Dimensión Misionera N° 341

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ISSN 0122-2333

“MÁS ALLÁ DE LA CRISIS” Nº 341 TPR148. CALLE 24C NO. 81-27. AÑO LVIII. ABRIL - MAYO, 2020


Misioneros de la Consolata Región Colombia

¿y, qué es lo que haré mañana?”

“¿Qué he hecho hasta el día de hoy? La Familia Misionera de la Consolata te ofrece acompañamiento es la búsqueda de respuestas en:

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¿Qué estoy haciendo hoy? Este hoy, cuando una cuarentena limita el contacto físico entre las personas del entorno y nos impone un límite, nos brinda la oportunidad de detenernos, de hacer un alto en la ajetreada rutina que nos dificulta pensar, llegar a una reflexión sobre lo que estamos haciendo con nuestras vidas. En este tiempo podemos llegar a un punto en el que uno mismo se pregunta:


EDITORIAL DIRECTOR P. Salvador Medina,IMC EQUIPO DE REDACCIÓN P. Salvador Medina, IMC y Francisco Martínez CORRECCIÓN DE ESTILO P. Salvador Medina, IMC COLABORARON EN ESTE NÚMERO Portada: “Más Allá de la Crisis“ Guillaume Legros - Saype y Luis Miguel Modino - Religión Digital FOTOS Archivos IMC, MC y LMC, Archivo Pastoral Afro, Archivo Revista Digital, Archivo Aguapanelzo y Cathopic DIAGRAMACIÓN Y ARTES: DISEÑO Francisco Martínez edfranmarlop@gmail.com IMAGEN Y FOTOMONTAJES Francisco Martínez edfranmarlop@gmail.com VERSIÓN DIGITAL Francisco Martinez VERSIÓN IMPRESA Panamericana Formas e Impresos S.A. REVISTA EDUCATIVA CULTURAL DE LOS MISIONEROS DE LA CONSOLATA Calle 24 C No. 81 – 27 Barrio Modelia Teléfonos: 295 62 51 - 295 63 73 PBX 429 65 11 – Fax 263 14 72 Bogotá - Colombia Año: 2020 No. 341 Abril - Mayo 2020 ISSN 0122-2333 Reg. Propiedad Intelectual No. 002797 Tarifa postal reducida No. 148 Servicios Postales Nacionales S.A. Correos de Colombia Vence: Diciembre 2020

www.consolataandina.org dimisionera@gmail.com

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“TIERRA SIN MAL”

En tiempo de pandemia planetaria

“En mayo de 1912, en un pantano a orillas del río Tietê, Curt Unkel Nimuendajú encuentra a un pequeño grupo de guaraníes que llega desde Paraguay. Diezmados, enfermos, hambrientos, con adornos labiales, arcos y flechas, estos “auténticos indios de la selva” que chapucean a duras penas el castellano: “Querían atravesar al mar en dirección el este, y tal era su confianza en el éxito de ese plan que no se podía hablar de otro asunto con ellos”. Ante tal convicción, Nimuendajú decide acompañarlos; recorren 70 km en tres días y finalmente acampan a orillas del mar. Tras una noche de lluvia torrencial los guaraníes quedan abatidos, ensimismados, perplejos ante la inmensidad del océano, sumidos en la frustración y en la impotencia. Tras varias discusiones y algunas ceremonias rituales, Nimuendajú logra convencerlos de asentarse en la rica reserva indígena de Araribá. Pero ellos pronto desempolvaron sus antiguos planes de migrar allende los mares en pos de la redención” (Diego Villar, La tierra sin mal…, 2014). Traigo este mito tupí-guaraní, mito amerindio, leyenda cultural o meta explícita de la nueva constitución política del Estado Plurinacional de Bolivia, como clave de lectura y marco de interpretación para los amigos de la Revista Dimensión Misionera que, reciben la primera edición de este año 2020 en plena pandemia planetaria y en formato digital, buscando llegar a todos los que siguen trabajando y estudiando desde la casa. Espero que encuentren momentos de solaz (placer, entretenimiento y descanso) todos los que, como el amigo Ricardo siguen “trabajando desde casa, una acción más estresante y agotadora que cuando se realiza el trabajo normal”. Aquí podrán encontrar: a) lecturas e interpretaciones de este tiempo extraordinario, b) iluminaciones espirituales, vivenciadas durante estos días, tratando de pasar de la cuaresma (cuarentena) a la Pascua, vida humana, económica y espiritual (recreada más allá del sepulcro del confinamiento) y, c) exhortaciones y propuestas para continuar existiendo, con o sin COVID 19, con la certeza que “no todo está pedido”. Así como los guaraní, para salvarse del apocalipsis, se movían entre varias opciones: a) confiar en sus chamanes pajés y en su variado arsenal de recursos mágicos, danzas y cantos; b) considerar la posibilidad de retomar el viaje hacia la Tierra Sin Mal, donde los cultivos crecen solos, la fiesta es eterna y no existe la muerte, aunque “Las opiniones de los pajés competentes divergieran un poco respecto al lugar donde debe ser buscado este paraíso”: para algunos había que seguir los pasos del héroe mítico Guyraypotý tras el diluvio universal (ayunar, cantar, bailar hasta que el cuerpo se vuelva tan ligero que pueda ascender hasta el cielo); para otros, en cambio, la Tierra Sin Mal podía encontrarse en este mundo, y más precisamente en su centro, donde el héroe Ñanderuvuçú había construido su casa en los tiempos primordiales; finalmente, la opinión más difundida, había que ir “al este, más allá del mar”, destino final “donde no se muere”, una meta que también se puede alcanzarse en esta vida. Importante era ponerse en búsqueda para no caer en una resignación derrotista, pues aunque hubiera habido “algún error” siempre sigue en pie la ilusión de llegar a la Tierra Sin Mal (Nimuendaju, 1987 (1914), cap. 5). P. Salvador Medina,IMC dimisionera@gmail.com


Dimensión Misionera Sumario

Sumario 5 6 8 9 10 16 16 18 19

"Ver la vida

desde otras vidas" La revista y sus lectores agradecen su colaboración en: Banco de Bogotá cuenta de ahorros: Nº 023019078 A nombre de : INSTITUTO DE LA CONSOLATA Más Información dimisionera@gmail.com DIMENSIÓN MISIONERA | 4 | JULIO - SEPTIEMBRE 2017

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El virus no tiene la culpa no todos son iguales Ver la vida desde otras vidas Un día en mi misión médica Espiritualidad de consolación en tiempos de pandemia “Del aislamiento al encuentro” Por si se nos olvida… Tuve que ver lo que jamás pensé que me tocaría ver Economía integral y holística, pertinente y urgente Entre el rico epulón y el pobre Lázaro Dos realidades que nos interpelan País pequeño, corazón grande Monseñor Belarmino Correa y los paradigmas de la Misión entre los Indígenas Coronavirus, entre la Confianza y la Sospecha “Un dilema para los pueblos” Testigos de la pascua 2020 La creación “gime y sufre dolores de parto”(Rm 8,22)

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Ser y convivir Crónica de un viaje misionero con el coronavirus entre América y África Cuarentena: ¿Y los de la calle qué?

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“Discípulos misioneros, con calor de hogar”

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Cuando la semilla germina Venezuela: emergencia nacional por la vida

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El silencio en época de cuarentena Vocación, dirección y sentido


Altibajos

El virus no tiene la culpa no todos son iguales

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n estos días en los cuales el mundo se ha paralizado por un enemigo invisible, todos los ojos se han puesto en aquellos seres, los cuales no pueden percibirse a simple vista, con los que cada una de las personas que habitamos el planeta tierra convivimos a diario. Los microorganismos son seres tan pequeños que algunos están compuesto por una única unidad vital denominada célula, es decir, una sola célula compone todo un ser, mientras otros, como los virus, ni siquiera alcanzan a serlo. Son tan solo un fragmento de ADN en búsqueda de una sola célula para replicarse, a diferencia de nosotros que necesitamos miles de ellas para formarnos. En este gran grupo de microorganismos encontramos las bacterias, los virus, protozoarios, levaduras y mohos, los cuales se distribuyen a lo largo y ancho del globo terráqueo, inclusive habitando nuestro propio cuerpo. Para muchos es común pensar que los microorganismos son algo malo. Con frecuencia se asocian con generar enfermedad en los seres humanos y animales, tales como la tuberculosis, leptospirosis, VIH, entre otras. Sería mentira negar que algunos de ellos son los responsables de ocasionar severos perjuicios a la salud, pero también es importante resaltar los grandes beneficios que han traído a lo largo de la historia a toda la humanidad.

Un gran ejemplo de que no todos los microorganismos son malos es el de las levaduras, ya que estos seres microscópicos son uno de los componentes más importantes para la elaboración de unas de las bebidas más codiciadas alrededor del mundo, la cerveza. También encontramos otro grupo de aliadas, que son las bacterias ácido lácticas, realizan un gran aporte a la industria de los lácteos, que nos permiten consumir hoy en día productos tales como el queso, la mantequilla y el yogurt. Como ya lo hemos mencionado anteriormente, nuestro cuerpo es uno de los lugares más habitado por los microorganismos. ¿Sabías que hay más bacterias en nuestra boca que personas en el mundo? Cada uno de nosotros cuenta con un grupo diverso de estos seres que se denomina microbiota, compuesta por alrededor de 37 mil millones de microorganismos, los cuales pueden llegar a pesar alrededor de 2 kilogramos y son tan únicos para cada individuo que la mezcla de nuestro sudor con las bacterias de la piel, es la que da el olor característico a cada persona. Así que podríamos decir que es nuestra propia huella dactilar en el mundo microscópico, irrepetible. Pero esta microbiota no está de adorno en nuestra boca, piel, intestino, entre otras partes

de nuestro cuerpo, esta desempeña un papel muy importante para nosotros ya que todo el tiempo está cuidándonos, junto con nuestro sistema inmune, de microorganismos patógenos. Además no solo cumple funciones de defensa en nuestro cuerpo, también contribuyen al metabolismo intestinal y a una maduración del mismo, como lo hacen las bacterias del tracto digestivo. Y por si fuera poco, se cree que estas tienen mucha más influencia sobre nosotros de lo que se tenía pensado. Actualmente, científicos se encuentran realizando estudios sobre el cómo la microbiota intestinal podría influir en el comportamiento de las personas. En conclusión, no podemos darle una connotación netamente negativa o tildar de causantes de enfermedad a todos los microorganismos que conviven junto a nosotros en la tierra, debemos comprender que las asociaciones con estos son los que nos han permitido sobrevivir y que estos siempre han estado y estarán durante toda nuestra estadía en el planeta tierra. Así que la búsqueda debe encaminarse en comprender su relación con nosotros, para poder lograr un equilibrio entre los seres humanos y el mundo microscópico. DM Por: María Isabel Garcia Álvarez

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Mirar Misionero

Ver la vida desde otras vidas Un día en mi misión médica

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Fotos: Divulgación

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manece un nuevo día, solo dar gracias a Dios por este momento es maravilloso. Ya de hecho, siento nueva fuerza para continuar… Y me pregunto, ¿qué pasará hoy?, ¿qué debo hacer?, ¿cuál tarea me ha puesto Dios en mi camino? Sin reflexionar mucho porque el tiempo corre tan de prisa, pues llega el momento de salir de mi casa, dejar a los míos con cierta angustia y temor, al mismo tiempo que siento una fuerza que me empuja a cumplir mi misión. Salir y enfrentar las calles solas, ver una ciudad paralizada, no ver ni el 5% del tráfico que a diario solía ver, no encontrar trancones. Al llegar a mi sitio de trabajo, en una clínica, está el otro contraste: lo primero que veo es que el parqueadero está lleno, no hay casi espacios libres; encontrar gente por todos lados haciendo filas, esperando atención, en fin… Eso me genera una sensación de angustia, pues si tantas personas necesitan ayuda y tienen que salir en esta situación de cuarentena, por la pandemia, es porque, considero, que realmente su necesidad es muy importante. Esto significa que la vida no para aquí. No se puede congelar a las mentes de los humanos, no se pueden controlar las emociones o los sentimientos, ni mucho menos sus necesidades primordiales. La vida continúa para cada cual a su manera, a su estilo y a sus condiciones… No estábamos preparados para atender este tipo de emergencia sanitaria. Nunca imaginamos esta situación o condición de vida que ha cambiado a todos, en el mundo entero, los hábitos de relacionarnos, de manejar nuestra vida tal como estábamos acostumbrados. Me viene, entonces, la segunda pregunta, la cual me hice al despertar, ¿qué debo hacer?. Eso significa que ha llegado la hora del llamado de Dios a cuidar la vida, la de todos los seres humanos, la de mi familia

y la mía propia. En este instante llegan las palabras del Santo Papa Francisco, en donde nos impulsa a seguir adelante siendo buenos Samaritanos. Esta es una oportunidad de oro que nos brinda la vida para demostrar que nacimos para luchar por la vida misma, que trabajamos con una gran vocación, por encima de las injusticias laborales para muchos, que debemos ser firmes al juramento hipocrático, debemos asumir la situación con valentía, para salir adelante, en equipo, teniendo como cabeza a Nuestro Señor Jesucristo, a nuestra madre María, al Arcángel San Rafael, y a todo un cuerpo de servicio integral que conforma el personal de la salud: colegas médicos, enfermeras, terapeutas, bacteriólogos, farmaceutas, secretarias, personal administrativo, personal de alimentos, de servicios generales y vigilantes. Todos y cada uno somos profesionales en nuestra área, cada uno presta su servicio a la comunidad de manera directa o indirecta, pasando de su miedo a su valentía, de su familia a su trabajo, de su condición de ser humano a ser trabajador, fortalecido por su fe o creencia en un Dios Salvador, que nos proteja a cada instante de no quedar infectados por el enemigo invisible a nuestros ojos, pero que en cualquier parte puede estar y generar enfermedad, a veces irremediable, a veces curable y en algunas ocasiones de pronóstico incierto, ya que no lo conocemos. Por eso mismo, tenemos que entender que, en realidad, somos seres humanos. Quizá, es cuando más frágiles nos podemos sentir, al vivir el miedo al que nos enfrentamos día a día. Pero, teniendo en cuenta el Don de la vida que nos dio nuestro Padre Dios, la misión, la vocación, las oraciones poderosas que nos ofrece la Iglesia y el Santo Papa Francisco, a favor


Mirar Misionero de nuestra propia vida para salvar a otras vidas, entiendo qué es lo que debo hacer y de seguro, gracias a esta pandemia del Coronavirus, se estará conformando una sociedad más solidaria y más humana. Ahora viene a mi cabeza, nuevamente, la tercera pregunta, ya en mi puesto de trabajo, ¿cuál tarea ha puesto Dios en mi camino? Sin una respuesta directa de Él, viene a mí la palabra: “SERVICIO”. Cuando lo aprendí, hace varios años, entendí que en el servicio es importante no distinguir a quién voy a servir. Solo hay que servir como Dios lo ha hecho con nosotros, así como lo dice en las Sagradas Escrituras. Existen

muchos pasajes en la Santa Biblia, donde se habla de la sanación de Dios a los enfermos, a los leprosos, a los sordos y tartamudos, a los paralíticos. Su misericordia es tan infinita que en la sanación nos perdona nuestros pecados, nos muestra su inmenso corazón y nos enseña que la enfermedad es un proceso de sanación de nuestro cuerpo, mente y alma, en el que sólo Él nos puede liberar y formar mejores seres humanos. Esto desencadena que nosotros, los trabajadores de la salud, no somos más que un instrumento de Dios que debemos trabajar para su servicio. Es Él quien en realidad Sana a los pacientes y ésta sanación

En fin, no vale la pena preocuparse sino ocuparse del hoy, del momento, del ahora. Así me queda más claro ver la vida desde otras vidas, desde otros horizontes.

