La Familia Revolucionaria en México

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Conclusión General

Algunos países castigan su pasado, otros lo entierran en un ataúd. Propongo una tercera vía: la reexaminación del México que fue. Quienes hurgan en el pasado lo hacen motivados por la nobleza o la mezquindad, la revancha o la reconciliación. Entienden que el pasado importa; el ayer pesa, nos alcanza. Existe, sin embargo, un motivo fundamental: la única manera de exorcizar el pasado es entenderlo. ¿Cuál fue el sustento del sistema político mexicano? Las tesis tradicionales señalan al presidencialismo y al partido. ¿Pero qué se encierra detrás del presidencialismo y qué detrás del partido? ¿Qué es lo que entró en crisis para que el funcionamiento eficiente del sistema fuera aniquilado? El presidencialismo mexicano comenzó, ciertamente, en 1917. Pero el formalismo del presidencialismo fue ineficaz desde el principio. El presidencialismo se consolidó en la medida en que contó con instrumentos que permitieron al Presidente de la República contar con factores reales de poder social; cuando pudo imponer su hegemonía sobre la milicia, los trabajadores y el capital; cuando, además de convertirse en el gobierno de la nación, se convirtió también en árbitro, juez y parte en la lucha política dentro de la sociedad a través de tres instrumentos: el ejército, el partido y la empresa paraestatal. El ascenso a la presidencia no se basó en el ejercicio de la democracia, sino en la capacidad de los miembros de la Familia Revolucionaria para encumbrar a un líder circunstancial sin oposición real al frente, porque contaron con los instrumentos políticos para lograrlo ante una sociedad desorganizada; esos instrumentos eran los sectores del partido oficial. La Familia Revolucionaria conformó una clase política con sentido patrimonialista del Estado, que cada seis años presentaba ante la sociedad a uno de sus miembros para su confirmación democrática; por eso fue tan importante la fundación del partido del poder. Los caudillos y caciques de la Revolución que no habían resuelto la negociación interna sobre su propio liderazgo, lo hicieron cuando esa conducción fue subordinada por el camino institucional, de tal manera que una corporación política consagró el poder de todos al mismo tiempo que lo subordinó a un poder central reconocido, fuerte, indiscutible y alternativo. El partido de la Revolución fue, finalmente, un mecanismo de negociación interna de un grupo de caudillos y caciques que evolucionó hacia la conformación de una clase que se posesionó del Estado con el auxilio de sus factores reales de poder. Así,


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