número 1 diciembre de 2017 revista trimestral montevideo, uruguay
3 poemas de maría gravina
5 poemas de eduardo nogareda
7 de archivo: poemas de silvia herrera
12 reseña: álvaro ojeda sobre el mismo río de jorge castro vega
14 poemas de elbio chitaro
18 reseña: juan de marsilio sobre el doctor, el mago y el juglar de benavides
20 seguimos leyendo a nancy: entrevista a silvia guerra
contratapa alfredo fressia por marcos ibarra
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maría gravina Papá invocaba noches consteladas y nombraba a los pájaros con sus ojos de claro azul y líquido. Perpetuidad. Asombro. Gustos al vuelo de cuánto perfume se está escapando.
El país de las maravillas no es el país del vidrio sesgado. No es el país de la total mamífera honradez No es el santo ni el punto miel de los pistilos. No es el país del gato o del revés. Ninguno es el país.
La loca tiene un vestido blanco. Lo plancha todos los días durante varias horas de hambre. La loca aspira los perfumes de la bajura y dice: ¡Cómo me gusta el olor de glicinas! Cuando llega el elefante de los trapecios ella suda y le ofrece grillos. Dos hombres han venido a degollar. La loca muge antes de agarrar la escopeta.
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de luna Revuelta en sus posturas, invertida, reina naranja de la oscuridad tan persona. Declarando su eterno caracol, sus manchas su vejez, su pequeña lágrima. Luna de leche volcada, crustáceos de aquello azul - planicies. Rondas alcholizadas. Niño que llora. Garzas de sangre la rayan. Dedos, cuerpos cibernéticos la pretenden. Regia luna sola desvergonzada, almática, onanista, femenina del mar.
seres familia cuchilleros que bailan en el mar envueltos en un polvo zapateado flamenco y coágulo. Música de la culpa nota electrocutada. No vino él. Quedó entre las espumas y los cables callado cuchillero que movió los metales desordenadamente y urdió una red que no pudo atrapar la suficiente cantidad de amor. Más arriba en recuerdos los inmigrantes endomingados lanzan sus bombas tatarabuelas desde la pasarela de mi tren y luego marchan a las comuniones alrededor de una gran sopera creciente.
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puente
eduardo nogareda
quién no ha dicho alguna vez o todos los días del diablo soy mujer soy negro soy el otro quién no ha llorado sobre su arteria rota soy el infeccioso soy el mutilado el reverso y cómo cruzar el puente después del bombardeo quién no ha perdido su anillo en una boca de tormenta quién no se buscó en la vidriera de un bazar de los de antes y vio que ahí estaba yo el sucio yo el salado el impar quién no se escuchó alguna vez musitar soy el cero soy la alfombra el oxímoron y cómo construir muletas para el puente mutilado quién no cerró los ojos y dijo alguna vez o todas las veces de la hoguera soy el que no es el sin nombre soy el sin cuerpo el fantasma han descubierto un cortocircuito en el plenilunio y cómo hacemos noche bajo el puente si por ahí pasa el río el río de los locos del incendio
violonchelo la soledad compone una melodía oscura para que toque la violonchelista invisible susurros y medias voces ella intenta entrelazar unos con otros los hilos de las notas en el aire ellos la marean la perturban la envuelven la engañan la seducen la tiemblan la provocan titubea manos quietas avance y retroceso pulso y contrapulso se detiene con pertinacia la violonchelista dormida vuelve a empezar vano augurio de seguridad durante los silencios se escucha un llanto condolidos pájaros que la noche ignora entre sus alas esconden las cabecitas piel fresca del mes de abril pies fríos del mes de mayo el tiempo observa al invierno lo ve levantando su carpa sin prisa se anuncia un agua de violonchelo gris
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huesos
madreselva
los huesos que escriben libros se levantan del escritorio para ir al baño.
es otoño en todas partes es invierno para siempre la tarde ya no tiene nada más que decir las tinieblas empiezan a coser sus gabardinas
los huesos que escriben libros a veces se ponen tristes viajan en ómnibus que no respetan su dolor hacia ciudades que no los esperan.
