la pista con un extraño maquillaje. Estaba pasando las de Caín. Quise conocer más sobre ella y Pepe se la comió narrándome la historia, mientras las copas de vino y las insinuaciones de las luces eran testigos de un relato estremecedor. - Ella se llama Liuba, se casó con un italiano y se fue a vivir con los suegros, porque él no tenía

dinero para alquilar una vivienda- empezó contándome el

acompañante .Los

próximos episodios se los digo yo, que caramba, porque Pepe es muy capaz de dormirlos con una nueva versión de Romeo y Julieta.

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El hombre se le pegó como un piojo. Así gordita y tetona como se veía, se alborotaba bonito sobre la pista, y con lo que ganaba aquí se mantenían. Pero eso no es lo peor, el cuñado es drogadicto y eso le recordaba lo angustioso que fue vivir con un tío en Cuba que le metía a la marihuana en la costura. Las desgracias vienen juntas y el viejo se volvió loco y se lo llevaron para el Hospital que en La Habana se conoce como Mazorra. Ahora volvían las humillaciones: al limpiar el baño se encontraba con las jeringuillas, los vómitos y los condones. Fíjate si la pobre estaba desesperada, que el toximaníaco la rascabuchaba cuando ella se estaba bañando. Y a esa historia súmale las golpizas que el marido le daba cada vez que le salía de sus pelotas. Pero hay más, bajo esa tormenta quedó preñada y a nadie en esa familia le importó un carajo. Ni en Cuba tampoco, el que nace para medio no llega a la peseta. La madre gozaba el espectáculo cuando su hijo le metía unos cuantos pescozones a Liuba; se tapaba los oídos para no escuchar la gritería que formaba el drogadicto cuando se inyectaba, sí, la verga de un semental. El cántaro se rompió tantas veces, que un día se la llevaron desmayada para el hospital, pues no pudo soportar la golpiza. La ingresaron, y perdió la memoria. La familia explicó a los médicos que Liuba se había dado golpes contra la pared y que la chifladura la había heredado en Cuba. Y todavía dicen que solo en La Habana hay una pila de locos, como se oye en el estribillo de una conocida orquesta cubana. Al recuperarse solamente preguntó por su bebé: un milagro se lo había salvado. La suegra la amenazó una y otra vez con quedarse con el niño cuando naciera. Entonces se acordó que ella era made in Cuba y la vieja salió gritando: ¡Esa loca me quiere matar! - ¡Es mío, vieja viciosa! _ le respondió Liuba con los ojos que se le querían salir. Quisieron quitársela de encima, pero no tenían dinero para regresarla a Cuba.

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Desde la Isla tampoco podía recibir ayuda: la hermana vivía malamente en la barriada de Lawton. Sus padres habían muerto. Lo muy hijos de puta la ingresaron en un manicomio. Cuando oía lo que me contaba Pepe, era inevitable que recordara a la pianista de mi pueblo, la cual se achicharró y después andaba con un abrigo de piel de Visón cuando el sol rajaba las piedras. La descripción me había jodido la fiesta esa noche. Al otro día tomé la decisión de ir a verla Para mí, entrar en un hospital de locos sigue siendo muy chocante. Me acordaba del poeta que no creía precisamente en la familia normal. Me llevaron hasta donde estaba la muchacha, a la que vi cabizbaja, salida de sus casillas, con una muñequita entre sus brazos. Al darme cuenta de su desamparo, comencé a sollozar. Le levante la barbilla y le pregunté: _ Liuba, ¿quién te hizo esto? “Amor, amor, amor”, repetía como si caminara entre las tinieblas. Razoné que aquella mujer con la cara empolvada de mi pueblo no era la única que había perdido el juicio y el tono musical. Al verla bailando sin el ritmo acostumbrado, un “distinguido” personaje de la canción lirica provocó un romance que se convirtió en la comidilla. Los otros pacientes los veían y se quedaban como claros ante aquella escena que puede ser posible en cualquier esquina de este planeta. Me parecía que se arrancaban las orejas, como al pintor holandés que se le fue la musa. El famoso tenor italiano le pagó la llamada a la hermana de Liuba. Ella se había enterado porque la dirección del monasterio, digo del manicomio, averiguó con el esposo de Liuba el paradero de la familia en la isla.

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Pepe me acompañó y me dijo que el galán de esta telenovela tenía cierto parecido con Caruso, quien por cierto había nacido en Nápoles. - Sabes, fue un conquistador en La Habana- me alardeó para que yo viera que él no era único. - Sí, pero también han zarpado una pila de maricones y lesbianas- respondí. Una enfermera nos dio la última sobre el afamado personaje. El músico estaba podrido en dinero; su desequilibrio lo provocó la muerte de la novia bailarina en un accidente. Pepe me aclara que ha confundido a Isadora Duncan con Liuba, a la que abraza y le canta canciones al oído. Por las tardes, la lleva cerca de la fuente y le lee cartas de amor. Se llama Sergio, pero a veces cree ser el mismísimo Pavarotti. Esa es la historia que cuenta la batiblanca, pero ya sabemos que todo es como una fábula mal contada. Es verdad que su padre le dejó una herencia, pero se fundió en la esperanza de que un día lo fueran a besuquear en la Scala de Milán. Verlo de cerca es enamorarse de él: es alto, atractivo. Cuando interpreta su canción preferida, su voz se amelcocha y parece que se mete melodiosa en el vestido de su locura de mujer. Luego pide los aplausos y se marcha a su rincón, donde Liuba lo espera con los brazos abiertos. Ella se ríe cuando nos cuenta sus horas de placer, y nos confiesa que en el momento de venirse el muy cabrón exclama: ¡Oh, Isadora, vuela, vuela...! Algunas veces la bailarina de la discoteca Caraibe pasa sesiones llena de alegría: la bruja italiana le trae el niño. Ella misma se hace la zonza y mira hacia todos los lados. Entonces quisiera triturarle el cuello a la abuela del hijo.

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Hablando de triturar, la hermana de Misladis, que se llama Norma, esa sí esta crazy, crazy, de la cintura pa’ bajo. Aguanta más que una cabra en el desierto. Ya verán qué clase de pieza es esta muchacha. Misladis es una buena persona, solidaria, pero también es muy enamorada, se pone como perrita en celo y le parece estar viendo las estrellas en la cima del Vesubio. Trabaja en un restaurant y los clientes se pierden cuando les abre sus ojos verdes. Como ella llegó primero que yo a Nápoles, me muestra sitios increíbles de esta ciudad donde se encuentran la mayoría de los monumentos más importantes de Europa. Y me aconseja, me habla sobre los tramposos, sobre los que nos desprecian y nos envidian el fuego y las cosas que hacemos en la cama y fuera de ella. Andando por

sus calles, uno se puede desmayar con su belleza arquitectónica, sus

museos, sus piezas antiguas en las que se esconden leyendas conmovedoras. Pepe es muy estudioso de las artes y, al describirme, me parece estar trasladada. Por eso, entre sus paredes que son como héroes que defienden pasados vivientes, uno quisiera estar al timón de

esa máquina del tiempo, pero cuando me veía conectada a la par de mi

imaginación, ocurrió lo que nos ocurre a los más comunes. Un griego se rozó con el trasero de Misladis, que tiene unos ojos verdes estupendos, como los de mi mamá, y Rubí le salió al paso y le dedicó algunas palabrotas. - Oye, vete a tocarle las nalgas a casa de tu abuela. -Oigan-dijo el tipo que estaba pá chupárselo- Qué Lazarillo más regio se han buscado ustedes. Misladis simplemente admitió que no era para tanto, pues él solo le había rozado las nalgas, quizás por equivocación. No sé por qué noté que en la última expresión de ese negro tan gracioso se le iba ablandando el corazón. Quizás como es tan sensible pensé que le había perdonado la equivocación. 16


La tarde iba cayendo en el malecón napolitano. Se me parecía a un cuadro de un pintor de este lugar donde se ve ese crepúsculo que no se quiere borrar de este paisaje rodeado de mar. Pepe es cultísimo y me ha ido metiendo el espíritu de este fantástico viaje entre el pasado y el presente. Y nosotros nos sentamos para pescar esa nostalgia por el malecón habanero. Al poco rato llegan Mauricio y Milvia y nos traen cosas riquísimas en una cesta, receta especial del amigo que nació en Roma. Ellos no son tan asiduos en nuestras aventuras, pero les encanta el ajiaco que cocinamos. Dicen que la caldosa nuestra tiene un sabor diferente. Luego de la añoranza, los conquistadores del fuego nos fuimos hacia un bar, un bar que llamaba a una jornada bebestible, mientras la fina llovizna renovaba deseos y otros cayos cercanos a la tormenta espiritual. Tomando espero. Misladis nos contaba que su primer marido era un borracho, pero no era malo en la cama y ella le aguantaba lo que le aguanta cuando una está enamorada. Era chofer de un dirigente y manejaba bastante dinero. La familia siempre le pedía que le diera una oportunidad. Pero cuando comenzó a traer machos a la casa a beber el matrimonio se fue de paseo. Un día lo encontró tirado en el piso y con todo el cuello chupado. “Una pintura de Modigliani distorsionada”, dijo Pepe. - Mamita, no te preocupes, yo también me divorcié y no fue por traer machos a la casa a emborracharse- dijo sentencioso Rubí. El es un señor profesor de baile. La risotada en la cantina fue como si se hubiera dado el parte del tiempo, en voz de Rubiera, al paso de un huracán caribeño. Fuera, se veían los automóviles cruzando por aquella avenida llena de luces. Otro recuerdo desmerengó a Misladis, en tanto bajaba otro vaso de cerveza. Era un bolero cantado quizá en “La zorra y el cuervo” napolitano. 17


- María Rosa- me dijo-, el otro día vi bailando en la discoteca a un cubano que me sacó de mis cabales. -

“Los pantalones, benditos ejemplares”- añadí.

El mulato estaba remeneándose con una brasileña. - Y a ti se te pararon las entenderas, eh- bromeó Rubí- Estaba sabroso el candombe… -Tú no sabes nada, negro, le respondió Misladis - Tú no sabes nada. Cuando recién ella había llegado aquí- continuó la historia nuestra amiga-, por la vía de casarse con el extranjero que ustedes conocen, salió con el veterano que la trajo aquí. Cuando salían de la tienda, el bailarín la ayudó a recoger una jaba de ropa que se le había “caído”. Se miraron con los ojos encendidos, le dio las gracias y el esposo ni se enteró de aquellos corrientazos. Días más tarde -agregó- cuando paseaban por Plaza Garibaldi a hacer compras, lo volvió a ver con la carioca, besándola cual si estuvieran movidos por una rumba de cajón, y sintió una opresión que hasta hoy le sigue doliendo. - Me volví una detective - nos dijo con aquella obsesión que se nos va del juicio. Los siguió y se enteró de que él era profesor, natural de Matanzas, y que se había ligado a la brasileña en un viaje que ella hizo a la Atenas de Cuba. Aparentemente tenían una vida tranquila, pero averiguó que ella le cayó a golpes a una alumnas que entendían de los más bien las clases que les daba el aplicado maestro. - Sácatela, en español- llegó a decirle entre otros ataques y ripiadera de ropas a diestra y siniestra. También supo que él la celaba y una vez la vio hablando con un tipo en una callejuela. Sentía lo que sienten los hombres por una mujer que le gusta mucho y la ofendió. _ Yo lo tengo grande- le dijo ella- Ya quisiera Shakira, pues tu me lo coges gratis y yo no protesto. 18


Cuando oía a Misladis mencionar un culo grande me acordé de aquel hombre que se fascinaba con mis nalgas. Al extremo de que me tenía como una gallinita culeca a sus pies. Qué diría Freud sobre la culofobia. Rubí, ustedes saben, parecía levemente silencioso, pero los ojos le brillaban cuando la cita se antojaba por ese lado tan polémico para algunos. La curiosidad mata al gato y sabíamos que nuestra amiga tenía algo guardado debajo de la zaya. Sus ojos verdes se abrieron con más brillo en el cielo napolitano. - Es cierto, María Rosa,

nos subimos a una cama y ardió Troya. Me dio

hasta

reventarme- prosiguió- Dejamos encendida aquella habitación. - Ah, que de casta le viene al galgo- dijo Rubí. Por eso tu hermanita tiene tanta fama de caliente. Norma se la saca de las canillas a cualquiera. Pedimos la cuenta al ingerir una cantidad nada despreciable de cervezas. Me gustó el final de esta aventura mientras íbamos dando tumbos por una céntrica calle de este pueblo lindo y liberal, en tanto hablábamos de las clavadas pasadas y por venir.

