NO TAN GENET. Fábula peronista a partir de “Las criadas“

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Kehrig, Diego

No tan Genet: fábula peronista a partir de “Las criadas“ / Diego

Kehrig. - 1a ed. mejorada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Diego

Kehrig Editor, 2022.

Libro digital, Book "app" for iOS

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-29601-7-9

1. Teatro. 2. Dramaturgia. I. Título.

CDD A862

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra en cualquier medio o soporte sin autorización previa.

© Reservados todos los derechos

Buenos Aires, Argentina 2022

NO TAN GENET Diego Kehrig

7 Obituario 15 No tan Genet Acto I Acto II Acto III 111 Bibliografía 123 Edición impresa 131 Estantería 135 Créditos

OBITUARIO

Por frecuentar a Jean Genet me han brotado guantes.

Guantes de ladrón, daré por avisado.

Dos mucamas planean dar muerte a su patrona. El puente es inexorable y la sangre llega a la pluma.

Si Genet fuese, por una hora, argentino.

Prevengo. No hablo aquí de permisos, sino de crimen. De usurpación. Le he robado a Jean Genet.

Porque habitan en un cuerpo, dos extremos. La muchacha con valija de cartón llegando huérfana desde Junín, junto con la dama envuelta en las alas furiosas de algún diseñador.

La historia:

Olor a bosta y chiquero y el verano interminable como la Pampa. Desperdiciadas ambas: mujer y tierra.

La edad minada por siestas y radionovelas.

La escalada.

Buenos Aires, y los milicos. Ayudantes de braguetas, el tango, las guitarras, los rizos de oro. Y la primera portada.

Un sindicato, el estallido.

El rodete, y por fin: el poderío. Las estructuras. Los edificios. El aguinaldo.

La hormiga es coronada.

“¡Y la heladera!”

“Si hasta el Papa la nombró”

El pan dulce, los billetes. Las muletas.

Es una Santa.

La Argentina brilla. La maravilla.

Y los contra perforando como un cáncer. Los rayos y las enaguas. El último saludo, la misa de las velas, los visones apilados, la momia.

Una estampita en la hoguera de los pobres.

¡Qué desilusión ha sido la muerte! y qué traidor el invierno, que nos cobró la euforia.

Aquí la intersección. El giro, el cambio de vía.

Enmudecida la razón, impartimos el cambio, la conducta.

Aquí, Clara y Soledad afilan sus envidias, duplican la venganza.

La admiración es un veneno. Talco en los ojos.

No fue el cáncer quien a derribó a la Reina. La Historia es un eslabón en nuestro invento. Dos sirvientas planean el asesinato de Eva Perón.

La muerte adquiere el rostro de quien la alcanza.

NO TAN GENET Fábula peronista a partir de “Las criadas“
ACTO I

Cuadro 1: SENTENCIA

Un inodoro, a su alrededor tramperas para cazar ratones se aprestan para dar combate. Colgados de la parrilla de luces: cinco vestidos blancos. Figuran presencias, ánimas. Con estructura de miriñaque despliegan sus volúmenes. Son muñecas sin manos ni cabezas. Acaso mortajas.

La intérprete lleva una tiara de brillantes, que oficia a la vez de cofia de mucama. Su vestido, aunque negro, es idéntico a los colgados. Un vientre de seis meses de gestación determina su silueta. En las manos: guantes quirúrgicos de látex.

CLARA: Mi hermana y yo hemos puesto fecha a su muerte, Señora. Hemos firmado el acta de defunción en sus narices, Madame.

De nada le sirve arrepentirse a la Luna. Los pobres saldremos a levantar el trigo por la mañana.

Servirla, Señora. Atender sus estúpidos reclamos, defender sus caprichos con las manos percudidas, ajadas, destrozadas.

Su belleza ha dejado de ser un magneto. Fingimos.

Hemos aprendido a camuflar nuestro odio. Cuando se es pobre, la mentira es también una disciplina.

Delante del espejo, Madame no distingue el peligro. Es tan hermosa la Señora, como su descuido.

No debió confiar.

No debió entregar la fragilidad de su cuello a dos ratones hambrientos.

La confabulación ha sido un éxito. Hemos hablado a sus espaldas. ¿Cómo supuso que no lo haríamos?

Cuando la vemos palidecer, entregarse a nuestros servicios, sería tan simple aflojar la barandilla de la escalera, dejar la llave de gas murmurándole su asfixia.

No hallaremos perdón, ni clemencia por nuestra osadía. Pero usted se irá al infierno, y nosotras apenas a prisión.

¿Qué tan distinta será nuestra sombra allí?

Cada mañana hemos volcado gardenal a su té, en dosis apenas tolerables.

Hemos ido destrozándola, dificultando el paso de la sangre por sus arterias, tapando sus venas de princesa.

El Coronel la nota más opaca cada noche. Su piel será un guante que hallará destino en una pira.

La hemos envenenado. En bandeja de plata, la Señora, ha devorado nuestra reivindicación.

¿Quién es entonces la ignorante?

¿De qué le sirve su Coronel ahora?

