Dimensión Misionera N°349 Edición especial dedicada a José Allamano

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Un peregrinaje por

PORTADA

En la lengua êpera pedea del pueblo Emberá, el término kipará designa una pintura facial y corporal de profunda significancia dentro de su estructura cosmogónica. Esta expresión ancestral no solo funge como elemento de identificación y aceptación dentro de la comunidad, sino que también establece un puente de comunicación entre los es pacios habitados, conectando lo humano con lo natural y lo trascendental.

Estas líneas geométricas, elaboradas con el pigmento negro del fruto del árbol de jagua, representa un código que, al ser aplicado, expresa poder, energía, coraje y fuerza sobre natural, distinguiendo a cada individuo y reflejando su esencia.

Para el artista, la presencia del kipará en el beato José Allamano, lo hace un hombre, rostro de Dios entre nosotros, que nos invita a reflexionar sobre la “unidad total” desde una cosmovisión ancestral, la Emberá Chamí que nos recuerda que todos somos parte de un mismo universo.

Creación del P. Carlos Zuluaga (CAZ), IMC

DIRECTOR

Salvador Medina

EDITOR Santiago Quinónez

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN

Cristian Fabián Nonato Guzmán

CORRECCIÓN DE ESTILO

Salvador Medina

PORTADA

Carlos Zuluaga (CAZ)

COLABORARON EN ESTE NÚMERO

Oscar Clavijo

Sor Pier Firmina Ravazzotti

Giacomo Mazzotti

Gabriella Bono

Antonio Benítez Arévalo

Jonah M. Makau

Elmer Peláez Epitacio

Francisco Javier Múnera Correa

Ashenafi Yonas Abebe

Miguel Ángel Piovano

Venanzio Mwangi Munyiri

Juan Pablo de los Ríos

José Martín Serna

Jaime C. Patias

FOTOS

Archivo IMC

Archivo personal de misioneros

VERSIÓN DIGITAL

Issuu.com/dmisionera

REVISTA EDUCATIVA-CULTURAL DE LOS MISIONEROS DE LA CONSOLATA

Centro de Misión y Culturas - CMC

Calle 24 C N° 81 – 27, Barrio Modelia

Teléfono: (601) 295 62 51

Bogotá - Colombia

Año: 2024. N° 349

Junio - julio

ISSN 0122-2333

Reg. Propiedad Intelectual N° 002797

comunicacion@consolataandina.com

Cel. 314 7897475

www.consolataamerica.com

EDITORIAL

UN PEREGRINAJE POR EL CORAZÓN DE ALLAMANO

Con gran entusiasmo presentamos esta nueva edición, a última hora sorprendidos con la grata noticia de la aprobación y publicación oficial, desde el Vaticano, del milagro realizado por José Allamano en la persona del indígena amazónico, Sorino Yanomami. Alegres y agradecidos, nos anuncia el superior general, el P. James Lengarin, continuamos con el proceso de canonización hasta cuando el papa Francisco convoque el Consistorio General de Cardenales y conozcamos la fecha en la cual podremos celebrar a San José Allamano.

En esta edición especial, marcada por ser una dedicación monográfica a su persona, exploramos distintas dimensiones de su legado existencial y misionero, a través de algunas plumas vivas que escriben y describen, dando testimonio del camino recorrido, realizado con la fuerza y la luz de ese “espíritu allamaniano”.

Por esta razón, las páginas de esta revista se convierten en un peregrinaje por el corazón de Allamano, guiados por los que conocen bien este lugar, lo frecuentan y lo habitan: su familia, los misioneros y misioneras de la Consolata.

Ellos y ellas han escrito este recorrido con cada artículo, ofreciéndonos diferentes facetas, unas bien conicidas y otras muy novedosas, de su ser y hacer humano y misionero: su pasión por la evangelización, su compromiso con la justicia social, su profundo amor por los más necesitados y su incansable labor por construir el Reino de Dios, ya en esta tierra.

Esta figura no solo nos inspira, sino que también nos impulsa a la vida, la contemplación y la acción. En un mundo marcado por desafíos y desigualdades, su legado nos recuerda la urgencia de la misión evangelizadora, la necesidad de construir puentes de diálogo entre culturas y la importancia de trabajar incansablemente por un mundo más justo y fraterno.

Dimensión Misionera aspira a ser un espacio de encuentro y reflexión para todos aquellos que se sienten llamados a la misión. En esta nueva etapa, seguiremos ofreciendo contenidos de calidad que nutran nuestra fe, fortalezcan nuestro compromiso misionero y nos inspiren a seguir adelante en la construcción de “otro mundo posible”.

La sugerimos a educadores y formadores de personas y comunidades, como instrumento pedagógico y didáctico de inspiración, iluminación e información.

Al recibirla, esperamos que nos compartan sus experiencias y reflexiones, y se unan a este “punto de encuentro”: Centro de Misión y Culturas - CMC, Bogotá o en todos los lugares donde se encuentre la Familia Consolata. Juntos, podemos continuar el legado del beato Allamano y participar de la misión del buen Dios, de la mano de la Consolata, nuestra madre y maestra.

S antiago Quiñónez

El hombre que eligió sólo a Dios en todo y siempre

Ciudadano implicado en las causas sociales

Mi corazón está con ustedes

Los quiero humanos y santos

El hermano en el Instituto

Misionero de la Consolata

La misión es anuncio y promoción humana

Metodología Misionera

Nuevo amanecer en Etiopía

Allamano en Europa

Allamano en Asia

Allamano en América

Un Fundador formador

Del diálogo a las cartas, los diarios y los medios de comunicación

Allamano un santo humano José muy

Yo encuentro una analogía en mi relación con José Allamano y la relación con mi propio padre: con el avanzar de los años mi admiración y gratitud hacia ellos ha ido creciendo, al ir descubriendo su profundidad humana y espiritual.

El Padre José Allamano, fundó en 1901 y 1910, respectivamente, los misioneros y misioneras de la Consolata. Este sacerdote diocesano de Turín (Italia) a quien Giovanni Saldarini, Arzobispo y Cardenal de Turín del 1989 al 1999, describió así: “sacerdote, docto y tímido, paciente y decidido, preciso y capaz de dirigir, obediente y profético, ordenado en el estudio y en la vida, frágil físicamente e incansablemente creativo en las obras y en las fundaciones.” (Agasso Domenico, Giuseppe Allamano, fare bene il bene, 1990, Milano, Edizioni Paoline, página 6). Consciente de que es imposible describir totalmente el misterio de una persona

un santo muy humano

en unas pocas líneas, utilizaré la anterior descripción para que nos ayude a entender porque el Allamano es un santo muy humano.

Docto: nacido el 21 enero de 1851, quedó huérfano, junto con otros cuatro hermanos y hermanas, cuando tenía menos de tres años. Su madre, Marianna Cafasso, “esa santa mujer de mi madre” como él la llamaba, no escatimó esfuerzos para hacerlo estudiar. Después de estudiar la primaria en Castelnuovo, su pueblo natal, entró en el Colegio de Don Bosco en Turín para la secundaria. Terminó sus estudios en el seminario diocesano de Turín hasta obtener el doctorado. Prácticamente toda su vida estuvo comprometido con la formación intelectual y humana de sacerdotes y misioneros. Solía decir: “el sacerdote ignorante es una lámpara apagada, un ídolo de tristeza para la iglesia.” El que fue profesor de Teología moral, pasaba muchísimas horas confesando en el Santuario de la Consolata. Esto es solo un ejemplo de cómo para Allamano el estudio y la formación intelectual no eran un fin en sí mismos, sino instrumentos para poder servir y acompañar mejor a las personas.

Tímido: viene descrito muchas veces como una persona humilde y reservada, con un comportamiento digno y amable. En él la timidez no es un obstáculo para la relación, se convierte en acogida, escucha y respeto. En algunas de sus enseñanzas podemos intuir que detrás de su manera reservada de ser hay una motivación espiritual: “acostumbrémonos al recogimiento, para que Dios esté presente en todas nuestras obras, realizándose en presencia de Dios y sólo para Dios”; “toda palabra dicha sin necesidad, utilidad y conveniencia es vana”. “Que nuestro hablar sea poco y bueno, poco y dulce, poco y simple, poco y caritativo, poco y amable”.

Paciente: en él se conjugan la paciencia con la esperanza activa; el saber esperar el momento oportuno con la preparación minuciosa y precisa. Un claro ejemplo de esto es la fundación del Instituto de los misioneros de la Consolata, cuya primera idea se remonta a 1891; pero que no se concretó sino hasta 1901, después de muchas dificultades.

Decidido: una vez que estaba convencido de que una obra o una acción eran necesarias y que eran voluntad de Dios no se detenía delante de las dificultades

u obstáculos. Cuando a finales de 1880, con solo 29 años, fue nombrado Rector del Santuario de la Consolata, éste estaba en decadencia y la construcción en mal estado. Con la estrecha colaboración del P. Santiago Camisassa, se embarca en la reestructuración del Santuario, una obra que costará miles de Liras de la época y que solo se concluirá en 1904. Aquí se ve claramente la tenacidad y decisión de José Allamano, con pocos recursos disponibles se compromete en una obra grandiosa confiando totalmente en la providencia. Lo mismo ocurrirá durante la fundación del Instituto: cuando muchos eran contrarios y preveían un fracaso, él convencido que la fundación era una obra de Dios, siguió adelante sin prestar atención a las críticas y dificultades.

Preciso y organizado: se dice que nunca llegaba tarde a ninguna parte, organizaba bien su día. “¿Qué es nuestra vida? es una hora. Al menos en esta hora trabajamos con tanta intensidad, con tal ánimo que una sola hora valga todo el día.” “Nuestra vida vale en la medida en que es activa para nosotros y para los demás.”

Capaz de dirigir: Allamano es recordado como uafigura paterna tanto por los jóvenes sacerdotes que acompañó como director espiritual y como director del “convitto”, como por los primeros misioneros y misioneras que formó personalmente. Capaz de escuchar, comprender, guiar y corregir cuando era necesario. Poseía autoridad sin ser autoritario, dirigió el Santuario de la Consolata por 46 años, desde 1880 hasta 1926, año de su fallecimiento.

Obediente y profético: la obediencia a la iglesia y sus autoridades siempre fue un punto firme en su vida. Al mismo tiempo era honesto y sincero en expresar sus ideas, ya fuere con el arzobispo de Turín que con los cardenales de Roma y Propaganda Fide. Su idea de fundar un Instituto Misionero para anunciar el Evangelio a los no-cristianos es profético para su tiempo cuando la iglesia local había perdido ímpetu misionero. “La vocación misionera es sublime porque es la continuación de la misma misión de Nuestro Señor Jesucristo, la de los apóstoles y de los santos misioneros.”

Podemos decir que en José Allamano su humanidad, guiada por el Espíritu de Dios y el Evangelio, se convirtió en fuente de Vida, se hizo “Misión”, donación total, para muchos pueblos y culturas.

El hombre que eligió solo a Dios en todo y siempre

Sor Pier Firmina Ravizzotti ingresó en el Instituto de las Misioneras de la Consolata en 1962 e inició una filiar relación con el P. Fundador. Después de su formación de base y algunos años de servicio en Italia, en 1977 partió para el Kenia, donde trabajó con competencia y entusiasmo en la educación. Quebrantos de salud la obligan a regresar a su patria. Mientras recibía su tratamiento sirvió en la Oficina de Prensa y el Centro de Estudios Sor Irene Stefani. Una vez recuperada partió nuevamente para

África, esta vez, para Tanzania donde se desempeñó en la pastoral, especialmente en la formación de catequistas y la promoción de la mujer. Por petición del embajador italiano en Tanzania, durante un período, dirigió el jardín de infantes y la escuela primaria para italianos, en Dar-es-Salaam.

A finales de 2004, de nuevo la frágil salud la hace regresar a Italia. Colaboró en la animación misionera hasta que se vio obligada a parar y retirándose a la casa de Venaria Reale, en Turín, donde murió el 20 de diciembre de 2009.

De una conferencia suya en la conmemoración del 72º aniversario la muerte del P. Allamano, que realizó en Tanzania, el 16 de febrero de 1998, extraemos este amable y familiar testimonio.

¿Padre “perfecto” o humano? Soy originaria de Monferrato, nacida entre viñedos como el P. Allamano y aun así, cuando ingresé, tuve que hacer un esfuerzo de inculturación no indiferente, casi igual al que son sometido los y las jóvenes provenientes de otras nacionalidades. Se me decía: “Esto es lo que hizo el Padre; quería que se hiciera de esta manera; él no quería este puesto; no le gustaba esa expresión; si él estuviera aquí, te desaprobaría; era estricto, intransigente, perfecto...”. Claro que ya se hablaba de su espíritu de dulzura, de comprensión, de paternidad, pero, tal vez debido a mi naturaleza más bien independiente, alérgica a las imposiciones de “fachadas externas”, desprovista de toda diplomacia, me apropié de un “retrato” del Padre perfecto, bien enmarcado, más que de su corazón.

El cuadro perfecto se resquebraja

De vez en cuando, sin embargo, alguna piedrita rompía el vidrio de la pintura. Por ejemplo, la amistad entre el Señor Rector del Santuario de la Consolata y mi abuelo materno, hombre sencillo y bromista, entonces administrador del bar Consolata, en la esquina de “Via delle Orfane”. Todas las mañanas miraba impaciente su reloj para estar, invariablemente, en la puerta y saludar al Canónigo que regresaba de la catedral, intercambiar algunas palabras y, de pronto, convencerlo de que entrara a tomar un capuchino caliente. Hablando de él mi abuelo decía “al Canonich a l’era al preive piì simpatich cai fuisa” (en piamontés), “es simpático” no santo. Toda mi familia lo tuvo siempre como confesor o consejero. César, hijo de la familia, siendo seminarista pasó por una crisis y fue orientado por él que le profetizó: “¡Continúa! Tendrás larga vida sacerdotal y

abundantes frutos”. Hoy, el P. César, con 92 años, es capellán de una residencia de ancianos, sigue haciendo realidad, con alegría, esta profecía: no pasa por allí ningún anciano jubilado que no vuelva a casa reconciliado con Dios.

Para mi abuelo, el Padre Allamano era simpático; con mi madre era comprensivo, ella acostumbrada, desde niña, cuando iba a misa de madrugada, dormirse durante los sermones y las oraciones, a pesar de que le salían ampollas por permanecer, obstinadamente, de rodillas; para mi tío, el P. César, era “alguien que va al corazón de las cosas, sin perderse en pequeñeces”.