una sala de apartamento deriva
algunos dan clases en la universidad
en un ángulo enfrentado a severa celosía un residuo de sol irisa temblor en una taza de té
hacen planes para el pasado hoy por ejemplo jugaron a no mirar nunca televisión
no se ve la mano que sostiene el asa ni quién es nadie en la nada
los huesos que escriben libros a sus libros se parecen a veces se sientan en un banco de una plaza la gente pasa por delante y nadie los recoge
construcción inconclusa no se le ve la cara a la palabra madreselva porque suena de espaldas
sábana a la sábana de la noche le brotó un filo duele por el hilo del filo se deshiló santa reliquia que en la torre del alba se anuncia sábana madre despertando por los pies clamando por paño voceando incongruencias de una a tres de cuatro a cinco luna tuerta nube muda graznido perro pero silente puerta a la sábana esta noche le nació un hijo duende con el brazo del hijo señaló el techo con el llanto del duende ganó estado los minutos se hacen viejos a gran velocidad no es ocasión de aire sino de polvo no sé si laurel o escarmiento cada vez que pasa esto pregunto cada vez que pregunto vuelve a pasar faltan datos
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silvia herrera Esta mano. Esta negra camisa que usé para la boda envenenada. Esta aguja. Este hilo seco. Un domingo como todos. Una tarde. Hacia el cielo agrisado va subiendo el perfume, el cruel perfume muerto de la hojas doradas que quemó el verano. Que de los anchos árboles, van a buscar el mar. Todas esas hogueras tienen olor a infancia, a once años en Abril, al bosque inquieto que la niña de entonces bautizara, cada árbol con su nombre, conociendo los nudos de todas sus cortezas, subiendo cómo cada hoja desprendida volvería a aparecer. Olor a tardes ensimismadas adormecidas por las otras tardes. A días que se miraban absortos en el día que pasó. Cuando imaginaba que cada rostro que golpeaba el alma era el hombre de amor, y con pensarlo, lo arraigaba ante mi. El que siempre fue un olor de otoño. El perfume de cosas que no están, pensadas desde hoy, desde la última gracia. El olor de las hojas quemadas. Y del agua. Y de la verde arboleda y de todas las tardes del largo verano por las que caminaba lentamente con el hombre de amor. Mayo 18 de 1953 (de Dos elegías en primavera y otros poemas)
*Se agradece especialmente a Melba Guariglia por facilitar los libros de donde fueron extraídos estos poemas. Los poemas aquí presentados son copia fiel de como aparecen en dichas ediciones.
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a Gladys Castelvecchi No tenemos otro tiempo qué vivir. No tenemos otro tiempo Quédate como eras, Dios de las transformaciones. Deja que te vea oscilante y diciendo, como siempre - Marcha, a la célula que va a la tierra, al árbol centenario cuya caída atroz suena en la selva como un alfiler. No tenemos otro tiempo qué vivir. No tenemos otro tiempo. Sólo una vez desfilará esta máxima noche por mi cuerpo. Es de mañana, y mi alegría ve su rostro de simiente sólo por una vez. Quédate como eras. Que si es así, si la verdad es tan sola, si hemos de dar sólo una sombra al suelo, si hemos de amar un solo grupo angustiado de veces todas por única vez, te veré sin amor, como a una joya, arduo, cruel y cerrado en las imágenes y pediré perdón por mi tiempo en que nada ha sucedido, en que cada obsesión venció a mi frente. En que pienso en las cosas que se mueren como si fuera la única vez. Como si cada una fuera la última cosa que se pierde y dice, como un mar, que no tenemos otro tiempo qué vivir. No tenemos otro tiempo Mayo 17 de 1953 (de Dos elegías en primavera y otros poemas)
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Un pedazo de tierra en donde echar la desgarbada raíz, ésa que viene hollando a solas el mundo, la rasa raíz de mi paso, dame. Quizá una casa gris no lejos del mar que nace en cada ola, donde un pino dijera vejez, donde un coche lejano llevara siempre al solo pasajero, sutil, rápidamente, mientras le oyera sin sueño, dame. Donde pájaros grises cantaran en la tarde, sin que hiciera entrever la temblorosa flor de sus gargantas, aquella ausente ciudad, corona luminosa, corona de cristal de los que aman. Al fin sobre la arena aman con viva violencia, con su inmensa pobreza de oro mientras un perfume va llegando a los senderos sin fin, como un fin, dame.
Abril 23 de 1954 (de A destiempo)
Ya que en el fondo de la taza oscura las hojas de té, desde siempre dijeron el alto pasado por donde todo bajó lentamente. Como una hoja de té en el fondo del sueño, de cada sueño cómo estabas siempre. Ya que una flor de entre la tierra quieta sube, después de todo, al rosal aún caldeada de huesos y centellas, siento que siempre su sangre infinita surgió. Cómo vivías en flor bajo mi alma sellada. Cómo vivías siempre. Como un rayo en el sonoro polvo mineral, en medio del canto letal de los átomos, en el sofocado paso de los ciervos, que han olvidado el sonido de la selva hallabas un lecho en ella para tu voz vegetal,
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una semilla donde ser el fondo. Cómo hablabas siempre. Cómo, tocando el árbol en que estabas, apegado mi oído a su tronco se oye vivr el mar, se oye una primavera cercana a la mano. Se oye el oleaje en medio de la tierra. Se oirá mañana al despertar, y luego bajo la media luna, el día inusitado en que haya muerto hace tiempo. Se oirá cómo hablabas, se oirá cómo estabas, cómo vivías siempre.
