Una aproximación al inicio del individualismo en el solo de jazz

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UNA APROXIMACIÓN AL INICIO DEL INDIVIDUALISMO EN EL SOLO DE JAZZ (2013) Dimitar Correa Voutchkova balkanjazz@gmail.com http://pensarsonar.blogspot.com/

Dimitar Correa Voutchkova 2013

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Dimitar Correa Voutchkova Egresado como guitarrista del Taller de Jazz Caracas, Licenciado en Artes, Mención Música y Licenciado en Educación, Mención Artes, de la Universidad Central de Venezuela. Es docente en la Universidad Nacional Experimental de las Artes en el área de Metodología de la Investigación y Estudio de la Música Popular Urbana. Asimismo, es miembro de la Rama Latinoamérica de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular (IASPM-LA). Su área de investigación se ha centrado esencialmente en el estudio del jazz en Venezuela a través de la vida y obra de Gonzalo Micó y los aspectos históricos y pedagógicos de las instituciones educativas Escuela de Música Ars Nova y el Taller de Jazz Caracas.


UNA APROXIMACIÓN AL INICIO DEL INDIVIDUALISMO EN EL SOLO DE JAZZ1

El termino individualismo proviene del latín individuus (individuo) y es un valor que se encuentra presente en la Grecia antigua. Se acentúo con gran fuerza durante el Renacimiento y perduró hasta hoy en día, pasando a lo largo de los siglos y asumiendo formas de ser diferentes de acuerdo al contexto socio-histórico por el que se encontraba rodeado. Es decir, en cada época el individualismo ha sido diferente y ha asumido roles así mismo diversos. Sin embargo, el individualismo que aquí se tratará será el relacionado con la edad contemporánea aplicándolo en específico a una de las manifestaciones más originales del siglo XX y de la música popular urbana como lo es el jazz y, exclusivamente, al solo que es tan fundamental en el desarrollo de este género musical. Hoy en día el individualismo ha sido muchas veces visto como un aislamiento del ser humano de las normas sociales, de los requerimientos que el medio social le exige, buscando este ser individual rebelarse y manifestar su yo, cayendo en algunos casos en el anarquismo y yendo contra instituciones ya clásicas en la sociedad occidental, tales como el Estado, la familia y la religión, entre otras. Ello se debe, en parte, a una concepción en la cual se considera que el verdadero creador de lo que tiene la sociedad es el individuo y no la sociedad en sí, la cual representa a la colectividad unida con sus propios esfuerzos en busca de creaciones para el bienestar de todos. Por lo tanto, el que importa es el ser y no la “masa colectiva”. El hombre tiene como principal objetivo conseguir su felicidad y para ello se sostiene sobre la libertad que le proporciona el individualismo (actitud natural y constante del espíritu humano). Pero el Estado y la sociedad en general con sus normas no permiten, según el individuo, esa felicidad al imponer deberes que atan al ser humano y reprimen sus verdaderos deseos de expresión natural, es

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Artículo que plantea una reflexión personal sobre la aparición de la figura solista del músico de jazz como improvisador a partir de una serie de circunstancias históricas, socio-culturales y geográficas que determinaron dicho surgimiento en los inicios del jazz.