Ciega, su paladar exigía tostadas y tragaba con té, su aniquilación.

Se irá doblando, Madame.

La veremos de rodillas, suplicando. Hecha encima.

Le diagnosticarán cáncer: pero es justicia.

Nuestra libertad es su frasco de gardenal.

Aunque el veneno se haya empecinado también con mi mano, aunque mis uñas desaparezcan: caigan destruidas, conocen su valor.

Por la noche, en la buhardilla, me quito el guante y un arrebato de belleza me invade. Adivino el monstruo que habita en su vientre, en la diminuta proporción que devora mi dedo.

La pócima no distingue fronteras.

Fundidas: víctima y asesina bajo una sola huella.

He volcado cuidadosa la cuchara sobre la taza pero no he logrado eliminar todos los vestigios, su poder.

(Nunca que sido buena para fregar.)

Hemos enterrado en el jardín cada cuchara utilizada. Ensayos de su tumba diseminados entre arbustos y naranjos. Armas paulatinas.

Si la Señora no nos hubiera obligado a llevar guantes blancos, habría notado indicios, gestos entre sombras…

Pero es demasiado tarde, demasiada vanidad.

No es un niño lo que lleva en el vientre, sino mi furia.

La he obligado a un combate que la derribará. No verá caer la luna esta noche.

Ya no basta con ponernos sus vestidos, malgastar sus joyas, escupir sus cisnes. Cuando la Señora se ausenta, las insolentes sobamos sus galas, copiamos sus mohines, hurgamos en su altar.

De nada le han servido sus rejas, sus herméticas cajas de seguridad. ¡Ese triste revolver debajo del secreter!

El enemigo duerme dentro de la casa.

Sus tripas gestan al asesino.

Nos lleva adentro, Madame.

Y no hay espacio para las tres.

Nos hemos metido dentro suyo.

Las siamesas comparten un ojo en el laberinto.

No puede quitarnos, y sobrevivir.

Y no podremos permanecer, después de su telón final.

Somos la bomba y la carne bajo los escombros. Habitantes superpuestos. Imposible distinción.

Cae desmayada.

Cuadro 2: HERMANA

Supremacía. Captura su palma, la endurece. Late furibunda hasta extinguir su voluntad. Despliega hendijas. Desciende su pertenencia, y el brazo traiciona al acero en desesperación.

Por resistir, sólo consigue fracasar. Acelerar el arroyo al que ha sido confinada. El mismo Diablo no comprende el enjute. La segunda biografía ocurre.

SOLEDAD: No corto. No selecciono. No decido.

Sólo cargo. Estibo, soporto.

La cuchara. La silueta vencida. El sobrepeso colmado. Callo, sirvo, acato.

Mi esfuerzo: el segundo elemento. Soledad.

De rodillas al costado del inodoro, hunde la cuchara y come puré. Luego limpia la cuchara, y vuelve a la ingesta. Repite la tarea tantas veces como sea necesario.

Fregar, la mucama

movimientos de a cinco

Ahorro muerta patrón muerto brazo egoísmo plan

Reproches en las alacenas la visita rata los otros las cobardes Limpiar fregar torcer tender

Los azulejos verdes del baño el hedor trepando Friego merezco frío el olvido

Arma

Deseo hombre metal

Nos desprecia el Señor, nos ignora detiene la mirada en lo que lustramos

Torcidas su nombre nos rodea

La injusticia de desearlo de aborrecerlo de verlo preso. Alejado de la Señora.

“¡Le quitamos el escudo a la Señora!” Coronel, hemos logrado apartarlo.

Como el ratón en el panal, fue encerrado.

Hemos levantado paredes con el néctar de nuestro odio.

Perecerá de tumba es la miel agonía es la dulce.

Sentencia el Señor el cinto nos tiene en su puño nos sostiene, o nos arroja

A la calle perras nuestra pobreza: nido, nicho ridículo.

Somos las obreras del castillo, idiotas sin protección.

Abuso detenido muerte isla silencio Fregar torcer diminuta obedecer

Armar la bandeja treinta y ocho escalones la segunda puerta

El postigo el ruido de las bisagras y el orinal colmado durante la noche.

Un perro un animal muerto sin vida La señora duerme.

Alrededor de su cuello.

Descorro el cortinado mi imaginación

No había perro sólo su cuello odiándome.

La señora duerme, agoniza.

Traga la última cucharada. Se oye un portazo.

Cuadro

3:

RELOJ Recuperada, comparten supremacía las hermanas.

CLARA: “Sirva el té.” “Prepare mi baño.” “Vaya al mercado.”

“Traiga mis zapatos, mis remedios.”

“¡Esos vidrios!

¿Cuántas veces tendré que decirle que se limpian de arriba para abajo? La mugre baja, querida.”

El Diablo habita debajo de mi lengua, si hasta un niño podría advertirlo.

“Seduzca al Señor.” “Arrójeme por las escaleras.” “Máteme de hambre.” “Y envenéneme. Cada mañana, sin piedad, obedezca.”

¡Estúpida!

Usted por desaprovechar mi talento, y yo, por hundir la mano en el lavabo, y no en su cuello.