Por: Doctora Adriana Marcela Mendoza Herrera

va ligada a la fe de cada ser humano y a la convicción de buscar su salvación. El servicio también se presenta como una forma de las leyes de la vida: el dar y recibir. No quedarme con lo que he recibido de información, conocimiento, ciencia y/o entrenamiento al estudiar mi carrera de medicina, sino ponerla al conocimiento, funcionamiento y servicio de cada paciente, de forma individual. Resolviendo, así, cada uno de sus problemas, con la mejor decisión. Siempre para salvaguardar sus vidas, siendo luz para cada uno de ellos. Al final del día, vuelvo a mi primera pregunta y reflexiono, ¿qué pasará hoy? Pues el hoy ya sucedió, ya viví lo que debía vivir, ya solucioné lo que debía solucionar, ya realicé las tareas que debía realizar. Es ahora cuando, por fin, entiendo para qué Dios me puso en esta misión. En fin, no vale la pena preocuparse sino ocuparse del hoy, del momento, del ahora. Así me queda más claro ver la vida desde otras vidas, desde otros horizontes, de entender porqué y para qué tantas horas de estudio y práctica, de centrar mi vida en el servicio a los demás, poniendo todo mi esfuerzo, dedicación, entrega y mi corazón como misionera de Dios. De esta manera el recibir solo está en la satisfacción personal de haber cumplido con el trabajo realizado; el cansancio, en cierta manera, se vuelve muy gratificante y recordar todos aquellos agradecimientos de personas extrañas, que fueron mis pacientes a los que pude dar una luz, una expresión de ánimo y una voz de aliento, no tienen precio. Definitivamente, el hecho de volver a casa y estar con mi familia, poder compartir con quienes amo, (familiares y amigos, así estén lejos o cerca), ya es una gran felicidad en mi corazón. Así puedo alabar a Dios y a nuestra madre María para darles las gracias por este día y por la paz y tranquilidad que me dejó el deber cumplido. Igualmente entiendo que el mañana llegará cargado de su santa voluntad y con la misma fuerza de seguir adelante en nuestro camino. Gracias a Dios!.DM ABRIL - MAYO 2020 | 7 | DIMENSIÓN MISIONERA


Espíritu Misionero

ESPIRITUALIDAD DE CONSOLACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA

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Fotos: Archivo IMC- Colombia

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l texto del llamado segundo Isaías con que comenzamos este artículo, tiene por objetivo ayudarnos a contextualizar el hoy de la misión y en medio de la pandemia Covid-19 encontrar los nuevos desafíos para la misión y la espiritualidad de la consolacióncompasión. Antes de todo, clarificar que el momento que estamos viviendo tiene nombre propio: incertidumbre. Sí, nos encontramos como el pueblo de Israel en el exilio y también en el momento de regresar a Jerusalén. El exilio fue fruto de una invasión y el pueblo y los deportados se encontraron en la incertidumbre, sin tener claridad de qué estaba aconteciendo y por qué esto les estaba pasando a ellos. Fue la misma sensación que vivieron los israelitas al momento de la liberación babilones; un regreso que requería organización, iluminación y memoria para no perderse por el camino, orden para poder cantar de nuevo los cánticos de Yahvé. Sí, hoy para la humanidad no es muy diferente, también para nosotros misioneros no es tan claro lo que nos corresponde hacer en este momento de incertidumbre. El manto de incerteza se da por diversos motivos: nos preguntamos cuál es el origen de la pandemia y nadie tiene respuesta fehaciente, pues son diversas versiones que se disputan la veracidad del origen de la pandemia: guerra bacteriológica y por tanto fabricación en laboratorio; otros prefieren hablar de radio 5G para decir que el organismo humano se resiste a la alta tecnología que la Huawei y la Vodafone están instalando en todo el mundo y hay quien junta todo para decir que esto es fruto de la guerra entre las potencias por un nuevo orden y dominio geo-político. Para la humanidad, este momento no deja de ser una gran marea de incertidumbre, pues nos

Consuelen, dice Yahvé, tu Dios, consuelen a mi pueblo. Hablen a Jerusalén, hablen a su corazón (Is. 40. 1-2ª) encontramos confinados en nuestras casas, apartamentos y sin saber ¿hasta cuándo? no hay una idea clara de cuándo van a descubrir la vacuna contra el este coronavirus e, inclusive, nos preguntamos si un día vamos a poder regresar a la actividad normal que teníamos antes del brote de la pandemia. En medio de esta situación y como misioneros nos preguntamos: ¿Cómo ser señal de consolación-compasión en esta situación? Es evidente que todo ha cambiado y que mucho de nuestro modo de ser y hacer tendrá que cambiar. Tenemos que adaptarnos a un mundo de cambios en el ritmo de vida, en los criterios de acción, en las prioridades existenciales, en la dinámica de la convivencia social. También el modo de ser iglesia y los métodos de evangelización van a tener que ser recreados; esto, si no queremos perder el tren. Así que también para nosotros misioneros y como misioneros de la Consolata se nos exige novedad; ¿qué tipo de novedad? Ciertamente nadie tiene respuesta a la pregunta; aquí sólo queremos lanzar unas pautas de lo que podría ser una búsqueda en común para vivir la consolación-compasión en medio de la pandemia.


Espíritu Misionero

Renovar la dimensión profética de la consagración religiosa: El texto del profeta Isaías con que abrimos esta reflexión nos imprime justamente, el deseo de un renovado empeño profético. Este es tiempo del Espíritu y por lo tanto de profecía. Tenemos que “desencasillar” nuestro modo de ser iglesia, nuestra manera de vivir la misión. Este es entonces tiempo para la creatividad, fruto del movimiento que suscita el Espíritu de Dios en cada uno de nosotros.

Vivir el encanto de la memoria:

La incertidumbre del momento presente puede hacernos caer en la confusión y el caos y esto sería lo peor que nos pueda acontecer. Para nosotros misioneros este es tiempo de memoria, así como los profetas del póst-exilio que supieron iluminar la mente y el corazón del pueblo de Israel para superar el atormentado período babilónico y volver la mirada hacia Jerusalén; también para nosotros resulta prioritario dar luz al corazón de la humanidad para no perder el horizonte de nuestro existir: el Reino de Dios.

Creatividad apostólica,

Aceptando, como decíamos más atrás, que este es tiempo del Espíritu, entonces, guiados por Él, renovemos nuestro método apostólico. Valga al respecto la fábula del mosquito: una vez un mosquito sediento pasó por la cocina de la casa y en la mesa encontró un vaso con un poco de leche, el mosquito descendió y contento bebió hasta su satisfacción, cuando fue a salir se percató que el pequeño espacio no le permitía emprender el vuelo, razón por la cual comenzó a mover sus patas y alas hasta que logró hacer crema y así por la pared del vaso logró llegar al borde y volar. Ocho o quince días después, el mismo mosquito, volvió a pasar por la misma casa y sediento como estaba penetró en la cocina y encontró de nuevo el vaso, pero esta vez no tenía leche, su contenido era agua; como la vez anterior, bebió hasta la saciedad y cuando fue a salir del vaso se encontró con el mismo impedimento de la vez pasada, reflexionó un momento y volvió al método anterior: mover las patas, las alas, pero esta vez no logró hacer crema, pues el agua no se comporta como la leche y así el mosquito murió ahogado en medio vaso de agua. La fábula nos enseña a procurar lo que es esencial. No se puede pretender responder a los problemas de hoy con el método que utilizamos para responder a los problemas de ayer. Por esto en cada contexto tenemos que ser creativos en el método y actividades apostólicas, saber hacer uso de la tecnología para que en cada casa haya una iglesia y la humanidad no se pierda de lo que es esencial para su vida: Jesús y su propuesta del Reino de Dios.

Servidores de la humanidad

Viendo este un tiempo del Espíritu, se convierte para nosotros en un momento muy especial para renovar nuestra vocación de servicio a la humanidad. El aislamiento social en que nos encontramos tenemos que considerarlo como una pedagogía para aprender los nuevos modos de vida que tendremos que tener en el período que viene, el de la convivencia con la pandemia. Por esto, como al tiempo de las primeras comunidades cristianas, hoy tenemos de nuevo la oportunidad de volvernos promotores de la compasión-misericordia como estilo vida y de misión. En este tiempo, la caridad tendrá que ser nuestro plan bandera; ella promueve la unidad entre todos y permitirá que nadie pase necesidad, así como aconteció a los primeros cristianos de Jerusalén. Promotores de un amor ecológico, De un tiempo para acá se viene hablando continuamente de la necesidad de cuidar la casa común; la pandemia nos ha ayudado a descubrir de nuevo los pececitos en el mar, los pájaros en los árboles y la urgencia de cuidar lo que es de todos. Como misioneros de la consolación-compasión tenemos el imperativo moral de generar espacios e iniciativas de educación ecológica del pueblo de Dios y de gestos concretos de cuidado de la ecología. Ecología y espiritualidad son un binomio que nos debe comprometer en nuestro ser y hacer como misioneros de la Consolata..DM Por: P. Alvaro López V., IMC ABRIL - MAYO 2020 | 9 | DIMENSIÓN MISIONERA


Confrontar Misionero

“DEL AISLAMIENTO AL ENCUENTRO”

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Por si se nos olvida…

as palabras casa – calle que emergen de los textos que a diario vamos leyendo y escuchando en internet, prensa, revistas o radio durante estos meses, presentan una fundamental unidad: ellas son presentadas como “el lugar del cuidado”. La articulación semántica entre casa y calle en su unidad fundamental, como “lugar del cuidado”, sumerge nuestra reflexión en la dialéctica entre lo abierto y lo cerrado, entre el calor de la casa y el frio de la calle, entre lo privado y lo social, entre la intimidad y lo público. Realidades estas que se develan profundamente fecundas de significado para captar las enseñanzas desde los sentidos profundos y, no solo las apariencias, del momento por el que la humanidad está atravesando, en esta pandemia causada por el coronavirus. Un primer acercamiento al sentido que los varios textos abren, lleva a comprender que, aparentemente, la casa es el lugar físico separado, distinto, contrario a ese otro lugar físico, la calle. La palabra lugar, sin embargo, en este contexto, va más allá del perímetro conformado por paredes y techo, o por metros y espacios, fuera de la casa. Es decir, lugar, tiene una connotación existencial, como aquel espacio que siendo distante, separado, me brinda una situación contraria a aquella que encontraría en el otro lugar, fuera de..., separado de..., que es la calle. Hay una clara tensión entre salvaguarda y amenaza, correspondiente al hecho de quedarse en la casa, que genera seguridad, y salir a la calle, alejarse de la casa, que genera peligro-riesgo. El encuentro con lo que está allá, el ir “al encuentro del otro” o de lo otro, atravesando las fronteras de la casa, es percibido como amenaza, peligro, muerte. Esta manera de comprender el cuidado, en el fondo, puede sumergir en el individualismo y la misma soledad, en la sospecha, en el ser

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escéptico, cauteloso, prevenido de frente al otro, que es presentado como la amenaza y el peligro, afectando profundamente las relaciones entre las personas y dificultando el vivir juntos. La tensión casa – calle, que aparece en los textos, se resuelve a través de la prohibición angustiosa de no salir, de no abrir, de no encontrar al otro o a lo otro, reforzando el aislamiento, el encierro. Ante este requerimiento, sin desconocer la realidad de peligro y amenaza que existe en la calle, se impone la necesidad urgente de ofrecer instrumentos pedagógicos que nos ayuden a “salir” del aislamiento, sin ignorar la enseñanza abismal y trascendente que esta experiencia de encierro nos está dejando. Para comenzar, la casa es centro de la existencia pues cuando el refugio es seguro, la tempestad es buena, es decir, afuera la tempestad

del cosmos como aquella de la vida puede ser fuerte, impetuosa, destructora, amenazante, lo que hace que la casa sea más cálida, más dulce, más amada. Aumenta el valor de la habitación de la casa, aumenta la intensidad de todos los valores íntimos. Sin embargo, esta experiencia fundamental y originaria de la casa como la gran cuna dulce y amada, donde se recibe el calor primero, es presentada en los textos como opuesta a las experiencias en que el ser es lanzado fuera, puesto a la puerta, fuera del ser de la casa, circunstancia en que se acumulan la hostilidad de los hombres y la hostilidad del universo (Bachelard, 2000). No obstante, al otro lado de mi puerta está el otro, que se constituye en la condición de posibilidad de mi existencia (Levinas, 1991). Una alteridad que en la responsa-


Confrontar Misionero bilidad se hace constitutiva de mi propia identidad (Ricoeur, 2006b). Esta responsabilidad es lo que de manera exclusiva me incumbe y que, humanamente, no puedo rechazar, pues la alteridad del que esta de frente a mí mismo, hace parte de mi propia identidad. De frente al aislamiento preventivo y obligatorio, decretado a causa de la pandemia del COVID 19, las anteriores reflexiones nos retan a develar el sentido profundo de las circunstancias que nos acompañan. Es por ello por lo que la tensión casa – calle merece un profundo análisis develador de sentidos que nos orienten y guíen, no sea que perdamos el camino y terminemos agravando la evidente autodestrucción en la que la humanidad parece haber caído inexorablemente. Contrario al sentido del cuidado como “evitar ir al encuentro con el

otro” que está allá en la calle, Emmanuel Levinas (1993), centrando su interés en la dimensión ética, propone el encuentro cara a cara con el otro, como el espacio ético del cuidado de sí mismo, del otro y de lo otro. Se trata de la construcción de la propia subjetividad desde un yo que, concretamente, es un ego que se constituye desde el alter-ego y que es, sin duda, único, pero que es único por su elección responsable respecto de otro ser humano. Es la inversión del en-sí y del para- sí, del cada cual para - sí mismo, en un yo ético, que exalta el para-otro (1993, pp. 245-250). En otra de sus obras Levinas (1991) presenta “la responsabilidad para con el otro, que es intransferible, como la estructura esencial, primera y fundamental de la propia identidad” (1991, p.98) puesto que desde el mismo momento en que el

otro me mira, yo soy responsable de él. Por esto, su responsabilidad me concierne, me incumbe. El otro no es prójimo para mí, simplemente en el espacio, sino que se aproxima a mí, en tanto yo me siento responsable de él. Para Levinas el otro es en mí como yo soy en el otro. Es más, en el abrir o cerrar la puerta (Bachelard, 2000, p.72) a quien está del otro lado, el ser humano se juega la propia autonomía o dependencia. Se reconoce que, para el estudiante, pero igualmente para el docente, para los padres de familia y para la misma sociedad, puede resultar difícil y en ocasiones imposible, abrir la puerta a un entorno que, por formación temprana en los primeros años de vida o por circunstancias incontrolables, le resulta amenazante, contrario, peligroso. En los textos analizados, el encuentro con el otro, o con lo otro, que está allá, en la calle, se presenta como lo que se debe evitar, pues es un peligro y, posiblemente, la muerte. Esto provoca angustia, lucha interior, desequilibrio, pues es allá, trasgrediendo las fronteras de “la casa”, donde está “el otro” que me atrae, que me interpela y da sentido a mi libertad, a mi propia existencia (Heidegger 1995). Cuando por cuidado se comprende, el no exponerse, el protegerse, el defenderse, el aislarse, el cerrarse, separando lo de aquí que guarece y lo de allá, el desconocido que amenaza, se está labrando el aislamiento, el individualismo y, con él, se está anulando la posibilidad de la propia subjetividad, de la propia identidad e incluso de la verdadera existencia: “el encuentro con el otro”. La pedagogía del cuidado promueve que la experiencia fundamental y originaria de la casa, que es también la escuela, donde se recibe el calor primero (Bachelard, 2000), se convierta en el trampolín desde donde el yo se lanza para ser sí mismo, en el encuentro con el otro (Levinas, 1991), que está más allá de las fronteras de la casa. La experiencia de ser colocado a la puerta, aunque intimida y amenaza, es tan fundamental como recibir el calor primero. DM Por: P. Francisco Pinilla C. IMC. ABRIL - MAYO 2020 | 11 | DIMENSIÓN MISIONERA


