Mantengan encendida una Luz
Créditos Este libro no podrá ser reproducido, total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados. Editor General: Valentina Nicolet Editorial Solar Av. Suecia Providencia/ Santiago / Chile Teléfono: 765 98 78 Primera edición: diciembre de 2010 Printed in Chile / Impreso en Chile ISBN: 978-956-764-983-2
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Su Vida El Pintor de Iberoamérica Conocido y Reconocido
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Tres Etapas
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En Detalle
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El tiempo que le tocó vivir Huacayñan La edad de la Ira La edad de la Ternura
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Conociendo la Historia de Oswaldo
El Pintor de Iberoamérica
Oswaldo Guayasamín nació el 6 de julio de 1919. Hijo de padre indígena (de ascendencia quichua), y madre mestiza. Su padre trabajaba como carpintero y, más tarde, como taxista y camionero. La familia vivía en la miseria. Oswaldo fue el primero de diez hijos. Su aptitud artística despierta a temprana edad. Antes de los ocho años, hace caricaturas de los maestros y compañeros de la escuela. Todas las semanas renueva los anuncios de la tienda abierta por su madre. También vende algunos cuadros hechos sobre trozos de lienzo y cartón, con paisajes y retratos de estrellas de cine, en la Plaza de la Independencia. A pesar de la oposición de su padre, ingresa a la Escuela de Bellas Artes de Quito. Es la época de la “guerra de los cuatro
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días”, un levantamiento cívico militar, del valeroso puebo ecuatoriano en contra del gobierno de Arroyo del Rio. Durante una manifestación, muere su gran amigo Manjarrés. Este acontecimiento, que más tarde inspirará su obra “Los niños muertos”, marca su visión de la gente y de la sociedad. Continúa sus estudios y en 1941 obtiene el diploma de pintor y escultor, tras haber seguido también estudios de arquitectura. En 1942 expone por primera vez a la edad de 23 años en una sala particular de Quito y provoca un escándalo. La crítica considera esta muestra como un enfrentamiento con la exposición oficial de la Escuela de Bellas Artes. Mientras que Nelson Rockefeller , impresionado por la obra, ayuda a Guayasamín en el futuro.
El Mestizo
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Trabajando en EE.UU gana dinero con el que viaja a México, en donde conoce al maestro Orozco, quien acepta a Guayasamín como asistente. Luego de un tiempo conoce al famoso Pablo Neruda, con quien entabla una gran amistad. Un año después viaja por diversos países de América Latina, entre ellos Perú, Brasil, Chile, Argentina y Uruguay, encontrando en todos ellos una sociedad indígena oprimida, temática que, desde entonces, aparece siempre en sus obras. En sus posteriores pinturas figurativas trata temas sociales, donde actuó simplificando las formas. Obtuvo en su juventud todos los Premios Nacionales y fue acreedor, en 1952 , a los 33 años, del Gran Premio de la Bienal de España y más tarde del Premio de la Bienal de Brasil.
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Es elegido presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en 1971 . Sus obras han sido expuestas en las mejores galerías del mundo: Venezuela, Francia, México, Cuba, Italia, EEUU, Colombia, Unión Soviética, China, entre otros. En 1976 crea la Fundación Guayasamín, en Quito, a la que dona sus obras y colecciones de arte, ya que concibe el arte como un patrimonio de los pueblos. En 1978 es nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de España, y un año después, miembro de honor de la Academia de Artes de Italia. En 1982 se inaugura en el Aeropuerto de Barajas un mural de 120 metros pintado por Guayasamín. Ese gran mural, está dividido en dos partes: una de ellas dedicada a España y la otra a Hispanoamérica.
