Advent Revolution
Bishop Robert Barron
� temptation that we should strenuously avoid is to turn Advent and Christmas into a cozy, sentimental season. In point of fact, Advent is best understood as a preparation for a revolution. The liturgical readings for this time of the year - focusing on Isaiah, John the Baptist, Mary, and Jesus positively crackle with energy and electricity. When we seek to understand them on their
simply as a political vindication, but as a triumph of Israel’s God over the king of Babylon, and he compared it to an earlier victory of Yahweh over another oppressive king, namely, the Pharoah who had pressed the Israelites into slavery. After the many years of suffering and humiliation, the Israelites, under the leadership of their God, were coming home—and this meant that Yahweh was more powerful than the tyrant who had forced them into submission. In the wake of the return, Israel, however, found itself, once more, under the boot of oppression. First, the Greeks conquered them and then the Romans - and so again Israelites wondered when God would come to their rescue. Around the year 30, an alarming figure appeared in the Judean desert, wearing animal skins and eating locusts and wild honey; and his theme hearkened back to the prophet Isaiah: “make straight a highway for our God.” John the Baptist was telling his listeners to make ready for the arrival of the God of Israel as a conquering king, who would, once again, overthrow the oppressors of his people. Do you see now why I spoke of revolution?
Revolución de Adviento Por el Obispo Robert Barron
que significó esta calamidad el faraón que había sometido � na tentación que deberíamos para los antiguos judíos, a los israelitas a la esclavitud. evitar enérgicamente es convertir el Adviento y la Navidad en una época acogedora y sentimental. De hecho, el Adviento se entiende mejor como una preparación para una revolución. Las lecturas litúrgicas de este tiempo del año -centradas en Isaías, Juan el Bautista, María y Jesús- rebosan energía y electricidad. Cuando tratamos de entenderlas en sus propios términos y en el contexto de la época en que fueron escritas, descubrimos su poder revolucionario. Los pasajes del profeta Isaías del leccionario de Adviento comunican la alegría que acompaña al regreso de los israelitas del exilio en Babilonia. En el año 587 a.C., un ejército babilónico destruyó Jerusalén, quemó el templo sagrado y se llevó al exilio a lo mejor y más brillante de Israel. Para hacernos una idea de lo
tendríamos que multiplicar por mil el 11 de septiembre de 2001. No sólo su nación fue conquistada y su capital diezmada; parecía como si su Dios hubiera sido derrotado. El templo de Jerusalén era mucho más que un santuario para Yahvé; era, en un sentido casi literal, su morada en la tierra, el trono desde el que reinaba. Por lo tanto, su destrucción planteó un dilema teológico de primera magnitud: ¿cómo podía el Dios creador, Señor de todo el universo, ser derrocado tan completamente? Unos 75 años más tarde, los exiliados fueron liberados y se les permitió regresar a la Tierra Prometida. El profeta interpretó este hecho no como una simple reivindicación política, sino como un triunfo del Dios de Israel sobre el rey de Babilonia, y lo comparó con una victoria anterior de Yahvé sobre otro rey opresor, a saber,
Después de muchos años de sufrimiento y humillación, los israelitas, bajo el liderazgo de su Dios, regresaban a casa, y esto significaba que Yahvé era más poderoso que el tirano que los había obligado a someterse. Sin embargo, tras el retorno, Israel se encontró, una vez más, bajo la bota de la opresión. Primero los conquistaron los griegos y luego los romanos, y de nuevo los israelitas se preguntaron cuándo vendría Dios a rescatarlos. Hacia el año 30, apareció en el desierto de Judea una figura alarmante, que vestía pieles de animales y comía langostas y miel silvestre; su tema recordaba al profeta Isaías: "Enderecen una calzada para nuestro Dios". Juan el Bautista decía a sus oyentes que se preparasen para la llegada del Dios de Israel como rey conquistador que, una vez más, derrocaría a los opresores de su pueblo.
