Semana santa año de la misericordia predicaciones

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SEMANA SANTA 2016. JUBILEO DE LA MISERICORDIA “MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE” LUCAS 6,36.

La Aparición de Jesús a los Apóstoles. Detalle de la Puerta Santa Basílica de San Pedro

HOMILÍAS Y PREDICACIONES. P. DIEGO ALBERTO URIBE CASTRILLÓN. .



Introducción. En el año del Jubileo de la Misericordia, con especial cariño se pone a disposición de todos este texto, preparado siguiendo la propuesta del Papa Francisco que ha querido regalar a la Iglesia un año de gracia y un tiempo favorable para anunciar el amor de Dios. El texto contiene las Homilías para las celebraciones litúrgicas, las predicaciones para algunos momentos que la tradición ha puesto en estos días santos, como son el Prendimiento, La hora Santa, el Via Crucis, las siete Palabras, La soledad de María. Acojamos con gozo la invitación que se nos hace en la bula Misericordiae Vultus, 12: La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir ninguno. En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva evangelización, el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral. Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre. Con este propósito, aprovechemos todas estas oportunidades de gracia que se nos ofrecen en la Semana Mayor y pidamos la gracia de vivir nuestra fe siendo “Misericordiosos como el Padre”.

P. Diego Alberto Uribe Castrillón. Arquidiócesis de Medellín. Universidad Pontificia Bolivariana.


I Viernes de la semana de Pasión. Conmemoración de Nuestra Señora de los Dolores. Madre-fidelidad-misericordia.

La palabra que se nos acaba de proclamar está totalmente ligada al misterio sublime que se avecina, a la Pascua de Jesús, a la pascua gloriosa de la Iglesia que nace del costado abierto del Salvador crucificado y resucitado. La tradición nos invita a que este viernes lo miremos, cercanos a Jerusalén, con los ojos de María, la Madre de Misericordia. 1. Madre. Jeremías, el profeta de la primera lectura, hace inminente la entrega del Señor. Incluso se siente en el ambiente del texto cómo arrecia la persecución en la que Jesús se hace objetivo de las amarguras de quienes le atacan, de quienes están atentos a su llegada para las fiestas, a quienes han urdido la trama fatal que lo llevará al Calvario. Ante ese dolor cercano, ante la amenaza constante, ¿en quién podría refugiarse el Señor de la Gloria? Una piadosa tradición hace que María, La Madre, suba con su Hijo Único a Jerusalén. No es necesario discutir este dato humilde y sencillo, porque luego San Juan la señalará junto a la Cruz ( Cfr. Juan 19, 25-27). Sin embargo para Jesús y para cualquier ser humano, el único apoyo ha de ser el de esta Madre santísima, modelo de fidelidad, que, con delicada ternura ha cumplido todas las obras de Misericordia en favor de su único hijo. 2. Fidelidad. Es esta la escuela en la que maría es maestra, es esta la academia luminosa en la que Ella nos invita a una lección de fe y de confianza que se hace cada vez más necesaria para el mundo de hoy. U seguidor de Jesús debe serle fiel y debe vivir con firmeza su decisión de ir tras las huellas del Maestro que todo lo da, que todo lo entrega, que todo lo colma con su gracia y con su amor providente, sin dejar de invitarnos a mantener ese lazo fuerte y firme que nos impide apartarnos del amor de Dios.


Ya san Pablo nos decía “ ¿quién nos separará del amor de Cristo?”1, como queriéndonos recordar que nuestra vida sólo tendrá sentido cuando encuentre sus raíces en el amor definitivo y fiel de Jesús. Es en ese amor que encuentra su sentido toda acción que cobije y acompañe a todos los que se puedan equiparar al Señor de la gloria que ahora sube a Jerusalén perseguido, cuestionado, amenazado, señalado. Allí es donde se hace verdad aquello de ser fieles a Jesús y a su Reino, cuando nos mantenemos unidos al Evangelio de la vida en la medida que sepamos darle la vida del Evangelio al que sufre, al que llora, al que experimenta en su vida el drama del dolor tan bien retratado en el Samo 17 de la misa de hoy. 3. Misericordia: As{i, entonces, hermanos queridísimos, le encontramos un significado nuevo y elocuente a la Misericordia que la Iglesia anuncia en este año, uniendo las palabras precedentes de nuestra meditación. La Iglesia Madre, como María, está ahora delante de la humanidad para recordar que nadie está solo, que en cada sufrimiento humano no sólo asoman las espinas de la corona con la que ciñeron las sienes de Jesús2 sino también la fuerza luminosa del amor con el que debemos acudir para hacer vivo el mensaje de amor fraterno y concreto de Jesús. En el Evangelio de hoy se nos acaba de recordar la polémica que despierta el amor entregado y visible de Jesús, sus obras, sus milagros, sus palabras que rompen las barreras del odio y del rencor y señalan a la humanidad un camino de perdón y de paz. Jesús despierta fe, muchos “creyeron en El” nos dice San Juan3, porque vieron obras de amor generoso, de entrega constante, de Misericordia, que no es otra cosa que la adhesión del Corazón amoroso del Maestro al corazón destrozado de cada hermano que sufre. Avancemos, entonces, hacia la Semana Mayor. Sintamos que viene a nuestro lado la Madre de Jesús y que Ella recoge con especial ternura la sombra de amargura que se cierne sobre su Hijo, tan parecida al dolor que acosa el mundo en el que vivimos. Pidámosle a la Madre que nos enseñe la fidelidad al amor de Jesús y que en el Año de la Misericordia, podamos recordar con que amor Dios mismo ha resuelto la súplica del Salmo 17 y que con Jesús mismo y con la Madre de los 1

Romanos 8, 35ª. Cfr. Marcos 15,17. 3 | Cfr. Juan 10,42. 2


siete dolores que hoy recordamos, podamos decir: “En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios; desde su templo Él escuchó mi voz y mi grito llegó a sus oídos”. Amén.


Domingo de Ramos en la Pasión del Señor Entrada de Jesús a Jerusalén. Alegría-humildad-misericordia. La entrada de Jesús a Jerusalén que nos acaba de contar san Lucas encierra tres palabras que no podríamos dejar de proponer al inicio de esta Procesión que inaugura las celebraciones pascuales. 1. Alegría. Aunque parezca contradictoria esta palabra des pues de una Cuaresma en la que cantamos el dolor de Jesús en las memorias piadosas de su Pasión, hoy desbordan de gozo los Niños Hebreos, los Discípulos de Jesús y la gente de Jerusalén. Lo más bello y lo más curioso es que San Lucas tome las mismas palabras de la noche de la Navidad para componer la canción amorosa con la que la muchedumbre baja alabando al Señor: “gloria en las alturas y paz en la tierra”4. 2. Humildad. Es el distintivo de los que ayer vitorearon a Jesús y hoy nos prestan este valor a los que queremos que llegue al mundo el Reino de la Paz que Jesús sigue anunciando a través de la Iglesia. El rey que cabalga en un burrito, como lo había anunciado el Profeta Zacarías5, nos muestra que su poder consiste en saber hacerse el último para poder encontrar cara a cara el amor de los pobres que es sincero, la dulzura de los humildes que es pura y fiel. 3. Misericordia. Este es el Rey Misericordioso que, finalmente, quiere entrar en esa Jerusalén amurallada que es nuestra vida, es este el Rey que aclamamos: el que sabe entender el corazón palpitante del necesitado y el que sabe bañar con el bálsamo de su bendición ya a los tiernos infantes hebreos que le saludan con sus vocecitas temblorosas, ya a los que piensan que les puede arrebatar el reino aquel cuya fuerza es solo el amor y cuyo poder radica en la ternura con la que nos hace sentir que Dios por fin se acordó de su pueblo. Marchemos en paz.

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Cfr. Lucas 2, 14 y Lucas 19, 38. Cfr. Zacarías 9,9


Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Misa de la Pasión. La meditación de la gloriosa Pasión de Jesús contada por san Lucas, nos ofrece tres realidades que quisiéramos contemplar en este Domingo. Dolor-gloria-misericordia. 1. Dolor. Isaías nos ha acostumbrado como profeta a retratar con exquisita precisión la vida del Señor Jesús, por lo que al escucharlo en su Canto del Siervo Doliente6, nos hace pensar que en Jesús se cumplen, no sólo lejanos anuncios referidos a un hombre que sufre, sino que el rigor de su Pasión lo hace solidario con todos los dolores de una humanidad azotada por el odio y el rencor y que el dolor en Jesús es una aceptación voluntaria de un compromiso amoroso. Es un Dolor Salvífico, como enseñaba San Juan Pablo Segundo en una encíclica que lleva ese título. Es un dolor que calma el dolor, es un sufrimiento que hace llevadero el sufrimiento de los otros porque él lo hace suyo, porque el sigue entregándose en cada acción solidaria de la Iglesia que acude presurosa al corazón del que por no tener nada todo lo espera de Dios. 2. Gloria: Lo que menos podría pensarse para esta palabra que habla de júbilo y de fiesta es que las palabras del Salmo 21 la emplearan justo en el versículo 45 que es la última estrofa del salmo responsorial: linaje de Jacob, glorificadlo. Es por eso que San Pablo la retoma en su carta a los Filipenses, para mostrar en el verso final de lo que hoy se proclama7, que Jesucristo es señor, así su corona sea de espinas, así su trono sea un leño abrupto, así su sala regia sea la pelada roca del Gólgota. La gloria de Jesús es su cruz, sus signos de victoria serán las heridas que lucirán radiantes en la Resurrección, serán las afrentas que se silencian cuando el Centurión proclame, dando Gloria a Dios8, que el Mártir Divino es el Justo soñado por Isaías y por todos los profetas que el mismo Lucas pondrá como testigos en la tarde del Domingo cerca a Emaús9

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Isaías 50,4-7. Cfr. Filipenses 2, 11. 8 Cfr. Lucas 23,47 9 Cfr. Lucas 24, 25-27. 7


3. Misericordia. Es esta la clave de toda esta celebración, pues nos identifica la calidad del amor con el que Jesús llega a su pasión y la hace expiación amorosa de las culpas del mundo, expresión generosa del amor del Padre, manifestación viva de un amor que es capaz de perdonar las injurias y señalar el camino del Reino a Pilato que el juzga, a los que le hieren con sevicia, a los que amorosamente le consuelan, como las mujeres de Jerusalén, a los que le clavan a la cruz, a los que como el Ladrón, arrebatan el Reino, a los que cumplen con misericordia el deber de sepultarle. Quedan, hermanos, con la tarea de encontrar en la Pasión de Cristo literalmente todas las Obras de Misericordia, pues allí están íntegras, quedamos todos comprometidos para recibir el testamento del amor generoso con el que Jesús nos enseña a darnos plenamente a favor de los demás. Si una duda nos quedara, la Madre del Señor, que siguió con amor estos sucesos, nos recordará que el mártir destrozado sobre la cruz es el mismo que “auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia”10 Amén.

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Cfr. Lucas 1, 54.


TRIDUO PASCUAL

CENA, PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DEL SEÑOR.


Jueves Santo Misa en la Cena del Señor. Amor-Eucaristía-Misericordia. Cuando las sombras de la tarde caían sobre Jerusalén, los discípulos convocados por su Maestro suben a la sala preparada, y, hallándolo todo dispuesto, se ponen a la mesa para un doble banquete: el de la frugal cena de Pascua, el del espléndido banquete de palabras y signos con el que Jesús les entrega su corazón. 1. Amor. Donde reina el amor y la unidad, allí está Dios, dice un cántico que se acostumbra en este día. Es el amor la expresión más grande del corazón humano. El amor, más allá de las meras experiencias sentimentales, es el reflejo de la solicitud con la que Dios nos acompaña, con la que invitó al Pueblo Elegido de Israel a sacrificar un cordero y a compartir en una cena pascual la noticia de su liberación, como lo escuchábamos en la primera lectura. Es el amor el que hace que “el sacrificio de alabanza” del que habla el Salmo 11511 para dar gracias al señor por el bien que nos ha hecho, sea la expresión del amor con el que “el hijo de tu Sierva” ofrezca el sacrifico de su amor inefable anticipado en el pan y el vino de la Cena. Es el amor el mandato que se hace concreto en el signo del Lavatorio con el que Jesús no sólo se pone a los pies de la humanidad, sino que nos enseña a hacernos servidores por amor, es decir, a darle sentido divino a cada gesto que resalte que somos hermanos. Es el amor, en definitiva, el que ha motivado toda una larga historia que a partir de la tarde santa de esta Cena se empieza a manifestar de un modo más pleno en la vida de Jesús dada a todos, entregada por todos, ofrecida a todos. 2. Eucaristía. Precisamente en esta celebración (en esta tarde), en esta Cena Pascual, ha querido Jesús dejarnos su corazón en el Sacramento que no sólo recibiremos sino que más tarde adoraremos en silencioso coloquio: La Eucaristía.

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Sal 115, 12-13.15-16bc.17-18


La humanidad tiene un hambre constante, no saciada. No es sólo la ausencia dramática de pan, es el pan dramáticamente partido en un mundo sin afecto, sin solidaridad, sin ternura. Es aquí donde adquiere todo su esplendor la idea novedosa, el amor maravilloso con el que Cristo asume su vida como ofrenda y como presencia que nos ilumina, como lo enseñaba el insuperable Santo Tomás de Aquino: “al nacer se nos dio como amigo, en la cena como alimento, al morir como rescate, y al reinar, como premio”12. Esta Cena llena de luz la Jerusalén sobre la que ya extienden no solo las sombras de la noche sino también la dulzura del misterio con el que se cierran los ritos del Viejo Testamento y empieza a ofrecerse el nuevo Cordero, en la nueva Alianza, en el nuevo rito, abierto ahora a infinitos comensales, a esos muchos, imposibles de contar, a los que quiere Jesús alimentar. Después de comulgar a Jesús, él va hacia el Sagrario que hemos preparado. Esta procesión evoca no su captura en la noche santa de su pasión, sino su constante camino hacia nosotros, hacia nuestra vida, hacia nuestra sed y nuestra hambre de amor y de esperanza. Jesús no quedará encarcelado, es más, nunca ha estado tan libre como ahora como cuando viene a buscar las manos vacías de la humanidad, para llenarlas con la plenitud de su presencia. 3. Misericordia. Una de las obras de misericordia es alimentar. Precisamente, tras comprender que el amor se ha hecho eucaristía, entendemos porqué Jesús quiere ser el pionero en esta bondadosa disponibilidad tan generosa y admirable. Hoy, tras enseñar a sus discípulos cómo las tradiciones del viejo Israel se renuevan y se transforman, hoy cuando el Cordero Nuevo, se dispone a su sacrificio que se consuma en la cruz, Jesús ha enseñado también que en el amor servicial y disponible se encontrará el nuevo distintivo para el Pueblo de Dios que nacerá de su costado. Pero es hoy también, cuando nos manda a prolongar en los siglos esta Santísima Cena, invitando al banquete del amor a todos, saciando con generosidad el hambre concentrado de muchos corazones, haciendo presente una justicia verdadera que no se quede en resentimientos llenos de amargura, sino que propicie gestos de amor que alimenten la vida, que nos enseñen a ser más hermanos, que nos comprometan a vivir más fraternalmente y en una paz 12

Santo Tomás de Aquino: “se nacens dedit socium, convescens in Edulium, se moriens in Pretium, se regnans in Pæmium” VERBUM SUPERNUM, himno eucarístico de laudes del Corpus Christi.


que transforme la vida y le de una calidad verdadera a la existencia humana iluminada por la fe. La Fiesta Pascual apenas se abre verdaderamente. Con amor y con fe haremos de la Eucaristía el signo más vivo del amor misericordioso, aprendiendo la lección magistral de caridad, de esperanza, de alegría con la que Jesús vive su Cena Postrimera, la primera cena de la Nueva Alianza. En el Año de la Misericordia la Cena de Jesús es elocuente en todos sus signos. Es amor puesto de rodillas para lavar el corazón del hombre, es amor que se hace sacrificio de alabanza para elevar las manos a Dios colmadas con la alegría de darnos, de ser hermanos. En esta Cena santísima, pidamos que no nos falte el amor que nos une, que no nos falte el pan que nos alimenta, que no nos falte un corazón misericordioso que ofrezca vida y paz a todos. Que la Madre de la Misericordia, la que, como pensamos, más que amasar el pan de la Cena, acunó en sus brazos a Cristo, Pan de Vida, nos ayude a celebrar con la vida este encuentro con el Amor-Eucaristía que es Misericordia de Dios. Amén.


