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Apostolado Hispano Católico
Blanca Primm, directora
Rocio Melendez, asistente administrativa 805 S. Northshore Dr., Knoxville 37919
T 865-637-4769, F 865-584-7538
E-mail: lacosecha@dioknox.org www.dioknox.org, FB: lacosechaDOK como diácono en la parroquia de Todos los Santos, Knoxville. Estoy involucrado con los monaguillos, lectores, ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, llevo la comunión a personas en sus casas, participo en el ministerio de sanación Santa Helen para los divorciados y en otras oportunidades de enseñanza. ■
Nuevo Diácono Felicitaciones a nuestro nuevo diácono transitorio Renzo Alvarado Suárez, ordenado el pasado 22 de enero por el Obispo Richard F. Stika en el Seminario Hispano de Santa Maria de Guadalupe, en la Ciudad de México. De izquierda a derecha están Beth Parsons, Administradora de la Oficina de Vocaciones, Padre Arthur Torres, Director Asociado de Vocaciones, Diácono Renzo Alvarado, el Obispo Richard Stika, el Diácono Sean Smith, Canciller, el seminarista Abrahan Da Silva y el Padre David Boettner, Vicario General.
Diácono transitorio ordenado en la Ciudad de México
Escrito por Beth Parsons
Celebraciones ocurrieron en varios países cuando la Diócesis de Knoxville ganó un nuevo diácono transitorio. El 22 de enero, el Obispo Stika ordenó al diácono Renzo Alvarado Suárez en el Seminario Hispano de Santa María de Guadalupe en la Ciudad de México.
Asistieron, desde Colombia, su país de origen, su madre, Abigail
Suárez de Alvarado, y una amiga cercana de la familia, Itala Caiafa. De Knoxville, además del Obispo Stika, asistieron el Padre David Boettner, vicario general; Padre Arthur Torres, director Asociado de Vocaciones; Diácono Sean Smith, Canciller; y Beth Parsons, Administradora de la Oficina de Vocaciones. El seminarista de Knoxville, Abrahan da Silva, quien asiste al Seminario Hispano con el Diácono Diácono continúa en la página 4
Procedimiento de la Diócesis de Knoxville para reportar
Casos De Abuso Sexual
Cualquier persona que tenga conocimiento real o que tenga una causa razonable para sospechar de un incidente de abuso sexual debe reportarlo a las autoridades civiles apropiadas, y al Centro McNabb, nuevo coordinador de asistencia para víctimas de acoso sexual de la diócesis de Knoxville, al número de teléfono para denuncias (865) 321-9080. ■
Avivamiento Eucarístico Por el Padre Randy Stice
El Entendimiento Católico de la Presencia Real: Artículo I
La comprensión Católica de la Presencia Real
La transformación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo es tanto un milagro como un misterio, algo que nunca podremos comprender por completo. Pero durante 2000 años la Iglesia ha reflexionado diligentemente sobre este misterio y ha profundizado su comprensión de la presencia eucarística de Cristo. Su presencia eucarística la podemos resumir así: la Eucaristía es la presencia sustancial del cuerpo glorificado de Cristo bajo las apariencias del pan y del vino discernidos por la fe. Miremos más de cerca los cuatro términos en cursiva que indican cuatro aspectos claves de la presencia eucarística de Cristo.
Primero, la presencia de Cristo en la Eucaristía es una presencia sustancial. San Pablo VI explicó que “la forma en que Cristo se hace presente en este Sacramento es a través de la conversión de toda la sustancia del pan en Su cuerpo y de toda la sustancia del vino en Su sangre”. La Iglesia llama a esta “conversión única y verdaderamente maravillosa” transubstanciación, el cambio completo de una sustancia en otra sustancia [1]. El resultado de este cambio completo de la sustancia del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo “es la presencia en el sentido más pleno… por la cual Cristo, Dios y hombre, se hace total y enteramente presente” [2].
Todo lo que queda del pan y del vino son las características externas: apariencia, textura y sabor.
Además, la presencia sustancial de Cristo en la Eucaristía no es su cuerpo durante su ministerio terrenal, sino su cuerpo resucitado. “La carne del Hijo del Hombre, dada como alimento”, explicó San Juan Pablo II, “es su cuerpo en su estado glorioso después de la resurrección”.[3] Para apreciar el significado de esto, recordemos los relatos evangélicos de las apariciones de Cristo resucitado. A veces sus discípulos lo reconocían, pero otras veces no. No era un fantasma o un espíritu, comía con ellos y todavía tenía las heridas de la crucifixión. Pero también podría aparecer de repente en una habitación cerrada. Lo que transmiten estos encuentros es la realidad misteriosa pero poderosa de la presencia de Cristo “en su estado glorioso después de la resurrección”.[4]
A través de los siglos, la Iglesia se ha hecho eco del deseo de San Pablo de conocer el poder de la resurrección de Cristo (Filipenses 3:10). “El misterio de la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado la muerte, penetra con su poderosa energía nuestro viejo tiempo, hasta que todo le esté sometido” [5]. Porque la Eucaristía es el cuerpo resucitado de Cristo, escribió San Juan Pablo II, “Con la Eucaristía digerimos, por así decirlo, el 'secreto' de la resurrección” [6]. Cuando recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, Él nos penetra con la poderosa energía de su Resurrección. Finalmente, la presencia de Cristo en la Eucaristía solo puede ser discernida por la fe , no por nuestros sentidos. Nuestros sentidos nos dicen que lo que recibimos es solo pan y vino. Pero nuestra fe discierne la verdad con absoluta certeza, porque se basa en las palabras de Cristo: “Esto es mi cuerpo”, “Esta es mi sangre” (Mc 14, 22, 24). La Iglesia siempre ha creído y enseñado esta verdad. San Cirilo de Jerusalén (+386) instruía a los nuevos cristianos: “No miren en el pan y en el vino meramente elementos naturales, porque el Señor ha dicho expresamente que son su cuerpo y su sangre; la fe asegura esto , aunque nuestros sentidos nos sugieren lo contrario» [7]. San Juan Crisóstomo animó a su rebaño a confiar en las palabras de Cristo: Sujetémonos a Dios en todo y no le contradigamos, aunque parezca contradecir nuestra razón e intelecto; que su palabra prevalezca sobre nuestra razón e intelecto . Actuemos de esta manera con respecto a los misterios eucarísticos, y no limitemos nuestra atención sólo a lo que puede ser percibido por los sentidos, sino que nos aferremos a sus palabras. Porque su palabra no puede engañar.” [8] Algunas décadas más