TENEBRISMO Y PSIQUISMO en la poesía de Elias David Curiel por Gabriel Jiménez Eman

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GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN

Tenebrismo y Psiquismo en la poesía de Elías David Curiel

Ensayo

Fondo Editorial Oikos Instituto de Cultura del Estado Falcón


© Tenebrismo y psiquismo en la poesía de Elías David Curiel, Gabriel Jiménez Emán © 2ª Edición en Fondo Editorial OIKOS, 2022 Instituto de Cultura del Estado Falcón INCUDEF, 2022 Presidente: Inti Clark Boscán Coordinación Fondo Editorial Oikos: Gabriel Jiménez Emán Portada y fotomontaje digital: Elmer Miguel Ayllón Diseño y Diagramación: Elmer Miguel Ayllón Fotografías: Gabriel Jiménez Emán

Hecho el depósito de la Ley ISBN: 978-980-7959-16-2 Depósito legal : DC2022000357


SUMARIO Entre Romanticismo y Modernismo

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La plenitud de la Nada

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El alma nocturnal

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Circunstancias vitales

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Judíos sefardíes en Coro

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Al través, al margen y más allá

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Música de las esferas

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El diálogo con Dios

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El reconocimiento literario

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Poemas que piensan

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Poemas breves

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Poemas dispersos, más no errantes

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Perfil de un tormento

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Peripecia editorial

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Valoraciones críticas

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Jiménez Sierra visita casa de Curiel en Coro

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El estudio de Juvenal López Ruiz

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Apreciaciones posteriores

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Apuntes literarios: la filosofía estética de Curiel

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ENTRE ROMANTICISMO Y MODERNISMO Una de las cuestiones más motivadoras de ejercer la interpretación sobre literatura es la de poder hacer justicia a escritores que han permanecido mucho tiempo ausentes de los espacios estéticos o históricos, y puedan luego ser valorados, sobre todo si éstos se encuentran en planos fundadores de la lírica de un país, tal es el caso de Elías David Curiel. Esta afirmación nos llevaría también a considerar a este poeta uno de nuestros principales pensadores si tomamos en cuenta que la poesía no se limita al mero ejercicio verbal, sino a obtener una conciencia moral y filosófica profunda. En primer lugar, debemos ubicar la figura de Curiel en los inicios mismos de nuestro modernismo literario, logrado en esta ocasión merced a unos matices muy peculiares que nos propondremos dibujar aquí en la medida de lo posible con sus correspondencias respectivas, trazando paralelos con motivos, temáticas y dispositivos estéticos de su tiempo y momento, a objeto de observar más claramente donde radican tales logros. Como sabemos, Venezuela cuenta con un buen número de escritores neoclasicistas, románticos y modernistas representando bien tales tendencias, sin los cuales sería difícil definir cuáles son estos rasgos distintivos para la poética de Elías David Curiel. El primer ramal romántico nuestro proviene de una reacción al neoclasicismo representado en el siglo XIX por Andrés Bello, de un equilibro formal que éste comparte atenido a cánones de equilibrio y sobriedad que son centro de la estética clásica europea, la cual tuvo en nuestra América representantes señeros como José Joaquín Olmedo en Ecuador; Jorge Isaacs en Colombia; Esteban Echeverría en Argentina; Rafael Landívar en Guatemala; o José María Heredia en Cuba, para luego pasar a románticos consolidados como Juan Antonio Pérez Bonalde, quien es seguramente la figura central del romanticismo venezolano, al incluir en su poética ya no paisajes o sentimientos prestados de Europa, sino otros que pudiesen expresar la sensibilidad nuestra, realizando luego Pérez Bonalde otros aportes con sus versiones y traducciones del francés, inglés y alemán. Precisamente, la traducción que realiza Pérez Bonalde de El Cuervo de Poe debe ser tenida como paradigma dentro de nuestra tradición tenebrista y nocturna, la cual vendría a apoderarse de buena parte de la lírica vene-

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zolana para remarcar su lado oscuro o escéptico. La propia vida de Poe se convertiría en un fatum dentro de la literatura estadounidense, dejando su influjo en un poeta como Charles Baudelaire, quien además de darse a la tarea de traducir la obra de Poe, propició la entronización de un nuevo espíritu, surgido de una reacción contra la ferocidad del capitalismo y sus métodos de imponer el poder económico, convirtiendo el legado cultural en ideología, es decir, en una falsa cultura basada en la mercancía y el valor de cambio. La propia vida de Pérez Bonalde, en medio de los furores de la Guerra Federal, los fracasos matrimoniales y las tragedias personales, terminaron por dibujar un romanticismo de primera magnitud, que venía precedido de la impronta de poetas como Abigaíl Lozano, Rafael María Baralt o Jacinto Gutiérrez Coll, y proseguiría su influjo en poetas como Carlos Borges y Udón Pérez, --quienes cultivaron la poética modernista-- y se extendería hasta la vanguardia del siglo XX en escritores como Andrés Eloy Blanco, José Antonio Ramos Sucre, Salustio González Rincones y Ángel Miguel Queremel. Recordemos que el modernismo hispanoamericano nace apareado al romanticismo; fueron escritores adelantados de este movimiento como Rubén Darío (su fundador), en Nicaragua, Julián del Casal en Cuba y Leopoldo Lugones en Argentina quienes ejercieron un profundo influjo en modernistas nuestros como Carlos Borges, escritor donde también se aprecia esta onda tenebrista y nocturnal presente en la obra de Elías David Curiel. Quisiera insistir sobre este vínculo —soterrado, indirecto, de motivación interna más que de mero juego verbal o formal— que mueve la mirada escéptica de la modernidad inaugurada en lengua francesa por Charles Baudelaire, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, en línea directa con Edgar Allan Poe, la cual va a ser definitoria en la obra poética de Elías David Curiel, como lo han sido las diversas lecturas religiosas, filosóficas y mitológicas de diversa índole, sobre todo aquellas referidas al ocultismo, la cábala, la teosofía y otras doctrinas anexas, las cuales van conformando una visión (y versión) del mundo del todo diferenciada de otras visiones forjadas en la poesía venezolana de su momento. El primer elemento que se advierte en la concepción poética de Curiel es el deambular, el errar. Las cosas fluyen o huyen,

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se dispersan y luego parecen confluir en lo que me atrevería a llamar un Anima Mundi, inaprensible del todo, que fluye o se escapa de modo permanente. Este deambular sería consecuencia de la disconformidad y de una carencia de belleza inmediata, al tiempo que persigue un refugio en la palabra, en los universos ideales creados por el verbo. Los movimientos literarios nutrientes serían por supuesto el romanticismo y el modernismo; en cuanto a la naturaleza de tal romanticismo, su origen sería sobre todo órfico, de ensoñación permanente; propiciado por sueños generados en el inconsciente como por sueños provocados a través de drogas, especialmente el alcohol y el éter. En lo que respecta a la naturaleza de éstos, estarían penetrados de delirios, pesadillas, pavor, tedio y modorra, generando los respectivos estados de melancolía, los cuales producen a su vez otros estados de entresueño que conducen a una suerte de supra-realidad. En cuanto a los recursos formales utilizados, éstos pudieran desembocar en los de una disonancia fragmentada. He apuntado desde un primer momento estos elementos para irlos desarrollando a lo largo del proceso interpretativo donde, desde un primer momento, observamos un deliberado uso de la disonancia y de la fractura del canon modernista, a través de una forma altamente elaborada. Sin embargo, Curiel no se propone, como dije, un perfeccionismo formal solamente, ni tampoco busca convertirse en un orquestador verbal que usa determinada alquimia para lograr una joya engastada. El extravío para Curiel es un método, un instrumento de percepción, de captación del alma del mundo, el cual funcionaría, a mi modo de ver, como un modo de aprehensión de la realidad interior. En resumen, pudiéramos decir, como corolario de este trabajo, que el ideal de Curiel es investigar esa Ánima Mundi, y a su vez esta Alma le sirve para dirigir las potencias del sueño --el Orfismo—que van a otorgarle una dimensión espectral a su poesía.

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LA PLENITUD DE LA NADA Es preciso anotar que Curiel publicó sus primeros poemas en revistas locales del estado Falcón, en cuya capital nació en 1871 en el seno de una familia de origen sefardí, para después buscar lugar en revistas nacionales como El Cojo Ilustrado, la famosa publicación caraqueña que constituyó la revista literaria venezolana más importante de su tiempo. Otros poemas fueron recogidos en un volumen preparado por Luis Arturo Domínguez titulado Poemas en flor, lo cual desea indicar que fueron poemas nacientes; de aquí surgirá esa “forma iluminada por la idea”, como anota el escritor en el verso final del poema “Invocación”. Vemos de seguidas unos textos marcados por el fluir o el deambular, como en “Nébula”: “Mil fragmentos de caótica substancia flotan, bullen y fermentan en mi espíritu; / nebulosas de emociones y de ideas / impregnadas en el cósmico fluido.” Más adelante nos hallamos con el elemento señalado antes: “Un idioma en que las frases tracen curvas de colores y sonidos / describieran su espiral las concepciones / que fermentan en el caos de mi espíritu.” Vemos luego cómo se revelan los rasgos fragmentarios y quebrados del estilo: “Sin luz, sin emoción y sin idea / nocturnamente silenciosa, el alma / el sello de su gris y muda calma / en sus creaciones imprimir desea.” Texto que posiblemente funcione en este caso como una Ars Póetica.

Fachada de la casa natal de Curiel, Coro

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En su primer poema extenso, “Toda el alma”, Curiel revela su identidad con el mal, con las fuerzas oscuras de iniciación al vicio que fueron impronta de su mundo poético: Humilde vianda que el sudor no riega como una salsa de oloroso aliño, mi hambre de festín nunca sosiega, como escaso pezón goloso niño. Todos los cuartetos de este poema van en este sentido del espíritu puesto en el errar, en la imprevisión, en la negativa de ceñirse a lo apolíneo, en una certera declaración de principios: Las obras de arte ni el ambiente clima dan a mi numen el propicio medio de respirar oxígeno de rima en la asfixiante atmósfera del tedio. No me blasona la apolínea palma de secular dominación emblema y cuando rimo en mi poema el alma nunca armoniza el alma en el poema. Lo resaltante en un primer momento en Curiel es la coherencia de visión, su fidelidad al ideal de verdad en la belleza que persigue, y cómo lo va mostrando en estos primeros poemas donde se presentan orgías, brindis, sensaciones e insomnios de manera persistente, lo cual será definitorio para el mundo del poeta. Los ejemplos serían interminables. En “La tristeza de la carne” leemos: “Amo la carne sosa / del mal velado seno, / y el poema que ritman / las curvas en el cuerpo / Y esos amores hijos / del insaciado anhelo / cruzan mis noches largas / en las horas del tedio.” En textos como “Sensación”, “Fiat”, “Alma insomne”, “Alma adolescente”, “El alma del mundo”, “Rima” y “Minuto de eternidad” están presentes estos elementos del amor idealizado, sensaciones, sexo y sentidos insaciados: con frecuencia el espacio sideral –más que el espacio natural terrestre-- son fuente de inspiración, así como la imagen de la mujer en la que todo fluye, y de la cual no están exentos los elementos esca10


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tológicos (“Necrogenia”), el amor báquico, teñidos de un color rosa pálido. Pudiéramos decir que el poeta acude a la mayor variedad de imágenes posibles para enriquecer sus visiones. Otro de los recursos implícitos utilizados por Curiel es la música, la cual se presenta bajo las formas más variadas; a menudo se trata de una música encantatoria que se alía a los aromas y a los devaneos de la mente, en medio del silencio. Podemos hallar aquí, por ejemplo, la presencia de Richard Wagner (“Wagneriana”) o de su amigo personal Antonio Smith (“Smithiana”), en algunos de los cuales leemos: Y en música las emociones que sentirán los corazones de la futura humanidad: remota humanidad que encierra en los ovarios de la tierra la preexistente eternidad.” Demás está decir que dentro de este espíritu de música, sensaciones y experiencias sensibles o placeres mórbidos, campea una filosofía de la vida; filosofía que se expresa con la cercanía de la mujer (“A una adolescente”, “A una desconocida”, “Eros”) donde pueden ser innumerables los ejemplos; referencias a la mujer transmutados en goce, sueño, ideal, amor dulzura, depositarias de una imaginación afantasmada, astral, que convierte a Curiel en creador de un mundo diferenciado del resto de otros poetas venezolanos contemporáneos suyos, por tratarse de un modernismo propio, vivo, no imitativo, que lo lleva a escribir: No imagino griegas diosas al soñante sino solo la verdad de tu belleza no la inerte curva rítmica del Arte; sino una Alma que creó Naturaleza

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EL ALMA NOCTURNAL El Alma en Curiel siempre está en mayúsculas, pues es el centro de su poesía, si ello pudiera decirse de este modo. Diríamos también que Curiel es un poeta lunar, un poeta nocturno. El poema “Mal de luna” da perfecta cuenta de ello, a tal punto la luna ilumina la oscuridad hasta hacerla blanca. Vemos estos versos: Blanca noche. Me enfermo de mal de luna. Un prado. Surtidores. (…) En el claro ambiente del jardín que aroma el claro de luna, calla ella y él (…) Momo, Pierrot, Colombina y el Marqués marchan por una arboleda granadina plateada por la luna. En el volumen agrupado bajo el título Poemas en flor están bien definidos los elementos que van a formar parte del mundo de Curiel, y serán llevados a un punto todavía más ceñido (y más ambicioso formalmente) en la colección titulada Música astral, donde el poeta consigna una suerte de teoría de las visiones; es decir, intenta conceptualizar en verso los principios que mueven su poética, pudiendo aplicar estos corolarios a buena parte de su obra. Es complejo tal proceso, donde se poetiza a la vez que se piensa, o donde --si se lo prefiere-- se piensa poéticamente. En el poema que lleva este título nos encontramos con seis tercetos donde se expone lo que es para él el canto, la mente, el cuerpo y el alma en el instante de articular la palabra; mientras que en el texto de “Desorientación” se alude a la errancia y trashumancia ya señalada. En “El canto de la noche” advertimos un amplio desarrollo de quince cuartetas (60 versos) en la primera de las cuales leemos: “Cántate, alma mía, cántate a ti propia; / Sé sólo en

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mis rimas el único tema, / Y, como en la luna de un espejo, copia, / tu rostro enigmático en cada poema.” No he leído tal precisión en toda la poesía venezolana de su tiempo, donde el alma aparezca con mayúsculas, un Alma que es transversal a la densidad nocturnal, una fusión aguda de sentimiento romántico afincado en la conciencia de sí mismo. Las formas en Música Astral son más complejas, pero más sosegadas, aunque el pathos sea el mismo y el alma se nutra de similar movimiento nocturno.

