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Atención y concentración en clase (1/2)

es necesario acompañemos, además, con el mecanismo de “alerta” a fin de mantener la plena conciencia de si nuestra atención está correctamente enfocada o, en su caso, deambula en nuestra imaginación.

A lo largo de esta semana pasada, en distintas reuniones mantenidas con madres y padres con el fin analizar y definir distintas acciones, personalizadas, para solucionar los problemas que en el ámbito académico (2º, 3º y 4º ESO, y 1º y 2º de Bachiller) me comentaban tenían sus hijos, –lectura muy lenta, precaria comprensión, ausencia de métodos de estudio, ineficaz gestión del tiempo, falta de concentración, nula atención, gran desmotivación, alta de interés, etc.–, he observado que uno de los aspectos en los que casi todas las madres/padres coincidían se refería a la falta de atención y concentración de sus hijos/as en clase, según observaciones de los profesores.

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Obviamente, si bien es entendible la preocupación e incluso desencanto de los profesores, consecuencia de la falta de atención y presencia intelectual del alumno/a en clase, también es justo realizar una valoración de lo que para el alumno supone el comportamiento que en clase ha de observar no sólo para el adecuado desarrollo de la misma sino también porque la pertenencia a un colectivo (la clase) impone, exige y no exime el obligado cumplimiento de determinadas normas para la consecución del bien común.

Respecto a la atención y presencia intelectual en clase, ciertamente no es muy cómodo ni fácil, desde la perspectiva de los alumnos, la pretensión de los profesores de que presten plena atención y concentración durante cincuenta y cinco minutos en cada una de las cinco o seis horas de clase, todas ellas sucesivas en un tiempo previamente establecido por el propio centro.

Cada fracción de tiempo (escasamente una hora) en la que los escolares han de mostrar atención y concentración a cada una de las materias, presenta una estructura puesto que, en general, se ordena en tres partes sucesivamente dispuestas –nacimiento, intermedio y final– que, para el alumno, a diferencia del adulto, constituye un lapso extraordinario de tiempo. La percepción del tiempo no es la misma en jóvenes que en adultos.

En la mayoría de las ocasiones, sin embargo, los adultos pasamos por alto dicho detalle no siendo tan siquiera conscientes de que a los alumnos/as les basta con entrar en el aula para, a los diez minutos, querer volver a salir de ella.

Los adultos estamos bastante habituados a pensar en lapsos de tiempo medios o largos –tres, cinco o diez años– porque el paso del tiempo a partir de los veinte años adquiere, sencillamente, mayor velocidad y distinta dimensión.

Y esa sensación de aceleración del tiempo agudiza la lógica inquietud de las madres por el porvenir de sus hijos puesto que, (como en el caso de las madres/padres con los que me he reunido esta semana), observan en sus hijos numerosas e importantes carencias metodológicas de orden intelectual y consecuencia de ello la urgencia de solucionarlas puesto que “en breve” (2 o 3 años) tendrán que hacer frente a formaciones –Bachiller, Universidad–con alta exigencia académica que requerirá, asimismo, altas competencias intelectuales de las que ahora carecen.

Presencia mental

Naturalmente, si lo que deseamos es que el alumno atienda y se concentre en clase habrá que trabajar su “presencia mental”, puesto que dicho concepto es fundamental para conseguir altos niveles de concentración.

La “presencia mental” consiste en la sujeción, el adhesivo mental que evita que se nos desprenda nuestra concentración del objeto/acción en la que nos estemos enfocando. La presencia mental

La atención es la forma en la que consideramos nuestro objeto de enfoque, sea este las explicaciones del profesor en clase o cualquier otra cuestión. La atención ha de ser plena, de manera que tendremos que considerar, no sólo nuestra mente sino también nuestro cuerpo, nuestras sensaciones y otros factores mentales como la inteligencia, la amabilidad, la paciencia etc. Dichos factores son susceptibles de desarrollo e incluso transformación y, desde dicha óptica coadyuvan notablemente a disfrutar de una mayor concentración. La concentración que los profesores pretenden tengan los alumnos en clase, suele ser bastante difícil de conseguir, máxime si como en la mayoría de los casos existe en los alumnos algún nivel de pensamiento en términos de no ser lo suficientemente buenos, lo cual acontece de forma creciente a partir de 1º ESO. Y esto ocurre con demasiada frecuencia en los escolares.

En conversaciones con mis alumnos, distendidas y en un clima de gran confianza, soy testigo directo de las sensaciones de incapacidad que albergan fruto de los nocivos pensamientos que respecto de sí mismos han interiorizado, minando con ello su autoestima, motivación y confianza en sí mismos.

Irritación y enojo

Resulta muy desesperanzador observar que los alumnos interiorizan ideas como “no entiendo nada”, “no soy buen estudiante”, “me agobia la escuela”, “estoy harto de suspender”, “no tengo motivos para estudiar”, “no valgo para estudiar” u otras de análoga naturaleza. La concentración resulta ciertamente difícil cuando pensamientos como los anteriores, revestidos de sentimientos irritación, enojo y/o incapacidad circulan incesantemente por la mente de los escolares o simplemente piensan que su mente alberga algo intrínsecamente perjudicial.

La carencia de recursos, tanto emocionales como metodológicos, que generalmente los alumnos presentan, les conduce a aceptar sin más su situación y por lo tanto, es preciso instalar en ellos una correcta presencia mental que les posibilite pensar de modo diametralmente opuesto en el sentido “bien, está claro que ahora no lo entiendo pero eso no supone que mi mente no sea capaz de hacerlo” puesto que pensar de esa manera otorga la confianza para mejorar la concentración y con ello transformar nuestra eficiencia así como la calidad del trabajo.

Parafraseando a Victoria Camps1 una de las finalidades de la educación consiste en ejercitar la práctica del autoconocimiento como base del autodominio, puesto que la noble misión de educar tiene que ver directamente con el conocimiento y con el aprendizaje.

Gorka Aurre Licenciado en Derecho y Neurotrainer Certificado. Experto en Lectura de Élite y Desarrollo Intelectual gorka.aurre13@gmail.com

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