Reflexionar Misionero

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uando empezó la pandemia de Covid19 en el norte de Italia… yo acababa de pasar por ahí, en donde vive mi familia, para ir a la ciudad de Roma y participar en el curso, organizado por el Instituto de los Misioneros de la Consolata, para los misioneros que, como yo, estaban próximos o habían celebrado 25 años de ordenación. Mientras aumentaban y aumentaban y aumentaban los contagios y, también, las víctimas, tuve que ver cosas que nunca me había imaginado tener que ver en mi tierra… la cuenta de muertos, semejante solo a los que fallecieron en las dos guerras mundiales. El sistema sanitario colapsado en cuestión de días. Los enfermeros y los médicos llorando y diciendo que tocaba escoger entre a quién tratar de salvar y quién dejar morir en casa. Los ataúdes arrumados a la espera de la cremación. Las rebeliones en las cárceles. La crispación política crónica que padece el país, como buscando aprovechar las ventajas electorales de la pandemia. Las máscaras de la Unión Europea que se caen, dejando entrever claramente para quiénes ellos trabajan… Los tardíos y torpes intentos de lifting, junto con

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Fotos: Juan Antonio Sozzi

Tuve que ver lo que jamás pensé que me tocaría ver

la solidaridad de los que menos esperábamos, como los militares rusos, los médicos de cuba, los jóvenes de la comunidad islámica, las ONG tan vituperadas, para intentar salvar las vidas de los desesperados que intentan superar la frontera del Mediterráneo. Los cielos limpios, la primavera más primavera que nunca, los jabalíes paseando por los parque en las ciudades, los delfines retomando las aguas de las dársenas de los puertos más contaminados. También tuve que ver las iglesias cerradas, la semana Santa online, los curas muertos, la resurrección anunciada como una palabra de esperanza que hay que llevar por canales inéditos e improvisados, casi que una reforma litúrgica a las malas. Los funerales que no se hacen; el obispo de Bérgamo que entrega algo así como el ministerio de la reconciliación al personal sanitario, los únicos que pueden acercarse a quienes ya se despiden sin la consolación de los sacramentos, ni la cercanía de los familiares… y todo esto sin necesidad de sínodos o reuniones eclesiásticas, que levantan ampollas siempre que se plantee cualquier práctica nueva.

Es muy complicado decir en pocas palabras la vivencia de estos días atropellados y, tal vez, sería injusto y poco respetuoso con las personas que perdieron la vida decir que, aunque de mala manera, el virus fue casi una bendición… Pero ¿no tendremos tal vez algo que aprender de todo este desbarajuste? Ciertamente, la experiencia de Covid19 tiene que AYUDARNOS A

Los cielos limpios, la primavera más primavera que nunca, los jabalíes paseando por los parque en las ciudades, los delfines retomando las aguas de las dársenas de los puertos más contaminados.


Reflexionar Misionero SER HUMILDES, ya que pudimos ver como un virus nos ha puesto de rodillas. Exactamente un virus, situado en la frontera entre seres vivientes y seres inanimados, una forma de vida tan elemental que necesita para poderse reproducir de la colaboración de otros sistemas biológicos más complejos a los que en ocasión, y sin quererlo, enferma y mata. Si las cosas están así, deberían de terminar los delirios de omnipotencia, propios del pensamiento único o de sistemas políticos populistas y neoconservadores, en donde el eslogan más repetido dice *** first, primero América, primero Colombia, primero (y acá cada cual suele poner lo que más le preocupa). Ese “primero***” es un discurso simple, persuasivo, fácil de votar… pero hay que mirar bien quienes son los primeros, no nos vaya a pasar lo del evangelio, cuando los que pensaban ser primeros terminaron siendo los últimos. Lo están viendo claramente los habitantes de Estados Unidos que descubrieron que en el altar de la producción, que no se puede detener, y del sistema, que no se puede parar, unos tantos, casi siempre sacados de las clases menos favorecidas, pueden ser sacrificados para lograr la inmunidad que llaman de grey o rebaño, que es una especie de “salvase quien pueda” o, mejor, sálvese el que tiene con qué salvarse. En estos días Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), declaró que todas las estrategias de desarrollo implementadas en el subcontinente americano están agotadas y no sólo eso, sino que además se fracasó en todas ellas ya que la cultura del privilegio ha naturalizado la desigualdad y concentrado la riqueza en pocas manos. El Covid19 debería también enseñarnos que no estamos solos en este planeta y que la supervivencia del mismo es necesaria para garantizar nuestra propia supervivencia y calidad de vida. La defensa de la casa común -Pacha Mama como la llaman los indígenas Kechwa- se vuelve una urgencia cada día más necesaria, porque ya pudimos ver las consecuencias de una explotación desmedida, alocada, insoste-

nible y miope. Nosotros dejamos de respirar bien y respiraron los ecosistemas; dejamos de movernos y se movió la naturaleza, dejamos de contaminar y el cielo se limpió. Una frase que en Italia animó los primeros días de la pandemia y se leía en cartulinas y sábanas pegadas en las puertas decía: “tutto andrà bene”… todo irá bien. De pronto no la podremos seguir diciendo, si no somos capaces de volver al camino sin preocuparnos, oportunamente, que efectivamente todo irá bien… pero no solo para nosotros, sino para cada ser animado e incluso para todo cuanto sustenta nuestro existir y coexistir en este mundo, que estamos envenenando poco a poco. La conclusión de esta reflexión creo que se la podemos dejar al papa Francisco que, concluyendo su homilía en el domingo de la divina misericordia decía: En la prueba que estamos atravesando, también nosotros, como Tomás, con nuestros temores y nuestras dudas, nos reconocemos frágiles. Necesitamos al Señor, que ve en nosotros, más allá de nuestra fragilidad, una belleza perdurable. Con Él descubrimos que somos valiosos en nuestra debilidad. (…) Hoy el anuncio más hermoso se da a través del discípulo que llegó más tarde. Sólo él faltaba, Tomás, pero el Señor lo esperó. La misericordia no abandona a quien se queda atrás. Ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí. Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad. DM Por: Juan Antonio Sozzi, IMC ABRIL - MAYO 2020 | 13 | DIMENSIÓN MISIONERA


Economía Misionera

Economía integral y holística, pertinente y urgente

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Foto: Divulgación

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laramente la incertidumbre sobre los efectos a la sociedad del COVID-19 son innumerables. Desde el inmenso reto que nos trajo en materia de cobertura y calidad en salud, la seguridad alimentaria, y la inmensa responsabilidad de volver a levantar al aparto productivo y de desarrollo del país; el COVID-19 nos debería sentar entre lo pertinente y urgente para el desarrollo de la economía y por ende de la misma sociedad. Sin mucha información y bastante incertidumbre se empieza a visionar un panorama en donde las decisiones serán las acciones que marquen la diferencia para lograr el balance de la correlación entre la economía, la vida, la sociedad, y en efecto el desarrollo y crecimiento del país. Este tiempo, es un buen espacio para reflexionar en que cambiará la conducta del ser humano en materia económica, entendiéndose como escenario de construcción social, y de desarrollo integral del mismo ser; así como la consolidación y liderazgo de las instituciones. En función de la conducta del ser humano, es pertinente reflexionar sobre el rol que jugamos en el mundo, cómo interactuamos tanto con el medio ambiente, los escenarios sociales, en conclusión, como deberíamos abordar el futuro y las decisiones de aquí en adelante en materia económica. Sí se entiende que la economía es la debida administración de los recursos y el mundo es la gran despensa de respectivos recursos, el ser humano encuentra una posibilidad y responsabilidad de evidenciar las decisiones de manera holística, para mejorar el uso de los recursos de aquí en adelante. Las decisiones de manera holística ayudan a mitigar los sesgos cognitivos que se tienen sobre la percepción del mundo. ¿Si hubiéramos sabido que el COVID-19 podía traer tantos efectos negativos, no nos hubiéramos preparado para ello? De

seguro sí. Más, sin embargo, nuestra memoria acotada por diferentes nociones del mundo, permite que nuestros mapas de información no sean bastante amplios para identificar posibles impactos negativos sobre nuestras condiciones de vida. Lo mismo sucede en las decisiones ligadas a la economía. Luego de la ya agobiante situación que se percibe en materia de pérdidas de empleos, de negocios, de empresas. La economía como fuente de ingreso y de sostenibilidad de la sociedad merece ser estudiada y atendida de manera pertinente y urgente. La crisis del COVID-19 demostró las desigualdades en oportunidades y capacidades para afrontar la misma crisis en muchos frentes. Luego también nos dejo el reto común de empezar a percibir la vida desde la integralidad, no solo desde la eficiencia, la maximización, y la competitividad. También demostró que la economía debería crecer de manera conjunta y sostenida en varios aspectos de la vida. En esta ardua tarea que queda por delante, la de reconstruir una sociedad sensibilizada ante las circunstancias naturales, la de mejorar el uso de los recursos, se debería enfundar una estrategia de empezar a crecer por las bases. Muchas veces se ha asegurado en los momentos de

crisis, erróneamente, que se puede crecer la economía desde el tejado, es decir desde las recomendaciones de política económica exteriores, pero habrá de preguntarse: ¿Qué líder sigue a alguien? En realidad, el crecimiento debería venir desde las capacidades internas de la nación, en especial de la explotación de su potencial y recursos, mucho más cuando el comercio internacional esta golpeado. Por ejemplo, la seguridad alimentaria y el fortalecimiento de la salud, dos sectores prioritarios en la pandemia, debería potencializarse desde las nociones del territorio y la capacidad de la misma sociedad hacia la resiliencia. En conclusión, la estrategia de crecimiento y desarrollo de la economía debería basarse a través de una visión holística de la sociedad. Esta integración debería analizar varios factores que influyen en la misma, de una marea correspondida de doble vía entre la sociedad y la economía, es decir que si se analiza todos los factores que pueden influir en la economía de aquí en adelante se puede identificar lo pertinente y urgente, podríamos con mucha seguridad prevenir posibles externalidades negativas provocadas por hechos similares a los ocasionados por el COVID-19.


Economía Misionera

La tarea será ardua en diferentes eslabones de la cadena productiva, más, sin embargo, es muy importante establecer una agenda y estrategia de crecimiento en donde se fortalezcan las capacidades productivas que se tienen. En primer lugar, así como en concordancia con Rostow, ya es de conocimiento general la capacidad que tiene Colombia con sus recursos primarios, se habló muchas veces que podemos ser una despensa del mundo, pues bueno, en este punto, la primera condición de despegue deberá ser potencializar el desarrollo agrícola. Esto da seguridad alimentaria. La segunda etapa es proteger la industria que tiene el país, así como las cadenas logísticas y de suministros. Dado que esto generará valor

La conducta del ser humano, es pertinente reflexionar sobre el rol que jugamos en el mundo, cómo interactuamos tanto con el medio ambiente, los escenarios sociales, en conclusión, como deberíamos abordar el futuro y las decisiones de aquí en adelante en materia económica

agregado al comercio, al mercado, y satisfacerá la demanda interna que no puede ser suplida por el comercio internacional, quien sufre también los efectos del COVID. El valor agregado y los recursos obtenidos en estas dos etapas deberán ser dirigidos nuevamente al eslabón de producción que permita la eficiencia, mejore la cobertura, promueva la competitividad y disminuya los precios. Según Rostow las etapas siguientes deberán ser el fortalecimiento tecnológico y el aumento del consumo masivo, ahí, luego entonces, habrá condiciones de despegue. Ahora bien, quizá es una visión básica, y la economía colombiana ya estaba en una maduración antes del COVID. Para lo que, siendo razonables, es una noción que motiva un rebalanceo al presupuesto ya

limitado del Estado en respectivos sectores, al menos en los dos próximos años. Lo anterior, para mantener la responsabilidad que ejerce la regla fiscal en el país. En línea de lo urgente e importante, lo anterior es la línea de tiempo, luego entonces también se deberán hacer intervenciones de manera intertemporal. Proteger el empleo que se tiene, es una buena decisión, crear empleos nuevos es una mejor decisión, y tecnificar el empleo para generar crecimiento, sí que es una excelente decisión. Esta tarea, en contradicción de la teoría neoclásica, y consciente que, aunque todos tengamos capacidades gracias a la libertad, deberá ser dirigida por un liderazgo fuerte que intervenga protegiendo y robusteciendo las condiciones de despegue. DM

Foto: Archivo imc - Colombia

A nivel Colombia

Por : Jorge Iván Cárdenas - Economista ABRIL - MAYO 2020| 15 | DIMENSIÓN MISIONERA


Ética Misionera

Entre el rico epulón y el pobre Lázaro sta parábola bíblica, que a lo largo de la historia ha sido estudiada para hablar de la riqueza y de la pobreza, del cielo y del infierno, la podemos leer en este tiempo de la covid-19, enfermedad causada por un coronavirus, el SARS-CoV-2, desde tres verbos: ver, escuchar y consolar. Como cristianos, estamos llamados a ver a nuestros hermanos que sufren y pasan necesidad: los pobres y excluidos de todos los tiempos y que en estos momentos de pandemia son más vulnerables. Nos narra el texto sagrado que a la puerta del rico había un hombre pobre, enfermo, llamado Lázaro, a quien el rico no quiso VER. Hoy a la puerta de nuestra vida se encuentran tantos hermanos pobres, que nos necesitan. Tenemos que preguntarnos entonces, ¿Podríamos como cristianos eludir el amor preferencial por los más necesitados? ¡Sería imposible! Dejaríamos de ser cristianos. No se puede eludir la responsabilidad social ante los pobres, es precepto de Dios puesto en el corazón humano. El libro del Deuteronomio nos pone ante el espíritu con el que hay que abrazar la voluntad de Dios: “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”. La pobreza, en cuanto situación humana carencial, personal y social, no puede medirse en rentas per cápita, ni siquiera en mínimos de nivel de vida o de bienestar social. ¿Cómo medir el sufrimiento y la soledad?, ¿quién jamás se interesó por contar a los que no cuentan? Pobreza equivale a desmedida y marginación, a exclusión y desinterés. El Papa Francisco afirma: “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y de la inequidad’, porque esa economía mata” Como cristianos, estamos llaDIMENSIÓN MISIONERA | 16 | ABRIL - MAYO 2020

Fotos: Archivo Cathopic

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Dos realidades que nos interpelan

mados a VER con los ojos de Dios para poder descubrir el dolor y el sufrimiento de tantos hermanos nuestros que en el silencio de sus vidas y aislados hoy por la pandemia mundial, sufren y pasan hambre. En estos tiempos de crisis tenemos que aprender a ver los diferentes grupos que las estructuras económicas han creado: trabajadores informales, los que tienen créditos en los bancos, las familias sin vivienda propia, los que viven de un jornal. No podemos mirar la pobreza desde la lejanía. Es precisamente la lejanía o el alejamiento los que alimentan la pobreza. Por el contrario, la cercanía, que supone un inevitable empobrecimiento, posibilita el reconocimiento de la riqueza del pobre y el enriquecimiento de las pates que se reconocen mutuamente.