Cartel de la Bienal Literaria Elías David Curiel de Coro

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CIRCUNSTANCIAS VITALES Hemos de detenernos un poco para hablar sobre la circunstancia cultural y vital de Curiel, de las contingencias existenciales que debió sufrir el poeta para llevar a cabo su obra, la cual se gesta entre los últimos años del siglo XIX y principios del XX. Tengamos en cuenta la ciudad donde nace y vive Curiel, Coro, una de las más antiguas de Venezuela (f. 1527), inmersa en la monotonía postcolonial, el calor, y por otro lado en los prejuicios y abolengos eclesiásticos conviviendo por igual. Todo ello condimentado por el origen judío sefardí del poeta, lo cual caló hondo en su ánimo, convirtiéndole en una personalidad muy especial, pues en él conviven el judaísmo, el catolicismo con lo sefardí gnóstico y lo neoplatónico para brindarnos una poética de cuerpos verbales --breves o extensos-- con la misma intensidad. A los textos largos daremos el nombre provisional de Poemas Mayores, a los cuales pertenecerían algunos como “Música Astral” (1908), “Filosofía de antaño” (1908), “El canto de la noche”, “Al margen de mi vida” (1918), “Al través de mi vida” (1914) y “Más allá de mi vida” (1917) y los poemas de mediana y corta extensión. Mientras que desde el punto de vista del tono habría que distinguir dos ramales en su poesía: uno hermético, poblado de referencias culteranas, donde prevalece un sentimiento pagano traspasado del cristianismo; es decir, un sincretismo conciliador de doctrinas, una especie de panteísmo. Mientras que por otro lado observamos poemas repletos de un escepticismo audaz, donde se mezcla la ironía a la crueldad en una densa indagación ontológica que lo enfrenta a su realidad personal y a su soledad, lo cual culminaría en el acto límite del suicidio. Este componente existencial y ontológico hace de su poesía no un ejercicio verbal puro, sino también un ejercicio de indagación filosófica y hermenéutica. Ello habría que tomarlo en cuenta dentro de un rango de innovación dentro de nuestra poesía, para convertir a Curiel en un verdadero adelantado de nuestro modernismo y en uno de nuestros poetas más genuinos. Además, posiblemente tengamos que considerarle nuestro mayor poeta tenebrista, heredero de la tradición heredada de Poe, Baudelaire y Verlaine, al punto de conectarle también con el malditismo de éstos. Como sabemos, Coro fue el principal asiento de comunidades judías en nuestro país, provenientes de Europa debido a la

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diáspora, diseminados luego por las Antillas holandesas de Curazao, Aruba y Bonaire, quienes llegaron a Cuba y Venezuela. Además de Coro, en Venezuela se establecieron en ciudades como Puerto Cabello, Barquisimeto, Maracaibo o San Felipe, principalmente. En Coro, la comunidad judío-sefardí fue de gran importancia, llegando a constituir una presencia insoslayable dentro de la sociedad falconiana, donde forjaron un movimiento comercial y social de relevancia. Recordemos que por entonces el país era una especie de gran feudo militar, que pasa por diversas autocracias como las de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, y ese feudo también se traduce en tenencia de la tierra que, junto al poder de la Iglesia Católica, pueden componen un paisaje bastante agobiante para la creación literaria, donde se mueven monopolios financieros criollos que hacen negocios con Europa y Estados Unidos, para conformar una gran clase pudiente u oligárquica. Sólo hay que imaginarse a Coro en esos años, con todo el peso histórico que sobre ella recae desde la época colonial, pasando luego por las etapas de la Independencia y la Federación, las cuales dejaron un país asolado y miserable que hubo de reconstruirse desde abajo. JUDÍOS SEFARDÍES EN CORO Sería pertinente reseñar aquí la especial circunstancia histórica de los judíos sefardíes en Venezuela; en Coro especialmente. Para 1824 ya se había firmado un tratado entre Holanda y Gran Colombia donde se garantizaba a sus súbditos la libertad de cultos, hasta que en 1834 se promulgó este decreto de la libertad de cultos, y esto atrajo a muchos judíos que vivían en Curazao a venir a tierra firme, a objeto de mejorar sus condiciones de vida. Los sefardíes poco a poco fueron llegando a Venezuela y se distribuyeron hacia Caracas, Maracaibo, Barcelona, Barquisimeto, San Felipe, Puerto Cabello y Coro. Por su cercanía con Curazao, Coro se convertirá en el asentamiento más importante de los judíos sefardíes. En 1824 David Hoheb fue uno de los primeros judíos en llegar a Coro, ocupando cargos de Juez de Paz, Procurador y Alcalde Municipal. Él, junto a Jacobo Curiel habrían visitado al Libertador Simón Bolívar en Angostura en 1818, para ofrecerle ayuda, entusiasmados como estaban por la gesta libertadora de Venezuela.

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Placa en la casa natal de Elías David Curiel, Coro

Para comienzos de 1831 ya estaba asentado en Coro un buen contingente de judíos dedicados al comercio –tan respetados como vituperados— y es sabido que fueron objeto de ataques y difamaciones por parte de los católicos, generando muchos disturbios antisemitas. Sin embargo, esta crisis fue superada y la comunidad de judíos pudo enraizarse en la ciudad, donde formaron varias firmas mercantiles de exportación e importación de productos, y participaron en la sociedad coriana con tal éxito, que hacían préstamos al gobierno local. Es conocida la circunstancia en que la comunidad judía se negó una vez a hacer un empréstito al gobierno del general Juan Crisóstomo Falcón, jefe de la guarnición militar de la ciudad, lo cual dio como resultado una serie de manifestaciones anti judías en la ciudad, por lo cual debieron huir de nuevo a Curazao, donde solicitaron ayuda del gobierno holandés para que indemnizaran a los ciudadanos judíos que dependían de Holanda, lo cual se logró, y los judíos regresaron a Coro en 1859, logrando incorporarse nuevamente a la sociedad. No poseyeron una sinagoga para orar, pero si contaban con oficiantes para los servicios religiosos, y para las bodas obraban a través de los llamados contratos matrimoniales. Otros miembros, como el mismo Joseph Curiel, abuelo de Elías David, practicaban la circuncisión según la ley judía. A partir de 1847 se utilizó la casa de Abraham Senior como oratorio hasta comienzos del siglo XX. A esta casa se trajo un rollo de pergamino llamado 16


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Sefer Tora, contentivo del Pentateuco, es decir, de los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, los cuales conforman lo esencial de la legislación hebrea. Lo mismo vale para el cementerio judío de Coro, cuyo terreno fue elegido por Joseph Curiel, quien enterró allí a su hija Jonebeth Hanah, de sólo ocho años de edad, en 1832. Dicho cementerio está considerado el más antiguo en su clase en toda América. Los judíos de Coro siempre se mantuvieron en contacto con Curazao. Durante las guerras federales, Juan Crisóstomo Falcón y Ezequiel Zamora, quienes en una primera fase intentan hacer de Coro un Estado Federal, buscaron refugio por unos meses en Curazao, perseguidos por José Antonio Páez. En 1890 los judíos fundaron en Coro sociedades culturales llamadas “Alegría” y “Armonía”, con sus respectivas agrupaciones literarias y revistas propias, donde participaría Elías David Curiel. De modo que el poeta siempre se mantuvo en contacto con el mundo cultural y literario de su tiempo a través de libros, revistas, periódicos y publicaciones, conciertos y eventos culturales. José David Curiel, hermano de Elías David, fue Presidente de la Corte Suprema de Justicia y hombre de letras admirado por su hermano. Muchos de estos intelectuales conformaron la primera Logia de Coro, llamada Unión Fraternal N° 17, siendo Elías David uno de sus fundadores. Además, Elías David fue educador y maestro de escuela que reunía grupos de jóvenes en su casa coriana para impartirles allí conocimientos de materias diversas, lenguaje, astronomía, historia, arte, hasta conformar un Colegio Federal, que tuvo muy buena receptividad en la ciudad, siendo ponderado por la excelencia de sus clases. De modo que tenemos a un intelectual de cuerpo entero. Tenemos también a un iniciado, a un visionario que tuvo sus razones personales para proceder como procedió. Al final, la sociedad coriana católica no le perdonó nunca que se hubiese quitado la vida. De este ambiente de nostalgias prestadas por Europa y de melancolía criolla tiznada por el ancestro judío, surge Elías David Curiel en medio de casas solariegas y calles empedradas, de presencias solares que también procreaban sus antípodas durante la noche, con sus fantasmas y visiones sombrías. Curiel

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consumió el cocuy, el opio y el éter; a menudo se drogaba para poder soportar el peso de la realidad, buscaba en los paraísos artificiales escapes a la vida monótona, obteniendo en la poesía una suerte de catarsis que además le transportaba a otras dimensiones a través de músicas y verbos extasiados. Tal vez entonces Elías David se jugó el todo por el todo en su entrega a la poesía, se puso en manos del sueño y se introdujo en los laberintos órficos.

AL TRAVÉS, AL MARGEN Y MÁS ALLÁ Volvamos ahora a la materia de los poemas. Nos referíamos a los poemas de largo aliento, reconociendo en ellos una especie de construcción formal a la manera de edificios verbales, aunque de arquitectura dispareja, buscada así ex profeso para mostrar justamente su rebelión al canon. Tenemos en primer lugar a los tres poemas concebidos como proyectos de hermenéutica: “Al través de mi vida” (1914), “Más allá de la vida” (1917) y “Al margen de mi vida” (1918). En “Al través de mi vida” un estribillo resuena siete veces en la primera parte: “Oh mi alma, sueño de un dios, incoherencia de un dios atediado de su omnipresencia”. Observemos bien la naturaleza anímica del poeta en este caso: se trata del sueño incoherente de un dios que ya no puede soportar su propia presencia: está en todas partes y en todos los lugares.

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Luego tenemos un alma soñada por un ser que está en todas partes, y además incoherente: idea nada fácil de aprehender, idea abstracta. El viaje comienza en la cuna, cuarenta años dormido como un hostil fantasma. La verdad no puede ser más hostil consigo mismo el poeta en el momento de juzgarse. Una niñez sin juegos, sin pájaros, sumida en los libros, según se deduce de la lectura de los versos siguientes: Mi niñez no supo de hermosa cometa Ni de la peonza que ritma el planeta, Ni nunca en la copa del árbol subido, Saqué los piantes pichones del nido, Ni fui con los otros rapaces al pozo. Los cuentos han sido mi susto y mi gozo. Mundo que por cierto contraste con Y la negra fámula adivinadora Que previó en mi horóscopo una mala hora, leyendo la cábala oscura que traza el turbio residuo del café en mi taza. Aparte de las presencias materna, paterna o filial, pronto asoma la de una (hipotética) frustrada relación amorosa, explicarían en parte el tedio y la neurosis que darían lugar a la dipsomanía, las metamorfosis y las adicciones del poeta. En la segunda parte del poema el estribillo nueve veces repetido es el siguiente: Mientras en la casa voy de Ceca en Meca hila que deshila mi madre su rueca. Esto es: en el deambular doméstico de aquí para allá, la madre tiene el tiempo atrapado en sus hilos, entonces se ha pasado a otro estrato de la vida del poeta a través de la conciencia familiar, buscando una salida a la depresión nerviosa, los te19


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mores o el insomnio. Las cosas comienzan a desdibujarse en sombras, ánimas y brumas sobre unos cuadros. La madre y la hermana por fin aparecen y las sombras toman vida gracias a los efectos del éter; los cantos de los pájaros se confunden con el lenguaje humano en un amplio despliegue de imágenes lunares. Mientras todo esto acaece, puede cantar el gallo en la sombra diciendo: “Se acabó el sol” (se corresponde con los fonemas ki- ki-ri-ki del ave) en lo que acaso sea una parodia de El Cuervo de Poe. En una verdadera catarata de imágenes, Curiel nos muestra los elementos que atraviesan su vida mientras él se abandona a las sensaciones morfeas del éter y el trional, ejecutando un rito. Aparece entonces un universo de símbolos hasta un límite de alucinación. El poeta acude entonces al confesionario a buscar el perdón: el perdón de la madre. El poeta se halla en una ciudad inventada: Psicópolis, una ciudad donde el espíritu asciende hasta una estrella. Entonces tiene lugar una eucaristía, un rito mental donde se eleva hacia los astros, donde puede habitar Jehová o el espíritu de Dios. Todo parece convivir en la mente. Al fin llega el día y el poeta parece salir de su hipnótica vigilia, sin saber si ha soñado o ha estado despierto. Enfrenta las realidades solares, pero ese sol no dura mucho: pronto se torna luna opalina hasta el punto en que “la sombra en mi sombra se vuelve reflejo”. Todo en Curiel se vuelve noche: hasta las plantas le sugieren “psíquicas visiones”. El padre muerto, los hermanos, amigos, mujeres se confunden con cosas y astros; la infancia vuelve como un duende a aposentarse en la casa, los espíritus regresan y ellos son quienes le hacen vivir. Se pudiera decir que en este texto es la infancia y su remembranza la que atraviesa la vida del poeta. Veamos algunos ejemplos: Psiquis es y será: pero no ha sido. ¿A dónde va y de dónde ha venido? Desde el himeneo de las constelaciones, atraída se sintió el planeta, Entonces desbocado cometa; Y la atracción, en consonancia de espuela y brida, 20


