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27.- Ella

ELLA

Ella era fresca, saltaba como loca por la vida Atravesando jardines de extraños dueños Con sus senos al aire que eran el tormento de curiosos Fruta desprendida del árbol del paraíso Tiraba sus redes por la colina, Seductora, como agua abandonada en el desierto Corría por el sendero que va al bosque Dejando huellas de su cuerpo en el follaje Orgullosa de sus cantos cubiertos sus pies de hermosas sandalias Salía siempre con la luz del día Regresaba a casa sólo cuando las tinieblas Lanzaban sus misterios en la Noche cerrada

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Y las sombras se alargaban Los campesinos dormían con sus manos sufridas O rendidos por el trabajo y la ebriedad

Ese día, la hora cuando todas las casas estaban Durmiendo la siesta

en medio del sopor de una tarde aciaga Oí su canto río abajo, un son adolorido Traía desgarrados sus jóvenes pechos, Como si hubiera salido de una trampa

Ya no era la mujer que conocía el arte de la vida Sino una ola cansada que llegaba a mi orilla Como cierva herida vagando por el bosque Algo había dañado su alegría

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Una grave amenaza un horroroso peligro Algún mercenario oculto en la maleza Una serpiente infernal, Algo la sembró de miedo y borró de su rostro aquella sonrisa Estaba como ciega

La vi correr por el medio de la calle bajo el sol ardiente Rumbo al abismo del final

Corrí tras ella para detenerla Para que no nos abandonara Yo la amaba a distancia como una antorcha

Que ve pasar a la princesa en los pasillos del palacio Mudo, encendido entre el dolor de no tenerla y el gozo de verla Siempre cantando y corriendo

¡Qué cruel combate la hubo herido! ¡Quién habrá de devolverme esa fulgurosa presencia! Ese rayo perfumado que pasaba a mi lado Cuando el tedio del día no tenía nada que ofrecer Ha quedado abierta una gran cicatriz en los días pasados Y una gran duda asalta los que habrán de venir

Ella iba valle arriba y valle abajo Hacia el río donde se bañaba con su exquisita desnudez Como Diana, se abrían las corolas de las flores Y el bosque era una espesa canción

La vi correr hacia el abismo

Traía ausentes los ojos y el pelo desgarrado

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Ya no existía esa huésped de oro No pude alcanzarla, se lanzó a lo profundo Esa ha sido su tumba, cada tarde me acerco Al borde del risco y toco mi flauta Para que algún día ella entone desde allí su canción De tanta altura ha caído la mujer que amé Herida por la dura realidad del pantano Donde habitan demonios ocultos

Quienes odian todo lo alegre, lo que quiere volar

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