La Mutilación
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Conocido y Reconocido
Sus últimas exposiciones las inauguró personalmente en el Museo del Palacio de Luxemburgo, París y en el Museo Palais de Glace en Buenos Aires, en 1995 . Logró exponer en museos de la totalidad de las capitales de América, y muchos países de Europa, como en Moscú, Praga, Roma, Madrid, Barcelona y Varsovia. Realizó unas 180 exposiciones individuales y su producción fue muy fructífera en pinturas de caballete, murales, esculturas y monumentos. Tiene murales en Quito (Palacios de Gobierno y Legislativo, Universidad Central, Consejo Provincial); Madrid (Aeropuerto de Barajas); París (Sede de UNESCO); Sao Paulo (Parlamento Latinoamericano en el Memorial de América Latina). Entre sus monumentos se destaca “A la Patria Joven” (Guayaquil, Ecuador). Su obra humanista, señalada como expresionista, refleja el dolor y la miseria que soporta la mayor parte de la humanidad y denuncia la violencia que le ha tocado vivir al ser humano en este monstruoso Siglo XX marcado por las guerras mundiales, las guerras civiles, los genocidios, las dictaduras y las torturas. Guayasamín fue amigo personal de importantes personajes del mundo. En 1984, retrató al Rey Juan Carlos y a Fidel Castro por tercera vez, dos de los más de tres mil retratos que pintó y entre los que se encuentran grandes figuras mundiales, artistas y amigos.
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1. Autorretrato 2. Retrato a Pablo Neruda
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En agosto de 1988 hace entrega al Congreso ecuatoriano de un mural de unos 360 metros cuadrados que quedó instalado en el salón de sesiones de la Cámara. El gobierno estadounidense lo criticó por este mural (inaugurado en la toma de posesión del presidente Rodrigo Borja), en el cual aparece un rostro “calavérico”: un casco nazi con las siglas “CIA”, en alusión a la Agencia Central de Inteligencia norteamericana. En ese acto, el representante de Estados Unidos abandonó la sala como expresión de rechazo. También donó un mural a la UNESCO que se instaló en la entrada de la sede de ese organismo en París y que está dedicado “a los millones de niños que mueren cada año de hambre en el mundo”. Es el autor del mural principal de la sede permanente del Parlamento Latinoamericano, que se inauguró en septiembre de 1992. Ese año recibió el premio “Eugenio Espejo”, el principal galardón cultural otorgado por el Gobierno ecuatoriano. En enero de 1993 viajó a Cuba para inaugurar su casa-museo en La Habana. En esta ocasión anunció que el primer cuadro que pintará será un nuevo retrato del presidente cubano ya que, según sus palabras, “es la primera persona de los cientos de retratos que he hecho que no puedo captar de una sola vez”.
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Retrato a Fidel Castro
Es la primera persona de los cientos de retratos que he hecho, que no puedo captar de una sola vez
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Épocas que marcaron su vida
El tiempo que le tocó vivir
El ser octogenario no le había quitado vigor ni ilusiones: “Estar en la tercera edad pictórica como yo es estar en una edad madura pero no vieja” comentaba en una de las últimas entrevistas que concedió. Dividió su obra en etapas vitales. La fuerza dramática y telúrica en las pinturas de Oswaldo Guayasamín procede de las entrañas de la tierra misma, como símbolo de maternidad y gestación, como centro del trabajo, de la confrontación social, y de la vida misma. En la obra de Guayasamín reposa la poderosa energía de volcanes, y la lava volcánica se advierte en los rostros y en las manos de esos hombres transgredidos por un sistema que les aísla y les explota. Esta expoliación dolorosa y esa lucha se hacen más patentes en Los Gritos de Guayasamín, quien explora casi todas las vertientes del dolor, de la desolación y de la infamia. Le vi realizar la untura de gruesos empastes a espátula, gestuales, libérrimos, ansiosos, angustiados a veces y otras un tanto llenos de ternura y de sabiduría. Las vibraciones que emanan de los lienzos de Oswaldo Guayasamín son sobrecogedoras, atrapan al espectador en pensamientos sobre las complejidades de la existencia humana.
