Cuaderno visitante vía verde

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Cuaderno del visitante

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La Vía Verde de Maigmó

La Diputación de Alicante ha creado y gestiona la “Red Provincial de Espacios Naturales”, en la que, a través de la empresa Alicante Natura, lleva a cabo labores de conservación, recuperación, mejora de la biodiversidad, sostenibilidad, adecuación del Uso Público y Educación ambiental. Dentro de estas actuaciones, un aspecto fundamental es la difusión de este valioso patrimonio natural y cultural, como medio para lograr la implicación social en su conservación. Con esta idea se ha editado el cuadernillo que tienes en tus manos, que forma parte de una colección dedicada a la Interpretación de los Espacios Naturales de la Red Provincial. La idea de estos cuadernillos es que el visitante descubra el Espacio por si mismo, de una forma amena, logrando así comprenderlo y apreciarlo. Recorrer los itinerarios y sendas con la ayuda del cuadernillo permitirá sacarle el máximo partido a tu visita, llevándote un buen recuerdo de tu paso por él. Esa es al menos nuestra intención. Disfrútalo.

Introducción El ferrocarril permitió al hombre descubrir y explorar el mundo, favoreciendo el comercio y el intercambio cultural. Sin embargo, con el desarrollo del automóvil y las carreteras, este medio de transporte quedó relegado a un segundo plano, destinándose principalmente al transporte de mercancías. Esto provocó la clausura de muchas líneas férreas, dada la poca rentabilidad. Estas líneas abandonadas, que en muchos casos recorren parajes agrestes de gran belleza, se han convertido, gracias a la iniciativa de las “Vías Verdes”, en excelentes rutas turísticas en las que pasear en bicicleta o a pie, sin ningún riesgo y disfrutado de los paisajes y pueblos por los que atraviesan.

Alicante cuenta con un buen número de estas “Vías Verdes”, en cuya recuperación y mantenimiento ha participado la Diputación de Alicante, como en el caso de esta Vía Agost-Maigmó o la del Chicharra, entre Villena y Cocentaina. Con esta labor se busca fomentar la práctica del cicloturismo en nuestras ciudades y pueblos, contribuyendo a la vertebración ecológica de nuestra provincia y a la lucha contra el cambio climático, gracias al uso de este medio de transporte sano, ecológico y sostenible. La Vía Verde Agost-Maigmó está gestionada directamente por la Diputación de Alicante, y sus 22 Km. discurren por una amplia variedad de de ambientes y paisajes, que te animamos a descubrir en el trayecto que te proponemos en este cuaderno.

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Localización La Vía Verde Agost-Maigmó, se corresponde con un tramo de la antigua línea férrea inacabada de Alcoy-Agost, reconvertido hoy en día en un sendero, por ini-

sando parte del término municipal de Petrer, para finalizar en el puerto del Maigmó ya en Tibi, a una altura de 620 m sobre el nivel del mar, siendo su principal característica la gran diversidad de ambientes por los que discurre. En su inicio atraviesa la llanura de Agost, donde tan sólo los campos de cultivo de secano sobreviven, a duras penas, junto a la vegetación típica de los saladares. Este austero paisaje sólo se ve interrumpido por la acción caprichosa del agua, ya que durante el camino son varias las ramblas que salen al paso y que se consiguen sortear gracias a las infraestructuras ferroviarias como viaductos, puentes o túneles.

Apeadero de Agost ciativa de la Diputación de Alicante, que puede ser recorrido tanto por cicloturistas como por caminantes. El recorrido comienza en el apeadero de la estación de ferrocarril de Agost, atrave-

Punto final del recorrido

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Sin embargo, cuando ya se han recorrido dos terceras partes de la vía, la pendiente se incrementa y el camino avanza entre la ladera sur de la Sierra del Maigmó y la cara norte de la Sierra del Ventós. Nos adentramos literalmente en la montaña a través de los túneles que conducen al corazón del puerto del Maigmó, finalizando así esta ruta.


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Éste es un sendero muy accesible, que por su acondicionamiento y su baja dificultad, es apto para todo tipo de usuarios y modos de desplazamiento sin motor.