Cuando somos capaces de acercarnos al pobre podemos ESCUCHARLO, quien escucha no puede tener una actitud pasiva, sino activa. Al final de la parábola el padre Abraham invita al rico a escuchar a Moisés y los profetas, es decir, las Escrituras Sagradas. Constantemente los cristianos la tenemos en nuestras manos, ante los ojos, y es anunciada en los templos, pero en muchos momentos nos falta capacidad para escuchar todo lo que sea diferente de nuestra mentalidad. Estamos tan aprisionados por el brillo del dinero y por la avidez de la ganancia, que nos volvemos insensibles a todo lo que no sea ganancia, dinero, lucros, negocios, ventajas, trueques, lujos. Ya no se tienen oídos para escuchar. Estamos completamente saciados. Así pues, el imperativo de Abraham,


Ética Misionera

No podemos mirar la pobreza desde la lejanía. Es precisamente la lejanía o el alejamiento los que alimentan la pobreza. en la parábola, resuena hoy con mayor fuerza, ¡“escuchar”! Escuchar el clamor del pobre. Hoy estamos llamados, nuevamente y con la misma fuerza de todos los tiempos, a escuchar profundamente las propias raíces de la experiencia cristiana, las Escrituras. Escuchar, como nos invita el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Querida Amazonia, “el clamor de la tierra y el grito de los pobres y de los pueblos”. Escuchar nos permite, descubrir el valor de cada hermano para poder obrar, de la mano de Dios, con gestos concretos que nos lleven a humanizarnos cada vez más.

Una escucha atenta que permite ver al hermano que está cerca, en nuestra puerta, para vivir la gracia de la consolación. El verbo CONSOLAR en el mundo helenístico tienen un amplio uso lingüístico: indica, llamar a alguien cerca de sí, exhortar, advertir, confortar, dependiendo que el sujeto llame a alguien para ayudarlo o le diga una palabra de exhortación o de consuelo. En la parábola, Lázaro es consolado cuando es llevado al seno de Abrahán, allí es confortado, sanado y reconocido por su hermano rico que no lo había visto ni reconocido. En estos momentos de crisis

mundial la consolación es la que nos empuja a ver y reconocer en los pobres y excluidos, hermanos que nos necesitan; escucharlos, para poder discernir y hacer efectiva la fraternidad expresada en una auténtica solidaridad. El Papa San Pablo VI nos dejó escrito en la encíclica Populorum progressio: “Se trata de construir un mundo donde todo hombre [...] pueda vivir una vida plenamente humana, [...] donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico (n. 47). […] Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos» (n.3). DM

Por: P. Luis Emilio Giménez; Diócesis de San Vicente – Caquetá ABRIL - MAYO 2020 | 17 | DIMENSIÓN MISIONERA


Paraguay Misionero

esde el corazón de América del Sur, no vivimos ajeno a la realidad que se extendió por todos los continentes, desde todos los puntos cardinales del mundo. Aquí, en tierras paraguayas, también somos víctimas de la pandemia. Se instaló en nuestro país desde el pasado 7 de marzo, cuando las autoridades del Gobierno Nacional llamaron, primeramente a una cuarentena parcial y, posteriormente, terminamos en cuarentena total. Con la población alarmada, recibiendo todo tipo de informaciones, desde verídicas hasta falsas, los supermercados rebasados de personas comprando todo lo que podían. Por otro lado, se comenzó a visualizar los desempleados. Las Iglesias se vieron obligadas a cerrar por cuestiones de salud pública, evitando la aglomeración. Y nos preguntábamos, ¿Qué más venía detrás? Las acciones de los movimientos juveniles, las parroquiales, organizaciones y cleros diocesanos, trazaron la línea desde sus realidades, cambiando el horizonte para calmar y animar a un pueblo con temor al virus, no siendo enemigos sino aliados, meramente apoyando a la responsabilidad desde el ¡vamos! Distintas comunidades, fueron creando espacios de encuentros virtuales, siendo las herramientas principales los medios de comunicación, tanto así que tuvo repercusión en diferentes puntos del país. El escándalo de compartir, es el gesto que van creando los adolescentes y jóvenes de distintos grupos eclesiales, compartiendo videos, alentando a rezar, viviendo conciertos católicos virtuales y misiones online, pues así seguimos fortaleciendo los lazos desde las plataformas digitales, sin perder la esencia y el espíritu del joven. En estos tiempos donde la economía golpea de manera dura y afecta a cualquier ciudadano en el pan de cada día, las acciones sociales desde la Iglesia, realizan actividades cómo “ollas populares” o el famoso “Karu guasu”, en guaraní, comida grande. Este servicio se brinda con el fin de dar de comer a DIMENSIÓN MISIONERA | 18 | ABRIL - MAYO 2020

Fotos: Jessica Benítez

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País pequeño, corazón grande

la mayor cantidad de familias posibles, siendo los colaboradores personas con generosidad y con ganas de ayudar sin distinción. Además, los jóvenes donan su granito de arena, se encargan de recibir víveres para después elaborar los Kits alimenticios. De esta forma demuestran al prójimo que no está solo, lo llevan a no perder las esperanzas, mientras promueven la cultura del compartir entre todos. Sin duda, podemos destacar lo positivo de esta pandemia: nos permitió parar por un largo rato, nos adentró a nuestros hogares, a pesar de las tareas de la universidad, del colegio, la rutina diaria y los trabajos online, nos sentimos más ameno con las personas que queremos y cuidar de los espacios que a veces olvidamos por la vida ajetreada que llevamos. Pasando a vivir una cuaresma aliada a una cuarentena, existencialmente se nos invita a ver, en definitiva, de otra manera: la pachamama se reaviva, se reconstruyen los vínculos entre quienes viven en nuestras casas, nos sentimos más próximos, es Jesús que nos traslada al hogar, lugar de la primera evangelización. Tantas cosas vivimos ahora desde el balcón, la vereda y las calles. Más aún cuando la Iglesia se entra en dinámica de salida, llegando a los puntos donde la luz no se ve ni se siente. Ha sido Cristo Resucitado el motor que viene impulsando a los sacerdotes a abandonar las infraestructuras y colmar los corazones de los feligreses, trasladando el Santísimo Sacramento, en helicópteros, autos, camionetas y hasta en carritos. Paraguay, un país pequeño pero con habitantes de ánimo gigante, donde la solidaridad y la ayuda es el soporte principal en los últimos días, creemos que con el correr del tiempo resucitarán en todos los ideales de un pueblo. La dimensión es amplia, tanto así que podemos llegar a dejar de pensar en nosotros mismos, pues así a todos pasamos la mano sin dejar a nadie afuera de la barca de Jesús. No podemos exponer números de todas las gestiones que se realizan desde los ejes pastorales, pero si podemos dar certeza que la Iglesia, la misión y las enseñanzas de Jesús se ven reflejadas en un sinfín de asistencia a todas las personas que, no solamente necesitan alimento, sino también una unión espiritual con Dios. DM Por: Jessica Benítez, Comunicadora.


Práctica Misionera

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l pasado 20 de marzo fallecía Monseñor Belarmino Correa Yépez, misionero Javeriano de Yarumal y primer Vicario Apostólico de San José de Guaviare, Colombia. Tras su muerte él era definido por su compañero de congregación, el padre Melquisedec Sánchez, como “un tejedor de utopías, amigo del indio y del campesino, guerrero invencible contra los opresores del monte y del gobierno”. Recientemente, Monseñor Joselito Carreño, también Javeriano de Yarumal, y obispo del Vicariato Apostólico de Inírida, compartía un texto de Monseñor Correa Yépez, en el que el obispo fallecido reflexionaba sobre “Los Paradigmas de la Misión entre los Indígenas”. Sus palabras suponen un buen apunte para quienes quieren ser misioneros en medio de los pueblos originarios, que nunca podemos olvidar tienen una visión de la

Fotos: Archivo Religión Digital

Monseñor Belarmino Correa y los Paradigmas de la Misión entre los Indígenas

vida completamente diferente de aquella que desde la sociedad occidental se ha querido imponer como pensamiento dominante. El obispo comenzaba haciendo una afirmación categórica, “la constante del misionero en el día de hoy es vivir a la carrera”, algo que está presente en la sociedad y que también se ha instalado en la vida eclesial, pero que el momento actual, determinado por lo que nos impone un virus, nos está llevando a replantearnos. Por eso, Monseñor Belarmino continuaba diciendo que “debemos trabajar siempre movidos por el Espíritu Santo, de lo contrario nuestra vida, trabajo y misión será un fracaso”. Él se inspiraba en las palabras del Evangelio de San Mateo, de donde deducía que la misión “es ir a predicar el Reino de Dios, promover la conversión, descubrir que el Reino de Dios está entre nosotros”.

“Debemos trabajar siempre movidos por el Espíritu Santo, de lo contrario nuestra vida, trabajo y misión será un fracaso” Partiendo de la experiencia y la forma de hacer misión de Jesús, él decía que su objetivo era “formar sus discípulos para que le reemplazáramos”, definiendo a Jesús como alguien que no sólo vivía de palabras, sino de obras, teniendo siempre presente en su corazón la misericordia. En ese sentido, el obispo afirmaba que “Jesús fundó su Iglesia, no como una institución proselitista, o una ONG, ni para fines filantrópicos. Su finalidad es llevar ABRIL - MAYO 2020 | 19 | DIMENSIÓN MISIONERA


Práctica Misionera al hombre a la experiencia de fe”. Desde esa perspectiva, siguiendo al evangelista Juan, afirmaba que “debemos hablarle más a Dios de la gente, que a la gente de Dios”, lo que se puede entender como un esfuerzo, en aquel que es misionero, en escuchar. Monseñor Correa Yépez hacía en su escrito un análisis histórico del trabajo misionero con las comunidades indígenas, diciendo que antes del Concilio Vaticano II, “los hemos tratado siempre como menores, como sujetos de cambio, desconociendo sus valores, desconociendo su cultura, imponiendo una cultura religiosa, mejor dicho, superponiendo una cultura religiosa a la cultura de ellos, desconociendo su cosmovisión, desconociendo sus leyes, sus espacios, su tiempo”. Esa perspectiva comenzó a cambiar, según el obispo, en 1968, momento en que la Iglesia comenzó a defender que “al indígena se le debe querer como son, reconocer que viven en un proceso de emergencia”. En lo que se refiere a Colombia, Monseñor Belarmino mostraba que son 81 etnias, el 2% de la población, dueños del 30% del territorio nacional, diseminados en 29

DIMENSIÓN MISIONERA | 20 | ABRIL - MAYO 2020

departamentos. Tradicionalmente marginados, siempre “luchando por vivir lejos de los otros, reconociendo que no tienen los medios de subsistencia que tienen los demás pueblos”. Él todavía iba más allá, denunciando que “fueron atropellados con una legislación inhumana, en la cual se les consideraba como menores de edad, incapaces de tomar decisiones. Esclavizados por los pueblos conquistadores, masacrados por no aceptar las condiciones del poderoso”. Esas afirmaciones cobran mayor relevancia venidas de alguien que fue obispo en la Amazonía colombiana durante casi 40 años, de 1967 a 1989 en el Vicariato Apostólico de Mitu, y de 1989 a 2006 en el Vicariato de San José del Guaviare, que pasó a ser diócesis en 1999. Por eso, debe ser escuchada con atención su propuesta, en la que descubrimos muchos de los nuevos caminos que se están queriendo asumir con el Sínodo para la Amazonía. El nuevo modo de hacer misión entre los indígenas debe tener como base, afirmaba el obispo, una nueva manera de mirarles, descubriendo que “son un pueblo con una sabiduría ancestral”, y ser conscientes de que “peligra su propia existencia”.

El nuevo modo de hacer misión entre los indígenas debe tener como base, afirmaba el obispo, una nueva manera de mirarles, descubriendo que “son un pueblo con una sabiduría ancestral”, y ser conscientes de que “peligra su propia existencia”. El obispo reconocía la influencia que la Iglesia entre los pueblos indígenas, pero denunciaba que “la Iglesia a veces se presenta más como colonizadora que como evangelizadora. Delante de ellos hemos trasladado nuestra cultura, religión, cosmovisión”. Entre las pérdidas que se están dando entre los pueblos indígenas está el haber dejado de ser comunidad de fe, inclusive una verdadera comunidad humana.


