Somos culpables
Número 01
• Septiembre/Octubre 2014
índice
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Editorial - En sus Marcas... ¿listos? ...¡No! Poemas - Les naufragés Poemas - Sin título Poemas - Absolutamente nada Relato - Mi tendencia a la pigmentación Relato - Putas parapléjicas 2 Relato - El vampiro de París Relato - Un Perro Andaluz Relato - El epicentro del mal 2
Director de publicación : Camilo Rodríguez Edición : Annabela Ojeda & Camilo Rodríguez Diagramación : Annabela Ojeda Traducción: Camilo Rodríguez Foto de portada : Iván Sierra
Sin embargo, aún contamos con el impulso de la primera edición (que no por nada lleva el número 00) : presenciamos el elogio del « guayabo », extraña palabra que nombra un árbol y al mismo tiempo evoca la resaca mañanera. En seguida nos sumergimos en las entrañas de « la flema » para terminar infiltrados en los oscuros propósitos de un par de geniales borrachines que pretenden montar un prostíbulo con « Putas parapléjicas ». Luego nos trasladamos a la espesura de la selva amazónica donde el delirio febril nos enfrentó a la enorme « Boa ». Allí nos dimos cuenta de que era una alucinación proyectada por la « lecto-escritura », tal y como sucede con ese extraño « charco de agua sucia » que a veces imaginamos en nuestro estómago. Desde luego, no podíamos dejar este disparatado viaje sin prepararnos para el regreso a la agobiante cotidianidad. Para ello conocimos las innumerables neurosis de « Stéphane Tibault », un hombre que podríamos llamar « normal » si no nos diera miedo la normalidad que encarna. Así pues, ponemos en sus manos el número 01 de « Disparates ». Encontrarán una sección de poemas en edición bilingüe dirigida al lectorado francés y a los interesados en la traducción. Además, aclaramos que nuestra intención es llegar a 6 números en total. ¿Por qué 6 y no 7 (número sagrado para tantas religiones y que, según los cabalistas, representa la bondad) ? Bien, pues porque nuestro ciclo de tirada bimensual se cumple con 6 ejemplares y no 7, ni 5, ni 8. Finalmente, solo nos resta agradecerles por prestarnos sus ojos, que esperamos devolverles con un poco más de alboroto.
editorial
Continuar algo puede ser difícil. Poco a poco, la pasión inicial cede su lugar a la monotonía y las molestias salen a flote. Además está la presión exterior, las expectativas. Todo el mundo espera que sigas el camino que te has trazado pero, de cierta manera, son ellos quienes lo han trazado por ti. Pues bien, de la inmensa lista de normas y patrones para publicar una revista, los hemos infringido todos, nos hemos equivocado hasta el fondo. Somos culpables.
Les Naufragés Dans un frêle souffle et le fracas du silence Débarqué souvent seul afin d’y jouer sa chance Glissé au hasard des cartes redistribuées, La vie ainsi lancée va vite s’entremailler Le départ pour l’exil, n’est jamais chose facile, Mais sauver ses racines de ce pays fragile, Quand l’odeur de mort ne cesse de vous oppresser, Plus d’autre hésitation saisissons notre bouée. Bien nombres de tempêtes sans jamais s’encrer Balafrés de blessures sans doute à repanser. S’en remettre à Dieu et continuer d’avancer Aventuriers des flots la vie s’est déchaînée. Avoir tout abandonné accosté sur ce rivage Arrêter de tanguer et s’amarrer au paysage La terre dévoilée garde pour seul ombrage L’histoire d’un vieil orage que l’on nomme héritage.
Un texte d’Agnès et Vincent
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Los Náufragos En un frágil soplo y el estruendo del silencio Desembarca a menudo solo, para jugar su suerte Resbalado al azar de cartas repartidas dos veces, así lanzada la vida se entrelaza rápidamente. Partir al exilio nunca es cosa fácil, Pero salvar sus raíces de este país frágil, cuando el olor a muerte no te deja de oprimir, ¡No tengas dudas, toma tu salvavidas para vivir! Sufrir muchas tormentas sin anclarse jamás Destrozados por heridas que habrá que vendar Volver a creer en Dios y continuar avanzando Aventureros de flota, la vida se va desatando. 1 Haber abandonado todo, arribar sobre esa orilla Dejar de tambalear y amarrarse al paisaje La tierra revelada solo guarda una sombra : La historia de una vieja tormenta que llamamos herencia.
Ilustrado por Agnès 1. Dicho de una embarcación : llegar a tierra firme.
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Sans Titre Et s’il m’était donné le don je choisirais d’être un cyprès et je déménagerais dans le nord. Je mourrais cent ou cent cinq fois avec la fin de chaque an pour renaître avec le printemps. Ou j’irais dans le sud pour être un coulequin1 de montagne et faire de mon corps la demeure d’un rossignol. Je serais la sève d’un palmier ou la pierre qui témoigne, au fond, le cours millénaire de son fleuve. Je ne saurais donc ce que c’est le rivotril2 ni le diazépam3 j’ignorerais les téléviseurs et les salles d’attente les dimanches après-midi les lundis dans la matinée, s’il m’était donné le don.