De mi cuenta, como joven religiosa profesa, cuando tuve la oportunidad de acercarme informalmente a algunas “veteranas” que habían conocido personalmente al Fundador, ya no fueron piedritas sino manotadas de cascajo que resquebrajaban el retrato perfeccionista del Padre. Empecé a darme cuenta que eso de “hacerse todo para todos, débil con los débiles, fuerte con los fuertes”, no era una prerrogativa exclusiva de San Pablo. Allamano había hecho de ese testimonio un facsímil extraordinario. ¿Quién hubiera esperado, por ejemplo, de un personaje así, esa sonrisita de comprensión, casi de guiño, dada a la fogosa postulante que, encargada de vender objetos religiosos fuera del santuario y reprendida por la señorita Perlo por no vender lo suficiente, había respondido, sin darse cuenta de la llegada del Rector, que había venido a ser misionera y no vendedora ambulante? Ese fue el último año en que las postulantes fueron asignadas a esta tarea.

El Padre Allamano es un ejemplo de cómo se puede vivir una vida santa en medio de las dificultades y las limitaciones humanas.

A destruir por completo ese retrato y dar cabida a un rostro nuevo del Fundador, me ayudó la Hna. Tarcisia Imboldi, con quien tuve la gracia de convivir algún tiempo después de mi primera Profesión. Un día me contó que, siendo todavía postulante, al regreso de una de esas caminatas de entrenamiento para el África, bajo un sol abrasador y sin entretenimiento alguno, el grupo

se había encontrado, de repente, a orillas del rio Dora, en un lugar muy apartado. El agua era clara y fresca. Yo miraba el agua pasar y, de pronto, como hábil nadadora, me zambullí, con el vestido negro de lana y la capa incluida. Después de todo, aquí estoy, ¡feliz, chapoteando por encima y por debajo de las frescas aguas de la misión!

En su narración, omitió los gritos, los sustos y las órdenes de salir. Sólo recordó que, una vez en la orilla, chorreando agua, había escuchado, como en un sueño, la voz tranquila y firme de la asistente, casi de su misma edad: “No sé qué decirte. Irás directamente a la Consolata y te presentarás al Padre Fundador, le contarás lo sucedido y él decidirá qué hacer”. ¿Cuál no fue el asombro de la nadadora al ver en el venerable rostro del fundador algo que, en su opinión, se asemejaba a una sonrisa divertida?

- ¡Entonces eres una experta nadadora!

- Sí, padre, en mi familia todos hemos aprendido a nadar.

- Bueno, le dirás a la asistente que te acompañe nuevamente a ese lugar reservado, y allí enseñarás a tus compañeras un poco de natación, porque les puede ser útil en la misión y, por el amor de Dios, dile que compre algo más adecuado para tal fin: ¡ese vestido pesado, simplemente no te queda bien!

- Concluye Sor Tarcisia, con cierta satisfacción, su risita divertida era inconfundible.

Este extraordinario y venerable Fundador del Instituto Misiones Consolata era un hombre, uno como nosotras. Fuerte y decidido, lo pedía todo para la gloria de Dios. Nunca se dejó atrapar por esa maraña de sentimientos humanos ni aspiraciones divinas que solo se desenredarán completamente al final de esta aventura terrena. Dios en primer lugar.

“Es hermoso que en hacer el bien”
José Allamano todos cooperen

Ciudadano implicado en las causas sociales

En la medida que avanza el nuevo siglo, entre catástrofes naturales, pandemias, guerras, violencias e iniciativas civiles, religiosas y eclesiales vamos “abriendo nuestro corazón a quienes viven en las más dispares periferias existenciales que se crean de manera dramática”, al grito de los pobres y a los gemidos de la tierra. Vamos sintiendo el impulso de la compasión en la humanidad, la convocación a la misericordia en la Iglesia Católica, la urgencia y oportunidad de compartir la consolación con toda la “comunidad de la vida”, como Misioneros/as de la Consolata. El Samaritano nos sigue llamando y enviando “a curar las heridas impresas en la carne de muchos, a calmarlas con el óleo del consuelo, a vendarlas con misericordia y a sanarlas con la solidaridad y la debida atención”.

Santos sociales

Estas últimas palabras, pronunciadas por el Papa Francisco con ocasión del “Año de la Misericordia” me impactaron, captaron “mi atención”. La misericordia de la Iglesia y su solidaridad hacia “las periferias existenciales”, parece decir el Papa, aparecen cuando miramos atentamente el mundo y a las personas que lo habitan, no con ojos distraídos ni superficiales sino atentos, capaces de leer en el interior, de discernir la realidad y de comprender algo los mecanismos y complicaciones que esconde. Ojos para ver/comprender y luego intervenir para “sanar”, cambiar la situación y sociedad. En la Iglesia Católica, quienes han tenido ojos y corazones abiertos de manera superlativa, han sido llamados “santos sociales”, es decir cristianos serios que, mirando la realidad con los ojos de Dios, asumen la causa de los últimos, de los “rechazados” y trabajar duro para promover “la vida abundante” prometida por Jesús.

La capital del Piamonte italiano, Turín, es particularmente famosa por la abundancia de estos “santos sociales” que, entre los siglos XIX y XX, se donaron en cuerpo y alma para luchar contra los males sociales de la época, defender los derechos de los más vulnerables y crear obras que continuaran esta atención a los últimos de la sociedad, en su ciudad, en su país Italia y más allá, hasta los confines de la tierra. Algunos de sus nombres son bien conocidos como San José Cafasso, San Juan Bosco, San José Cottolengo y San Leonardo Murialdo, la marquesa de Barolo o Faà di Bruno,

etc. Para mí ha sido una agradable sorpresa constatar como la “biblia moderna de la información en línea”, es decir, Wikipedia, incluye también a nuestro Beato José Allamano en esa lista de los santos sociales, con una breve agregado: “Fundador de los Misioneros de la Consolata en favor de los más desafortunados del mundo”. Un hombre, por lo tanto, que ha enfocado su visión atenta no sólo en la ciudad de toda su vida, sino mucho más allá, hasta África. Con la fundación de dos Institutos misioneros, logró proyectarse más allá de su espacio y de su tiempo, a otros pueblos y continentes.

Ojos abiertos, oídos despiertos y manos a la obra

El período histórico en el que vivió y trabajó Allamano, coincide con la larga y complicada gestación y el nacimiento de la nueva Italia o periodo del resurgimiento. Igualmente, con el convulsionado desarrollo industrial que transformó el rostro de la ciudad con la migración masiva del campo, el nacimiento del mundo obrero y los problemas relacionados con la respectiva organización social del trabajo y de los trabajadores.

Rector del santuario de la Consolata, tiene la fortuna de vivir inmerso “en un mar de gente”, como escribió alguno de sus sucesores, que frecuenta diariamente el templo – santuario más querido por los turineses. A través del ministerio de la confesión y el encuentro diario con personas de todas las clases y condiciones, le toma el pulso a la ciudad, se deja tocar por los dolores y los problemas que presenta ante su querida Consolata.

Siente el drama de muchos que viven en la pobreza porque son explotados u olvidados por quienes gestionan el poder público, aunque estén imbuidos de un socialismo apasionado, respirando así lo que hoy llamaríamos “el malestar” de una ciudad en crecimiento.

Sin embargo, no se contenta con escuchar y consolar con hermosas palabras o sermones vacíos. Se esfuerza por intervenir concretamente (y obstinadamente) con su sabiduría, sus intuiciones, su interés y también su dinero, favoreciendo y apoyando una infinidad de “microproyectos” de desarrollo y solidaridad: los trabajadores de la fábrica de tabaco de la Royal Park, los tejedores de la algodonera de Poma o de la fábrica Brass, los verduleros de Borgo Dora e incluso las costureras.

Estas últimas, por aquel tiempo en Turín, eran unas 20.000, a menudo mal pagadas o obligadas a trabajar con horarios inhumanos.

Es importante también el interés y apoyo de Allamano a la prensa católica, como valioso medio de formación para las personas en general y los líderes responsables de diferentes sectores de la sociedad. También en este campo Allamano determina sus límites, sin ser “genérico”, siempre orientado a la promoción humana y cristiana. Uno de sus sucesores en el santuario testificará: “Allamano puede ser definido como un pionero de la prensa católica porque, cuando el periódico L’Unità Cattolica fue transferido a Florencia, intervino inmediatamente y dijo: “L’Unità Cattolica va a Florencia para morir allí. ¡Si el Arzobispo me autoriza, en unos días reuniré los fondos necesarios para fundar un nuevo periódico! Efectivamente recaudó alrededor de cien mil liras y se fundó el nuevo periódico, L’Italia Reale. Fue también uno de los protagonistas de la fundación de La Croix, el periódico católico europeo más famoso. Sin olvidar que, con Giacomo Camisassa, su mano derecha, inició “La Consolata” (hoy “Missioni Consolata”): un modesto boletín que, al inicio comunicaba noticias sobre el santuario mariano, más tarde se convirtió en la voz de las misiones en el África y de las actividades de los misioneros de la Consolata.

Incluso los Oratorios, verdaderas “escuelas de formación” para los jóvenes, no sólo fueron apreciados por Allamano, sino apoyados concretamente y costeados, algo natural, tal vez, para alguien que había sido alumno del Oratorio de Don Bosco.

La preocupación y atención continúa

Esta atención del Fundador a la sociedad, a la gente y a los individuos, permanece viva y operante en el estilo evangelizador de sus misioneros. Llegados a un país desconocido, tan diferente en tradiciones culturales, valores y estructura social, fueron invitados por él a “observar y anotar” lo que veían para luego “elevar el ambiente” (hoy hablaríamos de transformación social), haciéndolos “más felices en esta tierra”, a través, diríamos también hoy, de la “promoción humana”. Sus misioneros intentaron lograr estos objetivos en el contacto diario y directo con la gente, sobre todo

mediante “visitas a los poblados o veredas”. Un camino apostólico duro y agotador, lleno muchas veces de reveses y decepciones. Allamano los animaba y sostenía, subrayando la importancia de la fidelidad y perseverancia al método, aún en medio del cansancio que podía desanimarlos. Les hacía ver cómo y por qué las visitas no debían reducirse a simples paseos, sino convertirse en auténticos encuentros, donde los enfermos y los poblados más necesitados tienen prioridad. Las visitas a los poblados fueron, según el método misionero de Allamano, “los ojos y el corazón” para leer, comprender y cambiar la realidad. Tanto es así que en el informe presentado a Propaganda Fide el 24 de septiembre de 1908, se afirma. “Como consecuencia de las visitas diarias a los poblados, se constató una creciente transformación del ambiente pagano”. Una verdadera inmersión entre los pobres, que despertaba confianza y con la confianza venía el deseo, la disponibilidad, de acoger no sólo el mensaje del Evangelio, sino las ganas o el impulso para un buen vivir, más humano, más digno de los hijos de Dios.

Hace algunos años, en Turín, como preparación a la fiesta del Beato Allamano, se organizaron tres vigilias originales, con el título “Diálogos con la ciudad”. La idea nació al constatar que Allamano había sido un sacerdote fuertemente implicado en la vida socio-eclesial de su ciudad hasta el punto de introducir, para la formación de los jóvenes sacerdotes recién ordenados, lecciones sobre el trabajo y los problemas sociales. Entre los diversos ponentes estuvo el P. Ugo Pozzoli, misionero de la Consolata turinés, que presentó a su Fundador como quien “tenía los ojos abiertos para ver, comprender y actuar. Se comprometió a promover, alentar y apoyar nuevas formas de presencia, incluso audaces, en el contexto de la ciudad. Hoy Allamano ya no existe, pero están los misioneros de la Consolata con sus comunidades, donde su espíritu permanece vivo”

“Mi

corazón está con ustedes”

El Beato José Allamano, con corazón de Padre, fundó los dos Institutos Misioneros de la Consolata, les transmitió el tesoro del Carisma Misionero con el timbre Consolatino. Formó y acompañó sus hijos e hijas, infundiendo en ellos el fuego y la pasión misionera que lo animó a él hasta el fin. A través de las Conferencias y de sus Cartas bien se puede conocer el rostro y el corazón del Beato Fundador y Formador.

Padre de familia

Sentadas alrededor del Fundador, un grupito de jóvenes misioneras, escuchan con atención, gratitud y alegría sus palabras. Sus ojos brillan, al mirar al Padre: así lo llaman, con profundo respeto y cariño, así lo sienten en su corazón: Padre que dio vida a una Familia de Misioneros y Misioneras, Padre que conoce personalmente y acompaña con gran amor el camino de cada uno de sus hijos e hijas, Padre que les pide quererse mucho, más que si fueran hermanas de sangre, tanto, hasta dar la vida la una por la otra. ¡El Instituto que El sueña debe ser una Familia y tales deben ser sus recíprocas relaciones!

Como Padre sabe bien que todas las energías de la persona se multiplican si hay un ideal potente para alcanzar. Por eso, sin medias tintas, propone metas que hacen arder el corazón. El deseaba intensamente ser misionero, sin embargo, debido a su débil salud, no pudo realizar su sueño y acogió, con fe y sin reservas, la Misión de dar vida y formar la Familia de la Consolata. Considera la vocación misionera como la más alta, porque es la vocación misma de Jesús, el Hijo Misionero del Padre, que escoge, ama y envía a quienes Él quiere para vivir su misma misión. ¿Podría haber un amor más grande? Es necesario entonces tener claro: ad quid venisti? ¿A qué vine a este Instituto?

Sólo y exclusivamente para ser santo y santo misionero/a! ¡No puede haber otra finalidad!

De tal palo, tal astilla

Con su testimonio de vida y sus palabras, el Padre infunde en sus hijos e hijas un fuego, una pasión misionera que los hace vibrar. No los quiere a medias, la mediocridad no puede tener cabida en quien lo deja todo por amor. Solo por amor vive el día a día, dispuesto a entregarse, hasta dar la vida. Lejos de cualquier superficial ostentación o intimismo, pide radicalidad, audacia, compromiso y constancia en la entrega. Siembra en sus corazones, semillas que van enraizándose en una profunda fe y confianza en Dios. Esas semillas las denomina, espíritu de: fe, de confianza, de mansedumbre, de sacrificio y otros espíritus más. Nada de exterior sino acciones que brotan desde lo profundo del ser. Por eso mismo se hace perseverante, activo, humilde y creativo. Cada uno/una da fruto según los dones recibidos. Así entendemos por qué la pasión misionera se arraiga en el amor entrañable a Jesús, única fortaleza.

