La Familia Revolucionaria en México

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Capítulo IV El amotinamiento

Desde el movimiento estudiantil popular de 1968, el Estado mexicano entró en un deterioro que adquirió múltiples manifestaciones. El movimiento del 68 sacudió, sobre todo, a las clases medias, en particular a los estudiantes universitarios, los profesores y los intelectuales. Enarbolando demandas de base constitucional (libertad a los presos políticos, derogación del artículo de disolución social, cese del jefe de la policía), el movimiento estudiantil cobró características populares de gran magnitud. Terminó en una masacre que los cálculos oficiales se empeñaron en negar mientras los periodistas nacionales e internacionales registraron varios cientos de muertos. Constituyó un punto de ruptura en la evolución política, social e ideológica del país.1 Movimiento esencialmente contestatario, limitado a una crítica de rechazo sin proyecto alternativo expreso, el movimiento estudiantil-popular de 1968 atacó y erosionó seriamente los mitos del Estado conciliador y árbitro, tratando de revelar su papel predominantemente represivo. El fracaso de los leves intentos conciliadores del gobierno y la escalada de represión que culminó en Tlatelolco acentuaron los enfrentamientos políticos e ideológicos. Estos fueron producto de una política inhábil y represiva, y también manifestación de nuevas formas de lucha de la oposición. El Estado perdió su hegemonía ideológica a un grado sin precedente. Los símbolos de la Revolución Mexicana, usados para justificar la represión, acabaron vacíos de contenido. La nueva y la vieja izquierda empezaron a acercarse a un planteamiento frontal de la lucha, con señalamientos de un nuevo proceso revolucionario y negativas

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Con anterioridad, el Estado había enfrentado momentos críticos que, aparentemente, fue capaz de absorber, como en 1958-59 durante el movimiento obrero encabezado por los ferrocarrileros; en 1962, cuando fue asesinado el líder campesino Rubén Jaramillo; en 1964, cuando se enfrentó al gremio médico, mientras se iniciaban las guerrillas en Ciudad Madero (Chihuahua), o en 1967, en que, tras la matanza de Atoyac, Lucio Cabañas se fue a las guerrillas del sur. En realidad, todos esos movimientos y otros más no derivaron directamente en una crisis del Estado. Éste los controló en forma política o militar. Pero desde 1968 el fenómeno abarcó todos los campos y adquirió nuevas dimensiones.


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