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En Acherra se dice que Polichinela se puso una careta de por vida porque su mujer lo engañó. En ese teatro que suele ser a veces el telón napolitano, se pueden ver escenas verdaderamente farseas. Yo abro mi propio telón con Pepe, cada cual está en lo suyo. El duerme con su esposa, yo me acuesto sola si me da la gana. Yo sí estoy segura que cuando ronca sus sueños se vuelven una descarga de espermas a costa de mi imagen. Y si me coge un tipo de esos que te hacen ver las estrellas, veo a mi “marido” lleno de vergüenza por no poder darme mantenimiento a tiempo completo. Un día me encontré con un médico cubano que ha hecho excelente carrera en este sitio. Me oyó hablar con Misladis y con Rubí y la entonación se le hizo familiar. Rubí es muy desconfiado y lo miraba con cierto recelo. Me invitó a cenar en el restaurant donde Misladis trabaja como cajera. Es un lugar maravilloso y abunda la alta cocina. El doctor me pintó villas y castillas. Menos mal que ya una no se embelesa con la cantidad de castillos que hay en Nápoles. Y te parece que bajaron el puente levadizo y salen los soldados con sus armaduras y sus espadas afiladas y si no te pones bravucona te das un golpe que te rompe el espinazo. O te tiran para el foso para pasto de cocodrilos. Es verdad que estaba pasando por un mal rato sentimental y la billetera estaba coja y pico, aunque mis amigos me ayudan cada vez que pueden; además, el hombre estaba comestible. - Niña, tú eres de categoría, tu culo es costoso- me advirtió Rubí. El que quiera azul celeste que le cueste. Mira a Misladis, está pasando un curso de cuarentena sexual. Yo sé todo lo de fiel y sabio que hay en las palabras de este negro que fue famoso bailarín de Tropicana y al que la fama nunca se le ha ido para la cabeza. 20


Pero ya me había acostado con él y parece que le gustó mi meneo y se cogió como la fiera con su presa ¡Qué suerte yo tengo para eso! Caminando por esos parajes donde las casas parecen ocultar los misterios de antaño, me encontré con ese ingenioso hidalgo que es Rubí. Me hizo una reverencia burlona, como si estuviera declamando una pieza satírica de un conocido artista, tan santiaguero y tan zalamero como él. - Cogiste cajita, salá. Se te ve livianita. La bebida va hoy por ti. _ Rubí, ¿no has visto a Misladis? - le pregunté asombrada por su ausencia del grupo. _ No sé, chica, tal vez esté buscando algo por ahí. Debe tener un atraso, una falta de macho que le ronca el mango -´Tú siempre tan pedante… Y lo invité, como no lo iba a hacer con este libidinoso que desde que lo conocí me ha tomado afecto y me tira el ancla, más que de dinero, me da consejos de padre. La gente me habla de él, de sus misterios y de sus cosas, pero yo no me meto en la vida de nadie. Se gana la vida dando clases de baile y nadie en este mundo está autorizado a velar o prohibir lo que haga uno con su cuerpo. A mi me encantan sus perversos enigmas. Cada vez se me hace más real. -Cuéntame, picarona, cómo te fue en la luna de miel... -Rubí, fue de lo más lindo y el hombre se valió de su arte en la cama para estremecerme. Me habló mucho del presente y del futuro y de qué estaba por divorciarse de su esposa napolitana. Me dijo que me iba a ayudar para que levantara, aunque yo no vivo tan mal y me divierto a mi antojo. La muela pasaba de un lado al otro de la cama como si estuviéramos cruzando el Puente de Almendares. Cuando nos estamos revolcando, las calenturas se llenan de orgasmos algo visionarios. Puede ser, por ejemplo, cuándo me la

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vas a dar papi, cuándo se te va a parar otra vez. Me hice la boba cuando me dio una buena cantidad de billetes. Y se conectó conmigo para una próxima temporada. Rubí se había deleitado con algunos tragos de Havana Club y me aclaró que a él le gustaba mucho el Paticruzao que venden en Santiago de Cuba, porque esa bebida sí que le quemaba la garganta. Para él, mientras más exagerado, mejor. En el horizonte las gaviotas gorjeaban un vuelo entre amigos que iba a dejar descorazonado a uno de los dos. - Yo te quiero mucho, pero ese tipo es un cabrón de madre y se quiere hacer el Van Van contigo- me soltó de una vez. - Si no me crees, pregúntale a Misladis que lo ha visto cayéndole detrás al culo de su mujer por todos los rincones. Pregúntale sobre el ridículo que ha hecho con su refinada esposa. A esa rubia la gente le dice la papayona, con el respeto y la admiración de tu amiga Marilín, la reina en meterse las pingas negras en el Motel “Los Caneyes”, en Santa Clara. A él ya le han levantado una estatua. También le han apodado Unicornio Azul. Yo sé que tú no eres una santa, pero no me da la gana que te coja para taparse los cuernos. El peso estremecedor de sus palabras me hizo llenar de un solo movimiento el vaso con Havana Club. Yo sé que él es socio a todo y le veía reflejada la pena en el rostro por haberme desilusionado de esa manera. Me di un trago doble que me supo igual a aquella bebida muy popular en mi barriada, conocida como bájateeblúmer. Y hasta me acordé de la clase de atorada que se dio Teresa con el artefacto de un árabe, ya que Rubí me mencionó a Marilín que, aclaro, no era informante de la policía ni un carajo. Todavía me asusta pensar en el que me perseguía y me maltrataba a las dos manos allá en Cuba. Nunca más he visto al médico. Sigue siendo muy cariñoso, me llama mucho. Me dice que me hace falta, lo que sea. No crean, a veces quiero repetir la ración, no es por puritanismo, pero me jode que le siga oliendo las nalgas a su mujer. Cuando me acuesto, 22


aún lo extraño. Entonces me puse a pensar que la napolitana tiene más fuego que Norma, que ya es mucho decir. Candela al jarro, como decimos los cubanos. Y es que me parece que veo venir a Polichinela, desgarrado, atado a la saya de su mujer. Yo no soy un clásico del marxismo, pero no permito que algunos italianos me digan que los cubanos somos unos muertos de hambre. Yo sé que lo hacen para provocar “si tú eres comunista, por qué vives aquí.” Ellos nos ven como si estuviéramos prestados en las cloacas de esta ciudad. Pero yo no me quedo callada. - Porque esa es mi gente, coño- les respondo. Es verdad que en la isla la mayoría se está comiendo un cable, pero es lindo conservar todo lo humano que me espera cuando llego a mi pueblo. Ustedes son unos lameculos y yo no los critico, les recuerdo. Pepe intentó desviar la atención de mi discurso patriótico, se me fue por la onda de los filmes de Federico Fellini, por la bellísima historia de Nápoles, por todo lo que en ese momento me hiciera olvidar la agresión a mi país. _ La dulce vida María Rosa, la dulce vida… Lo que sí no me podía justificar era su mariconería de ponerme en la oferta de un poderoso amigo suyo que un día me vio y se imaginó que Cecilia Valdés era para amasarla a su gusto o símbolo de la putería en bandeja ¿Por qué no le recomendó a Fellini agarrársela en una escena, chupándose él mismo la verga, en una de esas fuentes en la que el agua cae tan poéticamente como en El Chorrerón,-una cascada sencilla en la que la que se bañaba medio poblado, por esas cosas de que no cogiéramos bicho, según cuenta el personaje de Biografía de un Cimarrón.

Ante la pantalla de algunos disfrazados de Garibaldi, Misladis me dijo que no hiciera mucho caso a esos patriotas de seda, los mismos que alguna vez le acompañaron en el 23


Comité de Base de la Unión de Jóvenes Comunistas cuando ella era la Secretaria General en el Pedagógico de Holguín. Un “cuadro” le insinuó que tenía cualidades para avanzar, para ser promovida. Y le recomendó algunas “orientaciones” para acelerar el proceso. Lo mandó pal carajo. Y aquí está con su vejestorío que le afloja la plata sin hipocresía. - María Rosa, no te calientes la cabeza con eso -filosofó Rubí-, de todos modos los que nos jodemos, nos disputamos las migajas que ellos nos dejan. Tal vez por eso veo más lejos que nunca la difícil relación entre la política y las formas de dar el culo. Entonces nos vamos a refrescar la cantaleta, sacamos el ticket del autobús que venden en cualquier esquina del centro de Nápoles, pensando quizás en seguir viviendo la vida como mejor se puede, mientras les dejamos el drama a los escritores y a otros soñadores que piensan que de un plumazo van a enderezar la cabrona a realidad.

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Nápoles es linda como La Habana, con su malecón, sus construcciones antiguas, sus barrios que se parecen a El Vedado. Me emociona ver a los africanos que venden collares. Descubrí a los marroquíes y su oferta de anillos de plata, a los chinos que pregonan sus juguetes. Pura candonga. El espectáculo es mucho más atractivo: un trencito da vueltas por debajo de los árboles, mientras están los que venden algodón y turrón de maní. Rubí trabaja en un cabaret y ha enseñado a bailar a algunos cubanos e italianos que se ganan el pan en esa contienda. Él es así, incluso cuando en Tropicana le querían poner zancadillas para que no hiciera el viaje a Francia o a Suiza, era el más amigo de los amigos, de los más jóvenes. Su talento y su bondad son su aché. -Esa es la peste humana. -- me dijo- Se sacan un ojo por tal de ver al otro ciego. Unos amigos lo invitaron a una cena en uno de esos sitios que deja en pañales a la barriada más temible del universo. Y las sanguijuelas, por supuesto, eran invitadas al festejo extramuros. “Pero recuerden que yo soy Pepe Antonio”, aclaró el jefe de la tropa. En “Cuartiera epañol” hay una callejuela muy estrecha, tan estrecha que uno parece que choca con el conjunto de edificios que rodea a esta comunidad. La ropa se tiende entre balcón y balcón. Tal vez por los ninjas. Es una comunidad pintoresca, pero es arriesgado visitarla porque hay mucha delincuencia. “Escondan las carteras”, ordenó el invitado especial a la contienda. Era un apartamento bonito, bastante equilibrado dentro de lo que cabe en ese pequeño oeste europeo. Comenzaron a llegar otros invitados del anfitrión, pero por mi madre que algunas caras no me daba buena espina. Olía a cierta tribu rondando por la maleza como los rateros de mi pueblo que dejan desierta cualquier tendedera; o se roban hasta los espejuelos de Jonh Lennon en un parque habanero. 25


Pasa lo que pasa. Cuando estábamos bailando, Rubí- genio y figura - oyó chiflar cerca de sus oídos un galletazo que lo hizo retroceder como una cascabel en peligro. El anfitrión, que había sido campeón de lucha libre en su natal Guantánamo, le aplicó un superavión a un vacilador

que le estaba repellando a su esposa italiana. Ella,

encabronada y pico, le respondió al “constructor”. - Chico, por qué no me tocaste la chocha. Te juro que hubo una cagalera generalizada con esa exclamación para juzgar al que se hizo el loco con lo que no le tocaba. Entonces el mulato agarró al rascabuchador y le metió un estrellón contra el piso que le debió romper varias costillas. Después lo levantó y lo puso a volar por encima de una mesa que estaba montada con buena comida y botellas de bebida. El piloto se tragó un pedazo de pavo en el recorrido. Yo me mandé a correr, Pepe se creía Sotomayor, Rubí emuló con Juantorena y Misladis corrió peor suerte que nosotros, pues el perdedor, todo embarrado, casi que le cae encima y la dejó hecha un asco. Tenía el pantalón mantecoso y parecía que se le había derramado otra cosa. El barrio se estremecía (acostumbrado a terremotos semejantes) ante aquella nueva demostración de coraje. - En Cuartiera epañol algunas noches no suelen ser precisamente apacibles.- señaló Pepe con su lirismo habitual. Otros guapetones quisieron defender al agredido, pero salió al ruedo “cara cortada”, líder comunitario, e hizo un llamado a la paz. Era lógico que se calmaran los ánimos, ya que el mediador había mandado a dos mortales más allá de las gradas.

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Tras el llamado a la calma, se recogió todo aquel reguero, se recuperó lo que pudo y el forzudo le dijo a la napolitana que ellos eran los huéspedes de honor y que era tiempo de cocinar de nuevo y servir la mesa. -Además- dijo el atleta-, el profesor Rubí es nuestra inspiración. Si todos bailamos mejor es por su dedicación y tenacidad. Y es un hombrín, qué coño. Aquel elogio del deportista y bailarín le llegó muy hondo. Tan hondo que se sintió muy complacido con el abrazo que le dio el musculoso coterráneo de la región oriental de su país. Quizá le hubiera gustado aplicarle un tackle, como lo hizo en el área especial de lucha, cuando aspiraba a especializarse en el estilo grecorromano, según me relataba en sus memorias santiagueras. A “cara cortada” los habitantes de Cuartiera epañol le pagaban para tener algún seguro de vida. Entonces la mesa quedó servida nuevamente y el mal momento de la batalla campal se resolvió con la salida de banderas blancas en los balcones de los edificios. Y se recordaba, en aquel fogoso ambiente entre tragos y comida, al trovador que acompaña a Eusebio Leal andando la Habana.

Emigrar no es solo irse para otro lugar. Se cree en la victoria de los vikingos, pero pocos se ponen a pensar en lo espiritual. A los gitanos les dicen Zíngaros o Romaníes porque, según Pepe, son originarios de un pueblo de La India. Me dice, además, que desde la ocupación borbónica ya rondaban gitanas que adivinaban con las cartas. Desde que estaba en la escuela siempre oía decir que eran personas sucias y desagradables, que vivían botados por ahí. Pero ahora que los veo de verdad, bajo el mismo techo, quiero hablar con ellos y ser lo más justa posible. 27


Curiosa, le pregunté a Misladis y a Rubí que sí conocían a algunos de ellos, a los que tratan como si fueran roedores en ciertos países europeos. “Y nosotros que somos entonces, ratas de alcantarilla”, pensé A lo lejos veo las carpas. Por ese sendero desconocido prefiero penetrar ahora. Mis queridos amigos me llevaron a conocer a un cubano que se había colado en las carpas . Javier es una trampa. Esta es su historia. Salido de Cuba por el Mariel, era uno de los sobrevivientes en el naufragio de la embarcación. Guardaba bien en la memoria la carpa en Miami, y la gente de Cárdenas gritándole: “Vete escoria, que se vaya la escoria”. No le preguntamos de qué manera logró aterrizar en Nápoles, pero supimos que se las ingenió para engatusar a una muchacha de muy buen aspecto. Él mismo la presentó. Se llama Yamila y tiene unos ojos preciosos. Cuando tira las cartas aparecen adivinaciones y vemos algunas cosas lindas que quizás nos puedan suceder en el futuro. Ahora Javier nos busca y conversamos mucho sobre Cuba y le preguntamos cómo le va en el campamento. Nos responde que está haciendo gestiones para llevarse a Yamila y a su hijo para su casa de Nápoles. - El problema está-nos dice- en que el alto mando recela de su presencia en las carpas de los romaníes. Alguien comenzó a hablar basura de él y se llegó a discutir su permanencia en el campamento. Javier es un jodedor criollo y no acepta ser ninguna escoria por el hecho de haber salido de Cuba por el puerto de Mariel. Antes fue maestro en una escuela primaria de Cárdenas. Se levantó la calumnia entre simuladores y oportunistas que, dicho sea de paso, envidiaban la profesionalidad y el afecto que le tenían estudiantes y padres al maestro de cuarto grado. 28