El Padre transmite su experiencia de amor por Jesús. No se cansa de estimular a vivir intensamente la Vocación Misionera: experimentar cada vez más profundamente la tierna, entrañable, personal y constante presencia de Jesús, el enviado por el Padre para que cada persona en el mundo conozca cuanto es amada. Esa es la verdadera Consolación. Se trata de vivir la misión hasta dar la vida, entregar la existencia, como pan partido en lo ordinario de cada día. Siempre en comunión, nunca en solitario. Siempre en unidad de mente y corazón, en comunidad. Todos animados por su Espíritu, totalmente y para siempre comprometidos con el sueño de Dios: que toda la humanidad conozca su Amor y se forme así una sola Familia.

Identidad transmitida y heredada

Como compendio de todo este amor recibido y donado, resulta una identidad, un estilo inconfundible, “consolatino”. Decían sus hijas: “si se abriera el corazón de Padre, encontraríamos en él un nombre, Consolata”. Ella es la Madre contemplada y amada, con la cual, desde el “Coretto”, en el presbiterio del Santuario, Allamano se entretenía en oración por largas horas. Allí nació

Familia de la Consolata, “es Ella la Fundadora”, solía decir el Fundador, mientras la miraba y, como Padre, la proponía a sus hijos/as para que fueran sus rasgos los del misionero/a y para que en la misión sintieran la presencia maternal de la Consoladora de la humanidad. Firme y decidido en los criterios y principios, siempre suave y humano en aplicarlos, consciente de la gran fragilidad humana, con su mirada atenta e intuitiva los acompañaba, sereno y confiado siempre en el Señor. Y cuando sus hijos/as partían para la Misión, su corazón de Padre gozaba y sufría, pues mucho le dolía la separación. Los acompañaba constantemente con su oración, se hacía presente y los seguía con sus cartas, animándolos siempre a “mantener alto el ánimo … a no perder el coraje, a mantener fija la mirada en el Señor”. No obstante las dificultades y las distancias, cuántas cartas el Padre envió para sostener, consolar, animar y también para corregir, cuando era necesario. En esas cartas se revela claramente su corazón de Padre: 397 veces se repite la palabra “animo” (coraggio), 330 veces la palabra “querido”: querida Consolata, queridos africanos, queridos misioneros, queridas misioneras, 470 veces “te bendigo”, etc.

“Mi corazón está con ustedes”

A cada uno/a le pide de escribir y enviarle un diario en el cual narren, además de informaciones del lugar y del camino misionero, sus personales experiencias y estados de ánimo. Solía decirles, “más que un deber debería ser una necesidad del corazón el abrirse muchas veces a quien los ama como un Padre que siente la necesidad de compartir sus alegrías y penas, que desea enviarles los consejos que su personal experiencia y la gracia del oficio le sugieren”.

La Iglesia ha puesto su sello sobre el Carisma Misionero Consolatino que el Beato Allamano transmitió a su Familia, hoy enriquecida por Laicos/as que asumen su espíritu, con la beatificación de la Hna. Irene, reconociendo su “martirio de la caridad” y de la Hna. Leonella, con su “martirio de sangre”. En el corazón de sus hijos e hijas, resuenan siempre sus palabras: “El Señor podría haber elegido otro para fundar el Instituto, uno más capaz, con más cualidades, con más salud, pero uno que los quiera más que yo…. no creo!”.

¡GRACIAS, Padre!

Los Yanomamis

Población 45.000 personas Fuente: Survival minería de oro La invasión por continua

Los terratenientes invaden y deforestan

Los yanomamis están siendo asesinados mientras miles de mineros de oro ilegales invaden su territorio. El presidente Lula ha declarado que se está cometiendo “un genocidio”.

Los yanomamis conforman el pueblo indígena relativamente aislado más numeroso de América del Sur. Viven en las selvas y montañas del norte de Brasil y del sur de Venezuela.

Cazadores y Agricultores

Habitan el amazonas desde hace mil años

“La minería sólo destruirá la naturaleza. Destruirá los arroyos y los ríos y matará a los peces y al medioambiente: y nos matará a nosotros. Y traerá enfermedades que nunca existieron en nuestra tierra”. Davi Kopenawa, chamán y portavoz Yanomami.

Los yanomamis creen firmemente en la igualdad entre las personas. Cada comunidad es independiente de las otras y no reconocen a ninguno como “jefe”.

ELa curación de Sorino, el milagro para la canonización de José Allamano

l 7 de febrero de 1996, Sorino Yanomami, de 40 años, sufrió un terrible ataque de un jaguar que lo dejó con parte del cerebro expuesto, poniendo en grave riesgo su vida y su vista. Tras recibir atención médica inicial en la misión de Catrimani, Sorino fue trasladado en avión al hospital de Boa Vista, donde fue operado de urgencia y entró en cuidados intensivos.

Ante la situación crítica, el grupo de misioneros y misioneras de la Consolata que lo acompañaban, invocando la intercesión del beato José Allamano y realizando una novena en su honor, colocaron una reliquia del beato junto a la cama de Sorino en el hospital.

Sorprendiendo los pronósticos médicos, Sorino despertó diez días después de la operación sin ningún tipo de daño neurológico. El 4 de marzo salió del hospital y el 8 de mayo regresó completamente curado a Catrimani, reanudando su vida normal en el territorio indígena Yanomami, en Roraima, Brasil.

La milagrosa recuperación fue atribuida a la intercesión de Allamano. A petición de los misioneros de la Consolata, el obispo de Roraima, monseñor Mário Antonio da Silva, nombra un tribunal para investigar la veracidad de la curación. El tribunal se reunió en Boa Vista del 7 al 15 de marzo de 2021 y, tras analizar las pruebas, envió sus conclusiones e informes al Dicasterio para las Causas de los Santos en el Vaticano.

Fue hasta el 23 de mayo de 2024, en audiencia con el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, que el Papa Francisco autorizó la publicación del decreto que atestigua este milagro y permite la continuación con el proceso de canonización. Se espera con entusiasmo por parte de la Familia Consolata, el momento en el que el Papa mismo lo proclamará santo, para alegría de las familias por él fundadas y todo el pueblo de Dios, especialmente el que habita el territorio Amazónico.

Los quiero y santos

humanos

Desde mi infancia crecí con la idea que los santos son personas extrañas y que imitarlas es realmente imposible para la gente común y corriente. Cuando conocí la vida del padre José Allamano, me di cuenta que era normalidad y en su cotidianidad se percibía una profunda experiencia de Dios. Las cosas cotidianas las vivía extraordinariamente, basando todo en un principio fundamental: “hacer el bien, bien y sin ruido”. El padre José Allamano es entonces un ejemplo de aquello que el Papa Francisco ha definido “la santidad de la puerta de al lado”. Una santidad posible para todos. Una santidad que busca que seamos mejores seres humanos para vivir como hijos e hijas de Dios.

José Allamano vive también en un contexto denominado de los santos sociales: San Benito Cotolengo, dedicado a la atención a las personas con limitaciones físicas o mentales, San Leonardo Murialdo, entregado a la pastoral obrera, San José Cafasso, entregado a la pastoral carcelaria, san Juan Bosco, apasionado de la pastoral juvenil, el beato Santiago Alberione, preocupado con la pastoral de los medios de comunicación y el mismo Allamano, con su propuesta de Misión Ad gentes.

Su casa y su familia

José Allamano nace el 21 de Enero de 1851 en su casa paterna, ubicada en Castelnuovo de Asti. Una construcción del 1.800 aunque la puerta de ingreso sea del 1.700. Una casa modesta pero amplia, de tres pisos, lo que permite deducir que se trata de una familia campesina, de clase media. Al ingreso había un jardín con un modesto huerto, hoy solo quedan tres viñas de las cuales solo una tiene 100 años. Pasando el ingreso de la puerta principal se encuentra, a la derecha, el establo, testigo de las duras jornadas de trabajo campesino. Hoy transformado en capilla. A la izquierda la cocina y comedor a la vez, espacio en el cual la mamá testimonió su fe enseñando las primeras oraciones a sus 5 hijos y donde vivió la caridad con los más necesitados, compartiendo con ellos un humilde almuerzo, lo mismo que con los vecinos. En el segundo piso encontramos, a la derecha, la habitación de los padres, en donde nacieron todos los hijos. Lugar en donde pasó sus últimos días la mamá, ya muy enferma y en donde murió. Esta habitación es testigo mudo de la ternura de José Allamano para con su madre, cuando como seminarista venía a visitarla. Su mamá, ya ciega y sorda,

sabía que José había llegado porque sentía la caricia de su mano. En el tercer piso se recogía la cosecha y, en un ángulo, la mamá había preparado una pequeña habitación para que su hermano José Cafasso, ya sacerdote, pudiera hospedarse cuando venía de Turín a visitar la familia. En este lugar José Allamano, de cinco años, se encontró por primera y última vez con su tío sacerdote José Cafasso.

Los padres del padre Allamano se llamaban José y Mariana. Sus hermanos fueron cuatro: Juan, Ursula, Natale y Octavio. El señor José murió cuando su último hijo tenía tres años, dejando viuda a su esposa, con la responsabilidad de la familia y un gran peso económico. Serán los tíos sacerdotes José (paterno) y Juan (materno) quienes le dan la mano para garantizar la educación de los huérfanos. La señora Mariana se fue desgastando físicamente en el trabajo del campo y murió a los 56 años, ciega, sorda y paralítica. A pesar de su viudez Mariana Cafasso no descuida la formación religiosa de sus hijos. Como un párroco de Castelnuovo dirá años después: la santidad crece en Castelnuvo como mérito de las familias y sobre todo de las madres. La santidad no nace de la casualidad, sino que tiene necesidad de un espacio y este es la familia.

El joven Allamano aprendió a valorar el trabajo material en su familia. Mantuvo siempre un fuerte vínculo con sus hermanos, especialmente con Octavio y Natale con quienes fue al Oratorio de don Bosco. Alimentó una fuerte y tierna relación con su madre, que más tarde se reflejará en su trato cordial y afable. Para él fue muy doloroso no poder estar en el funeral de la madre, debido a que la persona que debía entregarle la carta con la noticia, la olvidó en el bolsillo. Además de la mamá, contribuyeron también en su formación la profesora Benedicta Savio y don Bosco.

Su pueblo y su parroquia

Castelnuovo de Asti es un pequeño pueblecito de la región Piamonte, al norte de Italia. Hoy es conocido como Castelnuovo don Bosco, por ser el lugar de nacimiento de este grande santo. Castelnuovo es reconocido como tierra de buen vino y de santos. Además de José Allamano y Juan Bosco, aquí nació José Cafasso que, además, es su tío materno y, en una vereda cercana a Castelnuovo, llamada Mondonio, murió Domingo

Savio. Se trata de un bello pueblecito rodeado de viñedos y colinas. En una de esas se encuentra la iglesia parroquial dedicada a san Andrés Apóstol, en donde fue bautizado Jose´Allamano, el 22 de enero de 1851, en la misma pila usada para San José Cafasso y San Juan Bosco.

La gente del lugar, de origen campesino, valora mucho el trabajo material y sobre todo el de la tierra. Acostumbrados a los cambios estacionales saben apreciar la belleza de la naturaleza y durante cada estación saben apreciar lo que cada una trae: en el invierno la viña se reposa y bajo la nieve la semilla duerme y crece para, ya con la primavera, llenar el paisaje con la explosión de los colores de las flores que, luego darán el fruto. Así, José Allamano legó a sus misioneros y misioneras el aprecio por el trabajo material como instrumento evangelizador en la Promoción de la dignidad de la persona.

La parroquia de San Andrés domina el paisaje de Castelnuovo y también la vida del pueblo. Prácticamente la parroquia, la escuela y la familia eran los espacios de formación de la persona. La influencia de la parroquia se veía reflejada en la vida social, no solo a través de la participación de la comunidad en los eventos religiosos tradicionales sino también en la pertenencia y participación a distintas fraternidades, cuyo patrono siempre era un santo. La iglesia parroquial servía como punto de encuentro, espacio formativo y catequético para la vida y no solo previo a los sacramentos. Las fiestas de santos como san Roque no faltaban en ninguna vereda. Son muchas las capillas consagradas a él en distintas partes del territorio. Como no había ni teléfono ni inter-

net, la parroquia era un espacio de comunicación e intercambio de noticias. No había discotecas ni estadios, entonces la parroquia fungía como espacio de convocación y de fiesta para todo el pueblo. Se podría decir que la misa dominical se convertía en el momento y lugar para salir de la rutina del mundo, del trabajo semanal. Después de la misa era cuando los jóvenes podían encontrarse. En este ambiente vivió y de él bebió José Allamano. Mucho de ese espíritu lo transmitió a sus misioneros y misioneras, de manera sencilla, cariñosa, exigente y comprometida.

Servicios Misioneros

Dirección, animación y administración del Instituto

Orienta y anima la comunidad regional para que viva auténticamente su vocación misionera y religiosa.

Gestiona los activos del Instituto en Colombia, con el fin de servir de manera más efectiva al proyecto misionero regional y personal.

Animación Misionera Juvenil Vocacional (AMJV)

Colabora con los responsables de las Iglesias locales para que las comunidades cristianas, y cada uno de los bautizados, tomen conciencia de su dimensión católica (universal) y su implicación en la misión de la Iglesia, inclusive con la oferta de su propia vida, si es llamado.

La Región Colombia cuenta con una plataforma de AMJV, conformada por equipos de jóvenes y misioneros, en Centros de Animación Misionera, con la participación de las Comunidades Formativas.

Formación

Nuestra formación tiene como criterio fundamental la evangelización de las gentes, en la vida religiosa, según el espíritu del fundador y nuestras características: ad gentes (a los pueblos), ad vitam (por toda la vida), ad extra (más allá de las fronteras), ad pauperes (entre los pobres).

En la Región Colombia contamos con un proceso formativo que inicia con el Propedéutico, por la etapa de la Filosofía, ambos en el país de origen, continúa con el Noviciado continental y finaliza con la Teología, en diferentes continentes.

Pastoral Educativa

Los colegios, a través de los cuales ofrecemos el servicio de la educación (Bogotá, Bucaramanga y Manizales). Además de satisfacer los estándares establecidos por el Ministerio de Educación, apoyan al Región y a otras instituciones, cumplen un papel social, proporcionan educación cristiana y misionera a los jóvenes y sus familias, fomentan la orientación vocacional.

Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC)

Este es un servicio transversal que implica a todas nuestras obras y actividades. De manera destacada y específica fomentamos el Perdón y la Reconciliación, el cuidado de la “casa común”, diferentes proyectos sociales y de promoción humana, entre otras.