Jueves Santo. Memoria de la oración en el Huerto y el Prendimiento del Señor. Del Evangelio de san Lucas. Acabada la cena salió Jesús y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en tentación». Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en tentación». Todavía estaba hablando, cuando apareció una turba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?». Viendo los que estaban con él lo que iba a pasar, dijeron: «Señor, ¿herimos con la espada?». Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: «Dejadlo, basta». Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él: «¿Habéis salido con espadas y palos como en busca de un bandido? Estando a diario en el templo con vosotros, no me prendisteis. Pero esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas». Meditación. Queremos, Señor, al hacer esta memoria de tu oración en el huerto y de tu prendimiento, pedirte que colmes nuestras vidas de unos sentimientos que, de algún modo, reparen los dolores de aquella “hora de tinieblas” en la que iniciaste tu pasión gloriosa. Queremos que ocurran para nosotros dos cosas: La primera, que nos enseñes que tu oración en el Huerto retrata también nuestra vida con sus dolores y sus tristezas. Es en este contexto que queremos que nos enseñes a hacer la voluntad del Padre, a no desechar la copa gloriosa que cada vez se nos ofrece oculta en las pequeñas dificultades que sólo pueden superarse en comunión contigo. Queremos también que nos ayudes a llenar de luz esta hora en la que el poder de las tinieblas quisiera imponer su código de terror y de desesperación. Solo tú nos enseñarás a irradiar el amor que nos regalas, a difundir la paz que nos ofreces, a dejarnos atar el alma con el lazo indestructible de la Misericordia


Divina, para que seamos libres de verdad. Señor del Prendimiento: enséñanos que en estas dos peticiones que te hacemos, reconocemos que tu Misericordia es infinita. Amén.


HORA SANTA Adoración Eucarística. Al final de la solemne celebración en la Cena del Señor, Jesús es llevado al Altar de la Reserva, junto al cual se invita a tener algún momento de adoración y de silencio en el que, alguna palabra puede servir para iluminar esta experiencia de oración. Inicio de la Oración. Quien predica en la Adoración Eucarística puede llevar alba, y estola roja. Inicia la meditación orando un momento de rodillas ante el Sagrario y luego pasa al ambón para iniciar su meditación con la lectura Bíblica, omitiendo los saludos. Lectura de la Palabra de Dios: Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8) En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.» Palabra del Señor. R. Te alabamos Señor. 1. Intercesión y oración por el mundo. San Juan XXIII13, al final de una procesión en la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo dijo en tono de oración: —¡ Oh Jesús! ¡Mira! De cada altar y de cada corazón cristiano se alza en este día la más sentida y emocionada plegaria: —¡Oh Jesús!, míranos desde tu Sacramento como el Doctor Angélico te invoca y con él toda la Iglesia: Buen Pastor, pan verdadero: ésta es la grey 13

San Juan XXIII final de la Procesión del Corpus 1961


que has reunido desde los cuatro puntos de la tierra; la grey que escucha tus palabras de vida y que se propone custodiarla, practicarla, difundirla. Es la grey que te sigue dócil, ¡oh Jesús! La grey que ansía tanto ver reflejada tu amable faz en las líneas de tu Iglesia, madre de todos, madre que a todos abre los brazos y el corazón… —¡Oh Jesús, alimento sobrenatural de las almas, a Ti acude este pueblo inmenso! Desengañado de las perspectivas de una irrealizable felicidad terrena, vuelve a considerar su vocación humana y cristiana con nuevos impulsos de virtudes interiores, con prontitud para el sacrificio del que Tú diste prueba incomparable con el ejemplo y con la palabra. Hermano del hombre, has precedido Tú los pasos de cada hombre, has visto y perdonado las culpas de cada uno, has elevado a todos a un testimonio de vida más noble, más convencido, más activo. —¡Oh Jesús! Pan verdadero!, único alimento substancial de las almas, recoge a todos los pueblos en torno a tu mesa: ella es una realidad divina sobre la tierra, es prenda de divinos favores, es seguridad de justa comprensión entre las gentes y de pacífica competición para el verdadero progreso de la civilización. —Nutridos por Ti y de Ti, ¡oh Jesús!, los hombres vivirán fuertes en la fe, alegres en la esperanza, activos en las múltiples actuaciones de la caridad. Esta es también nuestra confiada súplica en esta noche, ante el Sagrario en el que el Divino Pastor de la humanidad, Jesús, nos aguarda para este momento de coloquio, de oración, de intimidad en el trato con quien sabemos nos ama, como dicen los místicos. En las palabras del San Juan XXIII sabemos que Jesús nos precede y acompaña, que el abrió en la Cena la puerta de su corazón y le mostró que es preciso mantener la unidad a Él y en Él conservando así el lazo de amor que nos une a su amor infinito y el fuego encendido en su corazón que hace que la Iglesia, esta nuestra familia extendida por el mundo, se mantenga en la esperanza, navegando, a veces, contra la corriente adversa de la hora presente de la historia. El Santo Padre, recién canonizado, nos ha dicho que la Mesa de la Eucaristía es una realidad divina sobre la tierra.


Estamos ante Dios mismo que ha escogido el misterio de este sacramento para ocultarse a las miradas de los esclavos de la razón y revelarse a los servidores de la alegría. Por eso esta noche Jesús se muestra en el secreto y en el misterio de este sagrario cerrado a los ojos escrutadores del mundo sin Dios y abiertos a los corazones de los que aquí y en tantos lugares del mundo quieren sentirse como María de Betania14 a los pies del amor, junto al que es luz de cada corazón, junto al que merece que le escuchemos o le sirvamos. La noche del Jueves santo es, entonces una vela de esperanza y de amor. Se “visita” a Jesús, porque en Él Dios Padre ha tomado la iniciativa de “visitar y redimir a su pueblo” (Lucas 1,68) para despertar en el corazón de todos la certeza de que, quien en Él confía y en Él espera, ya ha conseguido un amigo que no falla, una luz que no se apaga, una ternura seria y cálida que devuelve la confianza y asegura la paz del corazón. La oración de hoy mira a cada ser humano. Pone la humanidad entera delante del Sagrario del mismo modo como arden ante esta adorable presencia las luces que la fe nos pide encender no sólo para disipar las tinieblas del recinto sino para iluminar las oscuridades de cada corazón. Delante de Jesús que se ha quedado para escucharnos, está entonces el mundo entero. La indiferencia de muchos queda compensada por la piedad de tantos que buscan, junto al Sagrario, un nuevo aliento para llevar al mundo una palabra de consuelo, una voz de alegría, un mensaje de reconciliación y de paz. Pongamos en la presencia del Señor la vida humana toda, los conflictos del mundo en el que vivimos han puesto en juego la dignidad de la vida, ya amenazándola en su origen, ya condenándola en su final. Jesús dijo que era la vida del mundo y al encarnarse asumió todo lo nuestro, menos el pecado, para enseñarnos en la humildad de Belén, a nacer en la ternura de unos brazos que le esperaron con amor, para enseñarnos en la cruz a entregarla con amor y a dignificar cada instante. En esta noche supliquemos paz para tos, serenidad para quienes gobiernan los pueblos, clemencia para quienes poseen la autoridad, concordia de corazones para que cesen los conflictos, misericordia para cubrir con el perdón las injurias que destruyen.

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Cfr. Lucas 10, 38-42 o Juan 13,3.


En el año de la Misericordia, pidamos para que la Iglesia sea servidora fiel del amor de Dios en medio de un mundo desconsolado y sin luces para vivir. Que el Señor desde el Sagrario acompañe a los que sufren y consuele a los que experimentan de modo singular la soledad y la tristeza. Oremos, con amor, en silencio. Se propone ahora un momento de oración silenciosa. 2. Oración por la Iglesia. En el año de la Misericordia, no olvidemos que el pan de la vida es el alimento de la Iglesia, es amor que se hace consuelo para el pueblo santo que Dios ha puesto en medio del mundo como fermento de amor y de paz. San Juan Pablo II, decía15: Mane nobiscum, Domine! Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: quédate con nosotros! Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche. Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien. Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad. En la Eucaristía te has hecho "remedio de inmortalidad": danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin. Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros!”. También nosotros esta noche hacemos nuestras las palabras de San Juan Pablo II, también nosotros ahora, como los peregrinos de Emaús a los que volveremos a encontrar el domingo cuando caiga la tarde, le suplicamos al Señor que se quede. Mejor, le recordamos que ya se ha quedado con nosotros en esta tarde también sublime, en esta vigilia del memorial de su muerte, en esta hora que evoca su paso dramático por las calles de la Ciudad Santa llevado “como cordero al matadero”( Isaías 53) por “una jauría de mastines”(Salmo 21).

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San Juan Pablo II, Final de la Inauguración del Año de la Eucaristía, 2004


Más en esta ocasión retomamos las categorías de personas que componen la Iglesia, sí, esta comunidad extendida por el mundo, esta familia inmensa de creyentes que aguardan que cesen las duras luchas en las que sobreviven tantos hermanos, esta familia de hijos que escucha, a veces con una rara indiferencia, el clamor de quienes tras su última comunión, han hecho suyas las palabras de un bellísimo y dramático canto16 que dice: Quédate, buen Jesús, que anochece y se apaga la fe; que las sombras avanzan, Dios mío, y el mundo no ve. Quédate, por piedad, no te vayas, porque Tú eres amor,. y una nube derrama en mi mente su tul de dolor, su tul de dolor. Quédate con nosotros tus hijos ¡Oh divino Jesús! te decimos lo mismo que un día los dos de Emaús; no te vayas, Jesús que anochece y se apaga la fe, que las sombras avanzan, Dios mío, y el mundo no ve. Con vosotros me quedo, las sombras tendiéndose van; ¡ay por siempre! ¡ay de aquel que no crea! ¡ay de aquel que no crea! al partir yo el pan. Es este el sentimiento de esta noche en la Iglesia, en la familia de Dios, en la Viña que el Padre cultiva y a la que hemos de estar unidos en la fe, esta es la palabra de esperanza con la que queremos permanecer en medio de la noche, para mirar en Jesús la luz de la verdad, el consuelo del perdón y sobre todo su constante pastoreo para el Rebaño que El mismo redime con su entrega amorosa. Por eso es más que propicio guardar en el corazón mismo del Señor todas las esperanzas del pueblo santo que en esta noche le mira en silencio, le adora con fe. Ante todo queremos que el Amor de los Amores que mora en el misterio del altar haga llegar su sombra amorosa al Papa, al Colegio de los Obispos que, en comunión con él apacientan el inmenso rebaño del Señor. Que la misericordia cubra a cuantos acompañan el pueblo santo. 

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Que esta gracia acompañe también a cada uno de los que, en todo el mundo, proclaman con la vida misma su fe.

Canto de Luis Iruarrízaga, que entonaban los Mártires Claretianos cercano el día de su inmolación en la estación Fernán Caballero, en España.


Que la presencia amorosa de Jesús en la Eucaristía sea el sustento de cuantos avanzan por el mundo inmersos en el sufrimiento, en el dolor de la enfermedad, en la soledad, en la incomprensión.

Que la luz de la esperanza que irradia este Tabernáculo, fuente de vida y de paz, ilumine el camino de los Misioneros y Misioneras.

Que el “amor de los amores” haga florecer en el mundo la semilla de la paz tan deseada.

En el año de la misericordia, pidamos que este milagro de amor que es la Eucaristía, haga brotar en todos los corazones la bondad, la verdad y la belleza de una fe sencilla y noble que pueda trazar caminos de esperanza y que pueda hacer vibrar el mundo con el ritmo inconfundible de la caridad que es misericordia, reconciliación y paz para todos. Se puede hacer una pausa de silencio. Conclusión. Con el himno de la Liturgia de las Horas del día del Cuerpo y la Sangre del Señor, hagamos nuestra esta “noche santa” y recordemos con fe: Aquella noche santa, te nos quedaste nuestro, con angustia tu vida, sin heridas tu cuerpo. Te nos quedaste vivo, porque ibas a ser muerto; porque iban a romperte, te nos quedaste entero. Gota a gota tu sangre, grano a grano tu cuerpo: un lagar y un molino en dos trozos de leño. Aquella noche santa, te nos quedaste nuestro. Te nos quedaste todo: amor y sacramento, ternura prodigiosa, todo en ti, tierra y cielo. Te quedaste conciso, te escondiste concreto, nada para el sentido, todo para el misterio. Aquella noche santa, te nos quedaste nuestro. Vino de sed herida, trigo de pan hambriento, toda tu hambre cercana, tú, blancura de fuego. En este frío del hombre y en su labio reseco,


aquella noche santa, te nos quedaste nuestro. Te adoro, Cristo oculto, te adoro, trigo tierno. AmĂŠn.

Bendito, alabado y adorado sea JesĂşs en el SantĂ­simo Sacramento del Altar. R. Sea para siempre bendito y alabado.


Viernes Santo. VIA CRUCIS. Nos enseña el Directorio sobre la Piedad Popular y la liturgia en el Número 135: El Vía Crucis es un camino trazado por el Espíritu Santo, fuego divino que ardía en el pecho de Cristo (cfr. Lucas 12,49-50) y lo impulsó hasta el Calvario; es un camino amado por la Iglesia, que ha conservado la memoria viva de las palabras y de los acontecimientos de los último días de su Esposo y Señor. En el ejercicio de piedad del Vía Crucis confluyen también diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana: la comprensión de la vida como camino o peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz, del exilio terreno a la patria celeste; el deseo de conformarse profundamente con la Pasión de Cristo; las exigencias de la sequela Christi, según la cual el discípulo debe caminar detrás del Maestro, llevando cada día su propia cruz (cfr. Lucas 9,23) Movidos por esta enseñanza, en el Año de la Misericordia nuestro camino de la Cruz acompaña la alegría con la que la Iglesia ha ofrecido los signos del amor misericordioso a cuantos comparten los sufrimientos de Jesús en su camino al Calvario. En cada estación, además del texto sagrado que la ilumina, tras una sencilla consideración de las bondades de Dios, en una plegaria ofrecemos al Señor nuestro deseo de ser misericordiosos. El testimonio de algunos santos, escogidos de distintos lugares y de distintas experiencias, nos ayudarán a concretar el amor de Dios que se nos dio plenamente en el Sacrificio Pascual de Cristo. P. Diego Alberto Uribe Castrillón17 VIA CRUCIS. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. R. Amén. 17

El autor de este texto para la Via Crucis dedica sus líneas A Nuestro Salvador cuya Misericordia se retrata y refleja en la antigua imagen de su Caída tras la flagelación como se venera en Girardota. Antioquia, Colombia y que es carísima a su corazón.


Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos. R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo. En aquel tiempo Jesús le dijo a Felipe: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor; si alguno me sirve, el Padre lo honrará. Ahora mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: "Padre, sálvame de esta hora"? Pero para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Y le he glorificado, y de nuevo le glorificaré. El camino de la Cruz en el Año de la Misericordia, nos ha de permitir ver en el amor de Jesús las expresiones más claras de la vida y de la paz que necesitamos, la manifestación efectiva del amor que salva, la expresión clara y evidente de la proporción del amor Divino. Condenado injustamente, hace que se cumpla la profecía con la que la voz de Isaías anunció los dolores de uno al que llamó Siervo: “…cargó con nuestros dolores, y nosotros lo tuvimos por castigado de Dios, herido y humillado. Pero él fue traspasado por nuestras iniquidades, molido por nuestros pecados” (Isaías 53, 4-5). Avancemos también nosotros. Aprendamos a ser “misericordiosos como el Padre” cómo nos lo ha enseñado Jesús. Muchas vidas se han unido a este camino en la larga historia de la Iglesia, mostrándonos cómo se puede seguir al Maestro, como se puede acompañar su camino, como se puede ganar la gloria a la que llega Jesús. Algunos santos, Maestros en el amor Misericordioso, nos recordarán cómo se concreta el amor que salva. La Madre, como lo hizo hace casi dos mil años, estará muy cerca, para recordarnos el secreto de este camino de esperanza: “haced lo que Él diga” (Juan 2, 5). I Estación. Jesús es condenado a muerte. Del Evangelio según San Marcos. 14, 14-15


¡Pero ellos gritaron con más fuerza: " Crucifícale!” Pilatos, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado. Meditación. Los discípulos de Jesús somos constructores del Reino que El mismo puso en nuestras manos. Un reino que no se parece en nada al que tantos buscan implantar en el mundo. En esta estación nuestro Rey coronado de espinas comparece ante la iniquidad de un tribunal humano acusado por algunos que no entendieron el mensaje que proponía un nuevo orden de cosas que solo es posible cuando se vive en el amor, en la generosidad, en la verdad. Señor de la Sentencia: En una humanidad desgarrada por la Injusticia y el desamor, nosotros tus discípulos queremos construir contigo un Reino de vida y de esperanza. Danos la alegría de poder mostrar con nuestras obras aquella vida nueva que nos anuncias, aquella verdad que Pilatos no alcanzó a descubrir en tu rostro cubierto de dolor, aquella luz que surge de tu corona de espinas, la única corona que tiene el poder de sanar, de redimir, de hacer más justa y noble la vida. Amén. En el año de la Misericordia, pidamos para que el amor con el que Dios nos entregó su mismo corazón, haga de cuantos tienen la tarea de gobernar los pueblos, los administradores de la verdadera justicia y los constructores de la verdadera reconciliación. Con Santo Tomás Moro, servidor justo y fiel, pidamos para el mundo entero que podamos ser Misericordiosos como el Padre. Amén. Padre nuestro. Ave María.


Canto. Por mí, Señor inclinas El cuello a la sentencia, Que a tanto la clemencia pudo llegar de Dios Oye el pregón, oh Madre, llevado por el viento Y al doloroso acento, Ven del amado en pos.18 OH PRINCIPE ABSOLUTO DE LOS SIGLOS19 Oh Príncipe absoluto de los siglos, oh Jesucristo, Rey de las naciones: te confesamos árbitro supremo de las mentes y de los corazones. Oh Jesucristo, Príncipe pacífico, somete a los espíritus rebeldes, y haz que encuentren rumbo los perdidos, y que en un solo aprisco se congreguen. Para eso pendes de una cruz sangrienta y abres en ella tus divinos brazos; para eso muestras en tu pecho herido tu ardiente corazón atravesado. Glorificado seas, Jesucristo, que repartes los cetros de la tierra; y que contigo y con tu eterno Padre glorificado el Espíritu sea. Amén.

18

Vidal. Vía Crucis, Este canto piadoso está enraizado definitivamente en la tradición colombiana. La mayoria de los Himnos que acompañan esta Via Crucis han sido tomados del Himnario de la Liturgia de las Horas de España. 19


I.

Estación.

Jesús toma la Cruz. Del Evangelio según San Marcos. 14, 20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle. Meditación. Se acercan a Jesús sus verdugos y le ofrecen un madero dramático en el que han cruzado dos trozos de leño. Para nosotros, más que un tormento ese madero es la bandera del Rey, de nuestro Rey. Todos los reinos humanos tienen bandera, la izan victoriosos como señal de posesión, juran por ella, la defienden, la veneran. Ahora, en el camino doloroso que conduce hasta el Gólgota, le es ofrecida a Jesús una Bandera, es la bandera discutida que anunció Simeón (cfr. Lucas 2, 35). Jesús la besa, se abraza a ella y la toma sobre sus hombros para marcar con ella el camino de la Iglesia, para enarbolarla como los héroes en la cima del monte, indicando su victoria. Oh Cruz fiel: En esta humanidad que ve marcados sus caminos por las cruces con las que se señala el dolor de tantas violencias, ayúdanos a entender que eres la escala por la que se alcanza la vida, eres la tabla de salvación que nos regala el cielo, eres la mano tendida que rescata al hombre, eres la bandera del Rey, la que se viste de luz para indicar al mundo el triunfo del amor. Con Jesús te recibimos para llevarte como señal de la Victoria del Rey que en ti venció el poder del pecado y de la muerte. En el año de la Misericordia, pidamos la alegría de poder llevar con amor no sólo nuestra propia cruz sino la cruz de todos los que sufren y esperan el aliento de nuestras acciones de amor y de esperanza. Con San Pedro Claver, Esclavo de los Esclavos, pidamos la gracia del amor solidario para que seamos Misericordiosos como el Padre. Amén. Padre nuestro. Ave maría.


Canto. Esconde, Justo Padre, La espada de tu ira Y al monte humilde mira Subir el Dulce Bien Y tú, Señora gime, cual tórtola inocente Que tu gemir clemente le amansará también. En la cruz está la vida y el consuelo y ella sola es el camino para el cielo. En la cruz está el Señor de cielo y tierra, y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra; todos los males destierra en este suelo, y ella sola es el camino para el cielo. Hermano, toma la cruz, con gran consuelo, que ella sola es el camino para el cielo. El alma que a Dios está toda rendida, y muy de veras del mundo desasida, la cruz le es árbol de vida y de consuelo, y un camino deleitoso para el cielo. Después que se puso en cruz el Salvador, en la cruz está la gloria y el amor, y en el padecer dolor vida y consuelo, y el camino más seguro para el cielo


II.

Estación

La primera caída. Del libro del Profeta Isaías. 53, 6 El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, Dios descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Meditación. Puede parecer a muchos que aquí se humilla y se aplasta un hombre, pero para nosotros aquí se levanta la humanidad. Jesús se hizo de tal modo solidario con la humanidad, que no esquivo llegar incluso hasta el dolor mismo con tal de levantar al hombre y de hacerle recobrar su dignidad y su esperanza. La Primera Caída de Jesús en su camino recuerda aquella vez primera en la que la humanidad se alejó del amor de Dios y evoca la ternura con la que el Dueño de la vida, rescató a su pueblo y le devolvió la esperanza. Jesús Caído: Cuántos te han buscado en tus santuarios, sedientos de vida, de esperanza, de paz. Vuelve a levantarte que el camino es largo, levanta contigo a cuantos hemos caído, tiéndenos tu mano amiga para que nosotros, tus discípulos, podamos ser misioneros de esperanza y levantar el corazón de quienes han perdido la confianza y la alegría. Haz que podamos ser ministros de la Reconciliación que restaura y salva, que hace posible el reencuentro de los hermanos. En el año de la Misericordia, pidamos la alegría que llena el corazón de tantos creyentes que, en distintos lugares, han decidido tender su mano de bondad para levantar a los caídos. Con San Damián de Molokai, sintamos el gozo de entregarnos al que sufre con amor para que seamos Misericordiosos como el Padre. Amén. Padre nuestro. Ave María.


Canto. Oh pecador ingrato, ves a tu Dios caído Ven a llorar herido de contrición aquí Levántame a tus brazos, oh bondadoso padre, Ve de la tierna Madre, llanto correr por mí.

MI CRISTO Mi Cristo, tú no tienes la lóbrega mirada de la muerte. Tus ojos no se cierran: son agua limpia donde puedo verme. Mi Cristo, tú no puedes cicatrizar la llaga del costado: un corazón tras ella noches y días me estará esperando. Mi Cristo, tú conoces la intimidad oculta de mi vida. Tú sabes mis secretos: te los voy confesando día a día. Mi Cristo, tú aleteas con los brazos unidos al madero. ¡Oh valor que convida a levantarse puro sobre el suelo! Mi Cristo, tú sonríes cuando te hieren, sordas, las espinas. Si mi cabeza hierve, haz, Señor, que te mire y te sonría. Mi Cristo, tú que esperas mi último beso darte ante la tumba. También mi joven beso descansa en ti de la incesante lucha. Amén.


III Estación La Madre del Señor. Del Evangelio según San Lucas. 2, 34-35.51 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: " Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. "...Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Meditación: La vía dolorosa es cruzada por varios y misteriosos caminos, entre ellos el de María, la Madre, la que, según la tradición espera a Jesús con el corazón transido de dolor. Es en la vida de María donde mejor se ha realizado el plan de Dios, aceptado y recibido por ella sabiendo que en la voluntad divina estaba también esta espada de la que nos hablaba San Lucas hace un instante. En la Madre leemos también la figura de la Iglesia, la de una comunidad que es familia. Ella se hace caminante con los discípulos de Jesús y llora con los sufrimientos de todos, porque todos somos la espada que traspasa su corazón. Que Colombia, siempre fiel al amor de María, pueda encontrar con su ayuda caminos de paz y de esperanza. Jesús, Hijo de María Virgen: Te encuentras con tu Madre y nuestra Madre y recibes de su corazón el aliento y la fuerza necesaria para seguir tu camino. Ella viene a ti con la misma ternura con la que te arrulló en Belén y te consoló en Nazaret. Haz que aprendamos a reconocer en la Inmaculada Dolorosa, la fe que necesitamos tus discípulos para seguir anunciando la esperanza como María, la Hija de Sion, y danos el gozo de sentir que Ella, la Madre, nos abraza también a nosotros en el camino de la vida. En el año de la Misericordia, pidamos la alegría de saber que la Madre de Jesús nos ha hecho sus hijos y que, entregados como ella a la Gloria de Dios, podamos servir a todos con alegría y anunciar la paz y la esperanza a todos. Con San Juan Pablo Segundo, Papa, imploremos la dicha de ser “de María” para que con ella podamos ser Misericordiosos como el Padre. Amén. Padre nuestro. Ave María.

Canto Cercadla, Serafines,


no caiga en desaliento, No muera en el tormento la rosa virginal Oh acero riguroso, deja su pecho amante, Vuélvete a mi cortante que soy el criminal. ¡Virgen de vírgenes santas!, llore yo con ansias tantas que el llanto dulce me sea; porque su pasión y muerte tenga en mi alma de suerte que siempre sus penas vea. Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio; porque me inflame y encienda y contigo me defienda en el día del juicio. Haz que me ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance vida y alma estén; porque, cuando quede en calma el cuerpo vaya mi alma a su eterna gloria. Amén.


V Estación. Jesús y el Cireneo. Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 21-22 Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario Meditación: Simón de Cirene, si somos exactos, sería el primer discípulo de verdad. Se hizo discípulo en un encuentro dramático y pudo hacer realidad aquello que dijo Jesús: “Quien quiera seguirme que tome su cruz” (Lucas 9,23). Hoy, a casi dos mil años de distancia, sigue vivo en nosotros el recuerdo de un extranjero, venido de Cirene, que luego contó a sus hijos Alejandro y Rufo, la maravillosa experiencia que cambió su vida: supo ser solidario con el dolor y aprendió con dolor a llevar la cruz de otro que resultó ser, no solo el Salvador del Mundo, sino también Señor de la Historia. Por esto, en ese camino doloroso, en Simón de Cirene encontramos también nosotros un amigo nuevo que aprendió a llevar la cruz y que nos quiere invitar a seguir al que carga con nuestros dolores. Señor Jesús: Por los méritos de tantos que como tú amigo Simón de Cirene han hecho suyas las cruces de todos, ayúdanos a trabajar con amor por los otros, a tender nuestras manos al que padece, a ofrecer nuestro corazón al que llora, a ser hermanos del que camina en soledad llevando la cruz de sus dolores. En el año de la Misericordia, pidamos la dicha de saber seguir los pasos de Jesús con amor. Aprendamos a amar con generosidad, aprendamos a descubrir mil formas de acudir al servicio de los que nos necesitan. Con san Vicente de Paul, busquemos la renovación de la caridad para que podamos ser Misericordiosos como el Padre. Amén. Padre nuestro, Ave María.


Canto Toma la cruz preciosa me está el deber clamando Tan generoso cuando delante va el Señor, Voy a seguir constante las huellas de mi Dueño, Manténgame el empeño, Señora, tu favor.

PASTOR, QUE CON TUS SILBOS AMOROSOS Pastor, que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño, tú me hiciste cayado de este leño en que tiendes los brazos poderosos. Vuelve los ojos a mi fe piadosos, pues te confieso por mi amor y dueño, y la palabra de seguir empeño tus dulces silbos y tus pies hermosos. Oye, Pastor, que por amores mueres, no te espante el rigor de mis pecados, pues tan amigo de rendidos eres, espera, pues, y escucha mis cuidados. Pero ¿Cómo te digo que me esperes, si estás, para esperar, los pies clavados? Amén.


VI Estación. La Verónica. Lectura del Libro del profeta Isaías 53, 2-3 No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro. Meditación: Una mujer, dice la tradición, sale al encuentro del Señor en el camino hacia el Calvario. Ha visto en su crudeza todo el dolor del Señor de la vida, que en su rostro ha decidido asumir los muchos rostros del dolor, de la violencia, de la muerte. Dicen que Jesús le regaló, impresa en su alma misma, una imagen que, como extraño misterio no muestra enojo, no revela venganza, solo irradia amor e inspira compasión. Es la imagen del Siervo doliente la que devuelve la paz. La violencia humana solo es vencida por un acto de amor, sin amarguras, sin resentimientos, es decir, una mujer que sale al camino, es la vencedora de tantas violencias, porque se hizo misericordia y se llevó como premio el rostro agradecido del Rey de la Gloria. Cristo, Santa faz de Cristo: Que un día en la gloria podamos verte, pero porque primero sentimos que también estabas en el rostro de tus discípulos, los que sufren, los que lloran, los que mueren. Tú nos has prometido dejarnos ver tu rostro, danos la alegría de mirar tu hermosura doliente y de poder socorrer con misericordia a los que nos hacen ver tu rostro a cada paso del camino. Danos el gozo de sembrar en los corazones la esperanza, danos la dicha de ver sonreír a cuantos padecen el rigor de la violencia. Amén. En el año de la Misericordia, pidamos la gracia de ver en el rostro de todos el rostro de Dios, pidamos la fe necesaria para lavar la faz doliente del hermano con el bálsamo de la alegría y de la esperanza. Que Santa Isabel de Hungría, nos ayude a acercarnos al dolor humano para que seamos Misericordiosos como el Padre. Padre Nuestro. Ave María. Canto Tu imagen, Padre mío,


ensangrentada y viva Mi corazón reciba, sellada con la fe Oh, reina de tu mano, imprímela en mi alma Y a la gloriosa palma contigo subiré. QUE TENGO YO QUE MI AMISTAD PROCURAS. ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno a oscuras? ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!; ¡qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras! Cuantas veces el ángel me decía: "Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuanto amor llamar porfía"! ¡Y cuántas, hermosura soberana: "Mañana le abriremos", respondía, para lo mismo responder mañana!


VII Estación. La segunda caída. Del Libro de las Lamentaciones 3, 1-2. 9. 16 El hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. Él me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz... Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos...Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza. Meditación: Otra vez la caída. Si la primera recordaba las infidelidades de otro tiempo, la segunda nos presenta al hombre de hoy segunda vez postrado bajo el peso de tanto dolor, de tanto desprecio por la ley divina del amor. Jesús humildemente baja hasta el dolor del mundo otra vez, mil veces más. No dejará de hacerlo porque sabe que nosotros, sus discípulos, tropezamos y caemos, olvidamos la misericordia y reincidimos en nuestras infidelidades. Necesitamos levantarnos nuevamente, volver al camino, recobrar la dignidad, sentir el amor de Dios. Jesús caído: Te dicen las plegarias humildes que eres el Caído que levantas los caídos. Tiéndenos tu mano una vez más, no olvides cuánto necesitamos la fuerza del Espíritu para no volver a caer. Enséñanos a encontrar en el corazón de la Iglesia, tu legado de amor y de misericordia, ayúdanos a alzar el vuelo hacia la grandeza del amor de Dios que tú nos revelas. Haz que esta gran familia de creyentes sea la garante de un espacio de reconciliación para el mundo entero. Amén. En el Año de la Misericordia, pidamos la gracia de ser apoyo y fortaleza para tantos caídos y que el amor con el que San Juan Bosco tendió la mano a la Juventud dispersa y descarriada, nos ayude a ser también nosotros misericordiosos como el Padre. Padre nuestro. Ave María.