Una belleza singular Nuestros primeros pasos recorren la llanura de Agost, un paisaje seco, casi desértico, plano, en el que predominan los colores cálidos, propios de materiales blandos como las margas, yesos y arcillas, cuarteados por el sol, sin tregua durante los 365 días del año. Esta es la descripción de un saladar, un ambiente de extrema aridez, influenciado fuertemente por la alta salinidad del suelo.

plemente el terreno que pisamos, pues seguramente veremos algunas manchas blanquecinas en el suelo. Estas manchas no son más que costras salinas que aparecen cuando la sal de las capas más profundas del suelo, es arrastrada hasta la superficie al evaporarse el agua acumulada en la tierra. Es bien sabido que la abundancia de sal en el suelo favorece la desecación de las plantas, por lo que la

Salada blanca

Atriplex halimus

Podemos corroborar la existencia de una alta concentración de sales observando sim-

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salinidad condiciona el tipo de especies que son capaces de crecer en un ambiente tan hostil como el saladar. Es esta selección natural de las especies mejor adaptadas, lo que convierte a los saldares en ecosistemas de una gran originalidad biológica, ambientes singulares y frágiles, cuya belleza reside en la capacidad de supervivencia ante las condiciones más extremas. Vegetación halófila, plantas barrilleras o Escobilla sosas, son los nomSalsola genistoides bres con que se conocen a estas supervivientes capaces de hacer frente a los 10 meses de sequía y la desecación originada por la sal. Para ello se sirven de diferentes estrategias que les permitan obtener y conservar su tesoro más valioso, el agua. Una planta típica, es la salada blanca (Atriplex halimus), que consigue expulsar la sal a través de sus glándulas foliares. Así, durante el día, tiene un aspecto polvoriento por los cristales de sal que la recubren, mientras que por la noche, se vuelve verde y está cubierta de rocío, ya que la sal de su superficie incorpora el vapor de agua de la atmósfera.

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También se encuentra de forma muy abundante la escobilla (Salsola genistoides). Esta especie, que no es estrictamente una planta barrillera, es un endemismo, ya que tan sólo se encuentra en el sureste de España, por su extraña preferencia por los ambientes áridos y secos. Puede pasar desapercibida por su aspecto común y simple, con largos tallos de color verde casi desprovistos de hojas. Sin embargo, esta es la clave para su supervivencia, ya que al reducir sus hojas al mínimo, ahorra el agua que tanto le cuesta obtener mediante sus largas raíces.

El hombre y el medio El ser humano también ha aprendido a aprovechar al máximo los pocos recursos que el medio, en este caso le ofrece, y afortunadamente alguno de estos conocimientos aún perviven en nuestras tradiciones. Así, la llanura de Agost, a pesar de las dificultades para la obtención de agua, era una zona de intensa actividad agrícola, siendo su explotación una de las más importantes en cuanto a los llamados cultivos de secano. La vid, el olivo, el algarrobo y el almendro, máximos representantes del cultivo típico mediterráneo, acostumbrados a contentarse con la escasa agua de las lluvias, aparecen allí donde las condiciones mejoran sensiblemente. Por supuesto, la decadencia de la economía rural también se ha manifestado en esta área y son varios los cultivos abandonados. Pero, todavía es patente la ac-


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balsas de riego, todavía en uso, para abastecer sobre todo las plantaciones de vid. Sin embargo, la actividad emblemática de Agost es la alfarería, que se sirve del agua y las arcillas de las canteras de la montaña, para obtener el barro con el que modelar infinidad de utensilios. No estaría de más, si previo al inicio de nuestra ruta, visitásemos el Museo de Alfarería del municipio y los hornos mozárabes en que se cocían tan delicados objetos.

Moreras presentes durante la ruta tividad agrícola, ya que a la altura de parajes como el Pla de la Aceituna o Casas de Mira, nos encontraremos con grandes

Por otro lado, otro cultivos más especializados, no han perdurado hasta nuestros días y conocemos de su existencia a través de las crónicas. Así ocurrió con el cultivo de la morera (Morus alba), indispensable para la producción de seda cruda a partir de la cría de gusanos de seda.

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Misma suerte corrió el cultivo de plantas barrilleras, llamadas así porque de ellas se obtenía la barrilla o sosa, utilizada para la elaboración de jabones y vidrio. La más apreciada era la “barrilla fina” (Halogetum sativus), un pequeño arbusto de hojas pequeñas y un poco carnosas, que

aunque no se considera mala hierba invade campos y orillas de carreteras. Para la obtención de la sosa, esta planta era quemada lentamente en un hoyo. El proceso de “fundir la hierba”, duraba entre 28 y 40 horas y era dirigido por el maestro barrillero, atento a que se produjera la correcta combustión. Tras este proceso, el resultado era una masa que, tras taparla con tierra, cuajaba formando las cenizas ricas en carbonato sódico que constituyen la sosa. Su exportación, junto a la del vino y el esparto, se convirtió en una de las fuentes de riqueza más importantes de Alicante. Sin embargo, esta industria decayó hace ya más de 200 años, por la llegada de la sosa artificial obtenida a partir de la sal común, aunque todavía, si prestamos atención, podemos ver algunos ejemplares de estas mágicas plantas en nuestro camino.