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Autorretrato Natura
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Primera etapa
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Huacayñan
Este nombre corresponde a una palabra quíchua, que traducida significa “Camino del Llanto”, compuesta por un mural y 103 cuadros, es, pues, la primera edad adulta de Guayasamín pintor. Pintada de 1946 a 1952, es una visión de las etnias que componen el mestizaje americano: los indios y los negros, con sus culturas y sus expresiones de alegrías, tristezas, tradiciones, identidades, religión. Esta etapa está basada sobre todo en los países andinos, Ecuador, Perú y Bolivia.
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El Origen
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La fuerza dramática y telúrica en las pinturas de Oswaldo Guayasamín procede de las entrañas de la tierra misma, como símbolo de maternidad y gestación, como centro del trabajo, de la confrontación social, y de la vida misma
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Guayasamín viajó por toda América Latina durante algunos años (cuatro aproximadamente), donde realizó más de cuatrocientos apuntes y bocetos. Inicia una concepción que guía el trabajo posterior del pintor en un sentido al menos: el de desarrollar temáticas y planteamientos que no se agotan con una decena de obras sino que exigen tratamientos de más vasta proyección, lo que se reflejará en la cantidad de obras que produzca como en el tiempo que dedicará a su logro, así como en los géneros y materiales que involucre. Pero Huacayñán es mucho más, por supuesto, y para decirlo de una vez, es la tapa más rotundamente expresiva de su autor, aquella en que alcanza su plenitud creativa. La definimos a continuación: Es la fase de logro y madurez de un arte que adquiere un carácter definidor en lo expresionista. Es la inmediata y más contundente traducción y manifestación de su mundo interior, de su relación con la realidad nacional en sus ámbitos más diversos. Es la aceptación de lo social y político como compromiso conciencial y no solo visceral suyo. Es el ansiado encuentro de una forma (en dibujo y color) que facilitará su expresión. Esta es la etapa propiamente indigenista de Oswaldo Guayasamín, aquella en que no solo se vincula plenamente con esta tendencia a la que, con Kingman, conduce y define, sino en que se produce la mayor y más profunda identidad suya con un sentido de ecuatorianidad, representado esta vez en lo indígena y mestizo. El indígena se entroniza como el sujeto trascendente de su pintura. Pero Guayasamín no se limitará a reflejarlo en versión de figura, sino como parte esencial de una visión, de una escena que refleja a su vez una acción o una situación en lo cotidiano. Camino del llanto es, desde este punto de vista, un muestrario de algunas actitudes del indio, algo así como una panorámica de su vida, de sus amores, de sus faenas, de sus frustraciones y de su muerte. Por eso es indiscutible su carga dramática y por eso, también, su fuerte afirmación humana. 1. Autorretrato 2. Las Beatas
Segunda etapa
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La edad de la Ira
A la primera etapa la llamó la Edad de la Ira (1961-1990), donde sus dibujos y colores hablan del desgarro del indio americano y de un paisaje abrupto, signo de conciencia cultural y denuncia. Está compuesta por 150 cuadros de gran formato, dentro de esa serie hay colecciones en torno a una misma temática, como “Las Manos” (12 óleos), “Mujeres Llorando” (7 óleos), “La Espera” (11 óleos), “Los Mutilados” (6 óleos), “Reunión en el Pentágono” (5 óleos), “Ríos de Sangre” (3 óleos). Lo principal que Guayasamín quiere expresar en esta etapa, es de algún modo denunciar la violencia del hombre contra el hombre en esta época. Debido a que La Edad de la Ira no está destinada a la venta, no pretende “gustar” a nadie y pocos podrían convivir con una de esas telas: no se puede cohabitar con la angustia, la infamia o la desesperación. “Porque es el hombre el que no ha podido ser plenamente a lo largo de su historia. Ante el insistente regateo de humanidad de los conquistadores, colonizadores y neocolonizadores, la afirmación de hu-manidad de nuestros hombres. Es la ira que ahora se expresa en los ojos, por lo que va tomando cuerpo en los cuerpos, manos, rostros y en la carne sufriente del hombre como tal. 24
El Grito II
La ira que pondrá fin al subdesarrollo, la miseria y todo el anacronismo en que aún seguimos viviendo. Tal es el mensaje de esta obra. Mensaje latinoamericano, tercermundista, humanista”. “Al observar esas figuras uno se siente mirado. La mirada, que no es de miedo, aunque el miedo esté en los cuerpos, ni de terror, aunque parecen sentirlo; tampoco es de dolor, aunque las muecas sean de sufrimiento. Ni desesperanza, pese a que sus manos y cuerpos parezcan implorar una esperanza. Son ojos de ira, rebeldía, casi ajenos a los sufrimientos de sus cuerpos”. Es a propósito de La Edad de la Ira que los críticos y comentaristas han señalado el contenido de denuncia de la pintura de Guayasamín, en esta serie se muestra claramente su voluntad de protesta social, es dinámica y de carácter universal. Sin embargo reacciones diversas ha causado el “arte social” y se han venido librando polémicas referidas precisamente, al “contenido social” de la obra independientemente de su realización.