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se consustanció la ignición de la Vida. (“Psicogonía”) El alcohol mi mente fosfórica inflama en el cadavérico azul de su llama: Nephente que infunde narcótico olvido o chispazo eléctrico en gas comprimido: actos que preside conciencia ilusoria y clausura ausencia total de memoria. Reacción depresiva de dientes roedores: Nerviosos altruismos y absurdos temores. (“Al través de mi vida”) En cuanto a “Más allá de la vida” (1917) la situación poética es otra. Se trata, en efecto, de aquello que se sitúa en un lugar al que no tenemos acceso, en un sitio que no depende de nosotros. “Antes de ser nosotros nuestras almas han sido / otros seres y en otros / planetas han vivido.”, dice. / La noche calla y balbucea Eolo (…) En contraste con el texto anteriormente comentado, éste es breve, de apenas dos páginas; sin embargo, aquí se halla condensada una visión muy completa de ese “más allá”, de esa región inaccesible, desconocida, por donde suele merodear el espíritu humano. Es bueno reseñar aquí el elan eminentemente cristiano del poeta, donde la figura de Cristo aparece de modo reiterado en toda su obra, en numerosos poemas mantiene su imagen de naturaleza sacra, de símbolo del bien o redención, o como metáfora de enlace con fuerzas superiores. Todo el poema es una interrogación con respuestas; unas respuestas que a su vez nos encaran al destino y los arcanos, los misterios y las utopías. Es de observar la trasmutación aquí efectuada entre los símbolos de la cristiandad y los símbolos del paganismo. Anotemos, a propósito de ello, que esta es otra de las características de la poesía de Curiel: la mezcla heterodoxa, la combinación de elementos, símbolos e imágenes provenientes de diversas culturas o tradiciones: 21


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¿El genérico amor fabrica solo la viviente morada, donde la esposa mística, velada de azul, a Cristo espera o es Psiquis, cuerpo astral, solo la esfera hermética en que habita el Ego humano, como cada espíritu en su arcano su propio Cristo gestatorio fuera o fuera en gestación un Dios pagano? Más adelante se pregunta si existirá la Cuarta Dimensión y llama a la Fe “hija nonata de la duda”; vuelve a mezclar el Dios cristiano con el Dios pagano cuando afirma al final del texto: Si yo Cristo he de ser o ser Apolo al cabo de mil evos, necesito precisar en mi mente lo Absoluto, que no concebiré sino disfruto de infinitos sentidos o de un solo sentido infinito, (…)

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Observamos cómo Curiel logra amalgamar figuras o imágenes sacras o santas en un solo texto y a la vez, merced a un admirable sentido cósmico situado en las interrogaciones de la infinitud, otorgando sentidos transcendentes a la existencia humana. En Curiel, pese a su inmanente escepticismo humano, hay una esperanza soterrada de naturaleza cósmica, una salida al absurdo fugaz de la vida. Veamos ahora un comentario del poeta larense Elisio Jiménez Sierra en relación a este texto: “Su poema titulado Más allá de la vida refleja a cabalidad la imagen psíquica de aquel soñador, torturado por arcanas preguntas sobre el origen del Cosmos y sobre el destino del hombre. En el libro de Job se leen capítulos que hubieran servido a maravilla para subtitular el hermético poema de Curiel. Son aquellos donde Jehová plantea arduas preguntas al abatido varón de Hus, improperándole su ignorancia y pequeñez, y conminándolo a responder abstrusas cuestiones de panteísmo genésico, de cosmología primordial, de ontología y de biología, de los arcanos designios de la naturaleza, y en fin, de todas las secretas leyes que rigen el sistema plural de los mundos. Escabrosas interrogantes, más para ser formuladas a Epicuro, a Heráclito, a Empédocles o Lucrecio, que al arruinado terrateniente de las comarcas de Edom. Curiel vuelve a plantearlas en sentido esotérico y tanto en el insondable poema árabe de la Biblia como en el del maestro de escuela coriano, ellas siguen sin ser respondidas a satisfacción.”1 Antes de ser nosotros nuestras almas han sido otros seres y en otros planetas han vivido? 1 Elisio Jiménez Sierra, “El Teosofismo poético. Juan Santaella y Elías David Curiel” (1961). Ensayo inédito que pasará a formar parte del libro El Universo, utopía de Dios y otros ensayos, Fábula Ediciones, 2019.

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(La noche calla y balbuceo Eolo). El genésico amor fabrica solo la viviente morada donde la Esposa Mística, velada .

de azul a Cristo espera? O es Psiquis, cuerpo astral, sólo la esfera hermética en que habita el ego humano, como si cada espíritu en su arcano su propio Cristo gestatorio fuera o fuera en gestación un dios pagano? Antes que el cosmos fuera y fuer el alma ¿qué fue nuestro sistema de ocho mundos qué fecundiza el sol con áurea palma de luz? ¿Mares de lodo? ¿Es todo igual en el inmenso todo? ¿Tendrá más numerosos y profundos sentidos el siriano? ¿Habrá la cuarta dimensión? ¡Lo mismo que sólo linealmente el batraciano ve y el quelonio sólo mira el plano, a los pies de Pascal se abrió el abismo? No leo de corrido en el arcano, biblia indeletreable sin la ayuda de la fe, hija nonata de la duda; mas si no es vana utopía que es cada ser su propia

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theogopia inmortal y su presente evolución, involución mañana, ¿cómo el fuego del Sol que arde y consume germina, savia arbórea, en la simiente: raíz, tronco frondal, miel y perfume, y el perfume ascendente la odorífera estrella azul imana? Si yo Cristo he de ser o ser Apolo al cabo de mil evos, necesito precisar en mi mente lo absoluto que no concebiré si no disfruto de infinitos sentidos o de un solo sentido-infinito.

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El otro poema de esta suerte de tríptico, “Al margen de mi vida” (1918) aborda el tema de la mundanidad. Con un sentido del humor muy peculiar, Curiel escribe un poema narrativo con una anécdota que versa sobre una orgía en un lupanar, una aventura erótica con mujeres acompañado de un amigo, conducido por los efluvios del alcohol y excitado por las mujeres, el poeta se adentra en recintos de placer. Cual Quijote, vuelve Curiel a mezclar paganismo y cristianismo, Santa Magdalena y Jesucristo, Citerea y El Quijote. En un tono dialogante el poeta nos narra la situación: Pero la borrachera pasó, vino la calma y la conciencia abstemia citó a juicio a mi alma. (…) Qué quieres, clamó Psiquis. Y la conciencia: --Nada. (…) Vuelve Psiquis por sus fueros a interrogar; vuelven las mixturas heterogéneas tan caras a Curiel; vuelven las preguntas. La orgía se prolonga y el poeta pierde el sentido; cae de bruces y se hiere en la frente, reacciona y encara un diálogo alocado que mantienen otros borrachos: “La tierra entrará con la luna dentro de un siglo en guerra”, dice. Siguen las discusiones de borrachos sobre los temas más “divinamente absurdos”. Tal capacidad de vivir la bohemia sólo la poseen los auténticos saboreadores de la vida; no solamente individuos clamando por pan y trabajo en sociedades donde se fabrican hombres-masa. Pero tiene tiempo para aleccionar: “Al hombre verdadero y entero no lo urge el prejuicio del mundo, sino la ley moral.” (…) Estuve anoche en un abismo más alto que una nube no ha visto el pez su hondura, ni el cóndor su eminencia.” do estuviste, Galimato?” Estuve en mi conciencia.” Aquí se produce, en efecto, una burla al comportamiento rutinario, a lo considerado hipócritamente “normal”. La concien-

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cia no sería entonces, como algunos creen, puro raciocinio y verdades pre-fabricadas, sino un estado cambiante de fluctuación reflexiva, similar al que nos acerca Curiel en este texto picaresco, donde se hace presente la cotidianidad del entorno, como si hubiese querido mostrarnos también el lado flaco, perentorio, cotidiano, frágil o vulgar del bohemio. MÚSICA DE LAS ESFERAS Los tres poemas citados no están organizados como una secuencia sino de manera aleatoria; valdría más bien agruparlos de manera informal dentro de cada volumen. En este grupo que comentamos bajo el título de Música astral conviven poemas de diversa índole; por ejemplo, el más extenso de todos bajo el título de “Aben-Almukec”, personaje judío que significa “Hijo del Arcángel”, el más extenso del conjunto, compuesto por veinte partes y fechado en 1906, lo cual dice mucho del carácter no-cronológico de la selección. Este poema resulta atípico tanto en extensión como desde el punto de vista temático, pues se trata de un poema narrativo, de una historia que, pese a su longitud, no cansa ni produce tedio; al contrario, mantiene una tensión extraordinaria hasta la última línea. Yo diría que es un poema iniciático dentro de su propio ritual judío sefardí, un poema de sabiduría, una revelación anímica y espiritual. Escribe Curiel en una de sus numerosas cuartetas: Expiro y expirando, le descorrió el misterio de las dos abluciones. Le habló del cementerio y le rompió la clave de su resurrección. El joven en la arena cavó su sepultura y enterró al ser de entrañas de infinita ternura donde chupó la médula vital su corazón. Hay un interesante poema dedicado a Manuel Díaz Rodríguez –el más grande prosista del modernismo venezolano— titulado “El triunfo del mármol”, un homenaje a la belleza clásica griega, visible en las esculturas y estatuas marmóreas, bajo una interpretación ciertamente atrevida. De este difícil motivo grecolatino, escrito en cuartetas e hilado por algunos extraordina-

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rios leitmotivs, nos revela el impresionante dominio del idioma que posee Curiel, desde los tropos clásicos y románticos hasta los parnasianos y modernistas, son armados merced a un artesonado verbal poblado de lujos lingüísticos; Curiel “juega” literalmente con el idioma, con las figuras retóricas y toda la imaginería del clasicismo gracias a un particular dominio del legado mitológico. EL DIÁLOGO CON DIOS Aparte de estos “juegos” Curiel se prepara luego a hablar con Dios en “La voz del silencio” a través de una visión desgarradora del mundo cósmico. Este poema me parece de primera importancia por cuanto trata de su plural concepción sobre Dios, en forma y fondo. Son 19 cuartetos alejandrinos perfectamente cincelados (tratándose del tema, el poeta parece apostar aquí por una forma “perfecta”) donde en las primeras cuartetas se encarga de la forma de Dios; luego pasa a describir su estado o presencia, después va con el arduo asunto de su existencia, para luego insistir en su temporalidad y su cosmicidad. Lentamente, se va adentrando en su presencia universal; se disgrega hacia el psiquismo (las formas mentales, magnéticas y santas de su presencia) para después atribuirle las cualidades de la paz y la hermosura; lo identifica a Dios con el sol y finalmente va entrando en materia cristiana al identificarlo con el Mesías. Poco a poco, la música que involucra Dios se va volviendo aroma, mudez, pájaro, flor, silencio. Es impresionante ver cómo Curiel va presentando las diversas formas de Dios, hasta el punto de tener que considerar al poeta un verdadero Iniciado. No he leído un poema con este tema en la literatura venezolana que se le compare. Curiel mantiene el ritmo a lo largo del texto y la concepción de éste de manera soberbia. Para Curiel el “asunto” Dios sobrepasa la mera experiencia literaria para volverse experiencia mística. Dos cuartetas de este poema dicen: Dios que es monocromática esencia, de sí sopla Soplo azul, soplo áureo y soplo de rubí Tres nimbos superpuestos que en sus aguas acopla La esfera de diamante del Sol Adonaí.

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Cómo policromiza la luz de argéntea llama Innúmeros espíritus se exhalan de su amor, Y como triunfa el Iris en eptacroma gama, Asisten siete Arcángeles delante del Señor. (…) Flota la noche, como si en el intermediario Hueco, que forma el párpado cerrado en la visión Flotáse, azul, sidérea, la impresión de un Santuario Que hirió nuestras pupilas con su iluminación. (…)

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Y en el acto en que ritman la emoción y la idea balance el Cristo armónico que habla, en silencio, en nos: quien se descubre, como Jesús de Galilea, como el punto en el círculo, forma parte de Dios. Más, si Dios despertara, se evanesciera todo; pero ese día, pleno de toda eternidad, que se esfume en el éter de su ataraxia el lodo, es silencio diatónico toda la humanidad! En este poema se sintetiza, creo, lo mejor de la concepción religiosa de Curiel (donde el mismo Cristo-Jesús forma parte de una idea mayor de Dios), una concepción panteísta, cristiana, metafísica y a la vez muy amplia del Supremo Creador. En “Psicogonía” –otra palabra-concepto inventada por Curiel— el poeta se toma la licencia de especular sobre la naturaleza psíquica del ser. Su curiosidad es indetenible y se sostiene en las diversas formas de especulación metafísica y teosófica, echando mano de cualquier elemento que le sirva para moldear sus visiones; incluso la misma música inacabada o trunca no le ofrece resistencia alguna para justificar un texto como “Fragmentos de un poema inconcluso” (1901), donde Curiel deja ver una vez más su errancia como rasgo vital: el destierro de sí mismo, el fastidio y el tedio lo arrojan al vagar por las calles y los valles, y a trajinar por limbos de toda índole; un errar más psíquico que físico, sólidamente sustentado en su peculiar panteísmo cristiano. El texto en ciernes es un poema extenso de rimas consonantes endecasílabas donde Curiel hace gala una vez más del dominio del texto extenso; creo que en este caso el poeta coriano se erige como el representante más notable en este tipo de poema. Pese a su aparente dispersión, “Fragmentos de un poema inconcluso” nos muestra una estructura muy bien armada de imágenes y palabras, que no se dan tregua para mostrarnos su poder sugestivo y un tono sostenido en 286 versos, en un texto que logra comunicarnos el desasosiego de un alma signada por la soledad y el afán de trascendencia. En otros poemas como “Música interior”, “Sidérea”, “Póstuma”, “Impresión”, “Fantasía musical”, “Salmo eterno”, “Insom30


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nio” o “Disonancia”, Curiel nos da muestras de su inmenso poderío del material clásico de mitos, dioses y ámbitos, manteniendo en estos su particular tono narrativo, como si nos estuviera refiriendo una historia interior. Serían numerosos los ejemplos en este caso para ilustrar dónde radican estos logros y estas peculiaridades del poeta en el momento de concebir un mundo, su mundo. Tenemos aquí, como antes hemos referido, al primer poeta tenebrista venezolano y uno de nuestros modernistas de avanzada, dueño de un poderoso sustrato criollo y sefardí a un tiempo, quien da siempre un paso adelante en la configuración de un complejo universo poético donde se conjugan elementos del hermetismo, el esoterismo, las doctrinas secretas, la teosofía y la cábala.

