acto&forma N° 16

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Revista acto & forma Volumen 7Nº 16Viña del Mar, diciembre de 2023 e[ad] PUCV Escuela de Arquitectura y Diseño ISSN 0719-7543 www.ead.pucv.cl

Revista acto & forma Volumen 7Nº 16Viña del Mar, diciembre de 2023

e[ad] PUCV Escuela de Arquitectura y Diseño ISSN 0719-7543

acto & forma

Revista de la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV

issn 0719-7543

dirección

Equipo acto&forma

edición general

Catalina Porzio

comité editorial

Óscar Andrade

Marcelo Araya

Ursula Exss

Álvaro Mercado

Manuel Sanfuentes

corrección de estilo

Carlos Decap

asistente de contenidos

Catalina González

diseño

Taller de Ediciones e[ad]

portada

Exterior: Fotografía de Carolina Hornauer

Interior: Fotografía de Manuel Sanfuentes actoyforma@ead.cl

8 Exagon

Experimentaciones del turismo masivo en Viña del Mar: 1955-1965

Erick Caro

16 El agua y la sal en el Antropoceno

Álvaro Mercado, Daniela Salgado y Mia-Sue

Carrère

24 Los bailes chinos y el mar

Danilo Petrovich

30 Antología inédita de las aguas

Milagros Abalo (poemas) y Pablo Contreras (pinturas)

44 Diario de una nadadora en Caleta Abarca

Carolina Hornauer

56 Ballena jorobada (Megaptera novaeangliae)

Javiera Pintocanales

58 exposiciones

60 memoria

Fragmento de Aysén, carta del Mar Nuevo

Ignacio Balcells

Editorial

El trazo de la historia, en un sentido grueso y más bien conservador, suele graficarse mediante una línea continua –como se dibuja el horizonte sin su curvatura–, interrumpida por pequeñas muescas, que a pesar de su insignificancia están ahí para señalar aquellos acontecimientos que suponen una suerte de torsión, un antes y un después; hiatos con nombres específicos que simplifican la comprensión de una trama llena de capas y relaciones tangenciales, difuminadas en esta flecha que cuenta con un punto de inicio y se dispara hacia un futuro incierto.

Aun si aplicáramos el sistema utilizado para leer los mapas que googleamos en internet, la tierra y el mar, mirados a distancia “cenital”, son representados por planos de colores que mediante una serie de clicks nos revelan sus pormenores: en la mancha celeste atribuida a la superficie oceánica, por ejemplo, aparecen marcas diminutas, como pecas, que luego son islas y un instante después, al pulsar de nuevo el mouse, una geografía microscópica, cada vez más remota, en la que nos adentramos hasta perder de vista su contexto, embelesados por la especificidad del detalle.

Asimismo cada vida, poseedora de su propia línea de tiempo, cuenta secretamente con sus puntos de inflexión; muchos de ellos –aunque se ensalce la experiencia como un hecho individual– son dados por el anudamiento de un tejido colectivo. A casi cuatro años de haberse declarado la pandemia por covid en el mundo entero, se ha vuelto costumbre referirla para distinguir un quiebre o una reconversión de las costumbres o, por decirlo de algún modo, un giro inesperado en el guion universal.

Vuelvo a la pandemia porque allí quiero situar un recuerdo asociado a las alteraciones del sueño, a las horas de insomnio que muchos padecimos. Comencé a despertar en mitad de la noche y, aunque vivo en un barrio más bien tranquilo, siempre hay ruidos externos que organizan un campo espacial conectado con el afuera: un intercambio estrepitoso de ladridos, alarmas que se activan de improviso, algún drama de callejón. Pero durante ese período de reclusión involuntaria el silencio parecía gobernarlo todo. Tanto es así, que el oleaje del mar –aunque en mi caso es una vista lejana– se colaba en mis desvelos con la inminencia de un murmullo. Ante esa falta de sonidos cotidianos, en la oscuridad de mi habitación –como si esta fuera una cámara sorda de las que hablaba John Cage para teorizar sobre la inexistencia del silencio–, se revelaron sonidos interiores que hasta entonces ignoraba: el edificio, al igual que el cuerpo de un animal gigante, parecía contar con un sistema circulatorio sostenido por el uso de sus cañerías. La idea alucinada de estar metida en un vientre de hormigón, con el agua reverberando a lo lejos y el agua atravesando una especie de torrente sanguíneo a mi alrededor, más que inquietarme me acercaba a esa vida líquida, anterior a todo, un pasado común cuyo destino, el de las aguas, según Bachelard, es donde la humanidad busca su imagen.

Oír el agua que fluye puede tener efectos sedantes, pero la insistencia de una gota que cae con monotonía no solo socava nuestra paciencia, sino que con el tiempo provoca enormes destrucciones materiales. El agua es siempre una contradicción. Con su falta, vuelve la tierra yerma, seca las cosechas,

desata el hambre y la sed; por eso se le atribuyeron poderes divinos y le fueron dedicados rituales y rogativas para convocarla. Resulta inaceptable que se nos prive de su consumo o que un Estado le arrebate a otro ese derecho. A la vez, su abundancia desmedida es un ser impiadoso que arrasa con todo aquello que nos desvela por ocupar este mundo bajo la forma de innumerables y variadas construcciones, apropiándonos con cierta cuota de arrogancia de todos sus rincones. Y con las vidas, por supuesto; el mar, los ríos guardan en el légamo oscuro de su fondo infinitos cuerpos desaparecidos que no han sido ni serán restituidos. Sus oscilaciones atribuidas a fenómenos climáticos han hecho que como nunca antes se piense y escriba en simultáneo sobre este elemento que nos llena de placeres y nos atormenta, nos duele. Por esa complejidad que no termina de ser explorada, dedicamos este número a sumergirnos en algunas de las prácticas que el agua acompaña o detona.

Catalina Porzio de Angelis

inmersiones

Si el mundo constituyese un género, su principal recurso estilísico sería sin duda el agua.

joseph brodsky, 2008: 96

El agua es la fons et origo, que precede a toda forma. Lo que los griegos llaman arjé, que significa “fuente” o “principio”, el elemento que compone todas las cosas, que determina el ser propio de cada ente. El presocrático Tales de Mileto fue el primero en concebir la idea, lo que implica que antes de que entendiéramos la química, ya sabíamos que el agua era esencial. De hecho, sabemos más sobre el espacio que las presiones abrumadoras de la profundidad. La naturaleza enigmática del abismo, tan fértil para los poetas y los filósofos, es aún insondable para la ciencia.

valerie miles, 2016: 6

Desaparecer en el agua profunda o desaparecer en un horizonte lejano, asociarse a la profundidad o a la infinitud; tal es el destino humano que busca su imagen en el destino de las aguas.

gaston bachelard, 2016: 25

El agua, para el pescador y el marinero, es vida y muerte, sustento e insidia; corroe la madera del barco igual que la vida del hombre que se aventura en el mar pérfido y amargo, fiándose de la frágil tabla en la que posa sus pies y que lo separa del abismo. [...] las aguas de los abismos son también una gran fuente bautismal.

claudio magris, 2014: 75

Por cada pescador que se va, pronto acude otro, de modo que la sociedad de pescadores adormecida durante el día y en vela por las noches no se modifica con el paso de los años, al menos en apariencia, que supuestamente retrocede más allá del recuerdo. Parece que sólo en raras ocasiones uno de los pescadores entra en contacto con su vecino, pues a pesar de que todos ellos estén mirando fijamente hacia el este y vean ascender en el horizonte el crepúsculo vespertino y el alba, y a pesar de que, según creo, a todos les conmuevan los mismos sentimientos inexplicables, cada uno de ellos está completamente solo y no confía más que en sí mismo y en sus pocos aparejos, en su pequeña navaja, por ejemplo, en su termo o en su

pequeño transistor, del que escapa un sonido áspero apenas audible, como si las piedras que ruedan hacia atrás con las olas hablaran entre ellas.

w.g. sebald, 2018: 64

De todas formas en el mar no se está nunca solos; esa laguna plateada, esos continuos, mínimos y variados ruidos que hay que descifrar imponen un diálogo aproximado.

claudio magris, 2014: 76

Es una voz en la que resuenan mil voces y a la que se atribuyen muchas cosas: paciencia, dolor y cólera. Pero lo más impresionante de esta voz es su tenacidad. El mar nunca duerme. Lo oímos siempre, de día, de noche, durante años y decenios; sabemos que ya lo oían hace siglos.

elias canetti, 2014: 156

El mar es lo más antiguo y poderoso, como dice Hesíodo, y yo no me cansaría nunca de mirarlo, de escucharlo; es una infancia individual y coral, que a menudo muchos olvidan, igual que se olvida la infancia, entregándose de ese modo a la muerte.

claudio magris, 2016: 17

Cuando tenía doce años un entrenador comentó que yo tenía “instinto” para el agua. […] Es un conocimiento del espacio acuático, una capacidad para saber con precisión dónde está mi cuerpo y qué produce, una empatía animal ante el contacto con un elemento: ese estremecimiento elástico que experimenta un gato cuando se le toca el lomo.

leanne shapton, 2022: 222

Al entrar en el agua, nos sumergimos en un mundo profundamente privado, como si estuviésemos en el útero. Esas aguas amnióticas son seguras y a la vez aterradoras, porque todo puede torcerse en el parto, y te encuentras a merced de fuerzas ignotas sobre las que no ejerces ningún control.

roger deakin, 2019: 11

He dicho en numerosas ocasiones que uno nada para estar sola. Pero eso es cierto únicamente a medias. A veces es necesario ir a solas, avanzar por uno mismo, al lado de nadie, para asistir a una comunión con el agua. A la cantidad de tiempo que le lleva a una sustancia dejar el océano atrás –dejar el agua atrás– se le llama tiempo de residencia. El sodio, por ejemplo, tiene un tiempo de residencia de 260 millones de años.

cristina rivera garza, 2021: 295

Sé nadar como los otros, pero tengo mejor memoria que ellos y no he olvidado el nosaber-nadar de antaño. Y como no lo he olvidado, el saber-nadar no me sirve de nada y, en consecuencia, no sé nadar.