Julio 10 de 1954
(de A destiempo)
segunda elegía en primavera Tiempo del ayer, de lo que está entre el germen y la muerte. Entre el pez y la nave todopoderosa. Quién de ellos lleva a quién, en qué partos submarinos se transforman con horror uno en el otro? En cuál de ellos está la cueva del presente, esta cueva que llegó en silencio? Cuando se mira ya es ayer, ya es tierra de la idea donde los hechos, pequeños, se tienden y en cada uno de ellos se devana el sueño. Mal por mal, vez por vez, cosa por cosa ausente van formando la cara de ahora que veremos cuando ya no exista, sabiamente muerta. Sabiamente ida hacia el mar. Atentos cipreses brotan de sus huesos. Transformadores, ávidos de apariciones, de gestos de rostros que alguien ha tenido y esperan calladamente el turno de sus células, la vida futura que los llevará. Vienen como vapor, del fondo de las cosas. De la órbita de los lagos, extático planeta de reflejo, del graznar de las gaviotas olvidadas, de la música extraña que entonan los templos, a recoger su rostro en este día en que los otros lloran por cómo ellos fueron por cuántas veces han reído o llorado, gozado el amor, de garras invisibles. Por cuántas veces forjaron un rostro nuevo al amar. Ellos vuelven y ríen. Ríen de alegría, de anchura y de inmensa simiente, ríen de infinito, arduos dominadores, ríen por la forma y por el día que vendrá. Ríen embriagados de futuro por su serena hora ardiente y por haber sido, ahora que lo saben, vivos y muertos a la vez por un tiempo. Por un tiempo huéspedes del dolor. Por un tiempo hijos de Dios. Por un tiempo. Noviembre 2 de 1953. Día de Difuntos (de Dos elegías en primavera y otros poemas)
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Como en la sentencia del griego el poeta Jorge Castro Vega no podría, al menos si pudiese no debería, bañarse en el mismo río. El tiempo es inexorable, y el bañista y el río mutan, se hacen otros en otra realidad. Claro, Heráclito no avanza más allá, el rigor de la sentencia es ese: fijarse, detenerse, quedar. Podría señalarse que ella misma debería someterse a su propio rasero, pero no, no lo hace, y de paso salva al poeta que desde su portada amenaza con una pluma escolar, aquélla de los tinteros y las manchas, flotando en su paratexto: El mismo río. Castro Vega vuelve porque no ha dejado de bogar, de bañar su pluma en un río que lo tuvo como figura joven en el panorama de la poesía uruguaya allá por el año 1982 y, tras largas titadas de poesía, a veces involuntaria, certificada a veces, arbitraria siempre, con motivo femenino en especial, soleada y también, otra vez, inexorable -Cosas que pasan, es su último poemario de 1997- regresa con su poesía 30 años después. He jugado con los títulos de sus poemarios, el lector los encontrará en la solapa, porque he asistido a una esencialidad poética que orilla el juego del lenguaje, la ocurrencia y la celebración de ese encuentro como una cachetada mal ensayada, infeliz, como si fuera un payaso, el más triste del mundo, proclamado por el poeta: Se les recuerda/ que el número del cachetazo dura/ varias vidas/ y el pobre se olvida siempre/ de agacharse.
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Entonces, lo que pasa es lo que ha pasado, sin redención posible, sin detención y, sobre todo, sin sentido preciso. No sólo se niega la dialéctica, se niega el conocimiento, el aprendizaje, la astucia mínima, y de alguna enrevesada manera, se restablece la sentencia del filósofo, se la reescribe con público -también repetido en su recepción también repetida- en un circo, en medio de la inocencia del ruedo para todo público. Eso se llama lucidez dolorosa. Inevitable lucidez dolorosa. Ahora bien, este texto arriba citado no es el que inaugura el poemario. El que lo hace es más duro aún y también está dirigido al público espectador, a la afición en general, porque el poeta apela a la atención para su canto, como Fierro, como Villon, como Brassens: te contaré una historia amarga pero cervantinamente, porque te encantaré llorando y te alegraré llorando. Y allí descerraja Castro Vega el primero de sus versos: El que no vacila en lavarse las manos con sangre. La he citado con mayúscula y punto, aunque el verso se encabalga en el segundo, que prosigue con la enumeración: El astuto, el de muchos senderos. El poeta ha elegido su yo lírico: Ulises. Pregunto, me lo pegunto desde que leí el libro, ¿la repetición del cachetazo mal dado porque el pú-
blico es tan estúpido como el payaso, desenfoca al viajero por excelencia, al que nunca viajó el mismo mar ni el mismo río ni la misma guerra ni el mismo palacio de pretendientes a su cetro/cuerpo/ mujer/ Penélope?
peza confusa que la alegoría del poeta encierra. Buscar entre ruinas la esencia del que no se bañará jamás en el mismo río, porque ambos, río y hombre, mutarán, inexorables. La ironía en el sentido de ocultamiento, de disimulo, pese al circo, al payaso y al público, radica en las armas que el poeta señala para esa búsqueda. Dejar claro que el escrutinio nunca es físico, dejar que el señor, palabra con la que cierra el poemario, dará, dirá, decidirá, y ese señor o Señor como está escrito, será la calve de la permanencia del río, nunca la negación del cambio o de la dialéctica inherente al poema, a la metonimia que es el poema. Y ese Señor, ¿será el poeta?