Canto Yace el divino dueño Segunda vez postrado. Deteste yo el pecado, Herido en contrición. Oh Virgen, pide amante, Que borre tanta ofensa, Misericordia inmensa Pródiga de perdón. Dios es fiel guarda siempre su alianza, libera al pueblo de toda esclavitud, su palabra resuena en los profetas, reclamando el bien y la virtud. Pueblo en marcha por el desierto ardiente, horizontes de paz y libertad, asamblea de Dios, eterna fiesta, tierra nueva, perenne heredad. Si al mirar hacia atrás somos tentados de volver al Egipto seductor, el Espíritu empuja con su fuerza a avanzar por la vía del amor. El maná es un don que Dios envía, pero el pan hoy se cuece con sudor, leche y miel nos dará la tierra nueva, si el trabajo es fecundo y redentor. Y Jesús nos dará en el calvario su lección “hágase tu voluntad”, y su sangre, vertida por nosotros, será el precio de nuestra libertad


VIII Estación. Las mujeres de Jerusalén. Del Evangelio según San Lucas 23, 28-31 Jesús, volviéndose a ellas, dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará? " Meditación: Siempre en el discurrir de la Historia, estarán ellas, las mujeres fieles, las que por ser madres, hermanas, hijas, amigas, jamás defraudan, nunca vacilan, tienen la fuerza y la entereza necesarias para asumir la vida con decisión y amor. Por eso están también junto a Jesús, haciendo gala de una fidelidad que ni siquiera pudieron vivir sus apóstoles más cercanos. Jesús las encuentra en su vía dolorosa y les prodigará una mirada de amor agradecido que las hace discípulas misioneras, modelos de fe, de esperanza y amor de verdad. También entre nosotros hemos encontrado el valor de tantas mujeres servidoras de la paz, consagradas, catequistas, maestras, madres. Que entendamos su misión y que recordemos que Ellas son la cuna en la que nace la paz. Jesús: Maestro bueno, que supiste asociar a tu camino la fidelidad y la grandeza de la mujer, que las constituiste en privilegiados testigos de tu gloria, ayúdanos a seguir encontrando en la dulzura de las mujeres de hoy la huella maravillosa del amor que no vacila, el testimonio fiel de quienes, como madres, hermanas, hijas, amigas, serán siempre luz y consuelo para el mundo. En el año de la Misericordia, pidamos la intuición y la disponibilidad que distinguió a las santas Mujeres de todos los tiempos y por la intercesión de Santa Laura Montoya, Misionera, salgamos a los caminos del mundo a calmar la sed de esperanza de tantos que sufren. Que podamos ser Misericordiosos como el Padre. Padre nuestro. Ave María. Canto Matronas doloridas Que al Justo lamentáis


Por qué si os lastimáis La causa no llorar? Y pues la cruz le dimos Todos los delincuentes,} Broten los ojos fuentes De angustia y de dolor.

Nada te turbe, Nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta.


IX. Estación. La tercera caída. Del Libro de las Lamentaciones 3, 27-32 Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios. Porque no desecha para siempre...si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor; Meditación: La tercera caída de Jesús es también la tercera oportunidad que se nos da de reconsiderar nuestra vida y descubrir que Dios no cesa en su amor y que su misericordia es constante invitación a vivir rectamente, con corazón puro, lejos de las trampas que nos tiende el mundo. Jesús se acerca al final de su doloroso camino, pero la humanidad prosigue esta marcha. Sin embargo ahora el camino se aligera, porque Jesús nos seguirá mostrando a quienes queremos ser sus discípulos que nuestra tarea será, desde ahora levantar del polvo al desvalido, tender nuestra mano solidaria al que ha caído, para que todos recuperen la dignidad que Cristo nos conquistó con su entrega. Señor Caído: Vuelve hacia el dolor del mundo tu luminoso rostro lleno de misericordia, para que tengamos el valor que seguir nuestro camino con el corazón fortalecido por el amor providente que nos reconcilia con el Padre. Que esta humanidad que tantas veces se ha postrado ante las muchas imágenes que retratan tu dolor pueda comprometerse en una verdadera experiencia de Reconciliación que devuelva la esperanza y la paz a todos. Amén. Padre nuestro. Ave María.

En el año de la Misericordia, pidamos la fuerza y la alegría con la que los Santos se comprometieron en el rescate de los que sufren y que con su ministerio ofrecieron la reconciliación y el perdón a tantos hermanos. Que San Pío de Pietralcina nos ayude a seguir ofreciendo el amor y el perdón y a ser Misericordiosos como el Padre.


Canto Al suelo derribado tercera vez el fuerte Nos alza de la muerte a la inmortal salud Mortales que otro exceso pedimos de clemencia No más indiferencia, no más ingratitud. AMO; SEÑOR Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga (la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste; pero a veces encuentro que la jornada es larga, que el cielo ante mis ojos de tinieblas se viste, que el agua del camino es amarga..., es amarga, que se enfría este ardiente corazón que me diste; y una sombría y honda desolación me embarga, y siento el alma triste hasta la muerte triste... El espíritu débil y la carne cobarde, lo mismo que el cansado labriego, por la tarde, de la dura fatiga quisiera reposar... Mas entonces me miras..., y se llena de estrellas, Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas, con la cruz que llevaste, me es dulce caminar


X Estación. El despojo de las vestiduras. Del Evangelio según San Marcos. 15, 24 Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. Meditación: Jesús nos muestra aquí el dolor de tantos seres humanos a los que el mundo les ha arrancado a girones sus esperanzas, sus deseos de vivir, su dignidad. Los discípulos misioneros del Señor hemos de asumir la tarea de cubrir el despojo de la humanidad con el vestido nuevo de la esperanza, con las vestiduras luminosas del amor que perdona, sana, redime y comunica vida, para que cada ser humano, cada persona que habita en este mundo sienta cómo es el amor de Dios el que restaura de verdad la vida, haciendo de todo ser humano un santuario de vida y de paz. Jesús despojado: Todo lo has entregado y luces ante el mundo vestido de rey con la púrpura gloriosa de tu sangre. Que ese amor inmolado nos renueve y que, vestidos con la gracia de tu amor, seamos capaces de cubrir con misericordia a cuantos sufren y a cuantos todo lo esperan de quienes hemos decidido ser tus discípulos. Que nosotros podamos cubrir con el manto de la misericordia a cuantos sufren, que podamos trazar caminos de reconciliación para todos. Amén. En el Año de la Misericordia, pidamos la decisión y el coraje necesarios para cubrir la vida desolada y triste de tantos despojados de su dignidad. Que San Martín de Tours nos enseñe a arropar con el amor y la esperanza a los que sufren y a ser Misericordiosos como el Padre. Padre Nuestro. Ave María.


Canto. Tú bañas, Rey de gloria, los cielos en dulzura Quien te afligió, hermosura, dándote amarga hiel? Retorno a tal fineza la ingratitud pedía, Cese, ya , Madre mía, de ser mi pecho infiel. JESÚS DE MARÍA CORDERO SANTO Jesús de María, Cordero Santo, pues miro vuestra sangre, mirad mi llanto. ¿Cómo estáis de esta suerte, decid, Cordero casto, pues, naciendo tan limpio, de sangre estáis manchado? La piel divina os quitan las sacrílegas manos, no digo de los hombres, pues fueron mis pecados. Bien sé, Pastor divino, que estáis subido en lo alto, para llamar con silbos tan perdido ganado.


XI Estación. Jesús clavado a la cruz. Del Evangelio según San Marcos. 15, 25-27 Era la hora tercia cuando le crucificaron. Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: " El Rey de los judíos. "Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Meditación. Se alza ahora sobre el mundo la única bandera que une y da identidad: Jesús elevado sobre todo, vencedor aunque parezca vencido, triunfador, aunque michos piensen que ha sido derrotado. Según su promesa, es ahora cuando atrae a todos, cuando se revela en su grandeza todo el poder del amor, cuando sus brazos abiertos trazan sobre el mundo la señal del perdón y de la paz. Ahora están unidos Cristo y Cruz de un modo tan pleno que no podrá entenderse nunca al Rey sin su trono y al trono sin su Rey. En este instante vemos los discípulos del Maestro como se inicia el único reinado que atraviesa los siglos porque se apoya en el amor y en la entrega verdadera. Todo lo demás pasa, Jesús será desde ahora todo para todos. Rey Crucificado: Extiende por el mundo tu reino de salvación. Cosido al madero danos la libertad, la vida, la paz. Que tus brazos extendidos reúnan el rebaño, que tu corazón se abra para que en el tengan cabida todas las ovejas que el pecado dispersó y en ti podamos ser un solo rebaño bajo un mismo pastor, un solo reino a la sombra redentora de tu cruz, que Colombia, animada por tus discípulos misioneros siga construyendo el puente de la reconciliación que una, como lo hiciste en la cruz, el cielo y la tierra, en un abrazo de paz y de esperanza. En el año de la Misericordia pidamos la voluntad para hacer de la Cruz salvadora del Señor la bandera que señale el camino de la esperanza y de la paz a tantos crucificados por el odio y por las persecuciones. Que San Pablo Miki y su compañeros mártires nos enseñen a anunciar desde la cruz la urgencia de ser Misericordiosos como el Padre. Padre Nuestro. Ave María.


Canto. El manantial divino de sangre está corriendo Ven pecador gimiendo, ven a lavarte aquí Misericordia imploro al pie del leño Santo, Virgen ,mi ruego y llanto, acepte Dios por mí,

BRAZOS RÍGIDOS Y YERTOS, por dos garfios traspasados, que aquí estáis por mis pecados, para recibirme abiertos, para esperarme clavados. Cuerpo llagado de amores, yo te adoro y yo te sigo; yo, Señor de los señores, quiero partir tus dolores subiendo a la cruz contigo. Quiero en la vida seguirte y por sus caminos irte alabando y bendiciendo, y bendecirte sufriendo y muriendo bendecirte. Que no ame la poquedad de cosas que van y vienen; que adore la austeridad de estos sentires que tienen sabores de eternidad; que sienta una dulce herida de ansia de amor desmedida; que ame tu ciencia y tu luz; que vaya, en fin, por la vida como tú estás en la cruz: de sangre los pies cubiertos, llagados de amor las manos, los ojos al mundo muertos y los dos brazos abiertos para todos mis hermanos. Amén.


XII Estación La Muerte del Señor. Del Evangelio según San Marcos. 15, 33-34.37, 39 Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: " Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní? ", que quiere decir - " ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado? "... Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró...Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. " Meditación: En verdad este es el Hijo de Dios, dice el centurión y lo repite la fe. Estamos ante el desconcertante misterio de Dios que se revela de este modo y que nos anuncia en la muerte de su Hijo hasta dónde puede llegar el amor, pues ya lo había dicho el mismo Jesús: “¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16). Cuando para muchos cesa la vida, para los que creemos en Jesús esta hora nona es la hora del reinado de Dios, es la hora en la que, gracias al amor redentor del Hijo entregado por muchos, por todos, podemos decir de cada hermano: Verdaderamente este ser humano es hijo de Dios. Cristo de la Expiración: Que admirable momento: nos has conquistado el amor del Padre, nos has dado la ternura de una Madre, nos has reconciliado con todos, nos has dado la vida plena, nos ha hecho hermanos y discípulos, nos has dado tu Espíritu. Gracias porque en el silencio sacrosanto que envuelve el Gólgota, todo ha comenzado a ser nuevamente, todo ha sido creado para siempre, todo se ha reconstruido cuando nos has reconciliado con el Padre. En el año de la Misericordia, supliquemos la confianza necesaria para encontrar en el costado abierto del Salvador, la fuente inagotable de perdón y de esperanza. Que la ardiente piedad de Santa Gertrudis nos ayude a sentir el amor del corazón de Cristo y a volver a acoger la palabra del Señor de la gloria que nos invita a ser Misericordiosos como el Padre. Padre Nuestro. Ave María. Canto. Muere la vida nuestra, Pendiente de un madero


Y yo cómo no muero De angustia y de dolor, Ay, casi no respira, La triste Madre yerta, Del cielo abrir la puerta, Bien puedes ya, Señor EN ESTA TARDE, CRISTO DEL CALVARIO En esta tarde, Cristo del Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero, al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando veo los tuyos destrozados? ¿Cómo mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas? ¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la cruz alzado y solo estás? ¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón? Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mi todas mis dolencias. El ímpetu del ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña. Y sólo pido no pedirte nada, estar aquí, junto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de tu santa puerta. Amén.


XIII Estación. Jesús bajado de la Cruz y en brazos de María. Del Evangelio según San Marcos. 15, 42-43. 46 Y ya al atardecer... vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios,... quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz. Meditación. Cómo nos representan José de Arimatea y Nicodemo. Cómo estamos unidos a ellos quienes somos discípulos del Maestro y queremos, como esos varones del tiempo de Jesús, seguirlo buscando, ir por Él hasta la cruz, recogerlo y recibirlo en el corazón, ir a llevarlo al mundo, contando a todos que el Señor de la vida nos ha conquistado la vida verdadera. Aquel viernes estos hombres fueron hasta la montaña y recogieron el cuerpo de Jesús. Ahora nosotros queremos ir al mundo a recoger con amor el cuerpo de Cristo extendido por todos los confines de este mundo, para reunirlo en la Iglesia, para congregarlo en la comunión del mismo amor, para hacerlo una familia, para que se nutra con el Pan de los hermanos y se lance al mundo con la misión de llenarlo todo con el amor de Dios. Cristo en brazos de María: Reúne tu Iglesia, tráela desde los extremos del mundo, congrégala en el regazo maternal de la Reina que te ha recibido primero. Danos el gozo de ser misioneros de tu amor y de mostrar como en los brazos de la Iglesia, a quien María representa, hay lugar para todos, hay amor para todos, hay Evangelio para alegrar el corazón de todos, hay palabras que reconcilian, hay mesa servida para celebrar la paz, hay abrazo de amor para quienes se ofrezcan el perdón y la esperanza. En el año de la Misericordia, imploremos el amor ardiente por la Iglesia Madre y pidámosle a Santa Catalina de Siena, enamorada de la Iglesia de Cristo, que nos ayude a recordar que la gran familia de Dios es la casa que acoge en sus brazos a cuantos buscan consuelo y paz y a cuantos quieren ser Misericordiosos como el Padre. Padre nuestro, Ave María.


Canto. Dispón, Señora, el pecho, Para mayor tormento, La victima sangrienta Viene a tus brazos ya. Con su preciosa sangre, juntas materno llanto, ¿Quien, Madre tu quebranto, sin lágrimas verá? LA SOLEDAD DE MARÍA. He aquí helados, cristalinos, sobre el virginal regazo, muertos ya para el abrazo, aquellos miembros divinos. Huyeron los asesinos. Qué soledad sin colores. Oh, Madre mía, no llores. Cómo lloraba María. La llaman desde aquel día la Virgen de los Dolores. ¿Quién fue el escultor que pudo dar morbidez al marfil? ¿Quién apuró su buril en el prodigio desnudo? Yo, Madre mía, fui el rudo artífice, fui el profano que modelé con mi mano ese triunfo de la muerte sobre el cual tu piedad vierte cálidas perlas en vano.20

20

Gerardo Diego. Via Crucis.