Franz Kafka

Fruto de una acción inmaterial, la que ejercen sobre el mar y la arena las fuerzas del viento, el sol y las nubes, los trastornos de luz, de forma y de color, el aumento o la disminución del oleaje, los cambios de dirección en el movimiento del agua y todos los signos típicos de la playa tienen algo trucado, un cierto carácter de ilusión óptica, como si lo que los produjera no fuera un agente exterior, como la tiza que traza la línea sobre la pizarra, sino el mismo plano del mar o de la arena al plegarse sobre sí mismos.

alan pauls, 2018: 34

El mar lo engloba todo y nada puede colmarlo. Todos los ríos, torrentes, nubes y demás aguas de la tierra podrían volcarse en el mar sin que este aumentase realmente de volumen; no cambiaría, se mantendría siempre la sensación de que es el mismo mar. elias canetti, 2014: 157

Llaman violento al río cuando baja corriendo, arrebatado; pero ninguno dice que es violento el cauce que lo encierra.

Bertolt Brecht

El fragmento de Heráclito, No se entra dos veces en un mismo río, y aun la variante radical de uno de sus discípulos, Nadie entra nunca en un río, podría admitir, para la circunstancia, una versión más adecuada: cada uno trata de entrar, infructuoso, como en un sueño, a su propio río.

juan josé saer, 2023: 23

Soñando cerca de un río he consagrado mi imaginación al agua, al agua verde y clara, al agua que pone verdes los prados. No puedo sentarme cerca de un río sin caer en una profunda ensoñación, sin volver a encontrarme con mi dicha… No es necesario que sea el arroyo de uno, el agua de uno. El agua anónima sabe todos mis secretos. El mismo recuerdo surge de todas las fuentes. gaston bachelard, 2016: 18

Cuando mi madre se murió las cosas empezaron a fluctuar. Lo que antes me había estructurado y me daba amparo, se venía abajo y se disolvía. Para mí un solo tema tenía sentido: el agua. El tiempo mismo era, como el agua, una corriente poderosa que se había llevado a mi madre y me arrastraba para el mismo lado. En esa idea encontraba un poco de consuelo.

celia paul, 2021: 194

Muchos amigos me remiten al proyecto fotográfico “La topografía de las lágrimas” de Rose-Lynn Fisher. Consiste en una serie de fotografías de lágrimas secas que se han tomado a través de un microscopio, donde los cristales de sal forman pequeños paisajes emocionales. Las lágrimas del duelo son inhóspitas y perpendiculares, rompiéndose aquí y allá en agrupaciones de curvas. Las lágrimas de pelar cebollas son espesas como un papel pintado de helechos. Y es fácil imaginarlas expuestas en la casa de un frívolo decorador.

heather christle, 2020: 94

Asumiendo que la belleza consiste en la distribución de la luz en la forma que más agrada a la retina, una lágrima es el reconocimiento, tanto de la retina como de la lágrima, de su incapacidad de retener la belleza. […] Una lágrima es la anticipación del futuro del ojo.

joseph brodsky, 2008: 86

EXAGON

experimentaciones del turismo masivo en viña del mar: 1955-1965

erick caro

edificio balneario - turismo de masas - ocio marítimo - ciudades especializadas

más que un edificio, exagon es un sistema de conquista de los acantilados marinos, un proyecto diseñado “en ronda” por los arquitectos del instituto de arquitectura ucv en 1955. proyectar entre varios permite abarcar reflexiones y profundidades en ciertos aspectos de la propuesta poco vistos hasta entonces, sobre todo en el mundo del edificio en altura, preso del negocio inmobiliario. este texto intenta, por un lado, traer a la luz un caso de arquitectura inédito, y por otro, mostrar la época que permite que este caso exista. así como agnes varda promovió la costa azul francesa mediante el cine, el exagon queda profundamente engastado en la cultura del sol, la arena y el ocio viñamarino de fines de los cincuenta.

El arquitecto Paolo Sica, en su Historia del urbanismo , 1 atribuye la aparición de “ciudades especializadas” al período de la revolución industrial; primero en la figura de las company towns, que concentraban a los obreros de fábricas profusamente expandidas en el hemisferio norte, y luego en la forma de ciudades balneario, que a diferencia de las primeras velaban por la existencia del tiempo libre, el “tiempo del ocio”. A partir de 1936, consagrado el derecho a vacaciones remuneradas, la opción de pasar una temporada fuera del espacio cotidiano se hizo costumbre en la época estival. Cada vez más personas reclamaron su sitio en zonas de clima privilegiado, especialmente cerca del mar. Así surgieron innumerables planes de equipamiento y vivienda en diversos litorales, anticipando la masiva solicitud de espacios que hicieran factible la experiencia del ocio. Como consecuencia de estas migraciones circunstanciales, los departamentos en altura también se apostaron en el horizonte marino. Un modo nuevo de ocupación que trajo consigo invenciones y vicios, relevando además la posición de los arquitectos que en muchos casos participaban tanto del diseño como del desarrollo de la operación inmobiliaria.

Algunas pistas para ubicar el inicio de este fenómeno transformador, ocurrido a fines del siglo XIX, se hallan inscritas en antiguas ciudades termales y en los resorts de moda entre las clases aristocráticas de Inglaterra y Alemania. Bath,

1. Paolo Sica, Historia del urbanismo (España: Instituto de Estudios de Administración Local, 1981).

situada al oeste de Londres, es un reflejo de este hecho. El éxito de los novedosos baños de mar con propiedades curativas, en palabras de Sica, se debe a una marcada nostalgia por lo natural, junto con las implicancias nocivas que tuvo la era industrial sobre el paisaje urbano, contaminándolo en términos higiénicos y estéticos. Por ello, dice, es necesario suprimir algunos de los factores asociados a esta era: “los signos del utilitarismo, la violencia de la máquina, la suciedad, el humo, los desechos y el ruido”. Las ciudades de vacaciones constituyen verdaderas “hipótesis urbanas” y desde allí se aproximan a la búsqueda utópica de una disciplina organizativa. Los primeros modelos nacieron como alternativa a la ciudad urbano industrial, tras “la búsqueda del clima ideal, del paisaje privilegiado y de áreas apartadas y delimitadas, más allá de las fronteras de la producción”. En el marco de estas condiciones referidas por Sica, descolla la impronta de cierta homogeneidad social que evite el conflicto de clases.

En un principio estas iniciativas derivaron de una élite intelectual nutrida por las afirmaciones de Rousseau, de Locke y Goethe en cuanto a la función pedagógica del viaje o tour, lo que más tarde se convirtió en una verdadera industria de las vacaciones, que a lo largo de toda Europa dio lugar a numerosas sociedades tanto privadas como estatales que se dedicaron a promover y administrar este nuevo agente de consumo.

George Candilis, arquitecto del Team X, en Planning and Design for leisure, 2 vaticinó que las costas francesas –y europeas en general– experimentarían un proceso de metamorfosis desatado por el turismo de masas en respuesta a los “treinta años gloriosos” de Francia. Estas décadas, seguidas por el período de posguerra, centraban sus asuntos principales en el Estado de bienestar. Asimismo la consumación de las vacaciones remuneradas provocó un profundo cambio de escala, desactivando el monopolio del

2. George Candilis, Planning and Design for Leisure (Alemania: Karl Kramer Verlag Stuttgart, 1 de enero de 1972).

goce por parte de la élite para extenderlo en calidad de derecho a las clases trabajadoras. Tanto en Chile como en el resto del mundo, este régimen abrió una demanda por el uso del espacio natural para disfrutar del ocio. En el Código del Trabajo de 1931, dictado bajo la presidencia de Carlos Ibáñez del Campo, el descanso anual fue considerado como un bien inalienable por primera vez, contemplando “el derecho que tiene todo trabajador, con más de un año de servicio, a un feriado anual de 15 días hábiles, con el goce de remuneración íntegra, el cual se le otorgará, preferentemente, en primavera o verano”.

Al igual que en Europa, estas circunstancias impulsaron el paso de suntuosos hoteles y casas de veraneo a una proliferante edificación en altura que diera cabida al ocio masivo, donde turistas de fin de semana y todo tipo de veraneantes pudieran pasar sus días de descanso a lo largo de la costa central, concentrados mayormente en Viña del Mar, por su cercanía con la capital del país.

La promoción del turismo masivo significó un nuevo soporte de ingresos para el país y “el sol, el mar y la industria de la arena –como dice Candilis– jugaron un rol de primera importancia en la economía nacional”, como sucedía en tierras lejanas, al oeste de España, Marruecos, Argelia o en el sur de Túnez. En el caso de Viña del Mar, además de contar con condiciones favorables, semejantes a las de otros destinos repartidos por el mundo, condensando la promesa futura de un gran balneario, se impulsaron leyes auspiciosas para la construcción urbana que se convirtieron en un catalizador de la edificación en altura. La promulgación del Decreto con Fuerza de Ley 2 (DFL 2), en 1959, durante el gobierno de Jorge Alessandri, por ejemplo, incentivaba la reactivación económica, la que beneficiaría a los estratos más altos, puesto que la superficie límite de 140 metros cuadrados por departamento se consideraba un mínimo de la pequeña burguesía chilena, que a pesar de contar con una vivienda propia seguía soñando con la casa de veraneo.

La apuesta por Viña del Mar tuvo muchas repercusiones en el campo de la arquitectura. Entre las oficinas destacadas por proyectar las obras más interesantes construidas en la ciudad, estaban SEA, fundada por el profesor y activista Abraham Schapira y Raquel Eskenazi, con el edificio Montecarlo (1959), en avenida San Martín, y el edificio Ultramar (1965), ubicado en un vértice de avenida Perú; la oficina de Osvaldo y Jaime Larraín, que hizo un aporte significativo con el edificio Acapulco (1961), en avenida San Martín, y el edificio Copacabana (1963), en avenida Marina; la oficina Bolton-Larraín-Prieto, con gran presencia también en Santiago, autores del edificio Costa Azul (1962), emplazado en primera línea frente al mar, con un bloque equivalente en tamaño a la playa adyacente de Caleta Abarca. Estos últimos fueron un agente importantísimo en la gestión y proyección del primer rascacielos de Santiago: las Torres de Tajamar. Y bajo la misma figura promovieron el proyecto del edificio Exagon (1955), que si bien no llegó a construirse, fue capaz de levantar un campo teórico hasta el momento inédito en relación a la vivienda del ocio, desarrollado por los arquitectos del Instituto de Arquitectura UCV, entre los que se encontraban Alberto Cruz, José Vial y Arturo Baeza. Todos estos casos comparten un escenario original dado por las nuevas relaciones espaciales

PROYECTO EXAGON

y simbólicas con el exterior, ausentes en la vida doméstica que en la ciudad llevaban estos nuevos ocupantes de la costa: la vista se centraba en la extensión oceánica, símbolo de la contemplación pasiva; el balcón como hecho singular de la forma construida, signo y representación del edificio, además de ser un medio para conectarse al aire libre; el tamaño restringido de la habitación, en cuanto se privilegiaba el desarrollo de la jornada frente al fondo latente del exterior. Ajustes que apuntaban a invertir el tiempo y el espacio de la vida citadina ordinaria a favor de un lapso breve pero extraordinario, que desde entonces identifica el tiempo del ocio en la costa.

