© Textos: Eva Nass © Ilustraciones: David Sosa 1º Edición 2013 Ciclo Superior de Ilustración 2011/2013 Escuela de Arte y Superior de Diseño de G.C. www.eagrancanaria.org I.S.B.N. 000-00-0000-000-0 Deposito legal: X-000-0000 Impreso en la CE contacto: d.sosa.gonzalez@gmail.com
Eva Nass David Sosa
Diminutas gotas de agua brillaban en la habitaci贸n.
Aquel día me levanté un poco antes que de costumbre... --- Salgo mamá.
CaminĂŠ las aceras y el asfalto.
CaminĂŠ despacio, abandonado a las luces que aĂşn bailaban en mis retinas. CaminĂŠ hasta que se encendieron las farolas de la avenida.
Caminé hasta que la silueta de una luna amarilla me sonrió.
Entonces me di cuenta de que pronto sería el aniversario. Casi un año haciendo ese mismo recorrido.
Recuerdo perfectamente la primera vez, cuando descubrí una pequeña cometa.
Me la llevĂŠ arrastrando por la Avenida, sobre el asfalto caliente, persiguiendo las sombras amarillas sobre la arena.
Y en el mismo lugar en que luego la encontrarĂa cada tarde, estaba Marina.
La observĂŠ conmovido unos minutos, las olas rompiendo contra el pequeĂąo muelle...
...lloviendo el mar sobre Marina. La fascinaci贸n que provoc贸 en m铆 esa imagen me inclin贸 a volver una y otra vez.
La segunda tarde fue especial. El coraz贸n me aprisionaba el pecho. Se me ocurri贸 que si no iba hasta el muelle, Marina desaparecer铆a en un vac铆o.
RecogĂ la cometa que habĂa dejado escondida en el rellano de la escalera y reproduje el camino exacto de la primera vez.
Los nervios llegaron de golpe, justo cuando la atisbé al fondo de la playa. Fue la primera vez que lloré por una mujer.
Sin esfuerzo, sin pensar, como si alguien me llamara desde un punto y yo sólo tuviera que alcanzarme hasta él.
Por eso llegĂł el tercer domingo, el cuarto, el quinto, el sexto y el sĂŠptimo... Pasaron los meses con sus cuatro domingos y ya todo era Marina y constelaciones de mar, Marina y lluvia de diamantes, Marina y violetas y celofĂĄn. Todo era el mar lloviendo sobre Marina.
Pero hoy, alejado definitivamente de la cordura, hacía mí viaje número cuarenta y dos hacia el muelle, de pronto, me di cuenta de que había olvidado la cometa.
Marché otra vez por la avenida a pesar de que sabía que ella no estaría.
Me senté horas a esperarla, y no sé en qué momento me quedé dormido sobre las rocas.
Soñé con el gato de Marina, con el modo en que había perdido el trocito de oreja.
SoùÊ que Marina habĂa tomado la cometa, para que no la encontrara nunca...
...para poder abandonar la escollera.