TIERRA DE GIGANTES | LAND OF GIANTS

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PORTADA

PATAGONIA: TIERRA DE

En el extremo más austral del continente americano se hallaron los restos de los animales terrestres más grandes que existieron: dinosaurios tan altos como un edificio de siete pisos y con un peso mayor a las 70 toneladas.

Por Federico Kukso

El Manidens condorensis era tan pequeño como un gato.

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¡RING, RING, RING! EL RUIDO ESCALA COMO QUIEN TREPA UNA MONTAÑA CON DESCARO. AL RATO, DESCANSA Y VUELVE A EMBESTIR. Ni bien se despereza el día, en aquel instante aún sin nombre en el que la luz repentinamente se extingue y se transforma en otra cosa, o durante los tramos más profundos de la noche, un estallido sonoro irrumpe en el silencio solemne que inunda cada rincón del Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF). En cualquier momento y empujado por la irreverencia con la que emerge un antojo, un teléfono suena aquí, en la ciudad de Trelew, en el corazón de la Patagonia argentina, y con su insistencia altera la calma que reina en las salas y los pasillos de este mausoleo científico donde pasado y presente se funden en un tiempo nuevo. Hasta el esqueleto del carnívoro Tyrannotitan chubutensis, que domina el salón central del edificio con sus dientes aún afilados, o las reconstrucciones de un Eoraptor, un Piatnitzkysaurus floresi y demás dinosaurios, erguidos con elegancia y orgullo, quieren saber de qué se trata. A qué se debe tanto alboroto extinguido abruptamente en cada ocasión por un hombre que, luego de atender con un movimiento automático, robótico, vuelca en un cuaderno unas palabras que solo él entiende y, con el mismo desparpajo con el que alzó el auricular, lo despega de su oreja y de pronto cuelga. Los investigadores del lugar —aquellos que entran y salen de los laboratorios que anidan también en el museo, entre maquetas, carteles y la infaltable tienda de regalos— las conocen bien. Se refieren a ellas como “denuncias”. Llamadas furtivas que provienen de cada esquina de la región: de estancias y campos desparramados a lo largo y ancho del extremo más austral del continente americano, un territorio hostil de 787,800 kilómetros cuadrados que abarca las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, la Antártida y las islas del Atlántico Sur. Desde allí, toda clase de personas —niños, adultos, ancianos— levantan el teléfono, marcan el número del museo y cuentan lo que sus ojos ven: una astilla, un pedazo de hueso que sobresale con desdén de la tierra yerma, baldía, interminable y feroz que conforma el desierto patagónico. En 2011 un peón rural llamado Aurelio Hernández, que paseaba a caballo por la estancia La Flecha —ubicada a 260 kilómetros de Trelew y a más de 1,300 kilómetros de Buenos Aires—, vio que emergía del suelo algo extraño, algo que no debía estar allí pero aun así estaba, 32 visita quo.mx

En el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) se exhiben recreaciones de los dinosaurios hallados en estas tierras.

El dino que no tenía miedo

En esta tierra árida existe una de las mayores riquezas paleontológicas del continente americano.

desafiante: un hueso solitario, con forma de caracú, distinto de los que dejan los animales que habitan la zona luego de despedirse de este mundo. De inmediato, se lo mostró a Óscar Mayo, uno de los dueños de la estancia conocido por tener un ojo entrenado en los asuntos paleontológicos y quien no tardó en alertar a los investigadores. —Esta tierra tiene magia —repite como un mantra su hermana Alba desde hace décadas—. Aquí hay más fósiles que ovejas. No se equivoca. En el patio trasero de su casa dormía uno de los dinosaurios más grandes del mundo.

Un regalo de Navidad

Excepto por la península Valdés —un trozo de tierra con forma de riñón proclamado Patrimonio Natural de la Humanidad en 1999 y que de septiembre a enero se llena de españoles, italianos y ballenas en celo—, la provincia de Chubut no figura entre los principales destinos de la Patagonia. José Luis Carballido lo sabe y lo agradece. Al momento de planificar una nueva campaña científica al campo, este paleontólogo de 36 años no tiene que pensar cómo y dónde esquivar avalanchas de turistas cargados con un arsenal de cámaras fotográficas y la gula de querer Cortesía MEF

