BRINDIS
Del hombre, de la palabra que fui ayer De la mirada y el instante de la caricia lenta Del beso inesperado, aquella tarde lejana de mayo, Del viaje inevitable de los cuerpos y su calidez Veo tus huellas, nunca dejo de verte en los espejos, en mis sueños, cuando preparo mi arco y salto el muro que me lleva al bosque.
No estuvimos equivocados nunca, hemos vivido, destilado cada hora en el ámbar de tu alma mi alma encalló nada de nosotros agoniza Despliegan ebrias las alas De nuestra limpia edad temprana tu joven piel y tus vestidos, tus cabellos, que mis manos, mi flauta y mi memoria invocan,
siempre tú, lejos de los lugares donde maldicen siempre tú, al fondo, en una zona sagrada yo, en el abismo y la colina de tu desnudez, la nueva escritura, antigua como mis deseos,
De tus pies limpios, entornados, cálidos, lavados en el vino que me embriaga, de tus pasos cercanos siempre de la voz que me gusta, de la mirada lejana De las manos que me tendiste al caer, 89