Intenta abrir un sobre, pero le resulta imposible sin evidenciar la impertinencia. Se detiene. Reintenta, y un vértice se quiebra inexorable. Desesperada, pretende enmendarlo. Nueva pausa. Decidida, lo abre y despliega las hojas. El horror la invade: llora impotente.

SOLEDAD: Torcer quemar mentir

La lengua de hierro, fingir Lavar leer hervir

el cáncer, Doctor El sobre, Señor.

No traiga intrigue.

Le suplico

olvide, Doctor

CLARA: El Señor caerá rendido ante mis agallas. No tendrá tiempo para el espanto, no se lo permitiré. La belleza de mis actos, hará blanco en su corazón.

Suplicará por una noche de alcoba.

Nos turnaremos para favorecer su olvido. No sabrá cuál de nosotras lo complace: si Madame, o yo con una de sus pelucas; Si Soledad, o la misma Muerte nos disputamos su apetito.

SOLEDAD: Rezar romper bajar camino esconder

De vidrio las plumas traidor

Indefensas

Nuestros nombres nos apuntan.

Nuestras cabezas cuelgan.

CLARA: Diez cucharadas de gardenal en dos infusiones diarias. Será imposible que los análisis no descifren nuestro triunfo. Corran el telón de nuestras actuaciones.

SOLEDAD: El Coronel ignora, jamás podría. celosas Clara y Soledad matar su hembra.

CLARA: Hay que impedir que detengan el curso del veneno. Si nos arrestan, que nadie interrumpa la justicia.

¿Dónde se ha visto a una enferma de cáncer conservar intacta su cabellera?

Estamos a pasos de alcanzar la curva. Los huellas son más que evidentes. Fiebres sistemáticas, vómitos.

Alaridos a mitad de la noche.

¿Revisaste las sábanas?

¿Ha ido al baño? ¿Cuántas veces?

Te he dicho que controles, que anotes si es preciso. Si tu memoria falla, debemos cubrirnos.

SOLEDAD: Podrían vaciar desintoxicar a Madame de nuestro odio.

CLARA: Nunca ha existido.

SOLEDAD: En esta casa.

CLARA: Debemos expulsarla.

SOLEDAD: De nuestra memoria.

CLARA: Negaremos haberla cruzado.

SOLEDAD: Su enfermedad. Secreto.

CLARA: Lo sabe. La Señora ordena documentos con desesperación desde hace un mes.

SOLEDAD: Fuera. La pobrecita.

CLARA: Subiremos la dosis. Irás a su cuarto, dejarás una taza en su mesa de noche, y el frasco de gardenal torpemente oculto en su botiquín.

Al salir, echarás llave por dentro.

SOLEDAD: Dos vueltas.

CLARA: Y saldrás por la ventana.

SOLEDAD: Las luces.

CLARA: Veinte segundos. Serán suficientes para que alcances la barandilla.

Diré que un desperfecto en la plancha cortó la tensión. Y prepararemos la cena, como siempre.

Oculta sus pantuflas, eso la detendrá. No se moverá de la cama sin ellas. Desconectaremos el llamador.

Actuaremos la sorpresa.

Lloraremos, pero de dicha.

“Apresuró el final”

“No esperó a nadie, Coronel”

“¡Qué valiente!”

SOLEDAD: “Sin molestar. Sin una queja”

CLARA: “Una Santa.”

SOLEDAD: Huir morder gritar

CLARA: ¿Con qué medios? No somos ladronas.

SOLEDAD: Condenadas a besar escobas, trapear sueños, a reventarnos los riñones por una alfombra.

Romper los libros criminal castigar

CLARA: ¿Qué pretenden?

¿Acaso consentirlo?

Resulta intolerable.

Esto es aún peor que mil castigos.

Juegan con nuestros nervios. Si es de locos.

Esperan calmos, el momento de bajarnos el pulgar. El Coronel y el Doctor encerrados en la biblioteca, eligen el modo mejor de hundirnos.

No se comprende la tardanza. Intentan que nos acusemos mutuamente.

Me partiré la lengua con el espejo antes de traicionarte.

Pero no confío, en no hacerlo contra mí.

Nos hierven en la demora.

SOLEDAD: Torcer mentir La lengua de hierro fingir Papel romper cambiar su muerte desear

CLARA: ¡Es inadmisible!

No estoy dispuesta a soportarlo un instante más. Hay que golpear esa puerta. Interrumpirlos, con cualquier excusa.

Madame agoniza, ¡reaccionen!

No he de callarme.

Se entretienen en nimiedades, en consultar nuestros castigos, cuando la Señora se apaga sola.

¿Es que nadie repara en la urgencia?

¿Cómo se soporta?

Serán cómplices del deceso.

SOLEDAD: (Por primera vez completa.) Podríamos haber sido tan bellas, de no haber nacido nosotras mismas.

CLARA: Confesaremos.

ACTO II

Cuadro 4: MADAME

Descienden los cinco vestidos al ras de las tramperas. Sin accionarlas, sólo provocarlas. La belleza roza el escenario. Ella, de pie sobre el inodoro, lleva lentes blancos.