retratar absolutamente todo. Cada verano (es decir, cada diciembre, en el hemisferio sur), este joven investigador del MEF simplemente pone sobre la mesa las opciones: examina cada denuncia con cuidado. Y decide. Así ocurrió a fines de diciembre de 2012. Luego de estudiar cuatro opciones tentadoras, se inclinó por el enigmático dato proveniente de la estancia La Flecha. —Vamos a ver de qué se trata —le dijo Carballido la mañana de un 24 de diciembre a su colega Pablo Puerta, jefe del Departamento Técnico del museo, quien, sin pensarlo dos veces, trepó a su camioneta y con su hijo de 10 años y un pequeño amigo emprendieron el viaje. Tras un largo recorrido, los cuatro —bañados en sudor y adormecidos por el calor sofocante— arribaron al lugar. Empezaron a caminar en medio de esa inmensa nada, a rastrillar con la mirada —y con cinceles, cepillos y martillos— los detalles minúsculos, las inflexiones microscópicas, los gestos imperceptibles de la tierra. Hasta que la paciencia dio frutos. A las cinco de la tarde recibieron su primer regalo de Navidad: un pedacito de hueso asomaba en el suelo. Como si los estuviera esperando. No se imaginaron en ese momento que se trataba de la punta de un fémur de 2.40 metros de largo.

Al sur del continente americano no pasa prácticamente un mes sin que se escuche desde algunos de los rincones de la Patagonia el anuncio de un descubrimiento. Es como si la paleontología se hubiera convertido en una carrera permanente por ver quién da con el ejemplar más grande, más completo, más extraño. Lo cierto es que cada hallazgo es recibido con festejos como sucedió recientemente con la bienvenida de una nueva especie: un titanosaurio de 26 metros de largo y unos 59,300 kilogramos ‒algo así como una docena de elefantes africanos‒ cuyos fósiles se encontraron en la provincia de Santa Cruz, Argentina, entre 2005 y 2009 por un equipo de estadounidenses y argentinos, dirigido por Kenneth Lacovara de la Universidad Drexel en Filadelfia. Bautizado Dreadnoughtus schrani ‒cuya primera parte del nombre significa “el que nada teme”, mientras que la segunda palabra es un homenaje al empresario Adam Schran que financió la excavación‒, fue desenterrado en la Formación Cerro Fortaleza: su cola medía casi nueve metros. Habría vivido hace 77 millones de años, tenía el cuello largo y se estima que su estómago era del tamaño de un caballo.

A los pocos minutos, otro hallazgo: un trozo de lo que parecía una vértebra, una que, saben bien los paleontólogos, solo poseían los miembros de una especie particular —y monumental— de dinosaurios. Entonces, en ese preciso instante, José Luis Carballido, invadido por la emoción, lo supo: ahí, debajo de sus pies, cubierto por un manto delgado de tierra y de silencio, yacía un titanosaurio. Sin embargo, no había mucho más que hacer. Así que taparon todo con un nailon y prometieron volver para reencontrarse con los restos escondidos en las rocas de aquel dinosaurio cuadrúpedo de cuello largo, cabeza pequeña, ancha y alargada, uno de los animales terrestres más grandes que han existido. Había que esperar y tener paciencia. Durante los festejos de fin de año y los primeros días de 2013, este científico no dejó de pensar y soñar con los tesoros que allí habría. Era su revancha: durante una campaña realizada varios meses antes, a 40 kilómetros de aquel sitio, había encontrado —junto a un grupo de colegas— solamente dos huesos sucios, astillados, inservibles. Pasado el mediodía del 8 de enero de 2013, José Luis Carballido estaba ahí de nuevo. En esta ocasión acompañado por una caballería científica formada por los paleontólogos Diego Pol, Leonardo Salgado, Ignacio Cerda, Alejandro Otero y Alberto Garrido, cada uno aprovisionado de cantimploras, picos, palas, martillos neumáticos, tiendas de dormir, protector solar, gorras y, por supuesto, papel higiénico. Y entonces, bajo unos ardientes 40 grados, se pusieron a excavar, a limpiar, y a reír. Cada vez que extraían rocas con las palas y descendían un centímetro en esa tierra estéril parecía como si dieran un paso más allá de un mundo ajeno al suyo. La alegría flotaba en el aire como un perfume. Solo ellos sabían todo lo que encerraba lo que estaban haciendo. Nadie había visto lo que los ojos bien abiertos de estos paleontólogos veían. Sigue en la pág. 36