XIV Estación. EL Señor en el Santo Sepulcro. Del Evangelio según San Marcos. 15, 46-47 José de Arimatea,...lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José se fijaban dónde era puesto. Meditación. El Sepulcro no es sólo un monumento en el que se guarda un cuerpo destrozado. Es la cuna de la nueva vida, es el espacio que se hace testigo de la victoria de Jesús sobre la muerte, es la puerta que se abre para que todos vengan y vean como la muerte ya no tiene poder, como el dolor se ha quedado encerrado, como las sábanas y el sudario graban para siempre las huellas del amor más grande, para dar paso a una vida nueva, llena de luz y de esperanza. Jesús es puesto con amor en un sepulcro nuevo, para que de allí, de ese Jardín del Edén restaurado y renovado, salga el nuevo Adán a renovar eternamente la vida de quienes lo quieran acoger como Dios y como hermano. Jesús Sepultado: Que venga sobre el mundo el misterio de tu silencio, que encontremos en ti la paz que buscamos, que puedas ser tú la vida de quienes serán tus discípulos en el curso de la historia y que han de confesar que las sombras que ahora te cubren se convertirán en la luz inextinguible que anuncie al mundo tu victoria. Haz que en esta tierra bendecida por tu amor, florezcan y den fruto las semillas de reconciliación que no nos cansaremos de sembrar. Amén. En el año de la Misericordia, roguemos para todos sentimientos solidarios para proclamar la victoria de Jesús sobre la Muerte. Que la Intercesión poderosa de San Juan XXIII nos ayude a descubrirle a la Iglesia nuevos caminos para anunciar la gloria de Jesús a todas las gentes, de modo que todos sean Misericordiosos como el Padre. Padre nuestro, Ave María.


Canto. Al Rey de las virtudes, Pesada losa encierra, Pero feliz la tierra Ya canta salvación. Sufre un momento, Madre La ausencia del Amado, Presto de ti abrazado, Tendrásle al corazón.

EN TUS MANOS. En tus manos, Señor, pongo mi vida con todas sus angustias y dolores; que en ti florezcan frescos mis amores y que halle, apoyo en ti mi fe caída. Quiero ser como cera derretida que modelen tus dedos creadores; y morar para siempre sin temores de tu costado en la sangrienta herida. Vivir tu muerte y tus dolores grandes, disfrutar tus delicias verdaderas y seguir el camino por donde andes. Dame, Señor, huir de mis quimeras dame, Señor, que quiera lo, que mandes para poder querer lo que tú quieras. Amén


Conclusión. Indulgencia. Para obtener la gracia de la Indulgencia con la que la Iglesia ha enriquecido la práctica de la Vía de la Cruz, pidamos por el Papa, por la unidad y santidad de la Iglesia, por el descanso de los fieles difuntos y, con amor proclamemos nuestra fe. (se recita el Credo).

Oración Final. Atiende, Dios de amor, la oración confiada de esta familia santa que ha recorrido el camino de la Cruz de tu Hijo, y haz que los testimonios valerosos de tantos creyentes que han sido misericordiosos como el Padre, nos ayuden a proclamar la eterna vigencia del amor que salva, que consuela, que alimenta, que calma la sed de vida y de esperanza de la humanidad. Haz que seamos servidores de la Reconciliación y de la Paz, y que seamos escuela de perdón, de esperanza, de vida, y que la Iglesia, Casa de la Misericordia, siga abriendo sus puertas y su corazón a las urgencias de un mundo necesitado de vida verdadera. Santifícanos con tu gracia y, por la intercesión de Santa María, la Madre de la Misericordia, podamos ofrecer a todos un corazón que ama, una vida que se comparte, una alegría que vence las sombras del dolor para llenar de luz la vida de los hermanos. Que todos los que hemos celebrado la Muerte Gloriosa de Jesús, iluminados por el Espíritu Santo, podamos ser Misericordiosos como el Padre. Amén. Bendigamos al Señor. R. Demos gracias a Dios.

Solemne Acción Litúrgica en la Muerte del Señor.


Cruz-Sacrificio-Misericordia. Esta tarde santísima la Iglesia está en silencio y en adoración delante del Crucificado, delante de la experiencia suprema de la Misericordia Divina, ante la expresión sublime del amor que lo entrega todo. 1. Cruz. El relato de la pasión de Cristo puede ser proclamado según Isaías, según el Salmo 31, según la Carta a los Hebreos, según el admirable relato de San Juan. En estos sagrados textos hay un signo común al que cantaremos enseguida las mejores notas de la Iglesia: la Cruz, que además es proclamada con títulos bellísimos. Esta “árbol resplandeciente y hermoso, engalanado con la púrpura del Rey” 21 es, al tiempo estrado desde el que el Siervo Doliente anuncia su gloria, trono desde el que el Rey coronado de espinas entrega su Espíritu al Padre, ara del sacrificio pascual perfecto y único, tribuna de la misericordia en la que se nos retrata la proporción del amor verdadero. Para el creyente, la cruz es bandera, signo y sobre todo escalera por la que baja hasta el pecador el amor que perdona y por la que el pecador perdonado se acerca a la gloria, incluso en presencia de María, la Reina y Madre que desde allí, precisamente, se nos ofrece como compañía y como consuelo. 2. Sacrificio. Y es que es el sacrificio redentor el que ahora se conmemora. Es el amor de Dios que escogió este lenguaje admirable para decirnos cuánto nos ama y que para rescatar al pecador se hace necesaria una ofrenda que es más rica y más grande porque es un acto de entrega libre y voluntaria que nos está diciendo con que actitud debemos acercarnos al que sufre, debemos curar heridas, abrir puertas, trazar caminos, para que la humanidad recupere su dignidad y su original belleza, lavada con amor con el amor de Cristo. Es en este sacrificio que luego se perpetúa en la Eucaristía, donde encuentra apoyo el esfuerzo de los creyentes que quieren construir un mundo mejor, pues el amor entregado de tal modo nos compromete a ofrecer al caído, al mancillado, al humillado, la compasión redentora de Jesús para levantarle, para iluminarle, para devolverle la alegría que el mundo le niega.

21

Venancio Fortunato “arbor decora et fulgida, ornata regis purpura” Himno VEXILLA REGUM. Viernes Santo


Es sacrificio verdadero no simplemente lo que se entrega sino lo que se ilumina a la luz del amor de Cristo. Allí radica la diferencia que hace de las experiencias humanas de solidaridad un canto al amor cuando se iluminan con la claridad de la fe, cuando se hacen “por Cristo, con Él y en Él”22 3. Misericordia. El amor de la Cruz, el amor del sacrificio de Jesús, es ahora y aquí la expresión de la Misericordia. La muerte de Jesús no es, por lo tanto, una tragedia horrorosa, a pesar de su crueldad, es la decisión voluntaria del Hijo que se da por amor, que sabe que su cuerpo destrozado sobre el madero es la bandera que Dios ha elegido para indicarnos que lo que amamos ha de pasar siempre por la experiencia de negarnos a nosotros mismos para abrirnos al hermano, de vencer nuestros rencores para que reine el perdón, de crucificar en el madero nuestras indolencias para sentir con Jesús que el precio del amor se vuelve luz, que de las heridas del Siervo Doliente salen ríos de paz, que el Costado Abierto de Jesús es, literalmente la “puerta santa” que nos permite ver la luz y la alegría. Oh Jesús, rey en el trono de la Cruz: que por tu entrega amorosa podamos humanizar la historia, podamos llenarla del amor de Dios, podamos vencer el odio que nos despedaza y podamos sentir que en el Sacrificio de la Cruz se hace viva la Misericordia que ha puesto el corazón destrozado del Señor como dulzura que sana los muchos corazones heridos por el desamor. Amén.

22

Misal Romano. Embolismo


LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ. Misericordia del Señor llena la tierra.

Introducción. Cada Viernes Santo en algunos lugares del mundo se congrega la comunidad creyente para meditar en las palabras de Jesús, recogidas con amor por los evangelistas y propuestas a la Iglesia como testamento de amor y como cátedra sublime en la que el Maestro instruye desde el Madero de la Cruz a cuantos le quieren seguir, más aún, a los de buena voluntad que quieran, iluminados por el Espíritu Divino, entender que estas siete frases de un moribundo sobrepasan la categoría de un testamento para convertirse en un camino de fe que se puede y se debe seguir con alegría. En el Año de la Misericordia, cuando la Iglesia contempla el amor de Dios e invita a todos a ser “misericordiosos como el Padre” (Cfr. Lucas 6.36-38) hemos de entender que, en definitiva esta memoria de las palabras de Cristo es el recuerdo comprometedor de un diálogo sublime ente el Hijo sufriente y el Padre. Es la entrega literal de la obra realizada, es la consignación del fruto de su amorosa presencia, es el balance de la obra de amor que realiza el Salvador. La muerte de Cristo no es el epílogo de una tragedia sino la coronación de un acto constante de amor. Es la cima del amor entregado, es la consumación de una vida que sólo se entiende en Dios. Es la filial demostración de unidad que hace del Señor de la Gloria el modelo de toda obediencia y la evidencia de la más perfecta comunión entre el Padre dispuesto a ofrecer amor y el Hijo que se hace solidario con sus hermanos y los va elevando hacia el amor del Padre conduciéndonos a todos a través de ese puente luminoso que es la Cruz, ascendiendo por la nueva escala que une cielo y tierra y que no es otra que la Cruz. Cristo lo es todo para nosotros, por eso retomemos las palabras de San Ambrosio al iniciar esta solemne meditación en las Siete Palabras de Jesús: Cristo es todo para nosotros. Si deseas curarte una herida, Él es el médico; si ardes de fiebre, Él es el manantial que reanima; si te abruma la culpa, Él es la justificación; si necesitas ayuda, Él es la fuerza; si temes la muerte, Él es la vida; si deseas el Cielo, Él es el camino; si huyes de las tinieblas, Él es la luz; si necesitas alimento, Él es la comida" 23 Atentos, pues, al que lo es todo, dejemos que las palabras del Divino Agonizante nos devuelvan la esperanza y nos enseñen, en definitiva a ser “misericordiosos como el Padre”. 23

San Ambrosio, de Virginitate, XVI; PL 16, 291.


Amén.


Primera palabra.

Del Evangelio de San Lucas Lucas. 23, 34. «Jesús dijo: —Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.» El diálogo de la misericordia, podría llamarse, con toda razón, esta meditación en las palabras de Jesús. La Primera es simplemente como el saludo con el cual se inicia esta conversación en la que el Padre ocupa el trono celeste y eterno de la gloria y el hijo el trono dramático de la Cruz. Entre Padre e Hijo fluye una conversación confiada y piadosa. Jesús abre el diálogo con confianza plena, con la certeza de que será escuchado sin falta por el que recibe esta petición de misericordia para la humanidad afligida, para el hombre herido, para la ignorancia humana que se ha distinguido por querer frustrar el plan de Dios. Una primera nota que distingue a los “que no saben lo que hacen” es que su corazón se halla confundido y quizá deslumbrado por los radiantes esplendores de la sabiduría humana alejada de la sabiduría divina. En las Obras de Misericordia resplandece una bellísima: enseñar al que no sabe. Y es lo que pretende Jesús que, como el mejor de los maestros, lo primero que constata es la ignorancia de sus alumnos –la palabra alumno literalmente traduce sin luz, a-lumine- la ofuscación de las cosas que logra tender sobre la verdad un manto oscuro de dudas, de sospechas, de incomprensiones. Así el corazón del hombre piensa que todo lo sabe pero al final no sabe nada, piensa que todo lo conoce y al final nada conoce, piensa que ha agotado los anaqueles de las bibliotecas pero no ha encontrado la sabiduría verdadera. Cuánto daño nos hace el pensarnos sabios según la carne, cuánta ignorancia reside en el corazón que piensa que las coordenadas de lo práctico y de lo efectivo deben determinar la vida. Jesús sabe, por ejemplo, que algunos de los que escucharon esta palabra ostentaban con vanidad los títulos de doctores, la dignidad de los letrados, la vanidad de los escribas, la autosuficiencia de los maestros de la ley, que, aunque se sabían de memoria las letras de la Ley Divina, perfecta y santa, les ocurría como a los músicos


mediocres que aunque saben leer la partitura, no saben el tono y los acentos que el autor quiso imprimir en su obra. Junto a la Cruz, lamentablemente no estaban ni los pastores de Belén, ni los leprosos de Galilea, ni los infantes jubilosos del domingo pasado. Estos sí que lo sabían todo, estos sí que lo conocían todo, estos sí que podrían ser maestros, pues habían comprendido que el verdadero conocimiento no consiste en la fluidez de las palabras ni en el rigor de las expresiones, sino en la actitud de un corazón que ve a Dios allí donde no lo pudo ver ni Herodes, ni Anás, ni Caifás. Jesús pide, entonces, para que la ignorancia de los de aquellos tiempos de ocasión a una espléndida expresión del amor de Dios y, disculpando amorosamente a quienes le afrentan, nos comunica la lección que tantas veces olvidamos: el perdón. En esta primera palabra de Jesús, hay una clave interesante y es que se cuenta con que el amor misericordioso del Dios de la vida no desconoce el horror del pecador, es más, se inclina con mayor bondad a quien más debe ser curado y sanado, pero implica, para que sea verdadera la justicia, el reconocimiento de la culpa. Jesús sabe que los que allí le escuchan son culpables de su muerte, pero sabe también que si el pecador se arrepiente de verdad y reconoce su culpa, el Padre sabrá aceptar “un corazón quebrantado y humillado”24. Sin embargo en esta tarde habrá que esperar un poco. El grito de súplica subió a lo alto, pero será el Espíritu Divino el que les permita a los destinatarios de esta gracia y de esta misericordia, reconocer el error cometido, confesar su culpa, llorar el dolor. Esto llegará sólo tras el momento final, cuando al ver el dramático desenlace de la muerte de Jesús sus enemigos huyan del Calvario 25 para llegar a la Jerusalén desolada26 en la que han vuelto a la vida los profetas y justos inocentes llamados de la muerte para indiquen que ha muerto por todos el rey de todos. Los enemigos de Jesús encontrarán el Velo desgarrado del Templo27 para que este signo indique que ha cesado el viejo testamento y se inaugura un nuevo modo de esperanza. En la dramática realidad del mundo, pidamos el don de hacer posible el perdón que se necesita para que exista la paz verdadera. Que este perdón no excluya la justicia e incluya también la misericordia, que la gracia de esperar una 24

Salmo 50 Lucas 23, 48 26 Mateo 27,52-54 27 Cfr. Mateo 27, 51 25


humanidad reconciliada nos enseñe a hacer lo mismo que Jesús y nos ayude a todos a ser constructores de paz y todos seamos “misericordiosos como el Padre” (Cfr. Lucas 6.36-38). Amén. Segunda palabra

Del evangelio de San Lucas: 23, 39-43. «Uno de los malhechores colgados lo insultaba: ¿No eres tú el Mesías? —sálvate a ti y a nosotros. El otro le reprendía: —y tú, que sufres la misma pena ¿no respetas a Dios? Lo nuestro es justo pues recibimos la paga de nuestros delitos, este, en cambio no ha cometido ningún crimen. Y añadió: —Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Jesús le contesto: —Te lo aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.» Una de las obras de Misericordia, queridísimos hermanos, es acoger al peregrino, recibirlo en nuestra casa y brindarle un lugar al que necesita dónde reposar. El Drama de la Cruz acontece en el dramático espacio del Gólgota, desolado y árido peñasco en las afueras de la ciudad, en el que se acostumbraba ajusticiar a las personas en el suplicio de la crucifixión. Hasta esa altura hemos subido en este día también nosotros. Vemos que entre los crucificados que San Lucas acaba de detallar, hay un diálogo que combina la desesperación de uno de los reos que reclama ser arrancado del patíbulo, con la rara petición que hace el otro reo que, en medio de los tormentos pide que le tengan presente en el Reino que no deja de predicar Jesús moribundo. La respuesta de Jesús es bastante curiosa, si lo pensamos desde lo humano, puesto que en tan terribles sufrimientos, literalmente le abre las puertas de su casa del cielo al que le acaba de pedir que no lo olvide. Por eso en esta Palabra podemos pensar

que de algún modo se abre para el Ladrón arrepentido la Puerta de la Misericordia, la que en las Catedrales del mundo le está recordando a los hijos de la Iglesia que con su muerte Jesús ha abierto el Reino de la Esperanza a cuantos le buscan con amor, a cuantos decidan atravesar el umbral de su corazón. Al Ladrón le proponen que pase al Reino, que llegue hasta la Casa del Padre en la que Jesús mismo asegura que “hay muchas habitaciones”28, y por eso, en tan inusitadas circunstancias, Jesús le hace la invitación para que pase al 28

Cfr. Juan 14,2.