Centro de Solidaridad Misionera (CESOMI)

Mediante proyectos diseñados para abordar los desafíos y necesidades específicas de cada una de nuestras misiones. Desde este servicio apoyamos las opciones misioneras (Afro, Indígena, Amazónica y Urbana) y algunos servicios en las comunidades donde hacemos presencia en Colombia, Ecuador y Perú.

SEl Hermano en el Instituto

Misiones Consolata

abemos que en la Iglesia Católica existen los Sacerdotes o Presbíteros diocesanos, popularmente llamados Padres, pertenecientes a una Iglesia Particular que puede ser Arquidiócesis, Diócesis o Vicariato Apostólico. Ellos viven en celibato y prometen obediencia a su Obispo. Igualmente existen Sacerdotes Religiosos, consagrados con los Votos de pobreza, castidad y obediencia, pertenecientes a Órdenes, Congregaciones o Institutos de Vida Consagrada, llamados todos a la vida comunitaria. Algunas de estas instituciones están conformadas por Presbíteros y Laicos o Hermanos. Existe también la Vida Consagrada o Religiosa masculina y femenina, con diferentes carismas y ministerios.

El Instituto Misiones Consolata, según la voluntad del Fundador, José Allamano, está formado por Sacerdotes y hermanos coadjutores (laicos consagrados) para la misión ad-gentes y viven en espíritu de familia (XI CG 59).

¿Quién es el Religioso/a – Hermano/o en la Iglesia Católica?

El Concilio Vaticano II los las presenta así: “La vida religiosa laical, tanto masculina como femenina, constituye en sí misma un estado completo de profesión de los consejos evangélicos. Por eso el sagrado Concilio, que le tiene gran estima, ya que aporta tanta utilidad a la acción pastoral de la Iglesia en la educación de los jóvenes, en la asistencia a los enfermos y en otros ministerios, confirma a los miembros de esta forma de vida religiosa en su vocación y les insta a adaptar su vida a las necesidades de hoy. Por consiguiente, la vida religiosa laica es completa en sí misma. No debe definirse por lo que le falta (no ser padres), sino por lo que es. Por su parte, Juan Pablo II afirmó: “Estoy convencido de que este tipo de vida religiosa que, a lo largo de la historia, tan grandes servicios han prestado a la Iglesia, sigue siendo hoy uno de los más adecuados a los nuevos desafíos apostólicos que supone el anuncio del mensaje evangélico”

El Hermano en el Instituto Misiones Consolata

Esa figura está presente en la mente del Padre Fundador desde la fase de planificación del Instituto. En el primer documento que elaboró para la presentación de su proyecto a la Santa Sede afirma que desarrolló su proyecto en contacto con sacerdotes y seminaristas, pero añade, como comentario al margen: “no faltarán laicos” (Carta a C. Mancini, 6 de abril de 1891). De hecho, en el proyecto de Reglamento del mismo año, los sacerdotes y los laicos son considerados “deseosos de dedicarse a las misiones”, “consagrarse a la evangelización de los infieles”.

Cuando José Allamano habla de comunión, de comunidad, la entiende en “espíritu de familia”. Dicen sus estudiosos que no se refiere a una simple “estrategia” para pasar la vida, sino a las motivaciones que lo indujeron a pensar en la fundación del Instituto. Lo piensa, propone como familia y no como seminario o colegio. En una familia es impensable que pueda haber miembros de primera clase (padres) y de segunda (hermanos). En familia se tejen relaciones de igualdad, de

fraternidad, todos con la misión ad gentes en la cabeza, el corazón, las manos y los pies. Cada uno desempeñando sus roles o ministerios, todos en “unidad de intentos”.

Los Hermanos son parte constitutiva de la estructura fundacional de la Familia misionera o Instituto de la Consolata. No solo, son también los más queridos por el Fundador. Detalle este que se puede evidenciar en expresiones como la siguiente: “Que una hermana me escriba desde África, me agrada; que un padre me escriba, igualmente; pero que un coadjutor me escriba, aún más”. Pero, evidentemente, no por eso estamos exentos de repensar y recrear la figura, la presencia en el Instituto, el rol y la participación de los Hermanos en la misión de hoy, tiempo de protagonismo laical y cuestionamiento del exacerbado clericalismo.

Conformación de los primeros grupos de misioneros enviados por el Fundador

El primer grupo, enviado el 5/8/1901 está integrado por: P. Tomaso Gays, P. Filippo Perlo, Hno. Celeste Lusso y Hno. Luigi Falda. El segundo, enviado el 15/12/1902: P. Gabriele Perlo, P. Borda Bossana, seminarista G. Cravero, Hno. Andrea Anselmetti. El tercero, enviado el 24/4/1903: 8 religiosas, 4 sacerdotes, 1 seminarista y el Hno. Benedetto Falda. El cuarto, enviado el 24/12/1903: 12 religiosas, 3 sacerdotes, y los Hermanos Anselmo Jeantet y Agostino Negro. El quinto, enviado el 27/11/1905: 6 hermanas, 2 sacerdotes y el Hno. Aquilino Caneparo.

Sin necesidad de mucho esfuerzo podemos deducir, de la conformación de los primeros grupos misioneros, hombres y mujeres, presbíteros y religiosos/as laicos, la comprensión de una misión interdisciplinar e integral, puesta en marcha sobre dos rieles, como el tren: el anuncio explícito del Evangelio y la promoción humana y del ambiente. Para este fin se forman y preparan los misioneros/as, al inicio con evidente prisa, esperando que la misma misión los siga formando, en la vivencia comunitaria que los templa en su personalidad, la práctica religiosa – espiritual que los lleve por el camino de la santidad, en los estudios académicos y la capacitación técnico-práctica que les facilite el actuar con sabiduría, conocimiento y creatividad práctica para

el trabajo con las gentes del lugar a donde el Dios de la misión los direccione.

Conclusión

El último Capítulo General (XIV) dedicó breves párrafos a lo Hermanos y, en el numeral 529 manda que “en los próximos seis años, la DG organice un “Año de los Hermanos IMC” invitando a todo el Instituto a orar y reflexionar sobre la vocación a Hermano en el IMC.

Esta sea una oportunidad para integrar más claramente la vocación a Hermano en las actividades de animación misionera.

Está abierto, pues, un tiempo de reflexión y recreación. La presencia de los jóvenes misioneros laicos en la AMJV de nuestra Región Colombia y de los laicos misioneros de la Consolata – LMC, es altamente significativa, provocativa y oportuna, cuando la figura del Hermano, como tradicionalmente la conocemos, tiende a desaparecer.

José Allamano y su tío San José Cafasso

La misión es anuncio y promoción humana

Cuando José Allamano fundó el Instituto Misionero de la Consolata en 1901, sabía bien que las exigencias evangélicas de la Vida Religiosa encuentran un estímulo de actuación y renovación en los signos de los tiempos. Estaba seguro que la Iglesia, en su misión, debía estar atenta a los signos de los tiempos y responder en consecuencia, que su Instituto debía participar en esa misión, directamente en el territorio asignado: el centro del Kenia, entre el pueblo Kikuyu.

Claridad de objetivos y método

Desde el inicio quedó claro que los Misioneros de la Consolata estaban destinados a una tarea específica, de acuerdo con la metodología que el mismo Fundador proponía: la evangelización en interacción con la población local. A los primeros misioneros de la Consolata y a quienes progresivamente se unieron a ellos, Allamano les ayudó a ver la relación entre las exigencias del Evangelio y la construcción de una sociedad justa y humana.

Su sueño era ver a sus misioneros evangelizando con acciones concretas que transformaran la vida de las personas y su entorno. Estas actividades se denominaron actividades de Promoción Humana e incluían la producción y suministro de alimentos, agua, etc.; la creación de instituciones y servicios de salud, de educación; la defensa de la dignidad humana y la justicia social, de tal manera que la gente no fuera explotada. Allamano siempre pensó y dijo que los africanos aceptarían más facilmente una religión que, no sólo propusiera una vida mejor en el cielo, sino que también proporcionara mejores condiciones de vida en esta tierra.

Estrategia de las visitas

Las visitas a las familia, veredas y poblaciones, se convirtieron en la base de una buena relación entre la población local y los misioneros de la Consolata. Al mismo tiempo les permitió diferenciarse de los colonizadores británicos imperialistas, que eran duros, gro-

seros y arrogantes con la población local. Para Allamano, el Evangelio era una manifestación de la buena nueva del amor de Dios y debía ser presentado a las personas de manera amorosa, manifestando el rostro del Dios que los misioneros predicaban. Esto explica por qué el Fundador se entristeció tanto cuando supo que algunos misioneros golpeaban y maltrataban a los africanos. Tal comportamiento no sólo manchaba el nombre del Instituto, sino que también era contraproducente para el testimonio de los misioneros.

Tolerancia cero

En una carta fechada el 27 de noviembre de 1903, dirigida a los misioneros, Allamano escribió: “… permítanme confesar el profundo dolor que sentí al comprobar por sus diarios y cartas que, más de una vez, aquellos pobres no fueron tratados con caridad y que, a veces, la impaciencia de alguno llegaba hasta el punto de levantar las manos para golpearlos. Les aseguro que esto me ha dolido profundamente y me ha causado una angustia inexpresable. A los responsables de tales comportamientos les digo que no comprenden el espíritu de Jesucristo: “nescitis cuius Spiritus estis” (cf. CARTAS, III, 685-690)

Reconociendo que la evangelización debe basarse en el amor concreto, Allamano continúa en la misma carta: “Les prohíbo absolutamente, en virtud de santa obediencia, aporrear la población local, es decir, golpear, maltratar e incluso amenazar, tanto a los adultos como a los muchachos, a los empleados y a cualquier otro. Además, exijo que cada vez que uno de ustedes caiga en una de estas acciones, sea humille, pida perdón a su Superior y a sus hermanos y prometa corregirse. En este sentido, no aceptaré ninguna excusa o razón contraria.”

Sin confusión

Vale la pena señalar que, según el Fundador, la promoción humana era un medio y un método de evangelización. En otras palabras, no confundía la promoción humana con la evangelización, ni esperaba que sus misioneros sustituyeran la evangelización con la promoción humana. Su insistencia en la necesidad de una buena vida espiritual, demuestra que entendía claramente

que, cuando la promoción humana la realizan personas espiritualmente sanas y saludables, aparecía como una manifestación de la acción de Dios. En otras palabras, la buena vida espiritual de los misioneros los convertía en instrumentos eficaces de la acción de Dios, de su amor, de su misericordia y de su perdón.

Hoy, después de 123 años de existencia del Instituto, agradecemos la especial intuición que llevó a nuestro Fundador a enfatizar la promoción humana como un medio y un método de evangelización, entre otros. En todos estos años, los misioneros han mostrado al mundo el rostro de un Dios que actúa a través de sus servidores.

Lamentablemente, en ciertos momentos, el énfasis exagerado en la promoción humana, en la Iglesia y en el Instituto, ha puesto en riesgo el mensaje de los misioneros, transformando la Iglesia en una organización no gubernamental (ONG), conocida por sus numerosos proyectos humanitarios. Además, haciendo que los que los beneficiarios de los servicios humanitarios se volvieran dependientes de los misioneros, mutilando así el derecho de los beneficiarios a luchar por sus vidas, colocando a los misioneros como superhombres, capaces de resolver cualquier problema del pueblo con cosas materiales.

Conclusión

Continuando con el sueño de Allamano, debemos identificar el verdadero lugar de la promoción humana en la Iglesia. Esto sólo es posible si entendemos la Promoción Humana como fidelidad, desde cuatro puntos de vista diferentes.

En primer lugar, fidelidad a la humanidad y a nuestro tiempo, es decir, respuesta a las situaciones que van surgiendo en el mundo y que reclaman la atención de los cristianos. En segundo lugar, fidelidad a Cristo y su llamada evangélica: “Tuve hambre y me disteis de comer”. En tercer lugar, fidelidad a la Iglesia y su misión, o sea su aparato instrumental en el mundo. Finalmente, fidelidad a la Vida Religiosa y al Carisma institucional. De hecho, la existencia de cada Instituto es respuesta a una necesidad específica de la sociedad y una forma de vivir determinado aspecto de la vida de Jesús.

Un fotógrafo agitó la misión animador que

El Padre Agustín Baima nació el 26 de diciembre de 1939 en Cirié, Italia, en una familia humilde. A los cinco meses de edad, perdió a su madre, quien ofreció sus hijos al Señor antes de fallecer. Desde temprana edad, Agustín sintió el llamado a la misión, inspirado por un sacerdote misionero que visitó su escuela.

En 1950, ingresó al Instituto Misionero de la Consolata y dedicó su vida a la misión de Dios. Llegó a Colombia en 1971, donde encontró un renovado sentido de vitalidad espiritual y completó su formación sacerdotal. A pesar de enfrentar dificultades de salud que retrasaron su ordenación, fue ordenado sacerdote en 1973.

El Padre Agustín se destacó por su entusiasmo, generosidad y creatividad en el servicio misionero. Desempeñó roles en animación misionera, comunicación de la misión y formación de futuros misioneros. Pasó once años en Ecuador, trabajando directamente con comunidades indígenas, antes de regresar a Colombia y servir en Manizales, cerca del Santuario de Fátima.

Fue un incansable animador misionero de la Iglesia en Colombia y América, involucrándose en diversas actividades para promover la misión ad gentes. Su labor como evangelizador fue reconocida por su humildad y dedicación a los más vulnerables. En sus últimos años, se dedicó al Santuario Nuestra Señora de Fátima en Manizales, donde dejó un legado de servicio y devoción.

Además de su compromiso misionero, el Padre Agustín era amante y contemplativo de la naturaleza pues es recordado como un arriesgado alpinista en los Alpes europeos, al pie de los cuales nació y muchas veces escaló, al igual que en el nevado del Ruiz, el cual frecuentaba solo o con turistas y amigos. Compartía su pasión por la creación a través de la fotografía y el cultivo de huertas.

Falleció el 24 de noviembre de 2021 a los 82 años, dejando un profundo impacto en la comunidad y un ejemplo de entrega y servicio.

Diez mandamientos para sus misioneros

de José Allamano

Elévense muy por encima de las ideas estrechas que hay en el ambiente.

1 6 2 7 3 8 4 9

Amen una religión que, junto con ofrecer la promesa de la otra vida, los hace más felices en esta tierra.

Sean conchas y no canales en relación con los dones espirituales; sean canales y no conchas en relación con los bienes materiales.