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Viene de la pág. 33

En solo un día, dieron con el hueso de una cadera, tres vértebras de una cola y de la espalda y un fémur de unos 600 kilos. A la hora de medir, la cinta métrica les quedó chica: aquel hueso fosilizado que tenían frente a sus ojos era demasiado grande. No se trataba de un titanosaurio más, como el Argentinosaurus —descubierto en 1987 en la provincia de Neuquén—, como el Puertasaurus, hallado en Santa Cruz, o como el Andesaurus, descrito en 1991 por el prócer de la paleontología argentina: José Bonaparte. Era una bestia prehistórica distinta, el dinosaurio más grande que se había conocido hasta entonces. Y como tal fue recibido: con champán. Nadie recuerda quién llevó la botella ni de dónde apareció. Cuando estos paleontólogos —y amigos— se dieron cuenta de lo que habían encontrado, se abrazaron bajo el manto festivo de un brindis.

El paleontólogo José Luis Carballido, investigador del Museo Paleontológico Egidio Feruglio.

Los más pequeños

Las joyas de la tierra

Hasta el momento, los paleontólogos del MEF han realizado ocho agotadoras campañas en las que científicos, estudiantes y voluntarios se alternaron para, además de trabajar, cocinar guisos, asados, pizzas, ñoquis y pan casero con la ayuda de hornos portátiles, en un ambiente en el que durante el día el sol quema y durante la noche los vientos helados cruzan los campos a gran velocidad, sin compasión. En total, llegaron a ser unos 30 curiosos empeñados —en una lenta pero sostenida coreografía de movimientos— en extraer de las profundidades de la tierra y del olvido los restos de un animal de una belleza extraordinaria, condenado a no volver nunca a recorrer por sus propios medios la superficie. Cuando pensaban que la sorpresa ya se extinguía, aparecían más fósiles. Y más, despojos indiferentes a todo lo que sucedía en el mundo, que se levantaba sobre ellos durante unos 90 millones de años. Cada vez que un trozo de roca dejaba al desnudo un resto de dinosaurio nuevo, la cara de los científicos se transformaba. —Por ahora tenemos unos 200 fósiles de, al menos, siete bichos adultos que murieron en el lugar —revela Carballido quien, irónicamente, hace unos años viajó a Alemania a estudiar al saurópodo más pequeño conocido, el Europasaurus—. Los restos están prácticamente intactos, algo que no se ve con frecuencia. De hecho, los fósiles de titanosaurios son escasos y fragmentarios. Según pudieron calcular los investigadores, estos descomunales animales, altos como un edificio de siete pisos, habrían alcanzado 36 visita quo.mx

Los trabajos de rescate comenzaron a finales de 2012 y, hasta ahora, se han realizado ocho temporadas.

Parte del equipo de paleontólogos al comenzar las excavaciones en la provincia de Chubut.

60 DIENTES,

por lo menos, de dinosaurios carroñeros se han hallado en el área de las excavaciones.

los 40 metros de largo desde la cabeza hasta la cola —tanto como dos camiones con acoplado, uno detrás de otro—, cinco centímetros más que el Argentinosaurus. Probablemente, llegaban a pesar unas 77 toneladas, algo así como 14 elefantes africanos juntos. —Sus excrementos eran también monumentales —especula Carballido—. Un elefante pesa cinco toneladas y come 300 kilos de plantas por día. Es difícil, entonces, imaginar los desechos que dejaba un animal que también comía plantas incansablemente pero que pesaba 70,000 kilos. No quiero imaginar cómo copulaban. Evidentemente, se las ingeniaban porque de lo contrario nunca hubieran llegado a ser lo que fueron. De sus montañas de excrementos y de su grandeza biológica nos separan no tanto las distancias sino el tiempo. Embajadores de una época remota, antiguos reyes de la Tierra, ciudadanos de un mundo joven y aún virgen de la plaga humana, habrían vivido durante el periodo Cretácico superior, cuando Sudamérica era una gran isla habitada por una fauna particular de dinosaurios,

que evolucionaba de forma independiente a la del resto del mundo. En lo que hoy conocemos como la Patagonia imperaba un clima húmedo y una vegetación densa con frondosos bosques con árboles de unos 15 metros de alto de los que se alimentaban estos animales herbívoros.