Vista desde el estero Marga Marga. Izquierda: Configuración del Cerro Castillo en 1954 con sus posibilidades de acceso: su condición de pivote en sentido oriente-poniente con el centro y el mar en sus extremos, y en sentido norte-sur con el estero como límite y la línea férrea hacia el interior de la ciudad. Dibujo de Alberto Cruz Covarrubias.

El proyecto Exagon, solicitado por la oficina BoltonLarraín-Prieto al Instituto de Arquitectura UCV, corresponde a un edificio en altura de uso múltiple y cuyo propósito consistía en alojar la realidad balnearia de la ciudad: “el olor a mar, el ruido de las olas, la brisa de las flores” –anota Alberto Cruz–, e iba a ubicarse en la ladera norte del cerro Castillo, junto al estero Marga Marga.

Esta fue la primera vez que el grupo del Instituto abordaba una propuesta vinculada al mundo inmobiliario con todos los criterios que ello conllevaba: aspectos económicos, marcos normativos y términos regulatorios; códigos que suelen desencadenar propuestas poco inventivas, aún más si se trata de edificios en altura, donde la repetición de la planta es un agente inequívoco de la seguridad del negocio. En este sentido, vale la pena rescatar estas palabras de Alberto Cruz puestas en sus láminas de fundamento: “Los lugares se conquistan con dinero, las formas espaciales se levantan con dinero, el uso del dinero hace quedarse con él como fin y no como medio, la gente tiende entonces a olvidar sus batallas [...] es por esto creo yo, que lo que voy a proponer como la vivienda del ocio parece tan ingenua a primera vista”.

Por otra parte, la influencia de Le Corbusier –arquitecto reconocido como maestro y estudiado sistemáticamente por el Instituto en su primera etapa– se puede identificar con bastante claridad en algunos rasgos del Exagon; entre ellos, las referencias directas a la Unidad Habitacional de Marsella, de cuyo caso se estudia la densidad y la capacidad de absorber habitantes en un bloque de mayor alzado, proporcionando un uso de suelo más eficiente.

Otras relaciones menos cercanas aunque igual de interesantes se dan en algunos elementos arquitectónicos manifiestos en la obra de Le Corbusier como la calle elevada que, a mi juicio, cobran una mayor riqueza espacial, al presentarse como un espacio que no solo atiende a la función de conectar las unidades, sino también al acto de permanecer en un lugar donde reina el tiempo del ocio. En cuanto al caso particular de los corredores en altura, es notable el modo en que en ellos se manifiesta una intención de proyecto que tiende a resolver el problema espacial de agrupamiento en tres dimensiones: desde el corredor es posible acceder hacia arriba y hacia abajo en los departamentos enfrentados, ordenándose en una unidad espacial irreductible de cuatro departamentos, una invención de agrupamiento en vertical no vista

Vista desde el interior hacia el mar. Izquierda: Estudio del orden de las unidades (fragmento).
Plantas de los cuatro tipos de departamentos.

hasta entonces. Probablemente esta complejidad espacial fue uno de los factores relevantes a la hora de decidir que el proyecto no se llevara a cabo, pues imponía un alto riesgo al desarrollo constructivo de la obra.

Otro cruce interesante, aún más excéntrico, radica en cierta proximidad de la propuesta a la desarrollada por Le Corbusier para el Lotissement Durand en Algiers: la crujía corta de doble orientación proponía un edificio sin revés. Esta situación es tremendamente válida en el caso del Exagon, pues sus autores plantean un elemento volcado tanto al mar como a la ciudad. Una especie de pórtico entre ambas situaciones que logra potenciar lo que ellos llamaban “reciudadanización”, acentuando que la construcción de una obra de dicho tamaño y presencia reconstruye también la ciudad.

De esta manera el proyecto intentaba encauzar una serie de objetivos simultáneos: plantear un sistema de habilitación de suelos en pendiente, singulares y profusos en esta zona de la costa chilena; proponer un procedimiento edificatorio que permitiera mediante una operación compleja, alojar un número finito y repetido de unidades de uso en vertical, sustituyendo la habitual superposición de plantas; y por último, dar ubicación a un régimen de vivienda intermitente, que aun siendo económicamente próspero para la región, generó grandes desastres naturales y urbanos irreversibles.

EL AGUA Y

LA SAL EN EL ANTROPOCENO *

álvaro mercado

daniela salgado

mia-sue carrère

agua - antropoceno - desalinizaciónextractivismo

la raíz común de economía y ecología, el oikos griego que significa “casa”, subraya nuestra conexión con el entorno. sin embargo, la evolución de estos conceptos revela una divergencia fundamental: mientras que la economía se centra en la gestión de recursos –a menudo con un enfoque en la acumulación y gestión de capital–, la ecología se preocupa por comprender y preservar los equilibrios naturales en la tierra. al cuestionar la percepción del agua como recurso en la nueva era del antropoceno, esta contribución presenta un punto de partida para rastrear, problematizar y futurizar en torno a las transformaciones ecopolíticas que se entrelazan en el nuevo ciclo del extractivismo en el norte chico de chile, que conecta espacios marinos y terrestres a través del flujo de agua de mar desalada y concentrados de la minería.

* Esta contribución forma parte del proyecto de investigación/creación en curso titulado “Artefactos especulativos: Zoom In/Zoom out al extractivismo en el maritorio del Norte Chico”, financiado por la Vicerrectoría de Investigación, Creación e Innovación VINCI-PUCV, en la Línea Creación Interdisciplinaria 2023. El equipo de investigación está formado por los académicos de la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV Álvaro Mercado, Mía-Sue Carrère, Leonardo Aravena y Daniela Salgado, y por el académico de la Escuela de Geografía Pablo Mancilla. En él han participado los estudiantes de Diseño Paulina Zúñiga y Andrés Aliaga, y los de Geografía Francisca Vega y Juan Pablo Riveros. Además, el proyecto cuenta con la colaboración de los diseñadores Ur Barlow, Marcelo Delgado y Sebastián Perucci.

Durante la infancia aprendemos que el agua es el elemento vital por excelencia; sin ella ni humanos ni plantas, ni pájaros o insectos más resistentes sobreviven. Además, está formada por oxígeno, el aire que respiramos. Asimismo nos enseñan que la superficie del planeta está cubierta por más de un ochenta por ciento de agua, un dato apabullante que nos lleva a preguntarnos por qué el planeta se llama Tierra y no Agua. Sin embargo, en casi su totalidad, esta enorme masa con la que contamos no la podemos beber la especie humana ni la mayor parte de los animales, ni sirve para regar la vegetación terrestre, ya que proviene de los mares y océanos.

Muchas veces, leyendo novelas sobre náufragos que pasan días en una balsa en altamar sin nada que divisar en el horizonte, o sobre aquellos más afortunados que logran llegar a una isla desierta, imaginamos la angustia de estar rodeados de agua imposible de tomar por su gran contenido salino, pareciera que permanecer en el mar bajo esas circunstancias adversas sería casi lo mismo que estar en el desierto.

Quizá este tipo de angustia es la que abrazó al artista holandés Bas Jan Ader, quien como parte de una performance con una perspectiva crítica a la figura romántica de los artistas, titulada En busca de lo milagroso, se embarcó solo en la Costa Este de Estados Unidos para atravesar el Atlántico y llegar a Europa. El barco de Ader fue encontrado nueve meses más tarde sin su tripulante, y es probable que el artista, próximo a su muerte, sintiera la inmensidad de la masa oceánica salada a su alrededor. Sin embargo, el agua de los océanos es la misma que a través de un sistema circular compuesto por ciclos biogeoquímicos naturales, se evapora y transforma en nubes y precipita para formar ríos y lagos de preciada agua dulce.

Algo más que aprendemos es que el agua es un elemento vital no solo para los seres vivos, sino también para las máquinas, porque para que estas funcionen, entreguen o liberen energía requieren de grandes cantidades de agua. Así, pareciera que

las máquinas –tal vez hechas a nuestra imagen y semejanza– son tan incapaces como nuestro organismo para operar con agua salada debido a la corrosión que les podría producir. A medida que crecemos, observamos que incluso el agua, principalmente la dulce, es energía que produce otras energías como la electricidad.

¿Cómo el agua sostiene la vida de las máquinas? En la gran industria, este elemento les permite controlar la temperatura, para que fluya por sus conductos y evite su sobrecalentamiento, como ocurre con aquellas máquinas que permiten la explotación minera en las profundidades de la cordillera de los Andes. A diferencia de los seres vivos, las máquinas idealmente no deberían descansar.

Desde hace algunos años sabemos que la escasez hídrica es un tema crítico en casi un tercio del territorio continental del país, y que el desierto chileno se ha desplazado de manera paulatina desde el norte al sur. La zona árida del Norte Chico, que comprende principalmente la Región de Coquimbo, se ha extendido hasta la Región de Valparaíso y Región

The Estate of Bas Jan Ader / Mary Sue Ader Andersen, 2019 / The Artist Rights Society (ARS), Nueva York.
Fundición Caletones a 1580 m s.n.m. Mina el Teniente, Chile.

Metropolitana, en un proceso que se ha acelerado en esta nueva era geológica que algunos refieren como Antropoceno.1 El concepto, introducido en el 2000 por el premio Nobel de química Paul J. Crutzen y el ecologista Eugene F. Stoermer, da un punto de partida teórico y empírico para describir una nueva era geológica que es impulsada por la humanidad, cuyas consecuencias incluyen la transformación de la biósfera que se manifiesta en el colapso extremo de los ecosistemas planetarios.