MADAME: La envidia y el resentimiento no me tocan, ni siquiera me rozan. Mi túnica de Fedra barre majestuosa el suelo que piso. ¡Así, desaparecen los sentimientos bajos! Sólo me sientan las pasiones nobles. Soy la Señora en sus vestidos, en sus cinco envidias.

Clara… ¡Soledad! ¿Qué hacen encerradas en mi baño? Salgan. ¿Limpiando qué? Limpian sobre limpio. Rápido, que no hay tiempo.

Mi guardarropa ha dejado de ser sagrado.

Abandonarán esos uniformes. La biopsia ha sido contundente. Debo entrar a quirófano. Basta de botines negros. Tan sólo el ornato habrá de cubrirlas. Tan sólo prendas innecesarias.

Con una sola de estas galas podrán desterrar al invierno de sus vidas. Sucumbir ante el arrojo de los espejos. La fortuna lamerá sus hombros, y la inocencia será acribillada. Vamos, acérquense.

Pero por supuesto que es real. ¿Qué tipo de pregunta es esa, muchacha? Y en estas circunstancias. No existe otra verdad, mas que esta inmensa despedida.

Una fortaleza anida sobre esas perchas. Un imperio de faldones escolta la cumbre de mis derroches.

Marcharé ligera. Me desprendo de obesos galardones. ¡He de combatir a la decadencia en la más implacable austeridad! El Señor valora mi holocausto.

Fregarán las escaleras envueltas en terciopelo. Mis mangas de brocatto caerán rendidas sobre sus cacerolas. Con trajes de noche pulirán los candelabros de mi entierro.

De pie. Desnúdense. Vamos, sin temor. No aceptaré tapujos. Otras matarían por estar en su lugar.

¿Qué, están sordas?

Se ilumina el primer vestido.

¡Mis formas! Aún parpadeo entre esos pliegues. Llevarán mi gloria. Pasearán mi cuerpo por la ciudad cuando esté abierta sobre la mesa de la intervención.

¡Las obligaré, si es preciso!

El segundo y tercer vestido se iluminan.

¡Basta de hurgar en cajas vacías de zapatos! Claudica el cielo ante el bárbaro de mis sombreros. ¡La única muerte es la que desnudamos!

El cuarto vestido se ilumina. Y de inmediato se apaga.

Sé lo que ocultas debajo de esos guantes, Clara. No me mire así. Por supuesto, que me he dado cuenta. A tu Señora, nada se le escapa. No te avergüences.

El frío, el frío de las canillas me supongo. Fregar tan de mañana, y en las piletas de fuera. ¡Qué imprudencia! Nadie mejor que yo conoce la severidad del Coronel, sus exigencias. Pero no se... podrían organizarse de otro modo.

Si no me quejo, no me he de entrometer mientras cumplan con sus quehaceres. Pero, tonta, si tienes las manos a la miseria.

Se iluminan el cuarto y quinto vestido.

¡Soy Madame enamorada de París!

Vamos, mis niñas que Dios nos quiere a doce centímetros del suelo. Si es mejor llevar insultos que harapos.

SOLEDAD: El amor de pólvora, profeso cuando la atacan.

CLARA: De no ser por la Señora.

SOLEDAD: Garrote.

CLARA: El futuro de una mujer en el campo, es siempre un árbol donde talar.

Madame nos ha quitado el hambre entre los dientes. Al cumplir los 17, la miseria ya nos habría devorado.

La Señora nos ha obligado a cruzar el puente. Usted es el horizonte, Madame.

SOLEDAD: Mentira verdad

gracias vestidos sus joyas

El niño Dios en la cascada de sus joyas.

Madame mi hermana

jamás sus galas

No podríamos sagrado su vestido

Apenas rozamos con la mirada lustramos

soñado lo hemos

Y ahora el milagro

La Señora nos viste de fuego.

Fornica el Doctor con su cadáver.

CLARA: (Interrumpe.) Su piel, la porcelana cuando limpiamos la vajilla. Su cuerpo rodeándonos la cintura, su busto exacto y desvelado. No permita que la alcancen.

MADAME: He sido explícita con los médicos. He ordenado que extirpen, que castren. No toleraré medias tintas. Aunque comprometan órganos. Hay que acabar con mi oponente. Soportaré hemorragias. Seré capaz de todas las astucias.

No existen secretos entre la ciencia y mis asuntos. El mal que llevo, ha duplicado exacta la piedra que el Coronel supo obsequiarme en nuestro último aniversario..

Los médicos aplauden al ver los estudios. Elogian la precisión, mi garbo.

Golpea, perfora, con cada estocada viene por mí. Me desafía. De mí se alimenta. Se interpone. Ha encontrado remanso en mi dolor. Me ha astillado la juventud. No prestaré mi silueta. No me verá cabizbaja. Me niego a volverme un círculo colorado en los registros de la Morgue.

Me colman de flores. ¿Acaso pretenden velarme, ya?