Sebastián Montes 1. Arbre fruitier lactifère qui pousse en Amérique tropicale (en Amérique centrale, en Colombie, en Équateur, au Pérou et au nord du Brésil. 2. Le rivotril ou clonazépam est un médicament de propriétés sédatives, et parfois hallucinogènes. 3. Le diazépam est un tranquillisant de propriétés anticonvulsivantes, très similaire au rivotril.
Sin Título Y si me fuera dado el don escogeria ser ciprés y me mudaría al norte. Moriría cien o ciento cinco veces con el fin de cada año para reinventarme con la primavera. O me iría al sur para ser yarumo en las montañas y hacer así mi cuerpo el hogar de un ruiseñor. Sería savia de una ceiba o piedra que atestigua desde el fondo el curso milenario de su rio. No sabria entonces qué es el Ribotril ni el Diazepam ignoraría los televisores y las salas de espera los domingos a la tarde la mañana de los lunes si me fuera dado el don.
Ilustrado por Felipe Vargas
Absolument rien Il a rayé sept murs et a exhalé tout son chagrin, il est retourné où il avait commencé le dessin et souligna les traits, il les souligna de haine car il se haïssait lui même, et cette fois-ci la lettre a résulté noire et tacha la blancheur de ses amours. Jusqu’à ce qu’il n’avait pas enrobé et teint de fièvre dépressive ses souvenirs, il ne s’est pas arrêté dans ses propos. Encre noire de tons rouges contaminée de la désillusion repoussée qui trouve se regardant tout seul et condamné à l’existence. De ses ongles a jaillit du sang puisque son art était humain, était passion, rouge enflammé qui imprégnait l’air de tristesse céleste1 ou de vert agonie. Ce soir-la beaucoup de mots sont morts et le jour resplendit d’un nouveau mot, haine de mer. Et les tritons2 prièrent des marées et les sirènes chantèrent des sentences funèbres pour les sentiments qui devraient être emportés par le courant. Karma immonde de la nature, avoir à charger avec l’amertume des hommes. Ses ongles à la fois pinceaux et génitrices de son œuvre, braves et aggravées par la sévérité de ses bras, ont récupérées leur forme grâce au va-et-vient du soleil sur le mur de leur malédiction. Le temps éroda les terrains où l’amour avait poussé une autre fois. Dorénavant tout serait stérile comme le champ où l’ego avala les fruits de l’innocent réveiller.
Oscar Serna 1. Couleur bleue du ciel. Relatif à la divinité. 2. Le triton est un dieu marin de la mythologie grecque. La partie supérieur de son corps est celle d’un homme, et l’inférieur est celle d’un poisson à longue queue. Dans certains mythes, Triton aidait les marins en apaisant les tempêtes.
Absolutamente nada Él rayó siete paredes y exhaló todo su desconsuelo, regresó a donde había comenzado su trazo e incrementó sus pinceladas, las llenó de odio porque se odiaba a sí mismo, y esta vez la letra salió negra y manchó la blancura de sus amores. Hasta no rebozar sus recuerdos y teñirlos de depresión, no descontinuó su empresa. Tinta negra con tonos rojos, contaminada de la desilusión postergada que encuentra al verse finalmente solo y condenado a la existencia. Sus uñas brotaron sangre pues su arte era humano, humano pasión o rojo encendido que impregnaba el aire de tristeza celeste o verde agonía. Muchas palabras murieron esa noche, y el día resplandeció con un nuevo vocablo, Odio de mar. Y los tritones rezaron las mareas, y las sirenas cantaron sentencias fúnebres para aquellos sentimientos que deberían ser acarreados por las corrientes. Karma inmundo de la naturaleza, tener que cargar con la amargura de los hombres. Sus uñas, pinceles y progenitores de su obra, bravas y agravadas por la severidad de sus trazos, recuperaron forma con el ir y venir del sol sobre el muro de su maldición. El tiempo se encargó de erosionar esos terrenos donde el amor había crecido alguna vez. De ahora en adelante, todo sería baldío como el campo donde el ego devoró los frutos del inocente despertar.
Iustrado par Ángela Atuesta
Mi tendencia a la pigmentación Para sostener este moreno, me limito a recibir en mi piel todas las partículas creadas tras la expansión del Universo. Lloro calor. Amo este misceláneo; arena, ardiente combustión, rayos de Sol, oleaje musical a poca distancia… El ligero eco, ¡oh! La serenidad que provoca el hecho de saber que si sudo, el agua salada refrescará cada porción de mi longeva figura. El silencio seco, la arena otra vez, la toalla espumosa, la brisa que aparece y desaparece golpeando con extrema suavidad mis cojones cuya piel, ya rojiza, se hornea al Sol con la paciencia que podría tener una roca volcánica capacitada para soportar miles de destellos solares y millones de días de bochorno. De hecho, serían capaces de estar sometidos a la combustión tenaz de los aguerridos rayos del astro al que yo llamo DIOS por los siglos de los siglos. Y mi falo, amarrado y tieso cual monumento egipcio, ondea plácidamente mientras mi cuerpo que está forjado de carne cruda aspirante a ennegrecerse por completo, se volatiliza. No envidio a los hombres de color porque ellos ya tienen la tarea completada. Me complace ennegrecerme y sentir cómo me tuesto. Fotosíntesis epicúrea. Adoro la sensación de sosiego corporal provocada por el despertar tortuoso que supone quedarse dormido a pleno Sol. Aprecio llegar a tal extremo. El momento de acariciar un golpe de calor y sobrevivir al intento, me genera una situación de competitividad contra el El más sabio es el tiempo porque todo lo descubre.