Práctica Misionera

La forma de ver la fe, Dios, el hombre y el mundo; promover sus valores culturales; despertar las vocaciones propias, para que sean artífices de su propio crecimiento en la fe y desarrollo humano y comunitario. Eso se ve en “la aculturación de los jóvenes, los ha llevado a perder muchos valores culturales, y se vive un afán de parecerse a los blancos”, según Monseñor Correa Yépez. Como Iglesia es necesario superar un tiempo en que “los de la Iglesia trabajamos como amos”, para pasar a “trabajar como servidores”. Después de narrar algunas realidades que viven los indígenas en la Amazonía colombiana, él analizaba la reacción de la Iglesia ante la situación indígena, partiendo de la idea de que “la Iglesia ha estado muy preocupada con el trabajo en las comunidades indígenas”, relatando los pasos que fueron siendo dados desde 1968, donde en una reunión en Melgar, Cundinamarca, “se pidió que todos los agentes de pastoral que trabajan con indígenas, tengan unos conocimientos claros de antropología”. Periódicamente se fueron realizando encuentros que ayudaron a la Iglesia a entender mejor la realidad. Son necesarios algunos compromisos para el trabajo con las comunidades indígenas, según Monseñor Belarmino. Entre ellos enumeraba, crecer en un conocimiento crítico de la vida de las comunidades indígenas; una inculturación del Evangelio en la cultura indígena; acompañar el proceso de una reflexión teológica con las comunidades indígenas; dar razón

de su fe, de su esperanza, conocer buen trabajo pastoral”. con mayor claridad su cosmoviAnte esta realidad, Monseñor sión: la forma de ver la fe, Dios, el Correa Yépez planteaba una serie hombre y el mundo; promover sus de retos, que tenían como punto valores culturales; despertar las de partida la revisión del estilo de vocaciones propias, para que sean trabajo en las comunidades indíartífices de su propio crecimiento genas, a la luz de los documenen la fe y desarrollo humano y cotos emanados en la Iglesia; definir munitario. bien el perfil del misionero apto También definía su forma de para el trabajo con las comunidaver la pastoral indígena, señalando des indígenas, sea hombre, mujer que “hoy vemos muchos bautizao los mismos indígenas; buscar y dos, en las comunidades indígeencontrar, siguiendo lo que dice nas, sin una buena evangelización, Aparecida, espacios de comunión que los haya llevado, a una buena con la cultura; que el misionero conversión”. Desde ahí denunciano sea transeúnte, que tenga la ba que “los lideres religiosos en firme convicción de quedarse o estas comunidades, son hechos a encarnarse en la cultura; que ennuestra imagen y semejanza”, y al tre al corazón de la cultura, con mismo tiempo que “la presencia el aprendizaje de la lengua y sea de la misión en los territorios incapaz de trasmitir el mensaje, con dígenas ha sido una presencia con simplicidad y amor; que inicie su resultados discutibles”, lo que no trabajo con el conocimiento de las le impedía reconocer “una presenrealidades indígenas, y después de cia generosa, sacrificada y permaasimilarlas inicie una buena evannente de nuestros misioneros”. gelización; que el misionero quiera El trabajo que se lleva a cabo de verdad al indígena, para poder es “un sostenimiento religioso y hacer de ellos verdaderos discípucelebración de la fe, a través de los los de Jesús; que maneje el dialogo sacerdotes, catequistas, con una intercultural, aprenda a entender mayor formación antropológica y las críticas, la independencia de más especializada para esta pastolos pueblos y de los individuos; ral”. En ese sentido, se lleva a cabo que acompañe a los indígenas en “una acción permanente, de parte todos los procesos de desarrollo, de los misioneros, en la defensa de en la defensa de sus tierras, en los los derechos humanos, y se maneproyectos necesarios y útiles para ja con mayor responsabilidad toda la comunidad. DM la estructura necesaria para un Por: Luis Miguel Modino - Misionero en Brasil ABRIL - MAYO 2020 | 21 | DIMENSIÓN MISIONERA


Práctica Misionera

Fallece Monseñor Aldo Mongiano, una voz profética en defensa de los pueblos indígenas amazónicos Monseñor Roque Paloschi da testimonio

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on 100 años de vida, 80 años de profesión religiosa, 76 años de vida sacerdotal y 44 años de obispo, Monseñor Aldo es recordado en la diócesis de Roraima como alguien que sembró mucho, según el actual obispo de la diócesis, Monseñor Mario Antonio da Silva, quien afirma que “yo, Monseñor Mario Antonio, y todos los demás misioneros y misioneras, hermanos y hermanas, y nuestras comunidades, con nuestros cristianos laicos, hemos cosechado abundantes frutos”. El obispo actual define los 21 años de episcopado de Monseñor Aldo como un tiempo “de testimonio del Evangelio, de profética vida misionera a favor de los pueblos de la Amazonía, especialmente los pueblos indígenas”. Monseñor Aldo Mongiano destacó en su trabajo profético junto a los pueblos indígenas, pero, según Monseñor Mário Antônio, “también luchó por los jóvenes, por el papel de los laicos, Monseñor Aldo fue un obispo que, en Roraima, acogió con satisfacción las vocaciones locales, y al mismo tiempo, misioneros y misioneras de tantos lugares de Brasil y del mundo para ayudar en la misión en esta Iglesia particular de Roraima”. Es por eso que el actual obispo de Roraima dice que “estamos agradecidos a Dios por el don de la vida y la vocación de Monseñor Aldo, y que los frutos continúen siendo abundantes en su pastoreo dedicado en la vida de nuestra Iglesia”.

DIMENSIÓN MISIONERA | 22 | ABRIL - MAYO 2020

El arzobispo de Porto Velho, comenzó su misión episcopal en Roraima, en 2005. Llegó allí el 13 de julio y recuerda que el 15, antes de ser ordenado obispo, el 17 de julio, hizo su profesión de fe en la casa madre de las hermanas de la Consolata, ante el altar, en presencia de Monseñor Servilio Conti y Monseñor Aldo, los dos obispos eméritos de Roraima. Monseñor Roque ya había oído hablar de Monseñor Aldo, pero los tres meses que convivió con él después de su ordenación episcopal, en los que dos o tres veces por semana se reunían para hablar, fue un momento en que "aprendí a respetarlo y amarlo por su historia y por su dedicación como misionero”. El Presidente del Consejo Indigenista Misionero - CIMI, habla de Monseñor Aldo como “el hombre que pasó por las acusaciones y persecuciones más absurdas, tuvo que pasar mucho tiempo con la protección policial frente a los ataques, pero nunca perdió la serenidad, nunca pago el mal con mal, al contrario”. Incluso Monseñor Roque recuerda que Monseñor Aldo, en una ciudad pequeña, como era Boa Vista en ese momento, cuando “se encontraba con los más feroces oponentes y agresores con la serenidad de un hombre de Dios, saludaba y preguntaba por la familia, porque como buen pastor conocía prácticamente a todas las familias, y siempre fue libre para decir, pensamos de manera diferente, pero te amo, te respeto”. Monseñor Roque resalta la claridad, alegría y decisión que tuvo Monseñor Aldo, junto con la Familia Consolata para construir puentes de esperanza en favor de los pueblos indígenas.


Solidaridad Misionera

Coronavirus, entre la Confianza y la Sospecha

“Un dilema para los pueblos”

Fotos: Archivo Pastoral Afro

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iles de millones de personas, en el mundo, están viviendo el drama del aislamiento preventivo, confinamiento, pánico generalizado y grandes esfuerzos para hacerle frente a la mayor crisis humanitaria de los últimos siglos, a causa de la pandemia mundial Coronavirus, COVID – 19. Se trata de un enemigo invisible que entre confianza y sospecha nos ha puesto en el dilema más grande en todos los sentidos de la palabra. Los gobiernos fueron ágiles en cuanto al cierre de las fronteras, establecimiento de medidas de aislamiento preventivo, toques de queda, cierre de las instituciones y establecimientos públicos, dejando un margen bastante reducido sobre los pocos autorizados para continuar con sus actividades cotidianas para el bien común. Al cerrarse las puertas físicas, nos encontramos confinados, con indicaciones claras sobre las pautas comunes: *Quédate en casa, *Lávate las manos *Ponte el tapaboca y *Mantén el distanciamiento social, etc. Mientras muchos observan estas indicaciones al pie de la letra y efectivamente tendrán las mejores calificaciones una vez termine la crisis, algunos nos dimos cuenta que la demora era quedarse en casa para darse cuenta de tanta problemática ahí albergada, tal vez de mayor peligrosidad y hasta vergüenza para la humanidad. El enemigo invisible ha hecho que salgan a flote muchos otros enemigos que durante mucho tiempo han sido ignorados por la sencilla razón que parece que deban ser los mismos infectados, los únicos interesados, a que sean vencidos estos otros enemigos. Cuando por fin las calles quedaron vacías y nos vimos invadidos por un silencio dotado de confianza y sospecha, el mundo comienza a escuchar el gemido

de quienes antes de Coronavirus se estaban muriendo de hambre, discriminación, violencia intrafamiliar, desempleo, los sin techo, los ancianos, los migrantes y muchos otros de quienes, aunque parezca irónico, prefieren agua para tomar que lavarse las manos, algo para comer porque el tapaboca no sacia el hambre, inclusión social antes que distanciamiento, techo para que tengan de donde salir cuando se acabe la cuarentena. Ante estas circunstancias, algunos agentes de la Pastoral Afro de la Arquidiócesis de Cali hemos optado por atender a estos gritos, conscientes del gran riesgo que estamos corriendo. Se trata de poner al servicio la propia vida, primero que todo, como testigos de nuestra fe en el Señor y, segundo, en consecuencia con la espiritualidad propia. Tenemos ahí la respuesta a la gran pregunta ¿Cómo está viviendo el pueblo negro la pandemia? Con nuestra espiritualidad vivida desde la solidaridad porque nuestra esperanza no se agota con la aparición de la vacuna contra COVID – 19 sino en la vacuna contra la discriminación y la explotación.

Han sido para el equipo momentos de angustia, tristeza, flagelo desde lo espiritual, pero en el fondo sentimos el consuelo de estar haciendo lo correcto, llevar el consuelo a los que Dios ha puesto a nuestro lado porque, como decía el Papa Francisco, “todos estamos en la misma barca”, “solos nos hundimos”. Es un momento propicio para la purificación de nuestra fe, cuando nos sentirnos fortalecidos por los más débiles. Cuando salimos a las veredas o a los sectores marginales de nuestra arquidiócesis, nos damos cuenta que los angustiados somos nosotros. El pueblo empobrecido no logra dimensionar lo que está sucediendo. Los vemos desprotegidos pero siguen siendo los preferidos del creador. Ellos son nuestra fuerza porque en medio de la crisis y la amenaza a la vida, ellos están viviendo a plenitud la poca vida que la sociedad les ha dejado tener. Ellos son los de la confianza, nosotros los de la sospecha, porque no estamos enseñados a estar al lado del necesitado cuando la propia existencia está en peligro. DM Por: P. Venanzio Mwangi Munyiri, IMC. ABRIL - MAYO 2020 | 23 | DIMENSIÓN MISIONERA


Misioneros De La Pascua

TESTIGOS DE LA PASCUA 2020

DIMENSIÓN MISIONERA | 24 | ABRIL - MAYO 2020

Fotos: Archivo Cathopic

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a autocomunicación de Dios a la humanidad, a través de la cual hemos ido descubriendo el misterio de su amor, se da en la historia, esa que con sus avatares propios se constituye en el escenario donde podemos intuir cómo Dios actúa y acompaña a los seres humanos y a la creación toda. Ya el pueblo de Israel, en medio de su dolor y sufrimiento, en la dureza de la esclavitud y del exilio, intuye la presencia-manifestación divina cuando invoca al cielo en medio del destierro, situación límite, que se grabará en la memoria del pueblo y a partir de la cual confesará, porque lo ha experimentado, al Dios Libertador, no como una construcción retórica, sino como una experiencia, celebrada en la pascua. Pero no demos lugar a equívocos, insinuando que es propio y sólo en el dolor, casi como si esa fuera la condición de posibilidad para recibir la revelación divina. El asunto pasa por la acogida, por parte de la humanidad, como interlocutor de Dios, y su tarea de aceptar, comprender y comunicar tal experiencia o acontecimiento salvífico. Dios Creador, Dios de la Alianza, Libertador, Dios con entrañas de Madre, Redentor, etc. Podríamos continuar enumerando las distintas comprensiones teológicas que el pueblo ha elaborado a partir de la mostración de Dios a lo largo del tiempo. Los cristianos creemos que la revelación de Dios ha alcanzado su plenitud en Jesús de Nazaret, al tiempo que creemos que continúa mostrándose en nuestra historia. Ante la incertidumbre por el drama mundial, por cuenta de la pandemia de la COVID19, han emergido hipótesis que van desde conspiraciones políticas, hasta castigos divinos: concordismo o literalismo bíblicos que caricaturizan a Dios: Padre-Madre, revelado por Jesús de Nazaret, Consolador que anima la historia o justo juez, que corrige y castiga. El coronavirus, inevitablemente, alteró la Pascua 2020, si bien no

en su sentido y significación, donde antes, quizás, fungió como elemento hermenéutico (¿Cómo celebrar la pasión, muerte y resurrección del Señor, en tiempos del COVID19?), sí en los programas y funciones litúrgicas; la comunidad cristiana no pudo congregarse para participar de ella, si bien se establecieron otros modos para estar en comunión y sintonía. Esta realidad nos permitió, a su vez, considerar elementos dados por descontado o al menos descuidados en la vida ordinaria de las comunidades cristianas: el valor del encuentro para nutrir nuestra experiencia de fe desde la Palabra y la Eucaristía y todo lo que se deriva de ella, siendo ésta origen y culmen de toda acción pastoral-misionera. Ahora bien, si es verdad que seguimos en cuarentena, también es cierto que estamos en tiempo pascual. Es válido entonces plantearnos cómo vivirlo en medio de este aislamiento. Consideremos el pasaje del evangelio de Juan 21,1-14, como provocación en nuestro camino personal y comunitario para hacer experiencia de pascua. En esta tercera manifestación del resucitado es importante subrayar el carácter eminentemente eclesial, la escena transcurre en una jornada de pesca para los discípulos, quienes desilusionados retoman sus quehaceres. En esa cotidianidad tiene lugar la presencia reconocida y confesada del Señor Jesús, resucitado en la vida de sus discípulos. Entrar en esta nueva dimensión de comunión exige un salto cualitativo, pues después de los advenimientos de su pasión y muerte, en los que probaron el desconcierto ante el “fracaso” del crucificado, comprender y dejarse afectar por la pascua comporta alteraciones en los modos y maneras de ser discípulo.


Misioneros De La Pascua

El texto nos presenta algunos elementos de contraste, los cuales advierten el cambio experimentado por los discípulos: Se pasa de:

Noche

No pescar nada

Ausencia del Señor

A

Amanecer

Pesca abundante

Presencia del Señor

El pasaje amplía el horizonte de sentido, el reconocimiento del resucitado en la ribera del mar, sugiere un modo diferente de presencia, a partir de la discontinuidad con el capítulo anterior, pues se supera un reconocimiento a partir del ver-tocar (Jn 20: Encuentro del resucitado con María Magdalena y con Tomás) y brota un reconocimiento fundado en la palabra del maestro que es escuchada, acogida, creída y realizada (vv. 6. 10. 12). La revelación va sucediendo de modo gradual y exponencial, sea en la cantidad de personajes: inicialmente sólo reconocido intuitivamente por el discípulo amado (v. 7), terminando con la certeza de todo el grupo (v. 12); como en cualidad: es decir, de no reconocer a Jesús (v. 4) para luego confesarlo como Señor (v. 12), categoría eminentemente pascual en el evangelio de Juan.

Dos elementos importantes en las manifestaciones del resucitado: En primer lugar, aun cuando todas se inscriben en la comunidad, es el carácter de encuentro personal; no sólo fue en la escena donde Tomás pide ver y tocar, sugiriendo que el testimonio de los otros no era suficiente (Jn 20, 27), Pedro y el otro discípulo corren al sepulcro ante el anuncio de María Magdalena queriendo confirmar lo escuchado (Jn 20, 6-8), los dos de Emaús también habían recibido el testimonio de algunas mujeres del grupo (Lc 24,22), todos reclaman la propia experiencia y sólo a partir de ella se constituyen en testigos.

DM

El segundo elemento por considerar son los contextos de comensalidad donde el resucitado se manifiesta, tenemos una vez más el episodio de Emaús (Lc 24, 30) y el desayuno en la costa del lago de Tiberíades, también llamado mar de Galilea (Jn 21,1). Cabe entonces preguntarnos ¿Cómo hemos experimentado a Dios, compasivo y consolador? y, desde esa experiencia, ¿Cómo hemos sido consuelo para los que pasan ésta tribulación (Cfr. 2 Cor 1,3-4)? ¿Hemos podido dar razón de nuestra esperanza (Cfr. 1Pe 3,15)? Interpelados por lo que el apóstol le escribe a las primeras comunidades, podríamos hacer consciente nuestro itinerario de fe en medio de la cuarentena pascual: ¿Cómo vivir, celebrar y comunicar nuestra experiencia de seguimiento y discipulado en clave de encuentro personal y comensalidad, siendo testigos del crucificado-resucitado? DM Por: P. Juan Gabriel Acosta , IMC ABRIL - MAYO 2020 | 25 | DIMENSIÓN MISIONERA


Ecología Misionera

La creación “gime y sufre dolores de parto”(Rm 8,22)

Foto: Luis Miguel Modino

Dios siempre perdona, nosotros perdonamos a veces, pero la naturaleza nunca perdona (papa Francisco)

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n la historia de la humanidad fueron muchas las catástrofes que el ser humano enfrentó, algunas diezmando la vida de miles y millones de personas. En este siglo vivenciamos, quizás, la primera grande crisis sanitaria mundial, consecuencia de la epidemia del COVID-19, que ya ha contagiado a tres millones de personas y provocado alrededor de 200.000 muertos (estos números se están multiplicando cada día). La situación creada genera grandes cuestionamientos internos y externos. DIMENSIÓN MISIONERA | 26 | ABRIL - MAYO 2020

Destrucción de la Casa Común En las últimas décadas estamos explotando la naturaleza de tal manera que no logra recuperarse de tantos daños causados: el agotamiento y la contaminación del aire y del agua, la desaparición de ciertas especies animales, afectando la vida humana en todo el planeta. El papa Francisco, en la encíclica Laudato Si’ (n. 2) dice que “esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22)”.