¿Por qué traemos estas memorias en torno al agua en el contexto de transformación de nuestra era? Porque hoy, tanto Chile y el mundo cuentan

con la tecnología necesaria para desalar el agua de mar, transformar el fluido de los vastos océanos y sus profundidades insondables, y usarla para los propósitos que sean necesarios a un bajo costo respecto a la carencia del agua dulce continental. De esta manera el ser humano parece tener la posibilidad de superar la crisis hídrica global de agua dulce, por la reserva casi ilimitada de agua marina y oceánica disponible para ser explotada. En el caso de Chile, el agua oceánica con jurisdicción internacional corresponde a 252.492 kilómetros cuadrados de superficie, 33,35 por ciento de la superficie continental nacional.

Primera planta de destilación solar del mundo. Salitrera Las Salinas, desierto de Atacama, 1872.

Estas nuevas vías de desarrollo que ofrece el mar y los océanos han sido abordadas por la ONU y el Banco Mundial, instalando los conceptos de “economía y crecimiento azules”, en que aquel dejó de ser considerado tan solo como recurso para la pesca y la navegación a diversas escalas, transformándose en un espacio complejo que experimenta un acelerado proceso de urbanización.2 De manera invisible en la actualidad existen complejos trazados para todo tipo de embarcaciones (desde chalupas pesqueras a buques Post-Panamax). Las carreteras oceánicas, que solo se dejan ver a través de satélites que orbitan la termósfera y exósfera, al igual que los campos eólicos marinos, forman tramas regulares en el mar que se extienden similares a los cultivos industriales agrícolas. Por el contrario, en el fondo marino, sondas, satélites y prospecciones inmersivas son las que desenvuelven una red de infraestructuras para la explotación de petróleo y minerales tal como ocurre en la minería tradicional cordillerana.

Esta urbanización del mar y la nueva economía azul generan gran interés en los países de extensas costas, como es el caso de Chile, y sobre todo en las grandes compañías transaccionales. Esta dinámica de la economía centrada en el mar y los océanos es al mismo tiempo una alerta debido a la falta de jurisdicción de estos espacios, y de su gobernanza a escala local y planetaria. Así, la idea de los océanos como un bien común universal3 se difumina frente a la planificación y zonificación de su superficie y profundidades, tal como ha ocurrido en tierra firme.

Frente a la complejidad de algunos proyectos impulsados por la nueva economía azul como la minería submarina, la industria desalinizadora

1. Christophe Bonneuil y Jean-Baptiste Fressoz, The Shock of the Anthropocene: The Earth, History and Us (Londres/Nueva York: Verso, 2017).

2. Nancy Couling y Carola Hein, The Urbanisation of the Sea: From Concepts and Analysis to Design (Ámsterdam: Nai010 Publishers, 2021).

3. Guy Standing, The Blue Commons: Rescuing the Economy of the Sea (Londres: Penguin Books Limited, 2022).

ubicada en los territorios costeros parece sencilla, de bajo costo e incluso sustentable, ya que implica disponer de agua dulce para el consumo humano, especialmente en las regiones más afectadas en el Antropoceno. Se estima que para el 2033, en Chile, el agua desalinizada constituirá el 71 por ciento del suministro hídrico empleado por la industria minera del cobre.

En un futuro, podríamos imaginar que ríos, lagos, campos productivos y humedales se surtirán de agua desalada de mar, activando por ingenio del ser humano, el ciclo natural del agua que aprendimos en la niñez. De este modo, los múltiples y complejos ecosistemas del paisaje terrestre podrán sostenerse por el anthropos, iniciando un nuevo ciclo de la ecología en el planeta. Sin embargo, se considera que en la actualidad por cada litro de agua desalada en el mundo, se produce en promedio un litro y medio de salmuera.

sal, agua y minera los pelambres

En Los Vilos, la construcción de infraestructura de desalinización que conecta el océano Pacífico con los yacimientos mineros de Los Pelambres, en la cordillera de los Andes, deja en evidencia controversias ecopolíticas casi desconocidas y cruciales para especular sobre el futuro de los espacios marinos, terrestres y sus comunidades, como las de Los Vilos, Pupío y Caimanes. Al percibir el agua marina como una fuente inagotable para la explotación, se realiza infraestructura para desalinización en la bahía de Los Vilos desde donde se extrae y desaliniza el agua. El agua desalada asciende 130 kilómetros hacia la cordillera y viaja por una tubería con una capacidad de 400 a 1000 litros por segundo. Paradójicamente, las fuentes de agua dulce de montaña que abastecían al valle de Pupío, sector por donde atraviesa esta tubería, fueron destruidas y cimentadas por la instalación del tranque el Mauro, la mayor presa de relave de América del Sur.

MINERA LOS PELAMBRES SALAMANCA

CUNCUMÉN

RELAVE TRANQUE EL MAURO

CAIMANES PUPÍO

La modificación que realiza a los cursos de agua de cordillera a mar, y hoy de mar a cordillera, causa un fuerte impacto en la habitación del valle y sus actividades agrícolas. La escasez de agua detonada por la infraestructura desarrollada por la minera ha gatillado la lucha de la comunidad contra ella, y le exigen que devuelva el libre flujo de las aguas de la quebrada Pupío. Esta disputa lleva más de una década, y hay comunidades ubicadas en el valle que han sido demandadas por la minera por oponerse al aumento de tuberías para ampliar la capacidad de flujo de aguas desalinizadas.

Este proyecto representa la consideración de los procesos de desalinización como la panacea para su desarrollo industrial. Aunque en algunos países existen normativas claras sobre la desalinización y los depósitos de residuos que deja su proceso, en el caso de Los Vilos la salmuera se vuelve a verter al mar, e impacta los ecosistemas marinos y sociales. Una situación que bien puede apreciarse en una reducción de la pesca en Los Vilos, y que se refleja en los intentos de mitigación realizados por la minera para sostener el tejido social en torno a este oficio, a pesar de las alteraciones ecosistémicas provocadas por la salmuera y su reenvío al mar.

Frente a esta realidad es significativo pensar desde el diseño, la arquitectura y el urbanismo nuevos modos de rastrear las transformaciones actuales y proyectar futuros posibles sobre nuestra relación con el agua como recurso y sus cuidados.

DESALINIZADORA

PUERTO PUNTO CHUNGO

LOS VILOS

Ruta del agua desalada de mar a cordillera.
Manifestaciones por justicia en el Valle de Pupío.

LOS BAILES CHINOS

Y EL MAR

danilo petrovich

bailes chinos - religiosidad popular - ritualpatrimonio

los bailes chinos forman parte de una tradición mestiza de nuestro país que se remonta al siglo xvi. su cultura, arraigada en el norte y centro de chile, refleja una relación particular entre naturaleza y sociedad. la danza, música y canto expresan una ferviente devoción a imágenes religiosas desperdigadas en distintos pueblos del país. las ceremonias de chinos son momentos de solidaridad y trabajo colectivo. las fiestas dedicadas a san pedro, patrono de los pescadores, abordan, a través del canto de los alféreces, temas dedicados al agua: tragedias marítimas, viajes de navegación, injusticias ambientales, entre otros.

De origen mestizo, el inicio de la tradición de los bailes chinos se remonta al siglo XVI, cuando se les denominaba “bailes de indios o de la bandera”. Desde esa época, estos ya veneraban a la Virgen de Andacollo. En los siglos siguientes, con el término de la encomienda, la formación del peonaje libre y el auge de la minería, esta práctica se irradió y asentó paulatinamente hacia el norte y la zona central, con un fuerte arraigo aledaño al curso del río Aconcagua, para el caso de la actual Región de Valparaíso. Para mediados del siglo XIX, en archivos, crónicas, libretas familiares y libros de acta de los propios bailes, hallamos la denominación “chino” como apelativo para identificar, dentro de la incipiente República, este estrato social compuesto principalmente por trabajadores de fundos, campesinos, mineros y pescadores celebrantes de la Virgen y otras imágenes religiosas.

Hoy, estas cofradías de músicos danzantes son conformadas por habitantes de pequeños poblados y caseríos que abarcan un gran número de localidades de la zona costera, del secano y precordillera del norte chico y valle central, así como también algunos pueblos del norte grande. Todos ellos descienden de múltiples grupos sociales y étnicos, y se vinculan históricamente a partir de lazos familiares y vecinales. Los bailes son autónomos y participan de manera colaborativa en festividades en las que se venera una imagen sagrada local que puede ser una virgen, un santo, un niño dios o una cruz.

La devoción popular de sus cultores se expresa a través de la danza, la música y el canto de rogativa con el uso de instrumentos como la flauta, el tambor y, en algunos casos, el bombo. El canto o “romanceo” se ejecuta utilizando formas poéticas provenientes de Europa, como la copla y décima espinela, mientras que las flautas y tambores se hallan asociados a instrumentos prehispánicos. En el baile chino los integrantes se ordenan enfrentados en dos columnas paralelas, por lo general de cinco o más flautas por lado, entre las que se ubican los tamboreros. Delante de ellos, mirando hacia la imagen sagrada, se ubica el alférez a cargo del canto, y al final del grupo se posiciona el bombero, en caso de que la cofradía cuente con él. A la mayoría de los bailes los acompaña un portaestandarte.

Los roles dentro de la ejecución “escénica” de los bailes chinos fueron asumidos durante siglos por hombres y desde 1960, se evidenció como tendencia la incorporación de la mujer a la tradición, al inicio como portaestandarte. En la actualidad, ellas forman parte de la fuerza y la renovación de las cofradías, en diferentes puestos dentro de los bailes, incluyendo el de alférez.

Para venerar a sus imágenes patronales, los bailes chinos organizan sus propias ceremonias: las fiestas de chinos. En la Región de Valparaíso, en general, las celebraciones duran un día y se trata de fiestas pequeñas donde participa el baile local y uno o dos bailes invitados. Sin embargo, algunas han crecido y pueden llegar a contar con más de quince bailes invitados, como es el

Chinos a contraluz. Fotografía de Marcos González V.

caso de la celebración de San Pedro en la caleta de Loncura, cerca de Quintero. A diferencia de las regiones de Coquimbo y Atacama, en la de Valparaíso no hallamos fiestas de Santuario de gran concurrencia, sino una red inmensa de fiestas familiares locales. Cada una tiene un baile dueño de casa, quienes junto a familias, amigos, la vecindad o el sindicato (para el caso de los pescadores), organizan toda la ceremonia y el recibimiento de las otras agrupaciones. Son momentos de encuentro, trabajo colectivo y solidaridad, donde los bailes se comprometen unos a otros en acompañarse en sus respectivos poblados, creando una red de celebraciones muy intensa durante casi todo el año. Las prácticas de los bailes chinos definen y simbolizan un territorio propio, marcado por el contexto social y ambiental. Un número significativo de cultores y participantes habitan zonas rurales, en las que se trabaja en la tierra o en el mar. Esta relación directa entre cultura y naturaleza genera que las transformaciones ambientales aceleradas provoquen consecuencias negativas para la conti-

nuidad de la tradición. Los territorios que habitan son lugares frágiles, afectados por modelos de desarrollo extractivo de recursos naturales y por efectos del cambio climático, que amenazan su sustentabilidad.