Reino de la vida justamente cuando para todos es la hora de la muerte, cuando las esperanzas de vida se van agotando al mismo tiempo que avanzan las tinieblas sobre el ahora dramático escenario. También nosotros nos detenemos con fervor ante esa puerta de la Misericordia, ante el mismo Jesús que está a la puerta y que se ha llamado a si mismo en el capítulo décimo de San Juan “la Puerta de las Ovejas”. Y confiamos encontrarle siempre allí, para acogernos a todos los peregrinos de esta historia que es suya y nuestra y que camina hacia el Reino. Es más Jesús mismo está a la puerta y tiene las llaves de ese Reino29, ya que como rezamos en la preparación a la Navidad, él es la llave de David30 que “abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio”31 Sin embargo no podemos dejar de pensar en la lección de Misericordia. Jesús no ha tenido nada. Humilde y pequeño en el pesebre fue su alojamiento un espacio iluminado por el afecto y el cariño de María y la silenciosa veneración de San José. Luego, tras el destierro a Egipto, puso su casa en Nazaret y luego, como cuenta San Juan, bajó a Cafarnaum32, donde seguramente era huésped de aquellos pescadores sencillos. En Betania encontró abrigo en la casa de sus amigos33. Hoy nos invita a abrir nuestra casa, como dice la Plegaria de la dedicación de una Iglesia: “Que los pobres encuentren aquí misericordia, los oprimidos alcancen la verdadera libertad, y todos los hombres sientan la dignidad de ser hijos tuyos, hasta que lleguen, gozosos, a la Jerusalén celestial”34 porque como nos enseña el papa Francisco, “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre”35. Que este sea el propósito de nuestros corazones en esta santa memoria de la Muerte de Jesús, pues el mundo necesita refugios seguros para que todo ser humano se siente acogido y amado, para que todos sepamos acoger con amor a quien nos necesite, y, salvadas las normas de la santa prudencia, cada casa, cada Iglesia, cada espacio que tenga por timbre la Cruz de Jesús y donde estén reunidos los que aman al Señor, vuelvan a recordar que en la hora postrimera de su peregrinar terreno, Jesús,

29

Cfr. Apocalipsis 3, 7 Isaías 22,22 31 María Ignacia Samper. Gozos de la Novena de Navidad, paráfrasis de la Antífona de la última semana del Adviento. 32 Cfr. Juan 2, 12. 33 Cfr. Juan 12, 2ss 34 Pontifical Romano. Dedicación de una Iglesia. Plegaria de Dedicación. 35 Papa Francisco. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 47. 30


cosido al madero, le abrió su casa a un hombre al que apenas acababa de encontrar y le hizo heredero del Reino. Al saber que este texto nos lo regala San Lucas, es apenas lógico entender cómo tras la puerta abierta del amor misericordioso Jesús nos muestra al Padre, nos lo enseña a descubrir con el mismo amor con el que el Padre de la Parábola aguardaba tarde a tarde el Regreso del Hijo (Cfr. Lucas 15). Por eso en el año de la Misericordia, llamados a ser “misericordiosos como el Padre” (Cfr. Lucas 6,36), pidamos la dicha de mantener abierta la puerta del corazón para que, como en el caso de esta Palabra, podamos decirle a cada hermano que en cada corazón, en el de la Iglesia misma, le aguarda un paraíso de afecto y de paz. Amén. Tercera Palabra Del Evangelio según San Juan. Juan 19, 26-27. “Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre, la hermana de su Madre, María de Cleofás y María la Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a su Madre: —Mujer: Ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo, — ahí tienes a tu Madre."

En su Exhortación Apostólica Signum Magnum el Beato Paulo VI36 decía: “llenos de admiración contemplamos a María firme en la fe, pronta a la obediencia, sencilla en la humildad, exultante en ensalzar al Señor, ardiente en la caridad, fuerte y constante en cumplir su misión hasta el holocausto de sí misma, en plena comunión de sentimientos con su Hijo, que sobre la cruz se inmolaba para dar a los hombres una nueva vida”. La Tercera palabra nos pone de frente a la Madre, llamada con toda razón Madre de Misericordia para que aquella que obró con Jesús las grandezas de su amorosa dedicación, la que le ofreció pan al hambriento, bebida al sediento, vestido al desnudo, siga realizando la obra que comenzó en la cabeza del cuerpo Místico en las ternuras de Belén también ahora en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Es maravilloso todo el magisterio que desde el Gólgota se nos está ofreciendo en esta conmemoración de la muerte de Jesús. El Calvario es perfectamente una escuela, un aula luminosa en la que Jesús enseña y todos aprenden, de diverso modo y con diverso aprovechamiento, la cátedra de la Misericordia. Volvamos la mirada a la Escuela santísima del Gólgota y detallémosla con atención devota y con aplicación piadosa: 36

Beato Paulo VI. Exhortación Apostólica Signum Magnum 15.


No puede faltare en el Aula de la Misericordia el discípulo, que como en todas las escuelas presenta sus diferencias. Una es la dispersa aplicación de los Letrados y Doctores que encontramos en la primera palabra, otra es la lección que recibe el Ladrón de la Segunda Palabra, otra es la disciplina amorosa que empezará a regir para los discípulos a los que el Discípulo Amado representa. Para este Discípulo, el que ya había empezado sus lecciones en los lejanos días de su vocación, hay ahora un regalo espléndido del Maestro. Esta Palabra siempre se llama de María. Negarlo sería inútil, pero es del Discípulo al que muchos artistas se empeñan en pintar como un jovencillo tímido que aprieta sus manos ante el terrible espectáculo que le toca presenciar. Es a este discípulo al que se le dirige la inexorable y al tiempo maravillosa palabra: ahí tienes a tu madre. ¿Y qué Madre se le entrega? Entre los circunstantes no podría existir otra que la que sabe de amor, la que en su corazón guarda preciosas lecciones del amor Divino, la que ha comprendido con toda la perfección del corazón, que su Hijo sabe que sólo ella podrá acompañar los pasos de la pequeña comunidad que, al otro lado de la ciudad se ha encerrado en el Cenáculo por físico y determinante miedo. Aquí, en la brevedad de las palabras que San Juan recoge, cuan presencial testigo37, se cumple una de las obras de Misericordia más preciosas: Jesús nos regala a aquella que le dio ternura y amor: el Papa Francisco nos la retrata: “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia”38. Todas las obras de misericordia llamadas corporales, las ofreció María a Jesús y las seguirá ofreciendo a su Iglesia, porque bajo el amparo maternal de esta Reina, nada le faltará a la Iglesia Peregrina.

37 38

Cfr. Juan 19,35. Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 286.


Ella está ahora en la cuna de la Iglesia que va a brotar en un instante del costado de Cristo39. Su bellísima Imagen, en la que el arte y la piedad han puesto el máximo interés, tiene un liencito que muchos piensan sirve para enjugar sus lágrimas, pero no, es como un pañal o un sudario en el que se recoge la naciente Iglesia, aún bañada en sangre redentora, para empezar con ella todas las ternuras que una criatura requiere. Por ello, el discípulo acoge a esta Madre en su casa, en su corazón diríamos mejor, para que ella encienda la lumbre de la esperanza, para que ella cobije con amor el temblor de los desposeídos, para que ella acompañe los pasos de los que sigan a Jesús, para que ella interceda por todos con amor y alegría. Jesús del Gólgota: ¡Te recibimos el regalo ¡ Gracias, porque en esta hora soberana, cuando quieres que seamos “misericordiosos como el Padre”( Lucas 6,36). Tú mismo nos concedes la dicha de encontrar en María la Madre de Misericordia. Es más, como prueba de que la aceptamos, y con nuestras lágrimas dispuestas a unirse a las de la Reina Dolorosa, de pie y con emoción te la recibimos diciéndole: Dios te Salve, reina y madre, Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra…. Amén.

Cuarta Palabra. Del evangelio según san Mateo_ Mt 27, 45-47. “Desde la hora sexta se extendieron las tinieblas sobre la tierra hasta la hora de nona. Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo: « ¡Eloí, Eloí, lama sabactaní! » Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que allí estaban, oyéndolo, decían: A Elías llama éste" Si el drama de la cruz fuera una Cantata, de las que la música se vale para inmortalizar los misterios, Jesús sería, no solo el compositor más inspirado, sino el solista para este, como trueno de trompeta, como grito desgarrador con el que el Maestro Divino asume en esta palabra ese dolor del mundo y lo interpreta. Como lo haría un maestro de música, toma las notas dolientes del salmó de David y pulsa las fibras de su corazón para que en estas palabras el hombre de hoy refleje su necesidad de verdades firmes y de certezas confiables. Dios, -valga la pena recordarlo- no abandona ni a su Hijo ni a los hermanos de su Hijo. No lo lanza hacia la nada ni nos envía al espacio sideral para deshacerse de nosotros. Así lo pensarían quienes niegan a Dios, quienes lo rechazan y persiguen. Nosotros, en cambio, proclamamos una vez más la centralidad de Jesús que es la verdad y la vida y que traza a todos caminos de perdón, de misericordia, de paz y que nos recuerda que el amor, probado en el 39

En el Oficio Divino del Viernes Santo, San Juan Crisóstomo lo enseña precisamente.


desconcierto y en los momentos críticos, se fortalece, se ilumina, se reviste de esperanza Por eso, cuando el dolor nos encierra y abruma, cuando la angustia nos sume en lo que el mundo de hoy define como depresión, el corazón del creyente ha de recordar que El Maestro, Él ha vencido el dolor, Él es el consuelo del mundo, Él la alegría que nadie nos puede arrebatar. Él es el que ha de guiarnos y ha de conducirnos con su confianza, con su amor ofrecido, con su ternura prodigiosa y sencilla, dándonos razones para esperar. Ayudándonos a comprender el camino del perdón generoso, Jesús hace que esta palabra se vuelva confianza en la esperanza justamente cuando muchos ven desesperación y dolor reprimido. De la Cruz nace la alabanza, del dolor, la paz, del perdón nace la esperanza, de la fe de los discípulos nace un mundo nuevo, sin dolor, sin lágrimas, nace la alegría. Por eso hay que permitir que del dolor de Cristo nos enseñe a iluminar el dolor humano con esperanza y con generosidad, como se nos propone en esta palabra que Jesús toma de la fe de Israel. No podemos olvidar que estas palabras están tomadas del Salmo 21. En medio de una descripción dramática de la Pasión de Jesús, aparece esta expresión que no deja de desconcertar pero que nos invita a pensar que en la Cruz se está celebrando como una especie de Oficio de Vísperas, es decir, Jesús inaugura la plegaria de la tarde que la Iglesia pronuncia con fe y con esperanza, con su propio sacrificio pascual, justo a la hora en la que se hacía el sacrificio de los corderos. Allí también podemos leer la nota de esperanza que se encierra en el Salmo citado. El Salmo 21 gira en torno al dolor, pero también es un anuncio triunfal de la victoria del Siervo Doliente, cuya memoria se perpetuará, más no por una muerte ignominiosa sino porque desde esa muerte empieza a vislumbrarse la mañana de Pascua, la victoria de la vida, el triunfo de la perseverancia y de la fidelidad con la que Jesús ha asumido no sólo su relación filial con el Padre, sino su relación fraterna con nosotros. Qué modo admirable de hacerse solidario, que modo maravilloso de hacernos sentir en nuestras desesperaciones su palabra de confianza y de esperanza. Su invitación a la firmeza, a la grandeza de nuestra llamada a la vida y a la fe. Un Bautizado, un hijo de la Misericordia infinita de Dios, debe recordar que, tras la primera expresión del Salmo, llena de dolor, viene una cascada de alabanzas, una llamada a recordar que somos el “linaje de Jacob”40 que tiene que llevar al mundo el gozo de saber que Dios nos ama.

40

Cfr. Salmo 21, 24


Por lo tanto, hemos de comprender que una de las obras de misericordia hay una muy especial que aquí en esta hora se cumple plenamente: Consolar al triste. Y lo haremos inspirados por Jesús moribundo, actuando según la enseñanza de San Pablo41: “como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, y he aquí, vivimos; como castigados, pero no condenados a muerte; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo”. Aunque parezca extraño este contraste; es desde el dolor desde donde se forja el gozo, es desde la limitación desde donde se asciende a la plenitud, porque la lección es sabia y poderosa: Un crucificado lleno de tormentos, toma de nuestros labios lo que parecía una queja y la transforma en consuelo para el dolor humano que muchas veces no viene de la crueldad de las agresiones sino del corazón lacerado que llora porque no es amado, que sufre porque no encuentra luz para sus sombras. Queriendo ser Misericordiosos como el Padre42, pidámosle al Hijo que nos enseñe a llevar consuelo y paz al mundo con la misma fuerza con la que el hizo brillar la luz desde una corona de espinas, que hizo de los surcos sangrientos de la flagelación un campo del que florece la alegría, de las heridas que lo unen a la cruz, las cinco puertas por las que llega al mundo el torrente del perdón. Amén.

41 42

2 Corintios 6, 9-10 Cfr. Lucas 6,36.


Quinta PalabraDel Evangelio de San Juan. 19, 28-29. Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: «Tengo sed». Había allí una jarra llena de vinagre, fijaron una esponja empapada en vinagre en una rama de hisopo y se la llevaron a la boca" Entre las obras de Misericordia hay una muy especial y concreta: dar de beber al sediento. Ahora Jesús es el Sediento, el que tienen toda la sed del mundo y recoge en su garganta seca como una teja y de su lengua pegada al paladar43, como dice el Salmista, un retrato de la sed del mundo, de la intensa aridez en la que caminan los hombres, en el drama terrible que, de alguna manera, reflejan nuestros campos cuando la lluvia no llega y cuando el calor de un clima desquiciado hace perder el sentido. Esta palabra ha inspirado muchas experiencias de fe. Santa Laura Montoya elevadísima figura de Misionera y de Mística, y también la Beata Teresa de Calcuta, corazón lleno de caridad y de compromiso, han tornado esta expresión en el lema de sus vidas y de sus institutos. Sabemos que sus vidas se alimentaron de esta palabra y sintieron sed de almas la primera, sed de caridad la segunda. Es propio del suplicio de la Cruz sentir la sed, pero en la vida de Cristo esta sed implica la que el Maestro siente también en el pozo de Jacob cuando “sintió sed de la fe de aquella mujer”44 y cuando le explicó a la humanidad cómo del corazón del que tiene fe surgen “torrentes de agua viva que saltan hasta la vida eterna”45. La sed del Maestro, del eterno caminante, del compañero de dolor y de esperanza de la humanidad, aguarda la generosidad y la alegría con la que los que buscan el bien emprenden el camino misionero que la Iglesia quiere recorrer hasta llegar al corazón sediento de los hombres y mujeres que aguardan la fe.