Puerta de la casa natal de Curiel, Coro

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EL RECONOCIMIENTO LITERARIO Resulta desconcertante que un poeta de esta magnitud haya sido obviado en los estudios y antologías de la poesía venezolana, ni cómo tantos estudiosos en academias y universidades no hayan prestado suficiente atención a la singular obra de Curiel. Es cierto que a finales del siglo XIX y principios del XX surgieron numerosos poetas de valor literario desigual que mezclaron, mal que bien, resonancias del romanticismo, el parnasismo y el modernismo, pero ello no justifica que se ignoren nombres como Gabriel Muñoz, Aureliano Hernández, Víctor Racamonde, Jacinto Gutiérrez Coll, Miguel Sánchez Pesquera, Andrés Mata, Luis Correa, Luis Churión, Eduardo Carreño, Alejandro Carías, Roberto Montesinos, Emilio Menotti Espósito y otros, que alcanzaron algunos de ellos reconocimiento en su tiempo, y otros un digno relieve intelectual; también es cierto que muchos de ellos no pudieron forjar una obra sólida, dedicados como estaban a la política, el periodismo o la estéril diplomacia, cuando no sumidos en la pobreza material de nuestras pequeñas y precarias ciudades de provincia. Todo ello obliga a realizar un exhaustivo arqueo bibliográfico por nuestra literatura, bajo el lente de un análisis sociológico y crítico que observe las omisiones perpetradas por tantos observadores parcializados de nuestro legado, donde se privilegian determinadas castas sociales, tendencias ideológicas o estatus económicos. Sea como fuere, un poeta como Elías David Curiel supo mantener voz propia dentro del contexto de su época, diferenciándose del resto del escritores coetáneos, precisamente porque tomó distancia de los imitadores y versificadores que calcaban ritmos franceses o españoles, para dar forma a su propia conciencia de lenguaje, primero; en segundo término, a una asunción del espacio geográfico y humano como algo irreductible, tomado como fatum, destino o predestino del cual no hay escapatoria posible, un mundo lleno de prejuicios, aburrimiento y mediocridad en un ambiente de calor exasperante, una geografía solar donde se aprecian dunas, cujíes, tunales y un sol deslumbrador que cae inclemente sobre calles y solariegas mansiones feudales, donde parecen oírse a veces lamentos soterrados de esclavos, caserones en cuyas habitaciones la monotonía y la melancolía hacen de las suyas, donde todo se confabuló para que el poeta emprendiera un viaje al interior de sí mismo a encontrarse con sus fantasmas. 32


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En la época de Curiel, Coro no ofrecía muchas oportunidades, como no fueran el comercio o una política como la ejercida por el tirano Juan Vicente Gómez, el identificarse con un régimen despótico como lo hicieron tantos escritores. En fin, pudiera hablarse de una especie de predestinación; en este caso asumida hasta sus últimas consecuencias mediante la entrega total a la escritura y al uso de drogas alucinatorias, nos presenta un motivo justificado en el caso de Curiel. POEMAS QUE PIENSAN Volviendo a los poemas de Música astral notamos que Curiel ensaya todo tipo de formas a través de la rima asonante o consonante, modalidades cambiantes de cuartetas, tercetos o sonetos y también a través del verso libre; casi siempre nos presenta un motivo justificado por el título; el poeta suele amalgamar elementos dispares en una particular teosofía bohemia que le permite conocer a Dios o a los dioses a través de la Naturaleza y la elevación del espíritu, hasta lograr una unión con la divinidad; no digo comunión porque el temperamento mundano y bohemio de Curiel no le permite una comunión con el Creador al modo de los místicos. Sin embargo, me atrevo a decir que Curiel es cristiano, pues cuando la figura de Jesús aparece en sus poemas, ésta cumple una función de consuelo y esperanza. También tendríamos que anotar otro rasgo en su poética: la presencia de cierta voluptuosidad ascética, coincidiendo en buena parte con Fernando Paz Castillo –uno de los pocos poetas sobresalientes de su tiempo en dedicar un ensayo a Curiel-- cuando dice que estamos frente a “un poeta que lucha con su alma, un atormentado, un sediento, un enigma que se desliza entre los hombres con una tremenda raíz de muerte en la conciencia”, quien busca “una forma iluminada por la idea”. Este juicio me parece acertado por cuanto si algo caracteriza la obra de Curiel es la incesante producción de ideas, bien se traduzcan éstas en imágenes o en filosofía teosófica, pues no está interesado en usar metáforas para impresionar ni en crear asociaciones insólitas con las palabras, sino de encontrar ideas para ponerlas al servicio de una imagen, y luego que esa imagen o ese conjunto de imágenes hablen por él, hiladas dentro de un fuerte entramado donde el poeta desea contarnos algo, referirnos no solamente una anécdota, sino 33


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una serie de acontecimientos estéticos o filosóficos, que nos permiten señalar al poeta coriano como a uno de los adelantados visionarios de la poesía venezolana, sobre todo si tenemos en cuenta las tendencias imitativas de la poesía romántica española que se dieron cita en tantos periódicos y revistas de su tiempo. POEMAS BREVES En poemas breves o discretos (que nos resistimos en llamar “menores”) Curiel despliega otro de los elementos constitutivos de su arte: un sutil sentido del humor que le sirve para abrir las compuertas de sus mundos. Textos como “Epígrafe”, “Escorzo”, “Allende”, “Esbozo”, “Ensueño” o “Necrofilia” muestran cómo Curiel se sirve de imágenes como de gemas para estructurar poemas en torno a ideas. Veamos algunos ejemplos aislados: En la línea de cal el claro-oscuro. Las grietas, que practica el descalabro en la pared esbozan el conjuro de parpadeante luz, perfil macabro (“Esbozo”) Pared iluminada sobre una parduzca sombra, que proyecta un banco extrema pata ígnea en flor de luna cincela un trunco pilarcito blanco. (“Esbozo”) Psiquis en absoluto hiperestesia. en ecléctico hervor el cráneo sube, colmo de dicha y del dolor anesia la ebullición sutil de etérea nube.

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(“Necrofilia”) También lo hallamos en versos perfectos como: La imprecisa nostalgia de la muerte. (…) O inventa una palabra para la tiranía del timo: “Cronocracia” Frente, a un lado o detrás, según la hora y el punto cardinal, la sombra invierte: la encoge un sapo o la distiende en hidra. (…) También para la enfermedad del tiempo crea otro término: “Cronopatía” Perlesia de los músculos de Cronos en la Danza de las Horas. Antenas de mi desesperanza. Angulario que mide todo el tiempo en conjunto. Hasta para el sueño tiene Curiel un concepto distinto. Sus imágenes embriagadas de éter dan como resultado una alucinación con un jinete: El durmiente cabalga, suspendido entre el mar y la astrífera cumbrera, y el caballo galopa, sostenido por la velocidad de la carrera (…) En buena parte, los poemas se ofrecen como un fresco o una pintura, escenas donde hay personajes míticos o símbolos, niños, damas, fantasmas, en una mixtura de realidad-irrealidad espectros conviven con niños, santos, figuras sacras, vírgenes o Cristos; Curiel realiza una amalgama bien urdida de perso35


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najes que hablan por él, encarnan sus deseos o hasta reemplazan su conciencia, para ubicarnos como espectadores de su gran teatro de personajes. En parte, esto asegura la poderosa atención que generan estos textos en el lector, aun cuando éste pueda ignorar de donde provienen tales personajes, los cuales adquieren vida en los versos del poeta, y nos alientan a una aventura interior como muy pocas pueden contemplarse en la poesía nuestra. POEMAS DISPERSOS, MÁS NO ERRANTES En el volumen organizado bajo el título de Apéndice lírico – nombre precario e insuficiente-- tenemos una sucesión de textos que han sido agrupados al azar cronológico (unos fechados y otros no) en datas dispares: 1905, 1896, 1898, 1904, 1892, 1907, 1893, 1896 1898, 1917 y así, sucesiva y desordenadamente hasta la fecha tope de 1922, los cuales tampoco presentan unidades regulares ni temas que se impongan sobre otros. Se trata sobre todo de una especie de álbum de poemas diversos, desde simples cuadros evocativos de personas hasta cantos a geografías, himnos (el del Estado Falcón del cual es autor Curiel), poemas históricos (donde destaca uno dedicado al general Antonio José de Sucre), mientras otros llevan los nombres de amigos suyos; en fin, una mezcla bastante heterogénea de temas y personajes. Creo, en este sentido, que la poesía de Curiel requeriría en este caso de otra metodología de organización, que cada investigador podría emprender una selección particular; antes bien, ganaría en sentido quizá si se emprendiesen selecciones más cuidadas de su producción poética. Podemos hallar dentro de Apéndice lirico una Ars Poética en “Revelación” en un lenguaje muy diáfano (“Nací poeta. En mi niñez temprana, / cuando aún la savia intelectual germina, / vibró en mi ser la conmoción divina / que transfigura la materia humana”); en otra parte tenemos una magnífica descripción de su entorno coriano en ”Zona ambiente” (“Vivo vida monótona, la calma / de la muerta ciudad que fue mi cuna, / en donde emparedada, como en una / bóveda ardiente, se me asfixia el alma”); en textos subsecuentes advertimos las insistencias tan caras a Curiel; la noche, el tedio, el esplín, la fantasía del amor, la melancolía, los santuarios nocturnos (alguien ha dicho que la noche se vuelve para nuestro poeta 36


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un confesionario) los poemas filosóficos como “Lumen” donde Curiel sabe mezclar nombres y obras como las de Víctor Hugo, el Dante, con Cristóbal Colón o con Voltaire, el sol y el cielo. En estos se advierte una notable diafanidad verbal, no se perciben signos de rebuscamiento o afectaciones, con lo cual se aleja de los tonos sensibleros de autores ue no habían encontrado un mundo propio, pero tenían destrezas para manejar el idioma. En Curiel hay una diferencia sustantiva respecto de aquellos: creó un mundo con elementos propios y sobre todo con un movimiento anímico que nos permite identificar un universo interior. Hay un poema curioso escrito en octosílabos que nos muestra la impresionante capacidad de Curiel para transmitirnos su poder de un modo espontáneo y natural. Se trata del texto “Iba en pos de una quimera”, estructurado en cinco cuartetas octosílabas. La inicial reza: Iba en pos de una quimera por una extraña región cuán largo el camino era nadie midió la extensión de aquella extraña región do iba en pos de una quimera (…) Y así, Curiel sigue dando muestras de su dominio de la alquimia verbal con un peculiar tono (o estilo, dirían otros) que torna a ser esotérico, sombrío, lunar, en cuyos escenarios desfilan novias, princesas, reyes, locos, amantes, poetas, todos dispuestos en una suerte de galería de personajes fantasmales, incluyendo al mismísimo Edgar Allan Poe, sobre quien escribe: “La incoherencia pavorosa de las negras pesadillas / en la luz ultraterrestre que ilumina sus creaciones: / rojas lenguas y sulfúreas llamas verdes y amarillas / del brasero plutoniano de sus líricos tizones! / Del letal delirium tremens las benéficas semillas / producen en su alma milagrosa floraciones: / la pradera de sus superplanetarias maravillas, / do hay cien urnas cinerarias entre lívidos blandones.” (…)

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La misma luz del día –incluso la mañana— es para Curiel un duelo. Veámoslo en “Mañana”: “Sonríes a Luz. Con igual pompa / verás mañana sobre el mismo cielo, / cuando la Parca mi existencia rompa, / el mismo Sol iluminar tu duelo!” Son innúmeros los ejemplos donde el poeta, bajo variadas formas métricas, aborda los temas nocturnos o lunares, o aparecen los dioses de la Psique para mostrarnos su poder de transgresión o conversión simbólica. Llaman la atención de este grupo de textos de Apéndice lirico aquellos dedicados a temas históricos y patrios, al ya referido texto dedicado al Gran Mariscal de Ayacucho, “Sucre”, el “Himno del Estado Falcón” y aquellos ofrecidos a amigos, a personas de su aprecio en la ciudad natal. PERFIL DE UN TORMENTO

Una de las pocas fotografías de Curiel

Son numerosas las anécdotas tejidas en torno a la vida de Curiel. Muchas de ellas urdidas con intenciones especulativas; unas pueden ser ciertas, otras no. Por lo pronto comencemos con el entorno familiar. Los padres de Elías David, provenientes de Curazao, llegaron a Venezuela en 1855, fueron David Curiel Maduro y Exilda Abenatar, ésta última de origen 38


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judío sefardí de la comunidad judía de Curazao, pertenecen a la llamada clase culta de la ciudad. Fue nieto de del patriarca fundador de la comunidad judía, Joseph Curiel. Nació Elías David el 9 de agosto de 1871. De su educación, es probable que, como era costumbre en aquellas familias, se iniciara en la casa con maestros particulares y luego en el Colegio Federal de Coro, se sabe por testimonios que al poeta le llamaban sus discípulos «Bachiller». Era hombre de vasta cultura, con lecturas de clásicos y de contemporáneos. Por sus nexos familiares, y debido a la actividad comercial de los mismos, tuvo acceso a libros editados fuera del país. Su primer texto publicado se tituló “Albores” cuando contaba veintidós años. El poema comienza: «Era la noche del dolor. Mi espíritu/ dormía envuelto en la tiniebla odiosa…» Ejerció el periodismo y la docencia. Colaboró en el periódico El Día, dirigido por Emilio Ramírez, donde fue jefe de redacción. Allí también publicaría algunos de sus poemas. En su casa fundó el Colegio Coro, donde recibía alumnos diariamente. También enseñó en el Colegio Federal de Coro. En 1920 viajó a Los Teques, estado Miranda, única vez que salió de Coro, para trabajar en un colegio; pero pronto regresó a su ciudad natal. No se casó ni tuvo hijos. Pese a la enorme pasión por la lectura, Curiel no disponía de una biblioteca personal. Leía, pero no se interesaba en conservar ni atesorar volúmenes; estos se hallaban dispersos por cualquier lugar de la casona que habitó en el centro de Coro. Se resistió asimismo a pertenecer a las diversas sociedades que convivían en la ciudad, destacando siempre por su apartamiento de los gremios. Aunque sí solía visitar a veces las sociedades “Armonía” y “Alegría” fundadas por los sefardíes. Pasó por largos períodos de aislamiento y poco a poco se fue sumergiendo en sus hábitos de bebedor y de consumidor de éter, hasta que un 24 de septiembre de 1924 decidió quitarse la vida, ahorcándose en su propia casa. Valdría la pena será incidir sobre una biografía certera de su vida, haciendo el menor énfasis posible en los aspectos sórdidos de su existencia, pues estos se prestan a demasiadas especulaciones, sabiendo de antemano que tampoco es posible ignorar las facetas terribles o dolorosas que el poeta efectivamente experimentó. Hijo como era de comerciantes sefardíes, 39


