Capítulo I La tripulación revolucionaria
La Revolución Mexicana no solo es un acontecimiento histórico, es decir, no es un acontecimiento que pueda discutirse con tranquilidad, en la medida en que la Revolución se ha convertido en la base para legitimar a un régimen político que gobernó en México más de siete décadas. Los padres fundadores del sistema estuvieron en la batalla revolucionaria. Ahí se conocieron, tratándose, conociéndose, pero, sobre todo, haciendo cada uno su revolución. Los norteños, como Carranza y Obregón, eran profundamente liberales y admiraban el progreso económico norteamericano. Los del sur, representados por Zapata, traían en su sangre mestiza la contradicción entre lo autóctono y lo español; eran desheredados, buscaban su identidad y aquello que les pertenecía. Otros más, los cercanos al golfo, alumbrados por el socialismo radical y la lucha de clases, generarían gobiernos sumamente controvertidos: Tomás Garrido Canabal y Felipe Carrillo Puerto. Así, haciendo su propia revolución, escogiendo entre el cacicazgo y la legitimidad política, ganando y perdiendo, la historia popular asignó diferentes grados de estima o desaprobación a los revolucionarios. La insurrección armada reconstituyó el sedimento de lo que fue el caudillismo en el siglo XIX. En el alzamiento contra Huerta y en la pugna entre las fracciones revolucionarias volvieron, en las estructuras de los grupos en lucha y los medios que cada uno de ellos utilizaba, las viejas prácticas caudillistas. La guerra civil dejó en el país un caudal impresionante de hombres fuertes, jefes militares y caciques regionales con poder, armas e intereses propios. Los protagonistas de la Revolución, salvo Villa y Zapata, rehusaban compartir los valores sociales de la gran mayoría. La generalidad de la minoría sublevada se entregó a los dos caudillos que de ninguna manera representaban la ortodoxia de la gente que triunfó. Ni Villa ni Zapata, quienes podían aspirar al título de líderes representativos del Pueblo, fueron los triunfadores de la rebelión. El grupo constitucionalista, que se hizo del poder a partir de 1917, nunca fue completamente revolucionario, solo reformista. No pensaban como todos los mexicanos y de ningún modo eran la parte mayoritaria de la nación. Para el objeto propio de este estudio, sin embargo, dicha facción es la que mayor interés representa por su contribución al Sistema Político Mexicano.