Algunos de ellos han sido considerados como “zonas de sacrificio ambiental”, debido a las sequías prolongadas y al agotamiento de la disponibilidad del agua, producto de la agroindustria. Además, de la privación legal en algunas comunidades campesinas que no tienen acceso a derechos de agua, y también de las vulneraciones generadas por industrias contaminantes que impactan el derecho de vivir en un medioambiente libre de contaminación, como es el caso del área que comprende Quintero-Puchuncaví.

En esta última zona, las celebraciones se intensifican en junio con las festividades de San Pedro, santo patrono de los pescadores y del mar, las que se suceden ininterrumpidamente durante los fines de semana de junio y julio en caletas como Higuerillas, Loncura, Ventanas, Maitencillo y otras del litoral central. Por lo común, los cantos

Alférez Jaime Cisternas. Fotografía de Manuel Morales R.

que realizan los alféreces para estas ocasiones tienen como concepto general las historias bíblicas relacionadas con la vida de san Pedro o Simón Pedro, como muchas veces los alféreces se refieren cariñosamente a él, y por supuesto, con el mar y el agua como protagonista principal.

Jaime Cisternas, antiguo buzo y pescador, es un alférez reconocido y experimentado que le ha tocado cantar muchas veces en honor al “santo varón galileo”. Nacido en la caleta de Maitencillo, su canto se caracteriza por hilvanar historias sagradas con acontecimientos actuales, denunciando muchas veces las injusticias sociales y ambientales a las que se han visto sometidos los habitantes de esta zona.

Citamos a continuación, un extracto de un verso por el “navío en el cielo”, cantado por Cisternas en la fiesta de san Pedro de la caleta de Loncura en junio del 2019:

El mundo es inmenso mar nuestra vida es un bajel hay que navegar por él para nuestra cuenta dar.

San Alfonso a predicar bajo el santo cielo vino se anuncia que corre un río cristalino y es muy cierto pa’ llegar a un feliz puerto y en el cielo hay un navío.

El piloto san Mateo el que adorna este barquillo con el faro de más brillo alumbra el mayor deseo. En el timón san Tadeo se dispuso a navegar que dicha será de llegar con viento en popa tan suave y a toda hora esta nave lista está pa’ navegar.

Un tal Santiago mayor apóstol muy importante vigila los tripulantes con la venia del Señor. En gran prueba de su amor san Patricio de primero san Silvestre de ingeniero entre dichos tripulantes de estos santos navegantes san Juan es el marinero.

El contramaestre Isaías manda todo en cargamento como contador atento el profeta Malaquías. Aquel mayor Zacarías con el patriarca de Abraham de sobrecargo están son de la antigua comarca de esta preciosa barca san Pedro es el capitán.1

Otra función que cumplen los alféreces, portadores de la voz y la palabra dentro de los bailes, es conservar y difundir la memoria y la historia local de los pueblos. En su cantos podemos escuchar rogativas donde se pide por la salud de todos los presentes en las fiestas y también se dirige la palabra para el bienestar de los enfermos y el buen descanso de los recién fallecidos. Muchas veces se canta para pedir por las cosechas y la pesca, para que caiga “el aguacero” y otros tipos de plegarias. En particular, resulta emocionante cuando los alféreces recuerdan a los que ya no están, aunque se mantienen vivos en la palabra y la memoria colectiva popular, detonada por los cantos.

1. Daniel González, Esteban Cisternas y Rafael Contreras (investigación), Marcos González Valdés y Manuel Morales Requena (fotografías), Traigo el murmullo del mar. Jaime Cisternas y el canto social de un alférez de baile chino (Ovalle: Kamayok-Mucam, 2020, p. 26).

En estas cuartetas, Jaime Cisternas recuerda algunas tragedias marítimas locales relacionadas con las labores de pesca:

Lo dice así mi relato así lo he sabido yo donde se perdió el Tolo y en la isla la embarcación volcó.

Eso lo he sabido yo y en la caleta se embarque cinco horas nadó el Chico Pato pa’ llegar a Punta de Talque.

En la orilla se embarque con una razón serena y en la isla lo esperaba ay, pues, su hermano Berna.

Con una visión moderna lo digo, pues, muy concreta y, pues ay, ya son tragedias pasaron en esta caleta.

De manera muy concreta y lo digo sin demora y de recordar al Mincho se perdió en la albacora.

Lo recuerdo sin demora desde el comienzo hasta el fin creo que, pues, él andaba ay, pues, con el Mamín.

Desde el comienzo hasta el fin y una tarde tan tibia también quiero recordar la tragedia de la jibia.

De una tarde tan tibia me da pena recordar adonde el Jaime Elanio se perdió con el Iván.

Yo los quiero recordar para mí no es un capricho y también con ellos iba ay, pues, el famoso Mincho.

En mi pecho, pues, yo hincho y al recordar no demoro y al Iván lo sacó ay, el famoso Pololo.

Y al recordar no demoro cantando recuerdo [a los] idos voy a ir cortando el relato a lo mejor tan aburridos.2

El agua, como se puede apreciar, es un elemento que nos permite comprender la vida en sus distintas facetas, ya sea como un elemento capaz de conectarnos con nuestras creencias y símbolos sagrados. Es el caso del “navío del cielo” y la devoción de los pescadores a san Pedro, patrono del mar, o como un elemento que tiene la facultad de quitarnos la vida y hacernos desaparecer, lamentable destino de muchos pescadores de nuestro país, así como también de muchas víctimas de la dictadura quienes fueron asesinadas y arrojadas al mar, y todavía se encuentran desaparecidos. Para finalizar, dejo aquí otro canto realizado el 2014 por Jaime Cisternas en la localidad de El Maqui en Puchuncaví, relacionado con la grave situación que viven hace años los habitantes de esta zona del litoral, debido a la contaminación acumulada desde la década de 1950, cuando se instalaron las primeras industrias mineras, energéticas y químicas

2. Ibídem, p. 76.

en el eje del cordón industrial Quintero-Puchuncaví, que han traído consecuencias gravísimas para la comunidad, que ha visto la migración forzada de sus habitantes hacia otros sectores, la precarización de los oficios tradicionales y la disminución de la calidad de vida producto de la contaminación del ambiente marítimo, terrestre y aéreo de esta zona geográfica.

El corazón me palpita y en estos lindos parajes y el baile de Pucalán te rinde aquí este homenaje.

Que humildemente te traje que al cantar me da tristeza de ver a este pueblo de Los Maquis afectado por la naturaleza.

Al cantar me da tristeza te pido yo, Cruz, hoy día que tristeza pues me da ay, al ver esta sequía.

Yo, pues, le pido al Mesías y al Hijo del Verdadero de ver estos campos tristes ay, que mande un aguacero.

Y al hijo del Verdadero con toda mi hermanación yo me pregunto si es la naturaleza o es, pues, la contaminación.

Les digo de corazón mis palabras producen eco, pues yo pienso en Gener y también pienso en Codelco.

Por eso no desmerezco a lo largo del camino que ha matado, pues, estos pueblos y a todos los campesinos.

El cantar es mi destino te lo quiero recalcar yo te estoy haciendo mención con el baile de Pucalán.

Te lo quiero recalcar y en mi canto te lo digo ya no hay arvejas, no hay lentejas no hay, pues, tabaco ni trigo.

Y en el cantar te lo digo, te digo con gran(des) dolores y acuérdate, pues, santo de todos estos agricultores.

Son grandes, pues, los temores se secaron los caudales no hay agua pal’ ser humano menos pa’ los animales.3

3. Daniel González, Esteban Cisternas y Rafael Contreras (investigación), Marcos González Valdés (fotografías), El mar está dentro de mí. Loncura, el baile chino y la fiesta de san Pedro (Ovalle: Kamayok- Mucam, 2021, pp. 148-149).

ANTOLOGÍA INÉDITA DE LAS AGUAS

poemas de milagros abalo

pinturas de pablo contreras

Remo en estas aguas sin abrir los ojos la violencia vuelve con sus imágenes es tarde para huir. Bajo de la mano con el miedo los muertos me acompañan en este secreto.

Quedaré ciega para verlos y escuchar las palabras de la noche. Ciega para esta revelación sin dios.

La corriente de los tiempos

Por las calles de la infancia el agua corre cristalina y azul en su torrente nada se detiene. Quise cruzar de una vereda a otra, de una esquina a otra, tanta agua había. Alguien, un hombre, una mujer mira con violencia, su cara no la recuerdo, solo la delgadez de su cuerpo estremecido.

Hundo los pies hasta las rodillas. La corriente podía llevarme. Estaba sola –siempre estuve sola en esas aguas– y tuve que cruzar y la corriente no me llevó. Al otro lado todo era presente. La fiesta confusa de un presente en el que se mezclaban cuerpos, voces, calles, casas.

Me dijeron que esas aguas traían desperdicios basura, ratones, que en ellas desembocaban las alcantarillas de todo el barrio. Tantas cosas decían sin embargo algunas tardes de verano vi jóvenes llegar a bañarse en un ritual de qué bautizo

se metían entremedio de una reja y pasaban el día entero ahí, se dejaban llevar el agua resbalaba en sus pechos

ay del ay de los cuerpos en el agua

luego trepaban semidesnudos a la orilla tan cerca del cemento su piquero solo ahí cerraba los ojos y entonces mi sangre se mezclaba con la de ellos el hechizo en las corrientes del tiempo

hasta que el sol comenzaba a esconderse ya nada iluminaba los cuerpos se bajaba un telón y por el mismo camino por el que habían entrado ahora salían con su piel brillante y morena –sus risas eran gotas de agua salpicada–Y los miraba perderse hacia el paradero como se pierde el sueño en la luz.