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no conoció la pobreza material, más bien disfrutó de holgura y comodidades. Elías David y su hermano José David leían buenos volúmenes de literatura e historia, además de libros sagrados y sapienciales, la Biblia, el Corán y la Cábala; por supuesto los autores clásicos griegos y latinos y del romanticismo europeo, franceses, españoles y alemanes; a los hispanoamericanos del momento, así como a los venezolanos Juan Antonio Pérez Bonalde y José Antonio Maitín, a contemporáneos suyos como Manuel Díaz Rodríguez, Rufino Blanco Fombona, Pedro Emilio Coll, y a fundadores del modernismo como el nicaragüense Rubén Darío, el cubano Julián del Casal, el argentino Leopoldo Lugones, el colombiano José Asunción Silva y el uruguayo José Herrera y Reissig; en fin, muy temprano se sintió inclinado a la escritura de artículos, ensayos y poemas. Colaboró con el semanario de Coro “El obrero”, para el cual redactó numerosos artículos sobre variados temas, algunos de los cuales han sido editados en volumen. Vida y obra de Elías David Curiel (Ateneo de Coro, estado Falcón, 1971) preparado por Virgilio Medina. Aclaremos aquí que no fue sino hasta 1961 que la obra de Curiel mereció una compilación, debida a Luis Arturo Domínguez donde se reúnen sus poemas con la organización que hemos estado siguiendo a lo largo del presente trabajo, contentiva de los tres libros antes mencionados. También valdría la pena intentar una selección cronológica de sus textos y titularla con nuevos nombres, a objeto de ofrecer nuevas posibilidades de visión sobre su obra. En 20032 se editó un completo volumen de su poesía bajo el título Ebriedad de nube, con un interesante prólogo del profesor Enrique Arenas Capiello, que puede tenerse como uno de los estudios más serios sobre el poeta, el cual comentaremos más adelante. Sólo hay que imaginarse por un momento la vida social de Elías David desde su juventud, un niño obediente con una educación letrada, un niño que apenas jugaba lo que jugaban los demás niños, más bien concentrado en lecturas, disfrutando de un cierto estatus de familias de comerciantes exitosos, 2 Elías David Curiel, Ebriedad de Nube, Prólogo de Egla Charmell. Estudio Preliminar: El discurso del insomnio Lectura de algunos textos poéticos de Elías David Curiel, por Enrique Arenas Capiello, Ateneo de Coro, Universidad de los Andes, Biblioteca “Oscar Beaujon Graterol” (Coro), Biblioteca Febres Cordero, (Mérida), CONAC, Ediciones El otro, el mismo, (Mérida), Primera edición, Mérida,Venezuela, 2003, 467 pp.

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frecuentando eventualmente círculos literarios, artistas, músicos, maestros, abogados. Probablemente, Curiel fue adquiriendo un temperamento reconcentrado, introvertido, lo cual no lo convierte necesariamente en un ser entregado por completo a la bebida o la droga, como lo ha querido presentar determinada crítica impresionista, deambulando a diario como un fantasma por las calles de Coro o procurándose éter con un amigo farmaceuta, para escapar de la realidad. Puede que los problemas económico-sociales que enfrentaba entonces Coro como ciudad colonial, en antagonismo con las costumbres de los sefardíes, hayan producido efectivamente una fricción social –como anotamos antes— lo cual no significa que Curiel hubiese buscado una forzada imagen de “maldito” o de incomprendido social tomando modelos extranjeros en un acto deliberado. Creo más bien que Curiel tomo la decisión de dedicarse a la literatura como a una forma de vida y tabla de salvación, y a la bohemia como a un escape existencial a la evidente precariedad cultural que le rodeaba. Su decisión de renunciar a formar familia propia debería tomarse, creo yo, más como una elección estrictamente individual que como un evento de fatum estético dictado por algún dios ignoto. Curiel eligió apartarse del canon familiar-social imperante, abrazó a la poesía como una vía de autoconocimiento y de respuesta personal a los dilemas profundos que presenta la existencia. En este sentido la poesía vendría a ser una gnosis, una filosofía y una ética si la vemos con ojos menos contemporáneos y más centrados en su contexto epocal, gobernado políticamente por un dictador con una nutrida corte de intelectuales a su servicio, y otros en sórdidas cárceles por oponerse a su régimen. Si miramos esto así, con el añadido de la situación de los judíos sefardíes en la precaria sociedad coriana de principios del siglo XX, pudiéramos concluir que Curiel tenía buenas razones para buscar su realización personal en la poesía, más que en el amor pasional o filial o en un proyecto político social determinado, viendo en los paraísos artificiales y en mujeres ocasionales un escape a su contingencia humana, aunque también habríamos de asociarlo espiritualmente –como ya dijimos— a una religiosidad de tipo teosófico que busca el conocimiento de Dios revelado por la Naturaleza, por una parte; por la otra, un cristianismo muy mezclado a la Cábala

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y al Zohar. Toda esta mixtura de elementos comporta ciertamente una intrincada red filosófico-espiritual-existencial nada sencilla que, aunada a la ingesta de fármacos y alcohol lo han debido colmar de peculiares tribulaciones, teñidas indudablemente de un fatum trágico, al que apuntamos en este ensayo de manera oblicua y no determinante, pues desconocemos a ciencia cierta detalles de la vida del poeta que pudieran ser decisivos para la comprensión de su obra. PERIPECIA EDITORIAL La peripecia editorial de la obra de Curiel (y sobre) Curiel ha sido difícil, dado que el poeta no vio publicados en vida libros suyos. Sus poemas están todos en revistas de Coro o Caracas. No fue sino hasta la década de los años 40 del siglo XX cuando se tomaron iniciativas para publicar sus poesías completas, luego de que varios escritores notables llamaron la atención sobre la importancia de la obra de Curiel, principalmente Miguel Otero Silva y Fernando Paz Castillo. Otero Silva reclama su presencia en las antologías y estudios sobre poesía venezolana, sobre todo en una realizada por Mariano Picón Salas, Dos siglos de poesía venezolana, de donde también se excluyó a José Antonio Ramos Sucre, éste último poeta atípico para la lírica venezolana de su momento, que luego recibiría un reconocimiento tardío a mediados de la década de los años 60. Curiel no figurará tampoco en antologías anteriores, como la de Otto D’Sola, Antología de la moderna poesía venezolana (1940)3 –que curiosamente lleva un prólogo de Picón Salas [“Ciclo de la moderna poesía venezolana”, (1880-1940)], allí donde debería figurar un prefacio del compilador D´Sola, y donde se vuelve a omitir tanto en el prólogo como en la selección el nombre de Curiel. En antologías posteriores se incurre en similares omisiones, las cuales se deben en parte a la falta de conexión cultural que había entonces entre las provincias o estados de Venezuela, y en parte también a la ausencia de editoriales en el interior de país, tomando en cuenta que para entonces más importantes eran las revistas que los libros en cuanto a medios de difusión 3 Otto D’Sola, Antología de la moderna poesía venezolana, Prólogo de Mariano Picón Salas, Monte Ávila Editores, 1984. La primera edición de este libro se realizó en la Biblioteca Popular Venezolana de Cultura, Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, 1940.

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de las obras, pues las revistas solían tener mayor circulación nacional, sobre todo si eran hechas en ciudades más grandes como Caracas o Maracaibo. Finalmente, en 1941 aparecen por primera vez los poemas reunidos de Curiel bajo el título de Obras completas, suceso que llama la atención de uno de los principales escritores caraqueños, Fernando Paz Castillo, quien realiza un comentario acerca de aquellas con el título explícito “Obras Completas de Elías David Curiel”4. Se trata de una nota muy breve, complemento de un trabajo un tanto más extenso que incluyó en su obra ya clásica, Reflexiones de atardecer (1964), que tituló llanamente “Elías David Curiel”5 . Este trabajo tiene inmensa importancia, pues se basa en el conocimiento personal del poeta;” Hace ya mucho tiempo, por los alrededores de 1920, si mal no recuerdo la fecha, conocí a este poeta. A este poeta de la provincia venezolana, que parecía nacer del misterio en poesía, alentar en el misterio, y que luego consecuente con su vida, iba a morir en el misterio, en la soledad de un cuarto desmantelado y se una noche inmensa. (…) La reunión tuvo asiento en una de esas inconfundibles tardes tequeñas, en las cuales parece el cielo más profundo y la luz más suave. Nos encontramos bajo unos pinos. En frente a los ojos, el cerro de Pan de Azúcar. De un lado un monte espeso y primitivo por la naturaleza de sus árboles. Del otro el río. En suma, un paisaje familiar para todos, menos para el poeta de las caldeadas tierras de Coro. Era a la sazón un hombre de edad, sin embargo, parecía más aporreado por los afanes del vivir que por los años”, escribe Paz Castillo, y luego intenta penetrar en algunos de los rasgos de su personalidad poética. Pese al valioso reconocimiento de Paz Castillo, en el tono del escrito está presente un viso condescendiente y un tanto paternalista; no hay una voluntad real de indagación en la obra del poeta sino en aspectos “misteriosos” y superficiales del aislamiento del poeta típicos de las posturas de los poetas capitalinos hacia los poetas de provincia, cuando en verdad son los escritores del interior quienes más han alimentado a la litera4 Artículo que abre el volumen antológico Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, logo editorial ni pie de imprenta. 5 Fernando Paz Castillo, Reflexiones de atardecer, Ediciones del Ministerio de Educación,Departamento de Publicaciones, Caracas, 1964, págs. 123-138.

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tura venezolana lo largo de la historia, y quienes han creado una conciencia más poderosa y coherente; basta con dar una ojeada al mapa literario de Venezuela para constatar esto. Lo que ocurre es que la capital, como centro del poder político y administrativo, ha concentrado mayor cantidad de recursos editoriales, periódicos y una mayor cobertura material que los de la provincia. Después, en 1961 se editó un volumen bajo el título de Obra poética de Elías David Curiel, --sobre el cual no disponemos de información bibliográfica—donde se agrupan los tres libros conocidos del poeta, organizados por vez primera por Luis Arturo Domínguez, edición que permitió conformar luego juicios un tanto más certeros sobre la obra del poeta falconiano. Ulteriormente, con motivo del centenario del nacimiento de Curiel, se retomó la iniciativa para editar su obra poética, durante la presidencia del doctor Rafael Caldera. A tal efecto en Coro, durante la gestión del entonces gobernador Ramón Antonio Medina, se designó en 1971 una comisión integrada por Ernesto Silva Tellería, Olga Hidalgo de Curiel, Edmundo Curiel (sobrino de Elías David), Martiniano Bracho Sierra y Virgilio Medina para que se encargasen de editar dicha obra. Se reunieron entonces en el Museo Diocesano de Coro con Monseñor Francisco José Iturriza, a la sazón director de dicho Museo, en cuyo archivo reposaban los ejemplares del periódico “El Día” donde se publicó la mayor parte de la obra poética de Curiel y donde reposaban colecciones de sus poemas organizadas por él mismo poeta, bajo los títulos que conocemos. Se puso el equipo a trabajar; transcribieron mecanografiados los textos que allí encontraron y los llevaron organizados a la ciudad de Caracas, a entrevistarse por indicaciones del gobernador con el entonces Director del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, Alfredo Tarre Murzi, quien aprobó la idea y los remitió al entonces coordinador de literatura del instituto, el escritor y poeta Francisco Pérez Perdomo, quien aprobando la idea logró una entrevista con los directivos de la naciente Monte Ávila Editores para gestionar la publicación de la obra. De tales conversaciones se concluye que se asumiera el costo de la edición por partes iguales en cada organismo; según hemos investigado la cifra manejada por entonces era la de Bs. 30.000, y que la Gobernación de Falcón y Monte Ávila Editores debían sufragar; pero según parece, por parte de la Gober44


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nación de Falcón nunca se aportó dicha suma, por lo cual la obra no contó con la edición adecuada. Por lo visto, tampoco contaba con un atinado prólogo literario, pues ninguno de los encargados de la edición era autor calificado en el campo del ensayo literario, limitándose éstos a las reseñas biográficas del periodismo y el articulismo. Una vez más, la edición de las obras de Curiel fue postergada, hasta que en el año 1974 volvió a surgir la posibilidad de editarla, lo cual se logró a través de gestiones particulares, y dio como resultado una cuidada edición con ilustraciones de Santiago Pol y Hugo Baptista. La mayoría de trabajos sobre Curiel se limitaron en una primera fase a artículos periodísticos, algunos de ellos de muy buena factura literaria, como los que pueden apreciarse en la obra compilada Elías David Curiel. Vida y obra, con selección, prólogo y notas de Virgilio Medina, editada en Coro sin fecha ni pie de imprenta, donde se incluyen trabajos de Fernando Paz Castillo, Juvenal López Ruiz, Juan Ángel Mogollón, Miguel Otero Silva, Luis Beltrán Guerrero, Julio Diez, Pedro Sotillo, Rafael Vaz, Ernesto Silva Tellería, Pedro Cuartín Torres, Francisco Domingo Acosta, Raúl Agudo Freites, Agustín García, Guillermo Croes, Pastor Ollarves, Virgilio Medina y Luis Arturo Domínguez. El libro posee un valor documental innegable, pese a su precaria edición, que nos permite cotejar apreciaciones de diversa índole y ofrecer un panorama variado de la obra del poeta. Posteriormente se fueron publicando trabajos académicos y ensayos libres, muchos de éstos convocados por la Bienal Literaria Elías David Curiel realizada en la ciudad de Coro, que contó con una publicación para recoger los trabajos de la Bienal; evento que además de permitir un mayor conocimiento de la obra de Curiel, aglutinó a escritores de diversas regiones del país para dialogar sobre literatura, historia y política en el ámbito nacional.