decir, el ser libre de elegir su rumbo y decisiones propias. Ésta es otra razón del aislamiento y el anarquismo del hombre contemporáneo. Esta actitud de ir en contra de lo establecido por la sociedad y el materialismo producido dentro del mundo occidental de la industrialización, fue un hecho que se materializó durante el Romanticismo, en donde los artistas despreciaron las bondades que les brindaba su entorno comercial para recluirse en sí mismos, despreciar, criticar y luchar o ir simplemente en contra de aquel ambiente que impedía al sujeto creador ser el mismo, expresarse libremente, convirtiéndolo en objeto de uso y de dominación para los caprichos e intereses del Estado y la industria comercial del arte. A pesar de esto, el ser humano sabe que no puede desprenderse en su totalidad de su medio ambiente (entorno social y cultural), sino que más bien necesita interrelacionarse con el mismo, sin que ello impida la manifestación de su individualidad. Es usar al medio o a la sociedad como puente o punto de apoyo para conseguir la manifestación del individualismo, tal y como ocurre en el jazz, en donde el solista necesita de una base rítmica y armónica del conjunto de músicos que lo acompañan, para poder, de esta forma, manifestar su solo con la mayor libertad expresiva. En otras palabras, mostrar su inspiración, sus ideas, sentimientos y pensamientos como individuo creador, como ente impulsado y ayudado por la sociedad. Si el músico de jazz no se apoya sobre este acompañamiento y se aparta del mismo por completo, encerrándose dentro de sí, sencillamente se perderá, equivocará y desvirtuará no solo en su libre expresión, sino en el buen desarrollo de la obra interpretada. Esto también se puede aplicar al individuo en relación con su medio social. Ahora bien, el arte es el mejor medio para ver reflejados los hechos que se suceden alrededor y dentro del alma de todo ser humano en todas partes del mundo. Por lo tanto, el individualismo al formar ya parte esencial del saco de valores de la humanidad y al ser una constante hoy día de su espíritu, se le puede ver en uno de los estilos musicales más importantes del siglo XX como es el jazz y en la figura del solo, interpretado por un solista, individuo esencial de toda agrupación de jazz.


El jazz es simplemente producto de una sociedad de mediados del siglo XIX, la sociedad victoriana y las grandes ciudades, con la consecuente llegada de la industrialización y las nuevas tecnologías que la misma trajo consigo. El victorianismo consistió, básicamente, en una entidad social en la que reinaban valores superiores de respeto, autocontrol, trabajo, responsabilidad, decencia, orden y rechazo a todo acto inmoral. En otras palabras, fue un defecto para la gente joven de finales del siglo XIX, quienes deseaban vivir en libertad para gozar de lo que la vida les proporcionaba, de sus propios deseos y sentimientos, sin necesidad de regirse a normas que los reprimieran y no les permitieran ser. Esto pudo suceder gracias a la llegada de los grandes desarrollos urbanos (ciudades) y su rápido crecimiento, lugares en los que el individuo podía conseguir y hacer todo lo que quisiera o anhelaba (dentro de los límites de las leyes del Estado), sin tener a un ente controlador (moral) que lo juzgara. A nadie le importaba lo que el vecino hiciese, cada quien era libre de hacer lo que quisiera, es decir, había ya, a partir de aquí, una presencia del individualismo que se desarrollaría cada vez más a lo largo del tiempo. Este deseo de expresarse libremente se visualizó en las áreas humanistas del saber como la filosofía, la literatura, la pintura, la escultura y la música, en donde se propugnada por una manifestación del ser y de la espontaneidad libremente ejercida. En las ciudades, ahora en constante ebullición por su rápido desarrollo y grandes sucesos, esta actitud trajo gran alegría y receptividad en muchos sectores de la sociedad, aunque no en todos, presentando ante el colectivo que habitaba en ellas un mundo nuevo capaz de hacer realidad los sueños de todo individuo. Es entonces cuando el jazz se convirtió en el estilo a escuchar, interpretar y seguir no sólo por su estética, sino también por lo que representaba para la sociedad de aquel momento, un estilo musical lleno de libertad, espontaneidad, posibilidad de improvisar en el mismo momento de la ejecución y de expresar lo que se sentía y deseaba sin necesidad de atarse a normas o teorías musicales que impidieran manifestar estos nuevos valores, admirados, buscados y defendidos por el sujeto de la edad contemporánea. El jazz simplemente se adaptó a los nuevos intereses y necesidades.


