El cerebro tiene su propia y particular manera de percibir el paso del tiempo que es ajena en muchas situaciones al tic tac de los relojes, incluso de los más precisos. El modo en que el cerebro percibe el paso del tiempo, depende muchas veces de nuestras expectativas emocionales. Cuando vamos sumando años, se aprecia mucho más esa sensación de alta velocidad del paso del tiempo e involuntariamente nos lleva a reflexionar en lo rápido que pasa la vida, lo que queda por vivir y por hacer, que por supuesto nos hace valorar todo más, en otra dimensión más real y objetiva.