Una canción lo hiere todavía. Le duele recordar cuando tuvo que rajarse como una yuca en la estación de policía por declarar su homosexualidad cuando en realidad no lo era. Es que deseaba salir de Cuba a como diera lugar. Gritó fuera de sí: ¡Yo soy maricón! Pero eso no bastaba, tenía que partirse delante de todo el mundo. A la memoria le viene el rostro de un socio que, parado en una esquina, lo vio saliendo de la estación como la yegua más loca de Cuba. Ahora les da voluntariamente clase a algunos hijos de gitanos y es muy amable con el niño de Yamila. Ella se había casado con un ermitaño que conoció en Alemania. Pero tuvo que salir huyendo para Italia porque el tipo estaba controlado como traficante de drogas, nos contó un día mientras compartíamos un café en su mismo campamento. Una tarde el jerarca de los zíngaros llamó a Javier para que escuchara el veredicto del Consejo. - Mire - le dijo- la gente del campamento no está acostumbrada a que viva alguien extraño entre nosotros, pero vamos a confiar en ti porque Yamila es una mujer de buen corazón argumentó. Tampoco apoyamos la injusticia. - Ya ves, María Rosa, - me dice Misladis- no se pueden medir a todos de la misma forma. Esa cara de sapo no estuvo de acuerdo con la decisión de permitir la presencia del cubanito en la tribu. Él es el que Yamila conoció en Alemania y que casi ni se ocupa del hijo de ambos. Había llegado huyendo de Berlín, donde sus compinches casi lo linchan. Solo los que vivimos en este sitio sabemos las trampas que hacen_ o tienen que hacer_ los romaníes para buscarse la vida. Las gitanas son unas bichas, ya saben a la hora que pasan por la intersección los que tienen posibilidades de regalarles alguna plata. En el cambio de luz del semáforo, ellas y sus hijos limpian en un abrir y cerrar de ojos los 29


cristales de Hyundai. Rubí y yo vimos a una espectacular morena entregándole una jaba a los muchachos y unos cuantos euros a la madre. A veces yo también le hago la caridad a una de ellas que es casi una niña, muy noble, porque sé que su marido es un vago que hasta les quita la comida a sus hijos. Me siento más tranquila cuando veo a mi escuadra, a Pepe, Rubí y Misladis, emocionados con mi gesto. Y cuando los veo también abriéndose el corazón con ellos. Pero hay romaníes, eso sí, que no valen ni un escupitajo. La policía de cuando en cuando les hace una redada y los mete tras las rejas. Los tienen en la mirilla. El gobierno es muy celoso con los extracomunitarios. Los cubanos arreglamos los documentos en Roma. La Unión Europea permite el relajo con los gitanos. Es el cuento de nunca acabar: los deportan por indocumentados y al día siguiente ya andan de vagabundos por las calles de Italia. Los niños juegan a la pelota y a las casitas en los balcones. Parecen estar secuestrados. Y es que se vive con el susto de los robos de los bambinos para pedir rescate o venderlos en el gran mercado. Y los zíngaros protagonizan la leyenda de los que vienen vestidos de lobo feroz. A la ragazza Denís se la llevaron cuando jugaba en las afueras de la casa. Su mamá y la policía la buscan aún por todas partes. Sigue en primera plana en la prensa. Dan por seguro los investigadores que los autores fueron rumanos. Y hasta se ha regado la bola de que habían capturado al culpable y encontrado la niña. Suelen andar los cazadores en carros, en manadas de dos o tres. Solo de verlos se reza. La pandilla más famosa es la de un tal Ceaucescu. Lo declararon persona no grata en Bucarest y lo exportaron para acá. Trafica drogas, amenaza, chantajea…

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Los italianos se creen que los inmigrantes forman parte del Vertedero Municipal. Para que no se asombren, Nápoles tiene basura y la peste circula por sus calles. Hasta la basura tiene su historia. Pepe trata de evadir esa verdad, no cabe en su orgullo el aceptarlo. Hay que reconocer que el Gobierno de Berlusconi ha controlado bastante a la mafia, ha sacado de su refugio a una pila de traficantes, incluso ha tenido valor para quitarle el negocio . La camorra se hizo dueña de las tierras que están en la periferia de Acherra. No había nadie con pantalones para acabar con esta corrupción. Comenzaron a abrir huecos y todos los camiones que venían de otros lugares tenían que pagarle hasta 500 euros para voltear lo que mi amante de Verona no quiere reconocer. Tiraban hasta desperdicios tóxicos que contaminan el ambiente. La mugre que había allí se atoraba entre las personas que se cogen el negocio para ellos. Me lo quiso ocultar, pero el abuelo de mi concubino había sido un destacado “león”. Así se les dice en Cuba a los que van detrás del camión de recogida .Pepe recomendó a un primo suyo para que se disfrazara de fiera de la selva. Mira si es bueno el bisne, que el que conocí en las trasnochadas de los bares (jamás había pinchado en Servicios Comunales) aceptó que el pariente le resolviera un puesto en un basurero. -- Pero te aclaro que él no tiene pinta de homosexual - me dijo Misladis una noche en la discoteca. – El pícaro solo anda buscando una mano que lo ayude. Misladis es tan ocurrente como mi carboncillo Rubí, y yo le pongo de lo mío para contarle estos relatos donde la vida no es tan en rosa como pudiera parecer. Parece que a cada rato le baja el santo protector. “Mijillo, chamaco buena persona”, parecen decirle del otro lado de los caracoles.

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Estaba más arrancado que la manga de un chaleco y, para mantener a la italiana que había capturado en una travesía turística, era necesario tener moni, mucho moni. Esas italianitas lindas sin billetes no te dan ni el pezón. Ellos también forman parte ahora de la fauna de Nápoles. Es un habilidoso y ascendió en muy poco tiempo al cargo de cobrador de los que venían al vertedero a dejar lo que para ellos era un negocio redondo. El mafioso le tomó confianza y le pagaba buen «salario». Astuto como pocos, no solo se limitó a clasificar

lo que se iba convirtiendo en una

pirámide de desperdicios. Por las tardes rondaba una muchacha que venía a botar las jabitas de naylon. Era lo que se llama un bombón. La Madonna le pedía ese favor. Siempre había soñado con encontrar una joya en ese depósito. La muchacha le confesó un día que le gustaba muchísimo. Él no sabía si ponerse a rezar o cantarle ahí mismo la” Traviatta de la revolcadera”. Soltó las jabas y la tiró en un colchón que tenía en la caseta. De solo imaginar la gozadera que armaron, cualquiera se pone como yegua en celo. Salieron del lugar, sucios de espagueti napolitano, de salsa de tomate, de queso, albóndigas, pellejo de carne de cerdo y de pollo y pedazos de pastel y merengue. Parecían dos payasos cuando tomaron el camino de regreso, pero satisfechos. “Como los personajes de Mendive: pintados con mantequilla”, se recreó Pepe cuando le conté el romance. Como el tipo no es mala persona, les resolvió trabajo a otros compatriotas que tenían el bolsillo más pelado que la carnicería de mi pueblo. El vertedero de Nápoles llegó a tener una pequeña cuadrilla que dejaría sin respiración a los recogedores de basura de El Vedado.

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Misladis se tuvo que tragar las indirectas que le soltaba al primo de Pepe. “Sé que comentaste que yo tenía tipo de… - No, qué va, yo no dije nada – quiso justificarse. Y para que se dejara de intrigas, se la llevó y le hizo el cuento del gallo que quería llegar a la fiesta de tío Perico sin ensuciarse el pico. La basura estaba ahogando a Italia, la contaminación amenazaba con extenderse a toda la península ¡Quién lo iba a decir, verdad Pepe, que ustedes no eran capaces de guardarla bien! La verdad es que el que busca encuentra. Él le había hecho las vacaciones a un amigo, manejando el carro hasta que pudo levantar su propio negocio. El Presidente Berlusconi vino a inaugurar el quemador de Acherra. En el discurso llamó a acabar con las viejas prácticas de enterrar la basura como si se tirara en fosas comunes. - María Rosa, no la cojas con el pobre Pepe- Allá también hay vertederos y baches por cantidades- salieron en su defensa Rubí y Misladis. La intervención del Presidente fue muy divulgada por la prensa. Tuvo que taparse los ojos con el pañuelo, pues un remolino le ensució el traje que los chismosos decían se lo había comprado una querida en París. Menos mal que ya existen quemadores en todas las provincias de Italia. - Buonna crónica, eh- me reprocharía Pepe.-“En Cuba los periódicos hablan de mucha caña, muchos cumplimientos…”

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Claro, no todo son pesadillas, aunque el ritmo de la vida es estresante: Nápoles te ofrece mucho placer. Cuando mi amigos no vienen a visitarme a mi casa, yo viajo hasta allá, y a gozar se ha dicho. Somos un grupo de cubanos y napolitanos. Claro que me acompañan los de siempre, Rubí y Misladis y Pepe. Hay cosas que son así. En la discoteca suelo ver a Milvia, una villaclareña, de Sagua la Grande. Aquí si vale aquello de lo que hace siglos juraron los tres mosqueteros. No sé todavía en qué lugar de mi corazón ha quedado la imagen de la gitana que se enamoró de aquel cubano bondadoso y buen maestro. Ella está casada con el romano que hace unos dulces espléndidos .De tanto familiarizarse con la forma de hablar y de gozar los cubanos se ha convertido en un jodedor criollo. Se llama Mauricio y habla el español con fluidez. Nuestra amistad se hizo más grande por un accidente hogareño, que por suerte no terminó en tragedia. El hecho es que Milvia tenía cargada a la niña mientras cocinaba pasta, creo que coditos, y, al bajarla, la pequeña le dio con sus manitas a la cazuela que se viró y la quemó bastante. Eso fue durante las pascuas. Yo la acompañé durante ocho o nueve días, hasta que se curó. Decía que Mauricio tira un spanich elegante y coge unas borracheras tremendas. Aunque es un estudioso de las ruedas de casino que formamos en las discotecas, sigue siendo un pésimo bailador. Siempre andamos de bar en bar. Cada vez que salimos, las jornadas duran hasta las cinco o a las seis de la mañana. Vacilamos en cantidad, nos tomamos un poco de ron, casi siempre Cuba Libre, nos reímos. El chisme es riquísimo, caminamos hacia otro Bar. Aquí los bares no cierran. El guateque es en grande. En las discotecas se da cintura hasta que salga el sol. Alguien

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organizó la “danza de las caderas, made in Cuba”, que arrebata a los que nos ven bailar en esos centros nocturnos. Un “caderazo” puede oler tan bien como un Habano. La farándula se fuma la hoja criolla con fines afrodisíaco. Conozco a una francesa que le dio una chupada inolvidable al puro de capa corrida de Reinaldo. Él se la había ligado al compás del son. _ ¡Excelente puro, María, bon appetite!, - me dijo la europea con ganas de repetir la ración.- Esos tabacos escasean por acá. Por último, hizo que Reinaldo le tatuara en el culo toda una simbología. Rubí parecía montado en el chino mulato Wifredo Lam, y quería que de todas maneras el negrito le pintara La Jungla. Mauricio, el conductor del

choteo, se pasaba las manos por la portañuela mientras

contábamos nuestras experiencias cercanas al cielo. Él es muy fogoso y teníamos que hacernos las bobas con ese tolete inflado a punto de explotar. Un escocés que estaba en la discoteca puso una botella de whiskey en honor a los artistas, se puso su traje típico y me confesó: - Con calenturas como esta, no llego vivo a Edimburgo. De paso le echó una mirada fulminante a Misladis. Pero ya con la borrachera que uno levanta, le cuadra ver hasta donde llega un hombre como este, con ese traje tan fuera de onda y pagando a manos abiertas. Rubí nos hacía señas desde el dogaut. Pasada la primera ronda de la farra a toda velocidad, la fiesta sigue en los bares. Le arrancamos el pellejo a malanga y a su puesto de viandas. Pero el chisme sabroso lo trajo una de mis amigas italianas: _ ¿Te acuerdas del negrito de Camagüey? Pues le pasó el brazo a la viejuca ricachona de Nápoles, la dejó loca y se le fue con una carga de euros en los bolsillos. 35


En eso de darle a la lengua y fastidiar, nos coge el amanecer. - María Rosa, sabes que aquella que se hacía la fina en La Habana – me dice - se está mandando un italiano que está incomible. Eso es lo que llama vacilar y reírse de los demás hasta los codos. Si no sale a relucir un recuerdo de Cuba, hablamos sobre Elpidio Valdés o María Silvia, como tocando la diana mambisa en campo italiano. Mauricio se pone romanticón con Milvia y parece un pulpo abrazado a su mujer. Claro, en este acuario hay otros pulpos. A mí me miran como si me quisieran comer, me enamoran con el propósito de desvestirme a las menos cuarto. El que quiera encaramarse en esta montura tiene que pelear duro, tiene que saber que nadie me va a echar un palo por simple recreación. No me considero una diosa en la cama, pero cuando me caliento el Vesubio se estremece, tiembla el cañaveral. Un italiano me propuso una vez: “María Rosa, tanto para que me lo des”. La suma era bastante decorosa, pero no me dio la gana de dárselo con ese poco estilo y esa desfachatez de pedir la papaya. El hombre estaba buenísimo, pero qué es eso de cogernos para el relajo, como si mi culo fuera un fondo exportable para ellos. Esta química cubana e italiana funciona bastante bien. A una amiga la cerveza se le fue para la cabeza en una discoteca y gritó lo que parecía el toque a degüello en la manigua. -¡Viva la morronga cubana! Los bailadores la aplaudieron, la metieron en la rueda de casino y le hicieron un homenaje. _ ¡Viva la morronga, que vivan los cubanos!- exclamaban los bailadores.

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Aplaudimos por la mención de ese miembro, pero más aplaudía Rubí, amigo en las buenas y en las malas. Coge unas borracheras del carajo, pero no se cae. Repito, es hombre a todo y se vuelve una pantera cuando alguien se mete con nosotros. La bohemia completa aspira a quitarse la resaca a la hora del desayuno. Pedimos Cornetto con Capuchino. El cornetto es un pastel que tiene mermelada, crema, chocolate. A Misladis se le fue la mano con la cerveza y la borrachera le duró más que a Cheo, el curda más fiel que he conocido en mi vida. Me imagino que el escocés quería mudarse para Holguín, una zona del Oriente de Cuba donde hay un burro turístico que toma cervezas como un general.