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calor solar que me apasiona. Sobre todo por ese primer trago de cerveza que suelo tomar en esos instantes. Ese primer trago fresco y helado es bebido por todo mi cuerpo. No miento. En esa porción brevísima de tiempo todo es bebible. Incluso mis uñas. También el salitre que se encuentra impregnado en mi cuerpo o la arena que casi me oculta dentro de ella. Por piedad al entorno, no olvido al omnipresente silbido del viento atlántico que teje melodías opiáceas y valedoras de ser himnos generacionales que pueden ser bebidos a cualquier hora, en vaso o en copa y con hielo y limón. El olor del mar, clásico impune al paso del tiempo, también me lo tomo. Éste, inmediatamente, pasa a ser considerado un “Ruso Blanco” bebible a sorbos intermitentes. El rugido de las olas o el agua y su salitre podrían ser ardientes tragos de brebajes con altas dosis de alcohol. La mujer a veinte metros de tetas operadas, bebible, el cielo uniforme lo mismo, el silencioso ruido de cualquier insecto, me lo trago. Joder, qué sed. Y también, ahora que la observo, me pimplaba a la nube que tiene la forma de un pezón relleno de nata o de un círculo emparanoyado1 por un parto prematuro de un embarazado no deseado: Ha sido Cuadrúpedo, enhorabuena. Delirio. Llego a él mientas observo
un extraño forcejeo entre un insecto con forma de ciervo y un gusano con existentes indicios de ebriedad veraniega. Ambos oponentes disputan una pugna salvaje, seguramente por alguna hembra. Durante la pugna el gusano cae y rueda veloz hacia mí. La fuerza del insecto-ciervo ha sido tal, que el gusano casi planea sin control alguno. Yo corro, pero se aproxima cada vez más. Poco a poco voy oyendo su cuerpo rugiendo y rodando detrás del mío. Noto casi su aliento en las plantas de mis pies, quienes, dicho sea de paso, están ardiendo por la arena carbonizada. Corro. Corro y corro como un cabrón. Sin mirar hacia atrás. Pero no puedo más. Me alcanza y caigo. No logro esquivar al gusano que me aplasta y sigue su rumbo hacia el vacío que habita tras el oleaje. Y yo, que por la inercia del golpe estoy rodando por esta arena candente, me dirijo sin rumbo ni beneficio hacia el final de ese precipicio. Ruedo. Rodar es como reafirmarse en una contradicción, uno se pierde al final, pero amplía los horizontes del significado de las cosas. Llego al precipicio, sí, y caigo y…silencio… no se oye nada… Mientras caigo, modifico formas y adorno el presente estancado en estaciones hibernales que no valen la pena. Así me organizo. Elimino la aurora. ¿A la aurora? ¿La aurora o “el”
1. Emparanoiar: Aunque no existe como verbo oficial, emparanoiar es sinónimo de obsesionar, alucinar o “flipar”, según el contexto.
Los sueños cavan tumbas en el espíritu.
aurora? Debido a las dudas, elimino a todas. No tengo tiempo, estoy cayendo. Podré crear nuevas auroras con diferentes ocasos. Nuevos patrones de perpetuación de lo físico, como cuando éramos niños y los enigmas del pasado eran descifrados lentamente y colocados en nuestras mentes hastiadas de ingenuidad. Abro los ojos. Memoria. Desde que soy consciente de que tuve una infancia, la búsqueda de calor es algo casi cultural. Ya de joven, era acusado en la escuela de permanecer mucho tiempo al Sol. Todos me preguntaban, ¿qué ves?, y yo sólo me dedicaba a verlo y a sentir cómo golpeaba en mi cuerpo. Cuando arriba el calor aguerrido siento que carezco de lógica humana. Me niego a amagar mi mediterraneidad y escapo del ligero sonreír urbano y de sus piernas pidiendo paso a los pasos de cebra. Huir, ¡coño! Huir de esas gafas que cubren una cara que no queremos mostrar, de la inercia del sexo de los cuerpos galopantes, del sol esperando en las terrazas, de esos extranjeros visitando el Pont Neuf y de la temperatura que obliga al transeúnte a salir escupido a la calle por imperativo climático. En el momento del crepúsculo ya siento nostalgia. ¡Qué putada! Pues el último sesgo de calor vespertino es el más placentero. Hasta en la despedida eres ardiente e insano, Sol. En ese momento, me relajo en el agua. Así me despido de ti, Sol, dejándome arrastrar por el oleaje mientras palpita sobre el mar mi cuerpo desnudo: pum-pum, pum-pum, pum-pum.