And the revolution arrived in the person of a young Galilean rabbi, whose message was simple and unambiguous: “Repent, for the kingdom of God is at hand.” This was not a blandly “spiritual” theme; it was perfectly congruent with the edgy theology I sketched above. Jesus was saying that the new king has arrived and he’s begun his work; so change your lives and come under his lordship. And what does the new king do? He engages in open table fellowship, inviting rich and poor, righteous and unrighteous, healthy and sick, insiders and outsiders, to his festive banquets; he heals the sick in mind, soul, and body; he lives a life of radical love, forgiveness, and compassion. In a word, he shows forth what the reign of Israel’s God looks like concretely and in action. As one would expect, the powers that govern the world took none too kindly to this new reign, and they put Jesus to death, lynching him in the Roman style. But the God of Israel raised Jesus from the dead and demonstrated thereby, in the most convincing way possible, that he was more powerful than any of the kings of the world. And this was
¿Ven ahora por qué hablaba de revolución? Y la revolución llegó en la persona de un joven rabino galileo, cuyo mensaje era sencillo e inequívoco: "Conviértanse, porque el reino de Dios está cerca". No se trataba de un tema anodinamente "espiritual"; era perfectamente congruente con la atrevida teología que he esbozado antes. Jesús estaba diciendo que el nuevo rey había llegado y había comenzado su obra; así que cambien sus vidas y pónganse bajo su señorío. ¿Y qué hace el nuevo rey? Él participa en la comunión con una mesa abierta, invitando a ricos y pobres, justos e injustos, sanos y enfermos, de “casa” y “ajenos”, a sus banquetes festivos; cura a los enfermos de mente, alma y cuerpo; vive una vida de amor, perdón y compasión radicales. En una palabra, muestra cómo es concretamente y en acción el reinado del Dios de Israel. Como era de esperar, los poderes que gobiernan el mundo no vieron con buenos ojos este nuevo reinado y
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precisely the first great Christian message: Iesous Kyrios (Jesus is Lord). This phrase, so often on the lips of the first evangelists, had a Jewish sense, designating that the new David, the definitive king of Israel had appeared. It had a Roman sense as well, designating that someone greater than Caesar had appeared. A watchword of the time was Kaiser Kyrios (Caesar is Lord); therefore, in insisting that Jesus is in fact Lord, the first proclaimers of the Gospel were effectively undermining Caesar’s claim to ultimacy. In a word, the great Christian message turned the world upside down. The Christian revolution continues today; Advent prepares us to embrace it.
From the Bishop
Non Nisi Te Domine
own terms and in the context of the time in which they were written, we discover their revolutionary power. The Advent lectionary passages from the prophet Isaiah communicate the joy attendant upon the return of the Israelites from exile in Babylon. In the year 587 BC, a Babylonian army destroyed Jerusalem, burned down the holy temple, and carried the best and brightest of Israel into exile. To get some glimpse of what this calamity meant for ancient Jews, we would have to multiply September 11th, 2001 by a thousand. Not only was their nation conquered and their capital city decimated; it appeared as though their God had been defeated. The temple in Jerusalem was much more than a shrine to Yahweh; it was, in almost a literal sense, his dwelling place on earth, the throne from which he reigned. Therefore, its destruction posed a theological dilemma of the first magnitude: how could the creator God, Lord of the whole universe, be so thoroughly overthrown? Now about 75 years later, the exiles were liberated and permitted to return to the Promised Land. The prophet read this, not
-Most Rev. Robert Barron, Bishop of Winona-Rochester
condenaron a muerte a Jesús, linchándolo al estilo romano. Pero el Dios de Israel resucitó a Jesús de entre los muertos y demostró así, de la manera más convincente posible, que era más poderoso que cualquiera de los reyes del mundo. Y este fue precisamente el primer gran mensaje cristiano: Iesous Kyrios (Jesús es el Señor). Esta frase, tan a menudo en boca de los primeros evangelistas, tenía un sentido judío, designando que había aparecido el nuevo David, el rey definitivo de Israel. También tenía un sentido romano, al designar que había aparecido alguien más grande que el César. Una consigna de la época era Kaiser Kyrios (el César es el Señor); por tanto, al insistir en que Jesús es en realidad el Señor, los primeros proclamadores del Evangelio estaban socavando de hecho la pretensión de ultimidad del César. En una palabra, el gran mensaje cristiano puso el mundo de cabeza. La revolución cristiana continúa hoy; el Adviento nos prepara para abrazarla.
The Bishop's Calendar is on Page 12.
December 2023 w The Courier w dowr.org