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Salmo 21, 16. Misal Romano. Prefacio del III Domingo de Cuaresma. La Samaritana. 45 Cfr. Juan 4,14 44


En el mundo hay mucha sed hoy. No solo por el extinguirse de las fuentes, sino por estarse secando el amor, la esperanza, la fe. Hay sed porque en la vida humana se ha perdido la ruta que lleva a las fuentes de la verdad y de la vida. Y, cómo hay sed, hay sedientos. Hay sed de amor en el corazón de tantos que han hecho de su vida una constante inmolación a las cosas pasajeras y sin sentido. Y aquí estamos nosotros los que con Jesús sentimos sed. “Dos sedientos, Jesús mío, tú de almas, yo de calmar tu sed”46, decía la Santa Laura Montoya, preguntándonos cómo podremos calmar la sed del mundo. La sed más ardiente hoy es la sed de perdón y de paz. El Cristo que contemplamos es la única esperanza, pues nos sigue invitando a beber en su testimonio de amor generoso, a saciarnos en el pozo siempre fresco de un corazón que supo perdonar, de una vida ofrecida con la certeza de estar mostrando al mundo que sin una clara conciencia de perdón, de misericordia, seguiremos saboreando como en el signo de aquella esponja saturada de amargura47 tantas venganzas y tantos odios enarbolados en la lanza de la violencia, en la lanza del rencor. Volvamos a la obra de misericordia, para pensar, ya no cómo daremos de beber, sino como mostrarle al mundo la fuente verdadera de la vida y de la esperanza. Jesús es sediento y fuente. Él se ha comprometido a hacer que de su corazón broten torrentes de agua viva, como se lo anunció a la Samaritana48 en el brocal del Pozo de Jacob. Por ello la tarea de la Iglesia es indicar la grandeza y la hondura de esta fuente de agua viva. Por ello, el agua viva que necesita el mundo es una predicación gozosa de la Palabra, revelación amorosa de Dios, es la solidez de las enseñanzas de la fe, largamente maduradas en el corazón de la Iglesia Madre y Maestra, es la acción pastoral de todos los creyentes llamados a conducir a los hermanos hasta las fuentes tranquilas de las que habla el Salmo 23. El agua viva debe, además, ser ofrecida en el vaso de la misericordia, purificado por la esperanza, dispuesto por la caridad, transparente por la fe. Los peregrinos acostumbraban beber en las fuentes en una concha de nácar, largamente purificada por la sal de los mares y por la paciencia de la creación. Así debe ser toda acción que busque calmar la sed: purificada en la oración, resplandeciente en la alegría, simple y práctica para que sirva a todos los que

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Santa Laura Montoya hizo de esta palabra su lema misionero. 47 Cfr. Juan 19,29. 48 Cfr. Juan 4,14.


al calmar la sed quieren ser “misericordiosos como el Padre” (Cfr. Lucas 6,36). En esta memoria de la muerte de Cristo busquemos poder dar de beber al sediento, sin olvidar que el mismo que transformó el agua en vino 49 será capaz, con el sólo toque de sus labios, en hacer de la esponja empapada en vinagre un panal del que salga, llena de dulzura, la alegría con la que los creyentes abrirán al mundo la fuente inagotable del amor. Amén.

Sexta palabra. Del Evangelio de San Juan 19,30. “Jesús tomó el vinagre y dijo: -Todo está consumado"

Esta palabra tiene un aire que la une al libro del Génesis de muchos modos y por muchas razones: es la sexta palabra, como el sexto día de la Creación, pronunciada en la que en muchos lugares y en los antiguos misales se llamaba feria sexta: “vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno. Pasó una noche, pasó una mañana: el día sexto” (Génesis 1, 31) Y es, exactamente lo que estamos celebrando en este grandioso viernes, el primer viernes de nuestra historia, ya que en efecto alcanzan su plenitud todas las obras divinas, incluido el ministerio de amor y de esperanza para el que había sido puesto Jesús en el mundo. Las coincidencias son admirables. Jesús dice que se ha alcanzado la meta y por eso esta palabra tiene todo el aire de síntesis, de resumen del amor generoso que ha salvado al mundo y le ha devuelto la esperanza y la alegría a quienes yacían en las sombras de la muerte y del pecado. La obra morosa del Señor es la misericordia en todas sus expresiones. Es el amor del corazón dado a los pequeños y a los pobres, a los niños y a las mujeres, a los pecadores más recalcitrantes y a las personas humildes que fueron acercándose a Jesús en casi tres años de amorosa presencia, de caminos recorridos, de pueblecitos que se inundaron de alegría con el paso vivo del amor de Dios. Incluso, en esta meditación sobre las obras divinas en favor de la humanidad, podríamos pensar en toda la fuerza del consuelo que ofreció Jesús de modo concreto en dos de ellas: Visitar a los enfermos y ofrecer un buen consejo a quien lo necesita.

49 Cfr. Juan 2, 1-11


Adentrémonos en la palabra que meditamos. La enunciamos retomando dos o tres palabras de la anterior: “tomó el vinagre”50: es innegable que el narrador sagrado quiera ultimar los detalles de la hora postrimera del Divino Maestro, pero en esta expresión cómo no leer la actitud amorosa con la que Jesús apura hasta el fondo, no sólo el cáliz de su Pasión, sino la dramática realidad de la humanidad. Palpó, como tantísimas veces nos lo ha dicho el Papa Francisco, la carne dolorida de la humanidad, las soledades más hondas, incluso la sombra terrible que se cernía sobre el corazón de uno de sus discípulos amados que salió cuando “era ya de noche”51, saboreando aún el pan del amor, mientras se dirigía a perpetrar la traición. La vida pública de Jesús es un canto armonioso al amor que acude al corazón enfermo, y no sólo al cuerpo lacerado de los que sufren. Es una visita eterna e interminable que se prolonga en el amor con el que la Iglesia, en la persona de sus ministros, sigue llegando al lecho del enfermo y a la casita en la que tantos hermanos nuestros apuran el cáliz de la soledad, para decirles que la Creación llega a su plenitud cuando el amor hecho Pan de Vida besa los labios del que llora y sufre y le dice que Dios le recrea, le alimenta, le sostiene y le acompaña porque le ama. Que bello meditar en estas expresiones del amor divino delante del Señor cubierto de heridas, delante del que cargó “todas nuestras dolencias”52, como cantaba esta tarde Isaías en la Acción Litúrgica, porque el dolor compartido se hace ligero y porque la fuerza que sacó de la nada astros luminosos, también hará aflorar en las heridas del que llora la flor de la esperanza y de la alegría En la penúltima palabra de Jesús hay también mucho de aquella obra de misericordia que es dar un buen consejo, porque es precisamente la lección que quisiéramos también aprender en esta noche junto al trono del Mártir de los mártires. Jesús nos aconseja y recomienda trazarle al hermano caminos de esperanza y de alegría, ofrecerle la fuerza y la certeza de un sentido para su vida, aprendiendo a dar gracias por el bien recibido, aprendiendo a señalar en el mundo las diversas y maravillosas manifestaciones de la Misericordia de Dios que ha iluminado a santos y a santas para desplegar sobre el árido panorama del mundo toda la gracia amorosa de Dios en los más diversos apostolados, en las más vivas expresiones de caridad.

50

Juan 19,30. Juan 13,30 52 Cfr. Isaías 53,4, especialmente. 51


Esta sexta palabra corona, como dijimos, la obra de la salvación que se inició, como ya lo dijimos, con la creación del mundo. Aunque ya lo anotamos, es la feria sexta, es el sexto día de la semana última de Jesús y también estamos recordando el sacrificio Pascual del Cordero que fue sacrificado y que estuvo en la cruz cuando, como nos contó san Lucas el domingo pasado, “era la hora sexta”53, que se vuelve preludio de la victoria soberana de Jesús. Es la hora de la misericordia, incluso así conmemorada con piedad por muchos. En esta hora, acojamos el amor con el que nos visita Dios en su hijo y pidámosle que nos ayude a ser “misericordiosos como el Padre”54 justo cuando “todo está consumado”. Amén.

53 54

Cfr. Lucas 23, 44. Lucas 6, 38.


Séptima Palabra. Del Evangelio de san Lucas. 23, 46 "Jesús, dando una gran voz, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu...» y diciendo esto, expiró"

En el año de la Misericordia, esta es la última nota del maravilloso concierto de amor y de esperanza que Jesús nos ofrece en la Cruz. Las palabras de Cristo en la cruz no pueden concluir de mejor modo. Ante el mundo en adoración silenciosa recordará lo predicho por Isaías: “ante el los reyes cerrarán la boca al ver algo inenarrable” (Isaías 52, 15b). Pero ante Él está también la gloriosa expectativa de una humanidad que ha visto como la fuerza del Espíritu ha imprimido el dinamismo a tantos seres humanos que, en la Vida Consagrada han prolongado el amor de la Cruz en tantas y tan nobles tareas en las que se construye esperanza y paz. Es el amor de Dios el que queda manifiesto en este sacrificio pascual, es la Misericordia la que nos recuerda que todo acto de amor concluye en la entrega del amado que llega hasta la inmensidad del amor del Padre como los arroyos que llegan al mar y se funden en su inmensidad. Nada mejor para esta hora que recordar cómo este sacrificio consumado en el árbol de la Cruz, lleva a plenitud toda la obra del amor de Dios. Tras la victoria Pascual, el don del Espíritu Santo completará las maravillas divinas y nos hará sentir el gozo de llevar a todos la luz del Evangelio y proponer al mundo un camino seguro de misericordia, una senda por la que los creyentes, acompañados por la sombra bienhechora de la Cruz de Cristo Muerto y Resucitado, ofrezcan al mundo la certeza del amor de Dios. El Beato Paulo VI, acertadamente nos ilumina en este momento para recordarnos que Jesús lo es todo y que lo encierra todo y que en él todo se hace nuevo y todo alcanza la expresión sublime del amor. Jesús de Nazaret es verdaderamente el centro de la historia, como proclamó San Pablo: "Es imagen de Dios invisible, engendrado antes que toda creatura; pues por su medio se creó el universo celeste y terrestre, lo visible y lo invisible... Todo fue creado por El y para El. Él es antes que todo y el universo tiene en El su consistencia" (Colosenses 1, 15 ss.).


A Cristo Jesús, Verbo encarnado, Hijo eterno de Dios, nuestra adoración humilde, nuestra fe firme, nuestra esperanza serena, nuestro amor incondicional. Vale verdaderamente la pena queridísimos hijos, comprometer la propia vida en seguirle a Él, sólo a Él, aun sabiendo que esta decisión Ilevará consigo renuncias, sacrificios, riesgos e incomprensiones. Pero Jesucristo, escribió Pascal, "es un Dios al que uno se acerca sin orgullo y se somete sin desesperación" (B. Pascal, Pensamientos, fr. 528). “Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”, decía san Pablo55 Rey de nuestras vidas: la Iglesia nos ordena vestirnos de rojo. La liturgia canta un triunfo donde los pobres hombres veríamos vemos un fracaso, tu voz indica en las siete Palabras, que tu lección definitiva es la del Perdón56, la palabra que abre las puertas del Paraíso a quien te reconoce como rey57, la que nos regala el consuelo de una Madre58, la que se une al dolor de los que sienten que se acaba la esperanza59, la de la agobiante y angustiosa Sed60 de justicia y de paz, la de la alegría de la misión cumplida61, la de la vuelta amorosa a los brazos del Padre62. Al adorar la Muerte de Jesús en la cruz, le decimos al Señor: Hermosura soberana: déjanos besar tu costado, déjanos besar tus pies taladrados por nuestras culpas, déjanos decirte gracias y, delante de la Cruz, consagrarte hogares, familias, comunidades, la Iglesia entera que hoy te bendice con amor. Oh Mater Dolorosa, Piadosísima azucena que exhalas el perfume de tu ternura, recíbenos junto a la cruz y préstanos tus palabras para decir, en esta hora crepuscular: "Proclama mi alma la grandeza del Señor" 63, porque se ha sellado la nueva alianza en la sangre del "Cordero que quita el pecado del mundo"64, 55

Cfr. Filipenses 2, 10-11. Primera palabra 57 Segunda Palabra 58 Tercera Palabra 59 Cuarta Palabra. 60 Quinta palabra. 61 Sexta Palabra. 62 Séptima Palabra 63 Lucas 1, 42ss. 64 Juan 1,30. 56


en el amor santísimo que nos reconcilia y nos salva, porque en la suprema donación de su amor, el Señor de la gloria, en siete destellos de luz que son sus siete palabras, nos ha enseñado a ser MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE. Amén. Ahora en un momento de silencio, de rodillas, adoremos una vez más la muerte del Señor. Descendimiento. Dice la inspirada voz de la Liturgia, tomándolo del corazón de los poetas:

Jesús de María, Cordero Santo, pues miro vuestra sangre, mirad mi llanto. ¿Cómo estáis de esta suerte, decid, Cordero casto, pues, naciendo tan limpio, de sangre estáis manchado? ….Ya os oigo, Pastor mío, ya voy a vuestro pasto, pues como vos os dais ningún pastor se ha dado. ¡Ay de los que se visten de sedas y brocados, estando vos desnudo, sólo de sangre armado! ….Nadie tendrá disculpa Diciendo que cerrado halló jamás el cielo, si el cielo va buscando. Pues vos, con tantas puertas en pies, mano y costado, estáis de puro abierto casi descuartizado. ¡Ay si los clavos vuestros llegaran a mí tanto que clavaran al vuestro mi corazón ingrato! ¡Ay si vuestra corona, al menos por un rato, pasara a mi cabeza


y os diera algún descanso!65

Y es aquí cuando venimos a buscarte y cuando las manos piadosas de quienes representan a Nicodemo y José el de Arimatea nos regalan la prueba del amor Divino que baja hasta el regazo de María, la Virgen Purísima. o

En muchos lugares se toma ahora la imagen del Señor. Procédase con toda reverencia mientras que se hacen los diversos pasos del descendimiento con las siguientes invocaciones.

Oh sublime momento para contemplarte y adorarte, Oh Cristo. 

Al tomar tu Corona de Espinas te damos gracias por tu amor entregado, déjanos reinar contigo. o Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. o

   

(si la imagen del crucificado tiene las potencias, se retiran en silencio)

Que tu mano derecha nos señale la entrada a la gloria. o Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, Que tu mano izquierda nos muestre el corazón abierto en el que podemos ahogar nuestras penas. o Te adoramos oh Cristo y te bendecimos Que tus pies traspasados nos muestren el camino de la vida. o Te adoramos oh Cristo y te bendecimos Que tu costado abierto nos sirva de faro para avanzar en medio de las tinieblas del mundo iluminados por el corazón mismo de quien todo lo ha entregado. o Te adoramos oh Cristo y te bendecimos

Oh, Señor de la Gloria, permítenos decirte que es nuestro amor el que espera ahora tu victoria, ya que “… ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor Nuestro”66 Permítenos recordar, finalmente que tu misericordia es eterna. Amén.

65 66

Liturgia de las Horas. Himnario de la versión española. Romanos 8, 38-39


SÁBADO SANTO. SOLEDAD DE MARÍA. " Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre, la hermana de su madre, María de Cleofás, María la Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y al lado al discípulo predilecto dice a su Madre: —Mujer: Ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: — ahí tienes a tu Madre. Y desde aquel momento el discípulo la acogió en su casa" Juan. 19, 25-27.

DAME TU MANO, MARÍA Dame tu mano, María, la de las tocas moradas; clávame tus siete espadas en esta carne baldía. Quiero ir contigo en la impía tarde negra y amarilla. Aquí, en mi torpe mejilla, quiero ver si se retrata esa lividez de plata, esa lágrima que brilla. Déjame que te restañe ese llanto cristalino y a la vera del camino permite que te acompañe. Deja que en lágrimas bañe la orla negra de tu manto a los pies del árbol santo, donde tu fruto se mustia. Oh Señora de la angustia: no quiero que sufras tanto. Qué lejos, Madre, la cuna y tus gozos de Belén: "No, mi Niño, no. No hay quien de mis brazos te desuna". Y rayos tibios de luna, entre las pajas de miel, le acariciaban la piel sin despertarle. ¡Qué larga es la distancia y qué amarga de Jesús muerto a Emmanuel! ¿Dónde está ya el mediodía luminoso en que Gabriel, desde el marco del dintel, te saludó: "Ave, María"? Virgen ya de la agonía, tu Hijo es el que cruza ahí. Déjame hacer junto a ti

ese augusto itinerario. Para ir al monte Calvario, cítame en Getsemaní. A ti, doncella graciosa, hoy maestra de dolores, playa de los pecadores, nido en que el alma reposa, a ti ofrezco, pulcra rosa, las jornadas de esta vía. A ti, Madre, a quien quería cumplir mi humilde promesa. A ti, celestial princesa, Virgen sagrada María. Amén.