5

Opten por la mansedumbre como camino de transformación.

Miren a la transformación del ambiente y no solo de los individuos.

Sean fuertes, enérgicos, viriles en el apostolado.

10

El bien háganlo bien y sin estruendo.

Nunca digan: “A mí no me toca hacer eso”.

Busquen sólo a Dios y su voluntad.

Coloquen la santidad en el primer lugar.

Mons. Luis Augusto Castro Quiroca, IMC

Las huellas de Allamano

“Id

por todo el mundo y proclamad el Evangelio” (Mt 28,16-20).

P. Elmer Peláez Epitacio, IMC

Misionero sin viajar

El Beato José Allamano fue un hombre que contagió con su estilo de vida y su palabra, siendo formador de misioneros y misioneras, hoy presentes en diversos rincones de la tierra llevando consolación a los más necesitados. Consciente que todo sacerdote, por naturaleza, es misionero, buscó abrir la mente y el corazón de los jóvenes a horizontes amplios e ideales altos, avivando la misión en los jóvenes con vocación. Él mismo quiso ser misionero, pero el desenlace de su vida transcurrió todo en la ciudad de Turín, entre el Santuario de la Consolata, el internado adyacente para jóvenes sacerdotes y otras muchas actividades. No obstante, el fuego misionero que lo habitaba creció siempre. Con pasión trabajó hasta enviar misioneros al Continente africano.

Esa dimensión misionera de su vida y ministerio la podríamos enmarcar en el lema: “O vas o envías o ayudas a enviar”. Allamano no hizo grandes viajes físicamente pero sí misioneros. Poseía la geografía del planeta en su cabeza y la acariciaba en su corazón, Desde un Santuario, inspirado en María Consolata, extendió su espíritu, lo proyectó y diseminó por el mundo para que fuesen sus misioneros/as los que viajaran, como enviados, a anunciar la gloria de Dios a las naciones. Él, por el contrario, lo más lejos que viajó fue a Roma para entrevistarse con el Papa, tratar asuntos relacionados con la Causa de Canonización de su tío José Cafasso y los dos Institutos misioneros, donados a la misión de Dios, en la Iglesia. Desde su Iglesia local pensó y sirvió a la Iglesia universal. Hoy continúa su misión a través de sus

misioneros y misioneras, presbíteros, religiosos y laicos. La misión, para él, fue, principalmente, una forma de ser sacerdote antes que, de hacer actividades y grandes obras, que no despreciaba. Por eso se convirtió en “padre y modelo de sacerdote”, viviendo profundamente su vocación. Actualmente, al recorrer Turín, encontramos calles, avenidas, campanas, estatuas, pinturas, que hacen memoria de su paso por estas tierras. Todo sacerdote, universitario, laico, puede leer la vida del Beato José Allamano y enamorarse de la misión.

Siempre me impactó la expresión “primeros misioneros”, que tantas veces escuché en el Noviciado, allá en Martín Coronado, en Buenos Aires. La sentía mía, pues cuando me presentaban decían, el primer misionero de la Consolata mexicano, asociado a Jesucristo que fue el primero misionero de Dios Padre. El ser primero, lejos de tener sentido de grandeza, implica una gran responsabilidad con mi pueblo, con la Iglesia, el Instituto y la misión.

Sacerdote misionero

El día más feliz para José Allamano, lo dice él, fue el de su Ordenación Sacerdotal. Solía invitar a sus discípulos a vivir intensamente su formación, ya que irían a participar, misteriosamente, con Cristo, sumo y único sacerdote (Hb 8,1-9). Así, la participación en el Ministerio Sacerdotal de Cristo se convierte, no sólo en una motivación para los religiosos, sino para todo el pueblo de Dios. Entregarse totalmente por la salvación del género humano, especialmente por quienes no conocen a Jesús. Así que si cada vocación sacerdotal es siempre un don misterioso de Dios, como dice San Juan Pablo II, todo bautizado está llamado a vivir este misterio y a responder conscientemente con su vida al mismo fin.

Fue en el Santuario de la Consolata, en Turín, donde Allamano aprendió a ser y ejercer su ministerio sacerdotal. Hoy, ese santuario, continúa siendo corazón religioso del pueblo turinés. A él acuden miles de personas para ser consoladas y desde allí salen los misioneros para compartir esa misma consolación en medio de las gentes. Allí se consoló el señor Rector, contemplando y admirando los ojos de la Virgen de la Consolata. Esa contemplación, desde un rincón, le abrió su mirada al mundo entero. De allí fue brotando la espiritualidad de la consolación e irradiándose, por medio de cada misionero/a de la Consolata por lugares insospechados, los más desolados y alejados, en los campos y las ciudades.

Santo misionero

En la medida que fui escuchando esta temática fue naciendo en mi un deseo intenso de profundizarla y se ha convertido en mi proyecto de vida.

Admiró la fuerte relación que el Fundador tuvo con la Virgen la Consolata. Casi toda su existencia estuvo junto a ella, por ella sentía una sólida devoción. Cuando aparecía alguna dificultad, abría sus manos y elevaba sus preocupaciones a la Virgen diciendo, como cuando los primeros misioneros partieron para África y la casa de formación, en Turín, quedó vacía: “¿Me asusté?, en absoluto. Le dije a Nuestra Señora: esta obra es toda tuya ocúpate de ella. Pronto entraron ocho nuevos sacerdotes, empezando por el Señor Prefecto” (Conferencias M., Vol. III, pp. 29-30). En recibía consuelo y orientación para preceder con su obra.

Su espiritualidad está centrada en Jesús, el primer misionero del Padre: “no sólo debéis tener el espíritu del Señor, sino también sus pensamientos, palabras y obras, por lo que debéis ser misioneros en la cabeza, la boca y el corazón” (Biografía Op., Vol.III, p.16). Con esa idea, Allamano motiva a sus misioneros/as a que seamos íntegros como el misionero Jesús, a que se acerquen a Él, pues de otra manera no se llega a ser misionero. Por eso mismo mantiene firme su propuesta: “Primero Santo y después misionero”. Siendo este el fin primario y secundario del Instituto.

El camino de la santidad se recorre “haciendo el bien, bien hecho y sin ruido”, no en la mediocridad. Con inteligencia y estudio: “una persona ignorante es como una lámpara apagada que no ilumina a nadie”, en las buenas relaciones, de amistad y colaboración, con los cohermanos y compañero de ministerio. Me admira la verdadera amistad que existía en él y su compañero de ministerio en el Santuario, Santiago Camisassa. Compartió ideales, sueños y realizaciones, ejemplo de verdadero camino sinodal, o comunión, llamado por el Fundador “unidad de intentos, espíritu de familia, sentido de pertenencia”. Recuerdo mi primer día en la familia Consolata, me recibió mi formador y me dijo: “En la vida tú no escoges a tu mamá o a tu papá, Dios te los da, igual sucede aquí. Una familia, compuesta por miembros de todos los continentes, brinda riqueza de cultura internacional”.

Además de lo ya mencionado, la santidad cristiana se cultiva, al estilo de José Allamano, en un corazón eucarístico: “Jesús está verdaderamente en el Santísimo Tabernáculo, donde mora día y noche sólo para no-

sotros, como padre, maestro, amigo... ¿Creemos esto? Somos más felices que los que vivieron en el tiempo de Jesús en la tierra, porque ellos lo poseían en estado de natural, nosotros en estado de gloria; ellos lo tenían sólo a intervalos, nosotros continuamente” (Conferencia M., Vol. II, p.299). Pienso que ésta es la clave de todo y por eso hice mía su frase, en el día de mi Ordenación Sacerdotal: “Éste es el día más feliz de mi vida”. Cada 13 de febrero, ahora que estoy en Turín, voy al Santuario de la Consolata y ofrezco la Santa Misa en el mismo altar que Allamano la celebraba. Para él Eucaristía era el pan que le daba fuerza y luz para guiar a toda la familia Consolata. .

Seguir las huellas de Allamano significa continuar con el mandato de Jesús: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio” (Mt 28,16-20). Los misioneros somos los que vivimos la aventura de ir a todos los pueblos otorgando la verdadera consolación en las realidades más necsitadas y abriendo nuevas misiones. Sigamos respondiendo al llamado de la vocación misionera, practicando la cultura del encuentro. Vivamos el espíritu misionero de la Consolata como el Beato José Allamano y el Señor hará su obra.

Metodología Misionera

Mons. Francisco Javier Múnera Correa, IMC

José Allamano como “indicador del camino”, según expresión del Papa Benedicto XVI, recogida en la Carta de los Superiores Generales MC e IMC, sobre el año del Fundador (7/10/2013 – 7/10/2014), buscó y propuso un estilo de vida, una espiritualidad y una metodología misionera, como partícipes de la misión materna de María de compartir con toda la “comunidad de la vida” la verdadera consolación, Jesucristo.

Metodología y estilo de vida misioneras, van juntas

La preocupación del Padre José Allamano porque sus misioneros tuvieran un método misionero propio, estuvo siempre unida a su empeño para que los misioneros se formarán, en la casa madre y en la misión, a un estilo de vida y de presencia específicos. No se puede separar un método apostólico de un estilo de vida personal y comunitario.

Esto es lo más característico del Reglamento con el que dio inicio al Instituto en 1901, que él mismo había delineado diez años antes, a manera de proyecto. Notémoslo en los enunciados:

Lineamientos claves para que los misioneros perseveren en el espíritu de su vocación (Art. 1); una regla de vida y programación (Art.5); las prácticas de vida interior (meditación, lectura espiritual, sacramento de la penitencia (Art.6) ; La liturgia de las horas y el Rosario (Art.7); la importancia del silencio (Art.8); Prioridad al estudio y formación permanente (Sagrada Escritura, teología moral, medicina, lenguas indígenas y los argumentos de las conferencias trimestrales con temas de actualización y asuntos a profundizar (Art. 9 y 10); Los retiros espirituales (Art.11).

El servicio de la animación - dirección (Superiores a diverso nivel) (Art. 2;) y la preocupación paterna por el bien espiritual y físico de los misioneros (Art.4).

La exigencia de equipos estables; la cercanía y la comunicación: Todo en bien de la persona del misionero. La re-estructuración de misiones (Art. 3).

La rendición de cuentas y la revisión permanente de la vida de la misión: éxitos, obstáculos, nuevas perspectivas (Art.12).

La Economía y la misión: austeridad, la contabilidad, responsabilidad frente a la providencia y a la solidaridad. (Art.15). La afectividad consecuente con la opción de vida (Art.16).

La caridad pastoral hacia las personas (mansedumbre, longanimidad) y la prudencia en las ayudas económicas para evitar abusos (Art.17).

Opción preferencial por la juventud para formar multiplicadores y tener solidez a largo plazo (Art.18).

El significado y el valor del Diario que acompaña la vida del misionero y lo pone en diálogo permanente con la misión (Art.14). 01 02 06 07 08 09 10 03 04 05

La importancia del trabajo, del huerto: apoyo al propio sostenimiento y escuela de vida laboriosa y estable que atraiga a la conversión (Art. 19).

El método: “perseverante, concorde e iluminado”

De la integralidad de la vida de los misioneros brota también el método apropiado para llevar a cabo la misión. Una llamada permanente, como nos lo recuerda actualmente el Documento de Aparecida a todos los evangelizadores: “Conversión Personal y Pastoral”. Supone, claro está, hacer opciones y priorizar acciones coherentes con el objetivo único que es la Evangelización de los Pueblos.

El P. José Allamano, en una de sus tantas cartas circulares, la No. 72, tal vez la más preciosa, del 2 de Octubre de 1910, se refiere al método por él propuesto. Tres son las notas características que deben guiar el trabajo apostólico de sus misioneros para que sea verdaderamente eficaz y obtenga el fruto deseado: “perseverante, concorde e iluminado”.

El Fundador se refiere al método con gusto, apoyado en el Decreto de aprobación del Instituto y las palabras del Papa: “característica de estas misiones es que los misioneros no se limitan a introducir la religión ... sino que con el esplendor de la fe, llevan a esos pueblos la luz de la civilización, instruyéndolos en la agricultura, cría del ganado, práctica de las artes más comunes...”. É mismo complementa en la Carta No. 75 “… Amarán una religión que además de las promesas de la otra vida, los haga más felices en esta tierra”.

Analizando más de cerca lo que el padre Allamano considera focal en el método tenemos la formulación de un verdadero mandato misionero: a) Amarán (ellos: los destinatarios); b) Una religión; c) Que junto con las promesas de vida eterna los hace más felices en esta tierra.

Lo primero, “Amarán”, supone un tipo de relación en la que cuenta el amor, el afecto, el aprecio y la amistad. Quien se siente amado, ama. Es la consecuencia de una presencia, un estilo de vida y una manera de tratar a la gente. En otras palabras, el encuentro con el Mensaje llega a través del corazón del mensajero, de la amistad, la benevolencia y la solidaridad experimentada.

Lo segundo, “Una religión”, un sistema coherente y organizado que ofrece Vida y Salvación. Es un espacio, la Iglesia, que permite construir la relación (re-ligare) con el Trascendente. En esa relación los individuos – los grupos – la naturaleza, se construyen y se realizan.

Lo clave está en el diálogo que implica la propuesta religiosa (Mensaje), en el cómo hacerla significativa y valiosa para los individuos, grupos y ambientes que la acogen.

Creo que esa fue la intuición del método allamaniano: ¿Cómo acercar y hacer valiosa y significativa la propuesta – el Mensaje- de vida y de salvación que sus misioneros llevaban a África? Para ello no comenzaron por doctrinas, ni por normas, ni por ritos. Lo hicieron, ante todo, a partir de la experiencia de vida, del contacto, del diálogo, de la escucha, de la observación, del servicio de la caridad y de la misericordia.

Lo tercero, conjugar e integrar Vida eterna y felicidad en esta tierra. Dos aspectos que no siempre ha sido fácil comprenderlos y mucho menos vivirlos simultáneamente en la historia de la evangelización. En muchas ocasiones se los percibe y experimenta separados y casi que en oposición y/o en contradicción: “más allá” ... “más acá”; promesas .... realidad; cielos (paraíso) … tierra (valle de lágrimas); “después de” … “aquí y ahora”; “otra vida” … “esta vida”.

Lo interesante en la visión del padre José Allamano es notar que ambas perspectivas se integran. No son opuestas, ni contradictorias, ni antinómicas. Él tiene claro el horizonte: La voluntad salvífica de Dios, “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm.2,4).