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El Grito III
creemos que esas criaturas doloridas de “No sus lienzos se hallen vencidas y humilladas por las injusticias políticas o sociales. Su dolor es más trascendente y profundo. Encarnan, en cierta manera, a la doliente humanidad, a las injusticias de todos los tiempos y países y, en último término, a la angustia que reside en el centro del alma del hombre
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Pocas veces la técnica se ha adaptado con tanta exactitud al tema. Guayasamín vierte en proporciones descomunales el blanco y el negro. Sólo la cal y el abismo. Ante el gran dolor del hombre, la redondez del mundo con sus blandas transiciones desaparece. Sólo queda erguida en los grandes espacios de la noche, los altos rostros sufridores. Dibujados por el cuchillo de la pena, con la nariz aristada, sin más rasgos que los que consiente la expresión doliente...” Una de las cosas más difíciles es trabajar con blanco y negro, lo que quiere decir con las gamas mínimas y que den la sensación de color sin ser color. Guernica es una aguada inmensa, sin texturas, como una acuarela, pero muestra que, efectivamente, con el blanco y el negro se puede poner de relieve la violencia del mensaje y pueden darse contrastes tan brutales como los que se necesitan para mostrar la violencia que inspiró La Edad de la Ira.
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El Grito IV
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Cuando penetramos en las salas en que se exponen los lienzos de Guayasamín, sentimos el descenso al infierno de los dolores nuestros, de los dolores que nos causamos nosotros, que son inherentes a la humanidad. Y es Carmona quien agrega: “Habría que preguntarle a Camón Aznar si esos hombres sufrientes del pintor, esas mujeres que lloran, esos niños miserables, ese descarnado retrato del hombre, el dolor, la incultura y la injusticia, se deben simplemente a que ‘la angustia reside en el alma del hombre’ o a un régimen político y social que produce -y se basa -en la miseria del pueblo, en su dolor que el desamparo acrecienta. Cuando Guayasamín crea su óleo ‘Lágrimas de sangre’, o ese ‘Prisionero’ ante las rejas de su calabozo, que muestra las costillas descarnadas como si llevara la cárcel dentro de su cuerpo porque es pobre, claro que hace pintura política y social”. Uno se pregunta: ¿Nos causamos nosotros esos “castigos no merecidos”? ¿Desde cuándo todos los dolores espantosos de La edad de la ira son “inherentes a la humanidad”?