Crecer para sobrevivir

Sus descomunales tallas no respondían a un capricho. Eran más bien consecuencia de una inteligente estrategia de supervivencia. —Suponemos que cuanto más grandes eran estos animales para los depredadores resultaba energéticamente más costoso y riesgoso atacarlos —cuenta Carballido—. Lo que sabemos cuando uno mira un ecosistema actual es que a los animales más grandes, como los elefantes, cuando alcanzan

La Patagonia es una tierra de extremos en la que habitaron los dinosaurios más grandes del planeta junto con los más pequeños. En 2007 se descubrieron los fósiles de una especie conocida como heterodontosáuridos que vivió hace 170 millones de años. El ejemplar, llamado Manidens condorensis, medía 60 cm de largo; era tan pequeño como un gato. Otro de los dinosaurios enanos que habitaron la Patagonia fue un carníavoro conocido como Alnashetri. Con solo 50 cm de largo y 20 de alto que se cree que se alimentaba de insectos y frutos pese a ser carnívoro. El título de “dinosaurio más pequeño del mundo” es discutido: están los que dicen que le pertenece al Ashdown maniraptorian ‒entre 33 y 40 cm de alto, similar a un ave y encontrado en Sussex, Inglaterra‒ y aquellos que apuestan por el Micropachycephalosaurus, hallado en China en 1978. Sea uno u otro, estos pequeños hablan de la diversidad de esta familia de animales que no dejan de sorprendernos.

Los científicos han encontrado restos de, por lo menos, siete dinosaurios gigantes.

un tamaño adulto no los mata nadie, se vuelven inmunes. A no ser que estén enfermos o casi muertos. Al ser más difíciles de depredar, los ejemplares enormes van dejando mayor descendencia. A lo que sí no eran inmunes estos dinosaurios era, obviamente, a la muerte. Este linaje de gigantes fue incapaz de adaptarse a los abruptos cambios en el ambiente y se extinguió muchos millones de años antes de la llegada del famoso meteorito. En el caso de los siete ejemplares de esta especie de dinosaurios, aún no bautizada científicamente, la muerte los sorprendió en el mismo lugar pero en distintos momentos. Eso se concluye al observar con atención el yacimiento: en él, hay un nivel inferior y otro superior, separado por un metro y medio. Lo que indica que los siete ejemplares no murieron justo en el mismo instante. Por alguna razón, en dos o tres momentos distintos del tiempo, quizá separados pocos años de diferencia, estos animales volvían al lugar y allí morían. —Pensamos que durante los periodos de sequía concurrían en manada a pequeños charcos de agua a beber en una zona del valle con un río, y quizá algunos morían por deshidratación o porque pisaban el terreno fangoso y quedaban atrapados —cuenta el paleontólogo Alejandro Otero de la Universidad Nacional de La Plata y miembro del equipo—. La acumulación de los cuerpos de estos animales pudo ser un festín para otros dinosaurios carroñeros de gran tamaño como el Tyrannotitan chubutensis, de los que también encontramos unos 60 dientes. Suponemos que se les rompían al morder la dura piel y carne de estos gigantes. visita quo.mx 37


En seis o siete años se podría tener lista la descripción de estos enormes animales.

Uno de los fémures encontrados mide 2.40 metros de largo.

Los investigadores del MEF saben que en este sitio les queda mucho trabajo por delante, toda una caja de sorpresas: al menos tres años de trabajo de campo en los que esperan encontrar, con excavadoras y grúas hidráulicas, nuevos tesoros. En especial, una pieza que les falta: un cráneo. En unos seis o siete años tendrán los resultados finales con descripciones detalladas de la anatomía de esta curiosa especie. Para entonces, esperan haberle asignado un nombre. —Aún no lo tenemos decidido —confiesa Carballido—. Queremos dedicárselo a los dueños del campo, la familia Mayo, que nos dieron aviso y nos dan la bienvenida todas las campañas. Y también hacer referencia a su magnificencia y a las características de la región. Más que un cementerio de gigantes, todo un paraíso para los paleontólogos donde fueron encontrados los tres mayores dinosaurios del mundo y en el que, como no se cansa de señalar el paleontólogo Sebastián Apesteguía, confluyen tres factores que facilitan los hallazgos. Primero: el 70% del territorio argentino es un semidesierto, lo que hace que, al no haber cobertura vegetal, los fósiles sean 38 visita quo.mx

En la Patagonia se han encontrado los tres mayores dinosaurios del mundo.