Implicaciones misioneras de la opción metodológica

La Metodología Apostólica del Padre José Allamano y su carácter “Iluminado” conllevan unas consecuencias muy importantes para la acción misionera que ponen de manifiesto la singularidad y originalidad del método. Cuidadosamente reflexionado y decidido por el Fundador y sus misioneros a partir de la Primera Conferencia de Muranga, en marzo de 1904. Perfeccionado

con la experiencia y el diálogo permanente entre el Padre y los misioneros/as a través de las cartas, los encuentros, los diarios de misión, los informes periódicos que todos mantuvieron tan fielmente durante aquéllos primeros años, marcados por un gran anhelo de servir la causa evangelizadora del pueblo Kikuyo.

Para descubrir cuál fue la opción que orientó y guio todo el proceso evangelizador del pueblo Kikuyo podríamos preguntarnos por aquello que no hicieron José Allamano y sus misioneros y en consecuencia mirar lo que efectivamente sí hicieron.

En el proceso evangelizador los Misioneros/as de la Consolata

No hicieron Sí hicieron

No corrieron a hacer cristianos

No se apresuraron a bautizar

No se dejaron llevar por el inmediatismo

No se dejaron arrastrar por el activismo

No se dejaron tentar por las estadísticas

No se dejaron desanimar por las críticas

No se dejaron llevar por acciones aisladas

No se desanimaron por los pocos frutos

No se echaron para atrás por la nostalgia

No impusieron lo propio y lo conocido

Algunas implicaciones misioneras de este Metodología

1. En todo esto subyace una opción de fondo: Se propusieron, José Allamano y sus misioneros, lograr un objetivo preciso y de gran alcance: La Evangelización /Conversión/Transformación de todo un pueblo y no simplemente de individuos aislados.

2. Tuvieron conciencia siempre clara que ello implica tiempo y por ello requiere de paciencia. Todo es fruto de procesos.

3. Para todos fue claro que era clave ser fieles al Objetivo y a las metas trazadas. Por tanto “un trabajo perseverante”. Era preciso sembrar para recoger y no simplemente recoger así no más.

Se preocuparon por hacer hombres

Esperaron hacer procesos de conversión

Se trazaron objetivos y metas posibles

Aprendieron a darse prioridades

Apuntaron a cualificar multiplicadores

Avanzaron con claridad y determinación

Trabajaron en “unidad de acción”

Fueron pacientes y perseverantes

Se apegaron a la nueva patria

Respetaron los valores de los demás

4. Una condición fundamental que garantizó la eficacia fue la Acción en conjunto. El trabajo “concorde” en la “unidad de acción”. La unidad y complementariedad de todos en el único propósito: La Conversión del pueblo Kikuyo y con ello el nacimiento del nuevo Pueblo de Dios, en medio de ellos (La Iglesia).

5. El núcleo focal de esa metodología misionera fue lo que ellos, el Padre y los misioneros acordaron en llamar “la Formación de ambiente”, lo cual se dio en un proceso dialogal de servicio, escucha, visita, reflexión y discernimiento permanente.

Inspirado en su tesis de licenciatura en Misionologia, “Primeras Intuiciones de Formación Misionera en el Padre José Allamano”, PUG, Roma, 11 de marzo de 1986.

Nuevo amanecer en Etiopía

La misión es un don que nos empuja a dar y a entregarnos; el corazón misionero palpita con la misión y no descansa nunca hasta alcanzar su meta.

La misión es un don que nos empuja a dar y a entregarnos; el corazón misionero palpita con la misión y no descansa nunca hasta alcanzar su meta. El beato José Allamano nunca había estado en Etiopía, pero su corazón y su cabeza tenían un profundo deseo de llegar allí para conocer aquel pueblo y continuar la obra de evangelización iniciada por el gran obispo misionero capuchino Guillermo Massaia, vecino de su pueblo y a quien había conocido en sus visitas al Oratorio Festivo de Don Bosco, su paisano. Escuchándolo a él se encendió el fuego de la misión en

su joven corazón compasivo, para no apagarse más. Su recuerdo se convirtió en un compromiso.

El Canónigo Allamano, guiado por el Espíritu Santo y por la Santísima Virgen de la Consolata, apoyado por el cardenal Rechielmy y por su amigo y colaborador Camissasa, funda el Instituto de los Misioneros de la Consolata en 1901 y lo hace para alcanzar esta misión soñada.

Los primeros misioneros de Allamano no pudieron llegar a esa ansiada meta misionera y se vieron obligados, desde el

principio, a dirigirse hacia Kenia con la esperanza de que circunstancias más favorables les allanaran el camino para cruzar esa frontera. Desde Kenia, el obispo Perlo, encargado de ejecutar el plan de apertura de la nueva misión, echó una mano al arcángel Rafael y al obispo Gaudenzio Barlassina para encontrar el camino hacia Kaffa, en Etiopía.

Sólo después de varios años de paciencia y continuos intentos, en 1914, un pequeño grupo dirigido por el padre Angelo Dal Canton partió hacia Etiopía, pero tuvieron que permanecer varios meses en Moyale, en la frontera entre Kenia y Etiopía, a la espera de sus respectivos permisos. Camisassa, por su parte,

intentó establecer contactos con las autoridades italianas de Addis Abeba, ya que en aquella época las misiones se consideraban no sólo obras de religión y civilización, sino también de “italianidad”. Al final, el padre Canton recibió permiso para quedarse en Burgi, próximo a Kaffa, en el sur de Etiopía. Pero, sólo un año después, se vio obligado a abandonar el país por diversas razones religiosas y políticas.

Los misioneros de Kenia siguieron buscando nuevas formas de llegar a su ansiado destino y José Allamano estaba también de acuerdo con ese empeño. Casi seguro de los buenos resultados, envía a monseñor Barlassina a Kenia, donde llega en febrero de 1915, y luego prosigue hasta Kaffa. Este misionero valiente, decidido y creativo diseñó una nueva manera de penetración en Etiopía, cambiando de estrategia y siguiendo una ruta geográfica diferente a la inicial: desde Mombasa pasó por Mogadiscio, Adén, Yibuti, hasta llegar a Addis Abeba, la noche de Navidad de 1916. Las autoridades locales sintieron gran curiosidad e investigaron clandestinamente quién era esta persona: ¿soldado disfrazado, espía alemán, agente comercial, periodista?

on varias estaciones misioneras: Ghimbi, Billo, Anderacha, Umbi, Magi, Ciaha, Comto (Komto), Guder, Cianna, Gimma, Bonga, etc. Desgraciadamente, debido a la Primera Guerra Mundial y al conflicto italo-etíope, estas flores se marchitaron y desvanecieron durante un largo periodo que duró treinta años: todos los misioneros fueron expulsados del país. Es verdad que algunos regresaron como capellanes militares o intérpretes, pero la bondad de esta opción que asumió el obispo Barlassina es muy discutible.

Cuando acaba una historia, empieza otra: una vez expulsado de Etiopía, el Instituto de los Misioneros de la Consolata tendrá que luchar para volver. En los años sesenta estaba en Nyeri, Kenia, el padre Giovanni de Marchi, italiano de origen, pero con pasaporte de Estados Unidos. Siguiendo las huellas del sueño de Allamano, tuvo el deseo de llevar su Instituto a Etiopía y lo logró a principio de los años 70, después de un encuentro del Superior General Mario Bianchi con el emperador Haile Selassie en Turín.

El obispo Barlassina se entrevistó con el príncipe Tefarì Mekonnen (futuro emperador Haile Selassie I) y le expuso las razones humanitarias de su venida a Etiopía: el desarrollo intelectual y moral del pueblo etíope a través de la agricultura y el comercio. Tras obtener una licencia comercial, por escrito, del jefe local para él y sus dos acompañantes, Barlassina comenzó su actividad misionera de forma muy clandestina, en la prefectura apostólica de Kaffa.

A diferencia de otras misiones en África, se requería mucha humildad y silencio para no irritar a los sacerdotes de la Iglesia local ni despertar la animadversión de los jefes. Además, Etiopía tenía una Iglesia ortodoxa milenaria con una tradición apostólica, libros sagrados, manuscritos antiguos, templos, teología, literatura y un rito litúrgico propio. Finalmente, el sueño del Fundador tomó forma y florecier-

Los siete primeros misioneros del milagroso nuevo amanecer –que entraron a Etiopia como voluntarios para el desarrollo– fueron Giovanni De Marchi, Lorenzo Cavallera, Lorenzo Pietro Ori, Silvio Sordella, Antonio Vismara, Domenico Zordan y Tarcisio Rossi. En 1974 regresaron también las Misioneras de la Consolata y reanudaron su servicio en la pastoral de los enfermos, las mujeres y los jóvenes.

Actualmente, los Misioneros de la Consolata están presentes en la arquidiócesis de Addis Abeba (Addis Abeba, Modjo), en el vicariato apostólico de Meki (Weragu, Gambo y Halaba).

Gracias a Dios también hay un florecimiento de vocaciones locales: son unos 20 los misioneros etíopes de la Consolata que trabajan en tres continentes y hay un buen número de seminaristas en las comunidades formativas. ¡Después del ocaso siempre llega un nuevo amanecer!

Misioneros de la Consolata en el Mundo

El Instituto Misiones Consolata fue fundado en 1901 en la ciudad de Turín, Italia. Los primeros cinco Misioneros de La Consolata en Colombia, arribaron en el puerto de Buenaventura en el año 1947 e iniciaron su misión en el Magdalena Medio.

Dirección General 2023-2029

Superior General

P. James Lengarin

Vice Superior General

P. Michelangelo Piovano

Consejeros

P. Odhiambo Mathews Owuor

P. Juan Pablo de los Ríos Ramírez

P. Erasto Colnel Mgalama

Administrador General

P. Fredrick Oluoch Agalo

Secretario General

P. Pedro José da Silva Louro

La Familia Consolata está conformada por Consagrados/ as, Sacerdotes y Laicos, quienes comparten el ideal de ser instrumentos de consolación, propagando el mensaje de Jesús entre los pueblos.

Actualmente el IMC cuenta con 904 misioneros extendidos a lo largo de 4 continentes (África, América, Asia y Europa) y 26 países.

En el 2020 se concretó el acompañamiento en Oujda, ciudad marroquí en el extremo oriente, paso para muchos migrantes de varios países del África subsahariana, que buscan llegar a Europa.

Marruecos

Portugal

España

El Instituto Misionero lleva el nombre de la Consolata, título que identifica a María como la mujer consolada y consoladora. Con ella los misioneros /as se sienten partícipes en su misión martena de llevar al mundo la verdadera consolación, Cristo Salvador.

La primera misión ad-gentes, de los Misioneros de la Consolata inició entre los Kikuyu del Kenia - África, el 3 de mayo de 1902.

Familia internacional e

intercultural

Argentina 31

Brasil 82

Canadá 6

Colombian, EC y PE 83

Corea del Sur 8

Costa de Marfil 19

Direción General* 48

EE. UU. 7

España 22

Etiopía 17

Itaia 161

Kenia 166

Marruecos 3

México 8

Mongolia 5

Mozambique 35

Polonia 6

Portugal 34

R. D. Congo 32

Sudáfrica - Eswatini 27

Tanzania 61

Taiwán 7

Venezuela 16

Costa de Marfil
R. D. del Congo
Mongolia
Corea del Sur
Taiwan

Allamano en Europa

Los orígenes y primeros pasos

Europa ha sido un continente de grandes santos dedicados tanto a la contemplación como al servicio pastoral, caritativo y misionero. Entre ellos está el Beato José Allamano que, nacido a mediados del siglo XIX, mirando la realidad de la Iglesia y del mundo, en África, América y Asia, con la guía y la luz del Espíritu Santo, sintió el llamado a llevar la gracia del Evangelio y la vida de Jesús a los que aún no lo conocían.

En su tiempo, en Italia y otras partes de Europa, abundaban las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, bien forma-

das en el camio de la santidad. De ese contexto religioso, espiritual, académico y social, aprendió Allamano y transmitió a sus fieles en el Santuario, a sus alumnos en la academia, formandos en la casa de formación para jóvenes sacerdotes y a sus misioneros y misioneras.

El carisma por él recibido en Italia y cultivado en el Santuario de la Consolata, en Turín, germinó en su corazón y dio fruto: un Instituto Misionero masculino (1901) y a los pocos años (1910) también uno femenino. El Fundador considera a la Consolata como la verdadera Fundadora y tiene sus razones, bien fundamentadas.

Las fundaciones comenzaron, desde 1902, a enviar misioneros/as hacia el África. Más tarde, también, para América y Asia, dando origen a comunidades cristianas, formando nuevos cristianos y realizando, contemporáneamente, numerosas obras de desarrollo ambiental y promoción humana que acompañaban el anuncio del Evangelio. Desde Europa acompañó a sus misioneros, los animó y, con ellos,

poco a poco, identificaron el método misionero específico para estar en medio de la gente. Murió (1926) y los Institutos siguieron creciendo y expandiéndose, mientras se enriquecían con miembros de otros pueblos y culturas.

En los tiempos actuales

Con el transcurrir del siglo XX, la Iglesia europea fue constatando una fuerte disminución de vocaciones y viendo la llegada de religiosos y religiosas, seminaristas y sacerdotes de aquellos territorios a donde habían enviado misioneros/ as a anunciar el Evangelio. Al mismo tiempo la Europa cristiana se ha venido desdibujando y secularizando. Su rostro ha venido cambiando en la medida que se mezcla con olas de migrantes de todos los continentes, mayoritariamente de África, Asia y también de América Latina.

Todo esto ha llevado a la Iglesia y también a los Institutos del Allamano, a cuestionarse y no permanecer al ver que la Europa misionera de ayer se ha convertido en lugar de misión, necesitada de un nuevo primer anuncio, acompañado de gestos y obras de acogida, de escucha y de consuelo.

Allamano y su carisma están presentes hoy en Europa a través de algunas opciones que el Instituto ha hecho y asumido para los próximos años: la formación de parroquias misioneras, la evangelización de los jóvenes, la acogida y la atención a

los inmigrantes, la presencia en los suburbios o periferias y el uso de los medios de comunicación como herramienta de formación y animación misionera.

Presento algunas de las realidades acompañadas hoy por Misioneros de la Consolata en Italia, España, Portugal, Polonia y una comunidad de acogida de inmigrantes en Marruecos:

La parroquia María Esperanza Nuestra, en las afueras de Turín, es hoy multicultural y acoge a niños, jóvenes y familias de diversas nacionalidades. Incluso los misioneros que allí trabajan y los seminaristas de la Comunidad Apostólica Formativa que allí viven y estudian, son de seis nacionalidades diferentes. Fruto de aquella misión realizada África y América.