Sin embargo, en un primer momento el solo en los conjuntos de jazz no fue el elemento principal, más bien lo imperante fue la ejecución e interpretación del grupo en su totalidad, como un colectivo en donde cada sujeto dependía del diálogo que estuviera desarrollando de forma simultánea con su compañero de grupo. Es decir, no existía aún la figura del solista, sino una especie de improvisación colectiva (controlada) entre la trompeta, el clarinete y el trombón, acompañados por una sección rítmica (contrabajo o tuba, banjo o guitarra, piano y batería). Tal es el caso de la Original Dixieland Jazz Band, la primera agrupación de jazz estilo Nueva Orleans en grabar un disco del género en la ciudad de Nueva York en el año 1917 con el apoyo de la compañía discográfica Victor. Esto se debe a dos hechos fundamentales, ambos dados durante el siglo XIX: la visión de los grandes conjuntos instrumentales de la sociedad victoriana, como lo fue la orquesta y los grandes coros; y como segundo aspecto, está la concepción de comunidad por parte de los afroamericanos que vivían en Estados Unidos, quienes manifestaban sus expresiones culturales, procedentes de diversas regiones y etnias del continente africano, de forma colectiva en espacios de la ciudad de Nueva Orleans como el Congo Square. Esto último se debe a sus raíces africanas, en las cuales el grupo de instrumentistas, que eran percusionistas en su mayoría, tocaban la música en conjunto sin destacarse nadie como individualidad, en donde el público era un participante activo en el desarrollo musical al cantar y bailar durante las actividades religiosas o culturales de la tribu. Lo mismo ocurrió en las bandas militares y bandas de metal formadas por sujetos de ascendencia africana de finales del siglo XIX y principios del XX, en donde tanto los músicos, que interpretaban su parte en grupo, como el público que bailaba y cantaba con ellos, muestra como se preservaron las raíces culturales de África. Es decir, no había público, sino que todos participaban. Esto mismo se siguió haciendo con la música que cantaban los afrodescendientes en la iglesia durante los servicios del día domingo, así como con los cantos y las canciones evocadas en los sembradíos de algodón. A pesar de esto, las grandes transformaciones y los nuevos requerimientos, expuestos anteriormente, trajeron consigo cambios que alcanzaron a la música, en este caso al jazz, en el cual el


sentido del individualismo se fue colando poco a poco hasta convertirse en el principal protagonista, manifestado, tal y como se dijo antes, en el solo y olvidándose la importancia del conjunto tal y como antes era concebido en el jazz estilo Nueva Orleans, en el que poco a poco comenzaron a aparecer estas figuras solistas como Freddie Kepard (trompeta), Joseph “King” Oliver (trompeta), Sidney Bechet (clarinete), Edward “Kid” Ory (trombón), Ferdinand “Jelly Roll” Morton (piano), Eddie Lang (guitarra), y el más importante de todos, Louis Armstrong (trompeta), quien desde Nueva Orleans venía mostrando sus dotes de solista y que eclosionaron en los años veinte con sus famosas grabaciones de los Hot Five y los Hot Seven realizadas entre 1925 y 1928 para Okeh Records, en donde se produce un cambio de perspectiva de lo que es y debe ser un solista de jazz. Es en el jazz estilo Chicago en donde se cobra total y plena consciencia de la necesidad de esta última figura, a partir de lo cual todos los intérpretes del género buscarán tener una mayor o menor presencia desde sus instrumentos en los conjuntos musicales de todos los estilos que siguieron después. Lo mencionado antes se debe a que el espíritu creador necesitaba libertad, expresar lo más profundo del ser sin condicionamientos o reglas que lo impidieran. Esto lo entendieron muy bien los solistas, quienes manifestaron en sus solos una gran espontaneidad y se encargaron de diferenciar entre una base rítmica y armónica, integrada en su esencia por la batería, el contrabajo y el banjo o la guitarra, y los solistas formados por el piano (Duke Ellington, Ferdinand “Jelly Roll” Morton y Art Tatum), la trompeta (Louis Armstrong), el trombón (Edward “Kid” Ory), el saxofón (Coleman Hawkins), el clarinete (Sidney Bechet) y la guitarra (Eddi Lang). Pero fue, como ya se dijo, Louis Armstrong el encargado de comenzar con esta imagen del solista cuando empezó a destacarse con sus geniales ideas a la hora de improvisar con su trompeta, apoyado por la banda que lo acompañaba, la cual noche tras noche permitía que éste se regodeara en sus solos llenos de gran virtuosismo, espontaneidad y expresividad. En ocasiones dentro de una determinada improvisación el solista puede tomarse la libertad de modular a tonalidades no pertenecientes a las progresiones armónicas propias del tema, las cuales