1. La Espera III 2. La Espera VII
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Tercera etapa
/ La edad de la Ternura
A la tercera etapa de su vida como artista la llamó La edad de la Ternura (“Mientras vivo siempre te recuerdo”). Obra colección con más de 100 obras, que pintó desde 1988 hasta 1999. Es un homenaje al amor a su madre, a las madres, como símbolo de defensa a la vida. En sus cuadros podemos apreciar colores más vivos que reflejan el amor y la ternura entre madres e hijos, y la inocencia de los niños. No es preciso, utilizando una suerte de psicoanálisis de cocina, recurrir a la infancia de Guayasamín para encontrar allí el origen de su predilección por el tema de la madre: se trata, simplemente, de una de las constantes de su pintura, como lo son Quito, las manos, las flores secas, las lágrimas. Símbolo, por antonomasia, de la ternura (aunque las excepciones pueden llegar a la crueldad más atroz), resulta inútil tratar de interpretar el tema cada vez que Guayasamín se ocupa de él, y sólo cabe una descripción analítica de los innumerables cuadros, casi todos con el mismo título de “Madre” o “Madre y niño”, lo que obliga a identificarlos sólo por el año de su ejecución. Se trata siempre y no podía ser de otra manera dentro de la estética de Guayasamín, por lo menos hasta la serie Mientras vivo siempre te recuerdo donde asoman la placidez, la calma y la ternura de la madre desgarrada, que sufre o espera la desgracia: su hijo condenado a la enfermedad o a la muerte. Generalmente con la cabeza inclinada, con una gran mano con que se consuela o se interroga, o con la que protege o consuela al niño.
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Maternidad
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La primera obra de ese tema es una acuarela que data de 1940, cuando aún se encontraba en la Escuela de Bellas Artes, en la cual aparecen algunos signos que serán reiterativos a lo largo de cincuenta años: la madre apesadumbrada, el niño desnudo y aparentemente enfermo. Los óleos “Los mellizos”, de 1941, y “Madre y niño”, de 1942, ambos de un realismo elemental, y la primera “Madre y niño” de Huacayñán, ya geométrica y de un ocre rojizo dominante, presentan la rara característica de que en ellos la madre está vestida. Cabe citar también, aunque no lleve el mismo título, el óleo “Cansancio”, de la misma serie, que es ya representativo del periodo constructivista o geometrizante de Guayasamín, puesto que son, indudablemente, madre e hijo, la mujer que allí figura acostada con un niño en sus brazos. Otro cuadro, titulado también “Cansancio”, éste de 1947, Camón Aznar lo incluye erróneamente en la serie Huacayñán que Guayasamín comenzó a pintar tres o cuatro años después, y lo describe así: “La india que ofrece no sabemos a qué ídolo cruel [?], su hijo amortecido. Es éste uno de sus cuadros más representativos. La tonalidad marrón de todo el lienzo. La figura de la madre, de solemne apostura. El vestido que envuelve su cuerpo como en una clámide. Con sólo como detalle personal, el gran brazo que sostiene al hijo. Y ella con fondo de concha blanca. Cuadro de una cierta grandeza clásica”. Es célebre “Madre y niño” de 1955: por el trazo geométrico incisivo, por la armonía de las diversas tonalidades del ocre (que para ese autor “van del blanco amarillento al castaño, pasando por el rosado, como el fruto abierto del zapallo”), por su evocación de la pintura negativa, es una de las más importantes “prolongaciones” del arte precolombino. Por ende, podemos decir desde ese momento que, tomará del cubismo una fuerte concentración de las líneas y de los colores esenciales pero, paradójicamente, no escapará a la abstracción con la geometría de los recortes del fondo...”. La placidez del niño, que contrasta con el desapego de la madre, anuncia, con treinticinco años de anticipación, la serenidad que sólo reaparecerá en la serie Mientras vivo. Una “Madre y niño” de 1958 es una realización aparte en la obra de Guayasamín. Domina en el cuadro la figura de una mujer sentada (sólo se la ve hasta ligeramente más abajo de las rodillas): sobre el fondo oscuro del cuerpo, que a su vez destaca contra el fondo amarillo y gris claro del cuadro, tiene los brazos y las manos cruzadas sobre las rodillas. Madre y Niño III