Yo sé que no, que son los medicamentos, que tuercen mis pensamientos. Mis fieles sirvientas. ¿Ha dejado de llover? Mi apoyo izquierdo y derecho.

¿Es que no lo notan? Habito en los pespuntes, recorre mi sangre los ruedos. No son broches, sino básculas. Hemoglobina lamiendo los cierres. Visones ofrendados en las manos niñas de la vanidad. La morfina no me aleja del crimen. ¡No hallo límites en la ferocidad de la beneficencia!

Giran los cinco vestidos. Baile de ánimas.

Cuadro 5: QUIRÓFANO

Se coloca lápiz labial.

CLARA: La Señora se nos va. Se funde en nuestros regazos. Los médicos no han podido resistir la tentación. Intentan condenarla a sobrevivir.

Pierden tiempo disfrazándola de cáncer.

SOLEDAD: Antígenos oncofetales.

Glucoproteínas

Fosfatasa Vimentina

CLARA: El Coronel la sube hasta su cuarto. La lleva en andas. Un cuerpo.

Poco más.

No más que un soplo. Como quien dice zapato pero sin arriesgar un paso.

La bata se desliza, cae con facilidad. Ninguna curva la detiene. La seda alcanza inmediata el piso helado de las escaleras.

SOLEDAD: Linfoma mixto molecular

Procarbazina

Hidroxiurea en fase Astenia

CLARA: Ya todo está dispuesto. La túnica. Plancharemos.

El peinado que llevará.

Cuidamos los detalles.

SOLEDAD: Las uñas.

CLARA: El color de su esmalte. Dos tijeras abiertas debajo de la cama.

SOLEDAD: El castigo.

CLARA: El verdugo nos besa en la boca. De otras mansiones llegan nos riegan de aplausos, nos lanzan flores, izan nuestros nombres ante el pelotón de fusilamiento.

Somos las fabulosas renegadas. Disponemos de nuestro espanto. La ruina nos cubre.

SOLEDAD: Doncellas.

CLARA: Las sirvientas se sublevan. Disparan ángeles en cada grito.

Cocineras

Enterradoras

Una tropilla aguarda agazapada en los pasillos, de este lado de las cerrojos.

Atacaremos cuando menos sospechen.

La muerte cruza la ciudad, Madame. Cada muchacha de limpieza ha sido transformada en un fusil.

SOLEDAD: Moscas.

CLARA: La primera de una enorme lista.

SOLEDAD: Una cien.

CLARA: Mil.

SOLEDAD: Sirvientas contagiando sirvientas.

CLARA: Ya no pedimos permiso.

SOLEDAD: Metotrexate 500

Bleomicina aquilante nitrosureas

CLARA: Nos creyó retraídas, la Señora, ¿verdad? Incluso algo idiotas. No lo niegue.

Al servirle la cena, apuntábamos a su cabeza. Y retirábamos el plato, con la certeza de haberle disparado entre los ojos.

Nos debe una disculpa.

Somos los ladrillos de su derrumbe. Los vestidos detienen sus giros.

SOLEDAD: Sus vestidos.

Podrán salvarla.

CLARA: Te compra con unas telas. La mugre se acumula en tus pensamientos.

Te impiden razonar.

Es preciso que circule el fuego, porque de otro modo nos atrapará.

Es ella o nosotras.

Aunque el pulgar nos apunte siempre abajo.

No se trata de libertad.

Nunca la hemos tenido. Es absolutamente irrelevante el costo.

La operación debe ser un éxito.

Madame debe pagar, incluso a pesar nuestro.

Recupera su giro el primer vestido.

SOLEDAD: La Señora teme por las pulgas. Las mugrientas somos dignas de dormir atadas.

CLARA: Perlas. Teme por sus perlas.

SOLEDAD: Las súbditas aspiran a Madame.

CLARA: Envidia en su dentadura, Señora. Con mi coz, partiré sus vidrios.

SOLEDAD: Verde prolijo bordo minucioso. Hilo mi nombre en sus vestidos.

CLARA: Será claro quién es la patrona ahora.

SOLEDAD: En el pecho la solapa, corazón.

CLARA: No es un disfraz.

SOLEDAD: Verde gigante.

CLARA: Mi nombre en sus vestidos.

SOLEDAD: Como las monjas nos enseñaron.

CLARA: Como las presas en el convento. No se atreverán a mandarnos a prisión así vestidas.

¿Quién osaría tocarnos con estos lujos?

SOLEDAD: Las Señoras en hilo esmeralda.

Los vestidos tiemblan.

CLARA: Soy Madame enamorada de París. La madre enamorada de los toros.

El pelo largo tendido. El signo hostil, el beso profuso.

Las manos entrelazadas en la Opera.

Aquí los ojos no valen nada. Sólo hablarán de una Reina:

la Virgen ametrallada.

“Las quiero impecables”

París enamorada de Madame

La Señora enamorada de los toros, de todos los homosexuales.

¡Mis vestidos!

¡Mis hijas viudas!

¡Mi fabulosa organza!

Soy alejada, la malherida.

Leche sorprendida entre los calabozos.

En un abrazo desafío maravillas.

Soy Madame enamorada de la Muerte.