siempre son preestablecidas, poniendo el solista atención sobre cómo, hacia dónde y cuándo va a modular, para evitar desvirtuar el desarrollo musical de la obra interpretada, tomando siempre en cuenta a su acompañamiento. Para ello, el solista tiene el cuidado de que a la hora de realizar estas modulaciones, las notas a elegir puedan crear las tensiones más adecuadas y agradables al oído, evitando de esta forma crear choques desagradables que puedan hacer devenir a la música creada en el momento en música atonal (esto sólo se presenta en el free jazz, o jazz atonal, pero para el mismo también hay ciertas reglas). Esta característica destaca claramente no sólo la libertad y espontaneidad del solo en un momento en particular, sino también el marcado individualismo al cual se apega el solista para expresar su propia visión o perspectiva interpretativa, “olvidándose” o “desprendiéndose” en cierta medida de lo que el grupo está haciendo. Esto demuestra que muchas veces el músico se deja llevar por un sentimiento o deseo, quizás inconsciente, en un instante que él eligió no sólo por un gusto o idea favorecida en el momento, sino también por ser el lugar clave de la pieza para manifestar lo que quiere. Es algo que sucede sin que, en muchos casos, el solista lo determine con anticipación, simplemente ocurre porque él se deja llevar por la música que suena en el fondo, desprendiéndose de toda realidad circundante para sumergirse en sí mismo y de esta forma lograr su particular y personal manifestación de su ser individual. Es como entrar en una zona en la cual el estado de concentración es tan alto que se deja de percibir al mundo real, para de esta forma centrarse en el solo a desarrollar y en una interioridad muy íntima. Es por esto que muchas veces los músicos tienden a cerrar los ojos. Este es otro elemento del individualismo en el jazz. Las partituras que se usan en el género poseen una estructura muy básica, la cual ha sido creada con la única finalidad de permitir la expresión individual del solista. Inclusive, a la hora de interpretar una pieza puede haber más de un solista y para que cada uno se destaque se tiende a realizar la progresión armónica completa de la partitura, una vez concluida la cantidad de “vueltas” o ciclos de esta progresión por una o varias secciones de la obra, entra a improvisar el nuevo solista, presentándose


de esta forma una multiplicidad de discursos y de individualidades, en la que cada una dice algo diferente. Esto también permite destacar el individualismo en el solo de jazz. El solo de jazz es la expresión más intima de lo que es el género en sí; el solo simplemente es la esencia de esta manifestación musical, es su alma y sin él no sería lo que es hoy en día tanto para el público como para los músicos que forman parte de este medio. Es a través del solo y su mundo que el individuo, encarnado en la figura del solista, puede manifestarse libremente sin que nada ni nadie rija su destino, es solo allí que el hombre puede realmente ser el mismo, sin obstáculos limitantes, encontrándose de este modo con la razón de ser de su vida y de su existencia.

REFERENCIAS Lincoln Collier, J. (1996). Jazz, la canción tema de los Estados Unidos. México D.F.: Editorial Diana. Relgis, E. (2001). Individualismo, Estética y Humanitarismo. Recuperado de http://www.filosofia.org/aut/001/1933relg.htm


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