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VALORACIONES CRÍTICAS A continuación, glosaremos brevemente algunos de los trabajos de interpretación que se han publicado acerca de la obra de Curiel. Del conjunto de artículos que componen el ya mencionado y Elías David Curiel. Vida y obra (sin fecha, ni pie de imprenta, ni índice) resalto los de Paz Castillo, Otero Silva, Juan Ángel Mogollón, Luis Beltrán Guerrero, Raúl Agudo Freites y Agustín García, por tratarse de escritores que manejan cabalmente el idioma y por la precisión de sus juicios. Veamos, por ejemplo, el de Miguel Otero Silva en 1942. Al principio del artículo hace el reclamo de un lugar para su obra: “Ni en la Antología de la Moderna Poesía Venezolana ni en el prólogo de Picón Salas a ese mismo libro, ni en la polvareda de comentarios que aquí y allá surgieron de su aparición, oí sonar el nombre del poeta coriano Elías David Curiel. Con la intención de quebrar un poco ese olvido escribo esta breve nota y envío algunos poemas de Curiel para la página literaria de El Universal.” Más adelante anota Otero Silva sobre el texto de “Al través de mi vida”: “Hasta que el poema se despliega, con extraordinario colorido y oscuros recodos indescifrables, para cantar la tremenda obsesión de su vida: los fantasmas de sus antepasados persiguiéndole por la ancha casa provinciana; las siluetas de los difuntos cruzando las paredes en penumbra, el clangor del gallo o el tañer de la campana…”6 Por su parte, Luis Beltrán Guerrero escribe: “Por sobre todos los poetas, sintió a Poe; luego Heine, Baudelaire, Silva. De bíblico saber, no desechó la filosofía de Zaratustra, ni estuvo lejos de influencias teosóficas; D’Annunzio le encandilaba con sus suntuosas figuraciones; no desconoció a Díaz Mirón y a Gutiérrez Nájera, antecesores de Rubén, con quien compartió el canto a la vida y a la esperanza, porque era un decepcionado que sobrellevaba el peso de su misma sombra, asomado a la ventana del misterioso y anheloso de desposarse con la parca.”7 El poeta yaracuyano Juan Ángel Mogollón escribe: “Pocas figuras de tan acendrada originalidad presenta Venezuela, como 6 Miguel Otero Silva, “Un poeta olvidado: Elías David Curiel” En: Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, logo editorial ni pie de imprenta, págs. 47-50 7 Luis Beltrán Guerrero, “Elías David Curiel”. En: Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, logo editorial ni pie de imprenta. Págs. 51-54.

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la del poeta coriano Elías David Curiel. Un hombre entregado voluntariamente a la soledad y a la meditación creadora, en un ambiente desolado y hosco, más propicio al quietismo y la inercia, que al duro trabajo intelectual. En una tierra de paisaje desguarnecido y monótono, sobre el cual la naturaleza parece ensañarse con la furia de un sol despiadado y terrible, se requiere una poderosa vocación artística para sobreponerse a la desesperación y a la mortal angustia. Porque el artista –y en nuestro caso, el poeta—es un ser demasiado sensible y sufriente, y sobre| él cae de manera exacerbada y cruel la presión del medio y sus rudos fantasmas.”8 Por su parte, el narrador falconiano Agustín García nos dice: “Elías David Curiel no fue partidario de esa frágil literatura de bibelot: el orfebrismo. Tampoco fue adepto a la suerte de cubismo literario, andamiaje escueto de donde hacen pínicos simiescos los flamantes albañiles que tratan de arrancar lo frisos del Partenón. Uso bebieron en el caudaloso río Huguiano. Otros en el armonioso hontanar de Rubén Darío. Elías David en la fuente de su propio corazón.”9 Raúl Agudo Freites nos depara una crónica acerca de su personalidad cuando escribe: “Curiel no tuvo nunca biblioteca. Leía y tiraba los libros mucho antes de que lo hiciera García Márquez. Luego citaba apoyándose en una memoria prodigiosa. De una cultura vasta y extravagante, enriqueció el castellano con innumerables neologismos. Inventaba palabras y combinaba raíces griegas y latinas: cronocracia, gorgora, pairielesis, teofónica, taxión, necrogenia, nócteo, cronopatía. Por analogía creó el vocablo alunación para expresar el mal de luna. La angustia y el alcohol lo llevaron al fin trágico de su vida. Aquella vida que pudo ser “ascensional como la enredadera” y fue sólo “césped glauco que tapiza el lodo.”10 8 Juan Ángel Mogollón, “Un poeta hechizado”. En: Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, logo editorial ni pie de imprenta, pags.33-45. 9 Agustín García, “Elías David Curiel” En: Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, logo editorial ni pie de imprenta., págs. 95-99. 10 Raúl Agudo Freites, “Elías David Curiel, el viento y la península” En: Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, índice ni logo editorial o pie de imprenta, págs. 93-94.

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JIMÉNEZ SIERRA VISITA CASA DE CURIEL EN CORO En el año 1960 el poeta larense Elisio Jiménez Sierra hizo una visita a la casa natal de Curiel en Coro, movido por la admiración hacia su poesía y su personalidad tenebrosa, y recogió sus impresiones de esa visita en una crónica que combinó con un ensayo donde anota diversas ideas, entre las que se cuentan algunas como éstas: “En los últimos días de febrero de 1960 emprendí desde Caracas un viaje sentimental a la casa solariega de Elías David, como se emprende una peregrinación. Quería ver los sitios familiares donde el poeta de “Al través de mi vida” había padecido y soñado: la estancia de sus alucinadas soledades, los patios de sus evocaciones y recuerdos, los corredores que él había recorrido en sus paseos de visionario en clausura, mientras iba absorbido en la lectura de un autor predilecto, o dialogando consigo mismo, como Hamlet en el Castillo de Elsnor. Todo lo hallé casi igual, y todo lo contemplé con religioso recogimiento. “Los cuatro ventanales del frontispicio que dan a la mudez de una calle típicamente coriana, estaban cerrados a los ruidos externos: primer sigo revelador, y alentador, de que los moradores de la vetusta mansión seguían custodiando, como herencia de aristocracia espiritual, su secular intimidad, la sacra paz que había si la guardiana mística de aquellos portales, la intensa vida de tradición y de pensamiento acumulada, como perenne tesoro, en la fortaleza e sus muros coloniales. (…) Es el de Curiel un viaje extático. Las visiones siempre se le manifiestan cuando se halla en éxtasis, en trance de evocación, y casi siempre también aparecen en ellas de improviso imágenes de terror o de muerte. “La nave de su metáfora se mueve cargada de reminiscencias infantiles, y debido precisamente a esa circunstancia sui géneris, ella no tendrá que recorrer sino un limitado rumbo de evocación doméstica, y no necesitará remontarse a la vasta pleamar de lo pretérito, por cuanto allí, muy cerca del poeta, en el recinto de su casa solariega y embrujada de poesía, duermen todas las más caras memorias de aquellos días desvanecidos, como las notas en el arpa olvidada de Bécquer. “Su casa le parece un confesionario, o una capilla silenciosa, 48


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porque en ella percibe con recogimiento los secretos del alma de la noche, de la cual forma parte sustantiva su propia alma desvelada de poeta, que a su vez se está confesando con el Recuerdo. Su estancia en una cámara de buque –una cámara individual, casi mortuoria como la barca de Caronre--, porque lo retrolleva a los valles elíseos de su niñez, porque lo transporta a ellos mediante el espejismo de la vigilia hipnótica: La mansión durmiente es un confesionario. Llega de los Cuatro Puntos del Santuario la voz inaudita de cada conciencia. “En la poesía de Curiel se ven aflorar con frecuencia los sueños de la infancia, las añoranzas del edén perdido de la primera edad, de esa inasible silueta infantil que, no obstante habérseos quedado muy atrás en el camino recorrido, parece huir siempre ante los ojos de nuestra nostalgia, llevando en sus manos inocentes un bien irrecuperable de la vida”, escribe Jiménez Sierra.11 EL ESTUDIO DE JUVENAL LÓPEZ RUIZ El más completo de los trabajos que se han dedicado a Curiel es el de Juvenal López Ruiz Las voces del silencio (1985)12 un importante acercamiento presentado en capítulos donde se abordan sistemáticamente los temas y tópicos medulares en la obra de Curiel, cotejándolos con diversas conceptuaciones provenientes de las tradiciones española, árabe, hebrea, occidental u oriental. Con sumo cuidado, López Ruiz se va adentrando en materia, haciendo uso de verdaderos dispositivos de interpretación, guiado por un denso conocimiento de filósofos clásicos de Occidente y Oriente, de ideas religiosas y teosóficas y cabalísticas que mueven a las distintas culturas, para enfrentar la complejidad del mundo curielano. Así vemos por ejemplo que en el capítulo primero aborda el asunto místico y la disposición ascética, los atavismos y la teosofía, la soledad infantil, para luego pasar a examinar la filiación pitagórica del 11 Elisio Jiménez Sierra, “Viaje a la casa paterna de Elías David Curiel”, Ensayo inédito que forma parte del volumen El Universo, utopía de Dios, a editarse bajo el sello de Ediciones. 12 Juvenal López Ruiz, Las voces del silencio. Estudio sobre la poesía de Elías David Curiel, Autores y Temas falconianos, Caracas, Talleres de hijos de Ramiro Paz, Caracas, 1985, 281 pp.

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poeta y los sincretismos que efectúa con la España musulmana. Pasa después a referir el mito de Psiquis, y a los místicos como Ramón Lull (también conocido como Raimundo Lulio) y Averroes, pasando por las consideraciones que sobre ellos posee el humanista Ernesto Renán; para después adentrarse en los sueños y las visiones, el espanto, los sonidos, el orfismo y el panteísmo de Curiel. Anota por ejemplo que el panteísmo se hizo pasar por órfico cuando trató de aproximarse a la conciencia griega. En un segundo capítulo nos señala López Ruiz que el pitagorismo y el orfismo constituyen una sola esencia en Curiel, pues ambos provienen de un sincretismo de la España musulmana y judía, de origen sefardí. Nos habla también del fenómeno del Modernismo, del mito de Psiquis y su abolengo neoplatónico, sin dejar de reconocer el magisterio de Rubén Darío. Hay una breve nota sobre el tipo de métrica utilizado por Curiel: versos blancos arbitrariamente metrificados, asonantados; a Curiel parecía bastarle que sonaran bien las palabras acentuadas en la misma vocal, aunque los versos terminaran en vocales distintas. En los capítulos tres y cuatro es la visión interior la abordada, mediante las disciplinas: Cábala, Zohar, neoplatonismo, teosofía y el soplo del numen tal y como lo estudia el teólogo alemán Rudolf Otto; la idea neoplatónica de la muerte como forma de liberación y como parte del misterio inmanente. Sigue López Ruiz su estudio aproximándose al asunto de la alquimia (el carbón ideal y el oro astral) como los que se aprecian en el ‘cuento en verso’ “Aben-Almulek”, así como el mito de Psiquis viene dar origen a las metamorfosis, los simbolismos y los signos geométricos, haciendo hincapié más adelante en el concepto monoteísta, donde entrará a jugar un papel muy importante la figura de Jesucristo. Nos dice que Jesucristo universalizó el concepto monoteísta del pueblo de Israel, y humanizó con la emoción las máximas abstractas de los profetas, lo cual llamó la atención de Curiel. Nos recuerda una y otra vez que Curiel introdujo la forma breve de filosofar del aforismo para dar peso conceptual a su poética, cosa que a mi juicio no es completamente cierta, pues al aforismo trabaja merced a nociones rápidas, breves, de los que alguien ha dicho que comportan una especie de abuso de la confianza de quien lee, pues se trata a veces de máximas concentradas, consejos morales o directrices espirituales, cuestiones que no se perciben 50


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de inmediato en la filosofía poética de Curiel (a los que yo he preferido llamar más arriba “poemas que piensan”), la cual posee otras características; ironía atenuada a menudo sonriente, y eso sí, narrativa, manteniendo un hilo con el cual se puede tejer al fondo una suerte de historia, una sutil anécdota. Acerca del tema de la muerte –no hay gran poesía que no lo aborde, pues forma sustancial de la vida y le otorga su sentido esencial— (“Nacer es empezar a morir”, nos recuerda Francisco de Quevedo), López Ruiz nos dice que éste se origina en Curiel desde el platonismo y el neoplatonismo renacentista, especulando con “algunas ideas basadas en las almas presas en el cuerpo” o de liberaciones de óxidos o herrumbres, la salvación o el desprendimiento del egoísmo, mostrado de nuevo en reminiscencias socráticas, platónicas y órficas, aunque muchas veces llame la atención sobre estos influjos sin ejemplificar lo suficiente; es decir, no demuestra donde radican justamente 51


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estos ecos de Platón, Sócrates o del pensamiento hermético en determinados textos de Curiel. Otros tópicos como el tedio, el fastidio de la existencia, la salvación (salvarnos de enloquecer, dice), los fantasmas o el sueño son más evidentes en el poeta coriano. Más interesantes en el estudio de López Ruiz resultan los recursos plásticos usados por el poeta, los cuales provienen en su mayoría de la cultura helénica, así como los de la embriaguez y la satiriasis, el dolor, y sobre todo la poderosa intuición curielana que hacen de nuestro poeta en un escritor verdaderamente universal, un oficiante que se sitúa en una dimensión cósmica a través de un poder lírico fuera de lo corriente, con lo cual se convierte en uno de los fundadores de nuestra modernidad literaria y quizás de nuestra espiritualidad, aquella que se ubica después del romanticismo hispanoamericano, y anuncia con el modernismo un modo distinto de absorber las distintas iridiscencias de la lengua poética. Si el dolor expresa o explica a veces por sí mismo la existencia del mundo, tendríamos que convenir que en la poética de Curiel encontramos un mundo cohesionado justamente por sus disonancias, su fragmentarismo y su evasión dirigida, su herida auto-infligida; la oquedad producida por la desdicha parece encontrar en los orificios nocturnos y las pausas lunares ámbitos propicios para su desarrollo, para el crecimiento de un verbo que se auto-construye y dignifica. APRECIACIONES POSTERIORES Otros trabajos posteriores dignos de mención son los de Ennio Jiménez Emán, Pedro Cuartín y César Seco. El de Jiménez Emán Música astral. Isis, Orfeo, Pitágoras y la Cábala en un poema de Elías David Curiel13 insiste, bajo la forma despejada del ensayo, en los temas anunciados en su título, merced a un tono de gran claridad conceptual en el instante de acercarse a su materia de estudio. En efecto, las “extrañas resonancias arcanas, visiones, ensoñaciones y hasta alucinaciones” de Curiel hacen decir a Ennio Jiménez Emán que este poeta “es dueño de un temple oracular pocas veces alcanzado en nuestras letras”, y le acredita de poseer una trascendencia como espíritu avanzado en su tiempo, así como unas dotes de vidente equiparables a las de Baudelaire, Poe, Rimbaud, o de 13 Ennio Jiménez Emán, “Música astral. Isis, Orfeo, Pitágoras y la Cábala en un poema de Elías David Curiel”. En: Las voces ocultas, Monte Ávila Editores, Caracas, 1992, págs. 11-25.