Se oye zarpar un buque.

Cuadro 6: REGRESO

Drásticos, se detienen los vestidos. Obedecen.

MADAME: Llevo tres días y sus noches desmayada, apartada de mí. Huyendo a galope de mi cuerpo, como quién desentraña un sueño, cayendo dentro de otro.

Abran las ventanas. Esparzan frutas sobres las mesas, colmen de fragancias cada cuarto. Una señal, tras otra.

Aún conservo la fiebre de la anestesia, la boca seca, el frío diseminado del combate. He rozado a la muerte. Me han reducido a un zumbido para que no me atrape.

Los médicos están absortos. Hablan de un milagro. Las probabilidades de regreso eran prácticamente nulas. Mi recuperación ha sido prodigiosa. He prosperado la respuesta. Resulto indescifrable.

¡Lloran mis fieles criadas! Lloran por el regreso de su Señora. La felicidad es una prenda imposible de ocultar. Yo sé que han temido por su futuro, pero podrán continuar atendiendo al Señor y a la Señora. Así lo dispuso el Señor.

Regreso a mi cuerpo hecha estopa pero he dado cuerda nuevamente a los relojes. He quebrado los blindajes, si hasta un ciego podría notarlo. Mi única devoción has sido esterilizar el olvido. Cada centavo de la memoria me pertenece.

Desperté con las manos ensangrentadas. Debieron atarme, me rebelaba. Intenté yo misma arrancar al horroroso. Llevo cicatrices. Costuras, que el tiempo sabrá reubicar en su exacta inconsistencia.

El cáncer ha permitido desprenderme de toda maleza. No sólo de aquél manojo inservible de células, sino del vicio al que el temor me sometía. Yo misma he parido a la muerte en un quirófano. La he pulverizado.

Aún cuando mis pulmones detenían mecánicos su labor, no deserté. Mi cabellera ahogó a los calendarios. A dentelladas he sumido a mi epitafio.

¡Con qué debilidad mi contrincante confió la victoria! Mi segundo nacimiento ha ocurrido, y no pienso atiborrarlo de excusas. La imperfección me ha levantado. Sólo existe una verdad: y es esta inmensa bienvenida.

Se eleva el primer vestido. SOLEDAD cae de rodillas.

SOLEDAD: Le suplico apenas aquí.

En el codo ¿verdad que no lo nota?

Apenas rojo las ollas usted ordenó

Mi torpeza al pulirlas. No me lo perdonaría. Cambia. ¿verdad, que sí?

El olor de mis canillas raspo. Obsceno sabor mi dolor

El guardarropas de Madame altar cosa sagrada

Con la mirada

Apenas rozamos acariciamos

Indignas jamás jamás podríamos

Y ahora usted el regreso los médicos el calor

No, Señora, no

Una señal tras otra

Un poco más jamás

Jamás quisimos nunca creímos Disfraces claro que sí se lo juro juramos

Mi hermana mi hermana y yo

Aquí todas la virgencita envidan la patrona que tenemos No aún, no…

Se eleva el 2do vestido.

Se jala de la cabellera, como si el cuello se le hubiese quebrado, y le fuera imposible mantener erguida la cabeza.

CLARA: Esa hiedra corrompe las estatuas del jardín. Se aferra.

Tiñe su desgracia verde sobre el niño de la fuente. Si hasta le hemos tenido que amputar un pie al desgraciado.

Debemos quemarla

Una planta no debe comportarse como una boa.

Se eleva el tercer vestido.

MADAME: ¡Qué perspicaz el alma que expulsa mis recuerdos! Me comentan de sus quehaceres, pero nada me subyuga, me pretende.

¿Quién sino una hembra, podía quebrar al Diablo hasta hacerlo tambalear como a un don Nadie?

Se eleva el cuarto vestido.

¡Mis pequeñas desviaciones! Mis hijas de la buhardilla, con sus pies diminutos, y sus espaldas penitentes. El futuro obsoleto aplaude mi retorno.

Soy la Señora en sus vestidos. En mis cinco alivios.

Sube el último vestido, y un alarido tiembla en las alturas. Giran sobre sus ejes los vestidos. Baile de ánimas. Música.

ACTO III

7:

Cuadro
JUSTICIA De pie, sobre el inodoro.

CLARA: (Sosteniendo el mango de un teléfono.) Llevo una rata muerta en la mano. Un enorme roedor que mi instinto ha cazado. Lo hallé merodeando, buscando comida.

En el jardín, Madame bebe su té. Detiene su mirada, capturo su atención.

Orgullosa exhibo el trofeo. Mi destreza. La Señora valora mi lealtad.

En el combate he perdido un diente.

SOLEDAD: Corro hasta el portón mis manos los barrotes. Ha ocurrido El camisón

Otra vez

La mancha. Me he orinado.

Temo regresar. A la paliza de mi patrona. Y temo escapar. A la miseria de no tener donde llegar.

CLARA: Nos hemos revolcado en los excrementos de sus órdenes y no hay grandeza alguna en ser pobre.