muy fáciles de detectar en la superficie. Segundo: la ayuda de la cordillera de los Andes que con los años se levantó de tal modo que las rocas que estaban en las profundidades quedaron expuestas. Y tercero: 200 años de tradición de investigación paleontológica en vertebrados hecha por científicos locales. Ni Lionel Messi ni el papa Francisco: los verdaderos embajadores de este rincón del mundo son los dinosaurios y el eco fosilizado de un mundo temporalmente distante. Una grandeza extinguida pero aún presente. Si la Patagonia es un cofre y los dinosaurios son sus joyas, la nueva especie recientemente descubierta es su más majestuosa corona. José María Farfaglia / MEF


Land of the Giants In the southernmost corner of the Americas, Argentine paleontologists discovered the remains of the largest land animals that ever existed: dinosaurs as tall as a seven-story building and that weighed about 70 tons. Quo (Mexico), December 2014. http://j.mp/1Dl9OYt By Federico Kukso Ring, ring, ring! The sound escalates like a person that climb a mountain with impudence. After a while, it rests and re-charges. During the day or during the night, a loud explosion erupts in the solemn silence that pervades every corner of the Museum of Paleontology Egidio Feruglio (MEF, in Spanish). Anytime, a phone rings here in the city of Trelew, at the heart of Patagonia Argentina, and its insistence alters the tense calm in the halls and corridors of this scientific mausoleum where past and present merge in a new time. Even the skeleton of the carnivorous dinosaur Tyrannotitan chubutensis which dominates the central hall of the building with its sharp teeth or even the reconstructions of an Eoraptor, a Piatnitzkysaurus and other dinosaurs want to know what the fuss is all about. The scientists of the museum know these calls well. They refer to them as "reports" or "denounces", furtive calls coming from every corner of the region: from farms across the southernmost corner of the American continent, the argentine Patagonia, a territory hostile to life of 49000 square miles that includes the provinces of Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego and the South Atlantic Islands. From there, all sorts of people --children, adults, elderly-- pick up the phone, dial the number of the museum and tell the scientists what their eyes see: a splinter, a piece of bone emerging with disdain from barren, endless and fierce Patagonian desert. In 2011, a rural worker named Aurelio Hernandez, who was riding his horse around a ranch called “La Flecha” (“The Arrow” in Spanish) --located 160 miles from Trelew and more than 800 miles from Buenos Aires--, saw something strange emerging from the ground, something that should not be there, defiantly: a solitary bone, different from those from the local animals. He immediately showed it to Oscar Mayo, one of the owners of the ranch who soon alerted the researchers. --This land is magic --repeats his sister, Alba, like a mantra--. There are more fossils here than sheeps. She was right. In the backyard of his house, the world's largest dinosaur was sleeping beneath the soil. A Christmas present Except for the Valdés Peninsula, a piece of land with the shape of a kidney proclaimed World Heritage Site by UNESCO in 1999 and that is visited by


thousands of Spanish and Italian tourists and giant whales from September to January, the province of Chubut is not one of the main destinations of Patagonia. José Luis Carballido knows this and appreciates it. When planning a new scientific expedition to the field, this 36 year-old paleontologist don't have to think about how and where to avoid annoying tourists and their cameras. Every summer --every December, in this hemisphere--, this young researcher from the Museum of Paleontology Egidio Feruglio simply examines his options. He checks them out carefully. And he chooses where to go. That was what happened in late December of 2012. After studying four tempting options, he decided to go investigate that enigmatic denounce from La Flecha. --Let's see what is all about --said Carballido the morning of December 24th to his colleague Pablo Puerta, head of the technical department of the museum, who, without hesitation, climbed into his truck with the company of his 10 year old son and a little friend and began their journey. After a long trip, the four paleontologists, bathed in sweat and lulled by the sweltering heat, finally arrived on the scene. And then they started walking in the middle of this vast nothing, looking the tiny details of the ground. Until the patience finally paid off. At 5 pm, they received their first Christmas present: a piece of bone emerging from the ground. As if it was waiting for them. They did not imagine then that that tiny bone was the end of a 2.40 meters long femur. A few minutes later, another discovery: a piece of what it looked like a vertebra, one well known by paleontologists, possessed only by members of a particular species of giant dinosaurs. It was at that moment when José Luis Carballido, invaded by emotion, knew that under his feet, covered by a thin blanket of earth and silence, there was a titanosaurian. However, there was not much else to do. So they covered everything with nylon and promised to return to recover the hidden remains of that long-necked quadruped dinosaur, one of the largest land animals that ever lived. He had to wait and be patient. During the New Year festivities and the first days of 2013, this scientist couldn't think of anything else. It was his revenge: during a campaign several months before, with a group of colleagues he had found only two dirty bones. On January 8, 2013, José Luis Carballido was there again. On this occasion accompanied by a team of scientists equipped with picks, shovels, hammers, sleeping tents, sunscreen, hats and, of course, toilet paper. And then, under a withering temperature of 104 degrees Fahrenheit, they began to dig, to clean those fossils. Whenever they inserted their shovels in the land, they felt they were rewinding time. The joy was in the air like a perfume. Only they knew the treasure they have found. Nobody had seen what the eyes of these paleontologists saw. In just one day, they found a hip bone, three vertebrae of a tail and a 600 kilos femur. The measuring tape they had was too short. The fossilized bones they had before their eyes were too big. It was not a titanosaurus like the Argentinosaurus, discovered in 1987 in the province of Neuquén. It was neither a Puertasaurus, found in Santa Cruz,