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Yo no he tenido problemas muy serios aquí, pero no estoy custodiada en una urna de cristal ni mucho menos. Una vez tuve que meterle un empujón a un delincuente que me quiso arrebatar el bolso, como han hecho con algunas turistas. El hombre me miraba con insistencia y para joderlo movía más rápido las nalgas. No sabía si su objetivo era llevarme el bolso o simplemente vacilarme. Tuve mucho cuidado porque a Misladis casi que la dejan desnuda en el medio de la calle. El ratero le arrancó la blusa y le llevó el bolso. Algunos agradecían la rasgadura del maldito. Según ella, algunos se pusieron como dementes al verle el hilo dental y esas nalgonas a la luz pública. Lo que sucedió es que el carterista se llevó tremendo embarque, porque ella tenía el dinero enrollado en el ajustador. Voy a volver loco a ese sonador, me dije. Seguí y el tipo se me acercó. Me viré y le dije “qué cojones te pasa”. Se me tiró arriba y pensó que me podía quitar la saya. Casi me la rompe, pero saqué fuerzas de no sé dónde y logré empujarlo. Se levantó e insistió en arrebatarme el bolso. Comenzó el tira y encoge, me agarró de nuevo la saya para ripiármela, pero me salió un gaznatón que lo hizo retroceder. Yo era medio marimacho cuando era pequeña y me fajaba hasta con los varones, a piñazos, a mordida limpia. No sé de qué parte del cuerpo me salió ese valor, porque temblaba más que un pollo mojado. También me quiso estafar en un lugar muy público. Conmigo no se cumplió lo de dejarme encuera en medio de la vía. En el lío intervino alguien que se fajaba como el macho más templado que se haya visto. Salió como un huracán del tumulto y le sonó un recital de trompadas al ladrón, el cual 38


tuvo que marcharse con el rabo entre las patas. Yo la conocía de la discoteca y no me imaginé que una compatriota fuera tan papayúa, pues era notorio que Ludovica la mantenía a raya. Es cierto eso de que cada loco tiene su loquero… _ ¡El que toque a un cubano me lo tiene…! - Dijo muy segura de sí misma la pugilista de la Mayor de las Antillas. Ella se llama Virginia. Es de un pueblito de Ciego de Ávila. Cuando le hice el cuento a Rubí, me dijo: _ Esa sí que los tiene bien puestos… Pero hay ladrones mucho más peligrosos en la ciudad, que te amenazan con una pistola o una navaja. Se dio el caso de una extranjera a la que le hirieron el brazo por negarse a entregar el bolso. Después leí que en la Embajada de Noruega la sangre no llegó al río. Los europeos saben guardar la ropa sucia en lugar seguro. La camorra se la arranca a Mazzantini. En las noticias que dan por la televisión se pueden ver las peleas de los camorristas. Son escenas como para no salir de casa. Tan real como la película El Padrino. Tan real, me dice Pepe, como lo que ocurre en la película Segundo Camorrista, de Giuseppe Tornatore. Es irónico ver, por ejemplo, Estamos todos bien, una cinta de l990 que recrea la metáfora de un Nápoles endulzado en melancolías y añoranzas, me comentaba el también crítico de cine como si yo me creyera su azucarado relato. A veces mi mamá me manda algunas jabitas de azúcar prieta y me tomo un refresco de agua con azúcar riquísimo. La película de los camorristas, según me cuenta Pepe, es una expresión de la realidad que se vive hoy en la península. Una realidad que no está ajena a mi propia integridad física. No se me olvidará nunca aquel día en que unos delincuentes llegaron a cobrar a la tienda donde trabajé en Casalnuovo. 39


Vinieron bien vestidos, entraron silenciosos por la puerta. Ni miraban las confecciones. Nos quedamos más que apendejadas detrás del mostrador. Por si acaso cerramos las cajas del dinero. Los recibió una especie de chicharrón del dueño de la tienda. La “bailarina” casi les sacude la portañuela a los mafiosos y los llevó hasta las oficinas. Era un perrito faldero que una vez acusó de ladrona a una amiga y la botaron de la tienda, porque él estaba enamorado de su marido. Los cobradores recogieron el dinero y se marcharon por la misma puerta por donde llegaron diciendo malas palabras en perfecto italiano. Por poco la «yegua» se mea en los pantalones cuando los despedía. Cualquiera hasta se caga, pues si no pagas la mensualidad, te queman el establecimiento, lo saquean y no pasa nada. En los lugares de mayor asistencia de turistas hay que abonar hasta 5 mil euros a los capos. En Cuba los robos son de tres por kilo si los comparamos con los atracos que se producen en Nápoles. Pero en una ocasión hubo problemas, porque vimos cómo volaban ropas y productos alimenticios de los anaqueles, cómo desenfundaban sus pistolas y tiraban al aire, al bulto de gente corriendo. Vimos al pajarón aguantándose del jefe, encañonados hasta los cojones .Por culpa del gerente, por su tacañería, por poco nos fumigan a balazos ese día. Me arrastré como una culebra hasta donde se hallaba una negrita enrollada como si fuera un teipe. Nos escondimos en el probador. Y los tiros andando y nosotros rezando para ver si esta vez hacíamos el cuento.Yo llamé a todos los santos para que nos sacara de aquel infierno de Dante. Temblábamos como una hoja cuando oíamos a los asaltantes tirar botellas y amenazar al que se les atravesara. La negra metía unos cantos que me daban más miedo del que ya tenía. Más tarde supimos que Santino se apendejó y le soltó lo que le debía a los mafiosos. 40


Tras el susto salimos de la madriguera, entonces supe que la negrita se llama Somala y que había ido a la tienda a comprarle unas ropas para el hijo, que vive en Uganda. Se reía porque me cayó encima con ese ropaje que usan las africanas. Ahora se reía, porque corrió más que un antílope cuando vio a los tipos rompiendo todo lo que le salía de sus pantalones. _ ¿Dónde tú vives?- le pregunté todavía medio acobardada. _ ¿Vivir?…en los barracones. _ ¿En los barracones? Entonces me dijo que eso queda en la periferia. Allí duermen las africanas, apiladas en los barracones. Sus dueños las azotan cuando no le han sacado el provecho de su cuerpo. A Julia la amenazaron con mandarla para su pueblo zurrapiento si volvía a decir que sentía asco por lo que hacía. Un día la volví a ver en el malecón. _ ¿Te acuerdas de mí, Somala? - le pregunté. Ella me miró con dudas – La que se escondió contigo en la tienda el día del tiroteo. Sonrió, luego me presentó su tribu, que estaban en la lucha, todas con turbantes. - Amiga, aquellos dos hombres son tan malos como los que vimos en la tienda, nos encañonan igual y tenemos que entregarle el dinero que nos ganamos. Apunta hacia una niña que trajeron en la misma travesía desde Uganda. _ Sabes, a ella la utilizan para ir a la cama con los viejos. Ha tenido que estar con tres a la vez. Si no lo hace así, su explotador la golpea y le paga menos. - En Cuba, también hay que pelarlo bonito. - le recordé. Se echó a reír. Me confesó que se había quedado pensando en aquella muchacha con la que se había revolcado en el asalto de los mafiosos. - Me dijiste cómo te llamabas…. 41


- María Rosa, pero no te dije que era cubana- le expliqué. Entonces me habló de que por fin le pudo enviar un paquetico con ropas a su hijo y un dinerito a su madre. Cuando Somala recibe carta de Uganda su mamá le dice que el niño se pone contento porque su mamita estudia en la Universidad. Me sentía alegre de la amistad con la africana y me acordé de las negritas de mi barrio en Cuba, amigas para lo que sea. Además, Rubí me lo iba a reprochar: “cuál es tu problema, blanquita culona”. _ ¡Cuidado, te echo polvito desgraciá! Están los mismos padrinos, los mismos matones, los mismos traficantes, los mismos que van saliendo de la pantalla para volver a asustarnos con Corleone. Se leen y se ven barbaridades por las calles que, a fuerza de subsistencia _ más que de heroísmo_ he aprendido a querer. La sangre corría por la acera cuando unos camorristas mataron a dos rumanos que, al parecer, no le dieron lo suyo en el tráfico de droga. La prensa siempre tiene titulares para que la gente se coma el pan de que a alguien le interesa que se acaben los fumadores de marihuana. En Cuba, gracias a Dios, esto solo se ve en “Tras la huella”, un policiaco que transmite la televisión. Y cambiando de canal en mi casa, en Acherra, se ven cada cosa que le erizan los pelos a cualquiera .En mi barrio en Cuba el descubrimiento de un mirahueco es una cosa extraordinaria.En otros lugares se les conoce como voyueristas,como si no fueran los mismos pajeros con los ojos metidos hasta los tuétanos en las hendijas. La televisión denuncia que un grupo de jóvenes, bailando el toca toca en una discoteca en Milano, tuvieron que ser ingresados por sobredosis de éxtasis. En otro noticiero se ve el drama de una madre que, pasado el estrés del parto, metió al bebé en la lavadora y lo mató. O uno se horroriza cuando el locutor anuncia y se ven las imágenes de un niño

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congelado en el refrigerador, tal vez porque la madre no quería tenerlo por la crisis económica. Un día vi un reportaje por la televisión que me dejó muda. Era el caso de una familia que le molestaba que los vecinos de los altos hicieran ruido o se sintieran los pasos al caminar por la casa. Subieron y le entraron a machetazos al hombre, a su mujer y a un niño de cinco meses. Las leyes son muy flojas en Italia. La gente va a prisión por homicidio y, entre un juicio y otro, una condena y otra, solicitan rebaja.

Eso no es todo con el problema de la violencia y el desorden en la ciudad, aunque ya se han llenado de valor para parar a los camorristas. Rubí y Misladis también están en el chisme, y, sentados en un café, de esos que abundan aquí como si fueran orquidearios, las historias vuelan bajito. Forchella es un barrio malísimo. Casi toda la delincuencia se reúne ahí, la mafia comanda el negocio. Una los puede ver cuando en Plaza Garibaldi juegan a la chapilla, con la esponjita debajo, a las cartas, y le hacen trampas a cualquiera… Menos a los ecuatorianos. A estos le quisieron hacer maraña en el juego. En Quito le sacaban el rey de espada al más guapo de la comarca. Allá dejaron impresas algunas puñaladas. Se llevaron al vuelo que aquellos napolitanos los querían dejar sin un centavo. Así que sacaron las pistolas y les entraron a tiros a los camorristas. La policía llegó y cargó con esos hombres de pelo en pecho Unos cuantos años más en prisión, de vuelta al tanque, como decimos los cubanos a los que cumplen sentencia en los centros penitenciarios. - A Pepe le robaron el carro en una ocasión- le dije sin respiro a la tropa que no se pierde ni una sola jornada del cañonazo de las nueve.

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Íbamos a hacer una visita a unos familiares en Milán. En el coche viajaba también su hijo. Cuando doblamos por una calle estrecha, en ese laberinto que es Nápoles, él se percata de que algo nos iba a pasar, pues vio a dos tipos dispuestos a agarrarse sobre el automóvil en marcha. Me dijo que abriera la puerta y que me mandara a correr a todo lo que pudiera. Eso hice y me escondí en el portal de un viejo edificio a ver lo que pasaba. Solo una vez me ví así, arratonada, cuando un delincuente en La Habana me amenazó con una navaja y le tuve que dar lo que tenía. Siempre me pasó lo que me pasó por el maletero. La gente miraba el espectáculo, pero nadie hace nada por involucrarse en el atraco. Cuando yo grité, en aquel barrio habanero, tampoco nadie hizo ni carajo por agarrar al ratero. Los mafiosos los encañonaron. A Pepe le metieron la mano en el bolsillo y le robaron todo lo que tenía, al igual que al hijo. Le preguntaron que quién coño era la mujer que se había escapado de ese asalto a mano armada. El le dijo que yo era su esposa y que estaba embarazada y por eso me dijo que corriera. Los empujaron y los dejaron sentados en la acera. Se llevaron el carro, que tenía un sistema satelital. Pepe salió a buscarme y me vio con la cara más blanca que el rostro de una geisha. El muchacho se recuperaba y por poco se le caen los pantalones del susto. También el viaje a Milán se fastidió. Por poco no hacemos el cuento. Increíblemente, días más tarde la policía le dijo a mi esposo que su automóvil había aparecido en perfecto estado. En el asalto, solo pudo quedarse con el celular, temblando como un pingüino. Todavía me acuerdo de aquellas escenas tan descojonantes que dejan en calzones a la película Segundo Camorrista, y hasta me parece ver a Tornatore filmando los peos que se me fueron, pegada a la pared de aquel viejo edificio, como si estuviera Nápoles sitiada por las tropas de Napoleón Bonaparte. 44


-“Memorias de un peo napolitano”- suponía a Pepe haciéndose el gracioso, pero lo veía más cagado que el culero de un carretón de caballo, esos antiguos taxis de mi pueblo. Cuando Rubí y Misladis escucharon el relato estaban ahogados de la risa. - Chiflaste loca- me dijo el bailarín.

A algunos famosos, una se los puede encontrar en plena calle, tirados en una acera, tocados hasta la médula, cantando el manisero con Pavarotti... A los periodistas los llaman para que den el palo noticioso, pero el jefe de redacción les da un palo en la boca que los deja sordo y ciego. A veces en Gibara la gente bautiza a la emisora municipal como Radio Bozal. Los realizadores de la televisión en Nápoles son los que con más frecuencia consumen drogas. Ninguno confiesa en el programa estelar que tenía una borrachera de grandes ligas. Que los carabineros no digan que no los ven, porque las calles están muy bien iluminadas, incluso las autopistas. Pepe está de lo más simpático y nos cuenta una talla fenomenal, que a su vez le fue brindada en exclusiva por una amiga que es camarera en un famoso hotel. La mayoría de ellos son muy vistosos. Según él, Samanta Paoli, la editora de una revista italiana, fue atrapada por el lente lengüino, con una borrachera y con unas ganas de que alguien se la templara esa noche. La reportera formó un escándalo en la puerta de un lujoso hotel cuando el amante se la dejó en la uña. 45


- Putano de mierda, vete a que te la metan por detrás - gritó la periodista tambaleándose ante las miradas de los huéspedes. Prosiguió el narrador de esta historia cargada de jodedera criollísima. La bola corrió hasta que se supo que la chupada de verga que ansiaba la editora se la dio al galán su compromiso. Tuvo que conformarse con escribir relatos eróticos en aquella noche de fiesta. Hablando de casos y cosas de machos y hembras, los de siempre chocamos a veces con las personas que van y vienen, pensando en sus urgencias y en lo que se puedan coger, y en esa permanente aventura vamos a parar a otros escenarios de esta ciudad donde parece que la caballería borbónica trota por sus calles y agarra a sus mujeres por los pelos para seguir gozando de época en época. En la Plaza del Plebiscito, ubicada en el corazón de la ciudad, donde se encuentra la Iglesia de San Francisco de Paola, conocimos a Beatriz, una cienfueguera que se le zumba lo que tiene de latina. Medio encabronada todavía, era el vivo retrato del concierto que hizo estremecer a una ciudad que, según Pepe, tiene justamente 500 cúpulas. Una tarde nos tomamos unos tragos con ella y nos dijo que sorprendió al marido, un periodista famoso en Nápoles, besándose en un bar con una jovencita saharaui, y les dio galletas hasta que se cansó. Los custodios del bar la tuvieron que aguantar. El dueño del establecimiento no denunció a nadie, pues no le convenía ponerse en mala con la lengua del periodista. Ella se llevó al esposo arrastrado con la borrachera y con un ojo morado, delante de todo el mundo, para que él mismo viera que a ella si la tenía que respetar. Hay que ver cómo se encogen hasta los güevos para proteger su imagen. La saharaui se fue con algunos pelos en las manos ante la fiereza de Beatriz, la que le metió una lluvia de aletazos en el velo que le dejó en solfa el rostro a la árabe. 46


Yo sé que en ese momento Rubí quería ser como la agredida. Lo veía pidiendo que le tiraran la toalla, molido a golpes por la dama de la esquina roja. - María Rosa, - me dijo Beatriz - yo no vivo mal pero tengo que cuidar a mis tres hijos, tengo que vivir encerrada. Mi marido se va para el periódico y vuelve bastante tarde. Cuando miro los cristales de las ventanas llenos de humedad, me entran unos deseos del carajo de estar en Cuba. Si abres los periódicos, llueven los comentarios sobre crisis económica, asaltos a mano armada y otras fechorías que aparecen en la página que se dedica a publicar las acciones y fotos de delincuentes y criminales. Los periódicos cubanos son mucho más tranquilos, a veces más tranquilos que estate quieto. Solo lo salvan de esa penitencia el gol deportivo, cuando en el estadio de Sao Paolo una multitud hace olas por la victoria del once local, definiéndose el choque por tiros de penal. Cómo nos divertimos en las gradas y nos importa un comino quién coló el balón en la red. Rubí, más celoso que Pepe, miraba a dos espectadores que no dejaban de vacilarnos las nalgas a Misladis y a mí. Al negro le importaba un melón quién iba a meter la pelota en la portería. A él le gustaba el beisbol. Una vez cogió un bate de Majagua en Santiago y soltó un jonrón del que todavía se habla allá. Lo hizo pedazos. Se sentaba en las gradas, como si estuviera viendo el paisaje en el parque Céspedes.