Es una trampa la Redención Eterna. Un somnífero, para que no la ataquemos por la madrugada. Para que, sensatas, no la ahoguemos con la almohada. Nos satura de quehaceres, para que agotadas, ni siquiera protestemos ante Dios cada noche en nuestros rezos.

Somos el plato frío de una fe construida a las apuradas. No resistiría usted ni una sola de sus leyes.

Estaría muerta, antes de que nosotras alcancemos su cuello.

Pero disputarnos las migas nos ha mantenido en vilo los nervios. Firmes, los músculos.

Mutamos nuestros uniformes en armaduras. La única gargantilla que pende de su pecho, es nuestro rencor.

Se nos seca la piel, pero no la furia. Se nos quiebra la espalda, pero nunca la revancha.

SOLEDAD: Mis rodillas, mis horribles rodillas ajadas marcadas.

No logra no consigo ocultarlas

El delantal. Estiro, no alcanza.

Intento alargarlo.

No queda dobladillo, era de la otra, la anterior. Debió ser enana.

Mis rodillas, mis horribles rodillas, mi vergüenza izquierda y derecha.

Todos saben que he sido castigada. Que he sido, y soy mula.

En la tienda murmuran, nunca he podido tener detener bellas rodillas perladas lisas.

Frías, ásperas las mías.

Yo sé que el Coronel mira mis rodillas No permito. No permitiré que vuelva a tocarme.

Rodillas para rezar para fregar torcer cazar mugre y ratones.

Rodillas para quebrar recoger la vajilla

Rodillas para vendar, hematomas para ocultar.

Rodillas para cavar la propia tumba.

CLARA: Recibió sorprendida el golpe.

SOLEDAD: Nadie la insultó.

CLARA: “La fe requiere de corderos, Señora.”

SOLEDAD: Madame rodó escaleras abajo.

CLARA: Las tramperas la recibieron en el piso. Han cumplido su misión con saña.

SOLEDAD: Alcanzó a tomarse de mis ropas.

CLARA: Hemos arrojado a la Señora escaleras abajo.

Se abren las bases de los cinco vestidos, y cien cucharas caen accionando las tramperas. Desastre.

Cuadro 8: DOMICILIO

Camina entre las tramperas. Clava en su vientre una cuchara y esparce harina intentando cubrir las huellas.

SOLEDAD: Destrozado.

CLARA: Un cadáver enfurecido de ese modo.

Será imposible hallar piedad en los jueces.

SOLEDAD: Los dientes han sido proyectados.

CLARA: No admitirán semejante ira. No, contra a una Señora.

SOLEDAD: La mandíbula ya no existe.

CLARA: Nos ahorcarán de inmediato.

SOLEDAD: Ha quedado irreconocible.

CLARA: Vestiremos a Madame con tus fachas.

Te confesarás asesina pero de tu hermana.

Irás presa por matar a una sirvienta.

Dirás que peleábamos, y tuviste la desgracia de vencer. Será una gresca entre personal de limpieza.

Una tragedia que un par de comentarios de sobremesa habrá de sepultar.

No dudarán en declararte culpable.

Te ocuparás de facilitarles todo.

La justicia nunca nos ha rozado.

¿No habría por qué cambiar eso ahora?

Indagarán poco.

Una simple riña entre huérfanas.

Se tragarán la píldora, como Madame las tostadas.

Se jactan de adorarla, de pertenecer a su círculo más íntimo. Pero bastará con bajarle el copete. Desordenar sus cabellos.

Enmugrecerle las uñas. Aniquilarle la soberbia con un delantal.

Maquillaremos a Madame con nuestro calvario y estará magnífica cubriendo su papel.

CLARA: (Simula declarar.) Descubrí que mi hermana había estado envenenando a la Señora y la furia me envolvió. Fue imposible detenerme, permanecer inmóvil.

Renuncié a mi fraternidad ante el apuro ineludible de la Señora. De acompañarla discreta en sus descomunales necesidades.

De sobra comprende mis magros entendimientos. Pero cada sangrado era una calamidad. No pude permitir semejante traición. Con Madame, hace años que, somos una.

Hubiese preferido arrancarme los ojos, antes de ver a mi hermana desfigurada de ese modo por el rencor.

Su falta de lealtad fue quien la arrojó escaleras abajo. Yo solo fui la mano que el verdugo ejecuta.

Elegí su destino. La agonía de una prisión hubiese sido intolerable para ella. Los años de servicios ya han sido suficiente encierro.

(Vuelve a ella.) Aquí enlazarás un rosa en las manos del cadáver. Eso conmoverá a la prensa.

Un buey arrepentido resulta siempre esperanzador.

(Retoma la confesión.) La he salvado, lanzándola a las tramperas.

¿No se sacrifica, acaso, al caballo que quiebra sus patas fabulosas?

La infeliz había cruzado una cerca demasiado alta.

Yo amaba a Soledad.

Porque de eso se trata todo esto, Señor Detective. De amor.

SOLEDAD: Quince pasos hacia el paraíso partiendo desde la pérgola.

