¿Deber o privilegio? “Prefiero ser portero del templo de mi Dios, que vivir en lugares de maldad” (Salmo 84:10)
Un Pastor cuenta la historia de un pastor que se preparó lo mejor que pudo para predicar un miércoles de noche. Su chaso fue grande cuando encontró que solamente 4 personas estaban en la iglesia: 3 ancianitas y un joven. “Al menos debo dar gracias por estos 4 que han asistido”, pensó. El pastor entonces elevó una corta oración de gratitud: “Te doy gracias, Dios, por estos cuatro hijos tuyos que vinieron a adorarte; porque te pusieron en primer lugar a pesar de sus muchas ocupaciones. De manera especial, te doy gracias por este valiente joven que prefirió venir a la iglesia en lugar de quedarse en casa, viendo el partido de futbol”. Apenas el joven escucho esto, dio un salto y dijo: “Es verdad el partido, ¿Se me había olvidado!” y salió corriendo de la iglesia. ¿Cuál es nuestra motivación principal de ir a la iglesia? ¿Encontrarnos con los amigos? ¿Ir por costumbre? ¿O porque no tenemos nada que hacer, por el momento? Según no dice nuestro texto de hoy (Salmo 84:10), al Salmista no le importa ser el portero del templo con tal de estar en la presencia de Dios. ¿Tú disfrutas de la presencia de Dios? Estar en la casa de Dios es un privilegio. ¿Es una carga estar con tus mejores amigos (as)? ¿Es un sacrificio estar con las personas que amas? ¡Por supuesto que No! Entonces consideremos un honor estar en la casa de Dios. Adorémosle, no por lo que ha hecho por nosotros ni por lo que promete. Sino porque es digno de toda la alabanza, gloria y honra, y démosle gracias porque prometió estar con nosotros todos los días de nuestras vidas hasta el fin del mundo.
Reflexión: Señor Jesús, gracias por el privilegio de estar cada día en tu presencia y porque te puedo alabar.