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Hay lugares que no tienen tantas luces de neón, pero también se ven cosas muy lindas. No pocos turistas apuestan por “perderse” en las callecitas estrechas de la ciudad, allí donde hay unas bodeguitas antiguas, las que atraen por esa fascinación que nos cae por trasladarnos al pasado. Por esas cosas Pepe es tan especial para mí. En nuestra Bodeguita del Medio los turistas también se ven como adormilados por la comida criolla y por el compás de la vieja trova. … Y en Santiago, que te pasa chica- se molestó Rubí…Y Matamoros y Sindo. -Vamos a galope por el Medio Oriente- sazonó Pepe la jornada de ensueño. Esa misma fragancia, esos olores a incienso, ese humo nos lleva por las tiendecitas, cuyos dueños son marroquíes y te muestran sus artículos, fundamentalmente la bisutería: trajes con lentejuelas y otras variedades. Ellos te quieren envolver en los misterios de su tradición. Mezclan sus fantasías y ese estado de embriaguez permanente - como si bendijéramos en una ermita - cautiva a los que respiramos el mismo sentimiento del entrañable amor por la patria chica… oliendo, oliendo.

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De lo real maravilloso, a la realidad monda y lironda, como dice Pepe en una de sus meditaciones con los pies sobre la tierra. Él es mi historiador de la ciudad. En plaza Garibaldi, donde está la estación central, y en Vía Pignasecea se pueden ver unos mercadillos encantadores. Me parece que está aquí la fragancia de mi país que tiene sus placitas un poco vacías por culpa del marabú. Por eso nos pasamos de continente para ver a los mercaderes africanos que nos acercan al criollismo en la mesa napolitana. A veces, los cubanos acordamos compartir una buena comida.

Ponemos treinta o

cuarenta euros por persona y vamos hacia una tiendecita que tienen unos africanos en donde uno puede encontrar desde una pitahaya

hasta un canistel. Allí compramos

plátano macho, malanga, yuca, arroz, comino, malta, leche condensada . ¡ Qué clase de embargo hay con la leche condensada en mi país! Cocinamos arroz con frijoles negros y chuletas de cerdo. Y en la sobremesa no falta la taza de café, pues somos o no somos. Soy fanática a visitar un barrio residencial que se conoce como El Vómero. Allí hay una terraza, se llama “Mira Nápoli”. Desde ahí se contempla la belleza de la ciudad: el golfo, el malecón que encandila con sus luces, los edificios antiguos, unos arriba de otros, la gente montada en los funiculares, buscando llegar por aire a los pies del Vesubio .Allá donde yo vivía, muchas lomas, palmeras, mar abierto. Gente que tiene la cara que parece un pescado, donde también se venden sirenas y los guajacones salen nadando hacia la orilla para buscarse el alpiste. La vida misma, como decimos en Cuba, no hay peor ciego que el que no quiera ver. El Vesubio está apagado desde lo de Pompeya. Pero en Nápoles quedan muchos rastros de su lava, hay mucho fuego por apagar todavía.

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-Fuego, mucho fuego, que me achicharren- dijo el negro suicida rezando ante la misma estampa de la Virgen de la Caridad del Cobre.

En Italia, que yo sepa, no hay ningún cubano que sea millonario, pero se defienden, trabajan en tiendas, hacen coreografías en las discotecas, enseñan bailes: son, salsa, merengue. Los que están contratados en las discotecas ganan buen dinero. En verano, buscan empleo en las playas. A esto se le llama El Lido, son zonas playeras donde cuesta caro parquear el coche, alquilar tumbones, sombrillas y un espacio en las áreas de baño. Algunos cubanos son empleados en restaurantes y bares, sirven el mojito criollo y otros tragos, enseñan a bailar a los vacacionistas debajo de las carpas. Casualmente Norma, Bollo Loco, consiguió empleo en uno de estos lidos. -Ella hizo algún dinero trabajando duro.- aseguró Misladis- Pero el chorrito se le fue enseguida en la vaciladera. Misladis la trajo para que asentara cabeza de una vez. Una se lo echa en cara a cada rato, pero cada cual tiene su calvario. Hasta la playa nos fuimos y en el chapuzón se fueron mojando otros relatos cubanísimos. Son famosos también por su temperamento, y se ha habla de gozaderas al por mayor por parte de las italianas que se sientan a las orillas del mar. Pepe se las da de ser un buen fotógrafo, enfermo a coleccionar lo sabroso que se deja ver cuando poco dejamos de ocultar las mujeres. A veces yo le poso para que se quede sin seso. Nos retrató con una borrachera sensacional. _ ¡Qué viva la Pepa! ¡Qué viva La Original de Manzanillo! – cantamos. Allí también Rubí imparte clases de baile en una de las tantas carpas instaladas en el balneario napolitano. Nos dijo que gana buen dinero y se divierte muchísimo, pero no se

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liga con cualquiera porque le tiene miedo al sida. Es testigo de que no pocos cubanos han escapado del lugar con ofertas que han superado en mucho la posición de cantinero. Pepe fotografió a una mulata que parecía un ángel salido del Renacimiento, de esa época que no deja moverse a esta ciudad de su pasado. Es una obra de arte- me dice- cuando la vacila de arriba a abajo. Ella ha sido invitada especial a los shows que transmite un canal de la televisión napolitana. Es salsa de la más exquisita cuando mueve la cintura, para empavesarse hasta las narices,como dice Pepe. Quién sabe hasta dónde pudo haber llegado Liuba. Ella se movía que para qué contarles. Hasta que la quisieron volver espagueti a la napolitana. Los cubanos nos colamos por el hueco de una aguja. Esto ha tenido un auge increíble en los últimos dos o tres años en Italia. Virginia es otra cubana que le ronca el tallo. Fue la que le dio nocaut al atracadorrescabuchador que me quería tirar rayo láser en un parque de Nápoles. Aquí y dondequiera no oculta su condición innata de lesbiana. Tiene la lengua dura de verdad, pero el corazón sensible como un colibrí. Su compromiso es una italiana que se llama Ludovica, una trigueña de armas tomar. Ella ha nos ha tomado afecto a nosotros. Nos dedica miradas irresistibles a Misladis y a mí, pero la comprendemos. Para nosotros tiene un sentimiento increíble. A Rubí lo adora. Y así, se cruza de pie en la banqueta, brinda y nos cuenta sin complejos sobre su mayor orgullo. Para que vean, Virginia se acobarda cuando ve a Ludovica llegar al Hotel donde ella trabaja como camarera. Esa machona le clavó los dientes en la cara a una polaca que estaba difamando de la relación de Virginia con una húngara, responsable de un piso del hotel.

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- ¡No hay mujer que se chupe lo mío! - le gritó apenas se la quitaban de arriba. Tenía la boca embarrada de sangre como una vampiresa. O positiva para la ocasión, dirían en “Vampiros en la Habana.” El rostro de Virginia era un poema por el ataque que presenció. No sabía si era por admiración por lo buena que era ella en la cama,

, o un aviso por

si se corriera

algún día. Sentía miedo de solo pensar que se lo

arrancara de cuajo cuando estuvieran consolándose como les viniera en ganas. Entonces le vino a la mente un original pasaje de su vida. Se acordaba de la epidemia vaginal que dejó sin aliento al pueblo de Guayabo. La contaminación llegó al extremo que a algunas mujeres se les veían pegadas como babosas en cualquier esquina. No veía el santo momento en que se rompiera el hechizo. En las revolcaderas se enfangaban hasta los espíritus más puritanos, si nos acordamos entonces de un episodio de El Perfume. Ese libro me lo prestó Rubí, enternecido porque su autor no lo incluyó en aquella rebambaramba de dale al que no te dio. Virginia- quizá estimulada en las páginas de esos cuerpos que tenían una resaca divinavigiló a una beata que no se perdía una misa en la iglesia de la localidad. Estuvo loca por hacerle la misa a esa carita angelical. Las viejas devotas se llevaban que la muchacha oraba con el señor párroco. - Al cura Servando se le sube la sotana- enfatizaban. La virgencita se las pasaba besando el rosario, leyendo las revistas del deseo. Se confesaba más que al rosario. Esas confesiones se las sacó Virginia. La misma Virginia, desquiciada en los sembrados de su terruño, aunque se medía para decirlo delante de Ludovica. 52


En las discotecas, las pistoleras se sacaban hasta el brillo en ese duelo de luces. A la guayabera se le puede ver con su perrita pekinesa recorriendo las calles napolitanas. Vestida con aires menos rocambolesco, la tigresa europea se asegura que nadie que no sea del clan le pase la lengua a su pareja. La cubana se ha hecho famosa tras alcanzar un alto cargo en una Asociación Internacional que se dedica a la protección de los animales. Cuando fue de visita a Guayabo ya no era Virginia la lesbiana, la invertida. Ahora era la representante de una organización no gubernamental. Hasta le entregaron el título de Hija Ilustre de la municipalidad. Cuando una amiga la vio llegar al parque del pueblo, la abrazó porque no se le había olvidado cuando ella le compraba pollo para que le cocinara sopa a su hijo. Otras damas la miraban de reojo, rezando porque en las palabras de agradecimiento no se pronunciaran los nombres de algunas que contrajeron la enfermedad y se revolcaron con ella a campo traviesa. Yo viajo muchísimo por todo el país, ya que tengo muchos amigos en Roma y en otras ciudades de Italia.. Algunos me piden que le lleve Mozarella, pizza “Margarita” napolitana, elaborada con una receta fantástica que contiene queso, salsa de tomate, aceite de oliva, albahaca. Son horneadas también con salami, jamón, pimientos, aceitunas, cebollas, champiñones. Las sirven recortadas en porciones triangulares, se las regalo en su cajita de poli espuma, pues ni en Roma ni en Milán tiene el sabor de la única, la original: María, llena eres de gracia. Voy a Sicilia, detrás de las playas, el mar me lleva, me arrastra. Me hace recordar a la playita de Gibara, el centro turístico más apreciado por sus residentes. Cuando me estoy

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bañando, me cae un gorrión de espanto y enseguida me acuerdo de la gritería que armamos arriba del carretón de caballo, en camino hacia el río “ El Palmar”. Fui a Venecia. Me puse muy molesta con mi acompañante, pues pagó una suma fabulosa por dar una vuelta en góndola. Creo que el barquero me oyó, pero poco me importa, son unos abusadores. Volví mentalmente a Gibara y me encontré muy a gusto ir en un chapín a pescar a un canal que no me quitara los deseos de navegar. _” En Varadero también te roban por montarte en los delfines”_pensé que me ripostaría Pepe En la Plaza de San Marcos le tiré pedacitos de pan a las palomas, que me cubrieron el pelo como si fuera la Flora de Portocarrero. Venecia, me dice mi fiel escudero, sufre inundaciones periódicas y hay un proyecto que se denominó Moisés para levantar diques móviles que cerrarían en caso que aumentara el nivel de agua del mar .El gobierno de mi pueblo no habla de un proyecto de este tipo desde que se ahogó la señora “Motoneta” para salvar a su perrito durante una de las crecidas que inundó nuestra localidad. Ella pasó por el río San Juan como si hubiera sido una santa.

Pude invitar a mi mamá Lucía a visitar Italia. Cuando salíamos, los jodedores nos tiraban piropos de toda clase: “Manma mía, que culos, si se pudieran clonar”. Los miró con esos ojos verdes de mirada serena. Esa combinación entre mi madre y Misladis hizo que Pepe escribiera unos versos lindísimos. Y Rubí no hacía más que llorar, lloraba desconsoladamente ante aquella aparición. Mami lo veía igual que a un negrito vecino suyo allá en Cuba, al que se le cae la baba. Aquí mi mamá se desordenó con Rubí. Sinceramente, ella no tiene nada que envidiarme. Pepe y yo la llevamos a Positano, una bellísima cataratas mirándola desde un plano aéreo. “Es un lugar de ensueño que no parece real mientras se está allí, pero que se hace 54


real en la nostalgia cuando te has ido”, escribió el novelista norteamericano John Steín Beck. Mi “esposo” es una biblioteca ambulante. Las viviendas están situadas una arriba de las otras, de muchos colores, como si se hubiese armado un rompecabezas. Los carros hay que parquearlos debajo para subir a este

pequeño paisaje turístico. Recorrimos sus calles estrechas donde se vende

cerámica, ropa y otras artesanías. En realidad, Lucía se llevó el show del día. ¡Manma mía! La playa tiene arena de piedra volcánica, aunque más volcánicos son los precios. Este rubí de la costa Amalfitana es un lujo de la gente rica que viene a descansar a Positano y luego alquilan sus casas como si estuvieran en el centro de Roma. Mi descubridor también me invitó a visitar París. Pasé unos días riquísimos en Francia. Subir a la Torre Eiffel sigue siendo algo difícil de imaginar, si se tiene en cuenta que el edificio más alto de mi pueblo solo tiene tres plantas. Cuando voy a las discotecas, bailo en grupo, pero sólo para divertirme. Fíjate si los cubanos somos buenos bailando que ganamos hasta veinte euros la hora. Incluso, somos bienvenidos a la tele. Extrañamos mucho a Liuba cuando se ganaba la plata a puro ritmo. Los invitados se mueven de una forma exótica para algunos televidentes. En los espectáculos, el público se alborota y sale a bailar con los cubanos. Cuando los artistas hacen el movimiento de las caderas, aplaude delirantemente. Y no solo eso, se lanzan a la pista. Ni con la samba nos superan. El maestro de los bailarines, cargado de nostalgia por sus mejores tiempos en el Show de Tropicana, miraba a un joven que lo hacía volver y volver a ese inolvidable paraíso sobre las estrellas. -Es un fenómeno- dijo en el delirio.