El que fue reconocido por el perro, insiste el poeta con la alegoría homérica, ¿prueba que el perro sabe de esencialidades y el hombre no? El perro reconoce el pasado olfateado, pero el hombre no es el mismo para el hombre, no es el mismo hombre como no es el mismo río el río de Heráclito. El perro es un testigo inhumano, el hombre ha cambiado, lo ha cambiado el río, la vida, el viaje y se sabe, la literatura es un viaje en el tiempo y en el espacio. Basta con Por eso el signo de interrogaleer más adelante: se habría caído/ El mismo río de Jorge Castro Vega. si la noche no hubiera hecho/ lo Editorial Yaugurú, Abril de 2017. 66 págs. ción que abre este texto, porque el lector siente, yo al menos lo que hizo. Y el poeta está hablando siento así, que el poeta Jorge de la luna, y él se pone de testigo Castro Vega, sabe burlarse de lo poético, y hay allí, una posibilidad de diferencia, de que no fue, de lo que ha sido y ya no es más. Tanto otro lugar, de huellas no descubiertas en un lugar sabe que la palabra burla, carece de etimología, no hollado, y por eso mismo, otro, nuevo, distinto, aunque no carece de ejercicio, y por eso navega en utópico en el sentido de “no lugar”. un mismo río virtual, sin negar que el testigo lunar sabe que toda alternativa es eso, una posibilidad Pero Castro Vega habla del mismo río, hace un hinque no se dio o se dio sin mengua de toda otra pocapié deliberado, preciso. Y la mente vuela hacia el sibilidad. filósofo griego y le da la razón y hace del paratexto del poeta, un malestar difícil de digerir. Pero la poe- Y citando al poeta: Hasta ésta tiene / su talón de Aquiles. sía es proceso de digestión lenta, de boas y pitones, de relectura eterna, de versos que deben aspirar a Un poema / ejercicio de alquimista ser la compañía del hombre, del lector, en el día de su necesidad final, versos que no renuncian al esCuando se niega crutinio: Traspasé, limpiamente, la médula de un es un águila aguijoneada por su ayuno. Te adivina. hombre/ con mi espada druida. Registré con minuTe muerde cia/ los movimientos que iba haciendo su cuerpo/ Te escarba. hasta morir. Toda gran literatura proclama un escrutinio. Se busca por el hecho físico, por la necesidad de la búsqueda. Aquí bucea un druida pagano, un oficiante torpe, porque busca en el cuerpo lo que acaso, el alma encierre. Acaso por esa circunstancia, en ella misma, en el ejercicio del poder sacerdotal, no importa la religión o creencia del caso, estribe la tor-
Justo cuando faltaron las palabras esas que saben escribirte. Cierra los ojos. Huele estas manzanas. Respíralas: piedra enterrada; árbol que descansa en su semilla.
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sin piel
elbio chitaro
del libro inédito Preferiría no hacerlo
entropía Vacila el corazón; fluctúa, vibra en mí, sobre las aguas de mi cuerpo. En vena, ululante, el aire se revuelve contra las columnas del santuario. Ahora, hay bien y hay mal. Arriba, abajo, negro y blanco. Eso lo sabes desde niño, cuando tenías esperanza y lágrimas. Todo estaba allí, los redentores enfocaban la luz para enviar las sombras De alas sobre la muchedumbre.
La rata estaba ahí también. Perturbada por mi [ inocencia se pavoneaba soberbia por el fregadero; Y cuando madre aparecía por la puerta del frío presto se escondía en la paja brava. Apenas chillaba, pero ella estaba ahí, estaba ahí.
Despertar sin piel: ansío ígneo Mis cisnes polvorientos de cuello negro; En tal caso, no perder de vista el nacimiento del poema. No perder la codicia del poema, el lobo hambriento, al abrir de pronto La piedra perdida de los ojos.
Despertar como un recién nacido En manos de un bufón. Como un buey de pinceladas gruesas y furiosas. Libre ya de entrañas, libre de yugo uncido Sobre lo elevado.
Despertar frente a mi hijo Juan y la sombra de Santiago. Frente a ellos dos, cisnes míos, Con la piel pidiendo a gritos injertarse A una sábana de lino sobre altar. A ese poema, A ese ser, Hecho a fuerza de tierras rojas y caput mortuum.
Despertar sin piel: Como Judas ante el Sanedrín, o Marco Junio Bruto Ante el cadáver sacrosanto. Sin pronunciar palabra, ambos dos. Uno con los labios, El otro con el pugio de miedo prematuro. Bajo la toga pretexta y textual.
Como Celan, Celan, Celan ante las almendras tiritadas. Sólo eso. ¡Puff!
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yegua no es madre también la oscuridad viaja a la velocidad de la luz Mario Montalbetti.
cenizas al final
Dar fe en lo que sigue, dije decidido, Manos en el fuego por el codo; dedos índice y mayor En lugar de clavos y el costado. De ahí el calvario del caído.
Primero, el olvido Emplumecido. Así era el monstruo de mi infancia. Una grotesca araña pollito (grammostola rosea) Sobre los juguetes preferidos. .
Hay luz indicadora por detrás, EXIT, INRI y nada adviene1 ; Salida de emergencia para las palabras. También residuos. También pellejo. También pesar. A ultranza de lo oscuro de la luz.
Del olvido, recuerdo Las anfractuosidades del frontal. Los erizados vellones de bronce de campanas. Los ojos sucios, hondos como sumideros sin sol. Los colmillos de elefantes de Numidia en el fosal (loxodonta africana pharaonensis). Todo fríamente calculado por mi progenitor.
La palabra “cajón”, por ej., ”encofrado” mejor, O lo que puede manejar el hombre solo: una y otra dicen lo que dicen. Tiempo para decir “cajón”. Palabras encendidas, cuerpo que no quiere.
La esperanza madre, esa esperanza, La aspereza de su vida. Esa tristeza, La tristeza yegua. Aunque yegua No es madre de caballo. Loba lo es, (equus ferus caballus) y (canis lupus lupus), en forma respectiva.