Escrito por Iván Blanco Ilustrado por Cristian Pineda Los árboles más hermosos reencarnan en buenos libros.
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Putas Parapléjicas Capítulo II: La gran idea Jonás es un hombre rudo. Se hizo rudo compitiendo en cantinas de mala muerte, jugando el típico juego de « el que tomará más, pagará menos ». Así logró ganarse el respeto de algunos cuantos y follar a las mujeres ebrias que paseaban por esos bares a las cuatro de la mañana buscando “gringos” para ver si las llevan de paseo. Jonás también dice que yo le caigo bien porque puedo tomar como él… La verdad yo creo que los borrachos somos como una gran nación, un pueblo de armonía que cuando se encuentra; el bienestar y la felicidad nacen por el simple hecho de cubrirnos bajo el mismo manto de la borrachera, con un solo pasaporte a la ebriedad, bautizados con el agua de vida destilada. Para esa época todos teníamos problemas de dinero. Jonás no podía pagar la pensión donde se estaba
quedando y en la tienda donde nos fiaban el vodka, ya nos miraban con malos ojos, pero seguían fiándonos por el acento de Jonás : —Venga joeputa, otra botella, vea que soy Alemán, mamita—...Y bueno, con esas frases encantadoras ¿Quién le puede decir que no a un alemán de cuarenta años un martes a las cinco de la tarde ? Yo seguía en la universidad y todos los días cuando terminaba clases, me iba a mi casa. Una ducha, comida para el gato, pan con atún frío y de regreso a las calles del centro. Se convertía en una rutina, pero era hermosa ¡Qué buenos tiempos! Caminar borrachos por la calle, a veces asustando a los gamines y a veces siendo asustados por gamines. Otras veces correr de la policía, y en una sola ocasión, hacer correr a la policía. Las noches eran largas y las
Bailar una canción resume media hora de conversación.
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mañanas increíbles. Despertábamos en cualquier bar, a eso de las nueve de la mañana, escuchando The Doors en una vieja rockola que proyectaba videos pornográficos. Esa era la vida : caminar un poco, ver a Jonás dormir en el baño del bar con la cerveza aún en mano y el cigarrillo pegado a sus labios. Los buenos tiempos.
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La falta de dinero nos vuelve creativos. O, al menos, eso dicen por ahí. Mi papá dice: al que le van a dar, le guardan. Y Jonás me dice : —Mueva el culo, joeputa, que no tenemos vodka, que yo quiero una chica bien bonita jopeuta.— Yo lo entendía. Soy de las pocas personas que puede entender a Jonás. Detrás de su cara de borracho degenerado, se esconde un tímido hombrecillo que solo necesita un poco de compañía y un algo para beber. Pero eso cuesta caro en Bogotá. De hecho, hay un pequeño problema con ser borracho y tener un trabajo. El problema es el tiempo. Porque si trabajas por dinero para comprar alcohol, entonces ¿en qué momento te lo tomas? Y si tomas como..., bueno..., como Jonás, pues no vas a tener tiempo para trabajar. Bien. Entonces te quedan muy pocas opciones : O dejas de tomar, o haces algo fácil y por lo general ilegal para seguir tomando. Y bueno…, pues estoy escribiendo esto con un vaso de whisky en la mano…
«Las noches eran largas y las mañanas increíbles. Despertábamos en cualquier bar, a eso de las nueve de la mañana, escuchando The Doors en una vieja rockola que proyectaba videos pornográficos. Esa era la vida : caminar un poco, ver a Jonás dormir en el baño del bar con la cerveza aún en mano y el cigarrillo pegado a sus labios. Los buenos tiempos.»
Los buenos ladrones tienen manos de pianista.
Ahora bien, es cierto que hay grados de ilegalidad y de maldad. Pero si haces cosas mas allá del mayor grado de la maldad, según Jonás, es mucho más sencillo evadir el peso moral y el brazo de la ley. ¿Por qué ? Porque, sencillamente, la gente no sabe cómo reaccionar ante algo así. La imaginación de las personas normales tiende a llevar esa información hacia el camino de lo desconocido, de lo increíble, hasta que se convierte en una leyenda. « Una historia que alguien le contó a alguien… » Fácilmente se vuelve esa historia para amenazar a los niños fastidiosos O, al menos, eso me decía Jonás y, la verdad, con ese acento me convencía ; parecía como si supiera lo que iba a hacer.
Jonás y yo sentados en el banquito de un parque, pensando. Yo le decía que el dinero no está en la ciudad. Mi teoría es que el dinero está en los pueblos porque los campesinos no creen tanto en los bancos y lo guardan bajo sus colchones. Millones de pesos deben aguardar bajo las camas de la Colombia profunda. En esa Colombia de pelaña* y envueltos*, de sopa de mute*1 y tejo ventiao.**2 Jonás, pegó un solo brinco y me dijo : —¡Pues venga Dani ! Que tengo una idea. Digo que soy negociante, que podemos hacer un negocito con unas chicas. —¿Que cuánto cree que follan las mongólicas, Danielito? —Me pregunta, como el que se está mordiendo la uña para arrancársela. —Bueno, no sé Jonás. —¡Venga ! que esta fácil, joeputa. —No sé, no tengo idea, ¿muy poco ? No sé... —Que no follan nunca. Que con mi idea, eso va cambiar. 1. Pelaña, envueltos, sopa de mute : Especialidades de la comida típica y popular en Colombia. 2. Tejo : Deporte tradicional colombiano que consiste en lanzar un disco metálico a un grupo de mechas para hacerlas estallar e ir sumando puntos.
