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De un momento a otro, así de pronto, tuvimos que hacer un alto obligado al recorrido de nuestras formas de llevar la vida. Conocimos el confinamiento, nuestra capacidad de adaptación a los cambios impuestos, el cambio de los hábitos y rutinas, la modificación de nuestras relaciones y el desafío que impone tener una conversación con una pantalla manteniendo un seguimiento en la conversación y no caer en un bajón de ánimo cuando se interactúa con personas negativas que están convencidas que lo malo es más fuerte que lo bueno.

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El sentimiento constante de alerta y amenaza que nos invade tendrá consecuencias en nuestro vivir y en la manera en que nos relacionamos. Es difícil, no ser desconfiado cuando se está constantemente bombardeado con información (muchas veces falsa) respecto al Covid 19 y las medidas en curso, para evitar angustias es recomendable asegurarse de la validez de la fuente de la información, ya que no hacerlo implicaría tomar malas decisiones y terminar con más miedo. Así mismo, se sabe que tendremos efectos físicos y mentales negativos, (ansiedad, intolerancia, angustia) que pueden durar años después de la cuarentena, ya que fue algo que no estaba por nosotros planificado, y que no sólo amenazaba nuestra salud y vida, sino también la de nuestros hijos, familiares y amigos.

Ahora tenemos que volver a la “nueva normalidad”, reconocer el concepto de incertidumbre, y regresar a lo que estábamos acostumbrados. Nos encontraremos obligados a conocer un estilo de vida diferente y a un nivel de sociabilización incierto ya que para muchos los hábitos, gustos, estilos de vida, preferencias y afinidades sociales se han modificado.

Sentiremos ansiedad, estrés e incluso miedo. Todos vivimos este aislamiento de formas diferentes: hay quienes la vivieron en soledad, donde se enfrentaron a ellos mismos, reconocieron “amigos” que no estuvieron presente, y se sintieron menos acompañados estando rodeados de gente. También están quienes vivieron este proceso, acompañados, y que se enfrentaron a quiebres de parejas, roces familiares, actitudes inciertas y desconocidas de los más cercanos. Fueron muchos los cambios y descubrimientos que encontramos en estos meses de confinamiento.

Estamos viviendo algo para lo cual no estábamos preparados, por eso resulta imperioso, trabajar en nosotros mismos, reconocer nuestros valores, falencias, personalidad, para así modificar lo que no nos permite avanzar y hacer surgir lo que sí es positivo. Para ello, es imperioso adaptarse a los cambios y al hecho de que la vida, como la conocíamos, es ahora diferente.

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