Tiempo y distancia del objeto. Ambas palabras son destino De muchas que no vuelven. Extremidad de la tarea. Cenizas al final, clausura. Dar fe en lo que sigue, tomar partido.
Del olvido, la vida que acabose olvidada en el rincón; En la mentira, el silencio como huída de la vida y la muerte. Y todos los dolores, sudores, hedores De tus alumbramientos cometidos.
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Ex nihilo nihil fit.
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ceremonia 2 Inocencia, terror Arturo Carrera.
- Hubieras dejado la noche donde estaba, gurisa. En el mismo lugar. En un principio de luz sobre las sombras. En el murmullo De los árboles, la brisa y tu respiración. Hubieras gritado si te hundías en la acritud del aire. Del tuyo, del de Él, del aire mismo. ¿Quién te hubiera ocultado, gurisa, Aquellas madrugadas, bajo las cálidas cobijas de un hogar?
La sola idea de que tuvieras el poder de mover la oscuridad, De aquí para allá y más lejos, me dejaba intranquilo. Buscaba en tus ojos ese poder, Esa fuerza interior que desviaba el amor hacia los fuegos. No era una fuerza destructora. Era una forma de ver El silencio, un enorme espacio Entre los álamos plateados, un viento imantado sobre el horizonte.
El sueño era tiempo entre llantos ahogados, bajo la ventana, Y las zapatillas rezumadas por el rocío Camino a la escuela 42. El sueño era un escondite secreto para el miedo. Por ello la noche la traías contigo, Bajo tus pechitos aindiados, Para extender la elasticidad de los refugios.
Noctámbulo, tomé una fotografía de la cómoda, donde dabas De comer a una criatura. Tus ojos se encendían de miel Y mies, tan religiosa, porque la niña se dormía en tus brazos Y estabas fuera de la sangre negra de caballo. Eras alimento para los corderos, un reguero de granos de trigo Para los pájaros penetrantes del entorno. Una mañana despejada y perdida. Un sol.
a arturo carrera
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En el poema hay múltiples referencias a la obra del poeta argentino Arturo Carrera (1948 - ).
del cuervo herido Cuervo herido asoma a los pies. ¿No hay bálsamo aquí? ¿Médico? ¿La droga del olvido? Hola, chacal. Hola, compañero, responde desde el lecho. detalles nimios
¿Por qué pasa esto y no aquello? Las gotas del lavabo, los relinchos, El cristal barroco en la cocina. Los esparadrapos de la herida. Aquello que no cierra y resquebraja. Detalles de la mente que se pierden.
Ha llovido. El piso está mojado de alcohol y sílice. Hay plumas de ave del paraíso sobre la hierba. Hubo remordimiento, cisura. Pequeños pormenores bastardeados. Detalles nimios lindan con el umbral de lo que pasa. Hay sangre y nada. Fluidos y cenizas Algo para que vuelvan a tener sentido los relatos.
Resurrecto, Sentido en el ala. Eleva el polvo sumerio su terciopelo palpitante. Lo suspende. Lo enajena. Lo lía a la impotencia del sufriente, de cuerpo en latencia. No hay hilos.
Cuervo del poema asombra La miel de tus ojos apagados, la opresión del pecho. Hola, madre. Vengo acompañado. Hola, m’hijo. Hola, pajarraco, maldice mordaz. Nada está tan lejos de uno Que no se divinice como resto. Es carencia. Es merma. Vacío de marras. Ido al paladar de la carroña. Cuerpo en sentido lato. Latencia, lactancia, lastre del cajón. Retroceso de aguas. Brazos al costado.
Hora de Cristo para las cenizas. Cuervo truhán empollando trozos de tu putrefacción. - No puede ser. - No puedes ser, digo abatido. Nuncamás al no-lugar que construiste. Nuncamás el bien de tus Dedos mochados en la tierra. Nuncamás El apego y la aversión.
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Lo que se dice libros póstumos, pero de veras póstumos, todavía no se ha escrito ninguno, si se excluyen las Memorias póstumas de Brás Cubas, novela en la que Machado de Assis pone al protagonista a escribir sus memorias cuando ya es fantasma. Pero en la realidad real, todos los libros, incluso aquellos que su autor escribe con los días contados, incluso aquellos que salen de imprenta cuando quien los escribiera acaba de morir, surgen de lo vivido en el más acá. Le cabe a El Doctor, el Mago y el Juglar ser el primer libro de Washington Benavides (1930 – 2017) que se publica luego de su deceso, aunque el poeta llegó a ver las pruebas de imprenta. Pero es el penúltimo de sus libros, como todos. Es penúltimo porque a la hora de revisar los inéditos de seguro el material dé para varios volúmenes. Es penúltimo porque los que tratamos al hombre y leímos al poeta volveremos a este libro como a un testamento, y le hallaremos cosas nuevas en cada lectura, lo mismo que un buen
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puñado de sus libros. Y es más penúltimo aún por lo que puedan rescatar de este libro y de toda la obra de Benavides los lectores futuros. Acierta el prologuista, Ricardo Scagliola, al atribuirle a este poemario ese carácter de testamento, en el sentido de que, sin dejar de investigar en lo formal, el poeta de Tacuarembó compendia en el volumen las dudas y los temas de más de seis décadas de poesía. No es una especie de lápida en verso escrita por un poeta demasiado consciente de su lugar en el Parnaso sino un libro vital, de un poeta consciente de sus años y su valía, pero también deseoso de vivir, cantar e indagar. Tanto que – y este es otro acierto de Scagliola en el prólogo – se despreocupa de la forma y combina verso libre, verso métrico y prosa poética sin temor alguno por el trabajo extra que le encarga al oído del lector, trabajo que el libro paga con creces.