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… —¿Puede dejar el apartamento unos meses, Dani? Que vamos a tener aventuras. Vamos a sobrevivir en este mundo, ¡Venga, Joeputa !, que no va a lograr nada sentado ahí. —¡Mierda, Jonás ! No sé... ¿Cuánto tiempo? ¿Y el gato? La verdad no sé. —Que usted está joven, venga con el gato, que es bueno para la experiencia. ¡Ya está ! Nos vemos en mi casa a las diez de la mañana. Que traiga plata y el gato porque vamos p’al pueblo. Y en efecto. Cerré el apartamento y nos fuimos en una flota con Jonás. Llevamos una botella de ron para el camino y cuatro cervezas. A mitad de trayecto tuvimos que hacer frenar el bus para poder orinar. En cualquier otra situación, la gente nos hubiera echado del bus, pero como iba con el alemán oji-azul, a la gente le encantaba escucharlo hablar incoherencias de borracho con su encantador acento. “Que me gusta Colombia ¡joeputa !” Y la gente sonreía con él. Unos pasajeros de las sillas de adelante compraron un par de botellas de aguardiente para brindar con nosotros. Al poco tiempo, el chofer se comenzó a poner
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los grandes éxitos de Giovanny Ayala para mostrarle a Jonás el esplendor de la música popular colombiana3, una extraña mezcla entre la balada de Adamo, el mariachi mexicano y una fuerte carga de núsica norteña, sin olvidar el sabor inconfundible del tropipop y discretas influencias del merengue. El bus era una fiesta, el paseo era una fiesta y la vida era una fiesta. Las maracas sonaban al ritmo, como dice mi primo. Y bueno, una vez que llegamos al pueblo, la fiesta siguió. Todos creían que lo que decía Jonás era la verdad absoluta. Con su cara y su acento, logró convencer a todos en el pueblo, diciéndoles que éramos grandes empresarios, hombres respetables, los amigos... Tardamos dos días para obtener un local en la mitad de una vereda y un grupo de amigos que nos acompañaban tomando durante la noche en la única taberna que había en el centro del pueblo. Y así empezó todo, sin más que un manojo de mentiras, cuatrocientos mil pesos, un gato y una pequeña caseta en la mitad de la vereda, junto al río.
Escrito por Daniel Alejandro Virgüez Ilustrado por Jaume Pallardó 3. Como afirma el texto, la música popular recoge la tradición de las rancheras mexicanas y la música llanera de Colombia. Básicamente, una o dos guitarras acústicas, acordeón, bajo y sintetizador.
El vampiro de ParĂs
Admito que no me hice vampiro ordinariamente. Le presto poco interés a este tipo de criaturas y ni siquiera me preocupaba que tal fantasía pudiera obtener el sí nupcial de la realidad. Me volví vampiro sin dejar de vivir como quien soy: un viejo conserje que limpia uno de tantos edificios residenciales y que recibe un sueldo que le permite darse uno que otro gusto. Una tarde, luego de asomarme a ver si los habitantes del último piso habían dejado de nuevo sus cachivaches en el corredor, me tomé la libertad de pegarme una meadita en el baño compartido. Este pequeño inmueble tiene una ventana rectangular por donde se ven las mismas chimeneas con nieve que las de un maravilloso cuadro del Orsay.1 Además, hay una solemne torre de acero muy elogiada a pesar de que no pocos artistas la criticaron cuando comenzaba a construirse. No fui capaz de evacuar porque apenas abría mi bragueta, curiosamente, mi dios Príapo2 se erguía como queriendo asomarse por la ventana. (Se me había puesto más duro que una piedra y me era imposible reclinarlo boca abajo). Finalmente opté por aguantarme las ganas para no rociar todo el inodoro. Al día siguiente, tuve que mostrarle una habitación a una linda estudiante (lo cual no era mi obligación sino más bien un favor que le hacía a la propietaria), volví a tratar de orinar allí y me ocurrió exactamente lo mismo que la primera vez. Desde entonces, comencé a frecuentar esa toilette solamente por curiosidad.
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Subía los siete pisos de escaleras sin notar el cansancio, daba unos cuantos saltitos hasta llegar a un escondido lugar en donde la Torre Eiffel se dejaba ver entre las chimeneas, en un trasfondo de nubes cambiantes. Sin anunciármelo, mi miembro, volvía a unirse a lo que, a mis ojos, se estaba convirtiendo en una procesión mágica. 1.Orsay : Museo y pinacoteca ubicado en París. Está dedicado, en su mayor parte, a la producción plástica de la segunda mitad del siglo XIX. 2. Príapo : En la mitología griega, Príapo es una deidad rústica asociada a la fertilidad de las plantas y los animales asociados a la agricultura. A menudo se lo representa con un gran pene siempre erecto.
