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43.- Brindis

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42.- Esta noche

42.- Esta noche

BRINDIS

Del hombre, de la palabra que fui ayer De la mirada y el instante de la caricia lenta Del beso inesperado, aquella tarde lejana de mayo, Del viaje inevitable de los cuerpos y su calidez Veo tus huellas, nunca dejo de verte en los espejos, en mis sueños, cuando preparo mi arco y salto el muro que me lleva al bosque.

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No estuvimos equivocados nunca, hemos vivido, destilado cada hora en el ámbar de tu alma mi alma encalló

nada de nosotros agoniza Despliegan ebrias las alas De nuestra limpia edad temprana tu joven piel y tus vestidos, tus cabellos, que mis manos, mi flauta y mi memoria invocan,

siempre tú, lejos de los lugares donde maldicen siempre tú, al fondo, en una zona sagrada yo, en el abismo y la colina de tu desnudez, la nueva escritura, antigua como mis deseos,

De tus pies limpios, entornados, cálidos, lavados en el vino que me embriaga, de tus pasos cercanos siempre de la voz que me gusta, de la mirada lejana De las manos que me tendiste al caer,

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extenuado amasijo de polvo, junto al caballo muerto. A mi regreso de la gran batalla Caí en tu secreto jardín de extrañas flores, me llevaste a calentar en tu chimenea

y retornaron mis fuerzas, tu corazón rugía despeñándose en la ciega polvareda de besos.

De ti mujer que has luchado a mi lado cruzando todos los puentes, desfiladeros y desiertos, que has visto nacer mi poesía en la alta noche y escalado junto a mí el árbol de la soledad y transitado los muelles del destino De tu vuelo portentoso de águila fecunda de antiguas noches y conversaciones Tú paseando por la habitación Con mi camisa y el vino, en pose altiva Y Como río loco me inundas

Yo soy el animal que, en la noche, Delirante atravieso las tierras de los monjes De las horas juntos, de las caricias aquella tarde de la más hermosa reconciliación

Porque nunca huyes, ni nos dejas Porque si no estás aquí todo se agita, se detiene Estás siempre en mi mente no hay vacío cuando pienso en ti, eres mi Mandala, mi mar Conozco tu espíritu y lo amo Me sembraste tu nombre como si fuera un árbol, Ardiente espada en el centro de mi Alma.

De ti, hablemos

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