La comunidad pastoral de Zambujal, en Portugal, vive en medio de una de las realidades más pobres de Lisboa, siendo una presencia de esperanza y consuelo.

La parroquia de San Simón Judas, en las afueras de Madrid, está formada principalmente por inmigrantes de América Latina y los misioneros allí presentes ayudan a mantener viva la fe de esta comunidad.

Nuestros misioneros en Polonia, en los últimos dos años, han estado colaborando, Wmuy particularmente, con Caritas para ayudar a comunidades y familias víctimas de la guerra en Ucrania.

Aún nos resta una muy especial y valiosa para nosotros los hijos de José Allamano: los misioneros ancianos y enfermos que donaron su vida en la misión. Ellos continúan ofreciéndola con su oración, ancianidad y sufrimiento. Soporte valiosísimo para quienes están en los campos de trabajo.

Para concluir

Regresamos a Turín en donde, en el templo a él dedicado. Allí reposa su cuerpo y muchos de sus recuerdos. Quizás no había pensado que su carisma tendría también importancia y relevancia en su propio Continente. Pero, no podría no ser así, puesto que se trata de un carisma de misión y consuelo”, del cual también necesita Europa, en medio de todas sus nuevas situaciones espirituales y aflicciones. Para bucare implementar respuestas asertivas somos los Misioneros/as de la Consolata. Se trata de un don recibido por él del Señor y confiado a nosotros por eso le pedimos que interceda ante Dios Padre por nuestra fidelidad, mientras esperamos su canonización, para poderla celebrar pronto aunque ya se la reconozcamos.

Allamano en Africa

P. Venanzio Mwangi Munyiri, IMC

El binomio Allamano – África arroja como resultado lógico el nombre Consolata. Esta es la consigna que resuena entre nombres de personas, instituciones, parroquias, santuarios, edificios y hasta movimientos laicales que se identifican plenamente con el sueño del Allamano que se cristalizó en el África colonial y que a la fecha ha dejado una huella imborrable dentro y fuera de aquel continente que en tiempos de Allamano fue considerado tierra de Misión y que en el presente histórico podría denominarse territorio de Misioneros.

Durante la fundación del Instituto de la Consolata Para Misiones, en 1.901, el embrión (primer sueño) concebido en la mente y el corazón de José Allamano fue Abis inia, actualmente República Federal Democrática de Etiopia. La pen etración italiana al Cuerno de África durante la conquista debió haber arrojado un mínimo de seguridad de que los primer os misioneros de la Consolata enviados al África pudiesen tener punto de referencia para lo que luego resultaría ser la Evangelización de varios países del continente, con la colaboración de los Misioneros de la Con solata, envidados por el propio José Allamaro.

Cabe resaltar que, aunque el cris tianismo en África estuvo presente desde la Iglesia de Alejandría, en el siglo primero, nunca ha dejado de ser este suelo fértil que fecunda la Misión Ad gentes tal como lo intuyó el Beato José Allamano al optar por este continente que en su momento carecía de una nueva manera de asimilar el cristianismo al estilo de los Misioneros de la Consolata. En línea trazada por el africano Agustín de Hipona, quien

permitió que el cristianismo occidental se abriera a nuevas maneras de ser comprendido, incluyendo la herencia griega. José Allamano le dio a la Iglesia de Turín y desde luego a la Iglesia Romana una visión y una manera integradora de llevar adelante la Misión Ad gentes, valorando el protagonismo y la cosmovisión de los pueblos africanos. Esta obra llevada adelante bajo la sombrilla de la Consolata sigue latente tanto en perspectiva de “Misión” como también en la encarnación del carisma del Beato José Allamano en lo corazones de cientos de misioneros de origen africano que hoy están al servicio del Reino de Dios siguiente sus huellas y enseñanzas.

Opción Preferencial de José Allamano por el África

A ejemplo de los reyes magos, la estrella que guiaba a los primeros cuatro misioneros de la Consolata, rumbo a Etiopia, se detuvo en Kenia. En el corazón de Allamano, ardía el celo apostólico por la Misión en África. Debido a situaciones de orden público y agite político, no fue posible ingresar de una a Etiopia, entonces Kenia se convirtió en el primer territorio de Misión para sus. Más tarde llegaron no sólo a Etiopia sino a muchos otros paises del África como: Tanzania, Uganda, Somalia, República Democrática del Congo, Consta de Marfil, Mozambique, Angola, Sud África, Madagascar, Guinea Bissau y Djibuti. Luego esta presencia se expandiría a otros países de Europa, América y, últimamente, Asia.

Desde el principio, José Allamano intuyó la fuerza del Espíritu Santo que sostuvo la presencia de los Misioneros de la Consolata en África. En una de sus cartas dirigidas a los

Misioneros en Kenya decía: “Pensando en los beneficios que nuestro Señor ha concedido a nuestro Instituto en tres años de su fundación y a poco más de un año del inicio de nuestras misiones, me siento conmovido desde lo más profundo de mi corazón a exclamar con el Apóstol, Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda clase de bendiciones. Sí, hay que agradecer a nuestro Señor porque dio nacimiento y crecimiento a la pequeña semilla; la regó con sus muchas gracias y promete convertirse en un gran árbol que dará frutos de vida eterna” (Torino, 27 noviembre 1903. Carta dirigida a los Misioneros de la Consolata en Kenya. Cf. LETTERE, III, 685-690).

José Allamano asumió como propia la misión en África. Mantuvo mucha cercanía con los primeros Misioneros que llegaron al Kenia. De hecho, aunque nunca fue físicamente al África supo guiar, paso a paso, tanto el estilo de vida de los misioneros y misioneras como el estilo de misión que luego se implementaría para el resto del continente y del mundo entero. Sin lugar a dudas, desde la llegada de los primeros Misioneros al Kenia en 1902 hasta su pascua en 1926, se asumió personalmente la orientación de la Misión en África, infundiendo el carisma, el estilo y la cercanía con los misioneros y sus familiares en Italia.

Es admirable lo detallista que fue con las cartas recibidas de los misioneros en misión, los registros consignados en los diarios de cada misionero, las fotografías y mapas mediante los cuales daba sus humildes pero firmes opiniones para la gestación de la Misión IMC en África.

Conforme a lo deseado por él y por supuesto bajo su orientación, la Misión Ad gentes, según el carisma de los Misioneros de la Consolata, se configuró en dos pilares; la Evangelización y la Promoción Humana Integral. Una Evangelización dirigida a las periferias existenciales de la época, con un sentido de respecto absoluta por las culturas y cosmovisión de los pueblos y una Promoción Humana basada en la apuesta por la dignidad de los hijos de Dios. De ahí el surgimiento de escuelas de catequistas, el visiteo a las casas a modo de tejer vínculo con la realidad más auténtica y las culturas africanas. Establecimiento de centros educativos y centros de salud, etc. Buscando así promover una Consolación impregnada de la sensibilidad de la Madre de Dios quien supo conciliar la divinidad con la humanidad para la salvación de muchos.

¿Allamanismo Africano?

Más de un siglo después, el binomio Allamano – África se convierte en un imperativo sobre el presente y el futuro de la misión soñada por José Allamano. No se trata solamente del número creciente de Misioneros de la Consolata, de origen africano, dispersados hoy por el mundo sino, más importante aún, es lo que significa esta presencia dentro de una fisionomía de un instituto cada vez más pluriétnico y multicultural. Desde allí la manera de concebir el Carisma, la Misión, el Ad gentes, Vida Consagrada etc. Hay un quiebre paradigmático que ciertamente enriquece este camino eclesial desde la perspectiva de los Misioneros de la Consolata en el Mundo; pasar de una misión pensada para el África a una misión pensada desde y con el África hacia el mundo, incluyendo el propio Italia donde es originario el carisma.

Al aproximarnos al centenario sobre de la pascua de nuestro Padre y Fundador, José Allamano, es justo y necesario plantearnos la pregunta no sólo por el “Allamanismo africano” sino también el “Allamanismo americano, europeo y asiático hoy”. Tal vez sea un insumo necesario para profundizar en el continentalidad ¿Qué diría él de nosotros si tuviera que dirigirse a cada uno de estos contextos bajo la consigna “Así los Quiero”?

EAllamano en Asia

n la esfera de desarrollo, las situaciones en el continente asiático son tan diversas que dificultan su clasificación en una sola categoría. Algunos países están muy desarrollados, mientras que otros siguen aplicando políticas económicas precarias. En algunos casos, el costo de ese desarrollo ha sido el cambio de los valores sociales y religiosos tradicionales. Sin embargo, algunos países asiáticos han podido adaptar estos principios a la economía y la vida política modernas sin efectos adversos. Otros han sido menos afortunados en la esfera del desarrollo y siguen estando entre algunos de los más pobres del mundo.

El materialismo y el laicismo también están ganando terreno, especialmente en las zonas urbanas. Estas ideologías que socavan los valores sociales y religiosos tradicionales amenazan a las grandes culturas de Asia con un daño incalculable.

La situación política del continente es tan variada como sus dimensiones sociales y económicas. Muchos matices ideológicos conforman el espectro político. Hay formas teocráticas de gobierno con una religión oficial del estado y sistemas legales que dejan poco espacio para la libertad religiosa. Algunos países, aunque no se declaran abiertamente teocráticos, reducen las minorías en la vida cotidiana al nivel de ciudadanos de segunda clase, con poca protección de sus derechos humanos fundamentales. En otros países se niega la libertad religiosa. A veces los creyentes en esta situación son vistos como traidores; sufren persecución y son llevados a la clandestinidad.

Con esta breve descripción de la realidad asiática, nos damos cuenta de que se necesita una experiencia misionera más profunda. Por lo tanto, Asia es un continente de misión por excelencia. Es necesaria la evangelización primaria, la atención a la formación de los laicos, la conciencia de la vocación y la responsabilidad misionera cristiana, el diálogo cultural e interreligioso, la cuestión de la inculturación y también el intercambio de experiencias espirituales.

Misioneros de Consolata y misioneros que trabajan en Corea del Sur, Mongolia y Taiwán se reúnen en Seúl con la Dirección General de IMC, mayo de 2018.

Por otra parte, se debe prestar especial atención a la labor de promoción y liberación del ser humano. Esto incluye: apoyo a los refugiados, migrantes, oprimidos y clases sin tierra. Por lo tanto, es necesario defender los derechos legales de las minorías y los marginados como parte de la misión de la Iglesia. Al final, la Iglesia asiática debe trabajar para convertirse en levadura entre la gente de otras tradiciones religiosas y seculares.

Los misioneros de la Consolata no se han quedado atrás en la misión de la Iglesia en lo que respecta al continente. En los capítulos generales celebrados en 1999 en Sagana (Kenia), en 2005 en Sao Paulo (Brasil) y en 2011 en Roma (Italia) se subrayó que debían dar mayor prioridad a la entrada en el continente asiático. Hasta ahora, “nuestra Asia” como misioneros de la Consolata está compuesta por tres países: Corea del Sur, Mongolia y Taiwán. Aquí continúa vivo el espíritu de José Allamano en los misioneros por él fundados.

Allamano en América

P. Juan Pablo de los Ríos, IMC

La llegada

Fue un 16 de febrero del año 1937, después de atravesar el océano Atlántico y de una parada técnica en el puerto de Recife, que el P. Giovanni Batista Bisio desembarcaba en Río de Janeiro, convirtiéndose así en el primer Misionero de la Consolata en pisar tierra americana. Esta fecha, aniversario 11° de la muerte del P. Fundador, no fue leída como una simple casualidad sino, como lo expresa el mismo P. Bisio en una carta dirigida al P. Barlassina Superior General del Instituto: “fue un grande regalo que me parece casi preparado por las mismas manos del Venerado Padre” (1).

Inicialmente la idea de abrirse al continente americano tenía dos motivaciones: la primera era la urgencia de buscar fuentes de ingresos alternativos para asegurar una estabilidad económica al Instituto y garantizar así apoyo a las crecientes necesidades de las misiones en África que aumentaban considerablemente. La segunda era la intuición, alimentada de las noticias de otras congregaciones religiosas, que el continente estaba siendo una cantera de nuevas vocaciones, lo que podría significar para el Instituto oportunidad de reclutar futuros misioneros. A esto se suma la migración de un gran número de italianos y ciudadanos de otros países europeos que llegaron al continente América con su cultura y sus tradiciones religiosas, lo que aumentaba la posibilidad de encontrar los resultados que se buscaban. Fue así que después de la llegada al Brasil en 1937, el Instituto puso pie en Argentina y USA en 1946; Canadá y Colombia en 1947; Venezuela en 1970 y en México en el 2008.

Un primer gran obstáculo

Los primeros misioneros que llegaron a estos territorios empezaron inmediatamente a experimentar exigencias de las realidades sociales que los rodeaban y de las iglesias particulares y comunidades que los recibían que se vieron en la necesidad de solicitar refuerzos de personal a la Dirección General en Italia, y poder así responder a los grandes desafíos que enfrentaban. Pero ¿si valdría la pena “sacrificar” misioneros que podrían estar apoyando las misiones en África para enviarlos a América? ¿No habría aquí un peligro de no ser totalmente fieles al carisma y legado del P. Allamano que insistía que nosotros somos para los “no cristianos”? La mayor parte de los miembros del Instituto no respaldaban mucho la idea de enviar misioneros a las nuevas presencias en el continente América.

Correspondía al Superior General, P. Barlassina, y a estos pioneros que estaban abriendo caminos en estos territorios, la gran tarea de hacer ver que estas nuevas presencias no iban en contra del carisma del Instituto y que eran oportunas y pertinentes, y así garantizar que los Capítulos Generales del 1939 y del 1949 confirmaran esta opción.

Identidad Carismática

No hay grandes indicios de que el P. Fundador haya planificado o siquiera proyectado una presencia de sus misioneros en otros continentes con las mismas características y exigencias como las pensó en las misiones del África. Aunque si hay referencias de la posibilidad que el P. Allamano veía que el Instituto llegase a otros continentes. En la misma carta escrita por el P. Bisio al Superior General a su llegada al Brasil, él hace referencia a un regalo recibido por parte de la Madre Chiara de las conferencias hechas por el P. Fundador a las Misioneras de la Consolata, y en particular a la fechada el 3/12/1919 en donde el P. Allamano habla de la finalidad del Instituto y traza también el camino para América: “ustedes también irán a América, fundarán colegios, pero siempre con este fin: las Misiones Extranjeras”. Continúa diciendo el P. Bisio: “Estas palabras son para mí un viatico muy dulce” (2).