Nos hemos reunido para contemplar en la Madre de la Soledad, la presencia amorosa de una Iglesia que con Ella vela junto al Sepulcro aguardando la Resurrección. El hombre de hoy recibe desde el Calvario el regalo de una Madre. En el testamento del Redentor hay un espacio para la ternura y para la bondad, se abre una puerta de esperanza y, desde su patíbulo, Cristo se desprende del amor de su vida para que no le falten al hombre el afecto y la comprensión que solo las Madres saben ofrecer. Siempre estará unida la Madre al Hijo, siempre sabremos que la Madre nos conduce al Hijo y nos sigue exhortando a “hacer lo que él diga”67 para que se siga realizando el Reino, la vida, la esperanza, la presencia del Señor. María es la Señora de la oración abandonada en la misericordia de Dios, es la alegría de vivir en amor y paz, es la mano bondadosa que sanaba y consolaba a los mártires de la fe, a los testigos elegidos y escogidos por el Señor para el sacrificio y la gloria. En función de ese oficio maternal, ella es elegida desde toda la eternidad, y por eso es llamada Llena de Gracia para que desde siempre se admirara en ella la predilección de Dios, el amor del Padre que quiere ofrecernos lo mejor de su amor para que aprendamos a vivir en correspondencia a esa misericordia. María construye paz. La madre del Mesías, Príncipe de la Paz excepcional de la obra pacificadora de Cristo.

68es

un testigo de

Lo acompañó siempre. Lo acogió en su seno, lo dio a luz, lo amo con ternura. Los siete dolores, son un camino de fidelidad y un camino de paz: Paz que brota en el alma de María cuando, en la circuncisión de Cristo preludia sus dolores69. Paz que la inunda cuando, subiendo la escalinata del templo, escucha la voz recibe la profecía de Simeón70 Paz en la huída a Egipto71, Paz en la Flagelación y en el encuentro en la calle de la Amargura72. Paz en el Calvario73. Paz en el descendimiento74. Paz en la sepultura de Cristo. 75

La serenidad de las Madres se hace precisa para confundir y desterrar la violencia, para hacer amainar el viento impetuoso de las ambiciones humanas. 67

Juan 2, 5. Cfr. Isaías 9. 69 Primer dolor. 70 Segundo dolor. 71 Tercer Dolor. 72 Cuarto dolor 73 Quinto dolor. 74 Sexto dolor. 75 Séptimo dolor. 68


Quien es capaz de dar la vida por sus hijos, es capaz de infundir en el corazón los necesarios sentimientos que nos reabran a la ternura que tantas veces olvidamos detrás de tantos innecesarios mantos de prepotencia. María nos enseña que la verdadera Espiritualidad se aprende en el Sagrario, en la actitud contemplativa, en la oración piadosa que edifica la Iglesia Madre de los hombres, ruega por nosotros: Madre de Cristo, acógenos en tu corazón. Madre de la Iglesia, enséñanos a amar como tú y a mirar en todas las madres del mundo el rostro del amor y la anunciación de la esperanza de un mundo mejor, alimentado en la Eucaristía en la que recibimos al que es carne de tu carne y sangre de tu sangre. Amén.


Resurrección del Señor. Noche santísima de Pascua. Luz-bautismo-misericordia. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Amadísimos hermanos en la fe: Un gozo novedoso y lleno de esperanza inunda la Iglesia en esta noche santísima de la Victoria Pascual de Cristo, que estamos celebrando en esta Vigilia. 1. Luz. Iniciábamos nuestra fiesta pascual con un rito único: la bendición de la luz y la entronización del Cirio Pascual que representa a Cristo Resucitado. En medio de la noche, hicimos fuego, luego tomamos la luz y tras señalar sobre el Cirio las cifras que nos recuerdan que el tiempo es de Dios y que Cristo es el señor de la historia, la columna luminosa nos recordó que en medio de las tinieblas de la historia de hoy es la fe la lámpara que nos ilumina, es Jesús resucitado el que le comunica al creyente y a todos los hombres de buena voluntad que hemos comprendido que el amor misericordioso que hoy canta la Iglesia es la vida y la alegría que transforma y da sentido a la humanidad. El Pregón Pascual cantaba algo novedoso, pero a la vez maravilloso: que Dios se acordó de su pueblo y que en una noche como esta superó definitivamente el prodigio que le dio la libertad a Israel con una victoria más grande incluso que el paso del Mar Rojo: la Resurrección de Jesús. En efecto, cuando Jesús retorna de la muerte todo se hace nuevo. Es nueva la larga historia de la Creación que hemos escuchado76, el sacrificio de Isaac77, la salida de Egipto78, y se hacen realidad las profecías con las que Isaías, Ezequiel y Baruc nos fueron preparando para el anuncio con el que, finalmente San Pablo en la Carta a los Romanos, nos recordó que hoy ha vencido Jesús y que la alegría de encontrarlo que nos cuenta el Evangelio de san Lucas nos compromete a resucitar, es decir, a dejarnos llenar de la luz del que vive eternamente. 2. Bautismo. Y es que la luz de la pascua, la alegría de Jesús vivo hace que el hombre re-creado, redimido, renovado, descubra en el signo con el que un día le acogieron en la Iglesia, el Bautismo, cuál es su vocación, cuál es su verdadero destino, cuál su máxima realización.

76

Primera Lectura. Génesis 1, 1-2,2 Segunda Lectura, Génesis 22,1-8 78 Tercera Lectura. Exodo 14, 15-15,1. 77


Renovaremos la gracia del Bautismo (e incluso algunos hermanos hoy mismo lo reciben en esta celebración) porque un día fuimos pasados por un Mar más luminoso que el Mar Rojo, Dios nos regaló en la Fuente Bautismal la dicha de ser su familia, sus hijos, su pueblo santo y elegido79, bendecido por Dios, elevado a la grandeza de un Sacerdocio de Reyes, precisamente porque un Rey, Jesús crucificado e inmolado por nosotros, protagonizó una lucha dramática, como lo cantaremos mañana en la secuencia de pascua al decir “lucharon vida y muerte en admirable duelo”80. Incluso el Costado Abierto de Jesús en la Cruz, nos hizo pregustar esa fuente de agua viva en la que, lavados de nuestras culpas, se nos ha llamado a ser del todo nuevos, justos, alegres, comprensivos, solidarios, comunicadores de esperanza, de vida, de paz, de fe, de perdón y de amor sincero. Un Bautizado no es simplemente una cifra en un registro parroquial ni un nombre en un elenco de pertenecientes a una religión. Nosotros no somos una serie de personas vinculadas a unas ideas del pasado sino una verdadera comunidad, un cuerpo vivo y dinámico que tienen que impregnar la cultura humana con la luz del Resucitado, que tiene que impregnar el mundo con una nueva manera de vivir que nos haga más fieles a Dios y más cercanos a todos. El bautizado cree y espera, cree y ama, hace que su fe lo lance a llevar a todos la vida, la paz, la novedad de hacerlo todo al estilo de Jesús. 3. Misericordia. La Pascua del Año de la Misericordia es la celebración de la vida de Dios sembrada en el corazón de todos. Es permitir que la luz radiante del Resucitado venza las tinieblas del corazón, lave el dolor y el pecado, de sentido a cada persona, a cada familia de creyentes, a cuantos buscan a Dios y deben encontrarlo vivo y gozoso allí donde escogió manifestarse: en la Iglesia que nace, precisamente, de la Pascua de Jesús, de la muerte dolorosa seguida del silencio del sepulcro y derrotada en el momento en el que el Hijo amado de Dios revestido de una vida nueva, luminosa, extraordinaria, nos sale al encuentro enarbolando su bandera de paz. La Pascua es un canto al amor de Dios, a la bondadosa misericordia con la que Jesús, saliendo de la muerte, viene al encuentro de cada persona, invitándonos a todos a una vida más fiel y más alegre. Es una bondad que nos invita a “no buscar entre los muertos al que vive”81, como les dicen los varones de blancos vestidos al grupo de Discípulas que, encabezadas por Santa María Magdalena, la queridísima beneficiaria del perdón misericordioso, madrugaron a cumplir una obra de misericordia, la que honra a los difuntos y son llamadas a realizar otra tan hermosa como aquella: enseñar, proclamar a todos que Jesús vive.

79

Cfr. 1 Pedro 2,9 Mors et vita duello conflixere mirando, VICTIMAE PASCHALI LAUDES. Secuencia de Pascua. 81 Lucas 24,580


Es esta nuestra gran tarea. Para ello nos hemos dispuesto en estos días santísimos, para ello han trabajado con amor tantas personas, los Sacerdotes, los evangelizadores, los catequistas, los ministros de la Sagrada Liturgia, las comunidades comprometidas en la proclamación de la fe, los que con su trabajo llenaron de esplendor cada momento de nuestras fiestas pascuales, a los que merecen el aplauso agradecido por lo que nos han ayudado a celebrar con tanto amor. Nuestra misión es decirle al mundo que Jesús vive, que el reina sobre la muerte, que él nos invita a construir la vida siendo Misericordiosos como el Padre82. Finalmente, antes de proseguir con la gracia Bautismal y con la Comunión del cuerpo y la sangre del Resucitado, felicitemos a María, la Madre del Señor y digámosle: Reina del Cielo, alégrate83, porque en tu Hijo Resucitado se ha manifestado para todos el amor misericordioso que da la vida al mundo. Amén.

82 83

Lucas 6, 36. Antífona de Completas: REGINA CŒLI. Liturgia de las Horas.


Domingo de Pascua. Misa del Día. Resucitó de veras mi amor y mi esperanza. Gozo-Testimonio-Misericordia. Ha llegado la Pascua, anunciada y preparada, dispuesta y celebrada con fe por una comunidad que, en el Año de la Misericordia, reconoce en cada obra de Dios una revelación de su amor infinito, una manifestación del poder del amor y de la fuerza de la esperanza. 1. Gozo. Contrasta esta palabra con la realidad del mundo en el que vivimos. Hay demasiadas luchas, demasiadas violencias, demasiadas desesperanzas, pero sobre todo ese panorama confuso descuella, luminosa y alegre la luz del Cirio Pascual sobre el que hemos trazado las cifras que distinguen este Año de Gracia y en el que hemos escrito que Jesús Resucitado es el Señor de la Historia y el Salvador de todos. La Pascua fue, en otro tiempo, la reconstrucción de un momento grandioso para Israel, que fue su salida de Egipto, como lo escuchamos anoche en la Vigilia. Aquella Pascua primera de la Iglesia empieza con el caos en el que estaba Jerusalén tras la muerte de Jesús. El Templo arruinado, frustrada, con seguridad, la fiesta de las casas por el impacto de los sucesos. No se ha profundizado mucho en la búsqueda de testimonios diversos a los de los apóstoles para retratar el amanecer de ese primer día de la semana, de ese primer domingo. En la pequeña comunidad de los amigos de Jesús, la noticia de la victoria es tan humana: asombro, incertidumbre, sorpresa, alegría sin fin acallada por aquello en lo que insiste San Juan: el miedo a los judíos84. En medio de ese temor, qué gozo acoger nuevamente al Señor, qué alegría verlo nuevamente. Santa Laura Montoya en su autobiografía cuenta una reacción suya ante la imagen del Resucitado hoy hace exactamente 120 años: “¡Qué hermoso vuelves! No ha sido un sueño aquel terrible, sangriento leño, aquellas horas de cruel dolor?”85 Por eso luego, el mismo San Lucas nos cuenta la alegría que desbordaba el corazón de aquel puñado de apóstoles, de las mujeres y por qué no, de María, la Madre, como para indicarnos que hemos de ser testigos de esa victoria y contarla sin cesar a todos, anunciarla sin descanso al mundo. 2. Testimonio.

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Cfr. Juan 20, 19 Santa Laura Montoya. AUTOBIOGRAFÍA. Se narra aquí su encuentro con el Resucitado en Fredonia, Antioquia, Colombia, en 1896, hace exactamente 120 años en la mañana de Pascua. 85


Dar testimonio de la Resurrección es, entonces, nuestra tarea, hermanos amadísimos. No podemos reservarnos esta misión o reducirla simplemente a lo que otros puedan hacer en la experiencia evangelizadora. Nuestra vida debe ser el primero y más evidente de los signos de la resurrección, porque el mundo no puede ver otro rostro de Jesús Resucitado que el rostro de los que en Él creen y esperan, por más bellas que puedan ser las imágenes que lo quieren representar. El Resucitado, no es entonces una bella estatua ni un cuadro sublime en el que los artistas han puesto sus mejores talentos, el Resucitado es la cabeza de un cuerpo que se llama la Iglesia y que tiene como tarea esencial grabar en la faz de cada creyente y de cada ser humano los rasgos del Resucitado, esto es, el rostro de la alegría que consuela, el rostro del perdón que da comienzo a todo esfuerzo de paz, el rostro de la cercanía que hace que todo ser humano se sienta acogido y amado con respeto, con sinceridad, con la certeza de que Jesús dio su vida por una multitud que, dispersa por el mundo, que sin modo de ser contada con las cifras del hombre, debe conocer y amar a aquel Hombre Nuevo que es Dios con nosotros, que es el amor concreto y generoso que nos salva. Sólo se puede testimoniar a partir de lo que se conoce. Por ello tras la celebración de la Pascua, la Iglesia nos va a enseñar a conocer a Jesús contándonos el testimonio que de Él dieron los Apóstoles y como prácticamente en cada página de los Hechos de los Apóstoles hay un anuncio explícito y gozoso de la gloria del Resucitado. 3. Misericordia. La Pascua del Año de la Misericordia literalmente debe ser la demostración del amor de Dios que acude presuroso en su Hijo y nuestro Hermano Jesús, Dios verdadero y hombre verdadero, agua viva para nuestra sed, pan de vida para nuestra hambre, vestidura de amor que cubre la humanidad, hospedaje tierno y amoroso, visita que libera a los que viven presos por el pecado. Jesús resucitado sigue obrando la misericordia. Consuela y enseña, sana y restaura, alimenta y aconseja; de modo que aprendamos su lección de esperanza, de paciencia, de acogida bondadosa, de amor y preocupación por todos, como por ejemplo por los Discípulos de Emaús que, desconsolados y confusos ven como, tras encontrar al Señor en el camino, donde primero estaba el hielo del dolor y del desconcierto, surge luego una hoguera de amor, de alegría y de esperanza, como ala que deberíamos encender en tantos hermanos nuestros que sufren, que lloran, que no son amados, que no saben amar. El mejor fruto de esta Pascua de la Misericordia es que no nos olvidemos que la Semana Santa ya no es una semana de actos y celebraciones sino un tiempo en el que cada celebración y cada experiencia de fe nos propone una tarea clara y sencilla: hacer que Jesús vivo llegue a nuestra vida para que por medio nuestro


llegue a todos, despertando en el mundo una aurora de esperanza, una oportunidad para perdonar, para mostrar el buen camino, para vivir la fe. Demos gracias a Dios por los Sacerdotes, los Discípulos de nuestros Seminarios, por los evangelizadores, los catequistas, los ministros de la Sagrada Liturgia, las comunidades comprometidas en la proclamación de la fe, los que con su trabajo llenaron de esplendor cada momento de nuestras fiestas pascuales, a los que merecen el testimonio de nuestra gratitud. Gracias a cuantos asistieron a todo lo que hemos celebrado, porque sin duda, seremos todos los evangelizadores de la misericordia y los testigos constantes de la vida de Jesús. Saludemos, finalmente, a la Reina del Cielo y, salgamos a su encuentro, como bellamente se hace en algunas procesiones de este día, para contarle, no la noticia de la resurrección, porque Ella ya la sabe, sino la noticia de que nosotros, animados por su Hijo, salimos de inmediato a proclamar que el reina sobre la muerte, y que él nos invita a construir un mundo nuevo siendo Misericordiosos como el Padre86. Amén.

86

Lucas 6, 36.


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