Acababa de encontrar mi principal entretenimiento, nada más ni nada menos. Prefería subir a ese minúsculo baño en aquél edificio olvidado, que ir a la Cartoucherie o hacer mis lecturas en el parque de Buttes.
Se repitieron las estaciones hasta percatarme que había adquirido el don de trepar por las paredes, e, impulsado por algún instinto, comencé a orinar con las dos cabezas boca abajo, prodigándole cariñosos besos a la torre del amor (aprovechaba, claro está, que la realidad y la fantasía son mera cuestión de perspectiva). ¿Se creerá que, por la dificultad de la maroma, algún descuido mío pudo contribuir a que me cayera? Pues, hasta la luna de estos días (cierta superstición me impide citar mucho al dorado celeste) me ha salvado de esa. Hoy, gracias a las alas argentadas que me nacieron tal y como florecen los viejos árboles, no pocas veces he volado en torno al símbolo de esta ciudad de ensueño. Lo de mi dependencia al humor sanguíneo se debe, sin ir demasiado lejos, al término en que me gusta la carne, lo cual no es nada extraño entre franceses y, a mi educación, que se resume en la figura de un pobre hombre sufriendo en una cruz. Y lo mejor de ser vampiro es evitarme a los bárbaros dentistas que abundan en este país. Sí. No me venga a hablar de madres que han sido especiales con uno ¡jovencito de las pastillas! El que siempre me bañe en la luz de la verdad es, quizá, lo único que me diferencia de los demás murciélagos.
Escrito por Juan Sebastian Rojas Ilustrado por Catalina Bulla Los vampiros se sienten vacíos al mirarse en el espejo.
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UN PERRO ANDALUZ Aquél verano me encontraba en la árida Andalucía, en un pequeño pueblo no muy lejos de Granada. Mi único afán del día era llegar a Málaga antes de medianoche para tomar un tren. Pero todavía tenía tiempo, pues eran las diez de la mañana y estaba solamente a dos horas de Málaga. Como no tenía mucho dinero, decidí hacer autostop. Antes de ponerme en ello, compré una botella de agua bien fría y preparé un libro que tenía dentro de mi mochila. A pesar de los treinta grados de temperatura y del sol inclemente, no me sentía asfixiado ni tostado por el calor. Me instalé tranquilamente junto a una intersección que daba a la carretera. Mientras esperaba, sostenía la pancarta que rezaba « ¡ Málaga ! », y al mismo tiempo leía uno que otro poema, recogido en la soledad de aquél Viejo Oeste.
Los autos pasaban cada tanto, pero la mayoría iba en dirección a Granada. Todo un desfile de Mercedes Benz, BMW y camionetas 4x4 pasaba delante mío sin apiadarse de mi negra y barbuda cara. Al cabo de tres cuartos de hora, decidí cambiar de lugar, pues comenzaba a aburrirme. Casi enseguida, una vieja camioneta blanca se paró delante mío y pitó. Era de esos carros « utilitarios » que se utilizan en las construcciones pequeñas. El motor roncaba fuertemente, pero dejaba oir una guitarra flamenca que sonaba en la radio. El copiloto, un moro bien corpulento con cara de niño inocente, se bajó y me dio acceso a la parte trasera del auto. Sin pensarlo mucho, introduje mis cosas y entré. Ya en el carro, me dí cuenta de que junto a mí, había un pequeño bulldog
El contorsionista siempre da su brazo a torcer.
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negro de ojos saltones, de esos que siempre tienen la nariz empapada. Tenía la boca abierta, la lengua afuera y jadeaba con desespero. Al respirar, el animal rugía como un cerdito y babeaba todo a su alrededor (incluída mi pierna y una parte de mi mochila).
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brindarme hospitalidad a su propia manera. Entre tanto, el bulldog continuaba embadurnando mis piernas y me miraba ansioso, como si se me fuera a tirar encima en cualquier momento.
No tardé en entablar conversación con el conductor, un andaluz de cabello rubio, ojos azules y un tatuaje de Camarón de la isla1 que le cubría todo el pecho. Cuando se presentó como « Juan », me estrechó la mano con tanta fuerza que la pintura seca acumulada en su mano quedó grabada sobre mi palma. Juan estaba contento de haberme recogido pues, según él, mi cara le recordaba a « un primo que quería mucho ». Lo único que me inquietaba un poco era que mientras Juan conducía a 120 kilómetros por hora, no dudara en mirarme directamente a la cara, fumarse una calada de porro y beber un trago de cerveza cada tanto (no sin antes convidarme). Sin embargo, yo no podía culparlo por esto, pues comprendía que trataba de
Al son de la bulería flamenca, Juan me contó cómo había conocido al copiloto, que se llamaba Sofián. De hecho, una mañana Juan iba conduciendo esa misma camioneta cuando vio un hombre sentado junto a la ruta de Alicante. Sin saber por qué, sintió deseos de hablarle al desconocido. Se detuvo y lo invitó a subir. Sofián le hizo entender que no hablaba castellano, pero Juan insistió hasta que finalmente tomaron carretera juntos. Sofián buscaba dinero, pues llevaba varios días durmiendo donde lo agarrara la noche. Como Juan trabajaba de obrero en una construcción de la zona, logró conseguirle un puesto provisional. Sofián tenía alguna experiencia en ese tipo de labores, así que se las arregló y aprendió lo necesario para comunicarse e integrarse al equipo.