El doctor, el Mago y el Juglar, de Washington Benavides. Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2017. 80 págs.
Benavides vuelve a un tópico tradicional que ya ha trabajado, el del viaje. Más específicamente, el poeta
desarrolla el tema de la peregrinación, es decir, del recorrido hacia lugar sagrado, que bien podría ser Santiago de Compostela, Canterbury o Sansueña. Pero el destino del viaje torna sagrados también al camino y a los caminantes, mas de una sacralidad para nada reñida con el buen vino y el holgorio en los altos del camino, en la posada y al calor del fuego. Y quien no entienda que eso es la vida, pues que no entiende lo más importante. Es este un libro de triple perspectiva. Emprenden peregrinaje juntos el Doctor Browne, prosista inglés del siglo XVII y ferviente anglicano, junto con Jorge Luis Borges, traductor de Browne, agnóstico lúcido y a la vez lúdico, capaz de ahondar, por la vía poética, narrativa o lírica, en una postura filosófica, no tanto por su valor de verdad a la hora de alumbrar el misterio sino por el goce estético que pueda producir en el lector, y que primero le produjera a él, que se definía ante todo como eso, como un lector. Los acompaña un juglar – no trovador, sino juglar apenas, como escribe el poeta: Una figura menor, un juglar/ Que porta su mandola bávara/ Terciada, y dice querer conjuntar/ a Bernart de Ventadorn con Ezra Pound – clara trasposición de Benavides, agnóstico, pero de un agnosticismo desgarrado, do-
lido de no hallar respuesta ante el horror, como apunta Scagliola, recordando alguna conversación con Benavides en algún café de Montevideo. Tres perspectivas que, asumidas de buena fe moral e intelectual, permiten al hombre vivir con algún sentido, tanto para sí mismo como para sus prójimos. Son, también, las tres vertientes del decir poético de Benavides, que ha sido el juglar, como sin duda lo prueban las quinientas canciones registradas en Agadu, pero también el erudito que escribe sus poemas desde una profunda y vasta lectura previa y, lo mismo que Borges, trabajando para producir una magia de deslumbre en buena ley al lector, sin golpes bajos de sensiblería. Magia que el poeta nunca termina de perfeccionar (y por eso definía Benavides al poeta como aspirante a mago, siempre en camino). En suma, que este penúltimo volumen es, mientras esperamos la publicación de los inéditos, un libro bueno para leer, cada cual en los altos de su propio camino.
foto de Víctor Cunha
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seguimos leyendo a nancy entrevista con silvia
guerra
En el marco de la edición del disco Seguimos leyendo a Nancy editado por la Fundación Nancy Bacelo y Sondor, convesamos con Silvia Guerra, coordinadora del proyecto. Las tareas de la Fundación y los diferentes alcances de dicha edición fueron el motivo de la breve charla.
¿Cómo surge la idea de realizar el disco? En la Fundación, de las cosas principales que hemos tratado, ha sido preservar el patrimonio de lo que fue la Feria y de dar toda la difusión posible a la obra de Nancy como poeta. En este sentido en 2011 salió una edición de la obra reunida El velo magistral que esconde todo ya que los libros de Nancy se exponían y vendían mayoritariamente en los diciembres en la feria, pero no mucho más, así que tenían una circulación bastante reducida. Con la Obra reunida -que es una edición crítica, que contiene una serie de aproximaciones y ensayos sobre su obra, poemas inéditos en libro y una cronología exhaustiva- la idea fue hacer asequible la obra conjunta de esta poeta que relegó su escritura en pos de su trabajo como editora y propulsora incansable de generar lugares y encuentros para las artes. en este mismo sentido de editar la obra poética reunida es que surge la idea del cd. Un poco como rescate de esas grabaciones, una de fines de los 60' Nancy Bacelo por ella misma de Sonopoemas, y otra de los 80 en un trabajo con Juan José de Mello De pronto al sur de Sondor. a eso le agregamos lecturas, musicalizaciones e intervenciones que se grabaron este invierno en los estudios de Sondor. De este modo queda editado por la Fundación, reunido, compilado, tanto su obra poética completa como estas dicciones que había editado en forma de discos.
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Y rescatar del olvido -o semiolvido- estas lecturas no nos pareció menor ya que escuchar a los poetas leyéndose a sí mismos siempre algo aporta, algo nuevo se abre. el timbre de la voz, la respiración que da a las palabras el aire que queda entre las cosas
¿Con que se va a encontrar el escucha? Bueno ya te respondí en la anterior, por una parte con la reedición de esos dos discos anteriores y por otra con una serie de poetas, músicos, amigos, que leen o cantan textos de Nancy. También se incluyen dos intervenciones sobre esas lecturas a modo de cadáver exquisito que hizo Marcos Ibarra.