El Papa, desde hace ya un tiempo proponía a América Latina como tierra de misión por la gran escasez de sacerdotes para un número creciente de fieles. Es así que el Instituto, poco

a poco da a las nuevas presencias, sobre todo en Argentina, Brasil y Colombia, un significado misionero, aunque aparentemente no desarrollaba una actividad de “primera evangelización”, idea ésta que pasó con mucho esfuerzo las discusiones en el Capítulo General del 1949 (3).

Una misión de evangelización

La expansión del Instituto en estos nuevos territorios no le hizo olvidar sus raíces: La misión entendida como primer anuncio del Evangelio que es la matriz que ha generado la identidad y tradición del Instituto. Los misioneros llegados al continente habían bebido de estas fuentes y estaban inspirados en estas raíces, por eso el ideal del “trabajo apostólico” siempre estuvo presente y los orientaba hacia realidades donde se pudiera vivir la misión “clásica”. Lo demuestra el hecho que mientras se pensaba en América para recolectar fondos y obtener vocaciones para las misiones, se asumieron 3 territorios de misión, con responsabilidades y compromisos pastorales muy concretos: el Chaco Argentino (1947), la prelacía de Río Branco en Brasil (1948), y el Vicariato Apostólico de Florencia en Colombia (1951), todas avaladas por la Dirección General.

En estos años de presencia del IMC en el continente se ha hecho un camino de unidad e identidad con el carisma y espiritualidad heredados del P. Allamano, lo que ha permitido responder a los grandes desafíos del continente (pobreza, injusticia, violencia, desplazamientos, destrucción del medio ambiente, etc.), y seguir leyendo y actualizando el carisma sintiéndonos enviados a ser misioneros ad gentes: para superar límites de vivencias religiosas y culturales; ad extra: para ir más allá de mi propia comunidad y comodidad; ad vitam: para vivir intensamente el momento presente; ad pauperes: apuntando al bienestar de las personas llevando la verdadera consolación (cfr. Const.11).

La última Asamblea Continental (Sao Paulo Nov. 2023) reafirmó nuestra identidad de ser llamados a llevar el mensaje del Evangelio sobre todo a aquellos que no conocen a Cristo, siendo creativos, adaptándonos a las nuevas realidades y exigencias que nos circundan, y evidenciando, en modo claro, el gran deseo de caminar juntos, en sinodalidad, para vivir la misión en espíritu de familia como misioneros, misioneras y laicos, dándolo “todo por el Evangelio” y en unidad de intentos como siempre quiso nuestro P. Fundador.

Un Fundador formador

P. José Mar tín Serna, IMC

Jesús se volvió y, al ver que lo estaban siguiendo, les preguntó: “¿Qué estás buscando?” Ellos respondieron: “Rabí, que significa Maestro, ¿dónde vives?” Jesús les dijo: “Venid a verlo”. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. (Jn. 1:38-39).

Soy el Padre José Martín Serna Jurado, sacerdote Misionero de la Consolata desde hace ya 25 anos. Trabajé por casi 20 años en Costa De Marfil, en África y actualmente me encuentro en Manaos, Amazonas - Brasil, de los novicios, en como Maestro.

Como misionero de la Consolata colombiano, desde hace 25 años, después de haber trabajado cerca de 20 años en Costa de Marfil, África, me encuentro ahora, como Maestro de novicios en el Noviciado San Oscar Arnulfo Romero, “profeta de los pobres y mártir de la justicia y la paz”, de los Misioneros de la Consolata en el Continente americano.

Con mucha alegría recibí la invitación a escribir un breve artículo sobre nuestro “Padre Fundador, José Allamano, como formador”. Comienzo diciendo que desde los primeros meses de su ordenación, 20 de septiembre de 1873, el teólogo Allamano, como era llamado, asumió el cargo de formador y podría decir, más que como formador, como Director Espiritual. Poseía excelentes cualidades para la formación. Por eso y aunque le hubiera gustado más la labor pastoral en alguna pequeña parroquia, paso siete intensos años dedicados a los seminaristas, en calidad de asistente y director espiritual, en el seminario mayor diocesano de Turín.

Formador y director espiritual

Cuando el arzobispo de Turín, Monseñor Lorenzo Gastaldi, le comunicó el nombramiento, no pudo contener una exclamación de sorpresa: “Monseñor, ¿qué dice usted? ¡Nunca! Sí, te he nombrado director espiritual del seminario de Turín; ¿Tienes problemas? Pero ... vea... mi intención era ir como vice - párroco y luego tal vez como párroco en algún pueblo. ¿Querías ser párroco? Pues bien, te doy la parroquia más ilustre de la Diócesis, el seminario. Pero, Monseñor, soy tan joven... Ah, ya ves, es un defecto que se va perdiendo poco a poco...”. Entonces el joven sacerdote respondió generosamente a la llamada del Señor, asumió el cargo el mismo día, sin más ceremonias ni acciones legales, aunque sintió toda la importancia y la responsabilidad de tal servicio.

“Fortiter et Suaviter”

El método formativo adoptado y seguido siempre por él fue el de “fortiter et suaviter”: es decir, no dejar pasar ningún hecho sin corregirlo, al menos cuando la prudencia lo permitiese; pero siempre corregir de manera delicada. Era válido el dicho entre los seminaristas, refiriéndose al director espiritual: “¡Justicia et pax osculatae sunt!” o sea “la justicia y la paz se abrazan”.

Como formador era una persona acogedora que amaba la jovialidad, conversaba con todos los seminaristas y tenía una sensibilidad y atención especial con los enfermos. De semblante alegre, traslucía serenidad de espíritu y estabilidad. Nada de policía, pedante y pesado en su dirección. Siempre igual a sí mismo, siempre en paz, hizo que reinara a su alrededor el orden y una disciplina amable y agradecida. Hablaba muy suavemente al clero, de corazón a corazón, con una unción que llegaba al alma y que era fruto de la santidad. De hecho, los antiguos alumnos hablan de él con un entusiasmo conmovedor, describiendo “su noble y digna figura”, recordando “su vasta cultura teológica y su suprema experiencia en las cosas del espíritu”, transmitiendo sus virtudes.

“Era impecable en todo”

Decían los padres que lo conocieron: “Ninguno de nosotros lo criticó en ningún momento”. “Su sola apariencia inspiraba veneración; una mirada suya era suficiente para dar a conocer su bondad”. “Creíamos que había mantenido la estola bautismal inmaculada, que casi no había idea de pecado en él.” “Tenía una marca de devoción sincera sin afectación, estable, sin altibajos.” Era verdaderamente un hombre de oración y de unión con Dios. “Don Gastaldi, repetía a menudo el dicho: “Si sapiens es doce os, si prudens es rege nos, si sanctus es ora pro nobis”. Este dicho lo hizo suyo en todas sus partes. Era el sabio, el prudente y, sobre todo, el santo”. Hoy ya pasaron

casi cien años de su encuentro definitivo con Dios Padre, nosotros sus hijos e hijas continuamos respirando ese perfume de santidad y el deseo profundo de consagrar nuestras vidas al servicio de la misión, y misión “Ad Gentes”.

El Allamano un formador para la misión

Todas estas características de nuestro Bienaventurado José Allamano, como formador y educador incansable de seminaristas diocesanos y después de sus hijos e hijas misioneros, proporcionan e inspiran con insistencia, el núcleo central de su pedagogía: “Primero santos, después misioneros”. Este es el espíritu misionero que también hoy en el IMC, estamos llamados vivir y proponer, en los diferentes contextos de nuestro actuar misionero, Ad Gentes.

En fin, hoy necesitamos, ardientemente, revisitar los orígenes y las raíces de nuestro carisma y de nuestra espiritualidad allamaniana, Ad Gentes. La formación hoy y en previsión al futuro está siendo contextualizada. Como en nuestro caso, en contexto amazónico. Este está siendo uno de los desafíos, la formación en la misión, colocando en práctica uno de los sueños de nuestro Papa Francisco: “Sueño con comunidades cristianas capaces de dedicarse y encarnarse de tal modo en La Amazonia, que den a la Iglesia rostros nuevos, con trazos amazónicos” (Querida Amazonia).

Del diálogo a las cartas, los diarios y los medios de comunicación

La comunicación es parte integral del magisterio y de la vida del Beato José Allamano. Los medios tecnológicos cambian, pero el espíritu del Fundador permanece.

Allamano hizo del propio Santuario de la Consolata en Turín, Italia, donde era rector, un lugar de encuentro y de comunicación: con las personas que lo frecuentaban, con la Iglesia local y con el mundo. Eligió al canónigo Santiago Camisassa no sólo porque podía ayudarle en muchas cosas prácticas, sino porque con él podía confrontarse (comunicarse) y discernir juntos todo lo que había que hacer. Se comunicaba con su obispo, el cardenal Agostino Richelmy, para no dar pasos en falso y estar seguro de hacer la voluntad de Dios. Hace de la comunicación, tanto directa como personal y fraterna, su estilo y modo de estar presente, de formar, instruir y guiar al Instituto y a cada uno de los misioneros, tanto en Italia como en las misiones de África.

Pero a la base de este “saber comunicar y actuar” estaba la comunicación personal que, desde el Coretto, pequeño coro en el Santuario, Allamano tenía con la Virgen Consolata y con Jesús Eucaristía en el Sagrario. Su oración era una comunicación directa, amorosa y filial. Y el Señor y la Consolata le inspiraban. Al idealizar nuestro Instituto misionero como una familia, no podía faltarle esa comunicación y comunión. Y con su modo de ser y enseñar, supo transmitir “su espíritu”, el carisma recibido de Dios y que tiene en su esencia la comunicación de la Buena Nueva “ad gestes”.

Formas y medios por los que se comunicaba

Allamano se comunicaba especialmente a través de conferencias y reuniones dominicales. ¡Tan esperadas por los misioneros! Lo hacía en espíritu de familia, abriendo su corazón de padre, con enseñanzas profundas y exigentes a veces, pero siempre comunicadas de forma sencilla y comprensible para todos.

Se comunicaba recibiendo en su habitación y en el estudio de la Consolata a todos los que querían encontrarse personalmente con él. Se comunicaba por correspondencia con los que estaban en misión para apoyar, animar, consolar, corregir y orientar. Al mismo tiempo esperaba la respuesta para que esta comunicación no fuera sólo de un padre a un hijo o hija, sino también de hijos e hijas a su padre.

El polo Cultures and Mission (CAM) de los Misioneros de la Consolata en Turín conserva la “cámara fotográfica” que el Fundador quiso regalársela a sus primeros misioneros que partían hacia África. Estos supieron hacer buen uso de ella, tomando excelentes fotografías. Estas fueron luego ampliamente utilizadas por la revista del Santuario para dar a conocer a sus lectores las actividades de los misioneros en Kenia y suscitar así nuevas vocaciones y solidaridad con las misiones y los misioneros.

Este interés de Allamano por la fotografía aparece ya en 1899, año en que fundó la revista “La Consolata”, cuando tomó la iniciativa de confiar al famoso fotógrafo del Santo Sudario, el abogado Secondo Pia, la tarea de retratar por primera vez la imagen de la Virgen Consolata. La fotografía fue ampliamente utilizada no sólo por la revista del Santuario, sino también para hacer reproducciones de todo tipo y tamaño que

al Rector le gustaba regalar. A través de la fotografía, Allamano daba a conocer la Consolata, las misiones y sus misioneros en Kenya, pero rara vez aceptaba posar ante la cámara. Era su estilo: hacer y no aparecer. !¡Qué lindo ejemplo para los comunicadores: desaparecer para destacar el mensaje y sus verdaderos protagonistas!

Medios de comunicación al servicio de la misión

Podemos decir que Allamano se comunicaba esencialmente a través de sus escritos, conferencias, homilías, meditaciones y cartas. Utilizaba como medio el periódico “La Consolata”, (hoy revista Missioni Consolata) donde pedía que se publicaran noticias sobre las misiones, recogidas en los diarios y fotografías que los misioneros le enviaban como contenido necesario, no sólo para acompañarlos sino para generar cooperación misionera en la WIglesia local.

Como herederos de José Allamano y Santiago Camisassa, nuestros misioneros siempre han sido conscientes de la importancia de los medios de comunicación para el anuncio del Evangelio. Sabemos que la evangelización “no puede limitarse sólo a homilías, conferencias, cursos de Biblia o de teología, sino que debe utilizar también los medios de comunicación” (Papa Bento XVI, Aparecida 2007).

Siguiendo el espíritu del Fundador, nuestro servicio misionero será más eficaz cuando comunicamos: contextos de misión; el grito de los pueblos; testimonios misioneros; eventos de misión; materiales de animación; contenidos de formación e información (reflexión). Comunicar es parte integrante de nuestra misión, dentro y fuera del Instituto y de la Iglesia, a través de las distintas plataformas y medios (prensa, radio, TV, producción audiovisual, medios digitales, redes sociales, aplicativos e Inteligencia Artificial).

Sin embargo, como nos advierte el Papa Francisco, “no es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del ser humano y su capacidad para hacer un buen uso de los medios a su disposición”. Por eso, la comunicación debe realizarse con ética y credibilidad, pero, sobre todo, con convicción y corazón. “Con celo”, diría el Beato Allamano, porque “si el corazón no arde, los pies no caminan”. Del mismo modo, si falta el celo, todo lo que hacemos pierde su sentido.

El Miramiento de José Allamano

Se puso a mirar a la Consolata y en ella vio:

Vio la consolación y la misión

En la consolación descubrió una vocación

Y en la Misión descubrió su propia misión.

Todo empezó con esa mirada suya al cuadro bendito y revelador de nuestra Señora la Consolata en el santuario de Turín.

Él la miro y de ese miramiento nació lo que somos, lo que vivimos y lo que hacemos.

Como él, también nosotros miramos:

Miramos las comunidades afro, su historia y sus aportes a la gran consolación.

Miramos los campesinos buscando y labrando tierras, buscando comida, salud y estudio para sus hijos.

Miramos los indígenas y sus luchas, sus caminos y procesos, sus culturas y sus espiritualidades.

Miramos los jóvenes y sus creatividades, sus iniciativas y sus vínculos con esta gran misión-consolación.

Miramos nuestros misioneros ancianos y jóvenes, miramos nuestras opciones y servicios, miramos nuestras zonas y sus desafíos misioneros.

Miramos lo nuevo y lo viejo, lo que llama y renueva. Miramos lo que revitaliza y reestructura.

Miramos la consolación y miramos la misión.

¿Y tú que has mirado en el Padre Allamano?

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