nor an Andesaurus, described in 1991 by the hero of argentine paleontology, JosĂŠ Bonaparte. It was a different prehistoric beast, the largest dinosaur ever known. And as such, it was received as it should: with champagne. Nobody knows who brought the bottle or where did it appeared from. When these paleontologists realized what they had found, they made a toast. The jewels of the earth So far, the MEF paleontologists have been done eight grueling campaigns to the field. With the help of 30 volunteers, they extracted from the depths of the earth the remains of this extraordinary animal. Fossils keep on appearing in the ground, indifferent to what happened in the world for about 90 million years. --So far we have found about 200 fossils of at least seven adults that died at the same place --reveals Carballido who ironically a few years ago traveled to Germany to study the smallest known sauropod, the Europasaurus-. The remains are virtually intact, something not seen very often. In fact, the fossils of titanosaurs are scarce and fragmentary. According to the researchers, these animals were as tall as a seven-story building. They were 40 meters long from head to tail. Probably, it weighed about 77 tons, something like 14 African elephants. --Their droppings were also huge --says Carballido-. An elephant weighs five tons and eats 300 kilos of plants per day. It is difficult to imagine then the waste left by an animal that ate plants tirelessly but also weighing 70 tons. I can only imagine how copulated. Ancient kings of the Earth, citizens of a young world, these animals would have lived during the Cretaceous period, when South America was a large island inhabited by a particular fauna of dinosaurs, which evolved independently from the rest of the world. These herbivores fed from the dense vegetation and from the 15 meters high trees that covered Patagonia during that remote time. Their enormous sizes did not respond to a whim. It was rather a result of clever survival strategy. --We think the bigger these animals were it was energetically more costly and risky to predators to attack them --says Carballido- . What we know when looking to an existing ecosystem is that larger animals such as elephants when they reach adult size become immune. No one attacks them unless they get sick or something. This lineage of giant was unable to adapt to abrupt changes in the environment and became extinct millions of years before the arrival of the famous meteorite. Death surprised these seven specimens of this species of dinosaurs at the same place but at different times. The scientists reached to this conclusion after observing carefully the site: there is a lower and an upper level, separated by five feet. This indicates that the seven animals did not die at the same time. For some reason, in two or three different points in time, perhaps a few years apart, these animals returned to the scene and died there.


--We think that during periods of drought these animals came to this place to drink water. Some of them died of dehydration or they trod the muddy ground and were trapped --says paleontologist Alejandro Otero the National University of La Plata and member of the team. The accumulation of the bodies of these animals might be a feast for other scavengers large dinosaur like Tyrannotitan , of which we also found about 60 teeth. We assume that they broke when biting hard skin and flesh of these giants. MEF scientists know that a lot of work lies ahead on this site. It is a paleontological box of surprises: they have at least three years of fieldwork in which they expect to find with hydraulic excavators new treasures. In about six or seven years they will have the final results with detailed descriptions of the anatomy of this curious species. By then, they hope to give to these animals a name. --We have not decided yet --says Carballido--. We want to name the dinosaur after the owners of the field, the Mayo family that helped us during all the campaigns. We want also refer to the magnificence of these creatures and to the characteristics of the region. Neither Lionel Messi nor Pope Francis: the true ambassadors of this corner of the world are these dinosaurs and the fossilized echo of a distant world. An extinct but still present greatness. If Patagonia is a jewelry box and the dinosaurs their treasure, the new recently discovered species is its most majestic crown.


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