Los campos de aceituna y lavanda son casi las únicas muestras de verde que resisten el verano andaluz. Yo
miraba de tanto en tanto y me sentía envuelto por esa tierra mítica cantada en los poemas de García Lorca y
1.El más célebre cantaor de flamenco que ha conocido el mundo. Desde los 7 años cantaba en tabernas y estaciones de tren. Sus discos más célebres resultaron de su colaboración con Paco de Lucía y Tomatito. A parte de su imponente temple actoral, su extraordinaria y aguda voz renovó la sirigüiya y la bulería. Murió a tan solo 41 años de edad a causa de un cáncer pulmonar que le vino, probablemente, debido a su gran adicción al tabaco.
Antonio Machado. En una mezcla de gestos, español y francés, Sofián me explicó que no veía a su madre desde que tenía 14 años, cuando dejó Alger porque su padre fue enviado a la cárcel por segunda vez. También comprendí que él mismo había estado en la cárcel durante su paso por Alemania. ¿Por qué razón ? No lo sé con seguridad, pero al parecer debido a tráfico de drogas suaves. Al acercarnos a Málaga, le propuse a Juan que me dejara en la primera estación de gasolina que se nos atravezara. Contrariado, él insistió para que viniera a beber una cerveza fría al pueblito donde estaban viviendo, pues se encontraba en el mismo camino. Su generosidad y la alegría que nuestro encuentro parecía haberle brindado me impidieron rechazar la invitación. En un par de minutos llegamos a una casoneta ubicada sobre un alto camino empedrado, justo al lado de un edificio en obras. Después de estacionar el auto, Sofián abrió la puerta, salió y me dio paso para seguirlo. Bajo ese ardiente calor del atardecer, una cerveza fría parecía una gran recompensa. Viendo al perro, que continuaba resoplando como un caballo, pensé que a él también le vendría bien algún trago para refrescar la garganta. Juan se inclinó hacia el asiento de atrás y
«Me inquietaba un poco que al hablarme me mirara directo a la cara pese a tener las manos sobre el volante. Así mismo, fumaba un porro y bebía un trago de cerveza de cuando en cuando, no sin ofrecerme en seguida. Sin embargo, yo no podía culparlo por esto, pues comprendía que trataba de brindarme hospitalidad a su propia manera. »
A los voyeristas les encanta ver la paja en el ojo ajeno.
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tomó al perro por el collar, cargándolo con un solo brazo de manera un poco ruda. Jadeando aún más fuerte, el bulldog dejaba un caminito de babaza blanca tras de sí. Juan lo cargó hasta un grifo que estaba a unos metros y, sin soltarlo del cuello, abrió la llave para que el perro calmara su sed. El fuerte chorro de agua hizo el efecto contrario, pues el collar ya asfixiaba al animal y esto lo atoraba todavía más. El perrito bufaba y pataleaba para liberarse. Entonces Juan se dio cuenta pero, extrañamente, resolvió darle fuertes bofetadas sobre el hocico y, para completar, Sofián se acercó con afán y repitió la acción de su compañero. Yo apenas atiné a decirles que dejaran al animal tranquilo, pero tampoco insistí mucho porque esa repentina y violenta acción me paralizó. Cuando el perro dejó de moverse, Juan lo dejó caer sobre el suelo e intentó una respiración boca a boca. Sofián se resistía a aceptar lo sucedido y le propinó unos bruscos masajes sobre el vientre. La muerte del animal quedó confirmada por una pequeña expulsión de mierda flatulenta cuya textura contrastaba con el suelo empedrado.
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Un denso ambiente de duelo, una especie de neblina se instaló y nos cubrió a los tres. Yo miraba al suelo, atónito. El cadáver del perro estaba rodeado de un charco de agua, mierda y babaza blanca. Su lengua seguía por fuera. En el fondo, yo me sentía incapacitado para juzgar esta muerte accidental. Aquellos hombres me habían conducido amablemente y ahora, justo cuando trataban de hacer algo bien (de una manera bastante bruta, es cierto), la realidad les pateaba la nariz. Juan era el más decepcionado de todos, seguramente porque se sentía responsable directo. Negaba con la cabeza y maldecía sin parar, como si no se explicara la cosa. Pasado un rato, entró a la casa y regresó con una cerveza helada, una caja de cartón y una pala. Metió al perro en el cofre del carro, siempre tomándolo del collar con su inmensa mano derecha. La cantante de esa orquesta me hizo bailar los ojos.