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Irenaldo fue entrevistado en ese espacio estelar. El jabao es un bailarín buenísimo y tiene magníficas relaciones con nuestro grupo. Había oído hablar de Rubí y lo invitó para que disertara en el programa y aquello fue realmente sensacional. El festejo se extendió hasta la madrugada para congratular el éxito del veterano de las pistas. El talentoso bailarín había estudiado arquitectura en la Universidad de Camagüey y es propietario de un gabinete en Nápoles que es un sueño. Los rumores artísticos confiesan que la presentadora de la TV se cogió con Irenaldo y movió más allá de sus influencias para ponerlo cómodo y bailando en los más importantes escenarios de Italia. En el patio de su casa se le ve paseando con unos dálmatas preciosos, pero que no me dan ninguna envidia del ejemplar de la misma raza que tengo, enfermo a olerme y a pasarme la lengua como si fuera el más común de los humanos. El no se cree otras cosas y trae a los animales hasta la cerca para que veamos su verdadero linaje. Por el contrario, le encanta disertar sobre estos perros de raza. A una dálmata le puso Fernanda, en homenaje a una tía a la que le envía fotos y unos euros para que alimente a la jauría que tiene en Cuba. No falta su atención y es ya un ritual la taza de café y el dulce de capuchino que nos brinda en la residencia, la que comparte con sus dos hijos y su esposa, una sueca que conoció durante sus presentaciones en ese país. Nos muestra el rinconcito sagrado en el que hay un platillo con dos velas encendidas, una de color rosado y otra azul, para darles luz a los santos. Hay un caldero rústico, regalo del abuelito palero, para que los orishas y los enfumbes protejan y le den suerte al nieto en su viaje a Europa, esa decisión de a suerte y a verdad que también necesita de otros resguardos y de otros milagros para salir airosos. Es una tradición de la familia adorar a Changó o a Siete Rayos, que es lo mismo en el campo del palo Mayombe. 56


Mi amiga Mayra, de Ciego de Ávila, también tiene su historia. Se casó con un italiano que no trabajaba. Aquí se encontró con unos cubanos que habían sido bailarines en Tropicana. Ellos pudieron abrir una academia de baile. . Mayra se unió a ellos y les dijo: - Quiero aprender a bailar con ustedes, para abrir mi propia escuela. Me quedé asombrada de su perseverancia. Al fin pudo abrirla. Pero el marido que tiene es un troglodita como muchos otros. Le molestaba que a ella le fuera bien económicamente. Le encantó que le prestara a Rubí por unos días. Claro, al tipo no le gustó ni un poquito que el profesor tomara por la cintura a su esposa. Incluso, le pagó de muy mala gana las clases. Rubí se parte el alma para mantener a su único hijo que vive en Nápoles con su mamá. Aparte de lo que se ganaba en la escuela, a Mayra la contrataron para que bailara los fines de semana en espectáculos latinos. Era sólo una hora de presentación. Hizo bastante dinero. No obstante, el tipo la maltrataba con el discurso de siempre: "spudorato, io La presi del disagio che Lei aveva in Cuba ed ora Lei si crede il molto decente uno perché Lei ha dell'Eurus, prostitute che sono tutti." Ella invitó a su hermana a visitar Italia. Todo es muy cándido y ceremonioso a la llegada: pasear, comer en restaurantes de lujo, pero en la intimidad las cosas son muy distintas, cambian de tono sentimental. Arrivederci la balada, arrivederci la tranquilidad. La hermana no se pudo contener cuando vio al tipo empujando a Mayra. Se acordó de la época en que repartía trompadas cuando en la escuela primaria le gritaban descomida a esa hermana,medio blandengue. No lo pensó dos veces y le sonó un derechazo por la oreja al italiano que casi lo deja sordo, le repitió la dosis por el pecho. El hombre no veía el divino momento en que la propia Mayra le tirara la toalla, porque aquel Stevenson con faldas era un fenómeno tirando piñazos. 57


La caña se le puso a tres trozos al europeo, se cogió el culo con la puerta. A la jugadora de baloncesto del equipo campeón de La Lisa, la misma cantaleta de insultos, aunque fuera en lengua toscana, no le cuadraba. Además de la golpiza, le dijo todo lo que quiso: ¡hijo de puta! - ¡Mi hermana, si tú quieres te quedas con él, pero es tronco de hijoeputa! - le advirtió. Duele mucho ver que abusan de la familia por unos trapos que te sacan del cuerpo y del alma. Prefiero irme arrancada para Cuba que verte humillada y manteniendo a este pestilente ¡Lo mato, si te vuelve a golpear! ¡Te lo juro! Parece que fueron santas las palabras que dijo la hermana de Mayra. Otras no oyen consejos, pero ella decidió dejar a este mala leche. Recogió los bultos y siguió asistiendo a sus contratos en las discotecas latinas, mientras dormía en el local que alquiló para recibir a sus bailarines. Ahora ella está sola. Decidió divorciarse y se acogió a la ciudadanía italiana. Sigue dando clases de baile, porque tiene que pagar un alquiler, el automóvil, comer y vestir. Y me dice: “o hago esto o me muero de hambre, bailo para mandarle cien euros a mi mamá y sobrevivir aquí”. Se podrá decir lo que quiera, pero uno casi no respira pensando en mandarle un dinerito a la familia en Cuba. ¡A coger jamón a casa de su tía! Eso no es nada en las peripecias más allá de la frontera, cuando les cuente lo de la destornillada de Norma se van a quedar fríos. La fiesta de San Genaro bien que vale una misa. Allá en Cuba también somos muy creyentes y los que parecen que no están en nada se consultan por la madrugada, tal como dice el estribillo de Adalberto Alvárez y su son. El que más o el que menos se santigua o se introduce en el toque de un bembé. 58


Pepe, los misioneros y yo no nos perdemos la ocasión de venir a la celebración, cada 19 de septiembre. Mauricio y Milvia también vinieron al momento de adoración, porque saben de memoria que es muy fácil que pasemos de devotos a ateos a una cuarta de tierra. Mi “esposo”, como el historiador de La Habana, nos mostraba el templo, su historia y valía la pena rezar ante aquella iluminación espiritual. En sus estudios, Pepe halló que dicha licuación a un santo tiene sus antecedentes en el Líbano y en Madrid. Existe la tradición. Y hay que ver a los miles de italianos y extranjeros que se concentran en la Catedral de San Gennaro. En la capilla se conservan las cápsulas que contienen la sangre del iluminado. Un santero de mi pueblo me decía que yo era hija de Yemayá. No se equivocó: adoro el mar, la marea alta. Me gustan los atardeceres, el color azul, la música. Mi cantante preferido es Ricardo Montaner. En Italia las canciones dicen lo mismo, aunque no dejan de ser románticas. Se refieren al amor, al desengaño, al sufrimiento. Oigo muchísima música cubana. La luna llena me pone débil desde el pelo hasta el calcañal. La televisión reconoce la fogosidad de nosotros. A algunos los han invitado para que den “clases” televisivas sobre el método cubano. Yo no me las pierdo por nada del mundo. Allá voy para desbordarme en el escenario. Mejor dicho, vamos. Rubí y yo nos lucimos en una entrevista que nos hizo la presentadora de un programa muy popular de la TV . Yo me movía que me parecía que Liuba se estaba acordando de mí en el manicomio, y, cuando mostraba los gestos eróticos, moviendo las caderas, mi culo y el resto del cuerpo, como una mariposa que se desordena mi amor, que se desordena, se caía abajo el estudio.

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Con ello se produjo una conmoción general: los protagonistas en el set, los camarógrafos, el equipo de realización y los que estaban al otro lado de la pantalla, se quedaron hipnotizados con mi demostración. El Director del espacio insistía: - Que repita esos movimientos, que lo repita, estamos recibiendo muchas llamadas. - dijo como desfogándose él mismo de aquella aplastante escenografía. Los televidentes, los fans del programa se multiplicaban a las afueras del canal para saludar a los invitados. La seguridad estaba lista. Rubí, vamos a ver, no se quedó atrás. Para qué contarles cuando se quedó solo en el escenario. Cualquier ritmo le venía bien a su maestría y estilo. Se veía orgulloso porque también en Tropicana era muy querido y el público lo aplaudía de corazón .A la salida, una italiana lo vio y enseguida se lo quiso llevar para organizar un vacilón con él en su casa. - Se saló la pobre, lo que le va a poner es coquito con dulce de guayaba- dijimos asustados nosotros. La magistral actuación de Rubí, la forma en que movía la cintura, en una posición realmente irresistible, hizo que una señora llamara por el celular y le preguntara al director del programa cuánto costaba pasar una noche con ese ejemplar. Ella seguramente no sabía lo que le esperaba. Otras llamadas y otras peticiones eran un relajo al por mayor, al menos en el orden de la publicidad, porque en lo íntimo pudiera ser una deliciosa acuarela. Después de nuestro paso

por ese escenario, ahora

estamos nominados para

entregarnos el premio “Ospite illustre di Eros”. Yo creo que Rubí se lo merece hace rato, pero a él le importa poco títulos o homenajes. Por mi parte, mi “currículo” artístico es un desastre. 60


La conductora del programa llegó a preguntarme si tendría en la cama tantos movimientos como las piezas en un juego de ajedrez. Yo hice el movimiento de la dama sobre el tablero y no dejé ni un caballo sano en la partida. Somos como José Raúl Capablanca en el sexo. Pero es erróneo pensar que nosotros tenemos un cerrado sentido del amor. Es como si para querer a alguien o hacer el amor nos haga falta un plato de comida como carta de presentación. En los noticieros nos titulan como “Campeones en la Cama”. Esos encabezamientos periodísticos no convierten en ley el respeto a los inmigrantes. Nadie se imagine que no hay cubanas muy enamoradas aquí, pues otros intereses sentimentales pueden desmentir la aristocrática idea del dinero y el interés. Los domingos transmiten un programa que se llama Buona Doménica. Hemos visto cantar a Yaquelín, una cubana que interpreta el género lírico. Ella estudió en la Escuela de Arte de La Habana. El marido, un tenor de restaurantes en Italia, conoció a Yaquelín en La Habana. - Una botella de vino blanco y otras afinidades artísticas redondearon la relación- cuenta Pepe, el poeta- La nostalgia aflora cuando unen sus voces en teatros o en otros escenarios públicos. El Bell Canto se vuelve cálido aroma cuando se oyen los acordes de La Guajira Guantanamera o de Cecilia Valdés. Radio Bemba los ve armoniosos en su casa. Oyen a Benny Moré, a Bola de Nieve. Salen a distraerse con sus hijos cuando la temporada operática se los permite. Yaquelín se va con su Caruso a todas partes. Y son los mismos cuando conceden una entrevista, que cuando terminan su actuación en un teatro, o en un escenario al aire libre. Ah, y aún cantan en los restaurantes, para que no se pierda el paladar del agradecimiento. 61


La televisión no salva a algunos de prejuicios arraigados, aunque es buena la publicidad, porque seguimos siendo tiernos y solidarios, salvo algunos tontos y faltos de memoria, como aquellos que se divertían y bailaban con nosotros en las discotecas y ahora se creen cosas. Una le ha tirado la mano a un cubano que acaba de llegar a Nápoles, le regala unos euros para que se tome unas cervezas y disfrute con su pareja, les regala un pantalón o una jaba con un par de zapatos Algunos de ellos eran integrantes de la farándula, que se olvidaron de sus orígenes y ahora se les ve muy encopetados. Si es así entre los propios cubanos, que vamos a dejar para los nativos. Hay italianos que no se comen esa bazofia, pero son escogidos. Lo que les interesa es tu nivel de vida. A una cubana como yo - como el lobo que se come al mismo lobo -, quisieron mirarla por encima de las ropas. Una santiaguera se casó con un napolitano de buen porte, de unos 40 años. Es propietario de un negocio que se dedica a instalar los carteles lumínicos. También tiene una hacienda, o sea, la tipa se sacó la lotería. Tienen un niño. A mi amiga le decía: “Mi blusa es de esta marca, mi pantalón es Calvin kley, mi carro es un Audi que no se rompe…” ella es toda perfume, exclusiva de Chanel, pensé. De modo que me aguanté todo lo que pude para no mandarla para la porra. Cuando se fue, le dije a la anfitriona: “Coño, que mujer más estúpida. Que se baje de esa nube, ningún paparazzi la va a seguir para tirarle una foto con su abrigo de piel de último modelo”. Me comunico con otra amiga, de Sancti Spíritus, que tiene muchas horas de vuelo aquí. Ella hizo amistad con una muchacha que conoció a un italiano en Trinidad, y le contó lo poco que le duró el matrimonio de abolengo. El tipo se enamoró de una española, tuvo el descaro de presentársela, así, sin sentir ni una pizca de vergüenza. “Te gustó como 62


tiempla, pues cométela, que te parta un rayo”, le dijo. En ese momento se veía caminando por las calles empedradas donde él la encontró. Sin importarle un pito el Señor de los Anillos le echó unos euros en el bolso y la puso de patitas a la calle. Tampoco se le aflojó la conciencia con el llanto de su hija de 17 años y consideró una hazaña dejarle el carro. Ahora reside con su hija en un cuarto alquilado, y subsiste con la ayuda que le pasa su ex esposo y con lo que se gana trabajando en un restaurant en Roma. Cuando las orquestas cubanas llegan a Nápoles, la ciudad enloquece; es lo máximo. La publicidad se hace eco de la presencia estelar de los músicos de la isla. He estado en conciertos donde han actuado La Charanga Habanera, Pablito FG, Haila y Bamboleo, Gente de Zona, Isaac Delgado, Manolín. La fiesta va a comenzar. Es una locura, viene gente – en especial cubanos - de Roma, de Firence, Padova, Milano, de Parma, Venecia. Es la oportunidad para que nos abracemos los que vivimos en Italia. Brindamos con Cuba Libre, arrasamos en el baile ante el público que se queda como embrujado con las coreografías. -¡Viva Cuba! - gritamos al unísono - ¡Viva La Charanga!.. La multitud se pega a la tarima. Se pueden imaginar a Rubí y a Misladis, empujando a Pepe que es un patón incorregible. Vimos a un trigueño en el tumulto- la pinta se nos sale por los poros- empapado de sudor, al que una empresaria descubrió arrollando” pá se entere La Habana”. Se empató con ella en la fiesta, alborotada como estaba y medio desquiciada con los pasillos que tiraba el cubanito, un bailarín de las rumbas de cajón que se organizaban en su barrio de Palmira. Escuché que esa noche el galán daba vueltas en el piso como si estuviera premiado por el aché que le trajo a la italiana atavíada en plata. Y también que a los lejos

