Para llegar a la laguna El Shimbe tuve que viajar medio día en camioneta, sesenta minutos en combi y más de tres horas caminando. Casi la misma travesía que pasó el ex presidente del Perú y ahora preso, Alberto Fujimori en el año 2008 cuando vino a florecerse en esta misma reserva acuífera que pertenece al Complejo de Lagunas de Las Huaringas. Justo cuando la luz del sol anuncia su ingreso por las angostas ventanas de la comunidad de War War, nos encontramos con Elqui Altamirano Ruíz, más conocido en el mundo del curanderismo como “El Brujo”, hijo del más respetado hechicero de la provincia de Huancabamba, Departamento de Piura, Perú. Quien con poncho, alforja y espada de acero, se convirtió en mi guía para llegar hasta las aguas frías de El Shimbe. En su mesa, piedras, calaveras y fotografías, se mantenían intactas como si el tiempo nunca llegara a ese espacio. Un olor fétido mezclado con aromas de flores se olía mientras “El Brujo” preparaba los objetos que cargaría para a hacer la limpia a un grupo de mujeres. A lo lejos se aprecia como un chamán le grita a los cuatro vientos y hace que su paciente ingrese a las aguas heladas cuya altura sobre pasa más de 3500 msnm. Habíamos llegado a El Shimbe, una de las místicas lagunas de las Huaringas. Un breve ritual con agua florida y jugo de lima para pedir permiso y hacer el pago a las aguas, dan inicio al baño de florecimiento. Las mujeres también reciben las gotas que “El Brujo”, escupe de la boca y rápidamente, como si estuvieran frente a una playa, se quitan la ropa y se dan un chapuzón. Algunas de persignan, estiran los brazo en forma de cruz, rechinan entre los dientes y mirando al cielo como manifestando su fe para ser curadas se vuelven a sumergir. “El agua es vida”, grita una sexagenaria. “Yo recibí este don gracias a mi padre. A través de la brujería nosotros podemos curar la vida de los demás. Hay mucho daño en este mundo”, relata, uno de los brujos más acertados en sus predicciones quien ha hecho que reconocidos grupos de cumbia, personajes de la televisión y políticos pasen por sus manos. Como guardianes, tres gavilanes forman un círculo en medio de la laguna, las aguas y las nubes se tornan grises. Como si fuera a llover. Pero durante las dos largas horas que estuvimos allí, evidenciando lo que un día leíamos en los libros de historia, la tranquilidad fuera del bullicio, contaminación y agitada vida de la ciudad, de algún modo, purificaba el alma.