Canal San Carlos

Nadar

Quién te enseñó a nadar. O también fuiste lanzada a las aguas que venían encima igual a una muralla en la anticipación de su ruido. Te revolcó a ojos cerrados el cuerpo hasta su orilla en esa fría playa del norte que de serena no tenía nada. Esta fue la primera imagen.

Nadie puso atención a tu nado, a tu pelo allí revuelto. Saliste del fondo a recobrar el aire que habías perdido como desde entonces has sabido recobrarlo

de la nada en el silencio de toda profundidad y con las paredes de tu garganta llenas de sal.

El peso

A veces nadamos en círculos, una y otra vez damos vueltas en las mismas aguas es la gente la que cambia nuestro movimiento sigue siendo el mismo braceo interminable de un cuerpo que se repite salvo en el placer salvo en el dolor cada gota que cae es la réplica de una nueva sacudida en nuestra delicada telaraña de órganos y tejidos.

Seguimos y luego de hacernos un espacio en lo cercado salimos del agua un día y vemos que nuestro cuerpo se ha adelgazado igual a un río que pierde su cauce se alarga en la imagen de una sombra frente al espejo

quién soy ahora, preguntas, es mío ese reflejo de quién este sexo empalidecido.

Tomamos entonces nuestras maletas metemos en ellas y en bolsos arrumbados en el pasillo las ropas que nos ha prestado la vida, y desnudos como llegamos partimos a ese viaje de escaleras que suben, de curvas que a lo desconocido bajan.

Nada ha sido en vano

Aprendimos a cruzar las aguas / muchas veces nos dieron en la cara mientras el mundo, salvo ciertas mujeres, de espaldas se abanicaba / cruzamos a toda velocidad / sin detenernos / aun cuando el miedo paralizó nuestros pasos, aceleró el corazón en el insomnio de la noche sola y ciega / avanzamos sin estrellas, con los pequeños tripulantes a cuestas / llamados hijos, llamadas hijas, llamadas madres / en los asientos traseros de nuestra barca no sabían cómo agarrarse, a qué / se entregaron al ímpetu del quien, y esa era yo / había que perseguir lo propuesto hasta llegar a pisar firme.

La trucha

No hablaré de peces muertos sino de un pez que en mis manos ha resucitado, por los aires fue devuelto a las aguas, estero marga marga aguas tan frías como su muerte. Qué recordatorio es este, qué su salida, su entrada al agua en la orilla rebotó, golpe seco de grande animal de cuerpo, como si a los pies naciera de nuevo.

Has sido devuelta al río, tus aletas carecen de espinas tus escamas doradas se iluminan en el nado de nuestro destino es nuestro destino el que corre ahí, en esas manos, esas aguas

dicen que los peces son mujeres, marga marga también, que debes oír su caudal de palabras un día de estos, cualquiera, se desborda.

Nosotros pequeños peces I

Nos hemos lanzado a las aguas de este nuevo mar, transparente no menos hondo nadamos junto a la prehistoria en el cuerpo de una ballena lo que parece peligroso en su corriente no lo será si vamos juntos el mar es amigo, y ese pasado que miramos hacia adelante será el que vuelva a unirnos bajo el canto

IIHermano, mira el agua, se parece a la constelación de tu descendencia en el cielo

la estrella la cuerda que abre la nada

recuerda que de ahí también brota igual a un niño desnudo, la vida, y hemos creído en eso - pese a todo no sueñes con peces que salen a masticar nuestros pies

por más que lo intentes a veces algo impide abrir los ojos, como el pez que no tiene párpados y nunca los cierra ni para dormir la ceguera de los míos ha tapiado la tarde de este verano es la música en la casa del vecino esa pequeña orquesta de niños lo que devuelve al cuerpo la paz.

Los peces pequeños son el comienzo no sé de qué de algo, sigue nadando, quizá algún día seas ese pez que rápido se desplaza, y de una tristeza de fondo marino por fin puedas hablar.

Sin máscaras

Un mundo donde nuestras bocas vuelvan a parecer desnudas y olamos el jazmín que cae de la reja / flor de la pluma / glicina un mundo conectado por la imagen de las aguas donde volvemos a acariciar a los que han quedado tan pronto por su falta de costumbre una más una vez más y se repara el corazón que arrastra tanta herida ese mundo por el que tú también pasarás desprevenido absorto en un laberinto de escaleras lo conozco he andado por ahí tomé fotos de esas aguas transparentes conectadas por túneles subterráneos

no hay fronteras no son cenagosas ni sus puertos sombríos.

Dalia se llamaba la niña que aparece lejos de su madre.

Soy la oidora de las aguas, y nuevas son las mañanas para zarpar.

DIARIO DE UNA NADADORA EN CALETA ABARCA

carolina hornauer

a través de diversas entradas hechas de apuntes y fotografías, a modo de diario íntimo, una viñamarina que nunca se bañó antes en caleta abarca descubre en esa playa el nado en aguas abiertas. actividad que la impulsa a divagar sobre los finos matices de estar en el mar, y a partir de esa distancia con la orilla, de paso, adentrarse en el origen de su ciudad.

natación - aguas abiertas - mar

1

Nadar es un rito de iniciación, un cruce de fronteras: la línea de la orilla, la orilla del río, el borde de la piscina, la superficie en sí misma. Cuando entras al agua, ocurre algo así como una metamorfosis. Dejando atrás la tierra, atraviesas la superficie del espejo y entras en un mundo nuevo, en el que la supervivencia, no la ambición o el deseo, es el objetivo dominante.

A medio camino del trayecto que una vez por semana hago a pie entre Recreo y Caleta Abarca, cruzo la pasarela, avanzo por avenida España y me detengo. Siempre me paro en el mismo punto y me asomo a la ex piscina de Recreo que hoy se ve particularmente vacía y rota, muy rota. La marea está baja y hay poco oleaje. El deslucido hormigón de su estructura, abandonada desde hace décadas, insinúa el recuerdo de uno de los lugares de nado más interesantes que hemos tenido, y que ya no

existe. Mientras transito a un costado de los fierros oxidados y las ruinas, que acusan un deterioro irreversible, pienso en aquellas fotografías que he revisado del borde costero, donde cientos de cuerpos se asolean y zambullen con orgullo desde plataformas construidas para el goce y el disfrute, cuando en el siglo XIX, por influencia europea, al agua fría se le atribuyeron efectos curativos que desencadenaron rituales específicos. Entonces los baños de mar, tan recomendados por los médicos,

no superaban unos cuantos minutos de inmersión. Las élites no se sumergían en aguas profundas, pues no eran nadadores experimentados. Las mujeres, por su parte, eran asistidas por carretas que las “introducían” en el mar y los bañistas se ayudaban de cuerdas que se dejaban tendidas en la playa. Durante sus paseos, estos nuevos ocupantes de la orilla rehuían del sol, llevando sus cuerpos completamente cubiertos.

Vuelvo a Caleta Abarca siguiendo la huella de los pasos que di ayer (la repetición es mi propia ceremonia). Esta vez hay dos gaviotas dominicanas en la piscina, y en lugar de un pescador sobre las rocas se posa un pilpilén negro de pico rojo. Las olas se ven diferentes. Siempre lo son. Hoy rompen sobre los muros y pilotes de la vía elevada. Me pregunto si en la playa tendremos el mar más movido que de costumbre, pues mi cuerpo me alerta: parece predispuesto a una entrada con más acción (aunque suele ser más difícil salir que

entrar cuando el mar está agitado o con marejada). Me piden que escriba sobre mis fotografías del mar, y al caminar, erguida sobre suelo firme, voy pensando en que mientras nado o hago esas fotos no suelo pensar en el nado mismo, ya que nadar es todo lo contrario: consiste en sustraer los pensamientos para enfocarse en la respiración y el silencio. Y en abrir bien los ojos para recordar después.

Llego a Caleta Abarca.

Es curioso que siendo viñamarina, habiendo vivido y estudiado en Recreo, Caleta Abarca, al igual que el Reloj de Flores, fue irrelevante en mi percepción de la ciudad. Medio venida a menos, era un tipo de emblema que nunca despertó mi interés o curiosidad, una playa más. Para ser exactos, la casa de mi infancia estaba a un kilómetro de distancia del balneario y aun así no recuerdo haberlo visitado. Al parecer lo que tenemos cerca es siempre algo lejano.

Esto cambió en el 2020, un poco antes de la pandemia, cuando el 7 de febrero me metí por

primera vez al Pacífico, gracias a un deseo no cumplido hasta ese momento de ser una boya naranja flotando en medio del océano. Luego, en plena crisis sanitaria, siguiendo la extraña franja horaria determinada para hacer deporte al aire libre, entre siete y ocho y media de la mañana, cambiamos nuestro anterior deporte, el kayak de mar, por la natación en aguas abiertas. Nuestras embarcaciones eran muy llamativas ante los controles militares y sanitarios; en cambio, el nado parecía ser mucho más sutil a los ojos de los fiscalizadores.

Hoy nos juntamos en el locker, un conjunto de casilleros blancos adosados a la pared de las instalaciones que se construyeron más o menos en la década de 1950. En ellos guardamos nuestras pertenencias mientras estamos en el agua. Esta mañana vino H. y preguntó si podíamos ir juntos hasta el “bidón”, aludiendo al punto de referencia que usamos casi todos los nadadores de esta playa. En realidad, la referencia habitual es la “baliza”: un armatoste amarillo, propiedad de la Armada, ubicado a unos 400 metros de la orilla, que por estos días ha desaparecido y en su lugar

han puesto un bidón de plástico. Nos sentimos bastante huérfanos y hasta desorientados al no contar con su presencia en el horizonte.

Recuerdo cuando estudiaba arquitectura y nos mandaban a croquear a la playa, un lugar igualitario: sin pudor y en mil posturas sobre la arena hacíamos nuestros dibujos conectados con la naturaleza. En algún momento de la historia el hombre le perdió el miedo al mar y volvió a ser niño, y la playa se transforma en un lugar de esparcimiento. Nace el balneario. Nos conectamos con el placer. ¿Y quién no busca el placer?