Barrilla fina

Alogetum sativus

Panorámica de la zona de transición, con la sierra del Cid hacia el sur

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Una naturaleza sin fronteras Si somos perspicaces, desde el paraje conocido como Tarraig habremos ido notando cambios sensibles en el paisaje. Esto se debe a que estamos dejando atrás el llano de Agost y nos encaminamos hacia el alto de la sierra, por lo que pequeñas variaciones climáticas influirán en el tipo de vegetación y fauna. Sin embargo, los ambientes en la naturaleza no están separados de una forma tajante, sino que existen zonas de transición, zonas de convivencia en la que se encuentran especies representativas de ecosistemas totalmente diferentes. Curiosamente son estas zonas de “mestizaje” las más ricas y biodiversas.

Cantueso alicantino

Durante este tramo, que comienza en el paraje del Tarraig, mientras que permanecen algunos cultivos como la vid, empieza a estar presente el pino carrasco (Pinus halepensis), máximo representante de la masa forestal que nos aguarda al final de la travesía.

Thymus longiflorus

Por tanto, vemos plantas que ya nos deben resultar familiares al ser propias de los cultivos abandonados como alguna de las plantas barrilleras (el salado blanco) y

la morsana o tavelles (Zygophyllum fabago), bella planta nada común en Alicante y cuyas yemas florales que sirven de condimento, recuerdan a las alcaparras, por lo que también se la denomina alcaparra loca. Pero también aparecen nuevas especies Morsana Zygophyllum fabago típicas de ambientes mediterráneos, por lo que seguramente no nos serán desconocidas del todo. Se trata de las plantas aromáticas que tapizan nuestras montañas, el romero (Rosmarinus officinalis) y el tomillo (Thymus vulgaris) que con sus aromas reclaman nuestra atención, y del cantueso alicantino (Thymus longiflorus), otra especie de tomillo menos frecuente, que como su nombre indica se caracteriza por sus flores alargadas de color rosáceo.

Lagartija cenicienta Psammodromus hispanicus

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Para la fauna este tipo de zonas resultan muy ventajosas, ya que los herbívoros pueden alimentarse de los frutos de los cultivos sin alejarse mucho de sus dormideros, más seguros en el interior del agreste pinar. Esto mismo ocurre con el conejo (Oryctolagus cuniculus), la liebre (Lepus europaeus) y la perdiz (Alectoris rufa) que frecuentan la zona, y al menor indicio de la presencia de algún zorro (Vulpes vulpes) se esconden en sus madrigueras. Si deseamos ver alguno de estos ejemplares tendremos que madrugar o esperarnos al anochecer. Por el contrario nos será más fácil toparnos con alguna lagartija cenicienta (Psammodromus hispanicus) en busca de algún rayo de sol, cruzando apresuradamente el camino para camuflarse entre algún arbusto. Viaducto de Fontanar, con la cima del Maigmó al fondo

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Los caminos del agua Aunque todavía seguimos en la zona de transición, lo que más destaca de este tramo son las huellas que la acción del agua ha dejado sobre el paisaje. A modo de cicatrices en la tierra, cárcavas y ramblas delatan la fuerza de las aguas torrenciales típicas de la “gota fría”. Además, la escasa vegetación es insuficiente para sujetar con sus raíces el suelo, ya de por sí fácilmente erosionable por su composición de materiales blandos. Muchos dolores de cabeza debió suponer diseñar el trazado del ferrocarril de este infranqueable paisaje. Nosotros nos encontramos el trabajo ya echo, puentes y


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Barranc del Vidre, en cuyas paredes el agua ha formado cárcavas

viaductos rescatados del olvido y abandono nos permiten seguir nuestro camino sin interrupciones. El Viaducto del Forn del Vidre y posteriormente el Viaducto de Fontanar nos permi-

ten salvar sin apuros el Barranco del Vidre y la Rambla de la Sarsa respectivamente, que aguas abajo se unen en la Rambla del Derramador, que hemos atravesado al principio de nuestro camino. Bajo el viaducto, un río de vegetación ocupa la rambla a la espera de que con las próximas lluvias el agua vuelva a correr por su cauce. A finales de primavera y en verano, entre el amasijo de cañas, destaca por sus flores rosas o blancas el baladre o adelfa (Nerium oleander). En ocasiones, también aparece el tamarit o taray (Tamarix gallica), un arbolito de hojas pequeñas que se amarillean en otoño, presente en los ambientes salinos por su habilidad para expulsar la sal sobrante a través de las hojas.