Ecología Misionera

Análisis Científico En una serie de artículos científicos que viene publicando la revista Mongabay Latam, aseguran que la crisis del coronavirus está relacionada con la devastación de los ecosistemas. Felipe Castro afirma que científicamente está comprobado que, si no cambiamos nuestras acciones, el cambio climático “va a generar dolor y sufrimiento humano parecido al que estamos viviendo ahora”, siendo que esto “es una profecía que está muy bien documentada por la mejor ciencia disponible en el mundo”. El doctor Gerardo Suzán, explica que “estamos viendo que las dinámicas de muchos patógenos están cada vez más relacionadas con los cambios drásticos que estamos haciendo al ambiente, como la deforestación, la contaminación, la invasión de zonas naturales o la pérdida de diversidad”. Para la doctora Selene Zárate, para combatir el coronavirus y otras enfermedades “la prevención no es solo lavarse las manos”, sino también “tener políticas de conservación, de sustentabilidad y de desarrollo de bajo impacto ambiental”. La doctora en ecología, Valeria Souza, también resalta que la actual crisis provocada por la pandemia del COVID-19 debe llevar el ser humano a reflexionar sobre su relación con el planeta: “Somos un organismo más que está sujeto a las leyes de la ecología y la evolución. Somos parte de la naturaleza y, por lo tanto, no podemos abusar de ella. Somos parte de una red de interacciones, parte de un todo. Y es el desdén a la naturaleza lo que nos ha llevado a estos desastres”. Para Paulina Aldunce el año 2020 “va a ser un año en que la población va a aumentar la conciencia ambiental. Las personas se van a dar cuenta de qué es lo que hay allá afuera y los efectos que tenemos en el medio ambiente”. Felipe Castro agrega que esta pandemia “hace que la gente tome más en serio el cambio climático. Que los seres humanos no somos invencibles y que no todo lo podemos solucionar con la ciencia. Que tenemos que cambiar nuestros hábitos de consumo, que hay límites y que el planeta nos impone esos límites”. En varios aspectos, los científicos vislumbran que la actual crisis generará cambios socio-culturales en las personas, ocasionando acciones para lograr la meta de detener el aumento de la temperatura global del planeta.

crítica y autocrítica que nos permita identificar aquello que necesitamos desaprender, aquello que daña a la Casa Común y a sus pueblos” (Intrumentum Laboris del Sínodo Amazónico) y asumir acciones concretas para cuidar de este regalo de Dios para la humanidad. “Nuestro planeta es un regalo de Dios, pero sabemos también que vivimos la urgencia de actuar frente a una crisis socioambiental sin precedentes. Necesitamos una conversión ecológica para responder adecuadamente. Por ello como Iglesia Amazónica, frente a la agresión cada vez mayor a nuestro bioma amenazado con desaparecer, con consecuencias tremendas para nuestro planeta, nos ponemos en camino, inspirados por la propuesta de la ecología integral. Reconocemos las heridas causadas por el ser humano en nuestros territorios, queremos aprender de nuestros hermanos y hermanas de los pueblos originarios, en un diálogo de saberes, para enfrentar el desafío de dar nuevas respuestas, buscando modelos de desarrollo justo y solidario. Queremos cuidar nuestra “casa común” en la Amazonía y proponemos nuevos caminos para ello” (DF Sínodo Amazónico, 65). Hagamos cada uno nuestra parte, recordando que el futuro está en tus manos. ¡Empieza ya! DM

El papa Francisco recuerda, en los capítulos 4, 5 y 6 de Laudato Sí, la importancia de reflexionar, buscar soluciones y actuar juntos desde la construcción de una Ecología Integral: “Dado que todo está íntimamente relacio­nado, y que los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, [debemos pensar] en los distintos aspectos de una ecología integral, que incorpore claramente las di­mensiones humanas y sociales” (LS, 137). En este contexto, somos llamados a asumir una opción esencial por el cuidado de la Casa Común, desde la corresponsabilidad de todos para combatir los excesos y asumir actitudes de vida más sostenibles que aseguren el equilibrio, la continuidad, la reciprocidad entre las personas y la tierra, la solidaridad en las sociedades, con las futuras generaciones y con nuestro entorno, y una redistribución de los bienes de la creación para que todos y todas, sin dejar a nadie fuera, podamos tener vida y vida en abundancia (Jn 10,10). Recordemos que Dios ordena al ser humano “labrar y cuidar” el jardín (Gn 2,15); así él se torna custodio, y no dueño de la tierra, estableciendo una relación de solidaridad y de complementariedad. San Francisco de Asís comprendió bien todo esto, reconociendo la hermandad que brota de todas las criaturas: hermano sol, hermana luna, hermana tierra, hermana agua, etc. También muchos pueblos originarios nos ayudan a tener una “mirada

Foto: Cáritas Ecuador

Ecología Integral

Por: P. Julio Caldeira IMC, ABRIL - MAYO 2020 | 27 | DIMENSIÓN MISIONERA


Educación Misionera

SER Y CONVIVIR

DIMENSIÓN MISIONERA | 28 | ABIRL - MAYO 2020

personal, cultural y social que se fundamenta en una concepción integral de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos y de sus deberes”. Este camino que se traza, es el norte de un anhelo social, al cual todas las instituciones educativas direccionan sus esfuerzos para poder brindar un apoyo en el caminar, sin embargo, en la realidad es diferente. La economía globalizada pauta las necesidades sociales, por consiguiente, genera nuevas ofertas profesionales para contrarrestar la demanda económica, determinando el requerimiento de profesionales que sean formados para tal fin. Esto ha

conllevado que la educación se replantee constantemente, fomentando el desarrollo de competencias, las cuales según nuestra ley son cuatro: el Saber conocer, Saber hacer, Saber convivir y Saber ser; estás dos últimas un poco relegadas en sus principios, pero que en los últimos años han tomado fuerza. El saber convivir es una competencia que necesita desarrollarse en la actualidad, aunque el aislamiento evidente y experiencial que estamos viviendo, nos ha mostrado que podemos realizarlo por medio de la tecnología, no obstante, esto no nos acoge en el interior de nuestros hogares, donde el distanciamiento

Fotos: Archivo Otro Mundo Posible

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n los últimos cien años, la humanidad ha visto el vínculo solido entre la economía y la política. Este primero es evidenciado por el crecimiento económico como pilar de la existencia del Estado y el segundo como su brazo legislador y regulador, desencadenando estructuras sociales donde ubican al capital como fuente de inspiración, trascendencia y su acumulación como la felicidad, generando el significado de valor en lo material, incorporando en el subconsciente colectivo actitudes cada vez más individualistas. Sumado a esto, la evolución acelerada de la tecnología en las últimas décadas, ha llevado a facilitar el consumismo desenfrenado, como práctica social aceptable y sin la reflexión sobre las necesidades reales que se tienen, banalizando los actos que repercuten en los otros y lo otro. No obstante, la tecnología también ha tenido un impacto positivo para la sociedad en la medicina, la industria responsable y, en lo cotidiano, en las comunicaciones y las relaciones interpersonales, entre otras. Esto quiere decir que todo depende del uso que se haga de estas herramientas. Por consiguiente, y a pesar de las dificultades que esto pueda acarrear, la especie humana se ha empoderado constantemente, ubicándose en el culmen de la existencia, sometiendo a los otros y lo otro a sus disposiciones, afirmando las diferencias y relegando las semejanzas, creyendo la superioridad en todo sentido. Por consiguiente, el año 2020 ha evidenciado la fragilidad humana, donde antes se intuía, sin embargo, la celeridad de lo cotidiano y la priorización de la inmediatez, sofocaban el momento íntimo con nuestra realidad integral, con el ser interior que es provisto de las relaciones que teje con el otro y lo otro. En este contexto aparece la educación como institución social mediadora entre los extremos y que tiene como objetivo, como lo dice la ley general de educación en Colombia, la “formación permanente,

“El altruismo es poderoso, tenemos que atrevernos a ser altruistas, enseñar a serlo, fomentarlo; tiene que ser la revolución pacífica del altruismo” Matthieu Ricard


Educación Misionera

El saber convivir es una competencia que necesita desarrollarse en la actualidad ha sido el fruto del día a día, como Chomsky plantea, que ya ocurría antes de la pandemia, y que hoy nos desafía a reconocernos con el otro. Este Saber convivir, no solo en tiempos de emergencia, es uno de los aportes que la educación debe estar enfocando en sus currículos, aunque toma más relevancia en la situación actual, es menester para la construcción de la sociedad presente y futura. El estar con los otros es un arte que debe aprenderse, ya que comprende el reconocimiento del otro y lo otro, generando un constante relacionamiento positivo que contenga virtudes como el cuidado, respeto y servicio. Por último, está la competencia saber ser, la cual es el eje transversal de todo proceso formativo integral.

Esta debe ir trabajada de la mano con las otras, sin embargo, toma mayor fuerza en la situación actual, ya que el identificar el yo precisa de tiempo con uno mismo, por con siguiente creo que las circunstancias presentes abren el escenario ideal para poder realizarlo. En esto la educación, en tiempos virtuales, debe priorizar sus esquemas pedagógicos y ajustar las metodologías para desarrollar espacios de autonomía y responsabilidad con los deberes escolares y la educación, pero también con uno mismo. Se tiene que reenfocar el proceso de enseñanza-aprendizaje, redireccionándolo a la identificación del yo y el reconocimiento del otro y lo otro. Por tal motivo es menester hacer un alto en todo sentido y replantear

el camino que se está andando; reajustar la dirección y enfocarnos en la humanidad por medio de la cooperatividad y en ayudar a los otros siendo UBUNTU, yo soy porque los otros son. La educación no solo se debe preocupar por el desarrollo de las competencias para la vida profesional, sino que, es prioridad las competencias para la vida social y por ende estas circunstancias nos deben impulsar para realizar una revolución paradigmática, donde el centro deja de ser el yo-individual y pasa a ser el nosotros-comunidad. Para esto, el desarrollo de la solidaridad, el altruismo y el servicio, como actitudes y comportamientos, son esenciales en la educación virtual que estamos viviendo. DM Por: Luis Felipe Montoya Meneses ABRIL - MAYO 2020 | 29 | DIMENSIÓN MISIONERA


Crónica de un viaje misionero con el coronavirus Entre América y África África Soy Adrián, Misionero de la Consolata mexicano, de Tlaxcala. Después de mi primera Profesión Religiosa (29/12/2019), en Buenos Aires- Argentina, fui destinado al Kenia – África, para proseguir con mi formación misionera y conocer la realidad misionera de África, más de cerca. Me parece una experiencia única, formarme para ser misionero y hacerlo en tierras de misión. Regresando a México, mientras estaba con mi familia y compartía con ellos la alegría de la vida que Dios nos regala, inicié los trámites burocráticos para las visas y el viaje al nuevo lugar de destino, lo mismo que algunos chequeos médicos. Aproveché también, como es lógico, para ir de peregrinación personal a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y encomendarle la siguiente etapa de mi formación y caminar misionero. Inicié el camino hacia Nairobi el 04 de marzo, con una escala en Estados Unidos de América donde visité a mi papá que vive en Tulsa, Oklahoma, junto con mi hermana. Además visité la comunidad de los Misioneros de la Consolata en Somerset, Nueva Jersey. Fue una estadia corta, pero muy significativa, donde conocí un poco más de la realidad misionera en este país. En ese contexto de viaje, mucha gente me preguntaba si no tenía miedo por el Coronavirus, que si se ¿iba cancelar mi viaje? Yo les decía que no, que teníamos que tener cuidado, pero que yo confiaba en Dios y tenía muchas ganas de ir al Kenia. Fue así que por fin, salí el 15 de marzo del aeropuerto internacional de Nueva York rumbo a Nairobi. Fueron casi 15 horas de vuelo tranquilo, en un avión casi vacío. El día 16 de marzo, por la mañana, llegué a Nairobi. En el aeropuerto

Kenia todo pasó bien, realicé mi ingreso al país y a la salida del aeropuerto me esperaba el Padre Synphorien. Nos dirigimos al Seminario de Teología, Allamano House, pasando por el Centro de Idiomas, donde comenzaría un curso de inglés. Allí estaban en una reunión con todos los estudiantes, en el patio, anunciando que, por medidas de prevención en contra del Coronavirus, las clases se suspendían hasta nuevo aviso. Al llegar al seminario me sentía cansado y con dolor de garganta, pensé que era por el cansancio del vuelo; así que con alegría comencé a conocer los que serían mis hermanos de comunidad. La bienvenida fue muy particular, sin saludos de manos ni abrazos, por medidas de prevención. Así transcurrió mi primer día, desempacando y acomodando mis cosas. A la mañana siguiente me levanté a misa, pero me sentía débil y con dolor de cabeza, así que después del desayuno decidí decirle a Padre Synphorien que quería ir al médico y descartar que fuera algo grave o que me dijeran que se trataba de un simple resfriado. No quería poner en riesgo a nadie. El Padre tuvo que llamar al hospital, de dónde recomendaron que estuviera aislado por 14 días, porque provenía de un país con

muchos casos de contagio, y que fueMis ra al hospital solo si presentaba más síntomas. Con esta recomendación y la esperanzado que solo se tratara de un resfriado, comencé mi cuarentana. Durante cuatro días estuve aislado en mi habitación, haciendo oración y tomando mis alimentos solo. Al tercer día de mi aislamiento comencé con fiebre, y al cuarto día tuve aún más, por lo que pedí ir al hospital, pensando que sería una visita de revisión rápida, pero no, fue toda una escena de película apocalíptica, llegó la ambulancia con los paramédicos con trajes especiales y me llevaron al hospital con todas las medidas de seguridad. Al llegar al hospital me preguntaron mis datos, con mi inglés (que no es tan bueno) respondí a todas las preguntas: de dónde era, de dónde había viajado, con quién estuve, síntomas… todo esto fue en la puerta del hospital. Posteriormente me indicaron que debía ingresar al hospital y me orientaron por dónde ir, además de en qué cama colocarme. Tuve un Argen sentimiento de soledad porque no sabía qué más sucedería, pedí a Dios su protección y fui a dormir. Al día siguiente, 21 de marzo, me di cuenta que nadie está preparado para, posiblemente, tener el virus. En los hospitales del país comenzaban