Nos adentramos braceando hacia el bidón entre bromas de si llegaremos o no, pues no contar con un punto de referencia equivale a perder el norte. Como habitantes modernos de las ciudades estamos acostumbrados a medir nuestro espacio a partir de atributos relacionados con las distancias dadas por lo construido. Calculamos el entorno con pasos o metros hasta identificar qué tan lejos o cerca están las cosas. Podemos definir los edificios gracias a sus formas y sus partes: ángulos rectos, esquinas, balcones. Nos han educado para entender y conocer lo que nos rodea y nos viste. Nuestros sentidos se

han condicionado a lo hecho por el hombre. Sabemos distinguir lo claro de lo oscuro, sabemos de lúmenes y decibeles, y conocemos el material de nuestra ropa, pero una vez que nos adentramos en el mar y escondemos la cabeza bajo el agua, parece que en realidad no sabemos nada. Pienso que este tipo de experiencia, semejante a la de adentrarse en un bosque o caer en el desierto, nos pilla desprevenidos. Ignorando sus atributos y sus nombres vamos a tientas, echando mano a otras medidas para avanzar, resistir y a fin de cuentas habitar.

El mar tiene infinitos matices, un lenguaje propio y extraño que de a poco se nos hace familiar. Puede estar quieto, como una taza de leche, o escarpado y rugoso en la superficie. Si el tren de olas alcanza un metro de altura, inferimos que tal vez la cosa esté agitada. Asimismo aprendemos a reconocer la sutileza de sus intervalos térmicos: a diez grados puede resultar bastante frío, pero con cinco grados más nos parece una tibieza. Luego vienen las inagotables variaciones de transparencia y color: si lo vemos turbio, puede ser que esté revuelto o hayan aflorado algas que lo enverdecen, o bien se abrió el estero y abunda el agua barrosa que lo vuelve turbulento y algo aborrecible. Otras veces se torna azulado, azul oscuro o turquesa. No sabíamos que era posible describir esa gama de verdes y azules sin asociarla al cielo o a las plantas. El aprendizaje sobre márgenes y referencias es un campo inagotable.

Nos juntamos en la boya, en la baliza o en la roca, ¿en qué roca? Depende de la marea. Si está baja o alta, la roca aparece y desaparece. En el mar nada es permanente ni estático. Con el tiempo y la práctica llegamos a descubrir innumerables formas en los seres que habitan estas aguas: estrellas de mar, algunos peces, pulgas, jaibas. Lentamente nos habituamos a sus comportamientos y llegamos a entenderlos. Entre las medusas podemos diferenciar cuáles “pican” y cuáles no; y cuando aparecen, sabemos reconocer las vivas de las muertas. No hay ángulos rectos ni construcciones. Quizá algún naufragio, o en este caso, los pilotes de un antiguo muelle escondidos bajo la arena. No hay calles ni semáforos, pero aprendemos a ubicarnos, a interpretar y seguir señales. Estamos en el mar, a metros de una playa de arena llamada Caleta Abarca, rodeados de edificios y de pistas conocidas que apenas hundimos la cabeza se esfuman.

Llegamos sin problemas al bidón. Sabemos ubicarnos siguiendo las sombras de las rocas. Es probable que en nosotros se activara algún mecanismo inconsciente de orientación y supervivencia. El bidón está amarrado a un cabo que se pierde en las profundidades. Jugamos a bajar por la cuerda. A. y yo descendemos unos tres o cuatro metros, y sentimos cómo la presión del agua nos aprieta los lentes. H. nos sorprende al salir del agua con arena en las manos. Pienso que ese gesto es el mismo que hacen los apneístas con la tarjeta blanca que traen del fondo cuando logran sus objetivos, pero no digo nada. Seguimos nadando rumbo al Club de Yates, y a H. lo perdemos de vista por segunda vez en lo que va del día.

Tengo una hora libre, por lo que me acerco a la playa a ver si me inspiro para el escrito que debe acompañar mis fotos. Llevo puesto el traje de surf en lugar del de nado. Me queda un poco holgado y en esa pequeña cámara de aire circunstancial se cuela un chiflón de agua fría que circula entre mi cuerpo y el neopreno del traje que hace de segunda piel. Nado lento hacia la roca y ahí permanezco durante un rato, buceando y flotando al ritmo de las ramas de un cochayuyo que ha sobrevivido a los buzos “tácticos” que visitan el balneario y extraen lo poco que va quedando, algunas jaibas, caracoles, algas.

A los 15 minutos salgo. Vuelvo al locker, me cambio de ropa y me quedo escribiendo junto

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a un termo de té. Aunque hace calor, los dedos se me ponen amarillos y morados. Es mi querido síndrome de Raynaud. Es sabido que en algunas personas los vasos sanguíneos de las manos y de los pies reaccionan en exceso a las temperaturas frías, produciendo entre otras cosas una linda carta de colores a la que ya me he acostumbrado. La temperatura baja es la causa más probable de este síndrome. Lamentablemente es el agua fría una de las cosas que más nos atrae de nadar en el mar. No medimos en pasos, ni siquiera en brazadas; usamos la piel como termómetro. Nuestra circulación sanguínea se entiende con la temperatura del mar. Son nuestros sentidos un nuevo modulor en este ecosistema. Sentimos, no medimos.

Otro día de camino a la playa. Voy pensando en el cuerpo dentro del agua, en el mar, ¿cómo podría pararme? ¿Desde dónde podría tirarme un piquero cuando no toco fondo? No hay asidero ni pie firme, es como una caída libre. Por suerte flotamos. El cuerpo queda a merced de las olas, de la interacción del viento sobre el agua, de las temperaturas y las corrientes; es una mecedora continua.

Busco con la mirada el punto donde debería estar la baliza (o el bidón blanco) y no la veo. El mar se ha vuelto un paño enorme, gigante. Un montón de nadadores van en dirección de la baliza a pesar de que esta no está en su lugar. ¿Por qué necesitamos tanto un punto de referencia? ¿Será que el todo nos queda grande? ¿Es el mar demasiado amplio?

Volvió el armatoste amarillo, nuestro punto de referencia, y se mece de un lado para otro. Ahora pienso que de todos modos me gustaba su ausencia.

BALLENA JOROBADA

megaptera novaeangliae

javiera pintocanales

la ballena jorobada es muy fácil de reconocer: tiene un cuerpo robusto, aletas grandes y unas hileras irregulares de conspicuos nudos carnosos en la trompa y a lo largo de la mandíbula inferior (cada nudo cuenta con uno o dos pelos erizados). su anatomía difiere de otros baleonópteridos, pues su cabeza es más ancha y la robustez de su cuerpo se adelgaza abruptamente hacia la cola.

Aleta dorsal

La aleta dorsal baja es triangular, pequeña y se asienta hacia el final del cuerpo, a casi dos tercios de distancia de la cabeza. Los lóbulos tienen un corte pronunciado y una forma irregular en los márgenes traseros. Son útiles a la hora de identificar a otros individuos.

Longitud

Su longitud promedio es de 10 a 12 metros. Las hembras alcanzan una media de 16 metros y los machos de 15 metros. Los ballenatos, al momento de nacer, miden entre 3 y 4 metros.

Peso

Hay una diferencia significativa en el volumen de su peso de acuerdo a su ubicación: en regiones más frías llegan a pesar hasta 50 toneladas, mientras que en zonas tropicales consiguen alrededor de 30 toneladas.

Aleta caudal

Se caracteriza por un patrón de coloración en la parte ventral que transita entre el blanco y el negro absolutos y presenta cicatrices, líneas, manchas y hendiduras que sumadas al borde, forma y tamaño de la hendidura central, confieren a cada individuo adulto un rasgo distintivo.

Apareamiento

El cortejo, el apareamiento y el nacimiento se dan en las mismas aguas cálidas donde se establece la crianza invernal. La madurez sexual la alcanzan a los 10 años y el período de gestación dura entre 10 y 11 meses. El apareamiento puede ocurrir poco después de nacidas las crías. Es posible que un ballenato permanezca junto a su madre por casi un año, aunque el destete suceda a partir de los seis meses.

Hábitat

Existen tres grandes poblaciones de ballenas jorobadas en el mundo: una en el Atlántico Norte; otra en el Hemisferio Sur, que se mueve por temporada desde los mares del Antártico hacia el océano Pacífico Sur; y la tercera en el Pacífico Norte. Estas poblaciones migran entre las aguas oceánicas polares durante el verano y los establecimientos tropicales y subtropicales de crianza en invierno.

Espiráculo

Ha evolucionado a través del desplazamiento gradual de las fosas nasales hacia la parte superior de la cabeza. Al acercarse a la superficie del agua, las ballenas jorobadas expulsan aire caliente condensado a través del espiráculo para luego respirar.

Nódulos

Protuberancias carnosas, cada una provista de un pelo con función sensorial.

Corazón

Puede pesar más de 300 kilogramos y bombea sangre a un cuerpo de 70 mil kilogramos a lo largo de más de veinte metros de longitud. Es capaz de bombear casi 80 litros de sangre en un único latido.

Aletas pectorales

Son las más largas de los cetáceos y llegan a medir hasta dos metros y medio de longitud. Presentan protuberancias en el borde frontal, variando su pigmentación blanca o negra entre individuos.

Barbas

Las barbas de queratina filtran el agua donde viene la comida que atrapan con su boca: krill, cardúmenes de peces pequeños y plancton.

Surcos ventrales

Pliegues paralelos que van desde la mandíbula hasta el ombligo y permiten una mayor abertura de la boca a la hora de alimentarse.

Cantos

Es una especie muy vocal, capaz de crear una amplia variedad de sonidos que juntos son hilados para formar una extensa serie de frases. Cada frase puede durar de 5 a 35 minutos y se reiteran sin interrupción a lo largo de varias horas. Las canciones, que con frecuencia se escuchan sobre la superficie del agua, parecen ser específicas para cada población y de un año a otro experimentan pequeñas modificaciones. Son las vocalizaciones continuas más largas que un mamífero pueda realizar.

sala américa

escuela de arquitectura y diseño pucv

Grafías de la luz bajo el mar

Alejandro Garretón C.

1 de septiembre al 22 de septiembre

"Grafías de la luz bajo el mar, la tonalidad del fotograbado en la investigación del color", forma parte de un proyecto financiado por el Fondart Nacional de Diseño en su línea de Investigación.

Desde el 2019 se lleva a cabo esta exploración sobre los colores que se encuentran bajo el océano, experimentando junto a fotógrafos que han capturado las tonalidades del fondo marino.

La presente exposición recoge el transcurso de este estudio a través de una serie de grabados realizados por los estudiantes de taller.

