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“La memoria es un antídoto contra la violencia”: Jesús Abad Colorado
Por más de 30 años, Jesús Abad Colorado ha fotografiado el rostro de la guerra, de las víctimas y de la naturaleza, que también quedó a merced del fuego cruzado. Caminando con la gente, estando del lado de la gente, llegando a los territorios y regresando siempre, fue testigo del dolor, el desasosiego y el miedo, pero también de la esperanza. Conversamos con él sobre la importancia del periodismo para tejer lazos de cambio, de paz y de memoria.
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Texto: Daniela Villamarín danielavillamarins@javeriana.edu.co Fotos: Jesús Abad Colorado
Tenía las gafas puestas, miraba al frente y con la punta del dedo índice las empujaba cuando se le deslizaban por la nariz. Al hacer énfasis en alguna que otra oración, levantaba las cejas, sonreía con sutileza y entrecerraba los ojos. Esos ojos escondidos tras el vidrio de los lentes, son los mismos ojos tras el lente de la cámara con la que Jesús Abad Colorado decidió narrar la historia de este país. Si Chucho, como todo el mundo lo conoce, hubiera nacido en un país en paz, segura-
Jesús Abad Colorado es fotografiado frente a su exposición El Testigo, visitada por más de un millón y medio de personas. Foto: León Darío Peláez.
mente sería campesino, pero sus padres tuvieron que huir del campo y eso siempre significa llevar roto el corazón. Su abuelo fue asesinado en su finca, su abuela murió de dolor y algunos de sus familiares fueron asesinados, desaparecidos o secuestrados. Por la violencia su familia no pudo seguir sembrando la tierra, pero eso no fue impedimento para que se dedicaran a sembrar el amor. Nunca la venganza. Se formó como periodista y comunicador social en la Universidad de Antioquia. Trabajó como reportero gráfico para el periódico El Colombiano, de Medellín. Hizo parte del equipo de investigadores del Grupo de Memoria Histórica cuyo trabajo se vio materializado en el Informe General ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Ha sido ganador de tres premios de periodismo Simón Bolívar y del Press Freedom Award del Comité para la Protección de los Periodistas. Hoy ya está lista una colección de cuatro libros de lujo que se desprenden de su exposición El testigo, considerada la más exitosa en la historia del país. Con más de 30 años de trayectoria profesional, Jesús Abad Colorado ha logrado uno de los aportes más importantes a la memoria del conflicto armado en Colombia. Sin embargo, en los territorios la gente suele preguntarle si es misionero, artista o peregrino. Él siempre responde que es periodista y que desde su profesión tiene un compromiso enorme con la memoria, para no olvidar lo ocurrido, y con las personas, para honrar las historias de vida que conoció durante el camino. “Yo soy periodista, y aprendí a ver con mi ojo izquierdo, porque está cerca al corazón”, dice Colorado.
Se diferencia del resto de periodistas porque siempre regresa. Impresiona verlo recordar cada nombre, cada fecha, cada rostro. Recuerda a los hijos, y a los primos, y a esas madres a quienes hoy alguien les dice abuelas. Lo sabe porque siempre vuelve a los territorios a reencontrarse con la gente, a buscar el desenlace de las historias, a recordar. Recordar, etimológicamente, significa volver a pasar por el corazón. A eso se dedica Colorado, a ser testigo para construir la memoria y evitar el olvido. A que volvamos a pasar por el corazón.
Dos pupitres y medio dejó la operación Orión en un colegio ubicado en la Comuna 13 de Medellín.
Beatriz García y Óscar Giraldo se casan en medio de los escombros del conflicto para enviarle a su pueblo un mensaje de esperanza.
Directo Bogotá (DB): ¿Por qué cree que el país no quiso ver lo que estaba pasando?
Jesús Abad Colorado (JAC): Pienso que tiene que ver con la falta de educación y cultura política. Tiene que ver con eso que yo digo cuando me entrevistan: el amor al prójimo. Somos una sociedad inscrita, casi toda, dentro de la religión católica, pero no nos enseñan a amar ni a respetar al otro. Si a mí no me enseñan a ponerme en la piel de las otras personas, si no me enseñan de solidaridad, si no me enseñan
que el amor al prójimo es el amor a sí mismo, no podremos ver lo que pasa.
DB: ¿Cuál es la importancia de su trabajo en la construcción de memoria?
JAC: Desde hace muchos años, y en muchos lugares del país, maestros y maestras han venido utilizando mi trabajo —el documental y el fotográfico—, como una forma de generar reflexión entre sus estudiantes, y eso me parece muy importante. He recibido llamadas de personas que no conozco y que se consiguen mi teléfono. Recuerdo mucho, por ejemplo, un profesor de Páez, Cauca, que me decía: “Don Jesús, a mis manos llegó el libro Mirar de la vida profunda. Yo trabajo con mis estudiantes ciencia sociales”. Y me dijo así, no se me olvida: “Don Jesús, yo pensaba que en el Cauca habíamos vivido lo peor”. ¿Qué significa eso? Que se dio cuenta, a través del libro, de los testimonios fotográficos y de los pequeños relatos que tenía, que muchos lugares de Colombia habían vivido situaciones similares o peores que las de su municipio. Mis fotos han servido no solo como prueba judicial o como documento, sino para generar reflexión y memoria. La memoria es un antídoto contra la violencia.
DB: En la academia nos han enseñado a mantener la distancia con las fuentes, pero su trabajo se caracteriza precisamente por estar muy cerca de ellas. ¿Qué tan oportuna cree que es esta distancia?