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A partir de los años 80, cuando el tema de la maternidad es no predominante sino único, el problema de identificación es mayor por el simple hecho de que la serie Mientras vivo... está, al parecer, muy lejos de terminarse. Solamente los cuadros de ese tipo reproducidos en El tiempo que me ha tocado vivir (publicado en 1988) ascienden a 23: una “Maternidad” de 1979, una “Madre” de 1985 y 21 “Madre y niño” pintados entre 1982 y 1986. Y las raras indicaciones que llevan son “Madre y Niño. ‘Fondo rojo’” y “Madre y niño. ‘Verde’”. De esa fecha a hoy, hay unos veinte más. Es frente a esta nueva serie cuando aparece más clara la afirmación de Guayasamín: “No soy un buscador de temas. Mi tema es uno solo y está tejido con mi piel. Yo soy una especie de clavo en un mismo sitio...”. Y recuerdo la serie El artista y su modelo que Picasso expuso en París en 1963. A diferencia de sus “traducciones” de Las Meninas o El almuerzo campestre (que son variaciones de fragmentos o detalles de la obra original) se trata de más de cincuenta cuadros sobre el 36
mismo tema: no hay dos pictóricamente iguales, pero las variantes “temáticas” o “argumentales” consisten solamente en que el artista y la modelo llevan o no sombrero, o varía el sombrero mismo, el artista pinta sobre un caballete o sobre sus rodillas, están en un jardín. Igual sucede con Mientras vivo: el niño está abrazado por su madre o se abraza a ella, tienen los ojos cerrados o abiertos, ella lo atrae hacia su pecho o lo lleva en sus espaldas. El dibujo, de trazos finos y seguros, se diría autónomo: existe por sí mismo, independientemente del color que éstos delimitan. Las manos parecen estar tratadas con menor detenimiento que en La Edad de la Ira, por ejemplo. En todos los cuadros predominan el amarillo y el ocre sobre fondo negro, aunque algunos recurren a la audaz armonía del azul y el anaranjado de esta época de Guayasamín. Todos los rostros, esquematizados (a veces en forma de fruto), expresan ternura, calma, serenidad, pero jamás llegarán a representar alegría, ya que, no es lo que Oswaldo quiere expresar. Madre y Niño
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Guayasamín dijo un día: ”Mi pintura es de dos mundos: De piel para adentro es un grito contra el racismo y la pobreza; de piel para afuera es la síntesis del tiempo que me ha tocado vivir” Y luego continuó: “Quise hacer esta obra, con un toque mio también, por la necesidad fuerte de un abrazo de mi madre, que extraño hasta las entrañas... que es por ella que sigo creando...respirando. Por eso mientras vivo...siempre te recuerdo”. 1. Niña Llorando 2. Niño Dormido
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Conociendo mรกs a fondo sus obras
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E
ERD QUITO V
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la serie de la e r t n ne de la transició os los colores ma e d a p d a t o te a una e rnura. Utiliza t s 20 años. Su los e c e n e n de último ra pert serie de La Te nte los ue la utilizació , esperEsta ob a la r y u a d Ir e nt e la ería q a vida Edad d e la tenía ause a, parec lo le da al tem . Ir la u o q maril o com época paleta ía ni a tan dur inculados al a hace en esta s e o la alegr hay n v a e i s ya jo n e o r t a inclin azul y terior curren colores or, que tan re gantes, no se rimas, en su in vendrá am , que interro su rostro lag anza y l futuro deslumbra ntiene e e o c d n a e n r e á b Esta o orque ue surg su e pasar za aunq no saber qu sesperación p En el año de e t is r t e . la e la d d d a n pación socied mbres se de ar a la preocu pero sin lleg milia y de la o fa e los h s, mor. despué en bien de la in aspira a qu ranza, paz y a m s, pe cambio 1994 Guayasa endero de es s n n creació aminen por u c mano y
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Colofón Editor: Valentina Nicolet Pacheco. Diseñador: Valentina Nicolet Pacheco. Illustrador: Oswaldo Guayasamin Editado en: Adobe Indesign CS5, Adobe Illustrator CS5, Adobe Photoshop CS5 Tipografía: Myriad Pro Light y Regular Rotulado en: Interplot Dirección: Avenida Pedro de Valdivia 61, Loc. 10-B , Providencia, Santiago, Chile Impresión: Láser N° de ejemplar: 1 Bibliografía: www.guayasamin.com Papel: Matte 170 gr. Año: 2010
9 789581 234561