Rambla de adelfas, cañas y vegetación de matorral

El silencio y la calma que han reinado hasta el momento pueden verse interrumpidos por el graznido de las chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax).

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Estas parientes del cuervo, que suelen anidar en las paredes rocosas, han reutilizado también las infraestructuras del ferrocarril, aprovechándose de la altura de los viaductos para anidar y descansar en total seguridad.

Un paisaje de película Tras el viaducto de Fontanar es cuando se inicia la verdadera ascensión, el medio se torna más montañoso y agreste y nos adentramos en una sucesión de túneles para llegar al corazón del Maigmó, el final de nuestro viaje. El pino carrasco (Pinus halepensis) reclama su papel de protagonista en este bosque mediterráneo de ambientes semiáridos, como premio a su tolerancia a la sequía y la pobreza del suelo.

Chova piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocorax

A cambio, regenera los suelos degradados, evita la erosión, contribuye a regular los ciclos del agua y del carbono y ofrece su madera para alimentar los tradicionales hornos alfareros del municipio de Agost.

Zona de matorral denominada por su vegetación como “garriga

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También el pino es el hogar de cantarines pajarillos encargados de la banda sonora que nos acompaña durante nuestro paseo. Algunos de estos ilustres intérpretes son el carbonero garrapinos (Parus ater) de color claro que se distingue por una mancha negra en la garganta, el petirrojo (Erithacus rubecula) en el que resalta el color rojo de su pecho y el mito (Aegithalos caudatus), que se mueve de rama en rama manteniéndose en equilibrio gracias a su larga cola en comparación con su pequeño cuerpecillo. En un papel secundario, pero no por ello menos Coscoja importante, a Quercus coccifera los pies del pinar en dura competencia por los recursos, coscojas, lentiscos, espinos, enebros y esparragueras se asocian formando la “garriga” característica de los suelos calizos.

nada puede hacer para proteger sus frutos ante el voraz jabalí (Sus scrofa) que devora insaciable las bellotas ya caídas al suelo. El espino negro (Rhamnus lyciodes) ha ido más allá y ha desarrollado verdaderas espinas para hacer inaccesibles sus frutos. Sin embargo, el alcaudón (Lanitus senator), un pequeño pájaro con una característica mancha roja en la cabeza a modo de casco, les ha sabido sacar partido, pues para él estas espinas son una segura despensa donde almacenar sus presas hasta que llegue la hora de comer.

Carbonero garrapinos Parus ater

Mito Aegithalos caudatus

Petirrojo Erithacus rubecula

De esta asociación vegetal depende gran parte de la fauna típica de la zona, ya que constituye una importante fuente de alimento a pesar de la resistencia que algunas especies ofrecen a través de ingeniosos mecanismos de defensa. La coscoja (Quercus coccifera) se protege de la depredación de los herbívoros dotando a sus hojas de dientes espinosos, pero

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El punto final

pasando por la Sierra del Maigmó y el pantano de Tibi.

Al atravesar el último de los túneles la pendiente se hace más suave, lo que nos anuncia el fin de nuestro camino. La Sierra del Ventós deja de ofrecernos su abrigo, por lo que podemos aprovechar nuestros últimos pasos para contemplar algunas panorámicas.

-La subida al “Balcón de Alicante” en el Maigmó, a través de la carretera antigua de Castalla, desde donde podemos disfrutar de una extraordinaria panorámica de la comarca de l’Alacantí con el mar al fondo.

Los últimos metros de la Vía Verde AgostMaigmó discurren paralelos a la autovía A-7 que conecta Alicante con Alcoy, finalizando a la altura de la estación de servicio El Xirau, punto de intersección de otras dos interesantes rutas: -El sendero PRV-142 que transcurre desde Xorret de Catí hasta Sant Joan d’Alacant,

Satisfechos con nosotros mismos podemos poner un punto final a nuestra travesía y disfrutar de un merecido descanso. Sin embargo, para los que se deciden por un punto y seguido, y continuar por alguna de las dos rutas alternativas no cabe más sino que darles ánimos para el camino pendiente.

Penya Migjorn

Cabeço d’Or

Vista panorámica dirección norte, desde el final del recorrido

Si has disfrutado de la Vía Verde Agost-Maigmó, permite que otros lo sigan haciendo. Sé respetuoso con el medio natural y con el resto de visitantes. Anímate a repetir la experiencia y no dudes en seguir el resto de cuadernos de la colección. L’Avaiol, Xorret de Catí, Casa Tápena, El Plano y Peñas del Sol aguardan tu visita.

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