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se oía la gritería y el carnaval de galletazos que le daba la esposa del Casanova a la millonaria que le quería quitar a su machazo. Misladis jamás creyó que un mango como el Boni estuviera desempleado. Eso es lo que dice la canción, que está pasmao, pero eso no se lo cree ni él mismo, la alerté. Le dije que le pediríamos permiso al Director de la orquesta. Pusimos una mesa y bajamos varias botellas de Havana Club y de vino blanco, mientras vacilábamos el son a capella. Misladis creyó estar en el paraíso cuando hablaba con el Boni que, según ella, de pasmao no tenía ná. Pablito FG provocó que una residente en Palermo se derritiera cuando cantó “Ilusión de papel”. Le dijo a la televisión que ella estaba enamorada de él desde que estaba en la Secundaria. Y ahora que tenía de cerca el pastel quizá era el momento de soñar despierta. Cuando vino Gente de Zona aquello fue el acabose con su última producción: El animal. _ ¡Viva ese animal cubano! - se desgreñó un grupo de italianas. _ ¡Mulato, repite ese estribillo! - enloquecieron las europeas. _ “A quién van a matar o van a eliminar si ya está demostrado que yo soy un animal” rapeó el artista. Y tuvo que correr bastante para no ser capturado por las fanáticas cuando terminó de moverse en el escenario. El máster suspiró tanto como ellas. Manolín, el Médico de la Salsa, se puso enseguida arriba de la bola. Los espectadores filmaban los momentos más emocionantes del espectáculo. Tal vez alguien no captó lo que vio el reportero de arrabal: visitó la casa de una muchacha discapacitada que ama la música cubana.

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El Chévere de la Salsa aterrizó también. El público lo esperaba con la nostalgia de “El Solar de la California”, el homenaje a una conocida barriada de La Habana. Una joven de Pinar del Río se me aplatanó de tal manera que me sorprendí. “Hay que respirar fuerte con los recuerdos”, me dijo. Y, al menearse arriba del italiano más allá de la media rueda, la negrita quizás le restregaba el estribillo: a lo mejor para el año que viene. El Chévere reconoció a alguien muy especial en el público. _ Mira que este mundo es chiquito. - dijo el cantante - Ese es mi amigo, él estaba conmigo en la escuela. Y Le dedicó:” La vida es un carnaval”.

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Mi caso es diferente a las africanas u otros extranjeros que residimos en esta elegante y multinacional provincia. Yo me muevo en la clase media, porque tengo mi casa propia, mi carro y otras comodidades. Los italianos te valoran por las apariencias. Si tienes alguna categoría en la pasarela de los que brillan por sí mismo, al menos te saludan cuando entras al edificio o al apartamento donde vives. Si saben que eres médico o graduada de alguna carrera, te dicen buenos días o buenas tardes, según como tengan la neuro, pero si no te jodes en la soledad. Yo cuidé dos niños de una familia napolitana. Los más viejos todavía conservan el horror de una ciudad bombardeada por las tropas de Mussolini. Es una verdadera ciudad subterránea. Se puede entrar por La Plaza San Gaetano o por La Vía Santa Ana di Palazzo. Te vas introduciendo por un complejo de catacumbas y galerías. Durante La Segunda Guerra Mundial los napolitanos se refugiaron en ese lugar. Muy bien, esa familia me acogió con bastante consideración en su hogar. La relación con los pequeños, Mateo y María, era maravillosa. Les tomé mucho afecto. Eso me hizo recordar a la maestra que soñó con dar clases en preescolar. De alguna manera ellos me hicieron revivir aquella ilusión de trazar en la pizarra de la escuela primaria de Gibara todo ese afán de educar. Pero se va borrando, coño, como se borran otras cosas de la vida, por las circunstancias o porque el destino quiso que fuera así. Dar clases en Cuba no me daba para tirar la casa por la ventana alguna que otra vez. Acá todo se vuelve besos y abrazos, porque me explotaban. Sentí mucho tener que dejar a Mateo y a María. También trabajé en un bar en Caserta y en la tienda que les mencioné, en Casalnuovo. Pepe me dijo que su mamá le contaba que durante la guerra se vivió una escasez de alimentos tremenda. La gente ligaba el café con chícharo, se comía el maíz asado en la 66


propia mazorca, un plato de frijoles o chícharo con pan, la ración era bastante limitada. Se cultivaba la tierra con mucha dificultad, los caminos y las carreteras estaban infernales. Una miseria tremenda. Yo le conté que en Cuba en pleno Período Especial tuvimos que volvernos unos magos para poder subsistir ¿Quién puede olvidar el picadillo de cáscara de plátano, el bistec de cáscara de toronja, la croqueta de yuca o de harina de pan sazonada? La mayoría de las veces asada, porque el aceite o la manteca brillaban por su ausencia .Pepe es muy cómico y me dice que es uno de los surrealismos culinarios más original que ha escuchado. Le recordé que se llegó a lavar la ropa con Maguey, una planta parecida a la sábila y con otros inventos que nos salvaron del exterminio en un período inolvidable para la población de Cuba. También hay momentos felices, no todo es traumático. Por algo nos quedamos, no. Algo tiene este lugar que hechiza. Tampoco es un paraíso bajo las estrellas… Casi, porque al Aeropuerto de Capodichino arriban cientos de vuelos diarios. Unos turistas españoles, chismosos que son, se burlaron del color de la licra que llevaban las azafatas, aunque los atendieron gentilmente durante el viaje. Eso apareció en una revista que leí hace poco. También que los vuelos se atrasan. Nápoles es la tercera ciudad más grande de Italia, después de Roma y de Milán. El estadio de fútbol de San Paolo es también el tercero más grande de la península. Yo voy para armar la guasanga con mis amigos. Por su mezzogiorno, por su mediodía soleado, por su clima variable. Puede llover muchísimo, pero el cielo sigue siendo intensamente azul. Por su caos de líneas de autobuses, aunque es mejor conocer a la ciudad caminando por ella. Atravesar Spaccanápoli, una larga avenida que divide el centro histórico en dos partes iguales. 67


Y por las motos, donde se puede ver hasta cuatro personas encima de ellas, pero que respetan las señales del tránsito. Por el griterío de la gente, por las calles estrechas, por los mercados y los puestos de comida al aire libre. Por las iglesias que aparecen escondidas entre los rincones, por los napolitanos que sacan sus sillas a la calle para tomar la fresca. Porque también se puede ir al Monte Vesubio, cuyo volcán hace recordar que en el año 79 antes de Cristo sepultó totalmente a la ciudad romana de Pompeya. Es una falta de delicadeza para los napolitanos que los turistas no fotografíen su cráter y no escalen hasta la cumbre. Pero dentro de la gran ciudad se oyen otras historias. A Rubí y a Misladis se les arrastra la lengua. Una cubana se queja porque ella está enamorada de su esposo, pero a veces piensa que es preferible pasar trabajo en su barrio natal. Su pareja la maltrata, no la saca a pasear, no le regala una flor, no le compra ni un vestido nuevo y la tiene de cenicienta. Comenta que el hombre nada más que piensa en comer y que se acuesta con ella de vez en cuando. A cada rato saca a los niños a jugar, pero después se pierde y ella no sabe dónde se mete. Cuando le escribe a la familia, le dice que quisiera que su marido se metiera esas cuatro paredes por el mismísimo ojo. Otra está casada hace doce años con un italiano que es propietario de una tienda de calzado. Tiene que trabajar con él para ganarse su propio sustento. “Tú sabes, si no me ayudas no puedo darte los cien pesos semanales para que le mandes cincuenta a tu familia en Cuba”, le advierte. Con lo que le queda quizás pueda comprarse un pantalón. Tiene que trabajar desde por la mañana hasta las nueve de la noche en la tienda de calzado. Ahora creo que se están 68


divorciando. Se dieron golpes, se ofendieron mutuamente. Siempre el hombre te recuerda que eres una cualquiera que recogió en un basurero en La Habana. Son una bola de mierda. Si conoces a un napolitano en la discoteca la relación puede quedarse en la emoción de la acostadera. Son muy enamorados, pero solo les interesa vivir el momento. Si te encuentras con un muchacho bonito y agradable, lo que quiere es llevarte a la cama. Y a la cama se han ido algunas que han sufrido luego tremenda desilusión. Así le pasó a otra cubanita. Se mareó con la belleza del verbo y el italiano le prometió que nadie en este mundo detendría la pasión que había surgido entre ellos. Alquilaron varias veces la habitación de un hotel, porque el joven tenía ciertas posibilidades económicas. Cuenta que se amaron hasta enredados de una cortina en una habitación de lujo. Rompieron y gritaron tanto que tuvieron que saldar algunas cuentas en la carpeta. Los inquilinos se sentían avergonzados por aquella manera escandalosa de hacer el amor. Cuentan que un diplomático iraní tocó a la puerta y le preguntó al amante por qué hacían tanto ruido. “Estamos rezando”, le respondió ella desde la alcoba. Cuando no les quedó rincón en donde treparse, él decidió presentarles a la pretendiente a Papá y Mamá Los padres pusieron tremenda carita. El hijo se volvía una natilla ante cada reproche. El estaba enamorado de ella de verdad y quiso mandar las convenciones familiares para que se rieran de él en la ONU, pero lo amenazaron con cortarle la luz y el agua. Y ante esa posibilidad real de chantaje, dejó a la muchacha como mismo aterrizó en Nápoles. La tradición familiar no permite que un extranjero viva bajo su mismo techo. Hay algunos que a los 30 años aún están bajo las faldas de la familia.

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Si el muchacho o la muchacha no tienen trabajo, no puedes casarse con nadie ni traer un extraño a la vivienda. Sólo si logras independencia, es decir, si vives solo y te mantienes y si te importa poco los consejos familiares, eres un ciudadano libre. En esta ciudad hay muchos templos religiosos, muchos castillos, por momento te crees viviendo en la Edad Media. Si afinas los oídos, puedes escuchar los cascos de las caballerías y los golpes de espada. Y de un sablazo Pepe nos remonta. - Justamente entre los muros de Maschio Angioino, Giovanni Bocaccio escribió El Decamerón. De un plumazo se derrumbó la lírica de la alcoba, fue una desfachatez literaria en la época. En “Dellv Ovo” hay unos pequeños restaurantes donde se puede pedir platos con variedades de pescados y mariscos y otras ofertas típicas. Se organizan también paseos en bote a orillas del mar. Allí me pareció ver por primera vez a un vikingo negro. Apenas pasas por vía Toledo, Colletta o Chiaia, topas con varias pizzerías, cafés y restaurantes de comida típica. Pruebes quizás un dulce Babá, que tiene forma de hongo y se baña en melaza y licor, y te sentirás nadando a cien brazas de viaje submarino. Lo mismo te puede suceder si pides Espagueti o la pastiera napolitana con sabor a ricota y naranja. Es una tradición que descansa en cinco platos. Pero eso no es nada. Si alguna familia te invita a almorzar el fin de semana, vuelve la comelata a la mesa una y otra vez.Era original el pintor cubano Mariano Rodríguez, pues invitaba en sus cuadros a comer gallo y frutas en la mesa cubana. Los domingos la familia se sienta a las doce del día y la fiesta se extiende hasta las seis de la tarde. Lo primero que te ponen es un cesto con rebanadas de pan. Te traen jamón, mortadella, pescado frito, pulpo, calamar. Cuando te diste el banquete de antipasta, a base de pescado, viene el ástiche, que es un plato de langosta. El menú contempla la

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hora del dolce. Los invitados van a la mesa para servirse riccota, un pastel relleno con requesón, miel y lasca de naranja. Cuando voy con Pepe a este tipo de invitación, prefiero comer y callar. Ellos tienen su modo de vida. Quizás no tengan muy desarrollado el sentido del humor. Hablan de la familia, de cómo les va a los niños en la escuela, de fútbol y otros asuntos cotidianos. La juventud sale y se divierte. Los napolitanos, cuando concluyen la jornada laboral, se internan en sus casas, ven los noticieros para no ser víctimas de los delincuentes que son reales dentro y fuera de la pantalla. Habitan en circuitos cerrados, como se ve en las películas. Los fines de semana hacen sus diligencias de compras en los mercados y otras gestiones propias del hogar. Sigo ahora mi recorrido por la discoteca latina de José Pesantes, un peruano que acoge a los cubanos con mucho cariño. A los lejos, divisamos la discoteca Havana Club. Es como si viéramos La Base Naval de Guantánamo. La ocupación norteamericana también es un fenómeno muy visible en Nápoles. Entran las cañoneras a puerto. El relato que nos hace Pepe es suficiente. -Welcome los Boy Scouts a la Nato. En el Cuartel General de Afsouth hay colegios para los hijos de los americanos. También hay un campo de fútbol rubby y otras instalaciones. En U.S. Navy se aprecian excelentes escenarios para jugar golf o practicar el deporte hípico. La discoteca de José - él mismo la bautizó como Play Off -, al parecer, añorando los tiempos en que era portero del Club de Fútbol de Lima. En el invierno asistimos a las funciones de cabaret huyéndole al frío: tomamos ron y cerveza; jodemos y bailamos hasta la madrugada. Mientras en verano, Pesantes saca las

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sillitas y se da la voz de ¡A jugar! alrededor de la piscina y cada uno se acomoda a su manera. Hay un espacio reservado para los bailadores y se oye mucha música cubana. El anfitrión tira sus pasillos con nosotros, y le fascina hacer pareja con una italiana que parece imitar a la protagonista de Canción de Rachel. Algunas veces él descorcha una botella de Bacardí y nos cuenta sobre su vida en Lima. Como siempre, a todos se nos escapa ese amor eterno que no pudimos conquistar o mantener. Rubí se pone a bailar con Misladis y parece que se le va lubricando el cañón. Muy cerca del cabaret se halla una discoteca en la que llueven los escándalos. Cómo no nos podemos perder el chisme, nos vamos para la calle para ver la última versión de un conocido filme norteamericano. Una rubia se cagaba en los ancestros de un soldado, celosa porque una capitana le estaba acechando su macho. La Marilin Monroe se colgaba sobre sus manazas, como si fuera una gacela tirándole golpes a un Orangután. Imagínense, norteamericanos y borrachos. Y después otra oleada de piñazos entre militares y vestidos de civil, en cuya confusión no se sabía si era para defender a la oficial de las garras del gigante o para ganarse estar en las filas de los que atacarán a Irak o Afganistán. Una vez vimos a un cordón de policías aguantando a los curdas revoltosos. Los oficiales americanos bailan hip hop, drogados de pies a cabeza. Ahí sí que le meten al pito de marihuana. Una costarricense que ha logrado colarse en el Havana Club y que viene a refrescar el ambiente al cabaret de José, fue testigo de aquella noche en que King Kong tumbaba aviones por amor.