CLARA: Indicarás a la Policía el sitio exacto donde la enterraremos. No estarás mintiendo al declarar la muerte de Soledad, porque tu naturaleza se habrá extinguido al posarse sobre ese cuerpo.

Habrás desnacido tu nombre, para recibir el mío.

Es todo lo que puedo dejarte.

Un nombre.

Les resultará intrascendente. No podrán esfuerzo en reconocer cuál de dos las bestias se confiesa.

Nos subestiman.

Y ese, será tu escudo.

En pocos años, saldrás libre. Y ya nadie podrá separar a Clara de Soledad.

Quita del vientre la bolsa de harina. La esparce sobre su cabeza. Una lluvia blanca que la cubre de pies a cabeza.

CLARA: Madame bajo tierra, y nosotras asesinas. ¿Qué otro final podía rodearnos?

Cuadro 9: MUERTE

De la parrilla de luces desciende un arnés.

CLARA: Clara o Soledad, usted me irrita. Clara o Soledad me está usted irritando porque las confundo. El té. Esa taza, que torpe dejó enfriar, sírvamela. ¡Sírvamela, Clara!, y no me contradiga. No estoy dispuesta a admitir insolencias. La acuso, aquí y ahora, de todas las desgracias. ¡Obedezca, niña! Y deje de lloriquear.

Bebe el té y se coloca un arnés. Asciende lentamente.

Rocío, labios de porcelana.

Arcilla que estanca el vicio. Mi cadáver: la momia

Sumerjo las manos, obedientes. Mi vello, mi coxis en la solución.

Domina por fin la investidura, la muñeca. El diablo ha sido perfumado, la misión.

Endurecida la carne la parafina invade mi perfil. Mi antigua cáscara completará el arrojo, el hechizo.

Impávida en el invento, catapulto mi honor.

Permanecer invicta en cloroformo. un coágulo, luego otro.

Descuartizada la matriz, un frasco la sabrá guarecer.

La amalgama me fortalece, una aliada llevo oculta bajo el paño. Resisto bajo las tinieblas.

Natrón, Tricloros, Cristales de timol.

Inyectada a sesenta grados en piletones de acero

Detiene el ascenso.

“Todavía hay mucho por hacer, todavía hay mucho dolor que mitigar, todavía hay muchos que sufren.”

Reanuda el ascenso.

Soportaré las velas del entierro.

Antorchas, miles de fieles se obstinan en la noche.

Un chispa podría deshacerme, desfigurar mi prodigio.

Detenida en el otoño, descubrirán muy tarde las rosas, mi secreto.

Embarazo embalse amado el entenado ilusionado esperanzado apelmazado esperma alzado embaldosar

¡Estoy pariendo el grito que me aniquilará!

Embalaje embalsamar estrangular

Lluvia que ostenta la nigromancia Permanganato que del cielo quema Antisépticos claveles urde Escarapelas y cadáveres.

¡Quiero desmayos en mi velatorio! Sustancia que detiene la putrefacción, la evita.

Ha llegado a la cima. Un contraluz la envuelve hasta convertirla en Santa.

Años de copiar sus gestos, sus mohines, los he vuelto de carne.

Mis huesos sabrán exactos reproducir la fábula. Nadie notará la diferencia.

Una Reina sepultada como un simple muchacha de servicios. Y una mucama eternizada en las alas furiosas de su embalsamador.

Desciende un marco dorado que la envuelve.

Asesino a la que frente a mí alumbra su figura con mi sombra.

Y profeso la muerte de aquella que no soy pero mi mano empuña.

Ya va desmoronándose. Ya es inseguridad los rasgos que amé. La muerte no se parece a nadie.

Desciende una esfera de espejos que le cubre el rostro. Cientos de reflejos colman la platea.

TELÓN

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Stevenson, Robert Louis. El Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Editorial Losada. Buenos Aires, 1997.

Zúñiga, Ángel. Barcelona y la noche. Parsifal Ediciones. Barcelona, 2001.

EDICIÓN IMPRESA

Dramaturgia y fotografías

DIEGO KEHRIG

Prólogo KADO KOSTZER

Edición y corrección FERNANDO CRÓCAMO

Diseño gráfico

JORGE LEWIS

Impresión

FORMATO GRÁFICO

Primera edición

ISBN 978-987-29601-1-7

22 x 15 cm

192 páginas

© Diego Kehrig

© Diego Kehrig Editor

Buenos Aires, Argentina

2014

ESTANTERÍA

Dramaturgia DIEGO KEHRIG

Corrección MARÍA CELIA AGUILAR

Diseño DK EDITOR

Buenos Aires

2022

(Buenos Aires, 1968)

En 1998 me presenté en un concurso organizado por el Instituto Nacional del Teatro, el premio consistía en la edición del texto. Así, por primera vez, alcancé la letra de molde. Mucho después, cuando surgió la necesidad de brindarle un soporte a mi investigación sobre el Teatro Caminito, inauguré el sello editorial. Estas publicaciones en papel y luego en formato digital conforman un estante -al que no me atrevo a llamar biblioteca- dedicado a la ficción, la investigación y la fotografía.

www.diegokehrig.com

DIEGO KEHRIG

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