Paisaje interior

María Gracia Basso H. 6 de octubre al 27 de octubre

Esta exposición reúne tres etapas de un trabajo que se fija e introduce en el subconsciente a través del arte, mostrando escenas que se instalan entre la realidad y el sueño. La representación del cuerpo humano femenino es protagonista en pinturas al óleo y dibujos monocromos, que están llenos de matices que se generan a partir de un ojo meticuloso y preocupado del detalle. Con esa misma técnica y obsesión la artista explora la anatomía y la historia en sus esqueletos de cabeza. Finalmente, María-Gracia Basso presenta una primera serie de detallados y realistas dibujos de imágenes obtenidas de exámenes médicos, y que convertidas en obras de arte sorprenden y representan un sondeo más íntimo e inesperado de nosotros mismos.

AYSÉN, CARTA DEL MAR NUEVO *

fragmento

ignacio balcells

Muy lejos en las honduras sin sol del océano, donde la sombra de los barcos no alcanza a llegar, los peces sin párpados –¿para qué iban a tener párpados si nadan en su lágrima?– viven y mueren con los ojos abiertos. La noche que los rodea es tal que una noche nuestra los encandilaría. Y sin embargo ahí están sus grandes ojos redondos para dar fe de una luz que, cayendo a través de centenares de metros de agua, también a ellos los hace ser hijos del sol. ¿Cómo será esa hez de luz escurrida desde la gloria del día atmosférico hasta los fondos donde la merluza austral, el congrio, la cojinova o el mero encuentran, gracias a ella, su vida en tinieblas? ¿Será como un olor de luz? ¿Será como un alba lejanísima? Nadie lo puede saber, pero los pescadores aseguran que también para esos peces de profundidad hay diferencia entre el día y la noche: “Pican más –me decían– con las primeras y las últimas luces del sol. En eso son iguales a los salmones que viven bajo una cuarta de agua en los ríos. Sí, amigo, estos peces nuestros también tienen horas”. ¡¿Te imaginas?! ¡Que haya horas en el negro abismo! ¡Horas! ¡Las mismas que los griegos llamaban las doradas! ¡Qué difícil resulta creerlo!

Ha de ser por esta dificultad de imaginar a esas profundidades iluminadas que las dos artes de pesca que se calan en alta mar de Aysén están hechas para capturar peces ciegos. Ni el espinel con sus anzuelos y carnadas, ni la red con sus nudos y ojos, requieren la visión del pez para funcionar y atraparlo. El primero lo atrae con el color de sus cebos frescos; la segunda lo traga con su inmensa boca transparente. Con el espinel el pez cae por su olfato; con la red cae por su bulto. Nada importa que la punta feroz y bruñida del anzuelo asome del trozo de jurel que hace de carnada; nada importa que la boca de la red ostente un collar de esferas rojas que la mantienen abierta mientras va por el fondo. El pez no verá a una ni a las otras: morderá la carnada como si se tratara de un pez menor o se dejará tragar por la red como si esta fuera invisible. Así, bien se puede decir que hombres a ciegas se las arreglan para pescar cuando tienen por ciegos a los peces que buscan.

* Aysén, Carta del Mar Nuevo, Ignacio Balcells (Pesquera Friosur SA: Puerto Chacabuco, 1988, pp. 31-35).

Pero –me devanaba los sesos pensando esto mientras iba en los barcos–, ¿qué virtud tienen estas dos artes de pesca –la red y el espinel– que las hace tan efectivas en el mundo de abajo? Si son trampas, ¿qué imitan de la vida submarina para calzar en el sentido de esta y no hundirse en el agua como artefactos extraños en los que no caería ni un cachalote viejo? Por otra parte, ¿qué sellos tan distintos imprimen que las faenas y el aire mismo de un barco de espinel son casi pastoriles comparados con los del barco de red de arrastre innegablemente bélicos?

Una noche, tendido en mi litera mientras el barco iba y venía por el mar sin alejarse del espinel calado en la tarde, el tiempo muerto de esa larga espera se me hizo insoportable. ¿Qué estamos esperando? –me decía–, ¿hasta cuándo vamos y volvemos? Y entonces, para calmar mi impaciencia, traté de figurarme el drama oscuro y mudo de miles de merluzas australes, que allá abajo, habiendo ya picado en nuestros anzuelos, se debatirían tirándolos con sus bocas perforadas mientras a algunas de ellas los tollos habrían comenzado a arrancarles el cuerpo a pedazos, de pronto, como un relámpago, se me apareció la imagen de un cardumen. ¡Un cardumen! ¡Eso es! –me dije, levantándome para ir a pensarlo de pie en el puente. ¡Un espinel es un cardumen! Un cardumen rectilíneo compuesto de 15 mil o 20 mil trozos de peces con una espina dorsal de acero. Un barco espinelero cala en el mar un cardumen de pececitos ya pescados para coger con él otro cardumen de grandes peces que anda suelto; y el tiempo espaciado de su faena es el tiempo del que deja comer. La red de arrastre, por el contrario, es un solo y gigantesco pez. El barco arrastrero sumerge este Leviatán, este pez único, con sus fauces abiertas y lo desliza por el fondo para que trague hasta quedar repleto. Y el ritmo de su faena es el ritmo rápido del que quiere engullir.

Con estas dos imágenes marinas de cardumen, por un lado, y de Leviatán por otro, tuve así el modo de contemplar ambas pescas desde un punto de vista que las relacionaba a ellas entre sí y a las dos con la vida del océano.

Desde el punto de vista del cardumen, ¡qué llena de sentido me parecía ahora la proliferación de cosas pequeñas y semejantes que abarrota las cubiertas de un barco espinelero! ¡Decenas de miles de anzuelos, de reynales, de nudos, de peces para carnada, de metros de manila y de nylon! ¡Centenas de piedras envueltas en redes! ¡Decenas de flotadores! ¡Decenas de dedos anudando! ¡Números de números en esta fábrica de cardúmenes a control remoto! Y su faena, ¡qué suma inmensa de acciones minúsculas e iguales! Uno a uno, tirados por el lento andar del barco, van cayendo los trozos de jurel ensartados en anzuelos, que están anudados a reynales, que a su vez están anudados a la línea madre y sus potalas, la que a su vez va sujeta a la retenida y sus boyas, la que al cabo de 15 kilómetros, cuando se han calado 15 mil anzuelos, remata en el orinque con boya luminosa, banderilla y flotadores rojos arriba y un ancla en el fondo, a 400 metros de profundidad. Luego, ocho horas después, reubicadas y cazadas las boyas y banderín, comienza la virada, la lenta recogida de este complejo e infinito cardumen hecho de cuerdas, nylon, piedras, plásticos, acero y carne de pescado. Pero, ¡qué metamorfosis espléndida ha sufrido durante su estadía en el abismo! Uno de cada dos o de cada tres anzuelos aflora del agua negra con su hermoso congrio dorado o con una gran merluza austral allí donde antes no había sino la cabeza, la cola o un tercio de cuerpo de un pequeño jurel. Y uno por uno van saliendo con la línea a mil, dos mil, tres mil peces en una tarde: vagas manchas primero, en que uno ve la hondura del mar hacia abajo; luego, a media agua, siluetas; y luego, ya colgando del nylon en el aire, fuselajes viciosos de aletas translúcidas. O a veces, cuando diez o más congrios han picado en anzuelos adyacentes, y a algunos al subir se les ha hinchado la vejiga natatoria, a tal punto que por las bocas se les sale un globo pálido, entonces un tramo de espinel aflora antes de ser recogido y, como una larga cicatriz enrojecida, flota acercándose a la amura, furiosamente picoteado por las aves. La pesca en un barco espinelero es una procesión.

inmersiones

Bachelard, Gaston, El agua y los sueños, México: FCE, 2016.

Brodsky, Joseph, Marca de agua, Madrid: Siruela, 2008. Canetti, Elias, Masa y poder, Debolsillo, 2014. Christle, Heather, El libro de las lágrimas, España: Tránsito, 2020.

Magris, Claudio, Microcosmos, Barcelona: Anagrama, 2014.

—, “Acerca del mar”, Granta 17, 2016.

Miles, Valerie, “Pensar el agua”, Granta 17, 2016.

Shapton, Leanne, Bocetos de natación, Buenos Aires: Blatt & Ríos, 2022.

Paul, Celia, Autorretrato, Buenos Aires: Chai, 2021.

Pauls, Alan, La vida descalzo, Buenos Aires: Random House, 2018.

Rivera Garza, Cristina, El invencible verano de Liliana, Santiago: Penguin Random House, 2021.

Saer, Juan José, El río sin orillas, Buenos Aires: Seix Barral, 2023.

Sebald, W.G., Los anillos de Saturno, Barcelona: Anagrama, 2018. Deakin, Roger, Diarios del agua, Madrid: Impedimenta, 2019.

colaboraron en este número

Milagros Abalo C. Profesora, editora y escritora. Colabora como columnista en revista Santiago.

Erick Caro M. Arquitecto. Magíster © en Arquitectura por la PUC y profesor de la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV.

Mia-Sue Carrère Arquitecta. Magíster © en Arquitectura y Diseño por la PUCV.

Pablo Contreras B. Diseñador industrial y pintor.

Carolina Hornauer O. Arquitecta y joyera artística por la Escola Massana, Barcelona. Directora de Fundación Planea.

Álvaro Mercado J. Arquitecto. Magíster en Arquitectura y Diseño por la PUCV y doctor en Arquitectura y Urbanismo por la ULB, Bélgica. Profesor de la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV.

Danilo Petrovich J. Antropólogo social y realizador audiovisual. Director del Museo Campesino en Movimiento (Mucam).

Javiera Pintocanales Diseñadora gráfica. Máster en Edición por la Universitat Pompeu Fabra y Maestría © en Diseño y Producción Editorial por la Universidad Autónoma de México. Dirige el Taller Pez y enseña de manera independiente en la Universidad de Guadalajara.

Daniela Salgado C. Diseñadora industrial. Doctora en Arquitectura y Urbanismo por la ULB, Bélgica, y profesora de la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV.

colofón

La presente edición de la revista acto & forma fue impresa en diciembre de 2023 en los talleres de Salesianos Impresores. En el interior se utilizó la fuente Libertad –en sus distintas variantes– sobre papel bond ahuesado de 80 gramos. La portada fue impresa en papel bond ahuesado de 106 gramos. Esta edición consta de 200 ejemplares.

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