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-En un momento de la fiesta- dice ella- se forma el despelote y nadie sabe, al otro día, en qué novena jugó ni en qué base se deslizó. Nos prohíben entrar a la discoteca Havana Club. “Los cubanos no poder entrar, Míster Presidente Barack Obama estar bloqueado”, suelen decir los soldados apostados en la puerta del centro recreativo.

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Conozco de cerca la historia de una amiga que está pasada de liga. Norma es delgada, de pelo negro. Es bonita la hermana de Misladis. Su vida da para una novela. Esa vida loca, loca… ella se casó con un hombre mucho mayor, dueño de una carnicería. No quería al viejo para nada, pues vivía más en Cuba que en Italia. Tenía al señor bien embollado. En Cuba se acostaba con el macho preferido que le daba linga y la saqueaba a su antojo .La misma historia del semental que sabe sacarla como nadie, el chulo a lo Yarini. La muy loca venía a Italia, buscaba dinero, regresaba rápido y se pasaba seis o siete meses derrochando dólares. Varadero era uno de sus destinos turísticos. Con ella iban, además del gigoló, una estela de aprovechadores que le sacaban hasta el último kilo. La casa tirada por la ventana. Cuando hablaba por teléfono con el marido, le lloraba y le hacía historias increíbles. Norma tiene un hijo, que se llama Lazarito. Le explicaba al viejo, muy afectada como siempre, que para sacar al niño de Cuba le hacía falta mucho dinero, pues el padre le exigía una cantidad para darle el permiso de salida. Habana. Cuba. Cabaret, Discotecas. La misma picazón de los pegados a sus espaldas. Le besaban la frente, la mimaban, para luego tirarle trompetillas en la cara a la que los emborrachaba y les llenaba la barriga. Sin embargo, Norma gozaba con sus amigos cuando les recordaba que al viejo no se le paraba ni mamándosela cuatro horas. - Cuando le enseño las téticas, se arrebata – lo desprestigia la desvergonzada. Era tanto el descaro que el tipo se cansó y le dijo que no tenía más dinero. Parece que se aburrió de hacer de Paganini y le exigió: “o vienes para acá y cumples con tus deberes de mujer o nos divorciamos”. 74


Norma llegó de Cuba con Lazarito y no tenía ni un centavo para nada. Se fue para Milán, que está en el norte intrincado de Italia, a correr otra aventura, esta vez sin la compañía de su hijo. Un fin de semana vino a ver a su hermana, Misladis. La ovejita descarrilada, como se notará en el próximo tramo de la novela. En el tren conoce a un siciliano, le da su número telefónico, como si le hubiera regalado un clavel. Él la llama, embullado por el romance, pues era natural de otra ciudad del norte italiano. El próximo capítulo era un amor a primera vista. El hombre se apareció en la casa de Misladis, vecina mía en Acherra. Traía un ramo de claveles en las manos. Como era de esperar, Norma se fue con el tipo. Al poco tiempo llama a la hermana y le confiesa que está embarazada. Ya había convencido al marido que tenía un negocio de venta de carne y lo tumbó de nuevo. Le dijo que ella estaba en la casa de su hermana sin un kilo. Otra vez lo estafó y se llevó a su hijo Lazarito a la ciudad donde vivía el siciliano. Seguía con su fuego uterino y que otros pagaran por sus arrebatos. Ahora sí le gusta el marido que tiene, cosas de la vida. Pero una noche, la botó a ella y a los dos niños. Nevaba sin clemencia.

-“"Proibisca, prostituisca, veto”- le gritaba- Ella corría asustada con la niña entre los brazos, envuelta en una toalla. Desabrigados fueron a parar a una iglesia, frente a la casa que alquilaron. El cura los acogió y los puso en un cuarto del templo. A Leidis y a Lazarito les prestó una manta. No me explico cómo pudo descansar ese obrero ferroviario.

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A Lazarito lo tenía pasando hambre, parecía un esquelético ¿Por qué le hizo eso a su propia hija, que tiene sangre italiana? Entonces Norma llamó a su hermana para que la viniera a buscar a la iglesia. Ella encontró a Leidis con fiebre y anemia. Misladis habló con el siciliano y le dijo: “Ayúdalos, vamos a alquilarle un cuarto, aunque yo tenga que trabajar doble, basta con que me des algún dinero”. El no le hizo el mínimo caso. Las peleas continuaron. En una de las tantas golpizas que recibió, ella lo denunció. La policía no creía el relato de Norma. Tal vez Hitler lo aplaudía cuando lo colocaron entre las rejas. Se veía trancado en un campo de concentración nazi, convertido en jabón. Quizás entre las burbujas raspaba la cantina y se vomitaba con el olor de una carne que no se sabía de dónde diablos había salido. Pero la SS no traicionaba a sus aliados ni a sus espías. En sus sueños adoraba la esvástica y se veía condecorado por el mismísimo Führer, justamente en el campo de concentración donde era un chivatón y un lame plato. Posiblemente haya denunciado a Lazarito, atormentado por ripiarle el pijama a rayas. Los oficiales volvían las caras ante las marcas evidentes, incluso antes de darse a conocer el veredicto judicial. Norma esperó a que saliera de la prisión provisional. Le quitó la denuncia sin acordarse de que la abandonó a ella y a sus hijos para que se murieran de frío en la calle. Ella lo abrazó y creyeron estar viendo la escena de una mujer quitando a un neonazi de la lista de los indeseables.

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Volvió con él, eso estaba escrito. Pero no se fue para la casa del tipo, lo metió en el cuarto que su hermana le había alquilado .Misladis la recriminó: ¿“tú lo trajiste para acá después de lo que te ha hecho a ti y a tus hijos? Ahora que asuma”. Sencillamente, se volvió a ir y la dejó sola… y ahí aparezco yo en esta historia. Le compré comida y ropa para Lazarito y Leidis. Todavía Norma está en esas condiciones por su cabeza de estopa. Con la llegada del euro la vida se ha vuelto cara en Italia. A las tiendas de lujo de vía Toledo y vía Chiaia no se puede ni mirar, bueno mirar sí, pero prohíbido comprar. Eso sucede en los barrios altos de Nápoles. La casa que era del famoso futbolista Maradona está en esa zona residencial. Un vestido puede costar hasta cinco mil euros; una cartera adornada de perlas, cuatro mil. A decir verdad, son un sueño los hoteles de lujo. Están frente al malecón, algunos son de construcciones antiguas. En el pórtico de esas instalaciones hay unas plantas de color rosado que son realmente deslumbrantes. En la navidad se ven esos balcones, chiquitos y redondos, llenos de lucecitas, el edificio entero se llena de lucecitas. Pero los precios de sus habitaciones son exorbitantes. Sigo diciendo que a Nápoli ou muori. La primera vez que vi a Rubí, me dije: ¡Qué tronco de maricón! Entró regando tantas plumas al bar… Rubí es simplemente estremecedor, hombre a todo. Yo salgo con este negro cabeza de puntilla - famoso bailarín de Tropicana, que le salió de su culo quedarse en Italia, como otros tantos – con la cabeza levantada. Se oyen los pregones. -¡Yo si me monto, María Rosa, me monto porque mi partido es único! - dice con simpatía cuando caminamos por las calles de Nápoles y entramos a una tienda a seleccionar artículos a su gusto.

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- ¡María Silvia, préstame tu pelo y tú Elpidio Valdés y su machete! - se desordena a plumaje abierto. Sueña con tener su casquete de alambritos transformado en una mata de pelo, con un rabo de nube como peineta para que se le alborote el ático. Sueña con despegar como un saltamontes. Es la imagen de Ordí, el espíritu de La Virgen de Regla. Cuando le digo la cazadora, sacude frases como el pajarraco de Poe. “Iré a Santiago, iré a Santiago”, me dijo un día, iré como Lorca en un coche de aguas negras. Me lo dijo una noche en que había tumbado a una “damisela encantadora” en Plaza Garibaldi, con una escopeta que le prestó Hemingway, de cuando cazaba leones en África. _Yo soy feo, pero tengo una labia como si fuera un hilo de oro_ me parafrasea a Agustín Lara cuando trataba de ligarse a María Félix. Hacía algunos días que lo estaba estudiando, como las fieras cuando acechan a sus probables víctimas. Era un joven refinado. Lo veló donde se posaba cada noche en uno de esos burdelillos que no tienen ningún reconocimiento oficial, como a los que él iba en La Habana o en su pueblo natal. -Cuando le fajé, la muy perra se hizo la disimulada y me dijo que yo no era su tipo y que tenía novio. Y continúo diciendo: - Pero ahí mismo salté y le cogí los labios y se los chupé, le agarré la pinga y lo abracé y le apreté las nalgas y descubrí el traje del muy salao. Me creí Sandokán y me lo llevé para la selva. Pepe y Misladis saben como yo la historia del Tulipán Negro, una leyenda que corre por estos predios que no se parece en nada a la de Jack El Destripador. 78


Rubí se las da de buen templador, título que le otorgó la templaduría de la República de Cuba. Como prodigio al fin, vamos caminando y me enseña los puntos más vulnerables en su cacería. Habla del paseo de las libélulas. Y Rubí se sonroja, se pone como la negra más putona que haya caminado por la península. El me confiesa sentirse avergonzado, porque la tiene muy grande y le ronca ser tan cherna con un órgano de ese tamaño. - Eso no es nada cuando me pongo en cuatro y se me ve la escopeta cargada_confiesa entre el orgullo y la frustación. Vuelve mágico el encuentro con un búlgaro que se ligó en el malecón. Lo vio en compañía de una flaca,

blanca como la leche. La descocada le estaba

metiendo el dedo de una forma muy sutil, tan sutil que el tipo movía la cola como si fuera un reptil enfurecido, rezando para que no se lo sacaran jamás. Rubí se dio cuenta de la cara de dragón en llamas que ponía el europeo y se propuso para entrar en el relajito, en el juego de mete y saca. La rubia se los introdujo y reptaba sobre el muro como una iguana en retroceso. ¡Oye, negro, mira que tú gozá! Se le había aparecido esa negra Fuló, esa negra Fuló. O vio que llegaba la rumbera, doña Juana Bacallao para tirarle un salvamento: ¡Negro, solavaya! Más tarde se fueron a la residencia de la mete dedos para seguir en la función. La rosa roja búlgara entró por el Jardín como la mariposa que seguía volando mientras pensaba en la sabrosura de esas extremidades. El acto teatral transcurrió en variadas posiciones. Fue una clase magistral. La anfitriona sirvió la mejor bebida y se sintió como la protagonista al recorrer las resbalosas raíces de la yuca de Rubí. El chisme corre. 79


Rubí no lo cuenta, pero se enamoró de un norteamericano que era bailarín y que conoció en una de sus rondas nocturnas. Se le ocurrió declararle su admiración. - Black monkey! - le respondió por el insulto que le había hecho el colega - Go so that they catch you your thin ass to another side! - Se le cayeron las alas del corazón. Se quejaba de que había sido rechazado por aquel mulato que no le daba su reverenda gana de desflorestar a una pájara como él. A nadie se le puede acusar de pecado capital por no querer cogerle el culo a un hombre. De lo más etérea me anunció el próximo viaje al terruño. Allí le decían cocuyo y cuando salía la conga, al ritmo del cornetín chino, repiqueteaba el sabroso: abre que ahí viene el cocuyé, ahí viene el cocuyé. Su preferencia se justifica quizás porque esta es una tierra caliente. Recuerda cuando un borracho casi que le desfonda el ano en un baño. Le dio veinte pesos para que se tomara otro pomo de una bebida casera y lo dejara relinchando como el caballo más mariconeado del establo. En la oscuridad olía el aliento del borrachín, pero no pudo prever el tamaño de la verga, cantó El Manisero y se fue con la Conga Santiaguera, Enramada arriba. Hizo su pininos como admirador de pingas en el baño de la escuela. A la hora del recreo solía mirarle la escopeta a un colega que le decían elefante. Nos cuenta de sus conquistas y de sus desengaños amorosos en todos sus detalles. A los espectadores les extraña vernos juntos en un bar napolitano. - ¡Manma mía, ese negrito flaco...! - murmuran desde un asiento vecino ¡Locura azul, Madonna! - replicó otro parroquiano que no creía en ese disparate pasional. La duda se resuelve de inmediato cuando Rubí se levanta y me toma de las manos. - ¡Me gusta la pinga! ¿Y qué? A ella también ¿Y qué?

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Así es él de ocurrente y volátil. Es verdad que tiene el maricón permanente, pero eso no es un acto criminal. A veces nos recuerda cuando estaba en Tropicana y consultaba con su padrino para que el santo no le desmontara su aché. Quería parecerse a Rebeca, una mulata bailarina que tenía lo que tenía que tener, como dijo Guillén: sandunga y unos movimientos que le hacían suspirar. Y la vio reencarnada en mí. - ¡Mamita, si yo tuviera ese pelo, ese culo, esas tetas! ¡Manma mía…! Ese culo Rubí, ese culo…

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