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nuestro Ramos Sucre. Insiste Jiménez Emán en examinar “lo expresamente oculto o hermético” del libro Música astral, y de arrojar una mirada al ya clásico texto “Al través de mi vida” –que debería figurar en todas las antologías de nuestra poesía--; nos recalca el ensayista que estamos frente a un “poeta fuerte”, tal nos lo tipifica Harold Bloom en su importante libro La angustia de las influencias, en el sentido de asimilar “toda una tradición de influencias pasadas y presentes, dando como resultado un producto nuevo y definitivo”, a la vez de reconocerle fundador de una tradición oracular secreta. Más adelante el autor de este ensayo nos insiste en el signo saturnino del poeta falconiano, advertible en éste desde su juventud por parte de su madre, para luego devenir en el asunto de la mujer ideal, sublimada, que a opinión de Ennio está encarnada en la diosa Isis, presente en el ya referido poema, con nexos claros con la importante obra narrativa de Apuleyo El asno de oro, y adjudicándole tintes esotéricos e iniciáticos. Después, al aludir al orfismo, pitagorismo y cábala, glosa los conceptos explanados por Juvenal López Ruiz en la obra comentada más arriba, y va tejiendo con claridad un discurso donde se conjugan tales configuraciones, para obtener así uno de los ensayos que con mayor precisión han revelado el mundo de Curiel en su libro Música astral y sirve de mucho para posteriores investigaciones, sobre todo en lo atinente al conocimiento gnóstico, pitagórico y cabalístico observado a la luz de las investigaciones modernas, como la realizada por el crítico norteamericano Harold Bloom en su libro La cábala y la crítica (1979), que Ennio cita y glosa tan oportunamente. Posteriormente apreciamos el texto interpretativo El discurso del insomnio. Lectura de algunos textos poéticos de Elías David Curiel, de Enrique Arenas Capiello, que sirve de estudio preliminar al volumen Ebriedad de nube (2003)14 donde Arenas se deja llevar por el fluir vital del poeta observado e ingresa en su temperatura anímica hasta el punto de parodiarlo en estilo y alcanzar un constructo barroco por momentos rebuscado y altisonante que no deja de poseer aciertos, desperdiciado en una primera fase, la cual, lejos de desentrañar, se sumerge en 14 Elías David Curiel, Ebriedad de nube Poesía, Prólogo de Egla Charmell. “El discurso del insomnio. Lectura de algunos textos poéticos de Elías David Curiel (1871-1924)”, por Enrique Arenas Capiello. Coedición del Ateneo de Coro, Dirección General de Cultura y Extensión de la Universidad de los Andes, Biblioteca Oscar Beaujon Graterol (Coro), Biblioteca Febres Cordero (Mérida), CONAC, Ediciones El otro, el mismo, Mérida, Venezuela, 2003, 467 pp.

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otros hermetismos interpretativos. Nos sitúa sin embargo en ámbitos originarios del poeta, en su infancia de olores y (sin) sabores; con conocimiento del domus del poeta nos va pintando los entornos originarios y más adelante entra en materia literaria, pero a través de ambigüedades expresivas del tipo de “diseño de expresión tonal” “matiz juguetón veladamente irónico”, y otras ideas diluidas en la retórica, sin encontrar un asidero expositivo claro, abandonado a efectismos lingüísticos. Aunque no debemos desestimarlo cuando toca los asuntos de las mutaciones y los entresueños, y acaso más cuando nos dice que las temáticas y tonalidades crípticas en Curiel resultan innovadoras para la modernidad literaria venezolana, y que éste ha logrado arribar a “la noche ontológica y metafísica”, la cual sobrepasa al modernismo y sus efectos musicales “con una contraparte ocre, arrítmica, neblinosa, o canicular”, en lo que debemos coincidir con él. También cuando refiere la “diatonía musical de la idea y de la grave orquestación en tono menor que estructura en algunos poemas”. Hacia la parte final, el ensayo de Arenas recobra su lucidez al señalar que esta “máquina cabalística” se pone a funcionar cuando ejemplifica con textos precisos. “Curiel no encarcela su poética en ninguna de las teologías” nos dice. Y “crea el poema en su sincretismo una religiosidad estética y una ética poética en el sentido en que aprovecha y conduce todos estos aspectos hacia la configuración de su propia concepción lirica de la realidad.”, y que todo ello lo llevaría a formular una “teología mixta poética abierta, que una clausura dogmática o confesional.” Arenas Capiello depura su expresión y logra espacios interpretativos dignos de ser tenidos en cuenta para ulteriores investigaciones sobre esta ontología áspera, desquiciante y nerviosa que él observa en este eterno insomnio de Curiel. Dos poetas oriundos de Coro, César Seco y Pedro Cuartín, toman la palabra en sendos ensayos para acercarse a la poesía de su coterráneo. César Seco en un ensayo intitulado Al través. Al margen de Elías David Curiel15 En éste, Seco aborda el asunto central de la muerte de la siguiente manera: “Obsesivo es el diálogo que Elías David Curiel sostuvo con la muerte –al través, al margen, más allá, allende—como si cumpliera con la más natural de las realidades y con el designio revelado 15 César Seco, “Al través. Al margen de Elías David Curiel”. En: Tranpoética, Fundación Editorial El perro y la rana, Caracas, 2008, págs. 85-93. Anteriormente publicado en la revista Imagen, Año 30, N° 5, 1997, págs. 6-8.

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sólo por la poesía: su propia muerte. “Los fantasmas hirieron mi oído”, dijo. Los escuchó en el caserón que habitaba junto a su madre. Este es el diálogo que nos permite reconstruir eso que Virgilio Media llamará “la huidiza realidad de su verdadera imagen humana”, ese “vivir en olor de muerte”, en conocimiento de ella y que lo emparienta con el Rilke de las Elegías de Duino, con el joven muerto de la “Décima elegía”, sólo que éste, en el viaje hacia la muerte, progresivamente la va conociendo, en tanto que Elías David Curiel se dice muerto desde nacido. (…) El poeta y la muerte –fantasma él y fantasma ella— llegan por la palabra eso que anida entre la carne y los huesos, ente la angustia y el desvelo, entre la imaginación y la conciencia: perplejidad y miedo. Es la fatalidad que tocó al poeta y en la que éste puso ese algo que creyó en la revelación de su espíritu: presagio, videncia, su entrevisto destino.” Entre sus acertados juicios se encuentran los relacionados al amor no correspondido y del paralelo que traza con Ramos Sucre, observado ya por numerosos comentaristas. “El obsesivo trato que Curiel mantuvo con la muerte lo relaciona con Ramos Sucre. En ambos el desenlace fue el suicidio, sólo que en el cumanés la voz del confinado y del dolor le permitieron decir “el estupor y la felicidad de la muerte, en tanto que en el coriano todo parece haberse escindido en el enigma, ese misterio que desborda en los limbos de la Muerte / todas las plenitudes de la Vida”. Llama la atención en el trabajo de Seco el pleno conocimiento que muestra del entorno geográfico de Coro y sus costumbres ancestrales. Por su parte Pedro Cuartín lleva a cabo una interesante indagación en siete partes que constituyen en sí mismas un denso estudio, con el título prestado del poeta estudiado, de Mil fragmentos de caótica sustancia (1998)16. En dicho trabajo se contemporiza la poesía de Curiel a fines del siglo XX a la luz de las teorías literarias modernas, con los aportes de Kristeva, Barthes o Genet en función de una textualidad que puede estar precedida de la hipo, hiper o transtextualidad para abrazar aquellas teorías. En un discurso formalista, Cuartín toma herramientas de la moderna teoría literaria y las coteja con las suyas propias, pero sobre todo con los Apuntes literarios, lo cual permite a Cuartín desglosar su discurso en varios planos 16 Pedro Cuartín, Mil fragmentos de caótica sustancia. Comentario crítico sobre algunos textos de Elías David Curiel, Premio de Ensayo I Bienal de Literatura Elías David Curiel (1997), Fondo Editorial del Estado Falcón, Ediciones Libros Blancos, Coro, 1998, 65 pp.

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interpretativos mediante los cuales se va acercando a los diversos elementos y fenómenos que se conjugan en la poética de Curiel, tanto formales como de contenido. En el plano formal tenemos la disparidad, la transfiguración, la modificación deliberada, la irrupción contra la lengua establecida, la invención de términos y el ritmo. Es importante la apoyatura que hace Cuartín sobre la noción de ritmo que posee Octavio Paz, que no vacilo en reproducir: “El ritmo no es medida, es visión de mundo. Calendarios, moral, política, técnica, artes, filosofía, todo, en fin, lo que llamamos cultura hunde sus raíces en el ritmo.”17 De igual modo son observados los aspectos simbólicos, significantes y fabulantes merced a los conceptos de texto lirico, transfiguración e inversión que preparan el terreno para abordar la emoción y la idea como polos de lo que he llamado antes poemas que piensan, es decir, de una filosofía implícita que éstos contiene e incluso por el ritmo interno que ofrecen de cara a la estética modernista, para tejer con éstos un diálogo peculiar entre entendimiento y sensibilidad, entre intelecto y emoción, encontrando residuos conscientes en la conciencia, logrando así una cadena de efectos concretos: poesía y musicalidad, precisión e impresión simultáneas, irreverencia y transgresión. Una suerte de ambigüedad transgresora estaría presente en esta poética, tratando de mantener el elemento irracional dentro de lo pensado. En la parte tercera de su ensayo, Cuartín se adentra en el tema de Psiquis (aludido por todos los comentaristas, incluyéndome), haciendo sobre éste relativos aportes, sobre todo al asociarlo al romanticismo, --donde es recurso recurrente-- y realizando las debidas referencias, sobre todo una del gran poeta Víctor Hugo cuando nos dice: “Cosa inaudita: dentro de una mismo es donde hay que ver lo exterior. El profundo y oscuro espejo está en el fondo del hombre. Allí está el terrible claroscuro. La cosa reflejada por el alma es más vertiginosa que la cosa vista directamente. Es más que la imagen: es el simulacro, y en el simulacro hay algo espectral… Al asomarnos al pozo, que vemos es nuestro espíritu, divisamos en el ´´una distancia de abismos en un estrecho círculo, la inmensidad del mundo.” 17 Octavio Paz, El. Arco y la lira, Fondo de Cultura Económica, México, 5ª Reimpresión, 1983.

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La teoría literaria del propio Curiel, contenida en Apuntes literarios, le permite a Cuartín señalar que el poeta “traduce”, es decir, traslada del idioma estético del universo al lenguaje humano, y que esa traducción es sentida con emoción por el poeta-demiurgo. Surge entonces la figura de Juan Antonio Pérez Bonalde –padre de los traductores venezolanos—quien en sus versiones de Poe y Heine realiza un complejo traslado de tropos, figuras, imágenes y danzas anímicas que en algún momento se tocan en el llamado hipertexto, en la noción acuñada por Gerard Genette. En la parte titulada “Relación entre Poesía y Alquimia” Cuartín se asoma en apenas tres páginas a este arduo motivo. Por ejemplo, la expresión “la solidez cristalina del diamante” posee cohesión suprema en este caso, anotada por Curiel en sus Apuntes literarios. La alquimia permitiría en este caso la ascensión, mientras el oro facilitaría las ascensiones terrenales, el diamante lo haría para ascender al cosmos. Si la poesía permite esa alquimia con la terredad y la cosmicidad, entonces es ella misma una forma de conocimiento (constructo ficcional epistémico), esto es, que la imagen sería determinante tanto para reconocer las voces ancestrales como para la construcción del lenguaje poético, el lenguaje profundo del religar con los dioses y lo trascendente. Justamente, el manejarse entre estos arduos límites estaría el reto inmanente de la poesía: traducir lo invisible sin despojarlo de su misterio, y ello nos permitiría la inclusión del yo en la otredad, prefiriendo Curiel en este caso la sinceridad emotiva que ir en busca de una absurda originalidad. Otros tópicos abordados aquí por Cuartín son: la autorreferencialidad (el sentido centrípeto, según Northrop Frye), la fábula (es decir, la representación de acciones en un montaje), la disonancia y el hermetismo, la posibilidad ficcional (la invención que no requiere de documentos), y el Alma, centro de todo ello. En esta parte hay como una aglutinación conceptual no suficientemente concebida, pues se conectan al azar poemas y textos de Curiel que pudieran tener sus justificaciones en el título del volumen. Así los poemas “El canto de la noche”, “La lógica del ritmo”, “Música astral”, “Desorientación”, “Soneto bárbaro”, “Sidérea” y otros son motivos de indagación por Cuartín, quien guarda para esta parte final sus mejores herramientas de observación, intercalándolas con citas de diver57


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sos poetas: Gerbasi, Lezama Lima, Briceño Guerrero, autores donde se apoya el ensayista para su aproximación, quienes, si bien están allí de modo desordenado, poseen la cualidad de su osadía y su heterodoxia. Finalmente, realiza una especie de catálogo donde sería posible hallar los ecos de Curiel en la poesía posterior en el estado Falcón. Franco Farías, Álvarez, González Palencia Medina, Miranda, Alfonzo, Garvett, Seco… y acaso el mismo autor de este ensayo pudiera considerarse tocado por el alma de la palabra curielana. Precisamente, este conjunto de interpretaciones aspiran abrir un nuevo compás en la sensibilidad postmoderna, que debe enfrentarse tanto con las teorías como con las intuiciones derivadas del arte del siglo XXI casi al cierre de su segunda década, cuando las expresiones audiovisuales, cinematográficas y digitales y sus combinaciones mediáticas juegan a veces un papel esterilizante al arrojar una sonda a las lenguas y lenguajes del siglo XIX que, como los de Curiel, se niegan a perecer en medio de un maremágnum de hostilidades ante las expresiones de la lengua poética, de las desfiguraciones o simplificaciones a que ha sido sometida la realidad por vía de la cibernética, los efectos digitales y el conjunto de nociones adulteradas originadas por los mass media (“redes sociales”) y otras truculencias que aspiran suplantar o simplemente manipular a la palabra con fines ideológicos o espurios. APUNTES LITERARIOS: LA FILOSOFÍA ESTÉTICA DE CURIEL Valdría la pena detenerse un poco en los Apuntes literarios (1912) de Curiel, pues estamos frente a su filosofía estética y su arte poética. En un apretado recorrido de cinco partes, va exponiendo sus concepciones. En la primera parte se refiere a sendas prosas de Leopoldo Lugones y Oscar Wilde, al modo de comentarios sobre unos sonetos de su autoría basados en ideas literarias de aquellos, recordándonos que también José Asunción Silva había versificado en castellano las ideas de Wilde a la manera en que lo hace luego Curiel. Con ello quiere mostrarnos que en poesía no hay una total originalidad, aunque a veces haya autores 58


