Cuando celebremos la Eucaristía la noche del veinticuatro de diciembre, escucharemos una parte de la carta a Tito donde se atestigua: “La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado” (Tit 2,11). Propuesta para ser leída la Nochebuena, la “manifestación” a la que se refiere es, evidentemente, el Hijo de Dios “nacido de mujer”, como nos lo recuerda Pablo. Esa es su primera y fundamental referencia. Sin embargo, los cristianos no podemos recorrer el camino del Adviento y celebrar esta noche como si Jesús no hubiese nacido. No está bien “disimular” como si nada hubiese pasado, ni podemos situarnos ya en la psicología de un momento de la historia en que el Mesías no había venido; la Iglesia puede proponer una vuelta artificial hacia atrás. Más aún, tampoco podemos ocultar la muerte y resurrección de Jesucristo y sus palabras finales: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28,20). Por eso, es legítimo extender la confesión que en dicha carta se nos ofrece y acogerla como una invitación a descubrir, una vez más, de cuántas formas y a través de qué acontecimientos, la gracia de Dios se viene manifestando en nuestro caminar personal, comunitario y en toda nuestra familia dominicana. Las noticias que ofrecemos en IVAS quieren ser más que puras noticias; son un sencillo testimonio de esa feliz “convivencia” con la gracia de Dios en medio nuestro. Día tras día, en cada convento y casa de nuestra Familia Dominicana, hermanas y hermanos saludamos a Domingo con una oración mediante la cual lo reconocemos como Lumen ecclesiae, doctor veritatis, rosa patientiae, ebur castitatis y praedicator gratiae. Éste último título refleja maravillosamente aquello que caracterizaba su espiritualidad: la trascendencia, la gratuidad y la eficacia de la gracia en la vida de las personas. Domingo confiaba en la capacidad del ser humano para que, libre y conscientemente, responda a la amistad que Dios quiere ofrecerle. No es predicador de la “desgracia” y, menos aún, de la condenación; anuncia que Dios es misericordioso y compasivo. 1