Salida Misionera

sioneros de

a Consolata

EE,UU

a dar a conocer cómo manejar a los pacientes de coronavirus, nadie quería acercarse y recién comenzaban a establecerse protocolos, pues solo había 7 casos hasta ese momento en Kenia. Me sentía asustado y perdido, en el hospital solo estábamos cuatro personas, eran dos kenianos, un chino y yo. Ese mismo día por la tarde nos hicieron el examen de coronavirus. La mañana del 22 de marzo estaba tranquilo porque me sentía mejor de salud, pensaba que el resultado sería negativo y regresaría al seminario, pero me llamó al celular un médico del hospital para informarme que había dado positivo. Fue un momento de tristeza, no sabía qué pensar, vinieron a mi mente las imágenes de las noticas y todo lo que pasaba en el mundo y aquello que veía tan lejano ahora era una realidad que llegó como tormenta inesperada: ¿Por qué yo? ¿Dónde me contagie? ¿Estaré bien? En esta tempestad, también es un momento de esperanza, desde la fe, decir “Dios mío en tus manos estoy”. Te sientes solo, pero, también acompañado. Uno comienza a sentirse en familia, los padres del país comenzaron a llamarme sin conocerme, para decirme que estaban conmigo, que oraban por mi salud, los mexicanos que están en Kenia como religiosas, religiosos, laicos misioneros y sacerdotes, también llamaron. Fue un momento de profunda tristeza porque en mi interior me sentía abandonado, pero Dios, a través de la gente, me animaba, me invitaba a estar en paz. Fue tiempo de abrazar la cruz de ese momento, y abandonarme en las manos del Dios de Jesús, ese Padre-Madre que siempre es bueno y está siempre presente. En el hospital redescubrí la Fe, la Esperanza y el Amor, lo vi todo de otra manera. Fue un momento para animar mi consa-

gración en el Dios de la vida, que me invitaba a creer en Él, en el abandono, sin signos, ni símbolos, que me motivó a reconocer nuevos espacios de misión en la fraternidad y solidaridad con todo el mundo, tener un mismo sentimiento de que estamos juntos en esto. Momento de abrazar al Señor, para abrazar el anhelo de algo mejor. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza. Pasé 21 días en el hospital, en donde hubo momentos difíciles de salud, pero donde me sentí evangelizado por Dios, donde pude experimentar su gloria, ver esa fraternidad que se dio en el hospital, donde la última semana que estuve éramos alrededor de 27 personas, entre varones y mujeres, viví una semana santa particular, como todos en el mundo, pero, un semana santa donde pude encontrar al Jesús que predicó el amor, el servicio. Semana santa que desde el domingo de ramos vivimos como pacientes infectados de coronavirus, en un espíritu de esperanza, comenzamos a rezar juntos por la noche católicos, no católicos, musulmanes, todos juntos como hermanos pidiendo por todos en el mundo, y así fue cada día tener un momento de oración como hermanos, hasta mi salida el viernes Santo. Mi lección como misionero, y que me gustaría compartir con ustedes, es que Dios nos acompaña en nuestras cruces y nos comparte la esperanza de la resurrección, nos invita a también en el acompañar y servir. Es momento de solidarizarse, de no ter miedo de entregar nuestra vida por los demás, así como lo dijo el papa Francisco en su homilía del domingo de ramos “la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Es decir, sin condiciones, sí al amor, como hizo Jesús por nosotros” DM Por: Adrián Meneses

ntina

yo Soy Adriam

Mexico

América

FEBRERO - ABRIL 2018 | 31 | DIMENSIÓN MISIONERA


Misión Urbana

CUARENTENA: ¿Y LOS DE LA CALLE QUÉ?

DIMENSIÓN MISIONERA | 32 | ABIRL - MAYO 2020

Foto: Archivo Aguapanelazo

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l AguaPaneLazo es un acto de consolación que realizan jóvenes Misioneros de la Consolata para ser presencia, compañía y solidaridad en medio de los empobrecidos del continente América (habitantes de calle y en calle; comunidades indígenas; barrios, familias y niños en situación de vulnerabilidad). Nació en la ciudad de Ibagué el 7 de marzo de 2014 y hoy hace presencia misionera en 11 ciudades de Colombia y en tres países de Latinoamérica: Argentina, Paraguay y México. Los habitantes de calle viven en una de las fronteras existenciales de nuestras ciudades, ir a ellos es salir de nuestras fronteras existenciales y muchas veces territoriales. Muchos de ellos son cristianos y otros no lo son. Igualmente los que van a realizar el Aguapanelazo pueden ser cristianos y otros no, unos participan en la vida de la iglesia y otros no. Por eso el Aguapanelazo es misión ad gentes, porque permite el encuentro de cristianos y no cristianos en una frontera existencial concreta de nuestra ciudad (para muchos la ciudad puede ser solamente el norte o solamente el sur, o de una comuna determinada, viendo las otras como un más allá de las fronteras). El Aguapanelazo es una plataforma juvenil que lleva jóvenes desvinculados de la vida eclesial y sacramental al encuentro con Jesús, en medio de los pobres que viven en las calles de la ciudad y de los barrios que viven en situaciones de vulnerabilidad. Los jóvenes que participan hacen una lectura histórico-escatológica de la realidad, conociendo las crisis humanitarias y los problemas del planeta, por tal motivo, cuestionados por lo que acontece frente al COVID-19 y las situaciones a las que ha llevado a la humanidad, como la decisión preventiva de los gobiernos de que todos se queden en casa, nosotros nos hemos preguntado: ¿y los de la calle qué? Son muchas las personas a las que la cuarentena realmente

desafía: los habitantes de calle, los comerciantes informales, las personas que viven en pagadiarios, los migrantes, las personas de la tercera edad y los barrios de periferia, por eso, consientes de acoger la medida de quedarnos en casa como estrategia de cuidado para cada uno y de nuestras familias, no podemos ser indiferentes al dolor y sufrimiento de las personas que cada semana hemos acompañado durante más de 5 años. Solidarios con los que hoy se exponen al contagio del COVID-19 y del virus del hambre, se convocó un equipo de misioneros de todo el país para buscar iniciativas que nos permitan asumir la misión frente a los desafíos del mundo de hoy. Nos comenzamos a reunir virtualmente cada semana para desarrollar un plan de iniciativas que alargaran la mesa hasta la calle y partieran el pan como acción de consolación y cercanía. Algunas de las iniciativas misioneras, que se han lanzado son:


Misión Urbana

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Campaña Yo Com-Parto: Iniciativa de recaudación de donaciones que ha permitido llegar a 346 familias colombianas con ayudas de mercado.

Animación misionera virtual : Con material audiovisual y publicitario que ha promovido estrategias de cuidado, solidaridad y espiritualidad para vivir en casa.

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Encuentros radiales: que fortalecen el vínculo familiar, fraterno y amigable, que invitan a vivir el reconocimiento de Dios como Padre para poder reconocer al otro como hermano y hacer de la humanidad una familia.

Trabajo en red: interinstitucional e interdisciplinar que ha puesto en red acciones de solidaridad y escucha en diferentes ciudades.

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Acompañamiento Profesional: a familias, fundaciones y comunidades desde diferentes áreas del conocimiento como la psicología, la teología, las comunicaciones sociales, entre otras.

El Coronavirus ha puesto en crisis cada una de las estructuras sociales, religiosas, políticas, económicas, educativas, culturales y hasta familiares. Pero nosotros hemos decidido despertar lo humano, lo que nos hace sentirnos discípulos misioneros de Jesús, colocando ánimo misionero en el corazón, sintiéndonos colaboradores en la construcción del Reino de Dios y viviendo la opción por los pobres. DM

/aguapanelazocolombia

Aguapanelazo

3152264507 Por: Jonathan Acuña Paula, IMC ABRIL - MAYO 2020| 33 | DIMENSIÓN MISIONERA


Misión Digital

SEMANA SANTA 2020 “Discípulos misioneros, con calor de hogar”

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n la fiesta de Pascua se conmemora la liberación de la esclavitud del pueblo hebreo y los cristianos celebran la resurrección de Jesús, piedra angular de su fe ya que los libera de la esclavitud del pecado y les abre el camino hacia el Reino de Dios, ya presente en esta historia como reinado del amor, pero aún no plenamente realizado. Pascua es, inicialmente, la celebración de una experiencia de Dios, vivida y registrada por el judaísmo. Los judíos, durante el Pésaj (la Pascua), acostumbran realizar una cena, llamada Séder, en la que recuerdan la huida o liberación de Egipto, acontecimiento que marca su nacimiento como pueblo. La cena está llena de simbolismos: velas encendidas, recipientes con agua, sal y yerbas amargas, para recordar las lágrimas del cautiverio; la comida de pan ázimo (Matzá), recordando el alimento en el camino del desierto, durante los 40 años de éxodo, rumbo a la tierra de la promesa; oraciones y narraciones o lecturas tomadas del libro Sagrado o Biblia Hebrea. La Pascua cristiana tiene sus orígenes en el Pésaj y es probable que la última cena de Jesús y sus apóstoles haya sido el Séder. Ambas experiencias religiosas, la judía y la cristiana, recuerdan y actualizan, cada una desde su credo y tradición, la intervención de Dios a través de la continua promesa del acompañamiento que hace a su pueblo. Este acompañamiento está presente a lo largo del tiempo, pero a veces acontece cuando no es esperado, después de pasar tiempo deseándolo o de hasta haber renegado un poco cuando este no ha sucedido. Hoy, en tiempo de coronavirus, la tradicional experiencia de misión de Semana Santa, vivida por jóvenes universitarios, vivida junto a pueblos o comunidades cristiana, pobres y alejadas, se enmarca en una actuación distinta y ejerce influencia sobre uno de los areópagos moderDIMENSIÓN MISIONERA | 34 | ABRIL - MAYO 2020

nos más relevantes del mundo actual: la era digital. Esta era que se vale de la virtualidad para pro-vocar y con-vocar misioneramente a los jóvenes (y población en general) tiene un papel fundamental en el proceso de evangelización y ha sido una iniciativa que surge, respondiendo a las necesidades actuales de esta iglesia que según el papa Francisco, es una comunidad peregrina y caminante que sale y se adhiere a través de las nuevas formas de inculturación a la diversidad de formas en las que se informa y se comunica. Las redes sociales son los primeros focos de actuación para la realización de la experiencia virtual Semana Santa 2020, “Discípulos Misioneros con calor de hogar”. Pensar en lo anterior y pensar en la coyuntura de la pandemia, coloca nuevos desafíos que invitan a tomar iniciativa en la creación, producción y realización de una dinámica formativa, espiritual y pastoral (FEP), en un contexto que exige claridad, sencillez y precisión al momento de realizarlo, como es

el virtual. Los avances en este campo, permiten desarrollar de forma creativa e innovadora propuestas para que los jóvenes, universitarios y profesionales en misión, hagan parte, como todos los años, de experiencias que promuevan su actuar misionero en las distintas realidades que el mundo presenta y sirvan de vivencia y formación para ellos mismos. El sentido sigue siendo el conocimiento de la persona de Jesús a través del discipulado misionero y la configuración del Reino de Dios a través de Otro Mundo Posible. Esta se convierte en la línea de acción principal a promover en esta Pascua, que se construye paso a paso desde la asunción de la pasión, muerte y resurrección de la persona de Jesús. Triduo que es historia y vida de nuestra fe. Así que, se precisa de una serie de elementos para que esta propuesta se desarrolle con beneplácito, y logre configurarse en el corazón y acción de los jóvenes. Esto se piensa a través de tres pasos:


Misión Digital

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Convocatoria. El llamado que se hace a los distintos jóvenes a través de llamadas telefónicas personalizadas, y a través de las publicidades (posters y videos) que se suben a las redes con el fin de incentivar su participación. Y como fruto de las bases de datos obtenidas, resultado de misiones anteriores. La respuesta es positiva y se incluyen además jóvenes nuevos.

Diseño de las distintas propuestas para el desarrollo del FEP (Formación – Espiritualidad – Pastoral), a lo largo de la Semana Santa. En este sentido contamos con el envío de fichas de trabajo, videos publicitarios, encuentros on-line con los misioneros, y participación de las distintas celebraciones y experiencias de espiritualidad en vivo, a través de la web.

Resultados. Corresponde a las distintas evidencias enviadas por los participantes a través de imágenes, audios, textos y otras formas en la comunicación del trabajo realizado. Especialmente de un lugar o rincón de la casa, donde los misioneros construyen de forma simbólica su experiencia de misión.

Esta propuesta surge en un contexto que es signo y acción de evangelización: la familia. Discípulos misioneros con calor de hogar, es el lema que tomamos para la propuesta de sentido que se pretende dar. Pues esta, por la misma dinámica misionera que suele llevar, no involucra directamente a quienes participan del acompañamiento de los discípulos en la cotidianidad. Padres, hermanos, abuelos, primos, tíos, etc. La familia es en esta ocasión, sujeto y objeto también de misión. El reconocimiento que entendemos de valor es asumir que, sea como sea la dinámica de misión, debe ser creativa, salvífica y operante. Creativa porque se gestan ideas de carácter novedoso que responde a las formas de comprensión de los jóvenes hoy; salvífica porque lleva marcado una propuesta inmersa en nuestros sentidos evangélicos: el Discipulado Misionero, las propuestas de Jesús y Otro Mundo Posible; operante porque precisa del contacto con la gente, con los jóvenes de una forma constante y a través de distintas estrategias de comunicación. ¡La pascua, el camino con el resucitado a través del discipulado misionero, nos sigue animando a ir… más allá de las fronteras! DM Por: Cindy Aguirre

Galería Fotográfica

Jennifer Palomeue

Sebastián Polanco

Erika Carreño ABRIL - MAYO 2020 | 35 | DIMENSIÓN MISIONERA


Animación Misionera

CUANDO LA SEMILLA GERMINA

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enía solo seis años cuando entré al Colegio Bilingüe José Allamano. Estuve allí durante once años en los cuales presencié muchas reformas a nivel estructural, académico y formativo. !Recuerdo ese primer día! Estaba muy tímida. A pesar de eso, hice muchos amigos pues a la hora del primer descanso me reuní con los niños que veníamos del mismo jardín y nos pusimos a jugar a las escondidas, poco a poco se fueron uniendo muchos más. Con el pasar de los años fuimos creando nuestro grupo, éramos tres niñas y tres niños, pero en octavo se acabó nuestra felicidad, pues tres de ellos se fueron del colegio, los que quedamos nos seguimos hablando pero cada uno formó un núcleo nuevo. También el colegio me vio crecer en muchos aspectos. Este lugar, que muchas veces llamamos segundo hogar, me permitió formar mis primeros vínculos y me brindo los mejores años de mi infancia Cuando llegué a décimo, el colegio lanzó la iniciativa de una escuela de liderazgo (ELTMH). Tan pronto escuché de esta quise participar, los encuentros de la escuela se realizaban cada sábado a las 8:30 am. Durante los primeros encuentros éramos muchos participantes y las actividades se centraban en “romper el hielo”. Con el transcurso del tiempo, mientras los encuentros iban tomando forma, pues se dividían en tres tipos, formativos, pastorales y espirituales, el grupo disminuyó o diría se depuró. A lo largo del primer ciclo la escuela nos hablaba de ciertos encuentros a nivel nacional que podríamos realizar, dichos encuentros eran parte de la Animación Misionera Juvenil y Vocacional de los Misioneros de la Consolata, al primero que asistí fue a la Escuela de Liderazgo Juvenil que se llevó a cabo en la ciudad de Bucaramanga. El hecho de ir me generó un cuestionamiento acerca de cómo llevaba mi vida, creando en mí ciertas dudas vocacionales. A medida que el año avanzaba seguí participando en la escuela y en las actividades de la DIMENSIÓN MISIONERA | 36 | ABIRL - MAYO 2020