¿Cómo fue el proceso de armado y el criterio para convocar a los participantes? A través de las grabaciones que teníamos de estos dos discos. No hubo un criterio determinado para invitar a leer textos de Nancy, podría haber muchísima gente ahí, imaginate que ella tuvo trato y amistad con tantas personas vinculadas a la escritura a la música, al teatro... mucha de la gente que participa sí fueron amigos cercanos a ella, y nos pareció que tenían que estar ahí, pero otras personas están porque en alguna medida se han interesado por su obra, o han estado cercanos de un modo u otro.
el disco / contratapa Seguimos leyendo a Nancy reúne los poemas grabados por la autora leyéndose a sí misma en los tempranos años 70 para el sello Sonopoemas más algunos de los que formaron parte del disco De pronto al sur que grabó en 1981. A eso le agregamos una serie de lecturas, musicalizaciones e intervenciones que en su homenaje hicieron con alegría y entusiasmo poetas, músicos y amigos durante agosto y setiembre de 2017 en los estudios de Sondor especialmente para este disco con la convicción de seguir leyendo a Nancy, y, cada vez más, redescubrirla. Este disco estuvo a cargo de Silvia Guerra, Diego Cubelli y Marcos Ibarra. Ediciones de la Fundación Nancy Bacelo (Justo Bacelo, Marta Artagaveytia, Berta Montañez) + Sondor.
Claro que esa parte podría ser distinta. No quiere decir en absoluto que los que estén leyendo o cantando sean los únicos que canten textos de Nancy ni que los que lean tengan algo que otros no tendrían. El disco se enmarca en las actividades que realiza la Fundación en cuanto a la continuación y difusión de la obra de Nancy Bacelo. En ese sentido, ¿Qué otras tareas se vienen realizando? La Fundación básicamente ha tenido la función de resguardar todo ese patrimonio que nace a partir de la feria, un fondo editorial importante de ediciones de la feria, las revistas y el sello 7 poetas hispanoamericanos, y también esas actividades que desde la Galería del Notariado Nancy promovió durante años como los salones de primavera en que hacía coincidir un artista visual con un poeta para que hicieran algo conjunto. Además de ese resguardo la idea de la Fundación fue generar lugares de encuentro, propiciar la posibilidad del pensamiento. en ese sentido hemos hecho una serie de seminarios, conferencias, presentaciones, además de llevar adelante cada dos o tres años una muestra de pequeñas editoriales de poesía en donde se exponen libros de pequeñas editoriales que tienen escasa difusión en el mercado, o que son de difícil acceso a nuestro medio. Hemos expuesto libros de editoriales extintas como Aquí poesía por supuesto que 7 poetas libros y revistas de la editorial tsé tsé de Buenos Aires,
como también editoriales actuales, nuestras Yaugurú, Rebeca Linke, Hum poesía, Civiles Iletrados, La Cartonera, y Limón partido y Pico de gallo de México, Pen press de Nueva York, ediciones de la Fundación Victoria Ocampo de Argentina, Amargord y Sibila de España, editorial Hilos de poesía de Buenos Aires... capaz se me pasa alguna otra ahora. Hace relativamente poco hicimos una edición de homenaje a 7 poetas hispanoamericanos con la publicación de tres revistas en que editamos a poetas vivos latinoamericanos, eso involucró -además de la edición- una serie de presentaciones de esos poetas y la participación de poetas locales. También con la ayuda de un Fondo Concursable digitalizamos una serie de filmaciones de la Feria con la misma idea de resguardar esos registros y a partir de esas digitalizaciones hicimos una pequeña muestra con esos materiales. El centro de Fotografía de Montevideo (CDF) hizo una muestra a cielo abierto en el Parque Rodó de fotos emblemáticas de la feria hace algún tiempo, y en ese momento una serie de personas leyeron poemas de Nancy. varias de esas personas forman parte del cd. Este año tuvimos la visita de Reynaldo Jiménez poeta, traductor y ensayista peruano-argentino que ya ha estado otras veces en la Fundación, presentando un ciclo excelente de conferencias Sesiones de música inaudita en donde hace un recorrido a través de la música, la psicodelia y la poesía. También este año hicimos una exposición de las pinturas de la artista visual argentina Gabriela Giusti.