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que se erigen en tales al revelar sus mundos, como son los casos de Edgar Allan Poe y José Asunción Silva, y dentro de los traductores de poesía aquellos que como J.A. Pérez Bonalde hacen suyos los poemas al recrearlos en otro idioma, como son los casos de El Cuervo y de la Venus Victrix de Paul Saint Víctor, dos poemas que Pérez Bonalde tradujo del inglés y del francés respectivamente. En todo caso lo que hará el traductor será asimilar aquellas ideas para darles una forma distinta con su propio arte. Otra idea sería la del fenómeno paradójico de la poesía: lógica musical hecha sensible verbalmente; a un tiempo precisa e imprecisa, en todo caso una “Álgebra Harmoniosa”, una escala de vibraciones psíquicas corridas al efectuarse el fenómeno de su germinación, de su evolución y corporización”, y apostando por el descubrimiento futuro de un aparato: el Psicómetro, “que pueda apreciar matemáticamente el número de movimientos subconscientes que componen una sensación consciente”, y la cantidad de tiempo empleada en la realización del fenómeno. Pasa entonces Curiel a proponer una nueva ciencia, la Psicogonía, ciencia de experimentación y análisis donde la poesía estaría ubicada en una síntesis de todas las artes, una ciencia de principios absolutos, Álgebra Harmoniosa que no puede prescindir de la música, y donde los sentidos están llamados a reunirse y transmitirse para conseguir una sensación estética. Entra en terrenos iniciáticos cuando nos propone degustar la experiencia por medio de inhalaciones. “Nos bastará chuparnos la lengua para saborear la fruta que apetezcamos”, nos dice. En esta nueva fisiología humana entrarían el pensamiento y el amor; nos cubriría de pies a cabeza, y “responderemos al enigma de la Esfinge Suprema.”, nos dice, articulando esa sílaba suprema. Veamos cómo describe este proceso: “La respuesta será una impulsión monosilábica que –en perpetua inspiración paradisíaca, en los oídos la armonía astral y en los ojos la perenne visión de la dioscura. Eupiquis y consustanciados con ella--, hará que nos chupemos por toda eternidad la lengua que la pronunció.” Inmediatamente se cerciora de que un rapto lírico lo ha arrancado a cuatrocientos kilómetros de elevación sobre la realidad, para volver a la tierra a decirnos que en verdad la prosa es la tierra, cuando sensibiliza las ideas filosóficas. La novela, el cuento, la historia, la ciencia y los símbolos estarían sembra59


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dos en la tierra. Al ritmo de la prosa lo podemos llamar eufonía, “hermano menor del ritmo”, sin que por ello sea inferior a aquél. Pone los ejemplos de Así hablaba Zaratustra de Nietzsche y las Vírgenes de las piedras de D’Annunzio. En la segunda parte de estos Apuntes Curiel hace énfasis en el asunto del ritmo –al que nos hemos referido antes— el cual viene a ser al metro lo que el estilo a la forma, en tanto que el estilo sería una manifestación sensible y sincera de la actitud artística que asume el alma en el instante de la concepción. Pone varios ejemplos al respecto acerca de cómo pueden expresarse cosas diferentes con las mismas palabras, tal sea el tono –ingenuo o irónico—con el que lo expreses, poniendo varios ejemplos de Díaz Mirón, Campoamor o Bécquer para ilustrar lo afirmado. Al final de esta parte nos llama la atención sobre el sexto sentido que hay que tener para poder hablar de pintura, escultura o música; nos dice que el talento por si solo no basta, como tampoco la mucha ilustración. Esa intuición estética será lo principal para apreciar el ritmo de la audición y de la visión. Es interesante la defensa que hace Curiel de Ramón de Campoamor, poeta bastante vilipendiado por la mayoría de los críticos del romanticismo. Fue tildado de imitador y plagiario y se le reconocieron pocos logros literarios; sin embargo, Curiel lo vindica diciendo que Campoamor aplica la noción del plan de la obra y del estilo, y que ello basta. Cita varias frases de Campoamor al respecto, donde éste alude a los críticos ramplones, poniendo ideas de escritores que han tomado ideas de otros, desde Homero, Dante, Shakespeare, Poe, Baudelaire, Goethe, Alfred de Mussett. Agrega citas de Juan Valera donde Platón dice que los griegos tomaron de todas partes pensamientos y sistemas, y más adelante vindica Nietzsche, Renan, Swedenborg y Víctor Hugo, que dan la razón a Campoamor en este terreno de las imitaciones o parodias. De paso, lleva a cabo algunas “definiciones”: por ejemplo, el estilo sería “impregnación de la forma en la esencia íntima de la emoción y de la idea”, o esta otra por contraposición: el estilo es el “fluido animador de la forma”, mientras que el ritmo sería una verbalización armónica o melódica y el ritmo un “movimiento psicológico que produce esa melodía y esa harmonía verbales.” Para Curiel no hay forma ni fondo por separado; ni predominio

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del uno sobre el otro, lo cual iría en detrimento de cada uno de estos elementos, anulando la obra de arte. También hace una diferenciación entre poeta filosófico (quien sería en esencia el mismo Curiel) y un profesor de filosofía. Para él crear es individualizar, y la supuesta originalidad no estaría en los giros y figuras retóricas de que se vale el escritor, sino en la reverberación personal del carácter artístico de cada escritor, esparcida tanto en el conjunto de su obra como en los detalles. Los poetas llamado decadentistas (y no decadentes) continúan la gran línea romántica de 1830, y justamente estos se han revelado contra las imposiciones académicas de la escuela naturalista. En la parte cuarta Curiel enfatiza sobre el asunto de la imitación con más ejemplos: Virgilio, Homero, Teócrito, Bécquer, Heine, Daudet, Zola, Byron, trazando originales y divertidos paralelos: Shakespeare impuso por decreto de conquista en las obras que asaltó y saqueó y originalizó el plagio; Goethe tomó de una comedia de títeres el argumento del Fausto; Bécquer es la hembra de Heine; Byron es un Job individualizado; el Cuervo de Poe fue incubado en su espíritu por el Buitre prometeico. En su admiración hacia Nietzsche nos dice: “Habiendo llegado Zaratustra a una ciudad, supo que allí estaba predicando Zaratustra. Fue a ver el predicador, y se encontró con un loco que decía locuras con el mismo estilo que él, profundos apotegmas.”, en lo que constituye un microrrelato perfecto. La parte quinta está centrada en la pseudocrítica, en lo que Curiel llama el pseudismo: los pseudocientíficos, los pseudograndilocuentes, el pseudoexquisitismo, la pseudosencillez y la pseudonaturalidad. Quienes practican el pseudismo, dice con ironía, “se creen positivistas y aplican todos los mismos métodos de examen sin tener nunca en cuenta los tres factores principales de toda evolución: la herencia, la adaptación al medio y el momento histórico.” El positivismo, hijo en cierto modo del naturalismo, “no puede constituir el arte supremo, por la sencilla razón de que los gremios no aplican sistemas, sino que describen leyes por la desinteresada observación de los fenómenos. Curiel remata su pensamiento realizando esta acerba observación sobre la pseudocrítica quizá para alertar sobre los críticos literarios de su momento, quienes quizá o andarían muy lejos del entorno de Curiel, más de una vez

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infravalorado en su medio, como hemos señalado en este escrito. Habla también entre líneas de un bovarismo, diciendo que éste consiste en creerse uno ingenuamente lo que no es, y que muchos grandes hombres han incurrido benignamente en éste, acaso sin darse cuenta. El soliloquio titulado Confiteor mea culpa que Curiel realiza al modo de confesión es eminentemente filosófico. Un supuesto preceptor suyo –que puede ser un médico amigo o quizá su propio hermano— refiere que “un colega superior de inteligencia” y un tratado de retórica trascendental le dan una explicación convincente acerca del universo a partir de una imagen insólita: éste vendría a ser la dilatación viviente e infinita del espíritu humano, y el espíritu la reducción infinita y viviente del cosmos. Esta extraordinaria concepción filosófica del universo se encuentra complementada con su estética poética donde comienza por admitirse como “un estimable pensador que algún colorido en la expresión digo mis sentimientos e ideas generales”, mientras que como poeta e considera “un buen portalira sinceramente sentimental”, jugando a la modestia. De ahí en adelante acude a las ideas de Platón (el divino), complementadas con sus ideas sobre el modernismo (“escribir versos blancos arbitrariamente versificados o asonantados arbitrariamente”), o asumiéndose como un “divino neurópata decadente”, con lo cual una vez más de los críticos y de si mismo mediante un humor cáustico. Se identifica una vez más con Campoamor y Darío (este último según él “visitó espiritualmente todas las literaturas modernas y antiguas para poder contribuir poderosamente a la renovación de la poesía y la prosa castellanas”). Berceo, el Arcipreste de Hita, Teresas de Jesús y los místicos españoles también contribuirán a estos legados en un primer momento, para luego pasar a Lugones, Díaz Mirón y Gutiérrez Nájera considerándolos definitivos renovadores, con los debidos ejemplos acotados. Una vez más, una forma breve de poema creado por Campoamor, La Dolora –quizá lo mejor de la producción de este poeta español— ha sido sugerido antes por Calderón de la Barca. Prosigue glosando una serie de detalles sobre estos escritores, con lo cual se pone en evidencia cuáles son sus gustos literarios y sus maestros, y cuánto los estudió a fondo para poder comentarlos de modo tan preciso. En tal sentido, reconoce que Campoamor al

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final ha sido superado por los nuevos poetas españoles, adaptándose a los criterios de la época. Tales son, pues, sus declaraciones de principios en torno a los asuntos poéticos y filosóficos, los cuales nos son de suma utilidad para comprender no sólo su mundo de sinceridad emotiva, más allá de las formas fáciles a donde nos parece conducir el gusto popular de su momento. Apela finalmente Curiel al sentimiento cristiano de amor intelectual al prójimo para rematar sus ideas sin imponerlas, manifestándolas como las precisa y siente. “Manifestarse como nosotros creemos que son, aunque sea más difícil que conocer el alma propia, poder tasar en su justa medida el alma ajena”. Tales ideas son sumamente útiles para poder desentrañar el mundo de Curiel, pues se hallan escritas con gran honestidad y precisión, nunca explícitas ni taxativas, siempre sugeridas a través de una suprema elegancia, nos deja ver las principales aristas de su alma y su psique profunda. Recordemos que para la psicología moderna el alma y la psique son la misma; la psique vendría a ser la del lugar mental donde convive nuestra anima con los sueños y con el sueño, donde la memoria infantil, la memoria remota y la memoria de la especie conviven en un solo enigma allá adentro, en las circunvoluciones de esa masa misteriosa y mágica de nuestro cerebro, donde se fabrican y tejen los sueños de la humanidad y de la heredad cósmica. Fuere como fuere, Curiel nos ha dejado una obra muy rica, heterogénea, diversa, y, por qué no decirlo, ambiciosa en su diseño estético, aunque a primera vista pudiese parecer poco organizada. En todo caso, el propósito de estas líneas es ayudar a ofrecer algunas claves de su poesía al lector, más que tratar de desentrañar sus sentidos últimos, que aún están por observarse, por el peculiar momento histórico y cultural que le tocó vivir a su autor en una Venezuela que le negaba libertades esenciales a sus pobladores, sumiéndoles en el oscurantismo cultural. Fueron muchos los escritores que denunciaron los atropellos del régimen gomecista, y pagaron por ello. En el caso de Curiel, éste prefirió mantenerse al margen, enclaustrado en su ciudad natal, dedicado a su arte. Creo que en el tiempo actual la lengua poética debe recobrar su antiguo esplendor y revelarnos aquello que sólo ella es ca63


paz: la cercanía fundadora del espíritu por obra del verbo sagrado o creador. Nos brindó una obra distinta, con rasgos muy suyos, perfectamente diferenciados de los demás autores de su tiempo, atravesada por elementos muy poderosos de la geografía y la ciudad donde se produjeron, hasta adquirir características inconfundibles para la poesía de Venezuela, que aún está por valorarse en su justa dimensión. [Coro, 2017]



Gabriel Jiménez Emán es narrador, ensayista y poeta. En el campo del microrrelato ha publicado obras consideradas referentes del género en Hispanoamérica, como Los dientes de Raquel (1973), Saltos sobre la soga (1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (1982), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (2002) y Consuelo para moribundos (2012) e Historias imposibles (2021) y entre sus libros de cuentos más conocidos están Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (1990) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (2005), entre otros. En el campo de la ciencia ficción son conocidas sus novelas Averno (2006) y Limbo (2016) y dentro de la novela histórica Sueños y guerras del mariscal (1995) y Ezequiel y sus batallas (2017), y varias novelas cortas como Una fiesta memorable (1991), Paisaje con ángel caído (2002), El último solo de Buddy Bolden (2016) y Wald (2021). Ha publicado numerosos ensayos, algunos de los cuales se hallan en sus libros Provincias de la palabra (1995), El espejo de tinta (2007), Mundo tórrido y caribe. Cultura y literatura en Venezuela (2017), y sendos estudios sobre César Vallejo, Elías David Curiel, Franz Kafka, Armando Reverón, Rómulo Gallegos, y un ensayo sobre filosofía moderna, La utopía del logos (2021). Su obra poética se encuentra reunida en los volúmenes Balada del bohemio místico (2010), Solárium y otros poemas (2015), Los versos de la silla rota (2018) y Hominem 2100 (2021). Ha realizado antologías del ensayo, el cuento y el microrrelato venezolanos, y representado a Venezuela en varios eventos literarios internaciones con lecturas, talleres y conferencias en numerosos países de América y Europa. Muchos de sus cuentos y poemas han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, árabe y ruso. Por años, Jiménez Emán ha trabajado en la parte editorial y gerencial del Ministerio de la Cultura de Venezuela. Entre algunos de sus reconocimientos se cuentan el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal, el Premio “Romero García” del Consejo Nacional de la Cultura, el Premio Nacional de Narrativa “Orlando Araujo”, el Premio de Poesía “Francisco Lazo Martí” y el Premio Solarde Ensayo en Mérida. En 2019 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela, por el conjunto de su obra.


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