JAC: Creo que todo depende de qué tipo de circunstancias trabaje uno. Primero, yo no estoy en un partido de fútbol ni viendo reinados de belleza, donde el ejercicio del periodismo es necesario para contar lo que está sucediendo. En cubrimientos de conflicto, cuando uno se enfrenta a situaciones donde están en juego la vida, la intimidad y la subsistencia de la gente, no se puede ser distante ni neutral. La objetividad no existe ni en la forma de escribir, ni en la forma de ver, y mi trabajo es cercano a la gente porque se hace precisamente de su mano. Para poder estar en ciertos espacios debo tener su confianza y saber ponerme en la piel de los otros para entender el dolor, el amor, la alegría, la tristeza y la rabia. Ryszard Kapuściński decía que el periodismo no puede ser un oficio para cínicos, y por eso yo no puedo tomar distancia. Mi cámara, mi corazón y mi conciencia han estado caminando con la gente de este país.
El 9 de diciembre del 2000 los habitantes de Granada, Antioquia, salieron a marchar por la paz.
Las fotografías de Colorado no son explícitas, sino simbólicas y pretenden ser un instrumento para la reflexión y contra el olvido.
DB: ¿Qué efecto personal han tenido en usted las historias que ha narrado?
JAC: Documentar esos hechos de conflicto también me tenía que conflictuar a mí. Sientes impotencia o rabia, porque es muy doloroso ir y ver a las personas con ese dolor, con hambre, durmiendo sobre plásticos, a la intemperie, sintiendo el ruido de la metralla en la montaña, el ruido de la amenaza. Todo eso lo carga a uno, son pesadillas que vivo todavía. Cuando el sueño de vivir está en riesgo, el sueño de uno, en horas de descanso, también es bastante complicado. No soy de piedra, pero por fortuna mi forma de ver me vuelve a llevar a los mismos lugares donde he vivido tantas situaciones difíciles, para entender, como alguna vez lo hicieron mi padre, mi madre y mis tíos, que a pesar del dolor uno vuelve a levantarse y sigue sembrando, y sigue amando. Se trata de eso: no perder nunca la capacidad de amar.
DB: ¿Cuál fue el momento en el que sintió que todo había valido la pena?
JAC: Con seguridad que siempre habrá motivos para seguir caminando, así muchas veces haya llegado en soledad a llorar a la casa. Vale la pena cuando pienso en los niños y niñas que se quedan en los territorios y que compartie-
ron conmigo una sonrisa. Yo soy muy juguetón y a veces en situaciones difíciles echo mano del humor y del ruido de los animales, no solo para darme esperanza, sino para hacerles ver a quienes están a mi alrededor algo distinto. En este país todos somos importantes, pero los periodistas, por ejercer una función pública, por ser puente entre comunidades y el resto de la sociedad, tenemos una misión. Yo tengo un deber con la memoria y con honrar esas vidas para decir lo que sucede.
DB: ¿Qué cree que es imprescindible que les enseñen hoy a los periodistas?
JAC: Un periodista que no sea educado en el respeto, en el amor a la vida, sin conocimiento de su país, sin contexto, que no conozca de historia, no sirve. No basta con presentadores y presentadoras que vocalicen bien y que tengan buena figura. Necesitamos gente que sea capaz de ponerse en la piel de los demás, que tenga memoria y que le guste no solamente la historia, sino también la poesía. La poesía está en el hombre o la mujer, allá en el campo, que a veces no sabe leer ni escribir, pero que sabe que las plantas aromáticas que cultiva alrededor de su casa tienen forma de corazón. Es entender que hay gente que hace música, que
baila, declama, pinta, teje, que son artistas de la vida. Los periodistas no solamente podemos estar contando hechos noticiosos. No somos simples antenas repetidoras. El periodismo es una forma de generar conciencia, de hacer memoria, de narrar historias para lograr transformaciones.
DB: ¿Cuándo hay que bajar la cámara?
JAC: Muchas veces he bajado la cámara. Una fotografía no es más importante que una persona. Casi siempre he contado con el visto bueno de la gente para hacer retratos, para hacer registro de ciertos momentos. Hay otros en los que no he podido, pero me gusta que la gente sepa que estoy ahí. Yo no ando con una cámara escondida esperando el momento para robármele la lágrima a una persona. Yo no puedo llegar a una situación de dolor y empezar a disparar una cámara como si fuera un arma. Hay que ser prudentes y si una cámara en algún momento es inoportuna y tienes que bajarla, bájala, pero no bajes la mirada.
DB: Si tuviera que escoger una fotografía que tenga una enseñanza para las nuevas generaciones de periodistas, ¿cuál sería?
JAC: La fotografía fue tomada el 14 de octubre del 2001, en el municipio de Granada, Antioquia, diez meses después de una tragedia que vivió el pueblo: dos tomas armadas en un mismo mes, una de los paramilitares en noviembre del 2000 y otra de las FARC en diciembre del mismo año. En la matanza de los paras hubo 18 civiles asesinados, incluyendo un niño y el sacristán de la iglesia y, en diciembre, la toma de las FARC dejó 23 muertos: 5 policías y 18 civiles; además, 258 viviendas fueron destruidas. La foto de la que te quiero hablar es la fotografía de cerca de 800 o 1.000 personas marchando por las calles de Granada; hombres, mujeres, ancianos, niños, niñas, todos llevaban un ladrillo en sus manos para reconstruir el pueblo. Esa fotografía para mi es un símil de lo que tendría que estar haciendo Colombia. Todos deberíamos estar poniendo un ladrillo.