Bebimos la cerveza en silencio, dando cortos sorbos y pasándola sin mirarnos a la cara. Cumplido lo acordado, estreché la mano de cada uno, expresándoles que sentía mucho lo sucedido y que no era culpa de nadie, que así eran las cosas, pero antes de partir, Juan me dijo, lastimero : - Ají ej la vida, ¿no ? Todo ej culpa de ejte puto calor que hace acá... Ya ej el tercer perrito que je me muere ejte verano.
Escrito por Camilo Rodríguez Ilustrado por Iván Sierra Me pregunto si a los perros rabiosos les remuerde la conciencia.
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El epicentro del mal Capítulo II: El instante Él sostenía una taza de café con el índice y el pulgar. Otro tenía en el cuello una de esas sensaciones malucas1, más bien un recuerdo que no era muy claro y que revive un sabor desagradable en la boca. Puede ser también como ese paso rápido de imágenes que acuden sucesivamente, no lo sabemos muy bien. Zutanito está dentro de un carro desbocado que se dirige hacia un poste de cemento gris esperando a que esa neurona se active y cambie el curso de las cosas. En la mitad de ese segundo, de ese ni damier2 donde se siente la posibilidad de saltar del vehículo y quedar hecho un fleco pero con vida, aparecen esos sabores. ¿Pero cómo? Todo sucede tan rápido. Puede que la única y mínima sinapsis3 acuda a
salvarnos y ese 99% se transforme forzosamente en un 1%, sí! Puede ser tan solo una chispa eléctrica, como esa de los briquets que a nadie le importa un culo. Si esa chispita se hubiera encendido en el cerebro de Zutanito en el momento preciso, él habría podido abrir la puerta con la mano izquierda, despertando en su cuerpo ese reflejo instintivo de conservación... Habría podido saltar, ¡Sí! Hubiera quedado hecho un fleco, pero con vida al fin y al cabo. Un buen culo acompañaba a las ganas y las tetas suaves se movían como ojos saltones observando un partido de tenis mientras el ombligo se sorprendía, a veces riéndose. Unos 20 minutos antes, un orgasmo se disponía a la prisa y los testículos se constreñían al capricho de un
1. Incómodas. 2. Mierda, al revés. La expresión « ni mierda » (ni damier) quiere decir « muy poco ». 3. Región de contacto entre los axones,terminaciones de las neuronas,y las dendritas,o cuerpo celular de otras neuronas.
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joven impaciente que se agarraba el pantalón mientras sostenía su ánimo, y una erección de varios minutos con las dos manos. 50% de probabilidad que caerían sobre las sábanas flacas contra el 50% de hacerlo de pie frente a la ventana. Excitados e inexpertos, no pensaron mucho. cinco minutos después, él se entraba de a pocos en ella, mientras su pelvis rompía nalgas. Los pliegues, antes mal vistos, se torneaban amables al tacto de los dedos. Dos lunares bajo la cintura revoloteaban como mosquitas mientras la espalda le rendía tributo a esas tetas amantes del tenis. De golpe, el colchón se arrastraba rebasando el borde de la cama. Desnuda con los brazos hacia atrás, la nena se perdía sobre la pared blanca en la que se pronunciaba una grieta delgada que se acrecentaba a medida que él, concentrado en las mosquitas de su espalda, asaltaba su integridad tempestuosamente desde atrás, agarrándole el culo con las dos manos. El abdomen se contraía y la respiración perdía el ritmo, pero al otro se le ponía más dura aumentando el tremendo agite. Treinta segundos sobre la taza tomada con el índice y el pulgar de él, que miraba por la ventana del carro y decía « ¡jueputa, se mató! ». Diecinueve segundos apretando culo en la silla, justamente un milisegundo antes de chocar brutalmente contra un poste gris. Un segundo para salir expulsado por el panorámico y darse cuenta que su cuerpo estaba atado aún a la silla del conductor. De hecho, la neurona nunca funcionó. Cinco segundos apretando dientes mientras eyaculaba haciendo una mueca de dolor con placer, pensando que el estruendo de afuera era la sinfonía del éxtasis. Apaguen los motores y recojan todo.
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Escrito e ilustrado por Iván Sierra
La venta de balones autografiados es un negocio redondo.
Convocatoria - Noviembre / Diciembre 2014
Si desea participar en nuestro próximo número, tenemos dos convocatorias a pedir de boca :
Escritura : Envíenos un texto de ficción (relato corto, cuento, aforismos, chistes, etc.) de libre inspiración, que no sobrepase las 1200 palabras (aproximandamente dos páginas escritas en fuente times new roman, tamaño 12, interlineado 1,5). El texto puede estar escrito en castellano o en francés. En otro archivo adjunto, el susodicho autor agregará su nombre, su número de teléfono y, si lo desea, el pseudónimo bajo el cuál quiere publicar su texto.
Ilustración : Envíenos una ilustración de libre inspiración, en blanco y
negro, para una página de formato A5 vertical. La resolución del archivo debe ser de, mínimo 150 dpi. En otro archivo adjunto, el susodicho autor agregará su nombre, su número de teléfono y, si lo desea, el pseudónimo bajo el cuál quiere publicar su ilustración.. Correo de contacto : disparatesrevista@hotmail.com
Guayabo literario - Guayabo Colectivo
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