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en este número elbio chitaro Poeta uruguayo (Durazno, 1961). Dos veces 1er. Premio Nacional de Literatura, 2010 y 2013 por Versión de Medea e Idealidad de cántaro, respectivamente. Así como Menciones en el 2013 y 2015 por Aguantaraz y Preferiría no hacerlo, respectivamente. 1er. Premio en el Concurso de Poesía de los Fondos Concursables para el Fomento Artístico y Cultural por Palabras rotas, 2010. En el 2014 fue invitado al 24º FIP en Medellín, Colombia; y en el presente año al 12º FIP en Buenos Aires y 7º FIP en San Nicolás de los Arroyos, Argentina. Incluido en la Muestra Un país imaginario, Escrituras y transtextos: 1960-1979 (2014). Publicaciones: Aguantaraz (2016), Idealidad de cántaro (2014), La impureza (2013), Palabras rotas (2010), Versión de Medea (2008), La tristeza de la madre del caballo (2002). juan de marsilio (Montevideo, 1963) es docente de literatura, periodista cultural y poeta. Ha publicado los siguientes poemarios: Alondras, lobizones, elefantes (Montevideo, Signos, 1990), La casa y su habitante (Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1991), La sed y el agua extraña (Toluca, La tinta del alcatraz, 1995), Pavana para un dinosaurio difunto (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2005), Futuro (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2006), 48 (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2007), Algunos otros poemas políticos (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2009), las palabras esas, trece panfletos provisorios y un poema de infancia (Montevideo, los libros del chancho con alas, 2012) y Jazmín del país / episodios nacionales y peñaroles (Montevideo, Ediciones del Mirador, 2015). alfredo fressia nació en Montevideo, Uruguay, en 1948. Es poeta y traductor. Enseñó letras francesas durante 44 años. Profesor de Literatura, fue destituido de la enseñanza por la dictadura uruguaya. Se instala entonces en São Paulo, Brasil, donde reside desde 1976. Ha ejercido la crítica literaria en medios de Uruguay, Brasil y México. Su obra poética ha sido traducida al portugués, inglés, francés, rumano, italiano, griego y turco. Su primer poemario fue publicado en 1973 y los más recientes en 2013, cuando completó cuarenta años de poesía. Sus poemarios más recientes son Poeta en el Edén (Montevideo/México, 2012, reeditado en 2016 Argentina), Cuarenta años de poesía (Montevideo, 2013), la edición bilingüe Clandestin (Harmattan, París, 2013), Susurro Sur (Valparaíso, México, 2016) y La mar en medio (2017). maría gravina (Montevideo, 1939). Profesora de francés, ha coordinado talleres de escritura a lo largo de su vida. Durante años estuvo exiliada en Suecia y Cuba. Su obra ha sido publicada en revistas, semanarios y antologías de diferentes países. Con el libro Lázaro vuela rojo conquistó el Premio Poesía Casa de las Américas en 1979. En 1981 publicó un libro de testimonios: Que diga Quincho. De su última producción poética destacamos La leche de las piedras (1986) y Que las cosas fabriquen sus finales (2010). silvia guerra nació en Maldonado en 1961. Publicó, entre otros, los libros de poesía Nada de nadie y Pulso. Es coautora de dos libros, uno de reportajes Conversaciones oblicuas / diálogos entre la cultura y el poder y de una edición de la correspondencia entre Gabriela Mistral y los escritores uruguayos El ojo atravesado I y II. Editó la obra reunida de Nancy Bacelo El velo magistral que esconde todo. Es autora de Fuera del relato, una biografia aproximada de Lautréamont y del libro para niños Historia de un pueblo que dejó de serlo. silvia herrera Nació el 6 de enero de 1927 en Montevideo, Uruguay y falleció en 2003. Realizó estudios en el Instituto de Profesores Artigas donde se graduó como profesora de Literatura. Asimismo realizó estudios de Letras en la Facultad de Humanidades y también en el Nuevo Conservatorio Musical. Ejerció la docencia de Literatura durante 21 años hasta el año 1976. Publicó: La noche breve (1946), Ayer y azul (1947), Ziegelrot (1951), Cinco reinos (1956), Dos elegías en primavera y otros poemas (1992), A destiempo (1997). marcos ibarra 9 de Agosto de 1958, Tacuarembó, Uruguay. Artista plástico, escritor, organizador de eventos culturales. Como artista plástico se formó en los talleres de Dumas Oroño, Guillermo Fernández, Juan González, Club del Grabado de Montevideo, entre otros. Desde 1980 participa en exposiciones tanto individuales como colectivas. Realizó ilustraciones para diversos libros y discos. En 2008 publica el libro Odiario con la editorial Yaugurú. en 2011 el libro Los Mutantes y en 2015 De las aventuras de Germán Villemel. Experto en fenómenos paranormales Primer premio del IV Concurso de Narrativa de Espacio Mixtura. Co edición Yaugurú y Espacio Mixtura. álvaro ojeda (Montevideo, 1958). Poeta, narrador, crítico y periodista. Obra poética: Ofrecidos al mago sueño (1987), Alzheimer (1992), Los universos inútiles de Austen Henry Layard (1996), Cul-de-sac (2004), Toda sombra me es grata (2006) y Aceptación de la tristeza (2012). En narrativa, publicó las novelas El hijo de la pluma (2004), La fascinación (2008), Máximo (2010), La mula (2014) y Congoja (2017) eduardo nogareda Nacido en Montevideo en el año 1944, vivió exiliado en la República Argentina entre los años 1973 y 1976, y en España después de ese año. En octubre de 2005 retornó al Uruguay y vive desde entonces en Montevideo. Es poeta, comunicador, actor y cantautor. Tiene publicados los siguientes libros de poesía: Poesía en carne propia (Madrid, 1977), El aire es un gran animal (Montevideo, 1985), El estruendo de una mosca (Madrid, 1992), Pensado campo (2007), Hoy el cielo es un paraguas que sostiene un triste (2009), Aunque la orquesta se duerma (2013), Los hornos (2014) y Acá no es (2016). También realizó edición, prólogo y notas de la novela La tregua, de Mario Benedetti, para Editorial Cátedra, Colección Letras Hispánicas, Madrid, 1979. En 2011 publicó dos discos: uno de canciones, Corsoacontramano, y otro de poemas: Ruido de poemas.