AMJV; en una de ellas escuché sobre la iniciativa del Año Misionero. Mi participación en el 2019 fue constante y dinámica en ambas actividades, al mismo tiempo que me focalizaba y proyectaba para el 2020. En mi cabeza dos ideas resonaban, realizar el año misionero o realizar un premedico. En el camino de discernimiento me crucé con la siguiente frase: “El hombre sólo puede encontrar sentido a su vida, corta y arriesgada, dedicándose a la sociedad” (A. Einstein), la cual dio un último empujoncito para optar por hacer el Año Misionero. A lo largo de estos tres años, ciertos encuentros fueron marcando ese camino de la misión, siendo decisivos a la hora de escoger el Año Misionero, varios fuera de la ciudad y otros tantos dentro de esta. Mi primer encuentro fue con el colegio, el segundo con la escuela y el tercero con la AMJV, juntos me mostraron diferentes maneras de ver la misión y, a la vez, me permitieron conocer muchas personas, especialmente la AMJV, que ya habían vivido esta experiencia. Entre encuentro y encuentro me fui cuestionando y también cuestioné a aquellos que estaban o ya habían vivido la experiencia y aunque dichos relatos eran completamente distintos, había algo que tenían en común, todos decían que el Año Misionero sería un año en el cual estaría en bastante movimiento. Fue así como, basada en la vivencia de estas personas y en las cosas que había podido percibir, creé mis propias expectativas e intencionalidades. Me postulé ante el Equipo Timón de la AMJV nacional y fui aceptada. Así comencé la preparación inmediata. En febrero del 2020 integré el Equipo de Bogotá con completo entusiasmo, alimentando en mi cabeza la idea de que sería un año muy enriquecedor y con bastante movimiento. Así lo fue, al menos al comienzo, pues a finales de febrero viajamos a la ciudad de Manizales, estuvimos allí por dos semanas liderando convivencias para el Colegio Campestre de la Consolata, de allí viajamos a participar de la Escuela de Animadores, que


Animación Misionera duró tres días, en la ciudad de Bucaramanga. Volvimos a Bogotá donde estuvimos una semana y en el fin de semana siguiente partimos nuevamente, pero esta vez a la ciudad de Ibagué, para participar en el V Congreso del AguaPaneLazo. Pero así, sin más, el covid-19 nos frenó, fue entonces cuando a mí también me tocó parar, tomar un respiro y escuchar esa frase que eco a en mi cabeza, sin tantas veces prestarle atención, “La misión está en el corazón” Reencontrarme conmigo misma está siendo el hecho que viene marcando mi cuarentena. Esto significa replantearme el concepto que tenía de misión, descubrir que la misión va mucho más allá de estar moviéndote de un lugar a otro, es aquella que nace en el corazón, es aquella que comienza en ti mismo, la misión es como una semilla que plantas en ti, que probablemente tome un tiempo en germinar pero una vez lo haga podrá extenderse por el lugar con bastante fuerza. El darme tiempo de escucharme fue reconocer esa necesidad de formación, de enriquecimiento personal, así, una vez que pueda salir más allá, a ese mundo exterior, al que hoy tanto le tememos, seré capaz de aportar algo de gran valor, porque hay algo que este camino me ha enseñado y es que yo no puedo dar de aquello que no tengo. Una vez sembrada la consolación en mí, seré capaz de sembrarla en aquellos que lo necesitan. Esta pandemia que dio un gran golpe a la humanidad y nos llevó a ver las cosas desde una perspectiva diferente, me hizo descubrir el verdadero valor de la misión. Soy una fiel convencida de que, en estos tiempos en los cuales nos limitamos y nos reducimos a un mínimo, podemos hacer bastante para ese Otro Mundo Posible, ese por el cual decidí luchar, porque la vida nunca había tenido tanto sentido como cuando descubrí el camino de la construcción de ese Otro Mundo. El Reino de Dios, en el Seguimiento de Jesús.DM

Por: Mariana Plazas

Pensar la vocación al servicio de la misión Desde siempre, el ser humano ha sido un individuo cambiante, al igual que la misma realidad en la que se desarrolla. De un día para otro, todo cambia. Muchas veces no entendemos el porqué, pero siempre hay alguna razón y es entonces ahí cundo hay algo que deba de hacerse. Específicamente, como hoy en día, cuando una cuarentena limita el contacto físico entre las personas de su entorno. Del mismo modo que esta situación impone un límite, nos brinda una gran oportunidad. La oportunidad de detenernos, de hacer un alto en la ajetreada rutina que nos dificulta pensar, llegar a una reflexión sobre lo que estamos haciendo con nuestras vidas. En este tiempo podemos llegar a un punto en el que uno mismo se pregunta: “¿Qué he hecho hasta el día de hoy?, ¿Qué estoy haciendo hoy?, ¿y, qué es lo que haré mañana?”. Estas preguntas dan mucho que pensar y es entonces cuando la mente se nubla y no ve la salida al final del túnel, al menos no en el instante. Solo luego de pensar y pensar, de repente, puede llegar una luz que te llena de alegría, de tranquilidad y, sobretodo, de paz. Una sensación tan maravillosa que las palabras no alcanzan a describir, propia del Espíritu Santo, de Dios. Es entonces cuando uno dice “¡hombre, hacía ya mucho tiempo no me sentía así, tengo que compartir está sensación!”. Aquí cito unas palabras de la canción “alma misionera”, de la Hermana Glenda: “donde falte la esperanza, donde falte la alegría simplemente, por no saber de ti”. Estas palabras reflejan el gozo tan grande para el alma al estar con Dios y para Dios. De improviso va como surgiendo la misión, algo así como el poder brindarle a un hermano unas palabras tales como, “Dios te ama” y permitirle que experimente esa sensación tan maravillosa de paz y reconciliación con un padre que nos ama tanto, es simplemente algo difícil de explicar. Pero cuando las palabras faltan, Dios se presenta en el corazón de cada uno de nosotros y, con eso basta. Por: Cristian Mosquera ABRIL - MAYO 2020 37 | DIMENSIÓN MISIONERA


Misión Por La Vida

Venezuela: emergencia nacional por la vida

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n medio de una gran crisis económica Venezuela no pudo contener la llegada del Covid 19. El deterioro acentuado de los servicios hospitalarios, inflación en los productos de la cesta básica, deficiencia en el servicio eléctrico, limitaciones en la distribución del agua potable, caída de los ingresos petroleros y migración de profesionales de la salud, hacían presagiar un panorama dantesco ante el contagio del coronavirus y los niveles de pobreza que impactan a la mayoría de la población. Desde los anuncios oficiales del pasado 15 de marzo donde se confirman los primeros contagiados, el gobierno nacional implementa medidas de prevención bajo la orientación de la Organización Mundial de la salud, decretando un día después cuarentena para todo el territorio nacional. Situación sin precedentes en la historia reciente. Como era de esperarse en un país políticamente polarizado como el nuestro, una situación de tal magnitud se colocó inmediatamente en el debate público. Los medios de comunicación, las redes sociales, las universidades, los gremios de la salud, la Iglesia, los vecinos en sus vecindarios, todos debatimos sobre la capacidad del Estado para enfrentar la emergencia. En su mayoría optó por encomendarse a Dios, temiendo que la vulnerabilidad de amplios sectores de la población fuese escenario propicio para una rápida propagación de la enfermedad. Fueron unos primeros días de terror, de gran incertidumbre. Quienes pudieron –muy pocos- abastecieron sus despensas. De pronto todo el país estaba paralizado, solo está permitido que sectores estratégicos para detener el contagio continúen laborando. Situación que al pasar de las semanas pone en evidencia dos elementos fundamentales: uno, que el gobierno nacional implementó con prontitud medidas de control y prevención -hecho que se puede evidenciar en los bajos índices de contagiados- y dos, que la mayoría de las familias venezolanas no están en capacidad de enfrentar económicamente esta situación de cuarentena, por lo que se requirió de la emisión de bonos para gran parte de la población y la distribución de alimentos a los sectores vulnerables. Pero como una película de terror sin final, en medio de la emergencia satinaría el FMI niega la solicitud de préstamo económico hecha por el gobierno nacional, el presidente de los Estados Unidos anuncia el recrudecimiento de las sanciones económicas al país, pone precio a la detención de Nicolás Maduro e inicia un bloqueo naval a las costas venezolanas con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, todo lo cual viene a agudizar el ambiente político interno y a inyectar una carga emocional de tragedia al común, aun cuando amplios sectores aspiran al derrocamiento del presidente. En Venezuela, crisis económica y pandemia conforman un panorama muy complicado. Sin embargo, a pesar de lo difícil de la situación, la población estoicamente ha acatado las medidas de control que se han impuesto, hemos recibido miles de hermanos venezolanos que vuelven del extranjero, luego que en países como Colombia, Chile, Perú y Ecuador sufrieran xenofobia, desempleo y desalojo. Creemos queda mucho aun por suceder a consecuencia de la pandemia. Pero en estos momentos cuando la vida es lo fundamental, una lección se ha aprendido: es imperativo un acuerdo nacional entre todos los sectores democráticos del país, es necesario mantener el espíritu de solidaridad, es urgente ganarle esta batalla a la muerte. DM Por: Lino E. Morán Beltrán. Doctor en Ciencias Filosóficas. DIMENSIÓN MISIONERA | 38 | ABRIL - MAYO 2020


Espiritualidad Misionera

El silencio en época de cuarentena Vocación, dirección y sentido ¿Se puede escuchar el silencio?, hay quienes interpretan el término “silencio” de manera superflua, entendiéndolo como ausencia de sonidos, pero, si queremos hablar con el Señor, lo debemos entender de otra manera. San José, autoridad de la sagrada familia, por ejemplo, permaneció en silencio, pero siempre empeñado en cumplir la voluntad de divino unigénito, esforzándose en ser ejemplo de hombre y cumpliendo con su vocación matrimonial. Tres mil millones de hombres en el mundo entero, están aislados, en cuarentena, mientras tanto, el silencio ha invadido las ciudades y las comunidades. Este silencio es tan enorme, que muchos se asustan con los sonidos de la naturaleza, sonidos que siempre estuvieron, pero opacados por el ruido invasivo de las urbes. Así, ni los sonidos silvestres, ni la voz de Dios, son escuchados. Pero, es ahí, justo ahí, en ese silencio, donde el Señor, habla más fuerte. En estos momentos, cuando la plaga del coronavirus se cierne sobre el mundo de los hombres, en esta hora tan aciaga para la humanidad, los pensamientos no solo surgen, sino que se liberan de todo tipo: reflexiones, recuerdos tormentosos o amables del pasado y nacen también esperanzas. Es muy común pensar todo eso, pues el hombre fue creado a semejanza del Padre, por lo tanto, al estar en silencio, la mente empieza a actuar. En todos esos pensamientos, con plena seguridad, algunos se están preguntando: ¿Cómo conduje mi vida hasta este momento?, ¿de qué me valió hacer eso en el pasado? Los más jóvenes pensarán más o menos así: ¿y si fracaso?, ¿estaré bien al graduarme?, ¡esto no es lo que yo quería para mi vida! En ese preciso instante, hay que acudir al Señor. Él ya ha hablado, se ha dirigió a la persona, le ha dicho, ¡abra el corazón! Al mismo tiempo, es la voz de Jesús en el corazón de la persona, la que ha generado la duda, la pregunta, en medio del silencio de la cuarentena. No todo es, oír, se debe establecer un diálogo. Claramente, primero está el oír, luego, tal vez, un análisis rápido y, entonces, presentarle al Señor las dudas, los miedos, lo que inquieta, aquello que ha venido alterando el corazón. Así, no solo se dará mucha gloria al Señor, sino que Él irá diciendo, cómo llevar a cabo las diversas cosas. Hay que hablar, pero con el corazón abierto, es decir, con sinceridad, hablarle como el amigo que es, preguntarle como el padre que es, confiarle todo, para que nada en este mundo pueda destruirlo y decirle “Señor, habla, tu siervo te escucha”. Cuando este dialogo se establezca, se darán respuestas, incluso respuestas que jamás se pidieron, pero esas son las mejores respuestas de todas, pues, la persona comenzará a sentir incomodidad, incomodidad positiva, incomodidad introducida en las labores que hace a diario, en los planes que tenía pensados para su vida. Todo comienza a cambiar, se modifica la forma en planear las cosas por cuenta propia y ahora se construye en compañía de Jesús. En raras ocasiones, una chispa salta en un corazón, en algunas veces a muy temprana edad, otras veces a muy avanzada edad, pero en el plan perfecto del Señor, algunos corazones son tocados por esta chispa y se empieza a pensar en la vida consagrada. La incomodidad con la vida actual aumenta, se empieza a entender que no se es feliz con los que se está haciendo, que no se está en el lugar indicado. Habrá quien se pregunte: ¿Seré yo feliz entregándole 40 años de mi vida a una empresa?, ¿o seré feliz, entregándole mi vida a Dios, sirviendo a los demás y estando en el lugar que me hace feliz y en el cual yo quiero estar? Esta

chispa no es una casualidad, ni un capricho, es el plan del Señor, que ha escogido a una de sus ovejas, entre millones y es de esa oveja acepar o rechazar el llamado. Es por eso, que los hombres, no deben solo pensar, en tener muchos títulos, vidas prestigiosas, lujos para presumir a quien no logró lo de ellos. La vida va más allá de todo esto. Se trata de pensar en cuanto bien y cuanto mal se está ocasionando en los demás y plantearse, si es esa la enseñanza de Jesús. Este tiempo, cuando los hombres están aislados, mientras la justicia del Señor pasa, permitirá que muchos jóvenes comiencen a sentir esta bella incomodidad y, cuando las cosas se estabilicen de una mediana manera, volverán más purificados. Retornarán en gran número al rebaño de Cristo más limpios, más dóciles, sin tanta soberbia y con más sabiduría. Entenderán que el Señor no traerá el fin de los tiempos sin antes haber agotado todas las posibilidades para que sus hijos regresen a Él. Así, entonces, más purificados y con más sabiduría, estos corazones tocados por esa chispa, pensarán en aprovechar la vida que se les dio, colocándola al servicio de los demás, para sanar corazones, llevar el Evangelio a aquellos que no lo conocen, la Palabra a quien conoce de Dios pero no le obedece, cumpliendo así con la orden de Jesús, “vayan y hagan discípulos míos, a todos los pueblos de la tierra”. “! Que nadie se quede sin servir!” (Rafael García Herreros). DM Por: Edison Guataquira

FEBRERO - ABRIL 2018 | 39 | DIMENSIÓN MISIONERA


del 16 al 24 de mayo 2020 “Cuidemos “Cuidemos la la casa casa común, común, don don de de nuestro nuestro padre padre Dios: Dios: atentos al grito de los pobres y al gemido de la creación”. atentos al grito de los pobres y al gemido de la creación”.

Te Te acompañaremos acompañaremos por por nuestras nuestras redes redes sociales sociales imc imc colombia colombia ecuador ecuador


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